jueves, 10 de marzo de 2016

BLOG DE ALEJANDRO DIEPPA LEÓN

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domingo, 6 de marzo de 2016






MI CITA Y CUENTO: "NUNCA DUDES DE TU SUERTE" DEL 06 DE MARZO DEL 2016.


QUERIDO HIJO…

A VECES LA SUERTE ES TAN
INTELIGENTE
QUE PARA PONER TU VIDA EN
ORDEN
TE JUEGA UNA MALA PASADA.

MEDITA...

MEDITO LOS ZARANDEOS DE NUESTRA AMIGA Y ME DOY
CUENTA, AHORA QUE SOY VIEJO, QUE ME QUIERE TANTO QUE CUANDO NO SIGO O SEGUÍ SUS
ACERTADAS SUJERENCIAS ME JUEGA UNA MALA PASADA PARA ORDENAR UN PREVISIBE CAOS
EN MI VIDA. …

MEDITEMOS…

CUENTO:  NUNCA
DUDES DE TU SUERTE.

Hace muchos, pero que muchos años, en un lejano
bosque lleno de altos árboles y escasa luz, vivía, dentro de una profunda cueva
cavada bajo las fuertes raices de uno de aquellos altivos entes vivientes, una
familia de osos compuesta por una mamá y cuatro oseznos: Dos hembras de su
primera camada que aún eran reacias a abandonar a su madre y dos pequeñines de
siete años de su segunda camada.

Todo estaba en calma dentro de aquel cómodo y
confortable hogar que mantenía a los plantígrados ajenos a las inclemencias de
un invierno que ya había tocado a su fin además de mantener el péndulo de la
respiración de sus habitantes anudando lazos de armonía con el pasar sereno del
tiempo hasta que de pronto uno de ellos interrumpió aquella hermosa sinfonía de
lo apacible:

—Mamá,
mamá —zarandeó Nazt, el osezno más pequeño de los traídos al mundo por aquella
aletargada y perezosa gran osa grizzly.

—Ya
empezamos otra vez —dijeron, a la vez, mordiéndose el labio inferior sus dos
hermanas mayores.

—Mamá,
mamá —insistió el pequeñín presionando con la punta del hocico el vientre de su
madre e ignorando la queja de sus hermanas mayores.

La
gran osa se removió para sacudirse la molestia además de para poner orden en la
cueva y el movimiento de su cuerpo zarandeó a Cobo el otro osezno que ajeno a
la insistencia de su hermano siguió en el séptimo sueño.

—¿Qué
quieres ahora? —rugió suavemente su madre ataviada con un manto de resignación
sabiendo lo que demandaba su pequeñín desde hacía tiempo.

—Ya
sabes lo que quiero, mami.

—Lo
sé hijo, lo sé…

—¿Entonces
me dirás este año hacia dónde se fue mi padre?

La
madre no contestó y no contestó porque viajó en el tiempo, con la mente, a
aquel lugar del río donde se encontrara, por primera vez, con su amado, el
padre de todos sus hijos y gran oso que venía a visitarla, egoístamente, cada
vez que su ansia de amor la necesitaba.

El
pequeñín miró a su madre a los ojos y volvió a respetar un año más que no
respondiera a su pregunta, porque no respetar su silencio si ella lo trataba
con cariño y amor maternal, ya le contestaría algún día a su pregunta se dijo
mientras se acurrucaba bajo el espeso pelaje de su madre buscando el sueño y así
pasaron los días, ataviados éstos de un silencio placentero, hasta que llegado
el momento preciso todos abandonaron la cueva y pasito a pasito recorrieron el
profundo bosque siguiendo un camino marcado por la matriarca en busca del río
que cortaba en dos a aquel profundo bosque donde vivían en busca de los jugosos
salmones que vendrían a desovar ese año.

Una
vez llegado al lugar deseado la madre se zambulló en el agua seguida de sus dos
hijas y una vez las tres dentro, después de haberse sacudido dos veces la
cabeza, la matriarca rugió:

 —Nast, Cobo, no os mováis de la orilla y no os
acerquéis a la cascada que podéis caeros al río y la corriente os arrastrará
río abajo o peor os ahogará.

—Sí
mamá —gruñó obediente Cobo mientras su hermano, ajeno al consejo, se acercaba
al lugar no deseado por su madre y cuando está se dio cuenta le rugió con
fuerza:

—Nast
no te acerques al… —fue lo último en rugir la gran osa grizzly antes de ver
caer a su pequeño por el borde de la pequeña cascada y mientras éste caía se
lamentó de la mala suerte que había tenido tras haber pisado aquella roca sobre
la cual dudó si posar su peso para alcanzar un buen lugar al borde de la
cascada donde poder atrapar un jugoso salmón cuando éste saltara a la tanqueta
donde estaban su madre y sus hermanas.

El
torbellino de agua tras la caída, alentado por la suerte, zarandeó con fuerza
al osezno, pero éste, fiel a su naturaleza combativa y luchadora, se negó a
rendirse ante una muerte tan miserable y mientras el líquido elemento tiraba de
él hacia las profundidades él combatía, gastando por minutos sus fuerzas,
tratando de aferrarse a la vida y cuando todo presagiaba que iba a morir de
ahogamiento un gran estruendo entrando en el agua agitó la ya jadeante
naturaleza del río entonces una gran zarpa agarró al casi moribundo osezno y lo
sacó del agua a tal velocidad que cuando calló en la orilla la que había
tragado salió toda de golpe dándole el hálito de vida esperado para recuperar
el resuello, aliento y fuerzas.

—Gracias
mamá por haberme salvado la vida —gruñó lleno de felicidad mientras habría los
ojos poco a poco al sentir la presencia de quien le había dado una segunda
oportunidad para seguir meditando el mundo y cual no fue su sorpresa cuando
ante él se materializó un rostro nunca contemplado, facciones duras. Un rostro de
un congénere al que nunca había visto y con el cual nunca había hablado.

—¿Quién
eres? ¿Eres el gran Dios de los osos o un viajero que pasaba por aquí? —le preguntó
mientras redefinía el tamaño de sus pupilas para dibujar en su mente mejor la
figura de aquel gran macho de oso grizzly.

El
enorme plantígrado sonrió por primera vez en su vida y sin dudarlo le rugió con
voz potente:

—Soy
tu padre.

El
pequeño se abrazó a él y tras hablar largo y extendido con su progenitor, del
porqué de su ausencia y de sus muchas aventuras, comprendió que si la suerte no
le hubiese tratado como le trató nunca habría conocido a su padre.

Y
colorín colorado este cuento dedicado a ti, pequeño oso, ha terminado.


Alejandro Dieppa León.
Por una sociedad mejor,
Por un mundo más justo.

Derechos de propiedad
intelectual literarios y de imagen reservados al y del autor: Alejandro Dieppa
León.

domingo, 17 de enero de 2016






MI CITA Y CUENTO: "VOLVIENDO AL TEMPLO." DEL 17 DE ENERO DEL 2016.


 


QUERIDO HIJO...



PERDONA Y SERÁS PERDONADO.

RESPETA Y SERÁS  RESPETADO.
DA AL MUNDO PAZ ESPIRITUAL Y
TUS VERDADEROS AMIGOS NO SE 
APARTARÁN DE TU LADO...

MEDITA...
MEDITO...

MEDITEMOS...


CUENTO (cortito): VOLVIENDO AL TEMPLO.




Un
viajero, cansado, cuasi andrajoso, de barba profunda como profunda es
la experiencia vivida en el mundo que le ha tocado recorrer, pisa el
primer escalón del lugar donde ha elegido regresar, se reafirma en
su decisión, y seguido pisa el segundo con fuerza, ésta decisión se
consolida, y cuando reposa sobre el tercer escalón, antes de cruzar
el umbral de aquel sencillo templo, la decisión es incuestionable, la
simbología milenaria y sanadora de la puerta que pretende cruzar se lo
confirma. Seguido recorre un amplio patio cuyo piso pavimentado con
baldosas blancas y negras le recuerdan que el bien y el mal forman parte
de un todo y que el uno no podría vivir o simplemente existir sin el
otro, después entra en la primera habitación de aquella arquitectura de
la razón cuyo techo representa un firmamento sereno lleno de estrellas y
sin dudas dice al hombre que allí está:




He viajado templó el tono de su voz, por el mundo llevando cuanto de bueno habita en mi...


—¿Y qué has sacado en conclusión? —le
interrumpió su antiguo maestro que ajeno a su llegada meditaba, a
conciencia, para centrar en lo sustancial la energía de su discípulo.



Que hay mucho de bueno en el mundo, pero no lo cultivamos porque preferimos perdernos en el vacío que ir al río a llenar el cuenco de agua limpia... 


—Entiendo —Buenda, su maestro, cerró los ojos.



Que
también hay mucho mal en el mundo, pero no lo evitamos porque nuestra
debilidad no nos deja centrarnos en la solución y se regodea en el
lamento... 




—Entiendo —Buenda, su maestro, suspiró.



Y
que hay mucho de efímero, pero no lo aceptamos porque negar la realidad
de la vida nos es más fácil que enfrentarnos a su verdad... 




Buenda no habló esta vez con sus gestos y expresiones y
el silencio, cómplice con el instante y el momento, exhaló su
sustancia para dar tiempo a discípulo y maestro un hálito de
reflexión...



Y meditaron, meditaron y cuentan que ambos están aún meditando en una espiral infinita que da paz, armonía y esperanza al mundo que rodea su templo...


Alejandro Dieppa León.
Por una sociedad mejor,
por un mundo más justo.


Derechos de propiedad intelectual literarios y de imagen reservados al y del autor: Alejandro Dieppa León.

domingo, 6 de septiembre de 2015






MI CITA Y CUENTO: "EL RATÓN ANTÓN" DEL 06 DE SEPTIEMBRE DE 2015.




QUERIDO HIJO…
TODO ESCALADOR NECESITA PUNTOS DE APOYO
PARA LLEGAR A SU META.
MEDITA…
MEDITO…
MEDITEMOS...
CUENTO: EL RATÓN ANTÓN.
Érase una vez un pequeño ratón llamado Antón que vivía: con sus padres,
Constancia y Esfuerzo, sus dos hermanas mayores, Fe y Esperanza, y otro
hermano, también mayor que él y un poco impulsivo, llamado Atrevimiento,
en una pequeña ratonera construida, con mucho amor por sus padres,
dentro de una gran finca que se levantaba, orgullosa, entre un cercano
pueblo llamado Consenso y una gran montaña llamada Identidad.
Todos los días, al despuntar el alba, Constancia era la primera en
levantarse dentro del cálido hogar e ir habitación por habitación,
después de arreglarse, despertando al resto de miembros de la familia
sin el menor esfuerzo hasta que llegaba a la de Antón. 
—Vamos pequeñín que si no te levantas y desayunas rápido el micro se
marchará al cole sin ti —advertía, todos los días, la madre al benjamín
de la familia al mismo tiempo que le regalaba una batería de cosquillas y
una serena sonrisa. 
—Mami, mami, mami, mami… —repetía éste mientras se retorcía con la
intención de que su madre no siguiera haciéndole cosquillas—. Déjame
bajo las sábanas un poquito más que tengo sueño y pocas ganas de
estudiar —remataba después de que su madre parase y vuelta a empezar;
pero, más temprano que tarde, el carácter determinante y paciente de
Constancia daba sus frutos y el ratón Antón se levantaba, por voluntad
propia, se vestía y se sentaba a la mesa con el resto de la familia,
para degustar el queso que elaboraba su padre en el negocio familiar.
—¡Qué rico…! Hoy es de oveja. —Tiró la mano al más grande de los trozos
del plato central con la intención de paladearlo serenamente, pero
Atrevimiento fue más rápido que él y se lo quitó y se lo tragó en un
abrir y cerrar de ojos, después le picó el ojo derecho a su hermano
pequeño y le arremolinó el pelo con su mano izquierda. Situación que
provocó las risas entre el resto de la familia y el desánimo en el
zarandeado benjamín.
Una vez acabado el desayuno, los hermanos mayores se despidieron y se
marcharon a sus respectivos trabajos: Fe y Esperanza al molino de gofio,
Atrevimiento al club de escalada que había a los pies de la montaña
llamada Identidad y Esfuerzo a su fábrica de queso y madre e hijo, como
era habitual, se sentaron en el banco de madera que había a la entrada
de su casa, a la izquierda, a la espera del micro.
—Mamá —rompió el silencio el más pequeño de los que calentaban el banco.
—Dime hijo  —Constancia intuyó el tema de conversación.
—¿Por qué os habéis reído de mí cuando Atrevimiento me quitó y se comió el trozo de queso más grande?
 —Verás Antón —exhaló aire para dar fuerza a su argumento—. Nosotros no
nos reímos de ti, ni mucho menos, nos reímos de las cosas que hace tu
hermano. Ya sabes como es. ¿Entiendes la diferencia? —le preguntó con la
intención de resolver cuantas dudas tuviese.
—Sí  —aceptó lo dicho a regañadientes—, pero mami…
El sonido de la pita del micro cortó de un tajo la conversación entre
madre e hijo y Antón, lamiendo su frustración por no poder expresarse a
gusto, subió al micro y se sentó en su asiento de costumbre, al lado de
Leocadio, un buen amigo y compañero de clase: en silencio y con cara de
amulado.
—¡Qué callado bienes hoy! —Dijo Leocadio mientras su amigo se despedía
de su madre moviendo la palma de su mano detrás del cristal—. ¿Te pasa
algo? —Subrayó con energía.
—Sí —bruñó la frustración con el afirmativo y apto seguido contó a su amigo lo sucedido en el desayuno.
Leocadio no abrió la boca ni para decir ni “Pio” y justo cuando Antón terminó, ni corto ni perezoso, le dijo:
—Esta tarde me enseñarás el club de escalada en el que trabaja tu hermano como ya quedamos… ¿No?
Antón se tragó su frustración, porque Leocadio, son su actitud: sincera y
seca, le hizo comprender que lo que le había sucedido en el desayuno no
tenía mayor importancia. De otra manera, si verdaderamente tuviese un
problema, su amigo le había dado apoyo y ayuda para resolverlo. Como
tantas veces hiciera en el pasado. 
Llegada la tarde Antón esperaba en el club de Atrevimiento la llegada de su amigo cuando de pronto sonó el teléfono.
—Club de escalada Identidad, buenos días, dígame —contestó al teléfono la secretaria y novia de Atrevimiento.
—Buenas tardes, soy la madre de Leocadio y llamo para informar a Antón
que éste no puede ir porque se ha hecho un esguince de pie. ¿Se lo puede
decir? 
—No se preocupe señora —la voz sonó cordial y seductora—. Yo se lo digo y que se mejore.
Cordura, la novia de Atrevimiento, buscó por todo el club a su futuro
cuñado y lo encontró contemplando la gran montaña llamada Identidad.
—Antón. Leocadio no vendrá hoy porque se ha hecho un esguince en el pie —informó cuando estuvo a su lado. 
—Pues vale —se consagró a la resignación y el aburrimiento.
—Impone verdad —acentuó Cordura con su habitual voz serena apiadada por la mirada perdida de Antón—. Sabes una cosa…
—¿Qué?
—Muchos suben esa montaña por creer que así son mejores que los demás,
otros para demostrarse a sí mismos que pueden y los auténticos de
corazón la suben por lo que la tienen que subir…
—¿Y cuál es esa razón? —sintió curiosidad.
—La de encontrar la propia identidad y madurar como persona. Dos cosas
con las que consigues un mayor respeto de los que te rodean, pues si te
ven que te esfuerzas por madurar todos te respetarán por lo que
expresas. 
El ratón Antón meditó, después de marcharse Cordura, lo que ésta le
había dicho y resolvió que si subía aquella montaña Atrevimiento le
tendría más respeto, por eso, siguiendo un irrefrenable impulso, caminó
hacia la montaña llamada Identidad y cuando estuvo a sus pies buscó un
punto de apoyo para subir aquella pared: Fría, lisa y vertical.
Frustrado por no poder subir a la cima de la montaña volvió al club.
—¿A dónde vas chiquitín? —Le sorprendió su hermano de regreso.
—A  casa —Atrevimiento no percibió hostilidad por lo sucedido esa mañana, pero si frustración.
—¿Y que intentabas hacer a los pies de la montaña? —preguntó conociendo
la respuesta ya que lo había estado vigilando en todo momento tras haber
sido avisado por Cordura de que iba camino de la montaña.
—Pues subirla —sonó maduro y fuerte—, pero no he podido porque por donde
he ido solamente he encontrado una pared: Fría, lisa y vertical.
Atrevimiento se dio cuenta de la mejor manera que podía ayudar a su
hermano a madurar y sobre la marcha planificó su estrategia y después le
dijo:
—¡Sabes Antón! —moduló el tono para no sonar ni serio, ni jovial, ni paternal.
—Tú dirás.
—Yo conozco la manera de escalar esa montaña…
—Claro como ya la has subido muchas veces la conoces —presintió una nueva burla de su hermano.
—Tienes razón  —interrumpió deliberadamente éste— y así es —Antón notó,
por su respuesta y tono de voz, que Atrevimiento no le tomaría el pelo—,
pero lo que te quiero explicar es cuál es la mejor manera y la más
segura de hacerlo.
—De verdad.
—Pues dímela ya, dímela ya…
—Escucha —Atrevimiento cortó de un tajo la insistencia—. Si
verdaderamente quieres escalar esa montaña yo te ayudaré a subirla tú
solo, pero tú me tienes que prometer que me harás caso en todo lo que te
diga: sin rechistar. Estás de acuerdo —Le extendió su mano derecha para
firmar un pacto no escrito y su hermano se la estrechó con fuerza—.
Pues bien Antón mi primera enseñanza es que te vuelvas a casa y aprendas
 estas tres cosas: a obedecer, a calmar la ansiedad y a estudiar.
Porque si aprendes a obedecer sacarás un mejor provecho del que te
enseña, porque si calmas tu ansiedad alcanzarás la paz necesaria que se
necesita en la escalada y porque si estudias lo suficiente y más
alcanzarás un conocimiento que te ayudará a moverte con más soltura por
tu entorno. ¿Entiendes lo que te quiero decir?
—Sí —y sin mediar palabra se dio la vuelta y se marchó.
—¿Antón dónde vas? —Preguntó su hermano temiendo que esté rompiera tan pronto el pacto.
—Pues a casa a estudiar —sonó firme y sincero—. ¿No forma parte eso de
mi entrenamiento para subir a la montaña? —preguntó sin volver la
espalda, mientras seguía caminando.
Atrevimiento valoró positivamente la respuesta y la determinación de su
hermano y por ello antes de marcharse le quiso hacer un regalo.
—Espera Antón —la voz de su hermano paró en seco la marcha del pequeño—.
Como veo que has comprendido lo que te quiero decir empecemos con las
clases y tu primera clase será aprender a ponerte y quitarte el arnés de
escalada… 
Aquel inesperado premio alentó al ratón Antón a seguir viniendo al club y
poniendo en práctica los consejos dados por su hermano y pasado un mes.
Cuando ya sabía ponerse y quitarse el arnés y el tipo de cuerda que
tenía que emplear para escalar quiso ir a la montaña, sin decirle nada a
éste, para poner en práctica todo lo aprendido; pero al ponerse frente a
ella volvió a encontrarse con el mismo problema de la primera vez. La
montaña de la identidad no le mostraba ningún camino que no fuese su
desnuda pared: Fría, lisa y vertical.
—¿No te lo pone fácil verdad? —Cordura y Atrevimiento aparecieron por sorpresa.
—Sí.
—Y si no puedes subir. ¿Qué harás? ¿Marcharte o seguir intentándolo? —Dijo Atrevimiento.
—Intentándolo pero con vuestra ayuda y consejos…
La veterana pareja de escaladores sonrieron.
—Sabes que lo que te falta para subir la montaña son los puntos de apoyo…
—Claro que lo sé, pero por más que le doy vuelta no los encuentro…
—Mira Antón —Cordura se acercó a él—. Si me prometes en estos tres meses
que quedan hasta final de curso seguir como hasta ahora y además
aprobar el trimestre y el curso con buena nota: Yo y tu hermano te
diremos donde se encuentran los puntos de apoyo necesarios para subir a
la montaña. ¿Hace? —Le extendió su mano derecha para firmar un pacto no
escrito como hiciera su hermano tiempo atrás y éste se la estrechó con
fuerza.
Pasados los meses la familia y entorno de Antón notó un cambio profundo
en él: porque se había vuelto más obediente para con todo aquel que
tuviera algo provechoso que enseñarle, porque había aprendido a calmar
su ansiedad al no dejar que los problemas diarios le sobrepasasen y
porque se había vuelto un estudiante ejemplar: tanto en la escuela a la
que iba con Leocadio como en el club de escalada.
Y llegado el día esperado Antón se colocó el arnés, se puso al hombro la
cuerda necesaria para llevar a cabo su misión y cual no fue su sorpresa
cuando, tras mucho buscar, encontró una parte de la pared donde se
habían colocado puntos de apoyo artificiales que le garantizaban una
ruta segura de acceso a la montaña llamada identidad. Puntos de apoyo
que llevaban escrito en letra legible: “Si has llegado hasta aquí es por
tu esfuerzo sigue adelante hasta alcanzar la meta. Tú puedes hacerlo”.
El ratón Antón siguió la ruta marcada, bajo la atenta mirada de sus
instructores que lo observaban desde un cercano lugar, a escondidas, y
al llegar a la cima sintió un regocijo y una paz que no había sentido
nunca y comprendió en ese momento que: con constancia y esfuerzo, con fe
y esperanza y con mucha cordura y un poco de atrevimiento todo lo que
se propusiese en su vida podría lograrlo.
Y colorín colorado este cuento se ha terminado.


Alejandro Dieppa León.
Por una sociedad mejor,
por un mundo más justo.


Derechos de propiedad intelectual literarios y de imagen reservados al y del autor: Alejandro Dieppa León.

domingo, 30 de agosto de 2015






MI CITA Y CUENTO: "EL LEÓN Y SU COMPAÑERA" DEL 30 DE AGOSTO DE 2015.


QUERIDO HIJO...



UN LEÓN PUEDE MATAR A UNA HIENA Y HASTA DOS,
PERO LO QUE NUNCA PODRÁ, EL SÓLO,

ES CON TODA UNA MANADA.
CUENTO: EL LEÓN Y SU COMPAÑERA.
Un león que había llegado a la madurez emprendió la tarea de formar una
manada y para ello buscó una hembra en la extensa llanura, de pronto, un
soleado día, escuchó en la lejanía el rugir de una leona que le
respondió que sí a su propuesta; pero cuando iba a su encuentro se topó
de frente con una hiena que, ni corta ni perezosa, le cortó el paso. El
León le dijo: "que se apartara", "que tenía prisa por encontrarse con su
compañera", más ésta se negó mientras le advertía que de insistir en su
actitud llamaría a sus hermanas y le darían muerte. El rey de la selva
soltó una fuerte carcajada y salió corriendo tras la hiena mientras ésta
pedía socorro a su clan y minutos antes de que las nombradas con tanta
fuerza llegaran el león le dio muerte a la más imprudente de ellas.
Llenas de rabia las apestosas hienas rodearon a aquel guerrero melenudo y
otra de ellas le atacó por la espalda, pero veloz como el rayo el rey
de la selva se dio la vuelta y de un certero zarpazo la mató, momento en
el que todas se abalanzaron, a la vez, sobre de él y entre mordidas y
zarpazos, cuando todo presagiaba la muerte de aquel orgulloso león entró
en la brega -lucha- la leona que había aceptado su propuesta
matrimonial. 
Aquella inesperada aparición equilibró las fuerzas enfrentadas y la
pareja de leones expulsó de aquel territorio a tal pandilla de
carroñeras y juntos, después de curar sus heridas, formaron una
prolífica extirpe que perpetuó la memoria de su hazaña en el tiempo. 
Alejandro Dieppa León.
Por una sociedad mejor,
por un mundo mas justo...



Derechos de propiedad intelectual literarios reservados al y del autor: Alejandro Dieppa León.

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