sábado, 2 de abril de 2016

JUDAISMO II LITURGIA HEBREA

JUDAISMO II LITURGIA HEBREA





JUDAÍSMO, II. LITURGIA HEBREA.



La liturgia ocupa un lugar importante en la religión judía. Sin pretender que un
conjunto de ritos, por perfectos que parezcan, puedan sustituir a los deberes
del corazón, el j. elaboró pacientemente en su larga historia una liturgia
pensada en sus más mínimos detalles. Ella logró dotar de una cierta unidad de
expresión a las ideas fundamentales del monoteísmo ético que es la esencia de la
religión de Israel. Los actos litúrgicos forman parte del conjunto de los
preceptos divinos (miswót), cuya meta es abrir amplios horizontes el alma humana
y facilitarle su ascensión y perfección, poniendo en juego todas las fuerzas y
potencialidades que constituyen el reflejo de su divino origen. Universal en su
significado profundo, particular en cuanto a su expresión, comunitaria y a la
vez individual e íntima, la liturgia judía encierra en sí toda la riqueza y
armoniosa diversidad de la fe en que se nutre.

      1. La sinagoga. El marco principal de los actos litúrgicos públicos es la
sinagoga (v.) aunque también se celebran en el hogar numerosas ceremonias
familiares. La sinagoga es hoy el centro espiritual de la comunidad como lo
fueron en la época bíblica el Tabernáculo del desierto y luego el Santuario de
Jerusalén (v. TEMPLO II). El nacimiento y desarrollo de la institución sinagogal
datan de la destrucción del primer Templo de Jerusalén (586 a. C.), cuando los
judíos exiliados en Babilonia se vieron obligados a prescindir del desaparecido
culto basado en los sacrificios animales (v. SACRIFICIO II). La oración, que
sólo había acompañado hasta entonces a las ofrendas del Templo, quedó como única
expresión del servicio divino. «Ofrendaremos en lugar de toros, el homenaje de
nuestros labios» (Os 14,3). La sinagoga fue desde sus principios mucho más que
un lugar destinado a la oración, como lo indica su denominación en hebreo: Bét
ha-Keneset o Casa de la Comunidad, correspondiente al Bet Am o Casa del Pueblo,
citada por el profeta jeremías (Ier 39,8) y Bet ha-Midrú9 o Casa de Estudio,
escuela de la tradición y de sus altos valores. Si exceptuamos ciertos
localismos arquitecturales o decorativos, todas las sinagogas presentan
idénticas disposición y distribución, y están orientadas hacia Jerusalén. Al
fondo, en el muro del este (mizray) y cubierta por una cortina bordada (pajoret)
está el Aron ha-Qodes, el Arca Sagrada que contiene el rollo manuscrito del
Pentateuco (Séfer Tóráh), o varios de ellos. Cada rollo está cubierto por un
vestido (mappa) o bien protegido por un estuche y adornado por una corona o por
dos ,campanillas (rommonim) ; en la parte delantera del rollo se cuelgan una
placa anunciando el texto que en él se va a leer y una pequeña mano de metal (yad)
para ser utilizada durante la lectura. Encima del Arca Sagrada brilla
constantemente la lámpara perpetua (nér tamid), reminiscencia del Templo de
Jerusalén y símbolo de la luz eterna de la Tóráh. Aproximadamente en el centro
del recinto se sitúa el púlpito (teva) desde el cual el oficiante (jazan) dirige
el servicio religioso. Un sector, generalmente una galería (azara), está
reservado a las mujeres.

      Oración colectiva y oración personal. Para ser considerado como público,
el rezo ha de celebrarse en presencia de un minyan, mínimo de diez valores que
hayan alcanzado la mayoría de edad religiosa, 13 años. Cualquiera de los
presentes puede oficiar guiando las oraciones colectivas, dando el tono de los
himnos e indicando las pausas. La participación activa de los fieles es
característica de la liturgia sinagogal. El rezo en común y en la sinagoga es
sólo preferible, pero no el único posible; cada judío, en caso de necesidad,
puede decir sus rezos en su casa o lugar de trabajo. Sin embargo, al hacerlo en
la sinagoga realza el valor humano y social del gesto litúrgico acentuándose la
solidaridad de cada uno con el destino del pueblo israelita. Conservando una
antigua señal de respeto, los varones y las señoras casadas se cubren durante la
oración. Los primeros visten además un manto (talit) de seda o lana con franjas
en sus cuatro ángulos (Num 15,37-42) y los días laborables se ciñen la cabeza y
el brazo izquierdo con los tefilim, filacterias descritas igualmente en la
Biblia (Dt 6,7). Legalmente se puede rezar espontáneamente y en cualquier idioma
siguiendo los numerosos ejemplos bíblicos de los patriarcas, jueces, reyes y
profetas. Baste con recordar el libro entero de los Salmos, verdadera liturgia
del corazón humano que ha sabido despertar en los hombres de todos los tiempos y
de todos los credos los más íntimos ecos de fe y esperanza. Junto a las
invocaciones personales, seguía desarrollándose un culto organizado en el que la
canción desempeñaba un importante papel. Cantaban los levitas (v.) en el Templo,
dispuestos en semicírculo y acompañándose con diversos instrumentos musicales.
El pueblo respondía con Amén (v.) o Haleluyah (v. ACLAMACIONES II). La
participación de los levitas en el culto crece con el advenimiento del Rey David
(2 Par 7,6), poeta y músico, cuyas composiciones interpretaban mañana y tarde.
Posteriormente se instituyó la lectura de un salmo para cada día de la semana y
cada fiesta religiosa, así como la lectura cotidiana del Salmo 100. Si como
quiere la tradición judía, cada palabra hebrea revela la esencia misma de lo que
designa, vale la pena hacer notar que la oración se llama tejináh, súplica
surgida de lo más profundo del corazón; tefiláh, del verbo Hitpalel, juzgarse a
sí mismo en la intimidad de la conciencia, y `abódáh, servicio debido al Señor
como tributo a su soberanía. Según dichos significados, la oración ha de tener,
pues, la espontaneidad de una súplica, la sinceridad de un examen de conciencia
y la solemnidad de un homenaje a Dios. Por eso existe un ritual que trata de
expresar estos tres conceptos fundamentales.

      2. El ritual. El libro de oraciones (Siddur tefiláh) que usan hoy los
judíos está redactado en lengua hebrea y es el resultado de las aportaciones
sucesivas de generación tras generación. Los textos de la liturgia sinagogal son
casi todos de inspiración bíblica y manifiestan, mejor que cualquier otro
aspecto del j., el amor y la fidelidad de Israel hacia las Sagradas Escrituras.
En la textura viva de la liturgia se refleja al mismo tiempo la evolución de las
ideas del j. El libro de oraciones es, pues, fruto de una lenta elaboración. Los
textos trasmitidos oralmente desde los tiempos de la Gran Asamblea (s. v a. C.)
fueron completados por sucesivas generaciones de Rabinos del Talmlid.
Posteriormente se fijaron por escrito en compendios fragmentarios de los cuales
el más antiguo que se conoce es el de Rav Amram Gaón, director de la escuela
babilónica de Sura de 869 a 886. Las generaciones siguientes, alejadas ya del
suelo patrio, tejieron alrededor de esa primitiva estructura los motivos que
mejor expresaban sus sentimientos e inquietudes espirituales. Consecuencia de
esa constante creatividad fueron ciertas diferencias aparecidas en los rituales
de ciertos países, provincias e incluso ciudades de la diáspora judía.
Esencialmente podemos distinguir una costumbre (minhag) llamada ashkenaz por su
origen alemán y otra sefarad por ser oriunda de España. Cada una se extendió con
sus inevitables variaciones a los países que recibieron la irradiación
espiritual y cultural de las comunidades judías que en la Edad Media habitaron
en Alemania y España. Se diferencian entre sí por ciertos cantos (aiyutim) y
ciertas melodías (niggunim) propias del ámbito geográfico en que cada costumbre
evolucionó. Con el nacimiento del moderno de Israel, se está imponiendo la suave
y agradable pronunciación del hebreo «a la española», cediéndole el paso la
alemana más rígida.

      3. Las oraciones diarias. Son tres y fueron instituidas según Rabbí Yosí
ben Janiná (s. i) en Talmud Berajót, 26 b, por los tres patriarcas bíblicos. La
de la mañana por Abraham (Gen 19,27), la de la tarde por Isaac (Gen 24,63) y por
Jacob la de la noche (Gen 28,11). Según Rabbí Yehoshua ben Levy las tres
oraciones corresponden a los tres sacrificios cotidianos que se ofrecían en
Jerusalén. Ambas concepciones convergen y se complementan en el contenido de las
tres oraciones que tienen lugar en los momentos cumbres de la jornada definidos
en el Salmo 55, vers. 17-18.

      a. Tefilat Shajrit es el rezo matutino y contiene cinco partes
principales:

      a) Las bendiciones de la mañana introducidas por el Adón `Olam, himno a
Dios Creador.

      b) Los «versículos del salterio», cánticos tomados en su mayoría del Libro
de los Salmos que se abren con la bendición de Baruj Sheamar y se cierra con la
de Yishtabaj. Entre ambas se ensalza la obra de Dios en la naturaleza y en la
historia.

      c) Los tres párrafos del Pentateuco (Dt 6,4-8; 11,1322 y Num 15,37-42) que
empiezan por la proclamación del credo monoteísta, Shemaa Israel... «Oye,
Israel, el Eterno es nuestro Dios, el Eterno, Uno es». Dichos párrafos están
precedidos por dos breves bendiciones a Dios.

      d) El Shemoné Esré, las 18 bendiciones -actualmente 19- o amidáh que es el
momento cumbre del rezo. Son invariables sus tres fórmulas iniciales de
alabanza: a Dios protector de Abraham, a Dios que da la vida a los muertos y a
Dios Santo; así como las tres finales de agradecimiento. Durante la semana se
leen las 13 súplicas intermedias a Dios. El sábado se dice una sola bendición
intermedia a Dios que «santifica a Israel y al Sábado», introduciéndose la
variación adecuada en cada una de las otras solemnidades religiosas del
calendario. Todos los presentes recitan primero cada bendición, o amidáh, en voz
baja de pie y vueltos hacia Jerusalén; luego la escuchan de boca del Jazán
saludando cada mención del Nombre divino con un firme Baruj hu ubaruj shemó,
«Bendito sea Él y bendito sea su nombre», y puntuando el final de cada bendición
con la palabra de adhesión: Amén. Durante la repetición, la tercera bendición se
amplifica con la Qedusáh, solemne canto a la santidad de Dios tomado de Is 6,3;
Ez 3,12 y Ps 146,10. Además, en la última bendición se introduce el Modim
Derabbanan, variante rabínica de la misma decimoctava bendición que se recitó
anteriormente en voz baja. Antes de terminar, los descendientes de la familia
sacerdotal (cohanim) se sitúan cerca del Arca Sagrada para bendecir al pueblo,
como solían hacerlo solemnemente sus antecesores en el Templo de Jerusalén,
según el precepto bíblico de Num 6,24-26.

      e) La súplica, Tajanum, compuesta principalmente por los versículos de 2
Sam 24,14 y Ps 25. Se entona para concluir el salmo 145 y «un redentor vendrá a
Sión...» (Is 59,20-21) con una paráfrasis de la Qedusáh. A cada día de la semana
corresponde un salmo. Son, de domingo a sábado, los siguientes:
24,48,82,94,81,93 y 92. Tras el salmo del día se leen algunos textos rabínicos y
el Alenu Leshabeaj, en agradecimiento a Dios por contar entre sus adoradores a
los fieles que lo entonan. Todas manifiestan al terminar su esperanza en una
humanidad digna de recibir su reino. Los lunes y jueves, la súplica se amplifica
sustituyéndosele los días festivos por el Halel, salmos 93 a 98, alabanza y
glorificación de Dios. También los lunes y los jueves se lee el primer párrafo
de la sección del Pentateuco correspondiente al Sábado siguiente, y en cada
festividad religiosa, los textos alusivos a la conmemoración.

      Para proceder a la lectura de la Tóráh, se abre el Arca Sagrada y
corriendo la cortina se saca el manuscrito envuelto en su hermoso aunque modesto
ropaje. Es llevado en procesión a través de la sinagoga y el público en pie
saluda su paso con una reverencia. Una vez depositado el rollo de la Ley en el
púlpito, el maestro de ceremonias (Parnas) designa entre los asistentes a las
personas que tendrán el honor de participar en la lectura de las Sagradas
Escrituras. En el curso del año se completa la lectura de todo el Pentateuco a
razón de cierto número de capítulos sucesivos semanales que constituyen la
Parasáh o Sidráh de cada semana. Después de la Parasáh y antes de devolver el
Rollo al Arca, se procede el sábado y días festivos a la lectura de la Haf taráh,
texto bíblico tomado por lo general de los profetas y cuyo contenido guarda
cierta relación con el tema central de la Parasáh de la semana.

      b. El Tef ilat Minjáh o rezo de la tarde se abre con el salmo 145, sigue
con el Shemoné Esré idéntico al de la mañana y termina con el himno Alenu
Leshabeaj ya descrito. Este rezo se puede celebrar desde la mitad del séptimo
periodo hasta la mitad del décimo, considerando al día dividido en 12 secciones
iguales desde la salida hasta la puesta del sol. Interrumpiendo al hombre en sus
tareas cotidianas, Minjáh, que significa ofrenda, es una especie de consagración
a Dios del tiempo y de la atención que se impone el judío en medio de las
preocupaciones de la jornada.

      c. El Tefilat Arvit o Maariv es el rezo del atardecer. Debe decirse a
partir de la puesta del sol y expresa en el umbral de la noche la confianza del
Israel en la divina ,protección. Se abre con una invocación a Dios
misericordioso. Seguidamente se leen los tres párrafos de Shemaa Israel
precedidos por dos bendiciones a Dios y seguidos por otras dos a Dios «Redentor
de Israel» y «Guardián de su pueblo». De nuevo se meditan las palabras del
Shemoné Esré y se cierra el servicio religioso con el himno Alenu Leshabeaj como
en los dos anteriores rezos de la jornada.

      4. Liturgia del hogar. Puede decirse que todos los actos de la vida son
litúrgicos para el judío que practica estrictamente los preceptos de su
religión. Hay una manera ritual de levantarse, de vestirse, de saludar, de
comer, de salir o volver de viaje, de reaccionar ante los fenómenos naturales,
las buenas o las malas noticias. Para cada ocasión está prevista la fórmula
adecuada de alabanza o súplica. El objeto es que, en medio de las contingencias
de la vida, el hombre logre vivir en presencia de Dios. Además de las
conmemoraciones del calendario (v. FIESTA 11) los acontecimientos principales de
la vida familiar se celebran en el hogar, en una atmósfera íntima que realza el
valor y la dignidad de la célula familiar, tan fundamental en el desarrollo del
pueblo de Israel.

      a. Berit Miláh o Circuncisión: El nacimiento de un varón es motivo de gran
alegría. Los familiares y amigos se reúnen al octavo día para asistir a la Berit
Miláhh o Alianza de la Circuncisión del recién nacido, según un rito que data
del Patriarca Abraham (Gen 17,9-14). Desde la víspera se ha erigido el Kisse
Eliyahu, sitial reservado al profeta Elías cuya reaparición ha de anunciar el
advenimiento del Mesías; es la esperanza renovada con cada nacimiento en la
redención futura y próxima de la humanidad. La circuncisión (v.) consiste en la
ablación del prepucio que practica el Mohel especializado. Todos los asistentes
entonan canciones alusivas a la perenne Alianza entre Dios e Israel. Al final de
la ceremonia se le impone al niño un nombre bíblico, generalmente el de uno de
sus abuelos.

      b. Pidyon Habben: Si el varón es primogénito, se procede a los 30 días de
su nacimiento a su rescate (Num 18, 16). El primogénito, que debía ser
consagrado a Dios, es rescatado por el pago de cinco siclos de plata a uno de
los descendientes de la familia sacerdotal que se distinguen por apellidarse
Cohen. Si la madre da a luz una niña la fecha de imposición del nombre es fijada
libremente por la familia y se realiza también en el curso de una ceremonia
hogareña, animada por canciones inspiradas en el Cantar de los Cantares.

      c. Bar Miswáh: Cuando el niño ha alcanzado los 13 años celebra su mayoría
de edad religiosa. Ese día recibe el título de hijo del precepto (Bar Miswáh),
pues en adelante tendrá la obligación de observar todas las prescripciones como
miembro adulto de la comunidad. El padre, que hasta entonces respondía ante Dios
de los actos de su hijo, recita ese día una breve bendición. El muchacho
confirma ante la asistencia su deseo de ser digno del título que en adelante
ostentará. Situada en un momento clave de la evolución espiritual y física del
niño, esta ceremonia tiene honda repercusión en su vida personal y comunitaria.
Los judíos de occidente, atentos a la progresiva participación de la mujer en la
vida social, han instituido recientemente para las chicas de 12 años la
ceremonia de Bat Miswáh, de análogo significado.

      d. Qiddugin: Con esta ceremonia se consagra la unión o matrimonio de una
nueva pareja y la constitución de un hogar judío. Es motivo de alborozo para
propios y extraños. La casa donde ha de celebrarse la ceremonia suele estar
concurrida desde la víspera por parientes y vecinos que improvisan una alegre
fiesta con cualquier motivo: la purificación de la novia en el baño ritual, el
ataviado de la desposada con el traje tradicional, la exposición de su ajuar o
la llegada de los regalos del novio. En las comunidades oriundas de España se
puntúa cada uno de esos acontecimientos con tiernas canciones de amor y romances
de rancio abolengo castellano. El día de la ceremonia, el novio ayuna dando así
su dimensión sagrada a la unión que se va a celebrar. Los novios bajo un palio
que simboliza el techo común y la protección divina reciben las bendiciones que,
con una copa de vino en la mano, pide para ellos el Rabino oficiante. Tras la
lectura del contrato matrimonial en el que se estipulan las condiciones
materiales de la unión y se recuerdan a los contrayentes los deberes de
fidelidad y respeto mutuos, el novio y la novia beben el vino de la misma copa.
Luego el novio pone el anillo a la novia pronunciando una breve fórmula. Toda la
asistencia les da la enhorabuena con un estentóreo Besimantos. La ceremonia
prosigue con la recitación por el oficiante de las siete bendiciones (Shemaa
Bejarot), con otra copa de vino en la mano; el público contesta cada vez Amén.
Al finalizar la ceremonia, el novio rompe una copa pronunciando el versículo:
«Si me olvidare de ti, Jerusalén, pierda mi diestra su destreza» (Ps 137,5). La
inauguración de la nueva casa y la colocación de la mezuzáh en el umbral (Dt
6,9) se celebra igualmente en familia.

      e. Cada una de las principales comidas está precedida por una ablución
ritual de manos y la bendición del pan que el cabeza de familia reparte entre
los comensales. Los alimentos están seleccionados y preparados según las leyes
dietéticas que figuran en el capítulo 11 del Levítico y otros pasajes de la
Biblia y el Talmud. Tras la comida, se dirige una oración a Dios.

      La enfermedad y la muerte tienen asimismo un ritual elaborado para
conferirles su verdadero sentido religioso. Elevando a los hombres por encima de
la angustia del momento, las palabras consoladoras de la Biblia los reconcilian
con la voluntad de Dios. Por eso tras la inhumación de un cadáver, los
familiares más allegados al difunto proclaman el Qaddis: «Exaltado y
engrandecido sea el nombre de Dios... Descienda del cielo la paz verdadera,
vida, abundancia, consuelo, para todos nosotros...».

      Debemos puntualizar que el aparentemente excesivo legalismo de la liturgia
judía no es más que su marco obligado. La exigencia de un contenido espiritual
es constante entre los que la practican. Los profetas bíblicos y los rabinos han
sido los combatientes implacables de la esclerosis ritualista. Escuela a la vez
de pureza y santidad, la liturgia secular de Israel pone de manifiesto para los
judíos su especial relación con Dios concebida como alianza eterna.

     

      V. t.: LEVÍTICO; TEMPLO 11; SACERDOCIO II; SACRIFICIO II; INSTITUCIONES
BÍBLICAS; FIESTA II; ACLAMACIÓN II; PALABRA II; SINAGOGA; RABINO.

     

     
BIBL.: A. RAVENNA, El hebraísmo postbíblico, Barcelona
1960, 34 ss.; A. PENNA, La religión de Israel, Barcelona 1961; P. DEMAN, Los
judíos, fe y destino, Andorra 1962, cap. V; A. HERTZBERG, judaísmo, Barcelona
1963; E. C. SCHLESINGER, Tradiciones y costumbres judías, Buenos Aires 1970; E.
MUNtc, Le monde des priéres, París 1958; K. HRUBY, La priére d'Israel, París
1961; P. VAN IMSCHOOT, Teología del Antiguo Testamento, Madrid 1969, 461-541; C.
PIFARRÉ, Liturgia, en Enc. Bibl. IV,1055-1060; E. WERNER, The Sacred Bridge. The
interdependence oj Liturgy and Music in Synagogue and Church during the First
Millenium, Londres 1959; J. DANIÉLOU, Sacramentos y culto, Madrid 1962.


B. GARZÓN SERFATY.

Cortesía de
Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991

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