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EL ÁRBOL DE LA VIDA II
Las Esferas del Árbol de la Vida
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Esfera/Sefirá
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Nombre |
1 |
Kéter/Corona |
2 |
Jojmá/Sabiduría |
3
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Bina/Entendimiento |
4
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Jésed/Misericordia |
5 |
Guevurá/Fuerza |
6 |
Tiféret/Belleza |
7 |
Nétsaj/Victoria |
8
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Hod/Gloria |
9
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Yesod/Fundamento |
10 |
Maljút/Reino |
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En La Página de la Vida abordaremos el estudio de las Esferas, primero
individualmente y, después, veremos algo de su dinámica conjunta. En
estadios más avanzados es importante estudiar los Senderos del Árbol a
través de las letras del alfabeto hebreo.
Las
Esferas se denominan en hebreo Sefirá (singular de Sefirot), que significa
numeración o cuenta, y también esfera. La filosofía cabalística enseña que
la Manifestación se despliega, a partir de un estado primordial, en diez,
que son las Sefirot o esferas. El
estado primordial es totalmente inconcebible para nosotros y, a falta de
un nombre mejor, se le denomina Absoluto. Es el dominio propio de la
Deidad, la Fuente de donde todo brota.
Ninguna cualidad por nosotros conocida es atribuible al Absoluto, razón
por la cual a veces nos referimos a él como la Nada, porque no hay nada
con lo que se pueda comparar, nada a lo que parecerse.
Ahora bien, no se trata de una "nada" en sentido peyorativo negativo, como
algo vacío, muerto, que implique algún tipo de carencia. Al contrario, se
trata de un estado de plenitud superlativa, en el que cualquier cualidad
es poseída en un grado inconcebiblemente superior. Por esta razón se llama
Infinito, indicando con ello no sólo que es el máximo de todo, sino que se
encuentra siempre más allá, en un estado infinitamente superior de
ausencia total de límites.
Precisamente, este estado de superabundancia, completamente lleno (sólo es
vacío para nosotros) y completamente imposible de contener en límite
alguno, conlleva como un salir de Sí para dar, como un desbordarse para
comunicar su plenitud, y eso es lo que constituye la Luz Infinita. Ésta es
el agente manifestante, creativo, la sustancia y la raíz última de todo,
la irradiación esencial del Absoluto. La emanación completa de esta Luz,
un estado indistinguible del Infinito mismo, llamado también Voluntad
Divina, es lo que da lugar a la primera esfera, Kéter, la Corona de la
Manifestación.
No
hay que hacerse una imagen demasiado física de la Luz, como una energía
puramente mecánica. La Luz es ciertamente la Energía, pero se trata de una
energía que también es Vida Incondicionada, Conciencia Pura, Inteligencia
Activa, Amor Omniabarcante, Poder Absoluto, Puro Gozo de Ser, Afirmación
de Sí, Esplendor Radiante, Potencia Generativa, Presencia Viva y Actual.
Estas son las Esferas o Sefirot, los arquetipos fundamentales de lo
Divino; las vasijas que contienen y transmiten la influencia divina a los
mundos inferiores; los núcleos estructurantes de todas las formas
manifestadas de conciencia, energía y materia. A partir de cada arquetipo
se configura un "universo" particular de significados, de energías, de
entes, por lo cual recibe con propiedad el nombre de Esfera, una figura
completa, perfecta y relativamente autónoma. Todas las Esferas son
infinitas y el Creador se encuentra representado en todas y en cada una.
Desde su perspectiva todo es Uno. Las diferencias son desde el punto de
vista de lo creado. Como dice el Séfer Yetsirá:
"Diez Sefirot de la Nada. Su fin está contenido en su principio y su
principio en su fin, como la llama unida a la brasa. Porque el Señor es
Único y no tiene segundo, y delante del Uno ¿qué vas a contar?"
Vamos, pues, a estudiar cada una de las Esferas del Árbol de la Vida, pero
procurando no perder nunca la visión del conjunto, para no causar ninguna
grieta o fisura en el dominio de la Unidad. Porque, como dice la
Tradición, el que separa una Esfera, considerándola como algo en sí o
independiente, es un idólatra. En otras palabras, pierde la conexión de la
Unidad, que es el Árbol de la Vida.
Sin
embargo, de momento no podemos desprendernos de nuestros modos limitados
de conocimiento, por lo que nuestro estudio tendrá que proceder por
aproximaciones sucesivas, partiendo de nuestra propia experiencia,
moviéndonos de lo conocido a lo desconocido, procurando cada vez alcanzar
síntesis más amplias, estratos más profundos. Este es, en esencia, el
método de estudio cabalístico, tal como el propio Séfer Yetsirá nos insta
a hacer:
"Diez Sefirot de la Nada, diez y no nueve, diez y no once. Entiende con
sabiduría, se sabio con entendimiento, comprueba por medio de ellas, busca
su origen, establece la esencia de las cosas y restituye al Creador a su
lugar".
En
esta primera aproximación a las Sefirot, vamos a proceder de abajo arriba,
empezando por Maljút, Reino, la décima Esfera o Sefirá, y terminando por
Kéter, Corona, la primera. Esto nos permitirá esbozar una teoría general
del desarrollo personal y trazar la primera circunferencia de esa espiral
ascendente que queremos recorrer. No pretendemos ahora un estudio
exhaustivo que podría hacernos extraviar en la selva de las
correspondencias y el simbolismo, sino más bien construir unos buenos
cimientos que nos permitan edificar sobre bases sólidas. De todas formas
algunas referencias, sobre todo al simbolismo bíblico, serán inevitables y
convenientes para que el navegante se vaya familiarizando poco a poco con
el lenguaje, los textos y el tipo de razonamiento cabalísticos. Debido a
la complejidad y densidad del tema, se recomiendan varias lecturas, tanto
de éste como de los espacios que siguen, hasta que el navegante interesado
sienta que los conceptos fundamentales están bien asentados en su mente.
También incluimos en espacios posteriores un resumen de los conceptos
clave y las características fundamentales de las Esferas que puede usarse
como referencia en la lectura de éste y de otros espacios. |
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