martes, 1 de marzo de 2016

Manuelblas.Madrid

Manuelblas.Madrid
















































martes, 1 de marzo de 2016






Instituto Geológico y Minero de España




Madrid, ciudad inacabable
para el visitante, nos reserva, a veces, sorpresas inesperadas, de forma tal,
que, como hoy nos sucede, tras una fachada aparentemente anodina “semioculta entre el arbolado, el paso
subterráneo y la estrecha acera
” hallamos un auténtico tesoro, desconocido
para muchos, la gran sala de colecciones del Instituto Geológico y Minero de
España (IGEM), en la calle Ríos Rosas 23, edificio declarado Bien de Interés
Cultural con la categoría de Monumento por la Comunidad de Madrid[1]
y que muchos confunden con la inmediata y más monumental de la Escuela de
Minas, visitada por nosotros hace unos días. Su historia la vamos a repasar,
como es costumbre, antes de iniciar nuestra visita.

Historia[2]

El Instituto Geológico y
Minero de España tiene una larga historia que se remonta hasta el año 1849, de
creación de la Comisión para la Carta Geológica de Madrid y General del Reino[3],
refundada en 1870 “después de haber sido
una sección dentro de la Junta General de Estadística de 1859 a 1870
”. En
sus orígenes, esta Comisión tenía su sede en la calle del Florín (denominada
desde
1902 de Fernanflor) nº 2, en el mismo edificio que ocupaban la Dirección
General de Minas y la Escuela de Ingenieros de Minas, conocido como palacio del
Duque de San Pedro, al lado del Congreso de los Diputados, pero en 1859, al
integrarse en la Junta General de Estadística, pasó a depender del Ministerio
de Fomento cuya sede se encontraba en el antiguo convento de la Trinidad
Calzada en la calle Atocha 12-16 (donde ahora se encuentra el teatro Calderón).
En 1870, coincidiendo con su refundación, se trasladó al palacio del Conde de
Revillagigedo en la calle Isabel la Católica nº 25. La Comisión permaneció en este
palacio, en régimen de alquiler, hasta 1926, cuando este inmueble fue derribado
como consecuencia de la apertura de las obras del tercer tramo de la Gran Vía.

En 1910, la Comisión
cambió su nombre por el de Instituto Geológico de España (R.D. de 28 de junio).
Una de las principales misiones de su director, don Luis Adaro y Magro
(1849-1915) fue la de buscar un solar adecuado para construir la nueva sede. La
elección de este solar en la calle Ríos Rosas vino motivada por dos razones principales:
la ubicación en ella de la Escuela de Minas con quienes compartían intereses y
profesorado y el precio económico de los terrenos, entonces alejados del
centro. En abril de 1915 se iniciaron los contactos para la compra entre don
Luis Adaro y doña Rafaela Prieto y Leyva, viuda de Farelo, propietaria de un
solar contiguo al de la Escuela de Minas en la calle Ríos Rosas nº 40 (actual
23), materializada mediante escritura de compra-venta el 26 de julio de 1916.

Adquiridos los terrenos,
se buscó un arquitecto que diseñara el edificio conforme al Avance del Proyecto
elaborado por el Instituto y en el que se destacaban las necesidades que se
pretendían  cubrir, entre ellas espacio
para un museo para exponer las valiosas colecciones de minerales, rocas  y fósiles acumuladas a lo largo dl tiempo. El
elegido fue Francisco Javier Luque y López (1871-1941), figura de prestigio en
la profesión quien introdujo cambios sustanciales con relación a lo sugerido en
el Avance en orden a una mayor racionalidad y monumentalidad en el edificio.


La primera etapa de la
construcción del edificio, que contemplaba el cuerpo central (la parte
delantera del edificio, es decir la zona de oficinas, escalera y entrada
principal estaba sin empezar) se terminó en los primeros meses de mayo de 1926,
justo a tiempo para que el 29 de mayo tuviera lugar el acto de apertura del XIV
Congreso Geológico Internacional presidido por el rey Alfonso XIII que tuvo
lugar en el salón, decorado para la ocasión por Tomás Isern, que hoy alberga el
Museo Geominero.

En 1926 se reanudaron las
obras que quedaron interrumpidas por la guerra civil de 1936. Durante este
periodo bélico las instalaciones construidas fueron convertidas en cuartel para
el Cuerpo de Guardias de Asalto, sufriendo el edificio bastantes daños. Las
obras no finalizaron hasta 1941. Durante los años posteriores no se conocen
intervenciones de importancia.

Conocidos estos
antecedentes estamos en disposición de iniciar la

Visita

Que comenzamos
contemplando su fachada principal, desde la acera de enfrente (situación
geográfica).


La primera impresión es
que se trata de una fachada un tanto anodina, sobre todo comparada con la de su
vecina, la escuela de Minas, de cierta pesadez dentro de su pretendido
clasicismo, debido sin duda al tiempo trascurrido desde la redacción del
proyecto original hasta el de su construcción. Está dividida horizontalmente en
tres cuerpos. En el primero se encuentra la triple puerta de acceso a la que se
accede desde la calle subiendo unos escalones. En el aspecto ornamental llama
la atención la combinación entre el granito gris del zócalo y de la portada de
ingreso con el beige de la piedra arenisca en los laterales.

Este primer cuerpo bajo
está separado del cuerpo intermedio por una gran cornisa de forma balconada.
Las protagonistas de este segundo cuerpo y de toda la fachada son las grandes
columnas pareadas de orden corintio. El balcón central remata en frontón y
ambos lados se adivinan más que ven sendos escudos de Minas.

Otra gran cornisa separa
este cuerpo del ático retranqueado y que ocupa la parte central de la
composición, en cuyo centro, sobre las ventanas, se encuentra el gran escudo.


El edificio tiene otra
fachada posterior, también tripartita en altura, que da a la calle Cristóbal
Bordiú y que, curiosamente, es anterior a la principal pues data de 1930,
aunque parece más moderna al introducir el arquitecto Luque, que la diseñó,
elementos nuevos como el cristal y el hierro combinados con pilastras jónicas
de fábrica que proporcionan diafanidad y limpieza a toda la composición.

Penetramos al interior hasta
el vestíbulo que es una gran pieza que sirve de intermedio entre la calle y el
resto del edificio. Aquí conseguimos la entrada, que es gratuita y pasamos el
control de
visitantes. En los muros podemos leer en sendos recuadros los
nombres de prestigiosos científicos e ingenieros de Minas, empezando por
Joaquín Ezquerra del Bayo y terminando por Domingo de Orueta.




Subiendo una breve pero
elegante escalera y trasponiendo las puertas giratorias llegamos al vestíbulo
central de donde arrancan varias escaleras al frente y a los lados. 


La que nos
interesa es la gran escalinata imperial, una de las partes más singulares del
edificio por su monumentalidad y belleza poco frecuente. 




En su parte baja es de
un solo tramo, pero al llegar al descansillo, donde se encuentran los bustos en
mármol blanco de Casiano del Prado y Guillermo Schultz tallados por el escultor
Francisco Orduña (1893-1973), la escalera se divide en dos tramos que conducen
a la parte alta. Esta toda chapada en mármol blanco de Macael y la impresión
que produce es realmente soberbia.


Al llegar al piso
principal nos volvemos para admirar la columnata de gran altura que cierra todo
el hueco de la escalera. Alternan las columnas jónicas pareadas de piedra
artificial con los vanos, estando su parte baja cerrada por balaustradas en
tres de sus lados. La decoración es a base de estuco que imita el mármol
jaspeado y combina a las mil maravillas con el mármol blanco de las
balaustradas. Especial atención merecen la vidriera frontal, de dos cuerpos: el
inferior, de forma alargada presenta una cenefa todo alrededor, en su extremo
más bajo el escudo de Madrid y en el centro el escudo del Cuerpo de Ingenieros
de Minas; el cuerpo
superior, separado por una cornisa tiene forma de arco
carpanel, repite la misma cenefa y en su centro lleva el escudo de España
utilizado durante la II República, siendo uno de los escasos escudos
republicanos que sobrevivieron a la dictadura franquista. Estas vidrieras
fueron realizadas por La Veneciana, siguiendo el modelo facilitado por Luque.

Estamos en la galería
principal circundada por un amplio pasillo que conduce a distintas estancias
del edificio, entre ellas el Museo que veremos en seguida. En esta parte del
edificio se exhibe la exposición temporal “El oro bajo tus pies”, muy curiosa.


La transición entre la
columnata de la galería y la cubierta se hace mediante un entablamento sobre el
que descansan los lunetos, con singular decoración modernista, sobre los que se
apoya la magnífica vidriera de la cubierta de forma rectangular en su centro
que va cayendo sobre los lunetos formando una bóveda acristalada de gran efecto
lumínico y visual. Esta vidriera lleva en su centro el escudo del Cuerpo de
Ingenieros de Minas y fue realizada por los talleres Maumejean.

Vamos a pasar al Museo,
pieza más destacada, bella y cuidada de todo el edificio. Es una gran sala
diáfana de 712 m2 de superficie y 19 m. de altura, rodeada de tres galerías y
cubierta por una excepcional vidriera de la Casa Maumejean Hermanos que en su
parte central lleva el Escudo Real de España. El efecto que produce es
ciertamente el de una gran caja acristalada repleta de tesoros perfectamente
iluminada, como pude apreciarse en las imágenes que a continuación situamos.




Este espacio fue
restaurado en 1989, respetando todos los elementos originales: las barandillas,
el piso de tarima de madera, las escaleras de forja que comunican las galerías,
las vitrinas expositoras de cristal y madera y el resto del mobiliario lo cual
presta a este recinto una especial atmósfera que no me extraña haya seducido a
productores y directores de películas y series de televisión que aquí se han
rodado, la última que recuerde algunas escenas de “El tiempo entre costuras”.


En cuanto al contenido
del Museo en sí, poco podemos decir quienes no somos especialistas. Entre otras
muchas piezas contiene colecciones de fósiles extranjeros (900 expuestos de los
6.000 reunidos durante la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX), de
paleontología sistemática de vertebrados, de minerales (en la segunda planta),
de rocas, de gemas (iniciada en 2003, con 159 ejemplares expuestos). Quienes
gusten y entiendan de todo ello pasaran, sin duda, unos ratos bien entretenidos
y a quienes, como a mí, les interese más el continente que el contenido
disfrutarán con este edificio singular, poco conocido de madrileños y
forasteros, muestra de la arquitectura institucional del siglo XX perfectamente
conservada para satisfacción de propios y extraños.

©Manuel Martínez Bargueño
Febrero,
2016.
Si te
ha interesado esta entrada y quieres preguntar, comentar o aportar algo al
respecto, puedes dejar un comentario o escribir a mi dirección de correo
manuelblas222@gmail.com con
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Gracias.
Manuelblas
  


NOTAS






[1] R.D. 335/1998, de 27
de febrero de 1998 ( BOE de 13 de marzo).
[2] Las informaciones y
datos referidos a continuación están extractados de la publicación “El edificio del Instituto Geológico y Minero
de España
”, con textos de Pilar Rivas Quinzaños, Teresa Reñé Sagristá e
Isabel Rábano G. del Arroyo, editada por el IGM en 2007, que puede consultarse
en http://www.igme.es/QuienesSomos/historia_igme/libroedificioIGME.pdf
[3] R.D. de 12 de julio
de 1849 (Gaceta de Madrid del 20).

lunes, 15 de febrero de 2016






EL MUSEO DEL DR. VELASCO




Si me permitís, prefiero llamar con este
nombre al actual Museo Nacional de
Antropología, sito en la calle Alfonso XII, 68, muy cerquita de la
estación de
Atocha, que he estado visitando esta
mañana. No todos los museos de Madrid pueden presumir de contar con una
historia y una leyenda tan singulares, como las de este Museo, razón por
lo cual
será justo y necesario que antes de comentar la visita, conozcamos sus
antecedentes.
Su propietario y fundador, el Dr.
Velasco
Pedro González de Velasco nació en 1815, en la localidad segoviana de
Valseca de Boones, en el seno de una familia humilde. Cuentan que en su ejerció
de porquerizo e hizo de anunciante callejero. Luego, estudió Latín y Filosofía
en Ávila  y en Segovia, recibiendo la consagración
de órdenes menores de las que sería más tarde dispensado. En 1837 llegó a
Madrid y para costear sus estudios de Cirugía hubo de emplearse como
dependiente en un colegio. Al terminar los estudios, llevados a cabo con
grandes sacrificios y privaciones, sus
propios condiscípulos le conceden un premio y sus maestros le felicitan. A
partir de  entonces, el Dr. Velasco, que
pronto se hará conocido en Madrid, empieza a sentar los cimientos del gabinete
anatómico que será el núcleo de su museo. Para ello viaja por toda Europa
visitando los museos y colecciones más reputadas de la época y adquiriendo
internacionalmente un renombre como una figura de la ciencia española.

A lo largo de su vida profesional el Dr. Velasco fue reuniendo distintas
colecciones, premiadas en distintas Exposiciones, con la idea de fundar un gran
museo, “un templo a la ciencia antropológica” donde pudieran conservarse para
la posteridad. A tal fin, en 1872, solicitó del rey Amadeo de Saboya que se le
concediera autorización para “construir en esta corte un museo anatómico humano
y de historia natural” que, construido bajo los planos y la dirección del
Marqués de Cubas (1826-1899), uno de los arquitectos más famosos de la época, a
quien había conocido en París. La primera piedra se puso el 16 de abril de 1873
y dos años más tarde, el 29 de abril de 1875, el Museo fue inaugurado por el
rey Alfonso XII.
¿Cómo era este primer Museo Anatómico, 
que  pronto será conocido
popularmente como Museo Antropológico y en la que el Doctor Velasco invirtió
toda su fortuna? Quizás lo mejor sea repasar la prensa de la época[1].


Al exterior aparecía ante la vista del paseante, un elegante pórtico, de
sabor clásico, formado por cuatro columnas jónicas, de piedra y de una sola
pieza que sustentan un frontón triangular en cuyo centro estaba inscrito
el  conocido lema del templo de Delfos:
NOSCE TE IPSUM y sobre él una Minerva médica rodeada de plantas medicinales y
serpientes entrelazadas. Encima un remate formado de palmetas griegas y en los
extremos dos esfinges parlantes, evocadoras del discurso científico.
A este pórtico se accedía por una espaciosa escalinata en cuyo fondo, tras
las columnas se ven dos pinturas murales 
de estilo pompeyano representativas de la Medicina y de la Cirugía
acompañadas de con sus correspondiente símbolos. A los dos lados de la
escalinata había dos estatuas sedentes: a la izquierda, Miguel Servet, obra del
escultor  Elías Martín y Riesco  (1839-1910) y, a la derecha, Francisco Vallés
de Covarrubias “el divino”, de Ramón Subirat y Codorniu (1828-1886), ambas
labradas en piedra de Novelda.  
Interiormente, el Museo se componía de varias estancias, siendo la
principal el salón central que podemos ver en este grabado.


En su centro, rodeado de caballeros enchisterados, podemos distinguir dos
armarios estantes destinados a acoger las colecciones de minerales, conchas
vivas y fósiles y otras curiosidades naturales. A lo largo de todo el perímetro
de la planta baja y de la galería lata, se distribuían en  147 grandes armarios los “tesoros” del Museo
que, como los antiguos gabinetes de curiosidades, contenían las
colecciones  en las que estaban
representados los tres reinos de la naturaleza: mineral, animal y vegetal.  Destacaban en este abigarrado conjunto una
sección de modelos, moldes y originales de Anatomía comparada. En el Museo, desde
su fundación  se daban también clases de
anatomía y  se ubicaba la redacción de
una revista “El anfiteatro Anatómico español”, fundada por el Dr. Velasco en
1873.
La hija del Dr. Velasco
Nuestra semblanza sobre la figura del creador de este Museo no  quedaría completa sin hacer alusión a la
leyenda en torno a su hija, nacida de la inagotable veta popular  y que ha servido de fuente de inspiración
para novelas y películas[2].
Las cosas sucedieron más o menos así: tenía el doctor  Velasco de su matrimonio con doña Engracia
Pérez una sola hija de nombre Conchita “purísima
y bella flor de cuyo cáliz se exhala el aroma de una inocencia virginal; niña
cuyo cerebro encierra tesoros de amorosa intuición y clarísima inteligencia y
talento privilegiado
[3]. Con
tales prendas descritas literariamente huelga decir que Conchita era la niña de
sus ojos. Desgraciadamente la niña enfermó de tifus antes de cumplir los veinte
años y, pese a los esfuerzos de la ciencia médica por salvarla, falleció.
Muerta la niña, su padre, el doctor Velasco, transido de dolor, multiplica las
facciones de su hija, su rostro de ángel, su busto en escayola, en mármol que
guarda en su despacho. Lleva una fotografía suya en su cartera, otra ocupa su
mesilla de noche y en su coche. Nada que no hiciera cualquier padre en
semejantes circunstancias.
Pero la imaginación popular se encargó de forjar una leyenda macabra,
favorecida por la dedicación del Dr. Velasco a los estudios anatómicos –se dice
que durante su vida profesional había “disecado” un total de ocho mil
doscientos cadáveres-. Según el vulgo, el Dr. Velasco se trastornó tras la
muerte de su hija. Se negó a darle sepultura y conservó su cuerpo embalsamado
en una urna en la capilla que construyó a tal fin en el Museo. El pueblo que
podía contemplarla  tras los cristales de
la vitrina, la llamaba “la desenterrada” y aseguraba que el Dr. Velasco paseaba
en coche con el cadáver de su hija,  y
que la llevaba a los toros y a la ópera como cuando estaba viva y como las
leyendas suelen tener muchas veces más peso que la realidad, esta historia se
ha perpetuado has casi nuestros días, ensombreciendo hasta el delirio la figura
del Dr. Velasco que ciertamente pudo haber sido un genio raro, encerrado en sí
mismo y en su obra pero no un chalado o un loco como el protagonista de una
novela gótica.


El Dr. Velasco murió en 1882 y fue sepultado en la sala central del Museo
del que había sido propietario y fundador, bajo suelo, como puede apreciarse en
la fotografía, tras una lápida rodeada de unos barrotes de madera, desprovista de
cualquier signo religioso[4], que
llevaba con esta leyenda: AQUÍ YACEN LOS RESTOS MORTALES/DEL DOCTOR/D. PEDRO
GONZÁLEZ VELASCO/FUNDADOR Y PROPIETARIO DEL/MUSEO ANTROPOLÓGICO/NACIO EN
VALSECA DE BOONES (SEGOVIA)/EL 22 DE OCTUBRE DE 18157 Y FALLECIÓ EN ESTE
MUSEO/EL 21 DE OCTUBRE DE 1882/FUE ANATÓMICO EMINENTE, DIRECTOR INCOMPARABLE/CIRUJANO
DE GRANDE Y MERECIDA FAMA//CATEDRÁTICO MODELO/POR SU AMOR ALA ENSEÑANZA Y LA
JUVENTUD/YDETAN PROFUNDA PASIÓN POREL MAGISTERIO/QUE YA EN EDAD VANZADA,
SACRIFICÓ/TODOS SUS INTERS PARA DOTAR A SU PATRIA/Y AUS DSICIPULOS DE UN
GRANDIOSO MUSEO/DEDICADO A LAS CIENCIAS NATURALES/Y CON PARTICULAR LA
ANTOMÍA/LEDEDICA ESTE RECUERDO SU VIUDA LA EXCMA. SRA. Dª ENGRACIA PÉREZ COBOS.
En 1887 el Estado compró a la viuda del Dr. Velasco el edificio y todas sus
colecciones, repartiéndose estas entre diferentes instituciones académicas de
la época: las de Anatomía y Patología pasaron a la Facultad de Medicina; las de
Antropología, Etnografía e Historia Natural al Museo de Ciencias Naturales y
las de Antigüedades al Museo Arqueológico Nacional. El edificio  se lo quedó definitivamente el Museo de
Ciencias Naturales que en 1895 trasladó al mismo sus propias colecciones antropológicas y etnográficas. En 1908
ingresaron en sus fondos la casi totalidad 
de objetos etnográficos pertenecientes 
a la exposición de Filipinas celebrada en 1887.
Historia posterior[5]




En 1910 el Museo de Antropología pasa a
integrarse en el Instituto de
Ciencias Físico Naturales, dependiente de la Junta para la Ampliación de
Estudios  e Investigaciones Científicas.
En aquella época y hasta la guerra civil, el Museo fue un centro
importante  de la antropología del país y
en el trabajaron renombrados científicos nacionales  y extranjeros. 
Ramón y Cajal tuvo  en el edificio durante bastantes años su
laboratorio.
Desgraciadamente la guerra civil y la inmediata posguerra vinieron a
truncar esta trayectoria.  Por Decreto de
20 de mayo de 1940, se dispone el cambio de nombre del Museo Antropológico que
pasó a denominarse Museo Etnológico, dependiente del Instituto Sebastián Elcano
(de Geografía). Sus colecciones fueron una vez más reordenadas, dándose mayor
importancia  a la exposición de
colecciones etnográficas, relegándose asegundo plano las de antropología física
(quizás porque las autoridades del momento 
asociaban la antropología física con el darwinismo) y prescindiendo
totalmente de la prehistoria.


Asimismo durante estos años se llevaron a cabo obras de reconstrucción del
edificio muy dañado a causa de la guerra. En estas obras  se eliminaron las pinturas del pórtico, las
estatuas sedentes de la escalinata y las esfinges y palmetas  de la parte superior del frontón, así como la
leyenda del NOSCE TE IPSUM. Interiormente se cambió, su configuración,
construyendo las galerías que actualmente rodean su salón central y se tapa la
gran claraboya central con un segundo lucernario plano. El Museo fue inaugurado
de nuevo el 12 de julio de 1945, pasando a depender del Consejo Superior de
Investigaciones Científicas hasta 1962 en que se vincula a la Dirección General
de Bellas Artes, declarándose entonces Monumento Histórico-Artístico el
edificio y las colecciones.
En los años 70 del pasado siglo el edificio había llegado a un grado
extremo de deterioro y sus colecciones estaban sufriendo  asimismo una importante degradación. Ello
obliga durante los años 80  a efectuar
una completa  rehabilitación del edificio
y a la restauración de sus colecciones que se reordenan según áreas
geográficas. La inauguración delas nuevas instalaciones  tuvo lugar el 4 de diciembre de 1986.
Por Real Decreto 684/1993, de 7 de mayo, el Museo Recupero su antiguo
nombre de Museo Nacional de Antropología, fusionando administrativamente el
hasta entonces Museo Etnológico  con el
Museo del Pueblo español. Ambas instituciones quedaron separadas definitivamente
en 2004. A partir de 2005, las colecciones del Museo Nacional de Antropología
se reordenaron temáticamente y en 2008 se inauguró la nueva sala de Asia
(Filipinas y Religiones orientales) en la planta baja del edificio.
Visita
Conocidos estos antecedentes, iniciamos la visita al Museo.


Exteriormente, ya hemos indicado, las mutilaciones que sufrió su fachada,
después de la reforma de los años 40 del pasado siglo. Pese a ello, conserva lo
esencial de su arquitectura: las cuatro grandes columnas de su pórtico y la decoración
del frontón con la cabeza de la Medusa médica, obra, por si no hemos dicho, del
escultor  Agustín Mustieles.
Subimos la escalinata de piedra y trasponemos el pórtico. La entrada es
gratuita, cosa que siempre es de agradecer y que así siga por muchos años.  Si lo pides, te entregan un desplegable con
el plano del Museo y recomendación de algunas piezas expuestas. En un lateral
una placa, me imagino que  la misma que
un día estuvo en el salón central, recuerda la inauguración del Museo Anatómico
por el rey Alfonso XII en 1875.


Una vez dentro me llama la atención la gran afluencia de visitantes
infantiles, niños y niñas de cuatro o cinco años, acompañados de sus profesores
que, curiosos y expectantes no se pierden detalle de las explicaciones.
Me dirijo, en primer lugar, a la sala II, sección orígenes del Museo,
homenaje a su fundador, el Dr. González de Velasco cuyo busto podemos ver en
uno de sus ángulos. Recrea lo que pudiéramos llamar gabinete de curiosidades y
a uno le da la impresión de que pueden ser los restos del naufragio de la
imponente colección del médico segoviano. Se pueden ver cráneos, vaciados de
escayola de razas del mundo y, lo que más atrae la atención de la grey
infantil,  el molde en escayola y,
especialmente, el esqueleto del gigante extremeño, Agustín Luengo, que el Dr.
Velasco le compró en vida por 3.000 pesetas.

Seguro que el lector quiere conocer esta historia, que me parece terrible y
poco edificante para ser contada a los niños (y que deja chica a la pantomima
de las marionetas que tanta polvareda ha levantado en estos días).  Agustín Luengo Capilla era natural de Puebla
de Alcocer (Badajoz) y tenía una estatura de 2,25 metros, lo que no dejaría de
llamar la atención a los transeúntes pues Agustín vivía en la calle, de la
mendicidad El Dr. Velasco se le encontró un día y le propuso un trato original.
Subvencionar todas sus necesidades, de manutención, vestido, vicios etc., a
cambio de que a su muerte pudiera disponer de su cuerpo. El hombretón aceptó de
buen grado y a partir de entonces pudo vérsele por Madrid bien trajeado, comido
y… bebido. Al final murió y su esqueleto mondo y lirondo fue encerrado en una
urna “mostrando los vestigios de males terribles en su enorme osamenta deforme”.


No abandono la sala sin echar una mirada a la vitrina que contiene “sirena
del Tormes”, ancestro “acuático” del homínido hallado en 1951 en el Cerro de
San Vicente, a orillas del Tormes y bautizado con el nombre de “Hydropitecus
tormeliense”. Es un préstamo temporal del Museo de Ciencias Naturales y sobre
este extraño hallazgo recojo un folleto con toda clase de explicaciones que leo
en casa. 
Paso a continuación a la sala dedicada a Filipinas cuyas colecciones
ordenadas temáticamente provienen del Exposición General sobre las Islas Filipinas
celebrada en Madrid en 1887[6]. Entre
las piezas expuestas se nos recomienda detenernos ante los “anitos” figurillas
en madera que evocan los espíritus de los antepasados y que pueden traer buena
o mala suerte a sus descendientes por lo que conviene aplacarlos con ceremonias
rituales. 
Por su tamaño sobresalen las embarcaciones hechas con el vaciado del
tronco de un árbol que en un día navegaron en el lago del Palacio de Cristal
del Retiro y que hoy vemos suspendidas sobre nuestras cabezas.
En esta misma planta hay otra sección dedicada a religiones orientales. La
pieza recomendada es el altar de la diosa Durga cuyo culto, nos dicen, es uno
de los más populares de la India.
Subimos a golpe de ascensor a la planta primera dedicada a África. La mayor
parte de los objetos expuestos, agrupados temáticamente proceden de aquellos
territorios donde hubo alguna vez presencia española: Marruecos, Sahara, Guinea
Ecuatorial, y fueron acopiados por las distintas expediciones y viajes
científicos que se llevaron a cabo a
finales del siglo XIX y principios del XX,
así como del Museo de África que había en el edificio de la Presidencia del
Gobierno. Lo más atractivo son las máscaras, como la denominada Gelede que
proviene de Nigeria y de la tribu de los yoruba, que vaya a usted a saber
quiénes eran estos.


La sala superior está dedicada a América, con cientos de objetos de
imposible enumeración, agrupados temáticamente. La mayor parte de los objetos
proceden de la llamada Comisión del Pacifico, en tiempos de Isabel II, con
algunas aportaciones posteriores.


En cada planta se puede tomar un desplegable  con alguna información básica (agotado en
español), pero lo más recomendable si algún objeto en particular llama tu
atención es que saques una fotografía (no hay problema) y luego consultes el
catálogo.


Uno tiene la impresión, al acabar la visita, que estas colecciones no se
han renovado en mucho tiempo y que, en cierta manera, son producto del azar más
que el resultado de una búsqueda sistemática.
Con todo, es un Museo interesante para todos los públicos. Y su historia,
que hemos intentado contar a nuestros benévolos lectores, apasionante.
©Manuel Martínez Bargueño
Febrero, 2016

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Gracias.
Manuelblas
  


NOTAS






[1] Consultamos el extenso
y laudatorio artículo escrito por Manuel Prieto y Prieto, "El Museo Antropológico", publicado en La
Ilustración Española y Americana de 8, 15 
y 22 de mayo de 1875.
[2] El relato más conocido
es de Ramón J. Sender titulado precisamente “La hija del Dr. Velasco”, incluido dentro del libro de relatos “La llave” (Novelas y Cuentos. Madrid.
1967). 
[3] Manuel Prieto y Prieto.
El Museo Antropológico I. La
Ilustración Española y Americana nº XVII, 8 de mayo de 1875.
[4] El Dr. Velasco fue
defensor de las ideas positivistas y como tal fue perseguido por la Iglesia,
que, pienso, estaría complacida, si es que no fuera promotora, de toda clase de
cuentos e historias urdidas para denigrar la justa fama que el doctor Velasco
tenía como eminente científico y cirujano.
[5] Para la elaboración de
esta parte de la historia del Museo he consultado  la publicación de Pilar Romero de Tejada “Un
templo a la ciencia. Historia del Museo Nacional de Etnología. Ministerio de
Cultura. Dirección General de Bellas Artes y Archivos. 1992 y la página web del
Museo Nacional de Antropología www.mnantropologia.mcu.es    
[6] Para ampliar
información sobre los objetos expuestos, es recomendable acceder al catálogo, a
través de la página web del Museo. 

lunes, 1 de febrero de 2016






MUSEO FÉLIX CAÑADA




Conocer
un nuevo museo en Madrid es siempre una experiencia muy satisfactoria,
especialmente si, a la novedad de su descubrimiento, unimos la calidad de
alguna de las piezas que forman la extensa colección reunida a lo largo de toda
su vida por el Doctor Ingeniero de Minas, Félix Cañada Guerrero (Cedillo de la
Torre, Segovia, 1925), parcialmente donada por este filántropo a diversas
instituciones (Alcázar de Segovia, Ayuntamiento de Aranda de Duero[1] y Fundación Gómez
Pardo), con la intención de contribuir a la formación humanística de los
estudiantes universitarios, en especial la de los futuros ingenieros de minas,
y al disfrute del público amante del arte, en general.

El
Museo de Arte Félix Cañada, inaugurado el 17 de diciembre de 2009 y ampliado en
febrero de 2012, se encuentra en la calle Alenza nº 1, enfrente de la fachada
lateral de la Escuela de Minas y Energía y depende la Fundación Gómez Pardo,
regida por un patronato cuyo presidente actual es el Director de la Escuela
Técnica Superior de Ingenieros de Minas y Energía[2].

Félix
Cañada, ingeniero, coleccionista y filántropo, reunió, según me cuenta la
directora del Museo, Carmen Díaz, una muy abundante colección de pintura,
escultura y artes suntuarias que abarca desde el siglo XI hasta la actualidad.
En 2009, hizo una primera donación a la Fundación de cincuenta obras y en 2015
sus donaciones alcanzan ya las 1.600 obras de las cuales 535 se encuentran
expuestas en las salas acondicionadas para este fin de la Fundación, algunas de
las cuales se utilizan, con bastante frecuencia, al parecer, para reuniones
institucionales, lo cual hace que el Museo, que no recibe ninguna subvención
pública, solo abra días determinados, lunes, miércoles y viernes, de 10 a 13
horas y exclusivamente para grupos (aunque mensualmente se celebra una Jornada
de Puertas Abiertas para el público, la próxima el 23 de febrero de 2015).

Sabido
lo anterior, preámbulo imprescindible para la visita, ingresamos en las salas,
junto a un pequeño grupo de visitantes muy atentos a las explicaciones sabias y
precisas de Carmen, la directora del Museo que nos guía y acompaña y a cuya
deferencia debo el encontrarme aquí disfrutando de “las golosinas del alma” en
esta fría y algo lluviosa mañana de enero.

Visita

Juan de Arellano. "Florero"

Comenzamos
la visita en la sala de juntas, deteniéndonos ante una corta pero significativa
colección de cuadros, entre los que destacan en primer lugar sendos bodegones
de tres grandes maestros del género: Juan de Zurbarán (1620-1649), genio
malogrado a los veintinueve años, hijo de Francisco de Zurbarán; Juan de van
der Hamen y León (1596-1631) y Juan de Arellano (1614-1676). Otros más
modernos, como el “Bodegón de ajos y
cebollas
” del pintor chipionero Manuel Ventura Millán Rodríguez (1923-1984)
repiten los modelos clásicos. 

Joaquín Mir. "Paisaje mallorquín"

Otras pinturas de paisajes y algunos bronces podemos
ver también en esta sala. Entre las primeras un colorista “Paisaje mallorquín” del genial pintor catalán Joaquín Mir y Trinxet
(1873-1940), del que dijo Unamuno era “el poeta de la luz de Mallorca”; un
precioso y preciosista paisaje “Buñol”,
del andaluz José Pinelo Llull (1861-1922), un atractivo “Lavadero de ropa en Lanjarón”, del sevillano Manuel González Santos
(1875-1949) y una curiosa “Casa del
filósofo de Loeches
”, del madrileño Emilio García Martínez (1875-1950). Entre
los segundos, vistos rápidamente, sin poder fijarme en detalle de autor, un “Vulcano” y una “Escena pastoril”.

Adolphe Ivon. "Dama de azul"

Pasamos
al segundo espacio, comienzo de la galería central cuyo hilo conductor puede
ser el Paris del Segundo Imperio. De Adolphe Yvon (1817-1893), reputado pintor
de batallas, vemos un buen retrato “Dama
de
azul”, fechado en 1891. Perk
Ekström (1844-1935), el maestro sueco, llamado “el pintor del sol”,
influenciado por Corot y la Escuela de Barbizon, está presente en esta
colección con un delicado paisaje “Puesta
de sol
”. No menciona Carmen la obra atribuida a Ingres “Cabeza de mujer”, lo cual me hace dudar
de su atribución a este artista de cuya exposición en el Museo del Prado, dimos
cuenta y razón hace poco. Acompañan algunas excelentes esculturas de pequeño
tamaño, una “Venus” art decó
crisolefantina (marfil y otros materiales nobles)
[3],
de Albert Ernst Carrier Belleuse (1824-1877) y un bronce de Jules Mène
(1810-1879), el escultor animalista preferido de la burguesía francesa,
titulada “Perro con presa”.

Ignacio Picazo "Retrato de Dionisia Huerta"

Me
agrada encontrar aquí, a continuación, dos pequeños cuadros de Joaquín Sorolla
(1863-1923), un “Paisaje” y una “Escena de marineros”, ambos incluidos en
el catálogo de obras del autor. Nuestra guía nos llama la atención sobre la
profundidad psicológica del retrato de “Dionisia
Modesta Huerta
”, del pintor impresionista valenciano Ignacio Pinazo
Camarlench (1849-1916), que, sin duda, refleja una curiosa historia familiar
que no he acabado de captar.

Nos
situamos tras la entrada al Museo, donde podemos ver, sobre la mesa central, la
“pieza del mes” un marfil que sigue los modelos de Damian Forment (1480-1540).
A continuación, cuatro esculturas en bronce patinado, de la colección de
veinticinco adquiridas por el donante, un óleo sobre cobre de la escuela de
Rubens y una talla de San Francisco de Asís en madera policromada de Miguel Félix
de Zayas (1664-1730), escultor discípulo predilecto y continuador de la obra de
Pedro de Mena.

Frans Fracken "el joven". "Adoración de los Reyes Magos".

En
el siguiente espacio, dedicado a la pintura religiosa, vemos una colorida y
bien compuesta “Adoración de los Reyes
Magos
” pintura sobre tabla (h.1681) de Frans Fracken “el joven”,
(1581-1642), pintor del barroco flamenco; luego una Sagrada Familia con
mutilada guirnalda y dos bocetos de Giovanni Antonio Guardi (1699-1760), pintor
veneciano del rococó (hermano del gran “vedutista” Francesco Guardi) titulados “Tránsito del alma de San Hermenegildo” e
Inmaculada Concepción con santos”.

Martínez del Mazo. Milagro de san Cosme y  san Damián

Curiosa
la escena del milagro de la pierna negra de los santos médicos San Cosme y San Damián, primer caso de
“trasplante” recogido en la historia y que procede de la Leyenda Aurea. Muy
frecuente esta singular representación (en el Museo Nacional de Valladolid
podemos ver un bajorrelieve sobre el mismo asunto), El autor de esta mediocre
pintura es Juan Bautista Martínez del Mazo (1611-1677), yerno de Velázquez. 

Juan de Valdés  Leal. "Santa Bárbara

Continuando con la pintura religiosa y mezclando épocas y estilos, vemos, de
Antonio María Esquivel (1806-1857) “Virgen
del Carmen con querubines
”, en las que el autor rinde tributo a Murillo; de
Juan de Valdés Leal (1622-1690) “Santa
Bárbara
”, con todos sus atributos celestiales (la palma del martirio, la
torre donde estuvo encerrada por orden de su padre el inhumano sátrapa
Dióscoro, la espada con que fue decapitada, el rayo que cayó en su martirio, la
corona y el manto rojo) y de Alonso Cano (1601-1667) un boceto de “Cabeza de la Virgen” que pudiera estar
emparentado con la “La Visión de San Antonio de Padua” de la Alta
Pinacoteca de Múnich.

Tablas románicas

Retrocediendo
en la historia del arte religioso, la pieza más antigua de la colección está
compuesta por dos tablas románicas de madera, antes unidas, un “Pantocrátor” y una “Crucifixión”, procedentes de Cataluña que todavía conservan restos
de policromía. En una vitrina próxima podemos ver otras varias obras de arte
religioso: un preciso cristo románico de marfil, una cabeza de San Francisco de
Asís, del taller de Pedro Roldán (1624-1699) y una “vitella” (tipo de pergamino
hecho de cuero de becerro) de Giovanni Batista Castello, llamado “il genovese”,
(1547-1639) con la “Virgen del Amor
Divino
”, entre otras piezas.

Luis Salvador Carmona "San Francisco Javier"

Entramos
en la sala de juntas, donde hay mucha pintura, por lo general, de autor
anónimo. A destacar un óleo de Santiago Apóstol de Jan Eyck, Aeick o Hans Yek
y, sobre todo, una magnifica talla de San Francisco Javier de Luis Salvador
Carmona (1708-1767), el gran escultor castellano (de Nava del Rey, Valladolid).
En vitrina dedicada a las artes decorativas, vemos una amplia colección de
piezas en cristal que incluye opalinas de la Real Fábrica de La Granja, azul
alemán, Murano, porcelanas, marfiles chinos, una pareja de yambias del Yemen, relojes…

Salimos
otra vez a la galería para ver otras piezas de la colección; una mesa de
juego "art nouveau", dos bustos de mármol, otras esculturas de Jules
Menè, un “caballo pura sangre” y una “dama reclinada”. De Carlos Pérez Herce
(1944-2014) pintor contemporáneo, muy ligado a este Museo, conocido como “el
pintor de la Universidad (Politécnica)” y de quien antes vimos “Pastor con un perro”, un “retrato de mi hijo Carlos”, pintado a la
manera velazqueña.

Francisco Iturrino. "Mujer frente al espejo

Seguimos,
a riesgo de incurrir en algunas omisiones involuntarias. Anoto un “Arlequín” atribuido a Juan Gris
(1887-1927); “Mujer frente al espejo”,
de Francisco Iturrino (1864-1924); “La
enferma
”, de Salvador Martínez Cubells (1845-1914), un bronce “Bailarina exótica” del escultor rumano
“art deco” Demetre H. Chiparus (1886- 1947).

Antonio Gisbert. "Desnudo de hombre"

El
siguiente espacio está dedicado a la música y en su centro un piano Steinway
& Sons de 1912. Pinturas de Edrey Betat “El violinista Joan Manén”(1915) y un buen “Estudio de desnudo de hombre” de Antonio Gisbert (1834-1902).
Bronces de Chiparus y Paul Philippe (1870-1930), un paisaje de “Jardín” de Santiago Rusiñol y dos
dibujos de Ramón Casas. En vitrina, “Paisaje
de Anglada Camarasa y “Puesta de sol
del catalán Modesto Urgell “Katufol” (1839-1919).

Mueble aparador

Pasamos
al comedor, repleto de piezas cerámicas, algunas antiguas (siglos XVI y XVII).
Notable mueble aparador catalán modernista, lámpara “art noveau” y bodegón con
cerámicas.

En
vitrina, obras de Cecilio Pla (1860-1934), Joaquín Pallares (1853-1935),
Mariano Barbasán (1864-1924), Carlos de Haes (1826-1898), un cuaderno de dibujo
de Daniel Vázquez Díaz (1882-1969) y bronces de Chiparus y Ferdinand Preiss (1882-1943).

Eliseo Meinfrén "Hombre alimentando gallinas"

Ya
estamos acabando. Pasamos a la parte de dibujo y estampa muy abundante. Vemos
obras de Ricardo Canals (1876-1931) “Carmen
Amaya
”; Rafael de Penagos (1889-1954) “Copa
y puro en el Savoy”
, Ramón Casas, Eliseo Meinfrén (1859-1940) “Hombre alimentando a gallinas”,
Marceliano Santa Maria (1866-1952), Darío de Regoyos (1857-1913)…

David Roberts "Fuente de la Virgen, Nazareth"

En
el último espacio, Sala Perez Herce, sobre una mesa, acuarelas inglesas y
pintura china. En el muro dibujos de Alonso Cano, Mariano Salvador Maella, una
excepcional sanguina, dos vistas orientales de David Roberts y la perla de la
colección el retrato al pastel sobre cartón de Lord Devonshire, de Sir Tomas Lawrence
(1769-1830), el retratista más importante de Inglaterra, después de Sir Joshua
Reynolds. Es una de las pocas obras de este autor que podemos ver en España (aunque
hay tres estupendos retratos suyos en el Museo del Prado).

Sir Thomas Lawrence. Retrato del Duque de Devonshire

Hasta
aquí la breve visita de una hora a este Museo. Para verlo bien
necesitaríamos
el doble o el triple de tiempo. En síntesis podemos decir que es una
colección variada,
más que interesante. Quizás no haya obras señeras de grandes maestros
pero casi
todas las expuestas tienen la calidad suficiente que las hace acreedoras
de ser
admiradas. Nos hubiera gustado saber el algo más de los orígenes de esta
colección, consultar el catálogo de las obra expuestas, conocer cual su
historia, donde fueron adquiridas etc., pero para ello deberemos
aguardar posiblemente a la nueva web oficial y el Museo Virtual Félix
Cañada que se presentará al público el
próximo mes de febrero.

Solo
me resta pedir excusas por si he incurrido, seguro, en alguna omisión o dato
inexacto que, en su caso, procuraré ir corrigiendo e indicar que las imágenes del
as obras que ilustran este texto están tomadas de la actual página web de la
Fundación Gómez Pardo.
[4]

©Manuel Martínez Bargueño
Febrero,
2016
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Gracias.
Manuelblas
  


NOTAS







[1] Reunida en el Museo
Casa de las Bolas, Plaza de San Juan 9.

[2] La Fundación Gómez
Pardo
data de finales del siglo XIX cuando don José Gómez Pardo,
industrial platero madrileño, la constituyó en memoria y como legatario de su
hermano, don Lorenzo Gómez Pardo, ingeniero de minas y farmacéutico, primer
profesor de metalurgia y docimasia de la Escuela de Minas, recién trasladada a
Madrid.  http://www.fundaciongomezpardo.es/index.php/la-fundacion/historia


[3] En Salamanca, en el
Museo de Art Noveau y Art Decó, instalado en la Casa Lis, inaugurado en 1955,
se puede ver la colección de esculturas crisoelefantinas más importante de
España, reunida y donada al Museo  por el
anticuario Manuel Ramos Andrade. 









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