martes, 17 de mayo de 2016

Moradiellos - El judío visible y odiado :: FiLoSOfaR a los 16

Moradiellos - El judío visible y odiado :: FiLoSOfaR a los 16









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El judío triunfador y odiado
(Emancipación y promoción social de los judíos)



Enrique Moradiellos (1961)
 
Resulta
incontestable que la emancipa­ción de la judería europea a lo largo del
siglo XIX fue paralela a un proceso de concentración de sus efectivos
en las ciuda­des, lo que los hizo más visibles y palpables a ojos de sus
con­vecinos de otra fe y confesión. Y ese mismo proceso fue com­pletado
y profundizado con una evidente concentración de los judíos en ciertas
ocupaciones y profesiones cuyas puertas les habían quedado abiertas a
raíz de la propia emancipación y de la eliminación de los guetos y las
trabas tradicionales. Desde luego, además de seguir practicando con
renovado éxito las funciones comerciales, financieras y artesanales
tradicionales, los judíos emancipados comenzaron a ejercer las nuevas
oportunidades abiertas en el campo de la actividad económica, de las
profesiones liberales, del periodismo, de las artes e incluso de la
política. El afán por aprovechar las nue­vas posibilidades y el
característico tesón cultivado por una antigua minoría marginada y
ascética, les deparó grandes triunfos en esos nuevos campos y les
integró resueltamente en las nuevas capas burguesas generadas por el
desarrollo ca­pitalista.
 
Judíos estudiando el Talmud
 
El
consecuente ascenso social de los judíos se tornó. así en un fenómeno
perceptible ligado a la modernización económica y socio-política
impulsada par las revoluciones li­berales. No todos los judíos europeos
participaron igualmen­te de ese proceso, evidentemente: el ascenso fue
menor al este que al oeste y en particular en el seno de las comunidades
de la Europa oriental, donde seguía siendo importante la dedica­ción
campesina y agraria (una actividad ausente entre los judíos en Europa
occidental pero que todavía ocupaba al 27 por ciento de los judíos
ucranianos en 1921). Sin embargo, en general, la participación de la
judería en el proceso de mo­dernización capitalista continental y los
beneficios consegui­dos resultaron clamorosos para la imagen popular y
colectiva de unos parias marginados devenidos ahora en ciudadanos
burgueses activos y emprendedores. Como ha señalado al respecto Albert
S. Lindemann:
 
El
bienestar material y el éxito social de los judíos, la emergencia de
una numerosa burguesía judía en la Europa occidental y en Estados Unidos
a finales del siglo XIX, fueron parte de una notable ascensión de la
judería a partir de los últimos decenios del siglo XVIII, cuando
empezaron a obtener la igualdad civil. ( ... ) La extraordinaria energía
emanada del pueblo judío en su conjunto y, más palpablemente, de
innumerables individuos prominentes de ascendencia judía, es uno de los
más importantes y a veces olvidados fenómenos de los tiem­pos
contemporáneos. (Albert S. Lindemann, The Jew Accused. Three
Anti-Semitic Affairs, p. 10).
 
Cartel de la película El judío eterno, promovida por el ministerio nazi de Propaganda (Alemania, 1940)
 
En
efecto, un mero repaso a algunas magnitudes bastará para demostrar el
perfil y entidad de ese éxito social y profesional de los judíos
emancipados, que llevó aparejada una sobrerre­presentación judía en
ciertas ocupaciones y oficios ligados a la modernidad decimonónica. De
hecho, como no han dejado de subrayar distintos autores y analistas, los
judíos «desempeña­ron un papel considerable en el impulso industrial» y
destaca­ron en los negocios, las finanzas y las actividades
profesionales urbanas. Así, par ejemplo, en Alemania, durante la segunda
mitad del siglo XIX, los banqueros judíos proporcionaron en algunos
momentos hasta dos tercios de los puestos en el con­sejo de
administración del Banco Central de Alemania. La fama y fortuna de los
Rothschild era así sólo la punta del ice­berg de un fenómeno asombroso
aunque explicable. Más aún: hacia 1880 más de la mitad de los diarios
berlineses eran pro­piedad de empresarios judíos; en 1907 el 8 por
ciento de los periodistas alemanes tenían origen judío. Y apenas
terminada la primera década del siglo XX, los disciplinados jóvenes
judíos proporcionaban nada menos que el 6% del alumnado de la en­señanza
superior, a pesar de que sólo constituían el 1 % de la población
alemana. El reverso de esos éxitos de los hijos y nie­tos de los
emancipados, siempre basados en la voluntad de promoción social a través
del esfuerzo personal, puede verse en la situación de los judíos en el
Ejército alemán y en la ad­ministración civil del Estado. Aunque
servirán como reclutas y soldados, los judíos nunca conseguirán llegar a
la cima de la jerarquía y ninguno de ellos logrará siquiera entrar en
su Es­tado Mayor. De hecho, en 1907, sólo se contarán 16 judíos en un
cuerpo de oficiales de 33.000 hombres. Por lo que respec­ta a la
burocracia imperial, en ese mismo año de 1907, del to­tal de 12.600
personas que componen sus efectivos, sólo 244 serán de origen judío.
 
El judío errante, símbolo del desarraigo perpetuo.
 
    En
el caso del Imperio austro-húngaro, las cifras que denotan la
vinculación entre presencia judía, desarrollo económico y reforzamiento
burgués, son todavía más reveladoras. En 1881, en Viena los judíos
representaban el 61 por ciento de los médicos practicantes, constituían
el 58 por ciento de los abogados en ejercicio y proporcionaban casi un
80 por ciento de los empresarios banqueros. Diez años después, el 33,6
por ciento de los estudiantes de la Universidad de Viena eran judíos.
Por lo que respecta a Hungría, las cifras son igualmente, abrumadoras:
en 1920 los judíos proporcionaban el 51 por ciento de los abogados, el
60 por ciento de los médicos practi­cantes, el 39 por ciento de los
ingenieros y químicos, el 34 por ciento de los periodistas, el 23 por
ciento de los actores y músicos y una gran mayoría de los hombres de
negocios del co­mercio y las finanzas. Además, representaban «más de la
mi­tad» de los directores y propietarios de fabricas.
    En
definitiva, tras la emancipación los judíos se habían convertido en
promotores y practicantes visibles (también en competidores temibles) de
ocupaciones y profesiones asocia­das al proceso de modernización
económica y socio-política que tuvo lugar en toda Europa durante el
siglo XIX. Y en esa asociación y éxito profesional radicó,
paradójicamente, su vul­nerabilidad como grupo y su renovada exposición
al prejuicio y la denuncia. No en vano, en calidad de minoría recién
eman­cipada con el liberalismo y muy activa en las actividades
capi­talistas urbanas, los judíos cosecharon el odio y el resenti­miento
de aquellos grupos urbanos y rurales que percibían con desconfianza y
angustia el nuevo curso de los aconteci­mientos o se habían visto
perjudicados por el rápido ritmo del cambio histórico. Para todos ellos,
el judío se convirtió en el símbolo del liberalismo, del capitalismo y,
en suma, de la Mo­dernidad: los agentes y beneficiarios de unas
transformaciones y de un nuevo sistema que tanto les hacía padecer y
sufrir. In­cluso en el emblema de algo más denigrante y aborrecible: «el
símbolo del capitalismo apátrida y egoísta»; «los portadores de la
subversión social y cultural y cerebros grises de las revo­luciones
políticas»; «el enemigo interno».
Viñeta del periódico nazi Der Stürmer, de
julio de 1936. Su título: "El judío decente". Muestra a un judío que
con cortesía pide permiso para sentarse en el banco, para después echar
al anterior ocupante. La coplilla señala que el judío se comporta
siempre de esa manera.
 
    Por
mera sobrerrepresentación numérica, en la Europa central y oriental esa
conexión entre judíos y Modernidad fue mucho más evidente y, en
consecuencia, el resentimiento ha­cia ambos fue tanto mayor y
progresivamente más colérico. En esencia, el judío emancipado se fue
convirtiendo en obje­to de crítica y denuncia por parte de muchos
sectores sociales y políticos muy heterogéneos y diversos: las clases
nobles y te­rratenientes parcialmente desplazadas del poder político por
el nuevo régimen del liberalismo; los pequeños y medianos campesinos
amenazados par la dinámica del mercado agrario capitalista; los pequeños
y medios artesanos cuyos oficios pe­ligraban por el avance del
maquinismo industrializador; las pequeñas burguesías comerciales y
profesionales de las ciu­dades que debían competir con un recién llegado
activo y voluntarioso; los clérigos y fieles de religiones antes
hegemó­nicas y ahora socavadas por los procesos de secularización
ra­cionalista; etc.
 
Título:
"Dinero demoniaco": un monstruo judío, con la Estrella de David gravada
en el pecho y los símbolos del dólar americano y la libra esterlina
clava sus garras en el planeta con intenciones aviesas.
 
De
sus filas y sobre sus prejuicios surgiría la base social latente e
interesada del nuevo antisemitismo racial moderno. Y sobre sus temores y
odios fue reactualizándose la imagen del judío que ya no era el villano
tradicional del dra­ma de la pasión cristiana, sino el símbolo de todo
lo negativo de la modernidad, del capitalismo, del liberalismo, de la
ciu­dad, del ateísmo secularizador, de la incertidumbre de los nuevos
tiempos: el judío siempre errante y por siempre desarraigado, de nariz
ganchuda, mentón prominente, mirada fur­tiva, orejas puntiagudas, cuerpo
alargado, pies planos, manos húmedas y olor desagradable. El judío
imaginado pero tallado sobre la pobreza y miseria del Ostjuden o sobre
la fortuna y ri­queza de los Rothschild, según conviniera al prejuicio y
al estereotipo. (
Enrique Moradiellos, La semilla de la barbarie. Antisemitismo y Holocausto, eds. Península, Barcelona, 2009, pp. 189-193).






El rincón de la cita
Son
frecuentes los curiosos textos talmúdicos que intentan presentar la
naturaleza de la espiritualidad de Israel como residiendo en su
excelencia intelectual. No por orgullo luciferino de la razón, sino
porque la excelencia intelectual es interior y los "milagros" que ella
hace posibles no hieren en absoluto la dignidad del ser responsable,
como sí lo hace la taumaturgia; pero sobre todo porque no echan a perder
las condiciones de la acción y del esfuerzo. De ahí que en toda la vida
religiosa judía se le dé tanta importancia al ejercicio de la
inteligencia, aplicada en primer lugar al contenido de la revelación, a
la Torá. Mas la noción de revelación se ampliará rápidamente y
comprenderá todo saber esencial.
(Emmanuel Levinas)





Conversación en los montes Adirondack
Elie Wiesel
(adaptacion)

Matar niños.
Un relato verídico
(Jean-François Forges)

Sello septiembre


Al 2º mini-Congreso sobre la Shoá: canción e historia





Enrique Moradiellos
La semilla de la barbarie.
Antisemitismo y Holocausto
Editorial Península,
Barcelona, 2009.


Hitos de la exclusión de los judíos de Europa hasta el siglo XIX (Georges Bensoussan)









Heinrich Himmler
Discurso en Poznan el 6 de octubre de 1943


Antisemitismo, darwinismo socio-racial y eugenesia



(Cronología comentada entre 1900 y 1933)









Jan T. Gross
Vecinos. El exterminio de la comunidad judía de Jedwabne
ed. Crítica, Barcelona, 2002

Enlaces de interés sobre la Shoá


La visión del Judaísmo (Baruj Garzón)










Balance de la Shoá









6 preguntas


6 respuestas


(Mémorial de la Shoah de Paris)





Preguntas frecuentes sobre la Shoá


(Holocaust Museum Houston)








Películas















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