sábado, 19 de marzo de 2016

Nuestra Señora de la Defensa (Tlaxcala) - Wikipedia, la enciclopedia libre

Nuestra Señora de la Defensa (Tlaxcala) - Wikipedia, la enciclopedia libre





Nuestra Señora de la Defensa.
En el centro de México, localizado entre los cerros de los municipios de Panotla y Totolac en el estado de Tlaxcala y a escasos 20 minutos de la ciudad capital de Tlaxcala
se ubica el Santuario de Nuestra Señora de la Defensa. Lugar donde aún
se puede encontrar un momento de tranquilidad con la naturaleza del
lugar.


Durante muchos años ha sido uno de los santuarios marianos más importantes del estado de Tlaxcala, visitado por cientos de fieles procedentes de los estados de Puebla, Morelos, México, Hidalgo, Veracruz y otros, que buscan la sanación de sus males espirituales y físicos a través de la protección de la Virgen María y del agua milagrosa que brota en el interior de su templo.


A lo largo de todo el año es visitada por sus fieles, destacando los
peregrinos del estado de Morelos el tercer domingo y lunes del mes de
mayo, además de su ya conocida fiesta patronal que se celebra el día 12 de octubre.


Las fiestas patronales inician el día 4 de octubre con el novenario en honor de la Santísima Virgen de la Defensa; iniciando la procesión y el rosario
por las calles de la población a las 4.30, siendo el punto de partida y
retorno en su santuario. Los días que siguen se engalanan con la visita
de peregrinaciones que acuden a rendir tributo a la Reina del Cielo. Al atardecer del día 11 de octubre inician las vísperas de la festividad, acompañadas por el sonido del teponaxtle y los cohetones.


Los primeros minutos del día 12 de octubre inician con las
tradicionales mañanitas que sus hijos en agradecimiento por los favores
recibidos le llevan; la procesión inicia más temprano, puesto que se
acompaña a la Virgen con música y cohetones y a las 5:30 de la mañana
habrá que estar de regreso en su santuario para entonar nuevamente las
mañanitas e iniciar con la primera misa de las que habrán de realizarse a
lo largo del día.


A diferencia de otras poblaciones, son los fieles quienes
voluntariamente contribuyen a engalanar su fiesta. Hay quien regala los
adornos florales, los fuegos pirotécnicos, el adorno, la música, entre
otros.



Índice

Oración a la Santísima Virgen de la Defensa


Vista interior del Santuario de la Defensa.
Del pecado, peste, hambre y guerra ¡líbranos!
Virgen Santísima de la Defensa
¡Oh Virgen Santísima de la Defensa!
Yo miserable pecador, recurro a Vos
y en Vos, después de Jesús pongo
toda mi esperanza; a Vos confío la
salvación de mi alma. Me pongo
bajo Vuestro manto protector y Vos
socorredme, defendedme, salvadme;
decid a Jesús que soy vuestro
siervo, vuestro devoto amante hijo
decidle que Vos me defendéis
y seré salvo. ¡Oh María, yo pongo
en Vos toda mi confianza y esta
dulce esperanza quiero vivir y morir!
¡Oh María, yo os saludo! ¡Mi Madre!
¡Mi Consuelo! ¡Mi Defensa!
Así sea'
Oración compuesta por el Excmo. Sr. Obispo Don Luis Munive y Escobar (13 de junio de 1959 - 10 de febrero de 2000), primer obispo de la Diócesis de Tlaxcala.


Origen de esta imagen


Vista del cerro donde estuvo la Ermita.
En la sierra de Tlaxcala hizo vida ermitaña un hombre llamado Juan Bautista de Jesús, con fama constante de virtud y santidad nada ordinaria. El cual tenía una Imagen de la Concepción de la Santísima Virgen María,
de la cual experimentaba continuas maravillas, y por espacio de catorce
meses estuvo sintiendo interiores impulsos de manifestarlos para gloria
de Dios y
de su Madre, pero siempre se resistía, temiendo que publicadas estas
maravillas, sería mucha la gente que acudiría a su Ermita a venerar a la
Santísima Virgen;
con mucho menoscabo de la paz y sosiego, con que en aquél retiro se
mantenía. Por otra parte le remordía la conciencia, que teniendo ocultos
los prodigios y maravillas de su Imagen, le impedía el provecho que
muchos podrían lograr para sus almas, creciendo mas en la devoción de la
Santísima Virgen, y que si él moría en aquellos páramos, quedarían sepultados en el eterno olvido.


Después de mucha oración, el Señor le inspiró que diese de todo
cuenta a su Confesor. El cual le mandó, que por escrito, diése razón de
todo cuanto había visto y experimentado de maravillas en aquellas
sagrada Imagen. Obedeció Juan Bautista y entregó el escrito a su
Confesor, y éste lo llevó al Señor Obispo Don Juan de Palafox y Mendoza.


Maravillas observadas por el ermitaño

Ahora mencionaremos algo de las maravillas, que el ermitaño Juan
Bautista de Jesús observó en dieciséis meses que tuvo consigo, y en su
Ermita la Imagen, a quien puso el nombre de la Defensa no solamente
porque a él lo defendía de sus enemigos visibles e invisibles que en el
cuerpo y alma le hacían la guerra, sino porque veía que a su sombra y
protección se defendían de sus contrarios aún los brutos, y se venían a
ella como su segura defensa, cuando se veían acosados y perseguidos.



Lugar donde, según la tradición, estuvo ubicada la Ermita de la Virgen.
Las tortolillas y otras aves seguidas de gavilanes, entraban en la
Ermita y se ponían a los pies de la Señora, y en ellos hallaban asilo
sagrado; porque los gavilanes apenas se asomaban a la puerta o ventana
de la Ermita, por donde los pajarillos entraban, luego se volvían sin
osar dentro, como si tuvieran entendimiento y respetaran a la Santa
Imagen. Y en verdad que lo que causa no menos admiración, es que las
avecillas como agradecidas a la Defensa, que en ella hallaban, venían
todos los días por la mañana. el medio día y en la tarde, a festejarle,
haciendo con sus gorjeos una bien concertada Capilla, y tan suave, que parecía, y sin duda así lo era, que los ángeles eran los que movían sus lengüecillas para aquel tan acertado concierto, enseñando al Ermitaño y en él a todos nosotros, que María Santísima
es toda nuestra Defensa en las tentaciones, que mientras vivimos en
esta frágil y miserable vida, padecemos y juntamente cuan agradecidos le
debemos siempre estar por los beneficios que continuamente de ella
recibimos.


Lo mismo sucedía con los animalillos terrestres, pues muchas veces
las liebres, gazapos y conejos, huyendo de los coyotes o gatos monteses
que abundaban en aquella época, se acogían en la Ermita de la Virgen
y entrando en aquel sagrado lugar luego se volvían sus perseguidores
sin hacerles daño alguno, y era cosa de gran admiración, que agradecidos
a su Bienhechora, con muchos saltos y retozos celebraban delante de
ella su escape y libertad. Y el buen Ermitaño, que admirado y confuso veía estas maravillas, sacaba por consecuencia, que si esto hacía la Santísima Virgen
con los brutos que a ella se acogían, con gran seguridad recibirá y
defenderá de sus enemigos a los racionales que acudieran a su amparo, y
por ello en muchas tentaciones del espíritu y de la carne que padecía,
en aquella soledad, considerándose como uno de aquellos animalillos
acosado y perseguido de sus contrarios, se ponía confiado a los pies de
la Santa Imagen, y con su amparo salía victorioso de los suyos. Y
también muchas personas, que en sus necesidades le pedían, que las
encomendase a la Virgen, cuando el buen Juan Bautista hacía oración por ellas experimentaban su sanación.


Habíase quedado a dormir una noche en Tlaxcala, porque la mucha agua que llovía, no le había permitido volver a su Ermita, y habiendo madrugado a las dos de la mañana, al rayar el día, volvió a su Ermita,
la encontró cerrada, como la había dejado, pero no halló en ella a su
querida Imagen. Afligiose grandemente y saliendo de la Ermita la vio
venir en una nube blanca, y tan resplandeciente, que iluminaba aquellos
montes, y luego hincándose de rodillas para venerarla, le dijo: y bien
Señora, ¿En dónde habéis estado, que ya con gran dolor mío os había
echado menos? Fui, le respondió la Imagen, a socorrer a un siervo mío
que estaba en la necesidad. Y entrándose en la Ermita y poniéndose en el
lugar, desapareció la nube y la luz que la iluminaba. La noche
siguiente vio al demonio
en figura de negro feo y espantoso, llorando sobre un árbol; y
preguntándole el siervo de Dios, ¿Por qué lloras?, respondió: lloro
porque esa Imagen que tienes en la Ermita es nuestra destrucción, y anoche me quitó un alma que estaba desesperada. Y diciendo el siervo de Dios: ¡Bendito sea el niño Jesús! y la limpia Concepción de su Santa Madre, luego desapareció.



Arroyo localizado en las cercanías del Santuario.
Para habitar y dormir: hizo Juan Bautista una choza, inmediato a la
Ermita de la Virgen, y testificó, que por el espacio de los dieciséis
meses que estuvo en la Ermita la Señora, todas las noches oía música de Ángeles, que cantaban Maitines
de alabanza a su Reina y Señora, y levantándose algunas veces hallaba
la puerta de la Ermita cerrada como la había dejado, y entrando dentro
hallaba, que habiendo dejado cubierta la Imagen con dos velos, los
hallaba corridos y arrollados a los lados, y la Imagen Santísima
descubierta y todo el Altar cubierto de una hermosísima y
resplandeciente nube blanca, que con las luces que despedía iluminaba
toda la Ermita, y veía juntamente Ángeles
dentro de la misma nube, pero descubiertos de medio cuerpo hacia
arriba, en forma de niños muy hermosos con alas y que con instrumentos
músicos puestos los ojos en la Imagen hacían aquella música, que
percibía, y el siervo de Dios,
hincado de rodillas se hallaba como asombrado y embelesado el tiempo
que duraba aquella visión; al desaparecer volvía a quedar la Ermita a oscuras, y encendiendo luz, hallaba corridos los velos y cubierta la Imagen.


Levantándose una noche de Navidad para ir a los Maitines que se cantaban en la ciudad de Tlaxcala,
abriendo la Ermita vio la Virgen llena y rodeada de una luz
extraordinaria y haciendo oración se despidió de ella. La noche
siguiente, volvió a ver al demonio,
llorando en el mismo árbol, en que lo vio la vez primera, y
preguntándole por qué lloraba, respondió: porque ésta que tienes, que es
nuestra destructora, me ha quitado y me quitará, en adelante muchas
almas; díjole entonces con gran sencillez Juan Bautista: pues ven
conmigo, y le cantaremos una Salve. Y entonces dando un gran suspiro, el demonio desapareció.


También fue prodigio de la benignísima Madre de Dios, que habiéndose refugiado en la Ermita
una cierva herida en un brazuelo de un balazo, derramando mucha sangre,
se echó junto al altar de la Virgen y allí se estuvo toda la tarde,
como pidiendo remedio a la Señora. Al fin se levantó sana, sin manquear.
Y después muchas veces la veía el siervo de Dios andar cerca de la
Ermita.


Cayó enfermo de un fiero tabardillo un Bienhechor de la Ermita, que
socorría muchas veces a Juan Bautista para su ordinario sustento.
Pidiole que suplicase a la Virgen que le alcanzase la salud si le
convenía, y deseaba vivir, porque tenía muchos hijos pequeños y pobres, y
con su muerte quedarían del todo desamparados. Hízolo así el siervo de
Dios delante de la Soberana Imagen, saliendo de la Ermita la cerró con
llave, y se fue a ver a su enfermo. Llegó a la casa y halló a la Santísima Virgen
a la cabecera del doliente, aunque éste no la veía, estuvo con él como
medio cuarto de hora y luego desapareció la Virgen. Volviose a su casa, y
halló la Ermita cerrada, como la había dejado y la Imagen de la Virgen
en su Tabernáculo. El efecto fue que el enfermo luego mejoró y en breve estuvo del todo sano.



Arroyo localizado en las cercanías del Santuario.
Habiendo Juan Bautista acabado el escrito, que por orden de su
confesor había hecho de los prodigios de la Soberana Imagen, dudaba
mucho al entregarlo, porque temía que por eso se la habían de quitar y
privarle de una presea tan amada. Por otro lado, le picaba el escrúpulo
si faltaba a la obediencia de su confesor. En estas dudas acudió a la
oración y pidió a la Santísima Virgen
luz para acertar, y no hacer más que lo que fuese gusto de Dios.
Entonces le habló la Virgen y claramente le dijo: vaya el papel que ésta
es la voluntad de mi hijo y mía. Obedeció prontamente y entregó el
escrito al confesor. Este lo pasó al señor obispo, el cual después de
hecha información jurídica de todo lo que juzgó conveniente, y habiendo
primero ido en persona a visitarla envío orden al cura y vicario de Tlaxcala, para que sacase de su Tabernáculo
la Imagen y la llevase al palacio de su Ilustrísima. Y aquella noche
que se sacó se oyeron por todo aquel monte aullidos de lobos y sentidas
quejas de hombres que mostraban grande dolor.


Siguen los milagros...

Como el ermitaño Juan Bautista conocía, que le habían de quitar, por
orden superior del Obispo, su Santísima Imagen, y con ella todo su
consuelo, se previno mandar hacer otra Imagen en el tamaño y facciones
semejantes, a quien también puso el nombre de Nuestra Señora de la
Defensa, y la Señora correspondió a su devota confianza, haciéndole los
mismos favores por medio de ésta su sagrada Imagen, que antes le hacía
por medio de la primera. Y lo primero, el demonio mostró bastantemente
el dolor que ésta segunda Imagen le causaba, porque aquella noche del
día en que la colocó en el Tabernáculo
en que la otra estaba, se oyeron en aquella tierra tantos gritos y
aullidos, tan descompasados, que parecía hundirse y venirse abajo todo
el monte, y desde lo alto volaban piedras, a manera de proyectiles, y
con tal ímpetu que si la gran Señora no defendiera su Ermita, cualquiera
de ellas la hubiese derribado.



Nuestra Señora de la Defensa en su altar principal.
Al día siguiente acudieron a darle la bienvenida los moradores de
aquellas tierras, esto es los conejos y pájaros, celebrando su dicha los
unos con saltos y los otros con gorjeos.


El lugar de la Ermita
estaba muy infestado de víboras, pero teniéndole gran respeto no se
acercaban a ella; pero para que Juan Bautista comprobara que todavía era
la Señora para con él la Virgen de la Defensa, sucedió que un día
desyerbando un huertecillo que allí tenía, le mordió una víbora, pero
acudiendo a su Santa Imagen, no le hizo daño alguno su veneno.


Cosa prodigiosa fue, que un gato montés herido entró en la Ermita, y
con muchos maullidos parecía que se quejaba a la Virgen y le pedía que
lo sanara. Dióle de comer el siervo de Dios, y habiendo sanado por
beneficio de la Virgen, se quedó como agradecido en la Ermita y la
limpiaba de ratones y otras sabandijas. Y como si tuviera especial
respeto a los pájaros y conejos que acudían a la Ermita, a ninguno de
ellos atacaban hacía daño alguno, como lo hacía con los que andaban
fuera. Pero fue cosa de admiración, que habiendo cazado fuera de la
Ermita un pájaro, luego que el Ermitaño llevado por lástima le dijo,
déjalo por la Virgen, al momento lo soltó sin ofenderle.


Algunas veces vio a la Virgen a la cabecera de los enfermos, que devotamente se encomendaban a ella.


En el año de 1662 por una tempestad furiosa y copiosísimo aguacero, creció bastante el río Zahuapan, asolando muchas casas de los pobres y parecía amenazar la ruina de toda la Ciudad de Tlaxcala.
Entonces Juan Bautista en la Ermita y postrado delante de la Imagen,
con grande fe y confianza dijo: Señora, guarda la casa y al que habita
en ella, y defended la ciudad. Al decir esto se escuchó un gran trueno, y
con él los nublados se dividieron a una y otra parte, el río se
contuvo, salió el sol y se acabó la tempestad.


En dos ocasiones cayeron sobre la Ermita dos rayos en la parte
correspondiente al lugar en que estaba la Imagen y dando sobre el techo
subieron hacia arriba sin penetrar hacia abajo, como quien respetaba la
Imagen de la Virgen. Una vez yendo a Puebla
le salieron al encuentro dos indios salteadores a caballo, y le
pidieron el dinero que llevaba. Respondióles que era pobre y no llevaba
cosa alguna que darles, apeáronse entonces para desnudarlo y llevarse
los vestidos. Invocó con grande fe a la Madre de Dios
de la Defensa, y al punto sonando ruido como de muchos hombres que
venían a caballo, huyeron los salteadores, atribuyendo a Nuestra Señora
de la Defensa el haber escapado de aquel riesgo.


Cuando se resolvió por orden de sus Confesores Juan Bautista a
escribir estos favores de la Virgen, se le apareció un demonio, y
embistiendo contra él, le mordió en la mano derecha con que escribía.
Llamó en su Defensa a la Virgen, y luego lo dejó, pero le quedó la mano
tan envenenada, que por muchos días le pareció que la traía dentro del
fuego. Aplicándose algunas reliquias sanó, pero le quedó lisiada la mano
en la palma, sin duda para recuerdo de lo que a la Santísima Virgen le debía.


Todo lo dicho consta, de lo que el hermano Juan Bautista de Jesús
escribió en el libro de su vida, a que lo obligaron con expreso mandato
siete confesores suyos.


Santuario de Nuestra Señora de la Defensa


Vista panorámica del Santuario de Nuestra Señora de la Defensa.
Cerca de la Ermita donde estuvo Juan Bautista de Jesús, fue
construido el templo en el que se venera a la milagrosa Imagen de
Nuestra Señora de la Defensa.


Se trata de una construcción que data de los siglos XVII y XVIII. Su
fachada hecha a base de loseta octagonal de barro de azulejo presenta un
arco de medio punto como acceso y ventana coral en forma cuadrangular
rematando una moldura semipiramidal. A un costado se encuentra una torre
que luce un arco botarel, y en el remate un adorno piramidal flanqueado en cada esquina con almenas. Del lado derecho, para quien entra al Santuario, se localiza el curato con arcada superior. En la parte posterior destaca una cúpula ochavada con linternilla. El templo conserva aún portada atrial, ya sin muro. La portada está forjada en piedras y jambas, impostas y un arco de medio punto
de cantera aparente y reja de hierro forjado, en la parte inferior hay
una escalera que lleva al atrio. El piso es de mosaico de 20X20, pilastras cuadradas y estípites forjadas en tabique. Las bóvedas presentan lunetos y la cúpula está gajonada. En el altar principal se encuentra una escultura de Nuestra Señora de la Defensa y arriba un Cristo crucificado flanqueado por pilastras pareadas.



Vista frontal del Santuario de Nuestra Señora de la Defensa.

Bibliografía

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