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www.cervantesvirtual.com > Portal temático > Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones > Conjuntos arqueológicos > Bilbilis Conjuntos arqueológicos> BilbilisPresentación La vinculación del MVNICIPIVM AVGVSTA BILBILIS1Manuel Martín-Bueno J. Carlos Sáenz Preciado con la actual Calatayud es correcta con matices, ya que el despoblado bilbilitano se encuentra a orillas del río Jalón, aguas abajo de la actual Calatayud, a unos cinco kilómetros de distancia por la carretera de Calatayud a Soria. A sus pies se levanta Huérmeda, barrio pedáneo de Calatayud, algunas de cuyas casas se construyeron con piedra procedente de Bilbilis. Bilbilis se ubica en la zona crítica del límite de fosilización terciaria. Se trata de un terreno paleozoico pizarroso formado por materiales que se exfolian fácilmente, situado en el extremo de la fosa de Calatayud caracterizada por la presencia de formaciones de calizas, margas y yesos. En la comarca aparecen esporádicamente algunos conglomerados oligocenos, siendo el color rojizo que presenta el terreno una consecuencia de los óxidos férreos que acompañan a las pizarras. El emplazamiento de la ciudad es singular, al dominarse desde las cumbres de Bámbola un amplio territorium al presentar una elevación media de unos 200 m. sobre el nivel del río Jalón, encontrándose casi completamente rodeado por dos de los ríos, el ya mencionado Jalón, sin el que Bilbilis no sería la misma, y el río Ribota en su confluencia con el anterior, precisamente a los pies de la ciudad por su lado norte. Desde lejos la ciudad debió tener un aspecto imponente y a la vez pintoresco, encaramándose en la ladera de Bámbola, con sus tres cumbres, la propia Bámbola (709 m.), San Paterno (701 m.), en recuerdo del obispo bilbilitano, y Santa Bárbara (629 m.) en la que también existió una ermita instalada en los criptopórticos de la fachada sur del foro, que pervivió hasta comienzos de este siglo, aunque ya como un corral. La contextura geográfica del terreno presenta las dos máximas alturas que acabamos de mencionar en la zona norte, desde donde el terreno desciende hacia una llanura interior central, hoy muy colmatada por el arrastre erosivo, a la que el Conde de Samitier denominó como «Campo de los camafeos» ante el elevado número de ellos que aparecían en el lugar durante las labores agrícolas. Desde esta zona el terreno presenta la peculiaridad de configurarse a modo de dos espolones, uno el que origina la cima de San Paterno en la parte oriental y el otro en la zona central denominada como Santa Bárbara. Ambos puntos, Santa Bárbara y San Paterno, también aquí con una ermita al santo, instalada en una sólida y maciza cisterna romana, pone en manifiesto esa inveterada costumbre cristiana de santificar los lugares paganos con advocaciones religiosas de sustitución. En este caso Santa Bárbara en el foro y San Paterno vigilante desde sus encumbrados riscos del camino del Jalón que discurría a sus pies y centinela de los vecinos y tierras de Huérmeda a cuya vista queda de forma permanente y a cuya protección se acogen. La parte norte y este forma una vertiente escarpada de caída vertical hasta el nivel del río Jalón haciéndolo inexpugnable ante lo infranqueable de su configuración rocosa. Por el sur hallamos el ya mencionado Barranco de los Sillares, cuya denominación deriva de la abundancia de elementos constructivos acumulados en el lugar fruto de la fuerte erosión sufrida en la zona. Tampoco hay que descartar que su nombre esté relacionado con el camino utilizado por los extractores de piedra en la Edad Media. Finalmente la zona oeste presenta un relieve más suave en dirección descendente hacia los montes vecinos desde los que se accedía a la vega en la que las prospecciones arqueológicas han hallado diversas villas y asentamientos menores romanos. La configuración montañosa de la zona ha sufrido serias modificaciones al presentar las laderas profundos aterrazamientos agrícolas en época moderna. Debido a la acción erosiva de los diversos agentes, no sólo atmosféricos, sino también humanos, se ha originado una potente acumulación de tierra en la parte más baja del terreno, tal es el caso de la parte central, dificultan notablemente las tareas de excavación, al localizarse las estructuras bajo varios metros de sedimentos. El estado actual del terreno presenta un aspecto agreste que se impone dominando toda la zona media del Valle del Jalón, controlando el paso natural entre la Meseta y el Valle del Ebro. Aspecto actual que no debe diferenciarse mucho del que conoció Marcial y que le llevó a calificarlo como «acri monte». La ciudad ocupaba aproximadamente una extensión de 30 hectáreas, correspondiendo por lo tanto con una ciudad de tamaño medio de carácter provincial, aunque no todo el solar debió estar edificado por lo escarpado de algunas zonas que imposibilita la edificación. Pero esa imagen pintoresca de las casas encaramadas sobre la montaña debió sin duda alguna ser superado por la admiración que despertaría su monumentalidad, y es que la ciudad estaba diseñada para ello, al menos desde que Augusto, quien decidiera promocionar las ciudades hispanas y nuestra Bilbilis entre ellas. La ciudad contaría con dos únicos accesos ya que la orografía no permite más, el principal que arrancaría desde las proximidades del actual cementerio de Calatayud cuyo trazado final se corresponde con el actual acceso al yacimiento y un segundo camino que transcurriría por el denominado Barranco de los Sillares. Los accesos se verían favorecidos por un puente mediante el que se atravesaría el río Jalón del que en la actualidad no queda resto alguno, tal vez situado en las proximidades de Torre de Anchis, de cuya existencia no hay que dudar, ya que no tendría sentido que una ciudad ubicada entre otras razones en función de su localización estratégica con respecto a las tierras circundantes, se viera mediatizada en su acceso por la falta de un puente sobre el Jalón. Nos encontramos por lo tanto con una pequeña ciudad provincial que alcanzó un aceptable desarrollo y nivel de vida, en torno a la que se jerarquizaba todo un amplio territorio, dependiendo a su vez de la capital del conventus, Caesaraugusta. El desarrollo de la ciudad estuvo vinculado al control que ejercía sobre los accesos a la Meseta por la vía del Jalón, y viceversa, convirtiéndola en un centro económico de primer orden. Las fuentes clásicas Las fuentes clásicas que la mencionan son ciertamente escasas y poco extensas, si exceptuamos las referencias que a ella realiza Marco Valerio Marcial que, como oriundo de Bilbilis, le presta mayor atención. Estrabón en Geografía (III,4, 12-13) tomadas en parte de Posidonio, Plinio el Viejo, en su Naturalis Historia (I, 34, 14; III, 3, 4) y Ptolomeo (Geografía, II, 6, 33) tienden a presentar reiteraciones de los tópicos clásicos en los que se alude a su pertenencia a la región de la Celtiberia, tribu, riquezas y poderío en armas y caballos, propiedades del agua, status jurídico, fisonomía de la ciudad, etc. A finales del s. IV contamos con los pasajes de la correspondencia que mantuvieron entre los años 390-394, Ausonio y Paulino de Nola en la que se encontraron una serie de menciones de la ciudad. En esta correspondencia Ausonio (Ep., 29, 50-61) (Carm., X, 223-4) se queja a su amigo Paulino, que vive en Hispania, de no recibir noticias suyas, acusándole de vivir en un país inhóspito, árido y desolador. Refiriéndose a Bilbilis como, después de destinar otros calificativos a Calagurris e Ilerda, «ergo meum patriaeque decus columenque senati Bilbilis» y «Bilbilim acutis pendentem scopulis». Posteriormente, Paulino se defiende de las acusaciones de su amigo apareciendo citada Bilbilis como Birbilis. De cualquier manera, será gracias a Marcial a quien debemos el mayor número de referencias conocidas sobre Bilbilis, principalmente descripciones detalladas de la ciudad y de su región, así como de la celtiberia y de la toponimia de la zona. A través de sus obras podemos reconstruir la fisonomía particular de la ciudad, menciones como «Altam Bilbilim», «pendula quod patriae visere tecta libet...», o referencia a la fama de sus armas y caballos «equis et armis nobilem», a sus fuentes o manantiales «decerna placabit sitium et Nutha», junto a diversos comentarios dedicados a las ferrerías, a las auríferas aguas del Jalón e incluso a la situación jurídica de la ciudad «Municipes Augusta... Bilbilis acri Monte creat», las que en cierto modo nos permiten imaginarnos el aspecto que tuvo la ciudad (Epigramas, I, 49; IV, 40 y 41; X, 20, 96, 103, 104; XII, 3, 18, 21). Finalmente Justino (XLV, 3, 8) y San Isidoro (Ethymologiae, XVI, XX-XXI) retomando las fuentes antiguas, cierran las menciones clásicas de la ciudad, sin bien la última reseña que conocemos referida a Bilbilis se encuentra en el Anónimo de Rávena del s. VII, mencionándose junto a otras ciudades como Nertobriga, Arcobriga, Cesada y Areucia, todas ellas relacionadas con la vía romana. El Itinerario Antonino cita a Bilbilis como la III mansión de la vía Caesaraugusta-Emerita y la V de la vía que desde Tarraco seguiría el camino Ilerda-Caesaraugusta-Nertobriga-Bilbilis. En la ruta Alio Itinera ab Emerita Caesaraugusta (It.Ant. 436, 1-438, 1) que cruzando toda la meseta aparece como la mansión XII de la vía Emerita-Toletum-Caesaraugusta; XVII de la vía Emerita-Fuenllana-Caesaraugusta; XIV de la vía Asturica-Caesaraugusta y XXVI de la vía Emerita-Caesaraugusta. Historiografía e historia de las excavaciones No cabe la menor duda de que la mención de Bilbilis en las fuentes clásicas y sobre todo el hecho de ser la cuna de Marcial sirvió de inspiración desde antiguo a gran número de escritores que como Escuelas (1661), Pérez de Nueros (17??), Cos y Eyaralar (1845) o viajeros de paso como Labaña (1611) entre otros, dedicaron, con mayor o menor fortuna, parte de su obra a esta ciudad. La proximidad de Calatayud estableció entre ambas ciudades una estrecha relación, motivando que cualquier historia o referencia a esta ciudad de fundación árabe, siempre estuviese iniciada con alguna mención sobre la antigua Bilbilis, remontándose la primera referencia escrita de época moderna a 1575, cuando Ambrosio de Morales publica Las antigüedades de las ciudades de España. Posteriormente Martínez de Villar (1598) realiza un tratado local de las antigüedades y varones ilustres de la zona: Tratado del patronato, antigüedades, gobierno y varones ilustres de la ciudad y comunidad de Calatayud y su arcedianado. Con el paso del tiempo, el nacimiento del coleccionismo, como un intento de rescatar el mundo clásico que tan insistentemente era buscado por el hombre humanista de la época, motivará la aparición de las primeras colecciones, de ahí que Bilbilis no pudiera permanecer ajena a este rescate material del pasado. Es entonces cuando los jesuitas García y Gasca durante su estancia en Calatayud entre 1750-1765, realizaron excavaciones en la zona. La creación de una colección, perdida tras la expulsión de la Orden, con materiales, inscripciones y monedas recogidas parecen indicar que sí, aunque no han quedado ni menciones, ni rastros de su actuación. Las primeras noticias que tenemos con toda seguridad de una «excavación» se remontan a D. Carlos Ram de Viu, Conde de Samitier, que entre 1900-1910 realizó una serie de trabajos en puntos indeterminados de Bilbilis. Fruto de ello y de otras muchas excavaciones realizadas en la comarca, nació una colección privada muy mermada por el paso del tiempo que tras su muerte, y después de una serie de vicisitudes negativas, una mínima parte se integraría en el Museo Municipal de Calatayud, mientras el resto sería diseminada por sus herederos, llegando finalmente un pequeño lote al Museo Provincial de Zaragoza. Si bien los resultado de las excavaciones del Conde de Samitier fueron más bien escasos, de particular relevancia fueron los sondeos efectuados por Narciso Sentenach en 1917. Pese a que estos trabajos fueron muy limitados en su duración, se pudo determinar la zona de Santa Bárbara como el lugar de ubicación del templo. Igualmente se excavó en la zona del teatro y en otros sectores de la ciudad, muralla y accesos, lo que le permitió establecer una serie de descripciones, algunas de ellas algo fantasiosas, de la organización de la ciudad, plasmadas posteriormente en un plano con grandes imprecisiones a la hora de ubicar en el terreno los principales edificios de la ciudad, así como el trazado de sus murallas. A lo largo de 1933, Adolfo Schulten, junto al general Lammerer, efectuaron una serie de exploraciones, tal vez pequeños sondeos, de los que no quedó constancia, limitándose a una interpretación visual de los restos que afloraban por todo el yacimiento y a la repetición de los tópicos ya conocidos, mencionando un plano hoy perdido, sin que nos haya quedado documentación de las estructuras por él excavadas. Buena parte del tiempo que estuvo en la comarca, lo dedicó a la recogida de materiales arqueológicos, destacando los numismáticos, hoy en paradero desconocido. Con posterioridad a las excavaciones de Schulten no se tiene noticia de ninguna otra intervención arqueológica en Bilbilis. Tan sólo se recogen comentarios de apariciones de objetos aislados durante las labores agrícolas que fueron a incrementar las colecciones de los eruditos locales de la época, poseedores de colecciones privadas, la mayor parte de ellas desaparecidas. No podemos finalizar este apartado sin referirnos a los trabajos de J. M. López Landa, M. Rubio y M. Dolç, que de una u otra manera tocaron diversos aspectos de la ciudad, o en su caso estudiaron y se refirieron a Marcial. La fase moderna de las excavaciones comenzó en 1971 con los trabajos de Manuel Martín-Bueno, que fueron precedidos por una campaña sistemáticas de prospecciones iniciadas en 1965. Los trabajos han perdurado de casi sin interrupción hasta hoy en día, pudiéndose establecer tres fases o épocas de trabajo según el tipo de investigación realizada. Primera fase (1971-1975). Tenía como objeto determinar, mediante una amplia serie de sondeos, la situación del foro, así como delimitar en todo lo posible el mayor número de estructuras publicas y privadas, al igual que su estado de conservación. En estos primeros sondeos se localizaron y delimitaron las excavaciones y sondeos realizados por N. Sentenach y A. Schulten a principios del presente siglo. Segunda fase (1976-1989). Se puso al descubierto la práctica totalidad de la zona monumental del foro y zona oriental del teatro, un conjunto termal, ninfeo, varias estructuras privadas, realizándose paralelamente una importante labor de consolidación y posterior cubrimiento de alguno de los edificios. Tercera fase (1996-2004). Los trabajos se están centraron en los sectores urbanos de carácter privado de la ciudad, poniendo al descubierto varias insulas en las proximidades de las termas. De la misma manera, en el 2002 se inició la excavación de un gran edificio público, dispuesto en sucesivas terrazas, de difícil identificación hasta el momento. Bibliografía Historiográfica
Historia de la ciudad De la primitiva ciudad indígena sabemos muy poco. Nacida como heredera de una ciudad indígena, Bilbilis era capital de los lusones aunque la escasez de restos de la ciudad anterior bajo el suelo del mvnicipivm augusteo ha hecho dudar de la continuación de emplazamiento o pensar en una transdvctio por el momento difícilmente demostrable.Conocemos de forma vaga que el emplazamiento indígena existente en el lugar, hoy muy transformado y alterado por las obras posteriores de época augustea, debió situarse en las alturas del cerro de Bámbola y parte del de San Paterno, como parece desprenderse de los materiales preaugusteos aparecidos en los niveles inferiores de la muralla, extendiéndose parte del primitivo asentamiento por la zona central de la ciudad romana, transformada totalmente después de constituirse como municipio romano tras la reforma augustea, teoría que parece confirmarse con la aparición de estructuras fechadas en los siglos II y I a. C. bajo las domus excavadas en el denominado Barrio de las Termas. Hemos de considerar que la ciudad ya tenía desde antiguo una larga tradición de contacto con Roma por haber sido testigo y partícipe primero de las Guerras Celtibéricas, momento en el que debió de caer bajo la influencia romana, convirtiéndose en punto de apoyo para la toma de Numancia en el 133 a. C. y posteriormente de las Guerras Sertorianas, al mencionar las fuentes antiguas su toma por Sertorio en torno al 77 a. C. por lo que se puede intuir que en esos momentos era una ciudad «adicta» a la administración oficial. Posteriormente, las mismas fuentes mencionan cómo en sus inmediaciones entablaron combate Sertorio y Metelo en el 74 a. C. siendo derrotado el primero, lo que supuso la «normalización» de la zona según Apicio. Este precoz contacto con Roma debió facilitar notablemente la gradual adaptación a las costumbres, cultura y elementos materiales del mundo romano, lo que posibilitó que se viese como algo normal la gran reforma urbana realizada en la primera mitad del s. I d. C., fruto de la cual son el foro y el teatro y que supuso que la ciudad alcanzase su máximo esplendor, manteniéndose cierto vigor a lo largo de todo el siglo tras retomarse las reformas, o finalizar las anteriores, en época flavia, tanto en los edificios públicos como en los privados. Durante el s. II d. C., las sucesivas excavaciones realizadas han permitido constatar como se mantiene el auge de la ciudad, especialmente en su primera mitad, en la que se han documentado diversas obras en época de Trajano. A finales de siglo se aprecia un cierto decaimiento que se acentuará notablemente en el s. III, sin que se pueda explicar este hecho por la llegada de algún núcleo invasor, ya que hasta el momento, en ninguno de los sectores excavados de la ciudad, se ha constatado una destrucción violenta de la ciudad, por lo que nos encontramos más bien en un abandono gradual y pacífico condicionado por la crisis económica y social generalizada en la Península. Actualmente las excavaciones no han podido resolver el problema de la ciudad en época tardía, aunque parece mantenerse cierto poblamiento residual durante los siglos IV-V, como parece atestiguado por el intercambio de correspondencia entre Ausonio y Paulino de Nola, así como por la presencia de un pequeño lote de sigillatas tardías. Esta población tardía parece concentrarse en torno al foro y el teatro, compartimentando y amortizando sus estructuras. Posteriormente hay un abandono generalizado de la ciudad hasta que en un momento impreciso de la Edad Media, s. XII o s. XIII se produce un limitada reocupación del solar, según lo atestigua la necrópolis medieval excavada en la zona baja del oro, sin que ésta alcanzase gran importancia. Posteriormente la ciudad, desde el s. XVI, se convierte en una gran cantera de extracción de material para la pujante Calatayud. Se desmontaron sus edificios más monumentales como el foro y el teatro, levantándose con su piedra la Iglesia de San Juan el Real, El Seminario de Nobles, El Colegio de los Jesuitas, etc. incluso en 1877 su piedra sirvió para la construcción de la actual plaza de toros. Bilbilis. Una ciudad romana en el Jalón Bilbilis como otras tantas ciudades provincianas es un centro comarcal indiscutible de la vida política, administrativa, económica y social desde que adquiere ese carácter en época de Augusto. Es la meca social y cultural, un lugar adecuado para desarrollar determinadas actividades que estaban vedadas por su propia configuración a los núcleos indígenas no urbanizados, progresando con rapidez respecto al resto de ciudades del entorno. El Municipium Augusta Bilbilis tal vez sea uno de los más representativos por varias razones. Por un lado, es un núcleo antiguo con densa historia, y, por otro, había alcanzado unas cotas de transformación urbana muy altas en poco tiempo, no sin sufrir al mismo tiempo las consecuencias de un crecimiento quizás excesivo para su propia capacidad de desarrollo económico. La urbanizacion de la ciudad Las calles El trazado de las calles y espacios urbanos bilbilitanos, estaba condicionado por la propia orografía del terreno y por la distribución interna que se hizo de espacios monumentales públicos y espacios privados. La parte central de la ciudad quedó reservada para el conjunto monumental principal, el foro y el teatro. Hacia este lugar convergían los dos caminos principales de acceso que partían de las puertas que se abrieron en sus murallas, una en la parte baja de la ciudad flanqueada por sendas torres que se ubicaba junto a la vega del río Jalón, conducía por una calle empinada, que dejaba a ambos lados ricas domus y un templo de orden jónico. La otra venía por el enlace desde la vía principal y tras remontar mediante curvas y pendientes desde el río, alcanzaba en llano a la puerta próxima al teatro, también flanqueada por torres, facilitando así la llegada a los espectáculos de los vecinos de localidades comarcanas y a los habitantes de las villas que sin duda rodeaban la ciudad. En el interior de la misma las calles respondían a un trazado regulador y en la compleja distribución en terrazas todavía pueden apreciarse aquellas que servían para acomodar viviendas y aquellas otras que constituían vías de tránsito. Al ser frecuentes las cuestas, la comunicación entre terrazas se realizaba mediante rampas útiles al tránsito de personas y vehículos mediante un trazado serpenteante adaptado a la ladera de los cerros. Éstas serían las vías principales en el interior de la ciudad, dispuestas por tanto de acuerdo con la propia disposición natural, mientras que otras calles perpendiculares a éstas conformaban las manzanas de viviendas, permitiendo aislarlas y comunicar calles paralelas generalmente situadas a diferente cota o altitud. Estas calles perpendiculares a las anteriores serían utilizadas preferentemente por peatones dada su mayor pendiente, facilitando este tránsito por medio de algunas escaleras a ambos lados de las mismas, según hemos documentado en el barrio de las termas o Insula I. La anchura de los viales variaba según su importancia, pero, debido a la complicada orografía, es previsible que sólo los principales permitiesen el cruce de vehículos en dirección opuesta. En algunos casos se hallaban pavimentadas con grandes losas irregulares de piedra caliza, como la descubierta en la parte central de la ciudad (Sector C. II) posiblemente el cardo máximo que uniría la zona de las termas con la del foro, o como la rampa de acceso al foro, ambas actualmente tapadas para posibilitar su conservación. Otras calles tienen la roca firme por solera, como la que recorre la zona superior del Barrio de las Termas, mientras las más sencillas son de tierra apisonada mezclada con piedra machacada, igualmente resistente en su momento, pero muy degradas en la actualidad. Se han documentado piedras pasaderas en algunas calles, para comodidad de los viandantes más que por problemas de lluvias que en Bilbilis debían evacuarse con gran facilidad dadas las pendientes acusadas en toda la ciudad. En el caso de las escalinatas, éstas generalmente fueron de bloques de yeso bandeado de fácil talla, lo que generó un gran desgaste de uso y que, en la mayoría de los casos, se desmontaron para reutilizar sus escalones en otras construcciones, como se pudo apreciar en la descubierta en las proximidades de las termas con cuyos escalones se llegó a tapiar la calle previsiblemente en el s. III, coincidiendo con la transformación de este edificio en viviendas y almacenes. El foro La ciudad como consecuencia de su nueva condición jurídica acomete una gran obra de modificación estructural que va a convertir aquel núcleo provinciano en un fiel exponente de las nuevas ideas que trae la administración romana. El foro bilbilitano se edifica arrasando una zona de viviendas de época cesariana, y tal vez otros monumentos anteriores, de las que se hallaron restos de estructuras, materiales varios y restos pictóricos. Se planifica de una sola vez la construcción de un gran centro monumental compuesto por forvm con plaza (48,64 m. de longitud por 44,88 m. de anchura, incluyendo en estas dimensiones sus pórticos laterales), templo dominándola y dos pórticos, convirtiéndose uno de los lados del pórtico en basílica. En el opuesto un gran basamento al final del pórtico puede suponer la existencia de una curia. La comunicación de la plaza con el templo, seguramente exástilo, se realiza mediante una monumental escalera que salva el pórtico inferior sobre la misma plaza. Como elementos complementarios basas de estatuas, seguramente de la familia imperial por los retratos, inscripciones; una de culto imperial conmemorativa de la construcción del foro y su posible finalización en época de Tiberio, financiado al menos parcialmente por L. AEMILIVS, evergeta conocido a través de la inscripción en placa de mármol recuperada en 1980 en una zona próxima a la escalinata de acceso al templo del foro, con el que hay que ponerla en relación, en uno de cuyos laterales pudo estar expuesta. El hallazgo de cospeles sin acuñar induce a localizar la ceca en el mismo foro en uno de sus laterales. No conviene olvidar que la ciudad acuña una importante cantidad de monedas en los reinados de Augusto, Tiberio y Calígula que sirve para promocionar su condición municipal al mismo tiempo que para abastecer el circuito económico creado con la eclosión ciudadana y para subvenir a las necesidades económicas de la zona. La moneda de Bilbilis, junto con la propiamente imperial, será un vehículo económico de primer orden difundiéndose, a través de los numerosos hallazgos estudiados, por buena parte del imperio. Monedas con la característica corona cívica en el reverso, junto con los nombres de sus magistrados municipales, son los rasgos más claros de esta nueva condición ciudadana. Con anterioridad la ciudad había acuñado moneda en época indígena con el típico jinete celtibérico y otras de período premunicipal con la leyenda BILBILIS-ITALICA que hace referencia clara a los inmigrantes itálicos asentados desde hacía varias décadas. El emplazamiento y monumentalidad del foro, algo desproporcionado y alejado de los cánones vitruvianos, parece responder a algo más. Bilbilis deseaba, y sus ciudadanos con ella, alcanzar una promoción importante, darse a conocer a la comarca, ser vista por las gentes que transitaban por la via Augusta Emerita. Para ello la planificación de su edificación fue cuidadosamente estudiada, los volúmenes, la implantación sobre el terreno, sus dimensiones y riqueza, la distribución de sus elementos. Todo ello proclama al unísono su filiación romana decidida, su reflejo de lo que hay más allá, la capital del conventus, de la provincia y la propia Roma de la que sienten verdaderamente partícipes con todas sus energías y con el apoyo de la economía de sus élites locales que apoyaron la empresa con decisión. Los más costosos mármoles se adquieren para su decoración, las estatuas ornamentan sus pórticos y plaza y la monumentalidad surge por doquier. La actividad política y económica rivaliza con la actividad social de unos lugareños y unos inmigrantes itálicos que han sabido hacer de aquel pequeño municipio un emporio de vida a la romana y de una riqueza que será efímera, aunque entonces no sean conscientes de ello. El teatro El teatro forma un todo único con el foro al que está vinculado por una serie de pórticos y pasillos de comunicación. Se hace evidente que el arquitecto diseñó el conjunto de forma unitaria pensando en dotar a la ciudad de un gran complejo central que presidiera todas las actividades ciudadanas. La teatralidad arquitectónica, la escenografía que se consigue con ambos monumentos, está muy acorde con la finalidad propagandística que perseguía. Por otra parte, el teatro bilbilitano hay que concebirlo como un edificio de espectáculos con carácter comarcal, ya que su capacidad, cercana a los 4.500 espectadores, excede con mucho las necesidades de la pequeña ciudad calculada en unos 3.000 ó 3.500 habitantes. El teatro bilbilitano, de grandes proporciones, edificado en dos fases, una de ellas de forma inmediata al comienzo de construcción del foro, presenta una escena de dos pisos con capiteles corintios en ambos, y tres valvae. Su posición aprovechando una vaguada, permite apoyar directamente su graderío en el terreno natural lo que facilita su construcción y explica sus dimensiones poco canónicas de 210º de desarrollo al tener que adaptarlo a los pórticos occidentales del foro, siendo su diámetro orquestal de 20 m., con un diámetro de cavea de algo mas de 73 m. que se ampliará hasta los 78 m. si incluimos el desarrollo exterior de la crypta hasta su fachada exterior conocida en gran parte por las excavaciones más recientes. La existencia de un sacellum en la parte superior central de la summa cavea le confiere un valor añadido importante, siendo sus dimensiones de 11'5 m. por 7'5 m. con una peristasis de seis columnas en los lados largos y de cuatro en los cortos. Esta edificación sigue el modelo del teatro de Pompeyo en Roma. La aparición de restos de escultura atribuidos a Livia, permiten pensar en un repertorio iconográfico vinculado a la dinastía julio-claudia, por lo menos dedicado al culto imperial de esta emperatriz, del que conocemos otros casos como los de Leptis Magna (Libia) o Herculano. Las termas Las termas bilbilitanas son otro de los elementos de atracción de la ciudad. En la actualidad cubiertas de las inclemencias del tiempo por una cubierta de estructura metálica y techo de plástico transparente, se presentan con toda rotundidad en la parte media alta de la ciudad. Asentadas en una ladera y rodeadas por varias cisternas que las abastecían de agua, junto con los canales de desagüe, las vulgares cloacas, con las que estaban dotadas, conservan la totalidad de sus estancias principales. Este conjunto, también de época imperial temprana, tuvo al menos tres fases de utilización. Las dos primeras dentro del siglo I d. C. al quedar pronto insuficiente la edificación original. Ello originó que las estancias se ampliasen en espacio y que se debiera modificar el recorrido y parte de las instalaciones de calefacción y agua caliente. Estaban decoradas con conjuntos pictóricos de gran calidad, realizados como sabemos por un equipo de pictores itálicos que recorrieron varios lugares del Valle del Ebro, Bilbilis, Arcóbriga, etc. para luego pasar a la Meseta, dejando huella de su paso en conjuntos excelentes, de los que destacan los de Bilbilis tanto por la variedad de sus composiciones como por los materiales empleados. Las salas de estas termas con su abastecimiento de agua y calefacción, sus lugares para dejar la ropa y las pertenencias personales, las piscinas de agua caliente y fría, una schola labrum junto al caldarium, letrinas y otras dependencias, nos dejan traslucir las comodidades con que los provinciales supieron dotar de inmediato a sus localidades, así como la capacidad económica para llevar a cabo el esfuerzo. Las viviendas Las casas bilbilitanas se encaraman en un escenario natural sin parangón. La topografía del terreno parece hecha a medida de la ciudad. Las dificultades con que sin duda se encontraron los bilbilitanos se resolvieron con la pragmática eficacia de la ingeniería y la arquitectura romana. Terrazas que configuran el terreno con arreglo a las necesidades impuestas por la planificación urbana, soportan las construcciones públicas y privadas. La comunicación entre ellas mediante calles empinadas, rampas o escaleras en los puntos necesarios. Todo ello da una planificación pintoresca y de cierto abigarramiento que contrasta con las ciudades reticulares clásicas, no obstante no nos engañemos. Estamos ante una ciudad a la romana, con sus espacios hábilmente distribuidos, con sus servicios, abastecimiento de aguas, cloacas, murallas, plazas, fuentes, edificios públicos y privados. Una gran urbe en pequeño para servir de espejo a unos ciudadanos que desean fervientemente ser romanos. Las viviendas son de una tipología variada. Las hay clásicas siguiendo la tradición de la casa helenística con patio, tal es el caso de las excavadas en la zona central de la ciudad (Casa del Ninfeo, C.II) y las hay más simples, como consecuencia de su adaptación al terreno (Casa de las Escalaras, Casa de la Fortuna). No son infrecuentes las viviendas escalonadas, aprovechando los desniveles de terrazas contiguas, así como las viviendas con huertos en las que se cultivarían parte de las hortalizas y frutas necesarias para el consumo propio y una reducida comercialización. El conjunto más completo de cuantos se pueden encontrar en Bilbilis es el correspondiente al denominado Barrio de las Termas, en vías de excavación desde 1996. Corresponde a una insula de cuatro domus en disposición en terrazas con un frente de tabernas en la zona inferior, identificándose una de ellas como una popina. Las domus presentan planta itálica con atrio, destacando la riqueza de los conjuntos pictóricos recuperados en el transcurso de las excavaciones. Las dependencias artesanales se situaban en las cercanías del foro, a espaldas de éste, habiéndose documentado la producción de algunos elementos como piezas metálicas, vidrios, textiles, etc. junto con otros que citan las fuentes y que tendrían su punto de producción o comercialización en la propia ciudad, habiéndose localizado en las últimas campaña de excavación moldes de lucernas que amplían el carácter productivo de la ciudad. En las inmediaciones de Bilbilis se ubicarían las explotaciones agrícolas a las orillas del Jalón y Ribota, mencionadas por los clásicos y especialmente por su ciudadano de excepción Marcial, cuyos últimos años pasó en la tranquilidad de aquella vega fértil y abundante de su ciudad no sin quejarse del exceso de calma que sufría una mente ágil acostumbrada a los tráfagos y emociones de la vida capitalina. Las murallas El trazado y aspecto de las murallas que pueden contemplarse actualmente debió iniciarse con antelación a la presencia romana, hacia el s. II a. C., con menos ambiciones monumentales, pero con la clara intencionalidad de albergar gentes y propiedades, recorriendo la práctica totalidad del cerro Bámbola, si bien su parte oriental sería desmontada en época de Augusto ante el crecimiento y desarrollo de la nueva ciudad. Un recinto amurallado de la extensión del que alcanzó el de Bilbilis que llegó a encerrar unas treinta hectáreas de terreno, muestra con claridad la importancia y la capacidad económica de sus habitantes. Nos encontramos con un recinto construido más que para proteger a la ciudad para delimitarla y dotarla de prestigio, ya que en la Antigüedad su presencia o no era una de los factores claves a la hora de considerar a una ciudad como tal. Su construcción, todavía visible en muchos de sus puntos, se adapta cuidadosamente al terreno. En su trazado quebrado en el que se alternaban los baluartes y las torres de apoyo con función de vigilancia y defensa, en una de las cuales se localizó un enterramiento ritual, se ubicaban dos puertas: una en las inmediaciones del teatro con el que se reforzaba el carácter escenográfico de este conjunto monumental, y la otra en la parte baja de la ciudad junto a la vega del río Jalón, cuando comienza el conocido actualmente Barranco de los Sillares. El recinto se completaba con una serie de puertas peatonales, sin descartar la presencia de poternas todavía sin identificar. Bilbilis no necesitaba sus murallas pero la tradición y el prestigio imponían lo contrario. Sería digna de ver desde el acceso viario aquella imponente masa presidida por la fortificación perimetral, dentro de la que se apreciaban claramente los conjuntos públicos, que junto a su magnitud habían sido erigidos en los lugares preeminentes para que pudieran servir de ejemplo a los visitantes y de orgullo a sus habitantes, que con ello se convertían en excelentes propagandistas de Roma, en un claro exponente de la política urbanística propugnada por Augusto. El abastecimiento de agua: las cisternas La configuración geomorfológica de Bilbilis es determinante a la hora de establecer la infraestructura de abastecimiento de agua de la ciudad. Hoy por hoy parece descartado la existencia de un acueducto, siendo las únicas soluciones posibles el aprovechamiento del agua de lluvia, el acarreo de agua con animales desde el río Jalón y, sobre todo, la explotación de las corrientes o acuíferos subterráneas mediante pozos y su posterior almacenamiento. La solución empleada fue la utilizada en tantas otras ciudades romanas, la cisterna, de las que hasta el momento actual de la investigación conocemos sesenta y dos que presentan diversos tipos, siendo posible la construcción de alguna de ellas después de costosas obras de adaptación del terreno, presentando sólidos muros de opus caementicium, revestidos exteriormente de muros de sillarejo. El municipium resolvió el problema del abastecimiento y distribución del agua mediante la ejecución de una tupida y compleja red de cisternas comunicadas entre sí mediante tuberías de plomo o cerámica, estableciéndose en algunos casos relaciones de vasos comunicantes. Se aprecia un plan preconcebido, de ahí la regularidad de la distancia entre ellas y la selección de las curvas de nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse de la gravedad. Su ubicación en el yacimiento no parece arbitraria ya que su mayor densidad en unos sectores de la ciudad frente a otros, coincide con las zonas de mayor población, y por lo tanto con mayores necesidades, pudiéndose apreciar cómo cada una de ellas se encargaría del suministro de agua a un número concreto y determinado de viviendas. Hasta época bien reciente, alguna de estas cisternas todavía almacenaba agua, como en el caso del denominado «aljibe de los moros» o «fuente del pastor», también conocida como «la fuente del maestro» por ser un punto tradicional de merienda durante las excursiones escolares. Su construcción en la zona de conexión de las laderas de los cerros de Bámbola y San Paterno la convertían en una pieza importante en la red de abastecimiento de la ciudad. El elevado número de cisternas construidas generó una amplia variedad tipológica. Podemos encontrar desde las más simples de planta rectangular con cubierta plana o abovedada, hasta las más complejas con compartimentaciones internas de muros o simples columnas, asemejándose a grandes salas subterráneas, presentando otras varios pisos y alturas para facilitar de esta manera la decantación del agua y la deposición de los lodos, etc. El resultado final es una serie de edificaciones de gran consistencia y solidez que han perdurado muchas de ellas hasta hoy en día en pie, al ser empleadas como meras casetas de aperos de los agricultores que explotaban los bancales o bien refugios para los pastores. Tal vez la cisterna mejor conservada de todas ellas es la que posteriormente se convirtió en ermita de San Paterno, patrono de Huérmeda, perfectamente visible desde esta localidad. La ausencia de cisterna por encima de los 660 m. de altitud parece indicar la cota que alcanzó el urbanismo de la ciudad, reservándose el resto, como en el caso de la planicie (700-711 m.) situada en la cima del cerro de Bámbola, a recintos artesanales o viviendas marginales y estructuras vinculadas al recinto amurallado, asegurándose el agua mediante depósitos de agua procedentes de lluvia. En cambio, todo el vértice de la ladera de San Paterno, desde los 610 m. hasta los 650 m. aparece salpicada de cisternas, actualmente conocemos dieciocho, estando entre ellas las de mayor volumen de almacén de cuantas conocemos, lo que indica la densa trama urbana de esta zona de la ciudad que se extendía hasta el denominado Barranco de los Sillares que discurre hasta el río Jalón. El resto de las cisternas se distribuían en torno a la zona central de la ciudad, adaptándose a las distintas curvas de nivel de la ladera occidental de Bámbola y la oriental de San Paterno, estableciéndose un complejo entramado que aseguraba la distribución del agua a viviendas, fuentes y ninfeos, evidenciándose que no están distribuidas arbitrariamente, ya que su mayor densidad en unos sectores de la ciudad frente a otros, parecen coincidir con las zonas de la ciudad más pobladas, y, por lo tanto, con mayores necesidades. Se aprecia un plan preconcebido, de ahí la regularidad de la distancia entre ellas y la selección de las curvas de nivel donde construirlas, para así de este modo beneficiarse de la gravedad. Con las informaciones disponibles por el momento podemos determinar que es con las reformas urbanas de Augusto cuando se comienza la construcción de una buena parte de este sistema hidráulico, fundamentalmente las ubicadas en la parte central y media de la ciudad. Las siguientes obras estarán vinculadas al desarrollo urbano de Bilbilis y a la expansión de la zona urbana durante el s. I d. C. e inicios del s. II d. C., especialmente durante época flavia en el que la ciudad presenta un segundo desarrollo urbano. Del desarrollo al ocaso de una ciudad La ciudad tiene su momento de esplendor durante el s. I y primera mitad del s. II, iniciando su decadencia a partir de este momento, decayendo espectacularmente en el s.III. Sin duda ha sido el esfuerzo económico inicial, al que no ha ido parejo el desarrollo económico de la comarca, el causante de ello. La realidad es que en el siglo III Bilbilis es una ciudad semidesierta y sus habitantes han debido emigrar en parte, unos se trasladan a las villas de la comarca, poco conocidas todavía, otros lo harán a la capital del conventus Caesaraugusta que empezará ya a ser el polo indiscutible de atracción de población del Valle Medio del Ebro. El costo de su transformación a fines del siglo I a. C. y primera mitad del siglo I d. C. es una de las preguntas clave. Su financiación tal vez en parte a cargo de la administración, pero sobre todo estuvo fundamentada en los propios recursos. Interviene el fenómeno del evergetismo de manera muy notoria y se inclina a los poderosos locales a que contribuyan al desarrollo y mejora de sus ciudades a cambio de prestigio social, cargos en las mismas y naturalmente beneficios económicos. Pasada la euforia urbanizadora de la primera mitad del siglo I d. C., y superada a medias la crisis de fín de los Julio-Claudios, el advenimiento de la dinastía Flavia, con la extensión del ius latii a todos los hispanos, marca una nueva etapa. En ella parece que se renace de las cenizas. Tal vez se necesite esta medida que puede favorecer que las ciudades decaídas recuperen su frescor, se revitalicen y al mismo tiempo se creen nuevos centros para dinamizar la economía, francamente maltrecha según todos los indicios. Volvemos sobre los mismos errores. Se facilita esta proliferación urbana, se ven alzarse ciudades nuevas y en algunos casos, la Historia será testigo, que durarán tan sólo tres generaciones como Labitolosa. Habría que profundizar en las causas. Tal vez el negocio esté en el urbanismo, en la construcción de ciudades y en la modernización de las existentes. Este es un problema no planteado y sobre el que conviene reflexionar. Los monopolios imperiales de las explotaciones de canteras de piedras ricas ornamentales, los transportes, etc. son otros tantos campos de beneficios inmediatos que pueden producir pingues beneficios a corto plazo si se revitaliza el fenómeno urbano. Tras ello, las sombras empañan el brillo precedente. Ignoramos si supieron ver lo que se avecinaba. Las excavaciones nos muestran casas que han sido abandonadas por sus propietarios que tapian sus puertas para evitar saqueos. ¿Hasta qué punto la administración romana no estuvo favoreciendo de manera artificial una economía y un hecho ciudadano muy por encima de las posibilidades reales? La crisis de la baja romanidad tuvo más factores desencadenantes que los considerados hasta el presente y las ciudades de nuestro territorio no fueron una excepción. Bilbilis fue palideciendo y olvidando los fulgores de antaño, los ciudadanos del siglo III d. C. no fueron capaces de mantener una ciudad con costosos edificios, monumentos e infraestructuras y poco a poco se fueron degradando a medida que se abandonaban paulatinamente en búsqueda de la seguridad de las casas de campo o de otras ciudades más populosas. En el s. V sólo hay ruinas y grupos aislados que malviven en ellas. El volumen de material arqueológico atribuido a estos momentos es esclarecedor, únicamente cinco fragmentos de sigillata hispánica tardía, nada de monetario, en una ciudad que abarcaba casi 30 hectáreas. La orgullosa y altiva Bilbilis de Marcial ya era historia hacía mucho tiempo. Bibliografía seleccionada
1 Jurídicamente, la denominada «Ciudad Romana de Bilbilis» fue declarada Monumento Histórico-Artístico, el 4 de junio de 1931. Los terrrenos en los que se asienta la ciudad de Bilbilis (30 ha.) fueron expropiados por el Estado en los años 1976-1980, encontrándose actualmente transferidos a la Diputación General de Aragón. En 1985, tras la promulgación de la Ley de Patrimonio Histórico Español, pasó a ser catalogada como B.I.C. (Bien de Interés Cultural) (artículo 15 de 16/85, de 25 de junio) con la categoría de zona arqueológica y n.º de censo: R-I-55-0000062-00000. No obstante, de acuerdo con lo dispuesto en el apartado 3 de la Disposición Transitoria Primera de la Ley de Patrimonio Cultural Aragonés, modificó la categoría del yacimiento, obteniendo la consideración de C.I.C. (Conjunto de Interés Cultural-zona arqueológica), completándose la zona de protección del entorno del yacimiento con la promulgación de la Orden de 17 de enero de 2003 (B.O.A., n.º 16/03). |
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