sábado, 23 de abril de 2016

Absceso profundo de cuello

Absceso profundo de cuello






Absceso profundo de cuello

Medicina. Otorrinolalingología. Cuellos. Faringe. Amígdalas. Cuerpo
humano. Enfermedades. Infecciones. Antibióticos. Tratamiento



  • Enviado por:
    Henry Cesar Espezua Loza


  • Idioma:

    castellano


  • País:
    Perú
    Perú


  • 28 páginas














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ABSCESO PROFUNDO DE CUELLO
DEFINICION

Las
infecciones profundas de cuellos fueron en la antigüedad de difícil
tratamiento, donde la mortalidad era alta, eran conocidos “como pus en
el cuello”con la aparición de la gran cantidad de antibióticos esta
mortalidad disminuyo, pero para su mejor manejo se investigo acerca de
su etiología, estas varían de acuerdo al espacio comprometi­do.
Históricamente en la era preantibiótica la causa principal de las
infecciones profundas del cuello aproximadamente el 70%, eran las
infecciones de faringe y amígdalas. En la ac­tualidad, esta cifra es
mucho menor debido a la utilización precoz de antibióticos. Ahora la
principal fuente de las infecciones profundas del cuello son las
infecciones de origen dental, aunque Wright comunicó que en más del 50%
de los casos publicados no se halló una fuente específica de infección:

Puertas de entrada en la pato­genia de las infecciones profundas del cuello son:

  • Infección dental

  • Celulitis o absceso periamigdalino

  • Traumatismo del tracto aerodigestivo superior

  • Linfadenitis retrofaríngea

  • Enfermedad de Pott

  • Sialoadenitis

  • Apicitis de Bezold

  • Quistes y fístulas congénitos

  • Inyección de drogas por vía subcutánea o intravenosa

  • Para
    su mejor entendimiento se requiere un conocimiento de los dis­tintos
    planos aponeuróticos por los que se desplazan las infecciones para
    asegurar el drenaje completo y adecuado.

    CONSIDERACIONES ANATÓMICAS

    Una
    de las principales consideraciones para el diagnóstico y tratamiento de
    las infecciones profundas del cuello es la capacidad de las
    in­fecciones para desplazarse de una región ana­tómica a otra a través
    de los planos o espacios potenciales creados por las distintas
    aponeurosis de la cabeza y el cuello. Esta disposición de múltiples
    fascias de envoltura y la capacidad de la infección de desplazarse a lo
    largo de ellas es de alguna manera única en el cuerpo y la comprensión
    en detalle de su anatomía y de los espacios potenciales que crean es
    esen­cial para el tratamiento efectivo de estas infec­ciones graves.



    Aponeurosis de la cabeza y el cuello

    El
    estudio de las aponeurosis de la cabeza y el cuello ha dado lugar a
    controversia y confu­sión desde su descripción original por Burns en
    1811. La mayoría de los libros de texto de ana­tomía y cirugía tratan el
    tema de paso y con frecuencia, sin exactitud. Existen varias razo­nes
    para su tratamiento inadecuado, incluida la falta de interés pero el
    principal factor es la cantidad de observaciones dispares publicadas en
    la literatura. Grodinsky citando a Malgaigne, observó que "las
    aponeurosis cervicales aparecen de manera nueva bajo la pluma de ca­da
    autor que intenta describirlas". Estas dispa­ridades, cuando se asocian a
    variaciones de la terminología, han originado un gran volumen de
    literatura desordenada. La descripción si­guiente es un intento de
    precisar de forma con­cisa, conceptos bien aceptados respecto a las
    fascias cervicales.

    El cuello puede dividirse en dos partes sepa­radas la primera y más grande es la columna cervical con su musculatura asociada; la parte más pequeña se halla por delante de la columna y se ha denominado el segmento visceral. La
    columna y su musculatura brindan sostén a la cabeza y protección a la
    porción cervical de la médula espinal. La parte visceral del cuello
    con­tiene a todas las vísceras del cuello, vasos, ner­vios y linfáticos.
    La función de las fascias cervi­cales es mantener las estructuras
    viscerales en sus relaciones apropiadas y ofrecer una superficie
    deslizante que permita a los distintos seg­mentos moverse uno respecto
    del otro. Virtualmente todas las infecciones profundas graves del cuello
    se producen en la parte visceral.

    En general se describe que las aponeurosis cervicales están compuestas de una capa superficial y otra profunda.

    APONEUROSIS CERVICAL SUPERFICIAL

    La aponeurosis cervical superficial es una lá­mina de tejido conectivo fibroso que circunda a la cabeza y
    cuello con fijaciones a las aponeu­rosis de hombros, tórax y axila. La
    aponeurosis cervical superficial está relativamente bien de­finida a
    nivel de la parte inferior de la cara y en la parte lateral del cuello,
    mientras que se hace algo más fina hacia adelante. Posteriormente, es
    gruesa y se adhiere a las aponeurosis profun­das. La principal
    estructura contenida dentro de la aponeurosis cervical superficial es el
    múscu­lo platisma (cutáneo del cuello), que se origina de la
    aponeurosis que recubre la musculatura de la parte superior del tórax,
    atraviesa la parte anterolateral del cuello cruza la mandíbula (con
    algunas fibras que se insertan en el hueso) y termina en la cara
    inferior con fibras que se insertan a la piel y se confunden con los
    músculos inferiores de la expresión facial. La iner­vación del músculo
    platisma la hace la rama cervical del nervio facial. La rama marginal
    mandibular del nervio facial se halla justo por debajo de la aponeurosis
    cervical superficial con el músculo platisma encerrado en el espació
    potencial entre la aponeurosis cervical y la aponeurosis cervical
    profunda. Por lo tanto la simple elevación del músculo platisma como en
    los colgajos cervicales estándar no protege­rá al nervio marginal
    mandibular y una parte de la capa superficial de la aponeurosis cervical
    profunda debe replegarse para mantener al nervio marginal fuera de la
    lesión quirúrgica. Este espacio potencial entre la aponeurosis cervical
    superficial y la aponeurosis cervical profunda permite el libre
    movimiento de la piel y del músculo platisma sobre las estructuras más
    profundas del cuello. Este espacio también tie­ne la potencialidad de
    permitir la diseminación de la infección a lo largo de su borde profundo
    aunque muy pocas veces tiene un rol importan­te en las infecciones
    graves del cuello.

    APONEUROSIS CERVICAL PROFUNDA

    La
    aponeurosis cervical profunda es el determinante más importante para la
    diseminación de las infecciones cervicales. Para los propósitos del
    análisis esta aponeuro­sis es generalmente considerada como com­puesta
    de tres secciones:

  • la capa superficial o de envoltura de la aponeurosis cervical pro­funda.

  • la aponeurosis media o visceral.

  • la aponeurosis profunda o prevertebral.

  • Estas distintas aponeurosis con sus tabiques de cone­xión, crean los
    espacios o compartimentos po­tenciales que tienden a dictar el
    desarrollo es de la diseminación de las infecciones cervi­cales.

    Capa superficial de la aponeurosis cervi­cal profunda. Esta
    envuelve por completo el cuello desde el cráneo hasta el tórax. Se la
    ha llamado la madre de las fascias cervicales, ya que todas las
    restantes aponeurosis profundas del cuello se desarrollan como tabiques
    de ella. La capa superficial de la aponeurosis cer­vical profunda se
    extiende desde el ligamento occipital y las apófisis espinosas de la
    columna cervical y se desplaza anteriormente para ence­rrar por completo
    el cuello. Sus fijaciones óseas son, superiormente la protuberancia
    oc­cipital externa, la apófisis mastoidea y el cigoma (después de rodear
    la glándula parótida); anteriormente, la mandíbula y el hueso hioides;
    inferiormente, la escápula, la clavícula y el ma­nubrio del esternón.

    Seguida
    desde su origen en la línea media posterior hacia adelante, la capa
    superficial de la aponeurosis cervical profunda comienza co­mo una capa
    única y al llegar al trapecio se divide para rodear a este músculo y
    luego vuel­ve a unirse en el borde anterior volviendo a ser una capa
    única. Cruza el triángulo posterior co­mo capa única y nuevamente se
    divide para rodear al músculo esternocleidomastoideo, fu­sionándose en
    su borde anterior y continúa ha­cia delante para unirse a la capa
    superficial de la aponeurosis profunda del lado opuesto. Las capas
    superficiales opuestas no se unen en la lí­nea media en una longitud de 1
    a 3 cm. por en­cima del esternón y esto da lugar a un espacio que se
    denomina espacio supraesternal de Burns.

    Anteroinferiormente la
    capa superficial de la aponeurosis cervical profunda se fija a la
    cla­vícula y luego continúa superiormente se divi­de para rodear al
    músculo esternocleidomastoi­deo y se fija en el hueso hioides. Desde
    este hueso, la aponeurosis se dirige hacia arriba hasta el borde
    inferior de la sínfisis mandibular y la parte anterior de las ramas del
    maxilar in­ferior. Además, existen conexiones entre la ca­pa superficial
    de la aponeurosis cervical pro­funda y las vainas del vientre anterior
    del mús­culo digástrico. Debido a esta fijación en la lí­nea media entre
    la capa superficial desde el hueso hioides a la mandíbula con los
    vientres anteriores del músculo digástrico la aponeuro­sis de envoltura
    forma un piso para la región submentoniana, lo que crea un espacio
    submentoniano potencial en la línea media. Más lateralmente la capa
    superficial de la aponeu­rosis cervical profunda se extiende desde el
    cuerno mayor del hueso hioides, se divide para envolver a la glándula
    submandibular y se fija a los dos tercios laterales de la rama
    mandibu­lar. Debe observarse que el borde posterolateral de la glándula
    submandibular se curva anterior y medialmente alrededor del borde
    posterior del músculo milohioideo. Por lo tanto la glán­dula
    submandibular está en contacto con el pi­so de la boca y ofrece una vía
    potencial entre la boca y el cuello. Después de envolver a esta
    glándula, la parte profunda de la cápsula de la glándula submandibular
    se une a las vainas de la capa superficial de la aponeurosis cervical
    profunda de los músculos estilohioideo y vien­tres posteriores del
    digástrico para formar un li­gamento que va desde el ángulo posterior de
    la mandíbula a la apófisis estiloide, el cual se co­noce como ligamento
    estilomandibular. Des­pués de dividirse para rodear a la glándula
    sub­mandibular las dos capas de la aponeurosis de envoltura se unen,
    otra vez, superiormente con fijaciones a la mandíbula. Además una hoja
    continúa hacia arriba, hasta el extremo de la glándula parótida en cuyo
    punto se divide en las capas superficial y profunda de envoltura de esta
    última glándula. La capa superficial de es­ta división se convierte en
    la cápsula de la glándula parótida y se menciona comúnmente como la
    aponeurosis parotidomasetérica. Ésta es una capa gruesa y resistente que
    se adhiere firmemente a la parótida y envuelve al músculo masetero. La
    aponeurosis parotidomasetérica termina superiormente mediante su
    fijación al borde inferior del cigoma. En este punto una prolongación de
    la aponeurosis se extiende ha­cia arriba como la capa externa de la
    aponeuro­sis del músculo temporal. Esta capa luego fina­liza en el
    margen lateral de la órbita y la línea temporal del cráneo. La capa
    posterior o pro­funda de la aponeurosis parotidomasetérica for­ma la
    cápsula profunda de la glándula parótida. Esta capa más profunda
    continúa anteriormente para cubrir a los músculos pterigoideos y luego
    se desplaza anteriormente a la mandíbula para fusionarse con la capa
    superficial. Esta envol­tura aponeurótica de la mandíbula con la
    glán­dula parótida y el músculo masetero lateral­mente y la glándula
    parótida profunda y los músculos pterigoideos medialmente crea dos
    espacios potenciales conocidos como los espa­cios parotídeo y
    masticatorio.

    Aponeurosis media o visceral de la apo­neurosis cervical profunda. Se
    forma a partir de extensiones de la capa superficial de la apo­neurosis
    cervical profunda y envuelve a las vísceras del cuello: faringe,
    esófago, laringe, trá­quea y glándula tiroides. Además, la aponeuro­sis
    visceral encierra a los músculos rectos que unen el hueso hioides con el
    cartílago tiroides y a las estructuras neurovasculares asociadas con la
    arteria carótida. La aponeurosis visceral se origina de la aponeurosis
    de envoltura en la su­perficie profunda del músculo
    esternocleido­mastoideo. Inicialmente, los numerosos tabi­ques son
    delgados e insustanciales pero se en­gruesan a medida que se acercan a
    las estructu­ras que envuelven. Este gran espacio encerrado por la
    aponeurosis visceral es importante a cau­sa de la comunicación potencial
    para las infec­ciones a partir de la boca, faringe, esófago, laringe o
    tráquea con el mediastino.

    La capa visceral de la aponeurosis
    cervical profunda tiene a su vez que ser dividida en tres capas: la
    aponeurosis cervical media, que envuelve a los músculos rectos, la
    cervical visceral y la vaina de la carótida.

    La aponeurosis cervical visceral de la apo­neurosis cervical profunda. Ésta
    forma la cápsula de la glándula tiroides y envuelve a faringe, esófago,
    laringe y tráquea. Luego se continúa con sus equivalentes que cubren la
    tráquea y el esófago en el mediastino. Supe­riormente se fija a la base
    del cráneo al músculo constrictor superior de la faringe a la
    aponeurosis faríngea, la mandíbula y al rafe pterigomandibular. Dentro
    de este segmento aponeurótico también está encerrada la glándula
    tiroides.

    La aponeurosis bucofaríngea es la parte de la
    aponeurosis cervical visceral que cubre a los músculos constrictores de
    la faringe y al músculo buccinador, se extiende desde la base del cráneo
    hasta aproximadamente el nivel del cartílago cricoides.

    VAINA CAROTÍDEA

    La
    vaina carotidea es una condensación circular de tejido conectivo que
    corre verticalmente en el cuello extendiéndose desde la base del cráneo
    hasta la clavícula. Se forma con contribuciones de las envolturas
    aponeuróticas del músculo esternocleidomastoideo, músculos rectos y
    aponeurosis prevertebral. Dentro de la vaina están contenidas la arteria
    carótida, el nervio vago, la vena yugular interna y la cade­na cervical
    simpática posterior a la arteria caró­tida. Estas estructuras
    individuales están en­vueltas por sus propias vainas dentro de la vai­na
    principal de la carótida. Sin embargo, sólo la vaina carotidea tiene
    una envoltura con sepa­ración definida del tejido conectivo. A nivel de
    la clavícula, la vaina carotidea se fusiona con la envoltura de los
    grandes vasos en la base del cuello y el pericardio. Por consiguiente,
    la vai­na carotidea es uno de los principales pasos pa­ra la
    diseminación de la infección desde el cue­llo hacia el tórax o
    mediastino.

    APONEUROSIS CERVICAL PROFUNDA O APONEUROSIS PREVERTEBRAL

    La
    aponeurosis prevertebral se halla por delante de los cuerpos
    vertebrales y cubre los músculos paraespinales (músculos largo del
    cuello, largo de la cabeza, escalenos) lateralmente. Se extiende
    lateralmente a los ex­tremos de las apófisis transversas de las
    vérte­bras cervicales. Por delante de la aponeurosis prevertebral se
    encuentran las siguientes es­tructuras: vaina carotidea y sus
    contenidos; fa­ringe, hipofaringe y esófago; el complejo laringotraqueal
    y los músculos rectos; los músculos trapecio, esternocleidomastoideo y
    estiloides y el nervio frénico.

    Espacios potenciales del cuello

    Existen
    dos tipos de planos aponeuróticos en el cuello los asociados con
    músculos y los que envuelven vísceras y vasos. Los planos apo­neuróticos
    musculares siempre terminan con la inserción en un hueso y por lo tanto
    limitan la progresión de la infección. Por el contrario las aponeurosis
    asociadas a vísceras y vasos per­miten con mucha mayor facilidad el
    pasaje de la infección de una región a otra y están asocia­das con las
    infecciones más graves. Se han descrito y designado con una variedad de
    tér­minos confusos numerosos espacios potencia­les dentro de la cabeza y
    cuello. Como la ma­yor parte de los espacios importantes están
    aso­ciados a vísceras, serán los que se considerarán con más atención en
    esta discusión.

    ESPACIO FARÍNGEO LATERAL O PARAFARÍNGEO

    El
    espacio faríngeo lateral también se ha denominado espacio
    faringomaxilar. Consiste en tejido conectivo la­xo lateral a la
    aponeurosis que cubre a los músculos constrictores de la faringe
    (aponeuro­sis bucofaríngea) pero medial a los músculos pterigoideos, la
    mandíbula y la vaina carotídea. El espacio faríngeo lateral se extiende
    su­periormente, hacia la base del cráneo e inferiormente finaliza a
    nivel del hueso hioides de­bido a que la envoltura de la glándula
    submandibular se une a las envolturas del músculo estilohioideo y
    vientre posterior del músculo digástrico. La pared posterolateral del
    espacio fa­ríngeo lateral contiene la parte medial de la vaina carotídea
    posteromedialmente existe una comunicación potencial con el espacio
    retrofaríngeo anteroinferiormente el espacio fa­ríngeo lateral se
    comunica con los espacios asociados con el piso de la boca. La pared
    me­dial del espacio faríngeo lateral está formada por la aponeurosis
    bucofaríngea que se halla sobre los músculos constrictores que rodean la
    fosa tonsilar. Debido a su localización central y múltiples conexiones,
    el espacio faríngeo la­teral no sólo es el espacio involucrado con
    ma­yor frecuencia en las infecciones graves de ca­beza y cuello sino que
    también permite el acce­so más fácil para el progreso de las
    infecciones de una región a otra principalmente a la vaina carotídea o
    espacio retrofaríngeo. Las vías más comunes por las cuales se infecta el
    espacio fa­ríngeo lateral son las conexiones linguales y los linfáticos
    infecciones de la glándula submandibular infecciones de los espacios
    masticatorio o parotídeo y diseminación desde abscesos peritonsilares.

    .

    ESPACIO SUBMANDIBULAR

    El
    espacio submandibular está en realidad compuesto de dos espacios
    separados parcialmente por el músculo milohioideo. El espacio por debajo
    del músculo milohioideo se denomina espacio submaxilar y a veces se con­sidera que tiene una subunidad anterior deno­minada espacio submentoniano, la
    cual está li­mitada lateralmente por el vientre anterior del músculo
    digástrico superiormente por la man­díbula e inferiormente por el hueso
    hioides. Por lo tanto, la infección puede extenderse desde la parte
    principal del espacio submaxilar al espa­cio submentoniano y desde allí
    al lado opuesto. El espacio ubicado sobre el músculo milohioi­deo se
    denomina espacio sublingual y consiste de tejido conectivo laxo
    que rodea la lengua y glándula sublingual y nuevamente este espa­cio
    comunica con facilidad con su equivalente del lado opuesto.

    El
    espacio submandibular como un todo está limitado por la mucosa oral y la
    lengua supe­rior y medialmente la mandíbula por arriba la capa
    superficial de la aponeurosis cervical pro­funda con su fuerte fijación a
    la mandíbula y hueso hioides lateralmente y el hueso hioides
    inferiormente. El espacio submandibular o uno de sus componentes, es
    quizás el espacio invo­lucrado con más frecuencia en las infecciones
    primarias importantes de cabeza y cuello. Las infecciones pueden
    originarse en lesiones del piso de la boca sialoadenitis de las
    glándulas sublingual o submandibular o de infecciones de las raíces de
    los dientes mandibulares.

    Una vez que la infección ha ingresado
    al es­pacio submandibular existe una fácil comuni­cación con las
    subunidades submaxilar y su­blingual a través del espacio entre los
    músculos milohioideo y genihioideo llamado hendidura milohioidea.
    También atraviesan la hendidura milohioidea el conducto de Wharton, el
    nervio lingual, el nervio hipogloso, una rama de la ar­teria facial y
    múltiples linfáticos. Además, exis­te una libre comunicación a través de
    la línea media con los espacios sublingual y submaxi­lar. La angina de
    Ludwig es una celulitis de rá­pida diseminación que usualmente comienza
    en el espacio submaxilar a partir de un molar in­fectado y luego se
    extiende rápidamente para involucrar el espacio sublingual por lo
    general en forma bilateral. Como la mandíbula y la ca­pa superficial de
    la aponeurosis cervical profun­da constituyen barreras relativamente
    infran­queables superior y lateralmente la lengua es desplazada hacia
    arriba y atrás provocando la obstrucción aérea grave asociada a esta
    entidad.

    Las infecciones del espacio submandibular tam­bién
    pueden extenderse posteriormente hacia la vaina carotídea o el espacio
    retrofaríngeo o ambos al atravesar el espacio faríngeo lateral.

    ESPACIO MASTICATORIO

    El
    espacio masticatorio está formado por la división de la capa
    superficial de la aponeurosis cervical profunda que encierra la
    mandíbula y los músculos principales de la masticación. Las dos hojas de
    la aponeurosis encierran un espacio que contiene al músculo masetero,
    los músculos pterigoideos medial y lateral la rama y la parte posterior
    del cuerpo de la mandíbula y la inserción tendinosa del músculo
    temporal. El espacio masticatorio está limitado en sus bordes por
    fijaciones de la aponeurosis cervical al cigoma mandíbula músculos
    pterigoideos y base de cráneo siendo la ex­cepción a nivel superomedial
    en cuyo punto se mímica con el espacio temporal medial al ar­co
    cigomático. Por lo tanto las infecciones pueden comunicar libremente
    entre los espa­cios masticatorio y temporal. La causa más co­mún de
    infección dentro del espacio masticatorio es a partir de abscesos del
    tercer molar.

    ESPACIO RETROFARÍNGEO

    El
    espacio retrofaríngeo se halla entre la capa profunda de la aponeurosis
    cervical profunda (aponeurosis prevertebral) y la aponeurosis
    bucofaríngea, que cubre a los músculos constrictores de la faringe
    superiormente y la aponeurosis que cubre el esófago inferiormente. Ha
    surgido alguna con­fusión con respecto a este espacio a causa de la
    presencia de una parte auxiliar de la aponeuro­sis cervical profunda
    denominada capa alar. Esta capa alar de la aponeurosis cervical
    pro­funda se extiende desde la base del cráneo has­ta aproximadamente la
    segunda vértebra torá­cica en cuyo punto se fusiona con la envoltura
    del esófago. La parte más importante de la apo­neurosis cervical
    profunda es la aponeurosis prevertebral que se halla sobre las vértebras
    y los músculos paraespinales y corre desde la ba­se del cráneo hasta el
    diafragma. Por consi­guiente existen dos espacios potenciales den­tro
    del espacio retrofaríngeo y se los describe con distintas terminologías.
    El primer espacio se encuentra entre la aponeurosis que cubre la
    faringe y el esófago y la capa alar de la aponeu­rosis cervical
    profunda. Éste se denomina co­múnmente espacio retrofaríngeo o
    retrovisceral. Como se mencionó este espacio finaliza aproximadamente en
    la segunda vértebra torá­cica con la fusión de la aponeurosis alar a la
    esofágica. Este es el espacio involucrado con mayor frecuencia en los
    abscesos retrofaríngeos. Por detrás de la aponeurosis alar, pero por
    delante de la aponeurosis prevertebral está el espacio peligroso (así
    llamado por Grodinsky) o espacio prevertebral. Aunque es me­nos
    involucrado que el espacio retrofaríngeo ofrece la oportunidad para una
    diseminación mucho más amplia de la infección ya que el es­pacio se
    extiende hasta nivel del diafragma y de ese modo puede permitir en mucha
    mayor medida la propagación de las infecciones al mediastino. El
    espacio peligroso se comprome­te con mayor frecuencia ante la ruptura de
    los abscesos retrofaríngeos hacia atrás con la ex­tensión posterior a
    mediastino.

    El espacio retrofaríngeo es rápidamente in­vadido por
    la progresión de las infecciones des­de el espacio faríngeo lateral,
    espacio mastica­torio y espacio parotídeo (a través del espacio faríngeo
    lateral) o por infecciones primarias a partir de ganglios linfáticos
    abscedados o per­foraciones secundarias a cuerpos extraños o endoscopia.
    Se ha estimado que el 71 % de las in­fecciones de cabeza y cuello
    comprometen el mediastino por diseminación desde el espacio
    retrofaríngeo o los espacios peligrosos o ambos. Por lo tanto el espacio
    retrofaríngeo es una de las principales vías de diseminación de las
    infecciones de cabeza y cuello al mediastino.

    ESPACIO PAROTÍDEO

    El
    espacio parotídeo se en­cuentra entre las cápsulas superficial y
    profun­da de la glándula parótida que están formadas por la división de
    la capa superficial de la aponeurosis cervical profunda. La cápsula
    superfi­cial es bastante gruesa y fuerte y está íntima­mente adherida a
    la glándula que cubre. Ade­más existen múltiples tabiques que corren
    des­de la cápsula lateral hacia dentro de la glándula misma lo que
    determina numerosos comparti­mentos intraglandulares. La cápsula medial
    de la glándula parótida es bastante delgada y ter­mina en el espacio
    faríngeo lateral. Las infec­ciones intraparotídeas no tienden a
    atravesar la cápsula lateral por el contrario lo hacen medialmente por
    el fácil acceso al espacio farín­geo lateral. Desde el espacio faríngeo
    lateral la infección puede progresar al espacio retrofarín­geo o vaina
    carotídea y desde ahí al mediasti­no. Ésta es una de las complicaciones
    más te­mibles de la parotiditis supurada.

    ETIOLOGÍA Y PATOGENIA

    DE LAS INFECCIONES PROFUNDAS

    DEL CUELLO

    .Las
    puertas de entrada son múltiples y se co­mentarán por separado para
    promover la comprensión de las vías posibles de propagación dentro del
    cuello y la fisiopatología involucrada. La comprensión de los proce­sos y
    vías comprometidas en el origen de las infecciones profundas de cuello
    nos capacita para una mejor anticipación y reconocimiento de las
    complicaciones potenciales y también facilitará la formulación de un
    plan de trata­miento lógico.

    Como se destacó las infecciones de
    origen dental son la principal fuente de infecciones profundas del
    cuello en la era moderna. La pro­pagación de una infección dental puede
    ocasio­nar el compromiso de los espacios sublingual y submaxilar con la
    resultante angina de Ludwig; el compromiso del espacio masticatorio con
    la posible propagación subsiguiente al es­pacio faríngeo lateral o fosa
    infratemporal. La extensión posterior a la vaina carotídea o espa­cio
    retrofaríngeo puede provocar la propaga­ción mediastinal. Estas
    infecciones en general son de flora mixta e incluyen estreptococos alfa y
    beta, Staphylococcus, Peptostreptococcus, Fusobacterium nucleatum, Bacteroides mela-nogenicus, B. oralis, Veillonella, Actynomkes, Spirochaeta y más recientemente, Elkenella corrodens.

    La
    propagación de las infecciones amigdalinas y periamigdalinas aunque
    menos frecuen­tes en la actualidad que en la era preantibiótica es
    todavía una de las causas más comunes de infección profunda del cuello.
    El absceso o ce­lulitis periamigdalina es habitual, por lo gene­ral, de
    origen estreptocócico y puede penetrar directamente la aponeurosis
    bucofaríngea o ex­tenderse por tromboflebitis retrógrada para
    in­volucrar el espacio faríngeo lateral. La vaina carotídea que
    atraviesa el espacio faríngeo la­teral que tiene forma de cono por su
    vértice, puede comprometerse y ofrecer una vía peli­grosa para la
    propagación de la infección al mediastino. Mosher llamó a esta vía de
    infec­ción potencial la "carretera Lincoln" del cue­llo.1 A lo mejor de
    igual importancia en la pa­togenia de la invasión mediastínica a partir
    de infección del espacio faríngeo lateral es la débil anión posterior de
    la aponeurosis entre los espacios faríngeo lateral y retrofaríngeo.
    Esta unión débil se supera con rapidez y permite una propagación
    relativamente fácil desde el espacio faríngeo lateral al espacio
    retrofaríngeo luego al mediastino.

    El traumatismo del tracto
    aerodigestivo su­perior por lesiones contusas o penetrantes o
    ia-trogénicas no es una causa infrecuente de in­fección profunda del
    cuello. Los espacios com­prometidos están en relación directa con la
    re­gión traumatizada, siendo los más comunes los espacios faríngeo
    lateral y retrofaríngeo. Los ganglios linfáticos retrofaríngeos están
    distribuidos en dos cadenas a cada lado de la lí­nea media y drenan
    nariz y senos paranasales, faringe, oído medio, trompa de Eustaquio,
    músculos adyacentes y hueso. Estos ganglios se hallan en gran cantidad
    en los niños y pue­den sufrir abscedación secundaria y drenar en el
    sitio primario de infección. Estos ganglios abscedados pueden luego
    determinar un absceso retrofaríngeo. Alguna vez se creyó que esto i tra
    esencialmente una enfermedad de la infan­cia, pero evidencia más
    reciente sugiere que los abscesos retrofaríngeos pueden ocurrir en los
    adultos con más frecuencia de lo que antes se pensaba, en especial en
    pacientes con sistemas inmunes comprometidos. Los organismos más
    implicados son Streptococcus pyogenes ,staphylococcus oralis y
    bacterias anaerobias, pero varios estudios enfatizan la naturaleza
    polimicrobiana de estas infecciones. Los abscesos del espacio
    retrofaríngeo pueden romper se a través de la aponeurosis alar y
    comprome­ter el espacio prevertebral y así llegar con facilidad al
    mediastino.

    El espacio prevertebral puede comprometer­se en forma
    primaria a partir de infección o ne­crosis de un cuerpo vertebral. Esto
    suele ser consecuencia de la enfermedad de Pott por tu­berculosis y
    clásicamente se presenta en la lí­nea media por disrupción de la
    aponeurosis prevertebral.

    La sialoadenitis usualmente estafiloco o
    estreptocócica, puede ser origen de la infección cervical. El proceso
    supurativo que involucra a la glándula submaxilar puede extenderse para
    comprometer el espacio submandibular y desde ahí, el espacio faríngeo
    lateral. De manera similar, la parotiditis puede propagarse para
    involucrar el espacio masticatorio o faríngeo la­teral, siendo este
    último de particular importan­cia a causa de la aponeurosis delgada que
    cubre la parte posteroinferior del lóbulo profundo de la glándula
    parótida.

    El hueso temporal es una puerta de entrada con
    frecuencia olvidada, al espacio faríngeo la­teral. Además del bien
    descrito absceso de Bezold que en general se origina de una infección en
    las células cercanas a la apófisis mastoidea la infección que involucra
    a la pirámide petrosa puede secundariamente alcanzar el cuello a
    tra­vés del espacio faríngeo lateral. Aunque infre­cuente debe tenerse
    en cuenta esta vía poten­cial de propagación cuando los pacientes
    exhi­ben signos de apicitis petrosa.

    Las infecciones de los
    quistes y fístulas congénitos también pueden derivar en infecciones
    profundas de cuello si el proceso inflamatorio se extiende alrededor de
    los compartimentos aponeuróticos. Las anomalías de la vía digesti­va
    alta quistes broncogénicos, quistes tiroi­deos, laringoceles, quistes
    del conducto tirogloso y anomalías del arco branquial pueden ser
    consideradas como fuentes potenciales de in­fección profunda del cuello.
    Además hay que recordar que algunas de estas anomalías invo­lucran
    principalmente al mediastino, y el com­promiso del cuello puede ser
    secundario. Los quistes congenitos ocultos probablemente sean la causa
    de más infecciones profundas del cue­llo de lo que se suele reconocer.

    Recientemente,
    han aparecido más y más pu­blicaciones sobre infecciones profundas de
    cuello a partir de inyección de drogas ilícitas. Estas infecciones en
    general se presentan en la región supraclavicular y pueden resultar en
    in­fección de la vaina carotídea con posible pro­pagación mediastínica.
    Los microorganismos implicados con más frecuencia son Staphylococcus aureus y
    estreptococos beta hemolít-cos. Además hay que recordar la posibilidad
    de lesión de la arteria carótida o de la arteria in­nominada con la
    formación coincidente de un seudoaneurisma y obtener el estudio
    radiológi­co apropiado si se contempla el drenaje.

    Finalmente se
    debe recordar que la supura­ción de los linfáticos cervicales profundos y
    la consecuente infección profunda del cuello pue­de existir sin la
    identificación de una fuente de origen obvia.

    MANIFESTACIONES CLÍNICAS

    La
    presentación clínica de las infecciones profundas del cuello depende
    del espacio invo­lucrado y se discutirán en profundidad luego en la
    sección que detalla las infecciones en es­pacios cervicales específicos;
    sin embargo, hay que tener en cuenta algunas consideraciones generales.
    Los síntomas que se presentan regu­larmente en las infecciones
    profundas de cuello son:

  • Dolor,

  • Fiebre

  • Limitación de la movilidad mandibular y cervical.

  • El dolor
    es casi un hallazgo constante en las infecciones profundas de cuello y
    suele dar una buena idea respecto de la fuente primaria de in­fección y
    además puede utilizarse como indi­cador de extensión o resolución del
    proceso in­feccioso. La principal excepción del valor pro­nóstico del
    dolor en las infecciones profundas del cuello es el caso del absceso
    retrofaríngeo en niños. En esta circunstancia, el comienzo de un absceso
    puede ser bastante insidioso siendo los únicos signos precoces de esta
    infección potencialmente grave irritabilidad, disminu­ción del apetito y
    fiebre leve.

    La fiebre también es un hallazgo constante
    en las infecciones profundas del cuello siendo el caso típico un pico de
    temperatura inicial, luego del cual la temperatura continúa elevada.
    Los picos de temperatura a menudo indican episodios de septicemia y
    deben preocupar con respecto a la posibilidad de tromboflebitis sép­tica
    de la vena yugular interna o extensión mediastinal.

    Usualmente
    están presentes trismus y limita­ción de la movilidad cervical y se
    acompañan de grados variables de tumefacción. En algunos casos esta
    tumefacción puede progresar hasta un edema blando. Debido al hecho de
    que estas infecciones involucran espacios profundos del cuello, es raro
    encontrar áreas definidas de fluctuación siendo la excepción posible el
    es­pacio mandibular. La magnitud de trismus y tu­mefacción variará, por
    supuesto, según el sitio involucrado. Por ejemplo con el compromiso del
    espacio masticatorio la tumefacción exter­na en cuello puede ser mínima
    pero existe trismus significativo. Al contrario un absceso
    re­trofaríngeo puede ocasionar mínimo o ningún trismus y nada de
    tumefacción externa pero se asocia usualmente con limitación marcada de
    la movilidad del cuello.

    Otros síntomas a los cuales deben estar
    aler­tas los médicos incluyen aquellos de disfagia y odinofagia
    progresivas, cambios de voz y dis­nea. Los cambios en la voz pueden ser
    bien evidentes en el compromiso de los espacios fa­ríngeo lateral y
    retrofaríngeo con la producción de la llamada voz de papa caliente.
    Puede exis­tir disnea por estrechez de la vía aérea por la lengua
    inflamada en la angina de Ludwig o por tumefacción faríngea en los
    abscesos de los es­pacios faríngeo lateral y retrofaríngeo. La dis­nea
    es un hallazgo tardío que indica obstruc­ción inminente de la vía aérea y
    deben tomarse medidas para asegurar la permeabilidad inme­diata de la
    misma. Finalmente la propagación mediastinal se manifiesta por dolor
    torácico, disnea grave y evidencia radiográfica de un mediastino
    ensanchado.

    Posibles complicaciones de las infecciones profundas del cuello

    Hemorragia a partir de necrosis de la pared de la carótida-oral o auricular

    Trombosis de la vena yugular interna con tromboflebitis séptica

    Empiema

    Mediastinitis

    Asfixia,
    secundaria a inflamación del piso de la boca y len­gua o estrechez de
    la vía aérea a partir de la inflamación de los espacios faríngeo lateral
    o retrofaríngeo

    Defectos de los nervios craneanos IX, X, XI, XIII, síndro­me de Horner

    ESTUDIO GENERAL

    En
    el estudio de los pacientes con infeccio­nes cervicales profundas son
    necesarios una historia cuidadosa y un examen físico comple­to. La
    historia puede ser invalorable para obtener información que lleve a
    descubrir una puer­ta de entrada no sospechada previamente. Del mismo
    modo un examen físico cuidadoso es esencial para determinar la puerta de
    entrada y el espacio o espacios cervicales involucrados y para alertar
    respecto al desarrollo de complica­ciones. Esto es especialmente
    importante con los niños de quienes no se puede obtener una historia
    confiable.

    El examen de laboratorio inicial debe consis­tir en un
    recuento sanguíneo completo con fór­mula leucocitaria velocidad de
    eritrosedimentación, niveles de electrolitos en suero, calcemia,
    parámetros de coagulación y hemocultivos, si hay evidencia de sepsis.
    Deben obtener­se cultivos con coloración de Gram de cual­quier fuente
    sospechosa de infección. El exa­men radiográfico tendrá que adecuarse a
    cada paciente individual para incluir las áreas afecta­das. Las
    radiografías laterales de cuello son úti­les para demostrar compresión
    de la vía aérea por infecciones del piso de la boca (angina de Ludwig) o
    abscesos retro faríngeos, además de demostrar la presencia de aire.
    También pue­den mostrar un espacio retrofaríngeo ensancha­do lo que es
    sugestivo de formación de absce­sos o celulitis. Las técnicas no
    invasivas como la TC y más recientemente la resonancia mag­nética (RM)
    han probado ser de bastante ayu­da para delimitar el sitio y la
    extensión de la in­fección y para diferenciar celulitis de absce­sos.
    Cuando se realiza una TC la utiliza­ción de medio de contraste permite
    determinar la relación del proceso infeccioso con la vasculatura
    cervical y además puede demostrar si la vena yugular interna está
    permeable o no. Hay que considerar la arteriografía en pacientes con
    infecciones cervicales profundas causadas por inyección de drogas en la
    base del cuello para excluir la presencia de un seudoaneurisma
    se­cundario a la lesión de la arteria innominada o de la carótida.

    INFECCIONES CERVICALES PROFUNDAS ESPECÍFICAS

    Angina de Ludwig

    La
    enfermedad denominada angina de Lud­wig fue descrita formalmente en
    1836 por Wilhelm Frierich von Ludwig cuando publicó sobre cinco
    pacientes que desarrollaron una infección rápidamente progresiva de
    tejidos blandos que comprometía el espacio submandíbular y el piso de la
    boca. Varios de estos pacientes fallecieron por asfixia debida a
    obs­trucción aguda de las vías aéreas. Aunque su descripción original
    describía con exactitud el proceso de la enfermedad y los hallazgos
    relevantes consideró erróneamente que estaba ante una nueva forma de
    inflamación cervical que era infecciosa y que aparecía de manera
    epidémica. La angina de Ludwig con su po­tencialidad de obstrucción de
    la vía aérea ha sido probablemente conocida desde la Anti­güedad con
    referencias de Hipócrates, Gale­no, Caelius y otros con una variedad de
    térmi­nos como cynanche, carbunculus gangraenosus, morbus strangulatorius y angina maligna

    ANATOMÍA

    La
    angina de Ludwig es una infección del espacio submandibular. Como se
    describió previamente el espa­cio submandibular está compuesto de dos
    espa­cios el espacio sublingual y el espacio submaxilar. Los espacios
    sublingual y submaxilar es­tán separados por el músculo milohioideo y
    es­tán conectados a través de la hendidura milo­hioidea (que contiene la
    cola de la glándula submandibular, conducto de Wharton, nervio lingual,
    nervio hipogloso, linfáticos y varias ar­terias y venas). El piso del
    espacio submandi­bular está formado por la capa superficial de la
    aponeurosis cervical profunda que va desde el hueso hioides hasta la
    mandíbula. Existe una comunicación fácil a través de la línea media con
    los espacios sublingual o submaxilar opuestos.

    Como se verá la
    mayoría de los casos de an­gina de Ludwig son de origen dental con el
    de­sarrollo de una infección submaxilar que luego progresa para
    involucrar el espacio sublingual. Crucial para este proceso es la
    relación de la dentición mandibular a la fijación del músculo
    milohioideo a lo largo de la cresta milohioidea. Los dientes anteriores y
    los primeros molares regularmente se fijan por arriba de la inserción
    del milohioideo y la infección originada en es­tas raíces dentarias
    comúnmente resulta en un absceso sublingual bastante limitado. Las
    raí­ces de los molares segundo y tercero normal­mente están por debajo
    de la cresta milohioidea y la infección que aparece sobre la superficie
    lingual entrará al espacio submaxilar. Además es importante reconocer
    que las raíces de los dientes anteriores y la del primer molar están
    próximas a la superficie mandibular lateral mientras que las raíces de
    los molares segundo y tercero se acercan a la superficie lingual de la
    mandíbula.

    DEFINICIÓN

    Desde la descripción
    original de Ludwig, una variedad de trastornos inflamatorios
    rela­cionados con el piso de la boca se han rotulado como angina de
    Ludwig pero en realidad muchas deberían llamarse con más propiedad seudoangina de Ludwig. Estas
    seudoanginas de Ludwig son infecciones más limitadas que involucran
    sólo el espacio sublin­gual, los ganglios linfáticos submandibulares, la
    glándula submandibular o el espacio submentoniano o son abscesos que
    abarcan uno o más de estos espacios. La descripción original de Ludwig
    fue la de una enfermedad que era una "induración gangrenosa de los
    tejidos co­nectivos del cuello que avanza para involucrar los tejidos
    que cubren los músculos pequeños entre la laringe y el piso de la boca".
    Existe consenso general en la literatura acerca de que para calificar
    una angina de Ludwig verdadera deben estar presentes las siguientes
    característi­cas:

    1) celulitis extendida sin tendencia especí­fica a formar abscesos-

    2) compromiso de los espacios sublingual y submaxilar, por lo gene­ral, bilateral.

    3) propagación por extensión di­recta a lo largo de los planos aponeuróticos y no por vía linfática.

    4) compromiso de los mús­culos y aponeurosis pero no de la glándula sub­mandibular o de los ganglios linfáticos.

    5) ori­gen en la región del espacio submaxilar con progresión al espacio sublingual y piso de la boca.

    ETIOLOGÍA

    La
    angina de Ludwig se presenta con más frecuencia en los adultos jóvenes
    con enferme­dad periodontal. Primeramente la angina de Ludwig se
    atribuyó a una fuente infecciosa con aparición epidémica. Sin embargo en
    la actua­lidad parece que las presentaciones publicadas de brotes de
    angina de Ludwig probablemente son el resultado de seudoanginas de
    Ludwig se­cundarias a linfoadenitis supurada en casos de escarlatina,
    difteria o sarampión. Tschiassny en una extensa revisión de la
    literatura y deta­llados estudios anatómicos demostró que la mayoría de
    los casos de angina de Ludwig eran el resultado de abscesos de los
    molares segun­do y tercero con penetración de la celulitis den­tro del
    espacio submaxilar por debajo de la cresta milohioidea. Halló que la
    causa dental era responsable del 75 a 80% de los casos, se­guida de la
    lesión por penetración del piso de la boca (herida de arma blanca,
    herida de arma de fuego, coz de caballo, etc.), siendo la fractura de
    mandíbula la responsable en el resto de los casos. Es interesante
    destacar que la extracción de un molar enfermo muchas veces iniciará la
    infección y Tschiassny especuló que la inyec­ción del anestésico local
    puede sembrar el es­pacio submandibular. Patterson observó que el 85% de
    sus casos estaban relacionados con una condición dental patológica, y
    que el 40% si­guió a la extracción del molar enfermo.10 Los casos
    restantes eran en niños menores de 3 años en quienes no pudo demostrarse
    una causa clara.

    Criterios para el diagnóstico de la angina de Ludwig

    • Celulitis rápidamente progresiva; no un absceso
    • Desarrollo a lo largo de los planos aponeuróticos con propagación directa; no implica diseminación linfática
    • No involucra a la glándula submandibular ni a los ganglios linfáticos
    • Compromete tanto el espacio sublingual como el submaxi­lar y suele ser bilatera
    CARACTERÍSTICAS MICROBIOLOGÍAS

    Dado
    que la mayoría de los casos de angina de Ludwig están relacionados con
    una causa odontológica no es sorprendente que los culti­vos bacterianos
    reflejen la flora oral. La recopi­lación de datos bacteriológicos
    exactos ha sido complicada por el hecho de que casi todos los pacientes
    habían recibido varias dosis de anti­bióticos antes del momento en que
    se realizó el tratamiento quirúrgico y por la circunstancia adicional de
    que una cantidad de infecciones se resolvieron con el tratamiento
    conservador y sin drenaje quirúrgico y por ese motivo no se obtuvo
    muestra. Está claro que estas infeccio­nes son casi siempre el resultado
    de flora mix­ta que involucra tanto a aerobios como anaero­bios. Los
    aerobios comunicados con mayor fre­cuencia son estreptococos alfa
    hemolíticos se­guidos de Staphylococcus. Los datos sobre los
    cultivos para anaerobios son más difíciles de interpretar debido a la
    presencia de tratamiento antibiótico previo y a la dificultad para el
    culti­vo de estos organismos. La flora oral típica contiene Peptostreptococcus, Peptococcus, Fu-sobacterium nucleatum, Bacteroides melan-genicus, B. oralis, Veillonella y Spirochaeta.l<> Ésta
    combinación de organismos aerobios y anaerobios da lugar al surgimiento
    de un efecto sinérgico causado por la producción de endotoxinas como
    colagenasa, hialuronidasa y protea-sas, la combinación de las cuales
    promueve una rápida progresión de la infección con las características
    clínicas de necrosis tisular, tromboflebitis local, olor pútrido y
    formación de gas. Como regla, los organismos gramne-gativos no tienen un
    rol significativo en la an­gina de Ludwig, aunque se ha comunicado la
    detección de Haemophilus influenza, Escherichia coli y Pseudomonas.

    CARACTERÍSTICAS CLÍNICAS

    El
    cuadro clínico de la angina de Ludwig es típicamente el de un hombre
    joven con mala dentición que presenta una historia de dolor y
    tumefacción oral o cervical creciente. Con fre­cuencia los síntomas del
    paciente son unilate­rales pero pronto progresan para comprometer a
    ambos lados. A medida que la infección avanza existe edema e induración
    de la región perimandibular externa y del piso de la boca. Los tejidos
    blandos del piso de la boca se infla­man en forma muy importante y a
    consecuen­cia de la infranqueabilidad relativa de la capa superficial de
    la aponeurosis cervical profunda y la mandíbula, la progresión se hace
    en direc­ción superoposterior. Esta expansión tiene el efecto de
    desplazar la lengua hacia atrás y arri­ba con aproximación al velo del
    paladar. Se produce una rigidez cervical creciente, trismus, odinofagia y
    a veces babeo. La temperatura está elevada en el rango de 37,5 a 39°C y
    no es infrecuente que sea de 40°C. A medida que progresa la
    inflamación, se produce una creciente estrechez de la vía aérea y el
    paciente adopta una postura erecta con taquipnea. La disnea y el
    estridor señalan peligro inminente de obstrucción de la vía aérea. Esta
    es en ver­dad una situación desesperante porque la visualización de la
    laringe por las técnicas conven­cionales es imposible y los intentos de
    intuba­ción pueden en realidad precipitar la obstrucción respiratoria.
    Del mismo modo la tra­queostomía es en extremo dificultosa debido a la
    incapacidad del paciente para permanecer en posición supina y a la
    presencia de edema im­portante del cuello. El punto es anticipar la
    ve­locidad con la cual puede aparecer este proceso muchos casos
    publicados detallan una pro­gresión desde el comienzo de los síntomas
    hasta la obstrucción respiratoria dentro de un periodo de 12 a 24 horas.

    EXAMEN FÍSICO

    El
    examen físico revela típicamente fiebre, taquicardia y grado variable
    de obstrucción res­piratoria con disfagia y babeo. Las regiones
    submandibular y submentoniana están tensas, inflamadas y dolorosas. El
    piso de la boca está tenso e indurado con inflamación mucosa ma­siva y
    protrusión de tejido blando sobre los bordes de los dientes inferiores.
    No se suele observar fluctuación. La lengua está empujada superiormente y
    existe trismus marcado. El examen indirecto de la laringe es en el
    mejor caso difícil y en general imposible. El examen nasofaríngeo con
    fibroscopio revelará la pre­sencia de un gran agrandamiento de la base
    de la lengua que empuja hacia atrás a la epiglotis, la supraglotis y la
    endolaringe tienen aspecto normal.

    Infecciones del espacio faríngeo lateral

    La
    forma que adquiere un absceso del espa­cio faríngeo lateral se
    aproxi­ma a una pirámide invertida con su base apo­yada en la porción
    petrosa del hueso temporal y su vértice hacia abajo a nivel del hueso
    hioides. La vaina carotídea atraviesa posteroinferiormente el espacio
    faríngeo lateral y sirve como un importante vehículo potencial para la
    propagación descendente de la infección hacia el cuello y posiblemente
    al mediastino.

    El espacio faríngeo lateral está dividido por la
    apófisis estiloide en los compartimentos an­terior y posterior, el
    posterior contiene la arte­ria carótida interna, la vena yugular
    interna, los nervios craneanos IX, X y XII y el tronco sim­pático
    cervical. Los espacios parotídeo masti­catorio, submandibular y
    retrofaríngeo están todos íntimamente asociados con el espacio fa­ríngeo
    lateral, y todos pueden ser vías potenciales para el compromiso
    infeccioso primario o secundario de éste.

    De acuerdo a Beck,
    aproximadamente el 50% de las infecciones profundas de cuello se
    producían en el espacio faríngeo lateral hasta el advenimiento de la
    quimioterapia, siendo la causa más común las infecciones peritonsilares.
    Esta cifra según el mismo autor se ha re­ducido a menos del 30% desde
    la existencia de los antibióticos.

    Como la mayoría de las
    infecciones de los tejidos blandos del cuello las del espacio farín­geo
    lateral son polimicrobianas y suelen refle­jar la flora orofaríngea. En
    el huésped inmunocomprometido, los organismos infectantes pue­den no ser
    los habituales y se recomienda insti­tuir una cobertura antibiótica
    amplia hasta que se disponga de los resultados de los cultivos.

    Clínicamente,
    el paciente con una infección del espacio faríngeo lateral se presenta
    con fie­bre, trismus y edema perimandibular que invo­lucra a las
    regiones parotídea y submandibular. El dolor usualmente es intenso y
    está limitada la movilidad del cuello. El trismus también suele ser
    grave, sin embargo puede no existir en casos que sólo comprometen el
    comparti­mento posterior del espacio. El examen intraoral revela edema
    de la pared faríngea lateral en especial detrás de los pilares
    amigdalinos posteriores. La norma es el desplazamiento anteromedial de
    la amígdala. Pueden existir defi­ciencias neurológicas de los nervios
    IX, X y XII. También es posible la aparición de síndro­me de Horner
    secundario a compromiso de la cadena simpática cervical. Aunque poco
    frecuente, se ha comunicado hemorragia del con­ducto auditivo externo en
    el absceso faríngeo lateral. Presumiblemente es consecuencia de un
    hematoma en expansión que diseca a lo lar­go de la base del cráneo e
    ingresa al conducto auditivo a través de las fisuras de Santorini. Es­te
    síntoma grave usualmente demanda la inme­diata exploración quirúrgica
    con ligadura de la arteria carótida.

    El tratamiento inicial de
    las infecciones del espacio faríngeo lateral debe ser la terapéutica
    antibiótica agresiva reposición de líquidos y observación cercana. La
    antibioticoterapia sue­le consistir en penicilina en dosis altas con
    modificaciones apropiadas según el estado clí­nico y a los resultados de
    los cultivos a veces se agregará un aminoglucósido para cubrir un
    espectro más amplio.

    Puede necesitarse la intervención quirúrgica
    para obtener la resolución de estas infecciones. En efecto Levit
    establece que sólo del 10 al 15% de todos los pacientes con infecciones
    del espacio faríngeo lateral se curarán sólo con tra­tamiento médico.

    Por
    cierto casi no hay duda de la necesidad del tratamiento quirúrgico
    in­mediato en los casos en que existe hemorragia, enfisema subcutáneo,
    deficiencia neurológica, necrosis de la piel que recubre un área de
    celulitis, disnea, sepsis grave sugestiva de trombo­sis de la vena
    yugular interna o evidencia de formación de abscesos en la TC o RM. En
    los casos en que ninguna de estas indicaciones definitorias está
    presente se requiere tomar la decisión de acuerdo al seguimiento de la
    evo­lución clínica del paciente. En general, la per­sistencia o
    empeoramiento de los síntomas después de 24 a 48 horas de terapéutica
    anti­biótica apropiada justifica la intervención qui­rúrgica.

    Los
    abordajes quirúrgicos del espacio farín­geo lateral pueden ser el
    intraoral o el externo. El abordaje intraoral está confinado al
    trata­miento de los abscesos peritonsilares y no debe emplearse en un
    verdadero absceso del espacio faríngeo lateral debido a la exposición
    defi­ciente si surge hemorragia. El abordaje externo del espacio
    faríngeo lateral suele consistir en una incisión submandibular
    transversa a apro­ximadamente dos y medio traveses de dedo por debajo
    del borde mandibular la cual se extien­de desde el límite anterior de la
    glándula sub­mandibular hasta justo el ángulo de la mandí­bula. Hecha
    la incisión de la capa superficial de la aponeurosis cervical profunda
    que cubre a la glándula submandibular se libe­ra esta glándula inferior y
    posteriormente me­diante disección cortante y roma. El acceso al
    espacio faríngeo lateral se obtiene mediante di­sección entre la cola de
    la glándula submandibular y el borde anterior del músculo
    esternocleidomastoideo, pasando medial a la mandíbu­la y medial al
    músculo pterigoideo interno. Con este abordaje, es posible acceder con
    faci­lidad si es necesario a la base del cráneo. En 1929 Mosher
    describió una incisión en T para el abordaje del espacio faríngeo
    lateral y vaina carotídea desde la fosa submandibular. Esta incisión
    incorpora un corte vertical en el borde anterior del músculo
    esternocleidomastoideo además de la incisión transversa submandibu­lar.
    Puede entonces obtenerse un fácil acceso a la vaina carotídea o al
    espacio visceral. El uso de esta incisión o alguna variante es altamente
    aconsejable cuando puede necesitarse visualizar la arteria carotídea a
    causa de hemorragia auditiva u orofaríngea previas.

    Antiguamente
    las complicaciones de la in­fección del espacio faríngeo lateral eran
    bastan­te comunes en el presente son mucho más ra­ras y se reportan sólo
    en ocasiones. El com­promiso de la vía aérea puede ser secundario a
    estrechamiento por edema faríngeo y se debe actuar para asegurar la vía
    aérea ante el primer signo de distrés respiratorio. En ocasiones se
    produce trombosis de la vena yugular interna que origina embolias
    sépticas con embolia de pulmón, neumonía, enfisema, endocarditis
    bac­teriana o septicemia incontrolable. En estas cir­cunstancias puede
    estar indicada la ligadura de la vena yugular interna. También puede
    existir mediastinitis como complicación de una infec­ción del espacio
    faríngeo lateral por propaga­ción a lo largo de la vaina carotídea y
    conlleva una tasa de mortalidad extremadamente eleva­da. La complicación
    fatal más frecuente es la hemorragia de la arteria carótida resultante
    de la necrosis de la pared arterial secundaria a un absceso cavitado
    vecino. La hemorragia se produce con mayor frecuencia en la orofaringe y
    usualmente involucra a la arteria caróti­da interna. La hemorragia
    orofaríngea en gene­ral se evidencia en el sitio por el que se intentó
    el drenaje transoral de un presunto absceso peritonsilar. Pocas veces la
    hemorragia puede ser del oído ipsilateral secundaria a disección de un
    hematoma a lo largo de la base del cráneo. Ante el primer signo de
    hemorragia importante, es esencial la exploración quirúrgica inmediata e
    inicialmente consiste en exploración de la vaina de la carótida y
    arteria carótida común. Si no se halla un sitio de hemorragia evidente
    en la arteria carótida común o externa, el sitio presunto es la arteria
    carótida interna en el es­pacio faríngeo lateral. Debido a la dificultad
    en exponer y controlar la arteria carótida interna en esta ubicación,
    en general se recomienda la ligadura de la arteria carótida común. Esto
    será suficiente para controlar la hemorragia a menos que exista
    circulación colateral retrógra­da a través de la arteria carótida
    externa que cause hemorragia grave persistente. En estos casos, puede
    ser necesaria la ligadura de la ar­teria carótida externa en la
    bifurcación y el ta­ponamiento del espacio faríngeo lateral.

    Absceso del espacio retrofaríngeo

    Históricamente,
    los abscesos del espacio re­trofaríngeo se han considerado en gran
    medida una enfermedad de la infancia, usualmente a causa de la
    abscedación de los ganglios linfáticos que drenan las infecciones de
    oídos, nariz o fauces. Sin embargo más recientemente Barrat y col. Han
    sugerido que la incidencia de esta entidad pue­de ser más elevada en la
    población adulta de lo que se pensaba antes. Además de ser conse­cuencia
    de la propagación de una infección aguda de oídos, nariz y fauces, los
    abscesos retrofaríngeos pueden resultar de traumatismo en la región como
    la ingestión de un cuerpo ex­traño, intubación endotraqueal oral y
    procedi­mientos endoscópicos.

    La presentación clínica del absceso
    retrofa­ríngeo difiere según se trate de niños o de adul­tos. En
    general los niños presentarán inicialmente signos inespecíficos como
    irritabilidad, disminución del apetito y fiebre. A medida que progresa
    la infección aparecen la rigidez cervi­cal y el dolor. La inflamación
    faríngea poste­rior si no se trata provocará llanto cada vez más
    apagado, babeo y compromiso respirato­rio. En los adultos, los signos y
    síntomas de co­mienzo están más localizados e incluyen fiebre, angina,
    odinofagia y dolor cervical. La disnea, aunque menos probable que en la
    población pe­diátrica, también puede ocurrir. Los abscesos en ambos
    grupos serán laterales a la línea me­dia debido a la adherencia de la
    aponeurosis alar a la prevertebral. Esto debe distinguirse del absceso
    de Pott o abscesos prevertebrales no tuberculosos que tienden a
    presentarse en la lí­nea media.

    El estudio radiográfico de los
    pacientes con presunto absceso retrofaríngeo puede ser invalorable . El
    estudio simple más importante sigue siendo la placa lateral de cuello.
    Wholey y col., demostraron que el espa­cio retrofaríngeo que mide más de
    7 mm tanto en niños como adultos y mediciones del espacio retrotraqueal
    mayores de 14 mm en los niños y 22 mm en los adultos son sugestivos de
    proce­sos patológicos. Hay que recordar que el trac­to aerodigestivo del
    niño puede variar conside­rablemente con la inspiración y espiración
    debi­do a su mayor elasticidad; los tejidos se hacen más delgados
    durante la espiración. Por lo tan­to si existe alguna duda después de
    una placa lateral de cuello puede ser de ayuda la fluoroscopia para
    estudiar el espacio retrofaríngeo du­rante todas las fases del ciclo
    respiratorio. Otro signo útil en pacientes con abscesos retrofaríngeos
    es la pérdida de la lordosis o curvatura normal de la columna cervical
    con endereza­miento de la misma. También pueden ser útiles la TC, la RM y
    la ecografía, pero no suelen ser necesarias. Después de la
    identificación radio­gráfica de un absceso retrofaríngeo se debe
    ob­tener una placa de tórax para excluir posible compromiso mediastinal.

    El
    tratamiento inicial de un absceso retrofa­ríngeo consiste en
    antibióticos y reposición de líquidos. Estudios más recientes enfatizan
    la naturaleza polimicrobiana de estas infecciones las cuales reflejan la
    flora orofaríngea. A la luz de esto en general se recomiendan dosis
    al­tas de penicilina como la droga inicial de elec­ción en un huésped
    sin complicaciones o no inmunocomprometido. Una vez hecho el diagnóstico de un absceso retrofaríngeo, está indi­cado el drenaje quirúrgico.

    El
    drenaje quirúrgico del espacio retrofarín­geo puede hacerse por vía
    intraoral o externa. En aquellos casos en los cuales el compromiso
    retrofaríngeo parece estar relativamente locali­zado en la faringe y en
    los que no existe evi­dencia de obstrucción respiratoria, el drenaje
    puede realizarse mediante incisión transoral de la pared faríngea
    posterior con el paciente en posición de Rose (cabeza baja) para evitar
    la aspiración. Cuando un absceso retrofaríngeo ha progresado como para
    causar obstrucción aé­rea o si existe una propagación inferior
    impor­tante es preferible un abordaje cervical ante­rior como el
    descrito por Dean. En esta técnica, se hace una incisión a lo largo del
    borde anterior del músculo esternocleidomastoideo desde el nivel del
    hueso hioides al nivel inferior del cartílago cricoides. Después de la
    incisión de la capa superficial de la aponeurosis cervical profunda se
    identifica el músculo esternocleidomastoideo y se lo retrae
    lateralmente. Se visualiza la vaina carotídea y se la retrae
    posteriormente, la disección conti­núa medial a la vaina carotídea y
    lateral a la tráquea. Luego de la remoción completa del material
    purulento se coloca un drenaje. Si se comprueba extensión al mediastino,
    puede re­querirse la consulta a un cirujano de tórax. En la mayoría de
    los casos en los que se observa dificultad respiratoria, está indicada
    la traqueostomía con anestesia local debido a la dificultad de la
    intubación laringotraqueal y a la posibilidad de la ruptura del absceso
    con inun­dación de la vía aérea. Además un absceso re­trofaríngeo no
    drenado puede romperse en for­ma espontánea dentro de la faringe y
    provocar neumonía o absceso de pulmón secundario a aspiración. Las
    infecciones del espacio retrofa­ríngeo pueden extenderse hacia atrás a
    través de la aponeurosis alar dentro del espacio peli­groso y desde allí
    progresar con facilidad al mediastino.

    Infección del espacio masticatorio

    El
    espacio masticatorio es anterior y lateral al espacio faríngeo lateral y
    contiene a los músculos masetero y pterigoides, el tendón de inserción
    del músculo temporal la rama y una porción del cuerpo de la mandíbula y
    los vasos y nervios alveolares inferiores. El espacio está contiguo
    superiormente al espacio temporal y está dividido por el borde inferior
    de la mandí­bula en los compartimentos superficial y pro­fundo.
    Virtualmente todas las infecciones del espacio masticatorio se originan
    de una condi­ción dental patológica o de un traumatismo y los organismos
    infectantes en general reflejan la flora de la cavidad oral. La
    infección de un molar inferior resultará en compromiso del compartimento
    superficial del espacio mastica­torio si perfora la placa bucal del
    cuerpo man­dibular. El compromiso del espacio profundo del espacio
    masticatorio se producirá si se perfora de la placa lingual del cuerpo
    mandibular. La infección del compartimento superficial provoca
    inflamación facial masiva y a conse­cuencia del compromiso del músculo
    masetero, trismus severo y dolor. Si no se trata, puede existir
    propagación a la parte superficial del espacio temporal. Por el
    contrario el compro­miso del compartimento profundo aunque produce
    trismus y dolor origina poca inflama­ción facial. Los pacientes con
    infecciones del espacio masticatorio profundo manifestarán disfagia y
    odinofagia marcadas y mostrarán in­flamación intraoral en el trígono
    retromolar que con frecuencia se confunde con absceso peritonsilar.

    Si
    el paciente no responde al tratamiento an­tibiótico inicial puede
    requerirse drenaje qui­rúrgico. El drenaje puede hacerse por vía
    in­traoral o incisión externa de acuerdo al espacio involucrado. La
    incisión externa que se suele emplear es horizontal y está ubicada a 2 a
    3 cm por debajo del ángulo de la mandíbula en un pliegue cutáneo. Se
    expone el borde inferior de la mandíbula teniendo cuidado de no lesionar
    la rama mandibular marginal del nervio facial esto en general requiere
    ligadura de la arteria y vena faciales. Luego se corta el tendón del
    músculo masetero cuando se fija a la mandíbu­la y se ingresa con
    facilidad al componente la­teral del espacio. Una incisión intraoral
    ubicada a lo largo del margen interno de la rama mandi­bular en la
    región del trígono retromolar brinda acceso al componente medial del
    espacio mas­ticatorio. Si ha ocurrido extensión superior al espacio
    temporal puede hacerse drenaje adi­cional con una incisión preauricular o
    a través de una incisión de Gillies recordando que debe cortarse la
    aponeurosis temporal para ingresar al espacio temporal.

    Infecciones del espacio visceral

    El
    espacio visceral se halla adyacente al esófago y a la tráquea está
    rodeado por la capa media de la aponeuro­sis cervical profunda e incluye
    la vaina carotídea. Superiormente está limitado por el hueso hioides;
    inferiormente se extiende hasta el me­diastino. La infección del espacio
    visceral usualmente se origina por contaminación a partir de un
    traumatismo del tracto aerodigestivo superior o en forma secundaria a
    infección por procedimientos quirúrgicos como la tiroidectomía. Otra
    causa menos frecuente que de­be tenerse en cuenta incluye a
    laringopiocele, quiste tímico, quiste broncogénico, quiste ti­roideo,
    anomalías de los arcos branquiales y tiroiditis. El compromiso
    secundario del espacio visceral, en particular la vaina carotídea, puede
    producirse por extensión de la infección desde los espacios faríngeo
    lateral o retrofaríngeo o desde un proceso primario en pulmones o
    mediastino.

    Los quistes de las hendiduras branquiales no son una
    fuente infrecuente de infecciones profundas de cuello. La pre­sencia de
    un quiste, en general no se sospecha si no hay historia previa de una
    masa en el cuello. Típicamente el paciente presenta una masa cervical en
    la línea media de comienzo agudo, dolor cervical y fiebre. La historia y
    el examen físico no suelen contribuir a determi­nar la causa. Sin
    embargo la TC contrastada presenta el cuadro patognomónico de una ma­sa
    llena de líquido con paredes resaltadas que desplaza a los grandes vasos
    y se halla junto al borde anterior del músculo esternocleidomastoideo.
    Los quistes de la segunda hendidura branquial son la causa más común de
    este tipo de infecciones; pero también se han comunica­do quistes de la
    tercera hendidura branquial con conexiones al seno piriforme y a la
    glán­dula tiroides.

    El traumatismo por alimentos, cuerpos
    extra­ños o instrumentación puede derivar en infección primaria del
    espacio visceral usualmente por perforación de la faringe o el esófago.
    Estas infecciones en especial luego de perforación esofágica son
    extremadamente graves y producen tasas importantes de morbimortalidad.

    La
    perforación faringoesofágica también puede ocurrir después de
    traumatismo contuso del cuello. Con frecuencia después de este tipo de
    lesión puede existir daño extenso de la­ringe tráquea o esófago, sin
    signos de trauma­tismo cervical externo severo. En esta situa­ción lo
    primordial es atender a la vía aérea, sin embargo siempre se debe
    considerar la posibi­lidad de perforación faríngea o esofágica y to­mar
    precauciones con estudios endoscópicos o radiográficos.

    Las
    manifestaciones clínicas de la infección del espacio visceral dependerán
    de la causa y localización de la infección. La perforación de esófago,
    por ejemplo, provocará dolor intenso de cuello, odinofagia, taquicardia y
    fiebre. Pue­de observarse crepitación si existe enfisema subcutáneo y
    en la placa de tórax se observará usualmente neumomediastino. En los
    casos de traumatismo cervical por contusión, los signos y hallazgos de
    la fractura laringotraqueal pue­den ocultar la lesión esofágica a menos
    que uno tenga en mente esa posibilidad.

    El tratamiento de estas
    infecciones también depende en gran medida de la causa y el sitio del
    compromiso primario. En el caso de un absceso secundario a cirugía de
    cuello todo lo que se necesita puede ser reabrir la herida y un curso
    breve de antibióticos. En casos secundarios a una causa infrecuente,
    como quiste broncogénico o anomalía de la hendidura bran­quial en
    general se propone el drenaje del abs­ceso y la remoción quirúrgica
    posterior del quiste.

    Por lo común no existe consenso a la
    conducta terapéutica anta la perforación esofágica con infección
    subsiguiente del espacio visceral, algunos autores sostienen con firmeza
    un tratamiento quirúrgico agresivo con exploración y drenaje Consideran
    que el mane­jo quirúrgico precoz reduce la posibilidad de propagación
    de la infección al mediastino y tiende a una estadía hospitalaria más
    breve. Sawyers y col., condenan el manejo no quirúr­gico a causa de la
    dificultad para determinar el tamaño e importancia de una perforación y
    pre­decir su evolución posterior. Al contrario los pacientes con
    perforaciones pequeñas que se detectan en forma precoz son tratados con
    éxito con tratamiento no quirúrgico consistente en altas dosis de
    antibióticos colocación de tubo nasogástrico y control cuidadoso.

    El
    principal factor para determinar la morbimortalidad eventual de las
    perforaciones esofá­gicas parece ser el tiempo entre el momento de la
    lesión y el inicio del tratamiento. Blichert Toft halló en su revisión
    de 221 casos de perfo­ración esofágica que el 92% de los pacientes no
    tratados durante las 48 horas iniciales falle cieron. Para esta
    finalidad de diagnóstico pre­coz pueden ser de gran ayuda los
    procedimien­tos radiográficos. Se requieren placas antero-posterior y
    lateral de tórax además de la de teji­dos blandos del cuello. Los
    exámenes con in­gestión de meglumine diatrizoato (Gastrografin) o bario
    acuoso pueden colaborar para de­terminar el sitio de la lesión aparte de
    su grave­dad. Hagen ha destacado la importancia de la endoscopia
    directa en los casos de traumatismo contuso de cuello con sospecha de
    perforación esofágica.

    Si se decide el tratamiento quirúrgico en
    ge­neral se emplea una incisión cervical lateral a lo largo del borde
    anterior del músculo esternocleidomastoideo. Otras inci­siones como las
    tipo collar o paratraqueal tam­bién son aceptables de acuerdo a la
    preferencia personal. En cualquier caso es obligatorio el drenaje
    completo del espacio visceral unilateral con colocación de drenaje y
    puede ser necesa­ria la consulta a un cirujano de tórax para la
    colocación de tubos torácicos o drenaje mediastinal con tórax abierto.



    Facultad de Medicina Humana Cátedra de Otorrinolaringología

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