Prehistoria en la península ibérica
Prehistoria en la península ibérica se refiere al periodo de tiempo transcurrido desde la llegada de los primeros miembros del género Homo a la península ibérica (hace más de un millón de años), hasta la aparición de textos escritos como consecuencia de la presencia de colonizadores fenicios, griegos y romanos (a partir del 1100 a. C. los primeros) en las costas del Levante y sur peninsular. En la península encontramos los restos más antiguos de homininos en Europa, el Homo sp. y el Homo antecessor, la colección de fósiles más amplia de Homo heidelbergensis, unos pocos de Homo neanderthalensis y, por supuesto, de Homo sapiens. Este último nos ha legado algunas de las mejores representaciones de arte parietal del mundo.
Los abundantes monumentos megalíticos repartidos por la geografía peninsular, así como las culturas calcolíticas de Los Millares y Vila Nova y la del bronce de El Argar, son claros exponentes de la evolución cultural ibérica durante el Neolítico y la Edad de los metales. Proceso que culminó con la entrada en la Protohistoria (según su definición clásica) de los tartesios y los íberos gracias a los testimonios que nos han dejado los pueblos colonizadores y que han servido para reconstruir parte de la historia de los pueblos ágrafos peninsulares.
Los abundantes monumentos megalíticos repartidos por la geografía peninsular, así como las culturas calcolíticas de Los Millares y Vila Nova y la del bronce de El Argar, son claros exponentes de la evolución cultural ibérica durante el Neolítico y la Edad de los metales. Proceso que culminó con la entrada en la Protohistoria (según su definición clásica) de los tartesios y los íberos gracias a los testimonios que nos han dejado los pueblos colonizadores y que han servido para reconstruir parte de la historia de los pueblos ágrafos peninsulares.
Índice
Introducción
Desde que Darwin publicó El origen de las especies en 1859 se han formulado diversas hipótesis acerca de la evolución humana u hominización,aunque hoy se sabe que ésta no ha seguido un desarrollo lineal, sino
que hubo variaciones continentales. La presencia humana en la península
ibérica se remonta a, por lo menos, 1,2 millones de años antes del presente (AP), como así lo atestigua el último descubrimiento ocurrido en la sierra de Atapuerca, Burgos, en el yacimiento de la Sima del elefante: la mandíbula de un Homo sin clasificar todavía (Homo sp.),1 pero que podría relacionarse con los restos fósiles de la Gran Dolina (en la misma sierra) identificados como una nueva especie de homininos denominada Homo antecessor,
cuyas industrias líticas asociadas pueden tener una antigüedad de más
de un millón de años AP. Estos hallazgos constituyen las evidencias más
remotas encontradas hasta ahora en Europa de un antepasado de los seres
humanos.2 3
También en Atapuerca hay restos del Homo heidelbergensis con una antigüedad de unos 300 000 años AP. Mucho más reciente sería la presencia del Homo neanderthalensis, descendiente del anterior: los primeros fósiles encontrados, hallados en Gibraltar, han sido datados en unos 60 000 años atrás. Por último, el Homo sapiens apareció hace cerca de 40 000 años en la península.
Condicionantes geográficos
A la hora de estudiar cualquier período histórico de la penínsulaibérica es preciso tener en cuenta algunas de las características
orográficas y climáticas que han influido en el desarrollo de sus
procesos históricos.
Orografía
El carácter peninsular explica una historia condicionada por el mar, através del cual han llegado y han partido influencias e intercambios
culturales, enriquecidos por la doble influencia atlántica y
mediterránea. Su aislamiento respecto al resto de Europa, causado por la frontera natural de los Pirineos, ha contribuido en ocasiones a originar una relativa diferenciación entre la evolución de la península ibérica y la de los demás espacios continentales. Su situación geográfica ha servido de puente para unir Europa y África, formando un nexo de interconexión entre los factores histórico-culturales surgidos en ambos continentes.
Su geografía interna está determinada por un relieve complejo, con
numerosos sistemas montañosos y un clima muy variado y variable. La
acción de los ríos, más caudalosos en otros tiempos que en la
actualidad, provocó la creación de terrazas fluviales que propiciaron el establecimiento de grupos humanos. Existió además una actividad volcánica manifiesta en La Garrocha, Gerona, de la cual todavía se pueden ver sus efectos.
Buena parte de la orografía de las montañas peninsulares es consecuencia de la acción de los glaciares, tanto de circo como de valle, que durante los periodos más fríos del Cuaternario cubrieron sus zonas altas. En los Pirineos llegaron a medir 30 km y tener espesores de 400 m. Al retirarse dejaron atrás circos, lagos y valles en forma de artesa.4
También la costa sufrió alteraciones al descender y aumentar el nivel del mar a la par que se producían glaciaciones o interglaciares. Está documentada en la costa levantina una transgresión de +80 m5 y regresiones de -120 m. Estas últimas provocaron la unión de las islas de Mallorca y Menorca
en una sola y que las orillas mediterráneas se retiraran varias decenas
de kilómetros. Mas, en general, la superficie peninsular no aumentó
significativamente.6
Clima
El clima peninsular durante el Mioceno y el Plioceno era más caluroso y húmedo que en el Pleistoceno, época geológica que se corresponde con el Paleolítico. Hace unos diez millones de años comenzó un proceso de enfriamiento y aridificación que debió sufrir diversas fluctuaciones.7 8La característica climática principal del Pleistoceno en Europa fue
la sucesión alternativa de distintos periodos glaciales y sus
correspondientes interglaciares. Debido a que la península ibérica está
situada entre el Atlántico, el Mediterráneo y África, su clima fue afectado en similar medida por los fenómenos europeos y por las pluviaciones
africanas, generando una amplia variedad de ambientes. Solo hay
evidencias de glaciares en las grandes cordilleras montañosas y las
especies animales de clima frío como el reno o el mamut aparecen restringidas a la meseta norte y el Cantábrico.5 La temperatura media anual de la península durante los momentos más fríos de la última glaciación (hace 21 000-17 000 años) sería unos 10-12ºC menor que la actual.8
Aunque cada glaciación fue diferente en intensidad y extensión a las
demás, en general podría decirse que durante estas fases frías la meseta
central habría tenido un clima más extremo y lluvioso que el actual,
comparable quizás al existente en Polonia o la Rusia europea de nuestros días. La costa cantábrica sería mucho más fría y húmeda, similar al actual norte de Escocia, y Andalucía tendría unas temperaturas algo inferiores a las del presente sur de Francia.
En los periodos interglaciares, este último sería el clima de la costa
cantábrica, la andaluza sería muy calurosa y la zona levantina padecería
un clima subdesértico.
Flora
Los ecosistemas forestales miocénicos y pliocénicos de la península ibérica estaban conformados por bosques nubosos con árboles de la familia del laurel (relictos actualmente en los canutos de Cádiz y áreas de Macaronesia), bosques templados como los actuales y de coníferas con secuoyas.8Con la llegada de las glaciaciones el medio cambió considerablemente:
durante el último máximo glaciar las zonas que no estuvieran cubiertas
por nieves perpetuas del área cantábrica, las cordilleras peninsulares y
las mesetas serían unas estepas frías e inhóspitas, casi carentes de
vegetación; los bosques de pinos serían predominantes en las zonas más bajas; algunos bosques templados (con robles, fresnos, avellanos, alisos, arces, etc) y mediterráneos (de encinas y alcornoques) se conservarían en áreas favorables cercanas a las costas.9
Fauna
También los cambios climatológicos provocaron sus efectos en la faunaibérica. En los periodos glaciales los animales característicos fueron
el mamut, el rinoceronte lanudo
y el reno, especies propias del norte que encontraban en la menor
rigurosidad del clima peninsular un cobijo de los hielos centroeuropeos.
Durante los periodos interglaciares el mamut meridional, el elefante antiguo y el rinoceronte de Merk
fueron los animales de gran tamaño más abundantes. También existieron
otras especies que mantuvieron su presencia de manera más o menos
continuada a pesar de los cambios climáticos; entre ellas destacarían
distintos tipos de leopardos, leones, osos, lobos, hienas, caballos, bisontes, jabalíes, cérvidos y cabras.6
Paleolítico
El Paleolítico de la península ibérica se divide en tres etapas:- Paleolítico inferior, entre 1 300 000-1 200 000 y 60 000 A. P.
- Paleolítico medio, del 60 000 al 35 000 A. P.
- Paleolítico superior, del 35 000 al 10 000 A. P.
Paleolítico inferior
en la península ibérica eran muy escasos, aunque se habían encontrado
piedras talladas de unos 500 000 años de antigüedad. Sin embargo, los
descubrimientos realizados en la sierra de Atapuerca, cercana a Burgos, han cambiado totalmente los esquemas establecidos. En primer lugar, en el año 1994, durante una prospección llevada a cabo en la sima llamada Gran dolina, aparecieron los restos del hominino más antiguo hallado hasta entonces en Europa, cuya datación se sitúa en torno a los 800 000-780 000 años. Después, en 2007, recuperaron de la Sima del elefante una mandíbula de entre 1,3-1,2 millones de años AP perteneciente a un provisionalmente denominado Homo sp.1
Los componentes del equipo de investigación de Atapuerca,
una vez analizadas las características de más de 100 restos fósiles
encontrados en la Gran dolina y la abundante industria lítica asociada,
llegaron a la conclusión de que era una especie de hominino distinta a la del Homo erectus. Su esplacnocráneo era similar al nuestro, su capacidad craneal cercana a los 1 000 cm3, su constitución era fuerte y su altura entre 1,65-1,75 m.2
Gracias a estos fósiles los investigadores han propuesto una nueva
hipótesis de la evolución de nuestra especie: corresponderían al
denominado Homo antecessor, un eslabón intermedio entre el Homo erectus y el Homo heidelbergensis, antepasado del Homo neandertalensis. Aunque hasta hace poco se ha considerado esta última especie como descendiente directa del H. erectus, según esta teoría constituirían el producto de una evolución directa del H. heidelbergensis. Así parecen demostrarlo los restos de más de treinta y dos individuos encontrados en la Sima de los huesos de Atapuerca (datados aproximadamente en 300 000 años),2 que presentan algunos rasgos semejantes a los de los neandertales.3
Las estrategias adaptativas de estos homínidos del Paleolítico
inferior serían las características de los cazadores-recolectores,
agrupados en pequeñas hordas, sin hábitat permanente y acampando en
lugares al aire libre cercanos a los ríos. Se han hallado por toda la
Península hachas bifaces adjudicados a estas especies de Homo,
junto a restos de huesos de mamíferos de gran tamaño. Los expertos
están divididos entre los que creen que aprovechaban los grandes
animales muertos por otros depredadores y los que piensan que los
cazaban en grupo, mediante el acoso. Algunas evidencias en los huesos
hallados en Atapuerca demuestran que pudieron haber practicado el canibalismo.
Paleolítico medio
Este periodo, también denominado Musteriense, está asociado en toda Europa al Homo neanderthalensis, hominino que se desarrolló desde hace unos 150 000 años hasta aproximadamente 35 000, coincidiendo en gran parte con la glaciación de Würm.Sin embargo, la especie neandertal evolucionó en Europa y Asia
únicamente, lo cual pone en entredicho la diferenciación entre el
Paleolítico inferior y medio a nivel global. Asimismo, se han localizado
en España diversos yacimientos con una cultura musteriense plenamente
desarrollada ya en la glaciación de Riss(por ejemplo, la Cueva de Las Grajas, en Archidona, Málaga).
han sido datadas con 42 000 años de antigüedad unas pinturas de focas
que podrían ser de las primeras obras de arte conocidas en la historia
de la humanidad y, por su edad, realizadas por neandertales.10
Los neandertales eran cazadores-recolectores, tenían una gran fortaleza física, un cráneo dolicocéfalo (alargado), una capacidad craneal superior de media a la del hombre actual (1 500 cm3), carecían de mentón y medían 1,70 m aproximadamente.11
Condicionados por un clima muy riguroso, cuyas oscilaciones térmicas
les obligaron a refugiarse en cuevas, se caracterizaron por desarrollar
una mayor variedad cultural que sus antecesores. Perfeccionaron las
técnicas de caza de animales mayores (caballos, renos y bisontes) y el
consecuente aprovechamiento de sus pieles. Los utensilios musterienses
son muy diversos y claramente especializados. El interés por ciertos
objetos pintorescos y la práctica de enterramientos (Cueva de Morín) nos indica también la existencia de una cierta capacidad simbólica y de la creencia en algún culto espiritual.
Paleolítico superior
Esta última fase se desarrolló paralelamente en toda Europa desde el 35 000 hasta el 8 000 a. C. Está asociada al Homo sapiens u hombre de Cromagnon, la especie homínida que sustituyó a los neanderthales,con los que compartiría un antepasado común. Probablemente
constituyeron grupos nómadas que se trasladaban alternativamente de una
zona de caza a otra, viviendo al aire libre en cabañas o en cuevas en
las zonas frías. La gran abundancia de yacimientos indicaría un aumento
exponencial de la población, producto posiblemente de una dieta más
diversificada y nutritiva, que incluiría la pesca, la recolección de
frutos y el marisqueo.
decorados y bastante sofisticados (como los propulsores o los arpones).
La amplia variedad de objetos artísticos, adornos y pinturas nos
permiten reconstruir en parte el espectacular incremento de las
capacidades simbólicas respecto a anteriores homininos. La
generalización de los enterramientos, con ajuares funerarios y pequeñas
esculturas nos indican también la riqueza de su mundo espiritual.
Los restos del Paleolítico superior se concentran en dos grandes zonas de la península:
- En el Levante
hay asentamientos que presentan unos rasgos muy diferentes a los de
otras regiones europeas. Entre los objetos más originales encontrados
están un tipo de puntas de flecha con aletas y un pedúnculo para
insertarlas en los mangos, así como unas extrañas placas pintadas.
- En la zona de Cantabria
se encuentran los yacimientos más antiguos (unos 35 000 años de
antigüedad), aunque los restos más abundantes son los datados hacia
finales del periodo, durante el Magdaleniense, cuando apareció el arte rupestre de las grandes cuevas, en paralelo a otros lugares de Francia. Entre los yacimientos que contienen este tipo de manifestaciones artísticas destacan las cuevas de El Castillo, Altamira y Tito Bustillo.
Generalmente están situadas en lugares poco accesibles y presentan a
animales en posiciones muy distintas, ya sean bisontes, ciervos o
caballos, a veces superpuestos y con muestras de haber sido golpeados.
Han sido interpretadas como pinturas mágicas, quizá de aspecto religioso
y espiritual, propiciatorias de la caza. En muy pocas ocasiones se
observan figuras humanas.
Epipaleolítico
La fase de transición entre el Paleolítico y el Neolítico se ha denominado Epipaleolítico.Se extendió entre el 9 000 y el 6 000 a. C., y estuvo caracterizada por
el calentamiento climático correspondiente a la finalización del
periodo glacial, la diversificación económica basada en la recolección
de frutos, la caza menor, la pesca y el marisqueo, así como una
industria lítica de pequeño tamaño (los microlitos), adaptada a
mangos de madera y hueso, que demuestran una mentalidad más práctica y
una mayor especialización respecto sus antecesores. Las áreas de
poblamiento coinciden con las del previo Magdaleniense: la zona
cantábrica (cultura asturiense), la mediterránea y la costa portuguesa.
Neolítico
Aproximadamente a partir del 6 000 a. C. comenzó el Neolíticoen la península. Al igual que en el resto de Europa, la asimilación de
los fundamentos neolíticos se produce por influencia del Oriente Próximo,
penetrando estos desde el área mediterránea hacia el interior entre el
VI-IV milenio a.C. y fusionándose con los rasgos autóctonos de cada
región. Así, la nueva economía agrícola-ganadera fue reemplazando a la de los cazadores-recolectores, favoreciendo la sedentarización
de la población. En la península ibérica la ganadería fue la actividad
predominante en la mayor parte de las zonas, dadas las accidentadas
condiciones orográficas. Se desarrollaron útiles específicos para las
tareas agrícolas, tales como las azadas, hoces y molinos de mano, y
adquirieron un gran desarrollo los instrumentos de madera, asta y hueso.
Pero el cambio principal en el utillaje fue la aparición de la
cerámica, primordial para la cocción de los alimentos y su conservación.
A partir del 4 000 a. C. se desarrolló una segunda fase neolítica con
la expansión de la economía productora por el resto de la península: de
este periodo son los asentamientos de las dos mesetas, del valle del Ebro y del País Vasco. Mientras, en Cataluña y el sur de Francia apareció la denominada cultura de los sepulcros de fosa,
caracterizada por sus tumbas individuales o dobles con ajuar, cubiertas
por losas. Eran grupos predominantemente agrícolas, poseían una técnica
cerámica muy avanzada y los restos funerarios demuestran que se trataba
de una sociedad igualitaria.
Uno de los fenómenos culturales más interesantes de la época es el de los monumentos megalíticos:
enterramientos colectivos, comunes también a la fachada atlántica de
Europa occidental y relacionados con el desarrollo de las creencias
religiosas. Son de características muy diversas, desde la pequeña cista hasta la gran tumba de corredor,
pero todos ellos eran construidos con enormes piedras y techadas
posteriormente con una o varias losas planas, aunque a veces se
utilizaban elementos más pequeños. Se encuentran por todo el territorio
peninsular y su utilización se prolongó hasta ya entrada la Edad del Bronce.
La pintura levantina
es característica del Neolítico peninsular. Las representaciones se
localizan en abrigos rocosos de las sierras interiores, donde aparecen
escenas de conjuntos con mucho dinamismo y con figuras humanas
estilizadas, reflejo de un mayor grado de esquematización y abstracción
que la pintura cantábrica del Magdaleniense.
Edad de los Metales
Calcolítico
Al Calcolítico o Edad del Cobre se asocian dos grupos culturales: Los Millares y Vila Nova, ambos relacionados en su segunda fase con el vaso campaniforme.cuyo nombre proviene del yacimiento principal. Se trata de una sociedad
establecida en pequeñas poblaciones fortificadas, con unas superficies
de entre una hectárea y cinco, y necrópolis megalíticas de tholoi
en las inmediaciones. Su economía estaba basada en una agricultura de
secano, con indicios de estar complementada por cultivos de regadío.
También tenían una cabaña ganadera de cierta entidad y comerciaban con
el Atlántico y África. La metalurgia del cobre que practicaban está considerada de origen autóctono.
Contemporáneo a Los Millares y con características similares, el complejo de Vila Nova se desarrolló en la desembocadura del río Tajo, en el actual Portugal. La principal diferencia estriba en las necrópolis, donde se encuentra una relativa abundancia de hipogeos y cuevas artificiales en detrimento de los tholoi, justo al contrario que en el sudeste.
El fenómeno del vaso campaniforme se desplegó por toda Europa a partir del 2900 a. C.14 o entre el 2400-1800,15
dependiendo de los autores. Su nombre se debe a la existencia de
abundantes cuencos y vasijas cerámicas con la forma de campana
invertida, asociados en los ajuares a una serie de objetos
característicos que incluyen elementos de cobre, en tumbas que
evidencian la existencia de élites sociales diferenciadas por su nivel
de riquezas. Se han encontrado restos en la desembocadura del río Tajo, Cataluña, Andalucía y Madrid (Ciempozuelos).
En el centro peninsular hallamos también la cultura de Las Motillas, elevaciones defensivas situadas en el entorno del Guadiana.
Edad del Bronce
y de tamaño mayor que en la etapa anterior. Sus casas suelen ser de
planta más o menos rectangular y en sus suelos o paredes se depositaban
los muertos, convirtiéndose así simultáneamente en viviendas y necrópolis. La agricultura y ganadería desempeñaban un papel fundamental, así como la metalurgia, mediante la cual fabricaban las armas y objetos suntuarios de cobre, plata, oro y bronce que otorgaban estatus social
a sus poseedores. El control de las materias primas y de la metalurgia
condujo a una clara estratificación social que llevó al establecimiento
de las jefaturas, que, según algunos autores, se convirtieron en incipiente estado.
Los grupos argáricos tuvieron intensos contactos con sus vecinos del área del Guadiana y del Guadalquivir. Hacia el norte, el Bronce Manchego o complejo de Las Motillas se extendió por Albacete y Ciudad Real.
En un principio se creyó que éste no era más que una expresión
diferenciada de la cultura argárica, resultante de su expansión hacia el
interior, pero actualmente se tiende a caracterizarlo como un horizonte
propio, con importantes relaciones con el Argar y el Bronce valenciano.
Los asentamientos manchegos son bastante numerosos y, aunque dispersos y
extensivos dentro de un territorio, mantenían relaciones entre sí
formando agrupaciones. Los caracterizados como morras (en Albacete) y motillas
(en Ciudad Real), eran fortalezas circulares dispuestas en anillos
concéntricos en torno a una gran torre central, constituyendo lugares de
habitación sin parangón en el resto de la Península. Existe, incluso,
un asentamiento muy singular, el crannóg
de El Acequión, que demuestra la versatilidad de estos grupos para
adaptarse al medio. Sus redes de relaciones y comunicaciones se mantuvo
casi intacta hasta época romana.
que llegaría a su clímax durante la Edad del Hierro. También hacia el
final del periodo (1200-1000 a. C.) se extendieron por el área de Cataluña los primeros asentamientos de los campos de urnas.
Edad del Hierro
La Edad del Hierro transcurrió, aproximadamente, desde el año 800 a. C. hasta la conquista romana de Hispania, que comenzó en el 218 a. C..Ésta sería la última etapa prehistórica en el territorio peninsular, ya
que coincide con la fundación de colonias por parte de los pueblos
mediterráneos (fenicios, griegos y cartagineses) y la supuesta llegada de otros del norte de Europa (los celtas, aunque recientes estudios de la universidad de Oxford pretenden que este pueblo podría ser autóctono de la península).16
Las primeras colonizaciones se limitaron, fundamentalmente, a pequeños
asentamientos, escasos y breves, ya que tanto fenicios como griegos
dieron mayor importancia a comerciar y asegurarse el control de las
riquezas mineras para sus metrópolis, que a establecerse de una forma
permanente en el territorio peninsular. La consecuencia inmediata de
estas aportaciones foráneas fue una considerable influencia cultural
sobre los indígenas afectados. En general no existe discontinuidad entre
los grupos del Bronce y los del Hierro: los restos arqueológicos nos
hacen pensar en una paulatina evolución y solamente las aportaciones
tecnológicas y culturales externas provocaron una progresiva
diferenciación entre los pueblos mediterráneos y los del interior.
Tradicionalmente, este periodo ha sido definido como Protohistoria de la península ibérica, siguiendo la interpretación clásica de ésta: el tiempo en el que no hay fuentes escritas
directas (producidas por la propia sociedad protohistórica), sino
indirectas (realizadas por otra sociedad que ya estaba en una fase histórica). Para la península ibérica esta fase ocuparía los últimos siglos del II milenio a. C. y la mayor parte del primero. Entre estos textos indirectos se debería mencionar la Biblia (que tiene algunas enigmáticas menciones que pueden, quizás, localizarse en la península ibérica),17 documentos en griego como el Periplo massaliota o el Periplo de Piteas y los abundantes documentos de época romana, en latín o en griego.
del hierro en la península, ya que durante algunos siglos este metal
coexistió con el bronce. Es posible que la trajesen los fenicios al
establecerse en el sur de la península hacia el año 1.000 a. C. o bien
los griegos, que fundaron su primera colonia (probablemente Rhodes,
actual Rosas, Gerona) en el siglo VIII a. C. Tampoco hay que olvidar que a partir del 900 a. C.
se cree que llegaron grupos célticos, que ya conocían este metal y lo
utilizaban para fabricar sus espadas, lanzas, escudos o cascos.
La cultura talayótica se desarrolló en este periodo. El nombre
deriva de sus características torres defensivas, troncocónicas y
construidas con grandes piedras, en torno a las cuales se establecían
los poblados. Además, hay otro tipo de monumentos llamados taulas, con forma de altar, pero de tres o cuatro metros de altura, de las que se conservan una treintena en Menorca. El tercer tipo de monumento caracterizado por su vastedad es la naveta, edificio rectangular terminado en ábside y construido con grandes bloques de piedra, que servía como lugar de enterramiento colectivo.
Los pueblos de la denominada área ibérica
(sur y este peninsular) fueron los que más intensamente recibieron la
influencia de las colonias griegas y púnicas, y son calificados como preindoeuropeos.19
En la zona suroccidental se produjo incluso el surgimiento (y
desaparición) de una entidad política de supuesta dimensión estatal: Tartessos. Los pueblos de la denominada área indoeuropea (centro, oeste y norte peninsular) estaban más bien vinculados al ámbito cultural centroeuropeo conocido como celta, aunque entre ellos había notables casos de pueblos preindoeuropeos, como los vascones.20
Pueblos prerromanos
Tartessos
Nada definitivo se sabe aún sobre si Tartessos era una región, ciudado estado y donde estaba situado exactamente. Hay unas pocas fuentes
indirectas griegas y romanas, así como algunos hallazgos arqueológicos
que no guardan apenas relación con los testimonios escritos. Se lo ha
buscado por toda la península, pero las hipótesis más razonables indican
que su área de influencia estaría entre el sur de Portugal y la desembocadura del río Segura, con su centro de irradiación política y cultural en el bajo Guadalquivir: el área de Doñana para Adolf Schulten y Mesas de Asta para José Chocomeli.21
Tenían una economía ganadera y agraria, complementada por el comercio
derivado de la explotación minera, tanto de su área de influencia como
de otras regiones atlánticas. Utilizaban una escritura semisilábica que
se trazaba de derecha a izquierda y está sin descifrar. Se cree que el
sistema de gobierno era una monarquía relativamente centralizada de la
cual sólo se tiene constancia del nombre de un rey, Argantonio, de
finales del siglo VII.22
Su auge se produjo entre los siglos IX y VII a. C., coincidiendo con la
etapa en que los fenicios se asentaron en factorías costeras cuyo
objetivo consistía en la adquisición de metales que se intercambiaban
por manufacturas de lujo con destino a la élite tartésica. Estos
contactos influyeron en la sociedad autóctona hasta el punto de
modificar los ritos funerarios y, probablemente, acentuaron la
estratificación social.
A partir del siglo VI a. C., Tartessos entró en una etapa de
decadencia y desapareció abruptamente. Los motivos han sido muy
controvertidos: hay quienes creen que fue destruido por los cartagineses
como respuesta a la apertura de los mercados tartésicos a los griegos;
otros suponen que se produjo algún tipo de catástrofe que fue el origen
del mito de la Atlántida;
finalmente hay quien argumenta que el agotamiento de las vetas de
mineral habría acabado con el comercio colonial fenicio y habría llevado
a las culturas nativas de nuevo a una economía exclusivamente agrícola y
ganadera.
Iberos
Fueron un grupo cultural relativamente homogéneo, con influencias de
los griegos y cartagineses. Sus rasgos básicos, sin embargo, son la
consecuencia de una evolución autóctona de los pueblos del Bronce:
poblados fortificados de tamaño variable, desde ciudades a aldeas,
situados a menudo en colinas y elevaciones del terreno, que tenían una
economía principalmente agrícola y ganadera, aunque se ha de destacar
también el intercambio de productos artesanales y minerales con los
comerciantes extranjeros.
Entre los siglos V y III a. C. los distintos grupos iberos
adquirieron grados de desarrollo social y político diversos. La mayor
parte estaban dirigidos por una aristocracia que controlaba la
producción agraria e imponía su dominio mediante la fuerza militar: los
ajuares funerarios, cargados de armas y de imágenes que enardecían los
valores guerreros, así parecen demostrarlo. En ciertos pueblos hubo
líderes, que podían estar cercanos a la figura de un rey. La conquista
de cartagineses y romanos impidió el desarrollo autóctono y los sometió a
todos al dominio externo.
Tenían una lengua propia, aún sin descifrar, ritos religiosos y
funerarios característicos y, en determinadas ciudades, un cierto
desarrollo de la planificación urbana. De las muestras artísticas que se
conservan destacan una serie de esculturas funerarias, entre las que
estarían la Dama de Elche, la de Baza, la del cerro de los Santos o la llamada Bicha de Balazote. También se ha de mencionar la célebre falcata ibérica, alabada por los cronistas romanos.
Celtas, celtíberos y lusitanos
pueblos indoeuropeos y preindoeuropeos, como atestigua la toponimia de
la región. Los celtas de la península eran, en realidad, un
conjunto de varias etnias o pueblos que formaban unidades geopolíticas
independientes en el centro y noroeste peninsular y que podían llegar a
luchar entre sí. La evidencia lingüística sugiere un posible origen en
el centro de Europa. Sus restos arqueológicos son dispares y de difícil
interpretación. Eran pueblos con una economía agraria, que se agrupaban
en confederaciones de tipo tribal dominadas por grupos aristocráticos.
Se establecían en poblados pequeños pero muy bien fortificados, poseían
una metalurgia del hierro avanzada y una artesanía textil muy apreciada
por los romanos.
Los celtíberos formaban un conjunto heterogéneo de grupos
celtas con un mayor contacto cultural con los iberos del Levante.
Habitaban en la parte oriental de ambas mesetas cuando se produjo la
conquista romana.
Los lusitanos ocupaban el centro del actual Portugal, llegando hasta Extremadura, mientras que los vascones Navarra y el País Vasco. A pesar de la apariencia defensiva que presentaban muchos asentamientos de galaicos, astures o cántabros,
que personifican la influencia del mundo atlántico del Hierro en la
Península, no hay ninguna prueba concluyente que apoye la idea de que
hayan sido pueblos organizadamente beligerantes. Las inscripciones lusitanas
representan un pequeño enigma lingüístico ya que testimonian una lengua
indoeuropea similar al celta pero no derivada directamente del proto-celta, por lo que el origen de su presencia en la península es difícil de dilucidar.
Véase también
- Portal:Prehistoria. Contenido relacionado con Prehistoria.
- Cronología de la prehistoria de la península ibérica
- Celtas
- Iberos
- Celtíberos
- Tartessos
- Prehistoria de Europa
- Prehistoria de Portugal
- Lenguas paleohispánicas
Referencias
de Castro, José María; Martinón Torres, María; Gómez Robles, Aida;
Prado-Simón, Leyre; Martín Francés, Laura; Lapresa, María; Olejniczak,
Anthony y Carbonell, Eudald (2011) «Early
Pleistocene human mandible from Sima del Elefante (TE) cave site in
Sierra de Atapuerca (Spain): A comparative morphological study». Journal of Human Evolution, 61(1): 12-25
- Maluquer de Motes, Juan. Tartessos. La ciudad sin historia. pp. 52,131–132,205.
Bibliografía
- El Mundo Ibérico. Una nueva visión en los albores del año 2000, Manuel Bendala Galán, Revista de Estudios Ibéricos, 2, 1996.
- Los celtíberos, Alberto Lorrio Alvarado, Madrid, Universidad de Alicante, 1997. ISBN 84-7908-335-2
- El ocaso de Tartessos. Cartago y los focences en el Mediterráneo occidental, Ildefonso Robledo Casanova, Madrid, 2000.
- Las fuentes semitas y clásicas referentes a navegaciones fenicias y griegas a Occidente, estudio a cargo de José María Blázquez Martínez.
- Prehistoria de la península ibérica, I. Barandiarán, B. Martí, M.A. del Rincón, J.L. Maya. Barcelona, Ariel, 1998. ISBN 84-344-6597-3.
- Atapuerca. Nuestros antecesores, VV.AA., Salamanca, Ed. Fundación del Patrimonio Histórico de Castilla y León, CSIC, 1999.
- Elefantes, ciervos y ovicaprinos: economía y aprovechamiento del medio en la prehistoria de España y Portugal, A. Moure y P. Arias, Santanter, Universidad de Cantabria, 1992. ISBN 84-8102-001-X.
- Diccionario de Prehistoria, VV.AA., Madrid, Alianza Editorial, 2002. ISBN 84-206-2888-3
- La neolitización en España: problemas y líneas de investigación, A.M. Muñoz Amilibia, Scripta Praehistorica Francisco Jordá oblata, 349-370. Universidad de Salamanca, 1984.
- La especie elegida. La larga marcha de la evolución humana, J.L. Arsuaga, Ed. Temas de Hoy, Madrid, 1998.
- El poblamiento paleolítico de Europa, C. Gamble, Ed. Crítica, Barcelona, 1990.
- Las unidades organizativas indígenas del área indoeuropea de Hispania, M.C. González, Instituto de las Ciencias de la Antigüedad, Anejo nº 2 de Veleia, Vitoria, 1986.
- Nocete Calvo, Francisco (2001). Tercer milenio antes de nuestra era: relaciones y contradicciones centro/periferia en el Valle del Guadalquivir. Barcelona: Edicions Bellaterra S.A. ISBN 84-7290-161-0.
Enlaces externos
- Wikimedia Commons alberga contenido multimedia sobre Prehistoria en la península ibérica.
- Atapuerca, página oficial
- Proyecto Orce
- Museo Nacional y Centro de Investigación de Altamira
- Archivos Nacionales de Estados Unidos con información interesante sobre Prehistoria e Historia de España (en inglés)
- Mapa de los Pueblos Pre-Romanos de Iberia (circa 200 AC)
- Web del castro del Chao Samartín (Grandas de Salime, Asturias)
- Arquitectura de la Prehistoria en España
- La Prehistoria en España
- Los inicios de la Prehistoria en España
- Índice de la Historia de España
Muller y S. van Willigen, New radiocarbon evidence for European Bell
Beakers and the consequences for the diffusion of the Bell Beaker
Phenomenon, en Franco Nicolis (ed.), Bell Beakers today: Pottery,
people, culture, symbols in prehistoric Europe (2001), pp. 59-75.
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