viernes, 11 de marzo de 2016

Conjunto arqueológico de Bilbilis (Calatayud – Zaragoza) | Terrae Antiqvae

Conjunto arqueológico de Bilbilis (Calatayud – Zaragoza) | Terrae Antiqvae









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Conjunto arqueológico de Bilbilis (Calatayud – Zaragoza)


Conjunto arqueológico de Bilbilis (Calatayud – Zaragoza)

Por Manuel Martín-Bueno y J. Carlos Sáenz Preciado

La
vinculación del MVNICIPIVM AVGVSTA BILBILIS1 con la actual Calatayud es
correcta con matices, ya que el despoblado bilbilitano se encuentra a
orillas del río Jalón, aguas abajo de la actual Calatayud, a unos cinco
kilómetros de distancia por la carretera de Calatayud a Soria. A sus
pies se levanta Huérmeda, barrio pedáneo de Calatayud, algunas de cuyas
casas se construyeron con piedra procedente de Bilbilis.

Bilbilis
se ubica en la zona crítica del límite de fosilización terciaria. Se
trata de un terreno paleozoico pizarroso formado por materiales que se
exfolian fácilmente, situado en el extremo de la fosa de Calatayud
caracterizada por la presencia de formaciones de calizas, margas y
yesos. En la comarca aparecen esporádicamente algunos conglomerados
oligocenos, siendo el color rojizo que presenta el terreno una
consecuencia de los óxidos férreos que acompañan a las pizarras.

El
emplazamiento de la ciudad es singular, al dominarse desde las cumbres
de Bámbola un amplio territorium al presentar una elevación media de
unos 200 m. sobre el nivel del río Jalón, encontrándose casi
completamente rodeado por dos de los ríos, el ya mencionado Jalón, sin
el que Bilbilis no sería la misma, y el río Ribota en su confluencia con
el anterior, precisamente a los pies de la ciudad por su lado norte.

Desde
lejos la ciudad debió tener un aspecto imponente y a la vez pintoresco,
encaramándose en la ladera de Bámbola, con sus tres cumbres, la propia
Bámbola (709 m.), San Paterno (701 m.), en recuerdo del obispo
bilbilitano, y Santa Bárbara (629 m.) en la que también existió una
ermita instalada en los criptopórticos de la fachada sur del foro, que
pervivió hasta comienzos de este siglo, aunque ya como un corral.

La
contextura geográfica del terreno presenta las dos máximas alturas que
acabamos de mencionar en la zona norte, desde donde el terreno desciende
hacia una llanura interior central, hoy muy colmatada por el arrastre
erosivo, a la que el Conde de Samitier denominó como «Campo de los
camafeos» ante el elevado número de ellos que aparecían en el lugar
durante las labores agrícolas. Desde esta zona el terreno presenta la
peculiaridad de configurarse a modo de dos espolones, uno el que origina
la cima de San Paterno en la parte oriental y el otro en la zona
central denominada como Santa Bárbara.

Ambos puntos, Santa
Bárbara y San Paterno, también aquí con una ermita al santo, instalada
en una sólida y maciza cisterna romana, pone en manifiesto esa
inveterada costumbre cristiana de santificar los lugares paganos con
advocaciones religiosas de sustitución. En este caso Santa Bárbara en el
foro y San Paterno vigilante desde sus encumbrados riscos del camino
del Jalón que discurría a sus pies y centinela de los vecinos y tierras
de Huérmeda a cuya vista queda de forma permanente y a cuya protección
se acogen.

La parte norte y este forma una vertiente escarpada de
caída vertical hasta el nivel del río Jalón haciéndolo inexpugnable
ante lo infranqueable de su configuración rocosa. Por el sur hallamos el
ya mencionado Barranco de los Sillares, cuya denominación deriva de la
abundancia de elementos constructivos acumulados en el lugar fruto de la
fuerte erosión sufrida en la zona. Tampoco hay que descartar que su
nombre esté relacionado con el camino utilizado por los extractores de
piedra en la Edad Media.

Finalmente la zona oeste presenta un
relieve más suave en dirección descendente hacia los montes vecinos
desde los que se accedía a la vega en la que las prospecciones
arqueológicas han hallado diversas villas y asentamientos menores
romanos.

La configuración montañosa de la zona ha sufrido serias
modificaciones al presentar las laderas profundos aterrazamientos
agrícolas en época moderna. Debido a la acción erosiva de los diversos
agentes, no sólo atmosféricos, sino también humanos, se ha originado una
potente acumulación de tierra en la parte más baja del terreno, tal es
el caso de la parte central, dificultan notablemente las tareas de
excavación, al localizarse las estructuras bajo varios metros de
sedimentos.

El estado actual del terreno presenta un aspecto
agreste que se impone dominando toda la zona media del Valle del Jalón,
controlando el paso natural entre la Meseta y el Valle del Ebro. Aspecto
actual que no debe diferenciarse mucho del que conoció Marcial y que le
llevó a calificarlo como «acri monte».

La ciudad ocupaba
aproximadamente una extensión de 30 hectáreas, correspondiendo por lo
tanto con una ciudad de tamaño medio de carácter provincial, aunque no
todo el solar debió estar edificado por lo escarpado de algunas zonas
que imposibilita la edificación. Pero esa imagen pintoresca de las casas
encaramadas sobre la montaña debió sin duda alguna ser superado por la
admiración que despertaría su monumentalidad, y es que la ciudad estaba
diseñada para ello, al menos desde que Augusto, quien decidiera
promocionar las ciudades hispanas y nuestra Bilbilis entre ellas.

La
ciudad contaría con dos únicos accesos ya que la orografía no permite
más, el principal que arrancaría desde las proximidades del actual
cementerio de Calatayud cuyo trazado final se corresponde con el actual
acceso al yacimiento y un segundo camino que transcurriría por el
denominado Barranco de los Sillares. Los accesos se verían favorecidos
por un puente mediante el que se atravesaría el río Jalón del que en la
actualidad no queda resto alguno, tal vez situado en las proximidades de
Torre de Anchis, de cuya existencia no hay que dudar, ya que no tendría
sentido que una ciudad ubicada entre otras razones en función de su
localización estratégica con respecto a las tierras circundantes, se
viera mediatizada en su acceso por la falta de un puente sobre el Jalón.

Nos
encontramos por lo tanto con una pequeña ciudad provincial que alcanzó
un aceptable desarrollo y nivel de vida, en torno a la que se
jerarquizaba todo un amplio territorio, dependiendo a su vez de la
capital del conventus, Caesaruaugusta. El desarrollo de la ciudad estuvo
vinculado al control que ejercía sobre los accesos a la Meseta por la
vía del Jalón, y viceversa, convirtiéndola en un centro económico de
primer orden.

Las fuentes clásicas

Las fuentes clásicas
que la mencionan son ciertamente escasas y poco extensas, si exceptuamos
las referencias que a ella realiza Marco Valerio Marcial que, como
oriundo de Bilbilis, le presta mayor atención. Estrabón en Geografía
(III,4, 12-13) tomadas en parte de Posidonio, Plinio el Viejo, en su
Naturalis Historia (I, 34, 14; III, 3, 4) y Ptolomeo (Geografía, II, 6,
33) tienden a presentar reiteraciones de los tópicos clásicos en los que
se alude a su pertenencia a la región de la Celtiberia, tribu, riquezas
y poderío en armas y caballos, propiedades del agua, status jurídico,
fisonomía de la ciudad, etc.

A finales del s. IV contamos con los
pasajes de la correspondencia que mantuvieron entre los años 390-394,
Ausonio y Paulino de Nola en la que se encontraron una serie de
menciones de la ciudad. En esta correspondencia Ausonio (Ep., 29, 50-61)
(Carm., X, 223-4) se queja a su amigo Paulino, que vive en Hispania, de
no recibir noticias suyas, acusándole de vivir en un país inhóspito,
árido y desolador. Refiriéndose a Bilbilis como, después de destinar
otros calificativos a Calagurris e Ilerda, «ergo meum patriaeque decus
columenque senati Bilbilis» y «Bilbilim acutis pendentem scopulis».
Posteriormente, Paulino se defiende de las acusaciones de su amigo
apareciendo citada Bilbilis como Birbilis.

De cualquier manera,
será gracias a Marcial a quien debemos el mayor número de referencias
conocidas sobre Birbilis, principalmente descripciones detalladas de la
ciudad y de su región, así como de la celtiberia y de la toponimia de la
zona. A través de sus obras podemos reconstruir la fisonomía particular
de la ciudad, menciones como «Altam Bilbilim», «pendula quod patriae
visere tecta libet...», o referencia a la fama de sus armas y caballos
«equis et armis nobilem», a sus fuentes o manantiales «decerna placabit
sitium et Nutha», junto a diversos comentarios dedicados a las
ferrerías, a las auríferas aguas del Jalón e incluso a la situación
jurídica de la ciudad «Municipes Augusta... Bilbilis acri Monte creat»,
las que en cierto modo nos permiten imaginarnos el aspecto que tuvo la
ciudad (Epigramas, I, 49; IV, 40 y 41; X, 20, 96, 103, 104; XII, 3, 18,
21).

Finalmente Justino (XLV, 3, 8) y San Isidoro (Ethymologiae,
XVI, XX-XXI) retomando las fuentes antiguas, cierran las menciones
clásicas de la ciudad, sin bien la última reseña que conocemos referida a
Bilbilis se encuentra en el Anónimo de Rávena del s. VII, mencionándose
junto a otras ciudades como Nertobriga, Arcobriga, Cesada y Areucia,
todas ellas relacionadas con la vía romana.

El Itinerario
Antonino cita a Bilbilis como la III mansión de la vía
Caesaraugusta-Emerita y la V de la vía que desde Tarraco seguiría el
camino Ilerda-Caesaraugusta-Nertobriga-Bilbilis. En la ruta Alio Itinera
ab Emerita Caesaraugusta (It.Ant. 436, 1-438, 1) que cruzando toda la
meseta aparece como la mansión XII de la vía
Emerita-Toletum-Caesaraugusta; XVII de la vía
Emerita-Fuenllana-Caesaraugusta; XIV de la vía Asturica-Caesaraugusta y
XXVI de la vía Emerita-Caesaraugusta.

Historiografía e historia de las excavaciones

No
cabe la menor duda de que la mención de Bilbilis en las fuentes
clásicas y sobre todo el hecho de ser la cuna de Marcial sirvió de
inspiración desde antiguo a gran número de escritores que como Escuelas
(1661), Pérez de Nueros (17??), Cos y Eyaralar (1845) o viajeros de paso
como Labaña (1611) entre otros, dedicaron, con mayor o menor fortuna,
parte de su obra a esta ciudad.

La proximidad de Calatayud
estableció entre ambas ciudades una estrecha relación, motivando que
cualquier historia o referencia a esta ciudad de fundación árabe,
siempre estuviese iniciada con alguna mención sobre la antigua Bilbilis,
remontándose la primera referencia escrita de época moderna a 1575,
cuando Ambrosio de Morales publica Las antigüedades de las ciudades de
España. Posteriormente Martínez de Villar (1598) realiza un tratado
local de las antigüedades y varones ilustres de la zona: Tratado del
patronato, antigüedades, gobierno y varones ilustres de la ciudad y
comunidad de Calatayud y su arcedianado.

Con el paso del tiempo,
el nacimiento del coleccionismo, como un intento de rescatar el mundo
clásico que tan insistentemente era buscado por el hombre humanista de
la época, motivará la aparición de las primeras colecciones, de ahí que
Bilbilis no pudiera permanecer ajena a este rescate material del pasado.
Es entonces cuando los jesuitas García y Gasca durante su estancia en
Calatayud entre 1750-1765, realizaron excavaciones en la zona. La
creación de una colección, perdida tras la expulsión de la Orden, con
materiales, inscripciones y monedas recogidas parecen indicar que sí,
aunque no han quedado ni menciones, ni rastros de su actuación.

Las
primeras noticias que tenemos con toda seguridad de una «excavación» se
remontan a D. Carlos Ram de Viu, Conde de Samitier, que entre 1900-1910
realizó una serie de trabajos en puntos indeterminados de Bilbilis.
Fruto de ello y de otras muchas excavaciones realizadas en la comarca,
nació una colección privada muy mermada por el paso del tiempo que tras
su muerte, y después de una serie de vicisitudes negativas, una mínima
parte se integraría en el Museo Municipal de Calatayud, mientras el
resto sería diseminada por sus herederos, llegando finalmente un pequeño
lote al Museo Provincial de Zaragoza.

Si bien los resultado de
las excavaciones del Conde de Samitier fueron más bien escasos, de
particular relevancia fueron los sondeos efectuados por Narciso
Sentenach en 1917. Pese a que estos trabajos fueron muy limitados en su
duración, se pudo determinar la zona de Santa Bárbara como el lugar de
ubicación del templo. Igualmente se excavó en la zona del teatro y en
otros sectores de la ciudad, muralla y accesos, lo que le permitió
establecer una serie de descripciones, algunas de ellas algo
fantasiosas, de la organización de la ciudad, plasmadas posteriormente
en un plano con grandes imprecisiones a la hora de ubicar en el terreno
los principales edificios de la ciudad, así como el trazado de sus
murallas.

A lo largo de 1933, Adolfo Schulten, junto al general
Lammerer, efectuaron una serie de exploraciones, tal vez pequeños
sondeos, de los que no quedó constancia, limitándose a una
interpretación visual de los restos que afloraban por todo el yacimiento
y a la repetición de los tópicos ya conocidos, mencionando un plano hoy
perdido, sin que nos haya quedado documentación de las estructuras por
él excavadas. Buena parte del tiempo que estuvo en la comarca, lo dedicó
a la recogida de materiales arqueológicos, destacando los numismáticos,
hoy en paradero desconocido.

Con posterioridad a las
excavaciones de Schulten no se tiene noticia de ninguna otra
intervención arqueológica en Bilbilis. Tan sólo se recogen comentarios
de apariciones de objetos aislados durante las labores agrícolas que
fueron a incrementar las colecciones de los eruditos locales de la
época, poseedores de colecciones privadas, la mayor parte de ellas
desaparecidas.

No podemos finalizar este apartado sin referirnos a
los trabajos de J. M. López Landa, M. Rubio y M. Dolç, que de una u
otra manera tocaron diversos aspectos de la ciudad, o en su caso
estudiaron y se refirieron a Marcial.

La fase moderna de las
excavaciones comenzó en 1971 con los trabajos de Manuel Martín-Bueno,
que fueron precedidos por una campaña sistemáticas de prospecciones
iniciadas en 1965. Los trabajos han perdurado de casi sin interrupción
hasta hoy en día, pudiéndose establecer tres fases o épocas de trabajo
según el tipo de investigación realizada.

- Primera fase
(1971-1975). Tenía como objeto determinar, mediante una amplia serie de
sondeos, la situación del foro, así como delimitar en todo lo posible el
mayor número de estructuras publicas y privadas, al igual que su estado
de conservación. En estos primeros sondeos se localizaron y delimitaron
las excavaciones y sondeos realizados por N. Sentenach y A. Schulten a
principios del presente siglo.

- Segunda fase (1976-1989). Se
puso al descubierto la práctica totalidad de la zona monumental del foro
y zona oriental del teatro, un conjunto termal, ninfeo, varias
estructuras privadas, realizándose paralelamente una importante labor de
consolidación y posterior cubrimiento de alguno de los edificios.

-
Tercera fase (1996-2004). Los trabajos se están centraron en los
sectores urbanos de carácter privado de la ciudad, poniendo al
descubierto varias insulas en las proximidades de las termas. De la
misma manera, en el 2002 se inició la excavación de un gran edificio
público, dispuesto en sucesivas terrazas, de difícil identificación
hasta el momento.

Bibliografía Historiográfica

1575: Ambrosio de Morales. Las antigüedades de las ciudades de España. Alcalá de Henares (Madrid).
1598:
M. Martínez del Villar. Tratado del patronato, antigüedades, gobierno y
varones ilustres de la ciudad y comunidad de Calatayud y su
arcedianado. Zaragoza.
1611: Juan Bautista Labaña. Itinerario del Reino de Aragón. Zaragoza. (Pub. en 1895).
1615: Lope Vazquez de Figueroa. Bilbilis Ejus Descriptio (manuscrito).
1645: V. J. de Lastanossa. Museo de medallas desconocidas españolas. Huesca.
1650?:
Baltasar Gómez de Cádiz. Antigua y nueva Bílbilis cabeza de la
Celtiberia, principio de la primera restauración de España.
1661: Fray Jerónimo Escuela. Elogium bilbilitanorum.
1799/1700:
J. Miguel Pérez Nueros. Historia, antigüedad y grandeza de la muy Noble
Augusta ciudad de Bílbilis en lo antiguo y en lo moderno la Fiel y Leal
ciudad de Calatayud. (manuscrito).
1750?: M. Monterde. Obra perdida. Es conocida por citas de terceros autores.
1791/1792: J. Traggia. Aparato a la Historia eclesiástica del Reino de Aragón. Madrid.
1832: Juan A. Cea Bermúdez. Sumario de las antigüedades romanas que hay en España. Madrid.
1845: Mariano Cos y Felipe de Erayalar. Glorias de Calatayud y su antiguo partido. Zaragoza.
1869: A. Hübner. Corpus Inscriptionum Latinarum. Vol. II, Berlín.
1876: Delgado A. Nuevo método de clasificación de las medallas autónomas de España. Sevilla.
1880-1883: Vicente de La Fuente Historia de la siempre augusta y fidelísima ciudad de Calatayud, Zaragoza.
1897-1898: Aemilius Hübner Supllementun C.I.L. II, en Eph., Ep., VIII-IX, Berlín.
1896: José María López Landa. Cerámica en Bilbilis. Juegos Florales de Calatayud, (Sin Publicar).
1907: Carlos Ran de Viu. «Troballes del Comte de Samitier a Calatayud», A.I.E.C. Barcelona.
1918: Narciso Sentenach. «Excavaciones en Bílbilis en 1917», M.J.S.E.A. n.º 3. Madrid.
1924/1925: Antonio Vives Escudero. La moneda hispánica. Madrid.
1934: Adolfo Schulten. Bilbilis la patria de Marcial. Zaragoza.
1946: José Galiay Sarañana. La romanización en Aragón. Zaragoza.
1946: Jose María López Landa. Bílbilis y sus amigos. Zaragoza.
1947: Jose María López Landa. Historia sucinta de Calatayud. I Edad Antigua. Zaragoza.
1948?: H. Doisy. Etude sur la cité romaine de Bilbilis. (Inédita).
1952: Mariano Rubio Vergara. Calatayud, historia, arte y costumbre. Zaragoza.
1953: Miguel Dolç. Hispania y Marcial. Barcelona.
1954: Miguel Dolç. «El nombre de Bílbilis». P.S.A.N.A., 5. Zaragoza.
1954: Miguel Dolç. «Semblanza arqueológica de Bílbilis», A.E.A. 27. Madrid.
1954: Mariano Rubio Vergara. «La arquitectura en Bílbilis», Caesaraugusta, 4. Zaragoza.
1968: Germán López Sampredro. «Para la carta arqueológica del término municipal de Calatayud», Caesaraugusta, 31-32. Zaragoza.
1975: Manuel Martín-Bueno. Bilbilis Estudio Histórico-Arqueológico. Zaragoza.

Historia de la ciudad

De
la primitiva ciudad indígena sabemos muy poco. Nacida como heredera de
una ciudad indígena, Bilbilis era capital de los lusones aunque la
escasez de restos de la ciudad anterior bajo el suelo del mvnicipivm
augusteo ha hecho dudar de la continuación de emplazamiento o pensar en
una transdvctio por el momento difícilmente demostrable.

Conocemos
de forma vaga que el emplazamiento indígena existente en el lugar, hoy
muy transformado y alterado por las obras posteriores de época augustea,
debió situarse en las alturas del cerro de Bámbola y parte del de San
Paterno, como parece desprenderse de los materiales preaugusteos
aparecidos en los niveles inferiores de la muralla, extendiéndose parte
del primitivo asentamiento por la zona central de la ciudad romana,
transformada totalmente después de constituirse como municipio romano
tras la reforma augustea, teoría que parece confirmarse con la aparición
de estructuras fechadas en los siglos II y I a. C. bajo las domus
excavadas en el denominado Barrio de las Termas.

Hemos de
considerar que la ciudad ya tenía desde antiguo una larga tradición de
contacto con Roma por haber sido testigo y partícipe primero de las
Guerras Celtibéricas, momento en el que debió de caer bajo la influencia
romana, convirtiéndose en punto de apoyo para la toma de Numancia en el
133 a. C. y posteriormente de las Guerras Sertorianas, al mencionar las
fuentes antiguas su toma por Sertorio en torno al 77 a. C. por lo que
se puede intuir que en esos momentos era una ciudad «adicta» a la
administración oficial. Posteriormente, las mismas fuentes mencionan
cómo en sus inmediaciones entablaron combate Sertorio y Metelo en el 74
a. C. siendo derrotado el primero, lo que supuso la «normalización» de
la zona según Apicio.

Este precoz contacto con Roma debió
facilitar notablemente la gradual adaptación a las costumbres, cultura y
elementos materiales del mundo romano, lo que posibilitó que se viese
como algo normal la gran reforma urbana realizada en la primera mitad
del s. I d. C., fruto de la cual son el foro y el teatro y que supuso
que la ciudad alcanzase su máximo esplendor, manteniéndose cierto vigor a
lo largo de todo el siglo tras retomarse las reformas, o finalizar las
anteriores, en época flavia, tanto en los edificios públicos como en los
privados.

Durante el s. II d. C., las sucesivas excavaciones
realizadas han permitido constatar como se mantiene el auge de la
ciudad, especialmente en su primera mitad, en la que se han documentado
diversas obras en época de Trajano. A finales de siglo se aprecia un
cierto decaimiento que se acentuará notablemente en el s. III, sin que
se pueda explicar este hecho por la llegada de algún núcleo invasor, ya
que hasta el momento, en ninguno de los sectores excavados de la ciudad,
se ha constatado una destrucción violenta de la ciudad, por lo que nos
encontramos más bien en un abandono gradual y pacífico condicionado por
la crisis económica y social generalizada en la Península.


Actualmente las excavaciones no han podido resolver el problema de la
ciudad en época tardía, aunque parece mantenerse cierto poblamiento
residual durante los siglos IV-V, como parece atestiguado por el
intercambio de correspondencia entre Ausonio y Paulino de Nola, así como
por la presencia de un pequeño lote de sigillatas tardías. Esta
población tardía parece concentrarse en torno al foro y el teatro,
compartimentando y amortizando sus estructuras.

Posteriormente
hay un abandono generalizado de la ciudad hasta que en un momento
impreciso de la Edad Media, s. XII o s. XIII se produce un limitada
reocupación del solar, según lo atestigua la necrópolis medieval
excavada en la zona baja del oro, sin que ésta alcanzase gran
importancia.

Posteriormente la ciudad, desde el s. XVI, se
convierte en una gran cantera de extracción de material para la pujante
Calatayud. Se desmontaron sus edificios más monumentales como el foro y
el teatro, levantándose con su piedra la Iglesia de San Juan el Real, El
Seminario de Nobles, El Colegio de los Jesuitas, etc. incluso en 1877
su piedra sirvió para la construcción de la actual plaza de toros.

Bilbilis. Una ciudad romana en el Jalón

Bilbilis
como otras tantas ciudades provincianas es un centro comarcal
indiscutible de la vida política, administrativa, económica y social
desde que adquiere ese carácter en época de Augusto. Es la meca social y
cultural, un lugar adecuado para desarrollar determinadas actividades
que estaban vedadas por su propia configuración a los núcleos indígenas
no urbanizados, progresando con rapidez respecto al resto de ciudades
del entorno.

El Municipium Augusta Bilbilis tal vez sea uno de
los más representativos por varias razones. Por un lado, es un núcleo
antiguo con densa historia, y, por otro, había alcanzado unas cotas de
transformación urbana muy altas en poco tiempo, no sin sufrir al mismo
tiempo las consecuencias de un crecimiento quizás excesivo para su
propia capacidad de desarrollo económico.

La urbanizacion de la ciudad

Las calles

El
trazado de las calles y espacios urbanos bilbilitanos, estaba
condicionado por la propia orografía del terreno y por la distribución
interna que se hizo de espacios monumentales públicos y espacios
privados.

La parte central de la ciudad quedó reservada para el
conjunto monumental principal, el foro y el teatro. Hacia este lugar
convergían los dos caminos principales de acceso que partían de las
puertas que se abrieron en sus murallas, una en la parte baja de la
ciudad flanqueada por sendas torres que se ubicaba junto a la vega del
río Jalón, conducía por una calle empinada, que dejaba a ambos lados
ricas domus y un templo de orden jónico. La otra venía por el enlace
desde la vía principal y tras remontar mediante curvas y pendientes
desde el río, alcanzaba en llano a la puerta próxima al teatro, también
flanqueada por torres, facilitando así la llegada a los espectáculos de
los vecinos de localidades comarcanas y a los habitantes de las villas
que sin duda rodeaban la ciudad.

En el interior de la misma las
calles respondían a un trazado regulador y en la compleja distribución
en terrazas todavía pueden apreciarse aquellas que servían para acomodar
viviendas y aquellas otras que constituían vías de tránsito. Al ser
frecuentes las cuestas, la comunicación entre terrazas se realizaba
mediante rampas útiles al tránsito de personas y vehículos mediante un
trazado serpenteante adaptado a la ladera de los cerros. Éstas serían
las vías principales en el interior de la ciudad, dispuestas por tanto
de acuerdo con la propia disposición natural, mientras que otras calles
perpendiculares a éstas conformaban las manzanas de viviendas,
permitiendo aislarlas y comunicar calles paralelas generalmente situadas
a diferente cota o altitud. Estas calles perpendiculares a las
anteriores serían utilizadas preferentemente por peatones dada su mayor
pendiente, facilitando este tránsito por medio de algunas escaleras a
ambos lados de las mismas, según hemos documentado en el barrio de las
termas o Insula I.

La anchura de los viales variaba según su
importancia, pero, debido a la complicada orografía, es previsible que
sólo los principales permitiesen el cruce de vehículos en dirección
opuesta. En algunos casos se hallaban pavimentadas con grandes losas
irregulares de piedra caliza, como la descubierta en la parte central de
la ciudad (Sector C. II) posiblemente el cardo máximo que uniría la
zona de las termas con la del foro, o como la rampa de acceso al foro,
ambas actualmente tapadas para posibilitar su conservación.

Otras
calles tienen la roca firme por solera, como la que recorre la zona
superior del Barrio de las Termas, mientras las más sencillas son de
tierra apisonada mezclada con piedra machacada, igualmente resistente en
su momento, pero muy degradas en la actualidad. Se han documentado
piedras pasaderas en algunas calles, para comodidad de los viandantes
más que por problemas de lluvias que en Bilbilis debían evacuarse con
gran facilidad dadas las pendientes acusadas en toda la ciudad.

En
el caso de las escalinatas, éstas generalmente fueron de bloques de
yeso bandeado de fácil talla, lo que generó un gran desgaste de uso y
que, en la mayoría de los casos, se desmontaron para reutilizar sus
escalones en otras construcciones, como se pudo apreciar en la
descubierta en las proximidades de las termas con cuyos escalones se
llegó a tapiar la calle previsiblemente en el s. III, coincidiendo con
la transformación de este edificio en viviendas y almacenes.

El foro

La
ciudad como consecuencia de su nueva condición jurídica acomete una
gran obra de modificación estructural que va a convertir aquel núcleo
provinciano en un fiel exponente de las nuevas ideas que trae la
administración romana.

El foro bilbilitano se edifica arrasando
una zona de viviendas de época cesariana, y tal vez otros monumentos
anteriores, de las que se hallaron restos de estructuras, materiales
varios y restos pictóricos. Se planifica de una sola vez la construcción
de un gran centro monumental compuesto por forvm con plaza (48,64 m. de
longitud por 44,88 m. de anchura, incluyendo en estas dimensiones sus
pórticos laterales), templo dominándola y dos pórticos, convirtiéndose
uno de los lados del pórtico en basílica. En el opuesto un gran
basamento al final del pórtico puede suponer la existencia de una curia.
La comunicación de la plaza con el templo, seguramente exástilo, se
realiza mediante una monumental escalera que salva el pórtico inferior
sobre la misma plaza.

Como elementos complementa-rios basas de
estatuas, seguramente de la familia imperial por los retratos,
inscripciones; una de culto imperial conmemorativa de la construcción
del foro y su posible finalización en época de Tiberio, financiado al
menos parcialmente por L. AEMILIVS, evergeta conocio a través de la
inscripción en placa de mármol recuperada en 1980 en una zona próxima a
la escalinata de acceso al templo del foro, con el que hay que ponerla
en relación, en uno de cuyos laterales pudo estar expuesta.

El
hallazgo de cospeles sin acuñar induce a localizar la ceca en el mismo
foro en uno de sus laterales. No conviene olvidar que la ciudad acuña
una importante cantidad de monedas en los reinados de Augusto, Tiberio y
Calígula que sirve para promocionar su condición municipal al mismo
tiempo que para abastecer el circuito económico creado con la eclosión
ciudadana y para subvenir a las necesidades económicas de la zona.

La
moneda de Bilbilis, junto con la propiamente imperial, será un vehículo
económico de primer orden difundiéndose, a través de los numerosos
hallazgos estudiados, por buena parte del imperio. Monedas con la
característica corona cívica en el reverso, junto con los nombres de sus
magistrados municipales, son los rasgos más claros de esta nueva
condición ciudadana. Con anterioridad la ciudad había acuñado moneda en
época indígena con el típico jinete celtibérico y otras de periodo
premunicipal con la leyenda BILBILIS-ITALICA que hace referencia clara a
los inmigrantes itálicos asentados desde hacía varias décadas.

El
emplazamiento y monumentalidad del foro, algo desproporcionado y
alejado de los cánones vitruvianos, parece responder a algo más.
Bilbilis deseaba, y sus ciudadanos con ella, alcanzar una promoción
importante, darse a conocer a la comarca, ser vista por las gentes que
transitaban por la via Augusta Emerita. Para ello la planificación de su
edificación fue cuidadosamente estudiada, los volúmenes, la
implantación sobre el terreno, sus dimensiones y riqueza, la
distribución de sus elementos. Todo ello proclama al unísono su
filiación romana decidida, su reflejo de lo que hay más allá, la capital
del conventus, de la provincia y la propia Roma de la que sienten
verdaderamente partícipes con todas sus energías y con el apoyo de la
economía de sus elites locales que apoyaron la empresa con decisión.

Los
más costosos mármoles se adquieren para su decoración, las estatuas
ornamentan sus pórticos y plaza y la monumentalidad surge por doquier.
La actividad política y económica rivaliza con la actividad social de
unos lugareños y unos inmigrantes itálicos que han sabido hacer de aquel
pequeño municipio un emporio de vida a la romana y de una riqueza que
será efímera, aunque entonces no sean conscientes de ello.

El teatro

El
teatro forma un todo único con el foro al que está vinculado por una
serie de pórticos y pasillos de comunicación. Se hace evidente que el
arquitecto diseñó el conjunto de forma unitaria pensando en dotar a la
ciudad de un gran complejo central que presidiera todas las actividades
ciudadanas. La teatralidad arquitectónica, la escenografía que se
consigue con ambos monumentos, está muy acorde con la finalidad
propagandística que perseguía.

Por otra parte, el teatro
bilbilitano hay que concebirlo como un edificio de espectáculos con
carácter comarcal, ya que su capacidad, cercana a los 4.500
espectadores, excede con mucho las necesidades de la pequeña ciudad
calculada en unos 3.000 ó 3.500 habitantes.

El teatro
bilbilitano, de grandes proporciones, edificado en dos fases, una de
ellas de forma inmediata al comienzo de construcción del foro, presenta
una escena de dos pisos con capiteles corintios en ambos, y tres valvae.
Su posición aprovechando una vaguada, permite apoyar directamente su
graderío en el terreno natural lo que facilita su construcción y explica
sus dimensiones poco canónicas de 210º de desarrollo al tener que
adaptarlo a los pórticos occidentales del foro, siendo su diámetro
orquestal de 20 m., con un diámetro de cavea de algo mas de 73 m. que se
ampliará hasta los 78 m. si incluimos el desarrollo exterior de la
crypta hasta su fachada exterior conocida en gran parte por las
excavaciones más recientes.

La existencia de un sacellum en la
parte superior central de la summa cavea le confiere un valor añadido
importante, siendo sus dimensiones de 11'5 m. por 7'5 m. con una
peristasis de seis columnas en los lados largos y de cuatro en los
cortos. Esta edificación sigue el modelo del teatro de Pompeyo en Roma.
La aparición de restos de escultura atribuidos a Livia, permiten pensar
en un repertorio iconográfico vinculado a la dinastía julio-claudia, por
lo menos dedicado al culto imperial de esta emperatriz, del que
conocemos otros casos como los de Leptis Magna (Libia) o Herculano.

Las termas

Las
termas bilbilitanas son otro de los elementos de atracción de la
ciudad. En la actualidad cubiertas de las inclemencias del tiempo por
una cubierta de estructura metálica y techo de plástico transparente, se
presentan con toda rotundidad en la parte media alta de la ciudad.
Asentadas en una ladera y rodeadas por varias cisternas que las
abastecían de agua, junto con los canales de desagüe, las vulgares
cloacas, con las que estaban dotadas, conservan la totalidad de sus
estancias principales.

Este conjunto, también de época imperial
temprana, tuvo al menos tres fases de utilización. Las dos primeras
dentro del siglo I d. C. al quedar pronto insuficiente la edificación
original. Ello originó que las estancias se ampliasen en espacio y que
se debiera modificar el recorrido y parte de las instalaciones de
calefacción y agua caliente. Estaban decoradas con conjuntos pictóricos
de gran calidad, realizados como sabemos por un equipo de pictores
itálicos que recorrieron varios lugares del Valle del Ebro, Bilbilis,
Arcóbriga, etc. para luego pasar a la Meseta, dejando huella de su paso
en conjuntos excelentes, de los que destacan los de Bilbilis tanto por
la variedad de sus composiciones como por los materiales empleados.

Las
salas de estas termas con su abastecimiento de agua y calefacción, sus
lugares para dejar la ropa y las pertenencias personales, las piscinas
de agua caliente y fría, una schola labrum junto al caldarium, letrinas y
otras dependencias, nos dejan traslucir las comodidades con que los
provinciales supieron dotar de inmediato a sus localidades, así como la
capacidad económica para llevar a cabo el esfuerzo.

Las viviendas

Las
casas bilbilitanas se encaraman en un escenario natural sin parangón.
La topografía del terreno parece hecha a medida de la ciudad. Las
dificultades con que sin duda se encontraron los bilbilitanos se
resolvieron con la pragmática eficacia de la ingeniería y la
arquitectura romana. Terrazas que configuran el terreno con arreglo a
las necesidades impuestas por la planificación urbana, soportan las
construcciones públicas y privadas. La comunicación entre ellas mediante
calles empinadas, rampas o escaleras en los puntos necesarios. Todo
ello da una planificación pintoresca y de cierto abigarramiento que
contrasta con las ciudades reticulares clásicas, no obstante no nos
engañemos. Estamos ante una ciudad a la romana, con sus espacios
hábilmente distribuidos, con sus servicios, abastecimiento de aguas,
cloacas, murallas, plazas, fuentes, edificios públicos y privados. Una
gran urbe en pequeño para servir de espejo a unos ciudadanos que desean
fervientemente ser romanos.

Las viviendas son de una tipología
variada. Las hay clásicas siguiendo la tradición de la casa helenística
con patio, tal es el caso de las excavadas en la zona central de la
ciudad (Casa del Ninfeo, C.II) y las hay más simples, como consecuencia
de su adaptación al terreno (Casa de las Escalaras, Casa de la Fortuna).
No son infrecuentes las viviendas escalonadas, aprovechando los
desniveles de terrazas contiguas, así como las viviendas con huertos en
las que se cultivarían parte de las hortalizas y frutas necesarias para
el consumo propio y una reducida comercialización.

El conjunto
más completo de cuantos se pueden encontrar en Bilbilis es el
correspondiente al denominado Barrio de las Termas, en vías de
excavación desde 1996. Corresponde a una insula de cuatro domus en
disposición en terrazas con un frente de tabernas en la zona inferior,
identificándose una de ellas como una popina. Las domus presentan planta
itálica con atrio, destacando la riqueza de los conjuntos pictóricos
recuperados en el transcurso de las excavaciones.

Las
dependencias artesanales se situaban en las cercanías del foro, a
espaldas de éste, habiéndose documentado la producción de algunos
elementos como piezas metálicas, vidrios, textiles, etc. junto con otros
que citan las fuentes y que tendrían su punto de producción o
comercialización en la propia ciudad, habiéndose localizado en las
últimas campaña de excavación moldes de lucernas que amplían el carácter
productivo de la ciudad.

En las inmediaciones de la Bilbilis se
ubicarían las explotaciones agrícolas a las orillas del Jalón y Ribota,
mencionadas por los clásicos y especialmente por su ciudadano de
excepción Marcial, cuyos últimos años pasó en la tranquilidad de aquella
vega fértil y abundante de su ciudad no sin quejarse del exceso de
calma que sufría una mente ágil acostumbrada a los tráfagos y emociones
de la vida capitalina.

Las murallas

El trazado y aspecto
de las murallas que pueden contemplarse actualmente debió iniciarse con
antelación a la presencia romana, hacia el s. II a. C., con menos
ambiciones monumentales, pero con la clara intencionalidad de albergar
gentes y propiedades, recorriendo la práctica totalidad del cerro
Bámbola, si bien su parte oriental sería desmontada en época de Augusto
ante el crecimiento y desarrollo de la nueva ciudad.

Un recinto
amurallado de la extensión del que alcanzó el de Bilbilis que llegó a
encerrar unas treinta hectáreas de terreno, muestra con claridad la
importancia y la capacidad económica de sus habitantes. Nos encontramos
con un recinto construido más que para proteger a la ciudad para
delimitarla y dotarla de prestigio, ya que en la antigüedad su presencia
o no era una de los factores claves a la hora de considerar a una
ciudad como tal.

Su construcción, todavía visible en muchos de
sus puntos, se adapta cuidadosamente al terreno. En su trazado quebrado
en el que se alternaban los baluartes y las torres de apoyo con función
de vigilancia y defensa, en una de las cuales se localizó un
enterramiento ritual, se ubicaban dos puertas: una en las inmediaciones
del teatro con el que se reforzaba el carácter escenográfico de este
conjunto monumental, y la otra en la parte baja de la ciudad junto a la
vega del río Jalón, cuando comienza el conocido actualmente Barranco de
los Sillares. El recinto se completaba con una serie de puertas
peatonales, sin descartar la presencia de poternas todavía sin
identificar.

Bilbilis no necesitaba sus murallas pero la
tradición y el prestigio imponían lo contrario. Sería digna de ver desde
el acceso viario aquella imponente masa presidida por la fortificación
perimetral, dentro de la que se apreciaban claramente los conjuntos
públicos, que junto a su magnitud habían sido erigidos en los lugares
preeminentes para que pudieran servir de ejemplo a los visitantes y de
orgullo a sus habitantes, que con ello se convertían en excelentes
propagandistas de Roma, en un claro exponente de la política urbanística
propugnada por Augusto.

El abastecimiento de agua: las cisternas

La
configuración geomorfológica de Bilbilis es determinante a la hora de
establecer la infraestructura de abastecimiento de agua de la ciudad.
Hoy por hoy parece descartado la existencia de un acueducto, siendo las
únicas soluciones posibles el aprovechamiento del agua de lluvia, el
acarreo de agua con animales desde el río Jalón y, sobre todo, la
explotación de las corrientes o acuíferos subterráneas mediante pozos y
su posterior almacenamiento.

La solución empleada fue la
utilizada en tantas otras ciudades romanas, la cisterna, de las que
hasta el momento actual de la investigación conocemos sesenta y dos que
presentan diversos tipos, siendo posible la construcción de alguna de
ellas después de costosas obras de adaptación del terreno, presentando
sólidos muros de opus caementicium, revestidos exteriormente de muros de
sillarejo.

El municipium resolvió el problema del abastecimiento
y distribución del agua mediante la ejecución de una tupida y compleja
red de cisternas comunicadas entre sí mediante tuberías de plomo o
cerámica, estableciéndose en algunos casos relaciones de vasos
comunicantes. Se aprecia un plan preconcebido, de ahí la regularidad de
la distancia entre ellas y la selección de las curvas de nivel donde
construirlas, para así de este modo beneficiarse de la gravedad. Su
ubicación en el yacimiento no parece arbitraria ya que su mayor densidad
en unos sectores de la ciudad frente a otros, coincide con las zonas de
mayor población, y por lo tanto con mayores necesidades, pudiéndose
apreciar cómo cada una de ellas se encargaría del suministro de agua a
un número concreto y determinado de viviendas.

Hasta época bien
reciente, alguna de estas cisternas todavía almacenaba agua, como en el
caso del denominado «aljibe de los moros» o «fuente del pastor», también
conocida como «la fuente del maestro» por ser un punto tradicional de
merienda durante las excursiones escolares. Su construcción en la zona
de conexión de las laderas de los cerros de Bámbola y San Paterno la
convertían en una pieza importante en la red de abastecimiento de la
ciudad.

El elevado número de cisternas construidas generó una
amplia variedad tipológica. Podemos encontrar desde las más simples de
planta rectangular con cubierta plana o abovedada, hasta las más
complejas con compartimentaciones internas de muros o simples columnas,
asemejándose a grandes salas subterráneas, presentando otras varios
pisos y alturas para facilitar de esta manera la decantación del agua y
la deposición de los lodos, etc.

El resultado final es una serie
de edificaciones de gran consistencia y solidez que han perdurado muchas
de ellas hasta hoy en día en pie, al ser empleadas como meras casetas
de aperos de los agricultores que explotaban los bancales o bien
refugios para los pastores. Tal vez la cisterna mejor conservada de
todas ellas es la que posteriormente se convirtió en ermita de San
Paterno, patrono de Huérmeda, perfectamente visible desde esta
localidad.

La ausencia de cisterna por encima de los 660 m. de
altitud parece indicar la cota que alcanzó el urbanismo de la ciudad,
reservándose el resto, como en el caso de la planicie (700-711 m.)
situada en la cima del cerro de Bámbola, a recintos artesanales o
viviendas marginales y estructuras vinculadas al recinto amurallado,
asegurándose el agua mediante depósitos de agua procedentes de lluvia.
En cambio, todo el vértice de la ladera de San Paterno, desde los 610 m.
hasta los 650 m. aparece salpicada de cisternas, actualmente conocemos
dieciocho, estando entre ellas las de mayor volumen de almacén de
cuantas conocemos, lo que indica la densa trama urbana de esta zona de
la ciudad que se extendía hasta el denominado Barranco de los Sillares
que discurre hasta el río Jalón.

El resto de las cisternas se
distribuían en torno a la zona central de la ciudad, adaptándose a las
distintas curvas de nivel de la ladera occidental de Bámbola y la
oriental de San Paterno, estableciéndose un complejo entramado que
aseguraba la distribución del agua a viviendas, fuentes y ninfeos,
evidenciándose que no están distribuidas arbitrariamente, ya que su
mayor densidad en unos sectores de la ciudad frente a otros, parecen
coincidir con las zonas de la ciudad más poblada, y, por lo tanto, con
mayores necesidades. Se aprecia un plan preconcebido, de ahí la
regularidad de la distancia entre ellas y la selección de las curvas de
nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse de la
gravedad.

Con las informaciones disponibles por el momento
podemos determinar que es con las reformas urbanas de Augusto cuando se
comienza la construcción de una buena parte de este sistema hidráulico,
fundamentalmente las ubicadas en la parte central y media de la ciudad.
Las siguientes obras estarán vinculadas al desarrollo urbano de Bilbilis
y a la expansión de la zona urbana durante el s. I d. C. e inicios del
s. II d. C., especialmente durante época flavia en el que la ciudad
presenta un segundo desarrollo urbano.

Del desarrollo al ocaso de una ciudad

La
ciudad tiene su momento de esplendor durante el s. I y primera mitad
del s. II, iniciando su decadencia a partir de este momento, decayendo
espectacularmente en el s. III. Sin duda ha sido el esfuerzo económico
inicial, al que no ha ido parejo el desarrollo económico de la comarca,
el causante de ello. La realidad es que en el siglo III Bilbilis es una
ciudad semidesierta y sus habitantes han debido emigrar en parte, unos
se trasladan a las villas de la comarca, poco conocidas todavía, otros
lo harán a la capital del conventus Caesaraugusta que empezará ya a ser
el polo indiscutible de atracción de población del Valle Medio del Ebro.

El
costo de su transformación a fines del siglo I a. C. y primera mitad
del siglo I d. C. es una de las preguntas clave. Su financiación tal vez
en parte a cargo de la administración, pero sobre todo estuvo
fundamentada en los propios recursos. Interviene el fenómeno del
evergetismo de manera muy notoria y se inclina a los poderosos locales a
que contribuyan al desarrollo y mejora de sus ciudades a cambio de
prestigio social, cargos en las mismas y naturalmente beneficios
económicos.

Pasada la euforia urbanizadora de la primera mitad
del siglo I d. C., y superada a medias la crisis de fín de los
Julio-Claudios, el advenimiento de la dinastía Flavia con la extensión
del ius latii a todos los hispanos marca una nueva etapa. En ella parece
que se renace de las cenizas. Tal vez se necesite esta medida que puede
favorecer que las ciudades decaídas recuperen su frescor, se
revitalicen y al mismo tiempo se creen nuevos centros para dinamizar la
economía, francamente maltrecha según todos los indicios. Volvemos sobre
los mismos errores. Se facilita esta proliferación urbana, se ven
alzarse ciudades nuevas y en algunos casos, la historia será testigo,
durarán tan solo tres generaciones como Labitolosa. Habría que
profundizar en las causas. Tal vez el negocio esté en el urbanismo, en
la construcción de ciudades y en la modernización de las existentes.
Este es un problema no planteado y sobre el que conviene reflexionar.
Los monopolios imperiales de las explotaciones de canteras de piedras
ricas ornamentales, los transportes, etc. son otros tantos campos de
beneficios inmediatos que pueden producir pingues beneficios a corto
plazo si se revitaliza el fenómeno urbano.

Tras ello, las sombras
empañan el brillo precedente. Ignoramos si supieron ver lo que se
avecinaba. Las excavaciones nos muestran casas que han sido abandonadas
por sus propietarios que tapian sus puertas para evitar saqueos. ¿Hasta
qué punto la administración romana no estuvo favoreciendo de manera
artificial una economía y un hecho ciudadano muy por encima de las
posibilidades reales? La crisis de la baja romanidad tuvo más factores
desencadenantes que los considerados hasta el presente y las ciudades de
nuestro territorio no fueron una excepción. Bilbilis fue palideciendo y
olvidando los fulgores de antaño, los ciudadanos del siglo III d. C. no
fueron capaces de mantener una ciudad con costosos edificios,
monumentos e infraestructuras y poco a poco se fueron degradando a
medida que se abandonaban paulatinamente en búsqueda de la seguridad de
las casas de campo o de otras ciudades más populosas.

En el s. V
sólo hay ruinas y grupos aislados que mal vive en ellas. El volumen de
material arqueológico atribuido a estos momentos es esclarecedor,
únicamente cinco fragmentos de sigillata hispánica tardía, nada de
monetario, en una ciudad de que abarcaba casi 30 hectáreas. La orgullosa
y altiva Bilbilis de Marcial ya era historia hacía mucho tiempo.

Bibliografía seleccionada

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I., Cisneros, M. y Gisbert, J.«Anchis (Calatayud, Zaragoza): una
cantera de Bilbilis», Cuadernos de Prehistoria y Arqueología de la
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pp.107-108.
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___ «El
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sobre los enterramientos rituales en la muralla de Bílbilis (Calatayud,
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Frezouls III. KTEMA, 21. Estrasburgo, 1996, pp. 127-149.
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(Calatayud-Zaragoza)», Los teatros romanos en Hispania (Córdoba, 2002).
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Martín-Bueno, M. y Sáenz Preciado, J. C. «La Insula I de Bilbilis», Saldvie 2. Zaragoza, 2001, pp. 127-158.
___ «La Insula I de Bilbilis: La domus 2 y 3», Saldvie 3. Zaragoza, 2003, pp. 355-372.
___
«Los programas arquitectónicos de época julio-claudia en Bilbilis», La
decoración arquitectónica en las ciudades romanas de Occidente.
Cartagena, 2003, pp. 56-68. (preactas) (actas en prensa).


1.-
Jurídicamente, la denominada «Ciudad Romana de Bilbilis» fue declarada
Monumneto Histórico-Artístico, el 4 de junio del 1931. Los terrrenos en
los que se asienta la ciuadad de Bilbilis (30 ha.) fueron expropiados
por el Estado en los años 1976-1980, encontrándose actualemnete
transferidos a la Diputación General de Aragón. En 1985, tras la
promulgación de la Ley de Patrimonio Histórico Español, pasó a ser
catalogada como B.I.C. (Bien de Interés Cultural) (artículo 15 de 16/85,
de 25 de junio) con la categoría de zona arqueológica y n.º de censo:
R-I-55-0000062-00000. No obstante, de acuerdo con lo dispuesto en el
apartado 3 de la Disposición Transitoria Primera de la Ley de Patrimonio
Cultural Aragonés, modificó la categoría del yacimiento, obteniendo la
consideración de C.I.C. (Conjunto de Interés Cultural-zona
arqueológica), completándose la zona de protección del entorno
yacimiento con la promulgación de la Orden de 17 de enero de 2003
(B.O.A., n.º 16/03).

-----------------------------------------------------------

Bílbilis recupera su alma romana

Un
ambicioso proyecto busca restaurar el teatro romano y acondicionarlo
para usos culturales. Los trabajos podrían comenzar dentro de unas
semanas, con el inicio de nuevas excavaciones arqueológicas. El plazo de
las obras será de tres años.

Mariano García, El Heraldo de Aragón, 2 de marzo de 2005

¿Volverán
a representarse las obras de Aristófanes o Eurípides en el teatro
romano de Calatayud? Pues seguramente sí, y en un plazo breve. El
Gobierno de Aragón ha declarado "prioritarios" los trabajos en el
enclave, y ha aprobado, junto al ayuntamiento de la ciudad, un plan de
intervención en el monumento. Se está diseñando un gran proyecto,
financiado a varias bandas -DGA, Ayuntamiento, INAEM, Comarca,
Leader...-, que permitiría, en poco más de tres años, tener
completamente restaurado el teatro romano de Bílbilis.

"Según el
plan trazado, en las próximas semanas retomaríamos las excavaciones
arqueológicas para acabarlas dentro de este mismo año, al tiempo que se
diseña el proyecto de conservación y consolidación, que tendría un plazo
de ejecución de dos años más", relata Manuel Martín-Bueno, director de
los trabajos. Es decir, que el teatro podría estar en uso para 2008.
Un templo vinculado al teatro

La
construcción del teatro de Bílbilis se decidió en época de Augusto, a
inicios del siglo I. Se planificó junto al foro para que el conjunto
fuera espectacular. Y lo es. En la construcción del graderío se
aprovechó la ladera natural, y el barranco se cerró con una escena de
dos pisos.

"Era un teatro de tipo medio, con capacidad para unos
4.500 espectadores -señala Martín-Bueno-. Es muy parecido a otros de la
misma época, como el de Sagunto, pero tiene la particularidad de que en
la parte exterior del graderío aparecieron los restos de un pequeño
templo, que debió estar decorado con estatuas de la familia imperial.
Encontramos los restos de dos estatuas, una masculina y otra femenina,
pero no hallamos las cabezas, por lo que la posibilidad de que estuviera
dedicado al culto de un miembro de la familia imperial, como Livia, es
únicamente una hipótesis de trabajo. Verosímil, pero hipótesis".

Estaba
ornamentado con dos órdenes de columnas corintias, realizadas en caliza
local, y el escenario se revistió de mármoles de importación, en su
mayor parte desaparecidos porque a lo largo de los siglos fueron
reaprovechados para hacer cal. Las excavaciones se iniciaron en la
década de los 70 y, en la actualidad, ya se ha sacado a superficie
prácticamente toda la escena y una tercera parte del graderío interior.

"Lo
que se puede ver hoy en día está bastante bien conservado -subraya el
director del proyecto. Se han realizado algunos trabajos de
consolidación en la parte alta, y habrá que abordar el tratamiento del
conjunto una vez concluyan los trabajos de excavación.

Será
entonces el momento de pensar en el futuro uso de la construcción. Y ahí
es donde las posibilidades se multiplican. Hay teatros como el de
Zaragoza, a los cuales no se les da un uso escénico; otros, como el de
Mérida, construido en el 16 antes de Cristo, que son utilizados para
espectáculos grecolatinos; otros, como el de Sagunto, al que se le quiso
dar uso y se llegaron a revestir las gradas con elementos modernos, lo
que suscitó una gran polémica...

Intervención respetuosa

"Lo
que está claro es que no nos vamos a inventar nada ni vamos a falsear
el monumento. Lo primero es acabar de excavar las zonas en las que no
hemos trabajado; lo segundo, consolidar y restaurar las estructuras. Y,
luego, estudiar atentamente todo. Yo creo que lo más lógico es emplear
una pequeñísima parte para hacer una reconstrucción total y que el
visitante pueda entender qué apariencia tenía el teatro; y, en una de
las zonas más destruidas, acondicionar un espacio para que sirva de
marco a pequeños espectáculos o, simplemente, para atender a los
visitantes que lleguen al yacimiento".

Calatayud, que ya ha
programado en los últimos años algunas actividades relacionadas con el
teatro grecolatino (está en la red de teatros clásicos, aunque las
actividades, de momento, se desarrollan en la ciudad moderna), tendría
así la posibilidad de continuar con esa línea de trabajo en el mejor de
los escenarios posibles, el propio teatro romano de la localidad.


















2 comentarios




ivana santander -





hola,quisiera informacion acerca de una medalla o moneda que tengo
en mi poder encontrada en cartagena colombia es de 1650 dice PIRATE
GOLD,1650.ONE DOUBLOON,ANNO DOMINI 1650 por favor quisiera saber su
valor historico y monetario










Silvia gonzález -





Me ha parecido un artículo muy interesante, sobre todo por la
particularidad del abastecimiento de agua que presenta. Echo en falta la
existencia de fotos, planos o dibujos que completen la explicación. A
dónde me puedo dirigir en internet para ver imágenes?




































































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