sábado, 19 de marzo de 2016

Alejandro VI - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Alejandro VI
Papa de la Iglesia católica
11 de agosto de 1492-18 de agosto de 1503
Pope Alexander Vi.jpg

Retrato, por Cristofano dell'Altissimo
Ordenación 30 de octubre de 1451 por Alfonso de Borja
Consagración episcopal 26 de agosto de 1455

por Calixto III
Proclamación cardenalicia 17 de septiembre de 1456

por Calixto III
Predecesor Inocencio VIII
Sucesor Pío III
Cardenales creados Véase categoría
Información personal
Nombre secular Roderic de Borja
Títulos CCXIV sucesor de Pedro

Gran Maestro de la Suprema Orden de Cristo
Nacimiento 1 de enero de 1431

Estandarte o Señal de la Corona de Aragón Játiva, Reino de Aragón
Fallecimiento
18 de agosto de 1503 (72 años)

Bandera de Estados Pontificios


Roma, Estados Pontificios
Padres Jofré Llançol i Escrivà

Isabel de Borja i Llançol
Hijos Pedro Luis de Borja, César Borgia, Juan de Borja y Cattanei, Lucrecia Borgia y Jofré Borgia
Alma máter Universidad de Bolonia

C o a Alexander VI.svg

Escudo de Alejandro VI


[editar datos en Wikidata]
Alejandro VI (Játiva, Valencia, 1 de enero de 1431Roma, 18 de agosto de 1503) fue el papa n.º 214 de la Iglesia católica entre 1492 y 1503. Su nombre de nacimiento era Roderic de Borja (Rodrigo de Borja en castellano o Borgia en italiano). Hijo de Jofré Gil Llançol i Escrivà y de Isabel de Borja i Llançol, hermana de Alfonso de Borja, obispo de Valencia y sobrino del papa Calixto III.1


Rodrigo Borja alcanzó el poder gracias al nepotismo
y lo mantuvo por él, consiguiendo su ascenso dentro de la jerarquía de
la Iglesia católica gracias a su relación con el papa Calixto III, de
quien era sobrino. Esta relación familiar le facilitó el acceso a Cardenal diácono y el desempeño de numerosos cargos de gran importancia dentro y fuera de la Curia Romana,
que le permitieron hacerse con las influencias políticas y el prestigio
que, finalmente, le llevaron al solio pontificio en 1492. 2


Una vez elegido papa
como Alejandro VI, desencadenó y se involucró en decenas de situaciones
políticas, envuelto en intrigas y en las tormentosas y traicioneras
relaciones entre los poderes internacionales. Buscó a través de alianzas
políticas y conspiraciones hacer que su familia se consolidase dentro
de la nobleza italiana y acrecentar en toda posible ocasión su poderío,
tarea que emprendió en conjunto con sus hijos, Juan, César, Lucrecia y Jofre, los cuales sirvieron como instrumentos de sus maquinaciones políticas.3


A través de la Guerra italiana de 1494-1498 y la Guerra de Nápoles (1501-1504)
se las ingenió para no solo asegurar su poderío, sino para
acrecentarlo, valiéndose de las rivalidades entre las potencias de la
época y las tensiones políticas entre las familias de la aristocracia
europea, consiguiendo durante los 11 años que duró su papado impulsar
hasta la cima del poder en la península itálica.4


Trágicamente, las mismas intrigas y poderes que le sirvieron para llevar a la Casa de Borgia
a la cima, aseguraron su destrucción, pues todo el poder que los Borgia
habían obtenido, inclusive el éxito militar de César Borgia, giraba en
torno a los Estados Pontificios
y por ende dependía de la permanencia de Alejandro VI en el poder, por
lo cual la vasta red de condados, principados y territorios que los
Borgia habían puesto a sus pies, sucumbió ipso facto con su
muerte, sellando el destino de César Borgia, quien moriría cuatro años
después en 1507, y sepultando la era de los Borgia y su dinastía.5



Índice

Biografía

Origen familiar

La noble estirpe de los Borja o Borgia tiene su origen en el Reino de Valencia, perteneciente a la Corona de Aragón. Varios de sus miembros participaron en la Conquista de Valencia, entre 1229 y 1245, asentándose allí desde entonces.


En lo sucesivo los Borja actuarían en las tres aristas de la vida
noble durante la Edad Media, el militar, la política y el clero. Campo
este último en el que su primer miembro destacado fue Alfonso de Borja,
quien fue catedrático en la Universidad de Lérida y diplomático de la Corona de Aragón, para luego convertirse en cardenal y en 1455 ascender al papado bajo el nombre de Calixto III.


Con el ascenso al papado de Calixto III, su sobrino Rodrigo Llançol i
Borja parte con él a Roma, donde se produce la adopción de la grafía
italiana por la que serían mundialmente conocidos, pasando de «Borja» al
italianizado «Borgia».


Primeros años y carrera eclesiástica

El joven Rodrigo recibió todas las ventajas típicas de una familia de la alta nobleza, iniciando sus estudios en Valencia y culminándolos en la Universidad de Bolonia, tras que decidiese seguir a su tío a Roma, donde comenzaría su brillante carrera eclesiástica.


A pesar de que el pontificado de Calixto III duró solo tres años,
este tiempo fue más que suficiente para que el joven Rodrigo fuese
ordenado y consagrado cardenal diácono de San Nicola in Carcere
en 1456 y luego obtuviera el título de cardenal diácono de Santa María
en Vía Lata en 1458. Es nombrado vicecanciller de Roma en 1457 y luego
es designado obispo de Valencia en 1458.6 Recibió la diócesis de Albano en 1468.


Cuando fallece Calixto III, el cardenal Rodrigo Borgia, como era
conocido, había alcanzado rápidamente una serie de importantes méritos y
disponía del prestigio y la influencia necesaria dentro de la
institución eclesiástica para asegurar su prevalencia dentro de las
altas esferas del poder en la Curia romana.


Los cuatro papados

Si bien había sido su tío Calixto III el artífice del ascenso de
Rodrigo Borgia, ya para el momento de su muerte, este último no solo se
mantendría dentro de la institución eclesiástica, sino que continuaría
acumulando más cargos y méritos, manteniendo el puesto de vicecanciller
de la Iglesia Romana que su tío le había otorgado en 1458, durante los
pontificados de los cuatro papas que le sucederían antes de que el mismo
Rodrigo se convirtiese en Sumo Pontífice.
Además acumuló numerosos cargos y títulos, consolidándose como alguien
de considerable poder e influencia entre la jerarquía eclesiástica.


Su desempeño como vicecanciller de Roma fue el punto de mayor
reconocimiento. Habilidoso y eficiente en el ámbito administrativo,
Borgia actúa brillantemente al frente de tal oficio, conduciendo con
gran acierto los asuntos de la cancillería romana durante los treinta y
cinco años que la ejerció. De hecho, su longeva permanencia en el puesto
se debe precisamente a su extraordinaria e innegable capacidad para
ejercerlo, siendo esto algo reconocido hasta por el mismo Giuliano Della Rovere, quien fuese acérrimo rival de Borgia.


Su temprana carrera, junto con la progresiva acumulación de
influencias y puestos, le permitirían disponer de la posición y las
herramientas para asegurarse una sólida posición dentro del clero.
De hecho, más que eso, ya para el momento un todavía joven Rodrigo
Borgia, con sólo 27 años, tenía claro que su objetivo era sentarse en el
«trono de San Pedro» y laboraría en adelante con el objetivo de lograr
dicha meta.


Pío II

Para el año de 1458, se convoca a cónclave
al fallecer el papa Calixto III, y Rodrigo Borgia participa en el mismo
y resulta elegido el cardenal Eneas Silvio Piccolomini, quien asume el
papado con el nombre de Pío II.


El fallecimiento de su tío no representó obstáculo alguno para la
carrera de Borgia, quien con el ascenso de Pío II no solo mantuvo su
puesto como vicecanciller de Roma, sino que en 1463 alcanzaría el máximo
rango cardenalicio, cuando dicho papa lo eleva a la posición de cardenal protodiácono.


Paulo II

En el año de 1464, el papa Pío II fallece y el cónclave es convocado.
Nuevamente participa en su papel de cardenal de la Iglesia Católica,
resultando elegido el cardenal presbítero de San Marcos, Pietro Barbo, quien asume la suma investidura bajo el nombre de Paulo II.


Durante su papado, Borgia conseguirá ser nombrado obispo de Urgel y copríncipe de Andorra,
ambas en 1466. Hacia finales de su pontificado debió ceder su puesto
como cardenal protodiácono y las dos diaconías que venía ejerciendo
desde el papado de su tío Calixto III, Santa María en Vía Lata y San
Nicola en Carcere, pero sin perder la dignidad cardenalicia.


Sixto IV

Paulo II fallece en 1471, convocándose a cónclave. Una vez más Borgia
participa en el mismo y resulta elegido Francesco della Rovere, quien
asume el Obispado de Roma con el nombre de Sixto IV.


Durante este pontificado, Borgia será nombrado cardenal-obispo de Albano y Porto-Santa Rufinaen 1471 y 1476, respectivamente, para luego en 1484 alcanzar el título de decano del Colegio Cardenalicio.


Inocencio VIII

La muerte de Sixto IV, trajo como consecuencia un nuevo cónclave, en el cual saldría electo Inocencio VIII, durante cuyo potificado, Rodrigo Borgia matendría el decanato del Colegio Cardenalicio, además de ser designado obispo de Mallorca y su obispado de Valencia, que venía ejerciendo desde el papado de Calixto III, es elevado a la dignidad de arquidiócesis, siendo nombrado arzobispo de Valencia.


Elección

La muerte de Inocencio VIII el 25 de julio de 1492, dejó vacante el
trono de San Pedro y entre los veintitrés cardenales que constituían el Colegio cardenalicio, sólo unos pocos eran los que podían considerarse merecedores de ese privilegio: el milanés Ascanio Sforza, el genovés Lorenzo Cibo, sobrino del difunto, el napolitano Giuliano della Rovere, y el valenciano Rodrigo Borgia, 7
eran sin duda los cuatro más sólidos candidatos a ser el nuevo papa,
aunque, al no ser italiano, las posibilidades de Rodrigo Borgia eran
escasas. 7
Para obtener el pontificado, alguno de los candidatos debía obtener el
voto de dos tercios del colegio de cardenales, es decir, que siendo
estos veintitrés, el nuevo papa debía contar con al menos dieciséis
votos cardenalicios a su favor, para ser reconocido como tal.


De todos los aspirantes, Rodrigo Borgia resulta ganador del
pontificado, por un escaso margen en la requerida mayoría de dos
tercios, asegurado por su propio voto, siendo proclamado papa en la
mañana del 11 de agosto de 1492, bajo el nombre de Alejandro VI,8 en medio de rumores y acusaciones de simonía8 y sobornos para obtener la corona papal.


Aunque infundadas, tales acusaciones no resultarían improbables,9
pero sí carecen de evidencia de peso para avalarlas, pues nunca hubo
pruebas al respecto. No obstante numerosos autores han expresado cuan
probable resultaría que, en efecto, varios cardenales hubiesen sido
sobornados o hubiesen recibido pagos por sus votos, señalando
continuamente como principal motivo que ocho cardenales poderosos, a
saber: Della Rovere, Piccolomini, Medici, Carafa, da Costa, Basso, Zeno y Cibo, se mantendrían firmes hasta el final en contra de Borgia,8
por lo cual el último carecería del apoyo necesario. Sin embargo, si se
analiza la situación con cuidado se puede vislumbrar que de ser así,
entonces Rodrigo Borgia, aunque hubiese sobornado a todos los restantes
cardenales, igualmente no hubiese podido ganar, pues sólo habría
dispuesto de quince votos a su favor, uno menos de los necesarios para
ganar.


Más plausible es que en su elección fuera decisivo el apoyo del
influyente cardenal Ascanio Sforza, quien era uno de los candidatos para
el solio pontificio, pero que no gozaba del apoyo mayoritario del
Colegio cardenalicio, por lo cual, Sforza se habría interesado en
conseguir el segundo puesto más importante dentro de la jerarquía
eclesiástica, el mismo puesto que hasta entonces Borgia había estado
ejerciendo desde hacía décadas, la vicecancillería de Roma. De esta
manera, Ascanio Sforza habría dado su apoyo a Rodrigo Borgia y, así, uno
de los cuatro candidatos salía del grupo de aspirantes, transfiriéndole
a Borgia los votos de sus aliados, que fueron los necesarios para su
elección. Además, de haber dependido del aspecto monetario, el gran
rival de Rodrigo, della Rovere, que provenía de una familia de más poder
y riqueza que la de Borgia, habría fácilmente asegurado el solio
pontificio por encima de cualquier posible precio que Borgia hubiese
podido pagar. 10


Papado, el ascenso de los Borgia


Escudo de Alejandro VI
La «leyenda Negra de los Borgia» asegura que el ascenso al trono
papal de Rodrigo Borgia desencadenó disgusto general en la población,
algo que ha sido avalado por varios autores;11
. No obstante, tal afirmación es infundada, tomando en cuenta que Roma
era una ciudad abierta a ser conquistada mientras no hubiese un papa
designado, y además, aún cuando Rodrigo Borgia fuese ambicioso, también
era trabajador y sus labores como vicecanciller de Roma, le
habían granjeado el apoyo y una vasta popularidad entre los romanos. Por
otro lado, para varios miembros y familias de los círculos de poder en Italia, el ascenso de un papa español generó cierto desdén y puso a la familia Borgia en la mira de muchos enemigos poderosos.


Ahora que estaban en el centro de los intereses en la península,
Alejandro VI tuvo que actuar deprisa. Debía asegurar su estabilidad
política, e inició tales labores inmediatamente, empezando por la ciudad
de Roma. El nuevo papa, consciente de la grave criminalidad en que Roma
se había venido sumiendo, procedió a actuar: en cuestión de meses,
ordenó investigaciones, mandando castigar severamente a los
delincuentes, para que sirviese su castigo como ejemplo, siendo cada
criminal enjuiciado públicamente y sus propiedades destruidas.


Con el fin de reorganizar administrativamente la ciudad de Roma,
divide a la misma en cuatro distritos, cada uno regido por un
plenipotenciario encargado del orden público. Además, reservó los martes
para dar audiencia a cualquier súbdito que quisiera expresarle sus
quejas. La vigorosa administración de justicia, la reorganización
administrativa y la mejora de las condiciones de vida de los romanos,
así como las continuas festividades que el nuevo papa se encargó de
materializar, hicieron que su pontificado fuese bien recibido en sus
inicios por la urbe.12 Alejandro VI, también tomó cartas en el asunto de la expulsión de los judíos de España, por medio del Edicto de Granada,
emitido el 31 de marzo de 1492, con el cual entre 50 000 a 200 000
judíos fueron expulsados de todos los territorios dominados por el Imperio Español.
Esto ocasionó que muchos de los bienes que los judíos dejaron atrás en
su salida, fuesen transferidos a dos receptores; uno la corona española y
dos, el Vaticano,
que además, con Alejandro VI, como impulsor, permitió el asentamiento
de múltiples familias judías en Roma, a cambio de que estas pagasen
anualmente un impuesto especial por su permanencia. De esta manera, el
Vaticano pasó a percibir una gran cantidad de ganancias adicionales.


El papa Alejandro VI, también atendió el asunto del joven príncipe
Diem, hermano del sultán de Constantinopla, a quien recibió bajo su
custodia a cambio del pago de una cifra de 40 000 ducados
anuales. Tal cuestión se debía a que Diem al establecerse en Roma, se
alejaba de los peligros de su tierra natal, renunciando a sus derechos
sucesorios en favor de su hermano, quien gustoso accedió al trato. No
obstante, Diem fallecería en extrañas circunstancias poco tiempo después
y debido a que su hermano, deseaba asegurar el trono de Constantinopla,
pagó al papado la cifra de 400 000 ducados, por su muerte, además de
correr con los gastos funerarios. Era esto lo que hizo que se levantasen
sospechas, acerca de la posibilidad de que los Borgia fuesen
responsables de tal acción, pues beneficiaría económicamente las
finanzas del papado.


Igualmente, con el objetivo de fortalecer la posición de la familia,
Alejandro VI, decidió rápidamente tomar disposiciones. Nombró a su hijo Juan, duque de Gandía, Confaloniero de las Fuerzas Pontificias, con el fin de asegurar el dominio militar de Roma. Además tomó acciones para prometer a su hija, Lucrezia Borgia, en matrimonio, en un conveniente enlace con Giovanni Sforza, duque de Passaro, con el cual conseguía aliarse con una de las familias más poderosas de Italia, los Sforza, asegurando una alianza territorial que permitiría el absoluto control sobre la Italia central.


Otra de sus acciones, para dar más solidez a su papado, fue el
aumento de tamaño del Colegio cardenalicio, al que se sumarían un total
de trece nuevos cardenales, todos aliados de Borgia y entre los cuales
se encontraba su propio hijo, César Borgia,
quien hasta entonces había ejercido como arzobispo de Valencia. Con
ello, el total de cardenales se elevaba a 36 personas, de los cuales,
más de la mitad le eran fieles a él. Además, Alejandro VI, con esta
maniobra pretendía asegurar su sucesión en el papado, probablemente
aspirando a que su hijo César Borgia, algún día, fuese electo por aquel
grupo de cardenales leales, como nuevo papa.


Primera guerra de Nápoles

El Reino de Nápoles,
frecuente campo de confrontación entre aragoneses y franceses, era
fuente de conflictos para el papado y para toda Italia. Los Anjou lo habían señoreado en otro tiempo, pero conquistado en 1442 por Alfonso V el Magnánimo, con el beneplácito del papa Eugenio IV había pasado a formar parte de las posesiones de la Corona de Aragón. Cedido en 1458 a Fernando I de Nápoles,
hijo ilegítimo de Alfonso V de Aragón, fue regido por aquél hasta su
muerte en enero de 1494. La corona habría de pasar por línea directa a
su hijo Alfonso II; no obstante, el rey de Francia Carlos VIII,
aprovechando el momento sucesorio, adujo unos lejanísimos derechos al
trono napolitano por la fenecida vía angevina para reivindicar su
ocupación. A tal efecto, despachó un embajador a Roma en solicitud de la
investidura del reino de Nápoles, encontrándose con la negativa de
Alejandro VI, quien comisionó a su sobrino, el cardenal Juan Borja, para
que coronase a Alfonso II. El monarca galo no dudó entonces en
movilizar sus ejércitos a la conquista de Italia, como paso previo a la
liberación de Constantinopla de los turcos y posterior entrada triunfante en Jerusalén.


Imagen procedente de los archivos de la Biblioteca Nacional de España
El francés irrumpió aclamado en Milán; lo saludaron como salvador en una Florencia abandonada por Piero de Médici y enardecida por el monje Savonarola;
aplastó con facilidad la escasa resistencia que le opuso la ciudad de
Luca y, sin apenas detenerse en su carrera hacia el sur, alcanzó Roma el
último día del año 1494. Hubo gran expectación sobre lo que allí
ocurriría; Carlos VIII había manifestado su intención de deponer a aquel
papa que había accedido al solio Pontificio por simoníacos
procedimientos y que tan indignamente se comportaba. Alejandro VI,
cautelosamente, se refugió en el castillo Sant'Angelo
aunque nunca perdió la calma. Consciente de que no podía oponerse al
francés por la fuerza adoptó ante él un talante de cordialidad y hasta
de aceptación. El conquistador se dejó a su vez conquistar por las
corteses maneras del pontífice y acabó reconociéndole como papa legítimo
y expresándole su filial obediencia. Tranquilizados los ánimos, el
ejército francés prosiguió su marcha hacia Nápoles donde entró en
febrero de 1495. Alfonso II había abdicado en su hijo Fernando y había
huido acogiéndose a la protección de la corona aragonesa. La ocupación
de Nápoles por los franceses se realizó sin enfrentamiento bélico.


Entretanto, Alejandro VI había ido urdiendo su juego. Apenas Carlos
VIII traspasó los muros de Roma, el pontífice, aprovechando los recelos
que el fulgurante avance galo provocaba dentro y fuera de Italia,
coaligó en su contra a Ferrara, Venecia, Mantua, la misma Milán, más el imperio de Maximiliano I y la doble corona hispánica (Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón);
todo ello, unido a sus propios ejércitos pontificios. Acorralado por
todos, Carlos VIII no pudo consolidar sus conquistas y a duras penas
logró retornar a Francia, maltrecho su ejército. Para el papa se trató
de una victoria política sin paliativos.


Mientras que casi toda Italia se unía contra los franceses, Florencia
permanecía apartada de la liga. Fanatizados los florentinos por las
soflamas visionarias del monje Girolamo Savonarola, habían arrojado a
los Médicis de sus dominios y habían creado una república partidaria de
Carlos VIII, «salvador de Italia» según las figuraciones místicas del
exaltado monje. Fue la actitud política de Savonarola, unida a su
espíritu reformista, lo que alarmó a Alejandro VI. El desafiante
Savonarola fue excomulgado, sentenciado a muerte y quemado vivo en mayo
de 1498 en Florencia.


Segunda guerra de Nápoles


Desiderando nui, 1499
En Francia, a la muerte de Carlos VIII (1498), le sucedió su primo, el duque de Orleans, Luis XII, quien suscribió con Fernando el Católico el tratado reservado de Granada (1500) por el que ambos se repartían el reino de Nápoles, todavía bajo el dominio de Federico I.
El papa estuvo de acuerdo, viendo el beneficio que extraería de esta
partición. En junio de 1501 depuso al monarca napolitano bajo la
acusación de haber urdido un contubernio con los turcos en contra de la
cristiandad y permitió que franceses y castellano-aragoneses
emprendieran la conquista.13
Surgidas las primeras desavenencias entre los coaligados, Alejandro
evitó decantarse por uno u otro bando; la duda quedó despejada cuando en
1503 Fernando de Andrade y Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, derrotaban a los franceses en Seminara, Cerignola y Garellano, inclinando la guerra del lado aragonés; el papa prometió su ayuda una vez fuera tomada Gaeta,14 pero murió antes de que llegase a ocurrir.


Muerte


Placa conmemorativa en la casa natal de Alejandro VI en Játiva.
El 6 de agosto de 1503 Alejandro Borgia y César Borgia celebraron un banquete en la residencia campestre del cardenal Adriano da Corneto,
en compañía de otros comensales. Varios días después todos ellos
cayeron gravemente enfermos; la juventud de César le permitió superar la
enfermedad, pero el papa Alejandro falleció a los 72 años, el 18 de
agosto.


La causa de su muerte es desconocida; inmediatamente después de
producirse, se difundieron los rumores de que el fallecimiento había
sido producido por la ingestión de un veneno que César Borgia había
preparado para asesinar a los otros convidados, y que por el error de
uno de los sirvientes les fue suministrado a ellos mismos; este hecho
fue dado por cierto por varios historiadores contemporáneos entre los
que se contaron Francesco Guicciardini15 y Paolo Giovio;16 posteriormente Juan de Mariana,17 18 o W. H. Prescott19 extenderían la misma teoría.


Otros autores ponen en duda este argumento, atribuyendo la muerte del
papa a los aires malsanos del verano en la campiña italiana, donde en
aquellas fechas la malaria hacía estragos entre toda la población; Voltaire20 y Ludwig von Pastor21 son algunos de los que sostienen esta línea.


Fue enterrado, junto a Calixto III, en la basílica de San Pedro. Cuando el obelisco de Nerón
fue trasladado al centro de la plaza, se destruyó el monumento
funerario y se recogieron los restos en una urna que años después se
llevó a la iglesia de Santa María de Montserrat de los Españoles.


Las profecías de San Malaquías se refieren a este papa como Bos albanus in portu
('El buey albano en el puerto'), cita que se ha interpretado por los
hechos de que fue obispo-cardenal de Albano y Porto, y a que en el
escudo de armas de su familia, los Borgia, aparece un buey.


Las artes

Alejandro puso su atención en la defensa y embellecimiento de la "Ciudad Eterna". En el capítulo artístico, encargó a Bramante
el proyecto para la construcción de una nueva basílica de San Pedro
(aunque moriría muy poco después y el mérito se lo llevó su sucesor, Julio II) y mandó levantar el edificio principal de la Universidad de Roma.


Convirtió el Mausoleo de Adriano (actual castillo Sant'Angelo) en una
fortaleza capaz de soportar cualquier sitio. Con la fortificación de la
Torre Nona aseguró la ciudad contra ataques navales. Merece ser llamado
el fundador de la Ciudad Leonina, la que él transformó en el barrio más
de moda en Roma. Su magnífica Via Alessandrina, hoy día llamada Borgo
Nuovo, continúa siendo hasta hoy la magna llegada a San Pedro. Bajo su
dirección, Pinturicchio adornó el Appartimento Borgia en el Vaticano,
indicándole el camino a su inmortal discípulo, Rafael.


Su memoria está asociada, claro, con los edificios que construyó,
pero también con los que construyeron reyes y cardenales a los que él
convenció de hacerlo. Durante su papado Bramante diseñó, para los Reyes Católicos Fernando e Isabel, esa joya exquisita de la arquitectura, el Templete de San Pietro in Montorio o Tempietto,
sobre el sitio conocido tradicionalmente como el del martirio de san
Pedro. Y si no fue Bramante, ciertamente fue algún otro de los grandes
arquitectos, igualmente atraído a Roma por la fama de la liberalidad del
papa, quien construyó para el Cardenal Riario el magnífico palacio de
la Cancellaria. En 1500, el embajador del Emperador Maximiliano puso la
primera piedra de la hermosa iglesia nacional de los alemanes, Santa
Maria dell' Anima. Para no quedarse atrás, el cardenal francés,
Briconnet, erigió la Santa Trinità dei Monti, y los españoles Santa
Maria di Monserrato. A Alejandro le debemos los hermosos techos de Santa
Maria Maggiore, en cuya decoración fue utilizado, según la tradición,
el primer oro llevado de América por Cristóbal Colón.


Aunque se dice que nunca presumió de grandes conocimientos, siempre
apoyó las artes y la ciencia. Siendo aún cardenal había escrito dos
tratados sobre asuntos canónicos y una defensa de la fe cristiana.
Reconstruyó la Universidad Romana y realizó generosas contribuciones
para el mantenimiento de los profesores. Siempre se rodeó de personas
muy cultas y sentía una predilección especial por los juristas. Su gusto
por las representaciones teatrales fomentó el desarrollo del drama.
Disfrutaba mucho de las ceremonias papales, a las que añadía gracia y
dignidad con su figura majestuosa. Le gustaba escuchar a los buenos
predicadores y admiraba la buena música. Cabe destacar también que el
papa Alejandro VI fue un gran admirador de Pinturicchio, un artista poco reconocido por la sociedad italiana y que fue uno de los artistas favoritos de Alejandro VI.22


Política


Sepulcro de Calixto III y Alejandro VI en Santa María de Montserrat, Roma
Una de las primeras cuestiones que abordó el papa Alejandro fue el reparto de las tierras del Nuevo Mundo entre las dos potencias que optaban a su descubrimiento, colonización y dominio: Castilla y Portugal. En las Bulas Alejandrinas de 1493 (las dos Inter cœtera, Eximiœ devotionis y Dudum siquidem), previas al Tratado de Tordesillas (1494), se fija el meridiano divisorio de las zonas de influencia castellana y portuguesa a cien leguas de las Azores y Cabo Verde.


El ascenso de Alejandro VI al solio papal marcó un punto clave en la
política italiana e internacional, siendo él mismo el comienzo de toda
una nueva etapa en cuanto al balance del poder en Europa.


Es claro que la más grande ambición de Alejandro VI era lograr que su
familia dominase toda Italia, lo cual aspiraba a lograr mediante las
alianzas y convenientes enlaces de su familia con las más poderosas
dinastías italianas, usando tales vínculos, en conjunto con el poder del
papado, para conseguir la sumisión de toda la península.


Alejandro VI, además, en parte por sus orígenes valencianos, tomó a
la Corona de Aragón como su más poderoso aliado, al beneficiarla en el
proceso de distribución de tierras del nuevo mundo, además de otorgar a
los reyes españoles el título de Reyes Católicos y también apoyar en el ámbito internacional a tal imperio. Esta acción, le benefició ampliamente, pues en lo sucesivo, la Corona Española,
fue muy allegada a su papado, además de darle el aval internacional que
quería. No obstante, permaneció aparentemente neutral con respecto al Reino de Nápoles, puesto que dicho territorio era reclamado tanto por la Corona Española como por la Corona Francesa, así pues, jugó en el ámbito internacional con las aspiraciones de ambas potencias, de acuerdo a las circunstancias.


Su acercamiento a España, no le impidió aproximarse a la órbita de la
segunda gran potencia de la época, Francia, con quien tuvo algunos
roces iniciales durante la Primera Guerra Italiana (1494-1498), pero gracias a sus dotes diplomáticas fue capaz de dominar la situación y en lo sucesivo su acercamiento con el país galo, sería de gran ayuda en sus planes.


A pesar de tanto trajín político, siempre encontró momento para las
acciones que permitieran a su familia consolidarse como una de las más
poderosas de Italia. Las herramientas que utilizó para estos menesteres
fueron, en ocasiones, sus propios hijos, a los que inculcó una
conciencia de clase demasiado elevada y cruel, dejándoles claro que lo
principal ante todo era la familia.


Naturalmente, para tales objetivos, Borgia se dedicó a tejer una red
de entramados y coaliciones, impulsando el matrimonio de su hija
Lucrecia Borgia con Giovanni Sforza, luego con Alfonso de Aragón y finalmente con Alfonso d'Este, asegurando su alineación con tres de las más poderosas familias de Europa, Sforza, Aragón y d'Este.
En conjunto con tales enlaces, se aseguró además de consolidar el poder
de la familia Borgia sobre los Estados Pontificios, logrando someterlos
al dominio personal o de su hijo César Borgia, o del Vaticano.


Benefició a su hijo, César Borgia, también en su plan de instaurar en la Romaña,
un principado independiente del Vaticano y de cualquier otro estado, a
fin de aumentar aún más el poder de la dinastía Borgia en Italia.


Percepción histórica

La leyenda negra

En lo que concierne a la imagen que se ha proyectado de Alejandro VI, es bien conocida la denominada «Leyenda Negra de los Borgia»,
la cual es producto de las continuas críticas dirigidas hacia, no sólo
Alejandro VI, sino toda la Casa de Borgia por parte de sus detractores.
Tales acusaciones van desde catalogar a Juan Borgia como un seductor y adúltero empedernido, a César Borgia
de no respetar sus votos de castidad durante el período en que fue
clérigo. Igualmente, es esta misma serie de acusaciones y detracciones
continuas las que han presentado a Lucrecia Borgia, como una mujer despiadada, que se casaba por conveniencia y era responsable de humillar o asesinar a sus esposos.


No obstante, ningún miembro de la Casa de Borgia ha sido tan denigrado como Alejandro VI, acusado de simonía y de sostener numerosas relaciones con variedad de amantes, entre las cuales se encontraba Vannozza Cattanei,
madre de César, Juan, Lucrezia y Jofré. Igualmente ha sido acusado de
disponer de los recursos y riquezas de las iglesias y diaconías que él y
su hijo ocuparon para alcanzar el papado usando la práctica de la
simonía, y por supuesto también fue acusado de hostigamiento, al
convertir en cardenales a muchos de sus aliados para asegurar su
poderío, así como de nepotismo, al ser su deslumbrante carrera
eclesiástica impulsada por su tío Calixto III, además de hacer él lo
mismo, pero con sus hijos César y Juan Borgia, ascendiendo rápidamente
al primero a numerosos cargos y posiciones, mientras que designó al
segundo como «comandante en jefe de los Ejércitos Papales».


Sin embargo, lo que se debe aplicar, para asegurar la neutralidad e
imparcialidad sobre esta serie de acusaciones y denigrantes
afirmaciones, es situar al personaje en su época y entorno. Si bien
Borgia practicó el nepotismo, tanto para ascender en la jerarquía
eclesiástica como para, ya en el solio papal, asegurar el poder de su
familia sobre Roma e Italia, es necesario entender que aquello era usual
en la «Italia Renacentista». Tómense por ejemplo las familias Orsini y Colonna,
ambas tuvieron miembros a los cuales impulsaron a sus familiares en
carreras eclesiásticas, y al igual que los Borgia buscaron beneficiarse
de las acciones y poderes del Vaticano. Otro ejemplo claro de nepotismo,
es de hecho, el más acérrimo rival de los Borgia, Giulliano de la
Rovere, futuro papa Julio II, quien también se vio impulsado en su carrera por su tío Sixto IV.


En cuanto a los actos de lujuria y relaciones que violaban con
claridad los votos de castidad contraídos por Alejandro VI, se debe
afirmar que dicha práctica era más que usual. En lo que concernía al
entorno eclesiástico, el problema no estaba en sostener relaciones y
romper el celibato, sino en reconocerlo, en consecuencia, entre tanto no
se hiciese de dominio público, no había problema alguno. Basta
mencionar ejemplos como el mismo Giulliano de la Rovere, quien tuvo varios hijos, o el caso de otros como el Cardenal Mendoza, quien incluso consiguió que la Corte de España reconociese a sus vástagos como legítimos.


Finalmente las acusaciones de simonía, es decir, la compra de su
ascenso al papado, aunque bien pudieron ser posibles carecen de pruebas
dado que nunca, ni siquiera sus más firmes enemigos y adversarios,
lograron demostrar que Alejandro VI hubiese accedido al papado a causa
de la compra de los votos cardenalicios. De hecho, numerosos
historiadores han sostenido que más peso tuvo la posición y prestigiosa
carrera de Rodrigo Borgia, junto con el apoyo clave del Cardenal Ascanio
Sforza, que cualquier posible acto de simonía en la elección papal,
aunque no por ello descartan la posibilidad de que sobornos y favores
prometidos pudiesen haber tenido influjo en el asunto. En todo caso, es
necesario recordar que por aquella época el acceder a los cargos
eclesiásticos por medio de promesas económicas y alianzas por
conveniencia era práctica usual, y sería necesario esperar hasta el
papado de Gregorio XIII para que se erradicaran tales acciones de la institución eclesiástica.


Es necesario en consecuencia hacer distinción entre la «Leyenda Negra
de los Borgia», que los muestra como seres despiadados que incurrían en
prácticas maquiavélicas, de la realidad en la cual todas esas eran
acciones que virtualmente todos los poderosos de la península itálica
practicaban en esos tiempos. La razón por la cual los Borgia son la
alusión inmediata de dichas prácticas, no es otra que el deseo de
empañar y dañar su imagen por parte de sus enemigos, que eran los mismo
nobles poderosos de Italia, los Médici, los Sforza, los Orsini, los Colonna;
todas familias que no toleraban que un extranjero hubiese accedido al
papado y que no estaban dispuestos a permitir que consolidase lo que
ellos tenían ya, poder territorial y político en Italia.


Análisis general

Un juicio imparcial de la carrera de este personaje debe, por principio de cuentas, distinguir entre el hombre y su puesto.23
Entiéndase, pues, que de acuerdo a los estándares de su época, la
carrera eclesiástica de Rodrigo Borgia fue peculiar. Hecho cardenal a
sus 20 años de edad, ejerciendo como Obispo de Valencia, y
posteriormente Vice-Canciller de Roma a sus escasos 22 años
permaneciendo en dicho cargo, hasta su elección como papa. Desde luego,
en dicha carrera, mucho tuvo que ver la influencia de su tío, el papa
Calixto III, así como también dependió mucho de su influencia sobre el
entorno cardenalicio.


Sin embargo su ascenso al papado no deja de ser controvertido, por el
simple hecho de que alguien que incurriese en tales acciones, no puede
ser catalogado como digno de ser el Representante de Dios en la Tierra,
pero, debemos entender que si dicho juicio se emite en contra de
Borgia, también deberían ser catalogados exactamente de la misma manera
todos los papas del renacimiento, tales como Sixto IV, Julio II o León X,
quienes incurrieron en las mismas prácticas de Alejandro VI. En
palabras de Pastor, hay que separar entre los actos personales de
Alejandro VI y lo referido a la propia Iglesia Católica:


No afecta el valor intrínseco de una joya, ni la moneda de oro pierde
su valor cuando pasa por unas manos sucias. Del sacerdote, como
funcionario de una Iglesia santa, se espera una vida inmaculada, tanto
porque por oficio él debe ser un modelo de virtud al que los laicos
deben ver como ejemplo, como porque con su vida virtuosa puede inspirar a
otros a respetar la sociedad de la cual él es un adorno. Pero los
tesoros de la Iglesia, su carácter divino, su santidad, la revelación
divina, la gracia de Dios, la autoridad espiritual, como bien se sabe,
no dependen del carácter moral de los funcionarios de la Iglesia. Aún el
más elevado de los sacerdotes no puede disminuir ni en nada el valor
intrínseco de los tesoros espirituales que se le han confiado.23


Críticas y defensa

Las denuncias más severas contra Alejandro VI, por proceder del ámbito oficial, son las de sus contemporáneos católicos: el cardenal Giulliano Della Rovere, futuro papa Julio II,24 el cardenal agustino y reformador, Egidio de Viterbo, en su manuscrito "Historia XX Saeculorum" conservado en la Biblioteca Angelica de Roma y el oratoriano Raynaldo con los semioficiales Anales de Baronius.
Fueron estos los tres principales críticos de Alejandro VI, en Roma,
acusándolo de haber cometido simonía para conseguir el ascenso al «Solio Pontificio»25
y llegando Della Rovere a acusarlo también de transgredir el código
eclesiástico, rompiendo el celibato al sostener una relación con Julia Farnesio. Esto último es verídico, siendo corroborado que, en efecto, la «Bella Farnese» como era conocida, fue amante de Rodrigo Borgia.


En lo que concierne a su defensa, la realidad es que los
historiadores católicos, en lo sucesivo no dedicaron mayor esfuerzo a
contrarrestar las afirmaciones y acusaciones que se fueron haciendo a
Rodrigo Borgia, a tal punto se denota esto que para mediados del siglo
XIX, Cesare Cantu escribió que Alejandro VI era el único Papa que nunca tuvo un apologista.
En consecuencia, no resulta difícil entender la razón por la cual, la
«Leyenda Negra de los Borgia», logró formarse y adherirse al pensamiento
general, con tanta facilidad al carecer Alejandro VI, de defensores que
pudiesen contrarrestar todas las acusaciones que se le hicieron, lo que
acabó sacando al personaje de su contexto.


No obstante, ha habido algunos escritores católicos, tanto en libros
como periódicos, que han intentado defenderlo de las acusaciones más
duras de sus contemporáneos. Pueden mencionarse dos: el dominico
Olivier, con su obra "Le Pape Alexandre VI et les Borgia" (París, 1870),
de cuya obra únicamente apareció un volumen, que trata sobre el
cardenalato del papa; y "Papa Alessandro VI secondo documenti e carteggi
del tempo", de Leonetti (3 vols., Bologna, 1880).


Estos y otros documentos se escribieron, en parte, para reducir el escarnio contra la reputación de la Iglesia Católica, y en parte, por las críticas de numerosos escritores, como el caso de Víctor Hugo entre muchos otros. Sin embargo, los intentos de eliminar la mala imagen de Alejandro VI, fueron fracasos rotundos23
y los posteriores escritos de Henri de l'Epinois en la «Revue des
questions historiques» publicada en 1881, que fueron luego utilizados
por el «Diario de Burchard» y avalados por historiadores e intelectuales
tales como Bollandist Matagne y Von Reumont, el historiador católico de
la Roma medieval, ocasionaron que, en palabras de Ludwig von Pastor:


Resultase imposible para siempre cualquier intento de salvar la reputación de Alejandro VI.23


Origen y continuidad

Borgia-genealog-es.png

Descendencia

De madre desconocida:


Con Vannozza Cattanei:


Con Julia Farnesio tuvo también dos hijos.


Ascendencia


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 
16. Gonzalo Gil de Borja

 

 

 

 

 

 


 
8. Rodrigo de Borja
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
4. Rodrigo Gil de Borja y Anglesola
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
9. Sabina de Anglesola
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
2. Jofré de Borja y Escrivà
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 
20. Andreu Guillem de Escrivà, Señor de Agres

 

 

 

 

 

 


 
10. Andreu Guillem de Escrivà y Pallarès, Señor de Agres
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 
21. Sança Pallarès

 

 

 

 

 

 


 
5. Sibilia de Escrivà y Pròixita
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
11. Sibília de Pròixita
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
1. Papa Alejandro VI
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
12. Domingo I de Borja
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
6. Juan Domingo de Borja y Doncel, Señor de Torre de Canals
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
13. Caterina Doncel
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 






 
3. Isabel de Borja y Llançol
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 














 
7. Francina Llançol
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 













Cultura popular




Predecesor:

Vacante desde 1415

CardinalCoA PioM.svg
Cardenal diácono de San Nicola in Carcere

1456-1471
Sucesor:

Giovanni Battista Savelli
Predecesor:

Domenico Capranica

CardinalCoA PioM.svg
Cardenal diácono de Santa María en Vía Lata

in commendam


1458-1492
Sucesor:

Juan de Borja Llançol de Romaní
Predecesor:

Alfonso de Borja y Cabanilles

BishopCoA PioM.svg
Obispo de Valencia

1458-1492
Sucesor:

Él mismo, como arzobispo de la archidiócesis de Valencia.
Predecesor:

¿?

Berretta cardinalizia.png
Cardenal protodiácono

1463-1471
Sucesor:

Rafael Sansoni Riario
Predecesor:

Jaime de Cardona y Gandia

BishopCoA PioM.svg
Obispo de Urgel

1466 - 1472
Sucesor:

Pedro Folc de Cardona
Predecesor:

Jaime de Cardona y Gandia

Coat of arms of Andorra.svg
Copríncipe de Andorra

1466-1472
Sucesor:

Pedro Folc de Cardona
Predecesor:

Ludovico Scarampi Mezzarota

CardinalCoA PioM.svg
Cardenal obispo de Albano

1471-1476
Sucesor:

Oliverio Carafa
Predecesor:

Filippo Calandrini

CardinalCoA PioM.svg
Cardenal obispo de Porto-Santa Rufina

1476-1492
Sucesor:

Giovanni Michiel
Predecesor:

Lope de Rivas

BishopCoA PioM.svg
Obispo de Cartagena

1482 - 1492
Sucesor:

Bernardino López de Carvajal y Sande
Predecesor:

Guillaume d'Estouteville

Berretta cardinalizia.png
Decano del Colegio Cardenalicio

1483-1492
Sucesor:

Oliviero Carafa
Predecesor:

Diego de Avellaneda

BishopCoA PioM.svg
Obispo de Mallorca

1489-1492
Sucesor:

Giovanni Battista Savelli
Predecesor:

Él mismo, como obispo de la diócesis de Valencia.

ArchbishopPallium PioM.svg
Arzobispo de Valencia

1492
Sucesor:

César de Borja
Predecesor:

Inocencio VIII

Emblem of the Papacy SE.svg
Papa

11 de agosto de 1492-18 de agosto de 1503
Sucesor:

Pío III

Véase también

Referencias


  • Artaud de Montor, 1911, p. 190.

    1. [1]

    Bibliografía

    Enlaces externos



  • Hibbert, 2008.



  • Puzo, 2001.



  • Puzo, 2001, p. 4.



  • Maquiavelo, 2004, p. Capítulo VII.



  • Miranda, Salvador. «The Cardinals of the Holy Roman Church» (en inglés). Consultado el 26 de octubre de 2012.



  • Puzo, 2001, p. 11.



  • Pastor, 1924, pp. 275-278, vol. III.



  • (Raynaldus, Ann. eccl. ad an. 1492, n. 26)



  • Puzo, 2001, p. 20.



  • Guicciardini, 1818.



  • Laughlin, James F. «Papa Alejandro VI». La enclopedia Católica. Consultado el 26 de octubre de 2012.



  • Zurita, 2005, p. Libro IV, Cap. XLIII.



  • Zurita, 2005, p. Libro V, Cap. XXXVIII.



  • Guicciardini, 1818, p. 23, Libro VI,.



  • Paolo Giovio Vita di Consalvo Fernando di Cordova, detto Il Gran Capitano, incluida en las Crónicas del Gran Capitán, págs. 524-525.



  • Juan de Mariana: Historia general de España (1592), p. 114.



  • Zurita, 2005, p. Libro V, Cap. XLII.



  • William Hickling Prescott: History of the Reign of Ferdinand and Isabella, the Catholic, of Spain (1838), vol. III, p. 177.



  • L´essai sur les moeurs et l´esprit des nations, cap. CXI.



  • Ludwig von Pastor: The history of the popes (1891), vol. VI, 131-136.



  • Laughlin, James F. «Papa Alejandro VI». La enclopedia Católica. Consultado el 26 de octubre de 2012.



  • Pastor, 1924, p. 475, vol. III.



  • Gregorovius, VII, 494



  • Anales de Baronius(ad an. 1495, no. 26)



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