lunes, 15 de febrero de 2016

Una pequeña edad de hielo pudo cambiar la historia de la Antigüedad | Ciencia | EL PAÍS

Una pequeña edad de hielo pudo cambiar la historia de la Antigüedad | Ciencia | EL PAÍS





















Una pequeña edad de hielo pudo cambiar la historia de la Antigüedad

En los siglos VI y VII, la temperatura bajó hasta 4º, afectando a civilizaciones en Europa y Asia



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El mural recoge el
asedio de Constantinopla en 626 por persas y ávaros, expulsados de las
estepas por el hambre y los turcos. Su derrota supuso el fin del imperio
persa.


La plaga de Justiniano, la invasión de Europa por varios pueblos de
las estepas, la caída del segundo imperio persa, la entrada de los
turcos en Anatolia, la unión de los tres reinos de China, el inicio de
la expansión árabe... Todos son eventos que tuvieron lugar entre el año
540 y el 660 de la Era Común. Ahora, un estudio de los árboles muestra
que durante ese siglo y poco se produjo una edad de hielo donde la
temperatura bajó hasta 4º en verano y aquel frío pudo ser el marco de
tanta historia.


En los últimos 2.000 años se han producido varias anomalías
climáticas. Por el lado del frío, la más significativa es la denominada Pequeña Edad de Hielo
(PEH), que se inició en el siglo XV y acabó a mediados del XIX. Antes,
el clima fue especialmente cálido desde la época del Imperio Romano
hasta la llegada del Renacimiento. Sin embargo, en esos 1.500 años de
clima benigno, hubo un hiato que, aunque más corto en extensión que la
PEH,  experimentó temperaturas aún más bajas. Los que lo han descubierto
lo han llamado LALIA, siglas en inglés de Pequeña Edad de Hielo de la
Antigüedad Tardía.


"Fue el enfriamiento más drástico en el hemisferio norte en los
últimos dos milenios", dice en una nota el investigador del Instituto
Federal Suizo de Investigación, Ulf Büntgen,
coautor de una investigación sobre la temperatura en estos 20
siglos. Büntgen es dendroclimatólogo y usa los patrones de crecimiento
de los anillos de los árboles para inferir la temperatura. En 2011 ya
publicó en la revista Science
una investigación del clima del pasado basada en lo que pudo leer en
los árboles de los Alpes austríacos. Ahora completa aquel trabajo con la
información que le ha arrancado a 660 alerces siberianos (Larix sibirica), el árbol más abundante en el macizo de Altái, en Asia central.




La estimación de la temperatura se apoya en el estudio de los anillos de árboles de los Alpes y el macizo Altái

Entre ambas fuentes de datos hay unos 7.600 kilómetros pero también
una sincronía que enseguida llamó la atención de Büntgen y sus colegas.
Los L. sibirica solo crecen en verano y en su ritmo de
crecimiento, los dendroclimatólogos pueden estimar la temperatura
estival. Para validar sus estimaciones del pasado, los científicos han
usado la evolución de los anillos en el presente, cuando ya había buenos
registros de la temperatura.


Con los datos de Altái y los anteriores de los Alpes, los científicos
han podido determinar la evolución de las temperaturas del verano en
estos 2.000 años dentro de un proyecto aún mayor, que hace unos días
mostró cómo las últimas décadas han sido las más calurosas desde tiempos de los romanos.


El actual trabajo, publicado en la revista Nature Geoscience,
se detiene más en el frío que en el calor. En los árboles de Altái, los
climatólogos encontraron que los veranos más fríos fueron los de 172 y
1821, con temperaturas 4,6º inferiores a la media del final del siglo
XX. Ambas fechas coinciden con erupciones volcánicas de gran intensidad.


Pero lo que enseguida llama la atención del gráfico elaborado por los
autores del estudio es el pronunciado y sostenido descenso de las
temperaturas a partir de 536. Así, la década entre 540 y 550 fue la más
fría en Altái y la segunda más fría en los Alpes. Además, desde esa
fecha y hasta alrededor de 1660, se dieron 13 de las 20 décadas más
frías de todo el periodo estudiado.









Gráfico con la evolución de la temperatura durante LALIA en los Alpes (azul) y Altái. Abajo, correlación de eventos históricos.




El origen de LALIA no está escrito en los árboles, pero sí en el hielo. Un estudio publicado en Nature
el año pasado determinó las erupciones volcánicas de los últimos 2.500
millones de años las erupciones volcánicas midiendo la ceniza volcánica
atrapada en cilindros de hielo extraídos en los dos polos. Una de las
más intensas se produjo en 536. Le siguió otra cuatro años mas tarde, en
lo que hoy es El Salvador. Y aún hubo una tercera, cuya ubicación se
desconoce, en 447. Las dos primeras crearon, según los registros en el
hielo, verdaderos inviernos volcánicos, con una capacidad de reflejar la
radiación solar aún mayor que la de la erupción del Tambora en 1815.


La sucesión de erupciones volcánicas, según los autores, se vio
reforzada con las corrientes oceánicas, la expansión del hielo y la
coincidencia en el siglo VI de un mínimo solar. La consecuencia fue el
descenso sostenido de las temperaturas. De hecho, esas décadas
registraron un gran retroceso de las tierras dedicadas a la agricultura y
el pastoreo.




La erupción sucesiva de tres volcanes provocó la pequeña edad de hielo

En la segunda parte del estudio, Büntgen se rodea de historiadores
lingüistas y naturalistas para relacionar LALIA con la historia de los
humanos. Es muy sugerente comprobar como al poco de la primera erupción,
estalla una de las mayores epidemias de peste, la plaga de Justiniano
en lo que entonces era el Imperio Romano de Oriente. En Asia central,
donde los pastos dependen de ligeras variaciones de temperatura, se
sucedieron grandes movimientos de poblaciones turcas y rouran
que desestabilizaron toda Eurasia. Al este, acabaron con la dinastía
Wei e, indirectamente, ayudaron a la unificación de China. En el oeste,
llegaron hasta Constantinopla, empujando a los pueblos que se
encontraban cada vez más al oeste.


Durante LALIA también entró en declive el imperio persa de los
sasánidas. En la península arábiga, las temperaturas más suaves pudieron
aumentar el régimen de lluvias y, con ellas, la disponibilidad de
pastos para alimentar los camellos sobre los que se expandieron los
árabes a partir de la Hégira de Mahoma.


"Con tantas variables, debemos ser cautos con la causa ambiental y el
efecto político, pero fascina ver cuánto se alinea el cambio climático
con las grandes convulsiones que se sucedieron a lo largo de diferentes
regiones", comenta Büntgen. También deja claro que la historia no se
puede escribir sin tener en cuenta fenómenos climáticos como LALIA.







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