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Calatayud
ÍNDICE DE LA VOZ
Población: en 2009, 23.579 hab.; en 2008, 21.636 hab.; en 1998, 16.569
hab.; en 1970, 17.217 hab.; en 1950, 11.526 hab.; en 1900, 11.526 hab.;
es la cuarta ciudad de Aragón
y está considerada como cabecera supracomarcal, o subregional, dentro
del sistema de ciudades que definen las Directrices Generales de
Ordenación Territorial de la Diputación General de Aragón.
Es una ciudad industrial, con fuerte vocación de servicios, rodeada en
un contexto comarcal eminentemente agrícola con los mayores índices de
productividad en torno a las vegas del Jiloca y el Jalón .
La ciudad ocupa una privilegiada situación en el cruce de dos ejes
naturales de circulación: uno en dirección Noreste-Suroeste, formado por
el valle del Jalón y prolongado por el del Henares, que pone en
comunicación la amplia Depresión del Ebro con la Submeseta Sur, y otro en dirección Noroeste-Sureste, integrado por los valles del Ribota y del Jiloca ,
que, prolongado por el valle del Turia, sirve de unión entre la
Submeseta Norte y la región levantina. Sobre estos caminos naturales se
fueron trazando en cada época las líneas de comunicación, fortaleciendo
su situación. La red actual de carreteras y ferrocarriles
se gesta a partir del siglo pasado. Primero se construirán la carretera
y el ferrocarril sobre el eje más importante, el Noreste-Suroeste: en
1826 la carretera entre Madrid y Zaragoza (hasta ese momento tenían doble comunicación, una de ruedas por Daroca
y otra de herradura por Calatayud) y en 1863 el ferrocarril, en buena
parte paralelo a la anterior. La disminución progresiva del tiempo en
los viajes, gracias a los nuevos medios de transporte, potencia la
situación de Calatayud respecto de otras antiguas ciudades-etapa. El
trazado viario moderno sobre el otro eje natural, el Noroeste-Sureste,
tardó más en producirse: el ferrocarril de Calatayud a Teruel se pone en
servicio en 1889 y el de Soria-Calatayud en 1929.
Un segundo factor de situación es la existencia de una rica huerta de tradición secular: la red fluvial del Jalón ha dado lugar en torno a Calatayud a un conjunto de vegas -Jalón, Jiloca, Perejiles
y Ribota- especializadas en hortofruticultura y cuya justa fama se
remonta a la época romana. El emplazamiento de Calatayud (534 m. de
alt.), como es el caso de toda ciudad histórica, responde al momento en
que nació la ciudad y sus circunstancias: es el lugar más céntrico de la
huerta, la zona de máximo desarrollo de los aluviones del Jalón desde
donde mejor se pueden dominar y organizar las vegas. El
aprovisionamiento de agua se resuelve gracias a la proximidad de la
confluencia Jalón-Jiloca.
La defensa de la población -necesidad histórica- obligaba a un
emplazamiento en la altura que existe en las estribaciones
margo-yesíferas de la Mesa de Armantes ,
cortadas bruscamente sobre el Jalón y erosionadas por profundos
barrancos. La población inicial ocupó las vertientes de los dos cerros
hoy llamados del Revelín y del Reloj Tonto, separados por el barranco de
la Rúa, cuyas inundaciones evitó la población no acercándose a sus
orillas, hasta que se construyó un muro que desviaba las aguas hacia el
barranco del Ribota. La expansión ulterior de la ciudad tendió a
descender de los cerros, apoyada en el cono de deyección del barranco de
la Rúa que se convirtió así en la calle principal de la ciudad y
también en una amenaza para la vida diaria por sus posibles
inundaciones. Al irse acercando la población al Jalón se fueron
planteando inundaciones, aún más peligrosas, por parte del río
principal, y un microclima más insano por culpa de las nieblas. La red
del Jalón, en función de la pluviometría, presenta profundos estiajes en
verano y temibles avenidas en mayo-junio y septiembre. La construcción
del pantano de la Tranquera
y las recientes obras de encauzamiento del Jalón en el término y
proximidades de Calatayud han eliminado el fantasma de las inundaciones,
permitiendo una mayor densificación de las construcciones en las
márgenes del río. El microclima de la ciudad se caracteriza por una
temperatura media de 13,8° y 421 mm. de precipitación anual. Los
inviernos son fríos (media en enero, 5°), sobre todo los días de niebla,
frecuentes, lo mismo que los embolsamientos de aire frío por la
situación de la "cazuela" de Calatayud. El verano bilbilitano, al
mediodía, es muy similar al zaragozano, pero por la noche tiene la
ventaja de que corre la brisa procedente de las montañas próximas.
En este marco natural se situó el primitivo recinto musulmán, fundado en
el año 716, en la falda meridional de los cerros e integrado por cinco
castillos (Ayyub, Consolación, La Peña, Don Álvaro y El Reloj) unidos
por una serie de murallas abarcando una extensión de unos veinticinco
hectómetros cuadrados. Corresponde a la parte más elevada de la actual
ciudad. El núcleo urbano se organizó en torno a los barrancos de la Rúa y
de las Pozas, que eran ejes de circulación para aguas, hombres y
animales, al mismo tiempo que directrices del plano inicial, aun dentro
de la espontaneidad y del trazado laberíntico que caracteriza el
callejero musulmán.
En el año 1120, Alfonso I
reconquista Calatayud; durante el resto del siglo XII y primera mitad
del XIII se repuebla y crece bajo el amparo real, como correspondía a su
nuevo papel de capital de una importante comunidad, hasta aproximarse
el plano, en su expansión meridional, al río Jalón. Tras la ocupación
cristiana van a seguir coexistiendo en la villa varios grupos raciales y
religiosos. Los cristianos estaban divididos en parroquias según su
procedencia. Los judíos siguieron asentados en torno al barranco de las Pozas (la Judería actual), disponiendo de sinagoga y de cementerio propio, y los mudéjares que no emigraron quedaron relegados al actual barrio de la Morería , donde con el tiempo tuvieron su propia aljama y "macelo".
A mitad del siglo XIII el plano de la villa -que sería ciudad a partir de 1366- había alcanzado prácticamente los límites que mantendría hasta finales del XIX: las murallas
llegaban por el sur hasta la actual plaza del Fuerte. En la Edad
Moderna las modificaciones del plano son mínimas: hay ampliaciones de
las estrechas calles medievales y se sustituyen viejos edificios por
construcciones más nobles (palacios renacentistas, templos restaurados o
reedificados). En el siglo XVIII la línea de murallas llegaba hasta las
actuales carreteras de Madrid y Soria. A lo largo del XIX desaparecen más de una veintena de iglesias y monasterios y varios palacios por la desamortización .
En el siglo actual la expansión urbanística ha continuado hacia el sur,
logrando salvar en los últimos años el límite impuesto por el Jalón. La
estación de ferrocarril, construida en la orilla derecha del Jalón en
el siglo pasado, provocó la formación de un cordón umbilical (paseo de
Sixto Celorrio) bordeado por algunas edificaciones que empalmaban la
estación al centro de la ciudad. Durante la dictadura de Primo de Rivera se levantó un bloque de "casas baratas "
más allá del ferrocarril, en la carretera de Teruel. Pero pasarían
muchos años hasta que este conjunto empalmase, sin grandes soluciones de
continuidad, con el plano tradicional del otro lado del río. Después de
la guerra civil
hay remodelaciones en el interior y expansión hacia el sur y en torno a
la carretera de Madrid. En el último decenio se ha producido una fiebre
constructora que más que a un incremento demográfico responde al
traslado de la población de la parte alta -más incómoda para la vida
actual- a la baja, y a un deseo de invertir.
Las primeras noticias históricas sobre la demografía datan de 1253, en que se contabilizaron 1.280 familias; el censo parcial de 1367 dio 1.247 fuegos
para Calatayud. Durante los últimos años del siglo XIV y primera mitad
del XV la población fue castigada por hambres y pestes, de las que en
parte se recuperó en la segunda mitad del XV: en 1495 Calatayud, con
1.031 fuegos, era la segunda ciudad de Aragón, detrás de Zaragoza.
Durante el siglo XVI la demografía bilbilitana sigue en aumento; en 1650
se contaron 1.060 fuegos, pero ya las pestes habían hecho su aparición
repitiéndose a lo largo de la segunda mitad del XVII. En 1776 se
alcanzaban 1.364 fuegos, situándose en tercera posición dentro de Aragón
(detrás de Zaragoza y Tarazona ).
En el censo de 1860 la población de Calatayud era de 12.306 hab.; en
los últimos decenios del XIX hay regresividad situándose la población de
1900 en 11.526 hab. En el XX, desde el tercer decenio se produce una
gran expansión demográfica, debido al apogeo de la azucarera
y a la concentración militar durante la guerra, alcanzándose los 18.762
hab. en 1950. A partir de este censo, se produce emigración motivada
por el cierre de la azucarera, la clausura del cuartel de Artillería (en
1970: 17.217 hab.). En el decenio de 1978, hubo cierta recuperación,
gracias a la instalación de nuevas plantas fabriles y al Instituto
Politécnico del Ejército, contándose 17.710 hab. de derecho. En 1998,
16.569 hab., recuperándose la población en el censo del 2008 con 21.636
habitantes.
Calatayud se comporta al mismo tiempo como un núcleo inmigracional para
los habitantes de su comarca y emigracional para sus propios vecinos o
para los comarcanos temporalmente residentes en la capital; en 1970, más
de un tercio de los censados había nacido en el área de influencia de Calatayud; la emigración se dirige preferentemente a Zaragoza, Barcelona y Madrid.
La población ocupada en Calatayud supone el 58'6% del total de población
potencialmente activa, un nivel superior al de la mayor parte del
territorio aragonés. Su población activa se reparte entre un 5'7% para
la agricultura, un 24'4% para la industria y un 61% para los servicios;
ello nos dice que Calatayud sigue siendo, como en el pasado,
fundamentalmente una ciudad comercial y de servicios. La privilegiada
situación de Calatayud en relación con su comunidad y en general
respecto del territorio español plantea desde un principio una doble
función mercantil: por una parte, Calatayud se convierte en lugar de
reunión donde se realizan las transacciones comerciales
entre la gente de los valles afluentes del Jalón y los propios vecinos
de Calatayud; con una periodicidad semanal -los martes-, se congregaban
los aldeanos para intercambiar sus productos, según se desprende de un
privilegio otorgado por el rey Alfonso
en 1286, en el mismo lugar donde hoy se encuentra la plaza del Mercado.
Por otro lado, a diario el comercio tenía lugar en las tiendas,
alineadas en torno a la Rúa. El fuero otorgaba a los pobladores libertad
de comercio, de modo que pudieran tener tiendas donde quisieran, pero
este derecho se vio restringido por privilegio concedido al monasterio de Piedra
respecto de la lonja. En la Edad Moderna eran numerosos los arriendos
mercantiles controlados por el regidor de la ciudad (según un cabreo
del Ayuntamiento). Anualmente existían otras transacciones de interés,
eran las habidas durante las ferias: la primera fue concedida por don
Jaime para que durase diez días en torno a la Purificación, en 1423 se
trasladaría a julio, y en 1585 se otorgaría otra.
En las relaciones comerciales de Aragón con Castilla, Calatayud, junto con Ariza y Tarazona, era uno de los puertos aduaneros
importantes. En el siglo XIX, potenciada la situación con las nuevas
comunicaciones, su función mercantil se confirma. A lo largo de nuestro
siglo tiende a desplazarse hacia la carretera de Madrid. El centro
comercial durante muchos siglos fue la plaza del mercado (cuyo edificio
desapareció en los años setenta) y de ahí se fue desplazando poco a poco
a lo largo de la Rúa de Dato y del Paseo Cortes de Aragón (paralelo a
la carretera) que ha visto cubiertas las bajeras de las nuevas casas por
modernos comercios. Calatayud en 1970 tenía 543 licencias comerciales y
su área de influencia mercantil, definida por Bielza , directamente se extiende a los límites enmarcados por El Frasno , Ciria, Monteagudo, Santa María de Huerta, Villafeliche y Codos .
En 1998 las matrículas de actividades económicas superaban las 2.794,
de las cuales 851 dedicadas al comercio, 1592 a otros servicios, 206 a
la construcción y 131 a la industria. Es decir, los servicios concentran
el 87% de las licencias registradas en el Impuesto de Actividades
Económicas, lo que refleja las funciones de ordenación territorial que
desempeña ofreciendo servicios a un amplio espacio comarcal y
supracomarcal.
La actividad artesanal en el pasado tuvo escasa traducción en el paisaje
urbano e iba a remolque de la actividad mercantil: enraizadas en la
tradición árabe, tuvieron importancia la artesanía de la cerámica
(citada por al-Idrisi en el siglo XII), la del cáñamo, localizada en la
calle Nueva y que elaboraba el de la huerta bilbilitana, la de curtidos,
la papelera y la de paños. Estas artesanías van desapareciendo al
entrar en nuestro siglo, comenzando la actividad propiamente industrial
con el establecimiento de la azucarera (1903), que llegó a contar más de
un centenar de obreros. Cerrada la azucarera en 1952, se produce una
atonía industrial de la que se empieza a salir en la década de los 70
con la instalación de nuevas plantas industriales y la construcción del
polígono de La Charluca, a 1,8 kilómetros del centro, en la carretera a
Valencia, polígono industrial que no responde a las necesidades actuales
por lo que se ha proyectado otro de nueva construcción en el paraje
denominado Mediavega. En la actualidad las mayores industrias se hallan
entre la carretera de Munébrega
y el ferrocarril: Aiscondel, dedicada a la fabricación de tubos de
plástico, con un centenar de obreros, e I.N.S.A., fábrica de grifos, de
capital germanocatalán y con un censo laboral algo inferior. En el
polígono ya se ha levantado una primera gran nave, de la empresa Tartaj,
dedicada a fabricar ruedas de material agrícola, y otra de carácter
alimentario.
• Bibliog.:
Galindo Ortiz de Landázuri, M. Carmen: Condiciones de existencia y nivel de vida de Calatayud; memoria de licenciatura, Zaragoza, 1978.
Lafuente, V.: Historia de la siempre augusta y fidelísima ciudad de Calatayud; Zaragoza, 1880.
• Encicl.: A la sombra del castillo de Ayyub ,
que le da nombre, la ciudad más importante de la provincia de Zaragoza
se abre al viajero en la carretera general de Madrid-Barcelona para
mostrar lo mejor de su historia y su arte. El tipismo de sus calles del
casco antiguo, junto con la esbelta silueta de sus torres mudéjares ,
constituyen un atractivo permanente para propios y extraños. En la
confluencia de los ríos Jalón y Jiloca, la patria del poeta Marcial no
sólo guarda restos romanos como la antigua Bilbilis (excavaciones del cerro de Bámbola ), sino también de la época musulmana.
Posee varias iglesias: de Santa María, de San Pedro de los Francos, de
San Andrés y de San Juan Bautista, además de las correspondientes al
santuario de la Virgen de la Peña, la colegiata del Santo Sepulcro y los
conventos del Santo Sepulcro, de Santo Domingo y de las benitas.
Varios grupos culturales bilbilitanos se encargan de mantener viva la
inquietud por la cultura y el arte. El Centro Regional de la Universidad a Distancia constituye también un excelente acicate. Por otra parte, Calatayud da acogida asimismo al Instituto Politécnico número 2 del Ejército de Tierra .
Celebra sus fiestas mayores del 3 al 12 de septiembre, en honor de la
Virgen de la Peña. El 16 de agosto hay otras fiestas en honor de San
Roque, organizadas por la juventud, en las que toman parte las
tradicionales peñas vaquilleras. La antigua Augusta Bilbilis ejerce su
influencia socioeconómica sobre una amplia comarca, que tiene en
Calatayud su capitalidad. El comercio y la agricultura han constituido,
de ordinario, su principal fuente de riqueza, si bien en la actualidad
busca su futuro industrial en el polígono de La Charluca. Varias
empresas han acudido a la llamada, por lo que cabe esperar un futuro
próspero a toda la comarca. La población, estabilizada en su censo
demográfico, empieza a acusar un aumento progresivo.
• Arqueol.: Bilbilis , Museo Municipal de Calatayud .
• Hist. Med.: Antiguas tradiciones musulmanas narran que Calatayud fue fundada por Ayyub , familiar de Muza ben Nusayr , el conquistador de España , cerca de la antigua Bilbilis . Este dato, que fue difundido por Zurita y Blancas ,
ha sido aceptado como cierto por los investigadores. Sin embargo, las
excavaciones realizadas en la década de los noventa han permitido
descubrir la existencia de villas romanas
en el solar que después ocupó el Calatayud musulmán. Por otra parte,
los sondeos arqueológicos realizados junto a la Puerta de Terrer, han
sacado a la luz, recientemente, restos de murallas y de viviendas celtibéricas
fechadas entre los siglos III y I a.C. Estos hallazgos demuestran que
existió un poblado celtíbero que desapareció con un violento incendio, y
quedó enterrado bajo una capa de lodo de entre cincuenta centímetros y
un metro de espesor, consecuencia de una gran riada. El primer hecho
histórico conocido es de la segunda mitad del siglo IX, cuando Abd al-Rahman el Tuyibí , señor de Daroca y Calatayud, fue autorizado por el emir cordobés a restaurar las fortificaciones de ambas ciudades contra los Banu Qasi de Zaragoza. Esta ciudad, de nueva fundación, era una de las principales fortalezas de la zona oriental de Al-Andalus .
En el año 937 la ciudad se rindió tras el asedio al que había estado
sujeta por las tropas califales debido a que Abu-Yahya, que gobernaba
esta zona, se había aliado con Ramiro II de León.
Fue reconquistada en 1120 por Alfonso I mediante asedio, tras la batalla de Cutanda .
La población musulmana no emigró y parece que en los primeros momentos
no tuvo que salir extramuros, como sucedió en Zaragoza y Tudela. En
1131, Alfonso I les concedió fueros de los llamados de frontera. A la muerte de este rey fue ocupada por Alfonso VII de Castilla, quien dispuso que sus iglesias pertenecieran a la diócesis de Sigüenza. En 1139 pasó a depender de la diócesis de Tarazona . Calatayud fue cabecera de una comunidad de aldeas .
Desde los primeros momentos fueron varias las instituciones religiosas que tuvieron encomiendas y conventos en esta localidad: el monasterio de Oña recibió de Ramón Berenguer IV el barrio poblado con mozárabes ,
aunque no sabemos si éstos eran la antigua población cristiana de la
ciudad o los que vinieron con el Batallador desde Andalucía; la orden del Temple tuvo aquí una encomienda, e igualmente la orden de San Juan , cuyo primer comendador conocido es Galindo, que actúa en el año 1167. Indudablemente fue la orden del Santo Sepulcro
la que adquirió mayor raigambre; Ramón Berenguer IV, por el acuerdo
establecido con el patriarca y el cabildo de Jerusalén en 1141, les
había concedido extensos bienes para fundar una iglesia en la ciudad,
con lo cual la casa de Calatayud se convirtió en casa matriz de las
restantes de España, titulándose su prior en muchas ocasiones "gran
prior" de la orden.
En 1253 la ciudad se dividía en catorce parroquias, contando en total
con mil sesenta y tres familias, siendo la parroquia más poblada la de
San Pedro de los Francos, y la menos la del Santo Sepulcro. En la guerra
entablada entre Pedro I de Castilla y Pedro IV de Aragón ,
Calatayud fue ocupada por las tropas castellanas, quedando en su poder
durante cuatro años. Esta ciudad tuvo voto y asiento en Cortes .
• Hist. Mod.: Entró en la Edad Moderna en
un ambiente de aragonesa preeminencia, acorde con su geografía y con su
pasado. Sede de las Cortes que no mucho antes juraran por heredero al
futuro rey Fernando II , éste, que según La Fuente
"se consideraba casi oriundo de nuestra ciudad" -sin duda por haber
sido engendrado, según tradición sostenida por el propio rey, en el
lugar de El Frasno, miembro de su robusta comunidad, la más antigua de
las tres de Aragón desaparecidas en 1837-, propició el esplendor de la
ciudad concediéndole diversos privilegios, favoreciéndola con sus
visitas y rodeándose de nobles de esta tierra en sus círculos de
cortesanos, favoritos y secretarios, entre estos últimos Pedro Ariñón,
de Bijuesca, y Pedro Gormedino, de Calatayud. Pero la nobleza de la
ciudad no siempre estuvo conforme con las decisiones de don Fernando, a
quien en sus últimos años produjeron no pocos sinsabores: las Cortes de
1515, reunidas en San Pedro de los Francos, fueron buen ejemplo de la
oposición al rey, defendiendo unos viejos y despóticos derechos; el
monarca castigó a los díscolos prohibiéndoles ejercer cargos en el
concejo; no obstante, Calatayud hizo gran duelo a su muerte.
De incomparable importancia artística son las obras de la portada de
Santa María (1523-1528), en tiempos del emperador Carlos, quien había
entrado en la ciudad el 16-IV-1518, jurando ante la colegiata los fueros
locales. La guerra latente que existía entre el pueblo y la nobleza
tomó caracteres sangrientos en 1519, con motivo de las elecciones para
los cargos de Justicia y Judex; las gentes, al toque de rebato de la
campana civil de San Pedro, se reunieron junto a la iglesia en actitud
levantisca, obligando a los nobles a huir a los pueblos vecinos, donde
contaban con criados y colonos, y formando con ellos una fuerza armada
atacaron a los milicianos locales, quienes se habían organizado por
parroquias. La lucha llegó en las calles al cuerpo a cuerpo, obligando a
la mediación del emperador.
Institución social de aquel período fue la del Padre de Huérfanos. El poeta local Antonio Serón da en su obra fiel trasunto de la vida cotidiana del Calatayud del s. XVI. Se destaca también la hospitalidad brindada a Antonio Pérez
(1590) en el convento de San Pedro Mártir, y la concesión de una
segunda feria, en la Cuaresma, según privilegio real de 1594. De esta
época es el venerable fray Domingo de Ruzola (1559-1630), de gran actividad en la Europa eclesiástica, diplomática y guerrera de su tiempo. Felipe II
(III) visitó la ciudad en 1599, de paso para Zaragoza, y juró, como su
abuelo, los privilegios y ordenaciones de la ciudad. En esta época hubo
gran expansión religiosa en Calatayud, construyéndose el templo de la
colegiata del Santo Sepulcro en 1613.
Calatayud participa de la crisis general. En sus cultivos sobresale el afamado cáñamo ,
que durante varios siglos hará patente su prestigio; se curten cueros
de baja calidad; existe un batán de paños toscos y una pequeña fábrica
de papel común, subsistiendo en decadencia la cerámica de reflejos
dorados de fundación musulmana. Felipe III
(IV) celebró Cortes en la colegiata en 1626. Se frustran las esperanzas
de verse erigida en catedral, con largos litigios con Tarazona
prolongados más de doscientos años, a pesar del alegato bilbilitano
(1690) de tener Santa María cincuenta clérigos residentes y diez mil
escudos de renta, de ser ciudad la segunda de Aragón, con diez
parroquias y quince conventos, de tener Comunidad la más antigua del
viejo Reino, y arcedianato de setenta pueblos, y haber, en fin, sido
territorio independiente y separado de Tarazona.
En el s. XVII también las dos colegiatas bilbilitanas se enzarzaron por
la precedencia en Cortes. En este siglo floreció la máxima figura del
conceptismo y probablemente la más universal gloria literaria aragonesa:
el P. Baltasar Gracián , quien nació en el inmediato pueblo de Belmonte de Calatayud
(hoy de Gracián). Los jesuitas de esta ciudad, que lo formaron,
rigieron desde diciembre de 1752 el Seminario de Nobles de la Corona de
Aragón, de real patronato. En sus aulas estudiaban ciento tres
caballeros con treinta y dos criados para su servicio. Del s. XVII son
los primeros impresos realizados en la ciudad por Aguirre, Cristóbal
Gálvez y Juan Mola.
En la guerra de Sucesión , los habitantes de Calatayud se dividieron, apoyando a Felipe V
el clero y la nobleza; pero persisten, tras el advenimiento del
monarca, la intranquilidad del pueblo y el descontento por el reparto de
contribuciones y el quebranto sufrido por el tradicional régimen
municipal. Se construyeron por entonces el palacio episcopal, el del
barón de Warsage y el de la Comunidad; la industria del cáñamo aceleró
su producción, con motivo del incremento de la marina. Tras la
desaparición del Seminario de Nobles y la epidemia llamada "gallega"
(1763), el amplio edificio de estudios pasa a Hospital Municipal.
• Hist. Contemp.: En el s. XIX, Calatayud vuelve a conocer tiempos de decadencia económica, acentuada por la guerra de la Independencia , en la que no faltaron héroes populares como el barón de Warsage y Alejandro López, "Cigarros". Durante el trienio constitucional de 1820-23 la ciudad es designada en la sesión de las Cortes del 7-X-1821 como capital de una nueva provincia , la cual comprende territorios de la propia de Zaragoza y de las de Guadalajara, Soria y Teruel, y dura poco tiempo.
En 1826 se comenzó por la parte de Calatayud la carretera de Madrid a
Zaragoza y se proyectó el nuevo cementerio (1833), prohibiendo enterrar
en las iglesias. En 1822 se hizo un mezquino teatro en los bajos del
Ayuntamiento y otro más tarde en los del Hospicio (el Principal es de
1859), y hacia 1830 se construyó la primitiva plaza de toros. Desde 1837
se produce la desaparición de templos , algunos auténticas joyas del mudéjar. En las guerras carlistas Calatayud nunca llegó a ser ocupada por las tropas del Pretendiente, a pesar del ataque del general Cabrera , al frente de unos 8.000 hombres. De 1852 es la nueva Casa Consistorial y en 1860 se detuvo, en Calatayud, Isabel II . Tres años después se construyó la vía férrea, acontecimiento transcendental.
De 1877 es el nuevo y magnífico coso taurino. El cólera de 1885 produce una mortandad de más de mil personas. En 1889-90 se construyeron las dos azucareras , cerradas ya, y en 1894 el ferrocarril Central-Aragón . En 1895 hay ya alumbrado eléctrico: público, con 178 lámparas de dieciséis bujías, y particular, con 300.
En la segunda década del s. XX se lleva a cabo la instalación de aguas
potables y en 1922 se construye el espléndido acuartelamiento Barón de
Warsage. Durante la Dictadura
se realiza el alcantarillado y la pavimentación, desviándose el
barranco de la Rúa; se edifican "casas baratas", el grupo escolar Ramón y
Cajal y el Instituto de Enseñanza Media; y se inaugura la línea,
inacabada, del ferrocarril Santander-Mediterráneo. En el tiempo de la República
se tiende el nuevo puente sobre el Jalón, y se inaugura la Escuela de
Trabajo, el 9-XII-1933 un incendio intencionado destruyó el Santuario de
la Virgen de la Peña y la imagen románica de la Patrona. Durante la guerra civil es Calatayud durante algún tiempo cuartel general de don José Varela.
Últimamente destaca la apertura del Centro Regional de la Universidad a Distancia y el Instituto Politécnico n.° 2 del Ejército de Tierra ,
así como, en otros aspectos las nuevas redes de aguas potables y
saneamiento, la frecuentada Ciudad Deportiva y el encauzamiento del
Jalón. El día 9-IV-1978 tuvo lugar en el histórico marco del templo de
San Pedro de los Francos la elección de la primera Diputación General de Aragón
en la época contemporánea. Tras las elecciones municipales de 1979, el
Ayuntamiento de Calatayud fue el primero en constituirse oficialmente en
España para recibir corporativamente al rey don Juan Carlos en la mañana del 19 de abril. Entre los proyectos de futuro es necesario resaltar el papel del A.V.E.
que, junto a Zaragoza, tiene en Calatayud las dos únicas paradas a su
paso por el territorio aragonés. Ello ha supuesto impulsar en esta
ciudad un nuevo factor de centralidad con el correspondiente impulso de
nuevas actividades relacionadas fundamentalmente con los servicios.
• Arte: Aun sin tener en cuenta la riqueza arqueológica del término municipal -con el importantísimo yacimiento ibero-romano de Bilbilis ,
que, emplazado a 4,5 km. de la ciudad, aguas abajo del Jalón y frente
al anejo rural de Huérmeda, ha sido excavado y estudiado por Manuel
Martín-Bueno, y considerando únicamente el patrimonio artístico de la
ciudad, Calatayud destaca primerísimamente dentro del arte aragonés. Ya
por R.O. de 14-VI-1884 fue declarada monumento nacional la colegiata de
Santa María, a la que sigue San Pedro de los Francos, en 1875, y San
Andrés en 1966; pero sólo la declaración de conjunto histórico y
monumental de 2-II-1967, hacía justicia al interés artístico de la
ciudad.
A pesar de lo mucho conservado hasta nuestros días, Calatayud puede
ponerse como hiriente ejemplo de la barbarie destructora, característica
de Aragón en los dos últimos siglos, y tal vez solamente haya sido
superada en este sentido por Zaragoza. Ante la imposibilidad material de
ofrecer una nómina exhaustiva de todos los monumentos desaparecidos ,
recuérdese, a título de ejemplo, el caso del convento de dominicos de
San Pedro Mártir, derribado en 1856, que Gaya Nuño calificara
acertadamente de "alcaldada brutal que nos privó de uno de los más
fascinantes monumentos mudéjares de nuestro medievo". Los desatinos
demoledores han llegado hasta nuestros días, constituyendo el último
jalón la desaparición del convento e iglesia de dominicas, obra
protobarroca realizada entre 1616 y 1625 por los maestros Gaspar de Villaverde
y Francisco de Aguirre -como ha documentado Agustín Rubio Semper,
especializado en arte bilbilitano de la época barroca-. Por otra parte,
los monumentos conservados, así como gran parte de las edificaciones del
casco histórico, se encontraban en las últimas décadas en un lamentable
estado de abandono que parecía abocarlos a una ruina irremediable si
en los años noventa no se hubiera emprendido una serie de acciones
encaminadas a la conservación de este rico Patrimonio. Con todo, la
ciudad conserva su personalísimo ambiente mudéjar con monumentos de
primer orden, dándose cuenta aquí sólo de lo más destacado.
-Castillo de Ayyub y conjunto defensivo. Los descubrimientos
arqueológicos de los años noventa supondrán, probablemente, una revisión
de la teoría comúnmente aceptada de que la ciudad fue fundada de nueva
planta por el emir interino Ayyub (716), constituyendo su primer núcleo musulmán un castillo que lleva su nombre, al tiempo que lo ha dado también a la ciudad (qalat Ayyub); en el siglo IX (862-863) Muhammad I
establece como gobernadores de la ciudad a los tuyibíes,
reconstruyéndose el recinto fortificado, y durando la dominación
musulmana hasta la reconquista de la ciudad por Alfonso I en 1120. El
conjunto defensivo bilbilitano está falto de un estudio arqueológico que
determine con propiedad sus etapas constructivas (tanto en el período
musulmán como en el cristiano posterior). Está integrado el recinto por
cinco castillos, unidos por lienzos de muralla, conservándose más de
2.250 m. de lienzo y 26 cubos, especialmente bien conservados en el lado
norte. El más interesante de los castillos es el ya mencionado de
Ayyub, conocido también con los nombres de Mayor o Plaza de Armas, cuya
parte más antigua, de época musulmana, está formada por dos torres
octogonales, el adarve que las une y un cubo de planta cuadrada
destacado hacia el norte. En el lienzo norte de la muralla, desde el
castillo de Ayyub y antes de salvar el barranco de Soria, existe en mal
estado, con peligro de perderse, un arco de herradura de proporciones
califales, de interés similar a los de Ágreda. Los materiales del
castillo y muralla son bastante deleznables, de tapial y piedra de yeso,
habiendo sufrido muchas reparaciones; de algunas queda constancia
documental.
Los otros cuatro castillos que completan el recinto son el de
Consolación, también conocido como Torre Mocha o Cocción de los Moros;
el de la Peña; el de Doña Martina o de don Álvaro; y, por último, el
Real, y también del Reloj, Lo Pidado o Lo Picado. Casi todos están
arruinados.
Recientemente se ha llegado a un acuerdo para la restauración del
conjunto fortificado, para la que Fomento contribuirá con 232 millones
de pesetas y el Ayuntamiento aportará 192 millones.
-Colegiata de Santa María. Se ignora la fecha y circunstancias de su
primera fundación, así como cuándo se elevó al rango de colegiata.
Tradicionalmente se cree levantada sobre el solar de la mezquita en la
aljama musulmana, a partir de la reconquista en 1120, siguiendo la
costumbre de instalar el templo principal de la ciudad en la antigua
mezquita.
Conocida con la advocación de Santa María la Mayor, anteriormente de
Mediavilla, en la limitación de parroquias del obispo García Frontín
realizada en 1253 está considerada como parroquia mayor de la ciudad e
iglesia de la nobleza.
La fábrica más antigua de que existe noticia documental sería la
consagrada en 1249 por el arzobispo de Tarragona, Pedro Albalate. Nada
queda de ella en la actual fábrica. Lo más antiguo de la colegiata es el
claustro mudéjar, de planta rectangular con nueve tramos en las
galerías mayores y cinco en las menores, todo de gran sobriedad, en
ladrillo, con contrafuertes prismáticos y bóvedas de crucería sencilla;
al mismo estilo corresponde la sala capitular vieja, de planta cuadrada,
con una monumental portada en arco apuntado flanqueada por dos
ventanales de arcos gemelos túmidos, elemento formal poco frecuente.
Sabemos que el papa Benedicto XIII
fundó en el año 1412 un estudio de teología en el claustro de Santa
María, que ya estaba construido. A partir del año 1967 este claustro
sufrió una restauración poco adecuada, que lo ha desvirtuado en buena
medida, especialmente al cerrar sus arcos con modernas celosías con
lazos de seis.
Aparte del claustro, la fábrica mudéjar de Santa María se advierte
únicamente en el ábside poligonal, con arcos apuntados en su parte
inferior y de medio punto en galería corrida en la parte alta, y en la
monumental torre octogonal, adosada a la izquierda del ábside. Esta
torre mudéjar de Santa María presenta la misma estructura que la de San
Andrés, alojándose una capilla en la parte inferior, y sobre ella una
torre interior, de pared liviana y planta octogonal, permite el
desarrollo de las escaleras entre ella y la torre exterior. Aunque La
Fuente dató la parte baja de esta torre en el siglo XIII, puede que toda
la fábrica corresponda a fines del siglo XV y siglo XVI. Los
contrafuertes le confieren un aspecto más robusto que el de la de San
Andrés, más sutil, ligera e íntima. Desaparecida la famosa Torre Nueva
de Zaragoza, estas torres-campanario de Calatayud son los mejores
ejemplos del mudéjar aragonés del protorrenacimento.
Después de las huellas mudéjares destacan en Santa María las
renacentistas. Lo fundamental está constituido por su magnífica portada
retablo y las puertas, contratadas en el año 1525 por los escultores
Juan de Talavera y el francés Esteban de Obray
o Veray, y terminadas en 1528. Obra en alabastro de Fuentes de Jiloca,
sólo comparable a la portada de Santa Engracia de Zaragoza, está
concebida a modo de retablo, con cuerpo principal y ático, flanqueados
por las características columnas abalaustradas; la puerta, abierta en
arco de medio punto, presenta la rosca adornada con cabezas de
querubines. La imaginería principal de la portada dispone en las jambas
las efigies de San Prudencio, San Roque y Santa Lucía a la derecha, y
las de Santa Catalina, Santiago y San Íñigo a la izquierda; sobre el
arco, la Virgen con niño en mandorla de querubines y flanqueada por dos
ángeles, y a los lados, en grandes hornacinas aveneradas, las magníficas
esculturas de San Pedro y San Pablo, con otras más pequeñas de los
Santos Juanes; por último, en el ático, el relieve de Pentecostés. Una
decoración excepcional de grutescos flanquea el cuerpo principal a modo
de polsera. Las puertas, de madera de roble y nogal, con decoración de
grutescos en candeliere y un relieve de la Anunciación, son obra
personal de Esteban de Obray. La portada se restauró en 1886, bajo la
dirección del arquitecto Ricardo Magdalena y ejecución del escultor Dionisio Lasuén ,
afectando especialmente a las imágenes de las jambas y a la de San Juan
Evangelista; las puertas se restauraron en 1917 en el taller de los
Albareda de Zaragoza, y se reinstalaron en 1927.
En el interior, la colegiata actual ofrece un amplio y desahogado
espacio, formado por tres naves de la misma altura, del tipo de planta
de salón, separadas por pilares cruciformes de orden toscano. Son cuatro
tramos en total, con la nave central cubierta con cúpula con linterna
sobre tambor en el tramo de crucero, ante el ábside, y con casquetes
elípticos sobre pechinas en los otros tres, mientras que las naves
laterales se cierran con bóveda de aristas. Esta disposición responde a
las importantes obras de remodelación, realizadas hacia 1611 (crucero y
presbiterio), por la misma época y con el mismo estilo de sobriedad
protobarroca de raíz escurialense que la colegiata del Santo Sepulcro. A
esta misma época corresponde la sala capitular nueva, alojada en el
lado norte del patio del claustro mudéjar, antes mencionado. En el siglo
XVII se abrieron importantes capillas laterales, entre las que destaca
la de San Joaquín, a los pies de la nave central. Conjuntos barrocos de
gran interés son el coro, con el ambicioso trascoro, y la sacristía.
Ante la imposibilidad de mencionar todo el tesoro artístico de la
colegiata, nos limitamos a lo de mayor nota. El retablo mayor, obra en
madera dorada y policromada, es un buen ejemplo de la escultura
romanista del taller de Calatayud; su mazonería se ensamblaba en 1614, y
quedaba inaugurado en 1617. El estudioso Agustín Rubio Semper lo
atribuye al mazonero Jaime de Viñola ,
al escultor Pedro de Jáuregui y al pintor Francisco Florén. La
arquitectura del retablo, de Jaime de Viñola, presenta estrecho
parentesco con la del retablo mayor de la catedral de Tarazona, del
mismo autor. Obra de grandes proporciones, consta de sotabanco, banco y
cuerpo de tres calles, separadas por dos entrecalles, y organizado en
tres pisos, dedicado a temas marianos. Se advierte que el grupo central,
dedicado a la Asunción de la Virgen, es obra posterior, barroca y muy
movida, que se debe al escultor bilbilitano Gabriel Navarro, y ejecutada
hacia 1770 a expensas del canónigo José Mateo.
De gran interés son asimismo algunos retablos de las capillas laterales.
Entre ellos destaca el de la Virgen Blanca, cuya titular es una talla
gótica policromada, del siglo XV, y que centra un retablito plateresco
del primer tercio del siglo XVI, de pintura sobre tabla, que a su vez
está enmarcado por otro retablo manierista, del primer tercio del siglo
XVII. La capilla de San Juan Bautista, costeada por doña María Ángela de
Sessé (+ 1691) alberga buena pintura sobre lienzo, tanto en el retablo
como en los muros laterales (Degollación del Bautista, Predicación y
Banquete de Herodes). El Bautismo de Cristo del ático se considera una
copia que el pintor Bartolomé Vicente hiciera del mismo tema de Juan
Carreño para la iglesia de Santiago de Madrid. Pero la mejor pintura
barroca de la colegiata se encuentra en la mencionada capilla de San
Joaquín; el lienzo central del retablo, dedicado a San Joaquín, Santa
Ana y la Virgen, es obra del pintor madrileño Bartolomé Romián y va
firmada y fechada en 1645. Por otra parte, los dos grandes lienzos, de
formato apaisado, de los muros laterales de esta capilla, con los temas
de la Adoración de los Reyes y la Adoración de los Pastores, son obra
firmada y fechada del pintor Pedro Aibar Ximénez en el año 1684.
Buena parte del arte mueble de la colegiata, particularmente la platería
y retablos de pintura gótica sobre tabla, se exhiben actualmente en el
nuevo Museo de Arte Sacro, inaugurado en 1971, en las dependencias del
palacio episcopal. Interesan sobremanera la magnífica colección de
primitivos aragoneses, con tres importantes retablos del siglo XV, que
no están documentados, y sobre los que damos la autorizada opinión del
especialista en pintura gótica de la escuela de Calatayud, Fabián Mañas
Ballestín. Según Mañas, el retablo de la Adoración de los Reyes está en
contacto con la influencia de la pintura valenciana, rechazando su
atribución al pintor Tomás Giner, y relacionándolo con la obra que Jaime
de Valencia hiciera en 1462 para la iglesia de San Pedro de los Francos
de Calatayud. El retablo de San Isidoro, San Ambrosio y San Nicolás lo
atribuye Mañas a la producción inicial del pintor Domingo Ram, realizado
poco después de 1470. Por último, del retablo de San Vicente piensa
Fabián Mañas que el titular es de mano diferente a las tablas laterales
de San Juan Bautista y María Magdalena que corresponderían al retablo
que Domingo Ram y Bartolomé Verdeseca realizaron en 1507. La Colegiata
de Santa María se encuentra en proceso de restauración desde hace varios
años. En 1998 se finalizó la rehabilitación del cuerpo superior de la
torre, devolviéndole su aspecto original; se recuperó el chapitel
bulboso cubierto con pizarra, se sustituyeron las armaduras interiores
de madera y se quitó un balconcillo metálico de principios del siglo XX.
Sin embargo no se pudo concluir la restauración de la torre ya que la
subvención concedida resultó insuficiente. En enero del mismo año, se
emprendieron obras de consolidación del claustro, que incluían la
restauración del segundo piso y la renovación de las cubiertas; queda
pendiente el acondicionamiento del interior para poder abrirlo al
público. Además se está elaborando un plan director para restaurar la
colegiata, cuya cubierta se derrumbó, en parte, en agosto de 1998.
-San Andrés. Es una de las primeras parroquias creadas tras la
reconquista. La fábrica de la iglesia se ha salvado gracias a la
esbeltísima torre octogonal mudéjar; en efecto, en 1870 se autorizaba el
derribo de esta iglesia, con la obligación de conservar la torre. Esta
carga fue suficiente para detener la demolición. La fábrica actual
permite distinguir las diversas ampliaciones; lo más antiguo corresponde
al siglo XVII, con tres naves, de mayor altura la central, cubiertas
con bóveda de crucería sencilla, y cuatro tramos hacia los pies. En el
siglo XVI se amplió en un tramo más, hacia la cabecera y un nuevo
presbiterio con ábside poligonal, todo cubierto con crucería estrellada.
De esta segunda época es la torre mudéjar, de planta octogonal, que se
autorizaba a levantar en el año 1508; de estructura similar a la de
Santa María, es, sin embargo, más leve y delicada y concentra el aroma
musulmán de la ciudad: sin duda una de las más bellas torres mudéjares
aragonesas y la joya artística de la iglesia.
El retablo mayor data de 1665 y es obra del ensamblador Pedro Virto y el escultor Bernardo Ibáñez; el lienzo del ático, con la Inmaculada Concepción, es obra del pintor Juan Florén .
Del resto de las capillas, con retablos en su mayoría barrocos, destaca
la bellísima talla del Santo Cristo del Consuelo, del siglo XVI. Está
dotada de abundante platería, en su mayor parte del siglo XVII.
-San Pedro de los Francos. Iglesia declarada monumento
histórico-artístico por R.O. de 4-VIII-1875, y de nuevo por decreto de
3-VI-1931. En ella se celebraron cortes aragonesas en 1411, por la
cuestión sucesoria planteada a la muerte de Martín el Humano, que se
resolvería en el compromiso de Caspe ,
y de nuevo en 1461, en las que se juró como príncipe heredero de la
Corona de Aragón a Fernando. Construida en el siglo XIV, es un prototipo
mudéjar de enorme interés, ya que tiene planta de tres naves, casi de
la misma altura, con crucero alineado, y tres ábsides poligonales;
consta de tres tramos, las naves se cubren con bóvedas de crucería
sencilla, y los soportes, que las separan, son pilares fasciculados. La
decoración mudéjar se concentra en el ábside central, enmascarado por
edificios civiles. La portada, a los pies del templo, es de piedra
sillar, relacionable con la de Santa María de Maluenda, y en estilo
gótico levantino, de la segunda mitad del siglo XIV, con puerta en seis
arquivoltas apuntadas, y las esculturas de San Pedro y San Pablo en las
jambas, mientras que en el tímpano aparece la Majestad entre la Virgen y
San Juan. A la derecha de la portada se alza la torre mudéjar, de
planta cuadrada, desmochada en 1840, con el pretexto de que debido a su
inclinación peligraría la vida de la familia real que se hospedó en tal
fecha en el frontero palacio del barón de Warsage. El retablo mayor,
dedicado a San Pedro, recibía el dorado en el año 1654 por los pintores
Lobera de Calatayud; Rubio Semper lo atribuye al taller de Pedro Virto y Bernardo Ibáñez .
Excepcional interés ofrece el mueble del órgano, obra de carpintería
mudéjar de fines del siglo XV y relacionable con los trabajos del
organero Miguel de Monreal, que en 1498-99 realizaba otro para la
colegiata de Santa María. Ángel San Vicente ha documentado el trabajo de
platería que en 1548 realizó el orfebre bilbilitano Jerónimo de la Mata ,
hoy día todo conservado en el Museo de Arte Sacro; se trata de una cruz
procesional con su bordón, dos centros de plata y dos candeleros. La
iglesia de San Pedro fue cerrada al culto en 1978, tras albergar la sede
del recién constituido Gobierno preautonómico de Aragón. En 1998, el
edificio, que se encontraba próximo a la ruina, fue cedido en usufructo
durante treinta años al consistorio bilbilitano, lo que daba vía libre a
su restauración. Más tarde fue incluido entre las obras financiadas por
los Ministerios de Fomento y Cultura, con cargo a las partidas del 1%
de las obras públicas. Durante las inspecciones del templo previas a la
restauración, se descubrieron unas pinturas murales que podrían datar
del siglo XVI y tener influencia de Miguel Ángel, ya que se aprencian en
ellas semejanzas con las de la iglesia de Ibdes, realizadas por Pietro Morone , discípulo de Miguel Ángel.
-Nuestra Señora de la Peña. Fue colegiata hasta 1632, en que se fundió
su capítulo con el de Santa María. Está levantada en el solar del
castillo de la Peña, habiendo sufrido por tal razón acuartelamientos de
tropas en la guerra de la Independencia. La fábrica actual consta de
partes mudéjares, obras iniciadas en 1343, y de ampliaciones barrocas.
La primitiva iglesia mudéjar, obra del siglo XIV, como se ha dicho,
correspondía al prototipo llamado iglesia fortaleza, de nave única, con
cabecera recta y tres capillas en la misma, más ancha y profunda la
central, y capillas laterales entre las torres contrafuerte, con
tribunas sobre las capillas. Es lo conservado en la parte de la
cabecera, que sufrió bastante en 1362, con motivo de la guerra de los
dos Pedros, rehaciéndose posteriormente. Lo más importante son las
yeserías mudéjares del siglo XV que revisten los muros de la capilla de
San Francisco Caracciolo. Lo tres últimos tramos de la nave y las
bóvedas de los dos primeros se rehicieron en época barroca.
-Colegiata del Santo Sepulcro. En 1156, y tras lentas negociaciones para
resolver el testamento de Alfonso I en favor de las órdenes militares,
se funda en Calatayud la casa y encomienda del Santo Sepulcro. Si se
exceptúan las caballerizas y los restos del claustro mudéjar del siglo
XIV, nada se ha conservado de épocas medievales. Los imponentes
volúmenes del edificio actual corresponden a las obras realizadas entre
1605 y 1613, y se deben al arquitecto Gaspar de Villaverde .
Se trata de una iglesia de ladrillo, con tres naves, la central más
ancha y alta que las laterales, crucero alineado y presbiterio profundo
para alojar el coro, con ábside semicircular. La fachada monumental de
los pies, con tres puertas, remata en frontón y va flanqueada por dos
torres, adosadas a los dos lados. Al interior, las naves van separadas
por pilares cruciformes de orden toscano, y se abovedan con cúpula con
linterna sobre tambor en el crucero, lunetos en presbiterio, brazos del
crucero y nave mayor, y aristas en las naves laterales. Constituye uno
de los primeros ejemplos de la arquitectura protobarroca en Aragón,
derivada de lo viñolesco, y es obra arquitectónica de gran
trascendencia. En el altar mayor hay un excelente baldaquino, formado
por seis columnas de orden compuesto, en mármoles, para albergar una
talla de Cristo yacente; es obra dieciochesca, de hacia 1772, de la que
se conservan en el Museo de Arte Sacro un alzado y una sección, y que se
suele atribuir al escultor de Calatayud, Félix Malo .
Los ocho retablos de las naves laterales, aunque de idéntica tipología
corresponden a dos épocas diferentes, todos dedicados en un programa
común a la Pasión y muerte de Cristo. Seis de ellos fueron costeados por
el prior Juan de Palafox (+ 1620), cuyas armas llevan, y dedicados a la
Oración en el Huerto, Coronación de espinas, Piedad, Descendimiento,
Camino del Calvario y Flagelación; según Rubio Semper serían contratados
hacia 1615 por el taller de los escultores Francisco del Condado y Juan
de Velasco, y fueron dorados por el pintor Francisco Florén en 1626.
Los otros dos retablos, sufragados por el prior Francisco Yago de Soria,
y dedicados a la Entrada en Jerusalén y Cristo ante Caifás, fueron
contratados en 1658 por el escultor Bernabé de Jáuregui
y el ensamblador José de Campo, y dorados en 1664-66 por Miguel Colás.
Los edificios y murallas que aparecen en las tallas nos muestran la
Calatayud del siglo XVII, en la que se inspiraron los artistas para
representar la Jerusalén de la pasión y muerte de Jesucristo. La
sillería del coro, dispuesta tras el altar mayor, es obra de 1640, de
los escultores Pedro Virto y Bernardo Vililla, aunque enriquecida con
detalles ornamentales dieciochescos. Del resto del tesoro artístico
merecen citarse las cuatro tallas que representan la Asunción, San
Jorge, San Miguel y San José, en la capilla de la izquierda, antigua
sacristía; son obra fina dieciochesca, traídas de Roma, y procedentes de
la iglesia de Santiago.
-San Juan el Real y Fundaciones de la Compañía de Jesús. La presencia de
la Compañía de Jesús en Calatayud desde 1584, en que se inaugura el
primer colegio, hasta la expulsión en 1767, ha dejado en la ciudad,
además de la iglesia de San Juan el Real, el antiguo Seminario de Nobles
(hoy Hospital Municipal) y el colegio de la Compañía (hoy Sede de los
Juzgados). La iglesia, que bajo los jesuitas estuvo dedicada a la Virgen
del Pilar, recibió la advocación de San Juan Bautista en 1770, cuando
se trasladó a ella el culto de la antigua parroquia de San Juan de
Vallupié, que se encontraba en estado ruinoso y hoy ya desaparecida. La
iglesia responde al prototipo jesuítico de planta de cruz latina, con
capillas entre los contrafuertes, comunicadas entre sí y con tribuna
sobre las mismas. Se aboveda con lunetos y cúpula sobre pechinas para el
crucero, destacando la gran concha o venera que cubre el presbiterio.
Por su ornamentación y decoración de yeserías abultadas constituye uno
de los interiores barrocos más fastuosos de Aragón. Es difícil
determinar las etapas constructivas, que cobrarían auge a partir del
importante legado realizado en 1665 por Pedro Pujadas, según ha
documentado Rubio Semper. Tras la expulsión de los jesuitas, todavía se
edificó la torre, entre 1774 y 1777, con cargo a otro legado de mosén
José Jimeno, beneficiado de Ateca. La torre presenta en alzado tres
cuerpos, de planta cuadrada, ochavada y octogonal, respectivamente,
rematada en chapitel bulboso; pone un contrapunto de gallardía a las
torres de Santa María y San Andrés.
Del tesoro artístico merecen destacarse dos piezas procedentes de la
parroquial de San Juan de Vallupié. Una es la sillería mudéjar para
presbítero, diácono y subdiácono, realizada en 1456 por los maestros
moros, los hermanos Farax el Rubio y Brahem el Rubio. Otra es la talla
de San Juan Bautista, en el retablo mayor, que procede del de la antigua
parroquial de San Juan de Vallupié, actualmente en el pueblecito de
Sediles. Ángel San Vicente ha documentado este retablo, al que
corresponde esta escultura, como obra importantísima de los escultores
renacentistas Damián Forment y Juan de Moreto, realizada entre 1534 y
1536. Aún merecen destacarse una Inmaculada, óleo sobre lienzo del siglo
XVIII, la carpintería de puertas y calajes de la sacristía, y una
notable colección de platería barroca.
-Conventos. Derribado el convento e iglesia de dominicas, como se ha
dicho, todavía se conserva en pie la iglesia de otro convento derruido
en parte, el de San Benito. La iglesia del convento de San Benito centra
el interés artístico en la decoración de yeserías barroco-mudéjares,
que decoran la cúpula del presbiterio y la capilla de San Íñigo y las
bovedas de la nave. Esta decoración es característica del barroco
aragonés, constituyendo esta iglesia un ejemplo notable y de primer
orden dentro del siglo XVII. La iglesia, de propiedad municipal, está
siendo restaurada para convertirla en auditorio, mientras que los restos
del convento se transformarán en hospedería. Entre la iglesia y el
futuro hostal, se conservan los restos de una primitiva iglesa
protogótica del siglo XIII. De la desaparecida iglesia de dominicas
procede la escultura orante del obispo José de Palafox, hoy en el Museo
de Arte Sacro, y recientemente documentada por Vicente González
Hernández como obra del escultor zaragozano Francisco Franco, realizada
en 1648-49. Lo más interesante de la iglesia del convento de capuchinas
son tres retablos de pintura, al óleo sobre lienzo, que ocupan el
presbiterio y los brazos del crucero, dedicados a la Asunción de la
Virgen, el mayor, y a San José y a los Santos Francisco y Clara, los
laterales, obra firmada por el pintor zaragozano Jerónimo Secano y
fechada en 1683, de gran interés para la pintura aragonesa del último
tercio del siglo XVII
Ante la abrumadora importancia de la arquitectura religiosa, que ni
siquiera ha podido enumerarse por lo que respecta a otros edificios
religiosos, ermitas, etc., palidece el interés de la arquitectura civil,
que no alcanza la categoría de la anterior. Deben citarse, no obstante,
la casa de los Sesé, en la calle Gotor, de la segunda mitad del siglo
XVI, con característica galería aragonesa, alero notable y rejería
artística en balcones; también la de los Pujadas de Vezlope, de la misma
época, en la calle Amparados. A este momento de fines del XVI
corresponde la monumental puerta de Terrer, con sus dos característicos
torreones semicilíndricos, flanqueando el arco de entrada, rebajado; con
ella forma conjunto ambiental la fuente, actualmente de ocho caños,
labrada en 1598, y trasladada aquí desde las proximidades de la puerta
de Alcántara, en la margen derecha del Jalón, donde estaba su
emplazamiento original. Ya neoclásico, de comienzos del siglo XIX, es el
palacio del barón de Warsage, en la calle Dato (vulgarmente, Rúa). Muy
sobrio es el palacio episcopal, emplazado en el solar de la antigua zuda
musulmana, y construido por el obispo Francisco Porro, y en la
actualidad sede del Museo de Arte Sacro, donde se ha reunido desde 1971
una espléndida colección de arte religioso, integrada por el tesoro de
las iglesias bilbilitanas y de la Comunidad, en parte ya mencionado.
Otro Museo de gran interés, el Arqueológico, con los restos procedentes
de las excavaciones de Bilbilis, realizadas por Manuel Martín-Bueno,
está instalado en la Casa de la Cultura, antiguo palacio de la
Comunidad, que fue totalmente reedificado a principios del siglo XIX.
Algunos de estos edificios se encuentran actualmente en fase de
restauración, como ocurre con la puerta de Terrer, que pasará a albergar
el Centro de Estudios Bilbilitanos; con el Palacio de Pujades, donde
había riesgo de desprendimiento de parte del alero; o con la histórica
Casa Consistorial, que se convertirá en sede de la Oficina Delegada del
Ejecutivo. Por otra parte, en 1997 el Consistorio puso en marcha un plan
de reforma del casco antiguo, que comenzó con la rehabilitación de los
barrios altos, el de la Consolación (antigua judería) y el de la Puerta
de Soria, así como de la Rúa de Dato para continuar con el barrio de San
Antonio.
• Bibliog.:
Borrás Gualis, Gonzalo M. y López Sampedro, Germán: Guía monumental y artística de Calatayud; Madrid, Ministerio de Educación y Ciencia, 1975 (con amplia bibliografía).
Rubio Semper, Agustín: Estudio documental de las artes en la Comunidad de Calatayud durante el siglo XVII; Zaragoza, Institución "Fernando el Católico", 1980.
• Música: La documentación para su historia
musical es muy escasa, si bien por indicios se entrevé su importancia.
La colegial de Santa María guarda un valiosísimo Pontificales Ordinis Liber,
de los siglos XIII-XIV, con numerosas melodías gregorianas, que resume
el esplendor de su liturgia y música en aquellos siglos. En la tabla
gótica de la Coronación, hoy en el Museo Diocesano, músicos tañendo
laúd, doble flauta, arpa, y flauta con tambor hacen presente la música
en la vida bilbilitana del siglo XV.
La aplicación de un canonicato en favor de los cantores de la capilla de música
de Santa María en 1515, da fe de la existencia de la misma desde
antiguo. Su primer maestro conocido es el celebérrimo Juan de Olorón, en
1545, que regirá la capilla de Huesca desde 1551 a 1566. En 1562 lo es
Melchor Castrillo, que pasará al magisterio de la colegial de Daroca .
En 1581 el maestro es Juan Ximénez, en el cargo hasta 1588. Le sucede
Luis de Arbeloa, que muere en el mismo año. Urbán de Vargas rige esta
capilla en 1637 y 1638. En 1776 es maestro Miguel Palacín; José Almazán,
en 1791; Juan C. Coley, en 1792; en el mismo año lo es Juan Iturralde;
Florentino Rosellat, de 1818 a 1824; Nicolás Ledesma, en 1824; Ángel
Sánchez, en 1825 y José Preciado en 1864.
Esta capilla contaba en el s. XVI con seis infantes y cuatro cantores. La documentación habla de sus ministriles ,
bajón, trompeta, sacabuche, chirimías y otras flautas, y hasta de las
medievales vihuelas de arco. Las representaciones sacras populares en
Santa María, como Las historias que hizo la iglesia en la fiesta del Corpore Christi el año 1438, se mantienen en 1500, según la cuenta de lo que costaron, y perduran aún en 1545.
Capilla de música también tuvo, por lo menos en el siglo XVI, la
entonces iglesia colegial de Nuestra Señora de la Peña, de cuyo bajón se
nos habla, de sus infantes y cantores y de la adquisición de obras de
Morales. La documentación de la iglesia de San Pedro de los Francos
muestra sus numerosos libros litúrgicos
musicales. Códices polifónicos y variada música de los siglos XVIII y
XIX guardan hoy el archivo de Santa María y el del Santo Sepulcro, cuya
documentación se halla fuera de Calatayud. Está por estudiar la historia
de la música en San Andrés y en San Juan, y en otras iglesias y
conventos desaparecidos.
Es de tener muy en cuenta el tema de los órganos. En 1463, García Bailo construye un órgano
para Santa María, de la que ya era organista Mallén, probablemente
padre de Pascual de Mallén, asimismo tañedor en dicha iglesia y
reconocido organero, que en 1496 construye uno nuevo para la misma.
Plantará allí otro nuevo el organero Silvestre Thomás ,
en 1762; el que perfeccionará en 1864 Juan Lorenzano. San Andrés tendrá
órgano ya en 1464, construido también por García Bailo. De 1498 es el
primer órgano que conocemos en la ermita de la Peña. Gonzalvo de Córdoba
construirá uno para la misma en 1523; y en 1536 se puso uno nuevo en la
capilla de Nuestra Señora de la Blanca de dicha ermita. El de San Pedro
de los Francos consta desde 1600, en que Guillaume de Lupe
lo arregla; Francisco Sesma lo perfeccionará en 1700 y lo mismo hará en
1774 Francisco Turull. De las iglesias desaparecidas, la de San Juan de
Vallupié tuvo uno construido por Juan de Córdoba en 1504. Y el monasterio del Carmen otro de Hernando de Córdoba de 1555.
Entre los importantes hitos musicales de Calatayud, cuya historia musical queda por hacer, figuran José Nebra ,
organista en la ciudad en 1679, y sus cuatro hijos, importantes
músicos, oriundos todos de Calatayud. Y Juan Gómez de Navas, reputado
músico bilbilitano fallecido en Madrid en 1719. (Ver Calatayud, Archivos Musicales de ).
• Bibliog.:
Gállego Gállego, A.: "Datos sobre la Música en la Colegial de Calatayud (ss. XVIII-XIX)"; Tesoro sacro musical, 2, 1978.
Calahorra Martínez, P.: La música en Zaragoza en los siglos XVI y XVII. I. Organistas, organeros y órganos; Zaragoza, 1977.
Preciado, D.: "Joaquín Nebra (1709-1782) 52 años de organista en La Seo de Zaragoza"; Tesoro sacro musical, 1 y 2, 1977.
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