martes, 23 de febrero de 2016

Carta de Aristeas - Wikipedia, la enciclopedia libre

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2007


LA CARTA DE ARISTEAS A FILÓCRATES
Traducción y notas de Jaume Pòrtulas

Departamento de Filología Griega
Universidad de Barcelona


Introducción a la Carta de Aristeas a Filócrates



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[1] Es muy digno de memoria, Filócrates, el relato del encuentro que hemos mantenido con Eleazar,(1) sumo sacerdote de los judíos; y, dado que a ti te importa mucho oír cada detalle de nuestra embajada y su objetivo, he intentado exponértelo todo con claridad, pues bien conozco tu ávida disposición para aprenderlo. [2] Esto es, en efecto, lo más importante para el hombre: «aprender siempre y saber cosas»,(2) ora sea por historias, ora por experiencia de los hechos mismos. Así se adquiere una pura disposición del alma, escogiendo lo más bello: el alma que asiente al bien supremo, la piedad, rige su vida de acuerdo con una norma infalible. [3] Habiendo hecho la elección de escrutar las cosas divinas con suma diligencia, yo mismo me ofrecí para la embajada ante el varón susodicho, honrado, por méritos propios y fama, entre connaturales y extranjeros, y que ha granjeado una utilidad altísima a sus connacionales, tanto a los que habitan el país como a los de luengas tierras, gracias a la traducción de la Ley divina, que entre ellos se halla escrita en pergamino, en caracteres hebraicos. [4] A ello me he consagrado con celo, aprovechando la ocasión para tratar con el Rey acerca de los deportados de Judea a Egipto por el padre del Rey,(3) cuando señoreó la ciudad (4) y se adueñó del gobierno de Egipto. También esto merece la pena de referirse. [5] Estoy persuadido de que tú, con tu inclinación por la santidad y por la disposición de quienes ordenan su vida de acuerdo con la Ley sagrada, de buen grado escucharás lo que tengo resuelto contarte; pues recién nos llegaste de tu isla,(5) ansioso de oír cuanto atañe a la buena disposición del alma. [6] Ya previamente te mandé, a propósito de lo que juzgaba más digno de recuerdo, una relación que obtuve de los grandes sacerdotes más doctos del doctísimo Egipto, acerca del linaje judío. [7] Siendo tú amigo de aprender todo aquello que beneficia al espíritu, fuerza es que de ello yo haga partícipes a todos los de similar disposición, pero en particular a ti, que semejante elección has realizado, y que muestras las hechuras, no ya de un hermano por la sangre, antes bien, por el empuje hacia lo bello, las de otro yo mismo. [8] La gracia del oro, cualquier otro ornato que codicien hombres de cabeza hueca, no ofrece la misma utilidad que la instrucción de la cultura y las preocupaciones que conlleva. Mas, a fin de no incurrir, alargando los prolegómenos en demasía, en ociosa palabrería, regresemos al hilo del relato.

[9] Encargado de la biblioteca del Rey, Demetrio de Fáleron,(6) recibió grandes sumas de dinero, para reunir, de ser ello posible, todos los libros del orbe; y realizando compras y transcripciones, llevó a feliz término en el menor plazo que pudo la encomienda real. [10] Habiéndosele demandado, en mi presencia: «¿Cuántas decenas de millares de libros hay?», respondió: «Más de veinte, oh Rey; y me afano para completar en breve lo que falta para los quinientos mil. Por cierto, que se me ha anunciado además que las leyes de los judíos son dignas de transcripción y de hallarse en tu biblioteca». [11] «¿Qué es lo que te impide —dijo el Rey— realizar esta tarea, puesto que se te ha provisto de todo lo necesario?». Demetrio dijo: «Se necesita una traducción: en Judea se sirven de sus propios caracteres;(7) tienen, del mismo modo que los egipcios, tanto una escritura como una lengua propias. Corre la fama de que utilizan el siríaco;(8) pero no es cierto, se trata de algo distinto». El Rey, después que hubo recibido noticia puntual de todo, ordenó se escribiera al sumo sacerdote de los judíos, a fin de llevar a buen término el proyecto.

[12-27. La liberación de los esclavos judíos]

[28] Realizadas estas cosas, [el Rey] ordenó a Demetrio entregarle un informe sobre la transcripción de los libros judíos. Estos reyes, en efecto, rigen su administración mediante decretos y con todas las garantías; nada se abandona al descuido o al azar. De modo que he registrado las copias del informe y de las cartas,(9) la multitud de presentes enviados y el trabajo que costó cada uno, la magnificencia y el arte que a cada uno de ellos realzaba. He aquí la copia del informe: [29] «Al gran Rey, de parte de Demetrio. Según tu encargo, oh Rey, con respecto a los libros que faltan para completar la biblioteca, de qué modo han de ser reunidos y de la conveniente restauración de los que fueron maltratados por azares de fortuna, tras ocuparme, y no a la ligera, de tales asuntos, vengo en someter a tu consideración el informe siguiente. [30] Faltan, junto con otros pocos, los libros de la Ley de los judíos. Se hallan escritos en letras y lengua (10) hebreas, traducidos (11) a descuido y no como conviene, al parecer de los competentes; pues no han gozado del cuidado real. [31] Preciso es que también éstos se hallen junto a ti, en una versión cuidada, por ser Ley henchida de sabiduría y muy pura, como que es divina.(12) Por ello se han abstenido escritores, poetas y la pléyade de historiadores de hacer memoria de los antedichos libros y de los hombres que por ellos se han regido: porque su doctrina es augusta y sagrada, como sostiene Hecateo de Abdera.(13) [32] Si te parece bien, oh Rey, se escribirá al sumo sacerdote de Jerusalén para que nos envíe hombres de vida irreprochable, Ancianos avanzados en años, expertos en la materia de sus leyes, seis por cada tribu,(14) a fin de que, examinando el acuerdo de la mayoría y adoptando una interpretación precisa,(15) constituyamos con evidencia una versión digna del argumento y de tus intenciones. Que seas feliz en todo».

[33] A raíz de este informe, el Rey ordenó escribir a Eleazar acerca de tales cuestiones, señalando también la liberación de los cautivos. Además, donó para la fabricación de crateras, copas, una Mesa de las ofrendas y vasos para libaciones: oro, cincuenta talentos de peso; de plata, setenta talentos, y abundancia sobrada de piedras preciosas (ordenó al efecto a los custodios del tesoro entregar a los artesanos las que pidieran, otorgándoles la elección); y, para sacrificios y otros dispendios, cerca de cien talentos.(16) [34] De la preparación de los dones te daré noticia cumplida tras consignar la copia de las cartas. La carta del Rey era del siguiente tenor:

[35] «El Rey Ptolomeo al Sumo Sacerdote Eleazar, salud y alegría. Dado que sucede que multitud de judíos habitan nuestra tierra, expulsados de Jerusalén por los persas, en los tiempos de su dominio, y que además otros muchos llegaron con nuestro padre a Egipto, cautivos de guerra; [36] muchos de los cuales enroló él mismo en nuestro ejército, con generosa soldada.(17) De un modo similar reputaba dignos de confianza a los que ya estaban aquí; pues construyó fortalezas y se las entregó, para infundir temor, merced a ellos, en el pueblo egipcio. Nosotros, tras heredar su monarquía, para con todos tenemos un trato humano, pero muy particularmente para con tus connacionales: [37] hemos liberado a más de cien mil prisioneros de guerra, pagando a sus dueños el justo precio en dinero; y si algún entuerto se había cometido, por culpa de los ímpetus del populacho, reparándolo;(18) convencidos de actuar de un modo piadoso y de hacer algo grato al supremo Dios, que ha preservado nuestra soberanía en paz y con gran gloria por todo el orbe. A los que gozan de la flor de la edad los hemos situado en el ejército; a los merecedores de estar junto a nosotros, como dignos de confianza en la Corte, los hemos puesto a la cabeza de determinadas misiones. [38] Queriendo hacer algo grato a ellos, a todos los judíos del orbe y a sus descendientes, hemos decidido traducir vuestra Ley, de la lengua que llamáis hebraica, al griego, a fin de que se halle también en nuestra biblioteca, con los otros libros reales. [39] Obrarías magnánimamente y de un modo digno de nuestra solicitud si eliges hombres de vida irreprochable, Ancianos expertos en la Ley, capaces de traducirla, seis por cada tribu, de modo que se descubra el acuerdo de la mayoría, visto que la investigación versa sobre algo de altísima importancia. Pues pensamos que, cumplida esta tarea, nos reportará gran gloria. [40] Para ello hemos enviado a Andrés, uno de los capitanes de la guardia de corps, y a Aristeas, honrados ambos en nuestra Corte, para tratar contigo y llevarte primicias de ofrendas para el Templo; y para los sacrificios y otros menesteres, cien talentos de plata. Escríbenos si algo te es grato recibir como don: obrarás de modo digno de nuestra amistad, pues queremos apresurarnos en todo lo que desees. Salud».

[41] A esta carta respondió dignamente Eleazar lo siguiente:(19) «Eleazar, Sumo Sacerdote, saluda al Rey Ptolomeo, su amigo de corazón. Salud a ti, a la reina Arsínoe, tu hermana,(20) y a vuestros hijos. Si es así, bien está, y conforme a nuestros deseos; también nosotros estamos bien. [42] Recibida tu carta, grandemente nos alegramos a causa de tu determinación y buen consejo y, habiendo congregado al pueblo entero, se la leímos, para que conozcan tu piedad para con nuestro Dios. Les mostramos también las copas que enviaste: veinte de oro, treinta de plata, las cinco crateras, la Mesa de la presentación (21) y los cien talentos de plata para la ofrenda de sacrificios y demás menesteres del Templo: [43] todo lo que nos trajeron Andrés, del número de tus Honrados, y Aristeas, varones nobles y excelentes por su educación, dignos en todo de tu conducta y tu justicia; quienes nos entregaron tu mensaje y escucharon de parte nuestra respuesta acorde a tus cartas. [44] Todo aquello que te cuadre, incluso más allá de nuestras posibilidades, lo acogerá nuestro oído: tal proceder es el signo de la amistad y el afecto. Pues también tú has obrado grandes beneficios —beneficios que no caerán en el olvido— para con nuestros conciudadanos, y de tantas maneras… [45] Al punto hemos celebrado sacrificios por ti, por tu hermana y tus hijos, por tus Amigos; y el pueblo entero alzó plegarias para que todo se realice siempre según tus deseos; y que conserve tu monarquía en paz y gran gloria el Dios soberano de todas las cosas; y para que se lleve a cabo, con provecho para ti y con seguridad, la traducción de la Ley santa.(22) [46] En presencia de todos escogimos hombres nobles, Ancianos, seis por cada tribu, a los que despachamos custodiando la Ley. Bien obrarás, oh Rey justo, tomando previsiones para que, una vez ejecutada la traducción de los libros, estos varones regresen a nosotros con seguridad. Salud».

[47-82. Descripción de los regalos del Rey// 83-120. Descripción de Jerusalén y sus alrededores]

[121] Eleazar eligió a los mejores varones, y por su cultura excelentes, como nacidos de padres prestigiosos, en posesión no sólo de las letras judías; antes bien, se habían dedicado, asimismo, y no a la ligera, a la instrucción helénica;(23) [122] eran, por ende, aptos para las embajadas y las llevaban a cabo cuando era preciso; poseían gran talento para los debates e interrogatorios acerca de la Ley, a la búsqueda del justo medio —tal es lo más bello—;(24) hostiles a la rudeza y la incultura del espíritu, pero al mismo tiempo muy por encima de creerse superiores o menospreciar a los demás; prestos, por el contrario, al coloquio, a escuchar y responder a cada uno en manera conveniente;(25) avezados todos ellos a estas prácticas y sólo en ellas deseosos de superarse el uno al otro: todos dignos de su jefe y de la virtud que le adornaba. [123] Se echaba de ver cómo amaban a Eleazar, por lo desgarrador de la separación, y él a ellos; además de haber escrito al Rey a propósito de su regreso, hizo muchas recomendaciones a Andrés, y también a mí me exhortaba a esforzarme, en la medida de nuestras posibilidades. [124] Al comprometernos nosotros a tener buen cuidado de todo, declaró el exceso de su angustia; sabía en efecto que el Rey, en su amor por el bien, otorga la máxima importancia a llamar a su vera a cuantos hombres, en cualquier país, gozan de renombre por destacar entre los otros merced a su educación y sabiduría. [125] Tengo oído que solía decir con razón que, teniendo en torno a él varones justos y sensatos, poseería la mejor salvaguarda de su soberanía; pues que sus amigos le darían, con libre palabra, consejos de utilidad —cosa que concurría en los enviados por Eleazar. [126] Éste manifestó con juramento no haberlos dejado partir si otra utilidad privada cualquiera se lo hubiese aconsejado, y que sólo los mandaba en aras del común provecho de todos sus conciudadanos. [127] Que el bien vivir consistía en la observancia de las leyes; y ésta se alcanzaba merced al escuchar, mucho más que con la lectura. Con manifestaciones tales, y otras de la misma guisa, daba muestras de cuál era su disposición para con ellos.

[128-171. Apología de la Ley por Eleazar]

[172] Eleazar, tras celebrar un sacrificio y escoger a los hombres, dispuso muchos regalos para el Rey y nos despidió, provistos de numerosa escolta. [173] Llegados a Alejandría, se anunció al Rey nuestra venida. Introducidos en palacio, Andrés y yo saludamos respetuosa y amigablemente al Rey y le entregamos las cartas de Eleazar. [174] Mucho le importaba el encuentro con los enviados; ordenó salir a todos los demás oficiales y llamar a aquellos varones, [175] tal que pareció a todos insólito, pues era costumbre que los llegados por asuntos oficiales sólo al quinto día fuesen admitidos a la real presencia; y los mandatarios de reyes o ciudades de importancia apenas al cabo de treinta días accedían a la corte. Pero juzgando dignos de mayor honor a éstos que llegaban, y atendiendo a la eminencia de quien les enviaba, despidió a los que consideró superfluos y aguardó paseando a saludar a los recién arribados. [176] Una vez que comparecieron, con los presentes enviados y los preciosos pergaminos en los que estaba escrita la Ley con letras de oro, en caracteres judaicos — era un trabajo maravilloso del pergamino, y las junturas entre las partes, imperceptibles —, apenas el Rey los vio, preguntó acerca de los libros. [177] Cuando los hubieron despojado de sus fundas y desenrollado los pergaminos, tras una pausa dilatada, y habiéndose casi prosternado siete veces, dijo: «A vosotros, varones excelentes, os doy las gracias, y mayores a quien os ha enviado; pero sobre todo al Dios cuyas son estas Palabras».(26) [178] Todos a una dijeron, con una sola voz, los recién llegados y los ya presentes: «¡Salve, oh Rey!» Y se entregó al llanto, henchido de gozo. Pues la tensión del alma y el colmo de los honores fuerzan a las lágrimas aun en la plenitud de la fortuna. [179] Dio instrucciones de disponer ordenadamente los rollos;(27) y saludándoles acto seguido, dijo: «Justo era ¡oh varones que teméis a Dios! rendir homenaje primero a aquello en razón de lo cual os mandé llamar y sólo luego tenderos mi diestra; por ello he obrado así primero. [180] Día señalado considero éste en que nos llegasteis, y será celebrado durante el curso entero de nuestra vida; pues coincide también con la victoria que reportamos en la batalla naval contra Antígono.(28) Quiero por ello cenar hoy con vosotros. [181] Todo estará dispuesto de acuerdo con vuestros usos, para mí como para vosotros». Mostraron ellos su satisfacción y ordenó que se les diese el mejor alojamiento, junto a la ciudadela, y disponer lo conveniente para el banquete. [182] El gran mayordomo Nicanor convocó a Doroteo, encargado de tales huéspedes, y le ordenó cumplimentarlo todo al detalle. Así había sido dispuesto por el Rey, tal como lo ves en vigor aún hoy en día: cuantas ciudades usaban de costumbres particulares en comida, bebida, lechos, tantos eran los superintendentes; y de acuerdo con sus usos se disponían las cosas cuando visitaban a los reyes, a fin de que, sin nada que les incomodase, pasasen un tiempo placentero. Como así se hizo en este caso.

[183] Hombre meticuloso, Doroteo se ocupaba como superintendente de los huéspedes de tal rango. Desplegó todos los objetos que custodiaba, prestos para tales recepciones. Dispuso los lechos en dos filas, como el Rey había establecido; pues había ordenado colocar a la mitad a su diestra, a los otros tras su propio lecho, sin omitir nada para honrar a estos hombres. [184] Y cuando ocuparon su puesto, exhortó a Doroteo a conformarse con cuantos usos seguían los huéspedes llegados de Judea. Por ello despidió a los heraldos sagrados, los sacrificadores y a los otros que solían realizar la plegarias y exhortó a Eliseo, el más anciano de los sacerdotes que habían venido con nosotros, a elevar sus preces; y él, puesto en pie, dijo en términos dignos de memoria: [185] «Que el Señor omnipotente te colme de cuantos bienes ha creado; y te otorgue conservarlos sin mengua, a ti, a tu mujer, a tus hijos y a los que te son amigos durante todos los días de tu vida». [186] Tras sus palabras estalló un aplauso, con griterío y expresiones de júbilo, que duró largo tiempo; luego se consagraron al deleite de los manjares dispuestos: prestaba servicio todo el personal a las órdenes de Doroteo, entre el que se contaban también los pajes reales (29) e incluso algunos dignatarios del Rey.

[187-300. El Banquete]

[301] Después de tres días, Demetrio los tomó consigo, y tras recorrer el dique de mar de siete estadios hasta la isla [de Faros], cruzó el puente y, avanzando hacia la parte norte, les congregó en una mansión bien dispuesta junto a la playa, de gran belleza, e inmersa en una paz profunda; y les exhortó a llevar a término la traducción, pues que estaban bien provistos de todo lo que precisaran. [302] Y la ejecutaron, poniéndose de acuerdo mediante confrontaciones entre ellos acerca de cada punto;(30) el resultado quedaba fijado oportunamente por escrito, a cargo de Demetrio.(31) [303] Hasta la hora nona se prolongaba la sesión; después se separaban para dedicarse a los cuidados del cuerpo, facilitándoseles con espléndida provisión cuanto pudieran desear. [304] Además, cada día, todo lo que se disponía para el Rey, también para ellos Doroteo lo aprestaba; pues tal había sido la orden del soberano. Con la primera luz comparecían en la Corte cada día, y, tras saludar al Rey, regresaban a su lugar. [305] Tal como es usanza entre todos los judíos, se purificaban en el mar las manos, elevando preces a Dios; acto seguido, se consagraban a la lectura y exégesis de cada punto. [306] También pregunté esto: «¿Por qué razón se lavan las manos antes de orar?». Aclararon que en testimonio de no haber cometido mal alguno, pues toda acción se realiza por medio de las manos; así, hermosa, piadosamente, todo lo remitían a la justicia y a la verdad. [307] Tal como lo he dicho, cada día, congregados en este lugar, que hacían tan deleitoso la calma y luminosidad, llevaban a cabo la tarea fijada. Y acaeció que la traducción fue completada en setenta y dos días, como si hubiese sucedido por una suerte de premeditación. [308] Cuando se llegó al cumplimiento, reunió Demetrio a la comunidad de los judíos (32) en aquel lugar donde la traducción había sido realizada, y se la leyó a todos, en presencia de los Traductores, que se granjearon una recepción magnífica también por parte del pueblo, como responsables de magníficos bienes. [309] Tal acogieron a Demetrio también, exhortándole a entregar a los rectores de su comunidad una copia de toda la Ley. [310] Después de leídos los rollos, en pie los sacerdotes y los Ancianos de los Traductores y los rectores del común proclamaron: «Puesto que ha sido traducida hermosamente y con piedad, y con exactitud plena, bien está que permanezca como ella es y que no se produzca la menor alteración». [311] Todos aclamaron tales dichos (34) y les exhortaron a lanzar una maldición, según es usanza entre ellos, contra cualquiera que alterase, añadiendo, modificando o suprimiendo, el tenor de lo escrito; bien obraron, a fin de que fuera preservado incólume perpetuamente.(35)

[312] Comunicadas al Rey estas nuevas, se alegró grandemente; pues reputó que la intención que había tenido se había realizado a satisfacción. Una vez que todo le fue leído, admiró en extremo la sabiduría del legislador y preguntó a Demetrio: «¿Cómo es que, con una perfección semejante, acaeció que jamás ningún historiador o poeta hiciera de ella memoria?». [313] Aquél le dijo: «Porque la Ley es sagrada y de Dios procede; algunos que lo intentaron, heridos por la mano de Dios, renunciaron al intento». [314] Y le dijo haber oído contar a Teopompo (35) que cuando estaba a punto de insertar en sus Historias ciertos pasajes traducidos de la Ley de un modo asaz imprudente, sufrió una perturbación de la mente durante más de treinta días; en una tregua imploró a Dios que le revelara cuál era la causa de su infortunio. [315] Habiéndosele manifestado en sueños que el haber querido insensatamente comunicar las cosas divinas a los profanos, renunció a ello y recobró la salud. [316] «Y del propio Teodecto, el poeta trágico,(36) he escuchado yo mismo que, en el punto de introducir algo de la Biblia (37) en un drama suyo, sus ojos sufrieron un glaucoma; como sospechase que por esta razón le sobrevino la desgracia, invocando a Dios se curó, al cabo de muchos días».

[317] Informado el Rey, como dije antes, por obra de Demetrio de todos estos extremos, prosternándose delante de los libros, ordenó tener gran cuidado de ellos y conservarlos piadosamente. [318] Solicitaba a los Traductores que retornen a él con frecuencia, una vez regresados a Judea —pues dijo que era cosa justa su partida; mas si regresaban les tendría, en buena ley, como amigos suyos y que de él recibirían los mayores presentes. [319] Ordenó aparejar su partida tratándolos con la mayor liberalidad. A cada uno entregó tres vestiduras de las mejores y dos talentos de oro, una copa de un talento y cobertores para tres lechos. [320] También envió a Eleazar, con la comitiva, diez lechos de pies de plata con todos sus aparejos, una alacena de copas de treinta talentos, diez vestiduras, una túnica púrpura, una espléndida corona, cien velos del lino más sutil, copas, platos y dos crateras de oro para las ofrendas. [321] Le escribió exhortándole a que si alguno de aquellos varones escogiere retornar junto a él, no se lo vedase, pues tenía en mucho la compañía de los instruidos y gastar con ellos la riqueza a manos llenas, no en frivolidades.

[322] Has oído toda la narración tal como te anuncié, Filócrates. Pienso que más te deleitará que los libros de los fabuladores. Pues te inclinas al cultivo de aquello que puede lucrar al espíritu y a ello consagras la parte mejor de tu tiempo. Intentaré escribirte los otros sucesos dignos de mención para que, leyéndolos, puedas alcanzar el alto premio de tus deseos.


NOTAS

(1) El nombre de Eleazar era corriente; intentar identificar aquí algún personaje concreto carece de sentido, aunque alguna vez se haya intentado.
(2) Trímetro yámbico perteneciente a una tragedia desconocida.
(3) Ptolomeo I hijo de Lago, padre de Ptolomeo II Filadelfo.
(4) Alejandría, naturalmente.
(5) La mayoría de intérpretes indican que el autor está sugiriendo que Filócrates (personaje ficticio, desde luego) procedía de Rodas. Antiguamente se había propuesto que su pretendido lugar de origen fuese simplemente la isla de Faros; pero entonces no habría necesitado (desde una óptica positivista) toda esta información adicional.
(6) Discípulo de Teofrasto; autor de obras de filosofía peripatéticas y activo político. Nacido en torno al 350 a. C., fue expulsado a Alejandría (307) por Demetrio Poliorcetes, hijo del rey Antígono, y acogido por el primer Ptolomeo. Favoreció las aspiraciones sucesorias de Ptolomeo Cerauno, por lo que, al advenimiento del Filadelfo (285), cayó en desgracia y fue desterrado. Jamás ocupó, por lo tanto, el cargo de bibliotecario; véase Introducción. Durante mucho tiempo se creyó (y se cree todavía, frecuentemente) que «il pourrait avoir préparé sous le premier Ptolémée les plans d'une Bibliothèque construite seulement sous le second. Aussi bien est-ce de lui que vient l'idée d'une Académie de savants et d'hommes de lettres à réunir au Musée» (Pelletier 1962: 104 n. 1). Sin embargo, Rudolf Pfeiffer, History of Classical Scholarship, I, Oxford, 1968 (existe traducción castellana, Madrid, Gredos, 1981) se opuso a esta idea, tan verosímil (sin argumentos demasiado concluyentes, a mi entender).
(7) Traducción conjetural y aproximada, pues el texto no resulta demasiado claro: posiblemente se oculte aquí una corrupción (o una laguna). Lo he vertido siguiendo las sugerencias de Zuntz 1972: 132 y n. 1.
(8) Es decir, el arameo.
(9) Todas estas precauciones para producir la impresión creíble de un trabajo de documentación rigurosa resultan, para el lector moderno, y tratándose de una falsificación tan notoria, entre ingenuas y conmovedoras. Quizá por ello valga la pena recordar, una vez más, que el mundo antiguo nunca se formó una idea de la autenticidad documental que tuviera algo que ver con las del positivismo moderno. De todas formas, cf. Fraser 1972: II 974 n. 127: «Presumably [Aristeas] has in mind the third-century kings, in whose reigns the administration of chancery was highly organized. At the same time, the evidence of papyri shows that there was no great change in this respect even in the second century, while § 182 shows that court protocol was still carefully regulated».
(10) El original griego dice phonê. Pelletier opta por traducir este término siempre por 'pronunciación', justificando su opción de manera minuciosa. No comparto sus razones y prefiero seguir las brillantes exégesis de Gunther Zuntz; véase Introducción.
(11) Pelletier traduce 'escritos'. Sobre el significado exacto del griego sesêmantai aquí, se ha desencadenado una discusión apasionada, a la que hay que aludir por lo menos, porque versa sobre un argumento importante: la hipotética circulación, entre la diáspora judía, de versiones griegas de algunos libros de la Biblia previas a los LXX. E. Bickermann sugiere que sesêmantai se refiere a la 'escritura' (en el sentido de 'caligrafía', precisa Pelletier); es decir, que 'Aristeas' se queja de la pésima calidad de los manuscritos hebreos en circulación. Pelletier, Zuntz y otros se muestran de acuerdo. Personalmente, sin embargo, no excluiría que tengan razón quienes (como Thackeray, Calabi, etc.) sostienen que 'Aristeas' pretende dar a entender —con razón o sin ella; esto no se puede dilucidar— que ya se habían producido tentativas anteriores, muy defectuosas, de traducción; en favor de esta interpretación se pueden aducir los §§ 312-316 de la Carta (véase la Introducción).
(12) Cf. Pelletier 1962: 120-121 n. 2: «L'éloge de la Loi est un lieu commun de la littérature juive. Le sujet est développé avec complaisance par les Rabbins. La Torah [...] a été créée en réalité, et non en pensée seulement. Depuis, elle est auprès de Dieu, dans ses trésors, ou mieux vivant avec lui comme sa fille, sa bien-aimée. Cette préexistence affirmée en plusieurs de nos sources fait de la Loi un être surnaturel».
(13) Hecateo de Abdera, contemporáneo de Alejandro Magno y de Ptolomeo I, autor de una Historia de Egipto perdida, que fue utilizada por Diodoro Sículo (vide supra). La cita que aparece aquí no se halla en ninguna otra parte; de modo que se ha suscitado un debate a propósito de si el pasaje correspondía realmente a la Historia de Egipto o más bien a un Acerca de los judíos o Acerca de Abraham espúreo, pero que se atribuyó al auténtico Hecateo de Abdera por la simple razón de que fue, en efecto, el primer historiador griego que se ocupó de los judíos. Esta segunda hipótesis parece más verosímil, y a ella se adhiere un buen número de estudiosos (cf. Calabi 1995: 64-65 n. 30).
(14) Los comentaristas suelen recordar que la organización en tribus había desaparecido en Palestina hacía siglos; mas parece que los judíos de la diáspora gustaban de fantasear con esta suerte de anacronismos.
(15) Cf. Pelletier 1962: 122 n. 1: «Ce souci d'exactitude dans l'enseignement ou la tradition du texte de la Loi semble caractéristique des milieux pharisiens».
(16) Se sabe que, a pesar de que pueda parecer un poco sorprendente, no era en modo alguno insólito que en el Templo de Jerusalén se celebrasen sacrificios a la intención de un idólatra, y en su nombre.
(17) Los mercenarios judíos gozaron durante largo tiempo de gran reputación. Por otra parte, en el ejército real de los Lágidas no hubo prácticamente nativos de Egipto hasta el 217 a. C., en que fueron movilizados masivamente para la campaña de Siria. «The statement regarding the Jewish prisoners is likely to be historically correct [...]. The decree of Philadelphus [...] bears a remarkable resemblance to his provçtagma regarding the liberation of slaves captured in Palestine [...] and evidently has a genuine documentary core, though it is not likely to be wholly genuine» (Fraser 1972: II 974 n. 126).
(18) Alusión velada a un tema muy vidrioso en este contexto: el inveterado antisemitismo de la población egipcia (sometida más de una vez a vejaciones por parte de los mercenarios) estallaba periódicamente en sangrientos pogromos.
(19) El contenido, y sobre todo el tono, de la carta de Ptolomeo, así como la respuesta de Eleazar, pretenden indicar, desde luego interesadamente, una relación paritaria. En términos históricos es cierto que, bajo el dominio persa, se concedió a los judíos el derecho a organizarse en comunidad político-religiosa: se trató de un auténtico estado teocrático, pues el Sumo Sacerdote, aunque flanqueado por un gobernador forastero, ostentaba una función vitalicia y hereditaria. Semejante situación ya no era vigente en el período al que se refiere la Carta: parece dudoso que el Sumo Sacerdote conservara intactos, por lo menos oficialmente, sus poderes políticos. La realidad histórica en los tiempos de 'Aristeas' (si no se acepta una datación extravagantemente alta) contemplaba las luchas de los Tobíadas contra los pontífices para obtener la proçtaçiva tou' plhvqouç «e quindi scindere il potere politico del religioso» (Momigliano 1969: 215), luchas que acabaron alcanzando pleno éxito. «Né l'assoluta indipendenza della Palestina presupposta della Lettera, può addatarse ad un autore che viveva nel periodo in cui essa era dipendente, sia pure senza che il governo tolemaico premesse la mano» (ibidem). El poder en Jerusalén (regularmente destrozada por querellas intestinas) solía mantener un equilibrio precario, también entre el reino de Egipto y Antioquía, todavía menos inclinada que los Lágidas a respetar la autonomía judía. Pero no hay duda de que 'Aristeas' pretende suscitar la impresión, valga lo que valga, de una relación entre dos verdaderos jefes de Estado. Cf. Calabi 1995: 12: «È vero che il sommo sacerdote aveva un potere non solamente religioso di grande prestigio, è vero che i Giudei erano un popolo di un certo rilievo nelle relazioni internazionali e che la comunità di Alessandria aveva un notevole peso nella città, ma appare pur sempre poco plausibile l'attegiamento descritto nella Lettera».
(20) Arsínoe II, hija de Ptolomeo I, fue hermana y segunda esposa de Ptolomeo II. Gozó de un poder y un prestigio inmensos, y fue deificada, quizás incluso antes de su muerte. El matrimonio con su hermano no tuvo descendencia; lógicamente el texto se refiere a los hijos del primer matrimonio de Ptolomeo. 'Aristeas' da aquí pruebas de una cierta desfachatez, haciendo que un Sumo Sacerdote de Jerusalén cierre tranquilamente los ojos ante el incesto real, abominación para la Ley mosaica. De hecho, la situación también asqueaba a bastantes griegos: Ptolomeo tuvo que reprimir duramente algunas voces de protesta, como la del poeta satírico Sotades de Maronea, quizás aisladas, pero particularmente acerbas.
(21) Se trata de la «Mesa de los Panes de la proposición», largamente descrita en los §§ 53-72, que hemos omitido. Cf. Calabi 1995: 11: «La raffinatezza e l'elaborazione dei manufatti è indicativa del livello raggiunto in campo artigianale, in particolare orafo, ai tempi di 'Aristea'. Viene evidenziata la preciosità, la straordinarietà di opere di spettacolare bellezza». Tales dones resultan particularmente significativos, porque son escogidos cuidadosamente, y realizados de modo que los rituales y prescripciones hebraicas sean respetados: así por ejemplo con la «Mesa de los Panes de la proposición», donde la riqueza se despliega en la ornamentación, no en el tamaño, que respeta estrictamente el de la Mesa del Templo de Jerusalén.
(22) Pelletier sugiere que el pueblo hebreo alzó sus preces para que la traducción querida por el rey de Egipto no desencadenara la ira divina, como habría sucedido con las pretendidas tentativas de traducción anteriores (cf. §§ 313-316).
(23) El conocimiento de la lengua y la cultura helénicas no constituía, desde luego, nada excepcional ni extraño entre los judíos cultos de la época.
(24) Viejo tópico peripatético, heredado por la sabiduría popular y convencional.
(25) Como destacó Moses Hadas, este generoso espíritu de apertura no era compartido, entre el judaísmo contemporáneo a 'Aristeas', de modo unánime. Cf. Calabi 1995: 99 n. 72: «'Aristea' mira a dimostrare che la devozione alla Legge non è incompatibile con relazioni distese con il mondo esterno...».
(26) He optado —tras bastantes vacilaciones— por traducir ta logia del modo más neutro posible. Pelletier —y otros intérpretes— optan por verter, a la griega, 'oráculos', lo que es, desde luego, correcto; Hadas se compromete con un 'holy words'; y Calabi va todavía más lejos con 'rivelazione'. De hecho, no carece de argumentos: ta logia puede significar, incluso, los versículos que los judíos ortodoxos colocaban sobre las puertas. Por mi parte, no he querido deshacer el equilibrio inestable entre términos griegos y nociones hebraicas.
(27) Entiéndase los cinco rollos que contienen un libro del Pentateuco cada uno.
(28) 'Aristeas' combina inexactitud y anacronismo. Antígono Gonatas, hijo de Demetrio Poliorcetes, y el Filadelfo libraron en Cos, hacia el 260, un combate naval que constituyó un desastre para el egipcio. Hubo otra batalla, en Andros, hacia el 245, entre un Antígono y un Ptolomeo; mas se ignora tanto la identidad exacta de los antagonistas como el desenlace. Pero el anacronismo subsiste, porque la reina Arsínoe II, que aparece en la Carta en perfecto estado de salud, había muerto en el 269. La propuesta de Bickermann de substituir en el texto el nombre de Antígono por el de Antíoco parece una solución desesperada: quizás ingeniosa, pero no convincente.
(29) Cf. Pelletier 1962: 189 n. 1: «Diodore XVII 36, 5 montre à Issos les pages de Darius préparant la réception d'Alexandre sous la tente royale».
(30) Esto es todo lo que 'Aristeas' sabe decir a propósito de la constitución de la versión griega. Ciertamente no se trata de una colación de manuscritos; ni siquiera de comparaciones sistemáticas entre el modelo hebreo y el texto griego, sino de 'confrontaciones' entre las versiones provisionales elaboradas por cada traductor. Sin embargo, la terminología utilizada por 'Aristeas' «révèle du moins son intention de parer la traduction grecque de la Loi juive de tout le prestige qu'avaient alors les éditions critiques d'auteurs anciens, établies par les savants d'Alexandrie [...]. Ce détail sert avant tout la cause de la propagande juive auprès des non-juifs, mais il n'exclut pas (bien au contraire) le souci de promouvoir et de garantir de toute falsification, à l'intérieur même du judaïsme, un texte absolument fidèle à l'original hébreu» (Pelletier 1962: 230-231 n. 1).
(31) Cf. Calabi 1995: 164 n. 144: «Ribadita la tesi che la traduzione veniva fatta per la Biblioteca di Alessandria, anche se al § 308 la pubblica lettura davanti al popolo e la pubblica acclamazione lascia vedere l'utilità della traduzione per il popolo ebraico che, infatti, ne richiede una copia».
(32) Cf. Calabi 1995: 166 n. 148: «Con politeuma si indica l'organizzazione politica dei Giudei (come di altre popolazioni) all'interno di Alessandria”. Vide supra, Introducción. Por su parte, Fraser 1972: I 55 advierte que «that the Jews were organized in this manner from an early Ptolemaic date [...] is very doubtful, since at the dramatic date of that letter they were probably not sufficiently numerous in Alexandria to need or demand such treatment».
(33) Filón de Alejandría (Vita Mosis II 41) cuenta que, todavía en sus días, tenían lugar cada año en la isla de Faros fiestas solemnes, en las que participaban no sólo judíos, sino multitudes variopintas, para «venerar el lugar donde por primera vez resplandeció esta traducción y dar gracias a Dios por un antiguo favor, que se renueva sin tregua». Más tarde todo cambió: según el Talmud, este día se convirtió en «día de ayuno y duelo, para expiar el pecado cometido al divulgar la Torah en la lengua de los Goyim». «Ce revirement s'amorce très tôt [...] mais il ne s'accomplit que peu à peu. Marcel Simon a pu réunir des indices qui montrent que la Bible grecque est restée largement en usage chez les Juifs des premiers siècles de l'Empire» (Pelletier 1962: 233-4 n. 2).
(34) Cf. Pelletier 1962: 234-235 n. 1: «Terminer un livre par une imprécation contre tout falsificateur pourrait être une coutume du temps. Elle s'inspirerait des interdictions de Deuteronome IV 2. Por su parte, Calabi 1995: 167 n. 150: «è improbabile che una maledizione di questo tipo si accompagni alla prima promulgazione della LXX, ma si applica più verosimilmente a una revisione della traduzione cui la Lettera darebbe una sanzione ufficiale».
(35) Teopompo de Quíos (circa 378-300 a. C.), el gran historiador, discípulo de Isócrates, visitó la corte ptolemaica en torno al 305. Sus fragmentos —en general breves, de interpretación frecuentemente compleja y elusiva— se hallan recogidos en los monumentales Fragmente der griechischen Historiker de Felix Jacoby (FGrHist 115); traducción inglesa —a veces un poco imaginativa— en los apéndices de G. S. Shrimpton, Theopompus the Historian, Montreal & Kingston, McGill-Queen's University Press, 1991. La monografía reciente más fiable es la de M. A. Flower, Theopompus of Chios. History and Rhetoric in the Fourth Century BC, Oxford, Clarendon Press, 1998, 2ª ed. (que omite la presente narración). Cf. mi reseña de este trabajo en Anuari de Filologia XXI (1999), pp. 152 ss.
(36) Rétor y poeta trágico, rival de Teopompo, vivió circa 374-334 a.C. Cf. Zuntz 1972: 141: «Theodectes and Theopompus are, with ruthless disregard of chronological possibility, alleged [...] to have personally imparted their experiences to him [= Demetrio de Fáleron]; it is clear that the whole context is taken from a book that went under the name of Hecateus. Ni que decir tiene que es imposible atribuir al auténtico Hecateo abderita semejantes absurdidades; por otra parte, Flavio Josefo preserva un resumen bastante fidedigno del pseudoepígrafe judío atribuido a Hecateo, en el que este pasaje se integra sin dificultad alguna. El objetivo del Pseudo-Hecateo era ciertamente propagandístico — pero no a favor de los LXX, ni de su revisión, sino a favor de los hebreos en general. Acerca de las obras del Pseudo-Hecateo, vide supra nuestra Introducción y la n. 13 a la traducción.
(37) Se trata del primer uso conocido de la expresión ê biblos para designar el Antiguo Testamento. La comunidad de Qumrân utilizaba el término hebreo correspondiente (Pelletier 1962: 236-237 n. 2).


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