domingo, 3 de abril de 2016

Promotora Española de Lingüística - Rama Semítica

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Rama Semítica
Historia


La región tradicional de las lenguas semíticas es el
Asia occidental, en particular Arabia, Mesopotamia y Siria-Palestina.
Si el hogar original de estas lenguas hay que buscarlo en la península
arábiga o en el cuerno de África es algo que pertenece a la
especulación y que no puede ser establecido con seguridad. Aparte de
Arabia, el Fértil Creciente y Etiopía también el habla semita se ha
difundido fuera de estas regiones en virtud de la emigración o la
conquista: la penetración de los árabes en el norte de África y en
las islas del Océano Índico; los asirios en Anatolia; o los fenicios
por las costas e islas del Mediterráneo. El fenicio fue usado incluso
en Karatepe, Cilicia, donde el autor de las inscripciones reales parece
haber estado acostumbrado al uso del fenicio para propósitos
lapidarios. El arameo ganó una difusión espectacular como lingua
franca
desde Afganistán a Egipto.
















Normalmente
se suele hacer una clasificación de las lenguas semíticas según
criterios geográficos:



  • semítico nororiental (las lenguas de
    Mesopotamia),

  • semítico noroccidental (Siria y Palestina), 

  • semítico sudoccidental (las lenguas de Arabia y Etiopía).
A grandes rasgos se
puede decir que esta división geográfica se corresponde con la distribución
de las características lingüísticas.


El acadio es una lengua semítica nororiental que se hablaba en
Mesopotamia 2.500 años antes de la era cristiana y que reemplazó a otra lengua no
semítica: la sumeria. Esta última, sin embargo, ejerció un fuerte influencia
en el sistema fonético y fonológico del acadio (especialmente
en la pérdida de las laringeales) y en la sintaxis. En el curso de la
larga historia del acadio ha desarrollado un número de dialectos y ha pasado
por ciertas fases lingüísticas fácilmente distinguibles.

Las
lenguas noroccidentales semíticas de Siria-Palestina hacen su primera
aparición atestiguada en el segundo milenio a. C., especialmente en las inscripciones

jeroglíficas de Biblos
, en las proto-sinaíticas y en
las glosas cananeas en las cartas de Tell Amarna. El amorreo está representado
por ciertos nombres propios y alguna peculiaridades lingüísticas de los
textos acadios del periodo de la primera
dinastía babilónica y especialmente en los textos de Mari. El
ugarítico es la lengua del material epigráfico descubierto en Ras Shamra
desde 1929 en adelante, siendo la principal lengua semítica noroccidental
del segundo milenio a. C. Esta lengua ha influido notablemente el estudio del Antiguo
Testamento y la adición del ugarítico al repertorio de lenguas semíticas
señala un cambio de dimensiones considerables en el campo de los estudios semíticos.

Hacia
el final del segundo milenio a. C. se produce la distinción entre el cananeo
y el arameo, al representar el cananeo la manifestación lingüística no aramea de la región siro-palestina. El estudio más
atestiguado, longevo y elaborado de este grupo de lenguas (e incluso de
cualquier lengua semítica) corresponde, por supuesto, al hebreo. Con un
milenio de literatura bíblica precediendo a la era cristiana más 1500
años de escritos rabínicos, así como obras poéticas, exegéticas y
filosóficas, incluyendo un siglo de avivamiento moderno de la lengua,
el hebreo todavía presenta muchos problemas a los lingüistas. Aunque
su posición dentro de las lenguas semíticas no es tan ambigua como puede
suponerse, su sistema verbal está lejos de haber entregado todos sus
secretos y su sintaxis está esperando todavía un tratamiento exhaustivo
de su larga historia. La lengua moabita, representada en el siglo IX
a. C. en la inscripción de Mesa, puede ser un dialecto hebreo del tipo
cananeo central.

El arameo está atestiguado en una
región muy amplia del Cercano y Medio Oriente y en varias formas dialectales, habiendo
sobrevivido en varias comunidades aisladas hasta
nuestros días. El arameo clásico o imperial (del cual el arameo bíblico
de los libros de Esdras y Daniel es un ejemplo prominente) es
la lengua que fue empleada bajo los Imperio Asirio, Babilónico y Aqueménida. El arameo
occidental está representado por el nabateo y el
palmireño, lenguas ambas usadas por las poblaciones árabes, así como
por el arameo palestino judaico, que fue la lengua hablada en
Palestina en el tiempo de Jesús y durante los primeros siglos de la
era cristiana. El arameo palestino cristiano y el arameo samaritano pertenecen al grupo
occidental, pero sus documentos literarios no pueden
compararse en extensión y diversidad a los del arameo palestino
judaico. Un interesante avivamiento del arameo occidental se puede encontrar
en la población de Ma'lula en el anti-Líbano.

La
principal lengua aramea oriental es el siríaco, que fue originalmente la
lengua de Edesa y que desarrolló una rica literatura cristiana atestiguada
en dos diferentes formas, caracterizada por divergencias
fonéticas: la jacobita occidental y la
nestoriana oriental. Otros representantes
del arameo oriental son el arameo babilónico, la lengua
del Talmud de Babilonia, y el mandeo, la lengua de la secta gnóstica de
Mesopotamia. Hay supervivientes modernos del arameo oriental cerca
del Lago Urmia y en el vecino Mosul. Esos dialectos arameos modernos han
sido estudiados recientemente, con rigor y profundo conocimiento del
asunto.

Volviendo a la región semítica sudoccidental
encontramos tres representantes principales: árabe, lenguas arábigas meridionales y lenguas
etíopes. La posición del sudarábigo con los
otros dos grupos no está todavía establecida con seguridad, pudiéndosele
asignar un lugar independiente entre las lenguas semíticas occidentales. Que los conquistadores sudarábigos trajeron
sus lenguas y escritura a Abisinia es algo que no puede negarse, pero
desde un punto de vista descriptivo se ha señalado que el arábigo
meridional
antiguo está en muchos aspectos en armonía con el árabe clásico y en desacuerdo con el etiópico.

El
término proto-arábigo es el que se ha acuñado para describir las lenguas del
material epigráfico antecesor del árabe clásico. Las subdivisiones convencionales
son safaítico, lihyanita y
tamudeo.

El
árabe clásico, el árabe por excelencia, vino a reemplazar al arameo
como la lingua franca en la mayoría de las regiones semíticas y
más allá hasta las costas del Atlántico. Su cristalización lingüística
se debe a la poesía pre-islámica y al Corán, mientras que su difusión
geográfica y larga supervivencia son el resultado de
las conquistas islámicas del siglo VII d. C. De este modo los árabes
moldearon un medio supra-tribal de comunicación que trascendía sus
propios dialectos y modos ordinarios de lenguaje, convirtiéndose en el
más poderoso símbolo de la unidad árabe y en una de las grandes lenguas
del mundo.

El antiguo árabe meridional es la lengua
epigráfica, dialectalmente variada, de las antiguas ciudades-estado de
Arabia sudoccidental (siglos VIII-VI a. C.). Aunque la ausencia de
notación vocal y de ciertos morfemas, en su estilo lapidario, han
puesto limitaciones a nuestro conocimiento de la lengua, eruditos como
Beeston, Höfner, Ryckmans y otros han hecho posible el avance de nuestro
entendimiento del sabeo, mineo, qatabánico, hadramita y
awsanio. Hasta donde se puede juzgar por la apariencia del esqueleto consonántico, esos
dialectos probablemente eran mutuamente inteligibles.

A
las modernas lenguas arábigas meridionales, soqotrí,
mehri y shawri,
se les considera continuación y desarrollo de las antiguas formas de
habla, si bien no es posible determinar esto con rotundidad.

El
etiópico (ge'ez) es la lengua que echó raíces en suelo etíope como
resultado de la penetración arábiga meridional en el cuerno de África. Sus primeros
testimonios epigráficos proceden de los primeros
siglos de la era cristiana, particularmente en las inscripciones de
Aksum
.
Posteriormente se convirtió en el vehículo de una extensa literatura cristiana que ha
llegado hasta los tiempos actuales. Como
lengua hablada la ge'ez ha sido reemplazada por un gran número de
lenguas semíticas modernas, como la tigré y tigriña, en el norte, y amhárico, harari y
gurage, en el sur, sometidas al impacto, variable en extensión, de un número de
características cusíticas.

Las lenguas semíticas
anteriormente consideradas muestran una cercanía
lo suficientemente estrecha como para asumir que en un tiempo hubieron de constituir una
sola lengua que, en el curso del tiempo y en virtud
de la extensión geográfica, se diferenciaron en una cantidad de dialectos.
Escritura


Excepto los dos alfabetos cananeos, que no se han descifrado, y el maltés, que se escribe con el
abecedario romano, las lenguas semíticas emplean tres alfabetos básicos: el cuneiforme, en cuyos caracteres se ha escrito el antiguo
asirio-babilonio, y en otra variedad también cuneiforme el
ugarítico.
La antigua escritura semítica del semítico septentrional era
alfabética, uno de cuyos primeros ejemplos se encuentra en las
inscripciones de la piedra Moabita (del siglo IX a. C.; se descubrió en
1868 y actualmente se conserva en el Museo del Louvre). 


Los alfabetos árabe y
hebreo, de caracteres rectangulares, surgen del
arameo en una de las variantes del semítico septentrional; de este alfabeto pudo proceder el
griego.
Los septentrionales, como el árabe y el hebreo, son alfabetos
consonánticos; las marcas especiales que representan las vocales parece
que empezaron a emplearse en el siglo VIII. La tercera clase de
escritura, la semítica meridional o
sudarábiga,
pudiera haber tenido su origen en la septentrional, aunque sobre ello
no exista acuerdo alguno. Se trata también de un alfabeto consonántico,
que se llevó a Etiopía hacia el primer milenio a. C. y de él procede la
escritura silábica de las modernas lenguas
etíopes.
Dialectos


Las lenguas pertenecientes a esta rama de la familia
afroasiática cubren la mayor parte del norte de África, toda la
península arábiga, Iraq, Israel, Líbano, Siria, buena parte de
Etiopía, la isla de Malta y partes de Irán y Turquía, pudiendo
dividirse en las siguientes sub-ramas:



  1. Oriental o acadia, en el que las lenguas
    pertenecientes a este grupo fueron lenguas de gran importancia en la
    antigüedad pero todas están extinguidas. La acadia, incluyendo sus
    dos variantes: asiria y babilónica, se hablaron desde el 3.000 a. C.
    hasta el comienzo de la época cristiana, en una zona que
    corresponde a la actual Iraq.

  2. Occidental, que a su vez se subdivide en las
    siguientes dos divisiones:

    • Central, que está formada por:

      • Arameo, una de las más antiguas y extendidas
        lenguas del Medio Oriente y que subsiste en la forma
        siríaca,
        usada en la liturgia de la Iglesia Asiria. Hay cuatro grandes grupos
        de arameo como lenguas vivas:

        • Ma'lula, en Siria.

        • Turoyo o suryoyo en el sudeste de Turquía y en
          Siria.

        • Arameo nororiental, en una región septentrional de
          Irán y partes adyacentes de Turquía y Siria.

        • Mandeo moderno, hablado por un número indeterminado
          de personas en Juzistán, Irán.

      • Central-meridional, que se subdivide en:

        • Arábiga, que incluye el árabe, principal
          representante de este grupo con más de 160 millones de hablantes y
          maltés, hablado por unas 300.000 personas en la isla de Malta en el
          Mediterráneo, si bien muchos lingüistas lo consideran una lengua
          diferenciada, muy alejada de los demás dialectos árabes e
          influenciada grandemente por lenguas europeas, pues la mayor
          parte de los malteses son cristianos.

        • Cananeo, cuyo principal representante es el
          hebreo

          que, tras ser lengua muerta o casi muerta durante siglos, ha
          revivido en el Estado de Israel, siendo lengua oficial del mismo.
          Durante la dispersión, los judíos hablaron diversas lenguas,
          según el país en el que habitaran:
          judeo-árabe en los países
          árabes, judeo-español en España y yiddish en Europa central y
          oriental. Además otras lenguas antiguas pertenecían a este grupo
          como el fenicio, hablado en la costa de lo que hoy es Líbano
          y en varias colonias fenicias dispersas por el Mediterráneo.

    • Meridional, en el que se incluyen las lenguas
      semíticas habladas en Etiopía: amhárico, con 10 millones de
      hablantes que la consideran su lengua materna y otros que la
      tiene como segunda lengua. Tigriña, 4 millones en Eritrea,
      tigré,
      medio millón viviendo en Eritrea, gurage central occidental en
      Etiopía y gurage oriental, unos 200.000 en Etiopía. Además en
      este grupo habría que encuadrar la lengua mehri, hablada en Omán
      por 50.000 personas y algunos miles más dispersos por Kuwait,
      Arabia Saudita y Yemen.

















































Gramática


En las lenguas semíticas, las palabras están constituidas por un
conjunto de tres consonantes, que se llaman raíz, portadoras del
significado de la palabra. Junto a esto, existen unos esquemas o
patrones vocálicos (también pueden ser vocales y consonantes) que se
añaden a la raíz y modifican su significado o sirven como flexión, de la
misma manera que los sufijos varían el significado de las palabras en
otros tipos de lenguas (como el tiempo y el número en la flexión
verbal). Así por ejemplo, en árabe, la raíz
ktb significa 'escribir' de donde procede kitab que significa 'libro',
maktub, 'carta' y kataba 'escribía'. 


La estrecha relación que mantienen entre sí las diferentes
lenguas semíticas, se comprueba con la presencia de la misma raíz en
varios idiomas semíticos (por ejemplo,
slm es 'paz' en asirio-babilónico, hebreo, arameo, árabe y
alguna lengua más). En las lenguas semíticas, las consonantes que se
articulan en la misma zona de la boca se clasifican en tres grupos:
sordas, sonoras y enfáticas o aspiradas, como por ejemplo la serie que
se transcribe como
g, k, q, del árabe y del hebreo (la q se pronuncia como velar aspirada y en posición más retrasada que la
k).

Hay dos géneros, masculino y femenino, con el marcador femenino típico siendo
-(a)t. El número es singular, dual y plural, aunque el dual es raro en etíope.

El pronombre
interrogativo es man '¿quién?', min/ma '¿qué?'.

El orden de la
frase en sentencias nominales es sujeto, verbo y objeto, pero en sentencias verbales es verbo, sujeto y objeto.

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