viernes, 11 de marzo de 2016

Benito Jerónimo Feijoo / Teatro crítico universal / tomo 8 discurso 3

Benito Jerónimo Feijoo / Teatro crítico universal / tomo 8 discurso 3



La phi simboliza la filosofía de tradición helénica, la ñ la lengua española
Proyecto Filosofía en español
Benito Jerónimo Feijoo 1676-1764





Dictado de las Aulas



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§. I
1. Duélome del tiempo que se
pierde en la lectura de las materias, tanto filosóficas, como
Teológicas; y aún más en las de las segundas, que de las primeras. ¿Qué
quiero decir? ¿Qué la lecura, como tal, es inútil? Nada menos. No sólo
la juzgo utilísima, sino indispensablemente necesaria. Culpo los
accidentes, no la substancia; no la entidad, sino el modo. No digo, que
se pierde todo el tiempo, que se emplea en la lectura, sino buena parte
de él. Ni tampoco esta [31] censura comprende a todos los Maestros, sino
a algunos, aunque no muy pocos.
2. La prolijidad en tratar las
cuestiones, es la que acuso. Este abuso reina mucho más en las
cuestiones de Teología Escolástica, que en las de Filosofía, o Medicina,
aunque en todas hay bastante. Hay Profesores, que ya por este, ya por
aquel motivo, toman por empeño apurar las dificultades de algunas
cuestiones, hasta el extremo de que ni en lo posible quede réplica
alguna, que pueda darles cuidado; ni a los contrarios reste rincón
alguno donde refugiarse de la fuerza de sus razones. Vanísimo conato, y
que no puede menos de proceder de cortedad de entendimiento. Es cierto,
que la esfera del discurso humano, en orden a las evidencias, es muy
angosta; pero en orden a probabilidades, muy dilatada; y en orden a
cavilaciones sofísticas, infinita. Pensar, pues, en alguna controversia,
donde hay probabilidad por ambas partes, quitar toda retirada a los
Enemigos, haciendo al mismo tiempo una valla inexpugnable a todos sus
argumentos, no es otra cosa, que pretender poner límites al espacio
imaginario. El argumento más artificioso es un laberinto, a quien los
ingenios Dédalos, nunca dejan de hallar salida; y la solución más
sólida, una muralla, en quien los Alejandros nunca dejan de abrir
entrada.
3. Lo peor es, que no hay
sujetos menos capaces de poner término a las cavilaciones Escolásticas,
que los que presumen poder ponerle. Necesariamente han de ser de
cortísimo ingenio los que no perciben, que esto es lo mismo, que detener
el curso de un río, o poner puertas al campo. Lo que, pues, suelen
lograr con sus prolijas tareas, es llenar grandes volúmenes de
soluciones, y réplicas, que amontonadas unas sobre otras, hacen una
ostentosa perspectiva; pero toda esa máquina se viene al suelo con un
papirote solo de un discurso claro: y es el caso, que frecuentemente se
funda todo en una proposición mal entendida, por equívoca, o por oscura;
[32] y aclarada, o distinguida aquella proposición, ya no son del caso
treinta, o cuarenta hojas de cartapacio, que se fundaron en aquel
ruinoso cimiento. Cuántas veces el Profesor da por cierta la mayor de un
silogismo; y dejándola aparte, como innegable, gasta mucho tiempo, y
papel en probar la menor; pero después, examinadas una, y otra premisa
por ojos más perspicaces, se descubre, que en la mayor está el defecto, y
para ella no hay prueba alguna en el abultadísimo cartapacio. Dígolo,
porque lo he notado muchas veces; y no pocas me sucedió tronchar un
argumento (absit verbo jactania) que se me proponía como
indisoluble; sólo con manifestar la ambigüedad de alguna proposición, en
que el arguyente no había reparado; y así tenía puesta toda la
artillería de las pruebas hacia otra parte. Así estos argumentos, que
llaman Aquiles, suelen tener la suerte de aquel Héroe Griego, de quien
les vino el nombre, que por un talón; esto es, una pequeña y descuidada
parte de su cuerpo, siendo invulnerables en todo el resto, viene la
flecha, que los derriba.

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§. II
4. Otro principio hay de hacer
las cuestiones prolijas, y esto sin que lo adviertan sus mismos
Autores, que es la introducción de mucha forma Escolástica en ellas. Es
cierto, que las pruebas, argumentos, y respuestas, que extendidos en
forma Escolástica ocupan dos pliegos, reducidos a materia limpia, y
clara, no llenarán, ni aún dos planas. Pondré un ejemplo visible de
esto. Disputan los Teólogos, cuál es el predicado constitutivo
metafísicamente de la Esencia Divina. Algunos Tomistas la constituyen en
la Intelección actual. Propongo yo una conclusión contradictoria de
esta sentencia, y la pruebo así en forma silogística. Illum
praedicatum, quod ex nostro modo concipiendi supponit pro priori
Essentiam Divinam metaphysice constitutam, non est constitutivum
metaphysicum Essentiae Divinae,
[33] sed intellectio actualis ex
nostro modo concipiendi supponit pro priori Essentiam Divinam
metaphysice constitutam: Ergo intellectio actualis non est praedicatum
metaphysice constitutivum Essentiae Divinae. Maior est evidens,
&
minor probatur: Intellectio actualis est actio immanes Dei; sed omnis
actio Dei ex nostro modo concipiendi, supponit pro priori Essentiam
Divinam metaphysice constitutam; Ergo intellectio actualis supponit pro
priori Essentiam Divinam metaphysice constitutam. Maior patet: Probo
ergo minorem: omnis actio Dei ex nostro modo concipiendi consideratur ut
elicita
& egrediens a Deo; sed hoc ipso ex nostro modo
concipiendi supponit pro priori Essentiam Divinam metaphysice
constitutam. Ergo omnis actio Dei ex nostro modo concipiendi supponit
pro priori Essentiam Divinam metaphysice constitutam. Maior constat,
quia actio non potest a nobis considerari nisi ut egrediens,
&
profluens ab aliquo principio elicitivo illius, quod respectu
cuiuscumque actionis Dei, est ipse Deus. Minorem probo: Implicat
actionem Dei a nobis considerari, ut elicitam
& egredientem a
Deo, quin ex nostro modo concipiendi supponat Deum metaphysice
constitutum in sua Essentia; sed omnis actio Dei a nobis consideratur ut
elicita
& egrediens a Deo; Ergo actio Dei ex nostro modo concipiendi supponit pro omnis priori Essentiam Divinam mataphysice constitutam.
5. ¿Quién no ve que esta
prueba se podría, excusando la forma silogística, proponer en dos
renglones, de este modo, u otro semejante? Probatur: Quia praedicatum
metaphysice constitutum Essentiae Divinae est, quod pro priori ad omnia
reliqua intelligitur in Deo: at vero intellectio caret hac prioritate;
consideratur enim a nobis ut egrediens a suo principio, ac proinde ut
supponens principium pro priori?
¿De qué servirá, pues, aquella
retaila de silogismos? ¿O el oyente es capaz de proponer en forma
silogística esta prueba, que se le dicta así resumida en materia, cuando
llegue la ocasión de argüir, o no? Si lo es, excusa que se la dicten en
aquella [34] prolija forma. Si no lo es, inútil es para él cuanto se le
dicta: porque a quien después de estar maceando tres años de Artes en
la forma silogística, no acierta a reducir a ella cualquiera razón, que
ve propuesta en materia, ¿qué le falta para ser graduado de enteramente
incapaz? ¿O qué resta, sino que arrancándole la pluma de la mano, se le
ponga en ella un arado, o un hazadón?
6. Vamos ahora a la solución,
que en forma Escolástica dará al argumento propuesto el que lleve, que
la Intelección es constitutivo metafísico de la Esencia Divina. Supongo,
que quiere usar de la del Maestro Alvelda; el cual, distinguiendo en la
intelección dos conceptos, el primero de perfectísima actualidad per se
subsistente de la línea intelectiva, y el segundo acción, concede de
este segundo todo lo que pretende el argumento, y lo niega del primero.
Ya se ve, que en estas pocas palabras está puesta toda la doctrina de la
solución; pero extendiéndola en forma Escolástica, dirá de este modo: Ad
argumentum, concessa maiori, distinguo minorem: intellectio actualis
sub munere actionis ex nostro modo concipiendi supponit pro priori
Essentiam Divinam metaphysice constitutam, concedo minorem; sub munere
perfectissimae actualitatis lineae intellectivae per se subsistentis,
nego minorem,
& consequentiam. Ad probationem, distinguo maiorem: Est actio Dei, &
simul perfectissima actualitas lineae intellectivae per se subsistens,
concedo maiorem actio Dei praecise, nego maiorem. Et distinguo minorem:
Omnis actio Dei ex nostro concipiendi modo supponit pro priori Essentiam
Divinam metaphysice constitutam, ut actio est, concedo minorem ut
perfectissima actualitas per se subsistens de linea intellectiva, nego
minorem,
¿Para qué cansarme más? Dos silogismos restan enel
argumento, en cuya solución formal se ha de gastar otro tanto papel,
como en la de los dos primeros, que es decir en dieciséis, o dieciocho
renglones, lo que se pudiera decir en dos, o tres. [35] Y no para aquí;
sino que después de toda esta página, entra la prosa seguida, repitiendo
lo mismo que ya está dicho: Itaque in intellectione divina distinguendus est duplex conceptus inadequatus, &c.
7. ¿No es lástima emplear
tanto tiempo, y papel inútilmente? ¿Quién hay capaz de saber algo, que
dándole la doctrina de la solución, no acierte a acomodarle a todas las
proposiciones del argumento, con el concedo, el nego, y el distinguo?
8. Bien creo yo, que se
encuentran algunos tan rudos en las Aulas, que a menos de darles la
doctrina mascada, y digerida de este modo, no saben usar de ella en la
disputa. Mas lo que se debe practicar con éstos, es despacharlos, para
que tomen otro oficio. Conviniera mucho al Público, que en cada
Universidad hubiese un Visitador, o Examinador, señalado por el
Príncipe, o por el Supremo Senado, que informándose cada año de los que
son aptos, o ineptos para las Letras, purgase de estos las escuelas. Con
este arbitrio habría más gente en la República para ejercer la Artes
Mecánicas, y las Ciencias abundarían de más floridos Profesores; pues se
ve a cada paso, que al fin algunos de los zotes, a fuerza de favores,
quitan el empleo de Magisterio a algunos beneméritos; lo que no podría
suceder, si con tiempo los retirasen de la Aula, como a los inválidos de
la Milicia.
9. La Facultad Médica es la
que padece con especialidad esta desgracia, o por mejor decir, quien la
padece no es ella, sino el Público. Es cierto, que no hay Ciencia, o
Arte, que requiera más ingenio, más penetración, más claridad de
entendimiento, más sólido juicio, que la Medicina. Con todo, se ve, que
cuantos se ponen a estudiarla, arriban a practicarla. ¿Cómo es posible,
que deje de haber entre ellos muchos extremadamente rudos? Y más cuando
se sabe, que algunos, que habiendo tentado la Teología, o la
Jurisprudencia, no pudieron dar un paso en una, ni en otra Ciencia se
[36] acogen después a la sagrada ancora de la Medicina. Así en la esfera
de esta Facultad sucede lo mismo, que en la Celeste; en la cual el rudo
Vulgo sólo imagina Astros benéficos, y favorables a la salud; pero los
más instruidos, a vuelta de una, u otra constelación benigna, ven en
ella un León devorante, un Toro furibundo, un Cancro mortal, un
Escorpión venenoso, un Sagitario cruel, que amenazan llevarse de calle
las vidas de los hombres.
10. Así este daño de la
Medicina, como el de las demás Facultades, se evitaría, arrojando de las
Escuelas a los ineptos. Mas ya que esto no está en mano de los
Maestros, por lo menos, no acorten el aprovechamiento de los hábiles,
por atender a los estúpidos. Esto hace relación a lo que dije arriba.
Extender tanto la doctrina en la forma, por dársela, como dicen, mascada
a los rudos, es escaseársela con miseria a los ingeniosos, los cuales
se ven indigna, y violentamente detenidos a esperar el paso de los
tardos; y pudiendo seguir la carrera de la Ciencia con la agilidad de
Ciervos, los atan a caminar con las Tortugas; de donde viene
necesariamente, que apenas en un año adelanten lo que pudieran adelantar
en un mes.
11. Convengo en que el primer
año de Artes la doctrina se de digerida en forma Escolástica, y los
argumentos reforzados con réplicas, y contraréplicas. Esto importa, y es
necesario para que los oyentes se instruyan bien en la forma, y
adquieran el hábito, ya de proseguir el argumento, ya de mantener la
solución, cuando se ofrezca disputar. Pero de ahí adelante es perder
tiempo el detenerse tanto. El hábil, con darle la doctrina, sabrá
manejarla; y el rudo, en saliendo de aquellas proposiciones, que tomó de
memoria, o en dándole una distinción, que no tiene en el cartapacio, se
quedará hecho un cepo, o no dirá cosa, que no sea un desatino.
12. Si para persuadir esta
práctica no valieren mis [37] razones, valga la autoridad de los
supremos Escolásticos. Aristóteles fue, y es el Monarca de los Lógicos;
sin embargo, en todo Aristoteles, sino donde trata del mismo silogismo,
no se encuentra un silogismo. Lo mismo digo de aquel asombro de
Dialéctica Agustino. Santo Tomás, Príncipe de los Teólogos Escolásticos,
es verdad, que propone los argumentos contrarios, ya en silogismos, ya
en enthymemas. Pero no gasta en cada argumento más que un enthymema, o
un silogismo. No se ve en él réplica, o contraréplica alguna, ni jamás a
los argumentos responde con la fórmula de ir aplicando sucesivamente a
cada proposición el concedo, el nego, o el distinguo;
si sólo dando suelta en materia la doctrina, que conviene para la
solución. ¿Por qué no seguiremos en nuestros Escritos Escolásticos las
huellas de estos Grandes Maestros?
13. Por haber escrito Santo
Tomás de este modo, comprendió casi toda la Teología Escolástica, y
Moral en cuatro volúmenes de mucho cuerpo. Si los Profesores de las
Aulas se ajustasen al mismo estilo, en cuatro años podrían sacar de
ellas los oyentes toda la Teología Escolástica; cuando con el método,
que hoy siguen algunos, apenas vuelven a sus casas con tres, o cuatro
Tratados completos. Siendo yo oyente en Salamanca, un Maestro, que
ocupaba en la lectura casi toda la hora correspondiente a su Cátedra,
desde San Lucas a San Juan, no leyó a sus Discípulos más que dos
cuestiones, y no de las de mayor importancia. ¿No es una lástima esto?
Con todo, hay quienes hagan vanidad de ello, como aquel, que en el
Satiricón de Barclayo, insultando al otro contendedor, le decía con
jactancia: Vix ducentis horis legas, quod de hac materia scripsi.

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§. III
14. Opondráseme acaso, que es
menester tratar algunas cuestiones prolijamente, para que sirvan a las
disputas públicas, porque no podrán los actuantes [38] defender bien la
opinión que sustentan, si no los instruyen muy a la larga de las
objeciones contrarias, y de las pruebas, y soluciones propias: A esto
respondo, que para actuar se les pueda dar algún Autor, que trate la
cuestión largamente, para que la estudien por él. Esto ningún
inconveniente tiene; y es gravísimo el de detener tres meses en una
cuestión a todos los oyentes, porque uno solo tenga en ella todo el
aparato necesario para sustentar un acto. Creo, que a muchos sucederá lo
que a mí, que en ocupándome mucho tiempo en una cuestión, venía a
dominarme cierto género de fastidio, que sin gran repugnancia no me
permitía conferenciar, y disputar sobre ella.
15. Es muy particular en este
asunto el suceso del famoso Cartesiano Pedro Silvano Regis. Este
ingenioso Francés, después de haber cursado con grande aplauso cuatro
años de Teología en la Universidad de Cahors, fue solicitado por el
cuerpo de ella a recibir el Bonete de Doctor, ofreciéndose la misma
Universidad gratuitamente a todos los gastos del Grado. Quiso él, para
hacerse más digno de este honor, pasar antes a París a cursar un año en
la Sorbona. Tuvo la desgracia de topar con uno de estos Doctores
machacones, el cual habiendo propuesto cuestión sobre la hora en que
Cristo Señor nuestro instituyó el Sacramento de la Eucaristía, se detuvo
tanto en ella, que Monsieur Regis llegó a fastidiarse, no sólo de la
cuestión, sino de toda la Facultad Teológica, y la abandonó enteramente
no pensando ya más en el Grado de Doctor, que le estaba preparado. Acaso
esta caprichosa resolución estuvo bien a su fama, siendo verisimil, que
el estudio Teológico no le daría tanto nombre, como adquirió con los
progresos, que, dejada la Teología, hizo en la nueva Filosofía.
Bastarían las especialísimas demostraciones de estimación, que este
Autor debió a algunos Señores Españoles de la primera Nobleza, para
hacerle famoso en todo el Orbe. El Sabio Marqués de Villena, abuelo del
que hoy [39] vive, apreciaba en altísimo grado los libros Filosóficos de
Mr. Regis, de que dio un brillante testimonio, cuando siendo derrotados
los Españoles, de quienes era General en la batalla del Ter, el año de
1694, cogieron los Franceses todo el equipaje del Marqués, en que eran
comprehendidos varios libros: lo cual luego que llegó a su noticia,
envió un Mensajero al Duque de Noalles, General del Ejército enemigo,
pidiéndole únicamente de todo su rico equipaje los Comentarios de Cesar,
y la Filosofía de Mr. Regis. El mismo Señor, habiendo el año de 1706
pasado a París su hijo el Marqués, que poco ha murió, le dio orden para
que hiciese una visita en su nombre al Autor. Hízola; pero como el hijo
no era menos amante de las Letras, y de los hombres eminentes en ellas,
que su glorioso Padre, ejecutado el precepto de éste en la primera
visita, por propio impulso continuó después el trato del célebre
Francés; quien también debió el mismo honor de visita al Señor Duque de
Alba, siendo Embajador en Francia.
16. Mas todos estos favores de
la fama no redimieron a Pedro Silvano Regis de los desaires de la
Fortuna siendo cierto, que no le sirvieron para arribar a unos medios
proporcionados para vivir con bastante conveniencia. Así es cierto, que
le hizo un gravísimo daño el Doctor, que con su pesadez le ocasionó el
abandono de la Teología: campo más fértil, aunque menos ameno, y donde
se hallan más frutos, aunque menos flores, que en el de las
especulaciones filosóficas.

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§. IV
17. Fuera del gran daño, que
en la lectura de las Aulas ocasiona la prolijidad de los Maestros, resta
otro, no sé si mayor, por el uso que obligan a hacer de ella a los
Discípulos, precisándolos a mandarla a la memoria, y dar cuenta de ella
palabra por palabra, y letra por letra, como va escrito. ¡Qué dispendio
de tiempo tan lamentable! Un oyente, que podría [40] largamente en dos
horas de estudio hacerse cargo de un pliego de lectura, tomándola en
substancia, se halla reducido aprender acaso sólo una plana. ¿Qué
diríamos de quien teniendo un Caballo capaz de andar a legua por hora,
poniéndole algún embarazo, que le retardase notablemente el movimiento,
le precisase a caminar no más que a legua por día? Ello por ello; lo
mismo viene a ser lo que pasa en nuestro caso.
18. Y no es la pérdida de
tiempo el único daño, que resulta de este literario abuso. Otro se
incurre también gravísimo; y es que los oyentes, por falta de ejercicio,
tardan mucho en soltarse a razonar en Latín sobre la Facultad que
estudian. Si nos atareasen a mandar literalmente la lección a la
memoria, si sólo a aprenderla en substancia, y dar cuenta de ella,
acomodándose cada uno al lenguaje latino, que le fuese ocurriendo: a
vueltas de varios trompicones, en que incurrirían a los principios,
dentro de uno, o dos años se hallarían expeditos para explicar en este
Idioma cuanto alcanzasen. Por cuya falta se experimenta a cada paso en
los sustentantes de Actos literarios, al responder en materia a los
argumentos, la pueril miseria de recitar a la letra los párrafos, que
tienen en el cartapacio.
19. Opondráseme acaso, que el
adelantamiento grande, que propongo como efecto de estudiar sólo
substancialmente la lección, es sólo ideal: ¿porque qué importa que el
oyente pueda de este modo estudiar cada día un pliego, si el Maestro no
tiene tiempo en la hora, u horas señaladas para dictar ni aún la mitad?
Respondo, que esto (por lo menos en las Artes) se puede remediar con el
arbitrio utilísimo de leer en la Cátedra, o por mejor decir, explicar
Cursos impresos. Utilísimo dije, porque no sólo una, sino
diferentes utilidades se logran con este arbitrio. La primera ahorrar el
mucho tiempo, que se gasta en escribir, el cual se puede aprovechar en
más dilatada explicación, y en hacer ejercitar más a los oyentes en
argüir, y responder. La segunda la ya [4I] expresada, de avanzarse más
los Discípulos en la materia que se trata; de suerte, que así pueden
estudiar dos o tres cuestiones en el tiempo que, con la práctica
ordinaria, consumen en una. La tercera, lograr mejor doctrina, o la
doctrina misma más bien tratada; pues se puede para este efecto, echar
mano de algún Autor selecto, que en ninguna Escuela falta. Es verdad,
que los más tienen para el uso del Aula el inconveniente de difusos. Mas
también a este inconveniente se puede ocurrir, practicando en otras
Religiones, lo que acaba de ejecutar la Compañía, que es elegir un
Escolástico, de especial ingenio, método, y doctrina, para que forme un
Curso de Artes, arreglado a la Escuela que siguen, con la concisión, y
claridad, que es menester para el efecto que se propone; e impreso,
entregar a cada oyente un ejemplar. Aún en la Teología se podría
ejecutar lo mismo, aunque sería obra más larga.

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{Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), Teatro crítico universal
(1726-1740), tomo octavo (1739). Texto tomado de la edición de Madrid
1779 (por D. Pedro Marí, a costa de la Real Compañía de Impresores y
Libreros), tomo octavo (nueva impresión, en la cual van puestas las adiciones del Suplemento en sus lugares), páginas 30-41.}



Biblioteca Feijoniana
Edición digital de las Obras de Feijoo
Teatro crítico universal / Cartas eruditas y curiosas / Varia


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