"Universidad"
en su origen no indicaba un centro de estudios sino una agremiación
o "sindicato" o asociación corporativa que protegía
intereses de las personas dedicadas al oficio del saber. La palabra
"Universidad" procede del latín UNIVERSITAS, nombre
abstracto formado sobre el adjetivo UNIVERSUS-A-UM ("todo","entero",
"universal"), derivado a la vez de UNUS-A-UM ("uno").
En el latín medieval UNIVERSITAS se empleó originariamente
para designar cualquier comunidad o corporación considerada
en su aspecto colectivo. Cuando se usaba en su sentido moderno denotando
un cuerpo dedicado a la enseñanza y a la educación
requería la adicción de un complemento para redondear
su significado "UNIVERSITAS MAGISTRORUM ET SCHOLARIUM".
Entendida la Universidad como generadora del saber, se le atribuyó
el carácter de "Alma Mater" en el sentido de engendrar
y transformar al hombre por obra de la ciencia y el saber. (+)
En Andalucía, las fundaciones universitarias comenzaron
en el siglo XVI, aunque el 18 de diciembre de 1256 el rey Alfonso
X dio un privilegio a la ciudad de Sevilla para crear en ella
"estudio y escuelas generales de Latin i Arabigo". Pero
esto no se llevó a la práctica.
En 1502, durante su estancia en la ciudad, los Reyes
Católicos concedieron al Ayuntamiento de Sevilla una Real
Cédula mediante la cual le otorgaban licencia para fundar
un Estudio General con «cátedras en las que se leyese
Teología o Cánones o Leyes o Medicina y otras artes
liberales», aunque nada se hizo para darle cumplimiento hasta
1551, en que el ayuntamiento la cede al Colegio Santa María
de Jesús.
Así pues, no puede considerarse el año de 1502 como
de constitución de la universidad. Fueron los mismos colegiales
los que pretendieron, ya en el siglo XVII, hacer creer que la real
cédula era el origen jurídico de Santa María
de Jesús.
Fue tres años más tarde, en 1505, cuando el
arcediano de la Catedral de Sevilla, Maese
Rodrigo Fernández de Santaella obtuvo una bula
del papa Julio II
(sí, sí, el mismo mecenas de Miguel Angel, el mismo
que ordenó la decoración de la bóveda de la
Capilla Sixtina y no dudó en coger la espada para defender
los territorios del papado). Esta bula autoriza para erigir
en la ciudad de Sevilla un Colegio y Universidad y permitiéndole
las enseñanzas de «Artes, Lógica, Filosofía,
Teología, Derecho Canónico y Civil».
Dicha bula fue confirmada tres años después, en 1508,
por el mismo pontífice, quien establecía para estos
centros los mismos privilegios de que disfrutaban las otras universidades
del reino y añadía los estudios de Medicina. La admisión
de los primeros estudiantes se hacía en el año 1516.
El edificio del Colegio-Universidad de Santa María de Jesús,
ubicado en la Puerta de Jerez, se terminó en 1517. Un año
después tomaron posesion de la casa, bienes y derechos los
primeros doce colegiales, que eligieron como Rector al bachiller
Iñigo de Rosales.
Conviene señalar que en sus orígenes, nuestra Universidad
estaba integrada por dos centros de distinta índole.
Por una parte el Colegio, y por otra la Universidad propiamente
dicha, ambos con el nombre de Santa María de Jesús,
aunque vulgarmente conocidos como el Colegio-Universidad Maese Rodrigo.
El Colegio, pensado inicialmente para acoger a estudiantes pobres,
se fue transformando en una institución cerrada para los
estamentos inferiores, en contradicción con sus orígenes.
Los vínculos familiares y el estatuto de limpieza de sangre
fueron convirtiendo a los colegiales en una "casta selecta",
destinada a cubrir las mejores plazas de la magistratura, de la
política y de la jerarquía eclesiástica (prebendados,
canónigos, inquisidores, obispos...).
Ya en el siglo XVIII, bajo el reinado de Carlos
III, se produce la reforma universitaria de Pablo
de Olavide. En ella se establece como una cuestión
de fundamental importancia la separación total y definitiva
de la Universidad y del Colegio de Santa María de Jesús.
Olavide, en su Informe opina que
la educación superior debe ser considerada como un "servicio
público" exclusivo de la Universidad, siendo el
principal papel de ésta proporcionar servidores al Estado.
Es la lucha entre el Estado y la Iglesia por el control de la
enseñanza universitaria.
El informe fue aprobado por Real Cédula en agosto de 1769.
Además de aprobar el proyecto de Olavide, ordenaba establecer
con urgencia en Sevilla la Universidad Literaria, dando por finalizada
una etapa y poniendo las bases de algo totalmente nuevo. Para nada
se menciona el Colegio de Maese Rodrigo, al que se abandona a su
propia suerte. De ahora en adelante no habría en Sevilla
más institución de docencia superior que la así
llamada Universidad Literaria, protegida y controlada por
el rey.
Pero lamentablemente la reforma de Olavide terminó en fracaso;
incluso el Intendente fué procesado por la Inquisición
y debió huir a Francia. No pudo con los poderes eclesiásticos
y los defensores del Antiguo Régimen.
Fundamental para la incipiente universidad fué la expulsión
de los jesuitas en 1767. De todo el patrimonio dejado por
la Compañía, el Colegio-Universidad hereda la Casa
Profesa, ubicada en el solar de la actual facultad de Bellas Artes.
El cambio de sede se produjo el 31 de diciembre de 1771. Recortando
la autonomía universitaria, el Estado asumió la responsabilidad
de la normativa pero no la financiación de las reformas,
por lo que la Universidad sevillana tuvo que seguir subsistiendo
con sus propios medios, que consistían fundamentalmente en
los derechos de matrícula y examen, en las «propinas»
por la obtención de grados, y en algunas exiguas rentas que
poseía.
El Colegio de Santa María de Jesús, por su parte,
continuó su vida con independencia de la Universidad. El
ardor de las primeras reclamaciones fue decayendo con los años.
Desapareció en él la enseñanza, la colación
de grados y cuanto hasta entonces había constituido su condición
de Estudio General, quedando reducido a una residencia de becarios.
En 1815, Fernando VII restableció los antiguos Colegios
Mayores. El de Maese Rodrigo pidió de inmediato que 'SM.
se sirva mandar que la Universidad Literaria de Sevilla continúe
unida formalmente al Colegio Mayor de Santa María de Jesús,
vulgo de Maese Rodrigo, que se desaprueben las novedades hechas
en ella, excepto la de su separación material o traslación
a la Casa Profesa". La situación se complicó
al quedar restablecida también la Compañía
de Jesús, que pensó en recuperar la Casa Profesa.
Todas las ilusiones de los absolutistas quedaron fallidas con la
llegada de los liberales al poder (1820-23). Por real orden de 13
de diciembre de 1822, al mismo tiempo que se agregaban a
la Universidad las rentas de San Hermenegildo, se suprimía
el Colegio de Maese Rodrigo, aplicando todos sus bienes a la
misma Universidad, que también recibió poco después
los de Santo Tomás. Con la vuelta de Fernando VII al poder
absoluto, renacen las esperanzas del Colegio. El Rectorado es cubierto
en 1829 y 1830, pero durante los años siguientes solamente
queda un colegial, hasta que en 1836 el Colegio es suprimido
definitivamente.
El edificio fue cedido a la diócesis que lo destinó
a Seminario conciliar. Fue derribado en 1920 para permitir
el ensanche de la actual avenida de la Constitución, siendo
respetada su capilla, al ser declarada monumento nacional por iniciativa
de José Gestoso, el 10 de junio de 1901. El Seminario pasó
entonces al palacio de San Telmo, antigua universidad de mareantes.
Al iniciarse el siglo XIX se intentó una nueva reforma.
Se trataba del llamado Plan de 1807, que se aprobó
con carácter general para todas las universidades españolas
con el objeto de situar a estos centros a la altura de los que venían
funcionando en el resto de Europa. Esta reforma introducía
nuevas disciplinas, como el Derecho Público y la Economía
Política, imponiendo una reglamentación y un orden
en las enseñanzas desconocidos hasta entonces.
Suprimía, por otra parte, las universidades menores y dejaba
reducido a once el número de universidades en España.
A la Universidad de Sevilla se agregaban con su rentas y grados,
las de Osuna
y Baeza que se habían suprimido.
La situación de la enseñanza en España a lo
largo del siglo XIX es desoladora. El control que la Iglesia ejerce
sobre la cultura y la educación, pese a los esfuerzos por
eliminar o limitar el mismo por parte de los liberales, se mantiene
durante todo el siglo. Aunque se producen varios intentos de reforma
educativa, la alianza de la Iglesia con los sectores conservadores
e integristas vinieron a frenar las aspiraciones de la burguesía
a una enseñanza laica, que sirviera de cauce para llevar
al Estado su ideología progresista y democrática.
La idea de la Universidad como servicio público, que nació
en el siglo XVIII (con Pablo de Olavide, como hemos visto), no se
consolida hasta bien entrado el siglo XIX.
En 1845, el llamado Plan
Pidal somete a todas las universidades a un mismo ordenamiento
jurídico. Se culmina el proceso de centralización
y la pérdida definitiva de las antiguas autonomías.
Pero duró poco. La firma del Concordato con la Santa Sede
en 1851 devuelve la enseñanza al dominio eclesiástico.
La Iglesia asume la función de vigilante de la ortodoxia
en todos los niveles de la educación.
Un nuevo respiro progresista sucede con la Revolución
de 1868. Se declara libre el ejercicio de la enseñanza en
todos los niveles educativos, se suprimen las asignaturas de
Doctrina Cristiana, Historia Sagrada, Religión, Moral Cristiana,
etc.; desaparece la Teología como facultad universitaria,
se vuelve a expulsar a los jesuitas y a las órdenes religiosas
establecidas en España desde 1837, se suprime la subvención
a los seminarios conciliares... La reforma educativa aparece como
la premisa de la regeneración de España.
Pero el período progresista va a terminar sin que se produzca
una autentica reforma educativa. El ambicioso proyecto de escolarización
se vio abortado por la falta de presupuesto. La ley sobre libertad
de enseñanza trataba de paliar la impotencia estatal facilitando
la expansión de la escuela privada, pero al estar ésta
en manos de la Iglesia y de los sectores más integristas
del país, no fue sino un obstáculo para los proyectos
de la burguesía liberal. La debilidad política de
las fuerzas en el poder y el pronto advenimiento de la Restauración
conservadora que acabó con la Primera República, devolvió
a la Iglesia y a los sectores integristas la dirección de
los aspectos educativos a través de su renovada influencia
sobre el Estado. El Real Decreto de 25 de febrero de 1875 obligaba
a los profesores a presentar a la autoridad competente sus planes
de estudio y libros de texto, violando el principio de libertad
de enseñanza, tan celosamente defendido por los krausistas.
El 10 de diciembre del año 1900 se inauguró
en el patio de la Universidad (actual Facultad de Bellas Artes)
la estatua de bronce del fundador, Rodrigo Fernández
de Santaella, obra de Joaquín Bilbao, con tonelada
y media de peso. A mediados de la centuria se trasladó a
los jardines de la antigua Fábrica de Tabacos, sede central
de la Universidad de Sevilla. Allí permaneció hasta
octubre del 2004 en que, con ocasión del V Centenario de
la institución, se trasladó al primer Patio del edificio,
el llamado del Reloj.
A comienzos del nuevo siglo el Distrito Universitario de Sevilla
estaba integrado por las provincias de Badajoz, Cádiz, Huelva,
Córdoba, Sevilla y Canarias.
Tras la crisis de 1917, y en plena efervescencias del regionalismo
andaluz, se publica en mayo de 1919 el llamado Plan Silió,
que reconocía la autonomía de las universidades, entre
ellas naturalmente, la de Sevilla, cuyo estatuto se hizo público
por primera vez. El real decreto establecía, sin lugar a
dudas, que "todas las Universidades españolas serán
autónomas en su doble carácter de Escuelas profesionales
y de centros pedagógicos de alta cultura nacional".
La ley César Silió trataba de modificar el modelo
centralista decimonónico; pero el proyecto quedó suspendido
con el advenimiento de la dictadura de Primo de Rivera.
Durante los primeros años del siglo XX, la Universidad de
Sevilla, como las otras Universidades españolas, a pesar
de su crecimiento permanecía atenazada por la excesiva burocratización
y por la continua edición de numerosas disposiciones y reglamentos
que ahogaban todas las iniciativas y los intentos aislados de favorecer
su modernización y su progreso.
El despegue cultural que parecicó vislumbrarse durante la
II República, quedó segado de raíz tras la
victoria de los nacionales en 1939. La nueva política de
educación universitaria la describió el propio ministro
de Educación Nacional, Ibáñez Martín,
en los discursos de apertura de los cursos 1939-1940 y 1940-1941:
«Queremos sobre todo una Universidad nacional subyugada
con fuerte disciplina a los intereses materiales y morales de
la Patria [...] Haremos que un mismo pensamiento y una misma
voluntad sean nota común de los afanes del profesorado
[...] Ha de ser empeño del nuevo Estado impedir que las
actividades científicas puedan en ningún caso
ser instrumento perverso contra los sagrados principios de la
Patria.» |
Espíritus progresistas, como los afiliados a la Institución
Libre de Enseñanza, fueron perseguidos y desterrados, iniciando
un doloroso peregrinar por tierras extranjeras una gran parte de
los profesores universitarios.
El profesorado universitario que permaneció en Sevilla estaba
integrado, como era de esperar, por personas de ideología
conservadora, que no dudaron en colaborar con los vencedores en
tareas de propaganda o represión política.
La Ley de Ordenación Universitaria de 1943, pese
a contemplar un cierto deseo de autonomía significó,
de hecho, un férreo control ministerial e ideológico.
El Rector, por ejemplo, no sólo era nombrado directamente
por el Ministro, sino que debía ser un catedrático
que hubiese manifestado públicamente su adhesión a
las directrices del Movimiento falangista. Adhesión política
que, en los primeros años, se exigió también
a todos los opositores a cátedras universitarias.
En el prólogo de esta Ley, Franco critica duramente el pasado
universitario: "La restauración cultural del siglo XVIII
no fue más que un meteoro fugaz..."; del siglo XIX opina
que "la educación moral y religiosa había sucumbido
en manos de la libertad de cátedra... ahogada por la corriente
extranjerizante, laica, fría, krausista y masónica
de la Institución Libre"
Curiosamente, esta Ley de 1943 vuelve al concepto medieval de
universidad: "La Universidad española es una corporación
de maestros y escolares a la que el Estado encomienda la misión
de dar la enseñanza en el grado superior..." (artº
1)
En 1948 se vio la necesidad de buscar un lugar más
apropiado para la Universidad, abandonando el ya incómodo
e insuficiente caserón de la calle Laraña. Al fin
se decidió su ubicación en el magnífico edificio
de la antigua Fábrica
de Tabacos, extramuros del casco antiguo, pero ya en pleno
centro de la ciudad. La adaptación de este extraordinario
edificio para sede universitaria fue llevada a cabo por los arquitectos
Delgado Roig, Balbontín Orta y Toro Buiza. En 1954,
tras cuatro años de obras, comenzaron a instalarse las Facultades,
primero Derecho, después Ciencias y Filosofía y Letras,
así como las oficinas del Rectorado, Secretaría y
Biblioteca universitaria.
El arquitecto que dio remate a la obra de la vieja Fábrica
entre 1750 y 1766, fue Sebastián
Van der Borcht. Su estilo es neoclásico, con decoración
rococó. La pieza más importante del edificio es la
fachada principal, terminada en 1757, con las armas reales en el
frontón y rematada por la estatua de la
Fama, diseñada en 1755 por el portugués Cayetano
da Costa.
Hubo que esperar a la Constitución de 1978 para que la libertad
volviera a la universidad. Se consagra la autonomía universitaria
como un derecho fundamental. La Ley de Reforma Universitaria (L.R.U.),
aprobada en 1983, pone punto final a los restos del modelo liberal
decimonónico, y da comienzo una nueva etapa de amplia autonomía
universitaria y transformaciones vertiginosas.
Tras la nueva Ley Orgánica de Universidades... bueno, de
esto ya hablarán mis hijos. Aunque puedo adelantarles algo.
Precisamente ahora estamos asistiendo al nacimiento de una nueva
etapa en la Universidad de Sevilla, la quinta históricamente
hablando. Si la primera se inició en 1505 con el nacimiento
de la fundación de Maese; la segunda en 1772 con la independización
de la Universidad; la tercera en 1845, con Pidal, por la que la
universidad hispalense se integra en un proyecto nacional; la cuarta,
en 1978 con la Constitución Española que consagra
la autonomía de las universidades; la quinta, sin duda, se
inició en 1999 con la Declaración de Bolonia,
en la que nos integramos en un proyecto supranacional: Europa. Paradojas
de la historia: la liberalización del mercado laboral y la
convergencia europea de las universidades, restauraran la licentia
ubique docendi, tan característica de la universidad
medieval. Entonces venía respaldada por otra entidad internacional:
la Iglesia (el Papa); ahora viene respaldada por la voluntad de
los pueblos europeos. Y en un proceso sin retorno que va más
allá de una simple reforma de planes de estudio, "revolución
universitaria" diría yo, pues modificará el proceso
de enseñanza y aprendizaje. Que ustedes y un servidor lo
veamos.
Para saber más... |
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