sábado, 23 de abril de 2016

AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA Y APRENDIZAJE ESCOLAR

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Según Hernández (1991), tres son las va-
riables personales que determinan el apren-
dizaje escolar: el poder (inteligencia, aptitu-
des), el querer (motivación) y el modo de
ser (personalidad), además del “saber ha-
cer” (utilizar habilidades y estrategias de
aprendizaje). El modo de describir, analizar
e interpretar cada uno de estos constructos
ha cambiado significativamente en los últi-
mos años, pudiendo ofrecer actualmente
una visión más completa y operativa.
En esta línea, creemos que sigue siendo
válido el esquema o modelo presentado por
Corno y Snow (1986) para describir estruc-
turalmente la vertiente personal del aprendi-
zaje académico. Estos autores proponen tres
ámbitos de análisis: la cognición, la cona-
ción y el afecto. El ámbito cognitivo estaría
definido por dos grandes tipos de variables:
las habilidades (que serán distintas según el
enfoque desde el cual se contemplen) y los
conocimientos previos (tanto la cantidad y
tipo de conocimiento disponible como su
estructuración y funcionalidad en la memo-
ria). El ámbito conativo estaría integrado
por aquellas características de la persona
que con el paso del tiempo se conceptuali-
Psicothema, 1997. Vol. 9, nº 2, pp. 271-289
ISSN 0214 - 9915 CODEN PSOTEG
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AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA
Y APRENDIZAJE ESCOLAR
Julio A. González-Pienda, J. Carlos Núñez Pérez, Soledad Glez.-Pumariega
y Marta S. García García
Universidad de Oviedo
El autoconcepto es una de las variables más relevantes dentro del ámbito de la per-
sonalidad, tanto desde una perspectiva afectiva como motivacional. Las múltiples inves-
tigaciones que le abordan coinciden en destacar su papel en la regulación de las estrate-
gias cognitivo-motivacionales implicadas en el aprendizaje y rendimiento académico.
Sin embargo, esta amplia investigación está demandando una síntesis que armonice el
cúmulo de información de que se dispone sobre este constructo. En el presente trabajo
se ofrece un punto de vista sobre cómo integrar dicha información (a veces coincidente,
a veces notablemente contradictoria) dentro de un modelo hipotético, describiendo bre-
vemente sus características o pilares básicos.
Self-Concept, self-esteem and school learning. Self-concept is one of the most re-
levant variables in the field of personality, both affective and motivational perspective.
Multiple researches highligh its importance in the regulation of cognitive-motivational
strategies involved in learning and academic performance. However, it is necessary a
synthesis which reconciles all the information that we know about this construct. In this
job one offers a point of view about how integrate that information (sometimes coinci-
dental, sometimes remarkably contradictory) in a hypothetic model,, describing briefly
the characteristics and basic supports of this construct.
Correspondencia: Julio A. González-Pienda
Facultad de Psicología
Universidad de Oviedo
Plaza Feijoo, s/n.
33003 Oviedo (Spain)
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zan como estilos propios de enfrentarse a
las tareas de aprendizaje. Dos son los estilos
a considerar: los estilos cognitivos (menos
dependientes de la tarea específica de
aprendizaje y más relacionados con el ám-
bito de las habilidades cognitivas) y los es-
tilos de aprendizaje (menos relacionados
con el ámbito cognitivo y más vinculados al
ámbito del comportamiento y de las tareas
de aprendizaje). En tercer lugar, estaría el
ámbito afectivo en el que, según Corno y
Snow, encontraríamos dos tipos de varia-
bles relevantes para el aprendizaje escolar:
la personalidad (incluyendo constructos im-
portantes como el autoconcepto, ansiedad,
etc.), y la motivación académica (también
considerada de modo distinto dependiendo
de la teoría o modelo teórico que se utilice
para su abordaje).
El autoconcepto dentro del ámbito
de la personalidad
Integrando los resultados aportados por
la investigación desde diferentes ópticas (te-
oría de los rasgos, análisis factorial, teoría
conductista, principios del procesamiento
de la información y teoría de sistemas, prin-
cipalmente), J.R. Royce y colaboradores
(p.ej., Royce y Powell, 1983) han elaborado
una teoría de la personalidad en la que se
abordan tanto los aspectos estructurales co-
mo funcionales del comportamiento huma-
no. La personalidad se entiende como una
organización jerárquica de sistemas, subsis-
temas y rasgos que transducen, transforman
e integran la información. La personalidad
total, o suprasistema, está integrado por seis
sistemas (sensorial, motor, cognitivo, afecti-
vo, estilos y valores) cada uno de los cuales
consta, a su vez, de subsistemas multidi-
mensionales a múltiples niveles que tienen
un carácter de rasgos. Por otro lado, los seis
sistemas constituyen ordenamientos jerár-
quicos de distintos niveles y los constructos
de orden superior ejercerán una influencia
mayor sobre la conducta y un papel más in-
tegrativo que los de orden inferior (de orden
inferior a superior: sensorial y motor, cogni-
tivo y afectivo, estilos y valores).
De la interacción que se produce entre
estos sistemas deriva el sentido personal del
individuo, su personalidad, en el que tienen
relevancia tres conceptos o dimensiones: (a)
la visión del mundo, consecuencia de la in-
teracción entre los sistemas cognitivo y es-
tilos, (b) los estilos de vida del individuo,
determinados fundamentalmente por la inte-
racción entre los sistemas afectivo y de va-
lores, y (c) la autoimagen o autoconcepto
que está determinada, en último término,
por la interacción de los sistemas de estilos
y valores.
Centrándonos en la parte de la teoría que
más nos interesa, podríamos afirmar que el
autoconcepto es uno de los tres componen-
tes esenciales del self (o personalidad inte-
gral), siendo la visión del mundo y los esti-
los de vida los otros dos componentes. El
autoconcepto, desde esta perspectiva, se en-
tiende como la imagen que uno tiene de sí
mismo y que se encuentra determinada por
la acumulación integradora de la informa-
ción tanto externa como interna, juzgada y
valorada mediante la interacción de los sis-
temas de estilos (o forma específica que tie-
ne el individuo de razonar sobre la informa-
ción) y valores (o la selección de los aspec-
tos significativos de dicha información con
grandes dosis de afectividad). Esta acumu-
lación de información elaborada proviene
de la coordinación entre lo que el sujeto ya
dispone y lo nuevo que debe integrar. En
consecuencia, podemos afirmar que, al me-
nos desde esta perspectiva, el autoconcepto
es una de las variables centrales del ámbito
de la personalidad (González-Pienda, Nú-
ñez, et al., 1990).
Desde otros ámbitos también se concede
gran relevancia a este constructo. Por ejem-
plo, la importancia de la capacidad para
analizarse y conocerse también ha sido des-
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tacada actualmente por Gardner (1995),
dentro de su teoría de las inteligencias múl-
tiples, como una de las siete inteligencias
humanas (inteligencia intrapersonal). En el
campo del la instrucción, Gallagher (1994)
destaca el autoconcepto como una de las va-
riables más relevantes dentro de los nuevos
modelos de enseñanza y aprendizaje. Lehti-
nen et al., (1995) lo tienen en cuenta al pro-
poner y examinar un modelo teórico sobre
el desarrollo de la actividad de aprendizaje
escolar. En consecuencia con estas aporta-
ciones, no es de extrañar que Pintrich
(1994) recomiende abordar la investigación,
dentro del campo de la psicología de la edu-
cación, desde un modelo general del apren-
dizaje en el que estaría incluido el autocon-
cepto como una de las variables con mayor
relevancia en el proceso de aprendizaje. En
nuestro país, existe un interés cada vez ma-
yor en su estudio. Esto se encuentra refleja-
do no sólo en una mayor cantidad de traba-
jos que lo abordan sino, y sobre todo, en el
hecho de que en el texto del modelo actual
de enseñanza se establece como un objetivo
básico el favorecer y promover en el alum-
no la construcción de una imagen positiva
de sí mismo.
Dimensión conceptual
Purkey (1970, pág.7) define el autocon-
cepto como «un sistema complejo y dinámi-
co de creencias que un individuo considera
verdaderas respecto a sí mismo teniendo ca-
da creencia un valor correspondiente». Sha-
velson, Hubner y Stanton (1976) completan
la definición anterior indicando que el auto-
concepto no es más que las percepciones
que una persona mantiene sobre sí misma
formadas a través de la interpretación de la
propia experiencia y del ambiente, siendo
influenciadas, de manera especial, por los
refuerzos y feedback de los otros significa-
tivos así como por los propios mecanismos
cognitivos tales como las atribuciones cau-
sales. Tanto en la primera definición como
en la segunda son integrados los aspectos
descriptivo y valorativo del autoconcepto, y
se le concede a éste cualidades como la de
ser dinámico y poseer una organización in-
terna útil para asimilar información, guiar el
comportamiento y, si es preciso, acomodar-
se a las exigencias ambientales. Ambas
aproximaciones conceptuales coinciden
también en subrayar la naturaleza afectiva,
de carácter muy personal, del autoconcepto.
En la Figura 1 ofrecemos un esquema so-
bre la dimensión conceptual del autocon-
cepto únicamente con el fin de realzar los
aspectos más relevantes del mismo. En ella
se aprecia una doble vertiente: la descripti-
va o autoimagen (cómo percibo que soy) y
la valorativa o autoestima (cómo valoro mi
autoimagen). A su vez, la autoimagen que
cada uno construimos se encuentra formada
tanto por feedbak respecto a nosotros como
individuos como por información derivada
de los roles que desempeñamos en nuestra
interacción social. Desde nuestra perspecti-
va, por su parte, la autoestima estaría vincu-
lada al autoconcepto ideal, no sólo respecto
de lo que me gustaría ser (por tener un gran
valor e importancia para mí), sino también
de lo que a los demás les gustaría que yo
fuese (por el valor que ello tiene para aqué-
llos). Los contenidos que incluyen tanto el
autoconcepto ideal propio como el deseado
por los otros significativos pueden ser tanto
de naturaleza social como privada; de he-
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Figura 1. Dimensiones componenciales del autocon-
cepto.
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cho, frecuentemente coexisten ambos tipos
de contenidos.
Cuando existe una gran discrepancia en-
tre la autoimagen percibida y la ideal, tiene
lugar una alta probabilidad de que ello ge-
nere en el individuo tanta ansiedad que pue-
de llevarle a crear un autoconcepto real-
mente negativo (aun cuando la autoimagen
inicial no fuese negativa) y a un preocupan-
te estado depresivo. Este estado concreto
puede verse agravado si el autoconcepto
ideal del sujeto coincide con el de los otros
significativos (es decir, el individuo desea-
ría ser de un determinado modo porque, por
ejemplo, sus padres o sus amigos así lo de-
sean también). Todo esto es realmente in-
sostenible para la persona cuando, además
de lo dicho, aparece ésta como la única cul-
pable de que exista tal discrepancia. Por tan-
to, aún siendo importante la imagen que la
persona tiene de sí misma en la formación
de un determinado nivel de su autoconcep-
to, también lo es el valor de dicha autoima-
gen, pues ello modulará dicho nivel así co-
mo los efectos de la posible discrepancia
entre lo que quiero ser, lo que soy y lo que
los demás quieren que sea.
Una importante consideración vendría a
señalar que son precisamente los contenidos
del polo valorativo quienes modulan consi-
derablemente los valores de la autoimagen.
Este último aspecto tiene que ver con el
concepto de “hipótesis interactiva “ y que
alude a la idea de que el autoconcepto final
del individuo es el resultado de la interac-
ción significativa entre la autoimagen (más
o menos positiva) y la autoestima (más o
menos importante para el sujeto). En la Fi-
gura 2 representamos los posibles resulta-
dos en el autoconcepto derivados de esta hi-
pótesis.
Como se puede apreciar, el autoconcepto
más positivo se logra cuando el individuo se
describe muy positivamente (autoimagen
alta) y, además, ello tiene un gran valor pa-
ra éste (alta importancia). Por el contrario,
el autoconcepto más negativo se consigue al
coincidir una mala autoimagen y un alto va-
lor para el sujeto. Sin entrar más a fondo en
esta cuestión, es importante destacar la rele-
vancia que esto tiene de cara a la compren-
sión de la imagen que cada persona tiene de
sí misma y, también, respecto de su evalua-
ción. Los instrumentos de medida del auto-
concepto de que disponemos en la actuali-
dad no tienen en cuenta este hecho; general-
mente se ofrece un criterio de estimación de
la puntuación total del autoconcepto en ba-
se al cual, en el mejor de los casos, se suman
las puntuaciones del polo descriptivo junto
con las del polo valorativo. Por lo comen-
tado, si es cierta la idea que da pie a la “hi-
pótesis interactiva”, este procedimiento es
claramente incorrecto.
Dimensiones estructural y funcional
En el trabajo de G. H. Mead, el individuo
(self) es tanto conocedor (I) como objeto de
conocimiento (Me), un agente que busca in-
formación como un agente que la ofrece, al-
ternando su posición en el proceso de cono-
cimiento. Se podría afirmar que el agente
conocedor estaría asociado con el proceso,
mientras que el agente objeto de conoci-
miento lo estaría con la estructura. No obs-
tante, a pesar de lo evidente que parece, pa-
ra muchos psicólogos ha resultado difícil te-
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Figura 2. Representación de los valores del autocon-
cepto en función de la interacción entre las dimen-
siones descriptiva y valorativa.
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ner en cuenta conjuntamente ambos aspec-
tos del yo (estructura y proceso). Así pues,
aunque resulta importante distinguir entre
estructura y proceso es necesario no olvidar
que ambos aspectos son complementarios.
Las estructuras posibilitan ciertos procesos
y cierto conocimiento. La actividad que im-
plica el proceso se desarrolla a través de la
interacción del sujeto con el mundo físico y
social así como de la reflexión sobre uno
mismo y evaluación de las propias acciones.
Este conocimiento puede conllevar cambios
para la estructura existente, lo cual permiti-
ría nuevos procesos de interacción y refle-
xión-evaluación (Markova, 1987). En suma,
aunque es importante conceptualizar el yo
como un proceso, es también esencial reco-
nocer que un proceso únicamente puede ser
comprendido adecuadamente en relación a
una estructura.
A continuación sintetizamos los aspectos
más relevantes del autoconcepto respecto de
su dimensión estructural y, posteriormente,
abordamos la perspectiva del proceso o,
también denominada, dimensión funcional.
Estructura del autoconcepto
Byrne (1984) nos habla de cuatro formu-
laciones diferentes sobre la estructura del
autoconcepto (modelos nomotético, jerár-
quico, taxonómico y compensatorio). Sin
duda, los datos más actuales apoyan una
perspectiva multidimensional en la cons-
trucción de la identidad personal. Dentro de
esta perspectiva, uno de los modelos más re-
levantes es el propuesto inicialmente por
Shavelson et al. (1976), comprobado empí-
ricamente en numerosos trabajos, y siendo
revisado en la actualidad en algunos aspec-
tos de interés como, por ejemplo, su organi-
zación y claridad estructural concreta (Byr-
ne, 1996a,b,c; Campbell et al., 1996; Marsh,
1987, 1990; Marsh y Shavelson, 1985), la
consistencia de los supuestos fundamentales
a través de la edad (Byrne, 1996b,c; Marsh,
1993a), el género (Marsh, 1993b), las di-
mensiones -p.ej., académica, social, artísti-
cas, etc- (Byrne, 1996b,c; Byrne y Gavin,
1996; Byrne y Shavelson, 1996; Vispoel,
1995) o los diferentes ámbitos culturales
(Watkins, Fleming y Alfon, 1989). En gene-
ral, los resultados de la mayoría de los estu-
dios confirman las características de las que
ya a mediados de los setenta nos informan
Shavelson y sus colaboradores. Según éstos,
el modelo presenta las siguientes caracterís-
ticas:
Estructura multidimensional. Las auto-
percepciones que el individuo construye a
lo largo de su vida ni son de la misma natu-
raleza, ni se encuentran relacionadas lineal-
mente, ni tampoco tienen la misma impor-
tancia o valor en la construcción del auto-
concepto. Por el contrario, las autopercep-
ciones se encuentran organizadas según su
naturaleza en dimensiones específicas, más
o menos amplias. El número de dimensio-
nes que cada sujeto presente formando par-
te de su autoconcepto dependerá de ciertas
variables como, por ejemplo, la edad, el se-
xo, la cultura de que dispone, el medio so-
cial en que se desarrolla, las exigencias pro-
fesionales, etc. Así, por ejemplo, a medida
que aumenta la edad de los sujetos se van
identificando más dimensiones, e incluso,
cambiándolas por otras distintas (ver Gon-
zález-Pienda, 1993).
Ordenamiento jerárquico. Además de las
variables mencionadas anteriormente, el nú-
mero y naturaleza de las dimensiones tiene
que ver con el nivel factorial al que corres-
pondan. Según este modelo, las dimensio-
nes del autoconcepto derivadas directamen-
te de las experiencias concretas se organi-
zan para dar lugar a otras dimensiones más
globales, las cuales pueden a su vez reorga-
nizarse a otro nivel, o niveles, más general.
Así pues, las dimensiones se encuentran or-
ganizadas jerárquicamente, habiendo tres
niveles factoriales, según el modelo de Sha-
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velson. Sin embargo, los resultados deriva-
dos de nuestras investigaciones (p.ej..,
González-Pienda, 1993, 1996; Núñez,
1992; Núñez y González-Pienda, 1994) de-
muestran que la estructura multidimensio-
nal y factorial del autoconcepto interacciona
significativamente con la edad de los suje-
tos. En concreto, teniendo en cuenta un tra-
mo de edades comprendido entre 6 y 18
años, según estos trabajos, el autoconcepto
avanzaría desde una estructura relativamen-
te simple a los 6 años hasta otra mucho más
compleja propia del final de la adolescencia
(ver Figuras 3 y 4). El hecho de que las au-
topercepciones se estructuren con tanta me-
ticulosidad favorece la hipótesis de que los
individuos interpretan la nueva información
mediante el marco o dimensión específica a
la que haga referencia (también denomina-
do «autoconcepto operativo» o de «traba-
jo»), y si tal procesamiento ha de suponer
variaciones en el nivel del autoconcepto ta-
les variaciones nunca serán generales sino
particulares a la dimensión con la que se ha
trabajado. Unicamente desde este punto de
vista un alumno puede seguir considerándo-
se buen estudiante después de repetidos fra-
casos en un área académica (por ejemplo,
lengua) sólo con que en otras áreas obtenga
éxitos (por ejemplo, matemáticas). En fun-
ción de estos argumentos, también debemos
concluir que cierta información concreta
únicamente incidirá sobre la dimensión co-
rrespondiente, lo cual parece tener especial
relevancia a la hora de diseñar programas de
intervención para mejorar la propia imagen
de los alumnos y, porque no, de incrementar
la motivación para los aprendizajes especí-
ficos.
Estabilidad en sus dimensiones más ge-
néricas e inestabilidad en las más específi-
cas. De acuerdo con el modelo de autocon-
cepto elaborado por Shavelson, cuanto más
general es una dimensión mayor estabilidad
posee. Este supuesto, además de haber sido
constatado empíricamente, tiene una lógica
explicación. Parece obvio que las dimensio-
nes de primer nivel sean las más inestables
ya que están vinculadas directamente con
las experiencias cotidianas concretas. Por
otra parte, ya que las dimensiones de segun-
do nivel están formadas por varias dimen-
siones de primer nivel, es comprensible que
sean más estables que las anteriores y, por el
mismo razonamiento, éstas menos estables
que el autoconcepto general. Esto implica
que un fracaso en una asignatura en un mo-
mento dado puede afectar a la dimensión es-
pecífica, pero es poco probable que por ello,
sin más, modifique el autoconcepto general.
Con entidad propia. El autoconcepto es
un constructo con entidad propia, y por tan-
to, diferenciable de otros constructos como,
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Figura 3. Modelo de la estructura del autoconcepto a
los 6-8 años.
Figura 4. Modelo de la estructura del autoconcepto a
los 15-18 años. En el «nivel 1» de inferencia: AM=
Dimensión Matemática; ARA= Dimensión Resto de
Asignaturas; AV= Dimensión Verbal; AF= D. Apa-
riencia Física; CP= D. Capacidad Física; RSO= D.
Relación con iguales del Sexo Opuesto; RMS= D.
Relación con iguales del Mismo Sexo; RP= D. Rela-
ción con los Padres; AE= D. Autoestima; HO= D.
Honestidad; EM= D. Emocionalidad.
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por ejemplo, el rendimiento académico. En
diferentes estudios, Marsh y sus colabora-
dores han obtenido evidencia de que los su-
jetos diferencian totalmente entre las per-
cepciones de rendimiento y sentimientos
asociados con aquellas y el rendimiento re-
al. En nuestras investigaciones también se
confirma este aspecto que, sin duda, es de
gran relevancia (p.ej., Núñez, 1992; Gonzá-
lez-Pienda y Núñez, 1992).
Dimensión funcional
El autoconcepto es el resultado de un
proceso de análisis, valoración e integración
de la información derivada de la propia ex-
periencia y del feedback de los otros signi-
ficativos. Esta información constituye una
importante base de conocimiento acerca de
nuestras habilidades, logros, preferencias,
valores, metas, etc. La base de conocimien-
to, y su organización, no es elaborada de
forma aleatoria, sino que el proceso de
constitución del autoconcepto es selectivo,
inventivo y creativo (Segal, 1988). Desde
esta perspectiva, el autoconcepto sería «un
conjunto de autoesquemas que organizan la
experiencia pasada y que son utilizados pa-
ra reconocer e interpretar la autoinforma-
ción relevante procedente del contexto so-
cial inmediato» (Markus, Smith y More-
land, 1985). Como hemos visto, este con-
junto de autoesquemas tendría una estructu-
ra multidimensional y jerárquica. Los auto-
esquemas se definen como “generaliza-
ciones cognitivas sobre el yo, derivadas a
partir de la experiencia pasada y que organi-
zan y guían el procesamiento de la informa-
ción relevante existente en las experiencias
sociales concretas” (Brown y Taylor, 1986).
Esta aproximación al autoconcepto, esen-
cialmente cognitiva, viene a complementar
las aportaciones iniciales de Purkey y/o
Shavelson ya que a los aspectos meramente
descriptivos y estructurales se le suman los
aspectos organizativos y dinámicos (de fun-
cionamiento) estudiados dentro de esta nue-
va perspectiva.
La perspectiva cognitiva asume que los
autoesquemas frecuentemente implican y
contienen feedback relevante procedente de
otras personas (otros significativos). Las es-
tructuras de autoconocimiento, o autoesque-
mas, se vuelven más elaboradas y diferen-
ciadas a medida que se va obteniendo más
información significativa. Estas generaliza-
ciones cognitivas, como un mecanismo de
selectividad, guían al individuo en la elec-
ción de aquellos aspectos de la conducta so-
cial (propia y de otros significativos) que
han de tenerse en cuenta por su relevancia y,
además, funcionan como marcos interpreta-
tivos para dar significado a su conducta.
Desde este punto de vista, podemos hablar
de que el autoconocimiento se construye de
forma creativa y selectivamente ya que cada
nueva información se selecciona, interpreta
y asimila en función de los autoesquemas
preexistentes.
CONSTRUCCIÓN DEL AUTOCONCEPTO:
MECANISMOS Y PROCESOS IMPLICADOS
EN LA ADQUISICIÓN DE INFORMACIÓN
AUTORREFERENTE
El sujeto, en su interacción con el medio,
busca información que le permita mantener
la estabilidad y consistencia de su autocon-
cepto, al mismo tiempo que desarrollarlo y
enriquecerlo. De esta forma, si bien en oca-
siones la información resulta coherente, en
otras puede ser amenazante, poniendo el
autoconcepto en marcha una serie de proce-
sos que le van a permitir integrarla o recha-
zarla. Beane y Lipka (1986) señalan que du-
rante el proceso de adquisición de informa-
ción autorreferente el individuo organizará
la nueva información y/o experiencia, aña-
diéndola a la ya existente enriqueciendo la
estructura y funcionalidad del autoconcep-
to, tanto cuantitativa como cualitativamen-
te; examinará su estructura para determinar
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si la nueva información es semejante a la
contenida actualmente en las dimensiones
del autoconcepto; investigará la nueva in-
formación para determinar si realza o ame-
naza el autoconcepto actual; si es necesario
alterará la nueva información con el propó-
sito de no tener que modificar la presente
estructura del autoconcepto y contribuir así
a su estabilidad; y para ello puede elegir im-
plicarse en, o evitar, las nuevas experiencias
dependiendo de si son interpretadas como
beneficiosas o negativas para la estructura
actual de su autoconcepto; así como refle-
xionar sobre la nueva información de cara a
saber cómo ésta puede enriquecer el con-
cepto de sí mismo, reflexión que puede in-
cluso llevar a considerar las consecuencias
derivadas de una posible asunción de nue-
vas dimensiones o identidades; también
puede actuar como una fuerza motivadora
en la búsqueda de nuevas experiencias que
o bien reafirmen la estructura actual del
autoconcepto o bien definan cuál sería el ca-
mino adecuado para el crecimiento perso-
nal; finalmente, juzgar, incluso, el propio
concepto que se tiene de uno mismo en ba-
se a las experiencias y valores personales en
un intento por determinar su autoconcepto.
En su interacción con el medio el sujeto
recibe tanto información positiva como ne-
gativa. En el primer caso, la información se-
rá integrada y la estructura del autoconcep-
to se reforzará, pero en caso de que dicha in-
formación resulte incoherente, esta estruc-
tura se verá amenazada, generándose una
disonancia cognitiva y afectiva que el suje-
to tratará de resolver recurriendo a distintos
tipos de «estrategias o sesgos cognitivos»
que le permiten, más que negarla, evaluarla
e integrarla en la estructura ya existente
(Banaji y Prentice, 1994; Deppe y Harac-
kiewicz, 1996; Markus y Wurf, 1987). Al-
gunas de tales estrategias son, por ejemplo,
la tendencia de los sujetos a considerar co-
mo más relevante la información coherente
con las propias percepciones y a desechar
aquella otra que resulta discrepante; la bús-
queda de entornos que permitan confirmar
las propias percepciones; la distorsión de la
información disonante mediante el uso de
estrategias como la atención, el recuerdo y
la interpretación selectiva; la concesión de
suma relevancia a las actividades en la que
se es mejor que los demás; la comparación
social selectiva; la utilización de determina-
das estrategias atribucionales, como la “au-
toafirmación”, consistente en reforzar una
dimensión no amenazada, el fenómeno del
“self-handicapping”, que consiste en mos-
trarse de manera denigrante y con ello dis-
poner de una excusa para poder mantener
un autoconcepto positivo, o también el “re-
alzamiento de los otros”. Estas estrategias
se utilizan con el fin de proteger y realzar el
autoconcepto. Siguiendo la tesis de algunos
especialistas en el campo, tales estrategias
implican: (1) «egocentricidad» o la tenden-
cia de enjuiciar la información teniendo el
yo como punto de referencia de conoci-
miento, (2) la tendencia a «tomar responsa-
bilidad para los éxitos» y no en los fracasos
y, (3) la tendencia a «mantener las estructu-
ras de autoconocimiento existentes» o, lo
que es lo mismo, la resistencia al cambio
cognitivo.
Todos estos procesos de decisión y con-
trol de la información que, en su interac-
ción con el medio, el sujeto pone en marcha
dan lugar a conductas que van a permitir la
estabilidad o cambio del autoconcepto. En
relación a esto, Royce y Powell (1983)
plantean un modelo explicativo basándose
en los conceptos de asimilación y acomo-
dación. Así, señalan cómo la nueva infor-
mación recibida puede ajustarse a la estruc-
tura preexistente o no hacerlo. En el primer
caso, dicha información sería incorporada,
teniendo lugar su asimilación. Sin embar-
go, cuando resulta discrepante, el autocon-
cepto pone en marcha los mecanismos se-
ñalados anteriormente para lograr un ajuste,
que, si se consigue, llevará también a la asi-
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milación de la misma. Pero puede ocurrir
que la información resulte tan discrepante
que estos procesos no sean útiles, surgien-
do la inestabilidad y la crisis. En esta situa-
ción, es necesario reestructurar el autocon-
cepto de manera que sea posible ajustar la
información, teniendo lugar en este caso la
acomodación. Estos autores añaden que es-
tos dos procesos, acomodación y asimila-
ción, actúan continuamente, de manera que
al mismo tiempo que se mantiene estable la
estructura del autoconcepto, éste se va de-
sarrollando y fortaleciendo. Por otra parte,
estos procesos de decisión y control que
permiten el ajuste del sujeto a las distintas
situaciones están jerarquizados y así, ante
una información discrepante, el autocon-
cepto podrá o bien cuestionarla (es decir,
reevaluarla), o bien alterarla o, finalmente,
suprimirla. En cualquier caso, si la infor-
mación fuera tan discrepante que llegara a
modificar de manera considerable la estruc-
tura del autoconcepto, esto supondría un
cambio tanto en el estilo de vida del sujeto
como en su forma de ver el mundo, lo que
indica el papel que este constructo ocupa en
la personalidad del sujeto (González-Pien-
da, 1993; Núñez, 1992; Núñez y González-
Pienda, 1994).
El énfasis puesto tanto por psicólogos co-
mo por sociólogos, en la multiplicidad y
multidimensionalidad del autoconcepto ha
llevado a la conclusión de que no es apro-
piado, ni posible, referirnos al autoconcep-
to. En cambio, es necesario hablar de un
autoconcepto de trabajo o autoconcepto ac-
cesible. La idea es simple: no todas las au-
torrepresentaciones o identidades que for-
man parte del autoconcepto serán accesibles
al mismo tiempo. El autoconcepto de traba-
jo, también llamado operativo o del mo-
mento, tiene la característica de estar siem-
pre activo. En la Figura 5 esquematizamos
una posible situación de aprendizaje y cómo
se relaciona con ella el constructo “auto-
concepto operativo”.
Según Markus y Wurf (1987), pueden
ser enumeradas varias razones por las que
esta aproximación al autoconcepto parece
ser apropiada tanto a nivel teórico como a
nivel de intervención. De entre todas, so-
bresale el hecho de que tal aproximación
permite dar respuesta a la polémica estabi-
lidad vs. variabilidad del autoconcepto a lo
largo de la vida del sujeto. Desde esta pers-
pectiva, se considera el autoconcepto como
estable y maleable a la vez. Las autorrepre-
sentaciones que forman el autoconcepto
tienen distinto grado de centralidad. Las re-
presentaciones más centrales deben ser re-
lativamente insensibles a los cambios ope-
rados en las circunstancias sociales inme-
diatas. Debido a su importancia en la defi-
nición del yo y su elevado grado de elabo-
ración, deben ser permanentemente accesi-
bles. Otras autopercepciones del autocon-
cepto, sin embargo, variarán en su accesibi-
lidad dependiendo del estado motivacional
del individuo o de las condiciones ambien-
tales prevalecientes. El autoconcepto de
trabajo u operativo estaría formado por au-
torrepresentaciones centrales vinculadas a
las circunstancias del momento. En otras
palabras, el autoconcepto operativo lo
constituiría un determinado subconjunto
del total de representaciones contenidas en
el autoconcepto general y que son activadas
por las características particulares de las
circunstancias a las que el sujeto debe res-
ponder.
JULIO A. GONZÁLEZ-PIENDA, J. CARLOS NÚÑEZ PÉREZ, SOLEDAD GLEZ.-PUMARIEGA Y MARTA. S. GARCÍA GARCÍA
Psicothema, 1997
279
Figura 5. Representación gráfica del constructo
«autoconcepto operativo» y su rol en el procesa-
miento de la información autorreferente específica.
Page 10
Así pues, los mecanismos de procesa-
miento de la nueva información (cuestio-
nar, alterar, suprimir) son semejantes en
cada uno de los posibles autoconceptos de
trabajo. Entonces, mientras que el conteni-
do de cada autoconcepto operativo o de
trabajo es específico a cada input, los me-
canismos de procesamiento son únicos (ge-
nerales) para cualquier tipo de entrada. En
definitiva, la modificabilidad del autocon-
cepto estaría explicada por los cambios
que pudieran producirse en alguno de los
posibles autoconceptos de trabajo. Pero ya
que tal cambio, en la mayoría de las oca-
siones, no supone demasiada discrepancia
para el autoconcepto general, éste perma-
nece estable. Y aún en el supuesto de que
la información procesada por un autocon-
cepto de trabajo concreto signifique una
amenaza, los mecanismos de defensa, o
sesgos cognitivos, serían entonces los en-
cargados de eliminar dicha amenaza. La
conclusión que se puede extraer de lo di-
cho podría ser que “la propia estructura or-
ganizativa y funcionamiento del autocon-
cepto son los responsables de que a la vez
que la persona va cambiando (enriquece su
autoconcepto a medida que va incorporan-
do asimilativamente, y por acomodación,
las nuevas experiencias) ello no represente
ningún tipo de crisis personal (estabilidad
emocional y cognitiva)”.
En conclusión, al estudiar el procesa-
miento de la información autorrefente he-
mos recurrido a tres conjuntos de concep-
tos: (1) los procesos de equilibración de es-
tructuras cognitivas de autoconocimiento y
los principios de asimilación y acomoda-
ción, (2) la utilización de modos particulares
de enjuiciamiento de la información y toma
de decisiones y, (3) la explicación del cam-
bio sin crisis, haciendo referencia a cómo
uno puede dar respuesta a distintas situacio-
nes (y dejarse influenciar por ellas) sin que
ello implique cambios dramáticos en la es-
tructura de su autoconcepto.
CONSTRUCCIÓN DEL AUTOCONCEPTO: FUEN-
TES SIGNIFICATIVAS DE FEEDBACK
La información autorreferente es posible
obtenerla a partir de diversas fuentes. Aun-
que existen diversas maneras de clasificar-
las, podemos englobarlas en cuatro catego-
rías: 1) los otros significativos, 2) proceso
de comparación social e interna, 3) la obser-
vación de la propia conducta y 4) los esta-
dos afectivo-emocionales propios.
En el desarrollo del niño, los dos con-
textos que más influyen en el autoconcep-
to de éste son el familiar y el escolar. Por
tanto, la información ofrecida por padres,
profesores e iguales va a representar una
importante fuente a partir de la cual crece
el autoconcepto (Fantuzzo, Davis y Gins-
burg, 1995; Scott, Murray, Mertens y Dus-
tin, 1996). No obstante, no todos los
miembros de estos contextos tienen la
misma relevancia, ni siquiera la misma
persona a distintas edades (Lacasa y Mar-
tín, 1990). El feedback de los demás signi-
ficativos, a menudo, y sobre todo en la es-
cuela, conlleva una referencia a otros. En
este sentido, el niño no es mejor o peor sin
más, lo es respecto a sus compañeros. Es-
te proceso de comparación también consti-
tuirá una fuente de influencias para el
autoconcepto (González-Pienda, Núñez y
Valle, 1992). La comparación interna se
refiere a la comparación que el alumno re-
aliza entre sus diferentes ámbitos (p.e., co-
mo estudiante en matemáticas respecto a
lengua). La observación de la propia con-
ducta suele ser la fuente de información
más importante para la consolidación de
un autoconcepto; si bien deberíamos tener
en cuenta el grado de dependencia del su-
jeto respecto a su medio. Por último, tam-
bién las sensaciones experimentadas por
las experiencias vividas (p.e., respecto a
un fracaso en una asignatura, etc.) pueden
influir considerablemente en el nivel del
autoconcepto.
AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA Y APRENDIZAJE ESCOLAR
280
Psicothema, 1997
Page 11
Funciones del autoconcepto
Numerosas investigaciones han señalado
que una de las funciones más importantes
del autoconcepto es regular la conducta me-
diante un proceso de autoevaluación o auto-
conciencia, de manera que el comporta-
miento de un sujeto dependerá en gran me-
dida del autoconcepto que tenga en ese mo-
mento (Machargo, 1991). Sin embargo, este
proceso de autorregulación no se realiza
globalmente (Bandura, 1989; Brown y
Smart, 1991), sino a través de las distintas
autopercepciones o autoesquemas que cons-
tituyen el autoconcepto y que representan
generalizaciones cognitivas, actuando de
punto de contacto entre el pasado y el futu-
ro, pudiendo controlar la conducta presente
en función de éste (Markus y Ruvolo,
1989). Estos autoesquemas, también llama-
dos possible selves (Markus y Nurius,
1986), influyen sobre la conducta bien por
medio de las expectativas, bien determinan-
do la interpretación de las distintas situacio-
nes en las que se encuentra el sujeto, así co-
mo la información que será seleccionada, o
bien afectando a las inferencias que se rea-
licen (Miras, 1996). Las funciones de estos
«possible selves» son muy variadas desta-
cando el ser fuentes motivacionales que fa-
vorecen los sentimientos de autoeficacia,
competencia y de control sobre la propia
conducta (Bandura, 1986; Harter, 1985). En
relación a este papel motivador, recientes
investigaciones han puesto de manifiesto
que los «possible selves» representan los
distintos motivos del sujeto, dando forma
cognitiva y cargando de afectividad sus in-
tereses, deseos, objetivos, miedos, etc. Se-
gún lo señalado, este constructo constituye
el punto de contacto entre los motivos y la
conducta, siendo, por tanto, el autoconcep-
to, a través de ellos, el que la dirige e incen-
tiva. Por otra parte, como se ha visto, tam-
bién por medio de estos autoesquemas, el
autoconcepto actúa como un filtro a través
del cual se selecciona y procesa la informa-
ción relevante que el sujeto recibe en su in-
teracción con el medio, determinando el re-
sultado de la conducta (Núñez y González-
Pumariega, 1996).
En definitiva, el autoconcepto, por medio
de los autoesquemas que lo constituyen, se
encarga de integrar y organizar la experien-
cia del sujeto, regular sus estados afectivos
y, sobre todo, actúa como motivador y guía
de la conducta (Markus y Kitayama (1991).
Autoconcepto, aprendizaje escolar
y rendimiento académico: modelo
cognitivo-motivacional
Gran parte de la investigación realizada
sobre el autoconcepto se dirigió hacia su pa-
pel en la conducta académica del alumno.
Esto ha sido así no sólo por la relevancia del
logro escolar, sino también por la importan-
cia del contexto escolar en el desarrollo del
niño. En la mayoría de estas investigaciones
se ha encontrado relacionado, más o menos,
el autoconcepto y las experiencias y/o lo-
gros escolares de los alumnos. Una vez
constatada dicha relación, la discusión se ha
centrado en saber cómo es la relación entre
ambos constructos (unidireccional, recípro-
ca) y, conocido esto, cuáles son los meca-
nismos y/o procesos que hacen posible tal
relación. Los resultados de las investigacio-
nes más relevantes (con respecto a la cali-
dad del trabajo) no son concluyentes. Mien-
tras que, por ejemplo, Marsh (1990) en-
cuentra que el autoconcepto determina cau-
salmente el rendimiento del alumno, Chap-
man y Lambourne (1990) afirman que son
las experiencias de logro académico quienes
determinan el autoconcepto de los alumnos,
e incluso Skaalvik y Hagtvet (1990) obtie-
nen una determinación recíproca. Otros tra-
bajos, -p.ej., Helmke y van Aken (1995)- in-
crementan aún más la incertidumbre al afir-
mar que sus datos apoyan la hipótesis de la
influencia del rendimiento sobre el autocon-
JULIO A. GONZÁLEZ-PIENDA, J. CARLOS NÚÑEZ PÉREZ, SOLEDAD GLEZ.-PUMARIEGA Y MARTA. S. GARCÍA GARCÍA
Psicothema, 1997
281
Page 12
cepto aunque esto puede variar si tenemos
en cuenta la edad de los sujetos (7-8 años en
este estudio) así como el tipo y número de
estimaciones del rendimiento (si sólo se uti-
liza un procedimiento el autoconcepto influ-
ye sobre el rendimiento, mientras que si se
utilizan dos -tests y notas- el rendimiento
influye sobre el autoconcepto).
En general, los datos disponibles parecen
ofrecer más apoyo a la hipótesis de la su-
premacía de la influencia del autoconcepto
sobre el rendimiento del alumno, que al
contrario; aunque esto se encuentra mediati-
zado por la edad de los estudiantes, la rele-
vancia personal del área académica utiliza-
da, y los tipos de estimadores del rendi-
miento. Desde nuestra perspectiva (p.ej.,
González-Pienda, 1993; González-Pienda,
Núñez y Valle, 1992; Núñez, 1992), estos
resultados demuestran dos hechos funda-
mentales. El más notable se refiere a que
efectivamente el autoconcepto es fuente de
motivación que incide directa y significati-
vamente sobre el logro del niño. Pero, ya
que una de las fuentes principales de infor-
mación para la formación del autoconcepto
es el resultado del comportamiento de los
demás hacia uno mismo y el de la propia
conducta, los resultados del aprendizaje es-
colar, necesariamente, tienen que incidir so-
bre el autoconcepto del estudiante, aunque
pensamos que esta influencia no es directa y
pasiva, sino el resultado de una elaboración
cognitivo-afectiva previa por parte de la di-
mensión correspondiente del autoconcepto.
Es decir «la influencia del autoconcepto so-
bre el rendimiento puede ser inmediata,
mientras que la incidencia del logro acadé-
mico sobre el autoconcepto se encontraría
mediatizada por la elaboración cognitivo-
afectiva del propio autoconcepto».
Es probable que una de las posibles razo-
nes de la divergencia de los resultados de
los trabajos realizados hasta ahora quizá es-
té en que tanto el rendimiento como el auto-
concepto están sujetos a la influencia de
otras variables que, con frecuencia, no sue-
len ser tenidas en cuenta (Cabanach, et al.,
1996; Núñez, González-Pienda, García, et
al., 1995; González-Pienda, Cabanach,, et
al., 1995; Valle et al., en prensa). Una varia-
ble posiblemente implicada serían las “ex-
pectativas de logro”. Los resultados del es-
tudio de Platt (1988) indican que el auto-
concepto académico no se encuentra rela-
cionado directamente con el rendimiento,
sino que su influencia se manifiesta a través
de las expectativas de logro. En este mismo
trabajo, las atribuciones causales influyen
sobre el autoconcepto directamente (e indi-
rectamente sobre el rendimiento).
Cuando el individuo se encuentra moti-
vado o interesado por conocerse tal como es
y no se siente angustiado por la posibilidad
de obtener información negativa, una vez
que se logra información autorreferente, se
busca la causa que ha originado tal resulta-
do. La naturaleza de la causa encontrada co-
mo responsable más directo de lo sucedido
puede implicar cambios en alguna de las di-
mensiones del autoconcepto, aunque casi
nunca en la imagen global que se posee. En
consecuencia, estamos hablando de la de-
pendencia del autoconcepto del tipo de atri-
bución causal que se realice, encontrándo-
nos ante los planteamientos de la teoría mo-
tivacional desarrollada por B. Weiner. De
otro lado, en ocasiones (por determinadas
circunstancias) algunos individuos utilizan
los procesos atribucionales de una manera
sesgada con el propósito de seguir mante-
niendo una imagen positiva de sí mismos.
Una de estas estrategias más investigada es
la tendencia a realizar atribuciones internas
sobre resultados positivos de la propia con-
ducta y atribuciones externas sobre los re-
sultados negativos. En este caso, el auto-
concepto previo, constituye la variable de
referencia para la búsqueda de causas de
nuestra conducta y, así, los procesos atribu-
cionales son un instrumento del autocon-
cepto para su defensa ante información no
AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA Y APRENDIZAJE ESCOLAR
282
Psicothema, 1997
Page 13
agradable. Un caso particular de este tipo de
planteamientos es la teoría del autorrespeto
de M. Covington.
La estrecha relación entre aprendizaje,
rendimiento, autoconcepto, procesos de
atribución y expectativas de logro se pone
de manifiesto de manera especial cuando
ocurren alteraciones o déficits en el logro
escolar del alumno (González-Pumariega,
1995). Por lo que hace referencia al auto-
concepto, en la mayoría de los trabajos en
los que se considera alguna muestra de ni-
ños con problemas en su aprendizaje esco-
lar, se ha observado que generalmente cuan-
do éstos presentan estas dificultades tam-
bién tienen déficits en su autoconcepto (Nú-
ñez, González-Pienda y González-Pumarie-
ga, 1995). No obstante, esta relación tiene
lugar sólo cuando ha transcurrido el tiempo
suficiente para desarrollarse. Por otra parte,
parece que no son, sin embargo, las expe-
riencias de fracaso en sí mismas quienes de-
ciden la suerte de los niveles del autocon-
cepto, sino más bien la naturaleza de las
causas a las que el sujeto recurre para expli-
car su fracaso. Y es aquí también, en la in-
terpretación de la conducta de logro acadé-
mico, donde el autoconcepto vuelve a jugar
un papel sumamente significativo, ya que es
éste quien decide cómo ha de ser juzgado el
input. A su vez, el modo de juzgar las expe-
riencias de éxito o fracaso (la causa encon-
trada como responsable) podría contribuir a
la aparición de dificultades en el aprendiza-
je.
En definitiva, estas investigaciones po-
nen de manifiesto que la implicación activa
del sujeto en el proceso de aprendizaje au-
menta cuando se siente autocompetente, es
decir, cuando confía en sus propias capaci-
dades y tiene altas expectativas de autoefi-
cacia, valora las tareas y se siente responsa-
ble de los objetivos de aprendizaje (Núñez,
González-Pienda, et al., 1995). Todo ello in-
fluye tanto sobre las estrategias cognitivas y
metacognitivas que pone en marcha a la ho-
ra de abordar las tareas como sobre la regu-
lación del esfuerzo y la persistencia, lo que
a su vez incide de forma directa y positiva
sobre el rendimiento académico de los
alumnos (González y Tourón, 1992).
Para finalizar este apartado, puede ser
oportuno indicar que si bien son realmente
importantes las variables de tipo motivacio-
nal y afectivo en el resultado del aprendiza-
je escolar, no se debe olvidar la vertiente
cognitiva del mismo. En este sentido, Gar-
cía y Pintrich (1994) señalan que hasta fe-
chas recientes los investigadores trataban
los aspectos motivacionales y cognitivos del
aprendizaje de modo independiente. Por un
lado, los modelos puramente motivaciona-
les aportan información sobre el “por qué”
del trabajo de los estudiantes, de su activi-
dad, su esfuerzo y su persistencia ante las
tareas escolares. Por otro lado, los modelos
cognitivos del aprendizaje intentan describir
“cómo” los estudiantes llegan a comprender
y dominar tales tareas mediante la utiliza-
ción de diversas fuentes cognitivas (p.ej.,
conocimientos previos) y destrezas (p.ej.,
estrategias cognitivas y de autorregulación
del aprendizaje). Estamos de acuerdo con
estos autores cuando señalan la necesidad
de crear y probar modelos complejos en los
que se tenga en cuenta la interacción entre
cognición y motivación en el contexto esco-
lar, puesto que ambos factores operan con-
juntamente para crear las condiciones ópti-
mas de aprendizaje y rendimiento académi-
co (Boekaerts, 1996). El autoconcepto es
una de las variables más importantes dentro
del ámbito motivacional, el cual incide sig-
nificativamente en el correcto funciona-
miento del ámbito cognitivo (p.ej., sobre la
activación de diversas estrategias cognitivas
y de autorregulación del aprendizaje esco-
lar).
En la Figura 6 ofrecemos un esbozo de
los contenidos de lo que entendemos por un
modelo cognitivo-motivacional del aprendi-
zaje. En éste, diferenciamos los dos ámbitos
JULIO A. GONZÁLEZ-PIENDA, J. CARLOS NÚÑEZ PÉREZ, SOLEDAD GLEZ.-PUMARIEGA Y MARTA. S. GARCÍA GARCÍA
Psicothema, 1997
283
Page 14
(cognitivo y motivacional), tanto en lo que
hace referencia a los componentes básicos
como respecto a los procesos y estrategias
(metacognitivas y motivacionales) y de au-
torregulación del aprendizaje y rendimiento
académicos. Centrando el análisis en la va-
riable objeto de este trabajo, observamos
como el autoconcepto es uno de los tres
componentes motivacionales destacados.
Por otro lado, los tres procesos y/o estrate-
gias de autorregulación motivacional (self-
handicapping, self-serving biases y self-af-
firmation) se encuentran directamente vin-
culados con los niveles del autoconcepto del
individuo; es decir, son estrategias que tie-
nen funciones motivacionales bien de creci-
miento, bien de estabilización (mediante la
defensa) del “yo”.
Desde una perspectiva más general, tam-
bién destacamos en el modelo que el proce-
so de aprendizaje de una determinada tarea
comienza por “un análisis de la misma tan-
to de tipo cognitivo (utilización de las capa-
cidades básicas y conocimientos previos
ajustados a la tarea con el fin de obtener una
comprensión inicial de la misma y las posi-
bilidades cognitivas de realizarla con éxito)
como motivacional (¿supone un riesgo para
el status de mi autoconcepto, o bien, una
ocasión para reafirmarlo?, ¿va en la direc-
ción de mis metas académicas u orientación
motivacional? ¿dispongo de la voluntad su-
ficiente para mantener el esfuerzo necesa-
rio?, ¿me considero capaz de abordarla con
éxito?, ¿sé que pasos debo dar para lograr su
finalización con éxito?)”. Si esta valoración
resultara positiva es cuando se ponen en
marcha todos los recursos necesarios (cog-
nitivos, motivacionales y de autorregula-
ción) para asegurar el éxito. El proceso de
autorregulación (cognitiva y motivacional)
acompaña a la actividad básica a lo largo de
todo el proceso. Finalmente, los resultados
del aprendizaje y, con mucha frecuencia, del
rendimiento inciden muy significativamen-
te tanto sobre el ámbito cognitivo (reafir-
mando estructuras de conocimiento o mejo-
rándolas, automatizando y ampliando estra-
tegias de aprendizaje, verificando y certifi-
cando la utilidad de los procesos y estrate-
gias de autorregulación, etc. - en el caso de
éxito-, o disminuyendo el umbral de utiliza-
ción de contenidos y estrategias existentes -
en caso de fracaso), como sobre el motiva-
cional (reforzando la imagen positiva de sí
mismo, generando autoconfianza y respon-
sabilidad en el resultado logrado, incidiendo
positivamente en la definición de una orien-
tación motivacional hacia la tarea y el
aprendizaje, etc., -si se logra el éxito-, o for-
zando la utilización de estrategias de auto-
rregulación encaminadas a la defensa del yo
-como, por ejemplo, la estrategia “self-ser-
ving biases” que implica no tomar respon-
sabilidad en el resultado o “self-handicap-
ping” que supone denigrarse con el fin de
poder soportarse- y la consiguiente reduc-
ción motivacional intrínseca y extrínseca,
etc., en caso de fracaso).
Pero, tal y como inicialmente hemos di-
cho, lo cognitivo y lo motivacional no fun-
cionan por separado. Al contrario, si el
análisis cognitivo de la tarea es negativo
generará un hándicap para el despliegue
de las fuerzas motivacionales, lo cual inci-
dirá negativamente sobre la puesta en mar-
cha de los procesos y estrategias cogniti-
vas necesarias para la realización correcta
AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA Y APRENDIZAJE ESCOLAR
284
Psicothema, 1997
Figura 6. Modelo cognitivo-motivacional del apren-
dizaje autorregulado.
Page 15
de la tarea; y si la tarea no va en la direc-
ción de sus intereses motivacionales o no
supone una ocasión idónea para engrande-
cer el yo, el ámbito cognitivo carecerá de
la fuerza motivacional para su óptimo fun-
cionamiento. Así pues, en la interacción
cognitivo-motivacional se encuentra la
clave para explicar la conducta de apren-
dizaje escolar.
Síntesis
Dado que el contenido central del artículo
tiene que ver con aspectos diversos del auto-
concepto, intentaremos ahora ofrecen una
síntesis sistematizada de las características
relevantes del autoconcepto que, tal vez, pu-
diera servir como modelo para reflexiones e
investigaciones futuras (ver Tabla 1).
JULIO A. GONZÁLEZ-PIENDA, J. CARLOS NÚÑEZ PÉREZ, SOLEDAD GLEZ.-PUMARIEGA Y MARTA. S. GARCÍA GARCÍA
Psicothema, 1997
285
Tabla 1
Modelo de autoconcepto: síntesis e integración de las características fundamentales del autoconcepto
• D. CONCEPTUAL
• D. ESTRUCTURAL
• D. FUNCIONAL
Componente Descriptivo
Componente Valorativo
Componente Interactivo
E. Multidimensional
Ordenación Jerárquica
Estabilidad
Identidad Estructural
Procesos y estrategias
cognitivas y de
autorregulación
Autoconcepto Operativo
Sus Funciones
• Referido al concepto de «autoimagen» (cómo me veo). Dos ti-
pos: privada (identidad personal, yo privado) y social (el yo de-
sempeñando roles sociales).
• Relativo al concepto de «autoestima» (representa la importancia
que tiene para mí la autoimagen percibida). Aquí juegan un pa-
pel relevante el «autoconcepto ideal propio» y el «autoconcepto
ideal para otros significativos».
• La relación significativa entre nivel de autoimagen e importan-
cia de la misma dan lugar a un autoconcepto concreto.
• Diferentes dimensiones en cada uno de los niveles de generali-
dad: académico, no académico/matemático, verbal... Social, fí-
sico, etc.
• Las dimensiones se organizan según su nivel de generalidad en
varios niveles factoriales, siempre de modo jerárquico.
• Mayor estabilidad en las dimensiones más generales y mayor
inestabilidad en las más específicas (cercanas a la conducta ob-
jetiva).
• Tiene, por tanto, una estructura definida y diferenciable de cual-
quier otro constructo.
• Para la construcción del autoconocimiento se utilizan una serie
de procesos cognitivos que posibilitan varias operaciones: acep-
tar, cuestionar, alterar o suprimir la información, con el propósi-
to de asimilarla o acomodarse a ella.
• Es la dimensión del autoconcepto global que a) percibe, proce-
sa e interpreta la información, b) selecciona la respuesta ade-
cuada e inicia la acción y, c) evalúa el desarrollo y resultado fi-
nal de la misma.
• A nivel general son dos: estabilizadoras y de crecimiento. A ni-
vel más concreto, identificamos cuatro: a) contextualizar, b) in-
tegrar la información nueva, c) regular el estado afectivo y, d)
motivar la conducta futura.
Page 16
En el modelo se diferencian tres “dimen-
siones” importantes de análisis: la concep-
tual, la estructural y la funcional. En la di-
mensión conceptual se destacan las dos ver-
tientes del autoconcepto: valorativa y des-
criptiva; y se enfatiza una perspectiva in-
teractiva para comprender correctamente el
significado de este constructo. En cuanto a
la dimensión estructural, observamos que la
mayoría de la investigación realizada al res-
pecto coincide en destacar cuatro aspectos:
que su estructura es multidimensional, que
las dimensiones se encuentran organizadas
de modo jerárquico, que a medida que as-
cendemos en la jerarquía las dimensiones
son más estables y, por ello, menos sensi-
bles a las circunstancias situacionales con-
cretas y, que es un verdadero constructo
psicológico con un valor ciertamente rele-
vante dentro de la estructura de la persona-
lidad.
Por último, resumimos las características
más relevantes respecto a la dimensión fun-
cional. En ésta destacamos la manera en que
afrontamos la construcción de nuestro auto-
concepto, tanto si el feedback es positivo
como si es negativo, para lo cual tomamos
prestados una serie de conceptos que podrí-
an ser válidos para explicar este proceso de
construcción y crecimiento del yo (p.ej., es-
trategias cognitivo-afectivas, proceso de
asimilación, acomodación, etc., estrategias
cognitivas de autorregulación afectiva y
motivacional). Así mismo, enfatizamos lo
que se denomina “autoconcepto operativo”
para explicar de qué modo (estratégico) se
enfrenta el autoconcepto general previo a la
nueva información y avanzar en el análisis
del por qué de la tendencia a mantener las
estructuras existentes o, en todo caso, del
cambio sin crisis. Por último, destacamos
sus funciones generales y específicas.
AUTOCONCEPTO, AUTOESTIMA Y APRENDIZAJE ESCOLAR
286
Psicothema, 1997
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