Desde antiguo se han diferenciado los
siguientes motivos para viajar: viajes de
placer, de negocios, por motivos familia-
res, religiosos y otros. Otros, es un cajón
de sastre que incluye infinidad de moti-
vos, el sanitario con visitas a balnearios
que fue un motivo de viaje muy impor-
tante desde mediados del siglo XIX, con
el nacimiento y expansión del ferrocarril,
hasta la Segunda Guerra Mundial, en que
cayó. Hoy, de nuevo, está experimen-
tando un notable resurgimiento. En otros
se incluye, también, el turismo de natu-
raleza, con el senderismo como máximo
exponente. La visita monumental queda
incluida en otros, con Italia como gran
receptor.
Ningún motivo de viaje, o casi ninguno,
se da en estado puro. Cualquiera de ellos
participa en algo de los demás. El único
motivo que tal vez lo sea en estado puro,
es el de viajar por placer y, dentro de esa
parcela, el turismo de sol y mar es el que
más importancia tiene. El turismo de con-
venciones y congresos, con turistas de
alto poder adquisitivo, lleva casi siempre
añadido el placer de viajar. En efecto,
para los acompañantes se organizan visi-
tas y excursiones. Además, raro es el con-
greso que no se alarga unos días más
para placer de los congresistas. O que no
se organicen cócteles y comidas en las
que suelen participar los acompañantes.
El turismo religioso tampoco se suele dar
en estado puro. A menudo se une a él
el motivo placer. Esta clase de turismo tie-
ne en estos momentos una importancia
relativa debido a la laicización de la
sociedad. El recorrido por las iglesias
románicas españolas o por los monaste-
rios griegos, por ejemplo, está a caballo
entre lo turístico y lo religioso. Una adver-
tencia preliminar: cuando se habla de
turismo religioso se entiende que es el
referido a cualquier religión, no tan sólo
a la católica. Aunque es precisamente el
turismo católico el que ha perdido más
importancia. Lo que no significa que no
pueda tener un renacimiento. Otra con-
sideración a tener en cuenta es que el
turismo religioso abarca un espectro más
amplio de lo que parece: visitas a san-
tuarios, procesiones de Semana Santa,
beatificaciones, peregrinaciones a luga-
res santos. Una ruta de peregrinación que
ha vuelto a cobrar gran importancia en
los últimos años, es la del Camino de San-
tiago.
En latín, “peregrinus”se refería a la per-
sona que viajaba a países extranjeros don-
de no tenía derecho de ciudadanía. El tér-
mino viene de per-agros, la persona que
camina por los campos, lejos de su casa.
En realidad, fue tan sólo a partir del siglo
XII cuando se comenzó a utilizar el tér-
mino “peregrinatio” para designar la prác-
tica religiosa de visitar lugares sagrados.
La Santa Sede define como peregrinación
al viaje emprendido, por motivos religio-
sos, a un lugar que se considera sagra-
do por actuar allí de una manera especial
Dios u otras divinidades, para realizar allí
unos determinados actos religiosos de
devoción y penitencia. Esta definición es
extrapolable a otras religiones ya que la
motivación es la misma, prescindiendo
del credo religioso.
El Camino de Santiago es, sin lugar a
dudas, el lugar de peregrinaje más impor-
tante de España y uno de los más desta-
cados de la cristiandad. En el “Docu-
mento de la Santa Sede sobre el peregri-
naje del año 2000” se estima que cada
año los centros de culto religioso reciben
entre unos 220-250 millones de personas,
de los cuales, aproximadamente 150
millones son cristianos. Se estima también
que tan sólo en Europa, alrededor de 30
millones de cristianos, sobre todo católi-
cos, dedican sus vacaciones a una pere-
grinación. Polonia, tan católica, cuenta
con una peregrinación de entre 5 y 7
millones de personas.
Roma es, junto a París, Londres y Nueva
York, una de las ciudades de obligada
visita. No es tan sólo la ciudad más
monumental del mundo, si no que es la
capital de la Iglesia Católica. El Vaticano
es visita obligada por los valores artísti-
cos que alberga pero es, sobre todo, un
lugar espiritual para los católicos por ser
la sede del Papa y por la multiplicidad
de encuentros religiosos que la plaza de
San Pedro concentra.
Un santuario destacado es Lourdes. La
ciudad, que cuenta con 15.3000 habitan-
tes, recibe cada año 5 millones de visi-
tantes procedentes de 150 países. La ofer-
ta de hospedaje es de 270 hoteles y 13
zonas de campamento, lo que hace de
Lourdes la segunda ciudad de Francia en
cuanto a oferta de hospedaje. Fátima, en
Portugal, es también santuario importan-
te. Su monumental plaza así lo acredita.
La Meca es el equivalente musulmán de
Roma. La televisión nos ha proporciona-
do imágenes de millones de peregrinos.
La fuerza de la religión es tan poderosa
para los musulmanes y con ella la prác-
tica del peregrinaje, que se puede seña-
lar como ejemplo el hecho de que ape-
nas dos meses después de la toma de
Bagdad se pudieran ver imágenes de la
peregrinación a Kerbala, al mausoleo del
Imán Hussein. Tras años de prohibición
se reiniciaba la peregrinación shiíta.
La Semana Santa en España tiene su
máximo referente en Andalucía. Sevilla,
la capital es, sin lugar a dudas, la ciudad
más destacada. La Semana Santa sevilla-
na, lo mismo que la Feria de Abril, no tan
sólo llena la ciudad de visitantes si no que
supone un foco promocional para la ciu-
dad, para toda Andalucía e, incluso, para
España para turistas de demanda muy
alejada. Un documentado artículo de
Rafael Esteve Secall al respecto, que titu-
la “Orígenes del aprovechamiento turís-
tico de la Semana Santa Andaluza” es
muy ilustrativo. Esteve, después de defi-
nir la “fiesta” religiosa o profana y la gran
fiesta de la primavera que es la Semana
Santa, pasa a señalar los evidentes inte-
reses comerciales que se mueven alre-
dedor. Hubo intentos ilustrados en el
siglo XVIII para acabar con tradiciones
“supersticiosas”, lo que provocó las iras
de los comerciantes. Hoy la Semana San-
ta andaluza pervive con renovada fuerza.
En conclusión, el turismo religioso sigue
teniendo importancia económica debi-
do al gran número de visitantes que
promueve, si bien dado el estatus de
sus participantes el gasto medio es bajo
comparativamente con otros tipos de
turismo.
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