martes, 19 de abril de 2016

CVC. El legado de Sefarad. Los sefardíes de los Balcanes, una vida que agoniza entre la indiferencia y el silencio (1 de 3) .

CVC. El legado de Sefarad. Los sefardíes de los Balcanes, una vida que agoniza entre la indiferencia y el silencio (1 de 3) .

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El legado de Sefarad

Los sefardíes de los Balcanes, una vida que agoniza

entre la indiferencia y el silencio (1 de 3)

Por Ricardo Angoso
En el año 1492 un edicto de los Reyes Católicos
expulsaba de España a los judíos, más conocidos como los sefardíes, e
iniciaba, con ello, una sucesión de expulsiones y persecuciones en toda
Europa contra este pueblo. Los judíos sefardíes eran obligados a
marcharse o a convertirse al cristianismo, lo que hicieron varios miles
de ellos según nos cuentan las crónicas de la época. La larga marcha
hacia el exilio o la renuncia de su identidad había comenzado.


Mapa de La Diáspora



Mapa de la Diáspora

Los que se marcharon, que en un primer momento
arribaron a Portugal, Francia y el actual territorio de Marruecos,
acabaron fundando poderosas y ricas comunidades sefardíes en las
ciudades de Larache, Tetuán, Tánger, Argel y Orán, en un primer momento;
para más tarde extenderse por los confines del Imperio Otomano y los
Balcanes, donde llegarían a ser míticas las comunidades de
Constantinopla, Sofía, Sarajevo, Belgrado, Jerusalén, Alejandría y el
mismísimo El Cairo.


Científicos, escritores, comerciantes, artistas,
creadores, artesanos, junto con todo un sinfín de profesiones y gremios,
tuvieron que emigrar de España para ir a fundar a otras latitudes
nuevas comunidades y, sobre todo, una nueva vida que emergía de las
cenizas, aunque siempre sobre el recuerdo de lo perdido para siempre, su
querida Sefarard. Sin embargo, y lamentablemente, el nazismo fue el
principal responsable, con su política oficial de persecución de los
judíos, del final de esta vida sefardí. El Holocausto, o la Shoa para
los judíos, acabó con la rica presencia de este pueblo milenario en las
tierras y ciudades de los Balcanes que cayeron en sus manos. Tan solo
las comunidades de Turquía y Marruecos y el resto del mundo árabe
sobrevivirían a una catástrofe de tales dimensiones.


Las principales comunidades sefardíes de Europa se
encontraban, antes de la Segunda Guerra Mundial, en los Balcanes,
fundamentalmente en las capitales de Bulgaria, Grecia, Rumanía y la
antigua Yugoslavia. El segundo foco importante de los sefardíes se
situaba en Turquía, con sus importantes comunidades de Izmir y Estambul.
También había otras comunidades, aunque más pequeñas, en América
Latina, los Estados Unidos y Palestina, incipiente núcleo de lo que
luego serían las primigenias poblaciones judías de Israel. Por suerte
para todas las comunidades sefardíes situadas en Turquía y fuera de
Europa, Hitler nunca llegó tan lejos y consiguieron pasar la guerra
alejados del drama y el horror que se abatió sobre todos los judíos del
continente.


La historiadora Paloma Díaz-Mas se refería a la
división de la comunidad sefardí en tres áreas geográficas claramente
diferenciadas, a los que me refiero a continuación: «Cuando hablamos de
cultura sefardí solemos distinguir tres grandes bloques geográficos: los
sefardíes del Norte de África, los orientales, asentados en tierras del
Mediterráneo oriental que pertenecieron al Imperio Otomano; y los
sefardíes occidentales, es decir, los que se asentaron en países de
Europa occidental. La evolución cultural de cada uno de los tres grupos
fue muy distinta. Mientras que hasta el mismo siglo xx
los sefardíes del Norte de África (singularmente los de Marruecos) y de
Oriente conservaron el uso de la lengua y algunos rasgos culturales
hispánicos, los de los países europeos (Francia, los Países Bajos,
Italia, Inglaterra) se integraron en sus sociedades de acogida y ya en
el siglo xviii no hablaban español».


Entre 1870 y 1930, según destacaba el experto en
temas sefardíes Salvador Santa Puche, los sefardíes eran una población
que rondaba entre los doscientos sesenta mil a los cuatrocientos mil;
establecidos principalmente en el Este de Europa. En este período, y tal
como revela la misma fuente, había unas trescientas publicaciones en
lengua sefardí y esta cultura se hallaba en plena expansión cultural,
habiendo pasado de la transmisión oral a la escrita en un breve periodo
de tiempo. Tanto el teatro como la poesía en esta lengua estaban en
pleno auge y se habían abierto decenas de instituciones culturales para
la difusión de una cultura que tenía como vehículo de transmisión la
vieja lengua que hablaban los judeo-españoles expulsados por los Reyes
Católicos hacía ya unos siglos.


Las comunidades más importantes de los Balcanes


Las principales comunidades sefardíes de los
Balcanes se establecieron en Grecia, Bosnia y Herzegovina, Bulgaria y
Serbia. En lo que respecta al resto de los Estados de los Balcanes, en
Albania apenas hubo judíos y en Rumanía, con una de las comunidades
judías más grandes de la región, predominaba el elemento askenazí, es
decir judíos de origen centroeuropeo y los sefardíes constituían una
minoría. En Transilvania, por ejemplo, nos encontramos con que en las
principales fuentes sobre las comunidades judías no hay referencias
sobre la vida sefardí en las crónicas de la región y sí las hay sobre
notable influencia que ejercía la cultura magiar sobre esta numerosa
población, más tarde aniquilada durante el Holocausto. Recientemente, y
como muestra de la escasa presencia de los sefardíes en este país, una
muestra sobre el Holocausto celebrada en Bucarest apenas reseñaba en las
listas de víctimas publicada apellidos de origen sefardí. La mayoría de
las víctimas eran askenazíes.


Los sefardíes de Grecia


Grecia pertenecía al Imperio Otomano en el siglo xv
y, por lo general, los judíos fueron tolerados por las autoridades
turcas, que incluso tenían numerosos sirvientes y profesionales hebreos
trabajando a su servicio, en casi todas las regiones bajo su control. Si
bien en el siglo xv predominaba el elemento askenazí en las comunidades judías de los núcleos urbanos griegos, a partir del siglo xvi
una importante migración de los marranos de Portugal determinaría un
cambio en estas poblaciones y a partir de este siglo el dominio sefardí y
la influencia de esta cultura sobre el resto de los hebreos sería casi
total hasta el año 1831, en que se produce la independencia de Grecia.
Liturgia religiosa, música y poesía se escribe en judeoespañol.


Salónica fue el principal centro de la cultura
sefardí no ya de Grecia, sino de todos los Balcanes y casi se podría
decir del Imperio Otomano, según nos muestran los censos de la época y
relatan las crónicas históricas. La presencia judía está demostrada
desde épocas muy antiguas, y su importancia ya está tratada en el lugar oportuno.


El gran escritor Josep Pla, autor del excelente libro Israel,
1957, donde refiere sus vivencias de un viaje que realizó al Estado
judío en el año que da título el libro, da cuenta del drama padecido por
la ciudad de Salónica. «Está claro que Salónica era una especie de
capital de lo sefardí: el grupo era rico; el Gobierno turco, tolerante;
los rabinistas, inteligentes y tradicionalistas. En los presentes días,
sin embargo, Salónica, como núcleo importante de la diáspora, ya no
existe; cincuenta y cinco mil judíos de Salónica, que hablaban ladino,
fueron ignominiosamente asesinados por la Gestapo durante la ocupación
de Grecia por los ejércitos alemanes. El hecho ha sido un golpe mortal a
la vieja lengua que los judíos se llevaron de nuestro país a
consecuencia del decreto de expulsión del siglo xv», señalaba Pla en este libro que es un alegato en favor del Estado de Israel y de la tradicional amistad hispano-judía.


Concluyo estas notas sobre los sefardíes de Grecia
con unos datos sobre la magnitud del Holocausto. Si al comienzo de la
Segunda Guerra Mundial la población judía de Grecia ascendía a ochenta
mil personas; al final de la contienda, aproximadamente quedaban 10 000
con vida y, como consecuencia de la emigración subsiguiente hacia
Estados Unidos, Israel o Francia, parece que a finales de los años
cincuenta solo quedaron unos 5000 sefardíes. En los años siguientes
continúa la disminución de sefardíes y, según estimaciones del profesor
Jacob Barnaï, en 1992 había en Salónica mil trecientos sefardíes y unos
centenares más en el resto del país.







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