sábado, 23 de abril de 2016

Violencia sexual y problemas asociados en una muestra de usuarias de un centro de salud

Violencia sexual y problemas asociados en una muestra de usuarias de un centro de salud

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Salud Pública de México

versión impresa ISSN 0036-3634

Salud pública Méx vol.43 no.3 Cuernavaca may./jun. 2001

 

ARTÍCULO ORIGINAL

Violencia sexual y problemas asociados en una muestra de usuarias de un centro de salud

Luciana Ramos-Lira, Dra. en Psic.,(1) María Teresa Saltijeral-Méndez, Psic.,(1) Martha Romero-Mendoza, Dra. en Ant.,(1) Miguel Angel Caballero-Gutiérrez, Psic., (1) Nora Angélica Martínez-Vélez, Psic.(1)

Resumen
Objetivo
.
Estimar la frecuencia de diferentes formas de violencia sexual y su
asociación con sintomatología depresiva, ideación e intento suicida, y
uso de alcohol y otras drogas alguna vez en la vida. Material y métodos.
Estudio transversal, hecho en un centro de salud oficial de México,
D.F., México, entre febrero y marzo de 1998. La muestra estuvo
constituida por 345 mujeres usuarias del establecimiento asistencial las
cuales, en el momento del estudio, vivían con pareja. Se calcularon
proporciones para observar la frecuencia de tres diferentes formas de
violencia sexual, y ji cuadrada para compararlas en cuanto a los
problemas mencionados. Resultados. De las
mujeres, 19% señaló haber sido objeto de tocamientos sexuales contra su
voluntad al menos alguna vez en su vida, en tanto 11% habían sido
violadas y 5% fueron forzadas a tocar los órganos sexuales de otra
persona contra su voluntad. Una de cada cinco mujeres reportó haber
experimentado alguna violencia sexual dentro de la relación de pareja.
Se encontró una asociación significativa entre algunas formas de
violencia sexual y la depresión, la ideación e intento suicida y el uso
de psicofármacos. Conclusiones. La violencia
sexual es un problema grave de salud pública que requiere implementar
programas de capacitación para obtener una respuesta especializada de
los proveedores de salud. El texto completo en inglés de este artículo
está disponible en: http://www.insp.mx/salud/index.html
Palabras clave: mujeres; violencia sexual; depresión; alcoholismo; drogas; México

Abstract
Objective
.
To estimate the frequency of different forms of sexual violence and its
association with mental health problems, such as depressive symptoms,
suicidal ideation and attempt, and alcohol and drug use. Material and methods.
From February to March 1998, a cross-sectional study was conducted
among 345 women attending a healthcare center in Mexico City. All women
were living with a partner/spouse at the time of the study. The
proportions of three different types of sex life were obtained and
compared with the chi-squared test. Results.
Nineteen per cent of women reported that they had been sexually fondled
against their will at least once in their lifetime, 11% had been raped,
and 5% had been forced to touch the sex organs of another person against
their will. One in every five women reported that they had experienced
sexual violence in the context of an intimate relationship. An
association was found between some forms of sexual violence and
depression, suicidal ideation, suicide attempts, and use of psychoactive
drugs. Conclusions. Sexual violence is a severe
public health problem that requires implementing specific programs to
sensitize and train healthcare providers to prevent it.  The English
version of this paper is available at: http://www.insp.mx/salud/index.html
Key words: women; sexual violence; depression; alcoholism; drugs; Mexico


La
violencia sexual es un abuso basado en el género, según se establece en
la Declaración para la Erradicación de todas las Formas de
Discriminación contra la Mujer,1 y es frecuentemente
perpetrada por un varón en el que la mujer confía y de quien espera
protección, como el padre, el tío, el esposo, alguna autoridad,
etcétera. Sin embargo, esta violencia también es llevada a cabo por
desconocidos en diferentes circunstancias.
Las
intelectuales e investigadoras feministas han contribuido a transformar
a la violencia sexual en un problema de salud y de derechos humanos.
Como mencionan Koss, Heise y Russo,2 los trabajos recientes
la conceptualizan "como una violación a la integridad corporal de las
mujeres y, por tanto, como un abuso de sus derechos humanos
fundamentales. Otros trabajos la han replanteado exitosamente como un
problema de salud de la mujer con consecuencias a largo plazo en los
ámbitos físico, psicológico y sociales".
La
violencia sexual es un problema mundial, pero no tenemos suficientes
datos sobre la incidencia y prevalencia de sus diferentes formas; esto
se debe a que con frecuencia existen diferencias conceptuales y
operacionales que impiden la comparación entre los estudios sobre el
tema. Asimismo, existen otros problemas que dan cuenta de las
dificultades para captarla y documentarla. Entre estos destaca que:

A veces las mujeres no reconocen la violencia sexual que han
experimentado como una violación o como otro tipo de abuso debido a que
el contexto sociocultural normatiza, minimiza, tolera o promueve estos
actos;

con frecuencia las mujeres no reportan estos delitos al sistema de
salud o de justicia por vergüenza, miedo de la reacción de los
funcionarios o prestadores de servicios y temor a las consecuencias que
pueda tener su denuncia;

las mujeres tienden a guardar silencio si se les pregunta sobre sus
experiencias de violencia sexual. Esto ocurre más marcadamente en los
casos en que estas experiencias han sido llevadas a cabo por familiares o
en el contexto de una situación íntima;

en ocasiones la violación es utilizada en situaciones de conflicto
como arma de guerra, y es muy difícil documentar su existencia. Sin
embargo, la violación masiva de mujeres ha sido reportada en países como
Bangladesh, Camboya, Liberia, Uganda, Perú, Somalia, y Bosnia,3 y

la violencia sexual también puede ser cometida en contextos en los
que, aunque no hay una situación de guerra, interna o externa, las
mujeres no están protegidas por el sistema de justicia u otras
instituciones como el ejército o la policía. Inclusive, esta violencia
puede ser tolerada o ejecutada por miembros de estas organizaciones.
Esta violencia es también, sin duda, muy difícil de registrar.3
Aunque
la violación hace visible un sistema patriarcal de dominación, todas
las sociedades tienen mecanismos para justificarla, legitimarla y darle
consentimiento silencioso. En consecuencia es perpetuada, vista como
esporádica y como producto de situaciones individuales, de tal forma que
las condiciones que la propician permanecen ocultas.4,5
En
América Latina, los estudios de prevalencia de violación en comunidad
son prácticamente inexistentes. Resultados de Argentina, Brasil y Costa
Rica, obtenidos mediante la Encuesta Internacional de Víctimas de
Delitos, mostraron que entre 7 y 15% de las mujeres entrevistadas habían
sido atacadas sexualmente por desconocidos en los últimos cinco años.6
Por otro lado, los reportes a la policía y centros de apoyo a víctimas
de violación en esta área, muestran un alto porcentaje de delitos
sexuales cometidos por conocidos o miembros de la familia, y la mayoría
de las víctimas son mujeres, principalmente niñas o adolescentes.6-8
En
México, los escasos estudios de prevalencia de violación en comunidad
señalan entre 2.8 y 5% de mujeres violadas alguna vez en la vida.9-11 Sin embargo, se ha informado, precisamente, que existe un alta cifra negra de este delito.9
En cuanto a la relación violador-víctima, el sexo y la edad de las
víctimas, en el país se encuentran tendencias similares a las del
continente: la mitad de los casos ocurren en niñas y adolescentes.12
Considerando que 70% de los agresores son miembros de la familia o
amigos –particularmente figuras paternas– y que la mitad de estos
delitos ocurren en las casas de las víctimas, se infiere que esta
"privacidad" ha favorecido el encubrimiento y la impunidad.13
La
literatura internacional reconoce diferentes consecuencias de la
violencia sexual. La violación y la violencia doméstica son causas
significativas de discapacidad y muerte en mujeres en edad reproductiva
en países desarrollados y no desarrollados.4 Otras
consecuencias de la violencia sexual se pueden agrupar en categorías
somáticas, psicofisiológicas y psicológicas, tal y como se observa en el
cuadro I.14-16


Asimismo,
se ha reconocido que las consecuencias de la violencia aumentan cuando
el agresor es un familiar o conocido debido a la ruptura de confianza,
lo que puede entorpecer la posibilidad de ofrecer ayuda.17 Si
además la violencia sexual ocurre en edades tempranas, parece existir
un mayor riesgo de desarrollar diversos problemas tales como la fuga del
hogar, el fracaso escolar, la drogadicción, los sentimientos de
hostilidad y desconfianza, la insatisfacción sexual y los embarazos no
deseados.18
Hartman y Burgess19
informan que un patrón de síntomas de moderados a severos, denominados
"síndrome por trauma de violación", es común de encontrar en las
víctimas de violación, y lo entienden como una reacción aguda a una
crisis situacional impuesta externamente. Estas respuestas han sido
encontradas como consistentes con el criterio diagnóstico del trastorno
por estrés postraumático (TEPT) del Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación Psiquiátrica Americana.20 Heise y colaboradores4
identifican a la violación y a la violencia doméstica como causas
significativas de TEPT y depresión en mujeres de todo el mundo.
La
violencia sexual se puede asociar también con problemas en el uso de
sustancias, aunque esta asociación ha sido mucho menos investigada.
Fazzone, Holton y Reed21 destacan algunas evidencias y
conexiones entre ambos problemas de salud en las mujeres. Por ejemplo,
que las mujeres alcohólicas tienen mayores probabilidades de notificar
una historia de abusos en la infancia que las mujeres no alcohólicas,22,23
y que las mujeres en recuperación del uso de sustancias manifiestan con
más frecuencia una historia de traumas violentos y tienen mayor
posibilidad de ser diagnosticadas con un trastorno de estrés
postraumático.24
Existe
poca investigación acerca de los efectos de la violación en las vidas y
la salud mental de las mujeres en los países en desarrollo. En México,
se cuenta con algunos reportes de estudios relacionados con los efectos
de la violación en la salud mental25,26 y los derivados de la atención clínica a estos casos,27,*,
los cuales documentan que esta violencia suele tener consecuencias muy
severas en cuanto a síntomas postraumáticos, depresivos y ansiosos.
El
presente trabajo pretende estimar la frecuencia de los diferentes tipos
de violencia sexual experimentados por una muestra de mujeres que
vivían con una pareja y que habían acudido en busca de atención médica a
un centro de salud al sur de la ciudad de México. Se analiza si existe
una asociación entre la violencia sexual y algunos problemas de salud
mental, como la sintomatología depresiva, la ideación y el intento
suicida y el uso alguna vez en la vida de alcohol u otras sustancias
tóxicas.

Material y métodos
Se llevó a cabo un estudio transversal y ex post facto en
un centro de salud de la ciudad de México. El muestreo fue de tipo
probabilístico y propositivo. Se estableció como parámetro de referencia
el número de consultas registradas durante el año anterior al estudio y
equivalente al periodo en que se levantaría la información. Para la
estimación del tamaño de muestra se aceptó una prevalencia de violencia
doméstica de 57% a partir de lo notificado en la zona metropolitana de
Guadalajara, Jalisco, por Ramírez y Uribe.28 Se estimó un intervalo de confianza de 95% y un error b de 0.05; la fórmula empleada fue:

a02img01.gif (20321 bytes)

El
tamaño de muestra obtenido fue de 312 mujeres. Considerando las
posibles pérdidas (10%), el grupo de estudio se conformó por 345
mujeres.
Los criterios de
inclusión fueron: a) mujeres de 18 a 65 años, que se encontraran
viviendo con su pareja por lo menos en el último año, y b) participación
voluntaria bajo consentimiento informado.
La
información se obtuvo por medio de un cuestionario estructurado
aplicado en una entrevista cara a cara para facilitar la comunicación.
Las entrevistadoras fueron dos estudiantes de psicología capacitadas
para participar en el estudio y una de las coautoras. La información se
obtuvo durante los meses de febrero y marzo de 1998.
El
instrumento fue construido con la finalidad de detectar antecedentes de
maltrato en la familia de origen, de violencia sexual en la vida,
formas y frecuencia de maltrato emocional, físico y sexual ejercidos por
la pareja varón, consecuencias físicas y problemáticas relacionadas con
la salud mental, como sintomatología depresiva, ideación e intento
suicida y consumo de drogas y alcohol.29
Para
este trabajo se presentan los siguientes apartados: a) violencia
sexual; b) violencia sexual por parte de la pareja; c) sintomatología
depresiva e ideación suicida; d) intento suicida; e) uso de alcohol y
otras drogas alguna vez en la vida.
Violencia sexual.
Se elaboraron reactivos específicos sobre tres formas de violencia
sexual: a) haber sido objeto de tocamientos corporales contra la
voluntad; b) haber tocado sexualmente a otra persona contra la voluntad,
y c) haber tenido relaciones sexuales forzadas contra la voluntad
(violación). Todas estas se exploraron fuera del contexto de la pareja
íntima actual. A los casos que reportaron alguna de estas violencias, se
les preguntó sobre la edad de ocurrencia del suceso y la relación con
el agresor. En los casos de violación se realizaron preguntas
relacionadas con haber hablado o no acerca del suceso con alguien, sobre
la solicitud de ayuda y si se presentó alguna denuncia legal.
Violencia sexual por parte de la pareja.
Para evaluar la violencia sexual por parte de la pareja íntima se
utilizaron algunos reactivos del cuestionario de maltrato sexual
desarrollado por Ramírez y Patiño,30 que hace referencia a 13
diferentes conductas que son evaluadas en cuanto a su presencia, tanto
alguna vez en la vida como en el último año.
Sintomatología depresiva e ideación suicida.
La sintomatología depresiva se evaluó a partir de las respuestas dadas a
la Escala de Depresión del Centro de Estudios Epidemiológicos (CES-D,
por sus siglas en inglés), construida originalmente por Radloff,31 en su versión para población mexicana, la cual ha obtenido una alta confiabilidad (alpha=0.93).32
La escala está compuesta por 20 reactivos que evalúan la presencia y
frecuencia de manifestaciones de afecto deprimido, sentimientos de culpa
y minusvalía, sentimientos de desesperanza y desamparo, retardo
psicomotor, pérdida del apetito y trastornos del sueño durante la semana
previa a la aplicación. Para este estudio definimos como casos de
sintomatología depresiva elevada a aquellas mujeres que, según la
distribución de la propia población, obtuvieron un puntaje mayor o igual
a la media más una desviación estándar. Esta escala incluye cuatro
reactivos más que evalúan la ideación suicida (alpha=0.74), los cuales
fueron aplicados para determinar también los casos de ideación suicida
elevada con base en la distribución de la propia población: un puntaje
mayor o igual a la media más una desviación estándar.
Intento suicida. Con el objeto de investigar la conducta suicida se incluyó un reactivo construido y probado por González-Forteza33
en población adolescente que hace referencia a si la persona se ha
herido, cortado, intoxicado o hecho daño alguna vez con el fin de
quitarse la vida.
Uso de alcohol y otras drogas alguna vez en la vida.
Para medir el uso de alcohol y otras drogas se elaboraron varias
preguntas que evalúan el consumo de alcohol, el uso de medicamentos
–como los tranquilizantes y los antidepresivos–, y sustancias ilegales
–como la marihuana y la cocaína– alguna vez en la vida, la frecuencia de
uso y problemas asociados al consumo. Estas preguntas fueron
construidas con base en la experiencia de una de las coautoras de este
artículo, cuyo campo específico de investigación es el consumo de drogas
en población femenina.34,35

Resultados
En el cuadro II
se observa que la edad promedio de las participantes fue de 31.8 años;
71% tenía entre 18 y 35 años. Casi la tercera parte de la muestra
mencionó estar casada. El 65.2% se desempeñó como ama de casa, y el
resto reportó realizar algún trabajo remunerado, ya sea dentro o fuera
del hogar. El promedio de hijos fue de dos. El 58.6% de las mujeres
había alcanzado estudios de nivel medio y medio superior, y
prácticamente la mitad (47.5%) conformaban familias nucleares –pareja e
hijos viviendo juntos exclusivamente–; el resto eran familias extensas o
recompuestas.


Frecuencia y características de la violencia sexual
De
las mujeres entrevistadas, 64 (19%) señalaron que al menos alguna vez
en su vida habían sido objeto de tocamientos sexuales en contra de su
voluntad; 37 (11%) habían sido violadas, es decir, habían sido forzadas a
tener relaciones sexuales en contra de su voluntad, y 17 (5%) habían
sido forzadas a tocar los órganos sexuales de otra persona en contra de
su voluntad. En total, 71 mujeres (21%) habían experimentado al menos
una de estas formas de violencia; 39 (11.3%) habían sufrido una
violencia; 27 (8%), dos, y 7 (2%), tres violencias, respectivamente.
De
las mujeres que habían sido tocadas sexualmente en contra de su
voluntad, 26 (41%) señalaron que los perpetradores eran conocidos no
familiares; 25 (39%) reportaron a parientes –incluyendo a padres y
hermanos–, y 13 (20%), a desconocidos. Las edades en las que ocurrió el
abuso fueron entre los 3 y los 43 años, con una media de 11.5 años y una
desviación estándar de 7.33. Un 60% de estos abusos ocurrieron antes de
los 12 años.
Por su
parte, siete (43%) de las mujeres que habían sido forzadas a tocar
sexualmente a otra persona informaron que los principales agresores
fueron parientes cercanos o lejanos; seis señalaron a conocidos (37%), y
dos (13%), a desconocidos. La mitad de estos abusos ocurrieron cuando
las mujeres tenían siete años o menos. La media de edad fue de 10.5
años, con una desviación estándar de 6.03, en un rango de entre 5 y 24
años de edad.
Entre las
mujeres que refirieron haber sufrido una violación, 10 (27%) reportaron a
un desconocido como el perpetrador, siete (18%) a un conocido, cinco
(14%) señalaron al novio y en 10 (27%) casos se responsabilizó al padre,
un tío, un primo, un hermano y otro familiar; cinco (14%) mujeres no
respondieron esta pregunta. Cabe señalar que 50% (n=18) de estas
violencias ocurrieron antes de los 19 años, y 53% (n=19) de las
violaciones ocurrieron más de una vez.
Un
total de 21 mujeres (57%) señalaron no haber platicado con alguien
sobre lo ocurrido. De quienes sí lo habían hecho, ocho (50%) lo
expusieron a familiares, cinco a un médico (31%), tres a otros
profesionales de la salud (19%), cuatro a una amiga (25%) y dos a otras
personas sin especificar (12%). Solamente 16% de las mujeres violadas
hicieron una denuncia legal, es decir, poco menos de dos por cada 10
casos.
Respecto a las
diversas formas de violencia sexual experimentadas con la pareja actual,
tanto alguna vez en la vida, como en el último año, y tomando el
criterio de alguna vez en la vida, observamos que un total de 78 mujeres
(23%), es decir, casi una de cada cinco, reportaron que su pareja les
había exigido tener relaciones sexuales sin que ellas lo desearan y 47
(14%) habían sido forzadas a tener relaciones sexuales contra su
voluntad. Porcentajes similares (7%) reportaron que habían tenido
relaciones sexuales anales contra su voluntad y otro tipo de actividades
sexuales (24 mujeres, respectivamente); 82 mujeres reportaron haber
sufrido una o más de estas violencias en la vida, y 67, en el último año
(24% y 19%, respectivamente).
Si
consideramos a las mujeres que han experimentado al menos una violencia
sexual, ya sea por parte de la pareja como por otras personas, se
observa que el porcentaje se eleva a 34%. De esta forma podemos decir
que una de cada tres mujeres entrevistadas había sufrido alguna forma de
violencia sexual en su vida.
Problemas de salud mental
Para
observar la relación de estas violencias con problemas de salud mental,
clasificamos a las mujeres en los siguientes grupos:
a) Mujeres que no reportaron violencia sexual (n= 228, 66%).

b) Mujeres que reportaron haber sufrido al menos una forma de
violencia sexual fuera del ámbito de la pareja alguna vez en la vida
(n=50, 15%).
c) Mujeres que reportaron al menos una forma de violencia sexual por parte de la pareja en el último año (n=43, 13%).

d) Mujeres que reportaron haber experimentado al menos una forma de
violencia sexual fuera del ámbito de la pareja alguna vez en la vida, y
al menos una forma de violencia sexual en el contexto de esta
relación en el último año (n=24, 7%).
Con
base en estos grupos realizamos pruebas estadísticas de ji cuadrada
para observar posibles diferencias en malestar depresivo, ideación e
intento suicida, y consumo de alcohol y otras drogas.
Como se observa en el cuadro III,
se encontraron diferencias estadísticamente significativas en la
depresión, la ideación y el intento suicida. La mitad de las mujeres que
habían sufrido violencia sexual dentro y fuera de la relación de
pareja, así como de las que la habían sufrido exclusivamente en el
contexto de la relación íntima, mostraron ser casos de depresión en
porcentajes significativamente más elevados que los otros grupos [ji
cuadrada= 45.79, (339, 3) gl, p<0.001]. En estos mismos
grupos, las mujeres presentaron también porcentajes más elevados de
ideación suicida comparativamente con las otras mujeres [ji cuadrada=
21.97 (342, 3)gl p<0.001]. Una cuarta parte de las mujeres con
experiencias de violencia sexual dentro y fuera de la relación de
pareja, así como las que las habían sufrido fuera del contexto íntimo,
habían intentado suicidarse en un porcentaje significativamente más
elevado que los otros grupos [ji cuadrada= 24.86 (342,3)gl p<0.001].


En el cuadro IV
se presenta el consumo de alcohol u otras drogas alguna vez en la vida.
No se reportaron diferencias significativas en el uso de alcohol, pero
sí en el uso de psicofármacos (antidepresivos, anfetaminas,
tranquilizantes y estimulantes). Las mujeres que habían sufrido
violencia sexual por parte de la pareja o por otras personas, seguidas
por las que habían sufrido alguna violencia sexual fuera del contexto
íntimo, presentaron un uso significativamente más elevado de
psicofármacos que los otros grupos [ji cuadrada= 9.94 (342,3) gl p>0.05].
Asimismo, destacó que en particular las mujeres que habían sufrido
violencia sexual fuera de la relación íntima, seguidas por las que la
habían experimentado dentro y fuera de este contexto, habían usado
alguna vez en su vida marihuana en porcentajes más elevados que las que
no habían sufrido violencia [ji cuadrada= 6.16 (300,2) gl p>0.05],
no presentándose consumo de estas drogas en aquellas que habían sufrido
exclusivamente violencia sexual por parte de la pareja. En el caso de
las mujeres con violencia sexual perpetrada por parte de otras personas
que no fueran la pareja, se reportó un porcentaje más elevado de uso,
alguna vez en la vida, de marihuana comparativamente con las que no
habían sufrido violencia sexual [8.94% (277,1) gl  p<0.01]; no se reportó el uso de esta droga en los otros dos grupos.


Discusión
Aunque
el presente trabajo fue realizado en una muestra amplia de mujeres, no
podemos decir que es representativa de las usuarias de este servicio. De
hecho, funcionó principalmente como un estudio exploratorio mediante el
cual se pueden elaborar hipótesis que tendrán que probarse en futuros
estudios. Sin embargo, consideramos que es un esfuerzo importante para
empezar a abordar un problema tan silenciado socialmente. Precisamente,
por lo delicado del tema, creemos que el consentimiento informado de
estas mujeres fue esencial para lograr un clima de confianza y una buena
respuesta al instrumento. En este sentido, la información obtenida
puede aceptarse como válida, considerando que estamos confiando en
la palabra de estas mujeres en términos de las experiencias de
violencia sexual, y que otras variables como el malestar depresivo y la
ideación suicida fueron medidos con instrumentos validados previamente
en México. Asimismo, el intento suicida y el uso de drogas fueron
abordados con indicadores probados previamente.
Con
estas consideraciones, vale la pena enfatizar en que lo reportado por
estas mujeres mostró que la violencia sexual es un problema que ha sido
experimentado frecuentemente y que parece no dejar espacio alguno de
seguridad: ocurre tanto en el contexto de la familia de origen, como en
los espacios públicos y en las relaciones íntimas. Este estudio muestra
un porcentaje elevado de reportes de violación, en comparación con lo
encontrado en otras investigaciones en nuestro país, lo que por supuesto
puede deberse a una característica especial de estas mujeres, pero
también a que, como mencionamos, la investigación fue realizada en el
ámbito de un servicio de salud y con mayor  privacidad, seguridad y
anonimato para las mujeres, en comparación con la situación que se
presenta en las encuestas en hogares.
Lo
anterior confirma, por un lado, la necesidad de seguir haciendo
esfuerzos para realizar estudios representativos que permitan confirmar
la alta frecuencia con la que se presentan estas formas de violencia
contra la mujer. Por otro lado, muestra que, desafortunadamente, una
gran cantidad de estos actos de violencia suelen ser perpetrados por
varones que tienen una relación cercana con las mujeres: amorosa,
familiar, de amistad, de trabajo. Asimismo, manifiesta la importancia de
dirigir nuestra atención al abuso sexual cometido en la infancia y en
la adolescencia, pues, siguiendo a Rojas Marcos,36 este tipo
de experiencias de abuso socavan los principios y las normas que dan
razón y sentido a la vida, destruyendo en las personas la confianza más
elemental, la autoestima y el orden de la existencia.
Como mencionan González, Meléndez, Rosas y Pérez**
el abuso sexual se puede definir como "cualquier hecho en el que se
involucra una actividad sexual inapropiada para la edad de la/el menor,
se le pide que guarde el secreto sobre dicha actividad y/o se le hace
percibir que si lo relata provocará algo malo a sí misma, al perpetrador
y/o a la familia [...] Este tipo de experiencias son consideradas
extrañas y desagradables para la/el menor". Lo encontrado en las mujeres
participantes en este estudio concuerda con datos nacionales e
internacionales respecto a que el abuso sexual en las mujeres suele
ocurrir en edades tempranas, aunque también ocurre o puede durar hasta
la adolescencia.3
Aun
cuando los perpetradores con frecuencia son familiares o conocidos de
la víctima con quien guardan una relación personal muy estrecha, no deja
de preocupar el alto porcentaje de violaciones cometidas por
desconocidos. Esto parece evidenciar que, efectivamente, la violencia
sexual que ejercen los varones contra las mujeres es estructural y
social, aunque sus efectos parezcan individuales, pues florece en un
terreno de desigualdad de acceso al poder y a los bienes sociales y
personales.
Un hecho
preocupante es el silencio de las víctimas, el cual debemos de
profundizar y tratar de comprender. Se ha mencionado que este silencio
tiene mucho que ver con las creencias socioculturales en relación con la
violación. Al respecto, Hercovich37 apunta que en los
discursos dominantes sobre la violación, que son organizados por la
racionalidad patriarcal, la mujer que es violada "verdaderamente" debe
sentirse avergonzada y por tanto debe quedarse callada. Resultados de
estudios cualitativos con mujeres mexicanas parecen apuntar a que,
efectivamente, existen creencias de que si la mujer habla sobre una
violación, sobre todo cuando ocurre en el contexto de las relaciones
íntimas, será objeto de suspicacia.38,39 Por todo lo
anterior, puede pensarse que el silencio social que se guarda en torno
al suceso se puede deber a que ante estas experiencias queda en
entredicho la solvencia, la vigencia y la idoneidad de la sociedad y de
su base constitutiva: la familia.16
Sin
embargo, el que las mujeres reportaran que han platicado de lo ocurrido
con médicos y profesionales de la salud, hace evidente que el contexto
del sistema de salud es privilegiado para detectar la violencia contra
las mujeres y los menores, por lo que se hace necesario proponer y
desarrollar programas de sensibilización y capacitación para este
personal, con la finalidad de llevar a cabo una adecuada intervención
ante las consecuencias que genera en la salud.
Según
nuestros resultados, esta violencia parece asociarse con algunos
problemas de salud mental pero, por supuesto, no estamos hablando de que
ésta sea su causa. Destacan problemas de depresión, de ideación suicida
y de intento suicida, los cuales parecen presentarse en mayor medida en
las mujeres que han sufrido cualquier forma de violencia sexual, pero
muy particularmente parecen impactar más a quienes la habían sufrido en
la relación íntima, o cuando se habían experimentado también otras
violencias sexuales en la vida.
En
cuanto al consumo de drogas, llaman la atención las diferencias
encontradas en los psicofármacos, cuyo uso alguna vez en la vida se
asoció con la violencia sexual. Estudios internacionales han encontrado
resultados similares, lo que debe hacernos reflexionar en la posibilidad
de que haya un exceso en la medicación de las mujeres cuando presentan
algún malestar, como lo plantea Burín.40 Por otro lado,
también es posible que algunas mujeres que han sufrido alguna violencia
sexual queden tan alteradas psicológicamente que traten de anestesiar el
malestar utilizando sustancias psicoactivas. Ambas hipótesis requieren
ser exploradas a futuro.
Asimismo,
es necesario llevar a cabo más investigación tendiente a profundizar en
la asociación que se presenta entre la violencia sexual fuera del
contexto íntimo –la cual, como observamos, tiende a ser experimentada
frecuentemente en la infancia y la adolescencia– y el consumo de drogas
ilegales como la marihuana y la cocaína, considerando que cada vez hay
una oferta mayor de éstas.
Es
innegable que han existido cambios legislativos y medidas de apoyo a
las mujeres víctimas de delitos sexuales, que cada día existen más
campañas de sensibilización y denuncia de los mismos, pero falta aún
mucho por hacer en diferentes niveles para acabar con esta violencia. El
sistema de salud tiene en este sentido una tarea que incluye capacitar
al personal de salud para poder hacer frente al compromiso de brindar
atención a los distintos casos, y en la medida de lo posible, prevenir
tempranamente, en especial en menores. Sin embargo, detener la violencia
sexual será imposible si no existen políticas más amplias que
posibiliten un cambio social a favor de las mujeres y un cuestionamiento
de los supuestos culturales que siguen reproduciendo relaciones
desiguales entre éstas y los varones.

Referencias
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Una
versión preliminar de este trabajo fue presentado en el Segundo
Congreso Mexicano de Psicología de la Salud, Veracruz, Veracruz, México,
en mayo de 1999. Proyecto financiado por el Consejo Nacional de Ciencia
y Tecnología (0890P-H9506).
(1) Dirección de Investigaciones Epidemiológicas y Sociales, Instituto Nacional de Psiquiatría, México.
*, **
González SR, Meléndez ZZ, Rosas BA, Pérez MK. Agresión sexual. Revisión
teórica y aportaciones de investigación del fenómeno de: violación en
adultos, abuso sexual a menores, y sobrevivientes al abuso sexual en la
infancia. Programa de Atención Integral a Víctimas y Sobrevivientes de
Agresión Sexual, PAIVSAS. Facultad de Psicología. México, D.F.:
Universidad Nacional Autónoma de México, 1997. Documento no publicado.

González SR, Rosas BA. Casuística general de los 100 primeros casos
atendidos en el PAIVSAS. Sobrevivientes al abuso sexual en la infancia.
Programa de Atención Integral a Víctimas y Sobrevivientes de Agresión
Sexual, PAIVSAS. México, Facultad de Psicología. México, D.F.:
Universidad Nacional Autónoma de México, (s.f.). Documento no publicado.

Fecha de recibido: 11 de febrero de 2000 • Fecha de aprobado: 18 de diciembre de 2000

Solicitud de sobretiros: Dra. Luciana Esther Ramos Lira. Departamento
de Investigaciones Especiales, Dirección de Investigaciones
Epidemiológicas y Sociales, Instituto Nacional de Psiquiatría. Calzada
México-Xochimilco 101, San Lorenzo Huipulco, 14370 México, D.F.,
México.Correo electrónico: ramosl@imp.edu.mx
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