viernes, 12 de febrero de 2016

Carlos II de España - index.php

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Carlos II de España
CarlosIIdeEspaña
, llamado
«elHechizado»
(
Madrid
,
6 de noviembre de 1661-
ibídem
, 1 de noviembre de
1700),
rey de España
entre 1665 y 1700.
[nota 2]
Hijo y heredero de
Felipe IV
y de
Mariana de Austria
,
permaneció bajo la regencia de su madre hasta que alcan-
zó la mayoría de edad en 1675. Su sobrenombre le venía
de la atribución de su lamentable estado físico a la bruje-
ría e influencias diabólicas. Parece ser que los sucesivos
matrimonios consanguíneos
de la familia real produjeron
el
síndrome de Klinefelter
,
[nota 3]
con síntomas como poca
estatura y
esterilidad
,
[1]
lo que acarreó un grave
conflicto
sucesorio
, al morir sin descendencia y extinguirse así la
rama española de los
Habsburgo
.
Sobre Carlos II ha caído el mito de la decadencia espa-
ñola, país gobernado por monarcas atrasados, donde se
practicaba incluso la brujería, pero la
historiografía
del
siglo XXI pone en duda ese mito e incluso la mala sa-
lud del rey. El monarca vivió bastante para su época y,
junto a sus hombres, logró mantener intacto el imperio
frente al poderío francés de
Luis XIV
, consiguió una de
las mayores
deflaciones
de la Historia, el aumento del po-
der adquisitivo en sus reinos, la recuperación de las arcas
públicas, el fin del hambre y la paz. Logros por los que au-
tores como
Ribot (2006)
lo califican de “ni tan hechizado
ni tan decadente”, y en regiones españolas como
Cataluña
es tenido como el mejor de los mejores.
1 Regencia de Mariana de Austria
(1665-1675)
Felipe IV
se había casado en su primer matrimonio con
Isabel de Francia
(fallecida en 1644). De esta unión nació
un único hijo varón, el príncipe
Baltasar Carlos
, muerto
en 1646, lo que provocó que el rey decidiese casarse en
segundas nupcias (1649) con su sobrina la archiduquesa
Mariana de Austria
, hija del emperador
Fernando III
y
de
María Ana de Austria
(hermana de
Felipe IV
), con el
objetivo de asegurar la continuidad dinástica en el trono.
De este matrimonio nacieron varios hijos, de los cuales
sólo sobrevivieron la infanta
Margarita Teresa
y el último
de los hijos varones, Carlos.
[2]
El príncipe Carlos apenas tenía cuatro años cuando su
padre falleció (1665), dejando éste establecido en su tes-
tamento como regente a su viuda, la reina
Mariana de
Austria
:
"[...] nombro por gobernadora de todos mis
Carlos II de España en el Salón de los Espejos, por
Juan Carreño
de Miranda
(c. 1675).
Reynos estados y señoríos, y tutora del príncipe
mi hijo, y de otro qualquier hijo o hija que me
hubiere de suceder a la Reyna doña Mariana de
Austria mi muy chara, y amada muger con to-
das las facultades, y poder, que conforme a las
leyes fueros, y privilegios, estilos y costumbres
de cada uno de los dichos mis regnos, estados
y señoríos...”
[3]
La reina sería asistida por una
Junta de Regencia
formada
por seis miembros: el Presidente del
Consejo de Castilla
(
García Haro Sotomayor y Guzmán, conde de Castrillo
)
, el Vicecanciller del
Consejo de Aragón
(
Cristóbal Cres-
pí de Valldaura
), un representante del Consejo de Estado
(
Gaspar de Bracamonte y Guzmán, conde de Peñaranda
),
un Grande de España (
Guillén Ramón de Moncada, mar-
qués de Aytona
), el Inquisidor General (cardenal
Pascual
de Aragón
) y el Arzobispo de Toledo (cardenal
Baltasar
Moscoso y Sandoval
) como máxima autoridad religiosa
en la Monarquía.
1
2
1 REGENCIA DE MARIANA DE AUSTRIA (1665-1675)
Cuando se abrió el testamento de Felipe IV, uno de los
miembros de la Junta ya había fallecido: quedaba así va-
cante el puesto del Arzobispado de Toledo. Su titular, el
cardenal
Baltasar Moscoso y Sandoval
, había muerto sólo
unas horas antes que
Felipe IV
. La reina hubo de buscar
soluciones y con la intención de dejar vacante el puesto
de Inquisidor General, obligó a don Pascual de Aragón a
ocupar el
arzobispado de Toledo
. De este modo el puesto
de inquisidor quedó libre para ser copado poco después
por el máximo confidente de la reina: su confesor el padre
Juan Everardo Nithard
.
1.1 El valimiento de Juan Everardo Nit-
hard
Retrato del cardenal
Juan Everardo Nithard
, por
Alonso del Arco
(c. 1674).
La muerte de
Felipe IV
y la asunción de la regencia por
parte de
Mariana de Austria
hicieron que ésta se sintiese
de repente sola en medio de la vorágine de acontecimien-
tos que se sucedieron tras el fallecimiento de su marido.
Centro de las miradas, blanco de las exaltaciones y de las
críticas, la reina viuda requirió el apoyo de su fiel confe-
sor, el padre
jesuita
Juan Everardo Nithard
, que la había
acompañado en 1649 a Madrid desde la corte de
Viena
, y
no sólo en su vertiente espiritual, sino en la controvertida
vertiente política.
Así, el padre Nithard llegó a copar puestos de gran re-
levancia en la monarquía, actuando como un verdadero
"
valido
" al ser casi la única persona en la que la reina
regente depositó su plena confianza. Nithard logró reca-
bar con su ascenso un gran número de odios tanto en los
círculos políticos como en los religiosos; y es que el padre
jesuita no sólo entró a formar parte del Consejo de Estado
en enero de 1666 sino que también alcanzó el puesto de
Inquisidor General
, la cúspide de la gran institución ecle-
siástica de la monarquía. El encumbramiento del jesuita
a tal dignidad jurídico-religiosa no fue en absoluto fácil,
pero la reina puso en juego todos los recursos que tuvo a
su alcance para conseguir tal cargo para su confesor. En
primer lugar consiguió que el Inquisidor General en fun-
ciones, el
arzobispo de Toledo
, don
Pascual de Aragón
,
renunciara a su puesto y se retirara a su arzobispado, de-
jando a la vez su puesto en la Junta de Regencia en la que,
según el testamento de Felipe IV, debía estar el Inquisidor
General.
El segundo paso era el de naturalizar a Nithard, pues un
extranjero no podía alcanzar el puesto de Inquisidor Ge-
neral, para lo cual tuvo que ganarse el apoyo de las ciu-
dades castellanas con voto en
cortes
. En tercer y último
lugar, fue necesaria una aprobación papal ya que Nithard,
como jesuita no podía aceptar cargo alguno sin el con-
sentimiento del Sumo Pontífice, debido a las reglas de su
compañía. La reina no dudó entonces en dirigirse al papa
Alejandro VII
para solicitar vehementemente su aproba-
ción del puesto inquisitorial para su confesor. El papa exi-
mió a Nithard de su voto jesuítico que le impedía ejercer
cargos políticos, en la bula promulgada el 15 de octubre
de 1666; con este último acto el padre jesuita obtuvo el
cargo de Inquisidor General que instantáneamente lo con-
virtió en miembro de la Junta de Regencia.
La nobleza rechazó desde un principio el encumbramien-
to de Nithard, al que consideraron un advenedizo carente
de los merecimientos que ostentaba; y los
dominicos
, or-
den opuesta a los jesuitas, se sintieron heridos en su orgu-
llo al observar como un jesuita les arrebataba la primacía
del confesionario real, así como el gran puesto inquisito-
rial. Por tanto, la coyuntura política de un momento en
el cual el ministro-favorito estaba en decadencia, la baja
condición del elegido, la orden a la cual pertenecía, sus
muestras de ambición poco acordes con su condición je-
suítica y su sospechosa cercanía a la reina, fueron las pre-
misas determinantes de las numerosas críticas que Nit-
hard recibió durante su valimiento.
No obstante, Nithard no tuvo tanta influencia política co-
mo se ha pensado,
[4]
y de hecho despertaron más oposi-
ción las circunstancias de su encumbramiento o su condi-
ción de jesuita extranjero de baja estirpe y el favoritismo
que la reina mostró hacia su persona, que su verdadera
gestión al frente de la Monarquía. Nithard se hizo odio-
so porque taponó las vías de acceso a la reina, hecho del
que tampoco fue totalmente responsable, pues Mariana
de Austria mostraba suma desconfianza hacia la gran no-
bleza española y hacia don
Juan José de Austria
, el má-
ximo enemigo del confesor. El papel de Nithard como
político y aun como la más alta autoridad religiosa de la
Monarquía fue más bien mediocre, siendo su verdadera
influencia difícil de calibrar. Parece que favoreció la in-
3
serción de determinados personajes en la Junta de minis-
tros, fue el ideador de la
Guardia Chamberga
, etc., pero
sus votos en el Consejo de Estado, de carácter más teoló-
gico que político, no siempre fueron atendidos. Por otra
parte, Nithard tampoco supo procurarse una red de poder
que lo mantuviera en su valimiento; muy al contrario, en
los tres años en los que disfrutó de la cercanía de la reina,
fue ganando enemigos hasta que fue expulsado con la es-
peranza de que su lejanía calmara la tormentosa situación
política.
1.2 El conflicto entre don Juan José de
Austria y Nithard: La caída del valido
Retrato de Juan José de Austria, anónimo madrileño del
siglo
XVII
.
Entre 1665 y 1668,
Juan José de Austria
, hijo bastardo
de
Felipe IV
y, por tanto, medio hermano de Carlos II,
luchó denodadamente por conseguir un puesto de rele-
vancia en la Corte, visiblemente desgastado por sus con-
tinuadas campañas militares en
Italia
,
Cataluña
,
Flandes
y
Portugal
.
Cuando murió Felipe IV, en septiembre de 1665, don
Juan tenía 36 años, mientras que su medio hermano, Car-
los II, tan solo 4. En su testamento el Rey dejó dispuesto
lo siguiente (cláusula 37):
Por cuanto tengo declarado por mi hijo a
don Juan José de Austria, que le hube siendo
casado, y le reconozco por tal, ruego y encargo
a mi sucesor y a la Reina, mi muy cara y amada
mujer, le amparen y favorezcan y se sirvan de él
como de cosa mía, procurando acomodarle de
hacienda, de manera que pueda vivir conforme
a su calidad, si no se la hubiero dado yo antes
de mi muerte
.
“Testamento de Felipe IV
(1982), in-
troducción de Domínguez Ortiz, Antonio.
Colección Documenta
No obstante, don Juan quedó excluido de todo puesto po-
lítico de relevancia, sea en la Junta de Regencia que en el
Consejo de Estado, lo que provocó en él un gran estado
de postración, como así indicaba por escrito a la Reina:
[...] que no se dirá contra lo más sagrado
de mi intención si viesen que Su Majestad me ce-
rraba la puerta que Su Majestad que Dios haya
[Felipe IV]
me abrió para concurrir en los ban-
cos de un Consejo, que es la puerta del toque de
la confianza, y el aprecio de los más relevantes
vasallos, ¿acaso lo he desmerecido después acá
con mi proceder, o se ha visto sombra o asomo
que pueda oscurecerlo? No señora, ni esto ha si-
do, ni puede Vuestra Majestad permitir que me
haga un disfavor de este tamaño.
A.H.N., Estado, Libro 873.
A todo esto se unió su malestar, como el de otros mu-
chos grandes y nobles, por el fulgurante ascenso del je-
suita Nithard.
En el terreno político Nithard había cosechado continuos
fracasos, tanto en el interior como en el exterior (valga re-
cordar el malestar por la firma del
Tratado de Lisboa
que
reconocía oficialmente la independencia de
Portugal
). Se
ganó también muchas antipatías por haber aconsejado la
prohibición de las representaciones teatrales. Por último,
las exigencias de dinero para hacer frente a los múltiples
problemas planteados, ponían de relieve la incapacidad
del confesor de poner en marcha una política económica
eficiente. Además, sus proyectos conducentes al estable-
cimiento de una contribución única y a rebajar los im-
puestos del consumo, no fueron aceptados.
2 ReinadodeCarlosII(1665-1700)
Carlos II fue proclamado rey en 1665, a los cuatro años.
Era una persona educada por teólogos, pero su mala salud
hacía sospechar que moriría joven, por lo que se descui-
dó su educación en las tareas de gobierno.
[2]
En esas fe-
chas la lucha contra
Valenzuela
aumentó hasta que doce
años después, 1677,
Juan José de Austria
marchó sobre
Madrid y tomó el poder apoyándose en la nobleza. Valen-
zuela fue desterrado y la
Reina madre
abandonó la Corte
4
2 REINADO DE CARLOS II (1665-1700)
Retrato de
María Luisa de Orleans
, reina de España, por
José
García Hidalgo
(c. 1679).
Retrato de
Mariana de Neoburgo
, reina de España, por W. Hu-
mer.
fijando su residencia en el
Alcázar de Toledo
. Juan José
de Austria, con el apoyo popular, se convirtió en el nue-
vo valido. Su gobierno quedó ensombrecido por la lucha
política contra sus adversarios y la dramática situación de
la monarquía hispánica, obligada a ceder el
Franco Con-
dado
a Francia mediante la
Paz de Nimega
en 1679. En
ese mismo año, el Rey, de 18 años de edad, se casa en
primeras nupcias con
María Luisa de Orleans
, sobrina de
Luis XIV de Francia
. Aunque nunca llegó a estar verda-
deramente enamorada de su marido, con el paso de los
años María Luisa llegó a sentir un genuino afecto hacia
él. Carlos, por su parte, amaba tiernamente a su esposa.
Ante la falta de sucesor la reina llegó a realizar peregrina-
ciones y a venerar reliquias sagradas. Finalmente murió
en 1689, dejando al rey en un estado depresivo.
2.1 Los hombres de Carlos II reflotan la
economía
El Rey, plenamente consciente de su incapacidad para
asumir las funciones de gobierno, autores como
Ribot
(2006)
opinan que quizá subestimaba su propia capaci-
dad, pero tuvo el buen criterio de poner al frente de los
cargos más importantes a personas bien preparadas. Las
primeras medidas para reducir la galopante
inflación
, evi-
tar el
déficit
permanente y llenar las arcas reales las pu-
so en práctica
Fernando de Valenzuela
, pero estuvo poco
tiempo al frente de las finanzas y sus medidas no tuvieron
tiempo de fructificar.
[5]
La medidas emprendidas por de Valenzuela las retomó
el siguiente valido
Juan Francisco de la Cerda
,
conde de
Medinaceli
(1680-1685). Pese a que sus disputas con la
Reina y otras personas influyente fueron numerosas, de la
Cerda ostenta el mérito de conseguir una de las mayores
deflaciones de la Historia antes de dimitir de su cargo,
[5]
lo cual fue perjudicial para las arcas públicas, pero muy
beneficioso para los súbditos del Rey, primer paso para
una recuperación económica.
Tras el abandono del de Medinaceli ocupa su lugar
Manuel Joaquín Álvarez de Toledo-Portugal y Pimentel
,
conde de Oropesa
(1685-1691), quien continua con la po-
lítica de colocar en los puestos claves a personas cono-
cedoras de la materia y no a nobles por el mero hecho
de serlo. Bajo sus directrices se creó la Superintendencia
General de la Real Hacienda, presidida por el marqués de
Vélez. Sus objetivos fueron conocer el techo de gasto ela-
borando un presupuesto desde cero, condonar las deudas
a los municipios para permitirlos recuperarse, reducir los
impuestos y terminar con los gastos suntuosos, entre los
más importantes.
[5]
Con todas estas medidas el reinado de Carlos II en lo eco-
nómico ha sido calificado por autores como
Ribot (2006)
como “una remanso de paz”, aliviando la presión sobre
sus súbditos, permitiendo el
superavit
y acabando con las
sucesivas
bancarrotas
en las que incurrieron su
padre
, su
abuelo
y hasta su
bisabuelo
. Además de posibilitar la lle-
gada de fondos que sorprendieron gratamente a su sucesor
años después.
5
2.2 “Todosmireinosydominiossinexcep-
ción de ninguna parte de ellos”
Al enfrentamiento con la tradicional aristocracia y la Igle-
sia, y su falta de sintonía con la nueva reina,
Mariana
de Neoburgo
, segunda esposa del Rey, se unieron los
desastres de la guerra contra Francia —pérdida de
Luxemburgo
por la
Tregua de Ratisbona
en 1684, inva-
sión francesa de
Cataluña
en 1691— que precipitaron su
caída de Álvarez de Toledo-Portugal y Pimentel en junio
de 1691.
Uno de los hechos más importantes que cambiaría más
tarde la monarquía hispánica fue la
Paz de Ryswick
, fir-
mada con Francia en 1697 después de la ocupación fran-
cesa en el
Palatinado
. La consecuencia más importante de
esta paz fue la posibilidad de Francia de acceder al trono
de la Corona española.
3 El problema sucesorio
Retrato rey Carlos II, por W. Humer.
Aunque en los últimos años de su reinado el Rey decidió
gobernar personalmente, su manifiesta incapacidad puso
el ejercicio del poder en manos de su segunda esposa, la
reina
Mariana de Neoburgo
, aconsejada por el arzobispo
de
Toledo
, el cardenal
Luis Fernández de Portocarrero
.
Según un embajador francés, durante los últimos años el
rey se encontraba en estado muy precario: «Su mal, más
que una enfermedad concreta, es un agotamiento gene-
ral».
Dada la falta de posteridad directa del Rey, comenzó una
compleja red de intrigas palaciegas en torno de la suce-
Moneda española de oro acuñada en 1700, el año de la muerte
de Carlos II.
sión. Este asunto, convertido en cuestión de Estado, con-
sumió los esfuerzos de la diplomacia europea. Tras la
muerte del heredero pactado,
José Fernando de Baviera
,
en 1699, el rey Carlos II hizo testamento el 3 de octubre
de 1700 en favor de
Felipe de Anjou
, nieto de
Luis XIV
de Francia
y de su hermana, la infanta
María Teresa de
Austria
(1638–1683), la mayor de las hijas de
Felipe IV
.
Esta candidatura era apoyada por el cardenal Portocarre-
ro. La cláusula 13 del susodicho testamento rezaba:
Reconociendo, conforme a diversas con-
sultas de ministro de Estado y Justicia, que la
razón en que se funda la renuncia de las señoras
doña Ana y doña María Teresa, reinas de Fran-
cia, mi tía y mi hermana, a la sucesión de estos
reinos, fue evitar el perjuicio de unirse a la Co-
rona de Francia; y reconociendo que, viniendo
a cesar este motivo fundamental, subsiste el de-
recho de la sucesión en el pariente más inme-
diato, conforme a las leyes de estos Reinos, y
que hoy se verifica este caso en el hijo segundo
del Delfín de Francia: por tanto, arreglándome
a dichas leyes, declaro ser mi sucesor, en caso
de que Dios me lleve sin dejar hijos, al Duque
de Anjou, hijo segundo del Delfín, y como tal
le llamo a la sucesión de todos mis Reinos y
dominios, sin excepción de ninguna parte de
ellos. Y mando y ordeno a todos mis súbditos
y vasallos de todos mis Reinos y señoríos que
en el caso referido de que Dios me lleve sin su-
cesión legítima le tengan y reconozcan por su
rey y señor natural, y se le dé luego, y sin la me-
nor dilación, la posesión actual, precediendo el
juramento que debe hacer de observar las le-
yes, fueros y costumbres de dichos mis Reinos
y señoríos.
[6]
Mariana de Neoburgo, en cambio, apoyaba las pretensio-
nes de su sobrino, el
archiduque Carlos de Austria
, hijo
del emperador Leopoldo I. Las pretensiones del archidu-
que austríaco fueron respaldadas por Inglaterra y Holan-
da, las tradicionales enemigas de España durante el siglo
XVII, que además rivalizaban con la Francia hegemónica
de Luis XIV.
Aunque el
hechizado
Carlos fuera manipulado por su en-
6
7 REFERENCIAS
torno para apuntalar la candidatura del
Borbón
, éste ya se
anteponía a su rival por derecho dinástico.
Carlos II, último de los
Habsburgo
españoles, falleció el 1
de noviembre de 1700, a los 38 años, aunque aparentaba
una mayor edad. Según el médico forense, el cadáver de
Carlos «no tenía ni una sola gota de sangre, el corazón
apareció del tamaño de un grano de pimienta, los pulmo-
nes corroídos, los intestinos putrefactos y gangrenados,
tenía un solo testículo negro como el carbón y la cabeza
llena de agua».
[7]
Se dice que en el momento de expirar se vio en Madrid
brillar al
planeta Venus
junto al Sol, lo cual se consideró
un milagro. Al mismo tiempo, en la lejana
Bruselas
, don-
de evidentemente no habían llegado aún las noticias de la
muerte del rey, se cantó un
Tedeum
en la
iglesia de Santa
Gúdula
por su recuperación. Al enterarse de esto, el as-
trólogo Van Velen exclamó que rezaban por la mejoría
del monarca cuando en realidad acababa de fallecer.
El 6 de noviembre la noticia del fallecimiento del rey Car-
los II llegó a
Versalles
. El 16 del mismo mes Luis XIV
anunció que aceptaba lo estipulado en el testamento del
rey español. El ya
Felipe V de España
partió hacia Ma-
drid, a donde llegó el 22 de enero de 1701. La tensión
entre Francia y España y el resto de potencias europeas,
que ya desde un principio desconfiaban del poder que iban
a acumular los Borbones, aumentó debido a una serie de
errores políticos cometidos en las cortes de Versalles y
Madrid. Austria, que no reconocía a Felipe V como rey
envió un ejército hacia los territorios españoles en Italia,
sin previa declaración de guerra. El primer encuentro en-
tre este ejército y el francés se produciría en
Carpi
el 9 de
julio. El 7 de septiembre Inglaterra, las Provincias Uni-
das y Austria firmaron el
Tratado de La Haya
y en mayo
de 1702 todos declaraban la guerra a Francia y España.
4 Semblanza del Rey
Cuando el joven rey tenía veinte años, su figura y deplo-
rable estado llegarían a impresionar al
nuncio papal
:
El rey es más bien bajo que alto, no mal
formado, feo de rostro; tiene el cuello largo, la
cara larga y como encorvada hacia arriba; el la-
bio inferior típico de los Austria; ojos no muy
grandes, de color azul turquesa y cutis fino y
delicado. El cabello es rubio y largo, y lo lle-
va peinado para atrás, de modo que las orejas
quedan al descubierto. No puede enderezar su
cuerpo sino cuando camina, a menos de arri-
marse a una pared, una mesa u otra cosa. Su
cuerpo es tan débil como su mente. De vez en
cuando da señales de inteligencia, de memoria
y de cierta vivacidad, pero no ahora; por lo co-
mún tiene un aspecto lento e indiferente, torpe
e indolente, pareciendo estupefacto. Se puede
hacer con él lo que se desee, pues carece de
voluntad propia.
Pfandl (1947, p. 386)
5 Ancestros
Ancestros de Carlos II de España
6 Notas
[1]
El título de duque de Borgoña comprendía al conglome-
rado de territorios heredados del
Estado borgoñón
. En la
Pragmática Sanción de 1549
los territorios de las 17 pro-
vincias de los Países Bajos constituyeron una unión polí-
tica indivisible bajo el mismo soberano (
Thomas y Ver-
donk, 200
, p. 21) . En el
tratado de Nimega
(1678), se ce-
dió definitivamente el territorio del Condado de Borgoña
a Francia, con lo que una vez adquiridos todos los terri-
torios
propiamente borgoñones
(
condado
y
ducado
),
Luis
XIV de Francia
invistió a su nieto
Luis
como duque de
Borgoña, mientras que Carlos II de España y sus suceso-
res mantuvieron los títulos borgoñones de forma nominal
en su intitulación.
[2]
La titulación variaba de unos territorios a otros, desde el
Tratado de Lisboa (1668)
comprendía en su totalidad: rey
de
Castilla
y de
León
, de
Aragón
(como
Carlos II
), de
las dos Sicilias (
Nápoles
, como
Carlos V
, y
Sicilia
, como
Carlos III
), de
Navarra
(como
Carlos V
), de
Jerusalén
,
de
Hungría
, de
Dalmacia
, de
Croacia
, de
Granada
, de
Valencia
, de
Toledo
, de
Galicia
, de
Mallorca
, de
Sevilla
,
de
Cerdeña
, de
Córdoba
, de
Córcega
, de
Murcia
, de
Jaén
,
de los
Algarves
, de
Algeciras
, de
Gibraltar
, de las
islas
Canarias
, de las
Indias
orientales y occidentales, de las
Islas y Tierra Firme del Mar Océano
,
Archiduque de Aus-
tria
,
duque de Borgoña
(como
Carlos III
),
de Brabante
y
Lotaringia
,
Limburgo
,
Luxemburgo
,
Güeldres
,
Milán
,
Atenas
y
Neopatria
, conde de
Habsburgo
, de
Flandes
,
de
Artois
,
Palatino de Borgoña
, de
Tirol
, de
Henao
, de
Namur
, de
Barcelona
, de
Rosellón
y de
Cerdaña
,
príncipe
de Suabia
,
margrave del Sacro Imperio Romano
, marqués
de
Oristán
y conde de
Gociano
,
señor de Vizcaya
y de
Molina
, de
Frisia
,
Salins
y
Malinas
, dominador en Asia y
África.
[
cita requerida
]
[3]
Sobre la estrecha consanguinidad de los Austrias como
explicación de buena parte de las enfermedades del Rey,
véase Gonzalo Álvarez
et alii
(abril de 2010). «El “hechi-
zo” genético de Carlos II».
Investigación y Ciencia
(403):
10-11.
7 Referencias
[1]
«Carlos II de España»
. Biografías y Vidas. Consultado el
4 de julio de 2004.
[2]
Ribot, 2006
.

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