viernes, 11 de marzo de 2016

Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones - Conjuntos arqueológicos

Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones - Conjuntos arqueológicos




Antigua. Historia y Arqueología de las civilizaciones Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes




Conjuntos arqueológicos

> Bilbilis





Presentación

Manuel Martín-Bueno

J. Carlos Sáenz Preciado
     La vinculación del MVNICIPIVM AVGVSTA BILBILIS1
con la actual Calatayud es correcta con matices, ya que el despoblado
bilbilitano se encuentra a orillas del río Jalón, aguas abajo de la
actual Calatayud, a unos cinco kilómetros de distancia por la carretera
de Calatayud a Soria. A sus pies se levanta Huérmeda, barrio pedáneo de
Calatayud, algunas de cuyas casas se construyeron con piedra procedente
de Bilbilis.


     Bilbilis se
ubica en la zona crítica del límite de fosilización terciaria. Se trata
de un terreno paleozoico pizarroso formado por materiales que se
exfolian fácilmente, situado en el extremo de la fosa de Calatayud
caracterizada por la presencia de formaciones de calizas, margas y
yesos. En la comarca aparecen esporádicamente algunos conglomerados
oligocenos, siendo el color rojizo que presenta el terreno una
consecuencia de los óxidos férreos que acompañan a las pizarras.


     El emplazamiento de la ciudad es singular, al dominarse desde las cumbres de Bámbola un amplio territorium al presentar una elevación media de unos 200 m. sobre el nivel del río Jalón, encontrándose casi completamente rodeado por dos de los ríos, el ya mencionado Jalón, sin el que Bilbilis no sería la misma, y el río Ribota en su confluencia con el anterior, precisamente a los pies de la ciudad por su lado norte.


     Desde lejos la ciudad debió tener un aspecto imponente y a la
vez pintoresco, encaramándose en la ladera de Bámbola, con sus tres
cumbres, la propia Bámbola (709 m.), San Paterno (701 m.), en recuerdo del obispo bilbilitano, y Santa Bárbara (629 m.)
en la que también existió una ermita instalada en los criptopórticos de
la fachada sur del foro, que pervivió hasta comienzos de este siglo,
aunque ya como un corral.


     La contextura geográfica del terreno presenta las dos máximas
alturas que acabamos de mencionar en la zona norte, desde donde el
terreno desciende hacia una llanura interior central, hoy muy colmatada
por el arrastre erosivo, a la que el Conde de Samitier denominó como «Campo de los camafeos»
ante el elevado número de ellos que aparecían en el lugar durante las
labores agrícolas. Desde esta zona el terreno presenta la peculiaridad
de configurarse a modo de dos espolones, uno el que origina la cima de
San Paterno en la parte oriental y el otro en la zona central denominada
como Santa Bárbara.


     Ambos puntos, Santa Bárbara y San Paterno, también aquí con una
ermita al santo, instalada en una sólida y maciza cisterna romana, pone
en manifiesto esa inveterada costumbre cristiana de santificar los
lugares paganos con advocaciones religiosas de sustitución. En este caso
Santa Bárbara en el foro y San Paterno vigilante desde sus encumbrados
riscos del camino del Jalón que discurría a sus pies y centinela de los
vecinos y tierras de Huérmeda a cuya vista queda de forma permanente y a
cuya protección se acogen.


     La parte norte y este forma una vertiente escarpada de caída
vertical hasta el nivel del río Jalón haciéndolo inexpugnable ante lo
infranqueable de su configuración rocosa. Por el sur hallamos el ya
mencionado Barranco de los Sillares, cuya denominación deriva
de la abundancia de elementos constructivos acumulados en el lugar fruto
de la fuerte erosión sufrida en la zona. Tampoco hay que descartar que
su nombre esté relacionado con el camino utilizado por los extractores
de piedra en la Edad Media.


     Finalmente la zona oeste presenta un relieve más suave en
dirección descendente hacia los montes vecinos desde los que se accedía a
la vega en la que las prospecciones arqueológicas han hallado diversas
villas y asentamientos menores romanos.


     La configuración montañosa de la zona ha sufrido serias
modificaciones al presentar las laderas profundos aterrazamientos
agrícolas en época moderna. Debido a la acción erosiva de los diversos
agentes, no sólo atmosféricos, sino también humanos, se ha originado una
potente acumulación de tierra en la parte más baja del terreno, tal es
el caso de la parte central, dificultan notablemente las tareas de
excavación, al localizarse las estructuras bajo varios metros de
sedimentos.


     El estado actual del terreno presenta un aspecto agreste que se
impone dominando toda la zona media del Valle del Jalón, controlando el
paso natural entre la Meseta y el Valle del Ebro. Aspecto actual que no
debe diferenciarse mucho del que conoció Marcial y que le llevó a
calificarlo como «acri monte».


     La ciudad ocupaba aproximadamente una extensión de 30 hectáreas,
correspondiendo por lo tanto con una ciudad de tamaño medio de carácter
provincial, aunque no todo el solar debió estar edificado por lo
escarpado de algunas zonas que imposibilita la edificación. Pero esa
imagen pintoresca de las casas encaramadas sobre la montaña debió sin
duda alguna ser superado por la admiración que despertaría su
monumentalidad, y es que la ciudad estaba diseñada para ello, al menos
desde que Augusto, quien decidiera promocionar las ciudades hispanas y
nuestra Bilbilis entre ellas.


     La ciudad contaría con dos únicos accesos ya que la orografía no
permite más, el principal que arrancaría desde las proximidades del
actual cementerio de Calatayud cuyo trazado final se corresponde con el
actual acceso al yacimiento y un segundo camino que transcurriría por el
denominado Barranco de los Sillares. Los accesos se verían
favorecidos por un puente mediante el que se atravesaría el río Jalón
del que en la actualidad no queda resto alguno, tal vez situado en las
proximidades de Torre de Anchis, de cuya existencia no hay que dudar, ya
que no tendría sentido que una ciudad ubicada entre otras razones en
función de su localización estratégica con respecto a las tierras
circundantes, se viera mediatizada en su acceso por la falta de un
puente sobre el Jalón.


     Nos encontramos por lo tanto con una pequeña ciudad provincial
que alcanzó un aceptable desarrollo y nivel de vida, en torno a la que
se jerarquizaba todo un amplio territorio, dependiendo a su vez de la
capital del conventus, Caesaraugusta.
El desarrollo de la ciudad estuvo vinculado al control que ejercía
sobre los accesos a la Meseta por la vía del Jalón, y viceversa,
convirtiéndola en un centro económico de primer orden.


Las fuentes clásicas
     Las fuentes clásicas que la mencionan son ciertamente escasas y
poco extensas, si exceptuamos las referencias que a ella realiza Marco
Valerio Marcial que, como oriundo de Bilbilis, le presta mayor atención. Estrabón en Geografía (III,4, 12-13) tomadas en parte de Posidonio, Plinio el Viejo, en su Naturalis Historia (I, 34, 14; III, 3, 4) y Ptolomeo (Geografía,
II, 6, 33) tienden a presentar reiteraciones de los tópicos clásicos en
los que se alude a su pertenencia a la región de la Celtiberia, tribu,
riquezas y poderío en armas y caballos, propiedades del agua, status jurídico, fisonomía de la ciudad, etc.


     A finales del s. IV contamos con los
pasajes de la correspondencia que mantuvieron entre los años 390-394,
Ausonio y Paulino de Nola en la que se encontraron una serie de
menciones de la ciudad. En esta correspondencia Ausonio (Ep., 29, 50-61) (Carm.,
X, 223-4) se queja a su amigo Paulino, que vive en Hispania, de no
recibir noticias suyas, acusándole de vivir en un país inhóspito, árido y
desolador. Refiriéndose a Bilbilis como, después de destinar otros calificativos a Calagurris e Ilerda, «ergo meum patriaeque decus columenque senati Bilbilis» y «Bilbilim acutis pendentem scopulis». Posteriormente, Paulino se defiende de las acusaciones de su amigo apareciendo citada Bilbilis como Birbilis.


     De cualquier manera, será gracias a Marcial a quien debemos el mayor número de referencias conocidas sobre Bilbilis,
principalmente descripciones detalladas de la ciudad y de su región,
así como de la celtiberia y de la toponimia de la zona. A través de sus
obras podemos reconstruir la fisonomía particular de la ciudad,
menciones como «Altam Bilbilim», «pendula quod patriae visere tecta libet...», o referencia a la fama de sus armas y caballos «equis et armis nobilem», a sus fuentes o manantiales «decerna placabit sitium et Nutha»,
junto a diversos comentarios dedicados a las ferrerías, a las auríferas
aguas del Jalón e incluso a la situación jurídica de la ciudad «Municipes Augusta... Bilbilis acri Monte creat», las que en cierto modo nos permiten imaginarnos el aspecto que tuvo la ciudad (Epigramas, I, 49; IV, 40 y 41; X, 20, 96, 103, 104; XII, 3, 18, 21).


     Finalmente Justino (XLV, 3, 8) y San Isidoro (Ethymologiae,
XVI, XX-XXI) retomando las fuentes antiguas, cierran las menciones
clásicas de la ciudad, sin bien la última reseña que conocemos referida
a Bilbilis se encuentra en el Anónimo de Rávena del s. VII, mencionándose junto a otras ciudades como Nertobriga, Arcobriga, Cesada y Areucia, todas ellas relacionadas con la vía romana.


     El Itinerario Antonino cita a Bilbilis como la III mansión de la vía Caesaraugusta-Emerita y la V de la vía que desde Tarraco seguiría el camino Ilerda-Caesaraugusta-Nertobriga-Bilbilis. En la ruta Alio Itinera ab Emerita Caesaraugusta (It.Ant. 436, 1-438, 1) que cruzando toda la meseta aparece como la mansión XII de la vía Emerita-Toletum-Caesaraugusta; XVII de la vía Emerita-Fuenllana-Caesaraugusta; XIV de la vía Asturica-Caesaraugusta y XXVI de la vía Emerita-Caesaraugusta.

Historiografía e historia de las excavaciones

     No cabe la menor duda de que la mención de Bilbilis
en las fuentes clásicas y sobre todo el hecho de ser la cuna de Marcial
sirvió de inspiración desde antiguo a gran número de escritores que
como Escuelas (1661), Pérez de Nueros (17??), Cos y Eyaralar (1845) o
viajeros de paso como Labaña (1611) entre otros, dedicaron, con mayor o
menor fortuna, parte de su obra a esta ciudad.


     La proximidad de Calatayud estableció entre ambas ciudades una
estrecha relación, motivando que cualquier historia o referencia a esta
ciudad de fundación árabe, siempre estuviese iniciada con alguna mención
sobre la antigua Bilbilis, remontándose la primera referencia escrita de época moderna a 1575, cuando Ambrosio de Morales publica Las antigüedades de las ciudades de España. Posteriormente Martínez de Villar (1598) realiza un tratado local de las antigüedades y varones ilustres de la zona: Tratado del patronato, antigüedades, gobierno y varones ilustres de la ciudad y comunidad de Calatayud y su arcedianado.


     Con el paso del tiempo, el nacimiento del coleccionismo, como un
intento de rescatar el mundo clásico que tan insistentemente era
buscado por el hombre humanista de la época, motivará la aparición de
las primeras colecciones, de ahí que Bilbilis
no pudiera permanecer ajena a este rescate material del pasado. Es
entonces cuando los jesuitas García y Gasca durante su estancia en
Calatayud entre 1750-1765, realizaron excavaciones en la zona. La
creación de una colección, perdida tras la expulsión de la Orden, con
materiales, inscripciones y monedas recogidas parecen indicar que sí,
aunque no han quedado ni menciones, ni rastros de su actuación.


     Las primeras noticias que tenemos con toda seguridad de una «excavación» se remontan a D. Carlos Ram de Viu, Conde de Samitier, que entre 1900-1910 realizó una serie de trabajos en puntos indeterminados de Bilbilis.
Fruto de ello y de otras muchas excavaciones realizadas en la comarca,
nació una colección privada muy mermada por el paso del tiempo que tras
su muerte, y después de una serie de vicisitudes negativas, una mínima
parte se integraría en el Museo Municipal de Calatayud, mientras el
resto sería diseminada por sus herederos, llegando finalmente un pequeño
lote al Museo Provincial de Zaragoza.


     Si bien los resultado de las excavaciones del Conde de Samitier
fueron más bien escasos, de particular relevancia fueron los sondeos
efectuados por Narciso Sentenach en 1917. Pese a que estos trabajos
fueron muy limitados en su duración, se pudo determinar la zona de Santa
Bárbara como el lugar de ubicación del templo. Igualmente se excavó en
la zona del teatro y en otros sectores de la ciudad, muralla y accesos,
lo que le permitió establecer una serie de descripciones, algunas de
ellas algo fantasiosas, de la organización de la ciudad, plasmadas
posteriormente en un plano con grandes imprecisiones a la hora de ubicar
en el terreno los principales edificios de la ciudad, así como el
trazado de sus murallas.


     A lo largo de 1933, Adolfo Schulten, junto al general Lammerer,
efectuaron una serie de exploraciones, tal vez pequeños sondeos, de los
que no quedó constancia, limitándose a una interpretación visual de los
restos que afloraban por todo el yacimiento y a la repetición de los
tópicos ya conocidos, mencionando un plano hoy perdido, sin que nos haya
quedado documentación de las estructuras por él excavadas. Buena parte
del tiempo que estuvo en la comarca, lo dedicó a la recogida de
materiales arqueológicos, destacando los numismáticos, hoy en paradero
desconocido.


     Con posterioridad a las excavaciones de Schulten no se tiene noticia de ninguna otra intervención arqueológica en Bilbilis.
Tan sólo se recogen comentarios de apariciones de objetos aislados
durante las labores agrícolas que fueron a incrementar las colecciones
de los eruditos locales de la época, poseedores de colecciones privadas,
la mayor parte de ellas desaparecidas.


     No podemos finalizar este apartado sin referirnos a los trabajos de J. M. López Landa, M. Rubio y M. Dolç, que de una u otra manera tocaron diversos aspectos de la ciudad, o en su caso estudiaron y se refirieron a Marcial.


     La fase moderna de las excavaciones comenzó en 1971 con los
trabajos de Manuel Martín-Bueno, que fueron precedidos por una campaña
sistemáticas de prospecciones iniciadas en 1965. Los trabajos han
perdurado de casi sin interrupción hasta hoy en día, pudiéndose
establecer tres fases o épocas de trabajo según el tipo de investigación
realizada.


     Primera fase (1971-1975). Tenía como objeto determinar,
mediante una amplia serie de sondeos, la situación del foro, así como
delimitar en todo lo posible el mayor número de estructuras publicas y
privadas, al igual que su estado de conservación. En estos primeros
sondeos se localizaron y delimitaron las excavaciones y sondeos
realizados por N. Sentenach y A. Schulten a principios del presente siglo.


     Segunda fase (1976-1989). Se puso al descubierto la práctica
totalidad de la zona monumental del foro y zona oriental del teatro, un
conjunto termal, ninfeo, varias estructuras privadas, realizándose
paralelamente una importante labor de consolidación y posterior
cubrimiento de alguno de los edificios.


     Tercera fase (1996-2004). Los trabajos se están centraron en los
sectores urbanos de carácter privado de la ciudad, poniendo al
descubierto varias insulas en las
proximidades de las termas. De la misma manera, en el 2002 se inició la
excavación de un gran edificio público, dispuesto en sucesivas
terrazas, de difícil identificación hasta el momento.


Bibliografía Historiográfica
  • 1575: Ambrosio de Morales. Las antigüedades de las ciudades de España. Alcalá de Henares (Madrid).
  • 1598: M. Martínez del Villar. Tratado del patronato, antigüedades, gobierno y varones ilustres de la ciudad y comunidad de Calatayud y su arcedianado. Zaragoza.
  • 1611: Juan Bautista Labaña. Itinerario del Reino de Aragón. Zaragoza. (Pub. en 1895).
  • 1615: Lope Vázquez de Figueroa. Bilbilis Ejus Descriptio (manuscrito).
  • 1645: V. J. de Lastanossa. Museo de medallas desconocidas españolas. Huesca.
  • 1650?: Baltasar Gómez de Cádiz. Antigua y nueva Bilbilis cabeza de la Celtiberia, principio de la primera restauración de España.
  • 1661: Fray Jerónimo Escuela. Elogium bilbilitanorum.
  • 1799/1700: J. Miguel Pérez Nueros. Historia, antigüedad y
    grandeza de la muy Noble Augusta ciudad de Bílbilis en lo antiguo y en
    lo moderno la Fiel y Leal ciudad de Calatayud
    . (manuscrito).
  • 1750?: M. Monterde. Obra perdida. Es conocida por citas de terceros autores.
  • 1791/1792: J. Traggia. Aparato a la Historia eclesiástica del Reino de Aragón. Madrid.
  • 1832: Juan A. Cea Bermúdez. Sumario de las antigüedades romanas que hay en España. Madrid.
  • 1845: Mariano Cos y Felipe de Erayalar. Glorias de Calatayud y su antiguo partido. Zaragoza.
  • 1869: A. Hübner. Corpus Inscriptionum Latinarum. Berlín, vol. II.
  • 1876: Delgado A. Nuevo método de clasificación de las medallas autónomas de España. Sevilla.
  • 1880-1883: Vicente de La Fuente Historia de la siempre augusta y fidelísima ciudad de Calatayud. Zaragoza.
  • 1896: José María López Landa. Cerámica en Bilbilis. Juegos Florales de Calatayud, (sin publicar).
  • 1897-1898: Aemilius Hübner, Suplementun, C.I.L. II, en Eph., Ep., VIII-IX, Berlín.
  • 1907: Carlos Ran de Viu. «Troballes del Comte de Samitier a Calatayud». A.I.E.C. Barcelona.
  • 1918: Narciso Sentenach. «Excavaciones en Bílbilis en 1917». M.J.S.E.A., n.º 3. Madrid.
  • 1924/1925: Antonio Vives Escudero. La moneda hispánica. Madrid.
  • 1934: Adolfo Schulten. Bilbilis la patria de Marcial. Zaragoza.
  • 1946: José Galiay Sarañana. La romanización en Aragón. Zaragoza.
  • 1946: Jose María López Landa. Bilbilis y sus amigos. Zaragoza.
  • 1947: Jose María López Landa. Historia sucinta de Calatayud. I Edad Antigua. Zaragoza.
  • 1948?: H. Doisy. Étude sur la cité romaine de Bilbilis. (Inédita).
  • 1952: Mariano Rubio Vergara. Calatayud, historia, arte y costumbre. Zaragoza.
  • 1953: Miguel Dolç. Hispania y Marcial. Barcelona.
  • 1954: Miguel Dolç. «El nombre de Bilbilis». P.S.A.N.A., 5. Zaragoza.
  • 1954: Miguel Dolç. «Semblanza arqueológica de Bílbilis». A.E.A., 27. Madrid.
  • 1954: Mariano Rubio Vergara. «La arquitectura en Bilbilis». Caesaraugusta, 4. Zaragoza.
  • 1968: Germán López Sampredro. «Para la carta arqueológica del término municipal de Calatayud». Caesaraugusta, 31-32. Zaragoza.
  • 1975: Manuel Martín-Bueno. Bilbilis: Estudio Histórico-Arqueológico. Zaragoza.
Historia de la ciudad
     De la primitiva ciudad indígena sabemos muy poco. Nacida como heredera de una ciudad indígena, Bilbilis era capital de los lusones aunque la escasez de restos de la ciudad anterior bajo el suelo del mvnicipivm augusteo ha hecho dudar de la continuación de emplazamiento o pensar en una transdvctio por el momento difícilmente demostrable.


     Conocemos de forma vaga que el emplazamiento indígena existente
en el lugar, hoy muy transformado y alterado por las obras posteriores
de época augustea, debió situarse en las alturas del cerro de Bámbola y
parte del de San Paterno, como parece desprenderse de los materiales
preaugusteos aparecidos en los niveles inferiores de la muralla,
extendiéndose parte del primitivo asentamiento por la zona central de la
ciudad romana, transformada totalmente después de constituirse como
municipio romano tras la reforma augustea, teoría que parece confirmarse
con la aparición de estructuras fechadas en los siglos II y I a. C. bajo las domus excavadas en el denominado Barrio de las Termas.


     Hemos de considerar que la ciudad ya tenía desde antiguo una
larga tradición de contacto con Roma por haber sido testigo y partícipe
primero de las Guerras Celtibéricas, momento en el que debió de caer
bajo la influencia romana, convirtiéndose en punto de apoyo para la toma
de Numancia en el 133 a. C. y posteriormente de las Guerras Sertorianas, al mencionar las fuentes antiguas su toma por Sertorio en torno al 77 a. C.
por lo que se puede intuir que en esos momentos era una ciudad «adicta»
a la administración oficial. Posteriormente, las mismas fuentes
mencionan cómo en sus inmediaciones entablaron combate Sertorio y Metelo
en el 74 a. C. siendo derrotado el primero, lo que supuso la «normalización» de la zona según Apicio.


     Este precoz contacto con Roma debió facilitar notablemente la
gradual adaptación a las costumbres, cultura y elementos materiales del
mundo romano, lo que posibilitó que se viese como algo normal la gran
reforma urbana realizada en la primera mitad del s. I d. C.,
fruto de la cual son el foro y el teatro y que supuso que la ciudad
alcanzase su máximo esplendor, manteniéndose cierto vigor a lo largo de
todo el siglo tras retomarse las reformas, o finalizar las anteriores,
en época flavia, tanto en los edificios públicos como en los privados.


     Durante el s. II d. C.,
las sucesivas excavaciones realizadas han permitido constatar como se
mantiene el auge de la ciudad, especialmente en su primera mitad, en la
que se han documentado diversas obras en época de Trajano. A finales de
siglo se aprecia un cierto decaimiento que se acentuará notablemente en
el s. III, sin que se pueda explicar este
hecho por la llegada de algún núcleo invasor, ya que hasta el momento,
en ninguno de los sectores excavados de la ciudad, se ha constatado una
destrucción violenta de la ciudad, por lo que nos encontramos más bien
en un abandono gradual y pacífico condicionado por la crisis económica y
social generalizada en la Península.


     Actualmente las excavaciones no han podido resolver el problema
de la ciudad en época tardía, aunque parece mantenerse cierto
poblamiento residual durante los siglos IV-V, como parece atestiguado
por el intercambio de correspondencia entre Ausonio y Paulino de Nola,
así como por la presencia de un pequeño lote de sigillatas
tardías. Esta población tardía parece concentrarse en torno al foro y
el teatro, compartimentando y amortizando sus estructuras.


     Posteriormente hay un abandono generalizado de la ciudad hasta que en un momento impreciso de la Edad Media, s. XII o s.
XIII se produce un limitada reocupación del solar, según lo atestigua
la necrópolis medieval excavada en la zona baja del oro, sin que ésta
alcanzase gran importancia.


     Posteriormente la ciudad, desde el s.
XVI, se convierte en una gran cantera de extracción de material para la
pujante Calatayud. Se desmontaron sus edificios más monumentales como
el foro y el teatro, levantándose con su piedra la Iglesia de San Juan
el Real, El Seminario de Nobles, El Colegio de los Jesuitas, etc. incluso en 1877 su piedra sirvió para la construcción de la actual plaza de toros.


Bilbilis. Una ciudad romana en el Jalón
     Bilbilis como
otras tantas ciudades provincianas es un centro comarcal indiscutible de
la vida política, administrativa, económica y social desde que adquiere
ese carácter en época de Augusto. Es la meca social y cultural, un
lugar adecuado para desarrollar determinadas actividades que estaban
vedadas por su propia configuración a los núcleos indígenas no
urbanizados, progresando con rapidez respecto al resto de ciudades del
entorno.


     El Municipium Augusta Bilbilis
tal vez sea uno de los más representativos por varias razones. Por un
lado, es un núcleo antiguo con densa historia, y, por otro, había
alcanzado unas cotas de transformación urbana muy altas en poco tiempo,
no sin sufrir al mismo tiempo las consecuencias de un crecimiento quizás
excesivo para su propia capacidad de desarrollo económico.


La urbanizacion de la ciudad
Las calles

     El trazado de las calles y espacios urbanos bilbilitanos, estaba
condicionado por la propia orografía del terreno y por la distribución
interna que se hizo de espacios monumentales públicos y espacios
privados.


     La parte central de la ciudad quedó reservada para el conjunto
monumental principal, el foro y el teatro. Hacia este lugar convergían
los dos caminos principales de acceso que partían de las puertas que se
abrieron en sus murallas, una en la parte baja de la ciudad flanqueada
por sendas torres que se ubicaba junto a la vega del río Jalón,
conducía por una calle empinada, que dejaba a ambos lados ricas domus
y un templo de orden jónico. La otra venía por el enlace desde la vía
principal y tras remontar mediante curvas y pendientes desde el río,
alcanzaba en llano a la puerta próxima al teatro, también flanqueada por
torres, facilitando así la llegada a los espectáculos de los vecinos de
localidades comarcanas y a los habitantes de las villas que sin duda
rodeaban la ciudad.


     En el interior de la misma las calles respondían a un trazado
regulador y en la compleja distribución en terrazas todavía pueden
apreciarse aquellas que servían para acomodar viviendas y aquellas otras
que constituían vías de tránsito. Al ser frecuentes las cuestas, la
comunicación entre terrazas se realizaba mediante rampas útiles al
tránsito de personas y vehículos mediante un trazado serpenteante
adaptado a la ladera de los cerros. Éstas serían las vías principales en
el interior de la ciudad, dispuestas por tanto de acuerdo con la propia
disposición natural, mientras que otras calles perpendiculares a éstas
conformaban las manzanas de viviendas, permitiendo aislarlas y comunicar
calles paralelas generalmente situadas a diferente cota o altitud.
Estas calles perpendiculares a las anteriores serían utilizadas
preferentemente por peatones dada su mayor pendiente, facilitando este
tránsito por medio de algunas escaleras a ambos lados de las mismas,
según hemos documentado en el barrio de las termas o Insula I.


     La anchura de los viales variaba según su importancia, pero,
debido a la complicada orografía, es previsible que sólo los principales
permitiesen el cruce de vehículos en dirección opuesta. En algunos
casos se hallaban pavimentadas con grandes losas irregulares de piedra
caliza, como la descubierta en la parte central de la ciudad (Sector C. II) posiblemente el cardo máximo
que uniría la zona de las termas con la del foro, o como la rampa de
acceso al foro, ambas actualmente tapadas para posibilitar su
conservación.


     Otras calles tienen la roca firme por solera, como la que recorre la zona superior del Barrio de las Termas,
mientras las más sencillas son de tierra apisonada mezclada con piedra
machacada, igualmente resistente en su momento, pero muy degradas en la
actualidad. Se han documentado piedras pasaderas en algunas calles,
para comodidad de los viandantes más que por problemas de lluvias que en
Bilbilis debían evacuarse con gran facilidad dadas las pendientes acusadas en toda la ciudad.


     En el caso de las escalinatas, éstas generalmente fueron de
bloques de yeso bandeado de fácil talla, lo que generó un gran desgaste
de uso y que, en la mayoría de los casos, se desmontaron para reutilizar
sus escalones en otras construcciones, como se pudo apreciar en la
descubierta en las proximidades de las termas con cuyos escalones se
llegó a tapiar la calle previsiblemente en el s. III, coincidiendo con la transformación de este edificio en viviendas y almacenes.

El foro

     La ciudad como consecuencia de su nueva condición jurídica
acomete una gran obra de modificación estructural que va a convertir
aquel núcleo provinciano en un fiel exponente de las nuevas ideas que
trae la administración romana.


     El foro bilbilitano se edifica arrasando una zona de viviendas
de época cesariana, y tal vez otros monumentos anteriores, de las que se
hallaron restos de estructuras, materiales varios y restos pictóricos.
Se planifica de una sola vez la construcción de un gran centro
monumental compuesto por forvm con plaza (48,64 m. de longitud por 44,88 m.
de anchura, incluyendo en estas dimensiones sus pórticos laterales),
templo dominándola y dos pórticos, convirtiéndose uno de los lados del
pórtico en basílica. En el opuesto un gran basamento al final del
pórtico puede suponer la existencia de una curia.
La comunicación de la plaza con el templo, seguramente exástilo, se
realiza mediante una monumental escalera que salva el pórtico inferior
sobre la misma plaza.


     Como elementos complementarios basas de estatuas, seguramente de
la familia imperial por los retratos, inscripciones; una de culto
imperial conmemorativa de la construcción del foro y su posible
finalización en época de Tiberio, financiado al menos parcialmente por L. AEMILIVS,
evergeta conocido a través de la inscripción en placa de mármol
recuperada en 1980 en una zona próxima a la escalinata de acceso al
templo del foro, con el que hay que ponerla en relación, en uno de cuyos
laterales pudo estar expuesta.


     El hallazgo de cospeles sin acuñar induce a localizar la ceca en
el mismo foro en uno de sus laterales. No conviene olvidar que la
ciudad acuña una importante cantidad de monedas en los reinados de
Augusto, Tiberio y Calígula que sirve para promocionar su condición
municipal al mismo tiempo que para abastecer el circuito económico
creado con la eclosión ciudadana y para subvenir a las necesidades
económicas de la zona.


     La moneda de Bilbilis,
junto con la propiamente imperial, será un vehículo económico de primer
orden difundiéndose, a través de los numerosos hallazgos estudiados,
por buena parte del imperio. Monedas con la característica corona cívica
en el reverso, junto con los nombres de sus magistrados municipales,
son los rasgos más claros de esta nueva condición ciudadana. Con
anterioridad la ciudad había acuñado moneda en época indígena con el
típico jinete celtibérico y otras de período premunicipal con la leyenda
BILBILIS-ITALICA que hace referencia clara a los inmigrantes itálicos asentados desde hacía varias décadas.


     El emplazamiento y monumentalidad del foro, algo
desproporcionado y alejado de los cánones vitruvianos, parece responder a
algo más. Bilbilis
deseaba, y sus ciudadanos con ella, alcanzar una promoción importante,
darse a conocer a la comarca, ser vista por las gentes que transitaban
por la via Augusta Emerita.
Para ello la planificación de su edificación fue cuidadosamente
estudiada, los volúmenes, la implantación sobre el terreno, sus
dimensiones y riqueza, la distribución de sus elementos. Todo ello
proclama al unísono su filiación romana decidida, su reflejo de lo que
hay más allá, la capital del conventus,
de la provincia y la propia Roma de la que sienten verdaderamente
partícipes con todas sus energías y con el apoyo de la economía de sus
élites locales que apoyaron la empresa con decisión.


     Los más costosos mármoles se adquieren para su decoración, las
estatuas ornamentan sus pórticos y plaza y la monumentalidad surge por
doquier. La actividad política y económica rivaliza con la actividad
social de unos lugareños y unos inmigrantes itálicos que han sabido
hacer de aquel pequeño municipio un emporio de vida a la romana y de una
riqueza que será efímera, aunque entonces no sean conscientes de ello.

El teatro

     El teatro forma un todo único con el foro al que está vinculado
por una serie de pórticos y pasillos de comunicación. Se hace evidente
que el arquitecto diseñó el conjunto de forma unitaria pensando en dotar
a la ciudad de un gran complejo central que presidiera todas las
actividades ciudadanas. La teatralidad arquitectónica, la escenografía
que se consigue con ambos monumentos, está muy acorde con la finalidad
propagandística que perseguía.


     Por otra parte, el teatro bilbilitano hay que concebirlo como un
edificio de espectáculos con carácter comarcal, ya que su capacidad,
cercana a los 4.500 espectadores, excede con mucho las necesidades de la
pequeña ciudad calculada en unos 3.000 ó 3.500 habitantes.


     El teatro bilbilitano, de grandes proporciones, edificado en dos
fases, una de ellas de forma inmediata al comienzo de construcción del
foro, presenta una escena de dos pisos con capiteles corintios en
ambos, y tres valvae. Su
posición aprovechando una vaguada, permite apoyar directamente su
graderío en el terreno natural lo que facilita su construcción y explica
sus dimensiones poco canónicas de 210º de desarrollo al tener que
adaptarlo a los pórticos occidentales del foro, siendo su diámetro
orquestal de 20 m., con un diámetro de cavea de algo mas de 73 m. que se ampliará hasta los 78 m. si incluimos el desarrollo exterior de la crypta hasta su fachada exterior conocida en gran parte por las excavaciones más recientes.


     La existencia de un sacellum en la parte superior central de la summa cavea le confiere un valor añadido importante, siendo sus dimensiones de 11'5 m. por 7'5 m. con una peristasis
de seis columnas en los lados largos y de cuatro en los cortos. Esta
edificación sigue el modelo del teatro de Pompeyo en Roma. La aparición
de restos de escultura atribuidos a Livia, permiten pensar en un
repertorio iconográfico vinculado a la dinastía julio-claudia, por lo
menos dedicado al culto imperial de esta emperatriz, del que conocemos
otros casos como los de Leptis Magna (Libia) o Herculano.


Las termas
     Las termas bilbilitanas son otro de los elementos de atracción
de la ciudad. En la actualidad cubiertas de las inclemencias del tiempo
por una cubierta de estructura metálica y techo de plástico
transparente, se presentan con toda rotundidad en la parte media alta de
la ciudad. Asentadas en una ladera y rodeadas por varias cisternas que
las abastecían de agua, junto con los canales de desagüe, las vulgares
cloacas, con las que estaban dotadas, conservan la totalidad de sus
estancias principales.


     Este conjunto, también de época imperial temprana, tuvo al menos
tres fases de utilización. Las dos primeras dentro del siglo I d. C.
al quedar pronto insuficiente la edificación original. Ello originó que
las estancias se ampliasen en espacio y que se debiera modificar el
recorrido y parte de las instalaciones de calefacción y agua caliente.
Estaban decoradas con conjuntos pictóricos de gran calidad, realizados
como sabemos por un equipo de pictores itálicos que recorrieron varios lugares del Valle del Ebro, Bilbilis, Arcóbriga, etc. para luego pasar a la Meseta, dejando huella de su paso en conjuntos excelentes, de los que destacan los de Bilbilis tanto por la variedad de sus composiciones como por los materiales empleados.


     Las salas de estas termas con su abastecimiento de agua y
calefacción, sus lugares para dejar la ropa y las pertenencias
personales, las piscinas de agua caliente y fría, una schola labrum junto al caldarium,
letrinas y otras dependencias, nos dejan traslucir las comodidades con
que los provinciales supieron dotar de inmediato a sus localidades, así
como la capacidad económica para llevar a cabo el esfuerzo.

Las viviendas

     Las casas bilbilitanas se encaraman en un escenario natural sin
parangón. La topografía del terreno parece hecha a medida de la ciudad.
Las dificultades con que sin duda se encontraron los bilbilitanos se
resolvieron con la pragmática eficacia de la ingeniería y la
arquitectura romana. Terrazas que configuran el terreno con arreglo a
las necesidades impuestas por la planificación urbana, soportan las
construcciones públicas y privadas. La comunicación entre ellas mediante
calles empinadas, rampas o escaleras en los puntos necesarios. Todo
ello da una planificación pintoresca y de cierto abigarramiento que
contrasta con las ciudades reticulares clásicas, no obstante no nos
engañemos. Estamos ante una ciudad a la romana, con sus espacios
hábilmente distribuidos, con sus servicios, abastecimiento de aguas,
cloacas, murallas, plazas, fuentes, edificios públicos y privados. Una
gran urbe en pequeño para servir de espejo a unos ciudadanos que desean
fervientemente ser romanos.


     Las viviendas son de una tipología variada. Las hay clásicas
siguiendo la tradición de la casa helenística con patio, tal es el caso
de las excavadas en la zona central de la ciudad (Casa del Ninfeo, C.II)
y las hay más simples, como consecuencia de su adaptación al terreno
(Casa de las Escalaras, Casa de la Fortuna). No son infrecuentes las
viviendas escalonadas, aprovechando los desniveles de terrazas
contiguas, así como las viviendas con huertos en las que se cultivarían
parte de las hortalizas y frutas necesarias para el consumo propio y una
reducida comercialización.


     El conjunto más completo de cuantos se pueden encontrar en Bilbilis es el correspondiente al denominado Barrio de las Termas, en vías de excavación desde 1996. Corresponde a una insula de cuatro domus en disposición en terrazas con un frente de tabernas en la zona inferior, identificándose una de ellas como una popina. Las domus
presentan planta itálica con atrio, destacando la riqueza de los
conjuntos pictóricos recuperados en el transcurso de las excavaciones.


     Las dependencias artesanales se situaban en las cercanías del
foro, a espaldas de éste, habiéndose documentado la producción de
algunos elementos como piezas metálicas, vidrios, textiles, etc.
junto con otros que citan las fuentes y que tendrían su punto de
producción o comercialización en la propia ciudad, habiéndose localizado
en las últimas campaña de excavación moldes de lucernas que amplían el
carácter productivo de la ciudad.


     En las inmediaciones de Bilbilis
se ubicarían las explotaciones agrícolas a las orillas del Jalón y
Ribota, mencionadas por los clásicos y especialmente por su ciudadano de
excepción Marcial, cuyos últimos años pasó en la tranquilidad de
aquella vega fértil y abundante de su ciudad no sin quejarse del exceso
de calma que sufría una mente ágil acostumbrada a los tráfagos y
emociones de la vida capitalina.

Las murallas

     El trazado y aspecto de las murallas que pueden contemplarse
actualmente debió iniciarse con antelación a la presencia romana, hacia
el s. II a. C.,
con menos ambiciones monumentales, pero con la clara intencionalidad de
albergar gentes y propiedades, recorriendo la práctica totalidad del
cerro Bámbola, si bien su parte oriental sería desmontada en época de
Augusto ante el crecimiento y desarrollo de la nueva ciudad.


     Un recinto amurallado de la extensión del que alcanzó el de Bilbilis
que llegó a encerrar unas treinta hectáreas de terreno, muestra con
claridad la importancia y la capacidad económica de sus habitantes. Nos
encontramos con un recinto construido más que para proteger a la ciudad
para delimitarla y dotarla de prestigio, ya que en la Antigüedad su
presencia o no era una de los factores claves a la hora de considerar a
una ciudad como tal.


     Su construcción, todavía visible en muchos de sus puntos, se
adapta cuidadosamente al terreno. En su trazado quebrado en el que se
alternaban los baluartes y las torres de apoyo con función de vigilancia
y defensa, en una de las cuales se localizó un enterramiento ritual, se
ubicaban dos puertas: una en las inmediaciones del teatro con el que se
reforzaba el carácter escenográfico de este conjunto monumental, y la
otra en la parte baja de la ciudad junto a la vega del río Jalón, cuando
comienza el conocido actualmente Barranco de los Sillares. El recinto se completaba con una serie de puertas peatonales, sin descartar la presencia de poternas todavía sin identificar.


     Bilbilis no
necesitaba sus murallas pero la tradición y el prestigio imponían lo
contrario. Sería digna de ver desde el acceso viario aquella imponente
masa presidida por la fortificación perimetral, dentro de la que se
apreciaban claramente los conjuntos públicos, que junto a su magnitud
habían sido erigidos en los lugares preeminentes para que pudieran
servir de ejemplo a los visitantes y de orgullo a sus habitantes, que
con ello se convertían en excelentes propagandistas de Roma, en un claro
exponente de la política urbanística propugnada por Augusto.


El abastecimiento de agua: las cisternas

     La configuración geomorfológica de Bilbilis
es determinante a la hora de establecer la infraestructura de
abastecimiento de agua de la ciudad. Hoy por hoy parece descartado la
existencia de un acueducto, siendo las únicas soluciones posibles el
aprovechamiento del agua de lluvia, el acarreo de agua con animales
desde el río Jalón y, sobre todo, la explotación de las corrientes o
acuíferos subterráneas mediante pozos y su posterior almacenamiento.


     La solución empleada fue la utilizada en tantas otras ciudades
romanas, la cisterna, de las que hasta el momento actual de la
investigación conocemos sesenta y dos que presentan diversos tipos,
siendo posible la construcción de alguna de ellas después de costosas
obras de adaptación del terreno, presentando sólidos muros de opus caementicium, revestidos exteriormente de muros de sillarejo.


     El municipium
resolvió el problema del abastecimiento y distribución del agua mediante
la ejecución de una tupida y compleja red de cisternas comunicadas
entre sí mediante tuberías de plomo o cerámica, estableciéndose en
algunos casos relaciones de vasos comunicantes. Se aprecia un plan
preconcebido, de ahí la regularidad de la distancia entre ellas y la
selección de las curvas de nivel donde construirlas, para así de este
modo beneficiarse de la gravedad. Su ubicación en el yacimiento no
parece arbitraria ya que su mayor densidad en unos sectores de la ciudad
frente a otros, coincide con las zonas de mayor población, y por lo
tanto con mayores necesidades, pudiéndose apreciar cómo cada una de
ellas se encargaría del suministro de agua a un número concreto y
determinado de viviendas.


     Hasta época bien reciente, alguna de estas cisternas todavía almacenaba agua, como en el caso del denominado «aljibe de los moros» o «fuente del pastor», también conocida como «la fuente del maestro»
por ser un punto tradicional de merienda durante las excursiones
escolares. Su construcción en la zona de conexión de las laderas de los
cerros de Bámbola y San Paterno la convertían en una pieza importante en
la red de abastecimiento de la ciudad.


     El elevado número de cisternas construidas generó una amplia
variedad tipológica. Podemos encontrar desde las más simples de planta
rectangular con cubierta plana o abovedada, hasta las más complejas con
compartimentaciones internas de muros o simples columnas, asemejándose a
grandes salas subterráneas, presentando otras varios pisos y alturas
para facilitar de esta manera la decantación del agua y la deposición de
los lodos, etc.


     El resultado final es una serie de edificaciones de gran
consistencia y solidez que han perdurado muchas de ellas hasta hoy en
día en pie, al ser empleadas como meras casetas de aperos de los
agricultores que explotaban los bancales o bien refugios para los
pastores. Tal vez la cisterna mejor conservada de todas ellas es la que
posteriormente se convirtió en ermita de San Paterno, patrono de
Huérmeda, perfectamente visible desde esta localidad.


     La ausencia de cisterna por encima de los 660 m.
de altitud parece indicar la cota que alcanzó el urbanismo de la
ciudad, reservándose el resto, como en el caso de la planicie (700-711 m.)
situada en la cima del cerro de Bámbola, a recintos artesanales o
viviendas marginales y estructuras vinculadas al recinto amurallado,
asegurándose el agua mediante depósitos de agua procedentes de lluvia.
En cambio, todo el vértice de la ladera de San Paterno, desde los 610 m. hasta los 650 m.
aparece salpicada de cisternas, actualmente conocemos dieciocho,
estando entre ellas las de mayor volumen de almacén de cuantas
conocemos, lo que indica la densa trama urbana de esta zona de la ciudad
que se extendía hasta el denominado Barranco de los Sillares que discurre hasta el río Jalón.


     El resto de las cisternas se distribuían en torno a la zona
central de la ciudad, adaptándose a las distintas curvas de nivel de la
ladera occidental de Bámbola y la oriental de San Paterno,
estableciéndose un complejo entramado que aseguraba la distribución del
agua a viviendas, fuentes y ninfeos, evidenciándose que no están
distribuidas arbitrariamente, ya que su mayor densidad en unos sectores
de la ciudad frente a otros, parecen coincidir con las zonas de la
ciudad más pobladas, y, por lo tanto, con mayores necesidades. Se
aprecia un plan preconcebido, de ahí la regularidad de la distancia
entre ellas y la selección de las curvas de nivel donde construirlas,
para así de este modo beneficiarse de la gravedad.


     Con las informaciones disponibles por el momento podemos
determinar que es con las reformas urbanas de Augusto cuando se comienza
la construcción de una buena parte de este sistema hidráulico,
fundamentalmente las ubicadas en la parte central y media de la ciudad.
Las siguientes obras estarán vinculadas al desarrollo urbano de Bilbilis y a la expansión de la zona urbana durante el s. I d. C. e inicios del s. II d. C., especialmente durante época flavia en el que la ciudad presenta un segundo desarrollo urbano.


Del desarrollo al ocaso de una ciudad
     La ciudad tiene su momento de esplendor durante el s. I y primera mitad del s. II, iniciando su decadencia a partir de este momento, decayendo espectacularmente en el s.
III. Sin duda ha sido el esfuerzo económico inicial, al que no ha ido
parejo el desarrollo económico de la comarca, el causante de ello. La
realidad es que en el siglo III Bilbilis
es una ciudad semidesierta y sus habitantes han debido emigrar en
parte, unos se trasladan a las villas de la comarca, poco conocidas
todavía, otros lo harán a la capital del conventus Caesaraugusta que empezará ya a ser el polo indiscutible de atracción de población del Valle Medio del Ebro.


     El costo de su transformación a fines del siglo I a. C. y primera mitad del siglo I d. C.
es una de las preguntas clave. Su financiación tal vez en parte a cargo
de la administración, pero sobre todo estuvo fundamentada en los
propios recursos. Interviene el fenómeno del evergetismo de manera muy
notoria y se inclina a los poderosos locales a que contribuyan al
desarrollo y mejora de sus ciudades a cambio de prestigio social, cargos
en las mismas y naturalmente beneficios económicos.


     Pasada la euforia urbanizadora de la primera mitad del siglo I d. C., y superada a medias la crisis de fín de los Julio-Claudios, el advenimiento de la dinastía Flavia, con la extensión del ius latii
a todos los hispanos, marca una nueva etapa. En ella parece que se
renace de las cenizas. Tal vez se necesite esta medida que puede
favorecer que las ciudades decaídas recuperen su frescor, se revitalicen
y al mismo tiempo se creen nuevos centros para dinamizar la economía,
francamente maltrecha según todos los indicios. Volvemos sobre los
mismos errores. Se facilita esta proliferación urbana, se ven alzarse
ciudades nuevas y en algunos casos, la Historia será testigo, que
durarán tan sólo tres generaciones como Labitolosa.
Habría que profundizar en las causas. Tal vez el negocio esté en el
urbanismo, en la construcción de ciudades y en la modernización de las
existentes. Este es un problema no planteado y sobre el que conviene
reflexionar. Los monopolios imperiales de las explotaciones de canteras
de piedras ricas ornamentales, los transportes, etc.
son otros tantos campos de beneficios inmediatos que pueden producir
pingues beneficios a corto plazo si se revitaliza el fenómeno urbano.


     Tras ello, las sombras empañan el brillo precedente. Ignoramos
si supieron ver lo que se avecinaba. Las excavaciones nos muestran casas
que han sido abandonadas por sus propietarios que tapian sus puertas
para evitar saqueos. ¿Hasta qué punto la administración romana no estuvo
favoreciendo de manera artificial una economía y un hecho ciudadano muy
por encima de las posibilidades reales? La crisis de la baja romanidad
tuvo más factores desencadenantes que los considerados hasta el presente
y las ciudades de nuestro territorio no fueron una excepción. Bilbilis fue palideciendo y olvidando los fulgores de antaño, los ciudadanos del siglo III d. C.
no fueron capaces de mantener una ciudad con costosos edificios,
monumentos e infraestructuras y poco a poco se fueron degradando a
medida que se abandonaban paulatinamente en búsqueda de la seguridad de
las casas de campo o de otras ciudades más populosas.


     En el s. V sólo hay ruinas y grupos
aislados que malviven en ellas. El volumen de material arqueológico
atribuido a estos momentos es esclarecedor, únicamente cinco fragmentos
de sigillata hispánica tardía, nada de monetario, en una ciudad que abarcaba casi 30 hectáreas. La orgullosa y altiva Bilbilis de Marcial ya era historia hacía mucho tiempo.


Bibliografía seleccionada
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  • ___, «La ciudad julio-claudia. ¿Una estrella fugaz?», en II Congreso de Arqueología Peninsular (Zamora, 1996), Madrid, 1999, t. IV, pp. 117-12.
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  • MARTÍN-BUENO, M. y NAVARRO CABALLERO, M., «La epigrafía del Municipium Augusta Bilbilis», Veleia, 14, Vitoria, 1997, pp. 205-239.
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  • MARTÍN-BUENO, M. y SÁENZ PRECIADO, J. C., «La Insula I de Bilbilis», Saldvie 2, Zaragoza, 2001, pp. 127-158.
  • ___, «La Insula I de Bilbilis: La domus 2 y 3», Saldvie 3, Zaragoza, 2003, pp. 355-372.
  • ___, «Los programas arquitectónicos de época julio-claudia en Bilbilis», en La decoración arquitectónica en las ciudades romanas de Occidente, Cartagena, 2003, pp. 56-68. (preactas) (actas en prensa).


 
1

     Jurídicamente, la denominada «Ciudad Romana de Bilbilis» fue
declarada Monumento Histórico-Artístico, el 4 de junio de 1931. Los
terrrenos en los que se asienta la ciudad de Bilbilis (30 ha.)
fueron expropiados por el Estado en los años 1976-1980, encontrándose
actualmente transferidos a la Diputación General de Aragón. En 1985,
tras la promulgación de la Ley de Patrimonio Histórico Español, pasó a
ser catalogada como B.I.C. (Bien de Interés Cultural) (artículo 15 de 16/85, de 25 de junio) con la categoría de zona arqueológica y n.º
de censo: R-I-55-0000062-00000. No obstante, de acuerdo con lo
dispuesto en el apartado 3 de la Disposición Transitoria Primera de la
Ley de Patrimonio Cultural Aragonés, modificó la categoría del
yacimiento, obteniendo la consideración de C.I.C.
(Conjunto de Interés Cultural-zona arqueológica), completándose la zona
de protección del entorno del yacimiento con la promulgación de la
Orden de 17 de enero de 2003 (B.O.A., n.º 16/03).


















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