miércoles, 10 de febrero de 2016

Arqueología de la Guerra Civil Española

Arqueología de la Guerra Civil Española





































martes, 29 de diciembre de 2015






Mantenimiento de trinchera



Así NO era la vida cotidiana en las trincheras de la Guerra Civil.
Las trincheras son para
pegar tiros y defenderse. Sin embargo, esto no es lo que los soldados
hacían la mayor parte del tiempo. En realidad, en lo que los
combatientes de ambos bandos invertían más esfuerzos era en tareas de
mantenimiento.



Este no es un asunto menor. Un grupo de arqueólogas feministas
viene llamando la atención desde hace años sobre la importancia de las
tareas de mantenimiento: desde limpiar una casa a cocinar. Estas
actividades han sido muy descuidadas tradicionalmente por parte de los
arqueólogos, que estaban más preocupados en asuntos como la organización
social, la guerra o las costumbres funerarias que en aspectos
cotidianos que parecen a primera vista irrelevantes. En realidad, como
demuestran estas arqueólogas, no lo son en absoluto. Sin actividades de
mantenimiento no hay posibilidad de reproducción social.

Las arqueólogas
feministas han señalado que el desinterés por estas labores cotidianas
se debe a que, al contrario que otras actividades de tipo político o
religioso más llamativas, se encuentran en manos de las mujeres y de
grupos subalternos (como los esclavos o siervos en sociedades
estatales). El caso de los contextos que nosotros excavamos es bastante
peculiar, porque tareas habitualmente femeninas como la limpieza o la
cocina corrían generalmente a cargo de hombres -especialmente en primera
línea del frente. 





Herramientas de la posición franquista de El Castillo (Abánades, Guadalajara): sierra improvisada, alicates, lezna y cincel.



Pese a ello, también han
quedado olvidadas por la historiografía. El énfasis se ha puesto en
aspectos políticos y económicos de la guerra, el desarrollo de grandes
operaciones militares y en los episodios de combate. Pero sobre el
tiempo que los soldados no estaban pegando tiros y los políticos
discutiendo se ha escrito bastante menos. De hecho, esta es una de las
razones de que estudiar arqueológicamente la Guerra Civil sea
pertinente.


Mazo para construir trincheras. Posición franquista de El Castillo (Abánades, Guadalajara.
Porque lo que nosotros
detectamos en el registro arqueológico es, en buena medida, tareas de
mantenimiento: desde el campo de batalla a los cuerpos de los
combatientes.


Restos de una pala utilizada para construir y arreglar las trincheras republicanas de la Ciudad Universitaria (Madrid).

Algunas de las tareas si
han pasado a la mitología de la guerra por la peligrosidad que
implicaban: es el caso de los tendidos de cable telefónico o de alambre
de espino, que podían resultar letales. La mayor parte del tiempo, sin
embargo, los soldados rehacían las trincheras de tierra que se
derrumbaban, reconstruían los parapetos de piedra que destrozaban los
morteros y limpiaban los refugios. Algunas de las tareas tenían un papel
importante no solo para el mantenimiento físico del campo de batalla,
sino también el mantenimiento psicológico de los soldados. Realizar
trabajos manuales era una forma de soportar la terrible monotonía de las
trincheras. 

Sierra encontrada en las trincheras republicanas de la Ciudad Universitaria.

Si bien el arte de
trinchera español no alcanzó las cotas del de la Primera Guerra Mundial,
tenemos algunos ejemplos muy llamativos, como por ejemplo estas piezas de ajedrez realizadas con cartuchos de 7,92 mm:

El virtuosismo artesano
no se reducía a los objetos muebles. Las tareas de mantenimiento fueron
mucho más allá de las meras necesidades funcionales en la construcción
de fortines y otros elementos defensivos en los frentes más estáticos.
Buena muestra de ello son las espectaculares defensas de Fresnedillas de
la Oliva (Madrid), donde el mantenimiento se convirtió en un arte.


viernes, 11 de diciembre de 2015






La verdad de las bombas


Inevitablemente, las bombas nos fascinan. Tanto es así que algunos las coleccionan, infringen la ley y ponen en riesgo su integridad física e incluso su vida. Cuando
damos con ellas durante nuestras investigaciones arqueológicas, son
siempre un hallazgo emocionante: todo el mundo acude a verlas con una
mezcla de atracción y miedo. Lo que nos atrae es esa capacidad de
destrucción enorme en un contenedor tan pequeño. También el hecho de que
ese artefacto del pasado (a veces ya remoto) siga activo ahora en el
presente y continúe siendo tan peligroso hoy como hace 80 años. Las
granadas de artillería, además, son una figura icónica de la guerra
contemporánea: no han cambiado mucho desde 1914. Por eso, todos sabemos
lo que significan sin necesidad de mayor explicación. Esto es lo que los
filósofos denominarían "anámnesis". Una forma inmediata de comprender
la historia, de golpe.

¿Pero comprendemos
realmente? No del todo. Existe un límite a nuestra imaginación. Nos
cuesta visualizar el daño que causan las bombas y aún si lo
visualizamos, no podemos sentir el dolor, ni oler la heridas. Por eso a
veces conviene recordar el efecto del alto explosivo. Porque si no lo
hacemos, corremos el riesgo de convertir la guerra en un juego
inofensivo. 

Bombardeo del mercado de Sarajevo, 1994.

Lo
queramos o no, la guerra la trivializan los recreadores, que
reconstruyen batallas incruentas como si fueran un juego de rol; también
los historiadores militares, al describir operaciones bélicas a modo de
partida de ajedrez, y los arqueólogos, cuando encontramos estos
artefactos con el aspecto ya de antigüedades arcaicas y los exponemos al
público como tales. 
Quiénes
han vivido bajo las bombas sí comprenden lo que significan. Se puede
argumentar que es obsceno enseñar imágenes de cuerpos rotos. Pero
personalmente considero que es más obsceno contar la guerra como si no
mutilara y deformara a la gente, como si fuera apenas una especie de
deporte de riesgo. 

Gueules cassées, caras rotas: víctimas de la artillería en la Primera Guerra Mundial.
El escritor Henri
Barbusse, que vivió bajo el fuego artillero en la Gran Guerra, nos dejó
una buena descripción de su efecto en las personas. El autor le pregunta
a un compañero, Marchal, que acaba de volver de primera línea por el
resto de los camaradas. La mayor parte han caído víctimas de las bombas:

"-Barbier ha muerto.
 -Nos lo han dicho ¡Barbier! 
 -Fue
el sábado, a las once. Tenía la parte de abajo de la espalda arrancada
por el obús, dijo Marchal, y como cortada por una cuchilla. Besse
recibió un trozo de obús que le atravesó el vientre y el estómago. A
Barthélemy y Baubez les alcanzaron en la cabeza y el cuello. Nos pasamos
toda la noche corriendo al galope por la trinchera, de un lado a otro,
para evitar las ráfagas. El pequeño Godefroy ¿lo conoces? La mitad del
cuerpo arrancado: se vació de sangre en el sitio, era extraordinario
toda la sangre que tenía; hizo un arroyo de al menos cincuenta metros en
la trinchera. Gougnard tenía las piernas como carne picada por los
fragmentos. Cuando lo recogimos no estaba muerto del todo".
(Henri Barbusse, Le Feu. Journal d'une Escouade. Paris, 1916.)
Los monumentos de la
Primera Guerra Mundial se olvidaron de lo que fue verdaderamente el
conflicto. En vez de sangre y visceras, presentaron figuras épicas y
sentimientos sublimes de heroicidad y gloria. Irónicamente, la guerra
reclamó realismo al arte al menos en un caso. En Trévières el monumento a
los caídos erigido tras la Gran Guerra mostraba una típica figura
femenina idealizada. Durante la batalla de Normandía, treinta años
después del comienzo de la Primera Guerra Mundial, un proyectil impactó
en la estatua y la convirtió en una gueule cassée. Ahora sí es un recordatorio de la violencia real de la guerra.

lunes, 7 de diciembre de 2015






La materialidad de la violencia



Dice Olivier Ranzac que
para visualizar la violencia política del siglo XX llega con un trozo
de alambre de espino. Y no le falta razón. Esta tecnología de mediados
del siglo XIX ha quedado estrechamente vinculada a la brutalidad
contemporánea: las alambradas se utilizaron primero para expropiar a los
nativos norteamericanos de sus tierras, que fueron ocupadas por
rancheros blancos; posteriormente se usaron para defender las trincheras
de la Primera Guerra Mundial y en ellas quedaron colgados los cadávares
de cientos de miles de combatientes; tras la Segundad Guerra Mundial el
alambre ha quedado fijado en nuestra imaginación como metáfora material
del Holocasuto. 




El alambre
de espino de los campos de batalla, de concentración y de exterminio
hace referencia a la violencia física moderna y en concreto a sus
efectos más evidentes: la creación de distancias, barreras y zonas de
control y exclusión. Sin embargo, la violencia moderna se caracteriza
por otros dos elementos fundamentales: la proliferación de formas de
violencia simbólica y la burocratización. 




La
burocracia, entendida como un sistema eficiente y racional, es un
elemento clave del estado moderno -como señaló en su día el sociólogo
Max Weber. El problema es cuando la eficiencia y racionalidad
burocráticas se ponen al servicio de la violencia extrema. Esto es lo
que sucedió en la Alemania nazi: en opinión de Zygmunt Bauman,
la burocracia fue un elemento clave en el éxito del genocidio
perpetrado por los nazis, más que el antisemistmo (la burocracia alemana
funcionaba perfectamente; el antisemitismo, en cambio, no: muchos
alemanes no eran antisemitas o no hasta el extremo de albergar
intenciones genocidas). A una escala diferente, la burocracia fue
fundamental en muchas otras dictaduras. 




En el caso
del franquismo, la materialidad de la violencia no la forman solo los
paredones donde se fusilaba, el alambre de los campos de concentración o
los muros de las prisiones. También son parte de la violencia los
papeles de la dictadura: los que condenaban a alguien a 30 años de
cárcel o lo dejaban en libertad vigilada. Papeles como el que ilustra
esta entrada marcaron a la gente tanto como la estrella de David a los
judíos del Reich. Los documentos de condena son metáforas de una
violencia física real: la que lleva al reo al paredón y acaba con su
vida. Los documentos de puesta en libertad son ejemplos de violencia
simbólica, porque, sin necesidad de provocar un daño físico, agreden -y
mucho, porque causan un daño moral duradero. De hecho, a través de la
estigmatización que provocan y que se prolonga en el tiempo pueden ser
más efectivos políticamente que las balas. 








En el
documento de la fotografía se observa otro efecto de la violencia
simbólica de la burocracia franquista. Se trata de lo que podríamos
denominar "violencia historiográfica". Desde los inicios de la guerra,
los sublevados se vieron en la necesidad de legitimar su postura. Para
ello nada mejor que acusar a los otros del crimen que ellos habían
perpetrado: rebelión militar. La persona a la que se refiere el
documento fue condenada a treinta años de cárcel por rebelión militar
(cumplió siete). Era un ferroviario sindicalista de UGT cuyo delito fue
su afiliación política y haber permanecido fiel a la República. La
fidelidad se convirtió en rebelión.




Es natural
que debatamos sobre las raíces de la Guerra Civil Española, que no nos
pongamos de acuerdo sobre todos los factores y actores que influyeron en
su desencadenamiento, sobre las violencias de unos y de otros. Pero
aceptar las tesis de la dictadura, de forma explícita o implícita, y
acusar a los republicanos del origen de la guerra es perpetuar la
violencia simbólica e historiográfica que iniciaron los sublevados en
julio de 1936.

viernes, 27 de noviembre de 2015






Operación Pathfinder (y III)


¿Cómo se desarrolló finalmente la operación Pathfinder Express I?
Aquello fue todo un acontecimiento para las jerarquías del Ejército
vencedor de la guerra civil española. En la tribuna de invitados los
aliados estadounidenses compartían asiento con veteranos luchadores del
ejército hitleriano como el capitán general y vicepresidente del
Gobierno, Muñoz Grandes, el afamado jefe de la División Azul que lucia
orgulloso su Cruz de Hierro, con dos cojones. Tampoco faltaron fieles
lacayos de Franco, con experiencia en Marruecos y en la guerrra civil
como Camilo Menéndez Tolosa (ministro de Defensa en aquel entonces),
Maroto González o el aviador-historiador Salas Larrazabal, también
curtido sobre los cielos de Moscú.
El Ejército de Franco lo flipaba en 1967. Por fin se arrimaba a la
Premier Class de la milicia mundial. Para hacer un balance de las 
maniobras vamos a tomar como guía una delirante carta firmada por los
oficiales españoles  del Estado Mayor de Cassidy en la operación Pathfinder y que se publicó en la revista ilustrada de las Armas y Servicios del Ministerio del Ejército (Ejército, junio 1967, nº 329: 3-6). La misiva se contagia de los aparentes aires modernizadores que pululaban por la España different de
las suecas y de Manuel Fraga, incluso rezuma un buenrollismo que rompe
de lleno con el deje solemne, retórico e imperial tan característico del
Ejército de la Victoria:
Mi General, en nuestra opinión, el Ejercicio Pathfinder ha
sido un éxito que será muy difícil superar en el futuro. Y tenía que ser
así, entre otras cosas por el alto valor militar y humano que poseen
todas las fuerzas americanas que formaron parte de la J
oint Task, que obligaron a las fuerzas españolas a 'echar el resto', como aquí se dice, para no quedar mal. [...] La llegada exacta cada veinte minutos de los C-130 del General McLaughin a la base de Morón fue verdaderamente impresionante. [...]
La fase de espera preparando la ejecución queda definida por la frase
sacramental repetida en todos los 'briefings' por su J-4 que tan bien
suena al Mando: En el aspecto logístico: 'no problems'.
Ya sabíamos que Franco no había estudiado en West Point. Aún así vemos
como se echa por la borda el lastre nazifascista y se abraza la causa
estadounidense, dando cera y asimilando inluso terminología del inglispitinglis.
A pesar de estos esfuerzos casposos, la verdadera naturaleza del
régimen asoma la cabeza a la mínima, como lo demuestra este arranque
nacionalcatólico con una velada referencia a la Virgen del Pilar,
símbolo de la verdadera España:
[...] Se pudo hacer el lanzamiento, en uno de los días más favorables
que han existido en el extremado clima zaragozano. Bueno, en este punto
dos sabemos que jugó usted con ventaja, pues hubo ciertas visitas por
su parte a una Excelsa Abogada que no le podía abandonar. El espéctáculo
en el aire de la totalidad de las fuerzas ya lanzadas, con dos
Generales saltando en cabeza, no se olvidará nunca por parte de todos
los que lo vieron en aquella maravillosa madrugada del 22. 
Pathfinder generó su propia cultura material: 
zippo sellando la amistad hispano-estadounidense.
El espectáculo hubiera sido ver al General Franco saltando en
paracaídas... pero no. El dictador dejó a sus subalternos que se
divirtiesen con los soldaditos de plomo y los aparatos de la
superpotencia amiga. En la última parte de la carta, el tono de la
misiva se acerca muy mucho al guión de La Vaquilla, con arranques carpetovetónicos y etnofolklóricos propios de Ocho apellidos vascos. Aquí van dos joyas castizas:
Los rostros de todos, un poco cansados pero alegres, hablaban bien
claramente del éxito de la operación, en la que no hubo el menor
incidente, antes bien, parece que el concepto de la paella  y de las
judías con chorizo deben ser tenidos en cuenta por el Mando americano
para la confección de las raciones C
[...] La Prensa creemos que
lo vio todo bien, y ya conoce usted la impotancia que han dado al
asunto, usted sabe lo listos que son, y desde el primer momento captaron
que el Ejercicio iba a ser muy interesante. Ya vió como preguntaban por
todo y en cambio nosotros vimos cómo usted respondía; hemos pensado que
si tendrá usted algún antepasado gallego.
Olé que olé. Lo que llamaban Prensa eran artículos que no desdecían una coma las recomendaciones
enviadas desde arriba. El éxito del ejercicio fue total a pesar de
pequeños contratiempos, daños colaterales, que se mencionaban de la
siguiente manera: 
El 'más difícil todavía',  a cargo de los heroicos artistas, aunque
también soldados, de la caída libre con el cruce de bastones, hombres
americanos y españoles, empañó nuestra alegría y en aquellos segundos la
oración de todos los que allí estábamos salió de nuestros corazones,
preparando la llegada ante el Señor del único caído de la operación
Pathfinder,
tributo doloroso pero corriente en nuestro quehacer guerrero, pero que
sirvió para explicar al mundo la categoría y el riesgo de estas
operaciones.
Un paracaidista estadounidense se mató y otro quedó gravemente herido,
con fracturas que ni se sabe. La baja española fue un cura que,
procedente del reino de  los cielos, se estampó contra una escombrera.
El capitán capellán de la Roger de Flor se partió las piernas. Es lo que
se llama tributo doloroso.
A esta operación Pathfinder (los ejercicios de aerotransportes más importantes de Europa desde que terminó la segunda guerra mundial)
le siguió en septiembre otra en los Pirineos, con el citado simulacro
de guerra de guerrillas. El periódico ABC (23 de mayo de 1967, p. 71)
mostró claramente las esperanzas franquistas: Se concede gran importancia a las maniobras porque aunque España no es miembro del [sic] O.T.A.N. -se dice-, las mismas acercan a España al sistema de defensa occidental.
La geopolítica define también los paisajes. Aunque España tardaría en
entrar en la OTAN diecinueve años, estas tierras de Zaragoza, el frente
de Aragón, se convirtieron verdaderamente en campo de maniobras del
sistema de defensa occidental. Los tiempos cambian, pero la idea
permanece.



En octubre de 2015 tropas de treinta países escenificaron aqui el mayor ejercicio de la OTAN desde la Guerra Fría (El Heraldo de Aragón). Unos 30.000 militares protagonizaron la operación Trident Juncture 2015.
En los supuestos tácticos ya no había rojos ni azules, pero sí
guerrillas y terroristas malencarados y globales. En la presentación del
ejercicio en julio de 2015 el ministro de Defensa, Morenés, dijo lo
siguiente: El terrorismo no funciona igual en cada zona, pero sí es
importante mostrar al mundo y los que quieren atentar contra nuestro
modo de vida que estamos dispuestos a defender nuestras sociedades y
valores
... le faltó añadir defender sus intereses como comerciante de armas (bombas de racimo y esas cosas).
El presidente del Reino de España, Mariano Rajoy (éste sí que tiene
antecedentes gallegos) está encantado de verse de nuevo como el
centinela de Occidente, garante de la cristiandad occidental, eso sí,
mientras estas maniobras sigan siendo ficticias y no le supongan tener
que ir a guerras con castigos electorales. Debajo de su losa en el Valle
de los Caídos, Franco (otro con antecedentes gallegos) se debe estar
descojonando, satisfecho con su obra. Los aeródromos aragoneses que
albergaron a la Legión Cóndor en la Cruzada o guerra justa siguen cumpliendo su cometido. Ya lo advertían los autores de la misiva a Cassidy al final de la carta:
Sólo le pedimos una cosa: Que cuente lo que ha visto y oído en este
viejo país que tiene muchos defectos, pero también algunas cualidades, y
entre ellas la lealtad y el agradecimiento, y que cuando la causa es
justa sabe responder a la voz de 'GO'.
Esto lo podría firmar en 2015 Fernández Díaz, Margallo o el presidente
del Reino de España, herederos políticos de aquellos que defendieron una guerra justa.
Let's Go Mariano.
Ready Steady Go.




miércoles, 25 de noviembre de 2015






Operación Pathfinder (II)


 Cena de altos mandos de la VIII División de Infantería 
del Ejército de EEUU en Europa (junio de 1964). Cassidy es el segundo por la izqda.
En un post precedente os presentamos al general Patrick F. Cassidy,
dispuesto a viajar desde la RFA para dirigir unas maniobras militares
conjuntas con el Ejército de Franco en tierras aragonesas en mayo de
1967. Recordemos al personaje. Cassidy era un veterano de las fuerzas
aerotransportadas. Tomó parte en la IIª Guerra Mundial al mando de un
batallón de la mítica 101 División Aerotransportada que tanto hizo en la
lucha antifascista en Europa. Este hombre se distinguió en las 
operaciones de Normandía y Holanda, ganando la Cruz de Servicios
Distinguidos, la segunda condecoración que por servicios de guerra se
concede en los USA. Pero desde entonces, pasaron muchas cosas. La Guerra
de Corea y la Guerra Fría convirtieron al amigo español de Hitler y
Mussolini en un aliado silencioso, en baluarte anticomunista del Mundo
Libre (sic). El establecimiento de las bases norteamericanas en
España fue la moneda de cambio para el reconocimiento internacional del
régimen y para olvidar el pasado (condena en la ONU, marginación con
respecto al Plan Marshall, etc...). El abrazo con Eisenhower en 1959
aseguraba que Franco moriría en la cama, apoyado por un Ejército fiel
que recibía ahora ayuda bélica estadounidense. Así pues, en el Desfile
de la Victoria la protagonista indiscutible no fue la hija de Franco
sino la batería del Grupo de Lanzacohetes Hawk. Sí amigos, se trataba
del mismo ejército nacional que  treinta años antes ganaba la
guerra gracias a la ayuda fascista italiana y nazi. El mismo Ejército
que se enfrentó a los norteamericanos de la Brigada Lincoln en el frente
de Aragón.





Por eso la España tardofranquista era different. Como señala Ángel Viñas, algunas cosas cambiaron en la milicia española, si bien otras permanecieron, como la obsesión por el enemigo interno. Así pues, la operación Pathfinder Express I
tenía como objetivo real valorar las posibilidades de acciones de
contrainsurgencia en España. El tema fue escandoloso y para maquillarlo
ahí estuvo el mago Manuel Fraga Iribarne, el mismo que aportaba una
imagen de pseudomodernidad con la promoción turística y una Ley de
Prensa que intentaba acercar al régimen a los países occidentales. El
mismo que mentía como un bellaco. Gracias a la prensa libre alemana (Frankfurter Allgemeine Zeitung)  y estadounidense (Washington Post)
se supo cuál era el supuesto táctico que guiaba esas maniobras: la
simulación del aplastamiento de una revolución contra el régimen de
Franco, ni más ni menos. Un país aliado con el nombre de Samland (hábil e
ingenioso trasunto de EE.UU.) acudía en ayuda de España a fin de
deshacer una revuelta interna. Don Manuel Fraga Iribarne calificó de falsos y maliciosos
esos informes periodísticos, a pesar de basarse en documentos firmados
por los investigadores del Subcomité de Relaciones Exteriores del propio
Senado estadoounidense. Claro, la democracia y sus comisiones de
investigación despistaban un poco a los jerifaltes franquistas. Y ahí
salió Fraga, a lo campeón, dándole la vuelta a la tortilla: Para
planear y llevar a cabo el ejercicio «Pathfinder Express» se creó una situación
táctica y estratégica en la cual la nación imaginaria de Iberia es invadida por
la República Agresora (RA); el Gobierno de Iberia pidió apoyo militar de Iberia
occidental, en caso de ataque. Iberia occidental acordó disponer de una limitada
fuerza militar para la defensa de Iberia en caso de agresión; a pesar de estas
consideraciones la República Agresora invadió Iberia el 31 de marzo de 1967. Como
se puede ver fácilmente todo el supuesto táctico estaba montado sobre la base
de una invasión exterior y no de una insurrección interna. El Gobierno y el
pueblo de España no consentirían nunca la utilización de una fuerza foránea en
un asunto interno de nuestro país.







Lo de República agresora se queda pequeño si atendemos al supuesto táctico del ejercicio combinado El Sarrio
(realizado con posterioridad a Pathfinder Express I y II), en el que se
hablaba de rojos y azules, y a diferencia de la canción de Torrebruno,
no todos podían ser los campeones: tras
una prolongada situación de tensión entre los países azul y rojo, este último
había lanzado un ataque por sorpresa, como consecuencia del cual ha conseguido
avanzar hasta el sistema central de la Península, donde ha sido momentáneamente
detenido. Las medidas represivas impuestas por el país rojo sobre el territorio
ocupado y la hostilidad de los habitantes hacia las fuerzas, rojas han dado
lugar a movimientos de resistencia dispersos y no combinados, efectuando
acciones de sabotaje, dificultados por la falta de equipo y la ausencia de
coordinación.
Al
margen de estas polémicas, los USA querían por aquel entonces que
España fuese aceptada en la OTAN, ya que consideraban a Franco un fiel
aliado. En este proceso, la operación Pathfinder fue un hito en
las relaciones hispano-estadounidenses. Un puente aéreo ente Alemania y
España permitió traer a la base de Morón de la Frontera las fuerzas
aerotransportadas dirigidas por Cassidy. Dos campamentos se
establecieron en la base. En el campamento español entrenaban los paracas de
la I Bandera Roger de Flor. Algo debían de tener los almogávares para
que el Ejército franquista los tuviese tan en cuenta. Treinta años antes
el Tercio de Almogávares era exterminado en Belchite, en donde combatió
la Brigada Licoln. Ahora, en 1967, paracas españoles serían lanzados al cielo de Zaragoza, honrando al líder almogáver Roger de Flor. 
Continuará...




martes, 24 de noviembre de 2015






Colonias para hombres: la película


Gracias a los servicios multimedia de la Universidad del País
Vasco/Euskal Herriko Unibertsitatea, siempre tan profesionales, ya podés
visionar los vídeos de las conferencias y debates que tuvieron lugar en el marco del Seminario Colonias para hombres: Arqueología de la colonización agraria e industrial el franquismo
(Vitoria-Gasteiz, 21-28 de octubre de 2016). Un buen elenco de
ponencias que nos ofrece una visión panorámica del tema con estudios de
caso de Euskadi, el Bierzo, Galicia, Extremadura, Aragón y Catalunya. 
El seminario contó con un ayuda de la Facultad de Letras y otra subvención del Vicerrectorado del Campus de Araba.
http://ehutb.ehu.eus/es/serial/2070.html
Comité organizador: Sonia García, José Mª. Señorán, Xurxo Ayán, Sergio Escribano y Josu Santamarina.

miércoles, 18 de noviembre de 2015






Espacios pequeños, grandes ideas


Refugios unipersonales de las posiciones republicanas de Mediana, fines de 1937.


A lo largo de nuestros
proyectos hemos excavado docenas de abrigos de tropa en primera y
segunda línea de frente, tanto republicanos como franquistas. En todos
los casos, se trata de pequeños refugios excavados o semiexcavados en la
tierra o en la roca. En los de dimensiones más reducidas apenas si
cabría un soldado. Este es el caso del sitio que denominamos "Little
Gallipoli" en Mediana de Aragón: una ladera perforada por casi un
centenar de abrigos, la mayor parte de los cuales alojarían a uno o dos
combatientes. 




En general, todas las
estructuras que hemos documentado tienen menos de 20 m2. En ese espacio
máximo se podría refugiar un pelotón (15-25 soldados) en caso de ataque.
Lo más habitual, sin embargo, son los abrigos para cuatro o cinco
hombres. Pese al pequeño tamaño, a veces están muy arreglados, como este
de Abánades, que tenía un hogar de ladrillos macizos y cemento:




Abrigo de la posición franquista de El Castillo, Abánades, fines de 1938-1939.

El sustrato geológico
explica en parte el tamaño de los abrigos: picar piedra no es fácil. En
la Ciudad Universitaria, los suelos arenosos facilitaron la construcción
de abrigos algo más espaciosos. A cambio, el esfuerzo de mantenimiento
era más grande.

Abrigo republicano de la Ciudad Universitaria, fines de 1938-1939.

Sin embargo, la geología
no es necesariamente el principal motivo por el que los refugios de
tropa de la Guerra Civil son de pequeño tamaño. De hecho, tenemos
algunos ejemplos de grandes estructuras excavadas en la roca viva con
ayuda de explosivos, en los que podría refugiarse una compañía entera en
primera línea. Pero no es lo habitual. Otro motivo que explica los
abrigos pequeños es que las trincheras tenían por lo general una baja
densidad de ocupación, porque el frente en España era extremadamente
largo y los mandos no querían destinar gran cantidad de tropas a
sectores inactivos. 

Sin embargo, la razón fundamental para construir abrigos pequeños es de tipo táctico y tiene un origen histórico. 

Al comienzo de la
Primera Guerra Mundial, eran muy frecuentes las grandes estructuras en
las que podían refugiarse cientos de soldados. Llegó a haber auténticas ciudades bajo tierra
Sin
embargo, una serie de desastres obligaron a cambiar de modelo. El 20 de
mayo de 1917, un ataque artillero francés cerca de Reims provocó el
hundimiento de un abrigo subterráneo alemán: perecieron cerca de 600
soldados. Exactamente tres meses más tarde, los cañones franceses
volvieron a destruir un refugio enemigo, esta vez causando la muerte a
170 hombres. Los colegas franceses excavaron hace poco un abrigo en Alsacia en
el que recuperaron los cuerpos de 21 combatientes del Káiser: habían
quedado sepultados por el fuego artillero en marzo de 1918. 
A
partir de mediados de 1917, aunque los grandes abrigos ya construidos
siguieron en uso, se empezaron a generalizar las estructuras de pequeño
tamaño. Construir espacios pequeños fue, definitivamente, una gran idea,
pues se evitan las muertes en masa.

Los tratados de
fortificación españoles usados en la Guerra Civil están basados en los
manuales europeos que salieron de la Gran Guerra. La experiencia de este
conflicto probablemente salvó de una muerte horrible a muchos soldados
españoles.

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