martes, 17 de mayo de 2016

Antiguedad | La Biblia no Miente

Antiguedad | La Biblia no Miente








Descifran el más antiguo texto bíblico de los Rollos del Mar Muerto

 
 
 
 
 
 
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Arqueólogos
en Israel han afirmado descifrar la escritura de un pedazo de pergamino
de 1.500 años de edad, el cual es un texto bíblico de los más antiguos
desde el descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto.




Charisma News reporta que los arqueólogos pudieron interpretar la
escritura a través de imagen digital y tecnología avanzada. Aunque el
pergamino fue encontrado hace 45 años, la tecnología no era capaz de
descifrar la secuencia de comandos hasta ahora.


Pnina Shor, comisario artístico de la Autoridad de Antigüedades de
Israel dijo: “Este es realmente un gran descubrimiento. Después de los
Rollos del Mar Muerto, este ha sido el hallazgo más importante de una
antigua Biblia”.


Según informes, el pergamino fue descubierto en Ein Gedi a 40
kilómetros al sur de las cuevas de Qumran en 1970. Sefi Porat, quien
codirigió la excavación, dijo que el libro está fechado alrededor del
año 600; fue descubierto en el interior de los restos de una sinagoga de
la época bizantina.

Los arqueólogos de la Universidad Hebrea de Jerusalén, los situaron en
la zona que creían era el arca donde se guardaban los rollos de la Ley,
los rollos del Pentateuco.


Durante 45 años, han estado guardados sin poder hacer nada con ellos. Hasta hoy.

Descifrar un texto tan antiguo en un envoltorio tan destrozado no
hubiera sido posible sin la reconstrucción digital. Merkel Technologies,
la empresa israelí especializada en altas tecnologías para
investigación, análisis y diagnósticos médicos, ofreció sus máquinas
para intentar descifrar este rollo completamente quemado.


http://eptvida.blogspot.com


“Evidencias confirman la existencia de Adán y Eva”, asegura genetista

 
 
 
 
 
 
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Una
renombrada genetista molecular decidió hacer un documental para mostrar
la historicidad de Adán y Eva. Para ella, los modernos descubrimientos
en genética confirman las enseñanzas de la Biblia, de que todos los
humanos descienden de una pareja original.




La doctora Georgia Purdom tiene un doctorado en genética molecular por
la Universidad Estatal de Ohio. Ella ha publicado artículos en varias
revistas, incluyendo el Journal of Neuroscience y el Journal of Bone and
Mineral Research.


Además de trabajar como profesora de biología, se ha dedicado a
apoyar el ministerio de apologética cristiano Answers in Genesis (AiG).


Purdom ha hecho diferentes conferencias sobre el tema en los EE.UU.,
y su último trabajo, ahora disponible en DVD llamado “La Genética de
Adán y Eva”. Sigue la perspectiva de la genética, examina el relato del
Génesis sobre los orígenes de la humanidad.

“Uno de los mayores debates en el cristianismo se refiere a las primeras
dos personas, Adán y Eva, si eran reales o productos de mitos”,
escribió Purdom en un artículo reciente.


“Los que afirman que evolucionaron durante millones de años, creen
que Adán y Eva, como la Biblia enseña acerca de ellos, no tienen lugar
en la historia humana.


Ellos argumentan que la ciencia de la genética demuestra que no
podemos ser descendientes de sólo dos personas. Muchos cristianos
aceptaron esta posición y sugieren que su existencia histórica es
irrelevante para el cristianismo y el evangelio”.


Sin embargo, la doctora Purdom argumenta que aceptar la existencia
histórica de Adán y Eva, es esencial para una adecuada comprensión del
evangelio. “La comprensión de que Adán y Eva eran personas reales ayuda a
las personas a que se den cuenta de la necesidad de un salvador, porque
fueron ellos los que trajeron el pecado”, explica.


“Jesús es la solución al problema del mal, que comenzó en Génesis 3.
Pablo dejó muy clara la conexión en Romanos 5 y 1 Corintios 15″,
argumenta.


Para la doctora, los cristianos deben estudiar la información
científica para que puedan defender la confiabilidad de la Biblia,
comenzando con Génesis. En el documental, ella estudia algunos recientes
descubrimientos de la genética, que contribuyen a una mayor comprensión
del relato de la creación en la Biblia.


Ella apunta a la investigación del ADN mitocondrial realizado por la
genetista Nathaniel Jeanson. “Esto demuestra claramente que el ancestro
común de la humanidad de todos nosotros (Eva bíblica) vivió en el
período bíblico de sólo miles de años atrás”.


Para los que piden “pruebas” para contradecir las afirmaciones de los
evolucionistas, Purdom aclara que la “genética muestra claramente que
los humanos y los chimpancés no comparten un ancestro común. Hay muchas,
muchas diferencias en su ADN que socavan completamente la posibilidad
de ascendencia compartida”.


http://eptvida.blogspot.com/2015/07/evidencias-confirman-la-existencia-de.html


¿Qué enigmas se esconden tras la figura de este personaje bíblico llamado Abraham?

 
 
 
 
 
 
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Abraham
es, para la religión judía, cristiana e islámica, el primero de los
patriarcas postdiluvianos del pueblo de Israel y del pueblo árabe. Su
nombre significa‘padre de muchos pueblos‘ y, según el relato
del Génesis, Dios se lo otorgó a un hombre llamado Abram, o Abrán, en el
momento de establecer un convenio con él, que incluía su deseo de
convertirlo en el origen de un pueblo del que sería su Dios y al que le
daría Imagen 8la
tierra de Canaán como posesión perpetua. Pero si analizamos todo lo que
se explica sobre este famoso personaje bíblico, como hacemos en este
artículo, comprobaremos que representa un verdadero enigma. Abraham es
considerado el padre y fundador del judaísmo. Jacob, hijo de Isaac y
nieto de Abraham, tuvo doce hijos que fundaron las doce tribus de
Israel. El pueblo judío se considera descendiente de Judá y Benjamín,
ambos bisnietos de Abraham. De la línea de Judá descendieron los reyes
David y Salomón. Judíos, cristianos y musulmanes consideran a Abraham el
padre de los creyentes. La historia de Abraham es relatada en el libro
del Génesis. El Evangelio de San Mateo se inicia con la genealogía de Jesús, «hijo de David, hijo de Abraham».
Se enumeran sus antepasados hasta Jacob, que fue el padre de José.
Según el texto bíblico, la familia de Abraham se encontraba en “Ur Kaśdim”, frecuentemente referida como “Ur de los caldeos“.
Téraj era de la décima generación descendiente de Noé, a través de Sem,
y sus hijos fueron Abraham, Nacor y Harán. Este último, cuyo hijo fue
Lot, murió en su ciudad natal (Ur). Luego Abraham se casó con Sara, su
media hermana, quien era estéril. Téraj, el padre de Abraham, con sus
hijos y familias, marcharon entonces desde Ur a Canaán, asentándose en
Jarán, Mesopotamia, donde Téraj murió a la asombrosa edad de 205 años.
Tras la muerte de Téraj, según relata el Génesis, capítulo 12, cuando
Abraham tenía 75 años, Dios le ordenó salir de su tierra e ir «al país que Yo te indicaré»,
donde convertiría a Abraham y sus descendientes en un gran pueblo. De
manera que Abraham emigró desde Jarán, con Sarai y Lot, sus seguidores,
sus rebaños, y viajaron hasta Canaán, donde, en el encinar de Siquem, el
Señor le dio tierra a él y a su descendencia. Allí Abraham construyó un
altar dedicado al Señor y siguió viajando hacia el sur por el desierto
de Neguev.


Imagen 1


Coincide con esta época la migración de numerosos pueblos tribales
desde el sur del Cáucaso hacia el levante mediterráneo y el este
europeo. Según restos arqueológicos, era habitual en esa época el modo
de vida nómada, basado en la ganadería trashumante, tal como se describe
la de Abraham. También son de la misma época algunas tradiciones
descritas en el libro del Génesis, capítulo 15, donde se hace referencia
asimismo a algunas leyes del código de Hammurabi, sexto rey de
Babilonia durante el Primer imperio Babilónico, desde el año 1792 al año
1750 a. C. según la cronología media. En esa época, la Biblia relata
que se desató una gran hambruna sobre la faz de la tierra. El Código de Hammurabi,
creado en el año 1750 a. C. por el rey de Babilonia Hammurabi, es uno
de los conjuntos de leyes más antiguos que se han encontrado y uno de
los ejemplares mejor conservados de este tipo de documentos creados en
la antigua Mesopotamia y, en breves términos, se basa en la aplicación
de la ley del Talión. El código de leyes unifica los diferentes códigos
existentes en las ciudades del imperio babilónico. Entre otras
recopilaciones de leyes se encuentran el Códice de Ur-Nammu, rey de Ur (2050 a. C.), el Códice de Ešnunna (1930 a. C.) y el Códice de Lipit-Ishtar de Isín
(1870 a. C.). A menudo se lo señala como el primer ejemplo del concepto
jurídico de que algunas leyes son tan fundamentales que ni un rey tiene
la capacidad de cambiarlas. Las leyes, escritas en piedra, eran
inmutables. Este concepto pervive en la mayoría de los sistemas
jurídicos modernos. Estas leyes, al igual que sucede con casi todos los
códigos en la Antigüedad, son consideradas de origen divino, como
representa la imagen tallada en lo alto de una estela, donde el dios
Shamash, el dios de la Justicia, entrega las leyes al rey Hammurabi. De
hecho, anteriormente la administración de justicia recaía en los
sacerdotes, que a partir de Hammurabi pierden este poder. Por otra
parte, conseguía unificar criterios, evitando la excesiva subjetividad
de cada juez. Escrito en acadio, su prólogo y el epílogo están
redactados en un lenguaje más cuidado y con la finalidad de glorificar
al dios babilonio Marduk y, a través de él, a su rey. El rey ordenó que
se pusieran copias de este Código en las plazas de cada ciudad para que
todo el pueblo conociera la ley y sus castigos, para lo cual el cuerpo
de la ley se expresa en lenguaje claro, del pueblo. Comienza con la
partícula “si” condicional, describe la conducta delictiva y luego
indica el castigo correspondiente. Una de sus leyes establece la Ley del
Talión (“ojo por ojo, diente por diente“). Redactado en
primera persona, relata cómo los dioses eligen a Hammurabi para que
ilumine al país para asegurar el bienestar de la gente. Proclama a
Marduk como dios supremo, alejando al panteón sumerio.


Según la Biblia, Abraham baja desde Neguev a Egipto. Y es aquí donde
aparentemente Abraham se da cuenta de que su esposa Sara es hermosa ante
los ojos de los hombres. Una vez allí los príncipes de Egipto codician a
Sara. Abraham le dice a Sara que diga que es su hermana pues de lo
contrario podría ser asesinado. El faraón toma a Sara y trata a Abraham
muy bien por causa de ella. Se le dieron ovejas, ganados, asnos, asnas,
siervos, siervas y camellos. Pero el faraón es maldecido por Dios.
Entonces el faraón le reclama a Abraham por ocultarle que Sara era su
esposa y ordena a sus soldados que lo devuelvan a la frontera con su
mujer y todo lo suyo. Por ello Abraham, Sara y su séquito salen de
Egipto. Abimelec, uno de los Jueces de los israelitas, también se siente
atraído por la esposa de Abraham, Sara, e intenta casarse con ella.
Como en la ocasión anterior, quienes la pretenden son maldecidos por el
Señor y el gobernante termina dando a Abraham gran riqueza a cambio de
que se retire. Este relato es de tradición yavista (siglo IX a. C.) y
tiene cierto paralelismo con la historia de Isaac y Rebeca, que se narra
en Génesis. El esquema teológico es el mismo: la astucia del personaje
bíblico y la providencia de Yavé, siempre fiel a su promesa, traen la
prosperidad en medio de las dificultades. En el Génesis, Melquisedec es
rey de Salem y Sumo Sacerdote. En el Libro a los Hebreos,
posiblemente escrito por el apóstol Pablo, se aclara y profundiza que el
nuevo sacerdocio de los creyentes en Cristo dejará de ser el judío
(aarónico) y será al estilo simbólico de Melquisedec.  Melquisedec, rey
de Salem, sacerdote de Dios Altísimo, salió a recibir a Abraham que
volvía de la derrota de los reyes, y le bendijo, por lo que Abraham le
dio los diezmos de todo. Melquisedec significa primeramente Rey de
Justicia, y también Rey de Salem, esto es, Rey de Paz; sin padre, sin
madre, sin genealogía; que ni tiene principio de días, ni fin de vida,
sino hecho semejante al Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre.
Es de considerar, pues, cuán grande era éste, Melquisedec, a quien aún
Abraham el patriarca dio diezmos. En el relato del libro de Génesis,
Lot no aparece en el encuentro con Melquisedec. Por todo ello, Abraham
refuerza su relación con Dios quien le bendice sobremanera. Melquisedec
es visto por algunas versiones del cristianismo, debido al pan y al vino
que dio a Abraham, como una especie de sacerdote profeta que ejecutó
por primera vez el mandato del Mesías que llegaría muchos siglos
después. Bajo esta tradición, Melquisedec fue el primer sacerdote
cristiano.


Tras el período pasado en Egipto, Abraham, Sarai y su sobrino Lot,
regresaron a Hai, en Canaán. Allí vivieron durante algún tiempo,
incrementándose sus rebaños, hasta que surgió la discordia entre los
pastores de Abraham y los de Lot. Abraham entonces propuso a Lot que se
separaran, permitiendo a Lot que eligiera en primer lugar. Lot escogió
la fértil tierra al este del río Jordán, cerca de Sodoma y Gomorra,
mientras que Abraham vivió en Canaán, trasladándose al encinar de
Mambré, cerca de Hebrón, donde construyó un altar al Señor. Después de
esto, una fuerza invasora desde la Mesopotamia septentrional, dirigida
por Codorlaomor, rey de Elam, atacó y sometió a las ciudades de la
llanura, forzándolas a pagar tributo. Después de doce años, estas
ciudades se rebelaron. Al año siguiente, Codorlaomor y sus aliados
regresaron, derrotando a las rebeldes y tomando muchos cautivos, entre
ellos Lot. Abraham reunió a sus hombres y persiguió a los invasores,
derrotándolos cerca de Damasco. A su regreso se encontró con el rey de
Salem, Melquisedec, quien lo bendijo. El rey de Sodoma le ofreció a
Abraham el diezmo de los bienes recuperados como recompensa, pero
Abraham lo rechazó, de manera que el rey de Sodoma no pudiera decir «Yo he enriquecido a Abraham».
Durante esta época, Sarai, al ser estéril, ofreció a su esclava, Agar a
Abraham. Agar concibió pronto. Sarai, celosa, trató a Agar duramente,
forzándola a huir. Cuando estaba en el desierto, el Señor se apareció a
Agar y le dijo: “Vuelve a tu señora y humíllate bajo su mano“, pero prometiéndole que su hijo también será el padre de una «muchedumbre».
Su hijo se llamó Ismael, considerado el padre de los ismaelitas,
beduinos nómadas. Cuando Abraham tenía noventa y nueve años de edad, el
Señor se le apareció de nuevo y confirmó su pacto con él: Sarai dio a
luz a un hijo que sería llamado Isaac y la casa de Abraham deberá, a
partir de entonces, circuncidarse. Entonces el Señor le dice que no se
llamará Abram sino Abraham y, dirigiéndose a Saraii, le dice que ya no
se llamará así más, sino que su nombre será Sara. Finalmente, y en
cuanto a Ismael, dice que engendrará doce príncipes, que se convertirán
en una gran nación.


Imagen 2


En el capítulo 18 del Génesis se narra que Yavé se apareció a Abraham
junto al encinar de Mambré, acompañado por dos ángeles, los tres en
forma humana. Acogió a estos huéspedes en su casa y en la comida uno de
ellos le dijo que Sara tendría un hijo en un año. Se marcharon de ahí en
dirección a Sodoma, en compañía de Abraham. Éste intercedió ante Yavé
pidiendo que no destruyese a toda la ciudad por un puñado de pecadores.
Así pidió que no la destruyese si encontraba primero cincuenta, luego
cuarenta y cinco, después cuarenta, treinta, veinte y así hasta diez
hombres justos dentro de la ciudad. En cada una de las ocasiones, Yavé
le respondió que si los encontraba perdonaría a todo el lugar en
consideración a ellos. Los dos ángeles fueron a Sodoma, donde los
recibió Lot en su casa. Pronto se reunió una multitud alrededor de la
casa de Lot, exigiéndole que les entregase a los dos hombres, de manera
que pudieran abusar de ellos. Lot les ofreció a sus hijas, pero los
hombres de la ciudad le siguieron presionando hasta que los ángeles los
hirieron de ceguera. Por la mañana, le dijeron a Lot que huyese y que no
mirase hacia atrás mientras las ciudades eran destruidas. Sin embargo,
su esposa desobedeció y queda convertida en una estatua de sal. Después
de estos acontecimientos, Abraham, que habitaba como forastero en
Guerar, hizo un pacto con el rey Abimelec. Es entonces cuando nace
Isaac, de su esposa Sara, estéril hasta avanzada edad, siendo
considerado el único heredero. Isaak fue padre de Esaú y Jacob. Un rasgo
recurrente de la historia de Abraham son los convenios entre él y Dios,
que se reiteran y reafirman varias veces. Cuando a Abraham se le dice
que abandone la ciudad de Ur Casdim, el Señor le promete «Yo haré de ti un gran pueblo». Después de separarse de Lot, Dios se aparece y promete darle, a él y su descendencia, «Toda la tierra que tú ves», y que multiplicaría su descendencia «como el polvo de la tierra». Después de la batalla en el valle de Sidim, el Señor se apareció y confirmó la promesa. Más tarde, profetizó que «tus
descendientes morarán como extranjeros en una tierra extraña, en la que
serán esclavos y se verán oprimidos durante cuatrocientos años
». Abraham hizo un sacrificio y aceptó el convenio, por lo que Yavé declaró: «A
tu descendencia doy esta tierra, desde el torrente de Egipto hasta el
gran río, el Éufrates; al quineo, al quineceo, al cadmoneo, al jeveo, al
fereceo, a los refaim, al amorreo, al cananeo, al guerguesco y al
jebuseo
».


Este convenio se refiere a la descendencia de Abraham a través de su
hijo Isaac. El pacto no pasaría, sin embargo, a todos los descendientes
de Isaac, sino que de Isaac el convenio se transmitió sucesivamente a
Jacob, José y Efraím. Mientras se profetizaba que el Mesías provendría
de Judá, hijo de Jacob, en el pueblo judío, muchas naciones
permanecieron con Efraím, hijo de José. Cuando Abraham tenía noventa y
nueve años de edad, el Señor se le apareció de nuevo para confirmar el
convenio y le dijo que cambase su nombre de Abram por el de Abraham.
Ordena a Abraham, además, que circuncide a todos los varones de su casa
como señal del convenio. Abraham también es conocido por el relato del
sacrificio de su hijo Isaac a Dios. Algún tiempo después del nacimiento
de Isaac, el Señor ordenó a Abraham que le ofreciera a su hijo en
sacrificio en la región de Moriah. Según la exégesis, este relato parece
justificar o enfatizar el abandono de la práctica cananea de sacrificar
al primogénito. Se tiene la creencia de que Isaac era un niño cuando
Dios pidió a Abraham que sacrificara a su primogénito. Esto es así, ya
que la palabra usada en la Biblia para muchacho es náar,
que se refiere a un muchacho en la edad de la infancia o adolescencia.
El patriarca viajó durante tres días hasta que encontró el túmulo que
Dios le mostró. Ordenó al siervo que esperara mientras que él e Isaac
subían solos a la montaña, Isaac llevando la leña en la que sería
sacrificado. A lo largo del camino, Isaac pregunta una y otra vez a
Abraham dónde estaba el animal para el holocausto. Abraham respondía que
el Señor proporcionaría uno. Justo cuando Abraham iba a sacrificar a su
hijo, se lo impidió un ángel diciendo:”No extiendas tu mano contra el niño, ni le hagas nada; pues ahora conozco que eres temeroso de Dios” y en ese lugar le dio un carnero que sacrificó en lugar de su hijo. Así se dice, «El monte de Yavé provee».
Como recompensa por su obediencia recibió la promesa de una numerosa
descendencia y prosperidad. Sara murió a los ciento veintisiete años de
edad y fue enterrada en la caverna de los Patriarcas, cerca de Hebrón,
que Abraham había comprado a Efrón el jeteo, junto con el campo
adyacente. Abraham, recordando por este hecho, probablemente, su propia
ancianidad, y la consecuente incertidumbre de su vida, procuró asegurar
una alianza entre Isaac y una rama femenina de su propia familia.


Su siervo, tradicionalmente identificado con Eliezer, fue enviado
entonces a Mesopotamia, para encontrar entre los parientes de Abraham a
una mujer para su hijo Isaac. Eliezer marchó a realizar el encargo con
prudencia, y regresó con Rebeca, hija de Batuel, nieta de Najor, y, en
consecuencia, sobrina-nieta de Abraham y sobrina segunda de Isaac.
Muchos comentaristas bíblicos creen que Rebeca era aún una niña cuando
se casó con Isaac, mientras que Isaac tenía cuarenta años. Abraham vivió
bastante tiempo después de estos acontecimientos. Tras la muerte de
Sara, tomó otra esposa llamada Cetura y tuvo con ella seis hijos,
Zimram, Jocsán, Medán, Madián, Isbac y Súa. Abraham murió a la avanzada
edad  de ciento setenta y cinco años. Fue enterrado en Hebrón junto con
su mujer y el resto de su familia, Sara, Isaac, Jacob, Rebeca y Lea, en
lo que se conoce como Tumba de los Patriarcas (Macpela). Los restos del patriarca fueron depositados junto a aquellos de su amada Sara. Pero, ¿realmente existió Abraham?  En las Crónicas de Jerahmeel,
que se basan en fuentes todavía más antiguas, se afirma que Abraham era
un gran astrólogo y mago. Se dice que recibió sus conocimientos
directamente de los ángeles o, tal vez, extraterrestres. Para los
cristianos y judíos, Abraham fue el progenitor de la humanidad. Pero, en
realidad, los investigadores no han determinado siquiera su existencia,
ni qué significa su nombre. Franz M. Bóhl, profesor de la Universidad
de Leiden, afirma: “El nombre Abram, que sólo aparece en el Génesis
11, 26 y 17, significa «el padre sublime» o «el padre es sublime».
Podemos tomar la propia palabra «patriarca» como traducción de este
nombre (…). Abraham no es, probablemente, más que una variante
dialectal, una ampliación del nombre más común Abram
». Este
comentario se escribió en 1930. Pero los investigadores posteriores
llegaron a una conclusión semejante. Cinco años después del profesor
Bóhl, la Revista de Literatura Bíblica comentaba sucintamente: «Abraham no fue originalmente un nombre de persona, sino el nombre de una divinidad».
Los estudios sobre Abraham, que se han efectuado desde entonces, no
arrojan nueva luz sobre el tema. En una publicación de la Universidad de
Yale podemos leer el siguiente pasaje digno de mención: «Seguramente no estaremos nunca en condiciones de demostrar que haya existido verdaderamente Abraham».


Imagen 3


Las antiguas tradiciones nos dicen que la escritura se inventó 2.000
años antes de la creación del mundo, mediante un libro que tenía la
forma de una piedra de zafiro. Un ángel llamado Raziel, el que se
sentaba junto al río que brotaba del Edén, entregó este extraño libro a
nuestro primer antepasado, Adán. Debía de ser algo especial, pues no
sólo contenía todo lo que valía la pena saber, sino que predecía también
todo lo que sucedería en el futuro. El ángel Raziel aseguró a Adán que
encontraría en el libro todo «lo que te sucederá hasta el día que mueras». Pero no sólo Adán se había de beneficiar de este libro milagroso, sino también sus descendientes, entre ellos Abraham: “También
tus hijos, que vendrán después de ti, hasta el último de la raza,
sabrán por este libro lo que habrá de pasar cada mes y lo que habrá de
pasar entre el día y la noche; a cada uno le será conocido (…) si habrá
de padecer desventuras o hambre, si el trigo será abundante o escaso, si
habrá lluvia o sequía
“. Debemos buscar a los autores de tal obra
entre las huestes celestiales, pues después de que el arcángel Raziel se
lo entregase a Adán, e incluso le leyera textos del libro, sucedió algo
maravilloso: “Y en la hora en que Adán recibió el libro surgió un
fuego en la orilla del río, y el ángel ascendió al cielo entre las
llamas. Entonces supo Adán que el mensajero era un ángel de Dios, y que
el libro se lo había enviado el santo Rey. Y lo conservó con santidad y
con pureza
“.  Se recuerdan, incluso, detalles concretos del
contenido del curioso libro. En el libro estaban grabados los símbolos
superiores de la sabiduría sagrada, y en él se contenían setenta y dos
especies de conocimientos, divididas en 670 símbolos de los misterios
superiores. También estaban escondidas dentro del libro 1.500 claves que
no se confían ni a los santos del mundo superior. Adán leyó el libro
con gran diligencia, pues sólo a él le otorgaba el poder de dar nombre a
todos los objetos y a todos los animales. Pero cuando pecó, el libro «salió volando de entre sus manos».
Adán lloró amargamente y se sumergió hasta el cuello en las aguas de un
río. Cuando su cuerpo se quedó hinchado y reblandecido, el Señor tuvo
misericordia de él. Mandó al arcángel Rafael que descendiese hasta Adán y
que le devolviese la maravillosa piedra de zafiro. Adán legó el libro
mágico a su hijo de diez años Set. Adán no sólo le habló de «la fuerza del libro», sino también de «en
qué consistía su poder y su maravilla. También le habló de cómo había
usado él el libro, y le dijo que lo había escondido en una fisura de las
rocas
». Por último, Set recibió instrucciones sobre el modo de usarlo y para «conversar con el libro».


Uno sólo podía acercarse al libro con veneración y con humildad. Por
otra parte, no debía comer cebolla, ni ajo, ni otras especias antes de
usarlo, y debía lavarse a fondo antes de hacerlo. Adán grabó bien en la
mente de su hijo que éste no debía acercarse nunca al libro con ánimo
frívolo. Set siguió las instrucciones de su padre, aprendió durante toda
su vida de la piedra sagrada de zafiro y «construyó finalmente un cofre de oro; guardó en él el libro y escondió el cofre en una cueva en la ciudad de Enoc». Allí permaneció hasta que «al patriarca Enoc se le reveló en un sueño el lugar donde estaba escondido el libro de Adán». Enoc, que era el hombre más sabio de su época, fue a la cueva y esperó. «Lo hizo de tal modo que las gentes de ese lugar no advirtieran nada» y «en el momento mismo en que le quedó claro el significado del libro, se le encendió una luz».
Enoc supo entonces todos los caminos de las estaciones, de los
planetas, y supo también el nombre de cada ciclo y de cada órbita, y
conoció a los ángeles que dirigen sus cursos. Todo esto puede leerse en
los Relatos judíos de la Antigüedad. Pero, ¿qué fue del libro?
Con la ayuda del arcángel Rafael llegó a manos de Noé. Rafael le explicó
el modo de utilizarlo. El libro seguía estando «escrito sobre una piedra de zafiro»,
y Noé, que volvió a fundar la humanidad después del diluvio, aprendió a
comprender, con su ayuda, los cursos de todos los planetas, así como «los cursos de Aldebarán, Orión y Sirio». También aprendió de él «los nombres de todas las diferentes esferas del cielo (…) y los nombres de todos los servidores celestiales».
Es curioso el interés de Noé por los cursos de Aldebarán, de Orión y de
Sirio, así como el conocimiento de los nombres de los «servidores celestiales». Noé depositó el libro en un cofre de oro, y fue lo primero que metió en el arca: “Y
cuando Noé salió del arca, el libro estuvo con él todos los días de su
vida. En la hora de su muerte se lo dio a Sem. Sem se lo dio a Abraham.
Abraham se lo dio a Isaac; Isaac se lo dio a Jacob; Jacob se lo dio a
Leví; Leví se lo dio a Kehat; Kehat se lo dio a Amrom; Amrom se lo dio a
Moisés; Moisés se lo dio a Josué, Josué se lo dio a los ancianos; los
ancianos se lo dieron a los profetas; los profetas se lo dieron a los
sabios; pasó de generación en generación hasta que llegó al rey Salomón.
También a él se le reveló el libro de los misterios y adquirió una
sabiduría inmensa (…). Levantó grandes edificios, y gracias a la
sabiduría del libro sagrado hizo prosperar todo lo que emprendía (…).
Feliz aquel cuyos ojos han visto, cuyos oídos han oído, cuyo corazón ha
comprendido la sabiduría de este libro
“. Vemos, pues, que Abraham también llegó a tener este misterioso y maravilloso libro.


Resulta bastante sorprendente que, en aquel tiempo aparentemente poco
tecnológico, una piedra de zafiro contuviese un libro. Se supone que en
aquel tiempo el libro tenía que estar editado en un material como el
pergamino o las tablillas. ¿De dónde salió la idea de una piedra de
zafiro? Hasta hace menos de un siglo se supone que no se conocía la idea
de tener el contenido de un libro en un soporte como el que podría ser
el zafiro. En la era digital y de la informática, los diccionarios en
microchip son perfectamente posibles. Los científicos están estudiando,
asimismo, la posibilidad de almacenar información en cristales. Además,
según el relato, Adán mantenía «conversaciones» con este libro de zafiro, como si fuese un tipo de libro interactivo. El «ángel Raziel» lleva a Adán el libro de zafiro, y Raziel es el mismo ángel que «se sentaba junto al río que brotaba del Edén».
Como si esto fuera poco, al arcángel Rafael se le encarga que devuelva a
Adán el libro después de la Caída. Se dice que los ángeles descendieron
a la Tierra cuando nació Abraham, y que éste venció en una batalla al
rey Nemrod de Babilonia. En el texto que los teólogos llaman El apocalipsis de Abraham,
el autor describe a dos seres celestiales que bajan a la Tierra. Estos
dos seres celestiales subieron a Abraham a las alturas, pues el Señor
quería conversar con él. Abraham cuenta que no eran humanos y que le
produjeron mucho miedo. Dice que tenían el cuerpo brillante «como un zafiro». Lo hicieron subir entre humo y fuego, «como con la fuerza de muchos vientos». Cuando llegó a las alturas, vio «una luz gloriosa e indescriptible» y unas figuras grandes que se gritaban entre sí unas palabras «que yo no entendí». Abraham añade: «Pero yo quería volver a caer a la Tierra. El lugar alto donde nos encontrábamos estaba tan pronto de pie como cabeza abajo».
Es lógico suponer, por lo tanto, que estaba más alto que la Tierra. Y
nadie podría haber sabido, en aquella época, que las naves espaciales
gigantes, como las estaciones espaciales del futuro, siempre rotan sobre
su propio eje. La gravedad artificial sólo puede conseguirse en el
interior de la nave gracias a la fuerza centrífuga provocada por la
rotación propia de ésta. Y el Apocalipsis de Abraham nos dice: «El lugar alto donde nos encontrábamos estaba tan pronto de pie como cabeza abajo».
Asimismo, Abraham insiste en que aquellos seres no eran humanos y en
que sus ropas brillaban como el zafiro. ¿Por qué un Dios omnipotente
había de llamar a Abraham a su presencia para hablar con él?¿Por qué
necesitaba Dios una nave espacial que rotaba sobre su eje por encima de
la Tierra? ¿Por qué debía enviar Dios a dos personajes para que
recogiesen a Abraham?


Imagen 4


En los días de Amrafel, rey de Senaar, de Aryok, rey de
El-lasar, de Codorlaomor, rey de Elam, y de Tidal, rey de Goyim, que
estos hicieron guerra a Berá, rey de Sodoma, a Birshá, rey de Gomorra, a
Sinab, rey de Admá, a Semeber, rey de Seboyim, y al rey de Belá, que es
Soar
“. Así comienza el relato bíblico, en el capítulo 14 del
Génesis. Habla de una antigua guerra que enfrentó a una alianza de
cuatro reinos del Este contra cinco reyes de Canaán. Este relato conecta
la historia de Abraham, el primer patriarca hebreo, con un
acontecimiento concreto no hebreo, ofreciendo así un soporte objetivo a
la crónica bíblica del nacimiento de una nación. Muchos investigadores
pensaron que habría sido maravilloso poder identificar a los distintos
reyes, así como determinar la época exacta en la que vivió Abraham.
Pero, aun cuando Elam nos resulta conocido y Senaar se haya identificado
con Sumer, ¿quiénes eran los reyes citados, y qué reinos eran aquellos
otros del Este? Cuestionando la autenticidad del relato bíblico, los
críticos de la Biblia preguntaron: ¿Por qué no hemos encontrado mención
alguna de los nombres de Codorlaomor, Amrafel, Aryok y Tidal en las
inscripciones mesopotámicas? Y, si no existieron, si esa guerra no tuvo
lugar, ¿cuán creíble es el resto del relato de Abraham? Durante muchas
décadas, pareció que se impusieran los críticos del Antiguo Testamento.
Pero, a punto de terminar el siglo XIX, el mundo académico se sorprendió
con el descubrimiento de unas tablillas babilónicas que citaban a
Codorlaomor, Aryok y Tidal en un relato no muy diferente del bíblico. El
descubrimiento se hizo público en una conferencia que Theophilus
Pinches, un asiriólogo británico, pronunciara en el Instituto Victoria
de Londres, en 1897. Tras examinar varias tablillas pertenecientes a la Colección Spartoli del Museo Británico, se encontró con que describían una guerra de gran magnitud, en la cual un rey de Elam, llamado Kudur-laghamar,
encabezó una alianza de reyes entre los que estaban Eri-aku y
Tud-ghula, nombres que fácilmente se podrían haber transformado en
hebreo como Codorlaomor, Aryok y Tidal. Con su conferencia, acompañada
por una minuciosa transcripción de la escritura cuneiforme y de la
traducción correspondiente, Pinches pudo proclamar con total seguridad
que el relato bíblico recibía un apoyo independiente a través de fuentes
mesopotámicas. Con justificada excitación, los asiriólogos de la época
confirmaron la lectura de Pinches de los nombres cuneiformes. Las
tablillas hablaban, de hecho, de «Kudur-Laghamar, rey del país de Elam», extrañamente similar al bíblico «Codorlaomor, rey de Elam». Todos los expertos coincidieron en que era un nombre real elamita perfecto, siendo el prefijo Kudur Servidor») un componente de los nombres de varios reyes elamitas, y siendo Laghamar el nombre elamita para cierta deidad. También coincidieron en que el segundo nombre, que se deletreaba Eri-e-a-ku en la inscripción cuneiforme babilónica, se correspondía con el original sumerio ERI.AKU, que significaba «Servidor del dios Aku», siendo Aku una variante del dios Nannar/Sin.


Se sabe, por numerosas inscripciones, que los reyes elamitas de Larsa llevaban el nombre de «Servidor de Sin», por lo que no habría demasiadas dificultades en aceptar que la bíblica El-lasar, la ciudad real de Aryok, era en realidad Larsa. También hubo acuerdo unánime entre los expertos al aceptar que el Tud-ghula del texto babilónico era el equivalente del bíblico «Tidal, rey de Goyim»; y coincidieron en que el Goyim, del Libro del Génesis, se refería a las «hordas-nación»
que en las tablillas cuneiformes se citaban como aliados de
Codorlaomor. Ahí estaba la prueba perdida; no sólo de la veracidad de la
Biblia y de la existencia de Abraham, sino también de un acontecimiento
internacional en el cual se vio involucrado el patriarca. Pero un
descubrimiento contemporáneo, que debería de haber apoyado al anunciado
por Pinches, terminó por desacreditarlo. Un segundo descubrimiento fue
anunciado por Vincent Scheil, que dijo que, entre las tablillas del Museo Imperial Otomano de Constantinopla, había encontrado una carta del famoso rey babilonio Hammurabi, en la que se hacía mención al mismísimo Kudur-laghamar.
Debido a que la carta estaba dirigida a un rey de Larsa, Scheil llegó a
la conclusión de que los tres eran contemporáneos, agrupando así a tres
de los cuatro reyes bíblicos del Este, siendo Hammurabi nada menos que «Amrafel, rey de Senaar».
Por un tiempo dio la impresión de que todas las piezas del rompecabezas
habían encajado. Parecía plausible la conclusión de que Abraham había
sido contemporáneo de este rey, porque entonces se creía que Hammurabi
había reinado entre el 2067 y el 2025 a.C., situando a Abraham, la
guerra de los reyes y la consiguiente destrucción de Sodoma y Gomorra a
fines del tercer milenio a.C. Sin embargo, las investigaciones
posteriores convencieron a la mayoría de los expertos de que Hammurabi
había reinado mucho más tarde (entre 1792 y 1750 a.C, según The Cambridge Ancient History), con
lo que la simultaneidad que explicaba Scheil se venía abajo, y todo lo
relativo a las inscripciones descubiertas, incluso las aportadas por
Pinches, se ponía en duda. Hasta se ignoraron las alegaciones de Pinches
de que, a despecho de con quién se hubiera identificado a los tres
reyes citados y aún en el caso de que Codorlaomor, Aryok y Tidal de los
textos cuneiformes no fueran contemporáneos de Hammurabi, el relato del
texto con sus tres nombres seguía siendo «una notable coincidencia histórica, y merecía reconocerse como tal». En 1917, Alfred Jeremías (Die sogenanten Codorlaomor-Texte) intentó reavivar el interés por el tema, pero la comunidad de expertos prefirió tratar las tablillas de la Colección Spartoli del Museo Británico con indiferencia.


Las tablillas de la Colección Spartoli siguieron ignoradas
en los sótanos del Museo Británico durante medio siglo más, hasta que
Michael Czernichow Astour, orientalista ucraniano, volvió sobre el tema
en un estudio, Political and Cosmic Symbolism in Génesis 14, en la Universidad de Brandéis, en Estados Unidos.Aceptando
que los redactores bíblicos y babilonios de los respectivos textos los
habían extraído de una fuente más antigua, como podría ser una fuente
común mesopotámica, Astour identificó a los cuatro Reyes del Este con
algunos reyes conocidos en Babilonia, Asiria, Hitita y de Elam. Como
ninguno era contemporáneo del resto ni de Abraham, sugirió que no se
trataba de un texto histórico, sino de una obra de filosofía religiosa,
en donde el autor había utilizado cuatro incidentes históricos
diferentes para ilustrar el destino de unos reyes malvados. Pero, en
otras publicaciones especializadas, no se tardó mucho en señalar lo
improbable de las suposiciones de Astour, y, con ello, el interés en los
Textos de Codorlaomor decayó de nuevo. Sin embargo, el
consenso de los expertos en que el relato bíblico y los textos
babilónicos tenían una fuente común mucho más antigua, nos empuja a
reconsiderar las alegaciones de Pinches y su argumento central: No
podemos ignorar unos textos cuneiformes que afirman el trasfondo bíblico
de una importante guerra y citan a tres de los reyes bíblicos. No
tendría sentido descartar las evidencias para la comprensión de unos
años fatídicos simplemente por el hecho de que Amrafel no fuera
Hammurabi. La carta de Hammurabi, que encontró Scheil, no debería de
haber dejado a un lado el descubrimiento de Pinches, ya que Scheil
malinterpretó la carta. Según su interpretación, Hammurabi prometió una
recompensa a Sin-Idinna, rey de Larsa, por su «heroísmo en el día de Codorlaomor».
Esto suponía que ambos se habían aliado en una guerra contra
Codorlaomor y, por lo tanto, eran contemporáneos de aquel rey de Elam.
Esto fue lo que terminaría desacreditando el descubrimiento de Scheil,
pues contradecía tanto la afirmación bíblica de que los tres reyes eran
aliados, como los hechos históricos conocidos. Hammurabi no trató a
Larsa como aliada, sino como adversaria, alardeando de que él «derribó a Larsa en batalla», y atacó su recinto sagrado «con la poderosa arma que los dioses le habían dado».
Un examen más detallado de la carta de Hammurabi nos revela que, en su
entusiasmo por demostrar la identificación Hammurabi-Amrafel, Scheil
cambió el significado de la carta: Hammurabi no estaba ofreciendo como
recompensa el retorno de determinadas diosas al recinto sagrado de Larsa
(el Emutbal), sino que estaba exigiendo su retorno a Babilonia desde Larsa: “A
Sin-Idinna habla así Hammurabi respecto a las diosas que en el Emutbal
han estado tras las puertas desde los días de Kudur-Laghamar, con
atuendo de harpillera. Cuando de ti les pidan volver, a mis hombres
entrégaselas; los hombres tomarán las manos de las diosas; a su morada
las llevarán
“.


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El incidente del rapto de las diosas ocurrió, por tanto, en tiempos más antiguos. Se las tuvo cautivas en el Emutbal «desde los días de Codorlaomor».
Y Hammurabi estaba exigiendo ahora su regreso a Babilonia, de donde se
las había llevado cautivas Codorlaomor. Esto sólo puede significar que
los tiempos de Codorlaomor acaecieron antes que los de Hammurabi. En
apoyo de esta lectura de la carta de Hammurabi encontrada por el padre
Scheil, en el Museo de Constantinopla, encontramos que Hammurabi repetía
la exigencia del retorno de las diosas a Babilonia en otro duro mensaje
a Sin-Idinna, enviado a través de altos mandos militares. Esta segunda carta está en el Museo Británico y su texto lo publicó L. W. King en The
Letters and Inscriptions of Hammurabi: “A Sin-Idinna dijo así
Hammurabi: Te envío a Zikir-ilishu, el Oficial de Transporte, y a
Hammurabi-bani, el Oficial de la Línea de Frente, para que traigan a las
diosas que están en el Emutbal”.
Y, luego, la carta especifica claramente que las diosas tenían que ser devueltas desde Larsa a Babilonia: “Tienes
que hacer que las diosas viajen en un barco procesional, como en un
santuario, para que puedan venir a Babilonia. Las mujeres del templo las
acompañarán. Para que coman las diosas, cargarás el barco con crema
pura y cereales; ovejas y provisiones pondrás a bordo para el sustento
de las mujeres del templo, [suficiente] para todo el viaje hasta
Babilonia. Y designarás a unos hombres para que remolquen el barco, y
soldados selectos para que traigan a las diosas a salvo a Babilonia. No
te demores; que lleguen rápidamente a Babilonia”.
Queda claro en
estas cartas que Hammurabi era enemigo y no aliado de Larsa.  Buscaba la
restitución de acontecimientos sucedidos mucho antes de su tiempo, en
los días de Kudur-Laghamar (Codorlaomor), el regente elamita de
Larsa. Los textos de las cartas de Hammurabi confirman así la
existencia de Codorlaomor y del gobierno elamita de Larsa («EHasar»),
y, por tanto, de elementos clave del relato bíblico. Pero, ¿a qué
período corresponden estos hechos? Según lo establecido por los datos
históricos, fue Shulgi de Ur, segundo rey de la tercera dinastía de Ur
(2111 – 2003 a. C.) y sucesor de Ur-Nammu, fundador de la dinastía, el
que, en el vigésimo octavo año de su reinado (2068 a.C.) dio a su hija
en matrimonio a un jefe elamita, concediéndole como dote la ciudad de
Larsa. A cambio, los elamitas pusieron a su disposición una «legión extranjera»
de tropas propias. Shulgi utilizó estas tropas para someter las
provincias occidentales, incluida Canaán. Así pues, es en los últimos
años del reinado de Shulgi, y cuando Ur era todavía capital imperial,
bajo el dominio de su sucesor inmediato, Amar-Sin, cuando nos
encontramos con el lapso temporal histórico en el cual parecen encajar a
la perfección tanto los relatos bíblicos como los mesopotámicos.


Todo parece indicar que es en esta época en la que hay que buscar al
Abraham histórico. El relato de Abraham se entremezcla con el de la
caída de Ur, y sus días fueron los últimos días de Sumer. Tras el
descrédito de la hipotética relación entre Amrafel y Hammurabi, la
verificación de la época de Abraham se convirtió en una discusión en la
que algunos sugerían fechas tan tardías que hacían del primer patriarca
un descendiente de los últimos reyes de Israel. Pero la información nos
la proporciona la misma Biblia. Todo lo que tenemos que hacer es aceptar
su veracidad. Los cálculos cronológicos son sorprendentemente simples.
El punto de arranque es el 963 a.C., año en el cual se cree que Salomón
asumió la realeza en Jerusalén. El Libro de los Reyes dice
inequívocamente que Salomón comenzó la construcción del Templo de Yavé,
en Jerusalén, en el cuarto año de su reinado, terminándolo en el
undécimo año. En Reyes 6:1 se afirma también que «Sucedió
cuatrocientos ochenta años después de la salida de los Hijos de Israel
de las tierras de Egipto, en el cuarto año del reinado de Salomón sobre
Israel que comenzó la construcción de la Casa de Yavé
». Esta afirmación viene apoyada,  según Crónicas 5:36,
por la tradición sacerdotal que afirma que hubo doce generaciones
sacerdotales, de cuarenta años cada una, desde el Éxodo hasta el tiempo
en que Azarías «ejerció el sacerdocio en el templo que Salomón construyó en Jerusalén».
Ambas fuentes coinciden en la duración de 480 años. Pero mientras en
una se cuenta desde el comienzo de la construcción del templo (960
a.C.), la otra lo cuenta desde su terminación (953 a.C.), que es cuando
pudieron comenzar los servicios sacerdotales. Esto nos permite situar el
Éxodo israelita de Egipto entre 1440 y 1433 a.C.. Pero todo parece
indicar que esta última fecha es la que ofrece una mejor sincronización
con otros acontecimientos. Basándose en los conocimientos acumulados
hasta comienzos del siglo XX, los egiptólogos y los eruditos bíblicos
llegaron a la conclusión de que el Éxodo tuvo lugar a mediados del siglo
XV a.C. Pero, más tarde, el peso de la opinión especializada cambió al
siglo XIII a.C., debido a que parecía encajar mejor con la datación
arqueológica de diversos lugares cananeos, en línea con los datos
bíblicos de la conquista de Canaán por parte de los israelitas. Sin
embargo, esta nueva datación no fue aceptada de manera unánime. La
ciudad más importante que se conquistó fue Jericó, y uno de los más
eminentes arqueólogos que la excavó, Kathleen Mary Kenyon, destacada
arqueóloga inglesa, especializada en la cultura del Neolítico en la
Creciente fértil y en las excavaciones de Jericó, llegó a la conclusión
de que su destrucción tuvo lugar hacia el 1560 a.C., bastante antes que
los acontecimientos bíblicos.


Por otra parte, el principal investigador de Jericó, John Garstang, arqueólogo británico, en su obra The Story of Jericho sostenía
que las evidencias apuntaban a que su conquista tuvo lugar en algún
momento entre 1400 y 1385 a.C. Si le sumamos a esto los cuarenta años de
las andanzas israelitas por el desierto tras la salida de Egipto, nos
encontramos con que se habrían encontrado pruebas que apoyarían la idea
de un Éxodo fechado en algún punto entre 1440 y 1425 a.C., lapso
temporal que coincide con una fecha como la de 1433 a.C. Durante más de
un siglo los expertos han estado buscando, en las crónicas egipcias
existentes, una pista egipcia sobre el Éxodo y su datación. Las únicas
referencias aparentes se han encontrado en los escritos de Manetón,
sacerdote e historiador egipcio de expresión griega. Según lo cita
Flavio Josefo en Contra Apión, Manetón decía que «después de que las bocanadas del disgusto de Dios destrozaran Egipto», un faraón llamado Tutmosis II negoció con el llamado Pueblo Pastor, «el pueblo del este, para que evacuaran Egipto y fueran donde quisieran, sin ser molestados». Más tarde, este pueblo partiría y atravesaría el desierto, «y construyeron una ciudad en un país que llaman ahora Judea, y le dieron el nombre de Jerusalén».
Tal vez Josefo ajustó los escritos de Manetón para que se adaptaran al
relato bíblico. Pero todo parecería indicar que el Éxodo de los
israelitas ocurrió durante el reinado de uno de los más famosos
faraones, conocido como Tutmosis II. Manetón se refería  «al rey que expulsó de Egipto al pueblo pastor»
en una sección dedicada a los faraones de la XVIII Dinastía. Pero los
egiptólogos aceptan ahora como un hecho histórico la expulsión de los
Hyksos, los «Reyes Pastores» asiáticos, en 1567 a.C., a cargo
del fundador de esta dinastía, el faraón Ahmosis, Amosis en griego. Esta
nueva dinastía, que fundó el Imperio Nuevo en Egipto, bien pudo haber
sido la nueva dinastía de faraones «que no conoció a José», y
de la cual habla  el Éxodo Bíblico. Teófilo, obispo de Antioquía del
siglo II, también hace referencia en sus escritos a Manetón, y afirma
que los hebreos fueron esclavizados por el rey Tethmosis, para el cual «construyeron fuertes ciudades, Peito, Ramsés y On, que es Heliópolis»; después, partieron de Egipto bajo el faraón «cuyo nombre era Amasis».
De estas antiguas fuentes se desprende que los problemas de los
israelitas comenzaron con un faraón llamado Tutmosis, y culminaron con
su partida bajo un sucesor suyo llamado Amasis o Amosis. Después de que
Amosis expulsara a los Hyksos, sus sucesores en el trono de Egipto,
varios de los cuales llevaron el nombre de Tutmosis, como afirman los
historiadores antiguos, emprendieron campañas militares en el Gran
Canaán, utilizando el Camino del Mar como ruta de invasión. Se entiende
por “Gran Canaán” la costa levantina, el sur y el sudeste de Anatolia,
Palestina, el Líbano, Siria, Jordania y el norte de Irak.


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Tutmosis I (1525-1512 a.C.), que era soldado de profesión, puso a
Egipto en pie de guerra y lanzó expediciones militares en Asia, llegando
a alcanzar el río Eufrates. Probablemente fue él el que temió la
deslealtad de los israelitas «cuando se llame a la guerra, ellos se unirán a nuestros enemigos»,
y el que ordenó la matanza de los varones israelitas recién nacidos,
según el Éxodo. Los cálculos indican que Moisés nació en el 1513 a.C.,
un año antes de la muerte de Tutmosis I. A principios del siglo XX,
James William Jack, en su obra The Date of the Exodus, así como otros investigadores, se preguntaban si «la hija del faraón», que había sacado al bebé Moisés de las aguas del Nilo y lo había criado en el palacio real, no habría sido Hatshepsut,
la hija mayor de Tutmosis I y de su esposa oficial, siendo así la única
princesa real, aquélla a la que se concedía el título de «La Hija del Rey»,
un título idéntico al que se le da en la Biblia. Todo parece indicar
que fue ella; y también que el hecho de que Moisés siguiera recibiendo
el trato de un hijo adoptado se podría explicar porque, cuando ella se
casó con el sucesor al trono, su hermanastro Tutmosis II, no pudo darle
un hijo.


Tutmosis II murió tras un corto reinado. Su sucesor, Tutmosis III,
fue el más grande de los reyes guerreros de Egipto, según la opinión de
algunos expertos. De sus 17 campañas en tierras extranjeras para obtener
tributos y cautivos para sus principales obras de construcción, la
mayoría se llevaron a cabo en Canaán y Líbano, llegando por el norte
hasta el río Eufrates. Algunos investigadores, como el egiptólogo
Thomas-Eric Peet, en su obra Egypt and the Old Testament, opinan
que fue este faraón, Tutmosis III, el que sudyugó a los israelitas, ya
que en sus expediciones militares llegó a alcanzar por el norte las
tierras de Naharin, el nombre egipcio de la región del alto Eufrates que
la Biblia llama Aram-Naharim, donde seguían viviendo los parientes de los patriarcas hebreos. Ello bien pudo explicar el temor del faraón de que «cuando haya guerra, ellos [los israelitas] se unirán a nuestros enemigos».
Y podría ser que fuese la sentencia de muerte ordenada por Tutmosis
III, de la que escapase Moisés huyendo al desierto del Sinaí, tras
enterarse de sus orígenes hebreos y ponerse abiertamente del lado de su
pueblo. Pero, ¿cuándo llegaron los israelitas a Egipto? La tradición
hebrea afirma que estuvieron allí 400 años, de acuerdo con lo dicho por
el Señor a Abraham, según el Génesis. Lo mismo se dice en Hechos, en el Nuevo Testamento. Sin embargo, el Libro del Éxodo dice que «la estancia de los Hijos de Israel que vivieron en Egipto fue de cuatrocientos treinta años». La referencia a «estancia» junto con «que vivieron en Egipto»,
quizás se hiciera para distinguir entre los josefitas, que habían
vivido en Egipto, y las recién llegadas familias de los hermanos de
José, que simplemente llegaron para residir. Si esto fuera así, la
diferencia de treinta años se podría explicar por el hecho de que José
tenía treinta años de edad cuando se le convirtió en Principal de
Egipto. Esto dejaría intacta la cifra de 400 años de estancia de los
israelitas, más que la de los josefitas, en Egipto, y situaría este
acontecimiento en el 1833 a.C., 1.433 + 400 años. La siguiente pista se
encuentra en el Génesis 47:7-9: «Y José llevó a Jacob, su padre, y
lo presentó ante el faraón. Y el faraón le dijo a Jacob: ‘¿Qué edad
tienes?’, y Jacob le dijo al faraón: ‘Los días de mis años son ciento
treinta
‘». Jacob, por tanto, habría nacido en el 1963 a.C. Ahora
bien, Isaac tenía sesenta años de edad cuando nació Jacob. E Isaac le
nació a su padre Abraham cuando éste tenía 100 años. Así pues, Abraham,
que vivió hasta los 175 años, tenía 160 años cuando nació su nieto
Jacob. Esto situaría el nacimiento de Abraham en el 2123 a.C. Los cien
años que van desde el nacimiento de Abraham hasta el nacimiento de su
hijo y sucesor, Isaac, fue, por tanto, el siglo que presenció el auge y
la caída de la Tercera Dinastía de Ur.


Los relatos y la cronología bíblica sitúa a Abraham justo en medio de
los trascendentales acontecimientos de aquellos tiempos. Y no como un
mero observador, sino como un participante activo. La Biblia relata, de
hecho, acontecimientos de la mayor importancia para la humanidad y su
civilización, como ya hiciera con los relatos del Diluvio y de la Torre
de Babel. En este caso nos relata una guerra de características sin
precedentes y un gran desastre, acontecimientos en los que Abraham jugó
un importante papel. A pesar de los numerosos estudios que se han hecho
acerca de Abraham, lo cierto es que todo lo que sabemos de él es lo que
nos encontramos en la Biblia. Perteneciente a una familia que remonta
sus antepasados al linaje de Sem, Abraham, llamado al principio Abram, era hijo de Téraj, siendo sus hermanos Harán y Najor. Harán murió a temprana edad, cuando la familia vivía en «Ur de los Caldeos». Allí se casó Abram con Sarai, que después se llamaría Sara. Entonces, «Téraj
tomó a su hijo Abram, a su nieto Lot, el hijo de Harán, y a su nuera
Sarai, la mujer de su hijo Abram; y partieron y fueron desde Ur de los
Caldeos hasta la tierra de Canaán; y fueron hasta Jarán, y moraron allí
». Los arqueólogos han encontrado Jarán o Harran.
Está situada al noroeste de Mesopotamia, en las estribaciones de los
Montes del Tauro, y fue un importante cruce de caminos en la antigüedad.
Del mismo modo que el país de Mari controlaba la entrada meridional
desde Mesopotamia a las tierras de la costa mediterránea, Jarán
controlaba la entrada de la ruta septentrional a las tierras de Asia
occidental. En los tiempos de la Tercera Dinastía de Ur, Jarán marcaba
la frontera entre los dominios de Nannar y los de Adad, en Asia Menor, y
los arqueólogos han descubierto que era un reflejo de Ur, tanto en su
diseño como en su culto al dios Nannar/Sin. En la Biblia no se da
ninguna explicación a la partida de Abraham desde Ur, ni tampoco se dice
el año, pero podemos deducirlo si relacionamos su partida con los
acontecimientos de Mesopotamia en general y de Ur en particular. Se
supone que Abraham tenía setenta y cinco años cuando, más tarde, fue de
Jarán a Canaán. Por lo que se sugiere en la narración bíblica, la
estancia en Jarán debió ser larga, y nos ofrece la imagen de un Abraham
joven y recién casado cuando llega a Jarán. Si Abraham nació en 2123
a.C., tendría diez años cuando Ur-Nammu ascendió al trono de Ur y cuando a Nannar se le confió la administración de Nippur. Y tendría 27 años cuando Ur-Nammu
perdió inexplicablemente el favor de los dioses anunnaki Anu y Enlil,
muriendo en un distante campo de batalla. Aquel acontecimiento tuvo un
traumático efecto sobre la población de Mesopotamia, afectando a su fe
en la omnipotencia de Nannar y a la fidelidad de la palabra de Enlil. En
la mitología mesopotámica, Sin, Zuen o Nannar es el dios masculino de
la Luna. Sin era su nombre en acadio y los sumerios lo conocían como
Nannar. Es representado como un anciano con cuernos y barba, aunque
principalmente con el símbolo de un creciente lunar. Su padre era Enlil y
su número mágico era el 30.


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Para los Hititas, Nannar/Sin era conocido como El, que era
la cabeza de su panteón, y cuyos otros miembros prominentes eran su
esposa Asherah (Ningal) y sus hijos Baal (Utu/Shamash) y Anat
(Inanna/Ishtar). La palabra El también existe en hebreo dónde significa “dios”, viniendo del Acadio “ilu”.
Aparece en la Biblia y en algunos de los casos, esta palabra, en una
Biblia supuestamente monoteísta, realmente pudiera referirse al dios
anunnaki Nannar/Sin. La historia registra que un hijo del alto sacerdote
de Sin/El, en su ciudad de Harran, bajó a la península árabe para
comenzar allí un culto a su dios. Y se dice que probablemente fue
entonces que el nombre de El podría haberse convertido en el
Dios de los musulmanes. Zecharia Sitchin ha traducido miles de tablillas
de arcilla que se encuentran en distintos museos del mundo y en ellas
se encuentra escrita la historia según los Sumerios, que fue la primera
civilización postdiluviana conocida por la historia. En esas
traducciones se habla de la creación de los seres humanos, según la cual
seres extraterrestres serían los responsables del inicio y la evolución
de la especie humana. mediante intervención con ingeniería genética.
Estas interpretaciones hacen que la comunidad científica choque
frontalmente con lo que Sitchin y otros han investigado por su cuenta,
lo cual no implica que sean menos validas y veraces, sea cual sea la
conclusión científica al respecto. Zecharia Sitchin, nacido en 1922 y
fallecido recientemente,  es un investigador y ufólogo de origen ruso.
Es un autor de libros populares que promueven la teoría del antiguo
astronauta y del supuesto origen extraterrestre de la humanidad.
Atribuye la creación de la cultura sumeria a los Anunnaki (o Nefilim),
provenientes  de un hipotético planeta del Sistema Solar, llamado
Nibiru. Afirma que la mitología sumeria refleja este punto de vista.  Es
autor de las «Crónicas de la Tierra», una serie de 12 libros en los que expone el resultado de sus investigaciones. «El 12º planeta»
fue el primero de ellos. Sus traducciones e interpretaciones han
provocado muy diversas reacciones. Según su interpretación, existe en el
Sistema Solar un planeta llamado Nibiru que se acerca cada 3600 años,
provocando cambios positivos o catástrofes en nuestro Sistema Solar. Una
vez traducida una parte de las tablillas sumerias, asegura que se
referían a una raza alienígena, que había creado a los humanos para que
trabajaran como esclavos en sus minas de oro en África y en otros muchos
lugares de la tierra. A esta raza se le llama Anunnaki. Y, según la
traducción de Sitchin, los “cabeza negra” de Sumeria fueron creados por esos seres mediante ingeniería genética, mezclando genes de homínidos terrestres y de anunnaki.


Zecharia Sitchin nos explica que Anu, rey de los anunnaki en el
planeta Nibiru, vino a la Tierra en una visita provocada por una
emergencia debida a la necesidad de obtener oro. Cuarenta años (del
planeta Nibiru) después del primer aterrizaje, los anunnaki que
trabajaban en las minas de oro se amotinaron y se negaron a seguir
trabajando. Y tomaron a Enlil, uno de los hijos de Anu, como rehén
cuando fue allí para resolver la crisis. Milenios más tarde estos
acontecimientos quedaron registrados y se los contaron a los terrestres,
para que supieran cuales habían sido los orígenes. Se convocó un
Consejo de Dioses y Enlil insistió en que Anu viniera a la Tierra a
presidirlo. En presencia de los líderes reunidos, Enlil detalló los
acontecimientos y acusó a Enki, otro de los hijos de Anu, de haber
dirigido la rebelión. Pero, cuando los amotinados relataron su historia,
Anu sintió simpatía por ellos, ya que eran astronautas, no mineros; y
su trabajo había terminado por hacerse insoportable. Pero, ¿cómo iban a
sobrevivir en Nibiru si no extraían el oro? Enki planteó crear unos
trabajadores terrestres, que se hicieran cargo de los trabajos más
duros. Ante la sorprendida asamblea explicó que había estado llevando a
cabo experimentos con la ayuda de Ninti/Ninharsag, la médico jefe. Y
añadió que en el este de África existía un hombre-simio, con el que
sorprendentemente existía compatibilidad genética. Según Enki,  lo que
hacía falta era efectuar mejoras genéticas a este ser, dándole algunos
de los genes de los anunnaki. Entonces, se convertirá en una criatura a
imagen y semejanza de los anunnaki (de los “dioses”), capaz de
utilizar herramientas y lo suficientemente inteligente como para
obedecer e interpretar órdenes. Y así fue como se creó el LULU AMELU, el «trabajador mezclado»,
por medio de la manipulación genética y la fertilización del óvulo de
una mujer-simio en una probeta de laboratorio. Pero los híbridos no
podían procrear y las mujeres anunnaki tenían que hacer de diosas del
nacimiento en cada ocasión, por lo que Enki y Ninharsag fueron
perfeccionando a los híbridos hasta que lograron el modelo perfecto, y
le llamaron Adam, «el de la Tierra». Con estos esclavos creados
pudieron producir oro en abundancia. Los siete asentamientos se
convirtieron en ciudades, y los anunnaki, que en aquel tiempo eran solo
600 en la Tierra y 300 en las estaciones orbitales, se acostumbraron a
una vida cómoda.


La serie de libros Zecharia Sitchin, titulada Crónicas de la Tierra,
se basa en premisas tales como que la mitología no es una
extravagancia, sino la depositaria de recuerdos ancestrales; que la
Biblia debe leerse literalmente como un documento histórico-científico; y
que las antiguas civilizaciones, mucho más antiguas y esplendorosas de
lo que suele creerse, fueron el producto del conocimiento que trajeron a
la Tierra los seres extraterrestres llamados Anunnaki, es decir, «los que descendieron del Cielo a la Tierra». En el primer título de la serie, El 12° Planeta,
presenta pruebas antiquísimas de la existencia de otro planeta dentro
del sistema solar. Se trata del planeta natal de los Anunnaki, Nibiru.
De hecho, los datos recientes procedentes de naves espaciales no
pilotadas, confirman estas pruebas y ello ha impulsado a los astrónomos a
buscar activamente lo que viene denominándose como «el planeta X». El segundo título de la serie, La escalera al cielo,
sigue el rastro de la inacabada búsqueda de la inmortalidad del hombre
hasta llegar a un aeropuerto espacial situado en la Península del Sinaí y
las pirámides de Gizé, que sirvieron como balizas de aterrizaje,
refutándose así la teoría según la cual las pirámides fueron obra de
faraones humanos. Recientemente el testimonio de quien vio una
inscripción falsa del faraón Khufu en el interior de la Gran Pirámide
corrobora las conclusiones del libro. El siguiente libro, La guerra de los dioses y los hombres,
narra los hechos acaecidos en tiempos más cercanos y concluye que el
aeropuerto espacial del Sinaí fue destruido hace unos 4.000 años con
armas equivalentes a misiles nucleares. De hecho, las fotografías de la
Tierra tomadas desde el espacio demuestran claramente que en el Sinaí se
produjo algún tipo de gigantesca explosión. Este artículo está basado,
en gran parte, en las teorías de Zecharia Sitchin en relación a Abraham.
Aunque muchas de las teorías de Sitchin puedan parecer pura fantasía,
creemos que hay evidencias suficientes para tomarlas seriamente en
consideración.


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El año de la caída de Ur-Nammu fue el 2096 a.C. Tal vez fue
el impacto de este acontecimiento el que provocó que Téraj y su familia
dejaran Ur en dirección a un destino lejano, como Jarán.  A lo largo de
todos los años que siguieron, con el declive de Ur y el sometimiento de
las provincias occidentales, incluida Canaán, por parte de Shulgi, la
familia permaneció en Jarán. Después, súbitamente, el Señor actuó de
nuevo: “Y Yavé le dijo a Abram: Vete de tu país y de tu lugar de
nacimiento y de la casa de tu padre, a la tierra que yo te mostraré. Y
Abram partió, tal como le había dicho Yavé, y Lot se fue con él. Y Abram
tenía setenta y cinco años cuando dejó Jarán
“. Tampoco aquí se
explica la razón para esta mudanza. Pero la pista cronológica es de lo
más reveladora. Abraham tenía 75 años de edad en el 2048 a.C.,
curiosamente el mismo año de la caída de Shulgi. Debido a que la familia
de Abraham era la continuadora directa del linaje de Sem, se ha
considerado a Abraham como semita, aquél cuyo origen, herencia cultural y
lengua son semitas, a diferencia de los súmenos no semitas y de los
posteriores indoeuropeos. La ciudad de Mari, actualmente Tell Hariri,
situada en el curso del Eufrates medio y cuna de una civilización
antiquísima y siempre influida por Sumer, fue fundada a principios del
tercer milenio a.C. De los archivos de esta ciudad, se han extraído
hasta el momento más de 20.000 tablillas de arcilla, botín cultural
incalculable que permite tratar, con más o menos propiedad, sobre el
período a que éstas se remontan. Se conoce que en la época dinástica
primitiva, Mari fue una importante ciudad-estado y estaba registrada
como una de las dinastías reinantes en la Lista de los reyes Súmenos.
Según esta lista real, tras la II Dinastía de Ur la soberanía pasó a la
ciudad de Adab y, después de la caída de esta última, fue trasladada
fuera del tradicional núcleo sumerio. En esta ocasión es cuando la
soberanía se fijó en la ciudad de Mari y, gracias a ello, esta urbe
conoció una época de gran esplendor. No obstante, en un sentido bíblico,
todos los pueblos de Mesopotamia eran descendientes de Sem y, por lo
tanto, tan «semitas» como «sumerios». No existe nada en la Biblia que
sugiera, como algunos expertos han empezado a sostener, que Abraham y su
familia fueran amoritas, es decir, semitas occidentales, que llegaron
como inmigrantes a Sumer para volver después a su lugar de origen. Por
el contrario: todo indica que se trataba de una familia enraizada en
Sumer desde sus comienzos, una familia que, súbitamente, tuvo que
desarraigarse de su país para mudarse a una tierra extraña. Las
correspondencias entre los dos acontecimientos bíblicos y las fechas de
dos importantes acontecimientos sumerios y de otros más por venir, nos
indican una conexión directa entre todos ellos. Abraham no aparece como
el hijo de unos inmigrantes extranjeros, sino como el vástago de una
familia directamente implicada en los asuntos de estado sumerios.


Los expertos, en su búsqueda de quién fue Abraham, hacen referencia a la similitud entre su designación como hebreo (Ibrí) y el término Hapiru, que en Oriente Próximo se pudo transformar en Habiru. Este
es el nombre con los asirios y los babilonios de los siglos XVIII y
XVII a.C. se referían a las bandas de saqueadores semitas occidentales. A
finales del siglo XV a.C, el jefe de una guarnición egipcia en
Jerusalén pidió refuerzos a su rey para defenderse de los Hapiru. Y los
expertos utilizan este hecho para decir que Abraham era un semita
occidental. Sin embargo, muchos expertos piensan que este término no
denota un grupo étnico, sino que piensan que Hapiru sería un sustantivo
descriptivo que significara, simplemente, «invasores». La idea de que Ibri y Hapirutengan
algo que ver, entraña problemas filológicos y etimológicos. También
existen grandes inconsistencias cronológicas, todo lo cual lleva a
plantearse serias objeciones a la solución sugerida sobre la identidad
de Abraham, en especial cuando los datos bíblicos se comparan con la
connotación de banda de saqueadores que tiene el término Hapiru. Así, la
Biblia habla de incidentes relativos a los pozos de agua, que
demuestran que Abraham ponía mucho cuidado en evitar los conflictos con
los habitantes de los sitios que atravesaba en su viaje a Canaán. Y,
cuando Abraham se ve involucrado en la Guerra de los Reyes, se
niega a recibir su parte del botín. Ésta no es la conducta de un bárbaro
merodeador, sino la de una persona de elevadas normas de
comportamiento. Al llegar a Egipto, Abraham y Sara son llevados a la
corte del faraón. En Canaán, Abraham acuerda tratados con los
gobernantes locales. No es ésta la imagen de un nómada que saquea las
poblaciones de otros, sino que es la imagen de un personaje de elevada
reputación, hábil en la negociación y en la diplomacia. A partir de
estas consideraciones, Alfred Jeremías, un importante asiriólogo y
profesor de historia de la religión en la Universidad de Leipzig,
anunció en la edición de 1930 de su obra maestra Das Alte Testament im Lichte des Alten Orients que «en su constitución intelectual, Abraham era sumerio». Jeremías amplió esta conclusión en un estudio de 1932 titulado Der Kosmos von Sumer: «Abraham no era un semita babilónico, sino sumerio». Y sugirió que Abraham encabezó a los fieles cuya reforma buscaba elevar a la sociedad sumeria a niveles religiosos más altos.


Estas ideas resultaban peligrosas en una Alemania que estaba
presenciando el auge del nazismo. Poco después de la subida al poder de
Hitler, las sugerencias de Jeremías fueron fuertemente criticadas por
Nikolaus Schneider en una réplica titulada War Abraham Sumerer? En ella, decía que Abraham ni era sumerio ni era hombre de ascendencia pura: «Desde
la época del reinado del rey acadio Sargón en Ur, la patria de Abraham,
no hubo nunca una población puramente sumeria, ni una cultura sumeria
homogénea
». La Segunda Guerra Mundial cortó cualquier debate sobre
el tema. Lamentablemente, la línea que Jeremías propusiera ya no se ha
vuelto a tomar. Sin embargo, todas las evidencias bíblicas y
mesopotámicas nos dicen que Abraham fue sumerio. El Antiguo Testamento
nos proporciona el modo y el momento en que Abraham se transformó, de
noble sumerio, en un potentado semita occidental, tras la alianza
establecida con Yavé, su Dios. En un ritual de circuncisión, su nombre
sumerio AB.RAMAmado del Padre») se cambió por el acadio/semita AbrahamPadre de una Multitud de Naciones») y el de su esposa SARAIPrincesa») se adaptó al semita Sarah o Sara. Fue
entonces, a los 99 años de edad, cuando Abraham se convirtió en semita.
Para descifrar el enigma de la identidad de Abraham y de su misión en
Canaán, tenemos que buscar las respuestas en la historia, las costumbres
y la lengua sumerias. No parece lógico que para su misión en Canaán,
para el nacimiento de una nación, y para el gobierno de todas las
tierras desde la frontera de Egipto hasta la frontera de Mesopotamia, el
Señor eligiera a alguien al azar. La joven con la que se casó Abraham
llevaba el nombre-epíteto de Princesa. Dado que era hermanastra de Abraham: «En verdad, es mi hermana, la hija de mi padre, pero no la hija de mi madre»,
podemos suponer que, o bien el padre de Abraham, o bien la madre de
Sara, eran de ascendencia real. Del hecho de que la hija de Harán, el
hermano de Abraham, llevara también un nombre real (Milkha Regia»),
se deduce que los antepasados reales provenían del padre de Abraham.
Así pues, la familia de Abraham debía pertenecer a uno de los más altos
escalafones de las familias de Sumer. No sólo era una familia que podía
reivindicar ser descendiente de Sem, sino que también dispondrían de
registros familiares que remontarían su linaje a través de generaciones
de primogénitos, como Arpakshad, Shélaj y Héber; Péleg, Reú y Serug;
Najor, Téraj y Abraham. La Biblia nos cuenta que Arpakhshad procreó a
Shélaj, y Shélaj procreó a Héber. Los registros históricos de la familia
se remontaban en el tiempo nada menos que tres siglos.


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Según la Biblia, Arfaxad (‘sanador’ o ‘liberador’,
pronunciado Arpakhshad) fue uno de los cinco hijos de Sem, el hijo de
Noé. Nació dos años después del diluvio, cuando su padre Sem tenía cien
años. Sus hermanos fueron Elam, Asur, Lud y Aram, todos ellos epónimos
de los pueblos mesopotámicos y sirios vecinos de Israel. En el texto
hebreo (Masorético) se lo considera padre de Shélaj y ancestro del
patriarca Abraham. La versión griega (Septuaginta) llama Cainán a su
hijo y menciona a Sala como su nieto. En este sentido el evangelio de
Lucas, en el Nuevo Testamento, lo menciona como ancestro de Jesús. El
Libro de los Jubileos menciona a Sedequetelebab como madre del patriarca
y a Rasuhaya, hija de Susan, hijo de Elam, como su esposa. Shélaj o
Sala es un personaje menor del Antiguo Testamento y la Torá, aunque
también es mencionado en el Nuevo Testamento. Según el Génesis y I
Crónicas, es nieto de Sem, un hijo de Noé; y tuvo un hijo, Héber. De
acuerdo al mismo libro, su padre fue Arpakhshad y habría muerto a la
edad de 433 años, teniendo 30 cuando tuvo a su hijo. Realizando los
correspondientes cálculos, el nacimiento de Shélaj habría sido 1693 años
luego de la creación y 37 después del diluvio universal. Aunque hay
discrepancias en las fechas mencionadas en la Septuaginta, el Tanaj
samaritano y el texto masorético; que son lo suficientemente diferentes
como para suponer que no se debe a errores de copiado, sino que son
alteraciones intencionales de parte de los traductores de los textos.
Según Lucas el Evangelista, Shélaj forma parte de la genealogía de
Jesús. Si Shélaj Espada») nació, como dice el
capítulo 11 del Génesis, 258 años antes que Abraham, tuvo que nacer en
2381 a.C. Es decir, la época de los conflictos que llevaron a Sargón al
trono en la nueva capital Agadé Unida»), para simbolizar la unificación de las tierras y una nueva era. Sesenta y cuatro años después, apareció la figura de Péleg División»), «pues en sus días la tierra se dividió». De hecho, fue la época en la que Sumer y Acad se separaron. Pero más interesante resulta el significado del nombre de Héber y la razón para habérselo puesto al primogénito en el 2351 a.C., y de la cual proviene el término bíblico Ibri hebreo»), por el cual se identificó a Abraham y a su familia. Proviene de la raíz de una palabra que significa «cruzar».
Los investigadores buscaron la conexión Habiru/Hapiru, antes ya
mencionada. Esta errónea interpretación proviene de la búsqueda del
significado del nombre-epíteto en Asia Occidental. Sin embargo, la
respuesta se encontraría en los orígenes sumerios y en la lengua sumeria
de Abraham y sus antepasados.


El sufijo bíblico «i», cuando se aplica a una persona, significa «nativo de». Ibri significaría nativo de un lugar llamado «Cruce»; y ese, precisamente, era el nombre sumerio de Nippur: NI.IB.RU -el Lugar del Cruce, el lugar donde la rejilla antediluviana se cruzaba, el Ombligo de la Tierra original. La desaparición de la n al
pasar del sumerio al acadio/hebreo era algo frecuente. Al decir que
Abraham era un Ibri, la Biblia simplemente quiere decir que Abraham era
un Ni-ib-ri, un hombre originario de Nippur. Los
expertos han interpretado el hecho de que la familia de Abraham emigrara
de Ur a Jarán como que Ur era también el lugar de nacimiento de
Abraham. Pero eso no lo dice la Biblia. Al contrario, cuando se le
ordena a Abraham que vaya a Canaán y deje sus pasadas moradas, se hace
una relación de tres cosas separadas: la casa de su padre, que estaba
entonces en Jarán, su país, la ciudad-estado de Ur, y su lugar de
nacimiento, que en la Biblia no se identifica. Si consideramos que Ibri
identifica a un nativo de Nippur resuelve el problema del verdadero
lugar de nacimiento de Abraham. Tal como indica el nombre de Héber, fue
en su época, a mediados del siglo XXIV a.C., cuando se inició la
conexión de la familia de Abrahan con Nippur. Pero Nippur no fue nunca
una capital real. Más bien fue una ciudad consagrada, el «centro religioso»
de Sumer. También fue el lugar donde se confiaron los conocimientos
astronómicos a los sumos sacerdotes, y de ahí el lugar donde tuvo su
origen el calendario que establece la relación entre el Sol, la Tierra y
la Luna. Los expertos reconocen que los calendarios actuales derivan
del calendario original de Nippur. Todas las evidencias demuestran que
el calendario nippuriano tuvo sus inicios hacia el 4000 a.C., en la era
de Tauro. Y aquí nos encontramos con otra confirmación de la conexión de
los hebreos con Nippur. El calendario judío sigue contando los años a
partir de un enigmático comienzo en el 3760 a.C. Los sabios judíos
querían indicar que éste es el número de años que han pasado «desde que comenzó la cuenta de los años».
Se supone que se refieren a la introducción del calendario en Nippur.
Entre los ancestros de Abraham nos encontramos con una familia
sacerdotal de sangre real, una familia encabezada por un sumo sacerdote
nippuriano que era al único al que se le permitía entrar en la cámara
más profunda del templo, para recibir allí las órdenes de la deidad y
trasmitírselas al rey y al pueblo. A este respecto, el nombre del padre
de Abraham, Téraj, resulta muy significativo. Los eruditos bíblicos,
buscando pistas tan sólo en el entorno semita, consideran que los
nombres, como los de Harán y Na-jor, son meros topónimos o nombres que
personifican lugares, y sostienen que tuvo que haber ciudades con estos
nombres en el centro y norte de Mesopotamia.


Téraj era un sacerdote de Oráculos, designado para escuchar las
palabras de la deidad y comunicarlas a la jerarquía laica. Era ésta una
función que asumiría posteriormente el Sumo Sacerdote israelita, que era
el único al que se le permitía entrar al Santo de los Santos, aproximarse al Dvir Hablador»), y «escuchar
la voz [del Señor] que le habla desde fuera del revestimiento que hay
sobre el Arca de la Alianza, de entre los dos Querubines
». Durante
el Éxodo israelita, en el Monte Sinaí, el Señor proclamó que su alianza
con los descendientes de Abraham significaba que «seréis para mí un reino de sacerdotes».
Era una afirmación que reflejaba el estatus de los propios ascendientes
de Abraham: el sacerdocio real. Estas conclusiones están completamente
de acuerdo con las prácticas sumerias según las cuales los reyes
nombraban a sus hijas e hijos, y a menudo a sí mismos, para posiciones
de sumo sacerdocio, con la consiguiente mezcolanza de linajes reales y
sacerdotales. Las inscripciones votivas encontradas en Nippur, como las
que encontraron las expediciones arqueológicas de la Universidad de
Pennsylvania, confirman que los reyes de Ur tenían en mucha estima el
título de «Piadoso Pastor de Nippur», y que realizaban allí funciones sacerdotales. Y el gobernador de Nippur (PA.TE.SI NI.IB.RU) era también el Principal UR.ENLILPrincipal Servidor de Enlil»). Algunos de los nombres que llevaban estos personajes reales y sacerdotales se parecían al nombre sumerio de Abraham (AB.RAM), comenzando también con el componente AB («Padre» o «Progenitor»); como ocurre con AB.BA.MU,
que fue el nombre de un gobernador de Nippur durante el remado de
Shulgi. No es extraño que una familia tan estrechamente relacionada con
Nippur como para que se les llamase «nippurianos» (es decir, «hebreos»),
sostuviera una elevada posición en Ur, pues esto concuerda con las
circunstancias reales que imperaban en Sumer en aquella época. Fue en
los tiempos de la III Dinastía de Ur, cuando, por vez primera en los
asuntos divinos y en la historia de Sumer, se les confió a Nannar/Sin,
hijo de Enlil, y al rey de Ur la administración de Nippur, combinando
así las funciones religiosas y seculares. Así, pudo suceder que, cuando Ur-Nammu
subió al trono de Ur, Téraj se trasladara con su familia desde Nippur a
Ur, quizás para servir de enlace entre el templo de Nippur y el palacio
real de Ur. Su estancia en Ur se prolongó hasta el fin del reinado de Ur-Nammu, y fue a su muerte cuando la familia de Abraham dejó Ur para ir a Jarán.


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No se explica en ninguna parte qué es lo que la familia hizo en
Jarán. Pero, si consideramos su linaje real y su estatus sacerdotal,
debieron pertenecer a la jerarquía de Jarán. La familiaridad con la que,
más tarde, trataría Abraham a algunos reyes, nos sugiere que debió
tener algo que ver con las relaciones exteriores de Jarán. Y su amistad
con los hititas que vivían en Canaán, famosos por su experiencia
militar, puede arrojar luz sobre la cuestión de dónde adquirió Abraham
la competencia militar que con tanto éxito empleó en la Guerra de los Reyes.
Las tradiciones antiguas nos pintan también a Abraham como a una
persona sumamente versada en astronomía. Según Flavio Josefo, Beroso se
refirió a Abraham, sin nombrarlo, cuando habló del ascenso «entre los caldeos, de cierto hombre grande y justo que estaba muy versado en astronomía».
Si Beroso, el historiador babilonio, se refería realmente a Abraham, la
importancia de la inclusión del patriarca hebreo en las crónicas
babilónicas excede con mucho la indicación de sus conocimientos en
astronomía. A lo largo de los ignominiosos años del reinado de Shulgi,
la familia de Téraj permaneció en Jarán. Después, a la muerte de Shulgi,
llegó la orden divina de partir hacia Canaán. Téraj era ya bastante
viejo, y Najor, su hijo, se quedaría con él en Jarán. El elegido para la
misión era Abraham, para entonces, un hombre maduro de 75 años. Era el
año 2048 a.C., y marcó el comienzo de 24 años fatídicos, que fueron los
18 años que abarcan los reinados, repletos de guerras, de los dos
sucesores inmediatos de Shulgi, Amar-Sin y Shu-Sin, y los 6 años de
Ibbi-Sin, el último rey de Ur. Indudablemente, es algo más que una
coincidencia que la muerte de Shulgi no sólo fuera la señal de partida
para Abraham, sino también del realineamiento entre los dioses de
Oriente Próximo. El momento en el que Abraham, acompañado por un cuerpo
militar de élite, dejó Jarán, situado a las puertas de los dominios
hititas,  es el mismo momento en el que el exilado dios Marduk apareció
en «la tierra de Hatti». Sin embargo, la coincidencia más notable es que Marduk permaneció allí durante los  24
años fatídicos, los años que culminaron con un gran desastre. Las
evidencias de los movimientos de Marduk están en una tablilla encontrada
en la biblioteca de Assurbanipal, en la cual  un anciano Marduk cuenta sus antiguas andanzas y su posterior retorno a Babilonia: “Oh,
grandes dioses, sabed mis secretos. Mientras me ciño la cintura, me
asaltan los recuerdos: Yo soy el divino Marduk, un gran dios. fui
rechazado por mis pecados, a las montañas fui. En muchas tierras, he
sido un vagabundo; desde donde el sol nace hasta donde se pone fui. A
las alturas de la tierra de Hatti fui. En la tierra de Hatti pedí un
oráculo [acerca] de mi trono y mi Señorío; Allí en medio [pregunté]:
«¿Hasta cuándo?» 24 años, allí en medio, anidé
“.


La aparición del dios anunnaki Marduk en Asia Menor, que implicó una
inesperada alianza con Adad, fue, de este modo, la otra cara de la
moneda de la apresurada salida de Abraham hacia Canaán. Por el texto,
sabemos que Marduk envió, desde su nuevo lugar de exilio, emisarios y
suministros, vía Jarán, a sus seguidores en Babilonia, y a sus
representantes comerciales en Mari, abriéndose paso de este modo por
ambas entradas, la de Nannar/Sin y la de Inanna/Ishtar. Como si se
estuviera esperando una señal, con la muerte de Shulgi todo el mundo
antiguo se puso en movimiento. La Casa de Nannar estaba desacreditada, y
la Casa de Marduk veía aproximarse la hora de su supremacía. Aun cuando
el mismo Marduk estaba todavía exiliado de Mesopotamia, su primogénito,
Nabu, estaba ganando conversos para la causa de su padre. Su base de
operaciones era su propio «centro de culto», Borsippa. Pero sus
esfuerzos alcanzaban a todos los países, incluido el Gran Canaán. Con
este trasfondo de rápidos cambios es cuando se le ordena a Abraham que
vaya a Canaán. El Antiguo Testamento, aunque nada dice al respecto de la
misión de Abraham, es claro en lo tocante a su destino. En su rápido
traslado a Canaán, Abraham y su esposa, su sobrino Lot, y su séquito se
encaminaron sin detenerse hacia el Sur. Hubo una parada en Siquem, donde
el Señor le habló a Abraham: «Desde allí se fue al Monte, y acampó al este de Betel; y construyó un altar a Yavé e invocó su nombre». Betel, que significa «Casa de Dios», lugar al que Abraham volvería de nuevo, estaba en las cercanías de Jerusalén y de su santo Monte, el Monte Moria («Monte de la Dirección»), sobre cuya Roca Sagrada se situaría el Arca de la Alianza cuando Salomón construyera el Templo de Yavé en Jerusalén. Desde allí, «Abram fue aún más lejos, yendo todavía hacia el Negev».
El Negev, la árida región en donde se funden Canaán y el Sinaí, era,
con toda seguridad, el destino de Abraham. En varias declaraciones
divinas se indica el arroyo de Egipto, actualmente llamado Wadi
El-Arish, como frontera sur de los dominios de Abraham, y el oasis de
Kadesh-Barnea como el puesto avanzado más meridional. ¿Qué tenía que
hacer Abraham en el Negev, cuyo nombre («la Sequedad») habla de
su aridez? ¿Qué sucedía en aquel lugar que requería la precipitada
llegada del patriarca y su presencia allí tras un largo viaje desde
Jaránl? El Monte Moria, primer punto de interés de Abraham, era
importante en aquéllos días porque servía, junto con el Monte Sofim («Monte de los Observadores») y el Monte Sión («Monte de la Señal»), como emplazamiento del Centro de Control de Misiones
de los anunnaki. Y el Negev era importante, simplemente, porque, según
Sitchin, era la puerta de entrada al aeropuerto espacial del Sinaí.


Se dice que Abraham tenía aliados militares en la región, y que entre
su séquito había varios centenares de soldados pertenecientes a un
cuerpo de élite. El término bíblico de éstos -Naar- se ha traducido como «hombre joven»,
pero las investigaciones han demostrado que, en idioma hurrita, se
designaba con esta palabra a los jinetes u hombres a caballo. De hecho,
en recientes estudios de textos mesopotámicos que tratan de movimientos
militares, se habla, entre los hombres de los carros y la caballería, de
los LU.NARhombres-Nar»),
que hacían las veces de una caballería ligera. Nos encontramos con un
término idéntico en la Biblia. Tras el ataque del rey David sobre un
campamento amalecita, los únicos que escaparon fueron «cuatrocientos Ish-Naar», literalmente «hombres-Nar», o LU.NAR «que cabalgaban camellos». Al decirnos que los soldados de Abraham eran hombres Naar, el
Antiguo Testamento nos hace ver que llevaba con él un cuerpo de
caballería, probablemente jinetes de camellos más que de caballos. Es
posible que tomara la idea de esta fuerza de combate rápida de los
hititas, en cuya frontera estaba ubicada Jarán, pues para las áridas
regiones del Negev y del Sinaí resultaban más adecuados los camellos que
los caballos. La imagen de Abraham se va conformando, no como un pastor
nómada, sino como un comandante militar de ascendencia real, que puede
que no encaje con la habitual imagen de este patriarca hebreo. Así,
citando fuentes antiguas relativas a Abraham, Flavio Josefo (siglo I
d.C.) dijo de él: «Abraham reinó en Damasco, donde era un extranjero, tras llegar con un ejército de las tierras que hay por encima de Babilonia», desde donde, «tras
un tiempo prolongado, el Señor lo había levantado y lo había sacado del
país junto con sus hombres, para llevarlo a la tierra que entonces
llamaban Canaán, pero que ahora llaman Judea
». La misión de Abraham
era una misión militar. Y según Sitchin, el objetivo era proteger las
instalaciones espaciales de los anunnaki, el Centro de Control de
Misiones y el aeropuerto espacial. Tras una corta estancia en el Negev,
Abraham atravesó la península del Sinaí y llegó a Egipto. Evidentemente,
no eran unos vulgares nómadas, cuando a Abraham y a Sara se les llevó
al palacio real. Ello debió suceder hacia el 2047 a.C., cuando los
faraones que gobernaban entonces el Bajo Egipto, que no eran seguidores
de Amón, «El Dios Oculto» Ra/Marduk, se enfrentaban al fuerte
desafío que representaba el príncipe de Tebas, en el sur, en donde se
consideraba a Amón como dios supremo.


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Tan solo podemos suponer los asuntos de estado que debieron tratar el
asediado faraón y Abraham, el general nippuriano. La Biblia no dice
nada de esto, así como tampoco dice nada del tiempo que estuvieron allí,
aunque El Libro de los Jubileos afirma que estuvieron en
Egipto cinco años. Cuando llegó el momento de regresar al Negev, Abraham
fue acompañado por un gran séquito de hombres del faraón: «Y Abraham se fue de Egipto, él y su mujer y Lot con él, hasta el Negev». Abraham era «rico en rebaños»
de ovejas y ganado vacuno para comer y vestir, así como de asnos y
camellos para sus rápidos jinetes. Una vez más, fue a Betel, a «invocar el nombre de Yavé»,
a la espera de instrucciones. Después, Lot y él se separaron, y Lot
decidió quedarse a vivir, con sus rebaños, en la llanura del Jordán, «que era de regadío, como el Jardín del Señor, antes de que Yavé destruyera Sodoma y Gomorra».
Abraham siguió hasta las montañas, instalándose en la cumbre más alta,
cerca de Hebrón, desde donde podía observar en todas las direcciones; y
el Señor le dijo: «Ve, recorre el país a lo largo y a lo ancho, pues a ti te lo he de dar». Y, poco después, «en los días de Amrafel, rey de Senaar», fue cuando tuvo lugar la expedición militar de la alianza oriental. Según el Génesis: «Doce
años sirvieron [los reyes cananeos] a Codorlaomor, en el año décimo
tercero se rebelaron; y en el décimo cuarto vinieron Codorlaomor y los
reyes que estaban con él
».  Hace tiempo que los expertos vienen
buscando confirmaciones arqueológicas de los acontecimientos de los que
se habla en la Biblia, pero sus esfuerzos han sido vanos, probablemente
debido a que han estado buscando a Abraham en una época equivocada. Tal
como se indica el capítulo 14 del Génesis: “En los días de Amrafel,
rey de Senaar, de Aryok, rey de El-lasar, de Codorlaomor, rey de Elam, y
de Tidal, rey de Goyim, que estos hicieron guerra a Berá, rey de
Sodoma, a Birshá, rey de Gomorra, a Sinab, rey de Admá, a Semeber, rey
de Seboyim, y al rey de Belá, que es Soar
“.  Ya en 1875, al
comparar la lectura tradicional del nombre con su deletreo en las
antiguas traducciones bíblicas, François Lenormant, arqueólogo y
egiptólogo, en su obra La Langue Primitive de la Chaldée, propuso que la lectura correcta debía ser «Amar-pal» en lugar de “Amrafel”. Posteriormente, D. H. Haigh, en Zeitschrift für Ágyptische Sprache und Altertumskun, adoptó también la versión de «Amar-pal», afirmando que «el segundo elemento [del nombre del rey] es uno de los nombres del dios Luna [Sin]». Además declaró: «Hace tiempo que estoy convencido de que Amar-pal fue uno de los reyes de Ur». En 1916, Franz M. Bohl, en Die Kónige von Génesis 14, sugirió de nuevo, sin éxito, que aquel nombre había que leerlo como en la Septuaginta, es decir, como «Amar-pal», explicando que significaba «Visitado por el Hijo», un nombre de la realeza, en línea con otros nombres reales de Oriente Próximo, como el egipcio Tutmosis (Toth-mesVisitado por Toth»).


Pal, que significa «hijo», era ciertamente un
sufijo habitual en los nombres reales mesopotámicos, identificando a la
deidad considerada como hijo divino predilecto. Dado que en Ur se
consideraba que el hijo favorito era Nannar/Sin, sería lógico pensar que
Amar-Sin y Amar-pal fueran, en Ur, el mismo nombre. La identificación del « Amrafel » del Génesis 14 con Amar-Sin, tercer rey de la III Dinastía de Ur, encaja a la perfección con las cronologías bíblica y sumeria. El relato bíblico de la Guerra de los Reyes
sitúa el acontecimiento poco después del regreso de Abraham al Negev
desde Egipto, pero antes del décimo aniversario de su llegada a Canaán,
es decir, entre 2042 y 2039 a.C. El reinado de Amar-Sin/Amar-Pal fue de 2047 a 2039 a.C. Así pues, la Guerra de los Reyes debió tener lugar en la última parte de su reinado. Los anales del reinado de Amar-Sin
indican que su séptimo año, 2041 a.C., fue el de su principal
expedición militar a las provincias occidentales. Los datos bíblicos
afirman que esto sucedió catorce años después de que los elamitas, a las
órdenes de Codorlaomor, sometieran a los reyes cananeos. Y el año 2041
fue, de hecho, el décimo cuarto después de que Shulgi, tras recibir los
oráculos de Nannar, lanzara una expedición militar elamita sobre Canaán
(2055 a.C.). Con la sincronización de fechas y acontecimientos bíblicos y
sumerios, tal como propone Sitchin, se obtiene la siguiente secuencia,
que apoya lo relatado en la Biblia: 2123 a.C. Abraham nace en Nippur,
hijo de Téraj;  2113 a.C. Ur-Nammu entronizado en Ur, se le da la
custodia de Nippur. Téraj y su familia se trasladan a Ur; 2095 a.C.
Shulgi asciende al trono tras la muerte de Ur-Nammu. Téraj y su familia
se van de Ur a Jarán;  2055 a.C. Shulgi recibe los oráculos de Nannar,
envía tropas elamitas a Canaán;  2048 a.C. Muerte de Shulgi, ordenada
por Anu y Enlil. A Abraham, con 75 años de edad, se le ordena partir
hacia Canaán; 2047 a.C. Amar-Sin («Amarpal») asciende al trono de Ur. Abraham sale del Negev hacia Egipto. 2042 a.C. «Los reyes cananeos derivan su fidelidad a «otros dioses». Abraham vuelve de Egipto con un cuerpo de élite;  2041 a.C. Amar-Sin lanza la Guerra de los Reyes.


Pero, ¿quiénes eran estos «otros dioses» que se estaban
ganando la fidelidad de las ciudades cananeas? Todo parece indicar que
se trataba de Marduk, intrigando desde su exilio, y su hijo Nabu, que
recorría la zona oriental de Canaán buscando adeptos. Tal como indican
los nombres de los lugares bíblicos, toda la tierra de Moab quedó bajo
la influencia de Nabu. A esta tierra también se le conoció como Tierra
de Nabu, y muchos de sus lugares recibieron su nombre en su honor. De
hecho, el pico más alto conservó su denominación -Monte Nebo- durante
los milenios que siguieron. Éste es el marco histórico en el cual el
Antiguo Testamento encajó la invasión del Este. Pero, aún desde el punto
de vista bíblico fue una guerra poco habitual. El propósito aparente,
la supresión de una rebelión, parece haber sido un aspecto secundario de
la guerra. El verdadero objetivo, un cruce de caminos en un oasis del
desierto, nunca se alcanzó. Tomando la ruta meridional de Mesopotamia a
Canaán, los invasores se encaminaron hacia el sur por Transjordania,
siguiendo la Calzada del Rey, atacando los puestos avanzados de vigilancia de los puntos de cruce del Jordán: Ashterot-Carnáyim, en el norte; Cam, en el centro; y Shaveh-Quiryatáyim, en el sur. Según el relato bíblico, el verdadero objetivo de los invasores era un lugar llamado El Paran,
pero no consiguieron llegar a él. Bajando por Transjordania y
circundando el Mar Muerto, los invasores pasaron junto al Monte Seír y
avanzaron «hacia El Paran, que está frente al desierto». Pero se vieron obligados a «virar hacia En Mishpat, que es Kadesh». Nunca llegaron a El Paran.
El desierto de Parán es un lugar mencionado en la Biblia hebrea. Es uno
de los lugares donde los israelitas pasaron parte de sus 40 años
durante su éxodo. Y fue también el hogar de Ismael y un lugar de refugio
para David. En la tradición árabe a menudo se ha equiparado con un área
del Hiyaz, en torno a La Meca. De algún modo los invasores se vieron
obligados a retroceder hasta En Mishpat, también conocido como Kadesh-Barnea. Sólo entonces, cuando volvían a Canaán, es cuando «el
rey de Sodoma, el rey de Gomorra, el rey de Admá, el rey de Seboyim y
el rey de Belá, que es Soar, les presentaron batalla en el Valle de
Siddim
». La batalla con estos reyes cananeos se dio, por tanto, en
una fase tardía de la guerra, y no fue su primer objetivo. Hace casi un
siglo, en un minucioso estudio titulado Kadesh-Barnea, Henry Clay Trumbull llegó a la conclusión de que el verdadero objetivo de los invasores era El Paran, que identificó correctamente como el oasis de Nakhl,
en la llanura central del Sinaí. Pero ni él ni ningún otro ha podido
explicar por qué una gran alianza iba a enviar un ejército hacia un
objetivo situado a miles de kilómetros de distancia para alcanzar un
aislado oasis en una inmensa y desolada llanura. Pero, ¿qué razón había
para ir allí? y ¿quién les bloqueó el camino hacia Kadesh-Barnea forzando a los invasores a dar la vuelta?


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Segun Sitchin, el verdadero destino de la gran alianza era el
aeropuerto espacial anunnaki del Sinaí. Y el que bloqueó el camino hacia
Kadesh-Barnea fue Abraham. Desde la más remota antigüedad,
Kadesh-Barnea fue el punto más cercano a la región del aeropuerto
espacial al que no podían llegar los seres humanos sin un permiso
especial. Shulgi había ido allí a rezar y a realizar ofrendas a Dios y,
casi mil años antes que él, el rey sumerio Gilgamesh se detuvo allí para
obtener el adecuado permiso. Era el lugar al que los sumerios llamaban BAD.GAL.DINGIR y Sargón de Acad denominaba Dur-Mah-Ilani, que
aparece claramente en las inscripciones como un lugar de Tilmun, la
península del Sinaí. En el lugar que la Biblia llamó Kadesh-Barnea
permaneció Abraham con sus tropas de élite, impidiendo el avance de los
invasores hasta el mismo aeropuerto espacial. Las insinuaciones del
Antiguo Testamento se convierten en información detallada en los Textos de Codorlaomor, que
aclaran que la guerra pretendía evitar el regreso de Marduk, así como
frustrar los esfuerzos de Nabu por alcanzar el aeropuerto espacial.
Estos textos no sólo nombran a los mismos reyes que se mencionan en la
Biblia, sino que incluso repiten los detalles bíblicos del cambio de
fidelidades «en el año décimo tercero».  Los Textos de Codorlaomor fueron escritos por un historiador babilonio que apoyaba el deseo de Marduk de convertir a Babilonia en «el ombligo celeste de las cuatro regiones».
Y para frustrar esto es por lo que los dioses que se oponían a Marduk
le ordenaron a Codorlaomor que se hiciera con Babilonia y la profanara: “Los
dioses a Kudur-Laghamar, rey de la tierra de Elam, ordenaron:
«¡Invádeles!».  Llevó a cabo aquello que para la ciudad era malo; en
Babilonia, la preciosa ciudad de Marduk, se hizo con la soberanía; en
Babilonia, la ciudad del rey de los dioses, Marduk, derrocó la realeza;
convirtió su templo en una guarida de perros; los cuervos de sonoro
graznido dejaron caer sus excrementos allí
“. El saqueo de Babilonia no fue más que el comienzo. Tras las «malas acciones»
que se cometieron allí, Utu/Shamash intentó enfrentarse a Nabu, que,
según decía en su acusación, había subvertido la fidelidad de cierto rey
a su padre, Nannar/Sin. Y esto sucedió, según los Textos de Codorlaomor, en el año décimo tercero, exactamente lo que dice el Génesis: “Ante
los dioses el hijo de su padre [vino]; aquel día, Shamash, el
Brillante,  contra el señor de señores, Marduk [dijo]: «La fidelidad de
su corazón [del rey] traicionó, en la epoca el año décimo tercero rompió
las filas de mi padre;  el rey dejó de atender el cuidado de su fe;
todo esto lo ha provocado Nabu»
“.


Los dioses reunidos, alertados por el papel que Nabu había
desempeñado en la extensión de la rebelión, reunieron una coalición de
reyes leales y designaron al elamita Kudur-Laghamar como comandante en
jefe. La primera orden fue que «Borsippa, la fortaleza [de Nabu], con las armas sea despojada». Para llevar a cabo la orden, «Kudur-Laghamar,
con malvados pensamientos contra Marduk, destruyó el santuario de
Borsippa con fuego, y a sus hijos con la espada mató
». Después, se
ordenó la expedición militar contra los reyes rebeldes. Los textos
babilónicos hacen una relación de los objetivos que tenían que ser
atacados y de los nombres de los atacantes. Podemos reconocer los
nombres bíblicos de Eriaku (Aryok), que fue a atacar Shebu (Beersheba) y
de Tud-Ghula (Tidal), que fue a «golpear con la espada a los hijos de Gaza».
Actuando según un oráculo de Ishtar, el ejército reunido por los Reyes
del Este llegó a Transjordania. El primer ataque se hizo sobre una
fortaleza en las tierras altas. La ruta fue la misma que se describe en
la Biblia: desde las tierras altas en el norte, a través de la región de
Rabat-Amón en el centro, hacia el sur, hasta las cercanías del Mar
Muerto. Después, sería capturada Dur-Mah-Ilani, y las ciudades cananeas, incluidas Gaza y Beersheba, en el Negev, que serían castigadas. Pero en Dur-Mah-Ilani, según el texto babilónico, «el hijo del sacerdote, a quien los dioses en su veraz consejo habían ungido», se puso en el camino de los invasores y «evitó el saqueo».
Probablemente este texto babilónico se refiere a Abraham, aquel hijo
del sacerdote Téraj. Esta posibilidad se ve reforzada por el hecho de
que los textos mesopotámicos y los textos bíblicos hablan del mismo
acontecimiento, en la misma localidad y con el mismo resultado. Pero aún
hay otra pista realmente intrigante. Se trata del hecho de que en los
anales del reinado de Amar-Sin se llama al séptimo año, el crucial año
de 2041 a.C., año de la expedición militar, MU NE IB.RU.UM BA.HUL, «Año [en el cual] la pastoril morada de IB.RU.UM fue atacada». Posiblemente se refiere a Abraham y su pastoril morada.También
existe una posible pista pictórica de la invasión. Es una escena
grabada en un sello cilindrico sumerio que se cree que representa el
viaje de Etana, un antiguo rey de Kis, hasta la Puerta Alada, donde un «Águila»
lo elevó a las alturas, hasta que la Tierra desapareció de su vista.
Pero en el sello se ve a un héroe coronado a caballo, situado entre laPuerta Alada
y dos grupos distintos. En un grupo vemos cuatro hombres armados cuyo
líder, también a caballo, se  mueve hacia una región cultivada de la
península del Sinaí, indicada por el símbolo del creciente de Sin del
cual crece trigo. El otro grupo es de cinco reyes, que van en dirección
opuesta. Esta imagen contiene todos los elementos de una antigua
ilustración de la Guerra de los Reyes y del papel del «Hijo del Sacerdote» en ella. El héroe, que se representa en el centro sería realmente Abraham.


Tras llevar a cabo su misión, que según Sitchin consistía en proteger
el aeropuerto espacial, Abraham volvió a su base cerca de Hebrón.
Estimulados por su hazaña, los reyes cananeos marcharon con sus fuerzas
para interceptar al ejército del Este en retirada. Pero los invasores
los vencieron y «tomaron todas las posesiones de Sodoma y Gomorra», así como a un valioso rehén: «Se llevaron a Lot, el sobrino de Abraham, que vivía en Sodoma».
Al enterarse de esto, Abraham llamó a sus mejores guerreros y persiguió
a los invasores, alcanzándolos cerca de Damasco, donde consiguió
liberar a Lot y recuperar todo el botín. A su regreso, fue recibido como
un vencedor en el Valle de Shalem (Jerusalén): “Y
Melquisedec, el rey de Shalem, presentó pan y vino, pues era sacerdote
del Dios Altísimo. Y le bendijo, diciendo: «Bendito sea Abram del Dios
Altísimo, poseedor del Cielo y la Tierra; y bendito sea el Dios Altísimo
que entregó a tus enemigos en tus manos.»
“. Los reyes cananeos no
tardaron en llegar para dar las gracias a Abraham y ofrecerle todas las
posesiones recuperadas como recompensa. Pero Abraham se negó a tomar «siquiera la correa de un zapato»
para sí mismo o sus guerreros. No había actuado ni por amistad con los
reyes cananeos ni por enemistad con la Alianza Oriental. En la guerra
entre la Casa de Nannar y la Casa de Marduk, él era neutral. Fue por «Yavé, el Dios Altísimo, poseedor del Cielo y la Tierra, que he levantado mis manos»,
afirmó. La fallida invasión de la Alianza Oriental no detuvo los
trascendentales acontecimientos que estaban teniendo lugar en el mundo
antiguo. Un año más tarde, en el 2040 a.C., Mentuhotep II, líder de los
príncipes tebanos, derrotó a los faraones del norte y extendió los
dominios de Tebas y de su dios hasta los límites occidentales de la
península del Sinaí. Al año siguiente, Amar-Sin intentó alcanzar la
península del Sinaí por mar, para terminar muriendo por una picadura
venenosa. Los ataques sobre el aeropuerto espacial se frustraban, pero
el peligro no había pasado; y los esfuerzos de Marduk por conseguir la
supremacía se intensificaron aún más. Quince años después, Sodoma y
Gomorra estallarían envueltas en llamas, cuando Ninurta y Nergal
liberaron las armas del Día del Juicio Final. Este fatídico Día del Juicio Final llegó en el año vigésimo cuarto, cuando Abraham, que estaba acampado cerca de Hebrón, tenía 99 años de edad: «Y
el Señor se le apareció en la arboleda de terebintos de Mambré, cuando
estaba sentado a la entrada de la tienda, al calor del día. Y levantó lo
ojos y miró, y vio -tres hombres estaban parados ante él; y, en cuanto
los vio, corrió desde la entrada de la tienda hacia ellos, y se postró
en tierra
».


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El narrador bíblico del Génesis hace que Abraham levante la mirada y
tenga un repentino encuentro con los seres divinos. Aunque Abraham
estaba en la puerta de su tienda, no vio a los tres seres que se
aproximaban. De repente, estaban «parados ante él». Y, aunque eran «hombres», reconoció su verdadera identidad de inmediato y se postró ante ellos, llamándoles «mis señores» y pidiéndoles que no «paséis de largo cerca de vuestro servidor»
sin darle la ocasión de prepararles una suntuosa comida. Anochecía
cuando los divinos visitantes terminaron de comer y descansar, y su
jefe, preguntándole por Sara, le dijo a Abraham: «Volveré a ti por estas fechas el próximo año; para entonces, Sara, tu mujer, tendrá un hijo».
La promesa de un heredero legítimo para Abraham y Sara en su ancianidad
no era la única razón para que aquellos seres llegasen donde se
encontraba Abraham. Había otra razón más siniestra: “Y los hombres
se levantaron de allí para ir a inspeccionar Sodoma. Y Abraham fue con
ellos para despedirles, y el Señor dijo: «¿Acaso voy a ocultarle a
Abraham lo que estoy haciendo?»
“. El Señor, tras recordar los
servicios prestados por Abraham y el futuro que le había prometido, le
desveló el verdadero objetivo del viaje. Se trataba de verificar las
acusaciones contra Sodoma y Gomorra. «Las protestas por Sodoma y Gomorra son grandes, y son graves las acusaciones contra ellas», y el Señor dijo que había decidido «bajar y comprobar; si todo es como las protestas que me han llegado, las destruiré por completo; y si no, he de saberlo».
La destrucción de Sodoma y Gomorra se ha convertido en uno de los
episodios bíblicos del que más se ha hablado. Los ortodoxos y los
fundamentalistas nunca dudaron de que el Señor Dios vertió literalmente
fuego y azufre desde los cielos para borrar de la faz de la Tierra a
aquellas ciudades pecadoras, mientras que los expertos han estado
buscando unas explicaciones «naturales» del relato bíblico,
tales como un terremoto, una erupción volcánica u otros fenómenos
naturales que se pudieran interpretar como un acto de Dios, como castigo
al pecado. Pero, en lo que concierne al relato bíblico que, hasta
ahora, es la única fuente de interpretaciones, el acontecimiento no fue
una calamidad natural. Se describe como un acontecimiento premeditado, ya que el Señor le desvela a Abraham con antelación lo que está a punto de suceder y por qué. Es un acontecimiento evitable, no una calamidad provocada por fuerzas naturales irreversibles. La calamidad tendrá lugar sólo si las «protestas» contra Sodoma y Gomorra se confirman. Y también era un acontecimiento que se podía posponer, un acontecimiento cuya ocurrencia podía darse antes o después, a voluntad.


Al percatarse de que la calamidad era evitable, Abraham empleó una táctica dilatoria: «Quizás haya cincuenta Justos en la ciudad», le dijo al Señor. «¿Vas a destruir el lugar y no lo vas a perdonar por los cincuenta Justos que hubiere dentro?». Y, rápidamente, añadió: «¡
no puedes hacer tal cosa, matar al justo con el malvado! ¡No puedes!
¡El Juez de toda la Tierra no puede dejar de hacer justicia!
». La
súplica era para evitar la premeditada y evitable destrucción, si
hubiera cincuenta Justos en la ciudad. Pero, en cuanto el Señor accedió a
perdonar la ciudad en el caso de que hubiera esas cincuenta personas,
Abraham se preguntó en voz alta si el Señor llevaría a cabo su
destrucción si tan solo le faltaran cinco para ese número. Y, cuando el
Señor accedió a perdonar a la ciudad sólo con que hubiera cuarenta y
cinco Justos, Abraham continuó rebajando el número a cuarenta, y luego a
treinta, a veinte, a diez. «Y el Señor dijo: ‘No la destruiré si hubiera diez’; y partió en cuanto dejó de hablar con Abraham, y Abraham volvió a su sitio».
Al atardecer, los dos compañeros del Señor llegaron a Sodoma con la
intención de comprobar las acusaciones contra la ciudad y dar cuenta de
sus descubrimientos al Señor. La narración bíblica se refiere a ellos
como Mal’akhim, traducido como «ángeles», pero que realmente significa «emisarios».
Lot, que estaba sentado a las puertas de la ciudad, reconoció al
instante, al igual que hiciera Abraham antes, la naturaleza divina de
los dos visitantes, quizás por su atuendo, por sus armas, o quizás por
el modo en que llegaron, tal vez por el aire. Ahora le tocaba a Lot
insistir en su hospitalidad, y los dos emisarios aceptaron la invitación
de pasar la noche en su casa. Pero no iba a ser una noche tranquila,
pues la noticia de la llegada de los extraños agitó a toda la ciudad. «No
bien se habían acostado, la gente de Sodoma rodeó la casa; jóvenes y
viejos, toda la población, de cada barrio; y llamaron a Lot y le
dijeron: ‘¿Dónde están los hombres que vinieron contigo anoche? Tráelos
para que los conozcamos’
». Y cuando Lot se negó a complacerles, la turba intentó entrar por la fuerza en su casa; pero los dos Mal’akhim«hirieron
a la gente que estaba en la entrada de la casa cegándolos, tanto a
jóvenes como a viejos; y se cansaron intentando encontrar la entrada
». Los dos emisarios ya no precisaban de más indagaciones. Al percatarse de que, de toda la gente de la ciudad, sólo Lot era «justo», el destino de la ciudad estaba firmado. «Y
le dijeron a Lot: ‘¿A quién más tienes aquí? Saca de este lugar a tu
yerno, a tus hijos e hijas, y a cualquier otro pariente que tengas en la
ciudad, pues la vamos a destruir
». Lot se apresuró para llevar la
noticia a sus yernos, pero se encontró tan solo con la incredulidad y la
risa. De modo que, al alba, los emisarios apremiaron a Lot para que
escapara sin demora, tomando con él sólo a su mujer y a sus dos hijas
solteras: “Pero Lot remoloneaba; de manera que los hombres lo
tomaron de la mano lo mismo que a su mujer y a sus dos hijas -pues la
misericordia de Yavé estaba sobre él- y les sacaron fuera, y les
pusieron fuera de la ciudad”.



Tras dejarlos fuera de la ciudad, los emisarios le insistieron a Lot para que huyera a las montañas: «¡Escapa, por vida tuya! No mires atrás, ni te pares en ningún sitio en la llanura», fueron las instrucciones; «escapa a las montañas, o perecerás». Pero Lot, temiendo no llegar a tiempo a las montañas y «ser alcanzado por el Mal y morir»,
les hizo una propuesta: ¿Se podría retrasar la destrucción de Sodoma
hasta haber llegado a la ciudad de Soar, la que más lejos estaba de
Sodoma? Y, tras aceptar, uno de los emisarios le urgió a que se
apresuraran en llegar allí: «De acuerdo, escápate allá, porque no puedo hacer nada hasta que no llegues a esa ciudad».
Así pues, la calamidad no sólo era predecible y evitable, sino que
también se podía posponer; y se podía destruir varias ciudades en
diferentes ocasiones. Ninguna catástrofe natural podría haber reunido
todas estas características: “El sol se elevaba sobre la Tierra
cuando Lot llegó a Soar;y el Señor hizo llover sobre Sodoma y Gomorra,
desde los cielos, azufre y fuego de parte de Yavé. Y Él destruyó
aquellas ciudades y toda la llanura, y a todos los habitantes de las
ciudades y toda vegetación que crece del suelo”.
Las ciudades, la gente, la vegetación, todo resultó «arrasado»
por la terrible arma de los dioses. El calor y el fuego lo chamuscaron
todo a su paso y la radiación afectó a las personas incluso en la
distancia. La esposa de Lot, ignorando las advertencias de no detenerse y
mirar atrás en su huida de Sodoma, se convirtió en un «pilar de vapor». El «Mal» que Lot temía había caído sobre ella. La traducción tradicional y literal del término hebreo Netsiv melah ha sido «pilar de sal»,
y en la Edad Media se llegó a escribir mucho para explicar el proceso
por el cual una persona se podía transformar en sal cristalina. Sin
embargo, si la lengua madre de Abraham y Lot era el sumerio, y el
acontecimiento se registró no en una lengua semita, sino en sumerio,
entonces se nos plantea la posibilidad de una explicación completamente
diferente y más plausible acerca de lo que le ocurrió a la mujer de Lot.
En un estudio presentado ante la American Oriental Society en 1918, y en el subsiguiente artículo de Beitráge zur Assyriologie. Paul
Haupt, uno de los pioneros sobre asiriología en Estados Unidos,
demostró concluyentemente que el término sumerio NIMUR significaba tanto
sal como vapor, debido al hecho de que las primitivas
salinas de Sumer eran ciénagas cercanas al Golfo Pérsico. El narrador
hebreo bíblico malinterpretó probablemente el término sumerio debido a
que el Mar Muerto recibe el nombre en hebreo de El Mar de Sal, y escribió «pilar de sal» cuando, de hecho, la mujer de Lot se convirtió en un «pilar de vapor».
En relación con esto, conviene hacer notar que, en los textos
ugaríticos, como por ejemplo en el relato cananeo de Aqhat, con sus
muchas similitudes con el relato de Abraham, se describe la muerte de un
ser humano a manos de un dios como el «escape de su alma como vapor, como humo por las ventanas de la nariz».


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La Epopeya de Erra puede interpretarse, según Sitchin, como el registro sumerio de una destrucción nuclear. La Epopeya de Erra
es una leyenda mitológica mesopotámica. Data del primer tercio del I
milenio a. C., con mayor probabilidad en el siglo VIII a. C. Fue escrita
por un sacerdote de Esagila, el templo de Marduk en Babilonia, de
nombre Kabti-ilâni-Marduk, que se presenta a sí mismo como el
transcriptor de un sueño visionario por el que el propio dios Erra le
habría revelado el texto. Se compone de cinco tablillas, con un total
aproximado de unos 700 versos. En ella  se describe la muerte de las
personas a manos del dios de esta manera: “Haré desvanecerse a las personas, sus almas se convertirán en vapor“.  La desgracia de la mujer de Lot fue la de encontrarse entre aquéllos que se «convirtieron en vapor». Una a una, las ciudades «que indignaron al Señor» fueron arrasadas y se permitió escapar a Lot: “Pues
cuando los dioses devastaron las ciudades de la llanura,  los dioses se
acordaron de Abraham, y enviaron a Lot lejos de las ciudades de la
devastación
“. Y, tal como se le había dicho, Lot fue «a vivir a la montaña y moró en una cueva, él y sus dos hijas con él».
Después de presenciar la ígnea destrucción de toda vida en la llanura
del Jordán, y la invisible mano de la muerte que vaporizó a su madre,
Lot y sus hijas pensaron, según se nos dice en la Biblia, que habían
presenciado el fin de la humanidad en la Tierra y que ellos tres eran
los únicos supervivientes de la especie humana. Por esta razón la única
forma de preservar a la humanidad, consistiría en cometer incesto y que
las hijas concibieran hijos de su propio padre: «Y la mayor le dijo a
la menor: ‘Nuestro padre es viejo, y no hay ningún hombre en la Tierra
que se una a nosotras a la manera de todos en la Tierra; ven, hagamos
que nuestro padre beba vino, y luego yaceremos con él, para que así
podamos preservar la simiente de la vida de nuestro padre’
». Y, de
este modo, ambas se quedaron embarazadas y tuvieron hijos. La noche
anterior al holocausto debió de ser una noche terrible para Abraham,
preguntándose si encontrarían suficientes Justos en Sodoma como para que
las ciudades fueran perdonadas. También preguntándose acerca del
destino de Lot y de su familia. «Y Abraham se levanto temprano y fue
al lugar en donde había estado en presencia de Yavé, y miró en
dirección a Sodoma y Gomorra, y la región de la llanura; y vio el humo
elevarse de la tierra, como de una fogata
». Abraham estaba
presenciando un tipo de Hiroshima,  la destrucción de una llanura fértil
y poblada por medio de bombas atómicas. Era el año 2024 a. C. (siglo XXI a.C.).


Pero, ¿dónde se encuentran las ruinas de Sodoma y Gomorra? Los
antiguos geógrafos griegos y romanos decían que el otrora fértil valle
de las cinco ciudades se inundó con posterioridad a la catástrofe. Los
expertos modernos creen que la «devastación» de la que se habla
en la Biblia provocó una brecha en la costa meridional del Mar Muerto,
con lo que las aguas sumergieron las regiones bajas del sur. La porción
restante de lo que una vez fue la costa sur se convirtió en un accidente
geográfico al que los lugareños llamaron figurativamente el-Lissan La Lengua»),
y el otrora poblado valle de las cinco ciudades se convirtió en la
nueva zona sur del Mar Muerto, que aún lleva el apodo local de «Mar de Lot».
Mientras tanto, en el norte, el desplazamiento de las aguas hacia el
sur hizo que la línea costera retrocediera. Los antiguos informes han
recibido confirmación en tiempos modernos a través de diversas
investigaciones, comenzando por una exhaustiva exploración de la zona a
cargo de una misión científica patrocinada por el Instituto Bíblico Pontificio del Vaticano.Importantes
arqueólogos, como W. F. Albright y P. Harland, descubrieron que las
poblaciones de las montañas de alrededor de la región se abandonaron
repentinamente en el siglo XXI a.C., y no se volvieron a poblar hasta
varios siglos más tarde. Y hasta el día de hoy, las aguas de los
manantiales de los alrededores del Mar Muerto están contaminadas de
radiactividad «suficiente para producir esterilidad y otras
afecciones, tanto en animales como en personas que las absorban durante
unos cuantos años
». Pero la nube de la muerte, elevándose
en los cielos de las ciudades de la llanura, no sólo aterrorizó a Lot y a
sus hijas, sino también a Abraham, que no se sintió seguro ni en las
montañas de Hebrón, a unos ochenta kilómetros de distancia. En la Biblia
se nos dice que levantó su campamento y se trasladó bastante más al
oeste, para residir en Guerar. Por otra parte, ya nunca más se
aventuraría a entrar en el Sinaí. Años más tarde, incluso, cuando el
hijo de Abraham, Isaac, quiso ir a Egipto debido a una hambruna en
Canaán, «Yavé se le apareció y le dijo: ‘No bajes a Egipto; vive en la tierra que te mostraré’».
El paso a través de la península del Sinaí, por lo que parece, aún no
era seguro. Pero, ¿cuál era la razón? Según Sitchin la destrucción de
las ciudades de la llanura fue sólo una exhibición secundaria. Al mismo
tiempo, también fue arrasado con armas nucleares el aeropuerto espacial
de la península del Sinaí, dejando tras de sí una radiación mortal que
persistió durante muchos años. El principal objetivo nuclear estaba en
la península del Sinaí; y la víctima real, al final, sería Sumer. Aunque
el fin de Ur no tardó en llegar, su triste destino comenzó a
vislumbrarse a partir de laGuerra de los Reyes, acercándose
poco a poco. El Año del Juicio Final -2024 a.C- fue el sexto año del
reinado de Ibbi-Sin, el último rey de Ur. Pero, para encontrar los
motivos de la calamidad, tendremos que remontarnos en los registros de
aquellos fatídicos años hasta la época de la guerra.


Tras fracasar en su misión y humillados por dos veces a manos de
Abraham, una en Kadesh-Barnea y la otra cerca de Damasco, los reyes
invasores no tardaron en ser apartados de sus tronos. En Ur, Amar-Sin
fue sustituido por su hermano Shu-Sin, que ascendió al trono para
encontrarse con que la gran alianza se había hecho añicos, y que los
hasta entonces aliados de Ur se disputaban ahora el imperio que se
desmoronaba. Aunque los dioses Nannar e Inanna también habían resultado
desacreditados en la Guerra de los Reyes, Shu-Sin puso en ellos su confianza. Fue Nannar, afirman las más antiguas inscripciones de Shu-Sin, el que «pronunció su nombre» para la realeza, ya que era «el amado de Inanna», y ella misma se lo presentó a Nannar. Shu-Sin alardeaba de que «la Sagrada Inanna, la dotada de sorprendentes cualidades, la Primera Hija de Sin», le había dado armas con las cuales «entablar combate con el país enemigo que no sea obediente».
Pero todo esto no fue suficiente para impedir la disgregación del
imperio sumerio, y Shu-Sin no tardó en recurrir a los grandes dioses en
busca de socorro. A juzgar por los anales, Shu-Sin, en el segundo año de
su reinado, buscó los favores del dios Enki construyéndole un barco
especial que surcara los mares hasta el Mundo Inferior. El
tercer año del remado fue también de preocupación por buscar el
acercamiento a Enki. Pero poco más se sabe de esto. Quizás fuera un
subterfugio para pacificar a los seguidores de Marduk y de Nabu; aunque,
evidentemente, la intentona fracasó, pues el cuarto y el quinto año
presenciaron la construcción de una imponente muralla en la frontera
occidental de Mesopotamia, creada específicamente para protegerse de las
incursiones de los «Occidentales», los seguidores de Marduk. A
medida que crecía la presión desde el oeste, Shu-Sin recurrió a los
grandes dioses de Nippur en busca de perdón y de salvación. Los anales,
confirmados por las excavaciones arqueológicas de la Expedición
Americana a Nippur, revelan que Shu-Sin emprendió obras masivas de
reconstrucción del recinto sagrado de Nippur, a una escala desconocida
desde los días de Ur-Nammu. Las obras culminaron con la elevación de una
estela en honor de Enlil y Ninlil, «una estela como ningún rey hubiera construido jamás». Shu-Sin buscaba desesperadamente la aceptación, la confirmación de que era «el rey al cual Enlil, en su corazón, había elegido».
Pero el dios Enlil no estaba allí para darle respuesta; tan solo
Ninlil, la esposa de Enlil, que seguía en Nippur, escuchó las súplicas
de Shu-Sin. Compasivamente, respondió «para prolongar el bienestar de Shu-Sin, para extender el tiempo de su reinado», le dio un «arma que fulmina con el resplandor,  cuyo terrorífico destello alcanza el cielo».


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En un texto de Shu-Sin catalogado como «Colección B» se
sugiere que, en sus esfuerzos por restablecer los antiguos lazos con
Nippur, Shu-Sin pudo intentar reconciliarse con los de Nippur, tales
como la familia de Téraj, que habían dejado Ur tras la muerte de
Ur-Nammu. El texto afirma que, después de hacer que la región donde
estaba situada Jarán «temblara de pánico ante sus armas», se
hizo un gesto de paz: Shu-Sin envió allí a su propia hija como
prometida, presumiblemente para el jefe de la región o para su hijo.
Posteriormente, su hija volvería a Sumer con un séquito de ciudadanos de
la región, «estableciendo una ciudad para Enlil y Ninlil en las fronteras de Nippur». Fue la primera vez «desde los días en que se decretaban los destinos, en que un rey había establecido una ciudad para Enlil y Ninlil»,
afirmaba Shu-Sin. Con la ayuda probable de los repatriados de Nippur,
Shu-Sin reinstauró también los altos servicios del templo en Nippur,
concediéndose a sí mismo el papel y el título de Sumo Sacerdote. Sin
embargo, todo esto sería en vano. En vez de una mayor seguridad, se
dieron mayores peligros, y la inquietud por la lealtad de las provincias
distantes dio paso a la seria preocupación por el propio territorio de
Sumer. «El poderoso rey, el Rey de Ur», dicen las inscripciones de Shu-Sin, se encontró con que el «pastoreo de la tierra»
de la misma Sumer se había convertido en la principal carga real.
Todavía hubo un último intento por atraer a Enlil de vuelta a Sumer,
para encontrar refugio bajo su égida. Parece ser que por consejo de
Ninlil, Shu-Sin construyó para la divina pareja «un gran barco de recreo, adecuado para los más largos de los ríos… Lo decoró a la perfección con piedras preciosas»,
lo equipó con remos de la más fina madera, puntiagudas perchas y un
fuerte timón, y lo dotó de todo tipo de comodidades, incluido un lecho
nupcial. Después, «puso el barco de recreo en la amplia cuenca que hay frente a la Casa de Placer de Ninlil».
Estos aspectos nostálgicos tocaron la fibra del corazón de Enlil, pues
él se había enamorado de Ninlil, siendo ésta una joven enfermera, cuando
la vio bañándose desnuda en el río; de modo que volvió a Nippur: “Cuando
Enlil escuchó [todo esto] de horizonte a horizonte se apresuró de sur a
norte viajó; a través de los cielos, sobre la tierra se apresuró,para
gran regocijo con su amada reina, Ninlil”.
Sin embargo, el
sentimental viaje no fue más que un breve interludio. Se han perdido
algunas líneas importantes de las tablillas, por lo que se nos ha
privado de los detalles de lo que sucedió después. Pero las últimas
líneas se refieren a «Ninurta, el gran guerrero de Enlil, que confundió al Intruso», al parecer, después de que se descubriera «una inscripción, una malvada inscripción»
sobre una efigie en el barco, quizás con la intención de echar una
maldición sobre Enlil y Ninlil. No se conocen registros que nos hablen
de la reacción de Enlil a este desagradable asunto; pero todas las demás
evidencias sugieren que abandonó Nippur de nuevo, pero esta vez
llevándose a Ninlil con él.


Poco después, en febrero de 2031 a.C., todo Oriente Próximo se
sobrecogió con un eclipse total de Luna, que veló al satélite durante la
noche a lo largo de todo su curso. Los sacerdotes del oráculo de Nippur
no podían apaciguar la ansiedad de Shu-Sin. Era, dijeron en su mensaje
escrito, un augurio «para el rey que gobierna las cuatro regiones: su muralla será destruida, Ur quedará desolada».
Rechazado por los grandes dioses de antaño, Shu-Sin se embarcó en una
última acción, no se sabe si por despecho o como un último intento por
ganarse el apoyo divino, al construir en el recinto sagrado de Nippur un
santuario para un joven dios llamado Shara. Éste era hijo de Inanna; y
como Lugalbanda, que había llevado este epíteto con anterioridad,
también este nuevo Shara («Príncipe») era hijo de un rey. En la inscripción en la que se le dedicaba el templo, Shu-Sin afirmaba ser el padre del joven dios: «Al
divino Shara, héroe celeste, amado hijo de Inanna: su padre Shu-Sin, el
rey poderoso, rey de Ur, rey de las cuatro regiones, ha construido para
él el templo Shagipada, su amado santuario; vida al rey
». Era el
noveno año del reinado de Shu-Sin. También fue el último. El nuevo
soberano en el trono de Ur, Ibbi-Sin, no pudo detener la decadencia y la
ruina. Lo único que pudo hacer fue acelerar la construcción de murallas
y fortificaciones en el corazón de Sumer, alrededor de Ur y de Nippur.
Pero el resto del país quedó desprotegido. En sus propios anales, de los
cuales no se ha encontrado ninguno más allá del quinto año, se dice
poco de las circunstancias de sus días. Se sabe mucho más por el
sorprendente cese de mensajes habituales y de documentos comerciales.
Así, los mensajes de lealtad, que el resto de centros urbanos
subordinados debía enviar a Ur cada año, dejaron de llegar uno tras
otro. Los primeros en dejar de llegar fueron los mensajes de lealtad de
las regiones occidentales. Después, al tercer año, fueron las capitales
de las provincias orientales. Aquel mismo año, el comercio exterior de
Ur «se detuvo de forma significativamente repentina», según C J. Gadd, en History and Monuments of Ur. En
la recaudación de impuestos de Drehem, cerca de Nippur, donde se tomó
nota a lo largo de toda la III Dinastía de los envíos de bienes y ganado
y de la recaudación de impuestos en miles de tablillas de arcilla,
también se detuvo abruptamente la meticulosa anotación durante aquel
tercer año. Ignorando a Nippur, cuyos grandes dioses la habían
abandonado, Ibbi-Sin puso su confianza en los dioses Nannar e Inanna,
proclamándose en su segundo año como Sumo Sacerdote del templo de Inanna
en Uruk. Una y otra vez, Ibbi-Sin pidió guía y palabras
tranquilizadoras a sus dioses. Pero todo lo que escuchaba eran oráculos
de destrucción y desolación. En el cuarto año de su reinado, se le dijo
que «El Hijo en el oeste se elevará. Es un augurio para Ibbi-Sin: Ur será juzgada».


En el quinto año, Ibbi-Sin se convirtió en Sumo Sacerdote de Inanna
en su santuario de Ur. Pero tampoco esto le sirvió de ayuda. Aquel año,
el resto de ciudades de Sumer dejó de enviar mensajes de fidelidad.
También fue el último año en que aquellas ciudades entregarían los
tradicionales animales para los sacrificios del templo de Nannar, en Ur.
Dejaron de reconocerse la autoridad central de Ur, sus dioses y su gran
templo-zigurat. Cuando dio comienzo el sexto año, los augurios «referentes a la destrucción» se hicieron más urgentes y concretos. «Cuando llegue el sexto año, los habitantes de Ur estarán atrapados», decía uno de estos augurios. La calamidad profetizada llegará, decía otro augurio, «cuando, por segunda vez, el que se llama a sí mismo Supremo, como uno cuyo pecho ha sido ungido, llegue del oeste». Aquel mismo año, como revelan los mensajes, «occidentales hostiles han entrado en la llanura» de Mesopotamia. Sin encontrar resistencia, no tardaron en «entrar en el interior del país, tomando una a una todas las grandes fortalezas».
A lo único que se pudo aferrar Ibbi-Sin fue a los enclaves de Ur y de
Nippur. Pero antes de que terminara aquel fatídico sexto año, se
detuvieron repentinamente en Nippur las inscripciones que honraban al
rey de Ur. El enemigo de Ur y de sus dioses, el «que se llama a sí mismo Supremo»,
había llegado al corazón de Sumer. Como los augurios habían predicho,
el dios Marduk volvía a Babilonia por segunda vez. Los 24 años
fatídicos, desde que Abraham dejara Jarán, desde que Shulgi fuera
sustituido en el trono, desde que comenzara el exilio de Marduk entre
los hititas, habían venido a converger en el Año del Juicio Final, 2024
a.C. La tablilla en la cual está inscrita la autobiografía de Marduk
prosigue relatando su regreso a Babilonia después de 24 años de estancia
en la Tierra de Hatti: “En la tierra de Hatti pedí un oráculo
[acerca] de mi trono y mi Señorío; Allí en medio [pregunté]: «¿Hasta
cuándo?» 24 años, allí en medio, anidé. Después, en aquel vigésimo
cuarto año, recibió un oráculo favorable: Mis días [de exilio]
terminaron; a mi ciudad [me encaminé]; para mi templo Esagila como un
monte [elevar/reconstruir], para [restablecer] mi imperecedera morada.
Levanté mis talones [hacia Babilonia] a través de tierras [fui] a mi
ciudad su [¿futuro? ¿bienestar?] establecer, para [instalar] un rey en
Babilonia en la casa de mi alianza, en el montañoso Esagil, creado por
Anu en el Esagil elevar una plataforma en mi ciudad
“. La
deteriorada tablilla hace después una relación de ciudades a través de
las cuales pasó Marduk en su camino hacia Babilonia. Los poco legibles
nombres de las ciudades nos indican que la ruta de Marduk desde Asia
Menor hasta Mesopotamia le llevó en un principio hacia el sur, hasta la
ciudad de Hama, la bíblica Hamat; después, hacia el este, a través de
Mari. Y llegó a Mesopotamia, tal como habían predicho los augurios,
desde el oeste, acompañado por partidarios amoritas u «occidentales».


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Su deseo, prosigue Marduk, era llevar la paz y la prosperidad al país, «alejar el mal y la mala suerte y llevar un amor maternal a la Humanidad». Pero todo se malogró: contra su ciudad, Babilonia, ya que un dios adversario «su ira ha traído».
El nombre de este dios enemigo se cita al comienzo de una nueva columna
del texto. Pero todo lo que ha quedado de él es la primera sílaba: «Divino NIN».
Sólo podía estar refiriéndose al dios Ninurta, dios de Nippur, que
conformaba una tríada de dioses junto con su padre Enlil y a su madre
Ninlil. Poco se nos cuenta en esta tablilla de las acciones tomadas por
este adversario, pues todos los versículos que vienen después están
severamente dañados y el texto se hace ininteligible. Pero podemos
extraer algunos de los hilos perdidos en la tercera tablilla de los Textos de Codorlaomor. A
pesar de sus aspectos enigmáticos, aquí se nos pinta un cuadro de
confusión total, en donde dioses enemigos marchan unos contra otros a la
cabeza de sus tropas humanas. Los partidarios amoritas de Marduk se
abalanzaban por el valle del Eufrates hacia Nippur, y Ninurta organizó
las tropas elamitas para combatirles. A medida que leemos las crónicas
de aquellos difíciles años, nos encontramos con que el texto babilónico,
escrito por un adorador de Marduk, atribuye a las tropas elamitas, y
sólo a ellas, la profanación de templos, incluidos los santuarios de
Shamash e Ishtar. Pero el cronista babilónico va aún más lejos. Acusa a
Ninurta de culpar falsamente a los seguidores de Marduk de la
profanación del Santo de los Santos del dios Enlil en Nippur,
lo cual provoca que Enlil tome partido contra Marduk y su hijo Nabu.
Sucedió, dice el texto babilónico, cuando los dos ejércitos enemigos se
enfrentaron en Nippur. Fue entonces cuando la ciudad santa fue saqueada,
y cuando su santuario, el Ekur, fue profanado. Ninurta acusaba a los
seguidores de Marduk de esta mala acción; pero no era así, ya que fue
Erra, su aliado, el que lo hizo. La repentina aparición de Nergal/Erra
en la crónica babilónica seguirá siendo un enigma hasta que volvamos a
la Epopeya de Erra. Nergal es el dios de los muertos y el amo
del infierno. Su carácter es orgulloso, impetuoso y violento. Es amante
de las epidemias, las guerras y las catástrofes, y su dominio, y su
placer es la muerte. Su meta es ser el más fuerte donde quiera que esté.
Para consagrarse como dios de los infiernos emprende una aventura que
se cuenta como leyenda. Resulta que Ereshkigal, hija del gran dios Anu,
se ha erguido como soberana de un reino independiente y terrible en los
infiernos. Los mismos dioses solo pueden llegar allí despojándose de sus
poderes, por lo que corren el riesgo de acabar como prisioneros.


Se prepara un banquete celeste, pero Ereshkigal se ha independizado
tanto de los dioses, que no va a participar en el banquete y en su lugar
envía a un mensajero para que recoja allí lo que le corresponde. Nergal
se niega a participar de la mesa con ese emisario y hace que Ereshkigal
se enfade y reclame las disculpas del insolente Nergal. Pero Nergal,
orgulloso, no se amilana y viaja a los infiernos acompañado por catorce
demonios que le permiten cruzar las siete puertas hasta el mundo del
infierno. Una vez ante la diosa se muestra muy cortés y divertido,
tanto, que hechiza a la bella diosa y puede volver a su casa. Ereshkival
luego se da cuenta de los sucedido y colérica quiere castigar al
infame. Manda un emisario a Anu y le dice que quiere de vuelta a Nergal
para dejarlo en el reino de los muertos, y amenaza con grandes
calamidades si no se le complace. Ante el reto, Nergal acepta y vuelve
con fuerza y violencia, estimulado por la situación. Si se debe quedar
en los infiernos no puede ser de otro modo que de amo. Llega y coge a
Ereshkival por el pelo y la lanza al suelo. La diosa pide clemencia y le
promete que se casará con él si la suelta. Nergal acepta el trato y
toma a la diosa entre sus brazos con ternura, se casa con ella y se
convierte así en el rey de los infiernos. Más tarde Nergal se identifica
con el dios de las plagas Erra. Marido satisfecho, descansando en el
lecho conyugal y sumergido en una vida ociosa es incapaz de tomar
decisiones, por lo que el mundo vive una paz total. Pero los dioses
infernales, fieles servidores de Erra, los Sibitti, están
desesperados por entrar en acción, ya que este silencio no les gusta,
sus armas se oxidan por falta de acción y quieren luchas y sangre. Los Sibitti
sacan a Erra del letargo y le animan a que lance el grito de guerra.
Pero el amplio proyecto de sangre, elaborado entonces por Erra, no se
podrá llevar a cabo si no se depone al dios Marduk protector de la
ciudad. Erra trata de convencer a Marduk de que se vaya con el argumento
de que él es el único que puede dar nuevamente brillo a su estatua del
palacio. Pero Marduk no acepta ya que se acuerda de que la última vez
que abandonó el trono sobrevino el diluvio. Erra insiste y promete que
no dejará que los demonios del infierno puedan subir a la ciudad. Ante
tanta insistencia, Marduk se convence y acepta. Abandona y se va a la
morada de los dioses, dejando a Erra como dueño del lugar.


Inicialmente Erra cumple lo prometido, hombres y dioses disfrutan de
la paz y la tranquilidad. Pero más tarde reina el salvajismo, los
templos son profanados y todos los valores se pierden. Erra, para poner
orden, regresa a su templo y todo vuelve a la normalidad. De lo que no
hay duda es de que se cita a este dios Erra en los Textos de Codorlaomor, y de que se le acusa de la profanación del Ekur: “Erra,
el inmisericorde, entró en el recinto sagrado. Se estableció en el
sagrado recinto, contempló el Ekur. Abrió la boca, y dijo a sus jóvenes
hombres: «¡Llevaos el botín del Ekur, llevaos las cosas valiosas,
destruid sus cimientos, echad abajo el recinto del santuario!»”.
Cuando Enlil, «noblemente entronizado», supo que su templo había sido destruido, que su santuario había sido profanado, y que, «en el Santo de los Santos, el velo había sido rasgado», se apresuró a volver a Nippur. «Cabalgando delante de él, había dioses vestidos de brillantez». El mismo Enlil «despedía resplandor como un relámpago», cuando bajó de los cielos. Cuando descendió al recinto sagrado «hizo temblar el lugar sagrado». Después, Enlil se dirigió a su hijo, «el príncipe Ninurta»,
para averiguar quién había profanado el templo. Pero, en lugar de
decirle la verdad, que había sido Erra, su aliado, Ninurta apuntó su
dedo acusador a Marduk y a sus seguidores. Al describir la escena, los
textos babilónicos afirman que Ninurta, al encontrarse con su padre,
actuaba sin el debido respeto: «sin temer por su vida, no se quitó la tiara». A Enlil, «mal le habló-no hubo justicia; se concibió la destrucción». Y así provocado, «Enlil hizo que se planeara el mal contra Babilonia». Además de las «malas acciones»
contra Marduk y Babilonia, también se planeó un ataque contra Nabu y su
templo Ezida en Borsippa. Pero Nabu se las ingenió para escapar en
dirección oeste, a las ciudades fieles a él que había en las cercanías
del Mediterráneo: “Desde Ezida Nabu, a dirigir todas sus ciudades se encaminó; hacia el Gran Mar se dirigió”. Y
los versículos que siguen en el texto babilónico muestran un
paralelismo directo con el relato bíblico de la destrucción de Sodoma y
Gomorra: “Pero cuando el hijo de Marduk en el país de la costa
estaba, El-de-el-Viento-Maligno [Erra] con calor la tierra de la llanura
hizo arder”.
Ciertamente, estos versículos deben haber tenido una fuente común con la descripción bíblica de la lluvia de «azufre y fuego» que «arrasó aquellas ciudades y toda la llanura». Tal como atestiguan las referencias bíblicas, como el Deuteronomio, la «maldad» de las ciudades de la Llanura del Jordán consistía en que «habían abandonado la alianza del Señor  e iban y servían a otros dioses».
Como sabemos ahora por el texto babilónico, las acusaciones contra
ellas se basaban en que se habían pasado al bando de Marduk y de Nabu en
aquel último choque entre los dioses enfrentados. Pero, mientras que el
texto bíblico lo deja ahí, el texto babilónico añade otro importante
detalle.


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El ataque sobre las ciudades cananeas no sólo pretendía destruir los
centros de apoyo a Marduk, sino que también pretendía destruir al propio
Nabu, que había ido allí en busca de asilo. Sin embargo, este segundo
objetivo no se alcanzó, pues Nabu se las ingenió para escapar a tiempo a
una isla del Mediterráneo, donde la gente le aceptó, aunque no era su
dios: “Él [Nabu] entró en el gran mar, se sentó en un trono que no
era suyo [porque] el Ezida, su legítima morada, había sido arrasada”.
El
cuadro que nos queda, a través de los textos bíblico y babilónico, del
cataclismo que asoló el Oriente Próximo en los tiempos de Abraham, está
mucho más detallado en La Epopeya de Erra. Este texto asirio,
recompuesto en un principio a partir de los fragmentos encontrados en la
biblioteca de Assurbanipal, en Nínive, comenzó a tomar forma y
significado a medida que se iban descubriendo más versiones fragmentadas
en otras excavaciones arqueológicas. Por el momento, queda
definitivamente establecido que el texto se inscribió en cinco
tablillas. Y, a pesar de las líneas perdidas o incompletas e, incluso,
del desacuerdo entre los expertos acerca de adonde pertenece cada
fragmento, se han conseguido compilar dos amplias traducciones: Das Era-Epos, de P. F. Góssmann, y L’Epopea di Erra de L. Cagni. La Epopeya de Erra no
sólo explica la naturaleza y las causas del conflicto que llevó a la
liberación del arma definitiva contra unas ciudades habitadas y al
intento de aniquilar a un dios, Nabu, del que se creía que se ocultaba
allí. También deja claro que tan extremas medidas no se tomaron a la
ligera. Se sabe, por otros textos, que los grandes dioses, en aquellos
tiempos de aguda crisis, estaban reunidos en una continua Asamblea de Guerra, en comunicación constante con el gran dios Anu: «Anu a la Tierra las palabras hablaba, la Tierra a Anu las palabras pronunciaba». La Epopeya de Erra aporta
la información de que, antes de que se utilizaran tan terribles armas,
tuvo lugar un enfrentamiento más entre Nergal/Erra y Marduk, en el cual
Nergal utilizó diversas amenazas para persuadir a su hermano de que
dejara Babilonia y cediera en sus pretensiones de supremacía. Pero esta
vez, no consiguió persuadirle; y, de regreso a la Asamblea de los Dioses,
Nergal recomendó el uso de la fuerza para expulsar a Marduk. Por los
textos sabemos que las discusiones fueron acaloradas y ásperas; «durante un día y una noche, sin cesar»
prosiguieron. Una discusión especialmente violenta se desató entre Enki
y su hijo Nergal, en la cual Enki se puso de parte de su hijo
primogénito Marduk: «Ahora que el Príncipe Marduk se ha elevado,
ahora que el pueblo por segunda vez ha elevado su imagen, ¿por qué Erra
sigue oponiéndose?
», preguntó Enki. Al final, tras perder la paciencia, Enki le gritó a Nergal que se apartara de su presencia.


Enojado, Nergal volvió a sus dominios. «Consultando consigo mismo», se decidió a soltar las terroríficas armas: «Las
tierras destruiré, las convertiré en un montón de polvo; arrasaré las
ciudades, las convertiré en desolación; aplanaré las montañas, haré
desaparecer a los animales; agitaré los mares, lo que se mueve en ellos
diezmaré; haré que se desvanezca la gente, sus almas se convertirán en
vapor; nadie será perdonado…
». Por un texto conocido como CT-XVI-44/46
sabemos que fue el dios Gibil, hermano de los dioses Enki, Ninhursag,
Shara y Enlil, cuyos dominios en África eran adyacentes a los de Nergal,
el que alertó a Marduk de los destructivos planes que tramaba aquél.
Era de noche, y los grandes dioses se habían retirado para descansar.
Fue entonces cuando Gibil «estas palabras dijo a Marduk» respecto a las «siete terroríficas armas que por Anu fueron creadas; La maldad de estas siete contra ti se están poniendo», le dijo a Marduk. Alarmado, Marduk le preguntó a Gibil dónde se guardaban las terribles armas. «Oh, Gibil», le dijo, «esas siete, ¿dónde nacieron, dónde se crearon?». A lo cual Gibil reveló que estaban ocultas bajo el suelo: “Esas
siete, en la montaña moran, en una cavidad dentro de la tierra habitan.
Desde este lugar, con resplandor saldrán, de la Tierra al Cielo,
vestirán de terror”.
Marduk preguntó una y otra vez dónde estaba este lugar; y todo lo que Gibil le pudo decir fue que «hasta a los dioses sabios les es desconocido». Entonces, Marduk acudió a su padre, Enki, con la temible noticia. «En la casa de su padre Enki entró». «Padre mío», le dijo Marduk, «Gibil me ha dicho esto: la llegada de las siete [armas] ha descubierto». Tras contarle a su sapientísimo padre las malas noticias, le urgió: «¡Hay que buscar su lugar, date prisa!».
Los dioses no tardaron en volverse a reunir, pues ni siquiera Enki
conocía el emplazamiento exacto en el que se ocultaban las armas
definitivas. Pero, para su sorpresa, no todos los demás dioses quedaron
tan impactados como él. Enki se pronunció con fuerza contra la idea,
urgiendo a que se tomaran medidas para detener a Nergal, pues la
utilización de las armas, señaló, «desolaría las tierras, a la gente haría perecer». Nannar y Utu vacilaron ante las palabras de Enki; pero Enlil y Ninurta estaban por la acción ya decidida. Y así, con la Asamblea de los Dioses
sumida en el desconcierto, se le dejó la decisión a Anu. Cuando Ninurta
llegó al Mundo Inferior con el mensaje de lo decidido por Anu, se
encontró con que Nergal ya había ordenado cebar «las siete terroríficas armas» con sus «venenos», probablemente algún tipo de cabezas nucleares. Aunque en la Epopeya de Erra se siguen refiriendo a Ninurta por el epíteto lshum El Abrasador»),
también se cuenta con gran detalle que Ninurta le aclaró a Nergal/Erra
que las armas sólo se podían utilizar contra objetivos específicamente
aprobados.


Pero antes de que se utilizaran había que avisar a los dioses anunnaki que hubiese en los lugares seleccionados y a los dioses igigi, que tripulaban la plataforma espacial. Y que, por último, pero no menos importante, la humanidad tenía que ser perdonada, pues «Anu, señor de los dioses, se compadece del país».
Al principio, Nergal se resistió a la idea de advertir previamente y el
antiguo texto se extiende en relatar las duras palabras que se cruzaron
ambos dioses. Al final, Nergal accedió a advertir con antelación a los
anunnaki y a los igigi que tripulaban las instalaciones espaciales, pero
no a Marduk ni a su hijo Nabu, ni a los seguidores humanos de Marduk.
Entonces, Ninurta, intentando disuadir a Nergal de una aniquilación
indiscriminada, utilizó una argumentación idéntica a la que, en la
Biblia, se le atribuye a Abraham, cuando intentó que se perdonara a
Sodoma: “Valeroso Erra, ¿Destruirías a los justos con los injustos?
¿Destruirías a los que han pecado contra ti  junto con aquéllos que no
han pecado contra ti?”.
¿Sería Abraham en realidad el dios anunnaki
Ninurta? Los dos dioses argumentaron a favor y en contra sobre la
extensión de la destrucción. Pero, más que Ninurta era Nergal el que se
consumía en un odio personal:«¡Aniquilaré al hijo, y dejaré que el padre lo entierre; después, mataré al padre, y no dejaré que nadie lo entierre!»,
gritó. Con mucha diplomacia, indicando la injusticia de una destrucción
indiscriminada, Ninurta consiguió por fin convencer a Nergal. «Escuchó las palabras pronunciadas por lshum [Ninurta]; sus palabras le atraían como aceite fino».
Accediendo a dejar sólo los mares, a dejar fuera del ataque a
Mesopotamia, modificó al fin sus planes. La destrucción sería selectiva y
el objetivo táctico consistiría en destruir las ciudades donde pudiera
ocultarse Nabu. El objetivo estratégico sería denegarle a Marduk su
mayor trofeo, el aeropuerto espacial, «el lugar desde donde los Grandes ascienden»: “Enviaré
un emisario de ciudad en ciudad; el hijo, semilla de su padre, no
escapará; su madre dejará de reír; no habrá acceso al lugar de los
dioses: el lugar desde donde los Grandes ascienden, arrasaré”.
Cuando
Nergal acabó de exponer sus planes de destrucción del aeropuerto
espacial, Ninurta se había quedado sin palabras. Pero, como otros textos
afirman, Enlil aprobó el plan cuando se le expuso para que tomara una
decisión. Y, al parecer, también lo hizo Anu. Sin perder más tiempo,
Nergal instó a Ninurta a ponerse en marcha: “Después, el héroe Erra
se adelantó a lshum, recordando sus palabras; lshum también salió,  de
acuerdo con la palabra dada,  con el corazón en un puño”.



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Se supone que su primer objetivo era el aeropuerto espacial y su complejo de mando oculto en el «Monte Más Supremo» y las pistas de aterrizaje que se extendían en la gran llanura adyacente: “lshum
se dirigió al Monte Más Supremo; las Siete Terroríficas, [armas] sin
par, le siguieron por detrás. El héroe llegó al Monte Más Supremo;
levantó la mano-el monte fue aplastado; la llanura junto al Monte Más
Supremo arrasó después; en sus bosques, no quedó en pie ni el tallo de
un árbol”.
Y así, con un ataque nuclear, fue arrasado el aeropuerto
espacial, aplastado el monte en el cual se ocultaban sus controles y
asolada la llanura en donde estaban las pistas. Fue una hazaña de
destrucción que llevó a cabo Ninurta (lshum), según atestiguan las
crónicas,. Entonces, llegó el turno de Nergal/Erra, para dar salida a
sus ansias de venganza. Guiándose desde la península del Sinaí hasta las
ciudades cananeas por la Calzada del Rey, Erra las arrasó. Las expresiones utilizadas en la Epopeya de Erra son casi idénticas a las utilizadas en el relato bíblico de Sodoma y Gomorra: “Entonces,
imitando a lshum, Erra siguió la Calzada del Rey. Acabó con las
ciudades, en desolación las convirtió. A las montañas llevó el hambre,
hizo perecer a los animales”.
Los versículos que siguen pueden
estar describiendo la formación de la nueva extensión del Mar Muerto,
por la ruptura de la costa meridional, y la eliminación de toda la vida
marina que había en él: “Él cavó a través del mar, lo dividió en su
totalidad. Todo lo que vive en él, hasta los cocodrilos lo marchitó.
Como con fuego abrasó a los animales, sus cereales convirtió en polvo”.
Así pues, La Epopeya de Erra abarca los tres aspectos de un posible acontecimiento nuclear: la destrucción del aeropuerto espacial del Sinaí; la «aniquilación»
de las ciudades de la llanura del Jordán; y la brecha del Mar Muerto
que trajo como consecuencia su extensión por el sur. Sería de esperar
que hubiera constancia de tan singular acontecimiento destructivo. Y,
ciertamente, hay descripciones y recuerdos de la catástrofe nuclear en
otros textos. Uno de ellos, conocido como K.5001 y publicado en Oxford Editions of Cuneiform Texts, vol.
VI, resulta especialmente valioso, debido a que está en el original
sumerio y, además, es un texto bilingüe en el cual el sumerio va
acompañado por una traducción en acadio. Indudablemente, es uno de los
textos más antiguos sobre este tema; y, por sus términos, da la
impresión de que sea éste u otro original sumerio similar el que sirvió
como fuente para el relato bíblico. Dirigido a un dios cuya identidad no
queda clara en este fragmento, dice: “Señor, portador del Abrasador
que quema al adversario; que aniquiló al país desobediente; que
marchitó la vida de los seguidores de la Palabra Malvada; que hizo
llover piedras y fuego sobre los adversarios”.



La acción de los dos dioses, Ninurta y Nergal, cuando los anunnaki
que custodiaban el aeropuerto espacial advertidos de antemano, tuvieron
que escapar «ascendiendo a la bóveda celeste», se registró en un texto babilónico en el que un rey recordaba los trascendentales acontecimientos que habían tenido lugar «en el reinado de un rey anterior». Éstas son sus palabras: “En
aquel tiempo, en el reinado de un rey anterior, las cosas cambiaron. Lo
bueno se fue, el sufrimiento era habitual. El Señor [de los dioses] se
enfureció, concibió la ira. Él dio la orden: los dioses de aquel lugar
lo abandonaron. Los dos, incitados para perpetrar el mal, hicieron que
los guardianes se quedaran aparte; sus protectores subieron a la bóveda
celeste
“. El Texto de Codorlaomor, que identifica a los dos dioses por su epítetos como Ninurta y Nergal, lo cuenta así: “Enlil,
entronizado en la nobleza, se consumía de furia. Los devastadores
sugirieron el mal de nuevo; el que abrasa con fuego [Ishum/Ninurta] y el
del viento maligno [Erra/Nergal] llevaron a cabo juntos su mal. Los dos
hicieron huir a los dioses, les hicieron huir del abrasador
“. El objetivo, de donde hicieron huir a los dioses guardianes, era el Lugar de Lanzamiento: “Lo que se elevó hacia Anu para lanzar hicieron que se marchitara; hicieron desvanecerse su superficie, su lugar desolaron“. Y así, el aeropuerto espacial, el trofeo por el cual se habían llevado a cabo tantas Guerras de los Dioses,
quedó arrasado; el Monte en el que estaban alojadas las instalaciones
de control fue aplastado; las plataformas de lanzamiento se
desvanecieron de la faz de la Tierra; y la llanura cuyo duro suelo
habían utilizado las lanzaderas como pista, fue arrasada, no quedando ni
un solo árbol en pie. Ya no se volvería a ver aquel gran lugar nunca
más, pero la cicatriz que se hiciera sobre la faz de la Tierra aquel
terrible día aun se puede ver en nuestros días. Es una inmensa cicatriz,
tan inmensa que sus rasgos sólo se pueden ver desde el cielo, pues se
reveló hace pocos años, cuando los satélites comenzaron a fotografiar la
Tierra. Es una cicatriz para la cual los científicos aún no han
encontrado una explicación. Al norte de este enigmático rasgo de la
superficie de la península del Sinaí, se extiende la llanura central del
Sinaí, que son los restos de un lago de una era geológica anterior. Su
suelo, duro y liso, es ideal para el aterrizaje. Desde esta gran llanura
de la península del Sinaí se pueden ver, en la distancia, las montañas
que la rodean y le dan su forma ovalada. Las montañas de caliza se
ciernen blanquecinas sobre el horizonte, pero allá donde la gran llanura
central se une con la inmensa cicatriz del Sinaí, el tono negro de la
llanura crea un fuerte contraste con la blancura de los alrededores.


El negro no es un tono natural en la península del Sinaí, donde la
blancura de la caliza y el tono rojizo de la arenisca se combinan en
tonos que van del amarillo brillante al gris claro y el marrón oscuro,
pero no el negro, que llega a la naturaleza a través del basalto. Sin
embargo, aquí, en la llanura central, al noreste de la enigmática y
gigantesca cicatriz, el color del suelo es negro, a causa de millones de
pedazos de roca ennegrecida, esparcidas como por una mano gigante por
toda la región. No se ha dado ninguna explicación para tan colosal
cicatriz sobre la superficie de la península del Sinaí, desde que fuera
observada desde los cielos y fotografiada por los satélites de la NASA.
No se ha dado ninguna explicación para los pedazos de roca ennegrecida
que se esparcen por esta zona en la llanura central. Ninguna
explicación, a menos que uno lea los versículos de los textos antiguos y
acepte la conclusión de que, en tiempos de Abraham, Nergal y Ninurta
barrieron el aeropuerto espacial que había allí con sus armas nucleares:
«Lo que se elevó hacia Anu para lanzar, hicieron que se marchitara; hicieron desvanecerse su superficie, su lugar desolaron».
Bastante más al oeste, en Sumer, no se sintieron ni se vieron las
explosiones nucleares ni sus brillantes resplandores. Pero lo que
hicieran Nergal y Ninurta acabaría teniendo un profundo efecto en Sumer,
en sus gentes y en su propia existencia. Pues, a pesar de todos los
esfuerzos de Ninurta por disuadir a Nergal para que no causara daños a
la humanidad, ésta se vio inmersa en un gran sufrimiento con
posterioridad. Aunque no había sido su intención, la explosión nuclear
provocó un gigantesco viento radiactivo que comenzó como un torbellino: “Una tormenta, el Viento Maligno, recorrió los cielos”. El
torbellino radiactivo comenzó a difundirse y a moverse en dirección
oeste, con los vientos predominantes del Mediterráneo. Poco después, los
augurios que predecían el fin de Sumer se hicieron realidad; y el mismo
Sumer se convirtió en la postrera víctima nuclear. La catástrofe que
hizo caer a Sumer a finales del sexto año de reinado de Ibbi-Sin se
describe en largos poemas que lloran el hundimiento de la majestuosa Ur y
de los otros centros de la gran civilización sumeria. Estas
lamentaciones sumerias, que nos recuerdan el bíblico Libro de las Lamentaciones
en donde se llora la destrucción de Jerusalén a manos de los
babilonios, llevaron a pensar a los expertos que las tradujeron que la
catástrofe sumeria fue también el resultado de una invasión, en la cual
se enfrentaron tropas elamitas y amoritas.


Imagen 19


Cuando se encontraron las primeras tablillas de lamentaciones, los
expertos creyeron que había sido sólo Ur la que había sufrido la
destrucción. Pero, con el descubrimiento de más de estos textos, se
percataron de que Ur no había sido la única ciudad afectada, ni el punto
central de la catástrofe. Estas lamentaciones, no sólo eran similares a
los llantos por el destino de Nippur, Uruk o Eridú, sino que, además,
en algunos de los textos se ofrecían listas de las ciudades afectadas; y
parecía de que el mal comenzaba por el sudoeste y se extendía en
dirección nordeste, abarcando la totalidad del sur de Mesopotamia. Daba
la impresión de que una catástrofe generalizada y repentina había caído
sobre todas las ciudades, no en lenta sucesión, como sucedería en el
caso de una progresiva invasión, sino de una vez. Expertos como Thorkild
Jacobsen, en The Reign of Ibbi-Sin, llegaron a la conclusión de que los «invasores bárbaros» no habían tenido nada que ver con tan «estremecedora catástrofe», una calamidad de la que dijo que resultaba «realmente muy enigmática». «Sólo el tiempo dirá si llegaremos a saber con claridad lo que sucedió en aquellos años», escribió Jacobsen, «pues estamos convencidos de que el relato completo de lo sucedido aún está lejos de nuestro alcance».
Pero se puede resolver el enigma si relacionamos la catástrofe de
Mesopotamia con la explosión nuclear del Sinaí. Los textos,
excepcionales por su longitud y, en muchos casos, también por su
excelente estado de conservación, suelen comenzar con un lamento por el
abandono repentino de todos los recintos sagrados de Sumer por parte de
los distintos dioses y sus templos «abandonados al viento». Después, se describe la desolación provocada por la catástrofe con versos como éstos: “Llevando
la desolación a las ciudades, [llevando] la desolación a las casas;
llevando la desolación a los corrales, el vacío a los rediles; ya no hay
bueyes en los corrales de Sumer, las ovejas ya no holgan en sus
rediles; sus ríos corren con aguas amargas, en sus campos de cultivo
crecen las malas hierbas, en sus estepas crecen plantas que se
marchitan”.
En ciudades y aldeas, «la madre no cuida ya de sus
hijos, el padre no dice ya ‘Oh, esposa mía’, los pequeños ya no crecen
con las rodillas fuertes, ni las niñeras cantan sus nanas, la realeza se
ha arrebatado de la tierra
». Antes de que terminara la Segunda
Guerra Mundial, antes de que Hiroshima y Nagasaki fueran aniquiladas con
armas atómicas llovidas del cielo, se podía leer aún el relato bíblico
de Sodoma y Gomorra y aceptar la tradicional lluvia de «azufre y fuego» por falta de una explicación mejor.


Para los expertos que aún no se habían enfrentado a lo terrorífico de
las armas nucleares, los textos sumerios de lamentaciones les hablaban
de la «Destrucción de Ur» o la «Destrucción de Sumer». Pero no es eso lo que describen estos textos. En realidad describen una desolación, no
una destrucción. Las ciudades seguían allí, pero sin gente; los
corrales estaban allí, pero sin animales; los rediles seguían
existiendo, pero vacíos; los ríos corrían, pero sus aguas se habían
hecho amargas; los campos aún se extendían, pero sólo crecían en ellos
las malas hierbas; y en las estepas brotaban las plantas, pero sólo para
marchitarse. Invasión, guerra, asesinato; todos estos males eran bien
conocidos para la humanidad de entonces. Pero, tal como especifican los
textos de lamentación, esto fue algo único, algo que nunca antes se
había experimentado: “Sobre el País [Sumer] cayó una calamidad,
desconocida para el hombre: una calamidad que nunca antes se había
visto, que no se podía resistir
“. La muerte no fue a manos del enemigo, ya que era una muerte invisible, «que
recorre la calle, que queda suelta en el camino; se yergue junto a un
hombre, y sin embargo nadie puede verla; cuando entra en una casa, nadie
se entera
». No había defensa contra este «mal que ha
arremetido contra el país como un fantasma. La muralla más alta, los
muros más gruesos, atraviesa como una inundación; no hay puerta que
pueda impedirle el paso, ni cerrojo que le haga dar la vuelta; a través
de la puerta, como una serpiente se desliza; a través de las bisagras,
como el viento entra
». Los que se ocultaron tras las puertas,
fueron derribados dentro; los que subieron corriendo a los tejados,
murieron en los tejados; los que huyeron a las calles, fueron alcanzados
en las calles: “La tos y la flema debilitaban el pecho, la boca se
llenaba de saliva y espuma, se quedaban mudos y aturdidos, una maligna
parálisis, una maldición, un dolor de cabeza, sus espíritus abandonaban
sus cuerpos
“. Y la muerte era espantosa: “La gente,
aterrorizada, difícilmente podía respirar; el Viento Maligno los
atenazaba, no les concedía otro día. Las bocas se anegaban en sangre,
las cabezas se revolcaban en sangre. El rostro palidecía con el Viento
Maligno
“. El origen de esta muerte invisible era una nube que apareció en los cielos de Sumer y «cubrió el país como con un manto, extendiéndose sobre él como una sábana». Con tonos marrones, durante el día, «al sol en el horizonte lo cubría de oscuridad». Por la noche, luminosa en sus bordes «con un estremecedor resplandor cubría la tierra», tapaba la Luna: «de la Luna extinguía su salida». La nube mortal «envuelta en terror, sembrando el miedo en todas partes», se trasladó de oeste a este hasta llegar a Sumer, empujada por, «un gran viento que se acelera en las alturas, un viento maligno que asola el país».


Sin embargo, no era un fenómeno natural. Era «una gran tormenta enviada por Anu, que había llegado desde el corazón de Enlil». El producto de las siete terroríficas armas, «en un único desove se engendró. Como el amargo veneno de los dioses en el oeste se engendró». El Viento Maligno, «llevando la penumbra de ciudad en ciudad, transportando densas nubes que traían la penumbra desde el cielo», era el resultado de un «luminoso resplandor»: «Desde en medio de las montañas había descendido sobre la tierra, desde la Llanura de No Compasión había llegado». Aunque la gente estaba desconcertada, los dioses conocían las causas del Viento Maligno: “Un
estallido maligno anunciaba la siniestra tormenta, un estallido maligno
era el precursor, de la siniestra tormenta; poderosa descendencia,
hijos valientes eran los heraldos de la peste”.
Los dos hijos valientes, Ninurta y Nergal, soltaron «en un único desove» las siete armas mortales creadas por Anu, «desarraigándolo todo, arrasándolo todo»
en el lugar de la explosión. Las antiguas descripciones son tan
precisas como las descripciones modernas de los testigos presenciales de
una explosión atómica. Tan pronto como las «terroríficas armas» fueron lanzadas desde los cielos, hubo un inmenso resplandor: «esparcieron impresionantes rayos hacia los cuatro puntos de la tierra, abrasándolo todo como el fuego», dice en un texto. En otro, una lamentación sobre Nippur, se recuerda «la tormenta, en el destello de un relámpago creada». Después, se elevó en el cielo un hongo atómico, «una nube densa que trae la oscuridad», seguido de «fuertes ráfagas de viento, una tempestad que abrasa furiosamente los cielos». Más tarde, los vientos predominantes, soplando de oeste a este, se pusieron a difundir el mal en Mesopotamia: «las densas nubes que traen la penumbra del cielo, que llevan la penumbra de ciudad en ciudad».
Y no uno, sino varios textos atestiguan que el Viento Maligno, que
llevaba la nube de la muerte, fue generado por unas gigantescas
explosiones: “En aquel día cuando el cielo fue aplastado y la Tierra
fue herida, su faz asolada por el remolino, cuando los cielos se
oscurecieron y cubrieron como con una sombra”.
Los textos de lamentación identifican el lugar de las terribles explosiones «en el oeste», cerca del «seno del mar» -una gráfica descripción de la curva costa del Mediterráneo en la península del Sinaí, desde una llanura «en medio de las montañas», una llanura que se convirtió en un «Lugar de no Compasión».
Era un lugar que había servido antes como el lugar desde el cual los
dioses ascendían hasta Anu. Además, también se hablaba de un monte en
muchas de estas indicaciones de lugar. En La Epopeya de Erra, el monte cercano al «lugar desde el cual los Grandes ascienden» recibía el nombre de «el Monte Más Supremo». En una de las lamentaciones se le llamaba el «Monte de los Túneles Ululantes».
Este último epíteto nos recuerda las descripciones que aparecen en los
Textos de la Pirámide acerca del monte con empinados túneles y pasadizos
subterráneos al cual iban los faraones egipcios en busca de la otra
vida. En Escalera al Cielo, Sitchin lo identifica con el monte al cual llegó Gilgamesh en su viaje al Lugar de las Naves Voladoras, en la península del Sinaí.


Imagen 20


Partiendo desde este monte, un texto de lamentación afirma que la
mortífera nube de la explosión fue transportada por los vientos hacia el
este «hasta la frontera de Anshan», en los Montes Zagros,
afectando a todo Sumer, desde Eridú, en el sur, hasta Babilonia, en el
norte. La muerte invisible se movió lentamente sobre Sumer, durando su
paso unas 24 horas, un día y una noche que se recordarían en los
lamentos, como en éste de Nippur: «En aquel día, en aquel único día;
en aquella noche, en aquella única noche la tormenta, en un destello de
relámpago creada, al pueblo de Nippur dejó postrado
». El Lamento de Uruk describe
la confusión sembrada tanto entre los dioses como entre el pueblo.
Diciendo que Anu y Enlil anularon a Enki y a Ninki cuando «determinaron el consenso»
para el empleo de las armas nucleares, el texto afirma después que
ninguno de los dioses había previsto tan terribles consecuencias: «Los grandes dioses empalidecieron ante su inmensidad» cuando presenciaron los «rayos gigantes» de la explosión «alcanzar el cielo [y] la tierra temblar en su centro». Cuando el Viento Maligno comenzó a «esparcirse por las montañas como una red», los dioses de Sumer emprendieron la huida a sus amadas ciudades. En el texto conocido como Lamentación Sobre la Destrucción de Ur se hace una relación de todos los grandes dioses y de algunos de sus más importantes hijos e hijas que «abandonaron al viento» las ciudades y los grandes templos de Sumer. Y el texto llamado Lamentación Sobre la Destrucción de Sumer y Ur añade detalles dramáticos a esta huida precipitada. Así, «Ninharsag lloraba con amargas lágrimas» cuando huyó de Isin; Nanshe gritaba, «Oh, mi devastada ciudad» cuando «el lugar en donde moraba cayó en la desgracia». Inanna salió apresuradamente de Uruk, navegando en dirección a África en un «barco sumergible»,
lamentándose de haber dejado atrás sus joyas y otras posesiones. En su
propia lamentación por Uruk, Inanna/Ishtar lloraba la desolación de su
ciudad y su templo, debido al Viento Maligno «que en un instante, en un abrir y cerrar de ojos se había creado en el medio de las montañas»,
y contra el cual no había defensa alguna. Una sobrecogedora descripción
del miedo y la confusión reinante, tanto entre dioses como entre
hombres, ante la inminencia del Viento Maligno, se da en El Lamento de Uruk, que fue escrito años después, cuando llegó el tiempo de la Restauración. Cuando los «leales ciudadanos de Uruk cayeron presa del terror»,
las deidades residentes de Uruk, a cuyo cargo estaba la administración y
el bienestar de la ciudad, hicieron sonar la alarma. «¡Levantaos!», llamaron a la gente en mitad de la noche; huid, «¡ocultaos en la estepa!», les dijeron. E, inmediatamente, los mismos dioses, «las deidades huyeron y tomaron senderos desconocidos». Y el texto afirma con pesimismo: “Así,
todos sus dioses evacuaron Uruk; se mantuvieron lejos de ella; se
ocultaron en las montañas, escaparon a las distantes llanuras”.



En Uruk, el pueblo fue abandonado al caos, sin dirección ni ayuda. «El pánico se apoderó de la muchedumbre en Uruk, su sentido común se distorsionó». Entraron en los santuarios rompiéndolo todo, mientras se preguntaban: «¿Por qué parece tan lejano el benévolo ojo de los dioses? ¿Quién ha provocado todo este pesar y lamento?». Pero sus preguntas quedaron sin respuesta; y, cuando la Tormenta Maligna pasó, «el pueblo fue amontonado en pilas y el silencio cayó sobre Uruk como un manto». Por El Lamento de Eridú sabemos que la diosa Ninki huyó de su ciudad hasta un puerto seguro de África: «Ninki, su gran dama, volando como un ave, dejó su ciudad».
Pero Enki se alejó de Eridú sólo lo suficiente como para apartarse del
camino del Viento Maligno, pero lo suficientemente cerca como para ver
su destino: «Su señor permaneció fuera de la ciudad. El Padre Enki
permaneció fuera de la ciudad, por el destino de su herida ciudad lloró
amargas lágrimas
». Muchos de sus leales súbditos le siguieron, acampando en las cercanías. Durante un día y una noche observaron a la tormenta «poner su mano» sobre Eridú. Después de que «la tormenta portadora de mal saliera de la ciudad, barriendo los campos», Enki entró en Eridú. Se encontró con una ciudad «cubierta con el silencio, sus habitantes yacían amontonados». Aquéllos que se salvaron le dirigieron un lamento: «¡Oh, Enki»,lloraban, «tu ciudad ha sido maldecida, ha sido convertida en un territorio extraño!»,
y sollozaban preguntándose adonde ir y qué hacer. Pero, aunque el
Viento Maligno había pasado, el lugar seguía siendo inseguro, y Enki «se quedó fuera de la ciudad, como si fuera una ciudad extraña». Más tarde, «abandonando la casa de Eridú», Enki llevó a «aquéllos que habían salido de Eridú» al desierto, «hacia una tierra hostil». Allí utilizó sus conocimientos científicos para hacer comestible el «árbol desagradable».
Desde el extremo norte de la amplia extensión del Viento Maligno, desde
Babilonia, Marduk, preocupado, le envió a su padre Enki un mensaje
urgente, ante la inminencia de la llegada de la nube de la muerte a su
ciudad: «¿Qué debo hacer?»,preguntaba. El consejo de Enki, que
más tarde Marduk transmitiría a sus seguidores, fue que aquéllos que
pudieran abandonar la ciudad, que lo hicieran, pero que fueran sólo
hacia el norte. Y, en la misma línea del consejo que le dieran los dos
emisarios a Lot, a la gente que huía de Babilonia se le aconsejó «no volverse ni mirar atrás». También se les dijo que no llevaran consigo alimentos ni bebida, pues estos podrían haber sido «tocados por el fantasma». Si no era posible la huida, Enki aconsejaba ocultarse bajo tierra: «Métete en una cámara bajo la tierra, en la oscuridad», hasta que el Viento Maligno haya pasado.


Imagen 21


El lento avance de la tormenta casi le cuesta caro a algunos de los dioses. En Lagash, «madre Bau sollozaba amargamente por su templo sagrado, por su ciudad». Aunque Ninurta se había ido, a su esposa le costaba dejar la ciudad. «Oh, mi ciudad. Oh, mi ciudad», seguía llorando, mientras se quedaba atrás. La demora casi le cuesta la vida: “En aquel día, la dama-la tormenta la alcanzó; Bau, como si fuera una mortal la tormenta la alcanzó“.
En Ur, sabemos por las lamentaciones, una de ellas compuesta por la
misma Ningal, que Nannar y Ningal se negaban a creer que el fin de Ur
era irrevocable. Nannar le dirigió una larga y emocionada súplica a su
padre Enlil, en busca de soluciones para evitar la calamidad. Pero «Enlil le respondió a su hijo Sin» que no se podía cambiar el destino: “A
Ur se le concedió la realeza-no se le concedió un reinado eterno. Desde
la antigüedad, cuando se fundó Sumer, hasta el presente, cuando el
pueblo se ha multiplicado-¿Quién ha visto nunca una realeza que reine
eternamente?
“. Mientras aquella súplica se pronunciaba, recuerda Ningal en su largo poema, «la tormenta seguía avanzando, con su maligno ulular sometiéndolo todo». Era de día cuando el Viento Maligno llegó hasta Ur; «aunque de aquel día aún tiemblo», escribió Ningal, «del fétido olor de aquel día no huimos». Cuando llegó la noche, «un amargo lamento se elevó» en Ur. Sin embargo, el dios y la diosa se quedaron; «del horror de aquella noche no huimos», afirmaba la diosa. Después, la aflicción llegaría al gran zigurat de Ur, y Ningal se daría cuenta de que Nannar «se había visto sorprendido por la tormenta maligna». Ningal y Nannar pasaron una noche de pesadilla, una noche que Ningal juraría no olvidar nunca. Pasaron la noche en la «casa termita» (cámara subterránea) dentro del zigurat. Fue al día siguiente, cuando «la tormenta se había ido de la ciudad», que «Ningal, con el fin de salir de su ciudad se puso precipitadamente un vestido», y junto con el afectado Nannar salieron de la ciudad que tanto amaban. Mientras partían, vieron la muerte y la desolación: «la
gente, como fragmentos de cerámica, llenaba las calles de la ciudad; en
sus nobles puertas, allí donde iban a pasear, había cadáveres por todas
partes; en sus bulevares, donde se celebraban las fiestas, yacían
esparcidos; en sus plazas, donde tenían lugar las festividades de la
tierra, la gente yacía amontonada
». Los muertos no eran enterrados: «los cadáveres, como manteca bajo el sol, se derretían por sí mismos».


Después, Ningal elevaría su gran lamentación por Ur, la que fuera majestuosa ciudad, capital de Sumer, capital de un imperio: “Oh,
casa de Sin en Ur, amarga es tu desolación. ¡Oh, Ningal, cuya tierra ha
perecido, haz tu corazón como agua! La ciudad se ha convertido en una
ciudad extraña, ¿cómo se puede existir ahora? La casa se ha convertido
en casa de lágrimas, hace mi corazón como agua. Ur y sus templos han
sido entregados al viento”.
Todo el sur de Mesopotamia había quedado postrado; el suelo y las aguas envenenados por el Viento Maligno: «En
las riberas del Tigris y el Eufrates, sólo crecían plantas enfermizas.
En los pantanos crecían juncos enfermizos que se pudrían en el hedor. En
los huertos y en los jardines no había brotes nuevos, y pronto quedaron
yermos. Los campos cultivados ya no se araban, ni semillas se plantaban
en el suelo, ni canciones resonaban en los campos
». En el campo, los animales también se vieron afectados: «En la estepa, quedó poco ganado grande y pequeño, todas las criaturas vivas llegaron a su fin». Los animales domesticados, también, fueron aniquilados: «Los
rediles se han entregado al viento. El ronroneo del giro de la
mantequera ya no resuena en el redil. Los corrales ya no dan manteca ni
queso. Ninurta ha dejado a Sumer sin leche
».«La tormenta
aplastó la tierra, lo barrió todo; rugía como un gran viento sobre la
tierra, nadie podía escapar; asolando las ciudades, asolando las casas.
Nadie recorre las calzadas, nadie busca los caminos
». La desolación
de Sumer era completa. Y todo ello había ocurrido en tiempos de
Abraham, aunque desconocemos si las consecuencias de estas explosiones
nucleares le afectaron.


Imagen 22


https://oldcivilizations.wordpress.com/2015/06/25/que-enigmas-se-esconden-tras-la-figura-de-este-personaje-biblico-llamado-abraham/


EL INSTITUTO SMITHSONIAN ADMITE HABER DESTRUIDO MILES DE ESQUELETOS DE HUMANOS GIGANTES A PRINCIPIOS DEL 1900

 
 
 
 
 
 
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Institución Smithsonian admite a destruir miles de gigantes esqueletos humanos en principios de 1900
Un fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos ha obligado al Instituto Smithsonian
liberar los documentos clasificados que datan de la década de 1900 que
demuestra que la organización participó en un importante encubrimiento
histórico de evidencia que mostraban restos de gigantes humanos en
decenas de miles que habían sido descubiertas en todo Estados Unidos y
recibieron la orden de ser destruidos por los administradores de alto
nivel para proteger la cronología convencional de la evolución humana en
el momento.
Las acusaciones se derivan de la
Institución Americana de la Arqueología Alternativa (AIAA) que el
Instituto Smithsonian había destruido miles de restos de humano gigantes
durante los primeros años de 1900. No fue tomada a la ligera por el
Smithsonian que respondieron demandando a la organización por difamación
y tratando de dañar la reputación de la institución de 168 años de
antigüedad.
Durante el juicio, nuevos elementos se sacaron a la luz mientras
varios denunciantes del Smithsonian admitieron la existencia de
documentos que supuestamente demostraban la destrucción de decenas de
miles de esqueletos humanos que alcanzaban entre los 2 metros a 4 metros
de altura, “una real arqueología del mainstream no puede admitirlo por
diferentes razones”, afirma el portavoz de la AIAA, James Churward.


El punto de inflexión de la causa judicial fue cuando un fémur de un
humano de 1,3 metros de largo se mostró como prueba en los tribunales
mostrando la existencia de tales huesos de humanos gigantes. La
evidencia fue un duro golpe para los abogados del Smithsonian ya que el
hueso había sido robado del propio Smithsonian por uno de sus comisarios
de alto nivel a mediados de 1930 que había mantenido el hueso durante
toda su vida y que había admitido en su lecho de muerte por escrito de
las operaciones encubiertas del Smithsonian.




Un fémur de un humano gigante descubierto en Ohio en 2011
por la Asociación Americana de la Arqueología Alternativa, similar a la
evidencia presentada en la corte.


“Es una cosa terrible lo que se está haciendo al pueblo
estadounidense”, escribió en la carta. “Estamos escondiendo la verdad
acerca de los antepasados de la humanidad, nuestros antepasados, los
gigantes que poblaban la Tierra como se recuerda en la Biblia y los
textos antiguos del mundo”.


La Corte Suprema de los Estados Unidos ha obligado a la Institución
Smithsonian, a publicar la información clasificada sobre cualquier cosa
relacionada con la “destrucción de pruebas relacionadas con la cultura
de constructores de montículos” y elementos “en relación con los
esqueletos humanos de mayor altura de lo habitual”.


“La publicación de estos documentos ayudará a los arqueólogos e
historiadores a re-evaluar las teorías actuales sobre la evolución
humana y nos ayudan a una mayor comprensión de la cultura de los
constructores de montículos en América y alrededor del mundo”, explica
el director AIAA, Hans Guttenberg.


“Finalmente, después de más de un siglo de mentiras, la verdad acerca
de nuestros antepasados gigantes se revelara al mundo”, reconoce,
visiblemente satisfecho por la decisión de la corte.


Los documentos se han programado para ser publicados en el 2015 y la
operación será coordinada por una organización científica independiente
para asegurar la neutralidad política.
http://conspiraciones1040.blogspot.com


Arqueólogos Descubren Esqueletos De Gigantes

 
 
 
 
 
 
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Arqueólogos han encontrado esqueletos de humanos gigantes que miden más de dos metros de alto. El libro de Génesis 6:4 también menciona la existencia de gigantes en la tierra.





La tumba ha sido descubierta por arqueólogos rusos al norte del
Cáucaso, en un lugar que parece ser una bóveda familiar. Se encontraron
los esqueletos de dos hombres y dos mujeres de más de dos metros de
altura, que según los exámenes correspondientes fueron enterrados hace
unos 4.500 años, según publica History Channel.
VIDEO: Descrubren esqueletos de gigantes.



El descubrimiento fue realmente sorprendente, ya que los científicos
se encontraban trabajando en la zona para dar un permiso para una línea
eléctrica, y creían que todos los entierros ya habían sido saqueados.


Los investigadores se encontraron con que los huesos habían sido “salpicados abundantemente de ocre”,
aparentemente para realizar un ritual cultural que describe que el ser
humano nace en la sangre, por lo que al dejar el mundo debe ser“marcado” de color rojo.

Hasta el momento el único hallazgo complementario que indicaría el
tipo de vida de estos larguísimos humanos fue una cabeza de caballo,
encontrada cerca de la bóveda; por supuesto, seguirán las excavaciones
para desentrañar la naturaleza misteriosa.


Mediante el estudio de los huesos, los investigadores esperan conocer
el momento preciso de su muerte, cómo era la familia, el tipo de
trabajos que desarrollaban, si estaban enfermos al morir, si tenían
fracturas, y si pasaron la mayor parte de su vida sobre una silla de
montar o de pie.


Descubre el INAH el inframundo bajo Teotihuacán

 
 
 
 
 
 
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Ciudad
de Mexico – Después de 11 años de trabajo, el INAH reportó el hallazgo
de una ofrenda con miles de objetos en un túnel debajo del Templo de la
Serpiente Emplumada, en Teotihuacán.


La directora del Instituto Nacional de Antropología e Historia,
Teresa Franco, dijo que los arqueólogos han encontrado en el túnel cerca
de 70 mil objetos, entre bastones de mando, ofrendas, semillas,
esqueletos de animales y esferas metálicas de diversos tamaños, como
parte del proyecto Tlalocan.


El arqueólogo Sergio Gómez dijo que “el túnel es la representación
metafórica de la concepción del inframundo”, de ahí que hayan excavado
hasta el manto freático, para que hubiera ríos al interior.


Gracias a un georradar y tecnología láser se tuvo una idea de la
estructura del túnel. Luego se introdujo un robot, creado por el
mexicano Hugo Guerra, para que explorara entre las grietas, siendo ésta
la primera vez que se usó un robot para una investigación arqueológica.


El objetivo de la investigación era explorar lo que los teotihuacanos
quisieron preservar de toda mirada con 25 muros y toneladas de roca y
tierra, y que nadie había visto desde hace mil 800 años.


A la mitad del túnel hay dos cámaras que flanquean el camino, en
donde se encontraron 300 esferas metálicas de 2 a 25 centímetros y cuyo
significado es desconocido para los investigadores.


Gómez detalló que ahora lo que “se está explorando podría ser un deposito funerario”.


Teresa Franco afirmó que estas investigaciones permitirán ver de otra manera la historia misma de Teotihuacán.


http://www.milenio.com


Antiguo reactor nuclear de hace 2 mil millones años encontrado en África

 
 
 
 
 
 
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Antiguo reactor nuclear de hace 2 mil millones años encontrado en África
En mayo de 1972 un trabajador en una planta de procesamiento de
combustible nuclear en Francia notó algo sospechoso. Él había llevado a
cabo un análisis de rutina de uranio procedente de una fuente de mineral
aparentemente normal. Como es el caso con todo el uranio natural, el
material en estudio contenía tres isotopos— es decir, tres formas con
diferentes masas atómicas: uranio 238, la variedad más abundante; uranio
234, el más raro; y el uranio 235, el isótopo que es codiciado porque puede mantener una reacción nuclear en cadena.
En otras partes de la corteza
terrestre, en la Luna e incluso en los meteoritos, los átomos de uranio
235 conforman solo el 0,720 por ciento del total. Pero en estas
muestras, que venían del depósito de Oklo en Gabón (una ex colonia
francesa en el África Occidental ecuatorial), el uranio 235 constituía
sólo el 0,717 por ciento. Esa pequeña diferencia fue suficiente para
alertar a los científicos franceses que algo extraño había sucedido.
Análisis posteriores mostraron que el mineral de al menos una parte de
la mina estaba muy por debajo de la cantidad normal de uranio 235: unos
200 kilogramos parecían haber sido extraídos – suficiente como para
hacer media docena de bombas nucleares.
Ver también: ¿El “Martillo de Londres” realmente se remonta a hace más de 100 millones de años?


Científicos de todo el mundo se reunieron en Gabón para explorar este
fenómeno. Ellos encontraron que el sitio donde se encontró el uranio es
un reactor nuclear subterráneo muy técnico más allá de las capacidades
de nuestro conocimiento científico actual. Este reactor nuclear surgió
hace 1,8 mil millones años y estuvo en funcionamiento durante unos
500.000 años.


Los científicos investigaron la mina de uranio y los resultados se
hicieron público en una conferencia de la Agencia Internacional de
Energía Atómica. Los científicos encontraron restos de productos de la fisióny desechos de combustible en varios lugares dentro del área de la mina.


En comparación con este enorme reactor nuclear, nuestros reactores
nucleares actuales son mucho menos impresionante, meros aparatos
primitivos. Los estudios indican que el reactor nuclear de la mina de
uranio era de varios kilómetros de longitud. Sin embargo, para un gran
reactor nuclear de esta índole, el impacto térmico con su entorno se
limitaba a solo 40 metros (unos 131 pies) en todos los lados. Aún más
asombroso, los residuos radioactivos aún no han migrado fuera del sitio
de la mina. Se mantienen en su lugar por la geología de la zona.


Restos de productos del antiguo reactor nuclear. Se estima
que estos reactores nucleares han producido en el orden de los 1000
megavatios, comparable a una planta grande y moderna.
Es necesario comprender que, lo que era tan increíble para todos, era
que una reacción nuclear se había producido tal que el plutonio (un
subproducto) fue creado y que la propia reacción nuclear se había
“moderado”, lo que ha sido por un largo tiempo el “santo grial” de la
ciencia atómica.


Fisión nuclear de un átomo de uranio-235.
La habilidad para moderar la reacción significa que una vez se ha
inició una reacción, uno era capaz de aprovechar la potencia de salida
de una manera controlada, incluyendo el tener la habilidad para evitar
la explosión y la liberación de toda la energía de una solo vez.


Frente a estos resultados, la comunidad científica considera que la
mina es un reactor nuclear “natural”. Ellos llegaron a la conclusión de
que el mineral se habría enriquecido hace bastante, 1,8 mil millones
años, para producir espontáneamente una reacción en cadena. Concluyeron
además que el agua había moderado la reacción al igual que los reactores
nucleares modernos utilizan varillas de grafito y cadmio para que sus
reactores no vayan al estado crítico— y explosionen.


Sin embargo, el Dr. Glenn T. Seaborg,
ex jefe de la Comisión de Energía Atómica de los Estados Unidos y
Premio Nobel por su trabajo en la síntesis de elementos pesados, señaló
que “para que el uranio se ‘queme’ en una reacción, las condiciones
deben ser exactamente correctas. Es necesario agua o algún otro
moderador para frenar los neutrones liberados mientras que cada átomo es
dividido de modo que no se estén moviendo demasiado rápido como para
ser absorbidos por otros átomos, manteniendo la reacción en cadena. Por
otra parte, el moderador y el combustible deben ser extremadamente
puros. Incluso unas pocas partes por millón de contaminantes, como el
boro, ‘envenenarán’ la reacción, llevándola a un punto de interrupción.
¿Cómo podrían surgir las condiciones necesarias bajo tierra en
circunstancias naturales?”, dijo Seaborg en la revista Time en 1972.


Dr. Glenn T. Seaborg
Además, varios especialistas en ingeniería de reactores comentaron
que en ningún momento en la historia geológicamente estimada de los
depósitos de Oklo fue el mineral de uranio suficientemente rico en U-235
como para que una reacción natural haya tenido lugar.


Incluso cuando los depósitos se formaron primero, debido a la
lentitud de la desintegración radiactiva del U-235, el material
fisionable habría constituido sólo el 3 por ciento de los depósitos — un
nivel demasiado bajo para una reacción nuclear. Sin embargo, una
reacción tuvo lugar, lo que sugiere que el uranio original, era mucho
más rica en U-235 que una formación natural pudiera haber sido.


Si la naturaleza no fue la responsable, entonces la reacción debe
haber sido producido artificialmente. ¿Es el uranio de Oklo el residuo
de un reactor antediluviano de una civilización prehistórica?  Es
probable que hace aproximadamente dos mil millones años hubo una
civilización avanzada en Oklo (que quizás no era de este planeta) que
era tecnológicamente superior a la civilización de hoy.
http://conspiraciones1040.blogspot.com


Verdad alienígena: El inexplicable gigante de 7 metros de Ecuador, se exhibe en Suiza…!

 
 
 
 
 
 
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En
la Provincia de Loja, Sur del Ecuador y frontera con Perú, desde hace
mucho tiempo se venían escuchando recuerdos narrados de extraños huesos
muy similares a los de humanos pero de increíble tamaño, que habrían
sido encontrados por varios personajes en los bellos valles de esa
Provincia.


Esta es la reconstrucción del esqueleto gigante encontrado en Ecuador el 10 de Diciembre de 1965.


Por mucho tiempo el más famoso y conocido de estos “personajes” fue
el padre Carlos Miguel Vaca quien custodiaba hasta su muerte en 1999
varios huesos y fragmentos desenterrados de un sitio denominado
“Changaiminas” que traducido al español significa “cementerio de
dioses”.


Varios fragmentos fueron redirigidos al Instituto Smithsoniano de los
Estados Unidos de Norteamérica, para que se estudie su densidad,
antigüedad, peso. Se realizó un programa de televisión transmitido para
todo el Ecuador y que duró dos horas y media por la cadena Ecuavisa,
conducido por el conocido director de noticias de esa televisora:
Alfonso Espinoza De Los Monteros.


Ahora algún fragmento procedente de esa colección, es expuesto por el
mundialmente conocido investigador UFO Klaus Dona en sus exposiciones
de “Misterios no Resueltos”. Varios otros fragmentos se conoce que son
parte de colecciones particulares, gente que aunque no está interesada
en ocultarlos, al menos no los exponen públicamente.


De
ese esqueleto fragmentado anteriormente citado, se estudiaron siete
fragmentos por siete diferentes científicos y anatomistas y confirmaron
que son parte de un esqueleto humano que era siete veces del tamaño de
un humano actual. Formaciones de cuarzo que cubren las porosidades de la
superficie de los huesos indicaron una datación cifrada en decenas de
miles de años.


La reconstrucción de este esqueleto se la puede visitar en el Mystery Park en Interlaken – Suiza, desde el 2004.



http://despierten.wordpress.com


Incertidumbre ante la existencia de nuevas pirámides en Egipto

 
 
 
 
 
 
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El año pasado una arqueóloga aficionada llamada Angela Micol observó unas estructuras piramidales a través de Google Earth las cuales, según una investigación reciente, pueden tratarse depirámides a las que se las perdió la pista hace mucho tiempo.


nuevas piramides egipto
Durante un estudio preliminar se han descubierto unas características
que desconciertan a los expertos, entre las que se encuentran ciertas cavidades y ejes.
A pesar de ser desconocidas por los modernos investigadores parece ser
que estas formaciones ya se encontraban registradas en antiguos mapas.


Se trata de dos complejos de pirámides separadas por
90 kilómetros de distancia que aparecieron en posiciones curiosas e
inusuales. Uno de ellos se encuentra en el Alto Egipto, a 12 kilómetros
de la ciudad de Abu Sidhum, y el otro cerca del Oasis de Fayum.


En las imágenes se puede comprobar la obviedad de la estructura piramidal pero
aún es necesario un trabajo de campo para verificar que se tratan de
pirámides ya que algunos geólogos y arqueólogos piensan que son meras
formaciones rocosas naturales provocadas por el viento.


piramide egipto perdida
Después de una disputa sobre lo que podría ser o no, Angela Micol se
puso en contacto con Medhat Kamal El-Kady, ex embajador en el Sultanato
de Omán, y su esposa Haidy Farouk Abdel-Hamid. Esta pareja son los
principales coleccionistas de mapas, documentos, libros y manuscritos antiguos que
revelan grandes aspectos sobre la política y la historia. Según ellos,
los sitios investigados por Micol habían sido catalogados en diferentes
mapas y documentos antiguos como complejos piramidales.


Para la zona de Fayum nombraron tres mapas en particular, un mapa de Robert de Vaugoudy que data de 1753, un mapa realizado por los ingenieros de Napoleón Bonaparte y un mapa y losdocumentos por el Mayor Brown,
quien fue general de riego para el Bajo Egipto en la década de 1880. En
este caso parece que las pirámides fueron enterradas intencionadamente
en un acto llamado “damnatio memoriae” es decir un intento de trastornar la memoria.


A pesar de no haber profundizado en la zona de Fayum, una expedición
se ha realizado ya sobre Abu Sidhum que al parecer han demostrado que estos montículos intentan esconder algo que se encuentra debajo de ellos.
Lo que hizo pensar a los expertos que se trataba de pirámides fue una
cavidad especial y los resultados que dio el detector de metales,
mostrando un túnel subterráneo dirección norte. La mayoría de las
pirámides de Egipto tienen túneles de entrada subterráneos en dirección
norte por lo que esta es una de las pruebas más importantes que se han
encontrado. Además, el equipo cree haber identificado un templo y una
fila de tumbas adyacentes a los montículos.


piramides vistas desde google earth
Si al final se trata de una formación rocosa nada cambiará pero, de no ser así, este descubrimiento podría llegar a ser incluso más importante que las pirámides de Giza.


Debido a los disturbios que están pasando últimamente en Egipto no se
ha encontrado a nadie de la comunidad académica egipcia interesada en
colaborar con esta investigación y es por ello que Micol ha creado la Fundación Arqueológica Satélite sin fines de lucro.





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http://redhistoria.com/incertidumbre-ante-la-existencia-de-nuevas-piramides


El Derretimiento de los Glaciares en la Antártida estan Revelando Pirámides

 
 
 
 
 
 
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Tres pirámides antiguas han sido descubiertas en la Antártida por un equipo de científicos estadounidenses y europeos.
Dos de las pirámides fueron descubiertas cerca de 16 kilómetros
tierra adentro, mientras que el tercero estaba muy cerca de la costa.
Los primeros informes sobre las pirámides apareció en los medios de comunicación occidentales el año pasado.
Unas cuantas fotos se publicaron en algunos sitios web con un
comentario que las extrañas estructuras podrían servir de prueba de que
el continente cubierto de hielo solía ser lo suficientemente caliente
como para haber tenido una antigua civilización antigua viviendo allí.
 Imagen aérea tomada a través del hielo del Polo Sur parecen
mostrar dos o posiblemente tres pirámides en una fila en similar
formación a las pirámides de Giza.
Hasta el momento se conoce poco acerca de las pirámides y el equipo sigue manteniendo silencio sobre el descubrimiento.
La única información fiable proporcionada por los científicos era
que ellos estaban planeando una expedición a las pirámides para
investigar más a fondo y determinar a ciencia cierta si las estructuras
eran artificiales o naturales.
No se ofrecieron detalles sobre el marco temporal de la expedición.
En caso de que los investigadores prueben que las pirámides son
estructuras hechas por el hombre, el descubrimiento podría llevar a cabo
la mayor revisión de la historia de la humanidad como jamás se ha
hecho.
[Ver también: La Atlántida hallada: Esfinges y pirámides gigantes en el Triangulo de las Bermudas]
Miembros de la expedición tratando de acercarse a la piramide.
La imagen muestra una estructura piramidal rodeada de hielo justo
en el centro de la foto, en la costa. Imagen: Integrated Ocean Drilling
Program
Mientras tanto, una serie de extrañas pero interesantes
descubrimientos se han hecho últimamente en la Antártida. En 2009 los
científicos del clima han encontrado allí partículas de polen, que
posiblemente podría afirmar que los árboles de palma, una vez crecieron
en la Antártida y las temperaturas de verano alcanzaron los 21C. Tres
años más tarde, en 2012, los científicos del Instituto de Investigación
del Desierto de Nevada identificaron 32 especies de bacterias en
muestras de aguas del Lago Vida en la Antártida oriental. [Ver también:
‘Fortaleza’ y pirámides antiguas de origen alienígena en la Luna]
Una posible civilización que la historia oficial no tomo en cuenta
¿Será posible que la Antártida era una vez lo suficientemente
caliente en el pasado reciente como para tener una civilización antigua
viviendo allí? Y aún más sorprendente es la cuestión de que si una
cultura avanzada se desarrolló allí ¿Existirá algunas estructuras
restantes que todavía estén enterrados debajo del hielo?
Los estudiosos y egiptólogos han sospechado durante mucho tiempo
que la esfinge es mucho más antigua de lo estimado, posiblemente tiene
más de 10.000 años de antigüedad. Los científicos descubrieron que la
evidencia de la erosión del agua sobre la antigua estatua, siendo la
mayor del mundo, cuenta una historia de cambio climático desde una selva
lluviosa al calor del desierto en unos pocos miles de años. Si el clima
en Egipto ha cambiado tan rápidamente, ¿Es igualmente posible que el
clima antártico también podría haber cambiado drásticamente en el mismo
tiempo?
De acuerdo con la teoría de la correlación de Robert Bauval y
Adrian Gilbert, la construcción de las pirámides de Giza habría tenido
lugar en un período anterior a los 10,500 a 12,500 años BC, motivando
esta retroactividad con la correlación entre la ubicación de las tres
principales pirámides de la necrópolis de Giza y las tres estrellas de
la constelación de Orión, y que esta correlación fue intencionalmente
creadas por personas que construyeron las pirámides.
Las pirámides de Giza y las tres estrellas de la constelación de Orión
La referencia a la fecha de hace 12.500 años es significativo para
Hancock, ya que la posición de las pirámides indica el momento preciso
en que una anterior civilización avanzada ha visto su ocaso debido a un
cataclismo global.
En su libro Las Huellas de los Dioses, Graham Hancock ha encontrado
pistas que llevan a todos hacia un punto preciso. Según Hancock, las
pirámides fueron construidas en todas las culturas del planeta y sus
monumentos contienen configuraciones astronómicas más o menos evidente.
A partir de antiguos testimonios de numerosas poblaciones — la gran
esfinge de Egipto, los misteriosos templos de Tiahuanaco, las gigantes
líneas de Nazca de Perú, las pirámides masivas del Sol y la Luna de
México — y al ponerlos en comparación con los mitos y leyendas
universales, con el estudio de los mapas que datan de tiempos antiguos,
el erudito sugiere la existencia de un pueblo con una posesión de
inteligencia superiores de tecnologías sofisticadas y un conocimiento
científico detallado, cuya “huella”, sin embargo, fueron exterminados
por completo por un desastre de enormes proporciones.
Cada cultura ha adorado a sus reyes como dioses. Sus religiones
fueron todos dirigidos a la búsqueda de la inmortalidad del alma y sus
sacerdotes eran los astrónomos, con un conocimiento anticipatorio de los
movimientos celestes. La serpiente-reptil es una figura simbólica
presente en todas las culturas y es considerado sagrado.
Esta gran unidad cultural, según Hancock, sugiere que la
civilización humana no nació de repente de la nada, sino que fue
“ayudado” por alguien con conocimientos tecnológico y cultural de
avanzada. La evidencia que apoya esta teoría es la expansión de la
agricultura.
Resultó que la agricultura nace simultáneamente en al menos seis
zonas del mundo sin ninguna relación aparente entre ellos: Centro y Sur
América, la Media Luna Fértil, África Central, China Oriental y el
Sudeste Asiático.
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En conclusión
Si miramos con alarma los informes del calentamiento global que
advierten que tanto las regiones del Ártico y la Antártida se están
derritiendo. Muchos de nosotros podríamos vivir para ver el día en que
estará expuesto todo el continente de la Antártida, al igual que todos
los artefactos antiguos que alguna vez existieron allí. Si se encuentra
una pirámide gigante va a cambiar la forma de pensar del mundo para
siempre.
A la fecha todavía no hemos logrado volver a crear las grandes pirámides. Nosotros simplemente no tenemos la tecnología.
Así que la pregunta es quién, o qué, hizo estas pirámides en la Antártida? ¿Y qué dejaron atrás?
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