lunes, 21 de marzo de 2016
La huella de sus gentes
IV
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Abanto. Romería al Alto de la Cruz (17-VIII-1989)
1
Apuntes de cultura popular
en la Comunidad de Calatayud
JOSÉ RAMÓN OLALLA CELMA
En una tierra como ésta, las montañas, los parajes mági-
cos y la historia han creado un sinnúmero de fantasías,
leyendas que nacen para ser contadas; por eso sería ab-
surdo hacer en estas páginas un inventario de narracio-
nes. Seleccionamos dos historias típicas –una de amor
y tragedia y otra de demonios–, otra infantil, y un mito
reciente: el de la Dolores.
Las moricas de Saviñán o la torre de las Encantadas
Muy cerca de Saviñán, en dirección a El Frasno, hay una torre: la de las Encanta-
das, que sirvió de encierro a las tres hijas de Abben Xumanda, señor de Saviñán a
finales del siglo XIV. Cuentan que el padre las recluyó en la torre para ocultarlas
de los amores que profesaban a tres cristianos que, además, carecían de hacienda.
Una ventana colgada sobre un manantial era su único contacto con el exterior y
esa ventana desveló su presencia reviviendo las relaciones entre los jóvenes. Los
encuentros furtivos duraron hasta la noche
de San Juan cuando, descubierta la trai-
ción, el despechado padre ordenó a sus
esbirros que dieran muerte a los amantes.
La tragedia da a la historia varios finales y
un hecho mágico: unos dicen que las tres
moricas se arrojaron por la ventana; algu-
nos, que murieron de amor; otros, que se
refugiaron en una gruta al pie del torreón
y que allí volvieron, sin que su padre se
enterara, para permanecer siempre ence-
rradas con la sola compañía de tres pa-
lomas que mandaron traer. En cualquier
caso, Abben Xumanda acudía a la torre
Saviñán. Torre de las Encantadas
todas las noches de San Juan a llorar su
La huella de sus gentes 247
desgracia y veía, encarnadas en tres palomas blancas, revolotear el alma de sus
hijas sobre el manantial. Desde entonces, en esa mágica y trágica noche, el peque-
ño estanque recibe la visita de las tres aves que recobran su aspecto femenino y
se bañan en el pequeño estanque. Más de uno ha oído sus lamentos y alguno las
ha visto.
La endemoniada del monasterio de Piedra
El monasterio de Piedra es un lugar mágico y, como tal, recoge muchas leyendas
y hechos fantásticos. No en vano allí vive el arcángel San Miguel que, muy cerca,
en Alhama de Aragón, comandó a las victoriosas tropas celestiales en feroz batalla
contra las huestes infernales capitaneadas por Luzbel. Todavía pueden verse las
huellas que el demonio dejó en la roca del Martillo del Diablo, un cerro próximo
a Alhama.
Hablando del demonio, parece ser que los exorcistas del monasterio tenían bien
ganada fama. En mayo de 1427, llegaba al monasterio, desde Soria, Catalina
Gómez, contumaz endemoniada que había pasado once largos años de exor-
cismo en exorcismo. Mucho esfuerzo
debió de costarle al monje librarla de
los demonios que la poseían, pues en
el primer exorcismo (en la ermita de
Nuestra Señora de la Blanca) recibió
la noticia de que eran sesenta legiones
de demonios las que atormentaban a
la joven. Si de algo sirvió el primer
intento fue para enojar a los diablos
que, ayudados por otros cientos de
legiones se propusieron destruir el
monasterio; unos acarrearon leña para
quemarlo, otros arrancaron un enor-
me peñasco de un monte cercano,
para despeñarlo sobre el lugar. En eso
estaban cuando el toque de maitines
se adelantó a su hora y los rezos de
los monjes consiguieron conjurar a los
demonios y sus peligros. El segundo
intento de exorcismo (en el altar del
Santo Sepulcro) dio noticia al monje
de que sólo quedaba dentro de Cata-
lina el demonio de la vanidad; era la
Monasterio de Piedra. Cascada de los Fresnos
hora de la verdad, y la vanidad diabó-
(dibujo de M. Obiols y Delgado, hacia 1886)
248 Comarca de la Comunidad de Calatayud
lica fue expulsada ante el Santo Misterio de Dubio. Este exorcismo podría consi-
derarse uno de tantos si no fuera porque tiene un doble efecto colateral: según
cuenta el cronista, la leña acarreada por los demonios abasteció durante cinco
años las necesidades del monasterio, «y de los mejores pinos se labraron muchos
puentes y maderos que sirvieron para varias obras». Pero también se produjo un
retoque paisajístico: el peñasco que cargaban los demonios puede contemplarse
hoy, al pie de la ermita de la Virgen Blanca, en el mismo lugar donde lo soltaron
camino del monasterio.
“El Pelao» de Ibdes
Este valiente personaje nació en una cueva, donde un enorme oso mantenía en-
cantada a su madre, a la que liberó dando muerte al animal con una tranca que se-
ría su compañera en adelante. Dejó a su madre en Ibdes, donde recibió su apodo,
por carecer de pelo dado lo chico que era, y se fue a recorrer mundo acompañado
de los gigantes Arrancapinos, Batemontes y Barbancha, a los que fue encontran-
do y de los que se hizo jefe, a pesar de su corta edad. Un día de tempestad, se
refugiaron en un palacio abandonado y allí prepararon la comida, pero del humo
salía la fantasmal visión de un viejo que se refugiaba en un pozo. Bajaron primero
a explorarlo los tres gigantes, que, sin llegar al fondo y muertos de miedo, pidie-
ron ser izados. Bajó después el Pelao y en el fondo encontró tres puertas: llamó
a la primera, de bronce, donde encontró a una bella dama prisionera de un león,
al que venció de un trancazo. Tras mandar subir a la doncella, tocó en la segunda
puerta, ahora de plata, y halló a otra mujer, hechizada por una serpiente de siete
cabezas que sufrió la misma suerte. Puso a buen recaudo a la mujer y llamó a la
tercera, de oro, y descubrió otra dama encantada por un diablo; esta vez, el Pelao
erró el trancazo y sólo obtuvo como
trofeo una diabólica oreja que guardó
tras izar a la dama mientras el demonio
se dolía. En esto, viendo los gigantes
que disponían de una joven para cada
uno, traicionaron al Pelao y se las lle-
varon con malas intenciones. Nuestro
héroe, en el fondo del pozo, sin nadie
que lo subiera, acordó con el diantre
la devolución de la oreja, sin la que
no podía volver al infierno, a cambio
de riquezas y de una boda real (así de
bien negoció). Agarrado a la otra oreja
del diablo, salió del pozo y vio cum-
plidas las promesas casándose con una
preciosa infanta y siendo nombrado
El Pelao de Ibdes (ilustración de Pablo Calahorra,
Heraldo escolar, 11-XII-1996)
jefe de las tropas reales.
La huella de sus gentes 249
La leyenda de la Dolores
Resulta imposible dejar de nombrar la leyenda que más ha trascendido fuera de la co-
marca en este breve acercamiento a la fabulación popular. Precisamente en lo popular,
en una copla que se cantaba de pueblo en pueblo, tiene su origen el mito:
“Si vas a Calatayud / pregunta por la Dolores, / es una moza muy guapa / y amiga
de hacer favores».
No importa si la protagonista existió realmente –como sostenía el periodista bil-
bilitano Darío Pérez recién creado el mito y como mantiene en la actualidad otro
bilbilitano, el investigador Antonio Sánchez Portero–, ni si el personaje está basado
en el drama de D’Ennery, como defendía Germán López Sampedro, rescatando a
Salvador Amada. Lo trascendente de la Dolo-
res es toda la literatura, música y arte que ha
generado una copla popular y que Sánchez
Portero ha documentado: siete óperas, entre
las que destaca la de Tomás Bretón, estrenada
en 1895 y grabada en 1999 por Plácido Do-
mingo, Elisabete Matos y Tito Beltrán, con la
Orquesta Sinfónica de Barcelona i Nacional
de Catalunya, dirigida por Antoni Ros Marbá;
más de 20 obras dramáticas, siendo la primera
la de Feliú y Codina; 5 películas, una de ellas
dirigida por Florián Rey y protagonizada por
doña Concha Piquer, y más de 50 composiciones musicales, además de dibujos,
pinturas, esculturas y un reciente sello conmemorativo. Y, sobre todo, el vínculo
universal entre la Dolores y Calatayud.
Pero hablando de leyendas, me quedo con la versión de García Arista: la copla la
compuso Pascualón, un ciego de Tarazona que recorría los pueblos cantando. Estando
en Calatayud, en la Posada de San Antón, le compuso la copla a la posadera Dolores
agradecido por su limosna. El intencionado doble sentido del último verso, sirvió a los
mozos de los pueblos vecinos como burla contra los bilbilitanos. De ahí nació todo.
El dance en la comarca
El dance es una de las manifestaciones populares más genuinamente aragonesas;
supera lo folklórico aunque incorpore danzas, paloteados y música; rebasa lo
teatral, aunque se trate de una representación y tenga, muchas veces, intención
satírica; es religioso, como muestra de fervor popular o símbolo de la lucha entre
el bien y el mal; incorpora elementos históricos y populares: cristianos, moros, pas-
tores... Es, en fin, una suerte de representación total. Actualmente, sólo el dance
de Cetina se representa en la Comunidad de Calatayud. Tampoco son muchos de
los que quedan recuerdos o documentos (Aniñón, Ateca, Codos), vagas noticias
250 Comarca de la Comunidad de Calatayud
(Villalba de Perejil) o algunos vestigios, como la danza de moros y cristianos de
Cabolafuente, que pudo formar parte de un dance desaparecido o ser parte de uno
incompleto. Sin embargo, las muestras existentes son lo suficientemente importan-
tes para que les dediquemos este espacio, aunque sólo sea para mantener vivo su
recuerdo y animar a su recuperación.
El dance de Ateca, originario del siglo XVII, se perdió, se recuperó con la incorpo-
ración de nuevos cuadros, intervención de mujeres y nuevos personajes, aunque
se dejó de representar y hay intentos de una nueva recuperación. El dance se
dedica a la patrona, la Virgen de la Peana, y se bailaba el día ocho de septiembre.
Comienza con la tradicional invitación a la fiesta que hacen el mayoral y el zagal;
aquí intervienen el diablo, que trata de impedir el festejo, y el ángel, que consigue
vencer el impedimento. La primera parte, concluye con un baile de cintas tren-
zadas. Sigue con la lucha entre moros y cristianos, vencedores éstos merced a la
intervención de la Virgen que logrará, también, la conversión de aquellos, ante la
queja del diablo. Después viene la mudanza del Dengue, para culminar el dance
con el agradecimiento del mayoral por la victoria, el recitado de los dichos por los
danzantes y el baile de la jota de palos.
También desaparecido, el dance de Aniñón no es tan complejo como el atecano,
sólo está compuesto por la típica pastorada, además de la presencia del ángel y
el diablo.
En el siglo XVIII, Codos amplió su iglesia y dedicó una capilla a su patrona, la Vir-
gen del Mar. De aquellos festejos parece proceder el dance, que se conservó has-
ta principios del siglo XX y se rescató
para representarse una sola vez por un
grupo de mujeres. Los 1428 versos que
se preservaron de la representación
antigua conforman una trama teatral
muy similar a la narrada para Ateca,
aunque esta vez con texto: la música
llama a los pastores a celebrar una fies-
ta, el Diablo intenta impedirla amena-
zando con la llegada de los Turcos. Los
pastores buscan la protección celestial
que llega a través de un ángel guerreo,
otro peregrino y la Virgen del Mar, que
resucita y convierte a los infieles muer-
tos en la batalla. El baile final, reúne a
todos bajo la fe cristiana.
El dance de Cetina es el único que
se sigue celebrando, con motivo de la
festividad de San Juan Lorenzo. Está
Dance de Cetina (19-V-1980)
La huella de sus gentes 251
documentado desde el siglo XVI, así que estamos ante uno de los más viejos
de Aragón. Intervienen el mayoral que toca, a dos manos, una gran castañuela
colgada de su hombro derecho, el zagal, armado con un garrote y ocho niños
vestidos de blanco con blusa y falda bordada, adornados de pasacintas, un peto,
un pañuelo a la cabeza y un gran lazo a la espalda. El color de estos accesorios
sobre el fondo blanco, cambia: el día de la víspera es azul, mientras que el 19 de
mayo, festividad de San Juan Lorenzo, es rojo. Todavía había más personajes en
este dance, como el tragaldabas o los reyes cristiano y moro con sus séquitos. Los
danzantes bailan durante la procesión, mirando al santo. Ya en la plaza, recitan
versos dedicados al patrón y dichos de carácter satírico basados en los sucedidos
anuales. Allí se ejecutan algunas partes del dance con bailes de espadas, palo-
teado y castañuelas.
Músicas profanas, músicas religiosas, romerías y otros ritos
La música hay que oírla, gracias a internet pueden encontrarse en www.arafolk.
net, página de Alberto Turón, las piezas que aparecen subrayadas en el texto.
La jota es la manifestación folklórica aragonesa más conocida, por eso sólo dire-
mos de ella que también tiene su leyenda reciente y poco fundada: su introducción
en Aragón, a través de Calatayud, por Aben Jot, cuando llegó, hacia el siglo XII exi-
liado de Valencia. Hay en la comarca otras músicas singulares que merece la pena
citar. Tal vez la más conocida, grabada en el disco de La Orquestina del Fabirol
«Zorras, Pollos y Villanos», sea el villano de Paracuellos (www.terra.es/personal3/
tarraches/vparac.mid), del que se tocan varias versiones. Se trata de una danza
cuyo origen se remonta al siglo XVI que se baila por parejas, con ritmo frenético,
el 5 de febrero, día de San Pedro Bautista.
No es habitual que en esta comarca haya albadas, más propias de tierras turolen-
ses, sin embargo, la preciosa Albada de Olvés muestra la diversidad de esta tierra.
En muchos pueblos, y en distintas épocas del año, la chiquillería pasaba por las
casas cantando y pidiendo aguinaldos por Navidad, como en Morata de Jiloca
(«Denos, denos, denos / si nos ha de dar, / que esta Nochebuena / hay mucho
que andar») o en Pascua de Resurrección, como en Monreal de Ariza («Al señor
cura del pueblo / le venimos a cantar, / sabemos que nos aguarda / con torticas
de «azucar»). Aunque estas cuestaciones se han perdido en casi todos los pueblos,
todavía se conserva la costumbre en el «matalavieja» de Aniñón, Villarroya de la
Sierra o Villalengua.
La música popular también está ligada a las procesiones y romerías. Algunas piezas
que se tocan como pasacalles, tienen su origen en el acompañamiento procesional
a los santos; es el caso, entre otros, del baile de San Pascual Bailón, de Calatayud,
252 Comarca de la Comunidad de Calatayud
La contradanza de Cetina
JOSÉ RAMÓN OLALLA CELMA
Dentro de los rituales populares de la Comunidad de Calatayud, merece una aten-
ción especial la Contradanza de Cetina, celebrada el día de San Juan Lorenzo, un
espectáculo que asombra a cuantos lo ven y atrae la curiosidad de quienes han
oído hablar de ella.
Participan en la danza nueve personajes: ocho contradanceros y el diablo. Los trajes
de los ocho primeros resultan curiosos, cuatro de ellos visten chaqueta y pantalón
negros con adornos cosidos y sobrepuestos en blanco (son los porteadores de los
restantes en algunas mudanzas); los otros cuatro, cuerpo y pantalón blancos, con los
adornos en negro. Las alpargatas y las medias son del mismo color que los trajes y
también llevan ornamentos; las fajas son negras, llevan la cara tapada por una careta
de cartón con bigote y perilla pintados y cubren su cabeza con un pañuelo blanco
atado en la parte posterior del cuello. Llaman la atención los adornos que, vistos de
cerca, son motivos florales pero que aparentan esqueletos cuando se ven de lejos,
tal vez buscando la dualidad entre la vida y la muerte. A su vez, el diablo viste de
rojo, con adornos florales blancos y grandes puntillas. Va a cara descubierta, aunque
pintadas las patillas, el bigote y la perilla. Cubre su cara con una boina roja de la que
pende una gran borla.
A eso de las once de la noche, la comitiva de contradanceros, alineados por parejas
y seguidos por el diablo, se dirige a la casa de la primera vara de la cofradía, que
presidirá el acto junto con el alcalde y el cura, donde esperan los músicos. Llegado
el momento, prenden los hachones que portan, recogen a los otros dos presidentes
y, con las luces del pueblo apagadas, llegan a la plaza.
Acompañados de una música per-
sistentemente repetitiva, comienza
el baile; los contradanceros, con
las manos en la cintura, mueven
rítmicamente los pies mientras es-
peran a que el diablo, que dirige la
contradanza con palmadas, ordene
las posiciones para componer las
figuras. Es el demonio quien cul-
mina todos los cuadros, pero este
personaje no ejerce su función in-
fernal, muy al contrario, según la
mudanza, hace de San Juan Loren-
zo, de San Pascual Bailón, de San
Miguel venciendo al demonio, de
Cristo en el calvario primero y re-
sucitado después, de la Virgen de
Atocha... Un total de treinta y dos
mudanzas, que van sucediéndose
La huella de sus gentes 253
Contradanza de Cetina (19-V-1982)
acompañadas por la misma pieza repetida una y otra vez, completan la contradanza.
Exponerlas todas, resultaría muy largo, pero aquí va la descripción de algunas:
La primera es la cadena, que llama la atención de los espectadores con el movi-
miento de las antorchas. Le sigue el retablo, con el diablo puesto en pie, antorcha en
alto, sobre una torre humana que gira. A partir de aquí, los cuadros se suceden y no
siempre se representan todos, dado el esfuerzo físico que supone la representación
completa: la media araña y la araña imitan a ese animal acechante; el Dios de las
aguas representa la fuente de Neptuno de Zaragoza; la peana representa a San Juan
Lorenzo en lo alto. Los nombres de la campana por alto, las tijeras, el puente del río,
la silla o la cama son suficientemente descriptivas del contenido de cada una de las
mudanzas así nombradas. Lo mismo ocurre con el calvario y la resurrección, la virgen
de Atocha o el castillo.
La contradanza finaliza con el afeitado del diablo, una pantomima en la que los con-
tradanceros representan el ritual del afeitado, afilan la navaja, enjabonan y rasuran al
diablo. Acabado el proceso, le piden la bolsa, a lo que se niega, aunque, finalmente
cede y es degollado. El paseo del diablo a la luz de las antorchas, precede al duelo y
posterior resurrección del personaje. En tanto, la música se ha hecho más rápida y un
viva San Lorenzo, pone punto final a un acto que dura unas dos horas.
Es difícil determinar el origen de este peculiar rito que, seguramente mezcla elemen-
tos dieciochescos con otros más antiguos. La coincidencia del plenilunio hace plantear
a algunos estudiosos su relación con los ritos celtibéricos o de otros pueblos agricul-
tores. Algunos la relacionan con las danzas de la muerte medievales o con danzas
guerreras en las que se representa la muerte del líder. Todo es posible, lo único cierto
es que se trata de un rito del siglo XVIII, con elementos más antiguos, que ha ido
siendo reformado por las aportaciones culturales propias de las distintas generacio-
nes que la han vivido. La mezcla de elementos religiosos y laicos, la dualidad entre
la muerte y la vida, la oscuridad y la luz de la luna y las antorchas... forman un todo
difícil de olvidar.
254 Comarca de la Comunidad de Calatayud
que vuelve a tocarse con dulzaina y tambor devolviendo a la música su instrumen-
tación original. Las fiestas del patrono de los sogueros, santo comarcano, nacido en
Torrehermosa se inician las vísperas del 17 de mayo, con pasacalles a cargo de los
dulzaineros, pero es el día grande cuando sucede una peculiar procesión: los portea-
dores bailan frenéticamente al santo durante el trayecto, la peana recorre las calles
bilbilitanas con movimientos espasmódicos, pues la danza es individual y descoor-
dinada. Los demás participantes en el rito también bailan, y desde algunos balcones
se arrojan toda suerte de caramelos, monedas y productos de las tiendas que se
encuentran a su paso, incluso lencería cuando la antigua Parisién estaba abierta.
Dedicadas a San Pascual, muy venerado en toda la comarca, hay muchas estrofas,
como las que aquí transcribimos, recogidas en Terrer («San Pascual tiene un corde-
ro / que lo lleva a pacentar, / lo mete por los sembrados / y a ninguno le hace mal)
/ ¡Viva, viva San Pascual») y Ariza: (“San Pascual, San Pascualillo / tu que estás en
el cerrillo / guárdanos las uvas blancas / que nos gusta mucho el vino»).
En Munébrega la música está presente en la festividad del santo, el ton de San
Cristóbal, se baila al regreso de la romería desde la ermita hasta el pueblo. La
gente baila alrededor de la imagen, a la que a su vez hacen bailar sus cargadores;
dos enormes banderas (peones) danzan también al ritmo del ton. En Alarba, se
intenta retrasar el regreso del santo a la iglesia, al ritmo de la bajadilla de San
Roque: los porteadores bailan hacia abajo mientras los romeros danzan en senti-
do contrario durante casi dos horas. La entradilla de Castejón de Alarba, se baila
el domingo de Pentecostés, tras muchos kilómetros de romería hasta la ermita
de Sto. Domingo de Silos, en Embid del Marqués, (Guadalajara). En Torralba de
Ribota se celebra la romería en honor a San Sebastián. Al regresar al pueblo, se
celebra una tradición que hace peculiar la fiesta, es la parada ante la «Cruz Borra-
cha». Ante una cruz tallada en piedra, se detiene la comitiva y mojan la cruz con
el vino que queda, a la vez que le lanzan vítores y canciones pidiéndole buena
cosecha para a celebrarlo con buen vino al año siguiente. La fiesta culmina con
el baile de la bandera del santo, al ritmo del villano de Torralba. También se
baila villano en Ruesca acompañando a la procesión de San Valero. Los fieles,
agarrados en filas, danzan tras la pea-
na, acercándose y alejándose. Otros
bailes procesionales son los pollos de
Cimballa, Campillo o Villafeliche.
También hay canciones, gozos y leta-
nías en muchos pueblos, como la au-
rora de Calatayud, la aurora del Pilar
de El Frasno, los gozos de San Roque
en Calatayud, los de los santos Gerva-
sio y Protasio o los lamentos de las áni-
mas en Maluenda...
Torralba de Ribota. Romería de San Sebastián
(20-I-1985)
La huella de sus gentes 255
Pero hay más romerías, tantas que es
imposible mencionarlas todas. Algunas
son compartidas por varios pueblos,
como ocurre con la Virgen de Semón;
aunque vecina de Acered, (comarca
del Campo de Daroca), cuatro pueblos
se reparten los domingos de mayo para
peregrinar hasta allí: el primero van los
romeros de Olvés; el segundo, los de
Acered; el tercero, los de Alarba, y el
cuarto, los de Castejón de Alarba, y si
el mes de mayo tiene cinco domingos,
Bijuesca. «La Saca de la Virgen» (VI-1996)
el quinto van todos juntos. Otro acto
religioso que concita la presencia de
numerosos pueblos se celebra en Bijuesca cada 25 años, si no hay circunstancias
especiales que lo requieran antes (sequías, epidemias...) se trata de «la saca de la
Virgen». El primer pueblo de la Concordia en llegar es el soriano Reznos, recibido
por la comitiva de Bijuesca con toque de campanas y ceremonial consistente en el
traspaso de poderes del cura y del alcalde, por lo que será la comitiva de Reznos
la que reciba a los demás pueblos sorianos y aragoneses: La Alameda, Berdejo,
Carabantes, Clarés, Deza, Malanquilla, Torrelapaja y Torrijo. También los de Rez-
nos despedirán a los demás pueblos y serán despedidos a su vez por Bijuesca
acabados los actos.
A más de 1400 metros de altura, en la Sierra de la Virgen, se alza el santuario de
la Virgen de la Sierra, lugar de peregrinación. Martínez del Villar define el entorno
como vértice de un hipotético cuadrilátero detentador de energías sobrenaturales,
será por eso que la Virgen, aparecida a un pastor en el siglo XV, se empeñaba en
volver a ese lugar cada vez que intentaban alojarla en otro más accesible. El caso
es que los numerosos exvotos que se muestran en el santuario hablan de los pro-
digios obrados por la Virgen. Se ha perdido la costumbre de los mozos y mozas
de Villarroya que en las subidas al Santuario paraban en el Peirón de San Miguel
(posteriormente, al variar el camino, en la piedra de la Virgen) dejando una piedra
que traían desde el pueblo para encontrar pareja con la intercesión de la Virgen.
Acabar hablando de la romería más multitudinaria es obligado. En muchos lugares
de la comarca se celebran las fiestas de San Roque, pero es en Calatayud donde la
magia de la madrugada y de la fiesta, hacen de la subida a la ermita un momento
inolvidable para los miles de romeros, entre los que se mezclan las diez peñas
sanroqueras con sus charangas y blusas multicolores. La espectacular amanecida
otorga a la fiesta un escenario entre real e imaginado.
La Semana Santa aporta numerosos elementos característicos a esta comarca. Entre
todos ellos pueden destacarse dos: la procesión del Santo Entierro de Calatayud
256 Comarca de la Comunidad de Calatayud
y el Ángel de Ariza. Dos son los elementos que proporcionan su originalidad al
entierro: la comitiva de personajes bíblicos del antiguo testamento que precede
a los pasos procesionales tradicionales (desde el sol y la luna hasta los profetas,
pasando por patriarcas, jueces, reyes y otros personajes como Judith, la reina de
Saba, las doce tribus, las sibilas...) y la representación del entierro en la plaza del
mercado, poco antes de finalizar la procesión; en conjunto es una narración bíblica
que comenzó a representarse en el siglo XVII. Por su parte, el Ángel se celebra
en Ariza la noche del Sábado de Gloria; una niña, vestida de ángel, es descolgada
desde un arco para quitar el velo de luto a la Virgen Dolorosa. Al finalizar el acto,
suelta una paloma y recita un poema que cada año es diferente.
La Máscara de Ateca y otros personajes singulares
Antes de dar por terminado este recorrido por algunas de las muestras cultura-
les de la comarca, es obligado citar a uno de sus personajes más peculiares: la
Máscara de Ateca. Va vestida de forma similar a los rabinos de la baraja, con
traje a bandas rojas y amarillas, cuyas bocamangas se adornan de cascabeles.
Lleva la cabeza cubierta por un gorro de puntas y se arma de sable y cobertera,
que puede ser pequeña, en los pasacalles o grande, en la subida al cerro que
se describe a continuación. Para San Blas, Ateca celebra sus otras fiestas patro-
nales y, en esas fechas, la máscara hace su aparición. Se trata de un personaje
grotesco, cuyo origen puede estar en el siglo XVII. El día de la Candelaria sale
a la calle y persigue a los niños que, a su vez, le insultan e intentan quitar-
le los cascabeles de su traje. La máscara entra en las casas y es obsequiado
con monedas o alimentos, mientras
la chavalería espera en la calle. Pero
es el día de San Blas cuando el pro-
tagonismo de la máscara alcanza su
apogeo, acompaña a la comitiva has-
ta la ermita y, tras decir unos versos
ante el santo y armarse con la cober-
tera, inicia la ascensión hasta el cerro
de San Blas, desde donde los chicos
intentarán impedirlo, tirándole toda
suerte de hortalizas y frutas (antes
eran piedras, aunque sólo tres). Ven-
cida la resistencia y lograda la hazaña
de la subida, todos los participantes
rodean a la máscara con un corro,
cantando esta canción: «En el puente
de Alcolea, / había un puchero roto,
/ le pegaron un balazo / y cayó del
La Máscara de Ateca (hacia 1960)
La huella de sus gentes 257
Ateca. La Máscara en el cerro de San Blas (año 1991)
puente abajo. / Al pasar el río, al pasar el río / a mi tío Antón, / le llegaba el
agua hasta el...» (aquí la palabra a utilizar varía). Después, una carrera hasta
bajar a la ermita, nuevas carreras con los chavales y regreso a la parroquia, para
hacer votos de salir al siguiente año.
Los santos siempre han estado presentes en esta comarca, desde San Paterno,
evangelizador de Bílbilis o San Torcuato, discípulo de Santiago, hasta los ya men-
cionados San Juan Lorenzo o San Pascual Bailón o el reciente Benito López, solda-
do cetinero a quien se atribuyen milagrosos hechos, aunque todavía no ha subido
a los altares. La tradición más curiosa es la de San Félix y Santa Régula, que fueron
decapitados hacia el año 300 en la ribera del Manubles; tras el trágico martirio,
recogieron sus cabezas, las lavaron en la fuente de Torrijo y, en pos de una res,
llegaron a un monte, donde fueron enterrados. También son santos comarcanos
San Millán (de la Cogolla), nacido en Berdejo y eremita en Torrelapaja antes de
trasladarse a La Rioja, o San Iñigo, abad de Oña y natural de Calatayud.
Entre los personajes singulares de la Comunidad de Calatayud, hay que citar a los
dos bandoleros más conocidos: «El Pelao» de Ibdes, Manuel Millán, que protago-
nizó ciento veinte muertes (sin relación ninguna con «El Pelao» del cuento), y Es-
teban Cisneros Millán «el Capitán» de Cervera de la Cañada, que llegó a comandar
una cuadrilla de cuarenta bandidos a caballo entre los siglos XIX y XX.
258 Comarca de la Comunidad de Calatayud
Las letras en la comarca de Calatayud
JOSÉ VERÓN GORMAZ
La comarca de Calatayud inaugura la historia de su Literatura con una de las mayores
glorias que ha dado la Península Ibérica al universo de las Letras: Marco Valerio Marcial,
nacido en Bílbilis hacia el año 41, autor, entre otros, de doce libros de epigramas.
Hay que dar un salto temporal bastante grande para tornar a las letras comarcales.
Es en los siglos XVI y XVII cuando aparecen diversos autores comarcales de cierto
renombre, entre creadores e historiadores: Diego de Espés (Arándiga), Juan Pérez de
Nueros (Calatayud), los poetas Juan Bautista Felices de Cáceres, Pedro Liñán de Riaza
(Calatayud), Miguel Martínez del Villar (Munébrega) o Miguel Monterde (Calatayud).
El poeta Antonio Serón, nacido en Calatayud, es autor de una obra poética conside-
rable, en la que aparecen diversas descripciones de su localidad, así como algunas
referencias autobiográficas más o menos idealizadas. Serón fue uno de los promotores
del gentilicio bilbilitano en lugar del antiguo calatautense o calatayutense.
Nacido en 1601, Baltasar Gracián y Morales es otra de las glorias incuestionables de
la comarca. Vino al mundo en Belmonte de Calatayud (actualmente Belmonte de
Gracián), aunque su infancia y sus primeros estudios transcurrieron entre Ateca, Cala-
tayud y Toledo. El Héroe (1637), El Político (1640), El Discreto (1646), Oráculo manual
o Arte de prudencia (1647), Agudeza y Arte de ingenio (1648), El Criticón (1651, 1653
y 1657), a los que hay que añadir El Comulgatorio, la única de sus obras que recibió
los plácemes de la Compañía, componen la obra graciana, estudiada y elogiada por
los intelectuales de casi todo el orbe. Baltasar Gracián murió en Tarazona en 1658.
Baltasar Gracián
Antigua edición de Agudeza y Arte de ingenio
La huella de sus gentes 259
Dentro de las letras comarcales, cabe incluir a Vicente de la Fuente (Calatayud, 1817),
autor de importantes libros de Historia. Tras sus estudios en las universidades de Za-
ragoza, Alcalá de Henares y Madrid, Vicente de la Fuente ejerció como catedrático en
Salamanca y Madrid. Fue académico de la de Historia, y autor de importantes obras,
particularmente su Historia de las sociedades secretas en España y su Historia de las
universidades. Colaboró en las principales publicaciones de la época, y entre 1880
y 1881 editó su muy completa Historia de Calatayud. Murió en Madrid (1889) y está
enterrado en el claustro de Santa María la Mayor de Calatayud.
Otros autores de la época son el dramaturgo Valentín Gómez (1843), Faustino Sancho
y Gil (Morés, 1850), político, escritor y brillante orador, y Juan Blas y Ubide (Calatayud,
1852), autor de novelas ambientadas en la comarca, como Sarica la Borda y El licen-
ciado Escobar.
Puede considerarse como bilbilitano al célebre Joaquín Dicenta. Nació (por casuali-
dad) en Calatayud, en el año 1862, cuando sus padres se dirigían a Vitoria. No obs-
tante, Dicenta conservó un cariño evidente a la comarca de Calatayud, y entre sus
numerosas obras hay una dedicada al Monasterio de Piedra.
Dario Pérez (Calatayud, 1869), periodista ilustre, dirigió el Heraldo de Aragón y El Li-
beral, y colaboró en importantes medios de comunicación, así como en los periódicos
locales. Fue autor de libros tales como Figuras de España y El ocaso del sultán. Murió
en Madrid, en el año 1945.
El poeta Manuel Lassa y Muño (Aniñón 1863) destacó en los juegos florales de la épo-
ca, aunque su obra quedó dispersa en publicaciones periódicas. Sixto Celorrio Guillén
(Calatayud, 1870-1924), que también anduvo por territorios políticos, fue, ante todo,
autor de numerosas coplas aragonesas, algunas de ellas muy populares.
José Ma López Landa (Calatayud, 1878-1955) desarrolló una ingente labor divulgativa de
la cultura. Cronista Oficial de Calatayud, Académico de la de Bellas Artes de San Luis,
fundador de la Biblioteca Baltasar Gracián, entre sus numerosas obras las hay dedicadas a
Gracián, al mudéjar de la comarca y a mil asuntos culturales de las tierras aragonesas.
Durante el siglo XX, la comarca de Calatayud contó con literatos destacados, algunos
todavía en plena creación. Deben citarse los periodistas, ambos de Calatayud, Justo
Navarro y Andrés Ruiz Castillo; el primero (1870-1945) dirigió y editó el periódico
local El Regional. En cuanto a Ruiz Castillo (1907-1996), conocido con el pseudónimo
de Calpe, desarrolló su principal labor en el Heraldo de Aragón, donde ejerció como
subdirector y publicó antológicos artículos. Fue autor de varios libros, como La insig-
ne fregona, Punto y aparte, El arte del hierro en España y Miguel Fleta.
Del mismo tiempo son el poeta Joaquín San Nicolás de Francia (Calatayud 1902-1959),
que también desarrolló una destacada labor periodística, y José Muñoz Román (Ca-
latayud, 1903-1968), autor de célebres comedias musicales y revistas (Las Leandras,
Cinco minutos nada menos, etc.). En la segunda mitad del siglo XX, José María Muñoz
Callejero, Ángel Raimundo Sierra y Pedro Montón Puerto – este último Cronista Oficial
de Calatayud– destacaron como poetas, con varios libros publicados, y en otras activi-
dades literarias que van desde el cuento o la narrativa breve al artículo periodístico.
260 Comarca de la Comunidad de Calatayud
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