sábado, 27 de febrero de 2016

Hacia el conocimiento de la Biblia, parte 5. Libros de los Profetas

Hacia el conocimiento de la Biblia, parte 5. Libros de los Profetas




de la Biblia, parte 5

Libros de los Profetas
Por Obispo Alejandro (Mileant)
Traducido por Dra. Elena Ancibor


Contenido:
















  



Importancia y
significado de las profecías
El
río de los tiempos lleva raudamente nuestro bote de la vida hacia el
ilimitado océano de la eternidad. Nadie sabe qué le espera al hombre en
el futuro - ni los hombres, ni los demonios, ni siquiera los ángeles
,
sino tan sólo Dios. Algunos tratan de penetrar en el misterioso futuro
consultando horóscopos, adivinos, brujerías, datos supersticiosos y
otros métodos pecaminosos y vanos prohibidos por las Sagradas Escrituras
(Lv. 19:31; 20:6; Dt. 18:10-13; Jer. 27:9-10). Lo que nos es
indispensable saber acerca de nuestro futuro, Dios ya lo reveló a través
de su Hijo Unigénito y de Sus Profetas y Apóstoles elegidos.

Todos los libros de las Sagradas Escrituras en alguna medida contienen profecías. Pero
algunos libros hablan sobre todo del futuro y por ello, son llamados
proféticos. En el Antiguo Testamento podemos encontrar dieciséis libros
proféticos y uno en el Nuevo Testamento: el Apocalipsis. Los profetas
del A.T. son: los cuatro Mayores - Isaías, Jeremías, Ezequiel y Daniel, y
los doce Menores - Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum,
Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. Ellos son llamados
profetas Mayores porque sus libros son de mayor volumen que los de los
doce pro
fetas Menores. Al libro de
Jeremías, hay que agregarle 2 más: las Lamentaciones y el libro de
Baruc. Los profetas a veces escribían personalmente sus prédicas y otras
veces lo hacían sus discípulos. Muchas profecías de estos libros ya se
han cumplido, como
por ejemplo,
sobre los destinos de los pueblos antiguos, la llegada del Mesías y
tiempos del Nuevo Testamento. Las profecías sobre los últimos tiempos
del mundo - el reino del anticristo, la segunda llegada de Jesucristo,
la resurrección universal de los
muertos
y el Juicio Final, esperan su cumplimiento. Pero los signos del
acercamiento de estos últimos acontecimientos en la historia de la
humanidad
, ya comienzan a cumplirse. Las profecías, al igual que los milagros, dan testimonio de la elección de Dios de los profetas y de la inspiración Divina de sus libros.

La fe cristiana nos enseña que el futuro de cada hombre por separado y
el de toda la humanidad en conjunto no es el resultado de una cantidad
casual de causas ni del "destino." Los acontecimientos en la naturaleza
inanimada (la que carece de alma) se encuentran enteramente bajo el
control del Creador. En referencia a los actos de los hombres, Dios le
deja la libertad de actuar a su libre albedrío pero le ayuda, sin
embargo, a cumplir sus buenos desi
gnios.
Toda la Sagrada historia, las vidas de los santos y una observación
profunda de nuestra vida nos convencen que Dios se preocupa del
bienestar humano y dirige su vida hacia la salvación.

Si los actos
humanos se definen por su propio deseo, ¿cómo puede saber Dios qué
decidirá hacer el hombre? Cuando nos ocupamos de este problema debemos
considerar que los conceptos de pasado y futuro son conceptos humanos.
Dios vive
fuera y por encima del tiempo: para Él todo es presente. Todos los acontecimientos grandes
y pequeños en la vida de cada ser humano, sus pensamientos secretos y
sus deseos, lo que acontece en la vida de la sociedad humana, en el
pasado, presente y futuro, todo lo que ocurre en los rincones más
lejanos del universo, en los mundos de los ánge
les y del infierno, es decir todo es visible para Su ojo Divino hasta en los más ínfimos detalles.

¿Por qué Dios nos
esconde algunos hechos futuros y nos muestra otros? Lo hace por el bien
de nuestras almas. A partir del momento trágico cuando el primer hombre
escuchó al diablo y quebró la ley Divina, comenzó en el mundo una tensa
guerra por el alma humana. El hombre se encuentra en el centro de esta
batalla. Sus defensores y ayudantes son el Señor, los Angeles y los
Santos que llegaron a la perfección. Sus
enemigos
son los demonios y los hombres que se alinean con el mal. Para ayudar
al hombre creyente a entender esta guerra tan compleja y así poder
vencer en ella, Dios le muestra adonde lo conducen sus distintos actos,
qué redes le prepara el diablo y qué
hará
el Señor para ayudar a sus fieles. Por otro lado, al esconderle al
hombre algunos datos, como por ej., el día de su muerte, Dios lo obliga a
que no cese en su dedicación.

Cuando es necesario, las predicciones de los profetas suenan muy concretas y describen
los detalles de acontecimientos futuros, nombrando los países,
ciudades, hombres y hasta indicando los tiempos. Pero más a menudo, los
profetas reúnen hechos de distintos siglos pero similares en el
plano espiritual en una única imagen. Esta unión de hechos diferentes en
una visión es posible ya que los acontecimientos separados no son tan
importantes como lo son los
procesos espirituales que transcurren en el fondo de los corazones humanos. Por eso,
las profecías generalmente hablan de la situación moral de los hombres y
muestran la secuencia entre ésta y los hechos futuros. Además, las
profecías demuestran con gran claridad la preocupación paternal Divina
por todos los hombres; Su mano guiadora en la vida de cada ser humano,
cada país y en los desti
nos de todo el mundo; Su infinito amor y
paciencia hacia aquellos que tienden hacia el bien y la ira de Su juicio
hacia aquellos que persisten en sus pecados y colaboran con el diablo.

La finalidad de este trabajo sobre los libros proféticos es hacer
conocer al lector el contenido de ellos. En el folleto anterior, "El
Antiguo Testamento sobre el Mesías," se mencionan las profecías sobre la
llegada del Mismo, Su personalidad, Sus hechos y Sus milagros. Para no
repetirlo en este folleto nos referiremos a otr
as predicciones y prédicas de los antiguos profetas.


La época de los profetas
Es
más fácil entender los libros proféticos si se conoce el panorama
histórico en el que ellos fueron escritos. Por eso nos referiremos a los
acontecimientos más importantes
de aquellos tiempos.

Durante el reinado del hijo de Salomón, el rey Roboam (931- 914 a.C.),
el reino de Israel se dividió en dos: el de Judá y el de Israel. En el
de Judá, que ocupaba la parte sur de la Tierra Santa, reinaban los
descendientes del rey David. Su capital era Jerusalén, donde sobre la
colina del Sión se encontraba el majestuoso Templo construido por
Salomón. La ley le permitía a los hebreos sólo un templo, el cual servía
de centro espiritual para su pueblo. El reino de Judá estaba formado p
or
dos tribus, las descendientes de Judá y de Benjamín. Las restantes diez
tribus entraron en el reino de Israel, en la parte norte de la Tierra
Santa. Su capital era Samaría, donde reinaban monarcas de distintas
dinastías.

Los reyes de Israel, temiendo que
sus súbditos al visitar el templo de Jerusalén quisieran pasarse al
reino de Judá, prohibieron el peregrinaje a Jerusalén y levantaron
templos paganos con ídolos para las necesidades espirituales del pueblo,
induciéndolo a la idolatría. La tentación de
la
idolatría era grande ya que los pueblos que rodeaban a Israel adoraban a
diferentes deidades. Particularmente popular era el dios fenicio Baal.
Junto con la idolatría pasaban a los hebreos las costumbres brutas e
inmorales de los paganos.

En este tiempo
difícil para la religión, Dios envió a Israel a Sus profetas quienes
trataban de parar el proceso de decaimiento espiritual y reconstruir en
el pueblo la devoción por Dios. Los primeros profetas fueron Elías y
Eliseo que vivieron durante el reinado de lo
s
reyes Ajab 874, Jehú 841 y Joacaz 813. No dejaron escritos de sus
prédicas pero sus milagros y algunas de sus enseñanzas se encuentran en
los libros Primero y Segundo de "Reyes."

Durante el largo reinado de Jeroboam II (782-753 a.C.), el reino de Israel llegó
a la cumbre del bienestar. Los reinos vecinos debilitados, como Siria,
Fenicia, Moab, Amón y Edom, no molestaban a los hebreos. La ampliación
de las fronteras de Israel fue acompañada por paz y seguridad. Fue
tiempo de florecimiento de las artes y d
el
comercio. Aunque simultáneamente comenzó a decaer rápidamente la moral.
Los ricos oprimían a los pobres, los jueces se corrompían, y la
decadencia de las costumbres se expandía entre el pueblo supersticioso.
Contra todos estos males se armaron los profe
tas Joel, Amós y Oseas.

Una posición
especial entre los profetas ocupó Jonás, quien no predicaba entre los
hebreos sino en Nínive, la capital de Asiria. Luego de su prédica y de
la penitencia de los habitantes de Nínive, el reino asirio comenzó a
fortalecerse y a crecer transformándose en una poderosa fuerza militar.
Durante dos siglos el imperio asirio se extendió a territorios
actualmente ocupados por Irán, Irak, Siria, Jordania e Israel. El rey de
Israel, en el año 738 a.C. tuvo que pagarle al rey de As
iria
Teglatfalasar un enorme tributo. Ante el aumento de exigencias de
Asiria, los reyes de Israel tenían que buscar aliados entre los reinos
vecinos. Así, el rey de Israel Peka junto con Rezín de Siria trató por
la fuerza de hacer entrar también al rey de
Judea
Acaz en una alianza contra Asiria. Pero Acaz muy asustado le pidió
ayuda al rey de Asiria Teglatfalasar III, quien en el 734 a.C.
nuevamente invadió Israel, anexó a su reino a Galilea y Damasco y se
llevó a numerosos israelitas como prisioneros.

Durante la vida
de Teglatfalasar III, el rey de Israel, Oseas le pagaba sumisamente el
tributo a Asiria. Luego de su muerte se firmó un pacto con Egipto y
entonces el rey de Asiria Salmanasar V invadió Israel y la destruyó.
Luego su heredero Sargón II en el
722
a.C. tomó la capital de Israel, Samaría, y la destruyó. Los israelitas
fueron trasladados a distintas partes del imperio asirio y en su lugar
fueron traídos los pueblos vecinos. Así concluyó la existencia de Israel
y en su lugar apareció el pueblo sama
ritano,
descendiente de israelitas mezclados con paganos. Los profetas Joel,
Amós y Oseas predijeron los desastres que esperaban a Israel. Ellos
veían la única posibilidad de salvación para el pueblo hebreo en un
pedido penitente de ayuda a Dios.

Luego de la
caída de Israel, el reinado de Judá existió por más de cien años.
Durante la caída de Samaría en Judá reinaba el piadoso rey Ezequías
(727-698) que, siguiendo la política de su padre Acaz, mantuvo la
alianza con Asiria. Sin embargo después de la muerte
de
Sargón, Ezequías se unió a la coalición de los reinos vecinos deseosos
de liberarse del yugo asirio. En el 701 el ejército asirio bajo el mando
del rey Senaquerib entró en Judá y destruyó algunas ciudades. Ezequías
pagó un alto tributo para salvar a su
país.
Poco tiempo después, Senaquerib atacó nuevamente Judá con el fin de
recibir un mayor tributo necesario para mantener su poderío militar y
amenazó con destruir Jerusalén. Confiando en la ayuda de Dios, Ezequías
decidió defenderse en Jerusalén. Entonc
es el profeta Isaías predijo que los planes de Senaquerib no se cumplirían y que Dios salvaría a los Judíos.

La noche
siguiente un Ángel del Señor aniquiló al ejercito Asirio compuesto por
185.000 hombres. Senaquerib volvió avergonzado a Asiria, donde poco
después fue asesinado por los conspiradores (2 Reino cap. 19). Isaías
representa el florecimiento del don profético y su libro es un
extraordinario monumento de la escritura profética. Sobre ella
hablaremos en detalle más adelante. Asimismo, durante la mi
sma época profetizaban Miqueas y Nahum.

El hijo de
Ezequías, el impío Manasés (698-643) era completamente opuesto a su
piadoso y buen padre. Su reinado fue el período más sombrío en la
historia del pueblo hebreo. Era el tiempo de las persecuciones a los
profetas y de destrucción de la fe. Manasés firmó una alianza con Asiria
y se puso como meta principal hacer de la idolatría la religión
principal de su país. A los defensores de la fe los destruía sin piedad.
Durante su reinado murió como mártir el gran Is
aías.
El reinado de Manasés duró cerca de cincuenta años y le trajo a la fe
un perjuicio imborrable. Los pocos profetas que se salvaron entraron en
la clandestinidad y poco se ha sabido de su actividad. Ya anciano,
Manasés trató de independizarse de Asiria
pero
pagó muy caro ese intento. Al final llegó a comprender sus faltas ante
Dios y se arrepintió, pero ni él ni sus herederos pudieron regenerar la
fe en el pueblo.

Luego de Manasés
continuó el piadoso rey Josías (640-609). Deseando regenerar la fe del
pueblo en Dios se ocupó con esmero de la reforma religiosa. En el Templo
recomenzaron los servicios religiosos regulares. Pero el éxito de sus
reformas era superficial ya que las costumbres paganas y las
supersticiones formaron raíces profundas en el pueblo
.
La alta sociedad estaba mortalmente degenerada. A pesar de esto, los
profetas Nahum, Sofonías, Habacuc y especialmente Jeremías trataron de
despertar en el pueblo el sentimiento del arrepentimiento y así poder
regenerar la fe en Dios. En el año 609 el ejército egipcio del rey
Necao, en su guerra con Asiria, pasó a través de Judá. Josías, por su
lealtad hacia Asiria, le presentó batalla a Necao, pero fue vencido en
Meguido (Armagedón). Por un corto lapso Judá pasó a ser súbdita de
Egipto.

Estos eran tiempos
de debilitamiento en Asiria y fortalecimiento en Babilonia. El ejército
unido de Nabopolasar de Babilonia (rey de los caldeos) y (Ciasares)
Xerxes de Media destruyeron Níníve en el 606 a.C. Así fue aniquilado el
militarizado imperio asirio que tanto hor
ror
causaba y destruía a los países vecinos durante 150 años. El heredero
de Nabopolasar, Nabucodonosor, en su victoriosa campaña contra Egipto
invadió Judá, y el rey Joaquín en el año 604 se hizo súbdito de
Babilonia. A pesar de las advertencias del profe
ta
Jeremías, Jeconías, el hijo de Joaquín, hizo su levantamiento contra
Babilonia pero fue derrotado y llevado prisionero a Babilonia junto a
sus súbditos (597, primer cautiverio babilónico).

Entre los prisioneros se encontraba el profeta Ezequiel. En el año
588, durante el reinado de Sedequías, Judá nuevamente volvió a
levantarse contra Babilonia, y en el 586 Jerusalén fue sitiada y tomada.
El templo fue quemado y la ciudad destruida. El rey enceguecido fue
llevado junto a sus súbditos prisionero a Babilo
nia. Así comenzó el segundo cautiverio babilonio. Los hebreos pasaron 70 años bajo el poder de Babilonia (597-536).

Cronología (siempre a.C.)


Reyes de Israel

Reyes de Judá

Profetas

Acont. histórico

Ajab 874-853

Josafat 870-848

Elías

Crecimiento de Fenicia

Ocozías 853-852

Jorán 848-841



Jorán 852-841

Ocozías 843-841

Eliseo 850-790


Jehú 841-813

Atalía 841-835



Joacaz 813-797

Joás 835-796

Joel

Crecimiento de Asiria

Joás 797-782

Amasías 796-767

Jonás


Jeroboam II 782-753

Azarías/Ozías/Uzías 767-739

Amós

Fundación de Roma 750

Zacarías 753




Salún 753


Oseas


Menajén 752-741




Peka/Pecajías 741-740

Jotán 739-734


Caída de Israel 722

Pecaj 740-731

Acaz/Ajaz 734-727

Isaías 730-690


Oseas 731-722

Ezequías 727-698

Miqueas, Nahum

Sitio de Jerusalén 700


Manasés 698-643




Amón 643-640

Sofonías, Habacuc



Josías 640-609
Joacáz 609

Jeremías

Persecución de profetas


Joaquín 609-598

Abdías



Jeconías 597598-597


Caída de Nínive 606


Sedequías/Sedecías 597-867

Ezequiel




Daniel




Ageo




Zacarías

Caída de Jerusalén 587




Cautiverio de Babilonia




Caída de Babilonia 539



Malaquías 475




Orden de Artajerjes sobre la restauración de Jerusalén 446

Ciro de Persia 549-29.
Vuelta del cautiverio 538



Esdras reúne las Sagradas Escrituras 450-25

Darío 1 (522-486), reconstrucción de Templo 534-16




Comienzo de las "séptimas" de Daniel.

La importancia
de los profetas
En el tiempo del Antiguo
Testamento los sacerdotes se limitaban a los sacrificios indicados por
la ley. Ellos no se ocupaban de la moral del pueblo. Ellos eran
sacerdotes, no pastores. Mientras tanto, el pueblo hebreo permanecía en
una oscuridad espiritual y aprendía fácilmente
las supersticiones y los vicios paganos. Por eso, la función principal de los profetas era enseñarle al pueblo a vivir y a creer
en Dios correctamente. Viendo el abandono de la ley de Dios, los
profetas acusaban severamente a todos los pecadores, tanto de la
clase alta como de la baja, a gente del pueblo y a príncipes, a jueces y
a sacerdotes, a reyes y a esclavos. Su inspirada palabra tenía una gran
fuerza para despertar la penitencia y el deseo de servir a Dios. Los
profetas eran la conciencia del pueblo
y
la guía para los que anhelaban una dirección espiritual. Sólo gracias a
los profetas, la verdadera fe se mantuvo entre los hebreos hasta el
tiempo del nacimiento de Cristo. Los primeros discípulos de Cristo
fueron alumnos del último profeta del Antiguo T
estamento: San Juan el Bautista.
El sacerdocio se
trasmitía por herencia; en cambio los profetas eran llamados por Dios
individualmente. Ellos provenían de distintas clases sociales: eran
aldeanos y pastores, como Oseas y Amós o gente de la alta sociedad como
Isaías, Sofonías y Daniel. También había profetas de origen, sacerdotal
como Ezequiel y Habacuc. El Señor elegía a los profetas no por su origen
sino por sus cualidades espirituales.
Con el correr de los siglos, se formó
entre los hebreos la imagen de un verdadero profeta de Dios: un hombre
desinteresado, totalmente fiel a Dios, con un gran coraje para defender
sus ideas ante los poderosos del mundo y al mismo tiempo, profundamente
humilde, exigente consigo mismo y tan misericordioso
y atento como un padre de familia. Muchos débiles y postergados del
pueblo encontraban en los profetas a sus grandes defensores.


Acusación y consolación
Los
profetas sufrían en el alma cuando veían las transgresiones a la
justicia y a la piedad. Ellos entendían que la infracción a la ley de
Dios por la minoría servía como ejemplo nefasto y como tentación para la
mayoría. Ellos veían cómo la licencia moral llevaba al país a una
catástrofe física y espiritual. Por eso los profetas acusaban
con
palabras severas e implacable sinceridad a los pecadores y le
anunciaban abiertamente cuán duros serían los castigos por sus faltas.

Daremos acá como
ejemplo algunas frases acusadoras, características de los profetas
Isaías y Jeremías: "¡Oh gente pecadora, pueblo cargado de maldad,
generación de malignos, hijos depravados! Dejaron a Jehová, provocaron a
ira al Santo de Israel, se volvieron atrás. ¿Por qué queréis ser
castigados aún? ¿Todavía os rebelaréis? Toda cabeza está enferma, y todo
corazón doli
ente. Desde la planta
del pie hasta la cabeza no hay en él cosa sana, sino herida, hinchazón y
podrida llaga; no están curadas, ni vendadas, ni suavizadas con aceite"
"No me traigáis más vana ofrenda; el incienso me es abominación; luna
nueva y día del rep
oso, el convocar
asambleas, no lo puedo sufrir: son iniquidad vuestras fiestas solemnes.
Vuestras lunas nuevas y vuestras fiestas solemnes las tiene aborrecidas
mi alma; me son gravosas; cansado estoy de soportarlas... Venid luego,
dice Jehová, y estemos a
cuenta: si
vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán
emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como
blanca lana" (Is. 1:4-6, 13-18).

Son temibles las palabras de Dios dichas por la boca del profeta Jeremías poco antes de la caída de Jerusalén:
"No fiéis en palabras de mentira, diciendo: Templo de Jehová, templo de Jehová, templo de Jehová es éste" (Jer. 7:4).
"¿Hurtando,
matando, adulterando, jurando en falso, e incensando a Baal, y andando
tras dioses extraños que no conocisteis, ¿vendréis y os pondréis delante
de mí en esta casa sobre la cual es invocado mi nombre, y diréis:
Librados somos; para seguir haciendo todas estas abominaciones?¿Es cueva
de ladrones delante de vuestros ojos esta casa sobre la cual es invocad
o mi nombre? He aquí que yo lo veo, dice Jehová" (Jer. 7:9-11)

Viendo la maldad de su pueblo, el profeta con profunda congoja lloró sobre su perdición en estas palabras:
"¡Oh, si mi
cabeza se hiciese aguas, y mis ojos fuentes de lágrimas, para que llore
día y noche los muertos de la hija de mi pueblo! ¡Oh, quién me diese en
el desierto un albergue de caminantes, para que dejase a mi pueblo, y de
ellos me apartase! Porque todos ellos son adúlteros, congregación de
prevaricadores. Hicieron que su lengua lanza
ra
mentira como un arco, y no se fortalecieron para la verdad en la
tierra; porque de mal en mal procedieron, y me han desconocido, dice
Jehová. Guárdese cada uno de su compañero, ni en ningún hermano tenga
confianza; porque todo hermano engaña con falacia
,
y todo compañero anda calumniando. Y cada uno engaña a su compañero, y
ninguno habla verdad; acostumbraron su lengua a hablar mentira, se
ocupan de actuar perversamente... ¿No los he de castigar por estas
cosas? dice Jehová. De tal nación, ¿no se vengará
mi
alma? Por los montes levantaré lloro y lamentación, y llanto por los
pastizales del desierto; porque fueron desolados hasta no quedar quien
pase, ni oírse bramido de ganado; desde las aves del cielo y hasta las
bestias de la tierra huyeron, y se fueron
.
Reduciré a Jerusalén a un montón de ruinas, morada de chacales; y
convertiré las ciudades de Judá en desolación en que no quede morador"
(Jer. 9:1-5, 9-11).

Pero los profetas
no sólo acusaban. Cuando sucedían catástrofes y desastres sociales,
ellos se apresuraban a consolar a los que se arrepentían con la
esperanza en la misericordia Divina y prometían a la gente la ayuda
superior y un futuro mejor. "Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice
vuestro Dios. Hablad al corazón de Jerusalén; decidle a voces que s
u
tiempo es ya cumplido, que su pecado es perdonado; que doble ha
recibido de la mano de Jehová por todos sus pecados... Súbete sobre un
monte alto, anunciadora de Sión; levanta fuertemente tu voz, anunciadora
de Jerusalén; levántala, no temas; di a las ci
udades
de Judá: ¡Ved aquí al Dios vuestro! He aquí que Jehová el Señor vendrá
con poder, y su brazo señoreará; he aquí que su recompensa viene con él,
y su paga delante de su rostro. Como pastor apacentará su rebaño; en su
brazo llevará los corderos, y en
su seno los llevará; pastoreará suavemente a las recién paridas" (Is. 40:1-2, 9-11).


Revisión de los
libros en orden cronológico
Para
mayor claridad veremos los libros proféticos en orden cronológico.
Comenzaremos por los profetas que vivieron entre el siglo IX y el VI
a.C.: Joel, Jonás, Amós, Oseas, Isaías y Miqueas. En el centro de este
período se encuentra Isaías, cuyo libro es considerado cumbre del don
profético. Los ojos de los profetas de este periodo se dirigían a la
caída del Reino de Israel
que aconteció en el año 722 a.C. Ese período finalizó con persecuciones y matanzas de profetas a cargo del rey Manasés.


Primer período profético.
El profeta Joel
Joel
es el primer profeta que dejó anotaciones de sus prédicas. Él
profetizaba en Judá, durante los reinados de Joás y Amasías unos 800
años antes de Cristo. Joel se llamó a sí mismo hijo de Petuel. Aquellos
eran años de bastante tranquilidad y bienestar. Jerusalén, el Sión, el
Templo y los servicios religiosos estaban permanentemente en boca
del
profeta. Pero en los desastres que sufrió Judá (una sequía y sobre todo
un terrible ataque de langostas) el profeta vio el comienzo del juicio
de Dios al pueblo judío y a toda su gente.

El vicio
principal que atacó el profeta fue el cumplimiento mecánico y sin
sentimientos genuinos de las ceremonias de la ley. En aquel tiempo, el
piadoso rey Joás trató de reimplantar la religión en Judá pero logró
solamente un éxito superficial. El profeta vio en el futuro un aumento
de las supersticiones paganas y el
subsiguiente
castigo Divino, y llamó a los hebreos a un sincero arrepentimiento
diciendo: "Por eso pues, ahora, dice Jehová, convertios a Mí con todo
vuestro corazón, con ayuno y lloro y lamento. Rasgad vuestro corazón, y
no vuestros vestidos, y convertios a Jehová vuestro Dios; porque
misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en
misericordia, y que se duele del castigo" (Jl. 2:12-13).

A menudo en una
misma visión profética de Joel se aúnan acontecimientos de distintos
siglos pero cercanos en el plano religioso. Así, por ejemplo el juicio
Divino sobre el pueblo judío en su visión se junta con el juicio
universal correspondiente al fin del mundo: "Despiértense las naciones, y
suban al valle de Josafat; porque allí me sentaré para juzgar a las
naciones
de alrededor. Echad la hoz, porque la mies está ya madura. Venid,
descended, porque el lagar está lleno, rebosan las cubas; porque mucha
es la maldad de ellos. Muchos pueblos en el valle de la decisión, porque
cercano está el día de Jehová en el v
alle
de la decisión. El sol y la luna se oscurecerán, y las estrellas
retraerán su resplandor. Y Jehová rugirá desde Sión, y dará su voz desde
Jerusalén, y temblarán los cielos y la tierra; pero Jehová será la
esperanza de su pueblo, y la fortaleza de los
hijos
de Israel. Y conoceréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que habito en
Sión, mi santo monte; y Jerusalén será santa, y extraños no pasarán más
por ella. Sucederá en aquel tiempo, que los montes destilarán mosto, y
los collados fluirán leche, y por tod
os los arroyos de Judá correrán aguas; y saldrá una fuente de la casa de Jehová, y regará el valle de Sitim" (Jl. 3:12-18).

Pero antes del
juicio final deberá producirse el descenso del Espíritu Santo y la
renovación espiritual del pueblo de Dios: "Y después de esto derramaré
mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras
hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán
visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi
Espíritu en aquellos días.
Y daré
prodigios en el cielo y en la tierra, sangre, y fuego, y columnas de
humo. El sol se convertirá en tinieblas, y la luna en sangre, antes que
venga el día grande y espantoso de Jehová. Y todo aquel que invocare el
nombre de Jehová será salvo; porque
en
el monte de Sión y en Jerusalén habrá salvación, como ha dicho Jehová, y
entre el remanente al cual Él habrá llamado" (Jl. 2:28-32). El Apóstol
Pedro recordó esta profecía en el día del descenso del Espíritu Santo,
durante la festividad de Pentecostés.

El profeta Joel
hablaba sobre los siguientes temas: el ataque de las langostas (1:2-20),
el acercamiento del día del Señor (2:1-11), el llamado al
arrepentimiento (2:12-17), la misericordia Divina (2:18-27), la
renovación espiritual (2:28-32), la predica
ción del juicio sobre todos los pueblos (3:1-17) y la bendición Divina por venir (3:18-21).


Libro del profeta Jonás
El
profeta Jonás, hijo de Amitay, nació en Gathherpher de Galilea (cerca
del futuro Nazaret). Profetizó en la segunda mitad del siglo VIII a.C.
en Nínive, la capital de Asiria. Se supone que fue un contemporáneo más
joven y un alumno de Eliseo. El sepulcro de Jonás se encuentra en una
aldea de El-Meshad (El-Meshkhad, una aldea construida donde antes estaba
el antiguo Gefajover).

Su libro no
contiene las prédicas habituales dirigidas a los hebreos, pero nos
cuenta la misión de Jonás en la Nínive pagana. Al principio, él no
quería ir a predicar a los extranjeros paganos adonde lo enviaba Dios y
tomó por su cuenta un barco en Jope (Jaffa) qu
e
se dirigía a Tarsis (en España). El Señor, para hacer entrar en razón
al profeta, mandó una terrible tormenta en el mar. El barco comenzó a
hundirse y los marinos asustados, al enterarse que la causa de la
tormenta era la desobediencia de Jonás, lo tirar
on
por la borda deseando aplacar la ira de Dios. Efectivamente la tormenta
cesó y Jonás fue tragado por un enorme pez. (Este hecho,
extraordinariamente raro, es sin embargo posible. Hay ballenas, llamadas
en ingles "Fin-Buck," que alcanzan 88 pies de largo
.
En el estómago tienen de cuatro a seis compartimentos, en cada uno de
los cuales cabrían varios hombres. Las ballenas tienen respiración aérea
y en su cabeza tienen cámara de reserva de mucho aire (686 pies
cúbicos). Se encontraron en los estómagos de la
s
ballenas restos de animales y hasta hombres vivos. La ballena-tiburón,
de 70 pies de largo, también puede contener a un hombre sin dañarlo
físicamente). Jonás pasó tres días dentro de este pez y se arrepintió
profundamente de su desobediencia y le rogó a
Dios
que lo perdonara. Entonces el Señor le ordenó al pez que soltara al
profeta sobre la costa cerca de Beirut. Jonás, obediente esta vez, fue a
Nínive con la prédica acusatoria y profetizando severos castigos sobre
la ciudad. Los habitantes le creyeron
al
profeta e hicieron ayuno junto a sus animales domésticos y se
arrepintieron sinceramente. Entonces el Señor se apiadó y le levantó el
castigo a Nínive. Así se salvaron de la destrucción más de un cuarto de
millón de habitantes. Con el tiempo Nínive se h
izo la capital de un país poderoso y guerrero.

El libro de Jonás claramente demuestra el amor de Dios a todos
los hombres independientemente de sus nacionalidades. Nuestro Señor
Jesucristo les hacía recordar a los hebreos el milagro del profeta Jonás
y les recriminaba que, a diferencia de los niniveos que se
arrepintieron luego de la prédica de Jonás, ellos no querían hacerlo a
pesar de tener entre ellos un Profeta más grande que Jonás. El milagro
de la estadía de Jonás durante tres días y tres noches en e
l
estómago de la ballena fue señalado por El Señor como modelo para "Su
sepultura de tres días y la posterior Resurrección" (Mt. 12:39-41).

La oración del profeta Jonás en el estomago de la
ballena que encontramos en el capítulo 2 su libro sirve de modelo para
el irmos del sexto canto del servicio matutino. Esta oración comienza
con las palabras: "Invoqué en mi angustia a Jehová, y Él me oyó; desde
el seno del Seol clamé, y mi voz oíste" (Jon. 2:2-9)

Libro del profeta Amós
Amós
era de origen pobre y nació en Tecoa, que se encuentra entre el Mar
Muerto y Belén. Al ser llamado a profetizar respondió: "No soy profeta,
ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero, y recojo higos silvestres. Y
Jehová me tomó de detrás del ganado, y
me
dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel" (Am. 7:14-15). Amós predicaba
en Betel y otras ciudades de Israel durante el reinado de Jeroboam II.
Fue contemporáneo de los profetas Oseas, Miqueas e Isaías. Aquellos eran
años de relativa tranquilidad y bienes
tar.
Pastor de origen, sufría por la opresión de los pobres, por la
retención del salario de los trabajadores, por las injusticias, por la
corrupción de los jueces, por la amoralidad de los gobernantes y por la
falta de dedicación de los sacerdotes. En la
regeneración
de la justicia el profeta vio la primera condición para evitar el
castigo de Dios. Por sus acusaciones, el profeta fue perseguido y por la
influencia del sacerdote pagano Amasías de Betel fue expulsado de la
ciudad.

En aquel tiempo,
los países y ciudades paganas tenían sus propios dioses-protectores. De
manera similar algunos hebreos veían en Dios - Jehová su deidad local, y
Lo comparaban con el ídolo fenicio Baal y con otras deidades paganas.
El profeta Amós decía a los hebreos que el poder D
ivino se extendía no sólo a los pueblos elegidos sino a todo el universo y que las deidades paganas no eran nada.
No sólo los hebreos sino todos los pueblos son responsables ante Dios
por sus actos y serán castigados por sus faltas. Así, la prédica de Amós
se extendía lejos de las fronteras de Israel y se dirigía a los idumeos
(edomitas), amonitas y moabitas y a ciudades capitales como Damasco,
Gaza y Tiro. Llamando a la Fe al pueblo hebreo el Señor les dio una
gracia especial. Por eso los hebreos debían mo
strarle
un buen ejemplo a los pueblos vecinos y en el juicio se le exigirá más
que a los otros. "Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra
vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la
tierra de Egipto. Dice así: A vosotros sol
amente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas vuestras maldades" (Am. 3:1-2).

El profeta veía
que, por las faltas de los hombres se acercaría un hambre espiritual
que sería peor que el físico: "He aquí vienen días, dice Jehová el
Señor, en los cuales enviaré hambre a la tierra; no hambre de pan, ni
sed de agua, sino de oír la palabra de Jehová. E irán errantes de mar a
mar; desde el norte hasta el oriente discurrirán buscando palabra de
Jehová, y no la hallarán"
(Am.
8:11-12). Esta profecía se cumple ante nuestros ojos en los países del
ateísmo militante donde hubo que buscar la palabra de Dios a veces en
las citas de propaganda antirreligiosa.

Resumiendo, el
contenido del libro del profeta Amós es el siguiente: la acusación por
sus pecados a Israel y a los pueblos vecinos (caps. 1 y 2), la acusación
a los poderosos de este mundo y el llamado a la justicia (caps. 3-5),
profecía sobre el Juicio de Dios (5:18-26 27). Los últimos capítulos
(6-9) contienen cinco vision
es del Juicio Divino. Como conclusión el profeta predice el renacimiento espiritual de los hombres.


Libro de Oseas
El
profeta Oseas, hijo de Beeri (Berí) de la tribu de Isacar, vivió y
predicó en el reino de Israel en el tiempo cercano a su destrucción. El
comienzo de su servicio profético corresponde al final del reinado de
Jeroboam II (782-752), aproximadamente en el 740 750 a.C. y continua
hasta la caída de Samaría en 722. Eran tiempos de decaimiento espiritual
del pueblo de Israel, de aumento de
la
idolatría y de disolución moral. La presión de la Asiria guerrera
provocaba la inestabilidad política de Israel y frecuentes golpes
palaciegos.

El profeta Oseas acusaba enérgicamente a sus contemporáneos por sus vicios, y en particular, por las repelentes
costumbres paganas copiadas de los pueblos vecinos. Oseas profetizaba
los desastres futuros. De su vida personal se sabe que se casó con
Gomer, que le era abiertamente infiel. El profeta tuvo que divorciarse
formalmente de ella pero continuó amándola
y
sentía pena por ella. Este drama personal le mostró al profeta cuán
pesada era la traición espiritual del pueblo de Israel a Dios después de
los Mandamientos del monte Sinaí. Los hebreos quebraron esta Alianza,
la profanaron y cayeron en libertinaje espi
ritual.
Por eso el Señor predijo a través de Su profeta que los hebreos serán
rechazados y los paganos serán llamados al Reino de Dios: Me compadeceré
de la No-compadecida, y diré a No Mi pueblo: tú eres Mi pueblo, y él
dirá: "¡Tú eres Mi Dios!"
(Os. 2:18-23).

El profeta acusó a los sacerdotes aduciendo que ellos redujeron la fe
en Dios a meras ceremonias sin sentimientos y que no instruyeron a la
gente sobre la ley de Dios: "Mi pueblo fue destruido, porque le faltó
conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del
sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también yo me olvidaré
de tus hijos. Conforme a su grandeza, así pecaron contra mí; también yo
cambiaré su honra en afrenta. Del pecado de mi pueblo comen, y en su
maldad levan
tan su alma. Y será el pueblo como el sacerdote; le castigaré por su conducta, y le pagaré conforme a sus obras" (Os. 4:6-9).

Más adelante el
profeta llama a los que todavía son capaces de atender a su prédica:
"Venid y volvamos a Jehová; porque él arrebató, y nos curará; hirió, y
nos vendará. Nos dará vida después de dos días; en el tercer día nos
resucitará, y viviremos delante de él. Y conoceremos, y proseguiremos en
conocer a Jehová; como el alba está dispuesta su salida, y vendrá a
nosotros como la llu
via, como la
lluvia tardía y temprana a la tierra" (Os. 6:1-3). He aquí lo que es
valioso para Dios en los actos humanos: "Por esta causa los corté por
medio de los profetas, con las palabras de mi boca los maté; y tus
juicios serán como luz que sale. Porq
ue misericordia quiero, y no sacrificio, y conocimiento de Dios más que holocaustos" (Os. 6:5-6).

Ante la
proximidad de la destrucción de Israel el profeta usó todas sus fuerzas
para despertar el sentimiento de arrepentimiento. Pero él vio también lo
que vendrá después de los desastres y lo referido al final de los
tiempos, cuando se va a producir la renovación completa del pueblo de
Dios, cuando todos los desastres y la misma muerte sean aniquilados: "De
la mano del Seol los redimiré, los libraré de la mue
rte.
Oh muerte, yo seré tu muerte; y seré tu destrucción, oh Seol; la
compasión será escondida de mi vista. ¿Dónde está, oh muerte, tu
aguijón?¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?" (Os. 13:14). Algunas frases
de Oseas están citadas a veces en el N.T.: Os. 11:
1, Mt. 2:15; Os. 6:6, Mt. 9:13; Os. 2:23, 1 Pedro 2:10; Os. 13:14, 1Co. 15:55; Os. 10:8, Lc. 23:30; y otros.
El contenido del libro del profeta Oseas es el
siguiente: sobre la esposa infiel y la infidelidad de Israel (1-2),
sobra la fidelidad Divina (3), acusación a
Israel (4-7), juicio de Dios sobre Israel (8-10), una serie de prédicas
cortas sobre los temas arriba mencionados (11-14). Termina el libro con
la promesa de la salvación de los justos (14).


Libro del profeta Isaías
En la primera mitad del
siglo VIII a.C. vivió Isaías, uno de los máximos profetas de todos los
tiempos. Investido por Dios con altos dones espirituales, Isaías
pertenecía a la alta sociedad de la capital y tenía libre entrada en la
casa real. El profeta poseía un amplio crite
rio
de estadista y un notable talento poético. La conjunción de estas
cualidades hace de su libro un caso único en la literatura antigua. Su
libro abunda de predicaciones sobre el Mesías y Su Reino de Gracia y
sobre los tiempos del Nuevo Testamento. Por es
o al profeta Isaías lo llaman "el Evangelista del Antiguo Testamento."

Isaías, hijo de
Amós, nació en Jerusalén alrededor de 765 a.C. (Isaías significa: "El
Señor nos salva"). Al servicio profético fue llamado a los 20 años por
una especial visión Divina. Él vio a Dios Sabaoth sentado en el Trono y
rodeado de ángeles (Is.cap.6). Su servicio profético transcurría durante
los reinados de Azarías, Jotam, Acaz y Ezequías, reyes de Judá. Se sabe
que tuvo esposa y dos hijos. Su actividad profética terminó en el
octavo
año de Manasés martirizado al ser serruchado con un serrucho de madera
(Heb. 11:37). Además del libro de profecías describió los reinados de
Uzías y Ezequías (aunque estos escritos no llegaron a nosotros). También
puso en orden a los siete capítulos
de las los "Proverbios de Salomón" (Prov. 25:1).

Durante los
reinados de los reyes Azarías y Jotam, el pueblo judío profesaba la
idolatría, que aumentó aun más en el reinado de Acaz. Este rey hasta
hizo estatuas de metal de Baal y hacía pasar a sus hijos por el fuego (2
Cor. 28:1-4). Contra Acaz hicieron guerra los reyes Peka de Israel y
Rezín de Siria. Acaz mando unos valiosos regalos al rey de Asiria
Teglatfalasar y éste venció a Peka y a Rezín y le exigió un alto tributo
de Acaz. El profeta Isaías anim
aba
al pueblo durante el ataque de los enemigos y le predijo al rey la
victoria en su profecía sobre el nacimiento del Mesías de la Virgen (Is.
7:14). Pero el profeta le reprochaba a Acaz su pedido de ayuda al rey
de Asiria.

El hijo de Acaz, el rey Ezequías era piadoso. Pero
la moral cayó tanto en los urbanos habitantes que el profeta los
comparaba con los paganos impíos destruidos antes por Dios: "La
apariencia de sus rostros testifica contra ellos; porque como Sodoma
publican su pecado, no lo disimulan. ¡Ay del alma de ellos! porque
amontonaron mal para sí" (Is. 3:9-11).
El profeta
criticaba severamente sobre todo a los jueces y a la gente del gobierno,
cuya obligación era defender a los inocentes y preocuparse por la
justicia. "¡Ay de los que a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo; que
hacen de la luz tinieblas, y de las tinieblas luz; que ponen lo amargo
por dulce, y lo dulce por amargo! ¡Ay de los sabios en sus ojos, y de
los que son prudentes delante de sí mismos! ¡Ay de los que son valientes
para b
eber vino, y hombres fuertes
para mezclar bebida; los que justifican al impío mediante cohechos, y al
justo quitan su derecho!. ¡Ay de los que dictan leyes injustas, y
prescriben tiranía, para apartar del juicio a los pobres, y para quitar
el derecho a los
afligidos de mi pueblo; por despojar a las viudas, y robar a los huérfanos!" (Is. 5:20-23; 10:1-2).

Por estas lamentables (crying) injusticias, el
profeta decía que: "Y Jehová cortará de Israel cabeza y cola, rama y
caña en un mismo día. El anciano y venerable de rostro es la cabeza; el
profeta que enseña mentira, es la cola" (Is. 9:14-15).
Tampoco eran inocentes los servidores del templo y
los parroquianos, a los cuales el profeta acusaba por el cumplimiento
hipócrita y sin sentimientos profundos de las ceremonias: "Dice, pues,
el Señor: Porque este pueblo se me acerca a mí con su boca, y con sus
labios me honra, pero su corazón está lejos de mí, y su temor de mí no
es más que un mandamiento de hombres que les ha sido enseñado" (Is.
29:13).
La congoja del profeta
se manifestó en la siguiente oración: "Si bien todos nosotros somos
como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia; y
caímos todos nosotros como la hoja, y nuestras maldades nos llevaron
como viento. Nadie hay que invoque tu no
mbre,
que se despierte para apoyarse en ti; por lo cual escondiste de
nosotros tu rostro, y nos dejaste marchitar en poder de nuestras
maldades. Ahora pues, Jehová, tú eres nuestro padre; nosotros barro, y
tú el que nos formaste; así que obra de tus manos
somos
todos nosotros. No te enojes sobremanera, Jehová, ni tengas perpetua
memoria de la iniquidad; he aquí, mira ahora, pueblo tuyo somos todos
nosotros" (Is. 64:6-9).

Pero el profeta cree en la fuerza del arrepentimiento y en que no hay pecado que sobrepase
la misericordia de Dios: "Lavaos y limpiaos; quitad la iniquidad de
vuestras obras de delante de mis ojos; dejad de hacer lo malo; Aprended a
hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia
al huérfano, amparad a la viuda. Venid
luego,
dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la
grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el
carmesí, vendrán a ser como blanca lana. Si quisiereis y oyereis,
comeréis el bien de la tierra; Si no quisiereis
y fuereis rebeldes, seréis consumidos a espada; porque la boca de Jehová lo ha dicho" (Is. 1:16-20).

En el 14° año de Ezequías, el rey de Asiria
Senaquerib atacó a Jerusalén. Pero por las oraciones del rey y del
profeta el ejército asirio de 185 mil hombres fue destruido por un Angel
de Dios y la ciudad fue salvada (Is. cap. 36-37). Poco tiempo después,
el rey Ezequías se enfermó de muerte, pero por las oraciones del profeta
se curó milagrosamente (Is. cap. 38-39).
Los vecinos de los israelitas eran los sirios,
asirios, babilonios, egipcios y edomitas (idumeos). Ellos amenazaban
continuamente con invadir Judá, y los hebreos tenían que luchar contra
ellos o pagarles tributo. Los reyes de Judá por sus continuos choques
con los vecinos necesitaban un líder se
guro
y les fue enviado por Dios Isaías, quien les advertía a los reyes y al
pueblo del peligro, les daba ánimo y predecía el destino del pueblo
hebreo y de los países vecinos y la futura salvación por medio del
Mesías. Un lugar especial ocupan las profecía
s acerca de Babilonia, que el profeta identifica con el reino del mal de los últimos tiempos y a su rey con el anticristo,
el antimesías. Por esto muchos elementos de las profecías sobre
Babilonia todavía esperan su cumplimiento (ver caps. 14; 21; 46-47 y
comparar con Apocalipsis, cap.16-17). En los capítulos 24-25 Isaías
habla sobre el Juicio Universal.

Las profecías de
Isaías se destacan por su extraordinaria claridad y poesía. La
predicción de los sufrimientos del Salvador (cap. 53) tiene tanto
realismo que da la impresión que el profeta se halla ante la cruz. Las
profecías más claras se refieren al nacimiento de Enmanuel de una Virgen
(7:14), a los numerosos milagros que hará el Mesías (35:5-6), a Su
dulzura y modestia (42:1-4) y a otras actividades de Él. Este tema esta
contado más detalladamente en el folleto "El Antiguo Testamento sobre el
Mesías." Es extraordinaria por su exactitud la profecía de Isaías sobre
el rey Ciro, que se llegó a conocerlo doscientos años después (Is.
44:27-28; 45:1-3; Esdras
1:1-3).

El profeta Isaías decía que el pueblo elegido, como conjunto, será
rechazado por Dios por su iniquidad, se salvará solamente "la simiente
santa" (Is. 6:13). En el Reino del Mesías, el lugar de los judíos
rechazados será ocupado por los paganos crey
entes (Is. 11:1-10; 49:6; 54:1-5; 65;1-3).

Encontramos la extraordinariamente profunda descripción de Isaías
acerca de la gloria y la grandeza de Dios: Su sabiduría, Su bondad y Su
omnipotencia. Comparadas con las perfecciones del Creador, las
divinidades de los paganos aparecen como ínfimas y despreciables:
"Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros
caminos mis caminos, dijo Jehová. Como son más altos los cielos que la
tierra, así son mis ca
minos más
altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros
pensamientos. Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y
no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y
producir, y da semilla al que siembra, y pan
al
que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí
vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para
que la envié" (Is. 55:8-11).

A menudo el profeta atestigua sobre la misericordia Divina a los penitentes y humildes:
"Jehová dijo así: El cielo es mi trono, y la tierra estrado de mis
pies; ¿dónde está la casa que me habréis de edificar, y dónde el lugar
de mi reposo? Mi mano hizo todas estas cosas, y así todas estas cosas
fueron, dice Jehová; pero miraré a aquel que
es
pobre y humilde de espíritu, y que tiembla a mi palabra" (Is. 66:1-2).
"Él da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene
ningunas. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y
caen; pero los que esperan a Jehová tendrán nuevas fuerzas; levantarán
las alas como las águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no
se fatigarán" (Is. 40:29-31).

"Por esto te
dará gloria el pueblo fuerte, te temerá la ciudad de gentes robustas.
Porque fuiste fortaleza al pobre, fortaleza al menesteroso en su
aflicción, refugio contra el turbión, sombra contra el calor; porque el
ímpetu de los violentos es como turbión contra el muro. Como el calor en
lugar seco, así humillarás el orgullo de los extraños; y como calor
debajo de nube hará
s marchitar el
pimpollo de los robustos. Y Jehová de los ejércitos hará en este monte
(el Reino de Dios) a todos los pueblos banquete de manjares suculentos,
banquete de vinos refinados, de gruesos tuétanos, y de vinos
purificados. Y destruirá en este mont
e
la cubierta con que están cubiertos todos los pueblos, y el velo que
envuelve a todas las naciones...Y se dirá en aquel día: He aquí, éste es
nuestro Dio, le hemos esperado, y nos salvará; éste es Jehová a quien
hemos esperado, nos gozaremos y nos alegra
remos en su salvación" (Is. 25:3-9).

Los últimos
veintisiete capítulos del libro de Isaías (40-66) contienen muchas
predicciones consoladoras que se refieren a los tiempos del Nuevo
Testamento y a la renovación del mundo después del juicio universal.
Así, la visión de la Nueva Jerusalén (la Iglesia), elevándose sobre el
monte santo: "Nunca más se oirá en tu tierra violencia, destrucción ni
quebrantamiento en tu territorio, sino que a tus muros llamarás
Salvación, y a tus puertas Alabanza. El sol nunca más
te
servirá de luz para el día, ni el resplandor de la luna te alumbrará,
sino que Jehová te será por luz perpetua, y el Dios tuyo por tu gloria.
No se pondrá jamás tu sol, ni menguará tu luna; porque Jehová te será
por luz perpetua, y los días de tu luto s
erán
acabados. Y tu pueblo, todos ellos serán justos, para siempre heredarán
la tierra; renuevos de mi plantío, obra de mis manos, para
glorificarme" (Is. 60:18-21).

La lista de las
temas de Isaías con indicación de los capítulos: Acusación de los
pecados de Judá (1), Juicio Divino sobre el mundo y el advenimiento del
Reino de Dios (2-3), sobre la salvación del resto del pueblo y sobre el
Mesías (4), canto del Viñedo (5), la visión de Dios Sabaoth
[=Dios de los Ejércitos] (6), conflicto con Siria y sobre el
nacimiento de Enmanuel (7), sobre el milagroso Niño (8-9), discurso
sobre Asiria (10), el Mesías y Su Reino (11), un canto de alabanza a
Dios (12), profecías sobre los reinos paganos, Babilonia y anticristo
(13-14), sobre Moab (15), sobre Samaría y Damasco (17), discurso sobre
Etiopía y Egipto (18-20), predicción de la caída de Babilonia (21),
profecía sobre el ataque a Judá (22), sobre Tiro (23), juicio universal y
renovación del mundo (24-25), resurrección de los muertos (26),
continuación del canto de
Viñedo
(27), sobre Samaría y Jerusalén (28-29), Egipto (30-31), sobre los
tiempos del Nuevo Test. (32), profecía sobre Asiria (33), juicio sobre
el pueblo y gracia Divina (34-35), parte histórica (36-39), predicción
sobre el cautiverio babilónico y sobre J
uan
Bautista (40-48), profecía sobre el rey Ciro (41 y 45), el Siervo del
Señor (42), consolación para los cautivos de Babilonia (43-44), la caída
de Babilonia (46-47), sobre el Mesías (49-50), regeneración del Sión
(51-52), el Mesías sufriente (53), llama
miento
de los paganos al Reino del Mesías (54-55), tiempos del Nuevo
Testamento (56-57), el verdadero ayuno (58-59), la gloria de la Nueva
Jerusalén (60), el Mesías y el Nuevo Testamento (61-63), oración del
profeta por su pueblo (64), llamado de los pagan
os a la fe (65), victoria de la Iglesia y juicio definitivo sobre los apóstatas (66).

Al pesar de su antigüedad, el libro del profeta
Isaías suena como si hubiera sido escrito ayer. El libro es tan
sustancioso, consolador y poético que cada cristiano debería tenerlo
como libro de lectura habitual.

Libro del profeta Miqueas
El
profeta Miqueas fue originario de la tribu de Judá y nació en Moreset,
pequeño pueblo al sur de Jerusalén. Él fue un joven contemporáneo de
Isaías, y profetizó durante cincuenta años sobre los destinos de Samaría
y Jerusalén, en el reinado del rey Ezequías y en la primera mitad del
reinado de Manasés. Sobre Miqueas se habla en el libro del profeta
Jeremías (Jer. 26:18), cuando lo quisieron matar a Jeremías por sus
predicciones
sobre la destrucción de
Jerusalén, algunos líderes lo defendieron diciendo que Miqueas predecía
lo mismo en el tiempo del rey Ezequías sin ser perseguido por eso. Se
observa que sólo una parte de los discursos de Miqueas se conservó
mientras que el resto f
ue destruido posiblemente durante las persecuciones de profetas por Manasés.

El pensamiento
principal del profeta Miqueas es que el Señor, fiel a Su compromiso con
el pueblo elegido, lo purifica mediante los desastres y el
arrepentimiento, y lo hará entrar (y a través de él también a los
paganos) en el Reino de Mesías. El libro contiene las profecías sobre la
destrucción de Samaría y el aniquilamiento de Jerusalén, la promesa de
la salvación de Israel a través del Líder de Belén y la indicación del
camino
hacia la salvación. Miqueas
defiende a los pobres y desdichados de su pueblo y acusa de crueldad y
orgullo a los ricos. "Faltó el misericordioso de la tierra, y ninguno
hay recto entre los hombres; todos acechan por sangre; cada cual arma
red a su hermano.
Para completar la
maldad con sus manos, el príncipe demanda, y el juez juzga por
recompensa; y el grande habla el antojo de su alma, y lo confirman. El
mejor de ellos es como el espino; el más recto, como zarzal; el día de
tu castigo viene, el que anuncia
ron tus atalayas; ahora será su confusión" (Miq. 7:2-4).

Esto es lo que
el Señor espera del hombre: "Oh hombre, él te ha declarado lo que es
bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar
misericordia, y humillarte ante tu Dios" (Miq. 6:8). El profeta termina
su libro, dirigiéndose a Dios: "¿Qué Dios como tú, que perdona la
maldad, y olvida el pecado del remanente de su heredad? No retuvo para
siempre su enojo, porque se deleita en misericordia. Él volverá a tener
misericordia de nosotros
; sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados" (Miq. 7:18-19).

El contenido del libro de Miqueas: la destrucción de
Jerusalén y Samaría (1-2), pecado de los habitantes de Judá (3), el
Reino del Mesías (4), el nacimiento de Cristo en Belén (5), el juicio
sobre los pueblos (6) y la misericordia hacia los fieles (7).

Profetas del segundo período
Los
acontecimientos principales del segundo período profético, que comenzó
después del rey Manasés (siglo VI-IV a.C.) fueron: la reforma religiosa
del rey Josías (640-609 a.C.), aumento del poder de Babilonia, la
destrucción de Jerusalén (586 a.C.) y el envío de prisioneros judíos a
Babilonia, el arrepentimiento de los judíos y su vuelta a la patria
(536
a.C.) y la reconstrucción del Templo de Jerusalén (475 a.C.). Después
de estos profetas y hasta el mismo tiempo del nacimiento de Cristo se
hace más tensa la espera de la llegada del Mesías - Salvador.


El profeta Sofonías
El prolongado reinado del
impío rey Manasés (698-643 a.C.) provocó que casi todos los profetas de
Judá fueron aniquilados o vivieran en la clandestinidad. Es posible que
Sofonías haya sido el primer profeta que levantó su voz después de
medio siglo de silencio de los enviados
Divinos.
Sofonías predicó durante el reinado del piadoso Josías, rey de Judá
(640-609 a.C.), unos 20 años antes de la destrucción de Jerusalén. Los
antepasados de Sofonías eran de noble origen. Se supone que el rey
comenzó su reforma religiosa inducido por
el
profeta. Pero la reforma pudo hacer poco pues era difícil reconstruir
las bases religiosas severamente dañadas por Manasés. Sofonías, con
dolor, observaba la creciente pérdida de espiritualidad de la gente y su
adicción a las creencias paganas.

A pesar de esto,
el profeta acusa severamente a los dirigentes de la vida del pueblo
(príncipes, jueces y sacerdotes) de no darle un buen ejemplo: "¡Ay de la
ciudad rebelde y contaminada y opresora! No escuchó la voz, ni recibió
la corrección; no confió en Jehová, no se acercó a su Dios. Sus
príncipes en medio de ella son leones rugientes; sus jueces, lobos
nocturnos que no dejan hueso para la mañana. Sus profetas son livianos,
hombres prevaricadores; sus sacerdotes contaminaron el santuario,
falsearon la ley. Je
hová en medio de
ella es justo, no hará iniquidad; de mañana sacará a luz su juicio,
nunca faltará; pero el perverso no conoce vergüenza" (Sof. 3:1-5).

Sin duda, el fin
de estas severas censuras era el de prevenir los desastres que
amenazaban a los judíos. Predice Sofonías el castigo de Dios a los
pueblos vecinos: a los moabitas y amonitas al este, asirios al norte y a
los etíopes al sur. El objetivo de estos castigos no era destruir a
estos pueblos, sino hacerles entrar en razón y llevarlos a la fe verdad
era.
Termina Sofonías su libro con la descripción de los tiempos del Mesías y
la regeneración espiritual del mundo: "En aquel tiempo devolveré Yo a
los pueblos pureza de labios, para que todos invoquen el nombre de
Jehová, para que le sirvan de común conse
ntimiento" (Sof. 3:9).
El contenido del libro
de Sofonías es el siguiente: Juicio Divino sobre Jerusalén (1-2:3),
Juicio sobre los pueblos vecinos (2:4-15), otra vez sobre el juicio de
Jerusalén (3:1-8), el Mesías y la salvación del mundo (3:9-20).

El libro del profeta Nahum
Al
profeta Nahum lo llamaban Elcosiano (en hebreo "elgoshi") lo que
probablemente indica el nombre de su padre. La familia de Nahum era
originaria de una aldea, que más tarde fue nominada en su honor. En el
Evangelio se la menciona como Capernaum (aldea de Nahum) y se encontraba
en la orilla norte del lago de Galilea. Después de la destrucción del
reino israelita por asirios (722 a.C.) los ancestros de Nahum se mudaron
a Judá. Allí Nahum realizó su servicio profético al comienzo
del siglo VII a.C.

En el tercer capítulo de su libro, Nahum habla principalmente del
castigo de Nínive, la capital de Asiria. En el pasado Nínive sirvió en
las manos de Dios como medio de castigo y para hacer entrar en razón al
pueblo hebreo. Por eso Isaías llamaba a Asiria "Oh Asiria, vara y báculo
de mi furor, en su mano ha puesto mi ira" (Is. 10:5-15). Nahum describe
en imágenes muy reales el castigo de hebreos por los asirios: "Jehová
es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al
culpable.
Jehová marcha entre la tempestad y el torbellino, y las nubes son el
polvo de sus pies. Él amenaza al mar, y lo hace secar, y agosta todos
los ríos; Basán fue destruido, y el Carmelo, y la flor del Líbano fue
destruida. Los montes tiemblan delante de él, y los collados se
derriten; la tierra se conmueve a su presencia, y el mundo, y todos los
que en él habitan. ¿Quién permanecerá delante de su ira? ¿Y quién
quedará en pié en el ardor de su enojo? Su
ira
se derrama como fuego, y por él se hienden las peñas. Jehová es bueno,
fortaleza en el día de la angustia; y conoce a los que en él confían"
(Nah. 1:3-7).

Unos doscientos
años antes, en tiempos del profeta Jonás, Nínive -la capital de Asiria,
fue perdonada por Dios por la penitencia de sus habitantes. Después de
esto, Asiria empezó a crecer y a potenciarse rápidamente. Embriagados
por sus victorias, los asirios se tornaron muy arrogantes y crueles con
los pueblos vecinos. En su libro, Nahum describe muy exactamente la
situación moral de la Nínive con
temporánea
a él, como una ciudad de sangre y traición. En el futuro castigo, el
profeta ve una justa retribución a esta ciudad por toda la inocente
sangre derramada. Efectivamente, la hasta entonces invencible Nínive fue
pronto sometida por Nabopolasar de
Babilonia
en el 612 a.C. Su destrucción y siguiente aniquilamiento están bien
descriptos por Heródoto, Dióscoro de Sicilia, Xenofonto y otros
escritores griegos.

Además, como lo
predijo Nahum, Nínive después de su destrucción desapareció totalmente
de la faz de la tierra. El profeta sorprendido pregunta: "¿Qué es de la
guarida de los leones, y de la majada de los cachorros de los leones,
donde se recogía el león y la leona, y los cachorros del león, y no
había quien los espantase? El león arrebataba en abu
ndancia
para sus cachorros, y ahogaba para sus leonas, y llenaba de presa sus
cavernas, y de robo sus guaridas" (Nah. 2:11-12). Efectivamente, durante
dos mil años se olvidó hasta del lugar donde estuvo Nínive y recién en
el siglo XIX se encontró dicho sit
io
gracias a las excavaciones de Rawlinson y otros. Estos descubrimientos
arqueológicos subrayan la verdad y la sorprendente exactitud de las
profecías de Nahum.


Libro del profeta Habacuc
Habacuc
era levita (los descendientes de Leví eran sacerdotes y servidores del
Templo en Jerusalén). Vivió poco antes de la destrucción de Jerusalén y
era contemporáneo del profeta Jeremías. Su libro se destaca por un
lenguaje puro, elevado y poético. Los conocedores de las Sagradas
Escrituras alaba
n su libro por la sencillez, brevedad y por la profundidad de las imágenes.

El profeta Habacuc enseñaba que el impío e injusto irá a la perdición, mientras que el piadoso será salvado por su fe. Este pensamiento se vislumbra al comienzo en forma de conversación
ente Dios y el profeta sobre la perdición de los impíos y luego sigue
como un himno - cántico que describe el juicio Divino, cuyo resultado
será la perdición de los impíos y la salvación de los justos. "Aunque la
higuera no florezca, ni en las vides
haya
frutos, aunque falte el producto del olivo, y los labrados no den
mantenimiento, y las ovejas sean quitadas de la majada, y no haya vacas
en los corrales; Con todo, yo me alegraré en Jehová, y me gozaré en el
Dios de mi salvación. Jehová el Señor es
mi fortaleza, El cual hace mis pies como de ciervas, yen mis alturas me hace andar" (Hab. 3:17-19).
Habacuc
predijo sobre la salvación por la fe en el Reino del Mesías: "He aquí
que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe
vivirá"
(Hab. 2:4; ver: Gal. 3:11 y Heb. 10:38).
Los capítulo 2 y 3
sirven de modelo para los irmos del cuarto cántico de los cánones del
servicio matutino. En algunos irmos se repiten textualmente expresiones
de estos capítulos, como p. Ej. : "Estaré en mi guardia..." (canon
Pascual); o "Señor, escuché la noticia sobre Ti, y me asusté... Su
grandeza cubrió el cielo..." y otros. Estas frases los santos Padres la
relacionan con el Mesías.
El profeta
Habacuc veía aquel lejano futuro cuando: "Porque la tierra será llena
del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar"
(Hab. 2:14). El contenido de su libro es el siguiente: el profeta se
sorprende como prosperan los injustos (1:1-4), respuesta del Señor
(1:5-11), otra vez sorpresa del profeta (1
:12-17)
y contestación del Señor (2:1-5), la predicción de las penurias de los
caldeos por su rapiñas (2:6-20) e himno a Dios (cap. 3).


Libro del profeta Jeremías
El
profeta Jeremías (en hebreo "el elevado por Dios") provenía de una
familia sacerdotal y nació en Anatot, a 4 km. al NE de Jerusalén. Al
servicio profético fue llamado en el reinado de Josías y predicaba con
los reyes Josías, Joacaz, Joaquín, Jeconías y Sedequías. El Señor le
reveló a Jeremías que decidió hacerlo profeta antes de su naci
miento:
"Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te
santifiqué, te di por profeta a las naciones" (Jer. 1:5). Poniendo a
Jeremías al servicio profético, el Señor extendió Su mano y tocó su
boca, diciendo: "Y extendió Jehová su ma
no
y tocó mi boca, y me dijo Jehová: He aquí he puesto mis palabras en tu
boca. Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos,
para arrancar y para destruir, para arruinar y para derribar, para
edificar y para plantar" (Jer. 1:9-10).

Desde este
momento y por unos cuarenta años sin interrupción, Jeremías predice
enseñándole a la gente fe y piedad. Jeremías habla en nombre de Dios:
"Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su
valentía se alabe el valiente, ni el rico se
alabe
en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en
entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio
y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová" (Jer.
9:23-24).

En el reinado del piadoso rey
Josías, Jeremías enseñaba sin trabas. La religiosidad del pueblo se
expresaba principalmente en el cumplimiento formal de las ceremonias
pero espiritualmente se alejaba cada vez más de Dios: "Porque dos males
ha hecho mi pueblo: me dejaron a mí, fuente
de agua viva, y cavaron para sí cisternas, cisternas rotas que no retienen agua" (Jer. 2:13).

Con el tiempo la
prédica verdadera de Jeremías empezó a despertar en los oyentes cada
vez mayor desagrado. A partir del reinado de Joaquín, el profeta fue
sometido a continuas persecuciones, inclusive por miembros de su propia
familia. Finalmente Joaquín condenó a muerte a Jeremías quien tuvo que
esconderse. Pero Jeremías le dictaba sus acusaciones a su discípulo
Baruc quien las proclamaba al rey y al pueblo. Joa
quín
llegó a quemar uno de esos discursos para ocultárselo al pueblo.
Jeremías, sabiendo que es inútil luchar contra los babilonios, y trataba
de convencer al heredero del rey Joaquín y último rey de Judá,
Sedequías, a someterse a Nabucodonosor. Como casti
go, como supuesto enemigo de la patria, a Jeremías lo encarcelaron y lo tiraron más tarde a un hoyo con estiércol.

En general, los
años precedentes a la caída del reino de Judá fueron tiempos de una
completa desesperación espiritual y cegamiento del pueblo hebreo. Por
ello, el servicio profético de Jeremías resulto ser uno de los más
difíciles y amargos. Con el tiempo, el sufrimiento y la congoja
deprimieron hasta tal punto a Jeremías que perdió las ganas de seguir
viviendo: "¡Ay de mí, madre mía, que me e
ngendraste
hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra! Nunca he
dado ni tomado en préstamo, y todos me maldicen. ¡Sea así, oh Jehová,
si no te he rogado por su bien, si no he suplicado ante ti a favor del
enemigo en tiempo de aflicción y
en
época de angustia!, Me sedujiste, oh Jehová, y fui seducido; más fuerte
fuiste que yo, y me venciste; cada día he sido escarnecido, cada cual se
burla de mí" (Jer. 15:10-11, 20:7).

Al final,
Jeremías decidió dejar de predicar. Pero luego no pudo esconder su don
profético: "Porque cuantas veces hablo, doy voces, grito: Violencia y
destrucción; porque la palabra de Jehová me ha sido para afrenta y
escario cada día. Y dije: No me acordaré más de él, ni hablaré más en su
nombre; no obstante, había en mi co
razón como un fuego ardiente metido en mis huesos; traté de sufrirlo, y no pude" (20:8-9).

En comparación con otros libros proféticos, el de
Jeremías abunda en notas autobiográficas, hecho que lo hace muy valioso
para entender el don profético y la interrelación entre Dios y Sus
elegidos.
Ante la
proximidad de la catástrofe, las acusaciones de Jeremías caían con gran
fuerza sobre las cabezas de los principales responsables del
embrutecimiento espiritual del pueblo sencillo: los ricos y los hombres
cercanos al poder: "¡Ay del que edifica su casa sin justicia, y sus
salas sin equidad, sirviéndose de su prójimo de balde, y no dándole el
salario de su trabajo! Que dice: Edificaré para mí casa espaciosa, y
salas airosas; y le abre ventanas, y la cubre de cedro,
y
la pinta de bermellón. ¿Reinarás, porque te rodeas de cedro? ¿No comió y
bebió tu padre, e hizo juicio y justicia, y entonces le fue bien? Él
juzgó la causa del afligido y del menesteroso, y entonces estuvo bien.
¿No es esto conocerme a mí? dice Jehová"
(Jer. 22:13-16).

Pero la crueldad espiritual de los dirigentes de la sociedad ya era
incurable: "El pecado de Judá escrito está con cincel de hierro y con
punta de diamante; esculpido está en la tabla de su corazón, y en los
cuernos de sus altares" (17:1). Hay que decir que la debilidad
espiritual en el tiempo de Jeremías, al igual que la de los judíos de
los años setenta de nuestra era, (cuando Jerusalén fue destruida por
segunda vez), caracteriza en muchos aspectos la decadencia moral de la
gente de los
últimos tiempos previos
a la segunda venida de Cristo. Por eso la primera y la segunda
destrucción de Jerusalén, según los profetas, sirven de modelo del fin
del mundo y se unen en una sola imagen profética (Mt. cap. 24).

En el libro de
Jeremías encontramos frecuentes menciones de sus choques con los falsos
profetas, quienes, en oposición a Jeremías, tranquilizaban a la gente
diciendo que nada malo iba a ocurrir y que todo seguiría bien. Con esto
ellos adormecían la conciencia popular y de hecho aceleraba
n
el proceso de decaimiento espiritual. Es útil aquí hacer recordar las
palabras del Salvador, que la aparición de una gran cantidad de falsos
profetas será un signo de la cercanía del fin del mundo: "Porque vendrán
muchos en Mi nombre, diciendo: Yo soy el
Cristo;
y a muchos engañarán...Y muchos falsos profetas se levantarán, y
engañarán a muchos" (Mt. 24:5,11). De esta manera, las acusaciones del
profeta Jeremías gozan de actualidad para nuestros días.

Finalmente en
el reinado de Sedequías, en el 587 a.C., pasó lo que predecían Jeremías y
otros profetas. Los ejércitos de Nabucodonosor rodearon a Jerusalén, la
tomaron y destruyeron al templo y a la ciudad. Los habitantes que
sobrevivieron fueron llevados como prisioneros al cautiverio, que según
Jeremías d
ebía durar setenta años
(Jer. 25:11). Durante la toma de Jerusalén, Jeremías también fue atado y
llevado junto con los demás prisioneros, pero en el camino fue liberado
por orden de Nabucodonosor. Poco tiempo después, los refugiados de
Jerusalén encontraro
n al profeta y lo llevaron a Egipto donde continuó su servicio profético por unos años más.

En el segundo
libro de Macabeos (cap.2: 4-5) se cita que Jeremías durante la
destrucción del Templo escondió en una cueva del monte Nebo el Arca de
Alianza con las tablas de piedra de los Diez Mandamientos y el altar de
incensario. Los esfuerzos siguientes por encontrar estos objetos no
tuvieron éxito. Se conserva la creencia de que Jeremías fue apedreado en
Daphne por su profecía sobre la ocupación de Egipto por Na
bucodonosor.
Alejandro Magno (336-323 a.C.) sepultó con honores los restos del
profeta Jeremías en un rico sepulcro en Alejandría.

La idea
principal del libro de Jeremías es hacer ver que Dios a través de los
babilonios juzga a los hebreos y a los paganos con el fin de
purificarlos de la idolatría y de la impiedad pagana. Después de su
cautiverio, los hebreos volvieran a su tierra y el Señor, en la persona
del Mesías, Rey y Pastor, reinstalará el trono del rey David (en un
sentido espiritual) y hará una Nu
eva
Alianza (Nuevo Testamento). Jeremías tenía una personalidad lírica, lo
que se siente en sus discursos y que hace de su libro un destacado
monumento de poesía antigua.

En resumen: el
libro habla de su llamado al servicio profético (1), profecías en el
tiempo de los reyes Josías (2-6) y Joaquín (7-20), acusación a reyes y
falsos profetas (21-25:14), predicciones sobre los pueblos vecinos
(25:15 -38; 46-51), sobre la destrucción y la restauración de Jerusalén
(25-33), Jeremías y los últimos días de Jerusa
lén (34-45), agregado histórico (52).

La "Lamentación de Jeremías"
se escribió poco después de la destrucción de Jerusalén . Lo
constituyen cinco capítulos en los cuales se describe con gran claridad
los aspectos lastimosos del templo destruido y de la ciud
ad,
y las desdichas de los judíos. El original de este libro está escrito
en versos con acrósticos, es decir con las primeras letras de cada línea
dispuestas en el orden alfabético del idioma hebreo, de modo similar al
que están escritos los salmos 37(36) y 119(118). De parte de la ciudad
Jerusalén, Jeremías se dirige a todos los que pasan y les desea que
eviten semejante destino, explica por qué acontecieron los hechos y pide
compasión. Termina el libro con una oración: "Vuélvenos, oh Jehová, a
ti, y nos
volveremos; Renueva nuestros días como al principio" (Lam. 5:21).

El siguiente libro, vinculado con los libros del profeta Jeremías, es el libro del profeta Baruc,
el hijo de Nerías. La mención de sus ancestros hasta la quinta
generación habla de su alta alcurnia. Efectivamente, su hermano Serayas,
en el reinado de Sedequías, dirigía el fisco y participó en la embajada
enviada a Nabucodonosor (Jer. 51:59). El profeta Baruc era el discípulo
y ayudante de Jeremías. Junto con su maestro, sufrió las persecucion
es
de los contemporáneos (Jer. 36:19-26; 43:3; 45:2-3). Después de la
destrucción de Jerusalén, Baruc fue a Egipto con Jeremías donde se quedó
hasta la muerte de su maestro. Luego Baruc se mudó a Babilonia donde,
según se cree, murió en el duodécimo año de
spués de la destrucción de Jerusalén.

La razón de escribir el libro de Baruc, era el deseo
de los judíos de Babilonia de consolar a sus hermanos que quedaron en la
destruida Judá y enviarles las donaciones junto con la correspondencia.
El mensaje de los cautivos lo escribió el mismo Baruc. Primeramente se
lo leyó al rey prisionero Jeconías y a los judíos de Babilonia y luego
lo mandó a Judá al Sumo Sacerdote Joaquín.
En su mensaje
Baruc explica a los judíos, que los desastres que les pasaron no
significan que ellos están definitivamente rechazados, sino que, están
temporalmente castigados por sus pecados. Por ello el pueblo no debe
lamentarse tanto por su cautiverio cuanto por sus pecados. A su tiempo,
el Señor los liberará del cautiverio, y llegaran tiempos
gloriosos
para Jerusalén cuando se encarnará la Personalidad de la Sabiduría
Divina (el Hijo de Dios, la segunda Persona de la Santísima Trinidad es
llamada en el libro de proverbios "Sabiduría Divina"). (Prov. 8:22-30;
Bar. 3:36-4:4). El libro del profet
a
Baruc muestra efectos beneficiosos que las penurias tuvieron para los
judíos: muchos de ellos comprendieron sus faltas, se arrepintieron y se
tornaron más humildes y obedientes a Dios.


Libro del profeta Abdías
El
libro del profeta Abdías constituye la obra literaria más corta del
Antiguo Testamento ya que consta sólo de veintiún versículos. Su
contenido es la visión sobre Edom, país al SE de Judá, cuyos habitantes
tenían parentesco sanguíneo con los judíos. Sobre el profeta Abdías no
se encuentran
datos ni en su libro
ni en otras obras bíblicas. Su libro está escrito poco tiempo después de
la destrucción de Jerusalén por Nabucodonosor. Cuando los edomitas, en
lugar de ayudar y compadecerse de sus hermanos de sangre, se alegraban
de los desastres su
cedidos y
aprobaban el saqueo de la ciudad. La amargura de los judíos por este
comportamiento de Edom se expresa en el salmo 137(136): "Oh Jehová,
recuerda contra los hijos de Edom el día de Jerusalén; Cuando decían:
Arrasadla, arrasadla hasta los cimiento
s"
(137:7). Abdías con su mirada profética ve el castigo de Edom por su
crueldad. Predice asimismo la vuelta de los judíos de su cautiverio.


Libro del profeta Ezequiel
El
profeta Ezequiel era hijo del sacerdote Buzi y nació en Judá. Junto con
el rey Jeconías y 10.000 judíos fue llevado como prisionero a Babilonia
en el 597 a.C. y ubicado en la Mesopotamia sobre el río Quebar, un
afluente del río Tigris.

Al servicio
profético Ezequiel fue llamado cuando tenia treinta años con una "visión
de la gloria de Dios." Esto aconteció en el quinto año del cautiverio
de Jeconías y desde aquel tiempo empezó a llevar adelante su servicio
entre los habitantes de la Tel-Aviv mesopotámica durante veintidós años
(592-570 a.C.). La descripción de su
visión
de cuatro seres vivientes con caras humanas, un león, un buey, un
águila y un hombre, sirvió más adelante como símbolo de los cuatro
Evangelistas (Ez. 1:10). Ezequiel predicaba no sólo a los prisioneros
judíos, sino también a la "rebelde casa de Isr
ael,"
es decir a los colonos de Israel que fueron transferidos aquí después
de la destrucción de su reino por los asirios en el 722 a.C. Estos
israelitas se embrutecieron moralmente por no tener en el exilio a
líderes espirituales.

Llamando a Ezequiel al servicio
profético el Señor le dijo: "Hijo de hombre, yo te envío a los hijos de
Israel, a gentes rebeldes que se rebelaron contra mí; ellos y sus
padres se han rebelado contra mí hasta este mismo día. Yo, pues, te
envío a hijos de duro rostro y de empeder
nido
corazón; y les dirás: Así ha dicho Jehová el Señor. Acaso ellos
escuchen; pero si no escucharen, porque son una casa rebelde, siempre
conocerán que hubo profeta entre ellos. Y tú, hijo del hombre, no temas,
ni tengas miedo de sus palabras, aunque te h
allas
entre zarzas y espinos, y moras con escorpiones; no tengas miedo de sus
palabras, ni temas delante de ellos, porque son casa rebelde. Les
hablarás, pues, mis palabras, escuchen o dejen de escuchar; porque son
muy rebeldes" "He aquí yo he hecho tu ros
tro
fuerte contra los rostros de ellos, y tu frente fuerte contra sus
frentes. Como diamante, más fuerte que pedernal he hecho tu frente; no
los temas, ni tengas miedo delante de ellos, porque es casa rebelde"
(Ez. 2:3-7; 3:8-9).

Más adelante el
Señor le reveló a Ezequiel en qué consistía su misión y responsabilidad
como profeta: "Hijo de hombre, yo te he puesto por atalaya a la casa de
Israel; oirás, pues, tú la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi
parte. Cuando yo dijere al impío: De cierto morirás
;
y tú no le amonestares, ni le hablares, para que el impío sea
apercibido de su mal camino a fin de que viva, el impío morirá por su
maldad, pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si tú amonestares al
impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de s
u
mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si
el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo
tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste; en su
pecado morirá, y sus justicias que había hech
o
no vendrán en memoria; pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al
justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá,
porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma" (Ez. 3:17-21).

Obedeciendo a Dios, el profeta Ezequiel acusaba con
toda severidad a los israelíes por su afición a las costumbres paganas y
por su insinceridad y desobediencia. Sin embargo, para que no se
desesperaran, Ezequiel predecía la finalización del cautiverio y la
reconstrucción del templo y de Jerusalén.

A pesar de vivir
lejos de Judá, Ezequiel se trasladaba a Jerusalén con su espíritu
profético (Ez. 8:1-3) y veía desde la Mesopotamia todos los detalles del
sitio de Jerusalén (Ez. 4:1-17), al rey Sedequías hecho prisionero y la
destrucción de la ciudad y del t
emplo.
El profeta les trasmitía sus visiones a los israelíes que se
interesaban por el destino de su país. El profeta tenía esposa, que
murió en el cuarto año de su servicio profético, como símbolo de las
desdichas de los judíos y tal como le fue revelado
a Ezequiel un día antes. (Ez. 24:15-24).

Según la Tradición Ezequiel era "juez" de los
prisioneros, es decir, su líder espiritual. Una vez salvó a un grupo de
prisioneros de los bandidos y otra vez, en tiempo de malas cosechas, con
su oración aumentó la cantidad de alimentos. Por acusar a los líderes
israelíes de idolatría Ezequiel murió martirizado.
El lenguaje y el contenido del libro del profeta Ezequiel se distingue por la abundancia de visiones simbólicas,
de acciones, parábolas y alegorías. En este sentido, su libro puede ser
comparado con el Apocalipsis de San Juan el Teólogo. La visión de la
gloria del Señor descrita en los tres primeros capítulos es tan
extraordinaria que es hasta difícil de imaginar. En general, las
imágenes y el simbolismo del dis
curso
del profeta, hacen su libro difícil de entender, hecho del que se
quejaban incluso conocedores de la Biblia y del idioma hebreo tales como
el piadoso Jerónimo. En este libro se encuentran hasta unos nombres
especiales de Dios: Adonaí - Sabaoth o sea
"Señor
de los ejércitos celestiales," "Saddai" es Todopoderoso, el pueblo es
Israel que significa "el que lucha con Dios." A menudo el profeta se
llama a sí mismo "hijo del hombre" dando a entender su situación humilde
y disminuida al ser el profeta de un
pueblo cautivo.
Es
muy significativa la visión de Ezequiel, donde un Ángel de Dios hacía
un signo especial sobre la frente de los habitantes de Jerusalén, de los
"apenados y los que suspiran por todo lo inmundo, que se hacía en esta
ciudad" Las personas marcadas por el Ángel se salvaron del triste
destino de los demás, que perecieron a manos del enemigo durante la toma
de la ciudad. Según la visión el castigo de los impíos debía comenzar
por los servidores del templo (Ez. 9:1-7). Esta visión es muy parecida
a
la que tubo San Juan el Teólogo (Apoc. 7:1-4) y señala que la gracia de
Dios marca como un sello y protege a los hombres que aman a Dios del
destino de los impíos.

Según la
predicción de Ezequiel, los creyentes en el futuro Reino de Mesías
cumplirán la ley de Dios no sólo exteriormente como lo hacían los
mejores de los antiguos judíos, sino que, serán completamente diferentes
por su contenido espiritual: "Y les daré un corazón, y espíritu nuevo
pondré dentro de ellos; y quitaré el corazón de piedra de en
medio
de su carne, y les daré un corazón de carne; Para que anden en mis
ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo, y
yo sea a ellos por Dios" "Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu
nuevo dentro de vosotros; y quitaré de vu
estra
carne el corazón de piedra, y os daré corazón de carne [= corazón
blando, bondadoso]. Y pondré dentro de vosotros mi espíritu, y haré que
andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por
obra" (Ez. 11:19-20; 36:26-27).

Resumiendo, el
contenido del libro de Ezequiel es el siguiente: Visión de la gloria
Divina y el llamado de Ezequiel al servicio profético (1-3), trece
discursos acusatorios contra judíos y acciones simbólicas, que
representan la caída de Jerusalén (4-24), discurso en
contra
de los paganos: los vecinos de Judá (25), habitantes de Tiro (26-28).
Los versículos 13-19 del cap. 28 se refieren al diablo, cuya
personificación era el rey de Tiro (ver en Isaías un semejante discurso
sobre el anticristo 14:5-20). Profecía sobre
los
egipcios (29-32); las nuevas obligaciones del profeta después de la
caída de Jerusalén: consolar y fortalecer (33); el Señor - Pastor del
Israel regenerado (34); el castigo de Edom (35); la regeneración de
Israel (36); la visión de los huesos secos - p
rofecía
de la resurrección de los muertos (37); profecías apocalípticas sobre
los enemigos de la Iglesia y la aniquilación de los ejércitos de Gog
(38-39), (comparar con Apoc. 20:7 sobre los ejércitos de Gog y Magog);
sobre el eterno Reino Divino y el nuev
o
Templo (40-48, ver Apoc. cap. 21). Los últimos catorce capítulos se
refieren a los últimos tiempos y tienen rasgos comunes con las
misteriosas visiones del profeta Daniel y el Apocalipsis, que todavía no
se cumplieron. Hay que ser cautelosos para interpr
etarlas, pues hay que tener en cuenta que contienen muchas imágenes simbólicas.


Libro del profeta Daniel
El
profeta Daniel era aristócrata y posiblemente de familia real. En el
cuarto año del reinado de Joaquín, durante la primera conquista de
Jerusalén por Nabucodonosor (605 a.C.) el muy joven Daniel cayó
prisionero en Babilonia. Con otros adolescente de alto origen fue
enviado a una escuela de preparación para el servicio en la corte del
rey cuando tenía entre catorce y diecisiete años.

En la escuela
estudiaban con él tres amigos: Ananías, Azarías y Misael. Durante varios
años debieron aprender la lengua local y diversas ciencias caldeas. A
estos alumnos judíos les cambiaron sus nombres por los de: Daniel,
Beltsasar; Ananás, Sadrac; Misael, Mesac
y
a Azarías, Abed-nego. Pero, a pesar de los nombres paganos, los jóvenes
no cambiaron la fe de sus padres. Temiendo profanarse con la comida
pagana le pidieron a su educador no recibir alimentos de la mesa del rey
(que era salpicada por la sangre de los s
acrificios)
y poder consumir sólo una comida sencilla compuesta de vegetales. El
educador accedió temporalmente y durante diez días los jóvenes comieron
sólo alimentos de origen vegetal. Al final de la prueba se vio que ellos
resultaron estar más sanos que
sus
compañeros que comían de la mesa del rey. Desde entonces se les permitió
continuar su régimen vegetal. El Señor recompensó a los piadosos
jóvenes con progresos en las ciencias, y el rey durante los exámenes
descubrió que ellos eran más sabios que los
magos babilonios.
Después de terminar sus
estudios, Daniel y sus tres amigos fueron designados para servir en la
corte del rey. Daniel quedó como cortesano durante los reinados de
Nabucodonosor y el de cinco de sus herederos. Después de la derrota de
Babilonia quedó como consejero del rey Darío de Media y del rey persa
Ciro (Dn. 6:28)
Dios le otorgó a
Daniel la capacidad de interpretar visiones y sueños. Daniel la dio a
conocer al explicar dos sueños de Nabucodonosor (caps. 2 y 4). En el
primer sueño el rey vio un enorme y temible ídolo que fue destruido por
una piedra que cayó de una montaña. Daniel explicó que el ídolo
simbolizaba a cuatro reinos paganos que sucederán, entre los cuales el
primero era el babilonio y el último el romano. La piedra que rompe
rá
al ídolo simboliza al Mesías y la montaña a Su Reino Eterno. Daniel
termina así su explicación del sueño: "Tú, oh rey, veías, y he aquí una
gran imagen....de la manera que viste que del monte fue cortada una
piedra, no con mano (nacimiento del Salvador
sin
la participación de un padre terrenal), e hirió a la imagen ... y todo
fue desmenuzado...y fueron como tamo de las eras del verano, y se los
llevó el viento sin que de ellos quedara rastro alguno. Mas la piedra
que hirió a la imagen fue hecha un gran m
onte
que llenó toda la tierra... Y en los días de estos reyes el Dios del
cielo levantará un reino que no será jamas destruido, ni será el reino
dejado a otro pueblo; desmenuzará y consumirá a todos estos reinos, pero
él permanecerá para siempre..." (Dn. 2
:31-45).
Este sueño resultó ser una visión profética acerca de la Iglesia. Efectivamente, la fe cristiana que apareció en el imperio romano se dispersó por todo el mundo y continuará existiendo hasta el fin del mundo, mientras los grandes reinos paganos desaparecieron sin dejar rastros.
En el tercer capitulo
de su libro, Daniel cuenta la hazaña de sus tres amigos, quienes se
negaron a adorar el ídolo de oro (Marduk) por lo que fueron arrojados a
un horno prendido. Pero un Ángel de Dios los conservó intactos en el
fuego. La oración de agradecimiento de los tres jóvenes sirve de modelo
para los irmos de los cánticos octavo y noveno del canon del servicio
matutino.
Sobre la
actividad de Daniel durante los siete años del reinado de los tres
herederos de Nabucodonosor (Evil-Merodac, Neriglisor y Lavosoadac) no se
conoce nada. El asesino de Lavosoardac, Nabonid cogobernó con su hijo
Belsasar. En el primer año de Belsasar, Daniel tuvo una visión sobre los
cuatro reinos, que se trasformó en la visión del cielo y de
Dios
en la imagen del "Anciano" y del "Hijo del Hombre" (o sea el Hijo de
Dios que tenía que encarnarse (Dn. cap.7). Como sabemos de los
Evangelios el Salvador se llamaba a sí mismo a menudo "Hijo del Hombre,"
haciéndole recordar a los judíos la profecía
de
Daniel. Durante el juicio del Sinedrión, cuando el sumo sacerdote Le
preguntó a Jesucristo si Él era el prometido Mesías, el Señor indicó
directamente la visión de Daniel y le recordó sobre la gloria celestial
del Hijo del Hombre (Dn. cap. 7; Mt. 26:64)
.
La parte más importante de la visión de Daniel se refiere a los tiempos
precedentes al fin del mundo y al Juicio final. Pero algunos rasgos de
esta profecía predicen las persecuciones de Antíoco Epífanes en el III
siglo a.C. y las persecuciones a la Igle
sia en los tiempos del anticristo.
La visión siguiente,
anotada en el tercer año de Belsasar sobre dos monarquías bajo el
aspecto de un macho cabrío y de un carnero también se refiere al fin del
mundo. Estas visiones tienen caracteres comunes con visiones del
Apocalipsis de San Juan el Teólogo (Dn. cap. 7-8; Ap., cap. 11-12 y 17).


Babilonia fue tomada por el rey Darío de Media, en el decimoséptimo año
del reinado de Belsasar (539 a.C.). Belsasar fue asesinado durante la
conquista de la ciudad, tal como le fue profetizado por una mano
misteriosa que escribió sobre una pared: MENE, MENE, TEKEL, UPARSIN (tú
eres insignificante y tu reino será dividido por Medos y Persas (Dn
5:25-31). Daniel le interpretó esta inscripción a Belsasar.
Anteriormente, la caída d
e Babilonia
fue predicha por los profetas Isaías y Jeremías (Is. caps. 13-14 y 21;
Jer. cap. 50-51). En el libro del Apocalipsis Babilonia representa al
reino del mal mundial (Apoc. 16-19).



En el reinado
Darío de Media, Daniel era uno de los tres principales dignatarios del
reino. Los cortesanos paganos calumniaron a Daniel ante el rey por
envidia y con astucia lograron que Daniel fuera tirado a un pozo con
leones. Pero Dios conservó su profeta intacto (Dn. cap. 6). Más tarde
Daniel recibió una revelación
sobre
las "setenta séptimas" (70 por 7 = 490 años) en la que se señala la
época de la llegada del Mesías. (Dn. cap. 9, ver la explicación de esta
visión en el folleto "El Antiguo Testamento sobre el Mesías").

Daniel fue prosperando durante el reinado de Darío,
y durante el reinado de Ciro, Persa. No sin su influencia Ciro dictó el
decreto (536 a.C.) sobre la liberación de los hebreos del cautiverio.
Según la tradición el profeta Daniel le mostró a Ciro la profecía de
Isaías sobre él (Is. 44:28-45: 13). Sor
prendido
por esta profecía a cerca de sí mismo, el rey reconoció el poder de
Jehová y le ordenó a los hebreos construir el templo de Jerusalén en Su
honor (1 Esdras cap. 1). En este reinado, Daniel por segunda vez fue
milagrosamente salvado de los leones t
ras
haber matado al dragón venerado por los paganos (Dn. cap. 14). En el
tercer año del reinado de Ciro en Babilonia, Daniel tuvo una revelación
sobre el futuro destino del pueblo de Dios con relación a la historia de
los países paganos (Dn. caps. 10-12).
Las predicciones sobre las persecuciones a la fe hacen referencia tanto a las de Antíoco Epífanes como a las del anticristo.

Citamos aquí dos
textos de las profecías apocalípticas de Daniel: "En aquel tiempo se
levantará Miguel, el gran príncipe que está de parte de los hijos de tu
pueblo; y será tiempo de angustia, cual nunca fue desde que hubo gente
hasta entonces; pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, y todos
los que se hallen escritos en el libro. Y muchos de los que duermen en
el polvo de la
tierra serán
despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión
perpetua. Los entendidos resplandecerán como el resplandor del
firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las
estrellas a perpetua eternidad" (Dn. 12:1-3
;
comparar con Mt. 13:43. Miguel: el arcángel Miguel, el Libro de la
vida: el conocimiento por Dios de las obras de bien del hombre, ver
Apoc. 13:8; 20:12).

"Anda, Daniel, pues estas palabras están cerradas y
selladas hasta el tiempo del fin. Muchos serán limpios, y emblanquecidos
y purificados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los
impíos entenderá, pero los entendidos comprenderán" (Dn. 12:9-10).
Los tres años y medio en los que crecerán las
persecuciones contra los creyentes son interpretadas por algunos como la
duración del reinado del anticristo. Además, Jesucristo predicó durante
tres y medio años. De todas maneras la duración de los tiempos del
Apocalipsis podría tener un significado simbólico.
Sobre el
siguiente destino de Daniel poco se sabe. Murió muy anciano con una edad
cercana a los novena años probablemente en Suzac (Ekbatana). Su libro
comprende catorce capítulos y los primeros seis constituyen una reseña
histórica. En ellos se relata como la gloria de Dios se difundía durante
el cautiverio tanto entre los judíos como entre los paganos. Los
capítulos del siete al doce son proféticos y contienen las visiones
sobre el futuro destino de los pueblos paganos entre los que vivían
los
judíos y sobre el destino del Reino de Dios, es decir, la Iglesia.
Algunos críticos contemporáneos ponen en duda la autenticidad del libro
de Daniel. Pero para nosotros, los creyentes, es suficiente testimonio
de su autenticidad el hecho de que Nuestro
Señor
Jesucristo citó en dos ocasiones profecías contenidas en el libro de
Daniel. Es sorprendente la exactitud con la que Daniel profetizó la
cronología de la llegada del Mesías y del comienzo del Nuevo Testamento.
Esta profecía sobre las "séptimas" es d
esagradable para aquellos hebreos que no reconocen a Cristo y que todavía esperan al nuevo "mesías."


Libro del profeta Ageo
El
profeta Ageo profetizaba en Judá, en los tiempos del rey persa Darío I
(Gistapsa, 522-486 a.C.). En aquel tiempo muchos judíos bajo el
liderazgo de Zorobabel volvieron del cautiverio babilonio a Judá. El
sumo sacerdote se llamaba Josué. En el segundo año después del regreso
del cautiverio de Babilonia, los judíos comenzaron a reconstruir en
Jerusalén un Templo en el mismo lu
gar
del destruido Templo de Salomón. Pero debido al desacuerdo con
samaritanos y otros opositores la construcción se interrumpió por quince
años hasta que el rey Darío ordenó volver a la construcción.

El pueblo era
pobre pero tenía la idea de que el nuevo templo no debía ser menos
magnífico que el de Salomón destruido por Nabucodonosor. Por eso,
algunos trataban de convencer que el tiempo para la reconstrucción del
nuevo Templo todavía no había llegado. Todo esto enfriaba el entusiasmo
de los constructores
. Para animar al pueblo y terminar la obra del segundo templo, Dios envió a Ageo, cuyo servicio profético duro cerca de un año.

El profeta Ageo
trataba de convencer a la gente de continuar la construcción del templo:
"Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no
os quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a
jornal recibe su jornal en saco roto. Así ha dicho Jehová de los
ejércitos: Meditad sobre vuestros caminos. Subid al monte, y traed
madera, y reedifi
cad la casa; y
pondré en ella mi voluntad, y seré glorificado, ha dicho Jehová. Buscáis
mucho, y halláis poco; y encerráis en casa, y yo lo disiparé en un
soplo. ¿Por qué? dice Jehová de los ejércitos. Por cuanto mi casa está
desierta, y cada uno de vosotr
os corre a su propia casa. Por eso se detuvo de los cielos sobre vosotros la lluvia, y la tierra detuvo sus frutos"(Ag. 1:6-10).
En
el folleto "El Antiguo Testamento sobre el Mesías," se menciona, la
promesa de Ageo sobre la venida del Mesías a este nuevo Templo. Esta
visita de Nuestro Señor al nuevo Templo, le dará mayor gloria que la
gloria del primero, que estuvo adornado con tanta riqueza (Ag. 2:5-9).
El libro de Ageo consta de dos capítulos que incluyen cuatro discursos,
dirigidos a encaminar la constr
ucción del Templo.


Libro del profeta Zacarías
El
profeta Zacarías es llamado "el que vio la hoz," a causa de un rollo
que vio doblado en forma de hoz (Zac. 5:1-4). Zacarías provenía de una
familia sacerdotal y era hijo de Berequías y nieto de Iddo . Al servicio
profético fue llamado a temprana edad y lo comenzó durante el segundo
año del reinado de Darío I (520 a.C.). Fue coetáneo del profeta Ageo y
también inducía al pueblo a terminar la construcción del Templo. Terminó
su libro profético ya despué
s de la
consagración del Templo en el 516 a.C. El libro de Zacarías, como el
del profeta Ezequiel, se destaca por la abundancia de visiones
simbólicas y tiene además detalladas predicciones sobre los últimos días
del Salvador, éste contiene detalles de Su
vida
que no se encuentran en las obras de otros profetas. Por ejemplo: la
entrada del Señor a Jerusalén montado sobre un asno, la traición de que
fue objeto por treinta denarios (moneda de plata), la herida de Su
costilla en la cruz y la huida de los apóst
oles del jardín de Getsemaní.

Con la voz de
Zacarías Dios llamaba a los hebreos a la sincera piedad diciendo:
"Volveos a mí, dice Jehová de los ejércitos, y yo me volveré a vosotros,
ha dicho Jehová de los ejércitos" (Zac. 1:3). "Estas son las cosas que
habéis de hacer: Hablad verdad cada cual con su prójimo; juzgad según la
verdad y lo conducente a la paz en vuestras puertas. Y ninguno de
vosotros piense mal en su corazón contra su prójimo, ni améis juramento
falso; porque todas estas son cosas que aborrez
co, dice Jehová" (Zac. 8:16-17).

El contenido de
su libro es el siguiente: Llamado a la penitencia (1:1-6); la visión de
un ángel entre los mirtos (un árbol subtropical perenne con hojas
blancas y perfumadas) (1:7-17); la visión de los cuatro jinetes
(1:18-21); la visión del Ángel con cuerda para medir la tierra (2); la
visión del Sumo Sacerdote Josué y el Mesías (3); la visión de una
lámpara de oro (4); la visión de un rollo que vuela y de una efa ephah
measure for bulk granular materials(medida de capaci
dad,
5); la visión de los cuatro carros y el Mesías como Sumo Sacerdote (6);
discursos proféticos sobre los tiempos de Nuevo Testamento (7-8);
predicciones mesiánicas (9-11); sobre los dones de gracia otorgados a
los creyentes (12) y la profecía sobre el M
esías y la redención de Jerusalén (13-14).


Libro del profeta Malaquías
El
profeta Malaquías (en hebreo "mensajero") era él más joven colaborador
de Esdras y Nehemías y provenía de la tribu de Zabulón. Como último
profeta del Antiguo Testamento es llamado "el sello de los profetas."
Profetizaba 475 años antes la llegada de Jesucristo.

De su libro se
ve que en su época el Templo ya había sido reconstruido y que en él se
realizaban los servicios religiosos pero no siempre con la debida
reverencia. Hablando en nombre de Dios el profeta acusa a los sacerdotes
de poca dedicación: "El hijo honra al padre, y el siervo a su señor.
Si, pues, soy yo padre, ¿donde está mi honra? Y si soy Señor, ¿dónde
está mi temor? Dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdo
tes,
que menospreciáis mi nombre. Y decís ¿En qué hemos menospreciado tu
nombre?" (Mal. 1:6). En los tiempos del Nuevo Testamento los sacerdotes
judíos serán sustituidos por hombres reverentes hacia Dios: "Porque
desde donde el sol nace hasta donde se pone
,
es grande mi nombre entre las naciones; y en todo lugar se ofrece a mi
nombre incienso y ofrenda limpia, porque grande es mi nombre entre las
naciones, dice Jehová de los ejércitos" (Mal. 1:11).

Más adelante, el profeta acusa a los judíos de casarse con mujeres
de otros pueblos, por la incompleta entrega del diezmos, por ofrecer
sacrificios de animales con defectos, por hacer ceremonias superficiales
y sin sentimientos y por quejarse de una supuesta tardanza de Dios en
cumplir Sus promesas acerca de la llegada
del Mesías. Pero ya no los acusa de idolatría porque después de las
pasadas penurias relacionadas con el cautiverio de Babilonia los judíos
dejaron por completo estas supersticiones.

Malaquías
predice sobre el profeta y precursor San Juan Bautista, quien deberá
venir para preparar a los hombres al recibimiento de Cristo: "He aquí,
yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino delante de mí; y
vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien vosotros buscáis, y el
ángel del pacto, a quien deseáis
vosotros.
He aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos. ¿Y quién podrá
soportar el tiempo de su venida? ¿O quién podrá estar en pie cuando él
se manifieste? Porque él es como fuego purificador, y como jabón de
lavadores" (Mal. 3:1-2; ver Mc 1:1, Mt. 11-
14
y 17:12). Su siguiente profecía es semejante a la primera, habla del
precursor de Cristo y evidentemente se refiere a Su Segunda venida: "He
aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová,
grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los
hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y
hiera la tierra con maldición" (Mal. 4:5-6, ver Ap. 11:3-6).

El contenido del
libro de Malaquías es el siguiente: el aumento de la piedad en el
pueblo (1:6-14), y en los sacerdotes (2:1-9); crueldad y apostasía de la
ley de Dios (2:10-16); el desdén a las promesas y a las leyes de Dios
(2:17; 3:6); el no pago de los diezmos (3:7-12); el Juicio de Dios
(3:13-4:3) y un último llamado al arrepentimiento (4:4-6)
.
Todas las profecías de los profetas, a excepción de las referidas a los últimos tiempos,
se cumplieron (muy frecuentemente con asombrosas precisiones). Nos
resultan especialmente valiosas las predicciones sobre el Salvador del
mundo, la Iglesia y la gracia de Dios que reciben los creyentes. Es consolador saber además que, en los libros de los profetas,
el mal a pesar de sus temporales victorias, será totalmente destruido
por Dios y que triunfará la verdad. ¡La vida y la felicidad eternas son
el destino de
los creyentes!

Lista de las
principales profecías y temas
Sobre Dios
Dios es Todopoderoso y la grandeza divina: Is. 6:1-4, 55:8-11, 64:1-3; Jer. 10:12, 16:21; Ez. cap. 1-2; Dn. 2:20, 7:9-11; Nah 1:3-7. La misericordia Divina: Is. 55:6, 54:10, 64:5; Lm. 3:22-28; Miq. 7:18-19. La justicia Divina: Is. 1:27-30, 30:18, 33:1-5, 59:16-19; Jer. 9:23-24; Ez. 18:20-24; Dn. 9:7. Omnisciencia Divina: Jer. 17:9-10. La santidad de Dios: Is. 6:3, 57:15; Os. 11:9. Dios es eterno: Is. 43:10.
Sobre el Reino de Dios
Sobre el Nuevo Testamento: Is. 55:3, 59:20-21; Jer.31:31-34; Dn. 9:24-27, (ver Hch. 13:34). El llamado de los paganos a la Iglesia: Is. 2:2, 11:1-10, 42:1-12, 49:6, 54:12-14, 65:1-2, (ver Gal. 4:27, 1:9 y 2:23). Sobre la renovación interior: Is. 44:3; Zac. 12;10-13:1, 14:5-9; Is. 35:1-7,55:10-11, 12:3-5; Jl 2:28-32. Unidad de corazón y espíritu nuevo: Ez. 11:19-20, 36:24-27. El Reino de Dios en la imagen de una montaña Divina: Is. 2:2-3, 11:1-10, (ver Rom. 15:12); Dn. 2:34, Joel 3:17; Abd. 17; Zac. 8:3.
Sobre las virtudes
Veneración de Dios: Mal. 4:2, 3:16-18. La fe: Hab. 2:4. La esperanza en Dios:
Is. 8:9-14, caps. 25-27, 26:2-12, 30:7, 30:15, 40:29-31, 51:7-8,
51:12-14, 54:10; Jer. 9:23-24, 15:20-21, 17:7-8; Ez. 34:14-16; Miq.
7:7-19; Hab.3:17-19. El conocimiento de Dios: Is. 2:2-3, 11:1-10, 54:13; Jer. 9:23-24, 31:31-34; Os. 6:3. Modestia: Is. 57:15-16, 66:1-2; Miq. 6:8; Tendencia hacia la virtud: Is. 1:17, 33:14-16, 55:6-7; Bar. 4:4; Zac. 7:9-10, 8:16-17. La Justicia: Is. 1:27; Miq. 6:8. La Misericordia: Is. 1:17, 58:2-12; Os. 6:6.
Llamado al arrepentimiento
Discursos acusadores: Is. 1:3-6,
3:9-11, 5:20-23, 10:1-2, 19:13, 30:1, 42:18-20, 45:9-10, 57:20-21,
59:1-4, Jer. 2:13, 5:1-5, cap. 7, 8:9-11, 9:8, 15:1-2, 17:1, 17:5,
22:13-17, 44:4-6, 48:10; Miq. 7:1-6; Sof. 3:1-5; Mal. 1:6. Llamado al arrepentimiento: Is. 1:16-20, 64:6-9; Jer. 8:4-5; Ez. 18:30-32; Os. 6:1-3; Joel. 2:11-17; Zac.1:3-4; Mal. 1:9.
Sobre los últimos tiempos:
El hambre espiritual: Am. 8:11. Sobre los falsos profetas: Is. 9:15; Jer. 14:14-16, 23:15-17, 23:26-28; Ez. 13:3-16, 14:9-11; Sof. 3:4; Miq. 3:5-7. Los pastores buenos: Jer. 3:15. Pastores malos: Is.56:10-11; Jer. 10:21, 23:1-6; Ez. 34:1-6; Zac. 11:16-17. El anticristo: Is. 14:4-20, Ez. 28:13-19; Dn. 11:35-40, 12:9-13. El Juicio a los pueblos:
Is. 2:10-21, 13:6-15, 24:4-23, 63:1-6, 66:15-16; Jer. 46:10, 50:31-32;
Ez. 9:4-8 (Ap. 7:3), 30:2-3, 38:20-23; Dn. 7:9-12 (Ap. 4:2, 5:11,
20:12); Jl. 2:1-10, 3:2-17; Am 5:18-20; Sof. 1:14-18, 3:8-9; Nah. 1:3-7;
Abd. 15; Mal. 4:5 (Ap. 11:3-6). La destrucción del mal y de los sufrimientos: Nm. 24:17; Is. 11:1-10. La alegría eterna: Is.42:1-12, 54:12-14, 60:1-5, 61:1-4. La resurrección del cuerpo (Job 19:25) y la supresión de la muerte: Is. cap. 26, 42:1-12, 61:1-4; Zac. 9:9-11; Os. 13:14. El triunfo de la verdad y justicia: Is. 9:6-7, 11:1-10, cap. 26; Jer. 23:5. La gloria de la Iglesia triunfante: Is. cap. 26-27, 52:1-2, 60:1-5, 61:10-11, 62:1-5. La renovación del mundo:
Is. 4:2-6, 11:1-10, 44:22-24, 49:13-15, 52:1-9, 60:1-21, 61:10,
62:11-12, 65:17-20, 65:25, 66:22-24; Jer. 32:39-41, 33:6-9, 33:15-16;
Bar. 5:9; Dn. 12:1-3; Os. 3:4-5, 13:14; Hab. 2:14; Sof. 3:9; Zac. 8:3.

Conclusión y resumen

Ante
la decadencia moral de los hombres del Antiguo Testamento y la ausencia
de guías espirituales sobre los profetas recayó la difícil tarea de
enseñar a los hombres la fe en Dios, alejarlos de los vicios y de
llevarlos a la vida justa. Es natural que en las palabras de los
profetas dominaran las acusaciones. Para despertar la conciencia de los
destinatarios las acusaciones tomaban un tono muy insistente y a veces
incluso áspero. Esto le da a estos libros un tinte duro y severo para
los lectores c
ontemporáneos. Según
la acertada comparación del Salvador los antiguos profetas removían la
tierra de los corazones endurecidos y la preparaba para recibir las
semillas de la prédica de los Apóstoles (Jn. 4:37-38). Si algún
predicador o escritor de nuestro
s
tiempos usara los epítetos en relación a los hebreos que llenan los
libros de los profetas sin duda sería acusado de antisemitismo.

Es verdad que
los profetas hablaban también de la gloria de Israel, de su cualidad de
pueblo elegido de Dios y de la derrota de los paganos. No hay que
confundir éstos términos con un extremismo nacionalista. Para los
profetas "Israel," "Sión," "Pueblo elegido" y otros conceptos no son
conceptos nacionales sino espirituales.
Ellos usaban estos nombres refiriéndose al Reino de Dios en el cual
entrará gente de muchos pueblos. Sin duda los hebreos fueron llamados
primeros al Reino pero los profetas previeron el alejamiento de la fe de
la mayoría del pueblo hebreo y el llamado de otros pueblos al Reino
(ver en la lista de profecí
as sobre
el llamado de paganos al Reino de Dios). Nuestra Iglesia también usa en
el mismo sentido espiritual en las misas los términos de Sión, Jerusalén
e Israel como sinónimos de la palabra "Iglesia."

En los tiempos
del Nuevo Testamento las profecías acerca del llamado de los paganos a
la fe empujaban a los apóstoles a predicar sin miedo entre los paganos.
Por ejemplo el Apóstol Pablo escribía : "A mí, que soy menos que el más
pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre
los gent
iles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo" (Ef. 3:8).

Como lideres espirituales de su pueblo los profetas a menudo eran los
únicos que defendían a todos los débiles y postergados. Al hacerlo
debían acusar implacablemente la corrupción de los jueces, la avidez y
crueldad de los príncipes, la falta de sinceridad y el descuido de sus
deberes de los sacerdotes y las mentiras de los falsos profetas. Por
decir las verdades los profetas sufrían duras persecuciones. Muy pocos
de ellos han muerto de
causas naturales. Sin embargo el pueblo sencillo los apreciaba, los quería y seguía sus enseñanzas.

En tiempos de
desastres y conmociones nacionales los profetas eran los únicos
consoladores de los apenados. Ellos le hacían ver las cualidades del
Dios Único: Su omnipotencia, Su omnisciencia, Su estricta justicia para
los no arrepentidos y Su infinita misericordia hacia los humildes. En
sus profecías le mostraban a los hombres los inescrutables caminos de
los designios Divinos con los Él dirige hacia el bi
en
los destinos de la humanidad. Los profetas asimismo gustaban hablar de
la llegada de los tiempos del Nuevo Testamento , de la renovación
espiritual y del triunfo definitivo de la verdad y la justicia. En esto
en el foco de sus miradas se encontraba siem
pre
el Mesías-Salvador que estaba por venir. Fundamentalmente lo que hacían
los profetas era anunciar a Jesús y a Su obra (ver el folleto "El
Antiguo Testamento sobre el Mesías").

Llamando a la virtud, los profetas enseñaban a los
hombres a creer sinceramente en Dios y servirle sin hipocresía, a
reconocer sus pecados y arrepentirse de ellos y a ser mansos, justos y
misericordiosos hacia todos los necesitados.
Dios le revelaba
a Sus elegidos los acontecimientos tanto del futuro cercano como lejano
y no sólo de la vida de su pueblo sino también la de los pueblos
vecinos y la de toda la humanidad. Sus predicciones siempre se cumplían
exactamente, con lo que se demuestra que fueron elegidos e inspirados
por Dios. Los profetas siempre explicaban la
causa moral de los sucesos.
Pues nada es azaroso (ni lo bueno ni lo malo). Todo lo bueno es enviado
como premio a la virtud a la vez que los sufrimientos son enviados como
castigo por los pecados ( pero no como una venganza sino como medio
para enseñar y para corregir a los pecadores). Sólo desde el plano moral
se puede entender porque las profecías a menudo reúnen elementos de
distintas épocas. Por ej.: se une la antigua Babilonia con el reinado
del mal de los últimos tiempos, las persecuciones de Antíoco Epífanes
con
las del anticristo, los
ejércitos enemigos paganos con los enemigos de la Iglesia en su camino
histórico, el juicio sobre los pueblos del Antiguo Testamento con el
Juicio Final sobre el universo y la renovación espiritual de la Iglesia
del nuevo Testament
o con la total
renovación del mundo después de la resurrección universal. Estos
acontecimientos paralelos en la vida de la humanidad están
espiritualmente emparentados y por eso están mencionados por los
profetas en imágenes proféticas en común. Para el cr
eyente
que sabe qué visiones proféticas se cumplieron le es mas fácil entender
las que todavía no. Es indudable también que el Apocalipsis de San Juan
habla de los últimos sucesos del mundo usando imágenes proféticas
extraídas de los libros del Antiguo Tes
tamento.

De esta manera el conocimiento de los libros proféticos le ayuda al
cristiano a entender los procesos morales y religiosos contemporáneos y a
ver adonde conducen. Estos libros se deben leer con humildad y con
ánimo de oración y hay que recordar que "entendiendo primero esto, que
ninguna profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque
nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo" (2
Pedro 1:20-21
).

Folleto Misionero # S34
Copyright © 2000 y Publicado and Publicado por
La Iglesia Rusa de La Sagrada Protección
2049 Argyle Ave. Los Angeles, California 90068
Editor: Obispo Alejandro (Mileant)

(biblia5_s.doc, 09-22-2000)


Edited by

Date

Debora Bettendorff

09-20-2000




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