Notas al capítulo LXV:Del prepósito del monasterio.1-10. Equivocación y consecuencias funestas en la elección del prepósito.Este
capítulo tiene la viveza y expresión de una experiencia dolorosa, muy
recordada y profundamente sentida. En la mente de S.B. el
abad y su autoridad son intangibles. Es un principio fundamental de su
concepción monástica. S.B. adopta un lenguaje vivo y un tono amenazador
cuando se trata de contrarrestar un ataque dirigido contra esta
autoridad.Se
supone que el prepósito abusa de su poder y traspasa los límites de su
jurisdicción, arrogándose derechos que son patrimonio exclusivo del
abad. Semejante actitud es una fuente de escándalos y de luchas
intestinas entre los monjes, y divide a la comunidad. S.B. no se fija
ahora tanto en el aspecto defectuoso de la persona del prepósito como en
el error de principio que crea por sí mismo este estado de cosas. Para
el santo legislador es clarísimo que no puede admitirse más que una
autoridad en el monasterio. Y lo que condena aquí es la admisión de un
principio de autoridad que no dependa del abad y pueda contradecirle a
su antojo. Tal sucede si el prepósito es instituido por los mismos que
confirman al abad, pues en este caso ambos reciben el poder de un
tercero y fácilmente pueden ser considerados como iguales. S.B. lo
califica sencillamente de absurdo.La
experiencia le da la razón, ya que se originan partidos y, como secuela
inevitable, se siguen las miserias de una lucha apasionada. El fin de
la vida monástica, que es la santidad, está ya perdido, la vida regular
queda reducida a la nada y las almas de unos y otros caminan por el
borde del precipicio en donde pueden perderse fatalmente. Y todo por el
error de una forma constitucional. S.B. se muestra radical en la
condena, e imputa a los autores de esta constitución toda la gravedad
del desastre.Sacerdote. El obispo diocesano, como en 64,4.Quía ab ipsis. Paso
brusco y ciertamente insólito en S.B. del estilo indirecto al directo y
que da a la frase una energía extraordinaria. Todo este pasaje (4-10)
es fuerte y nervioso. El monólogo del prepósito, que se inicia ex
abrupto, recuerda los dialogismos del prólogo (14-18 y 23-28), donde
S.B., para dar más vigor y viveza a lo que está diciendo, pone frente a
frente a Dios con su obrero y les hace entablar un diálogo. No podía
mostrarse de una manera más gráfica la presunción audaz del prepósito
que se arroga un poder ilegítimo.Invidiae... Todas
las palabras que integran esta lista de calamidades a que dará lugar la
rivalidad de abad y prepósito, se hallan en San Pablo, II Cor. 12,20 y Gal. 5,20, excepción hecha de la última de ellas.10. Malum = "culpa", "pecado" (cf. 4,5). Literalmente sería: "la culpa de tal peligro recae..."In capite. Locución
popular y acaso también propia del lenguaje jurídico, que corresponde a
nuestras castellanas "en su raíz", "en su fuente", "en su origen".11-15. Ordenamiento ideal del monasterio y nombramiento del prepósitoS.B.
es constructivo, y no se contenta con la abolición de un abuso. Da un
paso más y establece la forma correcta de gobierno que asegure la vida
espiritual de los monjes en la paz y la caridad.En
primer lugar se pronuncia por la forma monárquica absoluta: la
organización del monasterio, la orientación de la vida, el nombramiento
de los oficiales, todo en suma, depende de la voluntad del abad. Él se
ordena el monasterio a su gusto.En
segundo lugar, en aquellas cosas de administración espiritual y
material en que personalmente el abad cree tener necesidad de
colaboración para el bien de todos, S.B. establece la forma de decanías
que el mismo abad instituye. De esta manera aparece clara la dependencia
que todos tienen de él, y por otra parte, al no asumir nadie un poder
demasiado extenso, evita el peligro del orgullo.La
necesidad, finalmente, puede hacer recomendable la forma de
prepositura, en cuyo caso convendrá salvar la total dependencia del
prepósito con relación al abad. Será siempre el abad quien se
constituirá el prior. Para su institución podrá, si lo cree conveniente,
atender también a la
presentación razonable y humilde de un monje, hecha por la comunidad, o
bien oír el consejo de quienes crea más dignos de confianza y que
procedan con más acierto. Sin embargo, después de todo será él en
definitiva quien lo nombrará.16-17. Cómo ha de conducirse el prepósito.La
norma de conducta que debe observar el prepósito es la de todo monje
bueno, humilde y consciente de lo que le ha traído al monasterio, habida
cuenta, además, del lugar que ocupa. Cuanto más elevado está con
relación a sus hermanos, más debe aventajarles en la perfección
monástica. Su actuación no debe rebasar nunca los límites de la voluntad
de su abad. Estará siempre animado de un espíritu de colaboración
reverente y sumiso, siendo de este modo un ejemplo para los monjes y un
punto de apoyo y de verdadero descanso para su abad.18-22. Disposiciones para el caso de infidelidad.Si,
a pesar de todas las precauciones, se ofrece el caso de indignidad por
parte del prepósito, el abad debe proceder con libertad en
la corrección y no permitir que la comunidad sufra por él detrimento
alguno. S.B. usa de mayor amplitud en la corrección del prior, en
atención sin duda a su dignidad. Se le amonesta hasta cuatro veces. Cabe
en lo posible que persevere en el mal, y entonces se seguirán
sucesivamente los procedimientos descritos en el código penal, y podrá
el abad apelar a la destitución del prepósito y a su expulsión
inclusive. Para S.B. en el monasterio no hay perdón, mientras la
voluntad rebelde no ceda, apeándose de su obstinación y contumacia. Por
muchas cualidades que tenga el monje, el orgullo las inutiliza todas. Es
necesario, pues, destituir al culpable y en su lugar poner a otro monje
que sea digno.No
obstante, la debilidad humana es propia de todos y por tanto también
del abad. Su corazón podría también nublarse con pensamientos mezquinos
de envidia o celos, merced a las cualidades y dotes que posee el
prepósito y que le presentan ante la comunidad con un prestigio personal
que atrae la estimación común. En este caso es evidente que el abad
puede justamente destituirlo. En cuanto a la rectitud de su decisión,
deberá rendir cuentas en el juicio de Dios.
martes, 16 de febrero de 2016
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