LA CABALÁ
El Árbol de la Vida I
El Árbol de la Vida II
Esquemas
Esquema de los círculos de la manifestación
del alma
Esquema
del Árbol místico
Círculo de la personalidad
del Néfesh
Esferas o Sefirot
Décima Sefirá: Maljút, Reino
Novena Sefirá: Yesod, Fundamento
Octava Sefirá: Hod, Gloria
Séptima Sefirá: Nétsaj, Victoria
Sexta Sefirá: Tiféret, Belleza
Quinta Sefirá: Guevurá, Fuerza
Cuarta Sefirá: Jésed, Misericordia
Tercera Sefirá: Biná, Entendimiento
Segunda Sefirá: Jojmá, Sabiduría
Primera Sefirá: Kéter, Corona
Esferas: Conceptos
fundamentales
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La palabra Cabalá proviene de la raíz de una palabra hebrea
de la que deriva el verbo “recibir”. La Cabalá es la Tradición recibida.
Con ello se hace referencia a una enseñanza transmitida
oralmente a través de las generaciones, si bien grandes partes de la misma
fueron consignadas por escrito en diversos momentos de la historia. Por lo
general, la parte publicada concierne a aspectos del marco teórico, mientras
que la parte práctica -los secretos más recónditos, las claves psicológicas
y las técnicas de elevación espiritual- se mantenían en el seno de pequeños
grupos o sociedades y eran enseñadas sólo a unos pocos discípulos dignos de
ello.
No hay ninguna razón elitista en el secreto. Este cumplía una
doble función: impedir que individuos poco preparados, incluso aunque
tuvieran una buena intención, se hicieran daño a sí mismos o a otros, y
asegurar la propia supervivencia de la enseñanza, ya que por un lado los
individuos “singulares” siempre han resultado sospechosos a quienes
profesaban esta tradición y, por otro, esta misma tradición que ha sufrido
persecuciones de todo tipo, deriva en una ortodoxia interesada en mantener
su estatus.
De todas formas, ésta no es más que la superficie de la
cuestión. La "recepción" no se refiere sólo a la transmisión de
información
o de técnicas más o menos ocultas en el seno de una tradición
histórica. La
verdadera recepción es un proceso interior. Hay un ingrediente
esencial que
no puede faltar para que una persona pueda ser considerada cabalista
y es
precisamente el factor de conexión espiritual: con la Fuente Divina,
con la
raíz de la propia alma, con las energías metafísicas y cósmicas
-llamadas
ángeles o poderes- que conforman el mundo y rigen los distintos
aspectos de
la vida. De poco sirven unos conocimientos que no se vivencian, unas
técnicas que no conduzcan a una transformación que capacite al
individuo
precisamente para eso, para recibir la Iluminación Espíritu Santo.
La Cabalá es un conocimiento revelado que enseña el camino para la
conexión del
hombre con Dios.
En toda recepción hay dos factores; el continente, es decir,
la vasija, y el contenido, lo que se recibe. Esto último está siempre dado:
es la Luz Infinita, la Luz del Creador, que permea, empapa y llena a rebosar
a todos y cada uno de los elementos y seres de la Creación, aunque en
nuestro estado actual de conciencia esta Luz permanece oculta.
Es, pues, la vasija -nosotros, nuestro estado de conciencia y
de realización humana y espiritual- lo que se ha de preparar y transformar
si cabe, ya que la cantidad, la intensidad de la Luz que se recibe depende
de propia capacidad o posibilidad de la vasija en recibirla y contenerla.
La Luz –que es un aspecto atemporal de Dios, de la Esencia
-está siempre ahí, dispuesta a manifestarse siempre que se la requiera de
forma adecuada.
Merece la pena citar el siguiente párrafo del gran cabalista
español del siglo XIII, Abrahaní Abulafia, porque en él están claramente
expuestas las ideas que estamos considerando:
"El hombre que obtiene su comprensión de los principios
esenciales de la realidad a través de los libros es llamado erudito. Si lo
obtiene de la cabalá, es decir, de alguien que lo consiguió él mismo de la
contemplación de los nombres divinos o de otro cabalista, entonces es
llamado entendido o experto. Pero si su comprensión deriva de su propio
corazón, de su reflexión sobre lo que sabe sobre la realidad, se llamará
conocedor o gnóstico. De aquél cuyo entendimiento es tal que combina las
tres cosas, la erudición académica, la visión obtenida de un cabalista
genuino y la sabiduría de reflexionar profundamente sobre las cosas, no voy
a decir que merece ser llamado profeta, especialmente si no ha sido tocado
todavía por el intelecto puro o, caso de haber sido tocado (en éxtasis), no
sabe todavía por quién. Si, pese a todo, ha sentido el toque divino y
percibido su naturaleza, me parece correcto y apropiado, a mí y a cualquier
hombre perfecto, que se le llame maestro, porque su Nombre es como el Nombre
de su Maestro,..., porque él está tan íntimamente adherido a El que no puede
en modo alguno ser separado de El, porque él es El..."
Aquí Abulafia alude a las posibles fuentes de conocimiento,
como son: el estudio intelectual o la adquisición de una información, por
ejemplo mediante libros; la transmisión oral de una enseñanza viva, lo que
es netamente superior en cualidad al llevar el peso de una experiencia; la
propia búsqueda interior mediante la reflexión y la meditación personal, la
cual añade todavía una dimensión más al asimilar los contenidos a la propia
sustancia. Pero lo que produce un salto verdaderamente cuántico es la
verdadera conexión o revelación interior, el ser tocado por el espíritu
divino, en palabras de Abulafia (lo que nosotros llamamos recepción de la
Luz). Ésta culmina en la experiencia superior de adhesión a lo Divino o
unión mística con Dios.
De todo esto se deduce que el conocimiento cabalístico es de
una naturaleza marcadamente personal. De hecho, es bastante difícil hablar
de un sistema único en prácticamente ningún periodo de la historia.
Lógicamente, al tratarse de un conocimiento interiorizado y vivido, cada uno
lo pasa por el filtro de su propia individualidad y lo trata de expresar en
términos de su experiencia personal. Sin embargo, la esencia permanece, ya
que, siendo arquetípica, se halla fuera del tiempo. Por eso en el presente
espacio no se van a tocar apenas los aspectos históricos o de escuelas,
porque lo que pretendemos es mostrar un sistema básico teórico-práctico que
funcione, que ayude a acercar al ser humano a esa experiencia mística de
conexión, recepción y unión.
Nuestro punto de partida es que la Cabalá es un conocimiento
revelado, de origen divino, que ha tomado diversas formas a lo largo de la
historia, adaptándose a los tiempos. Nosotros hemos de aprender su lenguaje
y lo vamos a hacer como cualquier niño que aprende un idioma nuevo: mediante
balbuceos y aproximaciones sucesivas. Según nos movemos de lo conocido a lo
desconocido iremos incorporando nuevos contenidos de nuestra experiencia,
para dotar con ellos de significado a los poderosos símbolos cabalísticos.
Después, estos hablarán por sí mismos y actuarán en nuestro interior,
poniendo a nuestro alcance regiones del ser y de nosotros mismos apenas
sospechadas. Y como el músico que interpreta una partitura tocado por un
rayo de belleza, nuestro lenguaje vivido hará también que un rayo de
eternidad irrumpa por entre las rendijas del tiempo. |
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