domingo, 24 de abril de 2016

Leccion Esc. Sabática

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Comentario Sobre El Segundo Libro de Moisés Llamado ÉXODO
INTRODUCCIÓN
1.
Título.
Como ocurre con cada uno de los otros cuatro libros del Pentateuco, el libro del Exodo es llamado por los judíos de acuerdo con la primera frase del texto hebreo, We'eleh shemoth: "Y estos son los nombres". El nombre Exodo está compuesto de dos palabras griegas que significan "camino de salida" o "salida" (de los israelitas de Egipto), y fue tomado de la Vulgata por los que hicieron la traducción de ella a los idiomas modernos. A su vez Jerónimo lo tomó de la LXX. Por supuesto, este término se refiere al tema central del libro. Las palabras "El segundo libro de Moisés" no aparecen en el texto hebreo, sino que fueron añadidas posteriormente.
2.
Autor.
La cuestión de quién es el autor del libro del Exodo está estrechamente relacionada con la de todos los libros del Pentateuco, y del Génesis en particular, del cual es la continuación. El libro del Exodo es muy importante en el problema de identificar al autor del Pentateuco, dado que algunas de sus declaraciones designan a Moisés como el autor de partes específicas de él. Por ejemplo, Moisés debía registrar la batalla contra los amalecitas "en un libro" (cap. 17: 14). Esto, junto con Núm. 33: 2, demuestra que Moisés llevaba un diario. Es evidente por Exo. 24: 4 que él anotó los ritos contenidos en la parte comprendida entre Exo. 20: 21 a 23: 33, o sea en "el libro del pacto" (cap. 24: 7). De acuerdo con cap. 34: 27, él es el autor de la revelación registrada en vers. 11-26. De modo que la evidencia preservada en el mismo libro del Exodo señala específicamente a Moisés como el autor de las informaciones históricas y de otra índole que se encuentran en él. Con la excepción de Moisés, no se menciona a ningún individuo en el Pentateuco como que hubiera escrito alguna parte de él.
El uso de muchas palabras egipcias y la descripción exacta de la vida y las costumbres egipcias que aparecen en la primera parte del libro sugieren con mucho énfasis que el autor había sido educado en Egipto y estaba íntimamente relacionado con el país y su cultura. Ningún otro hebreo conocido después del tiempo de José estuvo capacitado para escribir el relato del éxodo. Sólo Moisés parece haber sido "enseñado ... en toda la sabiduría de los egipcios" (Hech. 7: 22). Sin embargo, la prueba más firme de que Moisés es el autor se encuentra en el Nuevo Testamento. En Mar. 12: 26, Cristo cita de Exo. 3: 6 y se refiere a su fuente como "el libro de Moisés" (ver CS 487). Estas tres consideraciones -el testimonio directo del libro mismo, la evidencia 504 indirecta de que el autor fue educado en Egipto y el testimonio de Cristo- garantizan en su conjunto la exactitud de la tradición judía de que Moisés escribió el libro del Exodo.
3.
Marco histórico.
El Génesis, primer libro de Moisés, presenta un breve bosquejo de la historia de los escogidos de Dios desde la creación del mundo hasta el fin de la era patriarcal, un período de muchos siglos. En cambio, en sus dos primeros capítulos, el Exodo, la continuación del Génesis, abarca sólo unos 80 años, y en el resto del libro sólo un año aproximadamente.
Aunque la ausencia de evidencias arqueológicas impide que dogmaticemos sobre diversos puntos de la historia de los israelitas en Egipto, parece haber evidencia suficiente para justificar la conclusión de que José y Jacob entraron en Egipto durante el tiempo de los hicsos. Esos gobernantes semíticos fueron amistosos con sus hermanos de raza, los hebreos, y bajo ellos José se elevó al honor y a la fama. Sin embargo, como invasores y gobernantes extranjeros, los hicsos eran aborrecidos por los egipcios autóctonos aunque los gobernaron con mano suave y trabajaron para el bien de sus súbditos.
Cuando los hicsos habían gobernado sobre Egipto durante unos 150 años (c. 1730-1580 AC), Sekenenre se sublevó. Era un príncipe egipcio de una jurisdicción del Alto Egipto y vasallo de los hicsos. La narración de esa rebelión aparece en un relato legendario de fecha posterior y no revela si tuvo buen éxito o fracasó la tentativa de restaurar la independencia de Egipto. Su momia muestra terribles heridas en la cabeza, quizá recibidas en el campo de batalla mientras luchaba contra los hicsos.
La verdadera lucha por la independencia comenzó con Kamosis, el hijo y sucesor de Sekenenre. El consiguió expulsar a los hicsos tanto del Alto como del Medio Egipto, y limitó el poder de ellos a la región oriental del delta del Nilo. Sin embargo, Kamosis no vivió para ver la expulsión final de los hicsos. Esta fue realizada por Amosis, su hermano menor, quien derrotó a los odiados enemigos y obligó a que se rindiera su ciudad capital, Avaris. Con la caída de Avaris, los hicsos perdieron su último baluarte en Egipto. Entonces se retiraron a Saruhen -en el sur de Palestina-, ciudad que, a su vez, fue conquistada por Amosis después de una campaña de tres años. La pérdida de Saruhen, y la consiguiente retirada de los hicsos hacia el norte, señaló el fin de su poder y su desaparición de la historia.
Habiendo derrotado a los hicsos, los gobernantes de Tebas se convirtieron en los indiscutibles monarcas de Egipto. Como reyes de la decimoctava dinastía, no sólo libraron a Egipto sino que también subyugaron a Nubia y a Palestina y formaron un imperio fuerte y rico. Resultó natural que esos nuevos reyes que no conocían "a José" (Exo. 1: 8) vieran con desconfianza a esos extranjeros, los israelitas, que ocupaban la tierra de Gosén, en la parte oriental del delta. No podía esperarse que les tuvieran confianza los egipcios autóctonos, pues habían sido establecidos allí por los hicsos, estaban emparentados racialmente con ellos y habían sido favorecidos por ellos.
La cronología de los reyes de la decimoctava dinastía no ha sido fijada definidamente. Las fechas siguientes, aunque basadas sobre las mejores pruebas disponibles, tan sólo son aproximadamente correctas. Amosis fue seguido por Amenhotep I (1546-1525 AC), que emprendió campañas militares en el sur y en el oeste. Su hijo, Tutmosis I (1525-1508 AC), que llevó a cabo una campaña militar en Siria hasta el Eufrates, fue el primer rey en registrar el hecho de que empleó esclavos asiáticos en la construcción de sus templos. Es posible que se refiera a los hebreos. Fue seguido por su débil hijo, Tutmosis II (1508-1504 AC), después de cuya muerte, Hatshepsut, una 505 hija de Tutmosis I, gobernó pacíficamente a Egipto durante 22 años (1504- 1482 AC). Es probable que ella fuera la que adoptó a Moisés como hijo, puesto que los primeros 40 años de la vida de él abarcaron los reinados de Tutmosis I, Tutmosis II y Hatshepsut. De acuerdo con la cronología bíblica adoptada para este comentario, Moisés huyó de Egipto unos pocos años antes de que reinara Tutmosis III como único rey.
En los comienzos del reinado de Hatshepsut, una revolución de los sacerdotes la había obligado a aceptar la corregencia de su sobrino, Tutmosis III. Más tarde, la súbita desaparición de ella puede haberse debido a un acto de violencia o a causas naturales. Como parece verosímil que Hatshepsut fue la princesa que adoptó a Moisés, esta revuelta puede haberse producido como consecuencia del rechazo de Moisés de formar parte de la casta sacerdotal (ver PP 250). Tan pronto como Tutmosis III quedó como único gobernante (1482-1450 AC), marchó hacia Palestina en una campaña militar y derrotó a una coalición de príncipes sirios y palestinos en Meguido. Su imperio asiático se mantuvo unido gracias a una demostración de fuerza por medio de campañas anuales. Al igual que su abuelo, declara que empleó esclavos asiáticos en su programa de edificación de templos. Probablemente él fue el faraón de quien huyó Moisés. Después de Tutmosis III, ocupó el trono su hijo Amenhotep II (1450-1425 AC). El comenzó a gobernar sus posesiones extranjeras con un despliegue de terror sistemático que concuerda notablemente bien con el papel del faraón del éxodo. Por alguna razón, que no se menciona en los registros extrabíblicos, no fue el príncipe heredero sino otro hijo de Amenhotep II, Tutmosis IV (1425-1412 AC), quien lo sucedió en el trono. La desaparición del príncipe heredero puede haberse debido a la muerte de todos los primogénitos durante la décima plaga de Egipto.
Tal es el marco histórico de los dramáticos acontecimientos tan vívidamente descritos en el libro del Exodo. No existe ningún registro contemporáneo del éxodo que no sea bíblico, pues los egipcios nunca registraban los acontecimientos que les eran desfavorables.
4.
Tema.
El propósito principal de Moisés al escribir el Exodo fue describir la maravillosa intervención de Dios a favor de su pueblo escogido al librarlo de la esclavitud, y su bondadosa condescendencia al realizar un pacto con ellos. El tema que atraviesa todo el libro como un hilo de oro es el propósito de demostrar que ni la repetida infidelidad del pueblo escogido ni la oposición de la mayor nación de la tierra podían desbaratar el plan de Dios para él. Los relatos del Exodo hablan a la imaginación de los jóvenes y fortalecen la fe de los mayores. Demandan confianza en la dirección de Dios hoy día, y nos ordenan seguir humildemente dondequiera él nos guíe.
5.
Bosquejo.
I. El éxodo de Egipto, 1: 1 a 19: 2.
A. La permanencia en Egipto, 1: 1-22.
1. Nombres de los hijos de Jacob, 1: 1-6.
2. Crecimiento y opresión de los hijos de Israel en Egipto, 1: 7-22.
B. La preparación de Moisés para el liderazgo, 2: 1 a 4: 31.
1. Nacimiento, preservación y juventud de Moisés, 2: 1-10.
2. Asesinato, huida, y estada en Madián, 2: 11-22. 506
3. Muerte de Faraón, tiempo oportuno para el éxodo, 2: 23-25.
4. El llamamiento de Moisés, 3: 1 a 4: 17.
5. Moisés vuelve a Egipto, 4: 18-31.
C. Las diez plagas y el éxodo, 5: 1 a 13: 16.
1. Moisés y Aarón aparecen por primera vez delante de Faraón, 5: 1-18.
2. Renovación de la promesa de Dios de libertar a Israel, 5: 19 a 6: 12.
3. Genealogías de Rubén, Simeón y Leví, 6: 13-26.
4. Moisés y Aarón comparecen por segunda vez ante Faraón, 6: 27 a 7: 13.
5. La primera plaga: el agua transformada en sangre, 7: 14-25.
6. La segunda plaga: ranas, 8: 1-15.
7. La tercera plaga: piojos, 8: 16-19.
8. La cuarta plaga: moscas, 8: 20-32.
9. La quinta plaga: enfermedad en el ganado, 9: 1-7.
10. La sexta plaga: úlceras, 9: 8-12.
11. La séptima plaga: granizo, 9: 13-35.
12. La octava plaga: langostas, 10: 1-20.
13. La novena plaga: tinieblas, 10: 21-29.
14. El anuncio de la décima plaga y la institución de la pascua, 11: 1 a 12: 28.
15. La décima plaga: todos los primogénitos son muertos, 12: 29, 30.
16. El éxodo, 12: 31-42.
17. Instrucciones referentes a la pascua y a los primogénitos, 12: 43 a 13: 16.
D. Desde Egipto hasta el Sinaí, 13: 17 a 19: 2.
1. Cruce del mar Rojo, 13: 17 a 14: 31.
2. El cántico de Moisés, 15: 1-21.
3. Mara y Elim, 15: 22-27.
4. Codornices y maná en el desierto de Sin, 16: 1-36.
5. Masah y Meriba, 17: 1-7.
6. La victoria sobre Amalec, en Refidim, 17: 8-16.
7. La visita de Jetro, 18: 1-27.
8. Llegada al Sinaí, 19: 1, 2.
II. Israel en el Sinaí, 19: 3 a 40: 38.
A. La promulgación del Decálogo, 19: 3 a 20: 21.
1. La manifestación divina, 19: 3-25.
2. El Decálogo, 20: 1-17.
3. Israel se llena de terror, 20: 18-21.
B. El libro del pacto, 20: 22 a 23: 33.
1. Leyes concernientes al altar, 20: 22-26.
2. Derechos de los esclavos hebreos, 21: 1-11.
3. Leyes concernientes a la v0ida y la propiedad, 21: 12 a 22: 17. 507
4. Leyes concernientes a diversos pecados, 22: 18-20.
5. Leyes concernientes a la ayuda al necesitado, 22: 21-27.
6. Leyes misceláneas, 22: 28 a 23: 33.
C. Ratificación del pacto, 24: 1-18.
D. Instrucciones respecto al tabernáculo y sus muebles, 25:1 a 31: 17.
1. La ofrenda para el tabernáculo, 25: 1-9.
2. El arca, 25: 10-22.
3. La mesa del pan de la proposición, 25: 23-30.
4. El candelero, 25: 31-40.
5. Las cortinas y tablas, 26: 1-37.
6. El altar del holocausto, 27: 1-8.
7. El atrio, 27: 9-19.
8. Aceite para las lámparas, 27: 20, 21.
9. Las vestiduras sagradas, 28: 1-43.
10. Reglamentos concernientes a la investidura de los sacerdotes, 29: 1-37.
11. Los sacrificios diarios de la mañana y de la tarde, 29: 38-46.
12. El altar del incienso, 30: 1-10.
13. Leyes concernientes al rescate de personas, 30: 11-16.
14. La fuente, 30: 17-21.
15. El aceite de la unción, 30: 22-33.
16. El incienso santo, 30: 34-38.
17. Llamamiento de Bezaleel y de Aholiab, 31: 1-11.
18. Exhortación a guardar el sábado, 31: 12-17.
E. Se le dan a Moisés las dos tablas de piedra, 31: 18.
F. La apostasía y la renovación del pacto, 32: 1 a 34: 35.
1. El becerro de oro, 32: 1 a 33: 11.
2. La súplica de Moisés y su éxito, 33: 12-23.
3. Las nuevas tablas de piedra, 34: 1-35.
G. La construcción del tabernáculo y de sus muebles, 35: 1 a 40: 38.
1. Nueva exhortación a guardar el sábado, 35: 1-3.
2. Ofrendas para el tabernáculo, 35: 4-29.
3. Son designados Bezaleel y Aholiab, 35: 30 a 36: 7.
4. Las cortinas y las cubiertas, 36: 8-38.
5. El arca, 37: 1-9.
6. La mesa del pan de la proposición, 37: 10-16.
7. El candelero, 37: 17-24.
8. El altar del incienso, 37: 25-28.
9. El aceite de la unción y el incienso, 37: 29.
10. El altar del holocausto, 38: 1-7.
11. La fuente, 38: 8.
12. El atrio, 38: 9-20. 508
13. Las cuentas de las ofrendas del pueblo, 38: 21-31.
14. Las vestiduras santas, 39: 1-31
15. Moisés inspecciona el trabajo y erige el tabernáculo, 39: 32 a 40: 38.


CAPÍTULO 1
1 Los hijos de Israel se multiplican después de la muerte de José. 8 Cuanto más son oprimidos, tanto más se multiplican. 15 Las parteras manifiestan piedad al salvar a los hijos varones. 22 Faraón ordena que los varones sean arrojados al río.
1 ESTOS son los nombres de los hijos de Israel que entraron en Egipto con Jacob; cada uno entró con su familia:
2 Rubén, Simeón, Leví, Judá,
3 Isacar, Zabulón, Benjamín,
4 Dan, Neftalí, Gad y Aser.
5 Todas las personas que le nacieron a Jacob fueron setenta. Y José estaba en Egipto.
6 Y murió José, y todos sus hermanos, y toda aquella generación.
7 Y los hijos de Israel fructificaron y se multiplicaron, y fueron aumentados y fortalecidos en extremo, y se llenó de ellos la tierra.
8 Entretanto, se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José; y dijo a su pueblo:
9 He aquí, el pueblo de los hijos de Israel es mayor y más fuerte que nosotros.
10 Ahora, pues, seamos sabios para con él, para que no se multiplique, y acontezca que viniendo guerra, él también se una a nuestros enemigos y pelee contra nosotros, y se vaya de la tierra.
11 Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los Molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés.
12 Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel.
13 Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza,
14 y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor.
15 Y habló el rey de Egipto a las parteras de las hebreas, una de las cuales se llamaba Sifra, y otra Fúa, y les dijo:
16 Cuando asistáis a las hebreas en sus partos, y veáis el sexo, si es hijo, matadlo; y si es hija, entonces viva.
17 Pero las parteras temieron a Dios, y no hicieron como les mandó el rey de Egipto, sino que preservaron la vida a los niños.
18 Y el rey de Egipto hizo llamar a las parteras y les dijo: ¿Por qué habéis hecho esto, que habéis preservado la vida a los niños?
19 Y las parteras respondieron a Faraón: Porque las mujeres hebreas no son como las egipcias; pues son robustas, y dan a luz antes que la partera venga a ellas.
20 Y Dios hizo bien a las parteras; y el pueblo se multiplicó y se fortaleció en gran manera.
21 Y por haber las parteras temido a Dios, él prosperó sus familias.
22 Entonces Faraón mandó a todo su pueblo, diciendo: Echad al río a todo hijo que nazca, y a toda hija preservad la vida.

1.
Los hijos de Israel.
Acerca de los nombres de los hijos de Jacob, ver com. de Gén. 29: 32 a 30: 24; 35: 18; 46: 8-26; 49: 3-27.
5.
Setenta.
El registro de los pocos que inmigraron con Jacob a Egipto se presenta aquí para destacar el notable aumento numérico de los hijos de Israel durante sus años de permanencia en ese país. Este crecimiento fue el cumplimiento de las promesas hechas a Abrahán (Gén. 15: 14) y a Jacob (Gén. 46: 3). 509
En cuanto al número 70, en el cual está incluido el mismo Jacob, ver com. de Gén. 46: 27.
7.
Los hijos de Israel fructificaron.
La familia de Jacob aumentó milagrosamente tanto durante la vida de los 12 patriarcas como después de su muerte. Las bendiciones pronunciadas sobre la humanidad en la creación (Gén. 1: 28) y la promesa posteriormente hecha a Abrahán (Gén. 22: 17) se manifestaron ahora en gran medida.
Se lleno de ellos la tierra.
Esto se refiere particularmente a la tierra de Gosén, donde vivían los hebreos (Gén. 47: 11). El clima de Egipto, la fertilidad de la tierra, la virilidad natural de los hebreos junto con la bendición de Dios resultaron en un crecimiento extraordinario de la población.
8.
Un nuevo rey.
No meramente otro individuo, sino una nueva dinastía. Puesto que este comentario coloca la fecha del éxodo a mediados del siglo XV, se puede aceptar que José vivió durante el gobierno de los hicsos en Egipto (ver com. Gén. 39: 1; también págs. 201, y siguientes, 504). Por lo tanto, los reyes de la decimoctava dinastía, que libertaron a Egipto de los hicsos, fueron los faraones de la opresión.
Al igual que los hebreos, los hicsos eran asiáticos, y aunque se amoldaron a Egipto fueron amigables con José y su familia. Pero la expulsión de los hicsos despertó un nuevo espíritu de nacionalismo, y todos los extranjeros fueron vistos con desconfianza, especialmente los que habían sido favorecidos por los hicsos. Se olvidó la contribución hecha por José para el bienestar del pueblo, principalmente por su origen asiático, y por haber sido ministro de un rey extranjero. Había muerto la generación que había experimentado los siete años de hambre, y los descendientes de los hijos de Jacob afrontaron una situación enteramente nueva, ante una población autóctona de Egipto y una dinastía que odiaban a los israelitas.
Dijo.
Se trata de un rey de los comienzos de la decimoctava dinastía, ya sea Amosis, el gran libertador de Egipto, o su hijo Amenhotep I (1546-1525 AC), en el caso de que no fuera el mismo rey que vivía cuando nació Moisés. Sin embargo, si fue el rey en cuyo palacio creció Moisés, entonces se refiere a Tutmosis I (1525-1508 AC), el padre de Hatshepsut.
A su pueblo.
Indudablemente, el rey estaba conferenciando con sus ministros y consejeros. En los pocos documentos que proyectan alguna luz sobre la guerra de liberación, dos veces se hace la declaración de que los reyes Sekenenre y Kamosis reunieron a sus consejeros antes de actuar. Aunque Kamosis ya lo había resuelto y no siguió el consejo de ellos, debatió el asunto con sus ministros.
9.
Mayor y más fuerte.
Probablemente Faraón estaba exagerando, puesto que Egipto había sido una gran nación durante siglos. Fue la clase de exageraciones a las que recurren las personas que no tienen principios, con el propósito de justificar una conducta extrema e irrazonable.
10.
Seamos sabios.
Faraón sugirió un hábil recurso político para evitar el peligro de revolución y la posibilidad de que los israelitas pudieran hacer causa común con sus enemigos los hicsos y luego dejaran Egipto. Probablemente, lo que temía no era tanto la conquista de su reino por los hebreos como una alianza con sus enemigos. Entre los hebreos había muchos obreros hábiles y, por lo tanto, Faraón se propuso retenerlos como esclavos para poder emplearlos en sus diversos proyectos de construcción. Puede ser que adoptara este proceder hacia los hebreos durante la revolución contra los hicsos -emparentados por la raza con los hebreos- o poco después de ella.
11.
Comisarios.
Literalmente "superintendentes de trabajo [forzado y gratuito]". Faraón esperaba que un tratamiento opresivo quebrantara la fortaleza física de los israelitas y retardara su notable incremento numérico. Además esperaba aplastar su espíritu de independencia y respeto propio. Finalmente podría llevar a cabo su vasto proyecto de construcciones sin poner una carga sobre su propio pueblo.
Ciudades de almacenaje.
Puesto que la tierra de Gosén estaba situada en la región oriental del delta, Faraón puso a trabajar a los israelitas en templos y otros edificios gubernamentales en la zona del límite oriental. En la antigüedad, con frecuencia la riqueza nacional era almacenada en templos que, se suponía, estaban bajo la custodia de los dioses.
Pitón.
Este nombre ha sido explicado como la traducción hebrea del egipcio Per-Atum, "casa del [dios-sol] Atum". Algunos eruditos la han identificado con la actual Tell el 510 Masjuta, en el Wadi Tumilat, unos 18 km al oeste del lago Timsah, en la región oriental del delta, donde Naville descubrió, en 1883, grandes depósitos para cereales. Al establecer que esta ciudad había sido edificada por Ramsés II, a quien parece referirse el nombre de la segunda ciudad, Naville creyó que aquél había sido el faraón de la opresión. Esta opinión de Naville tuvo muchos seguidores. Otros han identificado Tell el-Masjuta con la bíblica Sucot (cap. 12: 37), de donde partieron los israelitas al salir de Egipto, ya que algunas de esas inscripciones revelan que el nombre egipcio del luga había sido Tieku. Con todo, hasta tanto se descubran más pruebas permanece dudosa la ubicación de Pitón.
Y Ramesés.
Esta ciudad fue identificada por Flinders Petrie con Tell el-Retabe, en el Wadi Tumilat, unos 12 km al oeste de Tell el-Masjuta. Pero otros eruditos identificaron a "Ramesés" con Tanis, la Zoán bíblica (Núm. 13: 22), antiguamente llamada Avaris, la capital de los hicsos. Mucho después de la expulsión de éstos de Egipto, Ramsés II la agrandó y embelleció y le dio su nombre.
A pesar de todo, Ramsés II no pudo haber sido el faraón de la opresión. La cronología bíblica del período desde el éxodo hasta la monarquía de Israel requiere por lo menos alguna fecha del siglo XV para el éxodo (1 Rey. 6: 1), el cual se realizó, por lo tanto, dos siglos antes del reinado de Ramsés II. El nombre de la ciudad de almacenaje aquí llamada "Ramesés" ha de entenderse como la modernización de un nombre más antiguo. Otro ejemplo de esta práctica aparece en Gén. 47: 11, donde la tierra de Gosén es llamada la "tierra de Ramesés". Nadie sostendría que la llegada de Jacob a Egipto se realizó bajo el reinado de Ramsés II. Por lo tanto, el antiguo nombre de la región llamada "Ramesés" en Gén. 47: 11 parece haber dado su lugar a un nombre más moderno (ver com. Gén. 47: 11). También la antigua ciudad de Lais es llamada Dan en Gén. 14: 14 (ver com. de ese texto), aunque recibió ese nombre muchos siglos después de que murieran tanto Abrahán como Moisés. La explicación más razonable para estos y otros textos, en los cuales se aplican nombres de ciudades modernas a tiempos anteriores, es suponer que copistas posteriores cambiaron nombres más antiguos, obsoletos, por nombres más modernos, en un intento por aclarar el relato para las generaciones posteriores.
12.
Tanto más se multiplicaban.
El primer plan de Faraón no cumplió su propósito. Los hebreos aumentaban en número en proporción directa con el grado de opresión, y los egipcios naturalmente se desanimaron ante ese crecimiento sin precedentes. Se hizo evidente que la persecución y las pruebas no podían torcer el propósito de Dios, y las medidas tendientes a destruir a su pueblo demostraron que eran más bien vigorizadoras.
Los egipcios temían.
El temor de los egipcios se debía al fracaso de sus planes. Les resultaban molesta e irritante la presencia de un enemigo dentro de sus fronteras, un enemigo que no podía ser sometido.
14.
Amargaron su vida.
Impertérritos, los egipcios ejercieron un esfuerzo aún mayor para esclavizar a Israel. Los vers. 13 y 14 no registran una nueva opresión sino la continuación e intensificación del programa de trabajos forzados que ya estaba en marcha.
En hacer barro y ladrillo.
Si bien es cierto que la piedra era el material mayormente empleado por los egipcios para sus grandes templos, palacios y otros edificios públicos, se usaba ladrillo en gran medida para palacios y edificios menores, para muros de ciudades, para fuertes, para vallados de templos y para casas de almacenamiento tales como las mencionadas en el vers. 11.
En todo su servicio.
Originalmente los hebreos habían sido empleados para atender los rebaños y las manadas reales (Gén. 47: 6), pero posteriormente se ocuparon también en faenas agrícolas (Deut. 11: 10). No hay país donde se requiera un cuidado tan afanoso y trabajo tan constante, todo el año, como en Egipto. Las inundaciones anuales del Nilo necesitan extremo cuidado para preservar el ganado y para impedir la inundación de las casas y aldeas así como la destrucción de los diques del río. El cultivo es continuo durante todo el año y el éxito depende de un sistema de irrigación que requiere constante trabajo y atención ininterrumpida. Si la "labor del campo" también incluía cavar canales (Josefo, Antigüedades ii. 9. 1), ciertamente deben haberse amargado las vidas de los hebreos. Trabajar bajo el cálido sol egipcio, sin sombra y apenas un hálito de viento, desde la salida hasta la puesta del sol y con los pies en el agua (Deut. 11: 10), es una experiencia agotadora 511 en extremo. Cuando Mehemet Allí construyó su canal alejandrino, a mediados del siglo XIX, perdió 20.000 de 150.000 obreros. El porcentaje de pérdidas quizá haya sido más o menos el mismo en tiempos antiguos. Pero en lo que atañe a Faraón, cuanto más hebreos morían, tanto más se cumplía su cruel propósito.
15.
Las parteras de las hebreas.
La segunda tentativa de Faraón para controlar el aumento de los hebreos fue hecha sin pretender ocultar su verdadero propósito. De una cruel opresión, pasó al asesinato descarado. Se ha puesto en duda si las parteras eran realmente hebreas, pues en ese caso el rey no podía estar seguro de su cooperación. Sin embargo, sus nombres son definidamente semíticos y no egipcios. Sifra significa "belleza" y Fúa "esplendor" o "brillo".
16.
Sus partos
Literalmente "dos piedras". Se han dado para este término varias explicaciones que no son convincentes, ninguna de las cuales necesita ser repetida aquí puesto que su verdadero significado ha sido descubierto por el egiptólogo Spiegelberg. En Egipto, los banquillos usados para los partos consistían en dos piedras, o en piedras colocadas en la forma de una herradura. La expresión común egipcia "sentarse en los ladrillos", por "dar a luz", tal como se encuentra en varias inscripciones antiguas, revela el significado de las palabras del rey: "Vigiladlas cuando estén sobre las dos piedras". El uso de esta expresión egipcia confirma la paternidad literaria mosaica del Exodo.
Si es hijo.
En todo el mundo antiguo, era una práctica común dejar abandonados a los hijos que no se deseaban, para que murieran o, más comúnmente, para que los devoraran las aves o los animales salvajes. La orden del rey también refleja la costumbre pagana de matar a todos los enemigos del sexo masculino y obligar a las mujeres y a las niñas a convertirse en esclavas en las casas de los vencedores. En muchas antiguas guerras de conquista toda la población masculina fue degollada. Indudablemente Faraón intentaba usar a los varones para los proyectos de edificación que tenía, y hacer que desaparecieran los hebreos como pueblo en esa generación. Tenía el plan de eliminar así a un enemigo potencial que estaba dentro de sus fronteras, y al mismo tiempo tener una cantidad de esclavas para los hogares egipcios.
17.
Las parteras temieron a Dios.
Es claro que las parteras eran hebreas pues "temieron a Dios" y sabían que él había prohibido matar. Aunque quizá no hubieran conocido las palabras del sexto mandamiento del Decálogo, "No matarás", estaban familiarizadas con la orden: "El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada" (Gén. 9: 6). Temiendo a Dios más de lo que temían al rey tirano (Hech. 4: 19; 5: 29), estas valientes mujeres se atrevieron a no tomar en cuenta la orden real. El temor de los hombres hace que un hombre sea víctima de las circunstancias, pero el temor de Dios trae descanso en medio del tumulto, y paz ante el peligro mortal. Esta debe haber sido la experiencia de las dos principales parteras hebreas sobre cuyos hombros descansaba una grave responsabilidad.
19.
Las mujeres hebreas.
Sin duda se requería que las mujeres hebreas trabajaran en los campos junto con los hombres. Puesto que estaban acostumbradas a trabajar duramente al aire libre, no es improbable que les fuera comparativamente fácil dar a luz. Las mujeres árabes, emparentadas racialmente con las hebreas, se dedican a tareas muy pesadas y necesitan poca ayuda para dar a luz. Este hecho explica la verosimilitud de la excusa presentada a Faraón por las parteras hebreas. No hay ninguna evidencia de que, en manera alguna, fuera puesta en duda su explicación del caso.
Son robustas.
El resultado fue que rara vez eran llamadas las parteras. Había poca demanda de sus servicios puesto que generalmente cualquier miembro femenino de la familia, o bien cualquier conocida, podía prestar toda la ayuda necesaria. Esto quizá explique por qué las hebreas necesitaban sólo dos parteras, a pesar de su gran número.
21.
Prosperó sus familias.
Dios recompensó a las parteras por su fidelidad dándoles familias y preservando su posteridad. Resulta claro el significado de esta expresión por textos paralelos en los cuales se la usa en ese sentido (Rut 4: 11; 2 Sam. 7: 11, 27). Ignorando la implacable orden del rey, habían ayudado a vigorizar las familias de Israel y consecuentemente sus propias familias fueron robustecidas por Dios. Habían arriesgado sus propias vidas para salvar a su pueblo.
22.
Faraón mandó a todo su pueblo.
El fracaso de todos sus planes para debilitar al 512 pueblo hebreo impulsó al rey a actuar con violencia manifiesta. Este nuevo decreto colocó sobre cada egipcio la responsabilidad de hacer suyo el deseo del rey. La tarea de exterminar a los hebreos fue entonces transferida de los capataces y las parteras al pueblo común.
Todo hijo.
Se ha argüido que el gran número de israelitas del tiempo del éxodo hace dudoso que jamás se hubiera dado una orden tan asesina. Sin embargo, es probable que muchos egipcios, que quizá no eran hostiles con los israelitas, la ignoraran o que estuviera en vigencia sólo un corto tiempo. Faraón puede haber rescindido el edicto al tomar en cuenta más plenamente las ventajas que se derivaban del trabajo gratuito de los esclavos, o puede haber aumentado sus planes de construcción. Siendo que 80 años más tarde salieron de Egipto tantos hombres robustos, no pudo haber continuado en vigencia durante mucho tiempo esta medida tan cruel.
A veces se levanta la objeción de que es muy poco probable que monarca alguno hubiera ordenado, a sangre fría, tan completa destrucción de niños inocentes. Debe observarse, sin embargo, que en los tiempos antiguos se tenía muy poco en cuenta la vida humana, particularmente cuando se trataba de otra raza o nación. Era común exterminar a los prisioneros de guerra, aniquilar poblaciones enteras y sacrificar ante los dioses los niños no deseados.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-22 PP 246-248; SR 104-106
6-10 SR 104
7-10 PP 246
11-14 SR 105
12-14 PP 247
13, 14 SR 147
16 SR 105
22 PP 248; SR 106


CAPÍTULO 2
1 Nacimiento de Moisés. 3 Su madre lo deja en el río en un cesto calafateado. 5 La hija de Faraón lo encuentra y decide adoptarlo. 11 Moisés mata a un egipcio. 13 Reprende a un hebreo. 15 Huye a Madián. 21 Se casa con Séfora. 22 Nacimiento de Gersán. 23 Dios escucha el clamor de los israelitas.
1 UN VARON de la familia de Leví fue y tomó por mujer a una hija de Leví,
2 la que concibió, y dio a luz un hijo; y viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses.
3 Pero no pudiendo ocultarle más tiempo, tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río.
4 Y una hermana suya se puso a lo lejos, para ver lo que le acontecería.
5 Y la hija de Faraón descendió a lavarse al río, y paseándose sus doncellas por la ribera del río, vio ella la arquilla en el carrizal, y envió una criada suya a que la tomase.
6 Y cuando la abrió, vio al niño; y he aquí que el niño lloraba. Y teniendo compasión de él, dijo: De los niños de los hebreos es éste.
7 Entonces su hermana dijo a la hija de Faraón: ¿Iré a llamarte una nodriza de las hebreas, para que te críe este niño?
8 Y la hija de Faraón respondió: Vé. Entonces fue la doncella, y llamó a la madre del niño,
9 a la cual dijo la hija de Faraón: Lleva a este niño y críamelo, y yo te lo pagaré. Y la mujer tomó al niño y lo crió.
10 Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué.
11 En aquellos días sucedió que crecido ya Moisés, salió a sus hermanos, y los vio en sus duras tareas, y observó a un egipcio que golpeaba a uno de los hebreos, sus hermanos. 513
12 Entonces miró a todas partes, y viendo que no parecía nadie, mató al egipcio y lo escondió en la arena,
13 Al día siguiente salió y vio a dos hebreos que reñían; entonces dijo al que maltrataba al otro: ¿Por qué golpeas a tu prójimo?
14 Y él respondió: ¿Quién te ha puesto a ti por príncipe y juez sobre nosotros? ¿Piensas matarme como mataste al egipcio? Entonces Moisés tuvo miedo, y dijo: Ciertamente esto ha sido descubierto.
15 Oyendo Faraón acerca de este hecho, procuró matar a Moisés; pero Moisés huyó de delante de Faraón, y habitó en la tierra de Madián.
16 Y estando sentado junto al pozo, siete hijas que tenía el sacerdote de Madián vinieron a sacar agua para llenar las pilas y dar de beber a las ovejas de su padre.
17 Mas los pastores vinieron y las echaron de allí; entonces Moisés se levantó y las defendió, y dio de beber a sus ovejas.
18 Y volviendo ellas a Reuel su padre, él les dijo: ¿Por qué habéis venido hoy tan pronto?
19 Ellas respondieron. Un varón egipcio nos defendió de mano de los pastores, y también nos sacó el agua, y dio de beber a las ovejas.
20 Y dijo a sus hijas: ¿Dónde está? ¿Por qué habéis dejado a ese hombre? Llamadle para que coma.
21 Y Moisés convino en morar con aquel varón; y él dio su hija Séfora por mujer a Moisés.
22 Y ella le dio a luz un hijo; y él le puso por nombre Gersón, porque dijo: Forastero soy en tierra ajena.
23 Aconteció que después de muchos días murió el rey de Egipto, y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron; y subió a Dios el clamor de ellos con motivo de su servidumbre.
24 Y oyó Dios el gemido de ellos, y se acordó de su pacto con Abraham, Isaac y Jacob.
25 Y miró Dios a los hijos de Israel, y los reconoció Dios.


1.
Un varón... fue.
Como Aarón era tres años mayor que Moisés (cap. 7: 7), y parece haber nacido antes de que se pusiera en vigencia el decreto real, esta expresión hebrea debería traducirse: "Un varón había ido". Por lo tanto, el decreto debe haber sido dado por el tiempo cuando Moisés estaba por nacer. El casamiento de sus padres probablemente se realizó más de una década antes de que fuera dado este fatídico decreto, ya que, cuando él nació, María tenía suficiente edad para desempeñar el papel que se describe en los vers. 4, 7 y 8.
Una hija de Leví.
Aunque, de acuerdo con la costumbre hebrea, "hija" podría significar en realidad "nieta", Jocabed era indudablemente hija de Leví (ver com. Exo. 6: 20). Su esposo, Amram, era hijo de Coat (Exo. 6: 18) y nieto de Leví (vers. 16). Puesto que Coat nació antes de que Jacob fuera a Egipto (Gén. 46: 11), es probable que naciera mucho después la hermana de Coat, Jocabed, que se casó con el hijo de su hermano, Amram (Núm. 26: 59). La cronología de la permanencia en Egipto (ver com. Exo. 12: 40) hace necesaria tal conclusión dado que Moisés nació 135 años después de la llegada de Jacob a Egipto. Jocabed, la madre de Moisés, debe ser pues considerada como una hija que nació cuando su padre ya era viejo.
2.
Un hijo.
Moisés era el tercer vástago de Jocabed, pues Aarón tenía tres años más que él (cap. 7: 7) y María era la mayor de todos (cap. 2: 4).
Hermoso.
Desde que era un bebé, Moisés dio evidencia de un intelecto agudo, estabilidad emotiva y también de la perfección física que lució en sus años posteriores. Todo eso está implicado en la palabra hebrea traducida "hermoso". Jocabed vio en esas cualidades una prenda de la aprobación divina que tomó como una señal de que Dios tenía preparada una tarea especial para él. De acuerdo con Hech. 7: 20, era literalmente "agradable 'hermoso'(BJ) a Dios". Por supuesto, Jocabed habría amado y protegido a Moisés aun cuando no hubiera sido un niño tan "hermoso", siendo que las madres, con frecuencia, dedican su más profundo amor a sus hijos débiles y enfermizos. Sin embargo, los esfuerzos de Jocabed para preservar la vida de Moisés son alabados en Heb. 11: 23 como un acto de fe, y esto implica que ella comprendía que Dios lo había destinado para un papel importante y que, por lo tanto, intervendría para preservarle la vida. Con todo, esto no confirma necesariamente una declaración del 514 historiador judío Josefo (Antigüedades ii. 9. 3) según la cual, antes del nacimiento del niño, se le había revelado a Amram que éste iba a desempeñarse como el salvador de Israel.
3.
Una arquilla.
Después de que el infante había estado escondido durante tres meses, por alguna razón desconocida para nosotros pareció prácticamente imposible esconderlo por más tiempo. Creyendo que Dios intervendría para preservarle la vida, su madre ideó un plan por el cual pudiera ella cumplir con la letra de la orden del rey y sin embargo no se quitara la vida al niño. Haría ella todo lo posible, y dejaría lo demás con Dios.
Las dos palabras traducidas "arquilla" y "juncos" son egipcias, y junto con muchas otras que se encuentran en el Pentateuco muestran que el escritor estaba íntimamente relacionado con el idioma egipcio. La palabra tebáh, "arquilla", se deriva del egipcio tebet, y se usa en la Biblia únicamente aquí, y en Gén. 6 y 7 para el arca de Noé. Significando literalmente "caja", podría describir cualquier recipiente similar a una caja.
La palabra gome, "juncos", procede del egipcio qama'. Designa la planta del papiro, famosa antaño como el principal material del cual se hacía el antiguo papel para escribir. La planta del papiro es un junco fuerte, con un tallo triangular de 3 a 5 m de altura. Aunque era común en el antiguo Egipto, no existe más allí. El papiro también se empleaba con propósitos de edificación y en la construcción de embarcaciones fluviales livianas. Tales embarcaciones están dibujadas en muchos monumentos egipcios antiguos y quizá proporcionaron a Jocabed un modelo para hacer el arca de Moisés.
Asfalto.
La misma palabra que se usa en Gén. 11: 3 para asfalto o betún, el cual se importaba en Egipto de la región del mar Muerto. Los egipcios lo usaban especialmente para embalsamar a los muertos.
En un carrizal.
Suf, del egipcio tyufi, que significa "caña", en este versículo es la tercera palabra tomada de ese idioma. Plantas acuáticas de toda clase abundan en los remansos del Nilo y en los terrenos pantanosos que están conectados con él. El propósito de Jocabed al colocar la arquilla en un matorral de cañas probablemente fue el de impedir que fuera arrastrada por el agua. Algunos comentadores han sugerido que Jocabed conocía el lugar al cual acostumbraba ir la princesa egipcia, y colocó el arca allí con la esperanza de que se le despertara compasión a la vista de la bella e indefensa criatura (PP 248).
4.
Una hermana suya.
Esto es, María (Exo. 15: 20,21; Núm. 12: 1; PP 248). Parece haber sido la única hermana de Moisés (Núm. 26: 59).
5.
La hija de Faraón.
En la tradición judía es llamada Termutis, Merris o Bithia. La diversidad de nombres y su ausencia en los registros egipcios quitan valor a la tradición.
Una deducción razonable procedente de la cronología bíblica, basada en 1 Rey. 6: 1 y otras declaraciones básicas (CS 450), es que el éxodo se realizó a mediados del siglo XV AC. Esa fecha nos lleva a la conclusión de que Moisés creció bajo Tutmosis I (1525-1508 AC), Tutmosis II (1508-1504 AC) y la reina Hatshepsut (1504-1482 AC). Hatshepsut fue una mujer notable. Había sido la única hija legítima de Tutmosis I y se casó con un medio hermano, Tutmosis II, a fin de que él pudiera legalmente suceder a su padre en el trono. Pero el matrimonio legítimo de Tutmosis II, al igual que el de su padre, también fracasó en proporcionar un heredero varón. Cuando murió Tutmosis II, después de un reinado de sólo cuatro años, los sacerdotes de Amón, mediante un súbito golpe de estado, coronaron a un hijo ilegítimo de Tutmosis II, que en ese tiempo era sólo un muchacho y servía en el templo como sacerdote secundario. Puesto que Tutmosis III -como fue llamado más tarde - era demasiado joven para reinar, su tía Hatshepsut reinó como regente durante 22 años. Su reinado fue pacífico. Edificó grandes templos y erigió enormes obeliscos. Se enviaron expediciones a Punt, probablemente en la costa de Somalia, en el Africa oriental, con propósitos comerciales, y al Sinaí y a Nubia para extraer cobre, turquesas y oro. Sostenida por un poderoso primer ministro, Senenmut, Hatshepsut ocupó el trono durante 22 años. Luego ella y Senenmut desaparecen de los registros. Su sucesor Tutmosis III, borró el nombre de ella de todos los monumentos en un intento de erradicar su memoria de la historia de Egipto. Este hecho apoya la suposición de que él la eliminó del trono, y que ella y Senenmut murieron violentamente.
Cuando nació Moisés, Hatshepsut era meramente la hija de Tutmosis I. El nacimiento de Moisés ocurrió mucho antes de que se 515 casara con su medio hermano Tutmosis II, y más de 20 años antes de que comenzara su reinado personal después de la muerte de su esposo.
A lavarse.
Hubo ángeles que guiaron a la princesa hasta donde estaba Moisés (PP 248). Que una princesa se bañara en un río, al aire libre, ciertamente no está de acuerdo con las costumbres de los mahometanos modernos orientales, donde sólo hacen eso las mujeres de las clases más humildes, Pero estaba en armonía con las costumbres del antiguo Egipto. Una escena de baño de una antigua tumba egipcia presenta a una mujer egipcia de alta alcurnia asistida por cuatro siervas. También concuerda con las creencias del antiguo Egipto en cuanto a la santidad del Nilo, y a que su agua impartía fertilidad y garantizaba una larga vida. Por esa razón el Nilo era adorado como un dios.
6.
De los niños de los hebreos.
Al abrir la arquilla, la princesa reconoció a un niño de los hebreos en el que lloraba. Compasión por el pequeño desvalido y simpatía por su madre hebrea desconocida la movieron a salvarlo adoptándolo como suyo. En el comentario acerca del cap. 1: 22 se anotó que el cruel edicto del rey probablemente no estuvo mucho tiempo en vigencia. El acontecimiento aquí descrito puede haber servido como un instrumento para producir un cambio. Apenada por la triste suerte de los niños hebreos, la hija de Faraón quizá imploró a su padre que revocara su edicto asesino. Si esto es cierto, Moisés se habría convertido en el medio pasivo por el cual se salvaron las vidas de incontables niños hebreos.
7.
Una nodriza.
Sin duda todo había sido arreglado por la madre. María fue ubicada cerca del lugar donde flotaba Moisés para velar por la suerte de su hermanito y probablemente había sido instruida en cuanto a qué decir en el caso de que algún egipcio encontrara al niño. Cumplió sus instrucciones con admirable juicio y tacto. Apareció en la escena en el momento preciso y presentó su propuesta en el tiempo oportuno, ni demasiado pronto ni demasiado tarde. Al proceder así, ni habló ni calló demasiado.
8.
Fue la doncella.
La fe y el ingenio de una madre amante y el tacto y la habilidad de una hermana prudente aseguraron el éxito. No sólo fue salvada la vida de Moisés sino que también él fue devuelto a su cuna y al pecho de su propia madre. En esa forma se arbitró el recurso para que pudiera recibir de ella aquellas primeras impresiones que tan indeleblemente se fijan en la mente de un niño.
9.
Te lo pagaré.
Puesto que el pequeño, un niñito hebreo, fue colocado en un hogar hebreo, tenían que hacerse los arreglos necesarios para aclarar la supuesta relación de Jocabed con él como su nodriza. La princesa indicó lo que pagaría por el cuidado que se le diera. Así se estableció claramente que el niño se había convertido en propiedad de la hija de Faraón, con lo que silenciarían las preguntas en cuanto a su origen y las razones para que se mantuviera vivo y se acallarían los labios de informantes que quizá hubieran querido verlo muerto como otros niños hebreos.
La mujer tomó al niño.
Es significativo que Jocabed no es llamada aquí la "madre" de Moisés sino sencillamente "la mujer". Parecería que ni por palabra ni por conducta ella traicionó sus verdaderos sentimientos ni reveló su verdadera relación con el pequeño. Ninguna lengua puede expresar qué dominio propio debe haber requerido esa hora tensa. Tomó al niño como podría haberlo tomado una extraña y, sin embargo, en su corazón había gozo y alegría desbordantes. Si hubiera descuidado su vigilancia por sólo un instante, la excitación podría haber puesto de manifiesto sus propósitos. Todo dependía de que se mantuviera tranquila bajo las circunstancias más difíciles; pero el amor puede soportar todas las cosas. Lo fundamental en todo servicio no depende tanto del intelecto como del corazón apoyado por el poder sustentador de Dios.
10.
El niño creció.
Jocabed había salvado la vida de su hijo transfiriendo sus derechos de madre a la hija de Faraón. Ahora lo recibió de vuelta, prestado por así decirlo, y meramente como una nodriza contratada durante los años de su infancia. Lo entregó para que pudiera conservarlo, lo perdió para que pudiera hallarlo otra vez, se inclinó para que pudiera vencer. La Biblia no dice cuánto tiempo estuvo el niño con su madre. La mayoría de los comentadores opinan que fueron 2 ó 3 años, pero en realidad fueron 12 (PP 249). Durante esos años de la infancia se establecieron los fundamentos de su carácter y, más tarde, su experiencia religiosa. La instrucción descuidada ahora, no podía ser recuperada después. La vida posterior de Moisés muestra 516 claramente que sus padres usaron bien los años que les fueron concedidos para criarlo convenientemente.
Lo trajo.
Muchos comentadores han expresado el parecer de que la madre de Moisés llevó a su hijo al palacio por su propia voluntad tan pronto como lo hubo destetado, a la edad quizá de dos o tres años. Como ya lo hicimos notar, eso sucedió en realidad a la edad de 12 años. La idea de que lo entregó voluntariamente se basa en la ausencia de alguna indicación de que fuera obligada a darlo. A menos que lo llevara al palacio en un tiempo previamente convenido, el que lo hiciera por su propia iniciativa parecería mostrar una extraña falta de afecto maternal. ¿Habría renunciado Jocabed a un hijo a quien amaba tan tiernamente, sin que hubiera estado obligada a hacerlo? Debe haberle retenido todo el tiempo que pudo. Su entrega de Moisés a la edad de 12 años implicaría que su tiempo de "nodriza" había de expirar con la terminación de lo que generalmente se considera como el período de la niñez (ver PP 249).
Moisés.
Moshéh es comparable con el egipcio mes o mesu, que significa "niño", "hijo", "el nacido de". Durante la decimoctava dinastía, bajo la cual nació Moisés y se crió, era costumbre que a los miembros de la familia real se les pusiera nombres que los designaban como a descendientes de los dioses. Nombres como Amosis, "el nacido de [el dios luna] Ah"; Kamosis, "el nacido del Ka [el alma deificada]"; Tutmosis, "el nacido [del dios] Tot", y el nombre común Ramosis (más tarde Ramsés), "el nacido del [dios -sol]Ra", en la vida diaria, con frecuencia se reducían a la forma abreviada de "Mosis". Algunos estudiantes de egiptología dicen que la hija de Faraón dio al niño que adoptó un nombre similar a Tutmosis o Amosis, del cual Moisés abandonó la parte que se refiere a una deidad pagana cuando "rehusó llamarse hijo de la hija de Faraón" (Heb. 11: 24). También ella puede haber omitido el título de dios alguno, y en lugar de eso haberle dado el nombre abreviado "Mosis", puesto que no sabía quiénes eran sus padres terrenales ni podía pretender que él, como hebreo, fuera el hijo de un dios egipcio. Sin embargo, es probable que el nombre que le dio al niño fuera egipcio, aunque la forma en que lo conocemos hoy es hebrea.
Lo saqué.
el nombre Moshéh literalmente significa "uno sacado". Es la forma del participio del verbo mashah, "sacar", y tiene sus mismas consonantes. Puesto que el nombre egipcio Mosis y el verbo hebreo mashah eran similares en sonido y parecidos en su significado, los hebreos pueden haber transliterado Mosis como Moshéh. Así concordaría con la declaración de la princesa egipcia: "Porque de las aguas lo saqué". Esta afirmación implica que ella lo aceptaba como un regalo del río dios: el Nilo. En el panteón egipcio, el Nilo estaba deificado como Hapi, aunque la corriente de agua en sí era conocida como "Itru y más tarde simplemente como 'Iru. Los hebreos lo transliteraban como Yeor, y, con una sola excepción (Dan. 12: 5-7), los escritores bíblicos lo usan exclusivamente (49 veces) con referencia al Nilo y sus tributarios (Gén. 41: 1; Isa. 7: 18; Eze. 29: 3; Nah. 3: 8, etc.). Originalmente el nombre Moisés en egipcio puede pues haber sido Hapmosis o 'Irumosis, con el significado de "Aquel nacido del [Heb., "sacado del"] Nilo". Al rehusar ser llamado "hijo de la hija de Faraón" (Heb. 11: 24), naturalmente él debe haber eliminado la referencia a una deidad egipcia.
Los traductores de la LXX vertieron su nombre como Móuses. Al aclarar este nombre, Josefo (Antigüedades ii. 9. 6) explica Mo como un nombre egipcio para el Nilo y uses como una forma egipcia para cualquiera "sacado" o "salvado" de él. De acuerdo, pues, con esta explicación, Moisés significaría "el salvado del Nilo", algo sumamente apropiado para uno destinado a salvar a su pueblo de la tierra del Nilo. Sin embargo, no es claro si la explicación de Josefo se basa en un hecho o es una creencia motivada por el deseo de probar algo a toda costa.
11.
Crecido ya Moisés.
El Registro sagrado pasa por alto en silencio casi 30 años de la vida de Moisés. El siguiente hecho que se registra es un incidente que sucedió cuando él tenía 40 años (Hech. 7: 23). Los años de su juventud fueron pasados bajo tutores reales que le impartieron "toda la sabiduría de los egipcios" (Hech. 7: 22). Parte de su educación provino de los sacerdotes y parte de los comandantes del ejército. Tal era la educación que comúnmente se daba a un príncipe real. Dado que Moisés "era poderoso en sus palabras y obras" (Hech. 7: 22), no estaría fuera de lugar suponer que dirigió importantes expediciones militares a países extranjeros (ver PP 250). Con todo, no llegó a ser egipcio de 517 corazón. Su apariencia exterior, su vestimenta, su habla y su comportamiento pueden haber sido completamente egipcios, pero permaneció hebreo en carácter, religión y lealtad. Esto es claro por los sucesos narrados en Exo. 2: 11-13 (ver Heb. 11: 24).
Salió.
Moisés había llegado en su vida al punto cuando comprendió que debía convertirse en egipcio, sin reserva alguna, o unirse con su despreciado pueblo. Parece que antes de esto había hecho la decisión de "ser maltratado con el pueblo de Dios" (Heb. 11: 2 5) y se consideró a sí mismo como el instrumento elegido para esa tarea (Hech. 7: 23-25). Pensó que estaba listo, al fin, para abandonar la corte con sus "deleites temporales del pecado", abandonar la perspectiva de la sucesión al trono y avanzar osadamente para defender la causa de su pueblo oprimido (ver PP 251, 253). Por Hech. 7: 23 es claro que Moisés fue a la tierra de Gosén con el propósito de estudiar la situación y trazar planes. El que en su mente hubiera renunciado a todo reclamo al trono de Egipto es una evidencia de que sus motivos no eran egoístas. Más bien fue impelido por un sincero amor a su pueblo y un odio hacia sus opresores, hecho que resalta por el término "hermanos", usado dos veces en Exo. 2: 11.
Observó a un egipcio.
Era probablemente uno de los comisarios mencionados en el cap. 1: 11 o uno de los supervisores empleados por ellos. Tales personas son representadas en los monumentos egipcios como armadas con largos garrotes de madera que usaban a su antojo sobre la espalda de los holgazanes. Sin duda abusaban frecuentemente de su autoridad y, con toda seguridad, infligían castigos por la falta más pequeña o aunque no hubiera ninguna. La autoridad con frecuencia degenera en tiranía y cruel opresión, y, como ejemplo de tal abuso de poder, este incidente excitó la ira de Moisés (Hech. 7: 24).
12.
Mató al egipcio.
Observando que no había testigos de su acto, mató al egipcio. El hecho de que el supervisor continuara castigando al obrero hebreo cuando Moisés se aproximó, muestra que los signatarios de mayor alcurnia generalmente aprobaban tales abusos de autoridad de parte de sus subordinados. Lo que hizo Moisés no puede disculparse, aun cuando fue movido por una justa indignación. Aunque hábil militar, y popular en el ejército de Egipto (PP 252), le faltaban ciertas cualidades de liderazgo esenciales para el servicio en la causa de Dios (PP 253).
13.
Al día siguiente.
Moisés esperaba que los hebreos lo aceptarían como jefe y lo apoyarían en una sublevación general contra los egipcios (PP 253). Aunque se les había revelado a los ancianos de Israel que Moisés había de ser su libertador (PP 251), "ellos no lo habían entendido así" (Hech. 7: 25). El hecho de que pasara más de un día entre su pueblo, sugiere que ésta fue más que una visita casual. Su regreso a las proximidades del incidente sugiere que consideraba que el tiempo estaba maduro para una revolución.
¿Por qué golpeas?
La pelea de que fue testigo Moisés cuando hizo la segunda visita a los suyos era un cambio de golpes, por lo que él pensó que debía persuadir a los dos hombres a que se abstuvieran de seguir luchando. Aquí Moisés, al interponerse, hizo lo que era correcto.
14.
¿Quién te ha puesto a ti por príncipe?
No fue su intervención en ese momento lo que estuvo mal, sino su error del día anterior lo que hizo que Moisés fuera reprochado. No hay ningún asomo de autoridad judicial en la mera pregunta "¿Por qué golpeas a tu prójimo?", a menos que se la asociara con lo sucedido el día precedente. La violencia de un día había hecho ineficaz la bondadosa persuasión del siguiente. La influencia para el bien que pudo haber ejercido Moisés sobre su pueblo, se perdió precisamente por el acto al que se sintió impelido por su simpatía hacia los suyos.
Moisés, tuvo miedo.
Habiendo renunciado a su lealtad a Egipto por su acción del día anterior, y al ser rechazado ahora por su propio pueblo, quedó Moisés en una dificultad peligrosa. Estaba solo y sin amigos.
15.
Oyendo Faraón.
Si nuestra identificación de la hija de Faraón con Hatshepsut es correcta, lo anterior debe haber sucedido durante los últimos años de su regencia, cuando había aumentado la autoridad de su sobrino, y poco antes de que éste la depusiera y ascendiera formalmente al trono como Tutmosis III. Lo que hizo Moisés fue correctamente interpretado en la corte como un abierto desafío a Egipto y se supuso que se proponía ocupar el trono (PP 253). La suerte de la nación estaba claramente en juego, y Moisés fue inmediatamente condenado a muerte. 518 Durante casi 40 años Hatshepsut había defendido a Moisés en la corte, quizá a pesar de los recelos de parte de otros miembros de la familia real, y al hacer arreglos para que él ascendiera al trono, sin duda tenía el plan de fortalecer el control de ella misma sobre la nación. Su súbita desaparición de la historia por este tiempo podría deberse a la forma en que apoyaba a Moisés.
Moisés huyó.
Ciertamente no fue fácil la huida de Moisés. La frontera oriental de Egipto estaba protegida desde el mar Mediterráneo hasta el golfo de Suez por un sistema de torres armadas, cada una a la vista de la siguiente. Un relato egipcio paralelo con la huida de Moisés -el relato de Sinué - muestra cuán difícil era huir al Asia. Sinué, un cortesano del rey Amenemhet I, por alguna razón que nos es desconocida creyó que a la muerte del rey su propia vida estaba en peligro y, por lo tanto, huyó a Siria donde pasó muchos años como exiliado. El da una vívida descripción de los peligros propios del cruce de la frontera. Agazapándose durante algún tiempo en un matorral para que no lo vieran los centinelas, cruzó de noche. Al internarse en el desierto hubiera perecido de sed si no hubiera sido por algunos asiáticos que lo encontraron y le dieron agua y leche hervida para beber. No tenemos un registro de las penurias que sufrió Moisés durante su huida, pero no sería raro que hubiera sido una prueba sumamente dura para uno que hasta entonces sólo había conocido los lujos de la corte y no estaba familiarizado con una vida de privaciones.
La tierra de Madián.
Esta es una expresión algo vaga ya que los madianitas eran nómadas. Sus principales establecimientos parecen haber estado en el lado oriental del golfo de Akaba, donde se han encontrado la mayoría de sus antiguas inscripciones. Pero de cuando en cuando efectuaban migraciones hacia el norte hasta los límites de Moab (Gén. 36: 35; Núm. 22: 4, 7), y hacia el oeste penetraban en la península del Sinaí, que parece haber sido "la tierra de Madián" a la cual huyó Moisés (Exo. 3:1; PP 253).
16.
El sacerdote de Madián.
Los madianitas eran descendientes de Abrahán y de Cetura (Gén. 25: 1, 2) y pueden haber permanecido como adoradores del verdadero Dios durante algún tiempo. Por lo menos Reuel, con quien vivió Moisés (Exo. 2: 18, 21), era sacerdote del verdadero Dios (cap. 18: 12, 23; ver PP 253).
Siete hijas.
Este no es el primer caso en el relato de la Biblia en el que aparecen mujeres pastoreando los rebaños de su padre. Raquel cuidaba las ovejas de su padre Labán y les daba de beber (Gén. 29: 9). Una práctica tal concuerda bien con la sencillez de los tiempos primitivos y de la gente de entonces, y no está considerada, por lo demás, como algo extraño en Arabia aun hasta el día de hoy.
18.
Reuel su padre.
Reuel significa "amigo de Dios" e implica monoteísmo. Reuel era también conocido como Jetro (Exo. 3: 1, etc.). Varios otros personajes bíblicos fueron conocidos por dos nombres, tales como Salomón cuyo segundo nombre era Jedidías (2 Sam. 12: 24, 25).
19.
Un varón egipcio nos defendió.
Indudablemente Moisés no había revelado su nacionalidad, y puesto que llevaba vestimenta egipcia y tenía la cabeza rapada como un egipcio, las hijas de Reuel naturalmente tomaron por egipcio al amigable extranjero. El asombro de Reuel porque volvieron temprano, y la explicación que le dieron de que un egipcio las había defendido de los pastores, muestran claramente que estaban acostumbradas a ese áspero trato y que su padre no podía protegerlas. Como sacerdote, parece no haber tenido mucha influencia con los pastores de la región. Esto quizá pudiera haber sido porque Reuel adoraba aún al verdadero Dios, cuando la mayoría de sus compañeros de tribu habían abandonado la religión de su antepasado -Abrahán- para adorar ídolos.
21.
Moisés convino.
Moisés habla huido de Egipto sin ningún plan definido excepto el de salvar la vida, y ahora afrontaba el problema de ganarse la subsistencia. La hospitalaria bienvenida de Reuel, un resultado del amigable acto de Moisés cuando prestó su ayuda en el pozo, sirvió para un arreglo por el cual Moisés entró en su servicio.
Séfora.
Con el correr del tiempo Séfora, una de las siete hijas de Reuel, llegó a ser la esposa de Moisés. Este nombre, que significa "ave", es todavía el de muchas mujeres del desierto de Arabia.
22.
Gersón.
Significa "destierro", de garásh, "impulsar" o "arrojar hacia afuera". Moisés explicó el nombre refiriéndose a que era "forastero [ger]" "en tierra ajena". Aunque había 519 salvado la vida, vivía en el exilio y dio expresión a sus sentimientos de soledad y humillación cuando puso nombre a su primer hijo.
Una vez más, muchos años son pasados por alto en silencio. Un ex príncipe de la más poderosa casa real de ese tiempo pasaba sus días como pastor. Había cambiado su palacio por una tienda, los lujos de Egipto por la vida del desierto del Sinaí, su séquito de ayudantes y su ejército por un rebaño de ovejas y cabras. ¡Qué cambio! Con todo, 40 años pasados en las vastas extensiones del desierto hicieron de él la clase de hombre que Dios podía usar para la liberación de su pueblo de Egipto. Durante esos años, Moisés aprendió lecciones esenciales para él como dirigente de una nación rebelde. Las cualidades que Moisés desarrolló durante sus largos años de vida en el desierto -a solas con Dios y la naturaleza - fueron impagables, y valió la pena sufrir la soledad y humillación requeridas para ganarlas. Su historia posterior muestra que esos años no fueron perdidos, sino que, habiendo sido un alumno diligente bajo la enseñanza de Dios, se había graduado de su curso con diploma de honor.
23.
Después de muchos días.
Esta expresión cubre un período de unos 40 años (Hech. 7: 30).
Murió el rey de Egipto.
Tutmosis III, de quien Moisés había huido, murió por el año 1450 AC, después de haber reinado solo durante 32 años, los que a su vez habían sido precedidos por una corregencia con Hatshepsut que duró posiblemente 22 años.
Los hijos de Israel gemían.
La muerte de Tutmosis III no trajo alivio de la opresión sino que parece que la hizo aún más severa. Antiguos documentos egipcios revelan que Tutmosis III fue sucedido en el trono por su hijo Amenhotep II, quien demostró ser un rey cruel y un implacable conquistador. En los comienzos de su reinado volvió de una campaña egipcia con siete príncipes cananeos como cautivos. Viajando por el Nilo, aguas arriba, rumbo a Tebas su capital, tuvo suspendidos a esos príncipes en su barco, cabeza abajo. Cuando llegó a Tebas, ahorcó a seis de ellos en la muralla de la ciudad y llevó al séptimo a Napata, la capital de Nubia, donde le dio la misma muerte. Amenhotep II consiguió la obediencia de sus súbditos, en su país y en los países conquistados, mediante el empleo de un terror sistemático. Su carácter, tal como lo revelan los registros seculares, concuerda bien con el del faraón terco que intensificó la opresión de los israelitas cuando Moisés intercedía en favor de ellos, en el tiempo del derramamiento de las plagas.
25.
Los reconoció Dios.
Fiel a su pacto con Abrahán, Isaac y Jacob, Dios se acordó de su pueblo oprimido. Puesto que era el objeto de su cuidado especial, Dios obró una serie de milagros con el fin de realizar su propósito misericordioso en cuanto a ellos. Las expresiones humanas empleadas para describir la actitud y los actos de Dios a veces pueden parecer indignas de un Ser eterno, omnisciente y omnipotente. Sin embargo, debiera recordarse que las palabras finitas, en el mejor de los casos, dan un cuadro imperfecto de la voluntad y de los caminos del Ser infinito.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-25 PP 248-256; SR 106-110
2 PP 248
2-6 PP 248
6-8 SR 107
7, 9 PP 249
8, 9 HAd 213
10 PP 249
11, 12 PP 252
11-15 FE 342; SR 109
14-16, 21 PP 253
23 1T 264
23-25 PP 256; SR 147 520


CAPÍTULO 3
1 Moisés cuida el rebaño de Jetro, 2 Dios se le aparece en la zarza en llamas. 9 Lo envía a libertar a Israel. 14 El nombre de Dios. 15 Mensaje de Dios a Israel.
1APACENTANDO Moisés las ovejas de Jetro su suegro, sacerdote de Madián, llevó las ovejas a través del desierto, y llegó hasta Horeb, monte de Dios.
2 Y se le apareció el Ángel de Jehová en una llama de fuego en medio de una zarza; y él miró, y vio que la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía.
3 Entonces Moisés dijo: Iré yo ahora y veré esta grande visión, por qué causa la zarza no se quema.
4 Viendo Jehová que él iba a ver, lo llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí.
5 Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es.
6 Y dijo: Yo soy el Dios de tu padre, Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios.
7 Dijo luego Jehová: Bien he visto la aflicción de mi pueblo que está en Egipto, y he oído su clamor a causa de sus exactores; pues he conocido sus angustias,
8 y he descendido para librarlos de mano de los egipcios, y sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y ancha, a tierra que fluye leche y miel, a los lugares del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del jebuseo.
9 El clamor, pues, de los hijos de Israel ha venido delante de mí, y también he visto la opresión con que los egipcios los oprimen.
10 Ven, por tanto, ahora, y te enviaré a Faraón, para que saques de Egipto a mi pueblo, los hijos de Israel.
11 Entonces Moisés respondió a Dios: ¿Quién soy yo para que vaya a Faraón, y saque de Egipto a los hijos de Israel?
12 Y él respondió: Vé, porque yo estaré contigo; y esto te será por señal de que yo te he enviado: cuando hayas sacado de Egipto al pueblo, serviréis a Dios sobre este monte.
13 Dijo Moisés a Dios: He aquí que llego yo a los hijos de Israel, y les digo: El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros. Si ellos me preguntaren: ¿Cuál es su nombre?, ¿qué les responderé?
14 Y respondió Dios a Moisés: YO SOY EL QUE SOY. Y dijo: Así dirás a los hijos de Israel: YO SOY me envió a vosotros.
15 Además dijo Dios a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros. Este es mi nombre para siempre; con él se me recordará por todos los siglos.
16 Ve, y reúne a los ancianos de Israel, y diles: Jehová, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob, me apareció diciendo: En verdad os he visitado, y he visto lo que se os hace en Egipto;
17 y he dicho: Yo os sacaré de la aflicción de Egipto a la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del ferezeo, del heveo y del Jebuseo, a una tierra que fluye leche y miel.
18 Y oirán tu voz; e irás tú, y los ancianos de Israel, al rey de Egipto, y le diréis: Jehová el Dios de los hebreos nos ha encontrado; por tanto, nosotros iremos ahora camino de tres días por el desierto, para que ofrezcamos sacrificios a Jehová nuestro Dios.
19 Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte.
20 Pero yo extenderé mi mano, y heriré a Egipto con todas mis maravillas que haré en él, y entonces os dejará ir.
21 Y yo daré a este pueblo gracia en los ojos de los egipcios, para que cuando salgáis, no vayáis con las manos vacías;
22 sino que pedirá cada mujer a su vecina y a su huéspeda alhajas de plata, alhajas de oro, y vestidos, los cuales pondréis sobre vuestros hijos y vuestras hijas; y despojaréis a Egipto.


1.
Jetro.
Otro nombre para Reuel (ver com. cap. 2: 18).
Acerca de su sacerdocio, ver cap. 2: 16; acerca de la ubicación de Madián, ver cap. 2: 15.
A través del desierto.
El monte Horeb 521 debe buscarse en la parte central de la península del Sinaí (ver com. siguiente), y de acuerdo con este versículo, el hogar de Jetro estaba separado de él por un desierto. Por lo tanto, su hogar debe haber estado al este o sudeste de Horeb y no al noreste como han pensado algunos. Sólo así es posible explicar los dos siguientes hechos: (1) Cuando Moisés regresó de Madián a Egipto, fue por el camino de Horeb, donde lo encontró Aarón que venía de Egipto (cap. 4: 27). (2) Ningún madianita fue encontrado por los israelitas en su viaje a través del desierto aunque el camino hacia la casa de Hobab, el madianita, se separaba del camino de ellos cuando partieron del Sinaí (Núm. 10: 29).
Monte de Dios.
El Exodo fue escrito después de la manifestación de Dios a Israel en Horeb, por lo que recibió el nombre de "monte de Dios". Horeb y Sinaí son dos nombres para la misma montaña (Exo. 19:11; Deut. 4: 10). Desde el siglo VDC, Horeb ha sido identificado con una de las cumbres montañosas de la parte sur del centro del Sinaí llamada Jebel Musa, "el monte de Moisés". Tiene 2.252 m de altura y se levanta unos 450 m por encima de los valles circundantes. Sin embargo, se ha observado que esta montaña es invisible desde la más grande planicie de las adyacencias, er-Raha, que ha sido considerada como el "desierto de Sinaí" (cap. 19: 2). Esta planicie brinda espacio para un gran número de personas, y con varios valles más pequeños, tributarios de ella, tiene una cantidad de fuentes de agua. Sin embargo, desde la planicie er-Raha se puede ver la cumbre vecina Ras es-Safsaf, de 1.981 m. Por esta razón, muchos eruditos que aceptan la identificación tradicional de la llanura er-Raha con el desierto del Sinaí, creen que el monte Sinaí debe ser identificado con el Ras es-Safsaf antes que con el - Jebel Musa.
Otros han identificado la montaña de la ley con el Jebel Serbal, que está a unos 24 km al noroeste del Jebel Musa, la montaña más impresionante de toda la península del Sinaí. El Jebel Serbal, con una altura de sólo 2.027 m, está lejos de ser una de las montañas más altas de la zona, pero se levanta como una aguja del Wadi Feiran que tiene un promedio de altura de sólo unos 650 m. Es la gran diferencia de nivel lo que hace que impresione el Jebel Serbal. Esta es una de las razones por la que algunos eruditos ven en ese monte el Horeb, y en el Wadi Feiran el "desierto de Sinaí" del Exodo. La segunda razón es que la tradición que relaciona el Jebel Serbal con el monte Sinaí parece ser anterior a la que lo identifica con el Jebel Musa. Siendo que no existe ninguna prueba concluyente para sostener cualquiera de las dos identificaciones, no se puede determinar ahora si el Horeb es el Jebel Musa, sobre cuyas estribaciones está el famoso monasterio de Santa Catalina -donde Tischendorf encontró el Códice Sinaítico-, o su vecino el Ras es-Safsaf, o aun el Jebel Serbal (ver com. cap. 19: 1, 20; y el mapa de la pág. 611).
2.
El Ángel de Jehová.
El contexto (vers. 4-6, 14) aclara que este "Ángel de Jehová" era el Señor mismo, la segunda persona de la Deidad (PP 257, 320, 382). Ya en los tiempos de Abrahán el Señor se había revelado a si mismo bajo esa forma y nombre (Gén. 22: 11).
Una llama de fuego.
El texto hebreo dice literalmente "salía del medio de la zarza", no porque hubiera sólo una zarza cerca del monte Horeb, sino más bien porque era la única zarza a la cual se le da un significado particular. La zarza ardiente era una apropiada representación visible del mensaje que Dios impartió allí a Moisés. En contraste con los árboles más nobles y altos (Juec. 9: 15), la zarza espinosa puede ser comparada con el pueblo de Israel en su humillación y despreciado por el mundo. El fuego que quemaba pero no consumía la zarza, puede pensarse, representa la aflicción refinadora de la esclavitud. Sin embargo, la zarza no se consumía; y en la llama castigadora el Señor no entrega su pueblo a la muerte (Sal. 118: 18).
5.
No te acerques.
Cuando Moisés se acercó a la zarza, no esperaba recibir una visión ni estaba todavía consciente de la presencia de Dios. Por eso, al aproximarse para examinar esa "grande visión" (vers. 3), fue amonestado para que quedara a una distancia segura de la zarza.
Quita tu calzado.
Puesto que los zapatos, tales como los conocemos hoy en día, no eran usados ni por los egipcios ni por los habitantes del desierto oriental, es más correcto traducir la palabra na'al por "sandalia". La práctica de sacárselas antes de entrar en un templo, un palacio o aun una casa particular siempre ha sido una costumbre general en el Cercano Oriente. Puesto que los zapatos o sandalias llevan polvo y otras impurezas, la reverente 522 mentalidad oriental consideraba sacrílego entrar en un lugar limpio o santo con los zapatos puestos. La misma orden dada a Moisés entonces, fue después repetida a Josué (Jos. 5: 15).
Tierra santa.
El lugar donde estaba Moisés era santo, no porque fuera un antiguo santuario o un lugar sagrado previamente desconocido como tal por él, como lo han pensado algunos comentadores, sino por causa de la presencia de Dios.
6.
El Dios de tu padre.
La transición de "el Ángel de Jehová" (vers. 2) a "Jehová" (vers. 4) y luego a "Dios" (vers. 4, 6) excluye la idea de que Jehová era meramente un Dios nacional como lo ha pretendido la alta crítica. Muestra que las tres expresiones son más o menos sinónimos. Después de hacer saber a Moisés el hecho de su presencia, Dios se le presentó como el Dios de sus padres, Abrahán, Isaac y Jacob. En esa forma, Dios le recordó las promesas hechas a los patriarcas, que él estaba por cumplir con su simiente, los hijos de Israel. En la expresión "tu padre" los tres patriarcas están clasificados juntos como uno, debido a la relación personal disfrutada por cada uno de ellos con Dios y las promesas que cada uno recibió directamente de Dios.
Moisés cubrió su rostro.
Ningún hombre puede soportar la gloria del Dios santo. De ahí que no fuera sino natural que Moisés ocultara su rostro. Más tarde Elías hizo lo mismo en el mismo lugar (1 Rey. 19: 13), y hasta los santos ángeles lo hacen delante del trono de Dios en el cielo (Isa. 6: 2).
8.
Sacarlos.
La expresión "subirle" (BJ) es literalmente correcta porque la parte de Palestina que debían conquistar está en un nivel mucho más alto que Egipto. Los escritores bíblicos son muy cuidadosos en este respecto y siempre indican la diferencia de altitud mediante expresiones tales como "descendió" o "subió" (Gén. 12: 10; 13-1; 42: 2; 46: 3, 4).
Una tierra buena.
La tierra a la cual los israelitas iban a "subir" es llamada una "tierra buena" debido a su gran fertilidad (Deut. 8: 7-9) y "extensión" en contraste con la tierra de Gosén. Aun cuando la fertilidad de Palestina no igualaba la de Egipto, todavía era grande. La rica tierra al este del Jordán produce enormes cosechas de cereales en la primavera y proporciona pastoreo durante todo el año. La región occidental es menos productiva, pero cuando es cuidadosamente cultivada, da excelentes cosechas de aceitunas, higos y cebada. Desde un punto de vista moderno, Canaán parece un país pequeño, algo menor que Bélgica. Pero a los israelitas del tiempo de Moisés les parecía espacioso pues era considerablemente más grande que toda la región del delta de Egipto, de la cual habían ocupado sólo una pequeña parte. La tierra prometida en el pacto que Dios hizo con Abrahán (Gen. 15: 18-21) y que en realidad fue poseída por David y Salomón (1 Rey. 4: 21) incluía no sólo Palestina sino también una considerable zona de Siria (ver mapa en colores).
Tierra que fluye leche y miel.
Se usa aquí por primera vez esta expresión pero es común en libros posteriores (Núm. 13: 27; Deut. 26: 15; 31: 20; Jer. 11: 5; 32: 22; Eze. 20: 6, etc.). Esta era una expresión proverbial para una tierra de abundancia, y no debiera extremársela dándole un significado literal. Tenía el propósito de ser una descripción figurada de la gran fertilidad y belleza natural de la tierra de Canaán. Leche y miel son los más simples y los más selectos productos de una tierra que abunda en pastos y flores, y éstos se encontraban en gran abundancia en Palestina.
Los lugares del cananeo.
Para una explicación del origen y de la historia de las diferentes naciones mencionadas, ver com. de Gén. 10: 15-17. Es incompleta la enumeración de las naciones de Palestina presentada aquí. Se mencionan expresamente sólo cinco de las diez cuya tierra fue prometida a Abrahán (Gén. 15: 19-21). Pero se añade una: la de los heveos. Es posible que ellos hubieran sido los sucesores de los cenezeos o de los cadmoneos del tiempo de Abrahán.
11.
¿Quién soy yo?
Un gran cambio se había efectuado en Moisés. Cuarenta años antes voluntariamente se ofreció como libertador. Fue a sus hermanos y mató a uno de sus opresores esperando que entendieran "que Dios les daría libertad por mano suya" (Hech. 7: 25). Sin embargo, en ese tiempo no estaba calificado para la posición de liderazgo a la que aspiraba, ni los hijos de Israel estaban listos para la liberación. Los 40 años de Madián le habían enseñado humildad y lo habían imbuido de una desconfianza completa de sí mismo. El príncipe adoptivo de la casa real de Egipto se había convertido en un pastor que se ocupaba en una tarea despreciada por los egipcios (Gén. 46: 34), y se sentía tan inseguro 523 de sí mismo como para temer a Faraón. El, un despreciado pastor del desierto oriental, ¿qué influencia podría esperarse que tuviera sobre el poderoso rey de la nación más fuerte de la tierra? Además, ¿qué influencia tendría con su propio pueblo? Lo habían rechazado cuando era poderoso, ¿aceptarían su liderazgo siendo un fugitivo que volvía a aparecer? Pensamientos como éstos deben haber cruzado por la mente de Moisés cuando le llegó el llamamiento de volver a Egipto y libertar a su pueblo. Puede entenderse fácilmente su renuencia a aceptar el llamamiento así como su desconfianza en sí mismo y en su pueblo.
12.
Yo estaré contigo.
Dios no refutó los argumentos de Moisés sino que le aseguró la compañía y ayuda divinas. No hay ninguna habilidad humana, ni poder humano, ni inventiva propia del hombre que puedan realizar lo que sólo es posible cooperando con Dios. No hay una promesa mayor que pueda llegar hasta un dirigente del pueblo de Dios que la que fue dada a Moisés en el tiempo cuando fue llamado.
Señal.
Dios le dio a Moisés una prueba de que no sería enviado en una misión infructuosa, pero era una señal cuyo cumplimiento vendría más tarde como la que Isaías dio a Ezequías (2 Rey. 19: 29). Pero antes de que pudiera cumplirse la señal, Moisés debía obedecer y llevar a cabo la tarea que se le ordenaba que emprendiese.
13.
¿Cuál es su nombre?
Estando a punto de aceptar el llamamiento divino, Moisés preguntó qué debía decir en caso de que el pueblo le pidiera sus credenciales divinas. La suposición de que el pueblo pudiera hacer esa pregunta no debe atribuirse a ignorancia del nombre de su Dios. El nombre con el que Dios se había revelado a sus padres no podía haberse desvanecido enteramente de su memoria, y la mera mención del nombre de Dios no podría haber sido de mucha ayuda para Moisés. Con todo, la naturaleza y el poder de Aquel que envió a Moisés se expresarían en ese nombre, y puesto que los nombres significaban tanto para la mentalidad semita, era importante que Moisés revelara a su pueblo la verdadera naturaleza de su Dios, que estaba dispuesto ahora a librarlos de su servidumbre.
14.
Yo soy el que soy.
Dios le reveló, pues, a Moisés, o más bien le explicó, el nombre por el que se había hecho conocer a Abrahán cuando hizo el pacto (Gén. 15: 7). En hebreo, al igual que en castellano, este nombre es una forma del verbo "ser", e implica que su poseedor es Aquel que es eterno y que existe por sí mismo (Juan 8: 58; DTG 435). Su universalidad, que todo lo abarca, excluía cualquier comparación del Dios de Israel con las deidades de Egipto y otras naciones. Tenía el propósito de dar a Moisés y a su pueblo un poderoso consuelo en sus aflicciones y un potente apoyo para su confianza en la realización del propósito divino para libertarlos.
Yo soy me envió.
"Yo soy" es una forma abreviada de "Yo soy el que soy" y tiene el propósito de expresar la misma idea.
15.
Este es mi nombre.
De la palabra hebrea traducida como "Yo soy" proviene la forma derivada Yahvéh (BJ), o Jehová en la VVR. Para los judíos, éste siempre ha sido el nombre sagrado con el cual el verdadero Dios se distingue de todos los dioses falsos. Ver págs. 181, 182.
16.
Reúne a los ancianos.
Dios procedió a dar a Moisés más instrucciones referentes a la ejecución de su misión. Al llegar a Egipto, primero debía informar a los ancianos como representantes de la nación, a saber los que eran cabezas de familias, linajes y tribus, del plan de Dios para libertarlos. Los "ancianos" no eran necesariamente hombres de mucha edad, sino los que eran reconocidos como jefes por el pueblo (caps. 6: 14, 15; 12: 21).
En verdad os he visitado.
Una repetición de las palabras usadas por José en su lecho de muerte (Gén. 50: 24). Puede entendérselas así: "He hecho como profeticé a José, y podéis estar seguros de que sucederá todo lo que he prometido".
17.
Ver com. vers. 8.
18.
Oirán.
Moisés pensó que lo despreciarían, que harían oídos sordos a sus palabras y rechazarían su dirección. Pero Dios le dijo que la recepción que le darían sería muy diferente de la que había recibido 40 años antes. Los corazones de los hombres están en las manos de Dios, y Dios mismo había dirigido los asuntos de su pueblo en una forma tal como para que estuviera listo a reconocer a Moisés como el instrumento elegido por Dios para su liberación.
Iremos ahora.
"Permite, pues, que vayamos" (BJ). El pedido del permiso de Faraón para dejar el país está presentado con palabras 524 como para expresar la relación precisa de Israel con él. Faraón no tenía derecho a detenerlos, pero era necesario su consentimiento para que salieran, así como lo fue el de un rey anterior para su establecimiento en la tierra de Gosén (Gén. 45: 16- 20). No tenía ninguna razón valedera para rehusar su pedido de ir por tres días de camino en el desierto, pues su retorno al término de ese período estaba implicado en el pedido. ¿Era esto un engaño? De ninguna manera. Dios conocía el corazón de Faraón, e instruyó a Moisés para que, al principio, pidiera únicamente lo que el rey debía conceder o, en caso de que éste rehusara, se manifestara la dureza de su corazón. Si Faraón hubiera consentido, probablemente Dios entonces le habría hecho conocer su propósito pleno y le habría pedido la liberación permanente de su pueblo. Cuando Faraón rehusó el primer pedido, que era razonable (Exo. 5: 2), Moisés debía demostrar el poder del Dios de los hebreos mediante milagros y castigos. Por eso Moisés persistió en demandar permiso para que el pueblo fuera y sirviera a su Dios (caps. 7: 16; 8: 1; 9: 1, 13; 10: 3). Tan sólo cuando el rey ofreció permitirles sacrificar en Egipto, Moisés añadió a su pedido la significativa frase "como él nos dirá" (cap. 8: 27), lo que implicaba que podrían no volver. Por supuesto, era eso lo que temía Faraón.
19.
Sino por mano fuerte.
Faraón no estaría dispuesto a dejar que saliera el pueblo aun cuando la mano poderosa de Dios cayera sobre él (caps. 8: 15, 19, 32; 9: 12, 35; 10: 20, 27). Dios previó su resistencia y realizó sus planes de acuerdo con ella.
20.
Entonces.
Esta declaración no contradice el vers. 19. El significado de los vers. 19 y 20 es que Faraón no estaría dispuesto a dejar salir a Israel aun después de ser herido por la mano poderosa de Dios, pero que se vería compelido a hacerlo contra su voluntad. Todavía después de la novena plaga Faraón rehusaría dejarlos salir (cap. 10: 27), y cuando finalmente dio permiso ante la muerte de su primogénito y, en realidad, los expulsó (cap. 12: 31-33), pronto cambió de parecer y los persiguió (cap. 14: 5-9). La mano poderosa de Dios no había quebrantado la voluntad del rey, y sin embargo contribuyó a la liberación de Israel.
22.
Pedirá cada mujer.
Obviamente los hebreos no tenían el propósito de devolver lo que pidieron de los egipcios. Por eso han sido acusados de realizar un fraude, y Dios ha sido inculpado no sólo por transigir con su acto de engaño sino también por haberlo preparado y dirigido. Sin embargo, nótese que no se trataba de pedir "prestado", sino de "pedir" solamente. Los israelitas habían de pedir regalos de sus vecinos egipcios como una contribución para los gastos necesarios del largo viaje. Habían trabajado duramente durante muchas décadas como esclavos para provecho de los egipcios, que se habían aliviado de sus impuestos merced al valor del trabajo gratuito de los hebreos. Estos últimos en realidad tenían derecho a lo que no era sino una pequeña recompensa por sus largos años de trabajo. Los israelitas pidieron sin tener la intención de devolver, y los egipcios concedieron su pedido sin esperar recibir nada de vuelta, porque Dios hizo que los israelitas hallaran gracia delante de ellos (vers. 21). Los egipcios habían despojado a los israelitas, y ahora los hebreos se llevaron el despojo de Egipto como una compensación parcial (PP 286).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-22 PP 256-258
1 CM 312, 320; CV 84, 370; Ed 59; FE 342, 360; MC 377; OE 348; PP 253-256; 4T 442
1, 2 DTG 14
1-3 PP 256
2 SR 110
2-5 MC 162
4, 5 MC 406
4-6 PP 256
5 CMC 88; Ed 238; FE 192; 2JT 316; OE 188; PP 362; PR 34; TM 57
5, 6 MC 343; 8T 284
7,8 PP 257
7-10 SR 111, 147
10 CV 370; FE 287; MC 377
10-13 PP 257
11 4T 611
12 CH 313; DTG 596; 7T 221; 8T-144
14 DTG 16; 2JT 308; 3JT 408; 1T 292; 5T 725; 6T 20
14-22 PP 258 525


CAPÍTULO 4
1 La vara de Moisés se transforma en serpiente. 6 Su mano se llena de lepra. 10 Se resiste a ir. 14 Aarón es designado como su ayudante. 18 Moisés se va de la casa de Jetro. 21 Mensaje de Dios para Faraón. 24 Séfora circuncida a su hijo. 27 Aarón es enviado al encuentro de Moisés. 31 El pueblo le cree.
1ENTONCES Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová.
2 Y Jehová dijo: ¿Qué es eso que tienes en tu mano? Y él respondió: Una vara.
3 El le dijo: Echala en tierra. Y él la echó en tierra, y se hizo una culebra; y Moisés huía de ella.
4 Entonces dijo Jehová a Moisés: Extiende tu mano, y tómala por la cola. Y él extendió su mano, y la tomó, y se volvió vara en su mano.
5 Por esto creerán que se te ha aparecido Jehová, el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob.
6 Le dijo además Jehová: Mete ahora tu mano en tu seno. Y él metió la mano en su seno; y cuando la sacó, he aquí que su mano estaba leprosa como la nieve.
7 Y dijo: Vuelve a meter tu mano en tu seno. Y él volvió a meter su mano en su seno; y al sacarla de nuevo del seno, he aquí que se había vuelto como la otra carne.
8 Si aconteciera que no te creyeren ni obedecieren a la voz de la primera señal, creerán a la voz de la postrera.
9 Y si aún no creyeren a estas dos señales, ni oyeren tu voz, tomarás de las aguas del río y las derramarás en tierra; y se cambiarán aquellas aguas que tomarás del río y se harán sangre en la tierra.
10 Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua.
11 Y Jehová le respondió: ¿Quién dio la boca al hombre? ¿o quién hizo al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo Jehová?
12 Ahora pues, vé, y yo estaré con tu boca, y te enseñaré lo que hayas de hablar.
13 Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar.
14 Entonces Jehová se enojó contra Moisés, y dijo: ¿No conozco yo a tu hermano Aarón, levita, y que él habla bien? Y he aquí que él saldrá a recibirte, y al verte se alegrará en su corazón.
15 Tú hablarás a él, y pondrás en su boca las palabras, y yo estaré con tu boca y con la suya, y os enseñaré lo que hayáis de hacer.
16 Y él hablará por ti al pueblo; él te será a ti en lugar de boca, y tú serás para él en lugar de Dios.
17 Y tomarás en tu mano esta vara, con la cual harás las señales.
18 Así se fue Moisés, y volviendo a su suegro Jetro, le dijo: Iré ahora, y volveré a mis hermanos que están en Egipto, para ver si aún viven. Y Jetro dijo a Moisés: Vé en paz.
19 Dijo también Jehová a Moisés en Madián: Vé y vuélvete a Egipto, porque han muerto todos los que procuraban tu muerte.
20 Entonces Moisés tomó su mujer y sus hijos, y los puso sobre un asno, y volvió a tierra de Egipto. Tomó también Moisés la vara de Dios en su mano.
21 Y dijo Jehová a Moisés: Cuando hayas vuelto a Egipto, mira que hagas delante de Faraón todas las maravillas que he puesto en tu mano; pero yo endureceré su corazón, de modo que no dejará ir al pueblo.
22 Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito.
23 Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva, mas no has querido dejarlo ir; he aquí yo voy a matar a tu hijo, tu primogénito.
24 Y aconteció en el camino, que en una posada Jehová le salió al encuentro, y quiso matarlo.
25 Entonces Séfora tomó un pedernal afilado y cortó el prepucio de su hijo, y lo echó a sus pies, diciendo: A la verdad tú me eres un esposo de sangre.
26 Así le dejó luego ir. Y ella dijo: Esposo de sangre, a causa de la circuncisión.
27 Y Jehová dijo a Aarón: Ve a recibir a 526 Moisés al desierto. Y él fue, y lo encontró en el monte de Dios, y le besó.
28 Entonces contó Moisés a Aarón todas las palabras de Jehová que le enviaba, y todas las señales que le había dado.
29 Y fueron Moisés y Aarón, y reunieron a todos los ancianos de los hijos de Israel.
30 Y habló Aarón acerca de todas las cosas que Jehová había dicho a Moisés, e hizo las señales delante de los ojos del pueblo.
31 Y el pueblo creyó; y oyendo que Jehová había visitado a los hijos de Israel, y que había visto su aflicción, se inclinaron y adoraron.
1.
Ellos no me creerán.
La pregunta previa de Moisés, después de la promesa de Dios de dirección y protección (cap. 3: 13), había implicado disposición para ir y un deseo de mayor información. Ahora parece que Moisés todavía se oponía mucho a la idea de aceptar la comisión. Se ha procurado defenderlo explicando lo que él quiso decir: "¿Qué sucedería si el pueblo no me creyera ... ?" Pero su declaración es enfática y no puede ser traducida ni explicada en esa forma. Es concebible que, desde que Jacob entró en Egipto más de dos siglos antes, ninguna revelación divina había sido impartida a Israel y, por lo tanto, fácilmente pudo haber surgido la duda en cuanto a la validez de la pretensión de Moisés de haber recibido una comisión divina.
3.
Se hizo una culebra.
Puesto que la fe de Moisés no era todavía lo suficientemente fuerte como para depender de la señal futura prometida (cap. 3: 12), Dios le proporcionó inmediatamente señales por las cuales pudiera demostrar la legitimidad de su misión. Estas tres señales tenían el propósito de convencer a los israelitas de que Dios se había aparecido a Moisés, pero servían al mismo tiempo para fortalecer la fe de Moisés y disipar su temor del fracaso. Esta habría de ser la evidencia de que Dios había llamado a Moisés para ser el dirigente de Israel y lo había dotado con el poder para desempeñar esa responsabilidad.
4.
Por la cola.
Un encantador de serpientes generalmente las toma por el cuello para que no puedan morderlo. Moisés fue instruido a fin de que mostrara su confianza en Dios tomando la culebra por la cola.
6.
Su mano estaba leprosa.
La lepra estaba considerada como absolutamente incurable. Su aparición instantánea y su desaparición eran contrarias a toda experiencia y se aceptarían como una evidencia de poder sobrenatural. Esta señal también puede haber servido como una admonición de que aquel que resistiera o desobedeciera a Moisés sufriría penosos resultados. Al paso que el propósito del primer milagro fue probar que Moisés era el hombre a quien el Señor había llamado para ser el dirigente de su pueblo, el del segundo fue dejar en claro que, como mensajero de Dios, se le concedía el poder necesario para ejecutar la tarea.
8.
La voz de la primera señal.
Dios personificó estas señales como que tuvieran una "voz", pues habían de dar testimonio de él en la persona de su instrumento escogido. De acuerdo con la Escritura, todo tiene una "voz", si tan sólo escuchamos con nuestro corazón: el día, la noche, los cielos, las bestias, las aves del aire, los peces y aun las mismas piedras. Ellos claman en voz alta y levantan su voz proclamando la voluntad de su Hacedor, sea que el hombre escuche o no escuche (Sal. 19: 1-3; Job 12: 7, 8; Hab. 2: 11; Luc. 19: 40).
9.
Las aguas.
Los egipcios adoraban el Nilo como la fuente de la prosperidad nacional. El poder para convertir en sangre el agua vivificadora del Nilo implicaría poder sobre los dioses de Egipto y para desolar la tierra de Egipto. Por esta señal Israel había de aprender a confiar en Dios, al mismo tiempo que, también por ella, Faraón y los egipcios serían después inducidos a temerlo (cap. 7: 15-19). Así Moisés no sólo llegó a ser depositario de la palabra de Dios sino que también fue dotado con su poder. Fue el primer profeta y hacedor de milagros enviado por Dios a su pueblo y así llegó a constituirse en un símbolo de Cristo(Deut. 18: 15; Juan 1:45; Hech. 3: 22).
10.
Nunca he sido hombre de fácil palabra.
En vista de las promesas de Dios para facilitar su misión, parece injustificable que aquel que había sido "poderoso en sus palabras y obras" (Hech. 7: 22) pretendiera tener dificultad para hablar. Su larga ausencia de Egipto y el hecho de que no había hablado el egipcio durante su permanencia en Madián sin duda lo hicieron sentirse descalificado para ir delante de Faraón; pero debiera haber estado listo para confiar en Dios. Se ha sugerido que Moisés temía hablar en hebreo porque 527 había estado viviendo entre los medianitas. Pero ésta no puede haber sido la razón ya que las inscripciones madianitas difieren muy poco del antiguo hebreo. La tradición judía de que Moisés tenía dificultad para pronunciar ciertas letras hebreas tampoco tiene base.
12.
Yo estaré con tu boca.
Dios pacientemente razonó con Moisés como con un amigo. El que había hecho la boca del hombre ciertamente podía impartir la habilidad de hablar con fluidez.
13.
Envía, te ruego.
Cuando fueron refutadas todas las excusas que pudo presentar Moisés, resultaron evidentes sus motivos ocultos. Lo que al principio había parecido ser duda en cuanto a su propia habilidad se reveló ahora como desconfianza en Dios (vers. 19). Rehusó ir por propósitos prácticos. Su corta y casi ruda respuesta ante la comisión divina es aún más enfática en hebreo que en castellano.
14.
Jehová se enojó.
La expresión usada es vigorosa pero probablemente sólo significa que Dios estaba disgustado. Tan sólo castigó a Moisés dividiendo entre los dos hombres la responsabilidad que Moisés iba a llevar solo.
Aarón, levita.
No es claro por qué Dios aquí habló de Aarón como "levita". Algunos han sugerido que había otros del mismo nombre entre los israelitas y que esa designación era necesaria para distinguirlo. Pero no es claro por qué las palabras "tu hermano" no habrían sido suficientes en este caso. Otros han pensado que la designación anticipa la futura consagración de su tribu para el servicio especial de Dios.
El saldrá.
Se ha sugerido que Aarón había hecho planes para visitar a Moisés en Madián a fin de informarle de la muerte del rey de quien había huido (cap. 2: 15, 23). Cualesquiera hubieran sido las circunstancias, Aarón no comenzó su viaje hasta que Dios le ordenó que fuera (cap. 4: 27).
16.
El hablará por ti.
Dios prometió estar con ambos: con Moisés para que pudiera expresar con exactitud lo que Dios le reveló, y con Aarón para que pudiera hablar clara y persuasivamente. Era más honorable la posición de Moisés, aunque la de Aarón le hubiera parecido superior al pueblo.
En lugar de Dios.
En el pasaje del cap. 7: 1 Dios prometió a Moisés que su hermano sería su profeta o portavoz. La inspiración divina habría de descansar sobre Moisés. Aarón aceptaría las palabras de Moisés como palabras de Dios y haría todo lo que Moisés le ordenara.
17.
Tomarás en tu mano esta vara.
A Moisés se le ordenó que no tomara cualquier vara sino la que ya se había transformado en serpiente. El plural "señales" indica las plagas que habrían de caer sobre Egipto, puesto que tan sólo una de las tres señales que hasta entonces se le habían dado habría de ser realizada con la vara.
18.
Iré ahora.
Moisés no mencionó a Jetro el verdadero objeto de su viaje por temor de que Jetro rehusara dar permiso a su esposa e hijos para que lo acompañaran, y posiblemente también porque un informe de su regreso a Egipto podría llegar hasta la corte antes de que estuviera listo para presentarse allí, haciendo así más difícil su misión.
19.
Vuélvete.
Mientras Moisés hacía los preparativos para volver a Egipto, el Señor se le apareció por segunda vez para confirmarle que no necesitaba temer por su seguridad personal, siendo que habían muerto Faraón y todos los que procuraban matarlo.
20.
Sus hijos.
Moisés tenía dos hijos (cap. 18:3, 4), Gersón, cuyo nacimiento se menciona en el cap. 2: 22, y Eliezer, que probablemente apenas era un niño. Este último parece haber nacido después del regreso de Moisés al hogar de Jetro, puesto que en el cap. 2:22 se habla sólo de un hijo nacido antes de la manifestación divina en el monte Horeb.
Los puso sobre un asno.
Los antiguos egipcios nunca viajaban montados en animales, aunque con frecuencia describían a los extranjeros -especialmente a los niños y a los nobles- viajando en burros. Estas palabras sugieren que Moisés había renunciado a sus antiguos hábitos egipcios y había adoptado las formas semíticas de vida.
La vara de Dios.
La vara de Moisés (cap. 4: 2) se había convertido en la "vara de Dios" como resultado de los milagros registrados en los vers. 3 y 4.
21.
Todas las maravillas.
Una vez más Dios se le apareció a Moisés, ya fuera antes de que saliese de Madián o en el camino a Egipto. En esta ocasión Dios le impartió a Moisés informaciones concernientes a lo que debía esperar en Egipto. La expresión "todas las maravillas" no se refiere únicamente a las tres señales mencionadas en los vers. 2-9, sino a todos 528 los milagros que habría de realizar en la presencia de Faraón.
Endureceré su corazón.
En la parábola de Cristo del sembrador y la semilla no había diferencia entre la semilla esparcida en una clase de tierra y en las otras, ni tampoco en la forma como fue sembrada. Todo dependía de la recepción dada a la semilla por cada tipo de tierra. De la misma manera, el endurecimiento del corazón de Faraón en ninguna manera fue un acto de Dios, sino más bien una elección deliberada de parte del rey (ver PP 272). Mediante repetidas amonestaciones y despliegue del poder divino, Dios envió luz que tenía el propósito de señalarle a Faraón los errores de su conducta, para suavizar y subyugar su corazón e inducirlo a cooperar con la voluntad divina (DTG 289). Pero cada manifestación sucesiva del poder divino lo dejó más determinado a hacer su propia voluntad. Al rehusar ser corregido, despreció y rechazó la luz hasta que quedó insensible a ella, y la luz finalmente le fue retirada. Fue pues su propia resistencia a la luz lo que endureció su corazón. Aun los paganos reconocieron que fueron Faraón y los mismos egipcios quienes endurecieron su corazón, y no Dios (1 Sam. 6: 6).
Los comentadores han diferido mucho en su comprensión del endurecimiento del corazón de Faraón, aquí atribuido a Dios, Hay en conjunto diez declaraciones tales, En ocho de ellas (Exo. 4: 21; 9: 12;10: 20; 27; 11:10; 14: 4, 8, 17) se usa la palabra jazaq, que significa que Dios haría "firme" el corazón de Faraón de modo que no se conmoviera y cambiaran sus sentimientos hacia Israel. En el pasaje del cap. 7: 3 se usa otra palabra hebrea, qasháh, que implica que el Señor haría "duro" o "insensible" el corazón de Faraón. En el pasaje del cap. 10: 1 se usa una tercera palabra, kabed, la cual significa que Dios había hecho "pesado" el corazón de Faraón, o insensible a la influencia divina, Que las diferentes palabras se usan más o menos indistintamente resulta evidente por el estudio del contexto.
Hay también diez declaraciones que indican que Faraón endureció su propio corazón. En cuatro de ellas (caps. 7: 13, 22; 8: 19; 9: 35) se usa la palabra jazaq, "hacer firme", en cinco (caps. 7: 14; 8: 15, 32; 9: 7, 34) la palabra kabed, "hacer pesado", y en una (cap. 13: 15) la palabra qasháh, "hacer duro". El endurecimiento del corazón de Faraón fue evidente, en primer lugar, porque no prestó atención a la demanda del Señor de que dejara ir a Israel. Su negativa no sólo se expresó durante las plagas que pudieron imitar los magos de Egipto, sino también durante aquéllas que los magos mismos reconocieron que eran "dedo de Dios" (cap. 8: 19). Continuó también después de que cayeron sobre los egipcios y no sobre el pueblo de Israel, la cuarta y la quinta plagas, un hecho del que fue informado el rey (cap. 9: 7). El endurecimiento de su corazón se demostró aún más claramente cuando quebrantó su promesa de dejar salir a Israel bajo la condición de que Moisés y Aarón eliminarían la plaga, y cuando se vio forzado a confesar que había pecado (cap. 9: 27). De modo que cuando se le dijo a Moisés, antes de llegar a Egipto, que el Señor endurecería el corazón de Faraón (cap. 4: 21), Dios se refirió a la continua negativa del rey de obedecerle y dejar salir a los israelitas.
Dios no se complace con el sufrimiento y muerte de los impíos, sino que desea que todos se arrepientan y se salven (Eze. 33: 11; 1 Tim. 2: 4; 2 Ped. 3: 9) y hace que su sol brille sobre los malos y los buenos (Mat. 5: 45). Pero así como el sol afecta los diversos materiales de una manera diferente, de acuerdo con la naturaleza de ellos (derrite la cera y endurece la arcilla, por ejemplo), así también la influencia del Espíritu de Dios sobre los corazones de los hombres produce diferentes efectos de acuerdo con las condiciones del corazón. El pecador arrepentido permite que el Espíritu de Dios lo conduzca a la conversión y a la salvación, pero el impenitente endurece más y más su corazón. La mismísima manifestación de la misericordia de Dios, en el caso de uno, conduce a la salvación y la vida, y en el caso del otro, al juicio y a la muerte; a cada uno de acuerdo con su propia elección.
22.
Israel es mi hijo.
Al declarar que Israel es el primogénito de Dios, Moisés había de usar un lenguaje familiar al rey de Egipto. Cada faraón se consideraba a sí mismo el hijo del dios-sol Amón Ra.
23.
Yo voy a matar a tu hijo.
Para el cumplimiento de esta predicción véase el pasaje del cap. 12: 29. Moisés no pronunció esta amenaza hasta que se habían agotado todos los otros medios de persuasión, cuando supo que se entrevistaba por última vez con el rey (caps. 10: 29; 11: 4, 5; PP 278). Al proceder así, indudablemente llevó a cabo una de las 529 muchas indicaciones especiales recibidas después de su regreso a Egipto (caps. 6: 11; 7: 9, 15, 19, etc.).
24.
En una posada.
Es engañosa la traducción "posada". No había posadas, ni aun caravaneras, en el camino entre Madián y Egipto. La palabra hebrea usada aquí más bien significa "un lugar donde pasar la noche" (cf. Jos. 4: 3, 8; Isa. 10: 29). Se lee en la BJ: "el lugar donde pasaba la noche". El incidente se realizó probablemente cerca de un pozo o abrevadero donde se había detenido la familia por la noche.
Quiso matarlo.
Algunos han pensado que Moisés pasó por una experiencia similar a la de Jacob en Peniel (Gén. 32: 24-32). Otros han sugerido que le sobrevino una súbita y grave enfermedad, que él y Séfora reconocieron como un castigo de Dios por no haber cumplido con sus órdenes. En realidad, un ángel se le apareció a Moisés de una manera amenazadora, como si hubiera intentado matarlo (PP 261).
25.
Séfora tomó un pedernal afilado.
Los cirujanos de Egipto comúnmente usaban cuchillos de piedra. De acuerdo con Jos. 5: 2 también había los instrumentos usuales para realizar el rito de la circuncisión.
Cortó el prepucio.
Moisés volvió a Egipto con sus dos hijos (Exo. 4: 20). Evidentemente Gersón, el mayor, había sido circundado de acuerdo con las instrucciones de Dios a Abrahán (Gén. 17: 10-14). Este rito había sido descuidado en el caso de Eliezer, el menor (PP 261). No creyendo en la necesidad de la circuncisión, Séfora había resistido la intención de su esposo de circuncidar a Eliezer en el tiempo señalado. La aparición del ángel puso de manifiesto que su oposición no excusaba a Moisés de la administración del rito. Ahora, cuando la vida de su esposo estaba en peligro, ella sintió la necesidad de llevar a cabo la operación por sí misma.
Esposo de sangre.
Estas palabras son claramente una expresión de reproche. Muestran que Séfora llevó a cabo el rito a regañadientes, no por un deseo de obedecer a Dios sino por necesidad, para salvar la vida de su esposo. Parece que quiso decir que Moisés era un esposo de tan baja ralea, que se necesitaba derramar la sangre de su hijo para cumplir con una costumbre nacional que ella consideraba como bárbara.
26.
Le dejó luego ir.
Dios aceptó el tardío proceder de Séfora y restauró a Moisés.
A causa de la circuncisión.
Cuando el ángel liberó a Moisés, Séfora repitió sus palabras de reproche, añadiendo como explicación literalmente: "A causa de la circuncisión". Puede haber pensado en aquella a la que fue sometido Gersón en Madián y en la de Eliezer.
27.
Ve a recibir a Moisés al desierto.
Esta instrucción para Aarón debe haberle sido dada algún tiempo antes de que Moisés saliera de Madián, pues se encontraron en Horeb, en el corazón de la península del Sinaí (ver com. de cap. 3:1), poco después de que Moisés dejara la casa de su suegro. También es cierto que las instrucciones dadas a Aarón fueron más completas de lo que indica el breve registro del Exodo. Siendo que el desierto se extendía desde el límite de Egipto, a través de la península del Sinaí, y penetraba en Arabia, Dios debe haberle indicado precisamente el camino que debía seguir a fin de encontrarse con su hermano.
29.
Todos los ancianos.
En cuanto a los ancianos, ver com. de cap. 3: 16. Aunque Moisés y Aarón no tenían autoridad para convocar a los que eran cabezas de tribus y familias, esos hombres respondieron a su invitación.
30.
Habló Aarón.
Aarón actuó inmediatamente de acuerdo con los deberes de su oficio como portavoz (vers. 16), declarando a los ancianos que Dios había llamado a su hermano para llevar a cabo su liberación. También Aarón -y no Moisés como lo hubiéramos esperado (vers. 17)- realizó las señales (PP 267). Indudablemente Dios ordenó o aprobó esta delegación de autoridad. En ocasiones posteriores, hallamos que más de una vez Dios le pidió a Aarón que obrara los milagros (caps. 7: 19; 8. 5, 16).
31.
El pueblo creyó.
Esta fue otra evidencia del favor divino. Resalta en marcado contraste con la actitud de indiferencia usual en los israelitas, que con tanta frecuencia "no habían creído a Dios, no habían confiado en su salvación" (Sal. 78: 22). Su anhelo de liberación y esas manifestaciones de poder milagroso lograron una respuesta favorable de los ancianos.
Se inclinaron.
La fe del pueblo y la forma de culto en que se expresó demostraron que la promesa de Dios hecha a los padres todavía vivía en su corazón. Aunque su fe no soportó 530 la prueba siguiente, con todo, como primera expresión de sus sentimientos, dio testimonio de que Israel estaba dispuesto a obedecer el llamamiento de Dios.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-31 PP 258-262
1, 3, 4 PP 259
6-8 PP 259
10 4T 314
10-14 PP 259
14 PP 332
15-17 PP 260
16 CV 102
18 PP 260
19 SR 111
21 PP 273
22, 23 DTG 35; PP 279
24 PP 261
25, 26 PP 261
27-31 PP 262


CAPÍTULO 5
1 Faraón desprecia el mensaje de Moisés y Aarón. 5 Aumenta las penurias de los israelitas. 15 No escucha las quejas. 20 El pueblo se lamenta ante Moisés y Aarón. 22 Moisés se queja ante Dios.


1DESPUES Moisés y Aarón entraron a la presencia de Faraón y le dijeron: Jehová el Dios de Israel dice así: Deja ir a mi pueblo a celebrarme fiesta en el desierto.
2 Y Faraón respondió; ¿Quién es Jehová, para que yo oiga su voz y deje ir a Israel? Yo no conozco a Jehová, ni tampoco dejaré ir a Israel.
3 Y ellos dijeron: El Dios de los hebreos nos ha encontrado; iremos, pues, ahora, camino de tres días por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, para que no venga sobre nosotros con peste o con espada.
4 Entonces el rey de Egipto les dijo: Moisés y Aarón, ¿por qué hacéis cesar al pueblo de su trabajo? Volved a vuestras tareas.
5 Dijo también Faraón: He aquí el pueblo de la tierra es ahora mucho, y vosotros les hacéis cesar de sus tareas.
6 Y mandó Faraón aquel mismo día a los cuadrilleros del pueblo que lo tenían a su cargo, y a sus capataces, diciendo:
7 De aquí en adelante no daréis paja al pueblo para hacer ladrillo, como hasta ahora; vayan ellos y recojan por sí mismos la paja.
8 Y les impondréis la misma tarea de ladrillo que hacían antes, y no les disminuiréis nada; porque están ociosos, por eso levantan la voz diciendo: Vamos y ofrezcamos sacrificios a nuestro Dios.
9 Agrávese la servidumbre sobre ellos, para que se ocupen en ella, y no atiendan a palabras mentirosas.
10 Y saliendo los cuadrilleros del pueblo y sus capataces, hablaron al pueblo, diciendo: Así ha dicho Faraón: Yo no os doy paja.
11 Id vosotros y recoged la paja donde la halléis; pero nada se disminuirá de vuestra tarea.
12 Entonces el pueblo se esparció por toda la tierra de Egipto para recoger rastrojo en lugar de paja.
13 Y los cuadrilleros los apremiaban, diciendo: Acabad vuestra obra, la tarea de cada día en su día, como cuando se os daba paja.
14 Y azotaban a los capataces de los hijos de Israel que los cuadrilleros de Faraón habían puesto sobre ellos, diciendo: ¿Por qué no habéis cumplido vuestra tarea de ladrillo ni ayer ni hoy, como antes?
15 Y los capataces de los hijos de Israel vinieron a Faraón y se quejaron a él, diciendo: ¿Por qué lo haces así con tus siervos?
16 No se da paja a tus siervos, y con todo nos dicen: Haced el ladrillo. Y he aquí tus siervos son azotados, y el pueblo tuyo es el culpable. 531
17 Y él respondió: Estáis ociosos, sí, ociosos, y por eso decís: Vamos y ofrezcamos sacrificios a Jehová.
18 Id pues, ahora, y trabajad. No se os dará paja, y habéis de entregar la misma tarea de ladrillo.
19 Entonces los capataces de los hijos de Israel se vieron en aflicción, al decírselas: No se disminuirá nada de vuestro ladrillo, de la tarea de cada día.
20 Y encontrando a Moisés y a Aarón, que estaban a la vista de ellos cuando salían de la presencia de Faraón,
21 les dijeron: Mire Jehová sobre vosotros, y juzgue; pues nos habéis hecho abominables delante de Faraón y de sus siervos, poniéndoles la espada en la mano para que nos maten.
22 Entonces Moisés se volvió a Jehová, y dijo: Señor, ¿por qué afliges a este pueblo? ¿Para qué me enviaste?
23 Porque desde que yo vine a Faraón para hablarle en tu nombre, ha afligido a este pueblo; y tú no has librado a tu pueblo.


1.
Entraron a la presencia de Faraón.
Después de que Moisés y Aarón habían sido aceptados por los ancianos de Israel para que fueran sus dirigentes señalados por Dios, los dos hombres fueron a Faraón y consiguieron una audiencia con el rey. Los registros antiguos destacan que no era fácil que un plebeyo obtuviera una audiencia con el rey. La experiencia anterior de Moisés en la corte, ahora le fue de provecho, pues sabía cómo llegar hasta el rey.
Fiesta.
Era razonable el pedido presentado delante de Faraón. Los israelitas no podían ofrecer sus sacrificios de animales en presencia de los egipcios sin provocar un estallido de rencor religioso, puesto que entre los animales que habrían de ser muertos había algunos que los egipcios consideraban sagrados y, por lo tanto, no debían ser muertos por ningún motivo. Para evitar este peligro, la fiesta de los israelitas debía celebrarse más allá de los límites de Egipto, en el desierto.
2
¿Quién es Jehová?
O Faraón ignoraba el nombre del Dios de los israelitas, o bien simuló ignorarlo. No importa cuál fuera el caso, se sentía superior a cualquier Dios extranjero. ¿Acaso su padre y su abuelo no habían oprimido a los israelitas sin la interferencia de su Dios? ¿Por qué debía molestarse en tomar en cuenta a un Dios tan obviamente desinteresado en los asuntos de su propio pueblo y, aparentemente, incapaz de ayudarlo?
3.
Para que no venga sobre nosotros.
La negativa de Faraón no amedrentó a Moisés y a Aarón como para hacerlos retirarse, pues su confianza radicaba en el poder de Aquel que, a su debido tiempo, cumpliría su benigno propósito. Con todo, el conocimiento de que estaban aliados con el poder divino no los enalteció. Permanecieron siendo corteses y considerados y emplearon sus mejores esfuerzos para persuadir al rey a fin de que cambiara de parecer. Hicieron resaltar cuán necesario era que el pueblo cumpliera con los requerimientos de su Dios y celebraran la fiesta que había ordenado. En vez de amenazar al rey con castigos si persistía en rehusar que saliera Israel, declararon ante Faraón que vendrían castigos sobre los israelitas si no obedecían una orden tan explícita de su Dios.
4.
Volved a vuestras tareas.
Faraón no quiso prestar oídos a la petición, y no les dio una respuesta directa. Sospechando que Moisés y Aarón secretamente estaban tramando una revuelta para eludir el servicio al rey, les ordenó que volvieran a sus tareas como esclavos. Esto muestra claramente que no fue reconocida la identidad de Moisés. El rey no sabía que Moisés había vivido antes en la corte, o que su reciente morada no era Egipto sino la tierra de Madián.
5.
El pueblo de la tierra.
Fue como si el rey hubiera dicho: "La chusma común ya no sirve para nada, ¿y haréis vosotros que dejen de trabajar por completo?" Moisés y Aarón habían introducido una reforma en la observancia del sábado, y este hecho había llegado hasta el conocimiento del rey (PP 263). La gente, razonó Faraón, está ociosa y necesita más trabajo para absorber sus energías.
6.
Los cuadrilleros del pueblo.
La palabra traducida aquí "cuadrilleros" no es la misma que la del cap. 1: 11, y probablemente designa otra clase de funcionarios. Los "comisarios" del pasaje anterior eran los superintendentes del trabajo, probablemente pocos en número y de elevada categoría, al paso que los "cuadrilleros" eran egipcios de una categoría inferior 532 y más numerosos. Los "capataces", literalmente "escribas", eran sin duda hebreos, como es evidente por la expresión "los capataces de los hijos de Israel" usada en el pasaje del cap. 5: 14, y por el áspero trato que recibieron. Probablemente se los empleaba como capataces, y tenían que dar cuenta de la obra hecha.
7.
Paja al pueblo para hacer ladrillo.
No teniendo la intención de ser intimidado por el Dios de los hebreos, y orgulloso en la seguridad de su propio poder, Faraón estaba determinado a imponer su voluntad. Sospechando que el deseo de ellos de ir al desierto no era sino una excusa inventada por holgazanes y promovida por una sed de libertad que podría poner en peligro el reino, ideó un plan para hacer la opresión más cruel de lo que ya era.
Tal como hoy día, en el antiguo Egipto se hacían los ladrillos a veces con paja y otras sin ella. Lo más común era que los ladrillos contuvieran un tipo de planta que los solidificaba con la arcilla. Generalmente era paja, llamada tében en el hebreo bíblico y tibn en el egipcio arábigo de hoy día. El proceso de hacer ladrillos en el antiguo Egipto es representado por varios modelos hallados en tumbas egipcias, y también en una pintura mural de la tumba del visir Rejmire, que vivió en tiempo de Tutmosis III, a mediados del siglo XV AC. Muestra a hombres que sacan agua de un charco mezclando lodo con una azada, llevando la mezcla en cántaros hasta los que hacían ladrillos y éstos haciendo los ladrillos en moldes de madera. Un capataz con un palo en la mano vigila al grupo de obreros. Los hombres que llevan ladrillos son descritos como "cautivos que su majestad trajo para los trabajos del templo de Amón". Algunos de los cautivos así representados son semitas y hacen recordar a los hebreos.
Moisés no presenta a los hebreos como haciendo "ladrillos sin paja", como se ha afirmado a veces erróneamente. Más bien, el decreto de Faraón específicamente les requería que usaran paja pero que la consiguieran ellos mismos. Si los hebreos hubieran hecho ladrillos sin paja, habrían violado el decreto y difícilmente hubieran permitido esto los capataces. Tales ladrillos habrían sido manifiestamente de una calidad inferior, puesto que la paja cortada aumenta varias veces la resistencia de los ladrillos de barro. Esto se debe en parte a la presencia de los tallos de paja mismos y parcialmente al efecto químico de la materia vegetal en descomposición sobre la mezcla del ladrillo. Cuando la mezcla es dejada así por unos pocos días, los ladrillos son más fuertes y también más fáciles de hacer. Algunos han interpretado erróneamente la presencia de ladrillos sin paja en los muros de ciertos edificios antiguos egipcios como una prueba que confirma el relato del pasaje del cap. 5: 7, 8. Sin embargo, esos informes se basan en una mala interpretación del registro bíblico y en la ignorancia del arte de fabricar ladrillos tal como se practicaba en el valle del Nilo (véase The Biblical Archaeologist, t. 13, No. 2 [mayo de 1950], págs. 22-28).
8.
La misma tarea de ladrillo.
La palabra aquí traducida "tarea" significa "el número requerido diariamente", e indica que se exigía de los hebreos que produjeran una cantidad fija de ladrillos cada día. Aunque ahora tenían que procurarse la paja, juntándola de los campos, el número exigido de ladrillos debía ser el mismo de antes.
14.
Los capataces.
Los supervisores egipcios ["cuadrilleros", en este pasaje de la VVR] son generalmente presentados con garrotes en las manos. Una pintura mural de un templo de Tebas, del tiempo de Tutmosis III, muestra a un capataz con un garrote levantado en su mano mientras dice a los obreros: "El garrote está en mi mano; no seáis haraganes". Cuando se puso en vigor la nueva disposición del rey, pronto fue imposible que los israelitas produjeran el número exigido de ladrillos. Por lo tanto, los capataces hebreos, cuya ocupación era la de informar diariamente el trabajo hecho, fueron castigados por sus supervisores egipcios.
15.
Se quejaron.
Es evidente que los capataces hebreos tenían acceso al rey. Cuando esos hombres fueron injustamente azotados por su incapacidad de forzar a los suyos para que produjeran la "tarea" requerida de ladrillos, se quejaron al rey pensando que los supervisores egipcios eran los que tenían la culpa.
17.
Estáis ociosos.
Faraón parece haberse complacido en interpretar como ociosidad el deseo de los israelitas de adorar a su Dios. Indudablemente consideraba como perspicaz de su parte el acusar a gente recargada de trabajo de estar ociosa y de emplear la religión como una excusa. 533
21.
Abominables.
Fueron injustas las palabras que los capataces hebreos dirigieron a los mensajeros de Dios. Generalmente son irrazonables las palabras producidas por la ira. Pero ellos fueron aún más lejos: acusaron indirectamente a Moisés y a Aarón de colocar una espada en las manos de los egipcios para matarlos. Conjeturaron que Moisés y Aarón habían inducido al rey y a sus consejeros para que los tuvieran por ociosos. No cabe duda de que los capataces habían sufrido un duro castigo corporal (vers. 14), probablemente una paliza, la forma habitual de ese tipo de castigo en Egipto, Esa paliza, dada en las plantas de los pies desnudos, es extremadamente dolorosa y no es raro que produzca la muerte si se la emplea repetidas veces.
22.
Moisés se volvió a Jehová.
Los dos hermanos no contestaron las palabras de los capataces. Quizá su corazón estaba demasiado abrumado para permitirles hablar y probablemente no sabían qué decir. En cambio se volvieron a Dios, su única fuente de consuelo y dirección.
Señor, ¿por qué?
Las palabras de Moisés no reflejaban un espíritu de descontento o insubordinación, sino de perplejidad e incertidumbre. La pregunta y la queja procedían de una fe que no podía entender los caminos de Dios. El pidió, a la vez, ayuda en esa hora de necesidad y que se quitara lo que parecía contrario a la naturaleza y a la voluntad de Dios.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-23 PP 262-264; SR 112-115
1, 2 PP 344
1-5 PP 262
2 CS 312; DTG 35; Ev 408; PP 285; SR 117
10-17, 21 PP 263
22, 23 PP 264
CAPÍTULO 6
1 Dios renueva su promesa de libertar a su pueblo y menciona su nombre, Jehová. 14 Genealogía de Rubén, 15 de Simeón, 16 de Leví, antecesor de Moisés y Aarón.
1 JEHOVA respondió a Moisés: Ahora verás lo que yo haré a Faraón; porque con mano fuerte los dejará ir, y con mano fuerte los echará de su tierra.
2 Habló todavía Dios a Moisés, y le dijo: Yo soy JEHOVA.
3 Y aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVA no me di a conocer a ellos.
4 También establecí mi pacto con ellos, de darles la tierra de Canaán, la tierra en que fueron forasteros, y en la cual habitaron.
5 Asimismo yo he oído el gemido de los hijos de Israel, a quienes hacen servir los egipcios, y me he acordado de mi pacto.
6 Por tanto, dirás a los hijos de Israel: Yo soy JEHOVA; y yo os sacaré de debajo de las tareas pesadas de Egipto, y os libraré de su servidumbre, y os redimiré con brazo extendido, y con juicios grandes;
7 y os tomaré por mi pueblo y seré vuestro Dios; y vosotros sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios, que os sacó de debajo de las tareas pesadas de Egipto.
8 Y os meteré en la tierra por la cual alcé mi mano jurando que la daría a Abraham, a Isaac y a Jacob; y yo os la daré por heredad. YO JEHOVA.
9 De esta manera habló Moisés a los hijos de Israel; pero ellos no escuchaban a Moisés a causa de la congoja de espíritu, y de la dura servidumbre.
10 Y habló Jehová a Moisés, diciendo:
11 Entra y habla a Faraón rey de Egipto, que deje ir de su tierra a los hijos de Israel.
12 Y respondió Moisés delante de Jehová: He aquí, los hijos de Israel no me escuchan; ¿cómo, pues, me escuchará Faraón, siendo yo torpe de labios?
13 Entonces Jehová habló a Moisés y a Aarón y les dio mandamiento para los hijos de Israel, y para Faraón rey de Egipto, para que sacasen a los hijos de Israel de la tierra de Egipto. 534
14 Estos son los jefes de las familias de sus padres: Los hijos de Rubén, el primogénito de Israel: Hanoc, Falú, Hezrón y Carmi; estas son las familias de Rubén.
15 Los hijos de Simeón: Jemuel, Jamín, Ohad, Jaquín, Zohar, y Saúl hijo de una cananea. Estas son las familias de Simeón.
16 Estos son los nombres de los hijos de Leví por sus linajes: Gersón, Coat y Merari. Y los años de la vida de Leví fueron ciento treinta y siete años.
17 Los hijos de Gersón: Libni y Simei, por sus familias.
18 Y los hijos de Coat: Amram, Izhar, Hebrón y Uziel. Y los años de la vida de Coat fueron ciento treinta y tres años.
19 Y los hijos de Merari: Mahli y Musi. Estas son las familias de Leví por sus linajes.
20 Y Amram tomó por mujer a Jocabed su tía, la cual dio a luz a Aarón y a Moisés. Y los años de la vida de Amram fueron ciento treinta y siete años.
21 Los hijos de Izhar: Coré, Nefeg y Zicri.
22 Y los hijos de Uziel: Misael, Elzafán y Sitri.
23 Y tomó Aarón por mujer a Elisabet hija de Aminadab, hermana de Naasón; la cual dio a luz a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar.
24 Los hijos de Coré: Asir, Elcana y Abiasaf Estas son las familias de los coreítas.
25 Y Eleazar hijo de Aarón tomó para sí mujer de las hijas de Futiel, la cual dio a luz a Finees. Y estos son los jefes de los padres de los levitas por sus familias.
26 Este es aquel Aarón y aquel Moisés, a los cuales Jehová dijo: Sacad a los hijos de Israel de la tierra de Egipto por sus ejércitos.
27 Estos son los que hablaron a Faraón rey de Egipto, para sacar de Egipto a los hijos de Israel. Moisés y Aarón fueron éstos.
28 Cuando Jehová habló a Moisés en la tierra de Egipto,
29 entonces Jehová habló a Moisés, diciendo: Yo soy JEHOVA; di a Faraón rey de Egipto todas las cosas que yo te digo a ti.
30 Y Moisés respondió delante de Jehová: He aquí, yo soy torpe de labios; ¿cómo, pues, me ha de oír Faraón?
1.
Ahora verás.
Moisés no recibió una respuesta directa a su queja. En vez de eso, Dios le prometió otra vez la liberación de Israel con mano fuerte. Puesto que Moisés no estaba preparado para entender el proceder de Dios, no hubiera sido útil darle una explicación. Por así decirlo, Dios le estaba diciendo a Moisés: "Lo que yo hago, tú no lo comprendes ahora; mas lo entenderás después" (Juan 13: 7). En vista de que, aun después de su liberación milagrosa de Egipto y su gloriosa marcha a través del desierto -durante la cual los hebreos contemplaron tantas pruebas del poder y la misericordia de Dios y sin embargo repetidas veces se rebelaron contra él-, difícilmente hubieran estado dispuestos a salir de Egipto, a menos que se aumentara grandemente la opresión bajo la cual vivían, es seguro que nunca hubieran estado dispuestos a salir si hubiesen sabido todo lo que les aguardaba. Esto puede explicar, por lo menos en parte, por qué Dios no revela todo lo que podría acerca del futuro. Si los discípulos hubieran sabido de antemano lo que aguardaba a su Maestro y a ellos, nunca hubieran obedecido a su llamamiento: "Sígueme". Si los que aceptaron el mensaje del advenimiento antes de 1844 hubieran sabido del gran chasco, y de los años de prueba que tenían por delante, probablemente nunca hubiera habido un movimiento adventista.
3.
Dios Omnipotente.
Bajo este nombre, 'El-Shaddai, el Registro sagrado presenta varias revelaciones de Dios, como la del caso de Abrahán (Gén. 17: 1) y el de Jacob (Gén. 35: 11). El nombre pleno no es usado por Dios en ninguna aparición a Isaac que se haya registrado, aunque Isaac mismo lo usó en su bendición de despedida a Jacob (Gén. 28: 3).
En mi nombre Jehová no me di a conocer.
El significado de esta declaración no es enteramente claro. De acuerdo con Gén. 15: 7, Dios se había revelado a Abrahán como Jehová, aun antes de declarar su nombre 'El-Shaddai, Dios Omnipotente. Posteriormente se reveló ante Jacob como Jehová (Gén. 28:13). También es obvio que Abrahán conocía este nombre, por el nombre de Jehová-jireh que dio al lugar donde fue para sacrificar a Isaac (Gén. 22: 14). Que Moisés consideraba este nombre como conocido desde el comienzo de la historia es evidente por Gén. 2: 4 y 4:1, 26. Por lo tanto, el sentido manifiesto de esta declaración no puede ser su verdadero significado, pues ningún escritor inspirado caería en una contradicción tal.
Los hebreos siempre pensaban que un 535 nombre indicaba las características personales del nombrado, o los pensamientos y emociones del que le dio el nombre, o circunstancias que rodeaban la ocasión cuando fue dado el nombre. Dios estaba ahora por revelarse más plenamente que en lo pasado: librando a su pueblo con "mano fuerte" (Exo. 6: 1), tomando en realidad a los israelitas como su pueblo (vers. 7), estableciendo su pacto con ellos y dándoles la tierra de Canaán (vers. 4). Siendo esto verdadero, parece que en el vers. 3 Dios debe referirse al nuevo significado que la experiencia de la liberación daría al nombre, más bien que al nombre en sí (vers. 1-7).
Un problema similar ocurre en Apoc. 19: 11-16. En el vers. 12 se dice que "ninguno conocía" [Gr. "conoce", como en la BJ] el nombre de Cristo, cuando aparece montado en el "caballo blanco", dirigiendo los ejércitos del cielo. Sin embargo, en el vers. 11 es llamado "Fiel y Verdadero", y en el vers. 13 "su nombre es: EL VERBO DE DIOS". Estos eran nombres por los cuales Cristo ya era conocido en carácter a lo menos en cierta medida por su pueblo. Sin embargo, en el vers. 16 Juan habla de Cristo como "Rey de reyes y Señor de señores" aunque específicamente describe este título como un nuevo "nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo" (vers. 12). Por 1 Tim. 6: 15 es claro que este título era aplicado a Cristo ya en los tiempos apostólicos. Obviamente, la declaración de Juan de que "ninguno conocía" el nombre, no se refiere al título en sí sino más bien al nuevo papel en que aparece Cristo, como defensor de su pueblo acosado, para regir "con vara de hierro a todas las naciones" (Apoc. 12: 5; cf. 19: 15).
4.
Mi pacto.
Ver com. Gén. 15: 9; 17: 7, 8; ver también caps. 26: 3; 28: 13.
5.
He oido el gemido.
Dios ya le había asegurado a Moisés que el clamor de su pueblo oprimido había subido delante de él (cap. 3: 9; cf. cap. 2: 24), pero repitió la afirmación frente a la queja de Moisés. Este, y también su pueblo, debían estar seguros de que Dios no los había olvidado, sino que los sostendría en su aflicción y pronto los libertaría.
6.
Juicios grandes.
Esa liberación no podía realizarse por medios pacíficos sino que requeriría una demostración de fuerza de parte de Dios. Tal es lo que ahora se insinúa. Algunos anuncios de juicios venideros ya se habían hecho previamente (caps. 3: 20; 4: 23). Es verdad que no se les había dado ese nombre, si bien Dios le había prometido a Abrahán que juzgaría a la nación a quien ellos servirían (Gén. 15: 14). Las plagas que estaban por caer sobre Faraón y su pueblo no eran meramente "maravillas" o "señales" en el sentido usual de la palabra, sino también castigos infligidos sobre una nación orgullosa y cruel por un juez divino.
7.
Os tomaré.
Dios continuó haciendo promesas, amontonándolas por así decirlo, una sobre otra. Haría de los israelitas su pueblo peculiar, se daría a conocer a ellos como el gran Libertador, los llevaría a la tierra prometida y se la daría como posesión. Todas esas promesas fueron cumplidas a su debido tiempo. Los israelitas llegaron a ser manifiestamente el pueblo de Dios en el Sinaí (cap. 19: 5, 6), donde Dios, al mismo tiempo, se convirtió especialmente -pero no exclusivamente- en su Dios (cap. 20: 1, 2).
9.
No escuchaban.
Los israelitas, que esperaban una rápida liberación, por el contrario fueron más oprimidos debido a la mal acogida intervención de Moisés. Estaban pues demasiado deprimidos para ser reanimados aun por las bondadosas promesas y seguridades que Moisés estaba comisionado para darles. Rehusaron depositar por más tiempo su confianza en uno que pensaron que los había engañado, uno que obviamente no era sino un soñador, un visionario, si no algo peor. "Congoja de espíritu" oprimía sus almas y una "dura servidumbre" cansaba sus cuerpos día tras día, con el resultado de que les faltaba tanto el tiempo como la voluntad para escuchar.
La versión Samaritana tiene una adición al vers. 9 que, aunque probablemente no escrita por Moisés, con todo proyecta algo de luz sobre el razonamiento de los desanimados israelitas. Dice, de acuerdo con una declaración de los israelitas hecha posteriormente (cap. 14: 12): "Y le dijeron: Déjanos solos, y sirvamos a los egipcios; pues es mejor para nosotros que sirvamos a los egipcios antes que morir en un desierto".
11.
Deje ir de su tierra.
En la nueva comisión que recibió Moisés no se menciona más un viaje de tres días como al principio (caps. 3:18; 5: 3). Se presenta una declaración bien definida: que los hijos de Israel habían de salir permanentemente del país. Moisés fue instruido para presentarse otra vez delante 536 de Faraón y demandar, sin posibilidad de confusiones, que los israelitas fueran librados de la esclavitud.
12.
¿Cómo, pues, me escuchará Faraón?
Las amargas quejas de los israelitas desalentaron a Moisés, con el resultado de que otra vez declinó la comisión. Había hecho la voluntad de Dios y se había presentado tanto delante del pueblo como delante del rey, pero se sentía profundamente chasqueado ya que lo mismo el pueblo que el rey habían rehusado escucharle. Inmediatamente sintió de nuevo toda su primera falta de confianza propia y disgusto para llevar la pesada carga del liderazgo.
Torpe de labios.
Esta típica frase hebrea dice literalmente "incircunciso de labios". Es como decir: "tardo en el habla" (cap. 4: 10). De la misma manera, oídos "incircuncisos" (Jer. 6: 10) son oídos que no oyen, y un corazón "incircunciso" (Jer. 9. 26), un corazón que no entiende.
13.
Les dio mandamiento.
No se registra la respuesta de Dios ante la nueva protesta de Moisés. Parece que no le contestó formalmente, sino que más bien le dio una orden terminante que no admitía una negativa. Moisés fue entonces enviado a los israelitas y al rey, no con un pedido o una propuesta sino con una orden imperativa.
14.
Estos son los jefes.
En este punto Moisés interrumpe su relato para insertar una sección genealógica en la que toma la historia de la familia de Israel en el punto en que la había dejado en el cap. 1: 5. La organización social de Israel estaba basada en las tribus; de ahí que fuera importante un registro de las divisiones y subdivisiones de las diversas familias. En vista de que el relato había llegado a un punto decisivo, éste pareció un lugar adecuado para insertar la información. Los "jefes" son los reconocidos como dirigentes y fundadores de las diversas familias israelitas.
De Rubén.
Para los nombres de estos cuatro hijos de Rubén, ver com. Gén. 46: 9.
15.
De Simeón.
Para los nombres de los hijos de Simeón, ver com. Gén. 46: 10.
16.
De Leví.
Para los tres hijos de Leví, ver com. Gén. 46: 11.
Por sus linajes.
Esta frase es usada por Moisés porque no se detiene con los hijos de Leví sino que continúa con los nietos, bisnietos y otros descendientes a fin de establecer la relación exacta de Moisés y Aarón con Jacob y las otras tribus.
Los años de la vida de Leví.
Como un hermano mayor de José, Leví debe haber pasado de los 40 años cuando descendieron a Egipto, siendo que José tenía 39 en ese tiempo (ver com. Gén. 27: 1). Sus tres hijos habían nacido antes de ese tiempo (Gén. 46: 8-11). Puesto que él murió a la edad de 137 años, tuvo que haber pasado más de 90 años de su vida en Egipto y debió haber sobrevivido por muchos años a su hermano José, que murió a la edad de 110 (Gén. 50: 26). Probablemente Moisés registra el lapso que vivió Leví porque éste era su propio antepasado.
17.
Los hijos de Gersón.
Los hijos de Gersón son mencionados primero porque él era el mayor de los hijos de Leví. Libni significa "el blanco", y puede referirse a que era realmente muy blanco. Simei quizá signifique "el que escucha".
18.
Los hijos de Coat.
Amram significa "cosecha"; Izhar, "aceite fresco"; Hebrón, "compañero", y Uziel, "Dios es mi fortaleza".
Los años de la vida de Coat.
Coat, que nació antes de que fuera Jacob a Egipto (Gén. 46: 11), parece haber pasado en Egipto la mayor parte de su larga vida de 133 años, y puede haber vivido durante el período de la opresión.
19.
Los hijos de Merari.
Mahli significa "el agradable", pero es oscuro el significado del nombre de Musi. Los mahlitas y los musitas estuvieron entre las familias levíticas más importantes del tiempo del éxodo (Núm. 3: 33; 26: 58).
20.
Amram.
No se puede dudar de que este Amram es el "varón de la familia de Leví" mencionado en el cap. 2: 1. Era nieto de Leví. Dios le había prometido a Abrahán que la cuarta generación de los que fueran a la tierra de la opresión volvería a la tierra prometida (Gén. 15: 16). Las cuatro generaciones serían pues las de Leví, Coat, Amram y Moisés.
Jocabed.
Significa "Jehová es glorioso". Jocabed es el más antiguo nombre humano que se conozca relacionado con el nombre divino Jehová, que aparece aquí en su forma abreviada "Jo".
Su tía.
Jocabed, de quien sólo se habla en términos generales como una hija de Leví, en Exo. 2: 1, lo que podría significar cualquier descendiente femenino de Leví, aquí es llamada la tía de Amram y, por lo tanto, era la 537 hermana de Coat. Esto está en armonía con la traducción aceptada de Núm. 26: 59. Si el texto, aunque incierto, es completo, indica que Jocabed era una hija literal de Leví. Aunque un matrimonio tal fue prohibido por la ley mosaica (Lev. 18: 12), indudablemente estaba permitido en tiempos anteriores.
Dio a luz.
Los hijos de Amram son mencionados de acuerdo con su edad. Siendo tres años mayor que Moisés (Exo. 7: 7), Aarón fue mencionado primero. Su hermana María era mayor aún (cap. 2: 4), pero no se la menciona aquí dado que los nombres de las mujeres aparecen en las listas genealógicas antiguas tan sólo en casos excepcionales. La inserción del nombre de ella en este texto en la LXX, la Vulgata y un manuscrito hebreo parece ser la obra de un escriba posterior.
21.
Los hijos de Izhar.
De los tres hijos de Izhar, hermano de Amram, sólo Coré es mencionado otra vez en la Biblia (ver Núm. 16: 1; 1 Crón. 6: 37). Su nombre significa "el calvo". Se desconoce el significado de Nefeg. Zicri significa "mi recuerdo".
22.
Los hijos de Uziel.
Los hijos de Uziel, el hermano menor de Amram, son mencionados otra vez más tarde en el relato. Misael, nombre cuyo significado es dudoso, y Elzafán, que significa "Dios está oculto", fueron más tarde empleados por Moisés para llevar los cuerpos de Nadab y Abiú fuera del campamento (Lev. 10: 4). Elzafán, llamado Elizafán, es mencionado como cabeza de los coatitas en Núm. 3: 30. El nombre de Sitri significa "mi lugar de ocultamiento". Los nombres de estos hombres, nacidos durante la dura opresión en Egipto, reflejan los sentimientos de sus padres cuando ellos nacieron. Elzafán quizá nació en una hora particularmente oscura, cuando el futuro de Israel tenía la apariencia de ser más espantoso, y parecía que Dios se había ocultado. Sitri, como Moisés, puede haber nacido en secreto y haber estado oculto durante algún tiempo.
23.
Tomó Aarón por mujer a Elisabet.
El nombre de la esposa de Aarón significa "mi Dios ha jurado". Su padre, Aminadab, mencionado aquí por primera vez, era un descendiente de Judá a través de Fares y Hezrón, y fue antepasado de Jesús (1 Crón. 2: 3-10; Mat. 1: 4). Aminadab significa "mi pueblo es voluntario".
Naasón.
Una transliteración de Najshón, de la raíz najásh, "serpiente". Un najshón era un "encantador", es decir uno que usaba las serpientes como un medio de adivinación. Naasón fue durante algún tiempo "jefe de los hijos de Judá" (Núm. 2: 3).
Dio a luz.
Acerca de la suerte de los dos hijos mayores de Aarón, que llegaron a ser los primeros sacerdotes bajo la ley levítica del Sinaí, ver Lev. 10: 1, 2. Nadab significa "él está dispuesto", y Abiú, "mi padre es él".
Eleazar.
Eleazar -"Dios ha ayudado"- llegó a ser sumo sacerdote cuando murió Aarón (Núm. 20: 23-28) y el cargo del sumo sacerdote se perpetuó a través de sus descendientes (1 Crón. 6: 4-15). Su muerte se registra en Jos. 24: 33.
Itamar.
Es dudoso el significado del nombre del hijo menor de Aarón. Al igual que los otros hijos de Aarón, Itamar llegó a ser sacerdote y tuvo la responsabilidad de registrar las ofrendas de buena voluntad del pueblo para la edificación del tabernáculo (cap. 28: 1; 38: 21).
24.
Los hijos de Coré.
No todos los hijos de Coré fueron destruidos con su padre cuando ocurrió la rebelión en el desierto (Núm. 26: 11). Los tres mencionados aquí llegaron a ser cabezas de las "familias de los coreítas", cuyos descendientes fueron famosos como cantores en el templo en el tiempo de David (1Crón. 6: 22, 23, 31; Sal. 42: 1; 44: 1; etc.). Asir significa "prisionero"; Elcana, "Dios ha fundado", y Abiasaf, "mi padre ha reunido".
25.
Futiel.
El suegro de Eleazar no es mencionado en ninguna otra parte. La primera parte del nombre es egipcia, la segunda hebrea, y el nombre significa "Dios ha dado" o "dedicado a Dios".
Finees.
Finees es un nombre egipcio que significa "negro", y podría indicar que su tez era desusadamente oscura (cf. Libni, "el blanco", en Exo. 6: 17). La presencia en el libro del Génesis de nombres egipcios para personas de cuna hebrea es otra evidencia de que es un relato histórico, escrito por alguien familiarizado con Egipto. No es sorprendente encontrar nombres egipcios entre los israelitas, después de que habían vivido tanto tiempo en Egipto. Teniendo en cuenta las circunstancias, es sorprendente encontrar a tantos israelitas con nombres hebreos, lo que se debió al desgano para aceptar las costumbres, los usos y el idioma de sus opresores.
26.
Aquel Aarón y aquel Moisés.
Terminada la genealogía, el autor añade una nota 538 para hacer saber que el Aarón y el Moisés aquí mencionados (vers. 20) son el mismo Aarón y el mismo Moisés a quienes se les ordenó que dirigieran la salida de los hijos de Israel de Egipto.
27.
Estos son.
La expresión "este es aquel Aarón y aquel Moisés" (vers. 26) se repite en el vers. 27 con una inversión significativa en el orden de los nombres. En la genealogía misma, Aarón está primero como el mayor de los dos, pero aquí, en anticipación de la narración histórica que sigue, Moisés tiene prioridad sobre su hermano mayor, como el salvador divinamente designado de Israel.
28.
Cuando Jehová habló.
Los vers. 28-30 son una repetición del pensamiento de los vers. 10-12. Habiendo insertado una sección genealógica, Moisés retorna el relato donde lo dejó en el vers. 12 y, al hacer eso, repite la última sección del relato a fin de relacionarlo con la narración que sigue.
29.
Yo soy Jehová.
Esta es la única variación importante en la repetición de los vers. 10- 12. Es posible que cada revelación hecha a Moisés fuera autenticada por estas palabras iniciales: "Yo soy Jehová", que tienen la fuerza de esa frase inicial tan a menudo encontrada en las declaraciones de los profetas posteriores: "Así dice Jehová".
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1, 2-4 PP 264
9 PP 266
11, 12 PP 266
CAPÍTULO 7
1 Se insta a Moisés a ir a ver a Faraón. 7 Su edad. 8 Su vara se transforma en serpiente. 11 Los hechiceros hacen lo mismo. 13 Faraón se endurece. 14 El mensaje de Dios para Faraón. 19 El río se convierte en sangre.
1 JEHOVA dijo a Moisés: Mira, yo te he constituido dios para Faraón, y tu hermano Aarón será tu profeta.
2 Tú dirás todas las cosas que yo te mande, y Aarón tu hermano hablará a Faraón, para que deje ir de su tierra a los hijos de Israel.
3 Y yo endureceré el corazón de Faraón, y multiplicaré en la tierra de Egipto mis señales y mis maravillas.
4 Y Faraón no os oirá; mas yo pondré mi mano sobre Egipto, y sacaré a mis ejércitos, mi pueblo, los hijos de Israel, de la tierra de Egipto, con grandes juicios.
5 Y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando extienda mi mano sobre Egipto, y saque a los hijos de Israel de en medio de ellos.
6 E hizo Moisés y Aarón como Jehová les mandó; así lo hicieron.
7 Era Moisés de edad de ochenta años, y Aarón de edad de ochenta y tres, cuando hablaron a Faraón.
8 Habló Jehová a Moisés y a Aarón, diciendo:
9 Si Faraón os respondiera diciendo: Mostrad milagro; dirás a Aarón: Toma tu vara y échala delante de Faraón, para que se haga culebra.
10 Vinieron, pues, Moisés y Aarón a Faraón, e hicieron como Jehová lo había mandado. Y echó Aarón su vara delante de Faraón y de sus siervos, y se hizo culebra.
11 Entonces llamó también Faraón sabios y hechiceros, e hicieron también lo mismo los hechiceros de Egipto con sus encantamientos;
12 pues echó cada uno su vara, las cuales se volvieron culebras; mas la vara de Aarón devoró las varas de ellos.
13 Y el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho.
14 Entonces Jehová dijo a Moisés: El corazón de Faraón está endurecido, y no quiere dejar ir al pueblo.
15 Ve por la mañana a Faraón, he aquí que él sale al río; y tú ponte a la ribera delante de él, y toma en tu mano la vara que se volvió culebra, 539
16 y dile: Jehová el Dios de los hebreos me ha enviado a ti, diciendo: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva en el desierto; y he aquí que hasta ahora no has querido oír.
17 Así ha dicho Jehová: En esto conocerás que yo soy Jehová: he aquí, yo golpearé con la vara que tengo en mi mano el agua que está en el río, y se convertirá en sangre.
18 Y los peces que hay en el río morirán, y hederá el río, y los egipcios tendrán asco de beber el agua del río.
19 Y Jehová dijo a Moisés: di a Aarón: Toma tu vara, y extiende tu mano sobre las aguas de Egipto, sobre sus ríos, sobre sus arroyos y sobre sus estanques, y sobre todos sus depósitos de aguas, para que se conviertan en sangre, y haya sangre por toda la región de Egipto, así en los vasos de madera como en los de piedra.
20 Y Moisés y Aarón hicieron como Jehová lo mandó; y alzando la vara golpeó las aguas que había en el río, en presencia de Faraón y de sus siervos; y todas las aguas que había en el río se convirtieron en sangre.
21 Asimismo los peces que había en el río murieron; y el río se corrompió, tanto que los egipcios no podían beber de él. Y hubo sangre por toda la tierra de Egipto.
22 Y los hechiceros de Egipto hicieron lo mismo con sus encantamientos; y el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó; como Jehová lo había dicho.
23 Y Faraón se volvió y fue a su casa, y no dio atención tampoco a esto.
24 Y en todo Egipto hicieron pozos alrededor del río para beber, porque no podían beber de las aguas del río.
25 Y se cumplieron siete días después que Jehová hirió el río.
1.
Dios para Faraón.
La última objeción de Moisés (cap. 6: 12, repetida en el vers. 30) fue eliminada por Dios. Moisés estaba maldispuesto para presentarse por segunda vez delante de Faraón, que era tan superior a él desde un punto de vista mundano, pero Dios le recordó que, como representante del Dios del cielo y de la tierra, él era superior a Faraón. El poder de Faraón no era sino humano; el suyo era divino. El iba a ser para Faraón como "dios", con autoridad y poder para ordenar obediencia.
Tu profeta.
Así como un profeta es un portavoz de Dios, así Aarón había de hablar para Moisés, había de interpretar sus órdenes para Faraón y para los israelitas (cap. 4: 16).
3.
Yo endureceré.
Ver com. cap, 4: 21.
Multiplicaré ... mis señales.
El propósito de Dios de revelar su poder tanto a Israel como a los egipcios, mediante una larga serie de milagros, se presenta aquí claramente por primera vez. Previamente se habían dado tres señales (cap. 4: 3-9) y se había mencionado una de las plagas (cap. 4: 23). Ahora iban a multiplicarse las señales y maravillas, excediendo grandemente cualquier cosa que Moisés mismo pudiera haber esperado (caps. 3: 20; 6: 6).
4.
Pondré mi mano sobre Egipto.
Dios previó la obstinación de Faraón, quien estaba en libertad para oponer su voluntad a la de Dios, si elegía hacerlo. Habría, pues, un gran despliegue de poder divino, de tal manera que llamaría la atención de todo Egipto y también de las naciones circunvecinas. Como resultado, se respetarían el poder y la majestad del verdadero Dios y las naciones tendrían miedo de molestar a su pueblo (Exo. 15: 14-16; Deut. 2: 25; 11: 25; etc.).
Mis ejércitos.
Literalmente, "mis huestes". Al salir de Egipto, los israelitas "carecían de armas y no estaban habituados a la guerra" (PP 287; ver también com. cap. 13: 18). Su organización para el viaje sólo se había completado en parte cuando salieron de Gosén, y no se perfeccionó hasta que llegaron al Sinaí.
5.
Sabrán los egipcios.
Faraón había pretendido no conocer al Dios de los hebreos (cap. 5: 2), pero se le aseguró a Moisés que los egipcios llegarían a conocerlo bien. Tendrían que reconocer que él es el único Dios verdadero y que los otros pretendidos dioses no son sino madera y piedra.
6.
Hizo Moisés y Aarón.
La obediencia de Moisés y Aarón a Dios de aquí en adelante fue constante e incondicional, hasta que Aarón presidió en la adoración del becerro de oro (cap. 32: 21-24) y Moisés hirió la roca, cuando se le había ordenado que le hablara (Núm. 20: 8-11).
7.
De edad de ochenta años.
La edad de Moisés es confirmada por la declaración de que tenía 120 años cuando murió (Deut. 31: 2; 34: 7), lo que ocurrió 40 años después del 540 éxodo (Deut. 29: 5). Se nos dice que Aarón tenía 123 años cuando murió (Núm. 33: 38, 39).
9.
Mostrad milagro.
Era obvio que si Faraón les concedía otra audiencia, requeriría de ellos una presentación de credenciales que probara su pretensión de ser mensajeros del Dios altísimo. Mientras no se les hiciera tal pedido, no había necesidad de realizar milagros delante de él. Por esa razón no habían efectuado ningún milagro en su entrevista anterior. Sin embargo, ahora había llegado el tiempo cuando se les demandarían sus credenciales, y les fue dada la orden expresa de exhibir la primera señal (ver cap. 4: 3, 4).
Toma tu vara.
Era el cayado de pastor de Moisés, llamado también "la vara de Dios" (cap. 4: 20). De acuerdo con el pasaje del cap. 7: 15-18, se le ordenó a Moisés que se presentara ante Faraón para pedirle que dejara salir a Israel de Egipto, y para anunciarle que heriría las aguas del Nilo con el cayado en su mano. Por los vers. 19 y 20 es evidente que ese milagro fue realizado por Aarón, quien tomó el cayado de Moisés y extendió su mano sobre las aguas de Egipto. De ahí que el cayado que Aarón sostuvo sobre el Nilo no puede haber sido otro sino el cayado de Moisés que se había vuelto serpiente. No había sino una vara, con la que tanto Moisés como Aarón realizaron los milagros (PP 268).
10.
Se hizo culebra.
La palabra hebrea aquí usada para "culebra", tannín, no es la misma usada previamente, najásh (cap. 4: 3), pero es improbable que se refiera a una especie diferente. Sin duda las dos palabras se usan como sinónimos.
11.
Sabios.
Los "sabios" eran educados en la ciencia y el arte de escribir. Los "hechiceros" eran encantadores que pretendían poder producir hechizos mágicos. La palabra traducida "magos" es el equivalente egipcio de la palabra hebrea traducida "hechiceros". La magia era objeto de mucha atención y mucho estudio en Egipto, como lo demuestran los textos que existen sobre magia. Consistía en gran medida en encantamientos que, se pensaba, tenían poder sobre hombres y bestias, especialmente sobre reptiles. Que esos hombres deben haber logrado resultados reales en su práctica de la magia es obvio, ya que se los ha tenido en alta estima a través de los siglos. Por lo tanto, debe suponerse que realizaban por lo menos algunas de esas maravillas por el poder de malos espíritus, aunque muchas fueran sin duda meras tretas (PP 268).
Hicieron también.
Las varas de los magos no se volvieron realmente serpientes como la vara de Aarón. Ni los magos, ni Satanás mismo, podían crear vida. Mediante el poder de la magia maligna tomaron sus varas la apariencia de serpientes (PP 268). Así como en el cap. 8: 18, llevaron a cabo las señales, pero no lograron los mismos resultados.
12.
Devoró las varas.
La serpiente de Aarón se volvió sobre sus rivales y las devoró, con lo que mostraba una notable superioridad sobre ellas. Así se manifestó la supremacía del Dios de los hebreos en la mismísima primera señal milagrosa realizada en la presencia de Faraón.
13.
El corazón de Faraón se endureció.
Literalmente, "el corazón de Faraón fue duro". El milagro no impresionó su obstinado corazón. Hasta donde él pudiera ver, Moisés y Aarón habían hecho poco más de lo que sus propios magos podían hacer (ver también com, cap. 4: 21).
Como Jehová lo había dicho.
Dios había advertido previamente a Moisés del resultado de su entrevista con Faraón para que Moisés no se desanimara por la actitud del rey. Mientras que Moisés sabía de antemano exactamente lo que podía esperar, Faraón no sabía nada sino lo que Moisés le decía. Esa situación le daba a Moisés una clara ventaja sobre Faraón.
14.
Ver com. cap. 4: 21.
15.
Ve por la mañana a Faraón.
Aquí Dios le imparte a Moisés las instrucciones finales para que anunciara a Faraón el primero de una serie de castigos divinos que caerían sobre la tierra de Egipto. Tebas era la capital del país durante el período de los faraones de la decimoctava dinastía, pero es difícilmente concebible que Moisés realizara esos milagros allí, a centenares de kilómetros al sur del delta, donde estaba situada la tierra de Gosén. El pasaje del Sal. 78: 43 se refiere a las plagas como que se efectuaron "en el campo de Zoán". Puesto que la Zoán bíblica es la antigua Tanis, en la parte oriental del delta -una ciudad construida siete años después que Hebrón en Palestina (Núm. 13: 22)-, debe ser que el rey estaba residiendo por un tiempo en Tanis, o cerca de ella, durante el 541 tiempo de las plagas. Se sabe que había palacios reales en varias partes del país.
El sale.
Esta observación y la del cap. 8: 20 implican que el rey iba al río cada mañana. Dado que el alimento y la prosperidad de Egipto dependían del Nilo (ver com. Gén.41: 34), uno de los deberes del rey era rendir culto en sus orillas cada mañana (PP 269).
La vara.
Ver com. vers. 9.
17.
En esto conocerás.
En una visita previa, Faraón había declarado: "No conozco a Jehová" (cap. 5: 2). Moisés ahora advierte al imprudente monarca que pronto le será dada una oportunidad de saber algo del poder de Dios (cap. 9: 14). El dios Nilo, la fuente de fertilidad y bendiciones, habría de convertirse en un instrumento de muerte.
Las plagas que caerían sobre los egipcios no sólo tenían el propósito de hacer que Faraón y su pueblo reconocieran al verdadero Dios sino también de destruir la confianza en el poder y en la protección de sus falsos dioses (cap. 12: 12). Cada una de las diez plagas fue dolorosamente literal, y sin embargo al mismo tiempo estaba dirigida contra alguna fase de la religión falsa. En la misericordiosa providencia de Dios, los sufrimientos físicos ocasionados por cada plaga debían inducir al rey y a sus consejeros a reconsiderar sus caminos para que pudieran entender la necedad de servir a ídolos y la sabiduría de cooperar con el Dios del cielo. En el antiguo Egipto, los intereses del rey y del sacerdote estaban íntimamente relacionados: el rey mismo siempre era iniciado en la casta sacerdotal. Faraón y los sacerdotes acertadamente supusieron que estaba en juego tanto la estabilidad del sistema religioso egipcio como del Estado. El pueblo y los consejeros del rey, por consideraciones más prácticas, estuvieron listos para someterse mucho antes que el rey y los sacerdotes (cap. 10: 7). Fue tan sólo después de la décima plaga -como resultado de la cual murió la siguiente generación de la realeza y del sacerdocio - cuando estos últimos por el momento estuvieron listos para someterse (PP 277, 288). En las plagas que cayeron sobre Egipto contemplamos un anticipo de los juicios de Dios, más terribles y extensos, que pronto caerán sobre la tierra (CS 312, 685).
Se convertirá en sangre.
Estas palabras no implican que las aguas del Nilo meramente tomarían el color de la sangre, como han interpretado este pasaje algunos comentadores, sino que más bien en todo sentido y propósito se convertirían realmente en sangre. Está fuera de lugar preguntar si esto se hubiera podido comprobar por las diversas pruebas modernas, microscópicas y de otra naturaleza, por las cuales se analiza la sangre. El agua se veía como sangre y la gente pensaba que era sangre. No se trataba de agua teñida por la tierra roja de Abisinia. Algunos han sugerido como causa probable una concentración elevada de "plantas e infusorios criptógamos", algo similar a la "marea roja" de microorganismos, que mata a millones de peces y que hace apestar las playas y las torna inhabitables a causa de un gas irritante que despide. Sería muy dudoso el hecho de que el agua alterada de este modo pudiera satisfacer todas las especificaciones de esta plaga bíblica. Por cierto que el momento de su aparición no podía ser controlado por los seres humanos.
19.
Sobre las aguas de Egipto.
El cambio en el agua se extendió a "sus ríos", o diferentes brazos del Nilo, "sus arroyos", o canales del Nilo, "sus estanques", o grandes lagos permanentes formados por el Nilo, y a todos los "depósitos", o receptáculos artificiales donde se almacenaba agua para usarla después de la inundación anual. Esos cuatro términos muestran un exacto conocimiento de Egipto. Aunque Aarón debía extender su brazo sobre el Nilo tan sólo en un lugar, el cambio afectaría a todo Egipto.
En los vasos de madera.
No se dice si el agua contenida en vasijas y otros recipientes había sido sacada antes o después del milagro.
22.
Los hechiceros de Egipto hicieron lo mismo.
Así como sucedió durante la visita previa de Moisés, también fueron consultados los magos. Una vez más falsificaron un milagro genuino dando la impresión de que transformaban en sangre cierta cantidad de agua. La pregunta en cuanto a la procedencia del agua que usaron los magos se responde en el vers. 24, el cual indica que pozos recién cavados proporcionaban agua que se podía beber. Que los magos realmente convirtieron agua en sangre no está implicado necesariamente en la vaga expresión "hicieron lo mismo". Tan sólo necesitaban convencer a Faraón de que eran capaces de hacer lo que habían hecho Moisés y Aarón. No se hizo ningún examen de su pretendido milagro, el 542 que, a pesar de ser una treta, pasó por algo genuino. Si esos hombres hubieran tenido el poder que pretendían tener, habrían podido convertir en agua normal las sangrientas aguas del Nilo. Que el rey se satisficiera con la imitación de un milagro, muestra estupidez, en este caso probablemente como resultado de su corazón endurecido. Creyó lo que quiso creer.
23.
Faraón se volvió.
Convencido de que Moisés y Aarón eran meros magos que poseían poderes ligeramente superiores a los de sus propios magos, Faraón despidió a los mensajeros de Dios y se volvió a su palacio. Los sufrimientos de su país, privado de la provisión vivificadora del agua, apenas impresionaron su endurecido corazón.
24.
Hicieron pozos.
Sufriendo grandemente, los egipcios cavaron pozos para satisfacer sus necesidades durante la emergencia. Debido a que el terreno de Egipto es salitroso, el agua de pozo tiene un gusto amargo y salobre. Sin embargo, fue suficiente para beber y cocinar durante la plaga (vers. 25). La provisión de agua de los hebreos puede no haber sido afectada pues sólo se menciona que los egipcios cavaron en procura de agua. Aquí no se presenta tal diferencia, pero parece estar implicada. En plagas posteriores, Moisés específicamente advierte esa diferencia (caps. 8: 22; 9: 4; etc.).
25.
Siete días.
La mención de este lapso ha sido considerada como que señala el intervalo entre la primera y la segunda plaga, pero es más natural considerar que indica la duración de la primera plaga (PP 269). No se dan los intervalos entre una plaga y la siguiente. Es evidente que las plagas continuaron durante un período de varios meses. La naturaleza de las diversas plagas y los intervalos indicados por Moisés señalan un período que duró posiblemente desde la última parte del verano [del hemisferio norte] hasta los comienzos de la primavera.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-25 PP 266-270, 346
2-4 PP 267
5 PR 273
10 SR 116; 1T 264
10-12 PP 267
12 1T 292; 5T 696
13 1T 265
14 5T 274
15-17 PP 269
16 2JT 364
19, 20 SR 116
20-25 PP 269
CAPÍTULO 8
1 La plaga de ranas. 8 Faraón acude a Moisés, 12 y éste ora para remediar la situación. 16 El polvo se convierte en piojos, lo cual los hechiceros no pueden duplicar. 20 Plaga de moscas. 25 Faraón promete dejar salir a los israelitas. 32 No cumple su palabra.
1 ENTONCES Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón y dile: Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
2 Y si no lo quisieras dejar ir, he aquí yo castigaré con ranas todos tus territorios.
3 Y el río criará ranas, las cuales subirán y entrarán en tu casa, en la cámara donde duermes, y sobre tu cama, y en las casas de tus siervos, en tu pueblo, en tus hornos y en tus artesas.
4 Y las ranas subirán sobre ti, sobre tu pueblo, y sobre todos tus siervos.
5 Y Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Extiende tu mano con tu vara sobre los ríos, arroyos y estanques, para que haga subir ranas sobre la tierra de Egipto.
6 Entonces Aarón extendió su mano sobre las aguas de Egipto, y subieron ranas que cubrieron la tierra de Egipto.
7 Y los hechiceros hicieron lo mismo con sus encantamientos, e hicieron venir ranas sobre la tierra de Egipto.
8 Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, 543 y les dijo: Orad a Jehová para que quite las ranas de mí y de mi pueblo, y dejaré ir a tu pueblo para que ofrezca sacrificios a Jehová.
9 Y dijo Moisés a Faraón: Dígnate indicarme cuándo debo orar por ti, por tus siervos y por tu pueblo, para que las ranas sean quitadas de ti y de tus casas, y que solamente queden en el río.
10 Y él dijo: Mañana. Y Moisés respondió: Se hará conforme a tu palabra, para que conozcas que no hay como Jehová nuestro Dios.
11 Y las ranas se irán de ti, y de tus casas, de tus siervos y de tu pueblo, y solamente quedarán en el río.
12 Entonces salieron Moisés y Aarón de la presencia de Faraón. Y clamó Moisés a Jehová tocante a las ranas que había mandado a Faraón.
13 E hizo Jehová conforme a la palabra de Moisés, y murieron las ranas de las casas, de los cortijos y de los campos.
14 Y las juntaron en montones, y apestaba la tierra.
15 Pero viendo Faraón que le habían dado reposo, endureció su corazón y no los escuchó, como Jehová había dicho.
16 Entonces Jehová dijo a Moisés: Di a Aarón: Extiende tu vara y golpea el polvo de la tierra, para que se vuelva piojos por todo el país de Egipto.
17 Y ellos lo hicieron así; y Aarón extendió su mano con su vara, y golpeó el polvo de la tierra, el cual se volvió piojos, así en los hombres como en las bestias; todo el polvo de la tierra se volvió piojos en todo el país de Egipto.
18 Y los hechiceros hicieron así también, para sacar piojos con sus encantamientos; pero no pudieron. Y hubo piojos tanto en los hombres como en las bestias.
19 Entonces los hechiceros dijeron a Faraón: Dedo de Dios es éste. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no los escuchó, como Jehová lo había dicho.
20 Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana y ponte delante de Faraón, he aquí él sale al río; y dile: Jehová ha dicho así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
21 Porque si no dejas ir a mi pueblo, he aquí yo enviaré sobre ti, sobre tus siervos, sobre tu pueblo y sobre tus casas toda clase de moscas; y las casas de los egipcios se llenarán de toda clase de moscas, y asimismo la tierra donde ellos estén.
22 Y aquel día yo apartaré la tierra de Gosén, en la cual habita mi pueblo, para que ninguna clase de moscas haya en ella, a fin de que sepas que yo soy Jehová en medio de la tierra.
23 Y yo pondré redención entre mi pueblo y el tuyo. Mañana será esta señal.
24 Y Jehová lo hizo así, y vino toda clase de moscas molestísimas sobre la casa de Faraón, sobre las casas de sus siervos, y sobre todo el país de Egipto; y la tierra fue corrompida a causa de ellas.
25 Entonces Faraón llamó a Moisés y a Aarón, y les dijo: Andad, ofreced sacrificio a vuestro Dios en la tierra.
26 Y Moisés respondió: No conviene que hagamos así, porque ofreceríamos a Jehová nuestro Dios la abominación de los egipcios. He aquí, si sacrificáramos la abominación de los egipcios delante de ellos, ¿no nos apedrearían?
27 Camino de tres días iremos por el desierto, y ofreceremos sacrificios a Jehová nuestro Dios, como él nos dirá.
28 Dijo Faraón: Yo os dejaré ir para que ofrezcáis sacrificios a Jehová vuestro Dios en el desierto, con tal que no vayáis más lejos; orad por mí.
29 Y respondió Moisés: He aquí, al salir yo de tu presencia, rogaré a Jehová que las diversas clases de moscas se vayan de Faraón, y de sus siervos, y de su pueblo mañana; con tal que Faraón no falte más, no dejando ir al pueblo a dar sacrificio a Jehová.
30 Entonces Moisés salió de la presencia de Faraón, y oró a Jehová.
31 Y Jehová hizo conforme a la palabra de Moisés, y quitó todas aquellas moscas de Faraón, de sus siervos y de su pueblo, sin que quedara una.
32 Mas Faraón endureció aún esta vez su corazón, y no dejó ir al pueblo.
1.
Entra a la presencia de Faraón.
Después de un intervalo indeterminado, se le ordenó a Moisés que anunciara la segunda plaga. Como la primera, ésta fue anunciada de antemano para que no se la tomara como algo 544 que ocurría en forma natural o como una coincidencia.
2.
Ranas.
Las ranas eran animales sagrados para los egipcios. Una de sus deidades, Hequet, era una diosa con cabeza de rana y que, se suponía, tenía poder creador. Aunque el principal propósito de esta plaga era castigar a los opresores de Israel, también serviría para atraer desprecio sobre sus muchos dioses paganos. La gran multiplicación de ranas hizo que la diosa Hequet apareciera no sólo como ridícula sino aun como maligna. Aquí estaba atormentando al mismo pueblo que le profesaba una ardiente devoción. Sus supersticiones religiosas obligaban a los egipcios a respetar a las criaturas que ahora detestaban y odiaban, y que, de no haber sido deidades, habrían destruido.
3.
El río criará.
Nos resulta difícil comprender la severidad de esta plaga. Que todo el país estuviera lleno de estos detestables seres, no poder caminar por las calles sin pisar ranas, encontrarlas ocupando no sólo las gradas de entrada de la casa de uno, sino en posesión de la casa, dentro del dormitorio y sobre la cama, escuchar incesantemente su triste croar, no ver nada sino sus formas repugnantes por todos lados, estar en perpetuo contacto con ellas y sentir lo repulsivo de su fría y pegajosa piel, sería quizá suficiente como para poner a prueba la estabilidad mental de uno.
8.
Faraón llamó a Moisés y a Aarón.
Aunque eran capaces de imitar la nueva plaga, los magos egipcios no podían eliminarla. Esto no se dice explícitamente pero es evidente porque Faraón se vio obligado a llamar a Moisés y Aarón para que intercedieran con el Señor, a quien había pretendido no conocer. Así el obstinado rey, que tercamente había soportado la primera plaga hasta que Dios decidió quitarla, se vio forzado a reconocer la impotencia de sus propios dioses y a clamar por ayuda al Dios de los hebreos.
9.
Dígnate.
Esta es una expresión de cortesía que significa "recibe el honor de mi sumisión". Al pedir a Faraón que fijara el tiempo para la eliminación de las ranas, Moisés le dio otra oportunidad de testificar del innegable poder de Dios.
12.
Clamó Moisés a Jehová.
Hasta este momento Moisés había actuado sólo en respuesta a instrucciones directas de Dios. Ahora, en cambio, se había atrevido a fijar un tiempo definido para la eliminación de la plaga, aparentemente sin ninguna orden específica. Con muy buen juicio, recurrió a la oración ferviente para que su propuesta hallara la aprobación divina. Por primera vez Moisés aparece en el papel de alguien que conocía el poder ilimitado de la oración, a la que recurrió con frecuencia y con éxito durante los siguientes años difíciles de su liderazgo (Exo. 32: 31, 32; Núm. 12: 13).
15.
Viendo Faraón.
Tan pronto como experimentó alivio, el espíritu rebelde de Faraón predominó otra vez. Creyendo que ya había pasado el reciente peligro y, sin duda, suponiendo con liviandad que no necesitaba esperar ningún otro castigo del cielo, quebrantó su palabra. Se dispuso a despreciar "las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando" que la bondad de Dios quería llevarlo "al arrepentimiento". Por la "dureza" de su "corazón no arrepentido" estaba acumulando para sí "ira para el día de la ira y de la revelación del justo juicio de Dios" (Rom. 2: 4, 5).
Como Jehová lo había dicho.
Ver com. de cap. 3: 19; cf. caps. 4: 21; 7: 4.
16.
Piojos.
Kinnam, palabra probablemente derivada del egipcio jenemes´ "jejenes" o "mosquitos". La traducción "piojos" sigue la opinión del historiador judío Josefo y de los escritores talmúdicos, pero no tiene base lingüística. Los jejenes egipcios eran tan pequeños que apenas los percibía el ojo humano, pero tenían un aguijón que -de acuerdo con Filón y Orígenes- causaba una irritación sumamente dolorosa de la piel.
18.
No pudieron.
Muchos comentadores sugieren que los magos renunciaron a la desigual competencia por su propia elección, comprendiendo que eran incapaces de competir con Moisés y Aarón. El texto difícilmente permite tal explicación, pues se declara que procuraron hacer lo que habían hecho los mensajeros del Dios de los hebreos, pero sin producir jejenes. Dios les permitió que llevaran adelante su obra de oposición hasta cierto punto, y entonces los detuvo, impidiendo que aparentemente tuvieran éxito en la imitación del milagroso poder divino.
19.
Dedo de Dios es éste.
Los magos reconocieron su propia impotencia más de lo que lo hacen muchos comentadores modernos, quienes piensan que los magos pudieron haber imitado la tercera plaga tan fácilmente 545 como las dos anteriores, si lo hubieran querido. Al atribuir esta plaga al poder de Aquel con cuyas obras no podían competir, sin quererlo los magos unieron sus fuerzas con Moisés Y Aarón. Con cuánta frecuencia los opositores de Cristo entre los fariseos y aun los posesos del demonio testificaron del poder sobrenatural de él (Juan 11: 47, 48; Luc. 8: 28). Con cuánta frecuencia la verdad, inconscientemente, es expresada por aquellos cuyas inclinaciones naturales los inducen a oponerse a ella.
El corazón de Faraón se endureció.
Los magos reconocieron la inutilidad de hacer más tentativas de oponerse a Dios, pero Faraón se mantuvo firme. El orgullo le impidió reconocer la derrota. Su corazón fue inexorable (ver com. Exo. 4: 21).
20.
Ponte delante de Faraón.
Las primeras nueve plagas lógicamente se dividen en tres grupos de tres plagas cada uno, de los cuales los dos primeros fueron precedidos por una advertencia, y el tercero no. En otros respectos no hay un orden evidente, con la excepción de que cada plaga sucesiva sobrepasaba, por lo general, la severidad o rigor de la precedente.
21.4
Moscas.
De 'arob, una palabra de significado dudoso. Puede relacionarse con la palabra asiria urubatu: "insectos misceláneos, nocivos". Los traductores de la LXX, que vivían ellos mismos en Egipto, la interpretaron como tábano. Este insecto, grande y venenoso, es descrito por autores antiguos y modernos como una plaga terrible, pues cuando se enfurece con frecuencia se prende del cuerpo humano, particularmente de los bordes de los párpados. Esto explica, parcialmente, por qué son tan comunes las enfermedades oculares en Egipto (ver también com. vers. 24).
22.
Yo apartaré.
Se presenta un nuevo hecho que distingue esta plaga de las anteriores, con una posible excepción (ver com. cap.7: 24). Esto constituía una evidencia adicional del carácter milagroso de los castigos celestiales, bien calculados para impresionar a las mentes pensadoras y honradas de que Dios no era una deidad local, o aun nacional, sino que poseía un poder que se extiende sobre todos los pueblos. Los egipcios que estudiaban el curso de los acontecimientos durante esas fatídicas semanas o esos fatídicos meses, deben haber reconocido la suprema autoridad del Dios de Israel sobre Egipto así como sobre los mismos hebreos.
23.
Redención.
Dios establecería una señal por la cual todos pudieran ver que los hebreos ya estaban "redimidos" de la servidumbre, aunque nominalmente seguían en la esclavitud.
24.
La tierra fue corrompida.
Esta plaga debe haber sido en extremo terrible para "corromper", o literalmente "destruir" la tierra. No es claro cómo pudo haber sucedido esto, aun tratándose de tábanos, por muy numerosos que hubieran sido. Sencillamente aceptamos la declaración de la Sagrada Escritura.
25.
Andad.
La cuarta plaga impresionó a Faraón más que las otras que la habían precedido. Con todo, no estaba todavía preparado él para aceptar la demanda de Moisés; pero en cambio ofreció una transacción. Concediendo a los israelitas un alivio en su dura labor, estuvo entonces dispuesto a que celebraran la fiesta que se proponían, pero dentro de los límites de Egipto.
26.
No conviene que hagamos así.
"No puede ser así" (BJ). Muchos animales eran considerados sagrados por los egipcios, algunos en todas partes, otros localmente. Al celebrar una gran fiesta en cualquier parte de Egipto, los israelitas inevitablemente herirían la sensibilidad religiosa de sus vecinos. Este hecho era tan obvio que ni aun Faraón se atrevió a refutar las objeciones de Moisés. El mismo hubiera considerado los sacrificios rituales realizados por los israelitas como un atroz insulto a sus dioses.
28.
No vayáis más lejos.
Las razones presentadas por Moisés para ir al desierto se justificaban ante el rey pagano, desde su propio punto de vista religioso. Como resultado, prometió dejar ir al pueblo al desierto para que sacrificara si se contentaban con no ir demasiado lejos y, por supuesto, siempre que Moisés y Aarón libraran a él y a los suyos de la plaga. Aquí Faraón reveló por primera vez que la verdadera razón para que rehusara permitir la salida de Israel, era el temor de perderlo completamente. Teniendo esto en cuenta, propuso una transacción. que entraran un poco en el desierto por la frontera oriental, y que permanecieran cerca de ella; así estarían dentro del fácil alcance de su ejército. Moisés parece no haber hecho objeciones a esta sugestión ya que había pedido permiso para salir sólo por tres días, y eso no 546 hubiera llevado a los hebreos muy lejos de la frontera egipcia.
29.
Mañana.
Faraón había fijado el día siguiente para la eliminación de la segunda plaga (vers. 10). Igualmente Moisés ahora anunció el tiempo para la desaparición de la cuarta. Sin embargo, añadió una solemne advertencia al rey contra cualquier otro trato engañoso. Su osadía es ciertamente sorprendente, pero indudablemente Faraón aceptó su propuesta sin objeciones.
31.
Sin que quedara una.
La mano de Dios se mostró en la eliminación de las plagas así como se había mostrado en provocarlas. La desaparición completa de las moscas fue tan sobrenatural como había sido su súbita venida.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-32 PP 27O, 271
3-8 PP 270
5-14 SR 116
9, 10 PP 270
13-15 PP 270
15 5T 119
17, 18 PP 270
18, 19 SR 116
19 DTG 227; PP 271; SR 116; 1T 292
24 SR 116
24-30 PP 271
31, 32 PP 271
CAPÍTULO 9
1 Plaga sobre los animales. 8 Plaga de úlceras. 13 Moisés anuncia la plaga de granizo. 22 La plaga de granizo. 27 Faraón acude a Moisés, pero vuelve a endurecerse.
1 ENTONCES Jehová dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón, y dile: Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
2 Porque si no lo quieres dejar ir, y lo detienes aún,
3 he aquí la mano de Jehová estará sobre tus ganados que están en el campo, caballos, asnos, camellos, vacas y ovejas, con plaga gravísima.
4 Y Jehová hará separación entre los ganados de Israel y los de Egipto, de modo que nada muera de todo lo de los hijos de Israel.
5 Y Jehová fijó plazo, diciendo: Mañana hará Jehová esta cosa en la tierra.
6 Al día siguiente Jehová hizo aquello, y murió todo el ganado de Egipto; mas del ganado de los hijos de Israel no murió uno.
7 Entonces Faraón envió, y he aquí que del ganado de los hijos de Israel no había muerto uno. Mas el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir al pueblo.
8 Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Tomad puñados de ceniza de un horno, y la esparcirá Moisés hacia el cielo delante de Faraón;
9 y vendrá a ser polvo sobre toda la tierra de Egipto, y producirá sarpullido con úlceras en los hombres y en las bestias, por todo el país de Egipto.
10 Y tomaron ceniza del horno, y se pusieron delante de Faraón, y la esparció Moisés hacia el cielo; y hubo sarpullido que produjo úlceras tanto en los hombres como en las bestias.
11 Y los hechiceros no podían estar delante de Moisés a causa del sarpullido, porque hubo sarpullido en los hechiceros y en todos los egipcias.
12 Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no los oyó, como Jehová lo había dicho a Moisés.
13 Entonces Jehová dijo a Moisés: Levántate de mañana, y ponte delante de Faraón, y dile Jehová, el Dios de los hebreos, dice así: Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
14 Porque yo enviaré esta vez todas mis plagas a tu corazón, sobre tus siervos y sobre tu pueblo, para que entiendas que no hay otro como yo en toda la tierra.
15 Porque ahora yo extenderé mi mano para herirte a ti y a tu pueblo de plaga, y serás quitado de la tierra.
16 Y a la verdad yo te he puesto para mostrar 547 en ti mi poder, y para que mi nombre sea anunciado en toda la tierra.
17 ¿Todavía te ensoberbeces contra mi pueblo, para no dejarlos ir?
18 He aquí que mañana a estas horas yo haré llover granizo muy pesado, cual nunca hubo en Egipto, desde el día que se fundó hasta ahora.
19 Envía, pues, a recoger tu ganado, y todo lo que tienes en el campo; porque todo hombre o animal que se halle en el campo, y no sea recogido a casa, el granizo caerá sobre él, y morirá.
20 De los siervos de Faraón, el que tuvo temor de la palabra de Jehová hizo huir sus criados y su ganado a casa;
21 mas el que no puso en su corazón la palabra de Jehová, dejó sus criados y sus ganados en el campo.
22 Y Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que venga granizo en toda la tierra de Egipto sobre los hombres, y sobre las bestias, y sobre toda la hierba del campo en el país de Egipto.
23 Y Moisés extendió su vara hacia el cielo, y Jehová hizo tronar y granizar, y el fuego se descargó sobre la tierra; y Jehová hizo llover granizo sobre la tierra de Egipto.
24 Hubo, pues, granizo, y fuego mezclado con el granizo, tan grande, cual nunca hubo en toda la tierra de, Egipto desde que fue habitada.
25 Y aquel granizo hirió en toda la tierra de Egipto todo lo que estaba en el campo, así hombres como bestias; asimismo destrozó el granizo toda la hierba del campo, y desgajó todos los árboles del país.
26 Solamente en la tierra de Gosén, donde estaban los hijos de Israel, no hubo granizo.
27 Entonces Faraón envió a llamar a Moisés y a Aarón, y les dijo: He pecado esta vez; Jehová es justo, y yo y mi pueblo impíos.
28 Orad a Jehová para que cesen los truenos de Dios y el granizo, y yo os dejaré ir, y no os detendréis más.
29 Y le respondió Moisés: Tan pronto salga yo de la ciudad, extenderé mis manos a Jehová, y los truenos cesarán, y no habrá más granizo; para que sepas que de Jehová es la tierra.
30 Pero yo sé que ni tú ni tus siervos temeréis todavía la presencia de Jehová Dios.
31 El lino, pues, y la cebada fueron destrozados, porque la cebada estaba ya espigada, y el lino en caña.
32 Mas el trigo y el centeno no fueron destrozados, porque eran tardíos.
33 Y salido Moisés de la presencia de Faraón, fuera de la ciudad, extendió sus manos a Jehová, y cesaron los truenos y el granizo, y la lluvia no cayó más sobre la tierra.
34 Y viendo Faraón que la lluvia había cesado, y el granizo y los truenos, se obstinó en pecar, y endurecieron su corazón él y sus siervos.
35 Y el corazón de Faraón se endureció, y no dejó ir a los hijos de Israel, como Jehová lo había dicho por medio de Moisés.
3.
Sobre tus ganados.
Hasta aquí las plagas habían sido dirigidas contra los egipcios mismos y no contra sus propiedades. Las propiedades pueden haber sufrido algo durante la plaga precedente (ver cap. 8: 24), pero las diversas aflicciones sólo habían causado alguna molestia y dolor. Ahora las propiedades iban a ser afectadas. Estaba por verse si Faraón quedaría más impresionado por las calamidades que empobrecieran a sus súbditos que por las que sólo les causaran sufrimiento personal. Teniendo esto en cuenta, la mano de Dios hirió primero el ganado de ellos o, más bien, todos sus animales domésticos.
Caballos.
Los caballos eran desconocidos antes de la invasión de los hicsos y, por lo tanto, no aparecen en la lista de animales obsequiados a Abrahán (Gén. 12: 16). Por primera vez llegaron a ser comunes durante la decimoctava dinastía. Parecen haber sido usados principalmente con propósitos bélicos.
Camellos.
Los camellos no eran comúnmente usados en el antiguo Cercano Oriente antes del siglo XIII AC. De ahí que se los mencione con poca frecuencia en los registros bíblicos anteriores. Sin embargo, las representaciones de camellos encontradas en Egipto, Siria-Palestina y Mesopotamia correspondientes al tercero y al segundo milenio AC, muestran que esporádicamente se había domesticado a ese animal mucho antes del siglo XIII AC (ver com. Gén. 12:16; 24:11). 548
Plaga.
"Grandísima peste" (BJ). El equivalente de "morriña" o "comalia" (una enfermedad del ganado), es el término común hebreo para "plaga". Puesto que la enfermedad particular aquí mencionada afectó sólo a los animales, la palabra podría traducirse: "plaga animal". No son raras en Egipto las enfermedades epidémicas del ganado, y a veces han destruido gran número de animales. Pero el carácter milagroso de este castigo celestial fue indicado por su anuncio previo, por su aparición en el día señalado, por su gravedad y por el hecho de que los animales de los hebreos no fueron afectados.
5.
Mañana.
Se fijó un tiempo definido para la llegada de la plaga, como en el caso anterior (cap. 8: 23), a fin de que Faraón pudiera reconocer en ella un castigo de Dios, También habría un tiempo para que aquellos que creyeran a Moisés recogieran sus animales del campo (cap. 9: 3).
6.
Todo el ganado de Egipto.
Es decir, todo el que estaba en el campo (vers. 3). Cuando tuvo lugar la plaga siguiente, muchos de los egipcios todavía poseían animales (vers. 19). El hecho de que muchos egipcios sacaran su ganado del campo indica cuán profundamente habían sido impresionados por el poder de Dios y por las catástrofes que se precipitaban en rápida sucesión.
No murió uno.
Acerca de la distinción entre los israelitas y los egipcios, ver cap. 8: 22.
7.
Faraón envió.
Por primera vez Faraón manifestó curiosidad acerca de las plagas. Pero a pesar de encontrar que los hechos correspondían con los anuncios de Moisés, no fue seriamente impresionado. En un sentido, parece haberse conmovido menos por esta plaga que por las otras. Indudablemente, no había sufrido gran pérdida personal y le preocupaba poco la pérdida financiera de sus súbditos. El hecho de que estuvieran a salvo los animales de los israelitas, puede él haberlo atribuido al aire más sano de Gosén, o a un conocimiento superior de sus propietarios en cuanto al cuidado de los animales ya que eran pastores profesionales. Un corazón obstinado siempre encuentra razones para las cosas que elige creer.
8.
Tomad.
La sexta plaga, al igual que la tercera, vino sin anuncio previo, aunque el milagro había de ser efectuado en presencia del rey. Quizá esto ocurrió cuando él estaba yendo hacia el río para los ritos diarios que allí realizaba (caps. 7: 15; 8: 20).
Ceniza de un horno.
Los eruditos están divididos en cuanto al significado de la palabra traducida "ceniza". Algunos piensan que debiera traducirse "hollín". El horno era un fundidor. Esta plaga en particular parece ser un cumplimiento de la promesa hecha a Abrahán cuatro siglos antes (PP 272).
9.
Sarpullido.
Quizá un "absceso" o un "forúnculo que se abría formando ampollas". No es clara la naturaleza exacta de esta enfermedad. Algunos han pensado que se trata de los así llamados forúnculos del Nilo, de los cuales sufría mucho el pueblo de Egipto hacia el fin de la inundación anual y que provocaba una picazón casi insoportable. Puesto que esta dolencia es común en Egipto, difícilmente podría haber sido considerada como sobrenatural a menos que se presentara con una gravedad sin precedentes. Algunos han pensado que la plaga fue viruela o una enfermedad de la piel similar a la lepra.
11.
Los hechiceros no podían estar.
Parece que hasta entonces los magos siempre pudieron estar presentes cuando se efectuaban los milagros, aunque a veces no habían podido falsificarlos. En esta ocasión la plaga cayó sobre ellos con tal gravedad que no pudieron acompañar al rey, sino que huyeron a sus hogares en procura de protección y tratamiento.
12.
Jehová endureció.
Ver com. cap. 4: 21.
13.
Ponte delante de Faraón.
La sexta plaga no tuvo efecto sobre el duro corazón de Faraón, quien quedó impasible ya fuera ante los sufrimientos de su pueblo o ante su propia aflicción. Por lo tanto se le ordenó a Moisés que se presentara una vez más delante de él para advertirle de otros y más tremendos castigos celestiales.
Dile.
Moisés había de repetir el mismo mensaje con las mismísimas palabras de antes, lo cual indica que Dios no cambia (caps. 8: 1, 20; 9: 1; etc.). El largo mensaje que sigue, hasta entonces sin paralelo, contiene amonestaciones calculadas para impresionar aun al más endurecido pecador.
14.
Todas mis plagas a tu corazón.
Este enfático anuncio contrastaba el futuro inmediato con el pasado reciente, e informaba al rey que Dios había de traer sobre él castigos aún más severos que los del pasado. Ahora podía esperar plagas de mayor intensidad y 549 en más rápida sucesión, destinadas principalmente a su obstinado y terco espíritu. La pérdida de su primogénito, el presunto príncipe heredero, sometería su endurecido corazón y él aun rogaría a los israelitas que se fueran y rogaría a los dirigentes de éstos -sus peores enemigos - que le dieran su bendición (cap. 12: 32).
15.
Yo extenderé mi mano.
Las formas verbales hebreas de este versículo están en el tiempo perfecto y no en el futuro, como las traduce la VVR, con lo que así se crea, al menos, una contradicción aparente (ver además el vers. 16).
16.
Para mostrar.
Dios procede a explicar su razón por no haber destruido ya a Faraón, cuya obstinación hacía mucho tiempo que demandaba un castigo tal. La razón aquí presentada es doble: (1) para que Faraón pudiera experimentar y así llegar a reconocer el poder del Dios verdadero y ser compelido repetidas veces a dar gloria a Jehová; (2) para que el nombre de Dios fuera proclamado por toda la tierra. Esto se cumplió completamente, y Faraón fue forzado a admitir no sólo el poder superior de Dios sino también su justicia (vers. 27). Los grandiosos acontecimientos que precedieron al éxodo y lo acompañaron, alcanzaron fama mundial. De acuerdo con su costumbre de no registrar los sucesos adversos, los egipcios no dejaron ningún rastro del éxodo en sus monumentos. Pero no pudieron impedir la propagación del relato de esos grandiosos sucesos en las otras naciones (Exo. 15:14; Jos. 2: 10; etc.). Y hoy día, aunque han pasado más de tres milenios desde que sucedieron esas "maravillas en la tierra de Egipto, en el campo de Zoán" (Sal. 78: 12), el relato es leído en más de mil idiomas, en cada país del mundo, proclamado por incontables millares de predicadores y todavía es creído por millones de judíos y cristianos. ¿Podría haberse cumplido más literalmente alguna profecía como la que fue dirigida al rey de Egipto?
El tiempo futuro usado en la VVR al traducir Exo. 9: 15, 16 (ver com. vers. 15) ha inducido a una mala comprensión del carácter de Dios y de la naturaleza de su trato con los hombres. Da la impresión de que Dios hubiera predestinado a Faraón para seguir en su actitud de resistir a Dios, a fin de que el Altísimo pudiera beneficiarse por la dureza de su corazón. Además da lugar a inferir que Dios lo llamó a la existencia o lo colocó sobre el trono de Egipto para ese mismo propósito y lo condenó a actuar desafiando la voluntad divina. Una inferencia tal está en desacuerdo con muchas claras afirmaciones de las Escrituras que enseñan que Dios no predetermina la suerte de ningún individuo ni fuerza la voluntad humana (ver Jos. 24:15; Isa. 55: 1; Juan 1: 12; 3: 16; 7: 37; Apoc. 22: 17; etc.). El pensamiento del hebreo original de los vers. 15 y 16 se expresa más apropiadamente así: "Si yo hubiera extendido mi mano y te hubiera herido a ti y a tu pueblo con peste, ya habrías desaparecido de la tierra; pero te he dejado con vida, para hacerte ver mi poder, y para que sea celebrado mi nombre sobre toda la tierra" (BJ; ver Ed 169-174, 233, 294).
17.
¿Todavía te ensoberbeces?
Tácitamente se entiende que aun en esta hora tardía Faraón podría haber evitado los mayores desastres que más tarde cayeron sobre él y su pueblo. Todavía Faraón tendría la oportunidad de decidir por sí mismo si había de cooperar con Dios o no. En el hebreo, este versículo no es una pregunta sino una sencilla declaración de un hecho, aunque el sentido no se cambia por eso: "Todavía te estás exaltando", etc.
18.
Mañana a estas horas.
El hecho de que se fijara el tiempo para el comienzo de la plaga haría comprender al rey que Jehová era el Señor del cielo y de la tierra, y que las fuerzas de la naturaleza -todas, objetos de la idolatría egipcia- eran las criaturas del poder divino y estaban subordinadas a su voluntad. Lejos de poder ayudarles, esos elementos, considerados por los egipcios como sus dioses, estaban bajo el control del Dios de sus enemigos, y él los usaría ahora como instrumentos para el castigo de los que los adoraban. ¡Cuán grande es el aborrecimiento de Dios por la idolatría!
Granizo muy pesado.
La lluvia, y más especialmente el granizo, son comparativamente raros en Egipto. La región de El Cairo sólo tiene una precipitación anual de lluvia de unos 6 mm, y al sur de El Cairo la lluvia es algo raro. A veces no cae ni una gota durante años. Por lo tanto es comprensible que una tormenta de granizo, tal como la que se describe en los vers. 23 y 24, fuera algo tan extraordinario como para ser considerado un acto de castigo divino (vers. 27).
Desde el día que se fundó.
Esto procede de otra típica expresión egipcia, traducida por 550 Moisés al hebreo, la cual - con muchas otras - muestra que el autor estaba bien familiarizado con el idioma egipcio. En el vers. 24 el mismo pensamiento se expresa con las palabras: "Desde que comenzó a ser nación" (BJ). Muchas inscripciones egipcias se refieren al antiguo pasado cuando su primer rey unió varias tribus formando una nación.
19.
Envía, pues, a recoger tu ganado.
Aun en medio del castigo Dios todavía mostró misericordia, advirtiendo a los egipcios de su ruina inminente y aconsejándoles que se protegieran tanto ellos como su propiedad. Si Faraón y sus siervos hubieran aceptado la advertencia dada tan misericordiosamente, se habrían salvado las vidas tanto de hombres como de bestias. Por el contrario, no fue tomada en cuenta la advertencia, y se produjo una gran pérdida de vidas (vers. 25).
20.
El que tuvo temor.
Por primera vez se hace la insinuación de que había egipcios que habían aprendido a temer al Señor. Es indudable que el efecto de las plagas gradualmente había convencido a muchos de ellos que el Dios de los hebreos era en realidad un Dios poderoso. Probablemente todavía no lo conocían como al único Dios verdadero, sino sólo como a Uno a quien convenía respetar y aplacar. En el éxodo, "gente extranjera" - los cuales con seguridad no eran hebreos- (cf. Núm. 11: 4) salió de Egipto junto con los esclavos que se iban (Exo. 12: 38). Como resultado de las plagas, muchos egipcios deben haber llegado a la conclusión de que les sería ventajoso unirse con los despreciados hebreos y beneficiarse con una lealtad -a lo menos nominal- a su Dios. En ocasión de la séptima plaga, aparece la primera disensión entre los egipcios que, hasta ese momento, parecían haber estado unidos en su oposición a los israelitas. Algunos de "los siervos [funcionarios] de Faraón" aprovecharon de la advertencia dada por Moisés (cap. 9: 19, 20) y pusieron a cubierto su ganado y rebaños antes de la tormenta venidera.
21.
El que no puso en su corazón.
Una granizada de proporciones suficientes como para poner en peligro la vida de hombres y bestias sobrepujaba a todo lo experimentado en Egipto y parecía imposible en absoluto. Por lo tanto, Moisés y Aarón deben haber parecido para la gran masa de egipcios como o fue Lot para sus yernos: como que se burlaban (Gén. 19: 14).
22.
Hacia el cielo.
La acción de extender la mano hacia el cielo fue apropiada, pues la plaga habría de venir del cielo. La mano de Aarón se había extendido sobre las aguas de una manera similar, en ocasión de la primera y segunda plagas (caps. 7: 19, 20; 8: 6), y sobre "el polvo de la tierra" en la tercera (cap. 8: 17).
23.
Moisés.
Comenzando con la séptima plaga, Moisés pasa al frente como el único instrumento de Dios. Cuando llamó a los representantes de los israelitas, Faraón todavía mandó buscar a Moisés y a Aarón (vers. 27; cap. 10: 8) como los dos con quienes había estado tratando desde que comenzaron las plagas. Pero Moisés ahora se convierte en el portavoz de Dios en la presencia del rey y en el ejecutor de los castigos divinos. Ahora ya debe haber perdido su timidez y temor y debe haberse convertido en el intrépido defensor de la causa de Dios como lo fue hasta el fin de su vida.
Tronar y granizar, y el fuego.
Aunque sólo se había predicho granizo, comúnmente rayos y truenos acompañan las granizadas en los climas cálidos. La escena peculiar, provocada por la electricidad, que se describe aquí como fuego que corriera "sobre la tierra", parece haber sido algo correspondiente a "bolas de fuego".
25.
Aquel granizo.
Por más que los relámpagos hubieran sido tremendos, fue el granizo el que causó la mayor destrucción. De acuerdo con la advertencia dada (vers. 19), fueron muertos los pastores y los rebaños que quedaron a la intemperie.
Destrozó el granizo toda la hierba.
No en un sentido absoluto, puesto que de acuerdo con el cap. 10: 5 se salvó alguna vegetación. Más bien indica todo árbol que da cosecha y fruto. Por el cap. 9: 31 es indudable que sólo fueron destruidas completamente dos cosechas: la de cebada y la de lino, mientras que las otras sufrieron daño en un grado menor.
26.
Solamente en la tierra de Gosén.
Ver caps. 8: 22; 9: 4; 10: 23.
27.
He pecado.
La plaga del granizo hizo una impresión mayor sobre el rey que cualquiera de los castigos previos. Fue la primera plaga que produjo la muerte de hombres, y fue la más llamativa y terrible manifestación del poder divino que él había experimentado hasta entonces (vers. 24). Por eso Faraón fue más humilde que antes, y aunque dos veces había llamado a Moisés y le había pedido que 551 eliminara las plagas (cap. 8: 8, 28), ésta fue la primera vez en que el orgulloso rey admitió el error de su proceder. Aunque fue notable una confesión tal, sin embargo no representó un sincero arrepentimiento, como lo indica la limitación "esta vez". Más se debió al efecto del terror ocasionado por los terribles relámpagos y el granizo destructor que a un genuino pesar por el pecado.
28.
No os detendréis más.
Otra vez el rey dio su palabra de dejar partir a los hebreos, si tan sólo cesaba la plaga.
29.
Salga yo de la ciudad.
Posiblemente Menfis o Tanis, más probablemente esta última (ver com. cap. 7: 15), donde residía el rey y a donde fueron Moisés y Aarón cuando Dios los envió a entrevistar al rey o cuando fueron llamados por él.
Extenderé mis manos.
Este es uno de los diversos textos en los cuales se menciona la costumbre de extender las manos en oración. No sólo Moisés oraba de esa manera, sino también Job (Job 11: 13), Salomón (2 Crón. 6: 13) y Esdras (Esd. 9: 5).
De Jehová es la tierra.
Aunque la palabra traducida "tierra" podría también ser traducida "país", y aplicarse así a Egipto, la primera es probablemente correcta porque siempre fue el propósito de Dios enseñar a los hombres a reconocerlo, no como a un dios local sino como al gobernante del cielo y de la tierra.
30.
Yo sé que ni tú ni tus siervos temeréis.
Sabiendo Moisés que la actitud del rey permanecería tan inexorable como siempre una vez aliviado de la plaga que vendría, fue lo suficientemente osado como para expresar su convicción de este hecho delante del rey. El verdadero temor de Dios se muestra mediante la obediencia a sus mandamientos, pero el temor de Faraón era de la clase del que sienten los demonios, pues ellos también "creen y tiemblan" (Sant. 2: 19). Un temor piadoso conduce a la obediencia, pero el temor del corazón de Faraón lo indujo a hacer falsas promesas y a un pecado mayor. El genuino "temor de Jehová" no es el temor rastrero experimentado por Faraón, sino un espíritu de temor reverente que resulta de apreciar la sublime majestad y el poder de Dios.
31.
El lino.
La información concerniente a las cosechas que sufrieron indica aproximadamente el tiempo del año en que ocurrieron las plagas. Los egipcios cultivaban lino porque preferían las vestimentas de lino. Los sacerdotes sólo se vestían de lino.
"En caña".
Mejor, "estaba en floración". Esto sería hacia el fin de enero o los comienzos de febrero.
La cebada.
La cebada estaba ya espigada aproximadamente por ese mismo tiempo; generalmente se la cortaba en marzo. Por regla general se cultivaba cebada para la preparación de cerveza, bebida común entre los antiguos egipcios. También se usaba para alimentar los caballos y con ella se preparaba pan para las clases más pobres.
32.
El trigo.
En Egipto la cosecha de trigo comenzaba más o menos un mes después que la de cebada, y continuaba hasta la primera parte de abril.
El centeno.
El centeno no crecía en Egipto, y generalmente se acepta que la palabra hebrea aquí traducida "centeno" en realidad era espelto, una calidad inferior de trigo que actualmente se cultiva en Egipto como una segunda cosecha. Como lo muestran los monumentos, se cultivaba con más profusión en tiempos antiguos que hoy en día. Se sembraba simultáneamente con el trigo, y también maduraba por el mismo tiempo: a fines de marzo.
La observación de que el lino y la cebada habían sido destruidos, pero que el trigo y la espelta se habían librado de un daño mayor, muestra que la plaga de granizo debe haber ocurrido a fines de enero o a principios de febrero. Eso sería dos o tres meses antes del éxodo. Acerca de la duración de las plagas, ver com. caps. 7: 25 y 9: 31.
34.
Se obstinó en pecar.
Con perversa impenitencia el rey "endureció su corazón", como Moisés lo había predicho. Es evidente que sus signatarios lo apoyaron en esa decisión, aunque la plaga siguiente los convenció de la inutilidad de una resistencia adicional (cap. 10: 7). No es seguro si apoyaron a Faraón por servilismo o porque no estaban todavía convencidos del poder de Dios.
Como algunas de las plagas precedentes, la séptima otra vez demostró la inutilidad del arrepentimiento proveniente del temor. Así Dios podría conseguir la sumisión de todos los humanos, pero ese dominio se invalidaría porque no se ganarían los corazones de los hombres. Se encuentra a Dios, no en la tempestad ni en el fuego del temor, sino en la 552 suave vocecilla que habla dentro de] pecho del hombre. Muchos pecadores han pasado por los portales del temor, donde oyen la voz de Dios, reconocen el poder divino y su propia indignidad; pero sólo en el silencio del alma se entiende esa voz, y entonces los hombres son transformados en carácter.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-35 PP 271-276
3 PP 271
3-11 SR 117
6-8, 10 PP 272
11 1T 292
11, 12, 14 PP 272
16 PP 272; PR 273
18-21 PP 274
23-25 SR 117
24-26 PP 275
27 SR 117; 5T 637
27-30, 33-35 PP 275


CAPÍTULO 10
1 Dios amenaza con enviar langostas. 7 Faraón, convencido por sus servidores, decide dejar salir a los israelitas. 12 Plaga de langostas. 16 Faraón acude a Moisés. 21 Plaga de tinieblas. 24 Faraón acude a Moisés, 27 Pero vuelve a endurecerse.
1 JEHOVA dijo a Moisés: Entra a la presencia de Faraón; porque yo he endurecido su corazón, y el corazón de sus siervos, para mostrar entre ellos estas mis señales,
2 y para que cuentes a tus hijos y a tus nietos las cosas que yo hice en Egipto, y mis señales que hice entre ellos; para que sepáis que yo soy Jehová.
3 Entonces vinieron Moisés y Aarón a Faraón, y le dijeron: Jehová el Dios de los hebreos ha dicho así: ¿Hasta cuándo no querrás humillarte delante de mí? Deja ir a mi pueblo, para que me sirva.
4 Y si aún rehúsas dejarlo ir, he aquí que mañana yo traeré sobre tu territorio la langosta,
5 la cual cubrirá la faz de la tierra, de modo que no pueda verse la tierra; y ella comerá lo que escapó, lo que os quedó del granizo; comerá asimismo todo árbol que os fructifica en el campo.
6 Y llenará tus casas, y las casas de todos tus siervos, y las casas de todos los egipcios, cual nunca vieron tus padres ni tus abuelos, desde que ellos fueron sobre la tierra hasta hoy. Y se volvió y salió de delante de Faraón.
7 Entonces los siervos de Faraón le dijeron: ¿Hasta cuándo será este hombre un lazo para nosotros? Deja ir a estos hombres, para que sirvan a Jehová su Dios. ¿Acaso no sabes todavía que Egipto está ya destruido?
8 Y Moisés y Aarón volvieron a ser llamados ante Faraón, el cual les dijo: Andad, servid a Jehová vuestro Dios. ¿Quiénes son los que han de ir?
9 Moisés respondió: Hemos de ir con nuestros niños y con nuestros viejos, con nuestros hijos y con nuestras hijas; con nuestras ovejas y con nuestras vacas hemos de ir; porque es nuestra fiesta solemne para Jehová.
10 Y él les dijo: ¡Así sea Jehová con vosotros! ¿Cómo os voy a dejar ir a vosotros y a vuestros niños? ¡Mirad cómo el mal está delante de vuestro rostro!
11 No será así; id ahora vosotros los varones, y servid a Jehová, pues esto es lo que vosotros pedisteis. Y los echaron de la presencia de Faraón.
12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano sobre la tierra de Egipto para traer la langosta, a fin de que suba sobre el país de Egipto, y consuma todo lo que el granizo dejó.
13 Y extendió Moisés su vara sobre la tierra de Egipto, y Jehová trajo un viento oriental sobre el país todo aquel día y toda aquella noche; y al venir la mañana el viento oriental trajo la langosta.
14 Y subió la langosta sobre toda la tierra de Egipto, y se asentó en todo el país de 553 Egipto en tan gran cantidad como no la hubo antes ni la habrá después;
15 y cubrió la faz de todo el país, y oscureció la tierra; y consumió toda la hierba de la tierra, y todo el fruto de los árboles que había dejado el granizo; no quedó cosa verde en árboles ni en hierba del campo, en toda la tierra de Egipto.
16 Entonces Faraón se apresuró a llamar a Moisés y a Aarón, y dijo: He pecado contra Jehová vuestro Dios, y contra vosotros.
17 Mas os ruego ahora que perdonéis mi pecado solamente esta vez, y que oréis a Jehová vuestro Dios que quite de mí al menos esta plaga mortal.
18 Y salió Moisés de delante de Faraón, y oró a Jehová.
19 Entonces Jehová trajo un fortísimo viento occidental, y quitó la langosta y la arrojó en el Mar Rojo; ni una langosta quedó en todo el país de Egipto.
20 Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y éste no dejó ir a los hijos de Israel.
21 Jehová dijo a Moisés: Extiende tu mano hacia el cielo, para que haya tinieblas sobre la tierra de Egipto, tanto que cualquiera las palpe.
22 Y extendió Moisés su mano hacia el cielo, y hubo densas tinieblas sobre toda la tierra de Egipto, por tres días.
23 Ninguno vio a su prójimo, ni nadie se levantó de su lugar en tres días; mas todos los hijos de Israel tenían luz en sus habitaciones.
24 Entonces Faraón hizo llamar a Moisés, y dijo: Id, servid a Jehová; solamente queden vuestras ovejas y vuestras vacas; vayan también vuestros niños con vosotros.
25 Y Moisés respondió: Tú también nos darás sacrificios y holocaustos que sacrifiquemos para Jehová nuestro Dios.
26 Nuestros ganados irán también con nosotros; no quedará ni una pezuña; porque de ellos hemos de tomar para servir a Jehová nuestro Dios, y no sabemos con qué hemos de servír a Jehová hasta que lleguemos allá.
27 Pero Jehová endureció el corazón de Faraón, y no quiso dejarlos ir.
28 Y le dijo Faraón: Retírate de mí; guárdate que no veas más mi rostro, porque en cualquier día que vieres mi rostro, morirás.
29 Y Moisés respondió. Bien has dicho; no veré más tu rostro.
1.
He endurecido su corazón.
Literalmente: "Yo, sí yo, he hecho pesado su corazón" (ver com. cap. 4: 21). La palabra "yo" aparece dos veces en el original, una vez como un pronombre personal independiente y la otra unida al verbo para darle énfasis.
2.
Para que cuentes.
Ahora se revela un nuevo propósito de las plagas. Tenían el propósito no sólo de impresionar a Faraón y a sus siervos con la grandeza de Dios y conseguir su cooperación, sino también de convencer a los hijos de Israel para todas las generaciones futuras de que Jehová es el único Dios verdadero. Los Salmos 78, 105 y 106 ilustran cómo el relato de la liberación fue transmitido de generación a generación. Era el plan de Dios que sus misericordias y obras maravillosas fueran conservadas en recuerdo perpetuo. Siendo que la inclinación del hombre a olvidar los beneficios de Dios es una de las tristes facetas de su carácter pecaminoso, se requiere una exhortación constante para que las recuerde. Con frecuencia esto es verdadero en cuanto a sus necesidades diarias, pero también se aplica a las circunstancias providenciales, como las relacionadas con la conversión o la curación de una grave enfermedad.
3.
¿Hasta cuándo?
La confesión de Faraón (cap. 9: 27) había sido un acto humillante, pero esto fue anulado por una orgullosa reacción de su corazón rebelde (cap. 9: 34, 35). Lo que Dios deseaba no era una mera profesión de humildad, sino que actuara de acuerdo con ella. El arrepentimiento de Faraón no sería genuino hasta que dejara salir a los israelitas.
4.
La langosta.
Como un nuevo castigo para el obstinado rey, Dios anunció una plaga de langostas más temible que cualquiera que Egipto hubiera conocido hasta entonces. Las langostas, el "gran ejército" de Dios, como son llamadas en Joel 2: 25, hasta el día de hoy han sido calamidades periódicas para los países del Cercano Oriente, generalmente cada 10 ó 15 años. Ahora es posible un control efectivo, mediante métodos científicos, como el uso de lanzallamas, trincheras tratadas con productos químicos, dentro de las cuales caen las langostas en grandes cantidades; y la destrucción de sus huevos y el uso de arsénico. Pero no se disponía de tales recursos hasta hace comparativamente poco tiempo. Antiguamente, una invasión de langostas se consideraba 554 como el más terrible de todos los asolamientos que pudieran azotar a un país. Joel presenta una vívida descripción de una plaga tal cuando dice: "Delante de él consumirá fuego, tras de él abrasará llama; como el huerto del Edén será la tierra delante de él, y detrás de él como desierto asolado" (Joel 2: 3). Las langostas destruyen todoastro de vegetación: cosechas, verduras, arbustos y cardos. Aun hacen daño a la corteza de los árboles, cuyas ramas más pequeñas son completamente peladas y quedan blancas (Joel 1: 7-12). Llegan en grandes mangas; el ruido de su vuelo hace recordar el de la lluvia o el crepitar del fuego en el pasto seco; con su multitud oscurecen el cielo (Joel 2: 2, 3).
5.
Cubrirá la faz de la tierra.
Esto es literalmente verdadero. A veces cubren el suelo en forma tan densa que en vastas zonas no puede verse el terreno en absoluto.
Comerá lo que escapó.
Puesto que las langostas no dejan rastro alguno de verdor (ver com. del vers. 4), es obvio que devorarían todo lo que sobreviviera al granizo devastador, especialmente el trigo y la espelta (cap. 9: 32). Ciertamente las perspectivas de la nueva cosecha parecían oscuras. No podía esperarse ningún producto de ninguna especie para ese año e inevitablemente vendría el hambre.
6.
Llenará tus casas.
Construidas con diversas aberturas para la luz y la ventilación, las casas antiguas facilitaban la entrada de los insectos. Durante una plaga, las mangas de langostas volaban dentro de las casas y se deslizaban sobre las paredes por decenas de millares. Los observadores que han experimentado una plaga tal afirman que es difícil impedir que las langostas aun entren en la boca de una persona cuando come.
Cual nunca vieron tus padres.
Al igual que otros países del Cercano Oriente, ocasionalmente Egipto sufría de devastadoras plagas de langostas. Sin embargo este castigo celestial habría de exceder a cualquier plaga tal del pasado.
Se volvió.
Moisés no esperó para apreciar el efecto de su anuncio sobre el rey, sabiendo que Faraón no temería al Señor.
7.
Los siervos de Faraón le dijeron.
Hasta este momento, los cortesanos parecían no haber aventurado sus opiniones, al menos para oponerse a Faraón. Con la excepción de los magos que habían señalado que los piojos de la tercera plaga eran "dedo de Dios" (cap. 8:19), la corte entera había permanecido pasiva mientras el rey hacía las sucesivas y fatales decisiones que afectaban a la nación. También se dice de ellos que "endurecieron" sus corazones como el rey (cap. 9: 34). Pero ahora expresaron sus temores. Habiendo ya perdido la mayor parte de su ganado y casi todas las cosechas de la estación, se alarmaron realmente temiendo que nuevas calamidades los arruinaran en forma permanente. Es significativo que intervinieran antes de que realmente comenzara la plaga, pues esto revelaba que habían llegado a creer en la certeza de las predicciones de Moisés y en el poder de su Dios. Algunos habían ya llegado a ese punto cuando fue anunciada la plaga del granizo (cap. 9: 20), pero ese sentimiento se había hecho ahora más general.
8.
Andad, servid a Jehová.
Comprendiendo que le faltaba el apoyo de sus consejeros, Faraón les permitió que llamaran a Moisés y a Aarón para hacerles más preguntas. La orden "Andad" fue casi inmediatamente modificada por una pregunta que implicaba que no todo el pueblo estaba incluido en ella. Parece que el rey vanamente buscaba una concesión mínima que pudiera hacer aplacar a Moisés y evitar más calamidades. Por lo tanto procuró darle al pedido de Moisés la apariencia de ser irrazonable.
9.
Con nuestros niños y con nuestros viejos.
No hubo ambigüedad en la respuesta de Moisés; toda la nación había de participar en la fiesta. Sus rebaños y ganados habían de acompañarlos, no sólo para proporcionarles sacrificios para la celebración y alimento para la gente, sino también para ser cuidados durante los días de ausencia.
10.
El les dijo.
Infiriendo por la afirmación de Moisés que los israelitas no tenían la intención de volver, Faraón otra vez se enojó y dijo, tal como se traduce con mayor claridad: "¡Así esté Yahvéh con vosotros como voy a dejaros salir a vosotros con vuestros pequeños! Ved cómo a la vista están vuestras malas intenciones" (BJ). Esta respuesta refleja desprecio no sólo por Moisés y Aarón sino también por el Señor que ya había probado mediante las poderosas manifestaciones de su poder que podía hacer con Faraón lo que deseaba. Después de esta expresión de mala voluntad, el rey dijo a los mensajeros de Dios que podía adivinar sus malas intenciones. Pretendió tener más preocupación por las mujeres hebreas 555 y los niños que Moisés y Aarón, pero estaba determinado a retener a mujeres y niños como una garantía de que volverían los hombres (PP 276).
11.
Id ahora.
Aun esta aparente concesión no tenía un fondo de seriedad. Resalta esto por la expresión "Id ahora", en la cual es inconfundible la ironía y más todavía por el hecho de que, con esas palabras, terminó todas sus negociaciones con Moisés y Aarón y los echó de su presencia. Este insulto, que antes no les había lanzado, muestra que su ira aumentaba al ver más y más claramente que al final tendría que rendirse.
13.
Un viento oriental.
Generalmente las langostas vienen con un viento, ya que no pueden volar lejos sin su ayuda. En este caso, un viento del este las habría traído del norte de Arabia, una región donde con frecuencia se crían en grandes cantidades. Esto resultaría algo excepcional porque las langostas que ocasionalmente asuelan Egipto por lo general proceden de Libia o Etiopía, es decir del sur o suroeste. El hecho de que el viento sopló durante un día entero y toda una noche antes de que llegaran las langostas, sugiere que venían de una distancia considerable.
14.
Sobre toda la tierra.
Generalmente las mangas de langostas se restringen a ciertas partes del país, pero en esta ocasión la plaga afectó una zona mayor que nunca antes. Esto era milagroso en sí mismo.
Ni la habrá después.
Esta declaración no contradice a Joel 2: 2., donde siglos más tarde se menciona otra singular plaga de langostas, dado que las primeras se refieren a Egipto y las segundas a la tierra de Israel.
15.
Oscureció la tierra.
No es bastante claro si la oscuridad de que aquí se habla se produjo mientras volaban las langostas o después de que se asentaron. Generalmente las langostas vienen en nubes tan densas que oscurecen la luz del sol y con frecuencia convierten el mediodía en un crepúsculo. También es verdad que sus cuerpos pardos y sus alas oscurecen la tierra una vez que se posan en ella. Es más probable la última explicación (Joel 2: 2).
Todo el fruto.
Aunque no se menciona expresamente el daño hecho al fruto por el granizo, implícitamente eso sucedió con esa plaga (Exo. 9: 25). Por lo general las langostas devoran primero los sembrados verdes, las plantas y las hojas, y luego atacan los materiales más duros, como cañas, ramitas y la corteza de los árboles. Las principales frutas de Egipto eran: higos, granadas, moras, uvas y dátiles.
No quedó cosa verde.
Los observadores modernos afirman que cuando se posa una nube de langostas por sólo media hora, eso es suficiente para transformar una región fértil en un desierto transitorio. Después de que han pasado las langostas, nada queda sino raíces, troncos y ramas gruesas. La apariencia de una región así devastada es similar a la que sería si hubiera sido barrida por el fuego (Joel 2: 3).
16.
Entonces Faraón se apresuró a llamar.
El rey había hecho súplicas similares antes, pero nunca con tanta premura como esta vez. Evidentemente esta plaga lo aterrorizó más que cualquiera de las siete anteriores.
18.
Oró a Jehová.
Moisés sabía que ni una palabra de reproche ni una petición cambiaría el corazón endurecido del monarca. Sin embargo intercedió, pero no basándose en promesa alguna del rey, pues ahora sabía por su experiencia que pronto sería quebrantada. Son verdaderamente notables la paciencia y magnanimidad de Moisés. Accedió al pedido real en el instante en que fue hecho, sin siquiera pedir un favor o pronunciar el más leve reproche.
19.
Un fortísimo viento occidental.
Literalmente, "un viento del mar", lo que indica que vino del Mediterráneo. Puesto que llevó las langostas al mar Rojo, debe haber venido del noroeste. Y como el Mediterráneo está al oeste de Palestina, los hebreos comúnmente usaban la expresión "el mar" como sinónimo de "oeste".
El Mar Rojo.
Literalmente, "mar de las Cañas". No es seguro por qué tenía ese nombre, ya que hoy no hay allí cañas, ni indicación de que las hubiera en tiempos antiguos. Sin embargo, la comprobación de numerosos textos bíblicos (Exo. 15: 4; 23: 31; Núm. 21: 4; etc.) hace que sea bastante seguro que el mar de las Cañas fue en realidad el mar Rojo y no uno de los lagos amargos de la región del canal de Suez, a diferencia de lo que han sostenido algunos comentadores.
20.
Endureció el corazón de Faraón.
Ver com. cap. 4: 21.
21.
Extiende tu mano.
La novena plaga, como la tercera y la sexta, fue infligida sin previa advertencia. Después de la plaga de las 556 úlceras [o forúnculos], Dios había anunciado que estaba por enviar todas sus plagas sobre el "corazón" del rey (cap. 9: 14). Por lo tanto había de esperarse una sucesión de castigos sobre Faraón y sus súbditos. Indudablemente esta plaga vino muy poco después de la octava.
Tinieblas.
Algunos comentadores han supuesto que un eclipse de sol causó la intensa oscuridad. Sin embargo, esta interpretación no puede ser correcta puesto que ningún eclipse puede producir jamás una oscuridad que dure tres días (vers. 22). " mayoría de los intérpretes han creído que el milagro fue producido mediante el chamsin, una tormenta de arena del desierto que ocasionalmente sopla sobre Egipto y cubre la tierra con una horrible oscuridad. Esto se debe a densas nubes de fina arena que el viento lleva consigo y que interceptan la luz del sol produciendo una oscuridad más profunda que las peores neblinas. El que esto escribe, una vez experimentó una tormenta de arena tal en el borde del desierto Indico en un día claro, y puede testificar que durante media hora prevaleció una oscuridad igual a la de una noche sin luna. Saturado con finas partículas de arena, el viento era sumamente molesto y deprimente, y hombres y bestias buscaban refugio. La fina arena penetraba en cada habitación y aun en los armarios de las casas. Una tormenta de arena puede soplar durante dos o tres días, pero rara vez tiene un efecto tan tremendo por mucho tiempo en una sola ocasión. Aun cuando Dios hubiera usado remolinos de arena para producir la oscuridad, con todo fue milagrosa pues, aunque todo el país estuvo envuelto en oscuridad impenetrable durante tres días, los hijos de Israel tenían luz, viviendo en el mismo país (vers. 23). Pero los egipcios estaban acostumbrados a rigurosas tormentas de arena que soplaban procedentes del desierto. Además, con cada una de las otras plagas Moisés describe el instrumento con el cual fue realizada, y sería lógico que aquí se esperara que él se refiriera a ella como una tormenta de arena, si eso es lo que quiso decir.
A semejanza de las plagas anteriores, ésta asestó un fuerte golpe a los dioses egipcios. Ra, el dios-sol, había sido el dios principal de Egipto durante siglos y cada rey se llamaba a sí mismo el "hijo de Ra". En el tiempo de Moisés, este dios era identificado con Amón y llevaba el nombre de Amón-Ra. Los más grandes templos que el mundo jamás haya visto fueron edificados en su honor y uno de ellos, el gran templo de Karnak en el Alto Egipto, todavía es magnífico aun estando en ruinas. Otro dios era el disco del sol, Atón, que unas pocas décadas después del éxodo llegó a ser brevemente el dios supremo del sistema religioso egipcio. Mediante la novena plaga fue claramente demostrada la completa impotencia de estos dioses para sus adoradores.
23.
Luz en sus habitaciones.
No se da explicación acerca de cómo se realizó esto. Los que atribuyen la oscuridad al resultado de una tormenta de arena explican que ésta no se extendió hasta la tierra de Gosén. Pero en ese caso los egipcios que vivían entre los israelitas, si había algunos, habrían compartido los beneficios de sus vecinos, lo que no parece haber sido así. El registro bíblico indica que la oscuridad fue general pero que los hijos de Israel recibieron luz en forma realmente milagrosa.
24.
Faraón hizo llamar a Moisés.
La intensa oscuridad fue más de lo que el rey pudiera soportar por mucho tiempo. Al haberse prolongado por tres días, envió mensajeros para ubicar a Moisés. Conducido a la presencia del rey, Moisés fue informado de que los hebreos, incluso sus familias, podrían partir para la propuesta celebración religiosa en el desierto, pero debían dejar sus rebaños y majadas. Esto aseguraría su regreso del desierto puesto que sin el ganado no podrían vivir muchos días allí.
26.
Ni una pezuña.
Moisés rehusó con términos inequívocos la transacción propuesta. Ya había declarado en una ocasión anterior que irian con sus familias y todas sus bestias (vers. 9), y de ninguna manera se retractaría ahora de esa estipulación.
No sabemos.
Moisés presentó una explicación para su rechazo. La fiesta propuesta era nueva y su ritual todavía no era conocido. No podían esperarse indicaciones exactas hasta que hubieran llegado al lugar que designara el Señor. Debían llevar consigo el ganado porque la fiesta seguramente requeriría el ofrecimiento de sacrificios.
27.
Jehová endureció.
Ver com. cap. 4: 21.
28.
Retírate de mí.
Esta respuesta indica una ira furiosa. El rey comprendía que Moisés lo privaría del trabajo gratuito del cual 557 Egipto había disfrutado por tanto tiempo. Su gran furor le hizo perder todo dominio propio y rudamente le ordenó a Moisés que no volviera, bajo pena de muerte.
29.
Bien has dicho.
La respuesta de Moisés fue cortés y digna. El representante de una nación de esclavos estuvo delante de su cruel amo con un completo dominio de la situación. Sus palabras implican que Moisés acogió bien la decisión real, puesto que serían inútiles futuras entrevistas.
No veré más tu rostro.
Estas palabras tan sólo expresan aquiescencia a la orden del rey. Moisés no se presentaría voluntariamente otra vez delante de Faraón.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-29 PP 276-278
1-6 PP 276
7-20 PP 276
13, 21 SR 117
21-29 PP 278
28 PP 279
CAPÍTULO 11
1 Dios instruye a los israelitas para que pidan a sus vecinos alhajas y joyas. 4 Moisés amenaza a Faraón con la muerte de los primogénitos.
1 JEHOVA dijo a Moisés: Una plaga traeré aún sobre Faraón y sobre Egipto, después de la cual él os dejará ir de aquí; y seguramente os echará de aquí del todo.
2 Habla ahora al pueblo, y que cada uno pída a su vecino, y cada una a su vecina, alhajas de plata y de oro.
3 Y Jehová dio gracia al pueblo en los ojos de los egipcios. También Moisés era tenido por gran varón en la tierra de Egipto, a los ojos de los siervos de Faraón, y a los ojos del pueblo.
4 Dijo, pues, Moisés: Jehová ha dicho así: A la medianoche yo saldré por en medio de Egipto,
5 y morirá todo primogénito en tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sienta en su trono, hasta el primogénito de la sierva que está tras el molino, y todo primogénito de las bestias.
6 Y habrá gran clamor por toda la tierra de Egipto, cual nunca hubo, ni jamás habrá.
7 Pero contra todos los hijos de Israel, desde el hombre hasta la bestia, ni un perro moverá su lengua, para que sepáis que Jehová hace diferencia entre los egipcios y los israelitas.
8 Y descenderán a mí todos estos tus siervos, e inclinados delante de mí dirán: Vete, tú y todo el pueblo que está debajo de ti; y después de esto yo saldré. Y salió muy enojado de la presencia de Faraón.
9 Y Jehová dijo a Moisés: Faraón no os oirá, para que mis maravillas se multipliquen en la tierra de Egipto.
10 Y Moisés y Aarón hicieron todos estos prodigios delante de Faraón; pues Jehová había endurecido el corazón de Faraón, y no envió a los hijos de Israel fuera de su país.
1.
Una plaga.
Aunque Dios había indicado previamente a Moisés que se necesitarían varios castigos a fin de inducir a Faraón a que diera permiso para la partida de ellos (caps. 3: 19; 9: 14), nunca le reveló el número preciso de plagas que se requerirían. Por primera vez ahora se levanta el velo de la incertidumbre en cuanto al tiempo cuando podría esperarse la liberación.
Os echará.
El verbo hebreo es sumamente enfático. Finalmente Faraón los echaría sin hacer excepciones de ninguna clase.
2.
Cada uno.
Al principio sólo las mujeres iban a "pedir" (ver com. cap. 3: 22). Ahora, al llegar el tiempo, fueron incluidos los hombres. Puede parecer extraño que se indicara a los hombres, tanto como a las mujeres, que 558 pidieran alhajas de sus vecinos. Sin embargo, hay monumentos egipcios que presentan a los hombres llevando tantas alhajas -collares, brazaletes, anillos, etc.- como las mujeres.
3.
Moisés era tenido por gran varón.
Algunos han pensado que es extraño que Moisés, si fue realmente el autor del Pentateuco, hubiera hecho un comentario tal. Sin embargo, no hay nada en esa afirmación que demuestre vanidad de parte de él. Simplemente está explicando por qué los egipcios dieron tan liberalmente de sus recursos. Era natural que, como el instrumento de Dios, el pueblo relacionara a Moisés con las "muy grandes" señales de que había sido testigo. En primer lugar, él había desconcertado a los magos (cap. 8: 18, 19); luego había impresionado de tal manera a los cortesanos, que una cantidad de ellos aprovechó de sus advertencias y salvó su ganado (cap. 9: 20). Finalmente casi toda la corte llegó a convencerse de que él tenía poder para destruir el país (cap. 10: 7). Moisés había tratado al rey de igual a igual, y el hecho de que el pueblo lo reverenciara como a un dios, automáticamente acrecentó el prestigio de Moisés ante ellos. Si no hubieran considerado que Moisés era una persona sumamente extraordinaria a quien sería peligroso molestar, probablemente desde hacía mucho tiempo habría sufrido una agresión. Como estaban las cosas, toda la nación pareció contenta de que estuviera por irse el pueblo que les había ocasionado tantas desgracias, y por lo mismo dieron gustosamente de sus recursos.
4.
Dijo, pues, Moisés.
Una vez más Moisés apareció en la presencia de Faraón. De acuerdo con el pasaje del cap. 10: 28, Faraón lo había amenazado con la muerte si se atrevía a hacerlo. Es evidente que Moisés no hubiera regresado si no hubiera sido por una explícita orden divina.
A la medianoche.
Esta medianoche no puede ser la que siguió al día en el cual Moisés hizo el anuncio al rey, pues sólo después de su conversación con Faraón recibió Moisés instrucciones en cuanto a la pascua. Esas instrucciones deben haber sido comunicadas al pueblo varios días antes de la fiesta de la pascua y de su partida de Egipto (cap. 12: 3, 6). Sin duda no se especificó cuál sería esa noche a fin de que Faraón pudiera tener tiempo para considerar la suerte que les aguardaba tanto a él como a su pueblo.
Yo saldré.
Es digno de notar que el Señor mismo castigó a Egipto con la décima plaga, mientras que cada una de las otras había sido infligida por Moisés y Aarón como instrumentos de Dios, a través de un medio natural.
5.
Todo primogénito.
Este golpe había de caer sobre los primogénitos tanto de los hombres como de los animales. Dios no deseaba exterminar a los egipcios y a su ganado sino sólo convencer a aquéllos de que no sería más tolerada su oposición, a los propósitos divinos para Israel.
6.
Gran clamor.
Son bien conocidas la intensidad de las emociones de los orientales y la libertad las expresan. Las pinturas de los antiguos funerales egipcios presentan a mujeres que están planendo, los cabellos desgreñados y los brazos en alto, y que expresan su dolor tanto con gestos como con palabras. Herodoto relata que los egipcios se desnudaban y se golpeaban el pecho en los funerales (ii. 85), costumbre que también prevalecía entre los semitas. Habiendo un amargo duelo en cada casa, el clamor de Egipto bien pudo haber sido tal como nunca había sido oído antes y nunca se oiría otra vez.
7.
Moverá su lengua.
La palabra traducida "moverá" significa "penetrar cortando", o "aguzar" , "converger en un punto", y alude al hecho de que el perro da forma de punta a su lengua cuando gruñe. Israel no sufriría el más leve daño (ver Jos. 10: 21), al paso que morirían muchos egipcios.
8.
Muy enojado.
Literalmente, en el "calor de la ira". Hasta aquí Moisés había desplegado una paciencia más que que humana en sus tratos con el rey. Esto era un reflejo de la tolerancia y paciencia de Dios, cuyo embajador era y en cuyo nombre y con cuya autoridad había actuado, Sin embargo ahora la ira del siervo de Dios mientras se iba, era una evidencia para el empedernido rey de que concluía su día de gracia y de que la ira de Dios estaba por estallar sobre él.
9.
Jehová dijo a Moisés.
La mayoría de los comentadores toman estas palabras como una repetición de afirmaciones divinas hechas previamente, y procuran traducirlas. "Como Jehová le había dicho a Moisés". Pero ellas también pueden tomarse como una reiterada señal de Dios a Moisés de que cumpliría la predicción hecha antes de su llamamiento (cap. 4: 23).
10.
Hicieron todos estos prodigios.
Antes 559 de proceder a relatar la última y más grande de todas las plagas, Moisés se detiene por un momento para contemplar retrospectivamente la serie de milagros, meditando por así decirlo en el fracaso de ellos para conmover la terca voluntad de Faraón. Acerca del endurecimiento del corazón de Faraón, ver com. cap. 4: 21.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
3 PP 278
4-8 PP 279
5 SR 118
10 5T 274


CAPÍTULO 12
1 Se cambia el comienzo del año. 3 Institución de la pascua. 11 El rito de la pascua. 15 Pan sin levadura. 29 Muerte de los primogénitos. 31 Los israelitas son instados a salir de Egipto. 37 Llegan a Sucot. 43 La ordenanza de la pascua.
1 HABLO Jehová a Moisés y a Aarón en la tierra de Egipto, diciendo:
2 Este mes os será principio de los meses; para vosotros será éste el primero en los meses del año.
3 Hablad a toda la congregación de Israel, diciendo: En el diez de este mes tómese cada uno un cordero según las familias de los padres, un cordero por familia.
4 Mas si la familia fuere tan pequeña que no baste para comer el cordero, entonces él y su vecino inmediato a su casa tomarán uno según el número de las personas; conforme al comer de cada hombre, haréis la cuenta sobre el cordero.
5 El animal será sin defecto, macho de un año; lo tomaréis de las ovejas o de las cabras.
6 Y lo guardaréis hasta el día catorce de este mes, y lo inmolará toda la congregación del pueblo de Israel entre las dos tardes.
7 Y tomarán de la sangre, y la pondrán en los dos postes y en el dintel de las casas en que lo han de comer.
8 Y aquella noche comerán la carne asada al fuego, y panes sin levadura; con hierbas amargas lo comerán.
9 Ninguna cosa comeréis de él cruda, ni cocida en agua, sino asada al fuego; su cabeza con sus pies y sus entrañas.
10 Ninguna cosa dejaréis de él hasta la mañana; y lo que quedare hasta la mañana, lo quemaréis en el fuego.
11 Y lo comeréis así: ceñidos vuestros lomos, vuestro calzado en vuestros pies, y vuestro bordón en vuestra mano; y lo comeréis apresuradamente; es la Pascua de Jehová.
12 Pues yo pasaré aquella noche por la tierra de Egipto, y heriré a todo primogénito en la tierra de Egipto, así de los hombres como de las bestias; y ejecutaré mis juicios en todos los dioses de Egipto. Yo Jehová.
13 Y la sangre os será por señal en las casas donde vosotros estéis; y veré la sangre y pasaré de vosotros, y no habrá en vosotros plaga de mortandad cuando hiera la tierra de Egipto.
14 Y este día os será en memoria, y lo celebraréis como fiesta solemne para Jehová durante vuestras generaciones; por estatuto perpetuo lo celebraréis.
15 Siete días comeréis panes sin levadura; y así el primer día haréis que no haya levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado desde el primer día hasta el séptimo, será cortado de Israel.
16 El primer día habrá santa convocación, y asimismo en el séptimo día tendréis una santa convocación; ninguna obra se hará en ellos, excepto solamente que preparéis lo que cada cual haya de comer.
17 Y guardaréis la fiesta de los panes sin levadura, porque en este mismo día saqué vuestras huestes de la tierra de Egipto; por tanto, guardaréis este mandamiento en vuestras generaciones por costumbre perpetua.
18 En el mes primero comeréis los panes sin levadura, desde el día catorce del mes por la tarde hasta el veintiuno del mes por la tarde. 560
19 Por siete días no se hallará levadura en vuestras casas; porque cualquiera que comiere leudado, así extranjero como natural del país, será cortado de la congregación de Israel.
20 Ninguna cosa leudada comeréis; en todas vuestras habitaciones comeréis panes sin levadura.
21 Y Moisés convocó a todos los ancianos de Israel, y les dijo: Sacad y tomaos corderos por vuestras familias, y sacrificad la pascua.
22 Y tomad un manojo de hisopo, y mojadlo en la sangre que estará en un lebrillo, y untad el dintel y los dos postes con la sangre que estará en el lebrillo; y ninguno de vosotros salga de las puertas de su casa hasta la mañana.
23 Porque Jehová pasará hiriendo a los egipcios; y cuando vea la sangre en el dintel y en los dos postes, pasará Jehová aquella puerta, y no dejará entrar al heridor en vuestras casas para herir.
24 Guardaréis esto por estatuto para vosotros y para vuestros hijos para siempre.
25 Y cuando entréis en la tierra que Jehová os dará, como prometió, guardaréis este rito.
26 Y cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?,
27 vosotros responderéis: Es la víctima de la pascua de Jehová, el cual pasó por encima de las casas de los hijos de Israel en Egipto, cuando hirió a los egipcios, y libró nuestras casas. Entonces el pueblo se inclinó y adoró.
28 Y los hijos de Israel fueron e hicieron puntualmente así, como Jehová había mandado a Moisés y a Aarón.
29 Y aconteció que a la medianoche Jehová hirió a todo primogénito en la tierra de Egipto, desde el primogénito de Faraón que se sentaba sobre su trono hasta el primogénito del cautivo que estaba en la cárcel, y todo primogénito de los animales.
30 Y se levantó aquella noche Faraón, él y todos sus siervos, y todos los egipcios; y hubo un gran clamor en Egipto, porque no había casa donde no hubiese un muerto.
31 E hizo llamar a Moisés y a Aarón de noche, y les dijo: Salid de en medio de mi pueblo vosotros y los hijos de Israel, e id, servid a Jehová, como habéis dicho.
32 Tomad también vuestras ovejas y vuestras vacas, como habéis dicho, e idos; y bendecidme también a mí.
33 Y los egipcios apremiaban al pueblo, dándose prisa a echarlos de la tierra; porque decían: Todos somos muertos.
34 Y llevó el pueblo su masa antes que se leudase, sus masas envueltas en sus sábanas sobre sus hombros.
35 E hicieron los hijos de Israel conforme al mandamiento de Moisés, pidiendo de los egipcios alhajas de plata, y de oro, y vestidos.
36 Y Jehová dio gracia al pueblo delante de los egipcios, y les dieron cuanto pedían; así despojaron a los egipcios.
37 Partieron los hijos de Israel de Ramesés a Sucot, como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños.
38 También subió con ellos grande multitud de toda clase de gentes, y ovejas, y muchísimo ganado.
39 Y cocieron tortas sin levadura de la masa que habían sacado de Egipto, pues no había leudado, porque al echarlos fuera los egipcios, no habían tenido tiempo ni para prepararse comida.
40 El tiempo que los hijos de Israel habitaron en Egipto fue cuatrocientos treinta años.
41 Y pasados los cuatrocientos treinta años, en el mismo día todas las huestes de Jehová salieron de la tierra de Egipto.
42 Es noche de guardar para Jehová, por haberlos sacado en ella de la tierra de Egipto. Esta noche deben guardarla para Jehová todos los hijos de Israel en sus generaciones.
43 Y Jehová dijo a Moisés y a Aarón: Esta es la ordenanza de la pascua; ningún extraño comerá de ella.
44 Mas todo siervo humano comprado por dinero comerá de ella, después que lo hubieres circuncidado.
45 El extranjero y el jornalero no comerán de ella.
46 Se comerá en una casa, y no llevarás de aquella carne fuera de ella, ni quebraréis hueso suyo.
47 Toda la congregación de Israel lo hará.
48 Mas si algún extranjero morare contigo, y quisiere celebrar la pascua para Jehová, séale circuncidado todo varón, y entonces la celebrará, y será como uno de vuestra nación; pero ningún incircunciso comerá de ella.
49 La misma ley será para el natural, y para el extranjero que habitare entre Vosotros. 561
50 Así lo hicieron todos los hijos de Israel; como mandó Jehová a Moisés y a Aarón, así lo hicieron.
51 Y en aquel mismo día sacó Jehová a los hijos de Israel de la tierra de Egipto por sus ejércitos.


1.
Habló Jehová.
En este capítulo se registran los reglamentos pertinentes a la primera de las instituciones conocidas como mosaicas. Debiera notarse que ni Moisés ni Aarón implantaron por su cuenta legislación alguna, ni aquí ni posteriormente. Todo el sistema religioso y civil anunciado a Israel por medio de Moisés -tanto antes como después del éxodo-, le fue revelado a él por Dios. No fue Moisés el originador de las leyes del Pentateuco que llevan su nombre sino sólo el instrumento señalado mediante el cual fue dada a conocer la voluntad de Dios a su pueblo.
En la tierra de Egipto.
Siendo que la mayor parte de la legislación mosaica fue dada en el monte Sinaí, Moisés hace resaltar que este rito, la pascua, se instituyó antes del éxodo.
2.
Este mes.
A veces, como aquí, es designado como "el primero en los meses del año" (Exo. 40: 2, 17; Lev. 23: 5; etc.); también se lo llama Abib (Exo. 13: 4; 23: 15; 34: 18; Deut. 16: 1). Abib, que generalmente coincide con nuestro mes de abril, significa "mes de las espigas", porque los cereales estaban entonces en espiga. Después del cautiverio se adoptaron nombres del calendario babilonio, y Abib se convirtió en Nisán (Neh. 2: 1; Est. 3: 7). El nuevo rito implica que hasta entonces el año israelita había comenzado en un tiempo diferente, probablemente con el mes llamado más tarde Tishri, que corresponde con nuestro septiembre u octubre. De aquí en adelante se emplearon dos cómputos: uno para los propósitos sagrados y el otro para los civiles. El primer mes de cada año era el séptimo del otro, aunque los números siempre iban desde Nisán como el primero. Abib, el "mes de las espigas", se convirtió de aquí en adelante en el primer mes del año eclesiástico, Y Tishri vino a ser su séptimo, igualmente honrado por fiestas importantes más tarde instituidas en el Sinaí. El año civil, que comienza con el mes de Tishri, nunca fue abandonado por los israelitas y todavía está en uso entre los judíos de hoy. Puede rastrearse su existencia por todo el período del AT. Fue perpetuado por los judíos, pues creían que Dios creó el mundo en el otoño de ese año.
3.
En el diez de este mes.
Aunque el cordero designado para la fiesta de la pascua no había de ser muerto y comido antes del decimocuarto día del mes (vers. 6), los preparativos para la fiesta debían comenzar con 4 dias de anticipación.
Un cordero.
La palabra hebrea es aplicable tanto a ovejas como a cabras, sin límite en cuanto a edad. Sin embargo, por estatuto la edad fue fijada (vers. 5) en un año, y un hombre podía elegir entre un cordero y un cabrito (vers. 5). Es interesante que los hebreos, por lo general, prefirieran un cordero a un cabrito, y con una excepción registrada (2 Crón. 35: 7), parece que nunca hubieran usado ninguna otra cosa para el ritual de la pascua.
4.
Si la familia.
Posteriormente la tradición judía fijó en diez el número de personas para las cuales había de asignarse un cordero, y también dispuso que todos los miembros de la familia -hombres, mujeres y niños- debían participar de las actividades de la fiesta. El cordero, de acuerdo con las fuentes judías, generalmente era muerto entre la novena hora (c. 15 hrs.) y la undécima hora (c. 17 hrs.).
Conforme al comer de cada hombre.
Cuando se hicieran los preparativos para los que habrían de participar, debía considerarse la cantidad que cada uno quisiera comer. Los niños y los ancianos no debían ser computados en la misma forma como los hombres en el vigor de la vida. Consecuentemente, más de dos familias podían unirse con este propósito.
5.
Sin defecto.
La ausencia de defectos y daños no sólo correspondía con lo sagrado del propósito al cual se dedicaban los animales sino que era un símbolo de la integridad moral de Aquel representado por el sacrificio. Para una persona piadosa, el "ciego", el "cojo" y el "enfermo" no podían ser aceptables ante Dios (Mal. 1: 8). Más adelante, la ley expresamente prohibió el uso de animales imperfectos para los sacrificios obligatorios, aunque podían ser presentados como ofrendas voluntarias (Lev. 22: 20-25). La ausencia de tachas era especialmente importante en la víctima que tenía como fin representar a Cristo. 562
Macho.
Este requisito se debía a que el cordero reemplazaba al primogénito masculino de la familia.
De un año.
Probablemente los animales elegidos tenían más de 7 días (ver Exo. 22: 30; Lev. 22: 27), pero en ningún caso debían exceder la edad de 12 meses.
6.
Toda la congregación.
El que era cabeza de familia había de ofrecer el sacrificio por sí mismo y por su familia. De ese modo, nadie fuera de la familia intervenía entre ella y Dios. Se dispuso esto reconociendo que Israel era una nación de sacerdotes, como son los cristianos hoy día (Apoc. 1: 6; 1 Ped. 2: 5, 9). Posteriormente vino la institución del sacerdocio levítico (Exo. 32: 26-29; Deut. 10: 8).
Entre las dos tardes.
Así reza literalmente el texto hebreo. Esta disposición ha sido explicada en dos formas. Algunos han dicho que la primera "tarde" comienza con la puesta del sol, y la segunda, con el fin del crepúsculo. Eben Ezra, erudito judío medieval, consideraba que el crepúsculo duraba aproximadamente una hora Y 20 minutos. La orden de Deut. 16: 6: "Sacrificarás la pascua por la tarde a la puesta del sol", parece apoyar este punto de vista. Otros han considerado que la primera "tarde" comienza cuando el sol empieza a declinar visiblemente del cenit, más o menos a las tres de la tarde, y que la segunda "tarde" empieza a la puesta del sol. En apoyo de esta opinión se han citado varios textos, tales como Lev. 23: 5; Núm. 9: 3, que ubican la pascua en el decimocuarto día del mes. Ellos dicen que si el sacrificio se efectuaba después de la puesta del sol, ya entonces caía en el decimoquinto día del mes de Nisán y no en el decimocuarto. La costumbre prevaleciente en el tiempo de Cristo concordaba con esta explicación. De ahí que los corderos pascuales fueran sacrificados al caer la tarde, aproximadamente a la hora cuando el verdadero "Cordero de Dios" murió en la cruz por el hombre culpable (1 Cor, 5: 7; Mat. 27: 45-50).
Como necesariamente debía darse tiempo para la preparación de la comida pascual, que debía estar terminada antes de la medianoche, y puesto que la palabra "tarde", en hebreo así como en otros idiomas, no se limita al tiempo después de la puesta del sol, la costumbre de sacrificar el animal por la tarde puede ya haber estado en uso mucho antes de que las autoridades eclesiásticas de la era rabínica le dieran su aprobación oficial. De acuerdo con Josefo, la costumbre en sus días era ofrecer a el cordero más o menos a las tres de la tarde (Antigüedades xiv. 4. 3).
7.
Tomarán de la sangre.
La sangre representa la vida (Lev. 17: 11), y siendo la mismísima esencia del sacrificio, siempre era considerada como el símbolo especial de expiación para representar el sacrificio. Dado que el "cordero" pascual había de redimir la "casa" -que en hebreo también significa "familia"-, la señal de la expiación había de mostrarse bien visiblemente.
La pondrán.
Esto debía hacerse sumergiendo un manojo de hisopo en la sangre para asperjarla sobre el dintel de la puerta (Exo. 12: 22). Que esta aspersión de la sangre del cordero pascual era un símbolo del sacrificio y de la expiación hechos por la muerte de Jesucristo, está claramente implicado en el NT (1 Ped. 1: 2; Rom. 5: 8, 9; Heb. 9: 13, 14; 13: 12). Debe advertirse que ninguna sangre era asperjada sobre el umbral, quizá en armonía con el pensamiento de que un hombre no debe hollar con sus pies "al Hijo de Dios" ni considerar como "inmunda la sangre del pacto en la cual fue santificado" (Heb. 10: 29). Que la aspersión con la sangre había de ser considerada como un acto de purificación es evidente porque se usaba un manojo de hisopo para ese propósito (Exo. 12: 22). La aspersión con hisopo se ordena únicamente en relación con una purificación (Lev. 14: 49- 52; Núm. 19: 18, 19; Sal. 51: 7; PP 281).
En Egipto los israelitas no tenían un altar común, y por esa razón fueron consagradas las casas en que se reunieron para la pascua, y preservados los individuos que se encontraban en ellas cuando pasó el destructor. Así la aspersión de la sangre en los postes de la puerta y en el dintel llegó a ser una señal de liberación. Dios prometió preservar cada casa que así había sido marcada por fe en esa promesa. Después de que se establecieran en la tierra de Canaán, debía ser sacrificado el cordero pascual, y celebrada la pascua, por todo el pueblo en un lugar que Dios escogería, antes que en los diversos pueblos y aldeas (Deut. 16: 5, 6). Se requería que todos los varones mayores de 12 años fueran a Jerusalén con ese propósito. Es obvio que en Egipto la pascua fue celebrada en circunstancias anormales. No se sabe si se perpetuó el ritual 563 de asperjar sangre en la puerta; quizá con modificaciones.
8.
Asada al fuego.
La carne de las comidas de los sacrificios generalmente era hervida (1 Sam. 2: 14, 15), pero, en relación con el cordero pascual, se dieron instrucciones especificas de no comerlo ni crudo ni cocido, sino asado (Exo. 12: 9). Las razones pueden haber sido que era más fácil asar que cocer y que hubiera sido difícil cocer el "cordero" sin cortarlo en pedazos, proceder que también parece haber estado prohibido (Exo. 12: 46; Núm. 9: 12; Juan 19: 36).
Panes sin levadura.
El cordero asado debía comerse con panes sin levadura, pues la levadura produce fermentación, un símbolo natural de impureza y corrupción moral. Por esta, razón la levadura también estaba excluida como contaminadora en las ceremonias en que se usaban cereales (Lev. 2: 11). Que Pablo entendía la levadura en este sentido se ve por su interpretación de la pascua como un símbolo de Cristo (1 Cor. 5:7, 8).
Con hierbas amargas.
No hay motivo para dudar que "hierbas amargas" es la traducción correcta de una palabra hebrea que significa literalmente "[cosa]s amargas". Aunque no se sabe qué clase de "hierbas" fueron usadas en Egipto, los judíos palestinianos más tarde usaron dos variedades de lechugas una clase de cardo, escarola y berro. La lechuga y la escarola son oriundas de Egipto y Palestina. La última puede encontrarse desde los comienzos de los meses de invierno [en el hemisferio norte] hasta el fin de marzo y la lechuga en abril y mayo. Esto probablemente explica por qué los judíos consideraban esas plantas como ingredientes necesarios de la comida pascual. Cualesquiera hayan sido las hierbas amargas que se usaban, es obvio que tenían el propósito de recordar a los participantes su esclavitud y amargos sufrimientos en la tierra de Egipto.
9.
Ninguna cosa comeréis de él cruda.
Esta orden era necesaria en vista de que los pueblos paganos con frecuencia comían carne cruda en sus comidas ceremoniales. En cuanto a la prohibición de cocer el cordero pascual, ver com. del vers. 8.
Su cabeza con sus pies.
Los antiguos expositores judíos entendían correctamente que esto significaba que el cordero había de ser asado completamente, incluyendo tanto la cabeza como los muslos (vers. 46).
Sus entrañas.
Las vísceras debían ser asadas junto con el resto del cordero, habiendo sido primero -limpiadas. La preparación del cordero simbolizaba el hecho de que el cuerpo de Jesús no habría de ser quebrado (Juan 19: 33, 36).
10.
Ninguna cosa dejaréis de él.
Toda la carne había de ser consumida en una comida para que no hubiera putrefacción. Dado que el cuerpo de Cristo no iba a ver corrupción (Hech. 2: 27, 31; 13: 35-37), tampoco debía corromperse el cordero simbólico. Si el cordero pascual resultaba demasiado para el número de participantes, el resto debía ser quemado a fin de evitar la profanación del símbolo sagrado del cuerpo de nuestro Señor Jesucristo.
11.
Ceñidos vuestros lomos.
Antiguas representaciones muestran a los semitas con vestimentas largas y sueltas, estilo que todavía se usa en muchos países orientales. Para el trabajo o para viajar llevando una carga, la parte delantera de la vestimenta es doblada y recogida en la cintura.
Vuestro calzado.
Se menciona específicamente, pues no era costumbre llevar zapatos dentro de la casa o durante las comidas. Algunos judíos han considerado esta instrucción como de obligación perpetua. Pero la opinión generalizada ha sido que estas instrucciones se aplicaron únicamente en la primera ocasión, cuando por una sola vez sirvieron a un propósito útil.
Lo comeréis apresuradamente.
No conociendo el momento cuando habrían de salir de viaje y debiendo quemar los huesos del cordero antes de partir, habían de completar la comida en el tiempo más corto posible.
La Pascua de Jehová.
Con estas palabras se hace resaltar el significado de la comida. La gente debía comprender que ésta no era una comida común, ni era meramente un aliento ceremonial tal como ellos lo habían conocido. Por una razón: las vidas de sus primogénitos dependían de cumplir con las instrucciones. Además era el símbolo de su liberación; primero de su esclavitud en Egipto y, en segundo lugar en un sentido más amplio -que no entendían todavía-, de la esclavitud del pecado.
12.
Todos los dioses.
La ejecución de este castigo sobre todos los dioses de Egipto se puede entender mejor cuando se recuerda que muchos animales eran endiosados y adorados. 564 Algunos animales domésticos ya habían sufrido como resultado de las plagas previas, pero ahora debía ser muerto cada primogénito de animal. Esta plaga afectaría no sólo al sagrado buey Apis, un animal primogénito, sino también a muchos carneros, vacas, cocodrilos, serpientes, gatos, etc., todos considerados como sagrados. Aunque muchos de esos seres no eran de valor comercial ni tenían utilidad, su muerte súbita y simultánea ciertamente impresionaría a los egipcios con su propia impotencia (ver com. caps. 7: 17; 8: 2; ver también PP 344).
13.
Pasaré de vosotros.
Al pasar por la tierra de Egipto para herir a todos los primogénitos de hombres y animales, el Señor "pasaría por alto", pasáj, a los israelitas. Esta palabra fue transliterada al griego como pásja, de donde viene nuestra palabra pascua.
14.
En memoria.
Las instrucciones dadas hasta aquí en primer lugar se referían a la primera celebración de la pascua, la noche que precedió al éxodo. Ahora se anuncia que este rito debía ser conmemorado anualmente. En el futuro habían de añadirse otros detalles, como la eliminación de toda levadura que pudiera haber en la casa, el consumo de pan sin levadura durante siete días después de la pascua, la reunión para celebrar culto en el primero y en el último días de la fiesta y la observancia de esos días como días de descanso sabático.
Por estatuto perpetuo.
De 'olam, cuya traducción literal sería "perpetuamente". Como la liberación de Israel era de significado perpetuo, la conmemoración del acontecimiento había de ser perpetua para los israelitas, mientras continuaran siendo el pueblo escogido de Dios. Como un símbolo, había de permanecer en vigencia hasta la venida de la realidad simbolizada, Jesucristo, quien habría de traer liberación del pecado. La duración de "perpetuo", 'olam, está condicionada a la naturaleza de aquello a que se aplique. Puede referirse a lo que no tiene ni principio ni fin -como, por ejemplo, Dios mismo-, o al tiempo que tiene un comienzo pero no tiene fin: como la vida eterna de los redimidos, o puede significar un periodo más corto de tiempo, que tanto tiene principio como fin. Aquí tiene este último significado.
Instituida en el tiempo del éxodo, la pascua continuaría en vigencia hasta la crucifixión.
15.
Siete días.
El primero de esos siete días era el decimoquinto del primer mes (Lev. 23: 6; Núm. 28: 17), o desde la tarde del decimocuarto día hasta la tarde del vigesimoprimer día del primer mes (Exo. 12: 18).
Cortado.
Hay 36 casos en los cuales un individuo, que había descuidado algún deber religioso particular, es amenazado con ser "cortado" del pueblo escogido. No se sabe lo que pudo haber sucedido en realidad en un caso tal, pues no se registra ningún ejemplo específico de esto, ni se dieron instrucciones en cuanto a la forma en que se llevaría a cabo la amenaza. Algunos han pensado que significaba una muerte violenta, una muerte prematura, o quizá muerte eterna. Con toda probabilidad, sencillamente significaba perder los derechos y privilegios pertenecientes a un israelita. Después de haber sido "cortada", la persona era considerada como extranjera que no tenía parte en ninguna de las bendiciones del pacto.
Aunque quizá fuera desconocido para otros, el delito de un hombre era conocido por Dios, y el futuro acatamiento de las disposiciones de la ley ceremonial y moral por sí mismo no expiaba los pecados pasados de omisión o comisión. La persona quedaba desligada, pero no es claro si el acto debía ser realizado por un hombre o por Dios. Es a esta "separación" a lo que probablemente Pablo hace referencia en Rom. 9: 3 (ver com. Gén. 17: 14).
16.
Santa convocación.
En el decimoquinto día de Abib, o Nisán, el primero de los siete días de los panes sin levadura después de la noche de la comida pascual, la gente debía reunirse para un culto. Este es el primer caso en las Escrituras en que se menciona una convocación para un propósito tal. "Santa convocación" es una traducción exacta y apropiada del término hebreo aquí usado y signitica una reunión convocada por orden expresa de Dios para fomentar la santidad.
En el séptimo día.
El vigesimoprimer día de Abib, el último de los siete días de los panes sin levadura, también se distinguía de los otros como un día de "santa convocación" (ver también Lev. 23: 4-8). Sólo otro festival israelita, la fiesta de los tabernáculos (Lev. 23: 39-42), tenía una duración tan larga.
Ninguna obra.
En todos los países, los días de fiesta eran ocasiones cuando la gente se abstenía de las actividades comunes de la vida que interferían con la realización de los ritos o 565 deberes religiosos del día. Sin embargo, tan sólo entre los hebreos se imponía estrictamente la cesación absoluta de todo trabajo regular. El séptimo día de la fiesta era un día de descanso de toda labor y por lo tanto era llamado "sábado" (adviértase el asterisco que hay en Lev. 23: 38, en la VVR), pues "sábado" significa "descanso".
Que preparéis.
Ningún "trabajo de siervos" (Lev. 23: 7) estaba permitido. Pero Dios no tenía el propósito de que los suyos sufrieran por estar privados de alimento, pues aquellos días habían de ser períodos de gozo y alegría de corazón. Por lo tanto se dio permiso para realizar deberes tales como los necesarios para el mantenimiento normal de la vida y la salud.
17.
Vuestras huestes.
Israel salió de Egipto sin armas y sin preparación para la guerra (PP 287). Para las diversas expresiones usadas y las órdenes mencionadas en los vers. 17-20, ver com. vers. 14-16.
19.
Extranjero.
El que, no siendo israelita, viviera ya fuera temporal o permanentemente entre el pueblo hebreo, pero sin aceptar su religión, creencias y prácticas. La orden que prohibía el consumo de pan leudado también tenía vigencia para los "extranjeros".
Natural del país.
Un israelita. "El país" debe referirse a Canaán, que se consideraba como el verdadero hogar de Israel desde el tiempo cuando fue asignado por Dios para la descendencia de Abrahán (Gén. 15: 18). La expresión "natural del país" se aplicaba a los que nacían como israelitas, aunque todos los que vivían en el tiempo de Moisés en realidad eran nacidos en Egipto. Eran descendientes de Isaac y de Jacob, que nacieron en la tierra de Canaán y la habían recibido de Dios como su hogar permanente.
21.
Los ancianos.
Ver com. cap. 3: 16.
Sacad.
Esto probablemente se refiere a la costumbre de los pastores y esquiladores de sacar una oveja del rebaño tomando su pierna con un cayado de pastor. En cuanto al cordero, ver com. vers. 3.
22.
Hisopo.
La mayoría de las autoridades en Biblia concuerdan en que este hisopo es la mejorana gris verdosa, Origanum maru, conocida ahora en Palestina como za'tar. Esta plantita tiene un olor acre, es fragante y tiene un gusto algo parecido a la menta y muchísimas florecillas blancas; por lo general crece sobre rocas y terraplenes. Tiene hojas gruesas y vellosas y ramas bien adaptadas para contener líquidos. Se usa hoy día como una especia o condimento y tiene cierta reputación como medicina. Los samaritanos todavía usan un manojo de za'tar en sus ceremonias de la pascua para untar la sangre del cordero pascual sobre los marcos de las puertas de sus casas.
Además de su uso en el ritual de la pascua, se usaba hisopo en el día de la limpieza de un leproso o de una casa (Lev. 14: 6, 49), o de uno contaminado con un muerto, en relación con la ofrenda de la vaca alazana (Núm. 19: 6, 17). Además Moisés usó hisopo cuando "roció el mismo libro y también a todo el pueblo" durante la ratificación del pacto (Heb. 9: 19). Así el hisopo se convirtió en símbolo de limpieza (Sal. 51: 7). Ver también com. vers. 7.
Ninguno de vosotros salga de las puertas.
En esa noche de castigo, no había seguridad en ninguna otra parte a no ser detrás de la puerta manchada con sangre. Así como para los hebreos no había certeza de seguridad más allá de la protección de la sangre del cordero, así tampoco para el cristiano hay otra salvación fuera de la sangre de Jesucristo, el verdadero "Cordero de Dios" (Juan 1: 36; Hech. 4: 12).
23.
Para los vers. 23 y 24, ver com. vers 12-14.
26.
¿Qué es este rito?
Moisés supuso que las ceremonias pascuales despertarían curiosidad y que cada generación sucesiva desearía conocer su origen y significado. La ceremonia es llamada "rito", o tarea, ya que se realizaba en cumplimiento de una orden divina.
27.
Adoró.
Al oír estas instrucciones el pueblo en la persona de sus ancianos (ver vers. 21), "se inclinó", literalmente "hizo reverencia". Así expresó su fe y manifestó gratitud por la liberación que pronto iba a experimentar.
28.
Fueron e hicieron.
La larga serie de milagros efectuados por Moisés y Aarón habían impresionado tanto al pueblo, que éste obedeció inmediatamente y sin hacer preguntas. Siendo que la orden fue dada antes del décimo día de Abib (vers. 3), y el cordero pascual no debía ser sacrificado antes del decimocuarto día, varios días de preparación están cubiertos por el vers. 28.
29.
A la medianoche.
Literalmente, en "la mitad de la noche". El día, aunque conocido por los israelitas, no había sido anunciado al rey, y esa incertidumbre debe haber aumentado 566 su ansiedad. Cuando Moisés dejó al obstinado rey, cada cortesano debe haber estado temeroso ante la perspectiva de perder a su primogénito. Pero, al pasar varios días sin que se cumpliera la amenaza, quizá muchos, y posiblemente aun el rey mismo, habrán pensado que nada semejante a eso iba a suceder. Con todo, siempre debe haber existido el temor de que se cumpliera la palabra de Moisés.
El primogénito de Faraón.
Si Amenhotep II fue el faraón del éxodo (véase la Introducción), fue su hijo mayor -el hermano del que lo sucedió, a saber Tutmosis IV- quien fue muerto esa noche de horror. No existen registros fuera de la Biblia en cuanto a este acontecimiento. En realidad, los antiguos egipcios por costumbre no consignaban ningún hecho humillante. Con todo, Tutmosis IV dejó una prueba por la que se infiere la inesperada muerte de su hermano y su propio encumbramiento al puesto de príncipe heredero. La estela de la esfinge de Gizeh registra que él hizo que se sacara la arena de ese antiguo monumento en gratitud por el nombramiento divino que inesperadamente recibió a su sombra. El cuenta, en la inscripción, que estuvo cazando cerca de la esfinge cierto día. Mientras dormía la siesta a su sombra, este "gran dios" (la esfinge) se le apareció en visión y le habló como un padre se dirige a un hijo, revelándole que él sería el futuro rey de Egipto. El hecho de que este incidente esté registrado en un monumento de piedra, muestra que Tutmosis IV originalmente no había sido designado príncipe heredero ni había esperado llegar a ser rey. Revela también que atribuía su ascensión al trono a la mediación divina. Aunque no es mencionado su hermano mayor -el príncipe heredero original-, no hay duda, entre los que están familiarizados con las inscripciones egipcias, de que sucedió algo desusado a ese no mencionado hijo mayor de Amenhotep II.
No podemos esperar una respuesta satisfactoria de los registros egipcios en cuanto a lo que le sucedió al joven. Pero suponiendo que Amenhotep II fue el faraón del éxodo, la muerte de su hijo mayor bajo la décima plaga daría como resultado la elevación del hermano menor -más tarde Tutmosis IV como heredero forzoso del trono. Para que su encumbramiento no fuera atribuido a un desastre que el Dios de los hebreos trajo sobre el país, Tutmosis IV pudo haber inventado y hecho público el relato de una supuesta visión celestial. Una sucesión real irregular era, por costumbre, atribuida a una intervención divina de parte de los grandes dioses egipcios. Cuando Hatshepsut siguió a su padre en el trono, se anunció que el dios Amón la había engendrado y le había ordenado que fuera quien gobernara a Egipto. Cuando Tutmosis III -sin derechos legales al trono- fue proclamado rey durante una revolución en un templo, se publicó un decreto específico del dios Amón a manera de autorización para esa sucesión irregular.
El primogénito del cautivo.
Esta frase es paralela con la del pasaje del cap. 11: 5: "El primogénito de la sierva que está tras el molino". En ambos casos el significado general es que sufrieron todas las clases de personas, desde las más encumbradas hasta las más humildes. Pero también es verdad que en algunos casos los cautivos eran empleados como obreros que trabajaban con molinos (ver Juec. 6: 21).
Todo primogénito de los animales.
La plaga no estuvo limitada a los animales domésticos. Ver también com. cap. 11: 5.
30.
Se levantó aquella noche Faraón.
La visita que hizo el ángel de la muerte a las huestes de Senaquerib (2 Rey. 19: 35) parece no haber sido advertida hasta que los sobrevivientes se levantaron a la mañana siguiente. En cambio, en Egipto indudablemente cada hogar fue despertado de su sueño a la medianoche, cuando los primogénitos de pronto cayeron enfermos y murieron.
Un gran clamor.
Ver com. Exo. 11: 6, del cual esto fue el cumplimiento. El clamor general que se levantó a todo lo largo y ancho de Egipto aquella medianoche fue acompañado por la insistencia urgente de que los israelitas debieran irse inmediatamente (vers. 33). No hay duda de que ahora los egipcios estaban temerosos de que todos morirían si permanecían los israelitas.
31.
Hizo llamar a Moisés y a Aarón.
Sin duda el "clamor" del pueblo había sido oído en el palacio, y el rey estaba enterado de la demanda popular de que los israelitas fueran expulsados del país. El país entero sufría ahora hasta el límite de lo soportable debido a la terquedad de su monarca. Comprendiendo que debía actuar inmediatamente a fin de evitar castigos más severos, Faraón 567 envió a sus principales signatarios (cap. 11: 8) mientras todavía era de noche para citar a los odiados dirigentes de los hebreos, a quienes había rehusado ver otra vez (cap. 10: 28).
32.
Bendecidme también.
Ahora fue completa la rendición de Faraón. No sólo les ordenó que salieran del país inmediatamente y llevaran sus bienes consigo, sino que presentó un pedido a los dos hermanos que ellos difícilmente podrían haber esperado. Las palabras de ellos le habían traído una maldición; podría ser que sus palabras le trajesen también bendición. No hay registro de cómo fue recibido su pedido, pero el solo hecho de que hubiera sido formulado es una indicación notable de cuán humillado estaba su orgullo.
33.
Los egipcios apremiaban.
La demanda popular, primero mezclada con el clamor de lamento (vers. 30), pronto se volvió general e insistente. No sólo debían irse los hebreos, sino irse inmediatamente. El clamor "Todos somos muertos" revela el temor de que el castigo podría no detenerse con la muerte de los primogénitos, sino que pudiera ser muerta toda la población y el país ser tomado por los hebreos.
34.
Llevó el pueblo su masa.
Esto revela la urgencia de los egipcios. Probablemente los hebreos estaban por cocer pan para su viaje. Aunque habían sido advertidos por Moisés varios días antes, parece que no habían esperado una partida tan apresurada y no habían completado todavía sus preparativos. Si bien se les había dicho que durante siete días después de participar del cordero pascual debían comer pan sin levadura (vers. 15), muchos quizá no habían tomado esta orden a pecho, o habían hecho planes para cocer pan leudado para los días que seguirían a los siete días de los panes ázimos. Sin embargo, la presión de la necesidad los obligó a contentarse con pan sin levadura o, como se lo llama en Deut. 16: 3, "pan de aflicción".
36.
Les dieron.
El pensamiento del texto es éste: "Yahvéh hizo que el pueblo se ganara el favor de los egipcios, los cuales les atendieron" (BJ).
Así despojaron a los egipcios.
Ver com. cap. 3: 22.
37.
De Ramesés.
Ramesés era la ciudad para cuya construcción se había empleado muchísimo el trabajo de los israelitas esclavos. Como se dice en el comentario del pasaje del cap. 1: 11, el nombre dado aquí es probablemente un nombre posterior para la ciudad de Tanis (Ayaris). Doscientos años después del éxodo, Tanis recibió el nombre de Ramesés que le fue puesto por su gran transformador, Ramsés II. Las ruinas de esa ciudad son conocidas hoy día bajo el nombre arábigo de San el-hagar. Están en la región noreste del delta, a unos 43 km al noroeste de la ciudad de El-Kantara sobre el canal de Suez.
A Sucot.
Antiguos comentadores incorrectamente identificaron con Pitón a este primer lugar donde se detuvieron los israelitas después de su salida de Ramesés. Por lo general los eruditos ahora están de acuerdo en que el nombre hebreo dado aquí es una transliteración del egipcio Tyeku, mencionado en los documentos egipcios como un puesto fronterizo. Este lugar ha sido identificado con Tell el-Maskhuta, en la parte oriental del Wadi Tumilat, a unos 52 km al sudeste de Tanis o Ramesés.
Seiscientos mil.
Los comentadores advierten ciertos problemas en el número indicado en este lugar. Puesto que sólo los varones de más de 20 años de edad estaban incluidos (Núm. 1: 3-43), la población total podría computarse en varios millones. El problema es: Cómo pudo pasar tanta gente, con sus incontables miles de animales, por los angostos valles de la península del Sinaí sin extenderse por centenares de kilómetros -eso, sin mencionar la dificultad para encontrar un lugar donde acampar lo suficientemente grande para acomodar a toda esa gente. Algunos presentan pruebas bíblicas para demostrar que el pueblo de Israel era relativamente pequeño y débil- muy poca gente como para poder ocupar toda Canaán si se les hubiera permitido entrar un año después de su salida (cap. 23: 29, 30; Núm. 13: 28-33; Deut. 1: 26-30; 7: 7, 17-22).
Otros explican que en el original hebreo puede haber confusión cuando se trata de números. Por ejemplo, cuando los números 100 y 1.000 aparecen juntos, ¿deben entenderse como 100 veces 1.000, o bien como 100 más 1.000? (Véase en el tomo 3, el final del punto No. 4 ["El tema"] de la Introducción a 1 Crónicas.)
Ciertos comentadores sugieren que quizá no entendamos con exactitud la palabra hebrea traducida como "mil", 'lf o 'élef. La palabra 'élef también significa "familia", como en Juec. 6: 15. En otros lugares parece significar 568 "familia" o "clan" (1 Sam. 10: 19; 23: 23; Miq. 5: 2). Además 'alúf, palabra que tiene las mismas consonantes que 'élef pero diferentes vocales, significa "amigo" o "jefe de tribu". Debido a esto, algunos han sugerido que la frase hebrea que tradicionalmente se ha traducido como "seiscientos mil" realmente significa "seiscientas familias" y añaden que por lo tanto es más probable que las 12 familias que descendieron a Egipto con Jacob aumentaran a 600 familias en 215 años, antes que suponer que los 69 varones de Gén. 46: 27 (véase el comentario de Gén. 46: 26, 24) aumentaran a 600.000 hombres en sólo cuatro generaciones (Gén. 15: 16).
Algunos investigadores bíblicos han explicado que habría sido posible la existencia de 600.000 hombres como resultado del aumento natural de la descendencia, en el caso de que cada hijo, tal como ocurrió con Jacob, hubiera tenido a su vez doce hijos. Esta solución teórica queda invalidada, porque ninguno de los descendientes de Jacob cuyos hijos aparecen en el registro bíblico tuvo doce hijos.
Al término hebreo 'élef se le da también el significado de "unidad militar" (Núm. 31: 5, 14 etc.). Por eso hay quienes sostienen que las fuerzas israelitas consistían en 600 unidades militares, cada una de ellas procedente de un clan o división tribal.
Por su parte, Elena G. de White declara que el número de los hebreos alcanzaba a "más de dos millones de almas" (PP 345) y que "millones" que salieron de Egipto encontraron su tumba en el desierto (PP 434). Estas declaraciones armonizan con las palabras de Moisés, según las encontramos uniformemente traducidas en nuestras versiones castellanas (ver cap. 38: 25, 26).
38.
Multitud de toda clase de gentes.
Se han hecho varios intentos para identificar a esta "multitud". Algunos han pensado que aunque oriundos de Egipto, estaban impresionados por el poder del Dios de los hebreos y, por lo tanto, procuraron tener parte en las bendiciones de los que lo servían y al mismo tiempo escapar de la tiranía del rey. Otros han pensado que eran el residuo de los hicsos, o de otros semitas, los cuales, habiendo sido detenidos por los faraones, aprovecharon esta oportunidad para salir de Egipto. Por lo menos, algunos eran descendientes de hebreos que se habían unido en casamiento con egipcios (1 SP 243). Aunque no conocemos la identidad de estos que no eran israelitas y que se unieron con los hebreos triunfantes en esa hora de oportunidad, es de notar que reaparecen más tarde en el relato. Fueron siempre los primeros en lamentar su salida de Egipto y en codiciar sus manjares (Núm. 11: 4, 5).
39.
Cocieron.
Los israelitas se detuvieron brevemente en Sucot a fin de hacer los preparativos finales para el largo viaje por el desierto. No se menciona cuánto tiempo quedaron aquí, pero fue suficiente para cocer el pan que necesitarían los próximos días.
40.
Cuatrocientos treinta años.
El comentario de Gén. 15: 13 hace resaltar que la declaración de Pablo de Gál. 3: 17, y otra prueba, aclaran que estos 430 años incluyen el período del llamamiento de Abrahán para salir de Harán hasta cuando realmente descendió Jacob a Egipto, 215 años más tarde, y que el intervalo entre la entrada de Jacob en Egipto y el éxodo fueron otros 215 años. Siendo que, en el tiempo de Moisés, Palestina estaba considerada como parte del imperio egipcio, no es extraño encontrar que un autor de ese período incluyera a Canaán en el término "Egipto". No estando familiarizados con la situación política del tiempo de Moisés, sino creyendo que los 430 años incluían la permanencia de los patriarcas en Canaán, los traductores de la LXX incluyeron específicamente, dentro de este período, el tiempo de la permanencia de ellos "en la tierra de Egipto y en la tierra de Canaán". La profecía que dice que la cuarta generación de los que habían entrado en Egipto saldría de allí (Gén. 15: 16), y su cumplimiento registrado (Exo. 6: 16-20), hacen imposible cualquier otra explicación del período de los 430 años.
42.
Esta noche.
Es decir la noche cuando comieron la comida de la pascua, acerca de la cual ya habían recibido instrucciones (vers. 6-11, 14). Su horror y regocijo entremezclados nunca pudieron borrarse de la memoria de un pueblo que debió su nacimiento como nación a aquella noche memorable.
43.
Esta es la ordenanza.
Ciertas instrucciones adicionales acerca de la pascua fueron dadas en Sucot. Se las consideró necesarias debido a los muchos no israelitas que se habían unido con los hebreos, y principalmente tenían que ver con esos "extraños". Se hizo un arreglo por el cual pudieran participar de la fiesta pascual y compartir sus bendiciones. 569
Ningún extraño.
Esto es, alguno de una raza extranjera que quisiera continuar siéndolo y que permanecía incircunciso. Como la pascua era una fiesta que conmemoraba el nacimiento de Israel como nación, naturalmente no podía ser apropiado que un extranjero participara de ella.
44.
Despues que lo hubieres circuncidado.
No fue mediante un linaje natural sino en virtud de un llamamiento divino como Israel había llegado a ser el pueblo del Señor. Por esa razón y estando destinado a ser una bendición para todas las naciones, Israel no debía asumir una actitud de exclusivismo con los extranjeros. Había de dar la bienvenida a los que desearan unirse con él en el culto y servicio de Dios. Siendo incorporados política y económicamente, esos "extraños" debían ser aceptados también mediante una formalidad religiosa, el rito de la circuncisión. Así llegaban a asimilarse al pueblo de Dios y se les permitía participar del ritual de la pascua (vers. 48).
45.
El extranjero y el jornalero.
Los residentes temporarios y los siervos que trabajaban por un jornal no debían comer de la pascua, pues su relación con Israel podía terminar en cualquier momento.
46.
Ni quebraréis hueso suyo.
Este precepto muestra claramente que el cordero pascual era un símbolo de Cristo. Que fue entendido como tal en la iglesia cristiana primitiva es claro por Juan 19: 33, 36. Aunque "el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo" fue crucificado como un criminal común, ninguno de sus huesos fue roto a pesar de que era la costumbre hacerlo; sí se lo hizo a sus dos compañeros. Así como el Ser simbolizado [Cristo] recibió en la cruz un trato diferente del que recibieron los otros crucificados, así también el cordero pascual era preparado de una manera diferente. Los huesos de los otros corderos comidos durante el año podían ser quebrados para extraerles la médula.
48.
Si algún extranjero.
Esta orden que trata de los prosélitos es similar a la dada en el vers. 44.
51.
En aquel mismo día.
Este versículo pertenece a la narración del capítulo siguiente, del que sirve a manera de introducción.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-51 PP 280-287
5 CH 68; CRA 22; CS 527; DTG 34; ECFP 36; 2 JT 214; PP 280, 365; PR 359
7 PP 280; 5T 505
8 PP 280, 282
11 DTG 57 608
11-14 PP 280
12 2JT 453
13 HAd 293; 5T 505; TM 155; 3TS 222
15 DTG 57
15, 19, 22 PP 283
22, 23 MC 314; 5T 505
22-24 2JT 453
26, 27 DTG 57
27 PP 280, 284
29 3TS 222
29-31 1T 265; 5T 119
29-33 PP 285
29-36 SR 119
30, 31 3TS 222
31 DTG 57
31, 32 PR 273
37-39 PP 286
38 PP 325; SR 120
40, 41 PP 287
41 DTG 23
46 PP 282
49 PP 541
51 PP 287 570


CAPÍTULO 13
1 Consagración de los primogénitos a Dios. 3 Se establece la pascua como un recordativo. 11 Se recomienda la dedicación a Dios de los primogénitos de las bestias. 17 Los israelitas salen de Egipto y llevan con ellos los restos de José. 20 Llegan a Etam. 21 Dios los guía mediante una columna de nube y de fuego.
1 JEHOVA habló a Moisés, diciendo:
2 Conságrame todo primogénito. Cualquiera que abre matriz entre los hijos de Israel, así de los hombres como de los animales, mío es.
3 Y Moisés dijo al pueblo: Tened memoria de este día, en el cual habéis salido de Egipto, de la casa de servidumbre, pues Jehová os ha sacado de aquí con mano fuerte; por tanto, no comeréis leudado.
4 Vosotros salís hoy en el mes de Abib.
5 Y cuando Jehová te hubiere metido en la tierra del cananeo, del heteo, del amorreo, del heveo y del jebusco, la cual juró a tus padres que te daría, tierra que destila leche y miel, harás esta celebración en este mes.
6 Siete días comerás pan sin leudar, y el séptimo día será fiesta para Jehová.
7 Por los siete días se comerán los panes sin levadura, y no se verá contigo nada leudado, ni levadura, en todo tu territorio.
8 Y lo contarás en aquel día a tu hijo, diciendo: Se hace esto con motivo de lo que Jehová hizo conmigo cuando me sacó de Egipto.
9 Y te será como una señal sobre tu mano, y como un memorial delante de tus ojos, para que la ley de jehová esté en tu boca; por cuanto con mano fuerte te sacó Jehová de Egipto.
10 Por tanto, tú guardarás este rito en su tiempo de año en año.
11 Y cuando Jehová te haya metido en la tierra del cananeo, como te ha jurado a ti y a tus padres, y cuando te la hubiere dado,
12 dedicarás a Jehová todo aquel que abriere matriz, y asimismo todo primer nacido de tus animales; los machos serán de Jehová.
13 Mas todo primogénito de asno redimirás con un cordero; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. También redimirás al primogénito de tus hijos.
14 Y cuando mañana te pregunte tu hijo, diciendo: ¿Qué es esto?, le dirás: Jehová nos sacó con mano fuerte de Egipto, de casa de servidumbre;
15 y endureciéndose Faraón para no dejarnos ir, Jehová hizo morir en la tierra de Egipto a todo primogénito, desde el primogénito humano hasta el primogénito de la bestia; y por esta causa yo sacrifico para Jehová todo primogénito macho, y redimo al primogénito de mis hijos.
16 Te será, pues, como una señal sobre tu mano, y por un memorial delante de tus ojos, por cuanto Jehová nos sacó de Egipto con mano fuerte.
17 Y luego que Faraón dejó ir al pueblo, Dios no los llevó por el camino de la tierra de los filisteos, que estaba cerca; porque dijo Dios: Para que no se arrepienta el pueblo cuando vea la guerra, y se vuelva a Egipto.
18 Mas hizo Dios que el pueblo rodease por el camino del desierto del Mar Rojo. Y subieron los hijos de Israel de Egipto armados.
19 Tomó también consigo Moisés los huesos de José, el cual había juramentado a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis subir mis huesos de aquí con vosotros.
20 Y partieron de Sucot y acamparon en Etam, a la entrada del desierto.
21 Y Jehová iba delante de ellos de día en una columna de nube para guiarlos por el camino, y de noche en una columna de fuego para alumbrarles, a fin de que anduviesen de día y de noche.
22 Nunca se apartó de delante del pueblo la columna de nube de día, ni de noche la columna de fuego.
2.
Todo primogénito.
Esta orden fue dada en el mismo día del éxodo (cap. 12: 51). La palabra hebrea aquí usada limita la orden a los primogénitos masculinos, que eran los únicos que habían estado en peligro durante la décima plaga. La explicación adicional, 571 "cualquiera que abre matriz", muestra que sólo se refiere a los primogénitos varones, cada uno de los cuales fuera, al mismo tiempo, el primer hijo de su madre. Su consagración estaba íntimamente relacionada con la pascua. Dado que el Señor había librado a los primogénitos de Israel, ellos llegaron a ser su propiedad especial y debían ser dedicados a él.
3.
Tened memoria de este día.
Esta orden fue dada con gran fuerza a la terminación del primer día de viaje (cap. 12: 37), cuando los hebreos habían experimentado tan notoriamente la mano bondadosa de su Dios. Los egipcios no sólo les permitieron salir sino que también los ayudaron a ponerse prontamente en marcha. Bien podían sentir los israelitas que habían sido librados de "la casa de servidumbre".
No comeréis leudado.
Ver cap. 12: 15-20.
4.
Vosotros salís.
Literalmente, "vosotros estáis saliendo". Los israelitas ya habían comenzado su viaje (ver cap. 12: 37, 51).
En el mes de Abib.
El nombre del mes es dado aquí por primera vez. En cuanto a su significado y lugar en el calendario eclesiástico de los hebreos, ver com. de cap. 12: 2.
5.
La tierra del cananeo.
Ver com. cap. 3: 8.
La cual juró.
Ver Gén. 15: 18; 24: 7; cf. Exo. 6: 8.
Esta celebración.
Ver Exo. 12: 25.
6.
Varias expresiones y varios reglamentos ya dados en el cap. 12, especialmente en los vers. 15, 16, 19, 26, 27, son repetidos aquí en los vers. 6-8.
9.
Como un memorial.
Algunos eruditos piensan que esta instrucción no fue puesta en práctica literalmente hasta el tiempo de los reyes, o posiblemente aun de los Macabeos. Algunas claras pruebas extrabíblicas de que los judíos llevaban porciones de la ley atadas a sus brazos izquierdos y frentes, provienen aproximadamente del tiempo de Cristo. Los judíos las llamaban tefilin que, se ha explicado, significa "oraciones", al paso que la designación griega fulakterion (Mat. 23: 5), de la cual deriva la palabra castellana filacteria. Consistían en bolsitas hechas de la piel de animales ceremonialmente limpios, cosidas a fajas de cuero, con las cuales estaban atadas a la frente, entre los ojos e inmediatamente encima de ellos, y a los brazos izquierdos de los varones que habían llegado a la edad de 13 años. Cada uno de los cuatro compartimentos de la filacteria de la cabeza contenía una tira de pergamino que llevaba, impecablemente escrito, uno de los cuatro siguientes pasajes: Exo. 13: 2-10; 13: 11-16; Deut. 6: 4-9; 11: 13-21 -en conjunto 30 versículos. La filacteria del brazo no tenía sino un bolsillo que, sin embargo, contenía los mismos cuatro pasajes, escritos en una piel. Estaba atada en la parte interior del brazo izquierdo, un poco por encima del codo, de modo que los pasajes de las Escrituras pudieran estar cerca del corazón. Probablemente esto se hacía para cumplir la orden: "Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón" (Deut, 6: 6). Los judíos piadosos tenían la costumbre de llevar filacterias durante las oraciones matutinas diarias, pero algunos que tenían la reputación de ser muy consagrados las llevaban todo el día. Haciendo ostentación de piedad, con frecuencia hacían más llamativas sus filacterias ensanchando las fajas, práctica que fue severamente criticada por Cristo en Mat. 23: 5. Aun hoy día los judíos conservadores llevan filacterias.
Se sabe que los egipcios, con frecuencia, llevaban amuletos sobre su cuerpo en forma de rollos de papiro en miniatura, en los que estaban escritas palabras mágicas. Puede que en siglos posteriores los israelitas hubieran adoptado esta práctica supersticiosa de los egipcios. Pero Dios no tenía el propósito de que los judíos dieran una aplicación literal a la orden dada aquí, atando ciertas porciones de la ley en sus brazos y frentes (DTG 563). El habló exclusivamente de la aceptación de los principios correctos en la mente y en el corazón, el intelecto y las emociones, y de la aplicación de estos principios en la vida.
10.
Este rito.
Es decir el rito de los panes sin levadura (vers. 3, 5, 7; cf cap. 12: 14, 24).
11.
Ver com. cap. 3: 8.
12.
Dedicarás.
Esta palabra es particularmente apropiada en el caso de los primogénitos de los animales, que tenían que ser separados del resto del rebaño o de la manada y dedicados al Señor, a fin de que no se perdieran entre los otros corderos, cabritos y terneros. Como no debían ser sacrificados inmediatamente (Lev. 22: 27), era necesario mantenerlos separados hasta que se dispusiera de ellos como Dios ordenaba.
13.
Todo primogénito de asno.
La orden de Núm. 18: 15 de redimir cada animal inmundo indica que el asno está mencionado en 572 esta orden como un representante, de los animales inmundos en general.
Al primogénito de tus hijos.
Los hijos primogénitos de Israel también habían de ser dedicados al Señor. Esto no debía hacerse a la manera de los paganos -matando y quemando criaturas sobre un altar- sino presentando los primogénitos al Señor como un sacrificio vivo, es decir consagrando todas sus facultades corporales y mentales a su servicio. Más tarde, Dios separó a la tribu de Leví para su servicio como un sustituto de los primogénitos de las otras tribus (Exo. 32: 26-28; Núm. 3: 12, 13). Al mismo tiempo, cada primogénito israelita había de ser "redimido", o comprado de vuelta, del Señor, mediante el pago de cinco siclos de plata, como se prescribe en Núm. 3: 47; 18: 16. En varios países, tanto antiguos como modernos, ha existido la práctica de dedicar los primogénitos varones a propósitos religiosos.
14.
Ver com. cap. 12: 26.
15.
Endureciéndose Faraón para no dejarnos ir.
Literalmente: "Cuando Faraón se endureció a sí mismo [su corazón] contra enviarnos lejos". La misma palabra usada previamente para el endurecimiento del corazón del rey aparece aquí también (ver com. cap. 4: 21).
16.
Ver com. vers. 9.
17.
Por el camino.
Literalmente "hacia el camino" (ver com. vers. 18). En Sucot, el primer lugar donde acampó Israel, probablemente fue completada su organización para la cual ya se habían tomado algunas medidas (PP 286). La ruta más corta y más directa de Egipto a Canaán habría sido por el camino de la costa a Gaza, que estaba a unos 250 km de Sucot. Antes de que estuvieran listos para tomar posesión de la tierra de Canaán, primero debían unificarse como nación y debían aprender a confiar en Dios, a quien apenas conocían todavía. Eran una raza de esclavos desarmados y no estaban acostumbrados a la guerra (PP 287). Debía efectuarse una transformación espiritual, intelectual y política antes de que pudieran estar preparados para cooperar con Dios en la conquista de Canaán.
Se vuelva a Egipto.
El peligro de que, ante la más pequeña derrota o desánimo, regresaran los israelitas y se sometieran otra vez a la servidumbre, se demuestra por su actitud en ocasiones posteriores (Núm. 14: 4). Si hubiesen sabido lo que tenían por delante, nunca hubieran estado dispuestos a salir de Egipto. Con toda probabilidad, esperaban estar en Canaán después de unas pocas semanas.
18.
Hizo Dios que el pueblo rodease.
Es decir, en vez de permitir que los israelitas fueran por la ruta más directa, Dios los guió por una más tortuosa. Dios había informado antes a Moisés que el pueblo de Israel debía reunirse en el monte Horeb después de su partida de Egipto (cap. 3: 12). Sabía, pues, por adelantado la ruta que tenían que seguir, sin duda la misma que recientemente él había seguido al ir de Madián a Egipto. De ahí que el pueblo se desviara hacia el sur desde Sucot (PP 287) y llegase al borde del desierto de Etam (vers. 20). Fue tan sólo después de que habían ido más allá de Etam y entrado en el desierto mismo, cuando apareció la columna de nube para guiarlos (vers. 21).
Por el camino.
Más exactamente "hacia" o "en el camino a" (ver Eze. 8: 5; 21: 2; etc., donde la misma palabra hebrea, dérek, es traducida "hacia" y "contra"), Aquí, como en Exo. 13; 17, Moisés no se refiere al destino final que llevaban sino más bien al camino que seguían inmediatamente después de salir de Egipto. No debían ir "hacia" Filistea, sino más bien "hacia", o "en la dirección de" el mar Rojo. El hebreo se refleja con más exactitud así: "Por el camino del desierto hacia el mar de las Cañas [Rojo]" (BJ). El desierto al que hace referencia Moisés está entre Egipto y el mar Rojo.
Desierto del Mar Rojo.
Esto es, el desierto que está entre Egipto y el mar Rojo (ver párrafo anterior), no el desierto de la península del Sinaí. Esto es claro ante los siguientes hechos: (1) La construcción gramatical hebrea, como ya lo hemos hecho notar, indica el mar Rojo como el destino de esta etapa del viaje. (2) La construcción paralela del vers. 17, que dice literalmente "hacia la tierra de los filisteos", requiere que el vers. 18 signifique "hacia el Mar Rojo". (3) Moisés inmediatamente designa el "desierto" como aquel al cual entraron al salir de Etam (vers. 20). (4) Este es el desierto indicado por Elena G. de White (PP 287, 288).
Era doble el propósito de Dios al elegir la ruta del mar Rojo: (1) Los israelitas estaban desarmados y eran inexpertos en el arte de la guerra y, en consecuencia, no estaban preparados para encontrarse con los belicosos filisteos (ver com. vers. 17). Los israelitas podían 573 entender esta razón y es, por lo tanto, la que Dios les dio en esta ocasión (vers. 17). (2) Como Dios ya le había advertido a Moisés (cap. 3: 12), tenía el propósito de encontrarse con el pueblo en el monte Horeb. Allí ellos hablan de completar su organización formal como una nación, allí él establecería una relación de pacto con ellos como nación, allí les impartiría su santa ley, y allí habían de ser instituidos los servicios del santuario. Los hijos de Israel no estaban listos para entender o apreciar la necesidad de estas cosas y por esa razón Dios no se las mencionó en esa oportunidad.
El relativo aislamiento de la parte meridional de la península del Sinaí se adaptaba admirablemente para la realización del propósito para el cual Dios guió a su pueblo hasta las proximidades del monte Horeb. Esa escabrosa y árida península está rodeada de dos lados por brazos del mar Rojo y en el tercero por el gran desierto de Paran. No sólo el pueblo recibiría las instrucciones que Dios quería impartirle, sino que las privaciones de su largo y cansador viaje a través del desierto montañoso les brindarían situaciones en las cuales tuviera una oportunidad para aprender a confiar en Dios. Esta era precisamente la preparación que necesitaban los israelitas para la difícil tarea de la conquista de Canaán.
Armados.
Esta palabra ha sido interpretada de varias formas. Algunos comentadores han pensado que significaba estar "armados", "ceñidos", u "organizados en cinco divisiones". Otros han explicado su significado como "en orden de batalla", "ordenados" o marchando "de a cinco en fondo". Algunos textos tales como Jos. 1: 14; 4: 12; Juec. 7: 11 han inducido a muchos traductores a aceptar el significado "armados" ("bien equipados", BJ). Una traducción tal hace surgir la pregunta acerca de dónde consiguieron las armas unos esclavos expulsados y cuándo recibieron preparación para su uso. Esta interpretación no puede ser correcta pues "carecían de armas y no estaban habituados a la guerra" (PP 287). Cualquiera sea el significado correcto de la palabra traducida "armados" en la VVR, es obvio que implica la idea de que los israelitas salieron de Egipto no como una turba de fugitivos sino como un cuerpo bien organizado bajo un caudillo sabio y determinado (ver PP 286).
19.
Los huesos de José.
Aunque aquí y en la narración de la sepultura de los restos de José en Siquem (Jos. 24: 32) no se hace mención de los otros hijos de Jacob, la afirmación de Esteban delante del Sanedrín parece implicar que todos los padres "fueron trasladados a Siquem" (Hech. 7: 15, 16). El que los hijos de Israel preservaran los restos de José y cumplieran su pedido de sepultarlo en Canaán (Gén. 50: 24-26) muestra que indudablemente no habían perdido de vista la promesa de liberación.
20.
Acamparon en Etam.
De acuerdo con este texto y Núm. 33: 6, el segundo campamento de los israelitas estuvo "al confín del desierto". Su lugar no ha sido todavía identificado. Sin embargo, quizá la palabra hebrea Etam sea una transliteración del egipcio Khetem, "fortaleza". Los registros egipcios nos informan de la existencia de una línea de fortificaciones fronterizas desde el mar Mediterráneo hasta el golfo de Suez (ver com. Exo. 2: 15), construidas con el claro propósito de evitar que entraran en Egipto las tribus del desierto oriental y, al mismo tiempo, el de controlar el tránsito entre Egipto y el Asia. Siendo que esas fortalezas fronterizas estaban en el limite del desierto oriental, es posible que aquí se haga referencia a una de ellas.. Por lo menos en el caso de Moisés, esos puestos fronterizos no impidieron que un solitario fugitivo se filtrara a través de ellos y tuviera éxito en su huida al desierto (ver com. cap. 2: 15); pero es obvio que las huestes de Israel no podían haber pasado sin el consentimiento de los guardianes. Indudablemente Faraón nunca fue más allá, en su propósito, que permitir que los hebreos llegaran al desierto oriental egipcio y adoraran a Dios allí. Quizá, sólo cuando los guardianes de la frontera le informaron que los israelitas proseguían su marcha por el desierto hacia el mar Rojo, salió Faraón en su persecución (cap. 14: 3; PP 288).
21.
Una columna de nube.
Como comandante militar egipcio (PP 250) y como fugitivo de Faraón (ver com. cap. 2: 15), Moisés ya estaba familiarizado con la ruta a seguir en general. Además Dios le dio instrucciones para guiar a Israel al monte Horeb (cap. 3: 12). Pero, para convencer al pueblo de la dirección divina y para guiar a Moisés por la ruta precisa a seguir, Dios personalmente dirigía su jornada cada día. Habiendo declarado en el pasaje del cap. 13: 18 que Dios guiaba a los israelitas, ahora Moisés explica 574 cómo lo hacía. Los antiguos comandantes de ejército a veces usaban humo o señales de fuego para conducir sus fuerzas en marcha a través de tierras desoladas y sin caminos. Sin embargo, la columna de nube y fuego de Israel no fue producida por medios comunes sino que fue una manifestación milagrosa de la presencia de Cristo (1 Cor. 10: 1-4, 9; PP 381), la cual apareció delante de ellos cuando salieron de Etam y entraron en el desierto. Parece que no hubo sino una "columna" (Exo. 14: 24), pues aun cuando brillaba en la oscuridad es todavía llamada "la columna de nube" (Exo. 14: 19) o simplemente "la nube" (Núm. 9: 21). De día aparecía como una nube oscura, en contraste con la luz del sol, pero de noche como una luz radiante (Núm. 9: 15, 16). En esa nube el Señor mismo estaba presente con su pueblo, y desde la nube hablaba a Moisés. Allí aparecía la gloria del Señor, más tarde conocida como la "Shekinah" (Exo. 16: 10; 40: 34). En una forma similar ya el Señor se había revelado a Moisés en la zarza ardiente (cap. 3: 2), y más tarde apareció en el Sinaí en medio de truenos y relámpagos (cap. 19: 16, 18). El fuego y la nube simbolizaban la dirección y protección divinas.
A fin de que anduviesen de día y de noche.
Literalmente, "para su viaje de día y de noche". No debiera inferirse de esta declaración que Dios quería que los israelitas continuasen viajando por la noche tanto como de día, sino que la misma estaba en su viaje tanto de día como de noche hasta el tiempo cuando llegaran a destino. Como se afirma claramente antes en el versículo, la columna de nube había de guiarlos de día en su camino e iluminaría su campamento por la noche. La expresión añadida "de día y de noche" aclara el hecho de que la nube nunca los dejaba. Era así cuando estaban acampados de noche y cuando viajaban de día.
22.
Nunca se apartó.
Literalmente, "no se deshizo", o "no se apartó" (BJ). La última mención inconfundible de la nube está en Núm. 16: 42, aunque Núm. 20: 6 posiblemente aluda a ella. Por Neh. 9: 19 y Núm. 9: 15- 23 deducimos que la columna de nube y fuego permaneció con Israel a través de sus peregrinaciones por el desierto. Puesto que no hay mención de ella en el libro de Josué, puede haber desaparecido precisamente antes de que cruzaran el Jordán.
El hecho de que la columna de nube permaneció con Israel a través de su largo viaje, aun cuando los israelitas fueron infieles, es una seguridad para el cristiano de que Dios no lo abandonará en su viaje a través de la vida. La promesa de Jesús a sus discípulos: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mat.28: 20), nunca ha faltado a nadie dispuesto a seguir donde Dios lo dirija. No hay ninguna vicisitud en la vida en la que Dios se retira. Está presente en las noches más oscuras de aflicción y chasco tanto como en los días más brillantes de alegría y éxito. En verdad, necesitamos de él por la noche, cuando estamos conscientes, de nuestra necesidad, pero quizá aún más durante el día, cuando estamos inclinados a sentir confianza propia. No se ha de ver más la columna visible, pero la presencia de Dios todavía se puede sentir en la experiencia del individuo, la iglesia y las naciones. Bendito el hombre cuyos ojos no están tan oscurecidos que no pueda discernir la dirección del Señor.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
2 DTG 35
17-19 SR 120
17-22 PP 287
20-22 SR 121
21 LS 93; PVGM 270; 3T 285, 340
22 1JT 158, 513; 3JT 252


CAPÍTULO 14
1 Dios instruye a los israelitas acerca de su viaje. 5 Faraón los persigue. 10 Los israelitas se quejan. 13 Moisés los reconforta. 15 Dios instruye a Moisés. 19 La columna de nube se desplaza hacia la retaguardia. 2 1 Los israelitas cruzan el mar Rojo. 23 El ejército egipcio perece ahogado.
1 HABLO Jehová a Moisés, diciendo:
2 Di a los hijos de Israel que den la vuelta y acampen delante de Pi-hahirot, entre Migdol y el mar hacia Baal-zefón; delante de él acamparéis junto al mar.
3 Porque Faraón dirá de los hijos de Israel: Encerrados están en la tierra, el desierto los ha encerrado.
4 Y yo endureceré el corazón de Faraón para que los siga; y seré glorificado en 575 Faraón y en todo su ejército, y sabrán los egipcios que yo soy Jehová. Y ellos lo hicieron así.
5 Y fue dado aviso al rey de Egipto, que el pueblo huía; y el corazón de Faraón y de sus siervos se volvió contra el pueblo, y dijeron: ¿Cómo hemos hecho esto de haber dejado ir a Israel, para que no nos sirva?
6 Y unció su carro, y tomó consigo su pueblo;
7 y tomó seiscientos carros escogidos, y todos los carros de Egipto, y los capitanes sobre ellos.
8 Y endureció Jehová el corazón de Faraón rey de Egipto, y él siguió a los hijos de Israel; pero los hijos de Israel habían salido con mano poderosa.
9 Siguiéndolos pues, los egipcios, con toda la caballería y carros de Faraón, su gente de a caballo, y todo su ejército, los alcanzaron acampados junto al mar, al lado de Pi-hahirot, delante de Baal-zefón.
10 Y cuando Faraón se hubo acercado, los hijos de Israel alzaron sus ojos, y he aquí que los egipcios venían tras ellos; por lo que los hijos de Israel temieron en gran manera, y clamaron a Jehová.
11 Y dijeron a Moisés: ¿No había sepulcros en Egipto, que nos has sacado para que muramos en el desierto? ¿Por qué has hecho así con nosotros, que nos has sacado de Egipto?
12 ¿No es esto lo que te hablamos en Egipto, diciendo: Déjanos servir a los egipcios? Porque mejor nos fuera servir a los egipcios, que morir nosotros en el desierto.
13 Y Moisés dijo al pueblo: No temáis; estad firmes, y ved la salvación que Jehová hará hoy con vosotros; porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis.
14 Jehová peleará por vosotros y vosotros estaréis tranquilos.
15 Entonces Jehová dijo a Moisés: ¿Por qué clamas a mí? Di a los hijos de Israel que marchen.
16 Y tú alza tu vara, y extiende tu mano sobre el mar, y divídelo, y entren los hijos de Israel por en medio del mar, en seco.
17 Y he aquí, yo endureceré el corazón de los egipcios para que los sigan; y yo me glorificaré en Faraón y en todo su ejército, en sus carros y en su caballería;
18 y sabrán los egipcios que yo soy Jehová, cuando me glorifique en Faraón, en sus carros y en su gente de a caballo.
19 Y el ángel de Dios que iba delante del campamento de Israel, se apartó e iba en pos de ellos; y asimismo la columna de nube que iba delante de ellos se apartó y se puso a sus espaldas,
20 e iba entre el campamento de los egipcios y el campamento de Israel; y era nube y tinieblas para aquéllos, y alumbraba a Israel de noche, y en toda aquella noche nunca se acercaron los unos a los otros.
21 Y extendió Moisés su mano sobre el mar, e hizo Jehová que el mar se retirase por recio viento oriental toda aquella noche; y volvió el mar en seco, y las aguas quedaron divididas.
22 Entonces los hijos de Israel entraron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas como muro a su derecha y a su izquierda.
23 Y siguiéndolos los egipcios, entraron tras ellos hasta la mitad del mar, toda la caballería de Faraón, sus carros y su gente de a caballo.
24 Aconteció a la vigilia de la mañana, que Jehová miró el campamento de los egipcios desde la columna de fuego y nube, y trastornó el campamento de los egipcios,
25 y quitó las ruedas de sus carros, y los trastornó gravemente. Entonces los egipcios dijeron: Huyamos de delante de Israel, porque Jehová pelea por ellos contra los egipcios.
26 Y Jehová dijo a Moisés. Extiende tu mano sobre el mar, para que las aguas vuelvan sobre los egipcios, sobre sus carros, y sobre su caballería.
27 Entonces Moisés extendió su mano sobre el mar, y cuando amanecía, el mar se volvió en toda su fuerza, y los egipcios al huir se encontraban con el mar; y Jehová derribó a los egipcios en medio del mar.
28 Y volvieron las aguas, y cubrieron los carros y la caballería, y todo el ejército de Faraón que había entrado tras ellos en el mar; no quedó de ellos ni uno.
29 Y los hijos de Israel fueron por en medio del mar, en seco, teniendo las aguas por muro a su derecha y a su izquierda.
30 Así salvó Jehová aquel día a Israel de mano de los egipcios; e Israel vio a los egipcios muertos a la orilla del mar.
31 Y vio Israel aquel grande hecho que 576 Jehová ejecutó contra los egipcios; y el pueblo temió a Jehová, y creyeron a Jehová y a Moisés su siervo.
2.
Den la vuelta y acampen.
Hasta aquí la marcha de los israelitas había sido por lo general en dirección sudeste. Otra jornada de un día en la misma dirección los habría llevado bastante más allá de la frontera oriental de Egipto. Pero Dios ordenó un cambio que debe haberles parecido extraño e inexplicable. Debían encaminarse en dirección sudoeste, lo que pronto colocaría al mar Rojo entre ellos y su destino. Aunque la ubicación geográfica del siguiente lugar donde acamparon se describe aquí con considerables detalles, ninguno de los lugares nombrados ha sido todavía identificado. El nombre Pi-hahirot indudablemente es egipcio, pero siguen siendo dudosos su ubicación y significado.
Entre Migdol y el mar.
Migdol significa "torre", o "fortaleza". Eso sin duda se refiere a una cantidad de localidades a lo largo de la frontera oriental de Egipto (Núm. 33: 7; Jer. 44: 1; 46: 14; Eze. 29: 10; 30: 6). Estos "migdoles" probablemente no eran diferentes ciudades sino baluartes que formaban parte del sistema de fortificaciones fronterizas (ver com. Exo. 13: 20).
Hacia Baal-zefón.
Este lugar es desconocido, aunque el nombre Baal-zefón fue aplicado también a una deidad cananea. Significa literalmente el "Baal", o "señor del norte", un dios mencionado en los monumentos egipcios tanto como en las inscripciones del norte de Canaán. Un texto fenicio lo declara como el principal dios de la ciudad del delta egipcio, Dafne (la bíblica Tafnes, la moderna Tel Defene). El lugar aquí mencionado puede haber recibido su nombre de este dios cananeo, cuya capilla o santuario -al cual venía a adorar la gente del desierto oriental- estaba en el pueblo.
Una descripción geográfica tan exacta, única en el Pentateuco, sugiere en primer lugar que Pi-hahirot mismo no era bien conocido y, en segundo lugar, que el autor del Exodo estaba bien familiarizado con la geografía del país. Ningún autor tardío podría haberse aventurado a dar tales detalles locales.
3.
Faraón dirá.
Este pasaje explica el propósito de Dios al dirigir a los israelitas en una dirección tan extraña (ver com. vers. 2). Para el juicio humano esta ruta parecía ser la más insensata que podían haber tomado. Canaán estaba al noreste de Egipto; sin embargo la columna de nube los dirigió hacia el sudoeste cuando llegaron a los límites orientales de Egipto. Tan sólo sería natural que Faraón, al saber de la extraña ruta que habían tomado los israelitas, pensara que se habían extraviado y estaban vagando confusamente en el desierto oriental egipcio. Ahora parecía imposible escapar. Pero Dios había preparado precisamente esa situación para que Egipto y las naciones vecinas pudieran aprender a temer y respetar su nombre (ver vers. 4).
4.
Endureceré.
Ver com. cap. 4: 21.
5.
¿Cómo hemos hecho esto?
Indudablemente Faraón tenía el propósito de que su permiso se limitara a un viaje de tres días en el desierto oriental egipcio. Cuando resultó evidente que los israelitas avanzaban rápidamente por el desierto hacia el mar Rojo, Faraón salió a perseguirlos (PP 289). Un corto alivio del sufrimiento le había dado tiempo para reponerse de los horrores de la décima plaga, y ahora se arrepintió de su acto apresurado. Dado que ninguna otra calamidad siguió a la muerte de los primogénitos, los egipcios pueden haber pensado que se había quebrantado el poder del Dios de los hebreos y que ellos, una vez más, eran los señores de su tierra y amos de la situación. La pérdida de un gran cuerpo de obreros trastornaría la economía del país y traería penalidades sobre los que quedaban.
7.
Seiscientos carros escogidos.
Durante la decimoctava dinastía, los carros llegaron a ser un equipo acostumbrado del ejército egipcio. De allí en adelante, los reyes siempre salían a la guerra en carros. Hasta el día de hoy se han conservado dos carros reales de la decimoctava dinastía, y de este modo se conoce bien su construcción. Eran abiertos por la parte de atrás, y consistían en una tabla levantada, semicircular, circuida por un borde que se elevaba formando una graciosa curva hasta la altura de aproximadamente 75 cm por encima de la tabla erecta, Los carros tenían dos ruedas v una espiga y eran tirados por dos caballitos. Generalmente eran ocupados por dos hombres, un guerrero y el que manejaba el carro.
LA SALIDA DE EGIPTO
577
Capitanes.
"Tres guerreros" (BJ). En hebreo, así como en otros idiomas semíticos, la expresión "tres guerreros" probablemente significa "el tercero en el carro". En Asiria se convirtió en el término técnico usado para el conductor del carro. Pero en hebreo la palabra parece haber sido un sinónimo de "guerrero distinguido" [o "capitán"] (ver 2 Rey. 9: 25; etc.). Puesto que regularmente aparecen dos hombres en los carros egipcios, parecería que la palabra traducida aquí "capitán" debiera traducirse "guerrero distinguido". Los 600 carros escogidos, con sus ocupantes, probablemente pertenecían a la escolta real, y podían estar listos para la acción en cualquier momento, tal como en el caso de la persecución de los israelitas.
8.
Endureció Jehová.
Un hecho significativo mencionado tres veces (vers. 4, 8, 17) en relación con la persecución de los israelitas que emprendió Faraón (ver com. de cap. 4: 21).
Con mano poderosa.
Esto es, triunfantes sobre los egipcios perseguidores. La BJ traduce "con gesto jubiloso".
9.
Caballería.
Siendo que los egipcios no tenían caballería en ese tiempo -aunque un jinete aislado una vez aparece en un monumento pequeño -, la palabra traducida "caballería" más bien debiera traducirse "cabalgadores" u "hombres montados", es decir los que conducían los carros. Así entendido esto, el texto concuerda notablemente con el monumento local de ese tiempo que representa al ejército egipcio como compuesto de dos clases de tropas: los que iban en carros y la infantería.
Los alcanzaron acampados.
No es seguro si Faraón alcanzó a los israelitas poco después de que acamparon a orillas del mar Rojo, o si después de estar allí un día o aún más tiempo. Aunque es evidente que Faraón salió en persecución de los israelitas algún tiempo después de la partida de ellos, podía cubrir la distancia de unos 130 km, de Tanis (Ramesés) hasta la orilla noroccidental del mar Rojo, mucho más rápidamente que los israelitas. El hubiera empleado, por lo menos, dos días para hacerlo, aproximadamente el tiempo requerido por los israelitas para viajar a través del desierto desde Etam (ver com. vers. 5). La descripción de los acontecimientos, cuando se aproximaron los egipcios, parece llevar a la inferencia de que los israelitas apenas se habían detenido para acampar cuando descubrieron que los egipcios los perseguían (vers. 9, 10; PP 289).
10.
Temieron en gran manera.
Para los ojos humanos su situación parecía desesperada. Encerrados al este por el mar, al sur por una escabrosa montaña, al oeste por desiertos montañosos y al norte por los egipcios perseguidores, probablemente llegaron a la conclusión de que su escape era imposible. Además estaban desarmados y sin preparación para el combate. En última instancia, no habían aprendido todavía a poner su confianza en el poder y en la protección de Dios.
Clamaron a Jehová.
Si su oración hubiese sido acompañada por la fe, el vers. 11 no registraría su murmuración contra Moisés. Algunos comentadores han sugerido que los más piadosos entre los israelitas clamaron a Dios (vers. 10) mientras que los irreligiosos murmuraron contra Moisés (vers. 11).
11.
Muramos en el desierto.
Los hombres siempre han encontrado satisfacción en culpar a algún otro por las dificultades que encuentran. En este caso fue Moisés el blanco de la indignación. Argüían que él, como dirigente, debiera haber hecho algo mejor que colocarlos en una situación tan peligrosa. Pero, ¿acaso la columna de nube no los había guiado a esa trampa de la cual parecía no haber escape? Cínicamente preguntaron si Egipto, una tierra de sepulcros por excelencia, no podía haber provisto tumbas para ellos. 578
12.
¿No es esto lo que te hablamos en Egipto?
El pueblo presentó a Moisés afirmaciones exageradas de los hechos. Solamente cuando aumentó la opresión, después de la primera entrevista de Moisés con Faraón, se quejaron de lo que había hecho Moisés (cap. 5: 21), al paso que al principio aceptaron gustosamente sus propuestas (cap. 4: 31). Al salir de Egipto habían cumplido voluntariamente con sus instrucciones.
Mejor nos fuera.
Es una tendencia común preferir la muerte a la esclavitud, cuando éstas son las únicas alternativas. No es extraño que un pueblo plenamente acostumbrado a la servidumbre y al que le faltaba una tradición de independencia no se elevara a las alturas de heroísmo alcanzadas por los hombres libres.
13.
No temáis.
Aunque es comprensible la alarma de los hebreos, el noble valor y la confianza de Moisés son sorprendentes. Una transformación en verdad notable se había efectuado en él desde el tiempo cuando tímidamente le objetaba al Señor (caps. 4: 1, 10, 13; 5: 22, 23). Aunque quizá sólo entendía vagamente que Dios sería "glorificado en Faraón y en todo su ejército" (vers. 4), ahora permaneció tranquilo y confiado en que todo iría bien. Su propia serena confianza se refleja en su admonición al pueblo de que aguardara pacientemente la liberación del Señor. Es obvio que había poco más que él pudiera hacer. Moisés no sabía cómo Dios podría cumplir su voluntad, pero su propia experiencia al cooperar con Dios en la tierra de Egipto le aseguraba que el Altísimo era plenamente capaz de rescatar a su pueblo, a pesar de lo improbable que pudiera parecer tal perspectiva. Moisés mismo estaba apenado porque su pueblo mostraba tan poca fe.
Los egipcios.
Es decir, la gran hueste de Faraón. Leemos en la VVR: "Porque los egipcios que hoy habéis visto, nunca más para siempre los veréis". Expresada así, la afirmación significa que verían a sus enemigos tan sólo como cuerpos inertes en las orillas del mar Rojo (vers. 30).
15.
¿Por qué clamas a mí?
Estas palabras del Señor implican que Moisés había recurrido a Dios en procura de ayuda quizá poniendo delante de él las quejas del pueblo. Ellas no implican un reproche de parte de Dios, sino que constituyen una admonición para que actuara resueltamente.
16.
Tú alza tu vara.
Los israelitas no debían quedar completamente inactivos mientras el Señor efectuaba su liberación. Habían de avanzar, y al hacerlo serían testigos del grandioso poder de Dios. El podía haber dividido el mar Rojo sin la ayuda de Moisés, si es que puede llamarse ayuda el hecho de alzar la vara. Otra vez Dios escogió obrar por medio de Moisés a fin de que el pueblo confiara más plenamente en su jefe elegido. Dios siempre obra de acuerdo con el principio de utilizar instrumentos humanos consagrados para realizar su obra en la tierra, cuando quiera y dondequiera sea posible.
17.
Yo endureceré.
Sólo aquí se declara que Dios endurecería el corazón de los egipcios, indudablemente en la misma forma en que había endurecido el corazón de Faraón (ver com. cap. 4: 21). Siguiendo sus mandatos, se habían hecho participantes de su culpa (cf. Apoc. 18: 4). Sin duda los egipcios ansiosamente anticipaban la recuperación de su tesoro perdido y una sangrienta represión para cualquiera que se resistiera a ser capturado (caps. 12: 35; 15: 9). Teniendo en cuenta las circunstancias, la naturaleza humana reaccionaría haciéndolos fríos y despiadados.
Para que los sigan.
El sentido común, basado en la experiencia previa, debería haber hecho que los egipcios fueran precavidos antes de meterse en una aventura tan peligrosa como la de seguir a los hebreos a través del mar. Su necedad y sed de sangre los impulsaron a meterse en el peligro (ver Rom. 1: 21, 22), Acciones precipitadas por lo general caracterizan a los que deliberadamente desprecian la dirección del Espíritu de Dios. Sin tomar en cuenta los castigos de Dios tan recientemente experimentados, infatuados de confianza propia, desafiaron hasta el fin al Dios de Israel (2 Tes. 2: 9-12; Apoc. 17: 14; 19:19; 20: 7-9).
19.
El ángel de Dios.
La Presencia divina manifestada en la columna de nube es llamada "Jehová" en el vers. 24 y en el pasaje del cap. 13: 21, pero aquí, "el ángel de Dios" (ver PP 382). De la misma manera, Aquel que se apareció a Moisés en la zarza ardiente es llamado tanto "Dios" como "el Ángel de Jehová" (cap. 3: 2-6).
20.
Iba entre.
Indudablemente los egipcios llegaron a la proximidad del campamento de los israelitas al terminar un largo día de marcha (PP 290). Como un impenetrable muro 579 de neblina que avanzaba del mar, la columna nebulosa se colocó entre los perseguidos y los perseguidores, obligando a estos últimos a detenerse. Convencidos de que los hebreos no podían escapar, los egipcios pospusieron el ataque hasta el día siguiente (vers. 23, 24; 3TS 226; PP 290).
Era nube.
La expresión "para aquéllos", si bien es cierto que no está en el hebreo sino que ha sido usada por los traductores de la VVR, indudablemente se justifica por el contexto (ver también PP 291). La noche transcurrió aprisa intensificando la impenetrable muralla de oscuridad proporcionada por la nube. Mientras tanto, del lado que daba a los israelitas la columna presentaba la apariencia de una antorcha brillante que alumbraba todo el campamento y hacía tan fácil prepararse para la marcha como si hubiera sido de día. Así pudieron reunirse los rebaños, pudieron cargarse las bestias de carga y se dispusieron en orden de marcha las diversas tribus y familias (ver PP 286). Tan sólo esperaban la orden de partir.
21.
Recio viento oriental.
La palabra traducida "viento oriental" puede aplicarse a cualquier clase de viento proveniente de una dirección oriental -en términos generales desde el sudeste hasta el noreste-, puesto que los hebreos usaban términos específicos sólo para los cuatro puntos cardinales. Aun ahora la marea menguante del golfo de Suez se vigoriza con un fuerte viento noreste. Los informes indican que, antes de la construcción del canal de Suez, parte del golfo que está al norte de la ciudad de Suez a veces quedaba completamente en seco durante la marca menguante, debido a un fuerte viento noreste. Como resultado, se podía ir en vehículo a través del golfo o vadearlo a pie. Sin embargo, una baja marca robustecida por un viento este no puede explicar la forma en que quedó en seco el mar que aquí se describe, porque en un caso tal toda el agua es impelida hacia el sur, no en dos direcciones opuestas como lo indica el Registro sagrado. Una separación tal de las aguas sólo podía ser producida por un milagro (ver PP 291). Se desconoce el punto exacto del cruce.
22.
Las aguas como muro.
No se conoce la profundidad de las aguas en el sendero "en seco" abierto en el mar. Por esta razón no es claro si las aguas tomaron la posición de un "muro" literal, es decir perpendicular, o si el término "muro" se usa en sentido figurado para referirse al hecho de que los israelitas estaban protegidos de un ataque "a su derecha y a su izquierda". Las palabras de la inspiración pueden interpretarse de ambas formas (ver vers. 21; PP 291), quizá, con preferencia, de la primera (3TS 226, 227).
23.
Siguiéndolos los egipcios.
Cuando los israelitas dejaron la orilla occidental del mar Rojo, siguió la nube y permitió que vieran los egipcios que los hebreos habían escapado. Los egipcios avanzaron inmediatamente a la orilla del mar, y encontrando que el pasaje todavía estaba seco, entraron rápidamente y avanzaron en ardiente persecución. Tan sólo cuando toda la hueste egipcia estuvo en el medio del mar, la columna de nube se convirtió para ellos en una columna de fuego y les reveló su ubicación precaria (1T 265; 1JT 453).
24.
A la vigilia de la mañana.
La "vigilia de la mañana" de los hebreos duraba aproximadamente desde las 3 de la mañana hasta la salida del sol, la que, en ese momento del año, tendría lugar aproximadamente a las 5: 45 hrs.
Jehová miró.
En el Sal. 77: 17- 19 se da una descripción de lo que sucedió en este momento. Un súbito aguacero fue acompañado de relámpagos y truenos. Avanzando por el lecho del mar Rojo, cuyas aguas amontonadas ahora podían ver a cada lado, los egipcios deben haber estado aterrorizados (ver también Josefo, Antigüedades ii. 16. 3).
25.
Quitó las ruedas de sus carros.
La palabra aquí traducida "quitó" también puede traducirse "trastornó", lo que quizá significa que las ruedas se hundieron en la arena hasta los ejes para ser sacadas otra vez sólo con dificultad y para hundirse nuevamente unos pocos metros más allá. La BJ traduce: "Trastornó las ruedas de sus carros". Los egipcios todavía pudieron manejar sus carros pero "con gran dificultad" (BJ). Esto implicaría que, aunque no se perdieron las ruedas, no funsionaban debidamente (1JT 453).
Jehová pelea.
La oscuridad sobrenatural que al principio los había separado de los israelitas (vers. 20), la misteriosa apertura de un sendero a través del mar Rojo, la fuerte tormenta de truenos y finalmente la marcha dificultosa, hicieron que los egipcios comprendieran tardíamente que el Dios de los hebreos estaba ayudando activamente a su 580 pueblo obstruyendo con eficacia su propio avance. Convencidos de que no valía la pena perseverar en una misión sin duda condenada al fracaso, comenzaron su retirada.
27.
El mar se volvió.
Cuando Moisés otra vez extendió su vara sobre el mar, cesó de soplar el viento este y volvieron las aguas (vers. 21). Parece que el retorno de las aguas fue tanto el resultado del soplar del viento como lo había sido la apertura de un sendero (ver cap. 15: 10). Un fuerte viento oeste que súbitamente comenzó a soplar en vez del viento este del vers. 21 puede haber apresurado el proceso. Cuando los egipcios huían, fueron alcanzados por las olas embravecidas que se precipitaban de cada lado.
28.
Todo el ejército de Faraón.
Es decir, todos los que se pusieron en marcha a través del mar, en persecución de los hebreos. Algunos comentadores han razonado que puede haber habido secciones del ejército de Faraón que permanecieron en la orilla occidental y que, por lo tanto, no fueron destruidas. La expresión "los carros y la caballería, y todo el ejército" no apoya la opinión de muchos comentadores de que sólo los carros habían entrado en el mar y que la infantería había quedado detrás. Elena G. de White parece indicar que fue aniquilada la hueste entera de los egipcios (PP 291; 1T 265).
30.
Israel vio a los egipcios.
Josefo (Antigüedades ii. 16. 6) dice que, después que los israelitas cruzaron el mar, comenzó un viento oeste (ver com. vers. 27). Un viento tal, ayudado por la corriente, habría llevado los cuerpos de los egipcios ahogados hasta la orilla oriental. En esa forma, de acuerdo con Josefo, Moisés obtuvo armas y corazas para los israelitas.
31.
El pueblo temió a Jehová.
Al guiar a Israel a través del mar, Dios tenía el propósito de fomentar en el corazón del pueblo reverencia y fe hacia él. Pero la fe en el Señor estaba inseparablemente relacionada con fe en Moisés como su representante, y por esta razón había sido efectuado el milagro mediante Moisés. Siendo todavía niños en la fe, los israelitas necesitaban de milagros y manifestaciones divinas. Creyeron por lo que habían visto. Pero nuestro Señor pronunció una bendición sobre "los que no vieron, y creyeron" (Juan 20: 29). Una fe que continúa apoyándose en lo que ve, está lejos de ser perfecta. Así sucedió con Israel. Si no supiéramos nada de la historia posterior de Israel, llegaríamos a la conclusión de que, de allí en adelante, debió haber continuado su viaje con regocijo, confiando en Dios de todo corazón y sin demostrar nunca más desconfianza, no importando cuán grande fuera la crisis. Pero por el contrario lo encontramos continuamente descontento con Dios y con Moisés, murmurando contra ellos y despreciando su consejo. Al par que contemplamos con asombro la perfidia de los israelitas, no debiéramos apresurarnos a condenar su pesadez de corazón. Es evidente que de ninguna manera somos superiores a ellos si confiamos en Dios sólo hasta donde nuestra vista natural puede percibir su voluntad y sus caminos.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-31 PP 288-292
1-4 PP 288
3, 4 3TS 223
5-9 PP 289
9 1T 265
9-12 3TS 223
10 SR 121
11-14 PP 289; SR 122
12 3TS 224
13 3JT 233
13, 14 3TS 224
15 EC 110; 1JT 451-453; 2JT 228; 3JT 419, 421; PP 295; TM 423
15, 16 PP 291; SR 122; 3TS 225
15-27 1T 265
17-22 SR 123
19 3TS 223, 225
20 PP 295; 3TS 225
21, 23 3TS 225
23, 24 PP 291
23-25 SR 124
25 3TS 226
25-28 PP 291
26-31 SR 125
27 1T 266
27, 28 PP 292; 3TS 227 581


CAPÍTULO 15
1 El canto de Moisés. 22 El pueblo busca agua. 23 Las aguas de Mara resultan amargas. 25 La rama de un árbol las endulza. 27 Las doce fuentes de Elim y las setentaPalmeras.
1 ENTONCES cantó Moisés y los hijos de Israel este cántico a Jehová, y dijeron: Cantaré yo a Jehová, porque se ha magnificado grandemente; Ha echado en el mar al caballo y al jinete.
2.Jehová es mi fortaleza y mi cántico, Y ha sido mi salvación. Este es mi Dios, y lo alabaré; Dios de mi padre, y lo enalteceré.
3 Jehová es varón de guerra; Jehová es su nombre.
4 Echó en el mar los carros de Faraón y su ejército; Y sus capitanes escogidos fueron hundidos en el Mar Rojo.
5 Los abismos los cubrieron; Descendieron a las profundidades como piedra.
6 Tu diestra, oh Jehová, ha sido magnificada en poder; Tu diestra, oh Jehová, ha quebrantado al enemigo.
7 Y con la grandeza de tu poder has derribado a los que se levantaron contra ti. Enviaste tu ira; los consumió como a hojarasca.
8 Al soplo de tu aliento se amontonaron las aguas; Se juntaron las corrientes como en un montón; Los abismos se cuajaron en medio del mar.
9 El enemigo dijo: Perseguiré, apresaré, repartiré despojos; Mi alma se saciará de ellos; Sacaré mi espada, los destruirá mi mano.
10 Soplaste con tu viento; los cubrió el mar; Se hundieron como plomo en las impetuosas aguas.
11 ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, Terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios?
12 Extendiste tu diestra; La tierra los tragó.
13 Condujiste en tu misericordia a este pueblo que redimiste; Lo llevaste con tu poder a tu santa morada.
14 Lo oirán los pueblos, y temblarán; Se apoderará dolor de la tierra de los filisteos.
15 Entonces los caudillos de Edom se turbarán; A los valientes de Moab les sobrecogerá temblor; Se acobardarán todos los moradores de Canaán.
16 Caiga sobre ellos temblor y espanto; A la grandeza de tu brazo enmudezcan como una piedra; Hasta que haya pasado tu pueblo, oh Jehová, Hasta que haya pasado este pueblo que tú rescataste.
17 Tú los introducirás y los plantarás en el monte de tu heredad, En el lugar de tu morada, que tú has preparado, oh Jehová, En el santuario que tus manos, oh Jehová, han afirmado.
18 Jehová reinará eternamente y para siempre.
19 Porque Faraón entró cabalgando con sus carros y su gente de a caballo en el mar, y Jehová hizo volver las aguas del mar sobre ellos; mas los hijos de Israel pasaron en seco por en medio del mar.
20 Y María la profetisa, hermana de Aarón, tomó un pandero en su mano, y todas las mujeres salieron en pos de ella con panderos y danzas.
21 Y María les respondía: Cantad a Jehová, porque en extremo se ha engrandecido; Ha echado en el mar al caballo y al jinete.
22 E hizo Moisés que partiese Israel del Mar Rojo, y salieron al desierto de Shur; y anduvieron tres días por el desierto sin hallar agua.
23 Y llegaron a Mara, y no pudieron beber las aguas de Mara, porque eran amargas; por eso le pusieron el nombre de Mara.
24 Entonces el pueblo murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Qué hemos de beber?
25 Y Moisés clamó a Jehová, y Jehová le mostró un árbol; y lo echó en las aguas, y las 582 aguas se endulzaron. Allí les dio estatutos y ordenanzas, y allí los probó;
26 y dijo: Si oyeres atentamente la voz de Jehová tu Dios, e hicieres lo recto delante de sus ojos, y dieres oído a sus mandamientos, y guardares todos sus estatutos, ninguna enfermedad de las que envié a los egipcios te enviaré a ti; porque yo soy Jehová tu sanador.
27 Y llegaron a Elim, donde había doce fuentes de aguas, y setenta palmeras; y acamparon allí junto a las aguas.


1.
Entonces cantó Moisés.
El canto de Moisés a orillas del mar Rojo siempre ha proporcionado a la iglesia de Dios un modelo de alabanza en todos sus conflictos con los poderes de las tinieblas (PP 293). El tema majestuoso de este canto resuena a través de todos los cantos de Israel, en alabanza a Dios por sus obras gloriosas en favor de ellos. Finalmente el canto de Moisés, siervo de Dios, será cantado otra vez, con el himno del Cordero, por los héroes de la fe que estén sobre el "mar de vidrio", vencedores de la bestia y de su imagen (Apoc. 15: 3).
Moisés no es mencionado expresamente como el autor de este canto, pero su forma y contenido sin duda lo señalan como tal (ver PP 292). El himno está compuesto de tres estrofas resaltantes, cada una de las cuales comienza con alabanza a Jehová y termina con una descripción de la derrota de la hueste egipcia (Exo. 15: 2-5, 6-10, 11-18). El tema anunciado en el vers. 1 está tratado en tres formas diferentes, y sin embargo en cada una de ellas predomina la omnipotencia de Dios. Con clara perspicacia profética, especialmente la tercera estrofa muestra la gloria de Israel en su futura patria y el santuario como el lugar de morada de Dios.
Se ha magnificado grandemente.
Las palabras del vers. 1 fueron repetidas por un coro femenino dirigido por María (vers. 20, 21). No es seguro si esto se hizo después de cada estrofa, es decir después de los vers. 5, 10 y 18, o sólo al fin del canto. Las palabras traducidas "magnificado grandemente" significan literalmente "exaltado altamente" o "gloriosamente glorioso", como ha traducido la LXX esta usual forma verbal hebrea. Se repite para presentar el pensamiento de la exaltación en la forma más enfática posible.
2.
Jehová.
Aquí aparece por primera vez en la narración del AT la forma abreviada del nombre de Dios "Yah" (BJ). Se usa ocasionalmente en lenguaje poético debido al ritmo y también como una terminación para nombres personales y aun toponímicos, como por ejem o Abías, Ocozías, Ezequías, Sedequías, monte Moría, etc. (ver págs. 39, 180-182).
Y lo alabaré.
Estas palabras son la traducción de una sola palabra hebrea. Esto ilustra lo concisa que es la poesía hebrea.
5.
Como piedra.
Habiendo atribuido a Dios la gloria por la milagrosa liberación de Israel y la derrota de los egipcios, Moisés describe la suerte de ellos en un lenguaje eminentemente poético y sin embargo tan sencillo que no requiere explicación. Es posible que en este punto replicara el coro de María con las palabras registradas en el vers. 21.
6.
Tu diestra.
Una nueva estrofa comienza con este versículo, En su mayor parte magnifica y explica el precedente, presentando más detalles y deduciendo un agudo contraste entre el orgullo y la arrogancia de los egipcios y su miserable caída. Todo esto fue realizado por la "diestra" del Señor.
8.
Al soplo de tu aliento.
Una descripción muy poética del viento oriental, que en parte fue la causa de la división de las aguas. Haciéndose más osado en sus imágenes, Moisés representa las corrientes reunidas como "en un montón" a cada lado y los abismos como "cuajados".
Se cuajaron.
Literalmente, "contrajeron", "se atrajeron en un conjunto", o "coagularon". Usada, como está, en lenguaje poético, esta última palabra no debiera traducirse como que quisiera decir que las aguas realmente se cuajaron (ver PP 291).
9.
El enemigo dijo.
Mediante cláusulas cortas, yuxtapuestas -o sea sin partículas conjuntivas-, se describe gráficamente la confianza de los egipcios, quienes respirando venganza perseguían a los israelitas. El discurso fragmentado imita las exclamaciones de los soldados del rey, al mismo tiempo ansiosos y sin aliento. Esta descripción se aparta como una excepción del orden usualmente majestuoso de la poesía hebrea.
10.
Soplaste.
Esta declaración presenta otro hecho que no está mencionado directamente en la narración de la destrucción de los egipcios, aunque está en completa armonía con ella. Así como un fuerte viento oriental había separado las aguas y las había contenido para los israelitas, ahora un viento del oeste o noroeste precipitó las aguas sobre los 583 egipcios. En obediencia a su Creador, el viento sirvió con eficacia para rescatar a un pueblo y para destruir a otro.
Se hundieron como plomo.
La primera estrofa terminó (vers. 5) comparando a los egipcios que se ahogaban con piedras que se hundían. La segunda estrofa concluye con una expresión similar, comparando a los egipcios con plomo. Las aguas en las cuales se hundieron son llamadas "impetuosas" debido a la grandiosa prueba de la gloria del Creador proporcionada por las olas que se precipitaban majestuosamente de regreso para ocupar su lugar de costumbre. Es probable que aquí el coro de María (vers. 21) se intercalara otra vez.
11.
¿Quién como tú?
Una vez más Moisés retoma su canto de alabanza y victoria. La tercera estrofa asegura al pueblo de Dios que el Eterno terminará la obra de salvación ya comenzada, llenará a sus enemigos de terror y llevará a los suyos hasta su santa morada y los plantará en el monte de su heredad. Lo que el Señor ha hecho hasta aquí está considerado como una promesa de lo que el futuro tiene todavía en reserva para aquellos que lo siguen donde él los dirige.
14.
Lo oirán los pueblos.
La palabra hebrea traducida "pueblos" está en plural e incluye a las tribus o naciones de Filistea, Edom y Moab y los otros habitantes de Canaán (vers. 15). Moisés habla ahora en el papel de un profeta (Deut. 18: 15), cuando prevé los efectos de la liberación milagrosa de su pueblo, salvado de los ejércitos de Egipto. Los moradores de Palestina no sólo oirían acerca de este acontecimiento sino que se aterrorizarían por siniestros presentimientos de lo que estaba reservado para ellos, y así no tendrían valor para presentar una resistencia efectiva a Israel.
Los filisteos.
No denomina todo el país que una vez conocimos como Palestina, sino tan sólo una franja de territorio a lo largo de la costa sudoccidental de Canaán, desde el sur de Gaza hasta Jope. Esta franja de tierra costera, de unos 80 km de largo, fue ocupada por la confederación filistea, que se convirtió en una verdadera espina en el costado de Israel en tiempos posteriores.
15.
Los caudillos de Edom.
Por el tiempo cuando Israel se aproximó a los límites de Edom, sus caudillos habían sido reemplazados por reyes (Núm. 20: 14; cf. Gén. 36: 15). Aunque la negativa de los edomitas para permitir el paso de Israel por su tierra da la impresión de que se sentían poderosos e intrépidos, el hecho de que rechazaran el pacífico pedido de Moisés muestra claramente un sentimiento de inseguridad y alarma que procuraban ocultar (Juec. 11: 17).
Los valientes de Moab.
La alarma de los moabitas estuvo indicada por los esfuerzos de Balac para inducir a Balaam a maldecir a los israelitas (Núm. 22 a 24).
Todos los moradores de Canaán.
Esta profecía se cumplió notablemente cuando "todos los reyes de los cananeos ... oyeron cómo jehová había secado las aguas del Jordán hasta que hubieron pasado, desfalleció su corazón, y no hubo más aliento en ellos" (Jos. 5: 1).
16.
Hasta que haya pasado tu pueblo.
No el paso a través del mar Rojo, pues eso ya había ocurrido, sino la travesía del desierto y de los límites de Canaán.
17.
En el monte.
"El monte de tu heredad" no era probablemente el país de colinas de Canaán (Deut. 3: 25), a diferencia de lo sostenido por algunos comentadores, sino más bien el monte que el Señor había elegido para un santuario (Sal. 78: 54) y había escogido como su lugar de morada. El establecimiento de Israel en esta montaña no significa su entrada en la tierra prometida sino el establecimiento del pueblo de Dios en la casa de Jehová (Sal. 92: 13), en el santuario futuro. Allí el Señor establecería una comunión más perfecta con su pueblo, y allí éste demostraría ser la posesión especial de Dios sirviéndole y ofreciendo sus sacrificios.
18.
Jehová reinará eternamente y para siempre.
Declaraciones similares se encuentran en otros pasajes de las Escrituras (ver Sal. 10: 16; 29: 10; 146: 10; Apoc. 11: 15; etc.). Así expresa Moisés la firme convicción del varón de Dios de que el dominio del Señor es eterno, no sólo en el universo sino en este mundo también; no sólo bajo la ley sino también bajo el Evangelio; no sólo en el tiempo sino a través de la eternidad. El canto de Moisés termina con esta exclamación inspirada, aunque en el versículo siguiente da una explicación de por qué el reino de Dios durará para siempre.
A semejanza de las dos estrofas precedentes, que terminaron con una declaración acerca de la destrucción de los egipcios (vers. 5, 10), la tercera concluye en forma similar. Pero, en vez de llamar la atención a los derrotados egipcios, Moisés se vuelve hacia su propio Libertador triunfante. Por eso el canto no termina con un cuadro sombrío de la destrucción 584 de los enemigos de Dios sino con una nota de victoria y alabanza. Este mismo tema caracterizará el cántico de Moisés y del Cordero que entonarán los redimidos sobre el mar de vidrio (Apoc. 15: 2-4).
20.
María la profetisa.
María es la primera mujer a quien la Biblia honra con este título. Otras aparecieron de cuando en cuando a través de la historia del pueblo de Dios (ver Juec, 4: 4; 2 Rey. 22: 14; Isa. 8: 3; Luc. 2: 36). María no es llamada profetisa aquí mayormente por ser inspiradas las palabras que cantó sino más bien en reconocimiento de su papel en el éxodo, superado sólo por los de Moisés y Aarón (PP 401). Específicamente alegó poseer el don profético (Núm. 12: 2), siendo que Dios había hablado mediante ella. El profeta Miqueas afirma que el Señor libró a Israel de Egipto por medio de Moisés, Aarón y María (Miq. 6: 4). La tarea de ella puede haber sido comunicar al pueblo mensajes por los cuales se mantuvo viva la esperanza de liberación durante los oscuros años de opresión. Ella puede haber enseñado, amonestado y reprochado al pueblo. Pero a orillas del mar Rojo aparece como una inspirada mujer, con talento para el canto y la música. En ese tiempo debe haber tenido más de 90 años (Exo. 2: 4; 7: 7).
Hermana de Aarón.
Aunque, por supuesto, María también era hermana de Moisés y había sido un instrumento para protegerlo durante su infancia, aquí es llamada la hermana de Aarón. Esto quizá indique una posición subordinada en relación con la que tenía Moisés, pero comparable con la de Aarón, que estaba subordinado a Moisés (cap. 4: 16).
Tomó un pandero.
El instrumento tocado por María y las mujeres que la acompañaban fue una pandereta o un tambor de mano. Los eruditos modernos, especializados en instrumentos musicales antiguos, favorecen la segunda traducción. La misma palabra para pandero, tof, se usa en el hebreo moderno y en árabe para designar un tambor de mano. Antiguos dibujos egipcios de este instrumento lo muestran como hecho de un aro de madera y dos cueros, pero sin cascabeles ni palillos. Es golpeado por la mano del que lo toca. En la Biblia, este instrumento generalmente aparece como tocado por mujeres (Juec. 11: 34; 1 Sam. 18: 6; Sal. 68: 25), como lo fue en Egipto, pero a veces también por hombres (1 Sam. 10: 5). Con frecuencia era acompañado por canto y danza probablemente para acentuar el compás, y era considerado como un instrumento de gozo. En el AT generalmente se relaciona con fiestas y alabanzas.
Todas las mujeres.
La separación de hombres y mujeres en distintos grupos era una costumbre egipcia, así como también lo era la realización de danzas por grupos de hombres y mujeres que acompañaban sus movimientos con música. Esta costumbre parece haber sido adoptada por los hebreos durante su larga permanencia en Egipto. En tiempos posteriores encontramos a las mujeres hebreas tomando parte en las celebraciones de una victoria cuando iban con música y canto al encuentro de los ejércitos que regresaban (Juec. 11: 34; 21: 21; 1 Sam. 18: 6, 7; 29: 5).
Danzas.
El empleo de danzas en las ceremonias religiosas, tan contrario a las ideas occidentales del decoro, siempre ha sido aceptable para la mentalidad y los sentimientos orientales. Varios ejemplos de danzas religiosas se encuentran en las narraciones del AT. David danzó delante del arca cuando la llevaba a Jerusalén (2 Sam. 6: 16), la hija de Jefté fue danzando al encuentro de su padre victorioso (Juec. 11: 34) y las vírgenes de Silo celebraron una fiesta en esa forma (Juec. 21: 21). La danza también es mencionada con aprobación por el salmista (Sal. 149: 3; 150: 4). La danza en los tiempos bíblicos era una manifestación externa de gozo santo, que se realizaba con el mismo espíritu con que se elevaban cantos de alabanza u oraciones de agradecimiento. Era netamente un acto de culto, y Dios la aceptaba como tal (cf. Juan 6: 37). Los bailes sociales modernos no tienen el menor parecido con las danzas religiosas de los tiempos bíblicos, pues en ellas no se mezclaban hombres y mujeres, y el único propósito de los participantes era expresar amor, dedicación y agradecimiento a Dios. La danza antigua era una parte integral del ritual del culto.
21.
María les respondía.
María, con su coro femenino, cantaba en respuesta al coro masculino, probablemente a la terminación de cada estrofa del canto (después de los vers. 5, 10, 18). Las palabras del estribillo de María, "Cantad a Jehová", etc., fueron también las palabras iniciales del canto de victoria de Moisés (vers. 1). 585
22.
Desierto de Shur.
Esta es la región desértica que va desde la frontera oriental de Egipto hasta la frontera meridional de Palestina y toca en el sur las montañas de la península del Sinaí. Se la menciona varias veces en las narraciones patriarcales (Gén. 16: 7; 20: 1; 25: 18) y en los registros de las victorias de Saúl y David sobre los amalecitas ( 1 Sam. 15: 7; 27: 8). Fue por la parte meridional de este desierto por donde marchó Israel, yendo hacia el sudeste a lo largo de las orillas del mar Rojo. En Núm. 33: 8 esta región es llamada el "desierto de Etam". Si es correcta la interpretación dada en el comentario de Exo. 13: 20, en el sentido de que Etam es una palabra egipcia para una fortaleza fronteriza, es fácil comprender por qué el desierto de Shur debiera llamarse también el desierto de Etam.
Sin hallar agua.
Sin duda los israelitas llevaron una provisión de agua potable en odres de cuero como han hecho los pueblos orientales desde tiempos antiguos. Sabiendo que iban a entrar en el desierto, los israelitas no iban a dejar de llevar agua consigo, pero una marcha de tres días sin encontrar más agua para reabastecer su provisión exhausta haría sufrir tanto a hombres como a bestias. Era pues imperativo que encontraran pozos o vertientes a ciertos intervalos. De todos los animales domésticos empleados en el Cercano Oriente, el asno era la bestia de carga más usada para viajar por el desierto. El camello se encuentra sólo ocasionalmente antes del siglo XII AC. Los burros pueden viajar durante cuatro días sin agua, pero el ganado -que los israelitas poseían en gran cantidad- no podía vivir sin beber con más frecuencia. Por esta razón una marcha de tres días sin hallar agua era más o menos el límite de lo que podía soportar el ganado sin perecer.
23.
Mara.
El primer oasis al sur de Suez es el 'Ain Hawarah. Está en el antiguo camino a las minas de cobre del Sinaí, unos pocos kilómetros tierra adentro desde el golfo y a unos 75 km de la ciudad de Suez. Su agua es amarga. Si su identificación con la bíblica Mara es correcta, el endulzamiento de las aguas hecho por Moisés no fue permanente. Aunque la mayoría de los comentadores han aceptado esta identificación, debiera tomarse en cuenta que hay varias vertientes amargas en las proximidades, una de ellas aún más amarga que 'Ain Hawarah.
24.
El pueblo murmuró.
Habían murmurado una vez antes, en la orilla occidental del mar Rojo (cf. 14: 11, 12), y habrían de murmurar muchas veces más antes de que terminara su peregrinación (Exo. 16: 2; Núm. 14: 2; 16: 41; etc.). La "murmuración" iba a ser su manera usual de desfogar la amargura de su alma ante las dificultades que encontraron regularmente. Como Moisés era responsable por su salida de Egipto y era, además, su dirigente, sus murmuraciones iban dirigidas en primer lugar contra él. Los hombres que sirven de la mejor manera posible a la nación son con frecuencia los menos apreciados mientras viven y generalmente se erigen monumentos en su honor sólo después de que han muerto.
¿Qué hemos de beber?
Aunque los hombres con frecuencia beben agua de sabor desagradable cuando su sed es grande, hay un límite más allá del cual no pueden ir. Aun las bestias rehúsan beber el agua de ciertos pozos amargos del desierto de Arabia.
25.
Jehová le mostró un árbol.
No se revela el nombre de este árbol. Se dice que hay diferentes árboles o plantas, en diversas partes del mundo, capaces de endulzar el agua amarga, pero ninguno de ellos se ha encontrado en la península del Sinaí. En realidad los beduinos de las proximidades, que consideran de mal sabor el agua de el 'Ain Hawarah -al igual que la de otras vertientes similares de las inmediaciones-, no conocen ningún medio por el cual esa agua pueda ser hecha potable. De ahí que no haya sino dos posibles explicaciones para este texto. O se le indicó a Moisés que tomara un árbol que tenía la propiedad natural de endulzar el agua amarga -árbol que no crece más en esa zona-, o bien la transformación del agua fue un acto directo de Dios y el árbol tenía sólo un significado simbólico.
Ordenanzas.
Después de curar el agua y satisfacer la sed física de su pueblo, Dios le dio una ordenanza relacionada con el milagro por una promesa (vers. 26).
Allí los probó.
Desde el tiempo de su salida de Egipto hasta su entrada en Canaán, Dios "probó" a su pueblo en muchas ocasiones: primero ante el mar Rojo, ahora en Mara, después en Meriba (cap. 17: 1-7), el Sinaí (cap. 20: 20), Tabera (Núm. 11: 1-3), Kibrot-hataava (Núm. 11: 34), Cades (Núm. 13:26- 33), y en otros lugares. Esas "pruebas" 586 fueron parte de los intentos de Dios para educarlos, en circunstancias comparativamente fáciles, para las vicisitudes que afrontarían en Canaán.
26.
Si oyeres atentamente.
Aquí se registra una promesa maravillosa. Si de allí en adelante el pueblo de Dios obedecía estrictamente todos sus mandamientos, entonces él lo sanaría como había sanado el agua, y lo libraría tanto de males físicos como morales. Por consiguiente, el bienestar físico de Israel dependía de su obediencia. Este gran principio fue cierto no sólo en el tiempo de los hebreos sino a través de todos los siglos. El bienestar físico de la raza humana todavía depende en gran medida de su obediencia a la ley divina. Los que desobedecen las leyes que rigen el sano vivir, sólo pueden culparse a sí mismos por las consecuencias. Por otro lado, los que viven de acuerdo con las instrucciones impartidas por el cielo en cuanto a la salud, estarán notablemente libres de enfermedades. Dios se interesa no sólo en el estado espiritual del hombre sino también en su estado físico (3 Juan 2).
Ninguna enfermedad.
Algunas de estas enfermedades se enumeran en Deut. 28: 27, y también se hace referencia a ellas en Deut. 7: 15. Se sabe que ciertas enfermedades siempre han prevalecido entre los egipcios con mucha gravedad, especialmente enfermedades de la piel y de los ojos. Durante su larga permanencia en Egipto, los hebreos estuvieron bien familiarizados con las enfermedades de ese país.
Jehová tu sanador.
Los médicos egipcios eran famosos en todo el antiguo Cercano Oriente, pero documentos existentes muestran que no consideraban como suyo el poder de curar sino de sus dioses. En sus manuales de medicina, algunos de los cuales tienen ahora 4.000 años de edad, las enfermedades se dividen en tres clases: (1) las que pueden ser tratadas; (2) las que pueden ser impedidas; (3) las que no pueden ser curadas. Aunque la ciencia médica ha avanzado muchísimo desde los días de Moisés, se mantiene todavía esta clasificación. El cirujano puede hacer una incisión, sacar un órgano y coser la herida, pero no puede curarlo. El médico puede administrar ciertas drogas, que sabe que tienen determinados efectos sobre ciertos males, pero allí termina su habilidad. El verdadero proceso de curación es realizado por un poder sobre el cual no tiene control la ciencia humana. Es todavía verdadero en el siglo XX, como lo fue en el tiempo de Moisés, el hecho de que sólo Dios imparte sanidad. El es el Médico supremo.
27
Elim.
El siguiente lugar donde acamparon ha sido identificado desde la antigüedad con el Wadi Garandel, a unos 11 km al sur de 'Ain Hawarah. Este lugar, con su abundante provisión de agua comparativamente buena y sus exuberantes bosquecillos de palmeras, tamariscos, acacias y sus altos pastos, es aún hoy día uno de los principales oasis entre Suez y el Sinaí. El arqueólogo Flinders Petrie encontró una buena provisión de agua en el valle las dos veces que lo cruzó, la primera en diciembre de 1904 y otra vez en marzo del año siguiente, aunque el invierno había sido muy seco y no había llovido durante varias semanas (Researches in Sinai [Investigaciones en el Sinaí] [1906], pág. 12).
Acamparon allí.
Dado que el Wadi Garandel está unido con dos valles comparativamente más fértiles, el Wadi Useyt y el Wadi Tayibeh, es posible que los israelitas aprovecharan esta oportunidad para apacentar su ganado y para hacerlo descansar por varios días antes de continuar su viaje. No se hace mención aquí de que acamparan en Mara (ver vers. 23-26) aunque así se indica en Núm. 33: 8. Es posible que el pueblo se detuviera en Mara sólo lo necesario. Moisés, que había recorrido esas regiones antes y conocía cada pozo y cada corriente de agua, probablemente les aseguró a los israelitas que encontrarían un valle fértil tan sólo a pocos kilómetros más allá de Mara.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-27 PP 292-297
1 PE 70; 3TS 227
1, 2 Ed 157
1-16 PP 292
6-11, 18-21 Ed 157
21 Ed 36; PP 293
22-24 PP 296
23-25 MC 191
23-26 MM 120
24 3T 85, 89, 339, 342 587
24-26 SR 126
25 PP 296
25, 26 PP 297
26 CH 59; DTG 764; MC 76; MeM 139; MM 119. 277; SR 127
27 PP 297


CAPÍTULO 16
1 Los israelitas llegan a Sin. 2 Se quejan de falta de pan. 4 Dios les promete pan del cielo. 11 reciben codornices, 14 y maná. 16 Instrucciones de Dios acerca del maná. 25 No habría maná en sábado. 32 Debían guardar un gomer para el futuro.
CAPÍTULO 16
1 PARTIO luego de Elim toda la congregación de los hijos de Israel, y vino al desierto de Sin, que está entre Elim y Sinaí, a los quince días del segundo mes después que salieron de la tierra de Egipto.
2 Y toda la congregación de los hijos de Israel murmuró contra Moisés y Aarón en el desierto;
3 y les decían los hijos de Israel: Ojalá hubiéramos muerto por mano de Jehová en la tierra de Egipto, cuando nos sentábamos a las ollas de carne, cuando comíamos pan hasta saciarnos; pues nos habéis sacado a este desierto para matar de hambre a toda esta multitud.
4 Y Jehová dijo a Moisés: He aquí yo os haré llover pan del cielo; y el pueblo saldrá, y recogerá diariamente la porción de un día, para que yo lo pruebe si anda en mi ley, o no.
5 Mas en el sexto día prepararán para guardar el doble de lo que suelen recoger cada día
6 Entonces dijeron Moisés y Aarón a todos los hijos de Israel: En la tarde sabréis que Jehová os ha sacado de la tierra de Egipto,
7 y a la mañana veréis la gloria de Jehová; porque él ha oído vuestras murmuraciones contra Jehová; porque nosotros, ¿qué somos, para que vosotros murmuréis contra nosotros?
8 Dijo también Moisés: Jehová os dará en la tarde carne para comer, y en la mañana pan hasta saciaros; porque Jehová ha oído vuestras murmuraciones con que habéis murmurado contra él; porque nosotros, ¿qué somos? Vuestras murmuraciones no son contra nosotros, sino contra Jehová.
9 Y dijo Moisés a Aarón: Di a toda la congregación de los hijos de Israel: Acercaos a la presencia de Jehová, porque él ha oído vuestras murmuraciones.
10 Y hablando Aarón a toda la congregación de los hijos de Israel, miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube.
11 Y Jehová habló a Moisés, diciendo:
12 Yo he oído las murmuraciones de los hijos de Israel; háblales, diciendo: Al caer la tarde comeréis carne, y por la mañana os saciaréis de pan, y sabréis que yo soy Jehová vuestro Dios.
13 Y venida la tarde, subieron codornices que cubrieron el campamento; y por la mañana descendió rocío en derredor del campamento.
14 Y cuando el rocío cesó de descender, he aquí sobre la faz del desierto una cosa menuda, redonda, menuda como una escarcha sobre la tierra.
15 Y viéndolo los hijos de Israel, se dijeron unos a otros: ¿Qué es esto? porque no sabían qué era. Entonces Moisés les dijo. Es el pan que Jehová os da para comer.
16 Esto es lo que Jehová ha mandado: Recoged de él cada uno según lo que pudiere comer; un gomer por cabeza, conforme al número de vuestras personas, tomaréis cada uno para los que están en su tienda.
17 Y los hijos de Israel lo hicieron así; y recogieron unos más, otros menos;
18 y lo medían por gomer, y no sobró al que había recogido mucho, ni faltó al que había recogido poco; cada uno recogió conforme a lo que había de comer.
19 Y les dijo Moisés: Ninguno deje nada de ello para mañana.
20 Mas ellos no obedecieron a Moisés, sino que algunos dejaron de ello para otro día, y crió gusanos, y hedió; y se enojó contra ellos Moisés. 588
21 Y lo recogían cada mañana, cada uno según lo que había de comer; y luego que el sol calentaba, se derretía.
22 En el sexto día recogieron doble porción de comida, dos gomeres para cada uno; y todos los príncipes de la congregación vinieron y se lo hicieron saber a Moisés.
23 Yél les dijo: Esto es lo que ha dicho Jehová: Mañana es el santo día de reposo,*
el reposo consagrado a Jehová; lo que habéis de cocer, cocedlo hoy, y lo que habéis de cocinar, cocinadlo; y todo lo que os sobrare, guardadlo para mañana.
24 Y ellos lo guardaron hasta la mañana, según lo que Moisés había mandado, y no se agusanó, ni hedió.
25 Y dijo Moisés: Comedlo hoy, porque hoy es día de reposo* para Jehová; hoy no hallaréis en el campo.
26 Seis días lo recogeréis; mas el séptimo día es día de reposo;* en él no se hallará.
27 Y aconteció que algunos del pueblo salieron en el séptimo día a recoger, y no hallaron.
28 Y Jehová dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo no querréis guardar mis mandamientos y mis leyes?
29 Mirad que Jehová os dio el día de reposo,* y por eso en el sexto día os da pan para dos días. Estése, pues, cada uno en su lugar, y nadie salga de él en el séptimo día.
30 Así el pueblo reposó el séptimo día.
31 Y la casa de Israel lo llamó Maná; y era como semilla de culantro, blanco, y su sabor como de hojuelas con miel.
32 Y dijo Moisés: Esto es lo que Jehová ha mandado: llenad un gomer de él, y guardadlo para vuestros descendientes, a fin de que vean el pan que yo os di a comer en el desierto, cuando yo os saqué de la tierra de Egipto.
33 Y dijo Moisés a Aarón: Toma una vasija y pon en ella un gomer de maná, y ponlo delante de Jehová, para que sea guardado para vuestros descendientes.
34 Y Aarón lo puso delante del Testimonio para guardarlo, como Jehová lo mandó a Moisés.
35 Así comieron los hijos de Israel maná cuarenta años, hasta que llegaron a tierra habitada; maná comieron hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán.
36 Y un gomer es la décima parte de un efa.


1.
Partió luego.
De Elim -tal vez en el Wadi Garandel, donde quizá pasaron varios días o aun semanas -, retomaron los israelitas el viaje. De acuerdo con Núm. 33: 10, donde se presenta un itinerario más completo que en Exodo, la siguiente etapa fue el mar Rojo. Este lugar parece haber sido la amplia planicie de el- Markha, que bordea el mar Rojo y está en la ruta regular a las minas egipcias de cobre en el Wadi Magara.
Desierto de Sin.
Existen varias opiniones en cuanto a la ubicación del desierto de Sin. Algunos comentadores han sugerido que se bautizó con este nombre a esa región debido a la multitud de arbustos espinosos cuyo nombre es similar en Heb., senéh. Otros piensan que este nombre, tanto como el del Sinaí mismo, se derivó de Sin, el dios-luna que era adorado en la península del Sinaí. El desierto de Sin ha sido identificado de diversas maneras: (1) La árida y estéril planicie costera de el-Kaa, al norte de la actual ciudad portuaria de Tor. (2) El valle de minas de cobre del Wadi Magara. (3) La llanura Debbet er-Ramleh, al norte del Jebel Musa, en el corazón de la península del Sinaí. (4) El oasis Feiran. Las dos últimas localidades nombradas merecen menos consideración que las primeras dos porque están demasiado hacia el sur.
Segundo mes.
Israel había estado de viaje exactamente un mes (cap. 12: 2, 6, 11, 12; Núm. 33: 3). Siendo que sólo se mencionan siete lugares donde acamparon (Núm. 33: 5-11) y una jornada de tres días a través del desierto (Exo. 15: 22), es evidente que debe haber habido detenciones prolongadas en varios lugares, o muchos sitios donde acamparon que no son mencionados, o ambos factores.
3.
Las ollas de carne.
Acostumbrados en Egipto a un régimen de carne, pan, pescado y verduras (Núm. 11: 5), con que habían sido alimentados aun siendo esclavos, ahora se levantaron contra Moisés y Aarón.
4.
Yo os haré llover pan.
Son notables la paciencia y bondad de Dios hacia su pueblo escogido en estos casos cuando hubo murmuraciones. Reconociendo que su mente seguía siendo tan servil y su fe tan poco desarrollada 589 como cuando estuvieron en Egipto, Dios no se mostró ofendido por su murmuración sino que les envió ayuda cada vez que estuvieron en dificultad. Al hacer eso, su propósito era prepararlos para que confiaran en sus jefes divinamente designados y para que tuvieran fe en Dios.
El fenómeno descrito aquí y en otros lugares de la Biblia (Deut. 8: 3; Neh. 9: 15; Sal. 78: 23-25; 105: 40; Juan 6: 31), sólo visto como un milagro puede explicarse satisfactoriamente. Es descabellada la explicación de ciertos expositores modernos de la Biblia según la cual el "maná" (Exo. 16: 15) era la secreción de los piojos de diversas plantas. Examinando este pretendido "maná" en 1927, F. S. Bodenheimer, de la Universidad Hebrea de Jerusalén, encontró que los piojos de algunas plantas y las cigarras e insectos de las cortezas se alimentan de los árboles de tamarisco del desierto del Sinaí y excretan el exceso de sus hidratos de carbono en la forma de gotas de ligamaza. Esta última se evapora en la forma de partículas que dan la apariencia de una escarcha blanca. Esto se supone que fue el "maná" que Josefo (Antigüedades iii. 1. 6) dijo que todavía se encontraba en el Sinaí en su tiempo. La aceptación del relato de Exo. 16 excluye la posibilidad de que el "maná" del tamarisco pueda haber sido el alimento milagroso con el cual se sustentaron los israelitas durante 40 años. El maná celestial era proporcionado durante todo el año, pero cesó tan pronto como entraron en la tierra prometida (Jos. 5: 12). El "maná" del tamarisco se encuentra en el Sinaí sólo durante los meses de junio y julio. La cantidad del "maná" de esta planta es pequeñísima y posiblemente no podría servir para alimentar a muchas personas, al paso que Dios alimentó a toda una nación con su maná durante casi 40 años. Además el maná bíblico no podía ser preservado ni aun para el día siguiente, con la excepción del sábado (Exo. 16: 19, 20), pero podía ser cocido (vers. 23). En contraste, el "maná" del tamarisco puede ser guardado durante varios días pero no puede ser usado con el propósito de hornearlo aunque puede ser cocinado en otras formas. Estas diferencias muestran que la aceptación de la interpretación moderna, que explica el maná como un producto natural del Sinaí, significa el rechazo del relato bíblico. Esta y otras explicaciones modernas, todas las cuales tienen
el propósito de eludir todo lo que sea de naturaleza milagrosa, no merecen una consideración adicional.
Para que yo lo pruebe.
Por estas palabras resulta evidente que mediante la lluvia de maná Dios tenía un propósito educativo. La milagrosa provisión de alimento había de preparar al pueblo para respetar y obedecer la santa ley de Dios.
5.
En el sexto día.
Aquí Moisés indica brevemente la naturaleza de la prueba del vers. 5. La mención del "sexto día" nos hace recordar el sexto día de la semana de la creación (Gén. 1: 31), la única vez previa en que aparece esta expresión, y de esa manera recordamos que Dios completó en seis días su obra de creación (Gén. 2: 1-3). Considerada junto con Gén. 2: 1-3 y Exo. 20: 8-11, esta referencia claramente indica que los hebreos conocían el ciclo semanal antes de la promulgación de la ley en el Sinaí (cf. Gén. 29: 28). El séptimo día, en el cual no caía maná, era "el santo día de reposo consagrado a Jehová" (Exo. 16: 22-30) y en él el pueblo había de reposar (vers. 30). En hebreo, la palabra "sábado" significa "reposo". junto con el vers. 23, el vers. 5 indica que únicamente el séptimo día tenía un nombre: "el santo día de reposo", mientras que los otros seis días eran designados mediante números ordinales, tales como el primero, el segundo, el tercer día, etc.
El doble.
El sexto día había de caer doble cantidad de maná y ellos debían recoger el doble (PP 302). Se requerían este pensamiento semanal y esta actividad en preparación para el sábado, a fin de que fueran una lección para Israel sobre la importancia del día sábado.
6.
Sabréis.
La primera evidencia que tendrían los israelitas de que Dios había escuchado y considerado sus quejas, sería el descenso de codornices en la tarde del día en que Moisés y Aarón les habían hablado (vers. 12, 13).
7.
La gloria de Jehová.
Estas palabras no se aplican a la manifestación de gloria divina que siguió inmediatamente al discurso de Moisés y Aarón (vers. 10), sino a la milagrosa lluvia de maná por la mañana, un acto en el que serían evidentes el gran poder y la gloria de Dios.
¿Qué somos? La murmuración del pueblo dirigida a Moisés y a Aarón como sus jefes fue en realidad contra el Señor. Moisés y Aarón 590 no habían hecho sino llevar a cabo las instrucciones divinas. Por lo tanto Dios manifestaría su gloria al pueblo como una evidencia de que había oído su murmuración. Esta manifestación del poder divino está más plenamente explicada en el vers. 8.
8.
En la tarde carne.
Una buena parte de este versículo es una repetición de declaraciones hechas previamente. Con todo, tiene una adición importante en respuesta directa a las murmuraciones del pueblo. En su queja habían mencionado las "ollas de carne" y el "pan" de Egipto, que añoraban (vers. 3). Ahora tendrían pan y carne hasta saciarse. Dios les demostraría que podía proporcionarles en el desierto lo que poseía Egipto y más.
9.
Acercaos a la presencia de Jehová.
Antes de que se diera el alimento prometido, Moisés requirió al pueblo que se presentara delante de Jehová, en reconocimiento de que él era Aquel contra quien se habían rebelado. Puesto que la conducta de Moisés y Aarón había sido cuestionada, era necesario que Dios mostrara al pueblo que él aprobaba el proceder de sus fieles siervos y que respetaría la promesa de ellos.
12.
Al caer la tarde.
Literalmente, "entre las dos tardes" (ver com. cap. 12: 6).
Comeréis carne.
Sólo en raras ocasiones Dios proporcionó carne a los israelitas. Pero se han registrado dos, una aquí en el desierto de Sin, y otra en Kibrot-hataava, en el desierto de Parán (Núm. 11: 31-34). Israel no estaba en necesidad real de alimento de carne, puesto que el "trigo de los cielos" (Sal. 78: 24) era adecuado para cubrir todas sus necesidades.
13.
Codornices.
Algunos comentadores han explicado que la palabra traducida "codornices" significa peces voladores o bien langostas, pero el pasaje del Sal. 78: 27 aclara que se trata de "aves que vuelan". Ahora generalmente se concuerda en que la palabra "codornices" es correcta. Esta codorniz es un ave de caza de unos 25 cm de longitud, la Coturnix communis, y pertenece al mismo orden de los faisanes, las perdices y los guacos o guacharacas. Se parece a la codorniz americana. Los ornitólogos nos informan de grandes migraciones de codornices procedentes de Rumania, Hungría y el sur de Rusia, las que se desplazan hacia el norte del Africa a través del Mediterráneo oriental. Desde el Sinaí miles de codornices por día han sido exportadas a los mercados de Europa. Muchos cuadros egipcios antiguos muestran a la gente cazando codornices con redes de mano arrojadas sobre los arbustos donde descansan las codornices.
14.
Una cosa menuda, redonda.
Cuando se evaporó el rocío antes de que saliera el sol, quedó una delicada y pequeña sustancia que fácilmente podía recogerse en bolsas. Aquí se la compara con "escarcha", y en otro lugar (Núm. 11: 7) con "semilla de culantro".
15.
Es el pan.
Las dos palabras hebreas manhu', traducidas maná, fueron durante mucho tiempo un enigma para los eruditos. La palabra man difícilmente podría traducirse como el nombre del pan celestial que aparece primero en el vers. 31. Por lo tanto, algunos han traducido esta expresión como "es un regalo", pero esto también está lejos de ser convincente. La interpretación más probable es la de la LXX: "¿Qué es esto?", traducción apoyada por las palabras que siguen inmediatamente: "porque no sabían qué era". Pero puesto que la palabra hebrea que corresponde a "qué" es mah y no man, se ha sugerido que la forma aramea habría influido en el texto. Sin embargo, la palabra aramea man no significa "qué", sino "quién". Con todo, F. M. Th. Böhl ha demostrado que la forma man era una antigua partícula semítica que significa "qué". Aparece como manna en las cartas palestinas de Amarna, documentos escritos en el siglo XIV AC. Por lo tanto, podemos deducir que está correctamente traducida la corta frase "¿Qué es esto?" (LXX, VVR, BJ). Esta exclamación revela la sorpresa de los hebreos cuando descubrieron la extraña sustancia.
La solución final de este problema, ya anotada, es una de las muchas evidencias de que el Pentateuco no fue escrito muchos siglos después del éxodo, como creen muchos eruditos modernos. Palabras y expresiones como ésta, encontradas únicamente en documentos de mediados del segundo milenio AC, no hubieran sido usadas por un escritor del primer milenio, pues él no hubiera tenido conocimiento de que existían en el tiempo del éxodo. El relato del éxodo fue escrito por un contemporáneo de ese gran acontecimiento, alguien que estuvo familiarizado con la terminología de su propio tiempo y sabía cómo usarla.
No sabían qué era.
Esta frase explicativa 591 muestra que la exclamación precedente de los hebreos fue de asombro y pregunta. No podrían haber dicho "Esto es maná" cuando no sabían lo que era, y Moisés tuvo que decirles que era pan del cielo. Si hubieran comprendido inmediatamente que era el alimento que Dios les enviaba, no habría habido necesidad de que Moisés les dijera eso.
16.
Un gomer por cabeza.
El gomer era la décima parte de un efa (vers. 36), es decir unos 2,2 litros. Se piensa que la copa acuñada con frecuencia en las monedas hebreas del primer siglo de la era cristiana representa el gomer de cebada de la nueva cosecha, presentado en el templo como una ofrenda de los primeros frutos del campo.
18.
Y lo medían.
Obedeciendo las instrucciones de Moisés, los israelitas recogieron el nuevo alimento. Al medirlo encontraron que, cualquiera fuera la cantidad que recogía uno de ellos, eran exactamente tantos gomeres como las personas que había en la familia. Dios pues no sólo les proporcionó alimento en una manera milagrosa sino que cuidó que cada uno disfrutara de una porción amplia.
19.
Ninguno deje nada de ello.
Dios había proporcionado a los israelitas alimento por el cual no habían trabajado, pero no quería que se volvieran holgazanes. Debían recoger cada día a fin de tener algo para comer. Además debían levantarse temprano porque el maná se derretia cuando "el sol calentaba" (vers. 21).
Aun cuando no había campos que arar ni cosechas que recoger, el hecho de que debían levantarse temprano para obtener su alimento muestra que Dios había planificado cada detalle de este fenómeno para beneficio y educación del pueblo. La pobreza y la necesidad son el pago de los que duermen hasta tarde (Prov. 6: 9-11).
20.
Crió gusanos.
Este resultado de almacenar el maná fue probablemente sobrenatural. Sirvió de castigo para los desobedientes, y de una manera efectiva frenó la práctica de ignorar negligentemente las instrucciones de Dios.
21.
Se derretía.
Ver com. vers. 19.
22.
Doble porción.
Otro milagro ocurrió en el sexto día. Ya se le había revelado a Moisés que el viernes el pueblo debía recoger el doble que los otros días (vers. 5), y Moisés había transmitido esa información al pueblo ya que "recogieron doble porción". Pero todavía no se les había revelado nada acerca de su conservación milagrosa ni del hecho de que no caería en sábado. Al juntar una cantidad doble el viernes por la mañana, el pueblo había cumplido con las instrucciones recibidas hasta entonces. Pero la experiencia durante la semana había mostrado que cualquier cosa que sobrara se echaría a perder antes de la mañana (vers. 20). Los jefes de las tribus presentaron ahora este problema delante de Moisés. Indudablemente Dios retardó la presentación de las instrucciones especificas concernientes al sábado hasta este tiempo puesto que no había sido necesario hacerlo antes durante la semana.
23.
Mañana.
Moisés comprendió que Dios había concedido el maná en tal forma que resultara santificado el sábado (vers. 4). La indudable ignorancia del pueblo acerca del sábado, junto con las instrucciones de Moisés acerca de él, y el hecho de que algunos intentaron buscar una provisión fresca de maná en sábado a pesar de las instrucciones de que no caería, muestran que durante su permanencia en Egipto, los israelitas en gran medida habían perdido de vista el día santo de Dios. Los rigurosos requerimientos de los capataces habían sido la causa principal de ese relajamiento en la observancia del sábado (PP 263).
Lo que habéis de cocinar, cocinadlo.
En otras palabras: "Hervid lo que se tenga que hervir" (BJ). Toda la preparación del alimento debía completarse antes de que comenzara el sábado. Más tarde Moisés instruyó al pueblo para que ni siquiera encendiera fuego en sábado (cap. 35: 3), y por lo menos en una ocasión un hombre fue muerto apedreado por violar esa instrucción (Núm. 15: 32-36). El principio implicado era que ninguna clase de trabajo que pudiera hacerse en otro tiempo debía realizarse en sábado. En el clima cálido del desierto no era esencial para la salud comer alimento caliente en el día sábado. Si hubiese sido necesario hacerlo, Dios lo hubiera permitido, en armonía con el principio de que el sábado fue hecho para el hombre (Mar. 2: 27, 28) y que "es lícito hacer bien en los días de reposo" (Mat. 12: 12). Puesto que sin perjudicar la salud podían no cocinar ni hervir, Dios prohibió esas tareas a fin de que el pueblo aprendiera a hacer diferencia, y la hiciera, "entre lo santo y lo profano" (Eze. 22: 26). En nuestros días, todo lo que se puede hacer el viernes en preparación 592 para el sábado debe hacerse entonces (3JT 21); y sin embargo, al mismo tiempo las comidas del sábado deben ser tanto saludables como apetitosas (3JT 25).
24.
Ellos lo guardaron.
La mayor parte del pueblo obedeció, y experimentó un nuevo milagro cuando la porción reservada para el sábado "no se agusanó, ni hedió". Durante 40 años este hábito semanal enseñó al pueblo a hacer del viernes un día de preparación para el sábado, y a hacer del sábado mismo un verdadero día de reposo.
25.
Hoy es día de reposo.
"Sábado" (BJ). O, dicho de otro modo, "hoy es el sábado del Señor". Aunque el artículo definido "el" no aparece en el texto hebreo, la construcción gramatical permite una traducción tal. La misma forma de palabra hebrea "sábado" aparece en el cuarto mandamiento (Exo. 20:10). Sin embargo, en ambos casos una traducción estricta requeriría que se consignara "un sábado". Al mismo tiempo, "el sábado" sería enteramente aceptable.
A diferencia de lo supuesto por algunos, no hay nada ni en el texto ni en su contexto que indique que el sábado fue dado entonces a los israelitas por primera vez. En realidad se sobreentiende que ellos ya conocían el sábado pero que se habían hecho descuidados en su observancia (cap. 16: 4). Por lo tanto, el mandamiento del sábado fue renovado, y fue reforzada su observancia como fiesta de guardar (ver com. vers. 27, 28).
La palabra hebrea shabbáth, "descanso", traducida aquí correctamente "sábado" (BJ), es traducida en los vers. 23 y 26 y en el pasaje del cap. 20: 10 como "el sábado" [en la versión inglesa KJV]. Pero en el vers. 29 y en el pasaje del cap. 20: 8 el texto hebreo dice hashabbáth, que se ha traducido correctamente "el sábado" y "el día del sábado" (BJ). La expresión "un sábado" -"un reposo"- describe cómo el séptimo día es distinto de los seis precedentes en lo que respecta al trabajo. "El sábado" -"el reposo"- describe el carácter distintivo del reposo del séptimo día; a saber, un reposo que conmemora el reposo de Dios en el séptimo día de la semana de la creación y, por lo tanto, un día santo de descanso.
26.
Seis días.
Estas palabras son similares a las que se hallan en el cuarto mandamiento del Decálogo. Aquí no sólo se hace mención del sábado como un día de santo reposo, sino que también se mencionan los días de trabajo que lo preceden. En el plan de Dios para el hombre, esos seis días de trabajo tienen un significado no menor que el sábado. Han sido dados al hombre para su propio uso. Pero el séptimo día de la semana (vers. 23) es santo. Debiera usarse de acuerdo con las instrucciones dadas divinamente, tal como se especifica en el cuarto mandamiento.
Día de reposo.
"Sábado" (BJ). Aquí el texto hebreo usa el artículo definido (ver com. vers. 25, 28). "El sábado" es una institución sagrada establecida al terminar la semana de la creación. También entonces fue "el día del sábado" (cap. 20: 11, BJ).
27.
Algunos del pueblo.
Como sucede generalmente, hubo algunos que o no creyeron lo que había dicho Moisés y quisieron ver por sí mismos si había caído maná, o bien adrede quebrantaron el mandamiento debido a su terco deseo de hacer su propia voluntad.
28.
¿Hasta cuándo no querréis?
Hablando a Moisés personalmente, Dios se dirigió a la nación como un todo y a los individuos desobedientes en particular. Esto resalta en el hebreo por la forma plural del verbo "querer". Ya había habido un acto de desobediencia el día que el maná fue dado por primera vez (vers. 20), pero ahora ocurrió algo más serio. Dios, dirigiéndose a ellos como juez, les pide que hagan frente a la pregunta de cuándo podría esperar él que terminara una conducta pecaminosa como era ésa, y cuándo aprenderían que no podían ganar nada con la desobediencia. La historia posterior de Israel muestra con claridad cuán "largo tiempo" se necesitaría para que aprendieran esa importante lección. La pregunta de Dios "¿Hasta cuándo... ?" implica que durante un tiempo considerable habían estado haciendo precisamente eso: quebrantando el sábado, con pleno conocimiento de que hacian lo que era malo (ver com. vers. 25, 27).
29.
Mirad.
Es admirable la paciencia de Dios con su obstinado pueblo, y nos enseña una importante lección a nosotros que tendemos a ser impacientes. En vez de castigar siempre a Israel por sus repetidas murmuraciones y actos de desobediencia, Dios condesciende a razonar con ellos explicando el propósito de sus requisitos. El sábado era un día santo de reposo que ellos no debían tocar; de ahí la doble porción de alimento del día anterior.
Estése, pues, cada uno en su lugar.
Se indicó 593 a los israelitas que permanecieran en el campamento durante el sábado y que no salieran para buscar maná o con cualquier otro propósito. En ese día su tiempo debía emplearse para descansar en el hogar y para meditar en temas sagrados. Dios ya había instruido a Israel para que se congregara y rindiera culto en los días designados para una "santa convocación" (cap. 12: 16), una práctica que fue siempre aplicada a los otros días "santos" (Lev. 23: 2-4, 7, 8, 21, 24, 27, 35-37). En los tiempos posteriores al exilio los judíos establecieron y pusieron en vigor reglamentos estrictos acerca de salir de las ciudades o aldeas en sábado. A nadie se le permitía viajar más allá de 2.000 codos, o aproximadamente 1 km. En el NT comúnmente se habla de esa distancia como el "camino de un día de reposo" (Hech. 1: 12). Interminables reglamentos de invención humana, en cuanto al sábado, han sido estrictamente obedecidos por los judíos ortodoxos aun desde los tiempos bíblicos, con el resultado de que el sábado -designado por Dios para ser una delicia (Isa. 58: 13)- se convirtió en una carga.
30.
El pueblo reposó.
No encontrando maná el sábado de mañana y siendo reprendidos por salir a buscarlo, el pueblo comenzó a descansar el día de sábado.
31.
La casa de Israel.
Algunas de las versiones más antiguas, tales como la LXX, la siríaca y la traducción arábiga, dicen "hijos" en vez de "casa". Es posible que la expresión "hijos de Israel" esté más cerca del original que "casa de Israel".
Maná.
Todavía no se ha propuesto ninguna explicación de este nombre que haya encontrado una aceptación general. Algunos han sugerido que podría significar "regalo", pero es más probable que la palabra deba su origen a la primera exclamación de asombro, man hu', "¿Qué es esto?" (ver com. vers. 15).
Como semilla de culantro.
Una yerba, Coriandrum sativum, que crece en forma silvestre en el Cercano Oriente. Su fruto aromático, llamado "semilla de culantro", se usa como condimento y con propósitos medicinales. El color de la semilla es blancuzco o amarillo grisáceo. En Núm. 11: 7 es comparado con el bedelio (ver com. Gén. 2: 12).
Hojuelas.
La palabra hebrea así traducida aparece sólo aquí en la Biblia y es de un significado dudoso. La LXX la traduce con el vocablo egkrís, que, de acuerdo con las fuentes literarias griegas, designa una torta hecha de harina, aceite y miel. Los israelitas describieron el maná como que sabía a hojuelas con miel (Exo. 16: 31) y como si hubiera sido cocido con aceite fresco (Núm. 11: 8).
33.
Toma una vasija.
Esta orden fue dada después de la erección del tabernáculo (vers. 34), pero se relata aquí a fin de reunir todo lo referente al tema del maná en un solo lugar. La palabra traducida "vasija" proviene de un término egipcio que significa un cántaro más bien grande. En cambio, aquí parece haberse usado para designar una vasija de metal, hecha de oro para corresponder con el arca (Heb. 9: 4).
34.
Delante del Testimonio.
No el arca del pacto, a la cual nunca se le dio este nombre, sino las dos tablas de piedra grabadas por el dedo de Dios (caps, 25: 16-21; 40: 20; etc.). La vasija de maná fue colocada dentro del arca (Heb. 9: 4), delante de las dos tablas de piedra.
35.
Cuarenta años.
Esta declaración fue escrita por Moisés poco antes de su muerte o bien fue añadida por un escriba Inspirado, probablemente Josué. En favor de la paternidad literaria de Moisés está la expresión "hasta que llegaron a tierra habitada", a la cual se añade "hasta que llegaron a los límites de la tierra de Canaán". Esto no necesita referirse al cruce del jordán sino a las tierras al este del Jordan. El autor escribe exactamente como podría esperarse que escribiera Moisés hacia el fin de su vida. Un autor posterior hubiera sido más específico y es probable que hubiera hecho notar, como lo hizo Josué en su libro (Jos. 5: 10-12), el tiempo exacto cuando cesó el maná.
36.
Efa.
Equivalente a unos 20 litros.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-36 PP 297-303
1, 2 PP 297
2, 3 SR 126
3 CH 111; CRA 452, 453; Ed 36; 1JT 34; 3JT 360; MC 240; PP 297; SR 128
4, 5 PP 300
7 3T 86 594
8, 9 PP 300
10, 13-15 PP 301
14-21 SR 129
15 MC 152; MM 267
16-23 PP 301
22-26 PR 135; SR 130
23 3JT 21
24-26 PP 302
28 DTG 249; PP 303
31 PP 301
33 PE 32
35 CH 111; DTG 349; PP 303; PR 134; 3T 340


CAPÍTULO 17
1 La congregación se queja por falta de agua en Refidim. 5 Dios los envía en busca de agua a la peña de Horeb. 8 Amalec es vencido con ayuda de Moisés, quien mantiene sus brazos alzados. 5 Moisés edifica el altar llamado Jehová-nisi.
1 TODA la congregación de los hijos de Israel partió del desierto de Sin por sus jornadas, conforme al mandamiento de Jehová, y acamparon en Refidim; y no había agua para que el pueblo bebiese.
2 Y altercó el pueblo con Moisés, y dijeron: Danos agua para que bebamos. Y Moisés les dijo: ¿Por qué alternáis conmigo? ¿Por qué tentáis a Jehová?
3 Así que el pueblo tuvo allí sed, y murmuró contra Moisés, y dijo: ¿Por qué nos hiciste subir de Egipto para matarnos de sed a nosotros, a nuestros hijos y a nuestros ganados?
4 Entonces clamó Moisés a Jehová, diciendo: ¿Qué haré con este pueblo? De aquí a un poco me apedrearán.
5 Y Jehová dijo a Moisés: Pasa delante del pueblo, y toma contigo de los ancianos de Israel; y toma también en tu mano tu vara con que golpeaste el río, y ve.
6 He aquí que yo estaré delante de ti allí sobre la peña en Horeb; y golpearás la peña, y saldrán de ella aguas, y beberá el pueblo. Y Moisés lo hizo así en presencia de los ancianos de Israel.
7 Y llamó el nombre de aquel lugar Masah y Meriba, por la rencilla de los hijos de Israel, y porque tentaron a Jehová, diciendo: ¿Está, pues, Jehová entre nosotros, o no?
8 Entonces vino Amalec y peleó contra Israel en Refidim.
9 Y dijo Moisés a Josué: Escógenos varones, y sal a pelear contra Amalec; mañana yo estaré sobre la cumbre del collado, y la vara de Dios en mi mano.
10 E hizo Josué como le dijo Moisés, peleando contra Amalec; y Moisés y Aarón y Hur subieron a la cumbre del collado.
11 Y sucedía que cuando alzaba Moisés su mano, Israel prevalecía; mas cuando él bajaba su mano, prevalecía Amalec.
12 Y las manos de Moisés se cansaban; por lo que tomaron una piedra, y la pusieron debajo de él, y se sentó sobre ella; y Aarón y Hur sostenían sus manos, el uno de un lado y el otro de otro; así hubo en sus manos firmeza hasta que se puso el sol.
13 Y Josué deshizo a Amalec y a su pueblo a filo de espada.
14 Y Jehová dijo a Moisés: Escribe esto para memoria en un libro, y dí a Josué que raeré del todo la memoria de Amalec de debajo del cielo.
15 Y Moisés edificó un altar, y llamó su nombre Jehová-nisi;
16 y dijo: Por cuanto la mano de Amalec se levantó contra el trono de Jehová, Jehová tendrá guerra con Amalec de generación en generación.
1.
Acamparon en Refidim.
Entre el desierto de Sin, donde comenzó la caída del maná, y Refidim, se establecieron dos campamentos, en Dofca y Alús (Núm. 33:12,13). Se desconoce su ubicación así como también la de Refidim. La mayoría de los eruditos bíblicos han buscado a Refidim en el Wadi Feiran, que conduce al tradicional monte Sinaí. 595 Otros lo han identificado con el Wadi Refayid, principalmente por el parecido de su nombre con Refidim. El Wadi Refayid está tan sólo a unas pocas horas de marcha del monte Sinaí. Este hecho favorece su identificación con Refidim ya que en varios textos el monte Horeb se usa casi como sinónimo con el monte Sinaí (Exo. 17: 6; 33: 6; Sal. 106: 19; etc.).
No había agua.
Viajando en la última parte de la primavera, el pueblo esperaba encontrar agua en los valles. Esto quizá explique el hecho de que no llevaran suficiente cantidad de agua. El lecho seco del río del valle de Refidim produjo una consternación más grave que cualquiera que se hubiera presentado antes.
2.
Danos agua.
En varias ocasiones el pueblo había murmurado; ahora se quejó amargamente. Puesto que Moisés ya les había dado carne y pan para comer, naturalmente pueden haber esperado que también les diera agua. Pero su queja reflejaba duda antes que fe.
Tentáis a Jehová.
Los hijos de Israel "tentaron" a Dios al poner a prueba su paciencia y despertar su santa ira debido a su continua falta de fe y de gratitud. Toda su historia de peregrinaciones por el desierto es una historia de provocación. Es asombrosa la longanimidad de Dios con los israelitas, que "tentaron y enojaron al Dios Altísimo" (Sal. 78: 56). Repetidas veces "provocaron la ira con sus obras" (Sal. 106: 29), "murmuraron en sus tiendas" (Sal. 106: 25), "se rebelaron junto al mar" (Sal. 106: 7) y "tentaron a Dios en la soledad" (Sal. 106: 14).
3.
Para matarnos.
Durante un corto tiempo las palabras de Moisés parecieron haber calmado al pueblo, pero cuando su sed se hizo insoportable volvieron a Moisés ardiendo de ira. Acusándolo otra vez de haber tramado su muerte (ver cap. 14: 11), manifestaron una lastimosa falta de fe.
4.
¿Qué haré?
Moisés siempre llevaba sus dificultades al Señor (Exo. 15: 25; 32: 30; 33: 8; Núm. 11: 2, 11; 12: 13; 14: 13-19; etc.). Por experiencia propia había aprendido a tener confianza implícita en Aquel que lo había llamado a ser el jefe de su pueblo, y siempre que llegaba al límite de la sabiduría humana, encontraba un Auxiliador siempre listo.
Me apedrearán.
En realidad la situación debe haber sido grave ya que la vida misma de Moisés estaba en peligro. Como no se ha encontrado en Egipto ningún vestigio de muerte por apedreamiento, esta forma de pena capital parece haberse originado aquí, en lo que atañe a los israelitas, y sin duda fue sugerida por la abundancia de piedras disponibles. El apedreamiento posteriormente fue practicado entre los griegos, en el tiempo de las guerras médicas (Herodoto ix. 5), y entre otros pueblos. Era una de las formas más fáciles de matar a un criminal sin derramar su sangre, y muy a propósito en caso de que la gente fuera convocada para vengar un crimen, como la blasfemia (Lev. 24: 16) o la idolatria (Deut, 13: 10; 17: 5-7). Sin embargo, aquí en Refidim se trató de un motín, un levantamiento espontáneo para librarse de un jefe odiado a quien tenían por responsable de un sufrimiento intolerable. Por cierto, la sed puede ser una tortura de la peor clase.
5.
Pasa delante del pueblo.
Llevando consigo a algunos de los ancianos como testigos, Moisés debía dejar al pueblo en Refidim y subir a las montañas adelantándose al lugar donde el pueblo estaba acampado. La realización de este milagro había de ser presenciada sólo por los ancianos, en contraste con el segundo caso similar cuando se hizo brotar agua en presencia de todo el pueblo (Núm. 20: 8-11).
6.
Yo estaré delante de ti.
El Señor prometió acudir personalmente en ayuda de Moisés. Fue su bondadosa presencia lo que hizo que fluyera agua de la roca, aunque eso no iba a suceder hasta que Moisés la golpeara con su vara para que el pueblo pudiera reconocerlo como representante de Dios.
7.
Masah y Meriba.
"Tentación" y "murmuración". Mediante estos nombres, la incredulidad manifestada aquí continuaría recordándole a Israel la lección que Dios quiso enseñarle en esa ocasión (Deut. 6: 16; Sal. 78: 20; 95: 8; 105: 41). No se conoce la ubicación de esta roca, pero en vista del hecho de que fue "en Horeb" (vers. 6), parece haber sido cerca de Refidim y del monte de la ley.
8.
Entonces vino Amalec.
Los amalecitas eran descendientes del nieto de Esaú, de quien tomaron el nombre (Gén. 36: 12). Separándose de sus hermanos en una fecha remota, parecen haberse convertido en una tribu dominante en la parte norte de la península del Sinaí. Aunque eran una raza emparentada con Israel, vieron con desconfianza la 596 ocupación de sus campos de pastoreo por los hebreos y estuvieron resueltos a destruirlos completamente (PP 306). Comenzando con este primer encuentro en Refidim, se desarrolló una larga y amarga contienda entre las dos naciones. Un año después los israelitas fueron derrotados por los amalecitas, que unieron sus fuerzas con los cananeos en Cades-barnea (Núm. 14: 45). Durante el período de los jueces, los amalecitas procuraron subyugar a Israel pero fueron derrotados por el grupo de Gedeón (Juec. 6: 33). Saúl y David también los derrotaron repetidas veces (1 Sam. 14: 48; 15: 7; 27: 8; 30: 17, 18; 2 Sam. 8: 12) y los últimos restos de la nación fueron destruidos finalmente por los simeonitas durante el reinado del rey Ezequías (1 Crón. 4: 41-43).
Peleó contra Israel.
Esta batalla comenzó con un ataque a traición contra los que estaban en la parte final de la larga columna hebrea, "todos los débiles", cuando estaban cansados y trabajados (Deut. 25: 18). Este infame ataque fue considerado por Dios como un insulto personal, y aunque el castigo final fue largamente demorado, nunca fue olvidado pues a su debido tiempo Dios ordenó a Saúl que los destruyera (1 Sam. 15: 2, 3). Debido a la murmuración de los israelitas, Dios permitió que los amalecitas los atacaran en Refidim (PP 305).
9.
Josué.
El sucesor de Moisés y más tarde jefe de Israel aparece aquí en el relato por primera vez. Josué, cuyo nombre significa "Jehová es salvación" o "Jehová ayuda", era un príncipe de la tribu de Efraín que entró en el servicio personal de Moisés antes o poco después de la batalla con los amalecitas (Núm. 13: 8; Exo. 24: 13). Cuando fue elegido por Moisés, su nombre todavía era Oseas, que significa "salvación". Su nombre más lleno de significado, Josué, "Jehová es salvación" o "jehová ayuda", le fue dado por Moisés en una ocasión posterior (Núm. 13: 8, 16).
Escógenos varones.
Tal vez era de noche cuando Moisés oyó del ataque que había sufrido su retaguardia, y por lo tanto había pocas posibilidades de compensar la pérdida hasta el día siguiente (Exo. 17: 9). Con todo se hicieron arreglos para enfrentar al enemigo a la mañana siguiente. Esa preparación consistió en la selección de hombres aptos para la batalla y probablemente también en reuniones estratégicas con los jefes de grupos e instrucciones de último momento para la batalla del día próximo.
La vara de Dios en mi mano.
Al par que Moisés envió a sus hombres al combate e hizo todo lo humanamente posible para garantizar la victoria sobre el traidor enemigo, demostró también su confianza en Dios antes que en la fuerza humana (cf.Jer. 17: 5). Aunque sabia que la victoria viene del Señor, esa confianza no le impidió realizar todo esfuerzo posible para proteger a las mujeres y a los niños, a los ancianos y a los débiles. Así siempre deben combinarse el poder divino con el esfuerzo humano.
10.
Hur.
Hur, que también ocupaba un puesto prominente (cap. 24: 14), era un descendiente de Judá a través de Caleb, el hijo de Hezrón (1 Crón. 2: 18-20). Su nieto, Bezaleel, fue arquitecto del tabernáculo (Exo. 31: 2). De acuerdo con una tradición judía, fue el esposo de Maria y, de acuerdo con otra, su hijo.
11.
Israel prevalecía.
El levantar las manos generalmente ha sido considerado por los antiguos eruditos judíos, por los padres de la iglesia, por los reformadores y por muchos comentadores modernos como la señal o actitud de oración. A lo largo de los tiempos bíblicos la costumbre de levantar las manos en oración fue observada por los piadosos y fervientes adoradores. Unos pocos comentadores han considerado la postura de Moisés, con las manos en alto, como la actitud de un comandante que supervisa y dirige la batalla, pero esta opinión debe rechazarse puesto que Moisés no ejercía el cargo de comandante en jefe. Había transferido el cornando a Josué (vers. 9). El estaba entregado a una ferviente oración a Dios en procura de ayuda y victoria (PP 305). Ha surgido la pregunta: ¿Por qué Moisés no continuó orando aun cuando tenía las manos cansadas? Sólo los que han tratado de orar sin cesar durante largos períodos de tiempo saben cuán difícil es un proceder tal. Quizá cuando Moisés dejaba caer las manos debido a la fatiga, también descansaba de la concentración mental necesaria para orar. Para impresionar en Israel la importancia de la oración intercesora, Dios permitió que se alternaran el éxito y el fracaso de acuerdo con la oración. Al mismo tiempo Dios quería que su pueblo aprendiera que su éxito debía ser buscado en la cooperación con sus jefes escogidos. 597
12.
Aarón y Hur.
Prevaleció el trabajo aunado. Mientras Israel, bajo las órdenes de Josué, luchaba por su misma existencia abajo en el valle, los dos compañeros de Moisés lo sostenían. Quizá ese sostén no sólo fue físico sino también espiritual. Continuaron intercediendo con él hasta que fue ganada la victoria final hacia la terminación del día.
En esta experiencia hay una profunda lección espiritual para cada cristiano y para la iglesia en conjunto. De ella aprendemos que la oración y la súplica son esenciales para la victoria sobre nuestros enemigos. Mientras las manos están extendidas y el alma se esfuerza en oración, nuestros adversarios espirituales son rechazados. Cuando se olvida la oración y se afloja nuestro aferramiento de Dios, ganan terreno los enemigos espirituales con el resultado de que finalmente puede cortarse toda conexión con el cielo. Por otro lado, la iglesia estará segura de la victoria sobre todos los poderes del mal mientras sus dirigentes sean hombres de oración y mientras sus miembros cooperen con esos dirigentes, sosteniéndolos con sus oraciones y vidas ejemplares.
14.
Escribe.
Esta es la primera mención de la escritura en el Registro sagrado. Hasta no hace mucho no se sabía cómo se pudo hacer eso y qué clase de escritura se empleó. El hecho de que la escritura alfabética existía en el tiempo de Moisés fue descubierto durante el período de la Primera Guerra Mundial. Antes sólo se sabía que la escritura alfabética fue usada por los diversos pueblos de Palestina, particularmente los fenicios, en el primer milenio AC, y que los alfabetos europeos habían evolucionado de los caracteres fenicios originales, a través de las etapas intermedias del griego y del latín. Los adeptos de la alta crítica se mofaban de la idea de que Moisés pudiera haber escrito el Pentateuco en hebreo, durante el segundo milenio AC, convencidos como estaban de que la escritura no existía en ese tiempo. Los que admitían que Moisés podría haber escrito parte del Pentateuco, o ciertos casos tales como el relatado aquí, pensaban que él debía haber empleado la escritura jeroglífica egipcia o la cuneiforme babilonia.
Según las evidencias disponibles, parece probable que la primera escritura alfabética fue inventada, si no en Fenicia o en el sur de Palestina, por lo menos en la región misma del Sinaí, donde Moisés recibió la orden de escribir en un libro el relato de la derrota de los amalecitas. En 1916 el Dr. Alan Gardiner publicó su primer intento de descifrar las inscripciones encontradas unos diez años antes por Sir Flinders Petrie en las minas de cobre egipcias del Wadi Magara en el Sinaí. Expediciones posteriores han encontrado más inscripciones en ese lugar, y la labor combinada de una cantidad de destacados lingüistas ha logrado descifrar esa escritura. Esas inscripciones revelan el asombroso hecho de que constituyen los intentos más antiguos para inventar una escritura semítica, que consistía en unos 25 caracteres.
Los inventores de ese alfabeto probablemente fueron cananeos que trabajaban para los egipcios en las minas del Sinaí. Tal vez no tuvieran idioma escrito propio, pero se habían familiarizado con el sistema jeroglífico de escritura usado durante siglos en Egipto. Por ejemplo, la única forma en que los egipcios podían expresar por escrito la idea de una casa era dibujando un jeroglífico, o cuadro, de una casa. Algunos cananeos de las minas tuvieron la brillante idea de usar ciertos jeroglíficos egipcios para expresar sonidos fonéticos abstractos en vez de objetos concretos. En el idioma cananeo, casa se decía báyith. Siendo b el primer sonido de báyith, asignaron el valor fonético de b al jeroglífico egipcio para "casa". La aplicación de este principio hizo posible que, con un pequeño número de caracteres, se expresara cualquier cosa que se quisiera decir. Este fue un invento de enorme importancia. Ni siquiera ha sido muy mejorado desde entonces. Todavía usamos una forma modificada de la escritura alfabética inventada en la península del Sinaí antes del éxodo. Por ejemplo, nuestra propia letra b desciende directamente del primer carácter elegido en el Sinaí para representar ese sonido.
El invento de la escritura alfabética poco antes del éxodo fue tanto un don providencial de Dios como lo fue el invento de la impresión mediante tipos movibles poco antes de la Reforma. La Biblia nunca podría haber llegado a ser "el Libro del pueblo" si hubiera sido necesario escribirla con los complicados sistemas jeroglíficos o cuneiformes que precedieron al invento de la escritura alfabética. Con esta nueva forma de escritura - con la cual probablemente Moisés se había familiarizado 598 durante su larga permanencia en el Sinaí- fue fácil escribir el relato de las relaciones de Dios con su pueblo y también los diversos reglamentos legales que se encuentran en el Pentateuco. También era fácil aprender a leer esa escritura. No es por un mero accidente por lo que las Escrituras hebreas constituyen el registro histórico más antiguo y completo de la raza humana y de los esfuerzos de Dios para rescatar al hombre del reino de Satanás.
En un libro.
El "libro" en el cual escribió Moisés el relato del ataque y la derrota de Amalec tal vez consistía en un rollo de papiro, el material de escritura egipcio más común. Este antepasado del papel era hecho con fibras del tallo de la planta del papiro que crecía entonces en los pantanos del delta del Nilo. Las hojas de papiro para escribir se preparaban superponiendo, vertical y horizontalmente, dos capas de fibras de esta planta, las que, humedecidas, se pegaban y prensaban hasta secarse; luego se alisaban, frotándolas con piedra pómez. Finalmente varias hojas eran unidas para formar un rollo de un promedio de alto de 22 a 25 cm y un largo de 3 a 9 m. Un rollo tal tenía suficiente extensión como para contener cualquiera de los cinco libros del Pentateuco.
Por la observación presentada en Núm. 33: 2 es evidente que Moisés conservaba un diario de las jornadas de Israel a través del desierto, las cuales formaron la base de la lista de Núm. 33 y de la narración histórica que él nos ha dejado. Quizá Moisés adquirió el hábito de escribir un registro diario durante los primeros 40 años de su vida en la corte egipcia, pues sabemos, por los registros de Tutmosis III, probablemente contemporáneo de Moisés, que todos los acontecimientos relacionados con las campañas militares eran "registrados [cada] día por su nombre", y que después de que se completaba una campaña, esas notas tomadas en el campo eran transferidas a "un rollo de cuero en el templo de Amón" (cf. PP 250). Por lo tanto, no habría parecido raro a Moisés recibir la instrucción de registrar el traidor ataque y la derrota de Amalec para referencia futura como una "memoria".
Y dí.
Estas palabras muestran que Josué ya había sido elegido por Dios para suceder a Moisés.
Raeré del todo.
Fue decretada la destrucción de esta rama de la nación edomita, mientras que el resto de los edomitas disfrutaron de la protección divina (ver Deut. 2: 4, 5). Los amalecitas habían atacado brutalmente al pueblo de Dios sin mostrar compasión alguna aun con sus propios parientes (Deut. 25: 18). Este ataque, completamente sin motivo, reveló su odio y desafío a Dios y selló su destino como nación (PP 306).
15.
Moisés edificó un altar.
La edificación de un altar implica el ofrecimiento de un sacrificio. Puesto que el sacrificio fue ofrecido para celebrar una victoria, debe haber sido una ofrenda de gratitud.
Jehová-nisi.
Al poner nombre al altar, Moisés siguió el ejemplo de Jacob, que había llamado a uno de sus altares El Elohe-Israel (Gén. 33: 20). El nombre del altar de Moisés significaba "Jehová es mi estandarte" y tenía el propósito de glorificar a Dios por la victoria sobre los amalecitas. "La vara de Dios" (Exo. 17: 9) había sido mantenida en alto por Moisés durante la batalla, como los soldados mantienen en alto sus estandartes; y como los soldados siguen al estandarte, Israel había seguido las direcciones de Dios. Así el Señor se convirtió en su estandarte. Mientras estuvieron en Egipto, con frecuencia habían visto los estandartes militares de los ejércitos egipcios que llevaban la representación pictórica de sus dioses: Amón, Ra, Ptah, Sutekh y otros, y cuyas divisiones recibían el nombre de esos dioses. Al darle a ese altar el nombre "Jehová es mi estandarte", Moisés usó un lenguaje familiar y al mismo tiempo llamó la atención al hecho de que el estandarte del Señor era más poderoso que los emblemas de los amalecitas. El nombre "Jehová-nisi" representa una santa osadía.
16.
Por cuanto lo mano de Amalec se levanto.
Literalmente, "porque la mano [de Amalec] estuvo contra el trono del Señor". Es oscuro el texto hebreo de este pasaje. La traducción de la BJ: "la bandera de Yahvéh en la mano", se basa en el cambio de una consonante por cuya causa la palabra "trono" se convierte en "bandera". Las letras hebreas n y k, son similares, y algún copista fácilmente puede haber confundido la primera con la segunda. Muchos comentadores hoy día prefieren esta traducción porque parece estar más en armonía con el contexto, particularmente con el vers. 15, donde se usa la misma palabra hebrea para "bandera". 599
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-16 PP 304-307
1-3 PP 304
2-7 SR 131
4-7 PP 304
6 MeM 12; PP 436
7 DTG 101
8 CV 95
8-12 SR 133
9 3TS 382
10-12 3TS 382
10-13 PP 305
12 1T 527; 5T 162
13-16 SR 134
14 2JT 86; PP 306; 2T 108
16 PP 306; 2T 108


CAPÍTULO 18
1 Jetro te lleva a Moisés a su mujer y sus hijos, 7 Moisés lo hospeda. 13 Moisés acepta el consejo de Jetro. 27 Partida de Jetro.
1 OYO Jetro sacerdote de Madián, suegro de Moisés, todas las cosas que Dios había hecho con Moisés, y con Israel su pueblo, y cómo Jehová había sacado a Israel de Egipto.
2 Y tomó Jetro suegro de Moisés a Séfora la mujer de Moisés, después que él la envió,
3 y a sus dos hijos; el uno se llamaba Gersón, porque dijo: Forastero he sido en tierra ajena;
4 y el otro se llamaba Eliezer, porque dijo: El Dios de mi padre me ayudó, y me libró de la espada de Faraón.
5 Y Jetro el suegro de Moisés, con los hijos y la mujer de éste, vino a Moisés en el desierto, donde estaba acampado junto al monte de Dios;
6 y dijo a Moisés: Yo tu suegro Jetro vengo a ti, con tu mujer, y sus dos hijos con ella.
7 Y Moisés salió a recibir a su suegro, y se inclinó y lo besó; y se preguntaron el uno al otro cómo estaban, y vinieron a la tienda.
8 Y Moisés contó a su suegro todas las cosas que Jehová había hecho a Faraón y a los egipcios por amor de Israel, y todo el trabajo que habían pasado en el camino, y cómo los había librado Jehová.
9 Y se alegró Jetro de todo el bien que Jehová había hecho a Israel, al haberlo librado de mano de los egipcios.
10 Y Jetro dijo: Bendito sea Jehová, que os libró de mano de los egipcios, y de la mano de Faraón, y que libró al pueblo de la mano de los egipcios.
11 Ahora conozco que Jehová es más grande que todos los dioses; porque en lo que se ensoberbecieron prevaleció contra ellos.
12 Y tomó Jetro, suegro de Moisés, holocaustos y sacrificios para Dios; y vino Aarón y todos los ancianos de Israel para comer con el suegro de Moisés delante de Dios.
13 Aconteció que al día siguiente se sentó Moisés a juzgar al pueblo; y el pueblo estuvo delante de Moisés desde la mañana hasta la tarde.
14 Viendo el suegro de Moisés todo lo que él hacía con el pueblo, dijo: ¿Qué es esto que haces tú con el pueblo? ¿Por qué te sientas tú solo, y todo el pueblo está delante de ti desde la mañana hasta la tarde?
15 Y Moisés respondió a su suegro: Porque el pueblo viene a mí para consultar a Dios.
16 Cuando tienen asuntos, vienen a mí; y yo juzgo entre el uno y el otro, y declaro las ordenanzas de Dios y sus leyes.
17 Entonces el suegro de Moisés le dijo: No está bien lo que haces.
18 Desfallecerás del todo, tú, y también este pueblo que está contigo; porque el trabajo es demasiado pesado para ti; no podrás hacerlo tú solo.
19 Oye ahora mi voz; yo te aconsejaré, y Dios estará contigo. Está tú por el pueblo delante de Dios, y somete tú los asuntos a Dios.
20 Y enseña a ellos las ordenanzas y las leyes, y muéstrales el camino por donde deben andar, y lo que han de hacer.
21 Además escoge tú de entre todo el pueblo 600 varones de virtud, temerosos de Dios, varones de verdad, que aborrezcan la avaricia; y ponlos sobre el pueblo por jefes de millares, de centenas, de cincuenta y de diez.
22 Ellos juzgarán al pueblo en todo tiempo; y todo asunto grave lo traerán a ti, y ellos juzgarán todo asunto pequeño. Así aliviarás la carga de sobre ti, y la llevarán ellos contigo.
23 Si esto hicieres, y Dios te lo mandare, tú podrás sostenerte, y también todo este pueblo irá en paz a su lugar.
24 Y oyó Moisés la voz de su suegro, e hizo todo lo que dijo.
25 Escogió Moisés varones de virtud de entre todo Israel, y los puso por jefes sobre el pueblo, sobre mil, sobre ciento, sobre cincuenta, y sobre diez.
26 Y juzgaban al pueblo en todo tiempo; el asunto difícil lo traían a Moisés, y ellos juzgaban todo asunto pequeño.
27 Y despidió Moisés a su suegro, y éste se fue a su tierra.
l.
Jetro sacerdote de Madián.
Ver com. cap. 2: 16, 18.
2.
Séfora la mujer de Moisés.
Ver com. cap.2: 21.
Después que él la envió.
Algunos comentadores han pensado que Séfora, movida por la ira, dejó a su esposo después de la circuncisión de su hijo en el camino a Egipto (cap. 4: 24-26). Esta opinión es insostenible puesto que el relato no dice que ella volvió a casa de su padre sino que Moisés la envió. Había hecho esto por la seguridad de ella (PP 261), en vista del peligro al cual se habrían expuesto Séfora y sus hijos en Egipto durante la contienda con Faraón (ver también PP 402).
3.
Gersón.
Ver com. cap. 2: 22.
4.
Eliezer.
El segundo hijo de Moisés no ha sido previamente mencionado por nombre pero quizá fue el circuncidado por Séfora en el camino a Egipto (cap. 4: 25). Eliezer significa "Mi Dios es [mi] ayuda". Por contraste, el nombre que Moisés dio a su primer hijo, Gersón, significa "destierro" (cap. 2: 22), lo que expresa un espíritu de desaliento natural en un exiliado. El nombre del segundo hijo revela la gratitud del padre por la protección divina disfrutada durante su huida de Egipto. El hecho de que el nombre de Eliezer se mencione y explique aquí por primera vez no es una razón válida para pensar que el hijo había estado sin nombre. Por 1 Crón. 23: 17 sabemos que Eliezer no tuvo sino un hijo, Rehabías, cuyos descendientes habían llegado a ser numerosos en tiempo de Salomón.
5.
Monte de Dios.
El "monte de Dios", donde Jetro halló a Moisés y donde acamparon los israelitas, era Horeb (cap. 3: 1). Fue en sus proximidades donde Dios se apareció a Moisés en la zarza ardiente. Fue también cerca de allí donde Moisés hirió la roca para dar agua a su pueblo sediento (cap. 17: 6).
6.
Y dijo.
El texto hebreo también puede traducirse "y alguien dijo" o "y fue dicho". Esto concuerda mejor con el contexto pues Jetro y Moisés todavía no se hablan encontrado (ver vers. 7), Parece que Jetro, al llegar a las proximidades del campamento, envió un mensajero a Moisés, quien habló en su nombre y anunció su llegada. La BJ traduce: "Y mandó a decir a Moisés", etc.
7.
Moisés salió.
La cortesía oriental requería ese proceder en el caso de un visitante digno de honra o aun de cualquiera que llegara (Gén. 18: 2; 19: 1; Luc. 15: 20; etc.). Evidentemente la intención de Moisés fue la de recibir a Jetro con todo el honor y respeto posibles. No sólo salió a su encuentro sino que se inclinó ante él como ante un superior.
8.
Moisés contó.
Tal vez Jetro había oído algo del relato de la liberación de Israel. La noticia de los sucesos milagrosos que precedieron al éxodo así como de la victoria sobre el ejército egipcio a orillas del mar Rojo, debe haberse divulgado como un relámpago por los países limítrofes de Egipto.
10.
Bendito sea Jehová.
Cada rasgo de la conducta de Jetro lo muestra como a un hombre religioso y creyente en el Dios verdadero. Una prueba notable de esto es su agradecimiento a Jehová, el Dios de los israelitas.
Libró al pueblo.
Una repetición de lo que ya se ha dicho en la primera parte del versículo.
11.
Ahora conozco.
Este texto no es fácil de explicar y ha sido tomado por algunos comentadores como una prueba de que Jetro era politeísta. Sin embargo, Jetro era el "piadoso sacerdote de Madián" (PP 308). Con la prueba adicional mencionada por Moisés, aquí Jetro simplemente reafirma su fe en el Dios verdadero.
Porque en lo que.
Esta declaración es aún 601 menos clara que la precedente. El texto de la VVR indudablemente da a entender que Jetro dijo que Dios se había mostrado superior a los dioses de Egipto. Una traducción más literal diría: "Aun en el asunto preciso en que ellos [los egipcios] obraron orgullosamente contra ellos [los israelitas]". Una versión tal muestra la superioridad del Señor revelada en la forma en que fue humillado el orgullo de los egipcios por el poder de Dios (ver com. vers. 10).
12.
Tomó ... holocaustos.
Los sacrificios fueron instituidos por Dios mismo tan pronto como el pecado entró en el mundo (ver com. Gén. 3: 21; 4: 3, 4). La práctica de ofrecer sacrificios fue perpetuada por todos los que conocían y honraban a Dios (Gén. 4: 4; 8: 20; 12: 7, S; 22: 13; etc.). Como Melquisedec (Gén. 14: 18), Jetro fue reconocido como sacerdote de verdadero Dios (Exo. 2: 16; PP 308) y, por lo mismo, tenía derecho a ofrecer sacrificios. Sin embargo, parece que los madianitas, por regla general, eran idólatras (Núm. 25: 17, 18; 31: 16). Moisés, Aarón y los ancianos de Israel no habrían participado de un alimento ceremonial si hubiera estado contaminado por prácticas paganas, o si el sacrificio hubiera sido realizado por un hombre que no era adorador del Dios del cielo.
Para comer.
Del holocausto mismo nada fue comido. Fue completamente consumido puesto que todo él era considerado como perteneciente a Dios (Lev. 1: 3-17). Los otros sacrificios mencionados aquí eran de tal naturaleza que, después de que la sangre había sido derramada delante de Dios y ciertas porciones de la carne habían sido quemadas sobre el altar, los "ancianos" podían comer lo que quedaba (ver 1 Sam. 2: 15, 16).
13.
Se sentó Moisés a juzgar.
En los tiempos antiguos un gobernante -ya fuera rey, príncipe o caudillo - también ejercía el oficio de juez. Los poderes legislativo, ejecutivo y judicial estaban conferidos a un solo individuo. Durante varios siglos antes de la monarquía, los gobernantes de Israel fueron llamados "jueces", y se hacía referencia a su administración como a "juicios". Al igual que esos sucesores de Moisés, los principales gobernantes de Cartago también llevaron el título de "jueces". Desde el tiempo cuando fue aceptado como gobernante por el pueblo (cap. 4: 29-31), parece que Moisés se consideraba a sí mismo como obligado a oír todas las quejas que se levantaban entre su pueblo y a decidir en cuanto a ellas. Hasta aquí no había delegado la autoridad judicial a ningún otro. Esto no se debió a que no se le hubiera ocurrido esa idea, pues existía en Egipto un sistema judicial con jueces nombrados por el rey. Puede ser que hubiera dudado de la capacidad de sus compatriotas para prestar ese servicio ya que habían sido esclavos toda la vida.
Desde la mañana hasta la tarde.
No sabemos si Moisés estaba siempre tan ocupado como lo estuvo el día después de la llegada de Jetro. Los comentadores han conjeturado que pueden haber surgido muchas quejas por la distribución de los despojos de los amalecitas, o que la insólita situación en que de pronto se encontró el pueblo al librarse de la esclavitud, produjo más problemas de los que hubiera habido si no hubiera sido por eso. Habían vivido siempre bajo la rígida autoridad de los capataces egipcios sin tener libertad para efectuar decisiones propias. De pronto se habían convertido en sus propios amos y ahora debían relacionarse como iguales. En tales circunstancias sólo puede haber una vida de comunidad tranquila y armoniosa cuando todos respetan reglas entendidas y aceptadas en común.
14.
¿Por qué te sientas tú solo?
El reproche de Jetro no atañía a la técnica de juzgar de Moisés. A diferencia de lo entendido por algunos comentadores, él no consideraba que fuera humillante para la gente el que Moisés estuviera sentado mientras aquélla permanecía de pie. Por el contrario, él presentó esta objeción para que Moisés dividiera su tarea delegando ciertos deberes de gobierno a otros que tenían cualidades para ejercerlos.
15.
Para consultar a Dios.
Indudablemente esto significa que la gente iba a Moisés como a uno a quien consideraba calificado para hablar en nombre de Dios. No acudían a él como habían acudido a los jueces que conocían en Egipto, sino que lo consideraban como al portavoz instituido por Dios. Sin duda éste también era el parecer de Moisés, y puesto que el Señor no le había dado otras instrucciones, creía que era su deber decidir todos los casos que se le presentaban.
16.
Declaro las ordenanzas de Dios.
Algunos comentadores han tomado la referencia a ordenanzas y leyes como una prueba de que la visita de Jetro ocurrió después de la promulgación 602 de la ley en el Sinaí. Otros han señalado que la práctica descrita en este pasaje no habría sido necesaria después de la promulgación de la ley, y que su existencia en el tiempo de la visita de Jetro la ubica como habiendo ocurrido antes de que la ley fuera formalmente proclamada a Israel. La última explicación parece preferible. Dios no había dejado a su pueblo por miles de años sin ley moral. Caín sabia que el asesinato era pecado (Gén. 4: 8-13), Sem y Jafet demostraron estar familiarizados con la ley al rehuir la indecencia (Gén. 9: 23), Abrahán observó los mandamientos de Dios (Gén. 26: 5) y aun el rey filisteo Abimelec sabía que el adulterio era un "grande pecado" (Gén. 20: 9). La mención de "mis mandamientos, mis estatutos y mis leyes" (Gén. 26: 5) no es pues anacrónico en el tiempo de los patriarcas, sino que muestra claramente que antes del Sinaí el hombre tenía conocimiento de tales leyes divinamente impartidas. Moisés, quien durante sus 40 años de permanencia en el desierto había registrado la historia del trato de Dios con los patriarcas, debe haber conocido bien los principios morales presentados en el libro del Génesis.
18.
Desfallecerás del todo.
Jetro mostró sabiduría en el consejo que dio a su yerno. Es un deber sagrado cuidar nuestra salud y no sobrecargar innecesariamente nuestras fuerzas.
19.
Está tú por el pueblo delante de Dios.
O: "Sé tú el representante del pueblo delante de Dios" (BJ). Respondiendo a la explicación de Moisés de por qué el pueblo iba a él y por qué él consentía en tratar sus diversos casos Jetro hizo resaltar que una cosa es establecer principios, y otra aplicarlos. Moisés podría reservar la función legislativa para sí, y así transmitir al pueblo los principios divinos. Pero también debía elegir a hombres capaces de aplicar los principios a las diversas situaciones que surgían, y delegar a esas personas la función judicial de gobierno (vers. 21, 22).
Somete tú los asuntos a Dios.
En los casos difíciles Moisés realmente llevaba la causa delante de Dios y recibía de él instrucciones en cuanto a las decisiones que debía tomar (Núm. 15: 32-36; 27: 5-11).
20.
Las ordenanzas y las leyes.
No es clara la distinción de Jetro entre "ordenanzas" y ."leyes". Algunos consideran que las "ordenanzas" atañen a la religión y que las "leyes" son reglamentos respecto a asuntos civiles y sociales. Otros explican que las primeras son estatutos "específicos", y las segundas "generales". El consejo de Jetro de que Moisés debía mostrarles "el camino por donde" debían "andar", revela claramente que él quería decir que Moisés estableciera principios amplios para garantizar la igualdad y la justicia.
21.
Varones de virtud.
Jetro no sólo le aconsejó a Moisés que eligiera "varones de virtud" sino que hizo una lista de las cualidades que debían tener esos varones: piedad, integridad moral y honradez. Su concepto del carácter de un verdadero juez es casi completo. Si hoy en día se requirieran esas cualidades en la elección de hombres para puestos de responsabilidad en el gobierno, aumentaría mucho la fortaleza de una nación.
Jefes.
El sistema propuesto por Jetro garantizaba un trato justo para todos. Los asuntos de menor importancia podían ser decididos por quienes encabezaban la familia, los jefes "de diez". Los casos más difíciles serían referidos a la autoridad inmediata superior, o tribunal de apelación. Los asuntos de una naturaleza más seria serían llevados a los "Jefes de millares".
22.
En todo tiempo.
En vez de días ocasionales para juzgar, en los cuales Moisés se sentaba para escuchar los casos y tomar decision durante todo el día, debían tomarse medidas para una pronta consideración de los problemas cuando surgieran.
23.
Dios te lo mandare.
Aunque Jetro estaba convencido de la sabiduría de su consejo y la importancia de que se lo siguiera, no obstante modestamente dejó con Moisés la decisión de aceptarlo. Sabiendo que su yerno actuaba de acuerdo con la dirección divina en todos los asuntos, comprendía que el éxito de los planes iba a quedar asegurado tan sólo si Dios los aprobaba, y que sólo con esa condición los aceptarla Moisés. El hecho de que Moisés actuara de acuerdo con el consejo de Jetro es una evidencia de que recibió en realidad la sanción divina y que, al darlo, Jetro debe haber sido inspirado por el Espíritu de Dios.
25.
Escogió Moisés varones de virtud.
Los vers. 24-26 dan la impresión de que Moisés puso en práctica inmediatamente el consejo de Jetro. El pasaje de Deut. 1: 9-15 indica que en realidad Moisés no dispuso la elección de esos jueces hasta después de que la ley fuera 603 dada en el Sinaí. Sin duda Moisés esperó la aprobación divina del plan. La ejecución del plan es relatada aquí de acuerdo con el hábito de Moisés de tratar los asuntos por temas más bien que cronológicamente. Si no se tiene en cuenta esta característica literaria de Moisés, se puede llegar a conclusiones erróneas (ver com. Exo. 16: 33, 35). Parece por Deut. 1: 13 que, en vez de elegir Moisés mismo a los hombres, dirigió su nombramiento por medio del pueblo, después de lo cual los invistió con la autoridad de su cargo.
Los puso por jefes.
Desde el tiempo de su nombramiento estos dirigentes no fueron meramente jueces sino "jefes" sobre sus respectivos grupos, con autoridad sobre ellos cuando estaban en marcha, en el campamento y en el campo de batalla (Núm. 31: 14). Parece que tanto la función militar como la civil estaban combinadas.
27.
Este se fue.
Jetro debe haber considerado su visita al campamento de los israelitas como uno de los momentos más destacados de su vida. Allí recibió una información de primera mano de los hechos maravi- llosos del Dios de su antepasado Abrahán, a quien él también servía, por lo que su propia fe quedó fortalecida.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-27 PP 307-309
1-14 PP 307
7-12 SR 134
13-26 3JT 410
15-26 PP 308
16 MC 315; TM 346
19 OE 20
19-23 TM 346
19-26 HAp 76
19-27 SR 135
21 2JT 474; OE 464


CAPÍTULO 19
1Los israelitas llegan al monte Sinaí. 3 Dios da a Moisés un mensaje para el pueblo, y éste desciende para comunicarlo. 8 La respuesta del pueblo es llevada a Dios. 10 El pueblo se prepara para el día tercero. 12 Nadie debía acercarse ni tocar el monte. 16 Manifestación de la presencia de Dios en el monte.

1 EN EL mes tercero de la salida de los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el mismo día llegaron al desierto de Sinaí.
2 Habían salido de Refidim, y llegaron al desierto de Sinaí, y acamparon en el desierto; y acampó allí Israel delante del monte.
3 Y Moisés subió a Dios; y Jehová lo llamó desde el monte, diciendo: Así dirás a la casa de Jacob, y anunciarás a los hijos de Israel:
4 Vosotros visteis lo que hice a los egipcios, y cómo os tomé sobre alas de águilas, y os he traído a mí.
5 Ahora, pues, si diereis oído a mi voz, y guardarais mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos; porque mía es toda la tierra.
6 Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa. Estas son las palabras que dirás a los hijos de Israel.
7 Entonces vino Moisés, y llamó a los ancianos del pueblo, y expuso en presencia de ellos todas estas palabras que Jehová le había mandado.
8 Y todo el pueblo respondió a una, y dijeron: Todo lo que Jehová ha dicho, haremos. Y Moisés refirió a Jehová las palabras del pueblo.
9 Entonces Jehová dijo a Moisés: He aquí, yo vengo a ti en una nube espesa, para que el pueblo oiga mientras yo hablo contigo, y también para que te crean para siempre. Y Moisés refirió las palabras del pueblo a Jehová.
10 Y Jehová dijo a Moisés: Vé al pueblo y santifícalos hoy y mañana; y laven sus vestidos, 604
11 y estén preparados para el día tercero, porque al tercer día Jehová descenderá a ojos de todo el pueblo sobre el monte de Sinaí.
12 Y señalarás término al pueblo en derredor, diciendo. Guardaos, no subáis al monte, ni toquéis sus límites; cualquiera que tocare el monte, de seguro morirá.
13 No lo tocará mano, porque será apedreado o asaeteado; sea animal o sea hombre, no vivirá. Cuando suene largamente la bocina, subirán al monte.
14 Y descendió Moisés del monte al pueblo, y santificó al pueblo; y lavaron sus vestidos.
15 Y dijo al pueblo: Estad preparados para el tercer día; no toquéis mujer.
16 Aconteció que al tercer día, cuando vino la mañana, vinieron truenos y relámpagos, y espesa nube sobre el monte, y sonido de bocina muy fuerte; y se estremeció todo el pueblo que estaba en el campamento.
17 Y Moisés sacó del campamento al pueblo para recibir a Dios; y se detuvieron al pie del monte.
18 Todo el monte Sinaí humeaba, porque Jehová había descendido sobre él en fuego; y el humo subía como el humo de un horno, y todo el monte se estremecía en gran manera.
19 El sonido de la bocina iba aumentando en extremo; Moisés hablaba, y Dios le respondía con voz tronante.
20 Y descendió Jehová sobre el monte Sinaí, sobre la cumbre del monte; y llamó Jehová a Moisés a la cumbre del monte, y Moisés subió.
21 Y Jehová dijo a Moisés: Desciende, ordena al pueblo que no traspase los límites para ver a Jehová, porque caerá multitud de ellos.
22 Y también que se santifiquen los sacerdotes que se acercan a Jehová, para que Jehová no haga en ellos estrago.
23 Moisés dijo a Jehová: El pueblo no podrá subir al monte Sinaí, porque tú nos has mandado diciendo: Señala límites al monte, y santifícalo.
24 Y Jehová le dijo: Vé, desciende, y subirás tú, y Aarón contigo; mas los sacerdotes y el pueblo no traspasen el límite para subir a Jehová, no sea que haga en ellos estrago.
25 Entonces Moisés descendió y se lo dijo al pueblo.


1.
En el mes tercero.
Es decir Siván, comparable con la parte final de nuestro mayo o principios de junio. Los versícu- los 1 y 2 tratan de la última parte del viaje de los israelitas al monte Sinaí. En el Sinaí ocurrió uno de los acontecimientos más grandes de la historia judía: la incorporación de Israel -como iglesia y como nación- bajo la teocracia (PP 310). Esa forma de gobierno continuó hasta que los judíos se apartaron de ella con las palabras "No tenemos más rey que César" (Juan 19: 15; DTG 687). El proceso de organización en el Sinaí incluyó la proclamación de los Diez Mandamientos, la ratificación del pacto, la construcción del tabernáculo, la promulgación de las leyes ceremonial y civil y la enunciación de varios procedimientos civiles y militares. Se efectuó una relación única entre el Señor y los descendientes de Abrahán, en la que nunca entraría ninguna otra nación. Tenía el propósito de preparar el camino para la venida de Cristo como Salvador del hombre.
En el mismo día.
Literalmente, "en este preciso día", quizá el primer día de Siván, tal vez el decimoquinto. La tradición judía colocó este acontecimiento en el primer día del tercer mes del año judío. Si esto es así, el viaje de Ramesés al Sinaí probablemente duró 45 días.
Al desierto de Sinaí.
Generalmente se considera que es la llanura de er-Raha, una planicie casi llana, tachonada de arbustos o desierta, de algo más de 3 km de largo y unos 800 m de ancho (ver com. cap. 3: l). Rodeado como estaba por montañas que formaban un anfiteatro natural, era un lugar adecuado para que los hebreos se reunieran a fin de recibir la ley que Dios pronto iba a proclamar. En su extremidad sudeste se levantaba un farallón de granito casi perpendicular que proporcionaba un púlpito alto, o altar, desde el cual podía oírse la voz del Señor. Al pie de ese farallón había una serie de monticulos bajos que pueden haber ayudado a determinar los "límites" (vers. 12) designados para impedir que el pueblo tocara la montaña.
Fue en un ambiente tal, majestuoso e inspirador, donde fue dada la ley a Israel. Se ha observado con justicia que no se puede encontrar otro lugar en el mundo que combine de una forma más notable las condiciones de una altura imponente y de una llanura, en cada una de cuyas partes las escenas y sonidos 605 que se describen en el Exodo podían alcanzar a una multitud congregada. El aislamiento de su ubicación permitía que el pueblo estuviera a solas con Dios, lejos de todo lo que desviara su pensamiento y atención de las cosas divinas. Durante más de 11 meses Israel había de permanecer en el Sinaí. Allí, además de recibir la ley y ratificar el pacto, tendría tiempo para la construcción del santuario y para el perfeccionamiento de su organización. Le daría una oportunidad para una reflexión tranquila acerca de su responsabilidad para con el Señor.
El pueblo de Dios necesita tales períodos de descanso, como Cristo lo aconsejó a los discípulos (Mar. 6: 31). Tenemos el ejemplo de Pablo que "fue" a Arabia, quizá a ese mismo lugar (Gál. 1: 17). Todos necesitamos nuestro Sinaí donde, en quietud y soledad, Dios pueda hacer para nosotros lo que hizo para Israel, revelando su voluntad, instruyéndonos en ella e impresionándonos de nuevo con su majestad. El Sinaí era un lugar de una solemnidad como para que la mente del pueblo irresistiblemente se elevara poniéndose en comunión con el Infinito. La misma severidad y grandeza de los alrededores correspondían con la santidad de la ley. Como un desierto infructífero y estéril, también el Sinaí es un claro recordativo de que por nosotros mismos no podemos dar frutos espirituales para la gloria de Dios y que no podemos efectuar nuestra propia salvación. ¿No dijo Cristo mismo: "Separados de mí nada podéis hacer"? (Juan 15: 5).
2.
Acampó allí Israel delante del monte.
Saliendo de Refidim, los hebreos fueron en dirección sudeste hacia el monte Sinaí. Es probable que la mayor parte del pueblo asentara sus tiendas en la planicie ya mencionada, pero algunos pueden haber acampado en valles adyacentes al noreste y oeste, desde los cuales podia verse el monte Sinaí mismo,
3.
Moisés subió.
Los vers. 3-9 presentan el primer pacto entre Dios e Israel. Moisés estaba familiarizado con esta región, porque fue aquí donde Dios se le reveló en la zarza ardiente. En el mismo lugar había de revelarse Dios otra vez a su siervo, que ya no era un fugitivo solitario sino el que habla sido exaltado para ser el jefe del propio pueblo de Dios. Todo un cúmulo de recuerdos deben haber cruzado por la mente de Moisés mientras ascendía al monte. Su fe debe haber sido muy fortalecida para la difícil tárea de liderazgo que tenía por delante, pues estaba por cumplirse la promesa del Señor de que Moisés y sus compatriotas israelitas adorarían a Dios en ese lugar (Exo. 3: 12). Podemos estar seguros de que Moisés ascendió al monte con paso confiado aunque reverente.
La casa de Jacob.
Esta referencia a su antepasado era un recordativo de la promesa que se le había hecho (Gén. 28: 13, 14; 35: 11). La mención de su nombre recordaba las bendiciones generosamente concedidas a él, y éstas eran una garantía de las bendiciones que el Señor ahora les ofrecía. Era inevitable que Dios tomara la iniciativa proponiendo un pacto, pues el hombre no está en la posición de imponer términos al cielo. Sin embargo el pacto no sólo es una expresión de la soberanía de Dios sino también de su gracia y misericordia. El es quien primero busca al hombre; no el hombre a Dios (1Juan 4: 10, 19).
4.
Los egipcios.
Es digno de notar que Dios llamara la atención a las anteriores pruebas de su amor antes de revelar su ley. Así podía ganar la confianza de ellos; así podía robustecer su fe en él y animarlos para cumplir su voluntad. El les daba confianza en las bendiciones del futuro mediante las bendiciones disfrutadas en el pasado. Lo que Dios había hecho por Israel al libertarlo de Egipto, al guiarlo a salvo a través del mar Rojo y al darle el maná, era una garantía de lo que haría todavía para él si permanecía siéndole fiel. Sin esta seguridad, los terrores del Sinaí dificilmente habrían sido soportados.
Alas de águilas.
Así como el águila madre toma al aguilucho de su nido, le enseña a volar y protege a sus crías con su propia vida, así el Señor tomó a su pueblo del cautiverio de Egipto para poder conducirlo hasta la tierra de Canaán. Sostendria a Israel con sus "alas" y lo protegería de peligros. Así como el débil y desvalido aguilucho al par que teme el peligro tiene confianza en el vigor y protección de su madre, así tarnbién Israel, débil, desvalido y temeroso de lo que pudiera sobrevenirle, podía tener fe en el poder divino (Deut. 32: 11, 12).
5.
Si diereis oído.
Antes de ordenar a los hebreos que guardaran su pacto, como era su derecho soberano, bondadosamente Dios invitó a su pueblo a hacer lo que seria para su propio beneficio. El único sendero por el cual podemos transitar con Dios es el de la obediencia. Bajo ninguna otra condición, fuera de la obediencia, podía consentir Dios en ser el Dios de ellos, o tenerlos como su pueblo escogido. La gracia del Evangelio de Jesucristo que trae salvación a todos los hombres (Tito 2: 11) no los libra de la obligación de obedecer la ley divina (Rom. 3: 31). La fe en el Cristo redentor, que está inseparablemente unida con el poder del Cristo que mora en el corazón, nos capacita para guardar los Diez Mandamientos (Rom. 8: 1-4). Jesús y los apóstoles con todo énfasis afirmaron el principio de obediencia a la ley divina (Mat, 5: 17, 18; 19: 16, 17; 1 Cor. 7: 19; Sant. 1: 25; 2: 10-12; 1 Juan 2: 3, 4).
Mi pacto.
El pacto que Dios hizo con Israel en el Sinaí generalmente es llamado "viejo" pacto (Heb. 8: 13). Debido al fracaso del pueblo en apreciar plenamente el propósito de Dios, y por no haber entrado en el verdadero espíritu del pacto, el viejo pacto resaltó en contraste con el nuevo, o Evangelio, de la siguiente manera: (1) Era más elemental (Gál. 4: 1-5). (2) Estaba más estrechamente relacionado con ritos externos y ceremonias (Heb. 9: 1). (3) Sus motivos consistían principalmente en castigos y recompensas, pues siendo "niños", éstos eran los únicos incentivos que los israelitas estaban preparados para comprender (Gál. 4: 3; PP 387). (4) Sus bendiciones eran mayormente temporales. (5) Dependía de las realizaciones humanas y de buenas obras más bien que de la gracia divina y de un Salvador del pecado (ver com. Exo. 19: 8). La bendición notable del nuevo pacto es que por la fe en Cristo se imparte poder al creyente para cumplir "la justicia de la ley" (Rom. 8: 1-4; cf. Hech. 13: 37-39).
Dios permitió que Israel tratara de guardar la ley para que pudiera darse cuenta de su incapacidad para hacer lo que, erróneamente, se sintió capaz de realizar. Así iban a ser apartados de la confianza propia para confiar en Dios; de la confianza en sus esfuerzos propios, a la fe en la realización divina. Así la ley llegaría a convertirse en el medio de conducirlos a Cristo como su único Salvador del pecado (Gál. 3: 23-26). De esa manera se preparó el camino para la relación del nuevo pacto, el Evangelio de la gracia divina, la ley guardada en Cristo y mediante él (Jer. 31: 31-34; Rom. 3: 21-31; 8: 1-4; Heb. 8: 7-11). Como Pablo declara, esta relación del nuevo pacto no invalida la ley "por la fe" (Rom. 3: 31). La ley permanece como la norma del deber, la norma de una práctica santa. El nuevo pacto establece la ley como el código eterno de justicia, sin el cual no puede haber ninguna conducta santa.
Mi especial tesoro.
Más bien "mi propiedad personal" (BJ), (Ver también Sal. 135: 4; Isa. 43: 1-4.) A la vista de Dios ninguna otra nación era igual a Israel. Cada hijo de Dios, cada cristiano consagrado, es una joya en la corona de nuestro Señor, y así es considerado por él (Mal. 3: 17; ver com. 1 Ped. 2: 9).
6.
Reino de sacerdotes.
De acuerdo con el plan y propósito divinos, los israelitas habían de ser una raza tanto real como sacerdotal. En un mundo malo serían reyes, morales y espirituales, en el sentido de que habrían de prevalecer sobre el reino del pecado (Apoc. 20: 6). Como sacerdotes, hablan de acercarse al Señor en oración, en alabanza y en sacrificio. Como intermediarios entre Dios y los paganos, debían servir como instructores, predicadores y profetas, y habían de ser ejemplos de un santo vivir; exponentes celestiales de la verdadera religión. En su reino venidero Dios tiene un lugar regio para sus hijos de la familia real (Mat. 19: 28; Luc. 19: 17-19; Juan 14: 1-3; Apoc. 1: 6; 2: 26; 3: 21; cf. Zac. 6: 13).
Gente santa.
Como gente consagrada al servicio de Dios, debían ser diferentes de las otras naciones. Esto había de manifestarse externamente por medio de la circuncisión (Gén. 17: 9-14), e internamente por la piedad (2 Cor. 7: 1; 1 Ped. 2: 9). Un Dios santo requiere gente santa (Mat. 5: 48; 1 Ped. 1: 16).
7.
Los ancianos.
No se necesitaron muchas palabras para presentar el importante asunto o para responder a la pregunta imperativa en cuanto a si el pueblo aceptaría el pacto en los términos requeridos por Dios. Sin embargo, antes de presentar esos términos a la gente, Moisés convocó a los ancianos como una preparación para presentar el asunto delante del pueblo (cap, 24: 3; PP 310).
8.
Todo lo que Jehová ha dicho.
Convencidos y seguros en sus corazones de que los términos del pacto serían justos y buenos, y deseosos de asegurar para sí mismos y para su posteridad las bendiciones que el Señor había prometido, de buena gana los ancianos aceptaron el pacto antes de saber lo que serían sus estipulaciones exactas. Era deseable que el pueblo expresara su disposición de entrar en 607 un pacto tal como Dios proponía y que tuviera tiempo para pensar bien en el asunto antes de que fuera llamado a la ratificación formal del pacto. Si estaban dispuestos a obedecer a Dios, los detalles del pacto vendrían despues. Sin embargo, si bien es cierto que no había duda del noble deseo de los israelitas de responder a la demanda de obediencia que Dios hacía, entraron en la relación del pacto teniendo poco conocimiento de sí mismos y sin apreciar su incapacidad para guardar los preceptos divinos y cumplir así su parte en el convenio. Al igual que muchas almas engañadas pensaron que no tenian sino que intentar a fin de hacer. Dios les permitió que hicieran la prueba para que pudieras descubrir su incapacidad y así fueran inducidos a depender de Dios. La propia experiencia de Pablo concuerda con esto (ver Rom. 7).
El clamor espontáneo: "Todo lo que Jehová ha dicho, harernos" sin duda era una demostración superficial de entusiasmo religioso, una reacción momentánea ante una verdad gloriosa y sublime Faltaba el espíritu de una conversión profunda y verdadera, el "corazón" de hacer lo que Dios demandaba (Deut. 5: 29). No es de extrañar que el pueblo pronto apostatara y adorara el becerro de oro (Exo. 32).
9.
En una nube espesa.
Cuando Dios habla a los hombres, siempre debe velar su gloria porque no la pueden soportar los pecadores (Exo. 33: 20; Juan 1: 18; 1 Juan 4: 12). Si Dios se reviste de humanidad, la forrna humana es el velo. Si aparece en una zarza ardiente, el fuego mismo es una envoltura. Como muchos del pueblo eran impíos e impenitentes, aquí en el Sinaí fue aún más necesario que él se cubriera. La nube desde la cual hablaba Dios era la columna de nube que acompaño a los israelitas al salir de Egipto y los dirigió en su marcha (Exo. 13: 21,22; Num. 11. 25; 12: 15; PP 308).
Te crean para siempre.
Un propósito de Dios al aparecer visiblemente ante Moisés fue dar al pueblo una prueba irrefutable de que Moisés estaba ante ellos como representante de Dios.
10.
Santifícalos.
El Señor iba a proclamar su santa ley en persona a fin de eliminar toda sospecha de que Moises tenía algo que ver con su redacción. La aparición de ellos en la presencia de Dios requería santificación, sin la cual nadie podrá verlo (Heb. 12: 14). En su esencia la santificación es un asunto del espíritu, de ser "de limpio corazón" (Mat. 5: 8). Los actos externos de preparación tenían el propósito de impresionar en la gente la necesidad de preparar su corazón para encontrarse con Dios (1 Tes. 5: 23; 1 Juan 3: 3). Aunque la purificación para los egipcios significaba lavarse el cuerpo -lo que incluía también raparse el cabello de la cabeza, y a veces de todo el cuerpo- parece que los israelitas se purificaban mediante un lavado únicamente.
La santidad debe considerarse seriamente cada vez que nos aproximamos a Dios. Los que no son santos no serán rechazados por Dios si se presentan con arrepentimiento, aceptando la gracia de Cristo. El acepta al pecador para hacerlo santo y, con ello, hacerlo apto Para el compañerismo con Dios (Efe. 1: 4; 5: 25-27; Tito 2: 11-14). Puesto que la ley que pronto iba a ser dada es una expresión de la santidad de Dios, lo único apropiado era que el pueblo se preparara santificándose para recibirla. Si los israelitas habían de ser el pueblo de Dios, era imperativo que apreciaran el caracter sagrado de esa relación. Así podemos entender porqué, de la proclamación de su santa ley, hizo Dios una ocasión que debía impresionar profunda y dramáticamente al pueblo con la convicción de la santidad de la ley y de su importancia. Esto era muy necesario ya que los hebreos, oprimidos por sus amos egipcios, en gran medida habían perdido el conocimiento del carácter y majestad de Dios.
Hoy y mañana.
De acuerdo con la tradición judía, esto sería el cuarto y el quinto días del mes de siván. El Decálogo iba a ser dado en el sexto día. Los dos días de preparación habrían de dar énfasis a la santidad del acontecimiento.
Laven.
Los ricos podían mudarse de ropas cuando la ocasión lo requiriera, pero el pueblo en general, las clases más pobres que no tenían mudas de ropas, debían lavar las que usaban (Lev. 15: 5).
11.
Descenderá.
Generalmente en la Biblia se representa a Dios como morando en los cielos, en lo alto (1 Rey. 8. 30, 49; Juan 8: 23). De ahí que cuando aparece en la tierra se dice que "desciende" (Gén. 11: 5-7; 18: 21; Exo. 3: 8).
12.
Señalarás término.
Moisés había de erigir alguna clase de barrera al pie de la 608 montaña. Puede haberla extendido a lo largo de una línea de monticulos bajos que estaban al pie del cuerpo de la montaña. Mientras el pueblo se abstuviera de cruzar esos "límites", estaría seguro.
Se ha hecho notar acertadamente que el Sinaí, con todos sus terrores, no era el Vesubio; el pueblo que estaba abajo no se hallaba congregado en un Herculano o Pompeya condenados a la destrucción. El propósito del Señor fue sólo manifestar la realidad, extensión y proximidad de su poder destructor. Se hizo sentir a los hombres lo que ese poder podía hacer si ellos eran tan atrevidos o negligentes como para colocarse dentro del legítimo alcance de aquel poder.
Cualquiera que tocare.
Debido a que el cuerpo de la montaña se levanta verticalmente desde la llanura, algunos con facilidad podrían haberse puesto en contacto con él, ya fuera por descuido o por curiosidad.
De seguro morirá.
Este severo castigo fue anunciado específicamente por Dios para impresionar en el pueblo, con términos bien claros, lo que significaba estar en la presencia de un Dios santo. El castigo estaba del todo en armonía con la terrible solemnidad de la ocasión. Además no debiéramos olvidar que sólo mediante sombrías amenazas de castigo se podía enseñar reverencia a los israelitas, proclives a veces de ser atrevidos y a rebelarse contra la voluntad divina (2 Sam. 6: 6, 7). No puede haber un verdadero sentimiento religioso sin un profundo sentido de reverencia. Para inculcar una actitud tal entre los israelitas, era imperativo impresionar la lección en una forma dramática y llamativa.
13.
No lo tocará mano.
No debía ser capturado el que transgrediera la orden divina, pues el que lo arrestara tendría que pasar los "límites" para hacerlo. Por tanto, el transgresor había de ser muerto a pedradas o mediante dardos disparados desde fuera de los "límites". Lo mismo debía hacerse con cualquier bestia que llegara extraviada hasta dentro de la zona limitada, a fin de que nadie se sintiera tentado a entrar en la zona prohibida para recuperar su animal perdido. Se hizo todo para impresionar a los israelitas con la abrumadora majestad de Dios, y con el espíritu de solemnidad que debiera embargar el corazón de aquel que se acerca a la presencia divina.
Dios es omnipresente (Sal. 139: 1-12), pero vela su presencia. Aunque está con nosotros, no lo percibimos (Job 23: 8, 9). Pero cuando realmente revela su presencia, todos tiemblan delante de él (Gén. 28: 16, 17; Job 42: 5, 6; Hab. 3: 16). La debilidad tiembla delante de la fortaleza, la pequeñez se encoge delante de la grandeza, el hombre finito se vuelve insignificante en la presencia del Infinito. Es la conciencia del pecado lo que hace que el hombre tiemble delante de un Dios santo (Gén. 3: 10). La corrupción se acobarda ante la incorrupción, la depravación moral ante la pureza absoluta.
Subirán.
La forma verbal "subirán" no puede referirse aquí al pueblo pues esto sería una contradicción de la orden dada en el versículo previo. El pueblo nunca ascendió al monte, pero lo hicieron Moisés, Aarón, Nadab, Abiú y los 70 ancianos (Exo. 24: 1, 2), y quizá se hace referencia a ellos aquí.
14.
Descendió Moisés.
Volviendo al pie del monte Sinaí, en obediencia a la orden del vers. 10, Moisés instruyó al pueblo en cuanto a la preparación para la promulgación de la ley. Al mismo tiempo debe haber ordenado la construcción del cerco que había de mantener al pueblo apartado del monte, al cual alude como completado, en el vers. 23.
16.
Truenos.
Los vers. 16-20 tratan de las manifestaciones de la presencia divina en el Sinaí. Dios emplea diversos métodos para revelarse al hombre. A Elías vino como "un silbo apacible y delicado" (1 Rey. 19: 12); usó de visiones con el profeta Daniel y el apóstol Juan, y habló a los discípulos directamente mediante su Hijo. Dios se apareció a Pablo en una visión de éxtasis, en la cual el apóstol oyó "palabras inefables que no le es dado al hombre expresar" (2 Cor. 12: 1-5). En el Sinaí donde Dios quería impresionar a todos con la importancia y majestad de su ley como la constitución de su reino espiritual aparece con grandeza aterradora (Heb. 12: 18-21).
17.
Sacó del campamento al pueblo.
Es evidente que el campamento mismo debe haber estado a alguna distancia del pie del monte, con un espacio abierto entre las primeras tiendas y la barrera que Moisés habla erigido cerca de la montaña. Moisés dirigió ahora al pueblo a ese espacio vacío, colocándolo así en el límite de su osadía para aproximarse ante la presencia divina.
19.
Moisés hablaba.
Tan aterrador era la escena, con el monte cubierto de humo (vers. 18), 609 y tan temible el sonido de la trompeta (vers. 16), que Moisés no pudo permanecer silencioso. Para aliviar la tensión, prorrumpió en palabras, quizá las registradas en Heb. 12: 21. Está implícito un profundo significado en las palabras "Moisés hablaba, y Dios le respondía", lo que representa una definición resaltante de la naturaleza de la ley divina. Todas las órdenes de Dios, por así decir- lo, son respuestas a nuestras profundas necesidades del alma. Emanan de la acción recíproca de Dios y del corazón humano. Pablo ilustra esto en Rom. 7. El hombre, por haber sido creado a imagen de Dios (Gén. 1: 27), nunca puede encontrar satisfacción en estar vivo a menos que su vida esté a tono con el Creador, El Decálogo es el diapasón que da el tono. No es sencillamente un código que expresa la voluntad y la soberanía de Dios; es también un instrumento de instrucción espiritual para ayudarnos a vivir como Dios quiere que vivamos (Sal. 19: 7, 8; 119: 97; Mat. 19: 16, 17).
20.
La cumbre del monte.
Probablemente no era el jebel Musa (véase el mapa del Sinaí en la pág. 611), invisible desde la llanura donde debe haber estado congregado el pueblo, sino el Ras es-Safsaf, la cima más elevada de las montañas del Sinaí que dan frente a la llanura (ver com. vers. 1 y com. cap. 3: 1).
Llamó Jehová a Moisés.
El contexto nos induciría a pensar que Aarón subió con Moisés, pues Aarón estuvo allí presente (vers. 24) y quizá está incluido en el "nos" del vers. 23.
21.
Ordena al pueblo.
En los versiculos finales de este capítulo el pueblo y los sacerdotes otra vez son amonestados a no pasar los "límites". Esta repetición sugeriría que hubo quienes no tomaron en serio la restricción sino que estuvieron dispuestos a "traspasar" los "limites", para atisbar irreverentemente la gloria de Dios (Núm. 4: 20; 1 Sam. 6: 19; 2 Sam. 6: 6, 7).
22.
Los sacerdotes.
Se hace mención especial de los "sacerdotes", lo que indicaría que la tendencia a la transgresión fue muy fuerte entre ellos. Preparados como estaban para ejercer funciones sagradas, pueden haberse considerado prácticamente iguales a Moisés y Aarón. Pueden haberse resentido por su exclusión de la presencia divina. ¿No eran acaso los intermediarios establecidos entre Dios y el hombre?
Se santifiquen.
Parecería, según esta orden, que los sacerdotes no habían considerado que la orden del vers. 10 se aplicaba a ellos y, por lo mismo, no la cumplieron. De ahí que se les dirigiera especialmente a ellos la admonición de obedecer. La santidad de una función no significa por sí sola santidad en el individuo que la cumple. Los ministros de Dios no reciben ninguna inmunidad especial contra la iniquidad, como lo demuestran con frecuencia las Escrituras (ver Lev. 10: 1, 2; 1 Sam. 2: 12-17; 4: 17). Este versículo y Exo. 24: 5 muestran que había quienes fueron apartados para las funciones sacerdotales antes de la institución de la orden levítica (ver PP 362).
23.
No podrá subir.
Puesto que la orden de Dios del vers. 12 se había cumplido, Moisés le asegura a Dios que el pueblo no podía inconscientemente traspasar los límites del recinto del monte sagrado.
24.
Vé, desciende.
Dios rechaza el argumento de Moisés de que no había necesidad de advertir más al pueblo. Dios conocía lo que su siervo no sabía, y para evitar dificultades insistió en que se renovara la advertencia.
Tú, y Aarón.
Aunque ésta es la primera mención expresa de Aarón como nombrado para ascender al monte con Moisés, parece posible que hubiera ascendido previamente (vers. 3, 20, 23; cf. cap. 10: 1, 3).
25.
Moisés descendió.
Humillado por el reproche divino, Moisés volvió al campamento para advertir tanto a los sacerdotes como al pueblo.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-25 Ev 173; PP 309-312
1, 2 PP 308
1-5 FE 505
2-8 SR 137
3, 4 PP 310
5 PR 219
5, 6 PP 310, 388; 2T 450
6 PR 314
7 FE 506; PP 310
8 FE 506; PP 310; PR 219
9 PP 310; SR 137
10 2T 611
10, 11 MC 212; PP 311; SR 138
11 FE 506 610
12, 13 DTG 129; PP 311; SR 138
16 DMJ 45; ECFP 97; PP 352
16, 17 PP 311
16-22 SR 139
18, 19 PP 311
20 FE 237, 287, 506; PP 382; SR 148
21 PP 352


CAPÍTULO 20
1 Los Diez Mandamientos. 18 El pueblo se llena de temor. 20 Moisés lo reconforta. 22 Prohibición de la idolatría. 24 Instrucciones acerca de cómo construir un altar.
1 Y HABLO Dios todas estas palabras, diciendo:
2 Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre.
3 No tendrás dioses ajenos delante de mí.
4 No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra.
5 No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen,
6 y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos.
7 No tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; porque no dará por inocente Jehová al que tomare su nombre en vano.
8 Acuérdate del día de reposo* para santificarlo.
9 Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;
10 mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios; no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas.
11 Porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día; por tanto, Jehová bendijo el día de reposo* y lo santificó.
12 Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.
13 No matarás.
14 No cometerás adulterio.
15 No hurtarás.
16 No hablarás contra tu prójimo falso testimonio.
17 No codiciarás la casa de tu prójimo, no codiciarás la mujer de tu prójimo, ni su siervo, ni su criada, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna de tu prójimo.
18 Todo el pueblo observaba el estruendo y los relámpagos, y el sonido de la bocina, y el monte que humeaba; y viéndolo el pueblo, temblaron, y se pusieron de lejos.
19 Y dijeron a Moisés: Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos.
20 Y Moisés respondió al pueblo: No temáis; porque para probaros vino Dios, y para que su temor esté delante de vosotros, para que no pequéis.
21 Entonces el pueblo estuvo a lo lejos, y Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios.
22 Y Jehová dijo a Moisés: Así dirás a los hijos de Israel: Vosotros habéis visto que he hablado desde el cielo con vosotros.
23 No hagáis conmigo dioses de plata, ni dioses de oro os haréis.
24 Altar de tierra harás para mí, y sacrificarás sobre él tus holocaustos y tus ofrendas de paz, tus ovejas y tus vacas; en todo lugar donde yo hiciere que esté la memoria de mi nombre, vendré a ti y te bendeciré.
25 Y si me hicieres altar de piedras, no las labres de cantería; porque si alzares herramienta sobre él, lo profanarás.
26 No subirás por gradas a mi altar, para que tu desnudez no se descubra junto a él.


1.
Habló Dios.
El escenario ya se había alistado para la proclamación de la ley moral que, siempre, de allí en adelante, ha permanecido como la norma fundamental de conducta 611
MONTE SINAÍ Y SUS ALREDEDORES
612 para incontables millones. Nadie negará que éste fue uno de los sucesos trascendentales y decisivos de la historia. Tampoco puede nadie negar la necesidad vital que tienen todos los hombres de un código tal de conducta debido a sus imperfecciones morales y espirituales y su tendencia a hacer lo que es malo. El Decálogo descuella por encima de todas las otras leyes morales y espirituales. Abarca toda la conducta humana. Es la única ley que puede controlar con eficacia la conciencia. Es un manual condensado de la conducta humana que abarca todo lo que atañe al deber humano en todos los tiempos. Nuestro Señor se refirió a los mandamientos como el camino por el cual se puede alcanzar la vida eterna (Mat. 19: 16-19). Son adecuados para toda forma de sociedad humana; son aplicables y están en vigencia mientras dure el mundo (Mat. 5: 17, 18). Nunca pueden volverse anticuados pues son la expresión inmutable de la voluntad y del carácter de Dios. Con buena razón Dios los entregó a su pueblo tanto oralmente como por escrito (Exo. 31: 18; Deut. 4: 13).
Aunque fue dado al hombre por la autoridad divina, el Decálogo no es una creación arbitraria de la voluntad divina. Más bien es una expresión de la naturaleza divina. El hombre fue creado a la imagen de Dios (Gén. 1: 27), fue hecho para ser santo como él es santo (1 Ped. 1: 15, 16), y los Diez Mandamientos son la norma de santidad ordenada por el cielo (ver Rom. 7: 7-25). La clave de la interpretación espiritual de la ley fue dada con toda claridad por nuestro Señor Jesucristo en el inmortal Sermón del Monte (léase Mat. caps. 5-7).
El Decálogo es la expresión no sólo de la santidad sino también del amor (Mat. 22: 34-40; Juan 15: 10; Rom. 13: 8- 10; 1 Juan 2: 4). Si carece de amor cualquier servicio que prestemos a Dios o al hombre, no se cumple la ley. Es el amor quien nos protege de violar los Diez Mandamientos pues, ¿cómo podríamos adorar otros dioses, tomar el nombre de Dios en vano y descuidar la observancia del día de reposo, si verdaderamente amamos al Señor? ¿Cómo podemos robar lo que pertenece a nuestro prójimo, testificar contra él o codiciar sus posesiones, si lo amamos? El amor es la raíz de la fidelidad para con Dios y de la honra y el respeto por los derechos de nuestros prójimos. Este siempre debiera ser el gran motivo que nos mueva a la obediencia Juan 14: 15; 15:10; 2 Cor. 5: 14; Gál. 5: 6).
Cuando un hombre viene primero a Cristo, con pleno conocimiento se abstendrá de todo el mal al cual ha estado acostumbrado. En su origen, con el propósito de ayudar a los pecadores a distinguir entre el bien y el mal, el Decálogo fue dado principalmente en forma negativa. La repetición de la palabra "No" demuestra que hay fuertes tendencias en el corazón que deben ser suprimidas (Jer. 17: 9; Rom. 7: 17-23; 1 Tim. 1: 9, 10). Pero esta forma negativa abarca un amplio y satisfactorio campo de acción moral que se abre ante el hombre, y permite toda la amplitud de desarrollo del carácter que es posible. El hombre sólo está restringido por las pocas prohibiciones mencionadas. El Decálogo certifica de la verdad de la libertad cristiana (Sant. 2: 12; 2 Cor. 3: 17). Aunque la letra de la ley, debido a sus pocas palabras, pueda parecer estrecha en sus alcances, su espíritu es "amplio sobremanera" (Sal. 119: 96).
El hecho de que los Diez Mandamientos fueran escritos en dos tablas de piedra, hace resaltar su aplicación a dos clases de obligaciones morales: deberes para con Dios y deberes para con el hombre (Mat. 22: 34-40). Nuestras obligaciones para con Dios están forzosamente ligadas con nuestras obligaciones para con el hombre, pues el descuido de los deberes tocantes a nuestro prójimo rápidamente será seguido por el descuido de nuestros deberes para con Dios. La Biblia no ignora la distinción entre la religión (deberes directamente relacionados con Dios) y la moral (deberes que surgen de las relaciones terrenales), sino que une ambas en un concepto más profundo: que todo lo que uno hace es hecho, por así decirlo, para Dios, cuya autoridad es suprema en ambas esferas (ver Miq. 6: 8; Mat. 25: 34-45; Sant. 1: 27; 1 Juan 4: 20).
Siendo palabras de Dios, los Diez Mandamientos deben distinguirse de las "leyes" (cap. 21: 1) basadas en ellos, e incluidas con ellos, en el "libro del pacto" para constituir la ley estatuida de Israel (ver cap. 24: 3). Las dos tablas que comprenden el Decálogo -con exclusión de las otras partes de la ley - son llamadas de diversas formas: "el testimonio" (cap. 25: 16), "su pacto" (Deut. 4: 13), "las palabras del pacto" (Exo. 34: 28), las "tablas del testimonio" (Exo. 31: 18; 32: 15) y "las 613 tablas del pacto" (Deut. 9: 9-11). Esas tablas de piedra, y sólo ellas, fueron colocadas dentro del arca del pacto (Exo. 25: 21; 1 Rey. 8: 9). Fueron así consideradas, en un sentido especial, como el vínculo del pacto. La colocación de las tablas debajo del propiciatorio permite comprender la naturaleza del pacto que Dios hizo con Israel. Muestra que la ley es la base, el fundamento del pacto, el documento obligatorio, el título de la deuda. Sin embargo, sobre la ley está el propiciatorio, salpicado con la sangre de la propiciación, un testimonio reconfortante de que hay perdón en Dios para los que quebrantan los mandamientos. El AT uniformemente hace una clara distinción entre la ley moral y la ley ceremonial (2 Rey. 21: 8; Dan. 9:11).
2.
Yo soy Jehová.
"Yahvéh" (BJ), un nombre propio derivado del verbo "ser", "llegar a ser" (ver com. Exo. 3: 14, 15). Significa "el Existente", "el Viviente", "el Eterno". Por lo tanto, cuando Jesús dijo a los judíos de sus días: "Antes que Abrahán fuese, yo soy" (Juan 8: 58), ellos comprendieron que pretendía ser el "Jehová" del AT. Esto explica su hostilidad y sus tentativas para matarlo (Juan 8: 59). Jesucristo, la segunda persona de la Deidad, fue el "Dios" de los israelitas a través de toda su historia (Exo. 32: 34; Juan 1: 1-3, 14; 6: 46, 62; 17: 5; 1 Cor. 10: 4; Col. 1: 13-18; Heb. 1: 1-3; Apoc. 1: 17, 18; PP 381). Fue él quien les dio el Decálogo; fue él quien se declaró a sí mismo "Señor del sábado" (Mar. 2: 28, BJ). El Gr. ho zon, "el que vive" (Apoc. 1: 18, BJ), es equivalente del Heb. Eyeh 'asher 'ehyeh, el "Yo soy el que soy" de Exo. 3: 14.
Casa de servidumbre.
Dios proclamó su santa ley en medio de truenos y relámpagos, cuyo retumbar parece encontrar eco en las formas verbales imperativas de los mandamientos. Los terrores del Sinaí tuvieron el propósito de colocar vívidamente delante del pueblo la pavorosa solemnidad del último gran día del juicio (PP 352). Los exigentes preceptos del Decálogo hacen resaltar la justicia de su Autor y el rigor de sus requerimientos. Pero la ley era también un recordativo de la gracia divina, pues el mismo Dios que proclamó la ley es Aquel que sacó a su pueblo de Egipto y lo libró del yugo de servidumbre. Es Aquel que dio las preciosas promesas a Abrahán, Isaac y Jacob.
Puesto que las Escrituras hacen de Egipto un símbolo de pecaminosidad (Apoc. 11:8), la liberación de Israel de la esclavitud egipcia bien puede compararse con la liberación de todo el pueblo de Dios del poder del pecado. El Señor libró a los suyos de la tierra de Faraón a fin de que pudiera darles su ley (Sal. 105:42-45). De la misma manera, mediante el Evangelio, Cristo nos libra del yugo del pecado (Juan 8: 34-36; 2 Ped. 2: 19) para que podamos guardar su ley, que en él se traduce en verdadera obediencia (Juan 15: 10; Rom. 8: 1-4). Reflexionen en esta verdad los que enseñan que el Evangelio de Cristo nos libra de los santos mandamientos del Decálogo. La liberación de Egipto había de proporcionar el motivo de obediencia a la ley de Dios. Nótese el orden aquí: primero el Señor salva a Israel; luego le da su ley para que la guarde. El mismo orden es cierto bajo el Evangelio. Cristo primero nos salva del pecado (Juan 1: 29; 1 Cor. 15: 3; Gál. 1: 4); luego vive su ley dentro de nosotros (Gál. 2: 20; Rom. 4: 25; 8: 1-3; 1 Ped. 2: 24).
3.
No tendrás.
Aunque el pacto fue hecho con Israel como un todo (cap. 19: 5), el uso de una forma singular del verbo muestra que Dios se dirigía a cada individuo de la nación y le requería obediencia a la ley. No era suficiente la obediencia colectiva. Para todos los tiempos, los Diez Mandamientos dirigen su exhortación a la conciencia de cada ser humano y gravitan sobre ella. (ver Eze. 18: 19, 20).
Delante de mí.
Literalmente, "delante de mi faz". Esta forma idiomática hebrea con frecuencia significa "además de mí", "en adición a mí", o "en oposición a mí". Siendo el único Dios verdadero, el Señor requiere que sólo él sea adorado. Este concepto de un solo Dios era extraño a la creencia y práctica politeísta de otras naciones. Dios nos exhorta para que lo coloquemos delante de todo lo demás, que lo coloquemos primero en nuestros afectos y en nuestras vidas, en armonía con el requerimiento de nuestro Señor en el Sermón del Monte (Mat. 6: 33). La mera creencia no bastará, ni aun el reconocimiento de que él es el único Dios. Le debemos una lealtad de todo corazón y una consagración como a un Ser personal a quien tenemos el privilegio de conocer, amar y en quien confiar y con quien podemos tener una comunión bendita. Es peligroso depender de algo que no sea Dios, ya sea riqueza, conocimiento, posición o amigos. Es difícil luchar contra las 614 seducciones del mundo, y es muy fácil confiar en lo que es visible y temporal (Mat. 6: 19-34; 1 Juan 2: 15-17). No es difícil violar el espíritu de este primer mandamiento en nuestra era materialista, poniendo nuestra fe y confianza en alguna conveniencia o comodidad terrenal. Al hacerlo podemos olvidarnos de Aquel que creó las cosas de que disfrutamos (2 Cor. 4: 18).
4.
Imagen.
Así como el primer mandamiento hace resaltar el hecho de que no hay sino un Dios, como protesta contra el culto a muchos dioses, el segundo pone énfasis en la naturaleza espiritual de Dios (Juan 4: 24), al desaprobar la idolatría y el materialismo. Este mandamiento no prohíbe necesariamente el uso de esculturas y pinturas en la religión. La habilidad artística y las imágenes empleadas en la construcción del santuario (Exo. 25: 17-22), en el templo de Salomón (1 Rey. 6: 23-26) y en la "serpiente de bronce" (Núm. 21: 8, 9; 2 Rey. 18: 4) prueban claramente que el segundo mandamiento no prohíbe el material religioso ilustrativo. Lo que por él se condena es la reverencia, la adoración o semiadoración que las multitudes de muchos países rinden a las imágenes y pinturas religiosas. La excusa de que los ídolos mismos no son adorados no disminuye la fuerza de esta prohibición. Los ídolos no sólo no deben ser adorados; ni siquiera deben ser hechos, La necedad de la idolatría radica en que los ídolos son meramente el producto de la habilidad humana y, por lo tanto, inferiores al hombre y sometidos a él (Ose. 8: 6). El hombre puede rendir verdadero culto dirigiendo sus pensamientos únicamente a Alguien que es mayor que él mismo.
Ninguna semejanza.
La triple división presentada aquí y en otro lugar (cielo, tierra y mar) abarca todo el universo físico, a base del cual los paganos idearon sus deidades y les dieron forma (Deut. 4: 15-19; Rom. 1: 22, 23).
5.
No te inclinarás.
Esto ataca la honra externa dada a las imágenes en el mundo antiguo. No se las consideraba como emblemas sino como reales y verdaderas encarnaciones de la deidad. Se creía que los dioses establecían su morada en esas imágenes. Los que las hacían no eran estimados; aun podían ser despreciados. Pero su artefacto idolátrico era adorado con reverencia y se le rendía culto.
Dios, fuerte, celoso.
Dios rehúsa compartir su gloria con ídolos (Isa. 42: 8; 48: 11). Declina el culto y servicio de un corazón dividido (Exo. 34: 12-15; Deut. 4: 23, 24; 6: 14, 15;Jos. 24: 15, 19, 20). Jesús mismo dijo: "Ninguno puede servir a dos señores" (Mat. 6: 24).
Visito la maldad.
Esta aparente amenaza ha turbado a algunos que ven en ella la manifestación de un espíritu vengativo. Sin embargo, debiera hacerse una distinción entre los resultados naturales de una conducta pecaminosa y el castigo que se inflige debido a ella (PP 313). Dios no castiga a un individuo por los malos hechos de otro (Eze. 18: 2-24). Cada hombre es responsable delante de Dios sólo por sus propios actos. Al mismo tiempo, Dios no altera las leyes de la herencia para proteger a una generación de los delitos de sus padres, pues esto no correspondería con el carácter divino y con la forma en que trata a los hombres. La justicia divina visita la " maldad" de una generación sobre la siguiente únicamente mediante esas leyes de la herencia que fueron ordenadas por el Creador en el principio (Gén. 1: 21, 24, 25).
Nadie puede eludir del todo las consecuencias de la disipación, la enfermedad, el libertinaje, el mal proceder, la ignorancia y los malos hábitos transmitidos por las generaciones precedentes. Los descendientes de idólatras degradados y los vástagos de hombres malos y viciosos generalmente comienzan la vida con las taras provocadas por pecados de orden físico y moral, y cosechan los frutos de las semillas sembradas por sus padres. La delincuencia juvenil comprueba la verdad del segundo mandamiento. El ambiente también tiene un notable efecto sobre cada generación joven. Pero puesto que Dios es bondadoso y justo, podemos confiar en que tratará equitativamente a cada persona teniendo muy en cuenta la influencia, sobre el carácter, de las taras congénitas, las predisposiciones heredadas y la influencia de los ambientes previos. Su justicia y su misericordia lo demandan (Sal. 87: 6; Luc. 12: 47,48;Juan 15: 22; Hech. 17: 30; 2 Cor. 8: 12). Al mismo tiempo nuestra meta es la de ser victoriosos sobre cada tendencia al mal heredada y cultivada (véase PVGM 255, 264, 265, ed. P.P.; DTG 625).
Dios "visita" o "prescribe" los resultados de la iniquidad, no para vengarse sino para enseñar a los pecadores que una conducta indebida 615 inevitablemente produce tristes resultados.
Los que me aborrecen.
Es decir aquellos que, aunque conocen a Dios, rehúsan servirle. Colocar nuestros afectos en dioses falsos de cualquier clase, colocar nuestra confianza en cualquier cosa que no sea el Señor, es "aborrecerlo". Los que lo hacen, inevitablemente provocan dificultades y sufrimientos no sólo sobre ellos mismos sino también sobre los que vienen en pos de ellos. Los padres que colocan a Dios en primer término, por así decirlo colocan también en primer término a sus hijos. El uso de la vigorosa palabra "aborrecen", típicamente oriental, sirve para expresar la más profunda desaprobación. Todo lo que un hombre necesita hacer para clasificarse entre los que "aborrecen" a Dios, es amarlo menos de lo que ama a otras personas o cosas (Luc. 14: 26; Rom. 9: 13).
6.
Guardan mis mandamientos.
El verdadero amor a Dios se muestra mediante la obediencia. Puesto que Dios mismo es amor y sus tratos con sus criaturas son motivados por el amor (1 Juan 4: 7-21), Dios no desea que lo obedezcamos como una obligación sino porque elegimos hacerlo (Juan 14: 15, 21; 15: 10; 1 Juan 2: 5; 5: 3; 2 Juan 6).
7.
En vano.
La palabra así traducida significa "iniquidad", "falsedad", "vanidad", "vacuidad". Inculcar reverencia es el principal propósito del tercer mandamiento (Sal. 111: 9; Ecl. 5: 1, 2), que es una secuela apropiada de los dos que lo preceden. Los que sólo sirven al verdadero Dios, y le sirven en espíritu y en verdad, evitarán cualquier uso descuidado, irreverente o innecesario del nombre santo. No blasfemarán. La blasfemia, o cualquier lenguaje descuidado por el estilo, no sólo viola el espíritu de la religión sino que indica también falta de educación y caballerosidad.
Este mandamiento no sólo se aplica a las palabras que debiéramos evitar sino al cuidado con que debiéramos usar las que son buenas (ver Mat. 12: 34-37).
El tercer mandamiento también condena las ceremonias vacuas y el formalismo en el culto (ver 2 Tim. 3: 5) y exalta el culto realizado en el verdadero espíritu de santidad (Juan 4: 24). Muestra que no es suficiente la obediencia a la letra de la ley. Nadie reverenció nunca más estrictamente el nombre de Dios que los judíos, quienes hasta el día de hoy no lo pronuncian. Como resultado, nadie sabe cómo debiera pronunciarse. Pero en su sujeción extrema a la letra de la ley, los judíos rindieron a Dios un homenaje vacío. Ese falso celo no impidió la trágica equivocación cometida por la nación judía hace 2.000 años (Juan 1:11; Hech. 13: 46).
El tercer mandamiento también prohíbe el juramento falso, o perjurio, que siempre ha sido considerado como una grave falta social y moral digna del más severo castigo. El uso descuidado del nombre de Dios denota una falta de reverencia para con él. Si nuestro pensamiento se enfoca en un plano espiritualmente elevado, nuestras palabras también serán elevadas y serán dictadas por lo que es honrado y sincero (Fil. 4: 8).
8.
Acuérdate.
Esta palabra no hace más importante al cuarto mandamiento que a los otros nueve. Todos lo son igualmente. Quebrantar uno, es quebrantarlos todos (Sant. 2: 8-11). Pero el mandamiento del día de reposo nos recuerda que el séptimo día, el sábado, es el descanso señalado por Dios para el hombre, y que ese reposo se remonta hasta el mismo comienzo de la historia humana y es una parte inseparable de la semana de la creación (Gén. 2: 1-3; PP 348). Carece por completo de base el argumento de que el sábado fue dado al hombre por primera vez en el Sinaí. (Mar. 2: 27; PP 66, 67, 263). En un sentido personal, el sábado se presenta como un recordativo de que en medio de los afanes apremiantes de la vida no debiéramos olvidar a Dios. Entrar plenamente en el espíritu del sábado es hallar una valiosa ayuda para obedecer el resto del Decálogo. La atención especial y la dedicación dadas, en este día de descanso, a Dios y a las cosas de valor eterno, proveen un caudal de poder para obtener la victoria sobre los males contra los cuales se nos advierte en los otros mandamientos. El sábado ha sido bien comparado a un puente tendido a través de las agitadas aguas de la vida sobre el cual podemos pasar para llegar a la orilla opuesta, a un eslabón entre la tierra y el cielo, un símbolo del día eterno cuando los que sean leales a Dios se revestirán para siempre con el manto de la santidad y del gozo inmortales.
Debiéramos "recordar" también que el mero descanso del trabajo físico no constituye la observancia del sábado. Nunca fue la intención que el sábado fuera un día de ociosidad e 616 inactividad. La observancia del sábado no consiste tanto en abstenerse de ciertas formas de actividad como en participar deliberadamente en otras. Dejamos la rutina semanal del trabajo sólo como un medio para dedicar el día a otros propósitos. El espíritu de la verdadera observancia del sábado nos inducirá a aprovechar sus horas sagradas procurando comprender más perfectamente el carácter y la voluntad de Dios, a apreciar más plenamente su amor y misericordia y a cooperar más eficazmente con él ayudando a nuestros prójimos en sus necesidades espirituales. Cualquier cosa que contribuya a esos propósitos primordiales es apropiada para el espíritu y la finalidad del sábado. Cualquier cosa que contribuya en primer lugar a la complacencia de los deseos personales de uno o a la prosecución de los intereses propios, es tan ajena a la verdadera observancia del sábado como un trabajo común. Este principio se aplica tanto a los pensamientos y a las palabras como a las acciones.
El sábado nos remonta a un mundo perfecto en el remoto pasado (Gén. 1: 31; 2: 1-3), y nos advierte que hay un tiempo cuando el Creador, otra vez, hará "nuevas todas las cosas" (Apoc. 21: 5). También es un recordativo de que Dios está listo para restaurar, dentro de nuestros corazones y de nuestras vidas, su propia imagen tal como era en el principio (Gén. 1: 26, 27). El que entra en el verdadero espíritu de la observancia del sábado se hace así idóneo para recibir el sello de Dios, que es el reconocimiento divino de que el carácter del Eterno está reflejado perfectamente en la vida del hombre (Eze. 20: 20). Una vez cada semana tenemos el feliz privilegio de olvidar todo lo que nos recuerde este mundo de pecado, y "acordarnos" de las cosas que nos acercan a Dios. El sábado puede llegar a ser para nosotros un pequeño santuario en el desierto de este mundo, donde por un tiempo podemos estar libres de sus cuidados y podemos entrar, por así decirlo, en los gozos del cielo. Si el descanso del sábado fue deseable para los seres sin pecado del paraíso (Gén. 2: 1-3), ¡cuánto más esencial lo es para los falibles mortales que se preparan para entrar de nuevo en esa bendita morada!
9.
Trabajarás.
Esto es tanto un privilegio como una orden. El trabajo que se deba hacer tiene que realizarse en los seis primeros días de la semana, de modo que el sábado, el cual corresponde al séptimo día, pueda quedar libre para el culto y el servicio de Dios.
10.
El séptimo día.
Ningún trabajo secular innecesario ha de realizarse en ese día. El sábado debe emplearse en meditación religiosa, en el culto y servicio para Dios. Además proporciona una oportunidad para el descanso físico. Esta característica del sábado es muy importante para el hombre en su estado pecaminoso, cuando debe ganarse el pan con el sudor de su rostro (Gén. 3: 17-19).
Reposo para Jehová.
En hebreo, "reposo" no lleva artículo definido, "el", pero esto no le quita exactitud al mandamiento del sábado. El punto de controversia entre los observadores del domingo y los del sábado no es si un cristiano debe descansar -no hacer "en él obra alguna"- un determinado día de la semana, sino qué día de la semana debe ser: el primero o el séptimo. El mandamiento contesta inequívocamente: "el séptimo día". El mandamiento divide la semana en dos partes: (1) En "seis días. . . harás toda tu obra". (2) En "el séptimo día. . . no hagas. . . obra alguna". Y ¿por qué esta prohibición de trabajar en "el séptimo día"? Porque es "reposo para Jehová". La palabra reposo viene del Heb. shabbáth, que significa "descanso". De modo que el mandamiento prohibe trabajar en "el séptimo día" porque es un día de descanso del Señor. Esto nos hace remontar al origen del sábado, cuando Dios "reposó el día séptimo" (Gén. 2: 2). Por lo tanto, es claro que el contraste no es entre "el" y "un", sino entre "trabajar" y "descansar". "Seis días", dice el mandamiento, son días de trabajo, pero "el séptimo día" es un día de descanso. Que "el séptimo día" es el único día de descanso de Dios resulta evidente por las palabras con que comienza el mandamiento: "Acuérdate del día de reposo [sábado] para santificarlo".
Los ángeles anunciaron a los pastores: "Os ha nacido . . . un Salvador" (Luc. 2: 11). No llegamos por ello [el uso del artículo "un"] a la conclusión de que Cristo fue tan sólo uno de muchos salvadores. Captamos el significado de las palabras de los ángeles cuando ponemos el énfasis en la palabra "Salvador". Cristo vino, no como un conquistador militar o un rey terrenal, sino como un Salvador. Otros numerosos pasajes tratan de esa salvación como única en su género y de que no podemos ser salvados por ningún otro. Así es también 617 con el asunto de "el" y "un" en el cuarto mandamiento.
No hagas en él obra alguna.
Esto no prohibe las obras de misericordia o el trabajo esencial para la preservación de la vida y la salud que no puede realizarse en otros días. Siempre "es lícito hacer bien en sábado" (Mat. 12: 1-14, BJ; Mar. 2: 23-28). El descanso de que aquí se habla no ha de ser considerado meramente en términos de la cesación del trabajo ordinario, aunque por supuesto esto está incluido. Debe ser un descanso santo, en el cual haya comunión con Dios.
Ni tu bestia.
El cuidado de Dios por los animales resalta repetidas veces en los escritores del AT (Exo. 23: 5, 12; Deut. 25: 4). El los recordó en el arca (Gén. 8: 1). Estuvieron incluidos en su pacto que siguió al diluvio (Gén. 9: 9-11). El sostiene que los animales son suyos (Sal. 50: 10). La presencia de "muchos animales" fue una razón para que Nínive fuera preservada (Jon. 4: 11).
Tu extranjero.
Es decir un extranjero que, por propia voluntad, se unió con los israelitas. Una "grande multitud" salió de Egipto con Israel (Exo. 12: 38) y lo acompañó en sus peregrinaciones por el desierto. Mientras eligieran permanecer con los israelitas, habían de conformarse con los requisitos que Dios estableció para su propio pueblo. En un sentido, esto restringía su libertad, pero estaban libres para irse si no deseaban obedecer. En compensación, por así decirlo, compartían las bendiciones que Dios prodigaba a Israel (Núm. 10: 29; Zac. 8: 22, 23).
11.
Hizo Jehová.
Es significativo que Cristo mismo, como Creador (Juan 1: 1-3), descansó en el primer sábado del mundo (DTG 714) y pronunció la ley en el Sinaí (PP 381). Los que son creados de nuevo a la semejanza divina (Efe. 4: 24) elegirán seguir su ejemplo en este y en otros asuntos (1 Ped. 2: 21). El Creador no "reposó" debido a cansancio o fatiga (Isa. 40: 28). Su "reposo" fue cesación de trabajo al terminar una tarea completada (Gén. 1: 31 a 2: 3). Al descansar nos dio un ejemplo (Mat. 3:15; cf. Heb. 4: 10). El sábado fue hecho para el hombre (Mat. 2: 27), para satisfacer una necesidad que fue originalmente espiritual pero que, con la entrada del pecado, se convirtió también en física (Gén. 3: 17-19). Una de las razones por las cuales los israelitas fueron libertados de Egipto fue para que pudieran observar el día de descanso señalado por Dios. Su opresión en Egipto había hecho dificilísima tal observancia (ver Exo. 5: 5-9; Deut. 5: 12-15; PR 134).
12.
Honra a tu padre.
Habiendo abarcado con los cuatro primeros mandamientos nuestros deberes para con Dios, ahora entramos en la segunda tabla de la ley, que trata de nuestros deberes para con nuestros prójimos (Mat. 22: 34-40). Puesto que antes de la edad cuando se tiene responsabilidad moral los padres son para sus hijos como los representantes de Dios (PP 316), es lógico y adecuado que nuestro primer deber que atañe al hombre se refiriera a ellos (Deut. 6: 6, 7; Efe. 6: 1-3; Col. 3: 20). Otro propósito de este mandamiento es crear respeto por toda autoridad legítima. Un respeto tal comienza con el concepto que los niños tienen de sus padres. En la mente del niño esto se convierte en la base para el respeto y la obediencia que se deben a los que tienen una autoridad legítima sobre él para toda la vida, particularmente en la iglesia y en el estado (Rom. 13: 1-7; Heb. 13: 17; 1 Ped. 2: 13-18). Está incluido en el espíritu de este mandamiento el pensamiento de que los que gobiernan en el hogar y fuera de él debieran conducirse de tal manera que sean siempre dignos del respeto y de la obediencia de quienes dependen de ellos (Efe. 6: 4, 9; Col.3:21; 4: 1).
13.
No matarás.
Cualquier comprensión correcta de nuestra relación con nuestro prójimo indica que debemos respetar y honrar su vida, pues toda vida es sagrada (Gén. 9: 5, 6). Jesús magnificó (Isa. 42: 21) este mandamiento al incluir, como parte de su violación, la ira Y el desprecio (Mat. 5: 21, 22). Más tarde el apóstol Juan añadió a su violación el odio (1 Juan 3: 14, 15). Este mandamiento no sólo prohibe la violencia física sino lo que es de consecuencias mucho mayores: el daño hecho al alma. Lo violamos cuando inducimos a otros al pecado por nuestro ejemplo y nuestra conducta y contribuimos así a la destrucción de sus almas. Los que corrompen al inocente y seducen al virtuoso "matan" en un sentido mucho peor que el asesino y el bandido, pues hacen algo más que matar el cuerpo (Mat. 10: 28).
14.
No cometerás adulterio.
Esta prohibición no sólo abarca el adulterio sino también la fornicación e impureza de toda y cualquier clase, en hechos, palabras y pensamientos (Mat. 5: 27, 28). Este, nuestro tercer deber 618 para con nuestro "prójimo", significa respetar y honrar el vínculo sobre el cual se edifica la familia, el de la relación matrimonial, que para el cristiano es tan preciosa como la vida misma (Heb. 13: 4). El casamiento hace del esposo y la esposa "una sola carne" (Gén. 2: 24). Ser desleal a esta unión sagrada, o inducir a otro a serlo, es despreciar lo que es sagrado y es también cometer un crimen. A través de toda la historia humana, por regla general no se ha considerado como una falta grave el que un esposo se convirtiera en adúltero. Sin embargo, si la esposa era la culpable, se la trataba con la máxima severidad. La sociedad habla de la "mujer caída", pero poco se dice del "hombre caído". El mandamiento se aplica con igual fuerza a ambos: al esposo y a la esposa (Heb. 13: 4; Apoc. 21: 8).
15.
No hurtarás.
Aquí se presenta el derecho a tener propiedades, derecho que ha de ser respetado por otros. Para que tan siquiera exista la sociedad, este principio debe ser salvaguardado; de lo contrario no hay seguridad ni protección. Todo sería anarquía. Este mandamiento prohibe cualquier acto por el cual obtengamos, directa o indirectamente, los bienes de otro faltando a la honradez. Especialmente en estos días, cuando cada vez aparece más borroso el concepto claro de la moralidad, es bueno recordar que la adulteración, el ocultamiento de defectos, la presentación tramposa de la calidad y el empleo de pesas y medidas falsas son todos actos de robo, tanto como los de un ladrón o ratero.
Los empleados roban cuando reciben una "comisión" a espaldas de sus superiores, o se apropian de lo que no entra explícitamente en un convenio, o descuidan hacer cualquier trabajo para el que se los ha contratado, o lo realizan descuidadamente, o dañan con su negligencia los bienes del propietario o los menoscaban, derrochándolos.
Roban los empleadores cuando retienen de sus empleados los beneficios que les prometieron, o permiten que se atrase el pago de sus salarios, o los fuerzan a trabajar fuera de horario sin la debida remuneración, o los privan de cualquier otra consideración que razonablemente tienen derecho a esperar. Roban quienes ocultan mercancías de un inspector de aduana o las desfiguran en cualquier forma, o los que falsean sus declaraciones de impuestos, o quienes defraudan a los mercaderes incurriendo en deudas que nunca pueden ser cubiertas, o los que en vista de una bancarrota inminente transfieren sus propiedades a un amigo, con el entendimiento de que más tarde le serán devueltas, o quienes recurren a cualquiera de las llamadas tretas de comerciante.
Con la excepción de los que están imbuidos por el espíritu de honradez, de los que aman la justicia, la equidad y el recto proceder, de los que tienen como la ley de su vida el tratar a otros como les gustaría que otros los trataran a ellos, en una manera u otra todos los demás defraudan a su "prójimo". Podemos robar a otros en formas más sutiles: quitándoles su fe en Dios mediante la duda y la crítica; mediante el efecto destructor de un mal ejemplo, cuando ellos esperaban de nosotros una conducta muy diferente; confundiéndolos o dejándolos perplejos mediante declaraciones que no están preparados para entender; con chismes calumniosos y perniciosos que pueden despojarlos de su buen nombre y carácter. Cualquiera que retiene de otro lo que en justicia le pertenece, o se apodera de lo ajeno para su propio uso, está robando. El aceptar como propios el reconocimiento por el trabajo o las ideas de otros; el usar lo ajeno sin permiso, o el aprovecharse de otro en cualquier forma, todo eso también es robar.
"El buen nombre en hombres y mujeres, mi querido señor, es la joya preciosa de sus almas: quien roba mi portamonedas, roba hojarasca; es algo, nada; eso fue mío, ahora es de él, y ha pertenecido a millares; pero el que hurta disminuyendo mi buen nombre, me roba lo que no lo enriquece, y ciertamente a mí me empobrece".
16.
Falso testimonio.
Este mandamiento puede ser transgredido de una manera pública mediante un testimonio mentiroso dado ante un tribunal (cap. 23: 1). El perjurio siempre ha sido considerado como un delito grave contra la sociedad, y condignamente castigado. En Atenas, un testigo falso sufría una fuerte multa. Si se le comprobaba tres veces esa falta, perdía sus derechos civiles. En Roma, una ley de las Doce Tablas condenaba al perjuro a ser arrojado cabeza abajo desde la roca Tarpeya. En Egipto, el castigo era la amputación de la nariz y las orejas. 619
Esta prohibición del Decálogo frecuentemente es violada hablando mal de otro, con lo que su reputación es manchada, sus motivos son tergiversados y su nombre es denigrado. Son demasiados los que hallan que es insípido e insustancial alabar a sus prójimos o hablar bien de ellos. Encuentran una emoción maligna en hacer resaltar los defectos de conducta de otros, en juzgar sus motivos y criticar sus esfuerzos. Ya que por desgracia muchos siempre están listos y ávidos para escuchar esta supuesta sabiduría, se aumenta la emoción y se exalta el yo egoísta y pecaminoso del detractor. Este mandamiento también puede ser quebrantado por los que se quedan en silencio cuando oyen que un inocente es calumniado injustamente. Puede ser quebrantado por un encogimiento de hombros o un arquear de las cejas. Cualquiera que desfigura, de cualquier manera, la verdad exacta para obtener una ventaja personal o por cualquier otro propósito, es culpable de dar "falso testimonio". La supresión de la verdad que podría perjudicarnos o perjudicar a otros, también significa dar "falso testimonio".
17.
No codiciarás.
El décimo mandamiento complementa al octavo pues la codicia es la raíz de la cual crece el robo. En realidad, el décimo mandamiento toca las raíces de los otros nueve. Representa un avance notable más allá de la moral de cualquier otro antiguo código. La mayoría de los códigos no fueron más allá de los hechos y unos pocos tomaron en cuenta las palabras, pero ninguno tuvo el propósito de moderar los pensamientos. Esta prohibición es fundamental para la experiencia humana porque penetra hasta los motivos que están detrás de los actos externos. Nos enseña que Dios ve el corazón (1 Sam. 16: 7; 1 Rey. 8: 39; 1 Crón. 28: 9; Heb. 4: 13) y se preocupa menos del acto externo que del pensamiento del cual brotó la acción. Establece el principio según el cual los mismos pensamientos de nuestro corazón están bajo la jurisdicción de la ley de Dios, y que somos tan responsables por ellos como por nuestras acciones. El mal pensamiento acariciado promueve un mal deseo, el cual a su tiempo da a luz una mala acción (Prov. 4: 23; Sant. 1: 13-15). Un hombre puede refrenarse de adulterar debido a las sanciones sociales y civiles que acarrean tales transgresiones y, sin embargo, a la vista del cielo puede ser tan culpable como si cometiera el hecho (Mat. 5: 28).
Este mandamiento básico revela la profunda verdad de que no somos los impotentes esclavos de nuestros deseos y nuestras pasiones naturales. Dentro de nosotros hay una fuerza, la voluntad, que, bajo el control de Cristo, puede someter cada pasión y deseo ilegítimos (Fil. 2: 13). Además, es un resumen del Decálogo al afirmar que el hombre es esencialmente un ente moral libre.
18.
Temblaron.
Los terrores del Sinaí -los truenos, los relámpagos, el sonido de la trompeta, la montaña humeante, la nube y la voz que hablaba desde ella- llenaron al pueblo de santo temor (Deut. 5: 23-31).
20.
No temáis.
Moisés tranquilizó al pueblo con la serena seguridad de que no necesitaba temer. Era el propósito de Dios impresionar en forma indeleble en sus mentes un concepto de su majestad y poder como un freno para el pecado. Los israelitas tenían todavía embotada su comprensión de Dios, y por lo tanto necesitaban la disciplina del temor hasta que llegara el tiempo cuando estuvieran listos para ser guiados por la tierna voz del amor.
21.
Moisés se acercó.
Cuando el pueblo se retiró -quizá hasta las puertas de sus tiendas-, Moisés se acercó a Dios. En contraste con el temor de sus compañeros israelitas que los apartó de Dios, el siervo del Señor, con la osadía de la fe y de la consagración, fue atraído al Señor. El estaría donde estuviera Dios. Algunos, debido a su condición pecaminosa, son repelidos por la presencia divina; otros, por su corazón recto, hallan su mayor satisfacción en la comunión con su Creador (Mat. 8: 34; Luc. 4: 42; Job 23: 3; Sal. 42: 1,2). Hombres que han pecado mucho y que, por lo tanto, no pueden menos que ver a Dios como "vengador para castigar" y como un "fuego consumidor" (Rom. 13: 4; Heb. 12: 29), con frecuencia pierden de vista los atributos más tiernos de Dios y dejan de creer que es su Padre "misericordioso y piadoso" (Exo. 34: 6; Sal. 86: 15; 103: 13).
22.
Así dirás.
Con este versículo comienza el "libro del pacto" (cap. 24: 7), que termina con el cap. 23. Es una ampliación detallada de los principios contenidos en el Decálogo y se compone de varias leyes civiles, sociales y religiosas. Por el pasaje del cap. 24: 4, 7 deducimos que estas leyes, recibidas por Moisés en el Sinaí inmediatamente después de la entrega 620 de los Diez Mandamientos, fueron puestas por escrito y reunidas en un libro conocido como el "libro del pacto", que era considerado muy santo. Siguiendo el orden del Decálogo, las primeras y más importantes leyes son las que tienen que ver con el culto de Dios (vers. 23-26). Luego vienen las leyes relativas a los derechos de las personas (cap. 21: 1-32) que comienzan con los derechos de los esclavos y terminan con la debida compensación por los daños a las personas causados por el ganado. La tercera sección tiene que ver con los derechos de propiedad (cap. 21: 33 a 22: 15). La parte restante del "libro" presenta leyes misceláneas, algunas concernientes a asuntos divinos, algunas a asuntos humanos por lo general relacionados con la organización civil del Estado. Este código contiene unas 70 leyes distintas.
Habéis visto.
Este es un claro recordativo de que el Autor de estas leyes civiles es el mismo que pronunció los Diez Mandamientos entre los truenos del Sinaí.
23.
Dioses de plata.
Es comprensible esta repetición de la prohibición del segundo mandamiento debido a la prevaleciente idolatría de ese tiempo. Se muestra cuán fuerte era esa presión idolátrica por el hecho de que, cuando el pueblo pensó que Moisés lo había dejado, inmediatamente hizo un becerro de oro (cap. 32). Pero "Dios es Espíritu" (Juan 4: 24). Para que no lo adoraran mediante representaciones materiales, permaneció invisible mientras hablaba desde la nube en el monte Sinaí (Deut. 4: 12).
24.
Altar de tierra.
Los altares eran esenciales para las religiones de la antigüedad. Con frecuencia eran hechos de arcilla, tierra humífera o piedras recogidas en el lugar. Los altares patriarcales quizá eran de esta clase (Gén. 8: 20; 12: 7; 13: 18; 22: 9). Ahora se ordenó que continuara la misma costumbre pues los altares primorosos de piedras labradas fomentarían la idolatría, en razón de que las imágenes que pudieran esculpirse en los altares se convertirían en objetos de culto.
Ofrendas.
Que éstas se introdujeran aquí sin explicación previa indica que los sacrificios ya eran conocidos, y ciertamente era así (Gén. 8: 20; 22: 9, 13). No mucho antes Jetro había ofrecido un sacrificio dentro del campamento de Israel (Exo. 18: 12). Aunque durante muchos años los judíos no habían ofrecido sacrificios a Dios en Egipto (ver PP 344), evidentemente preservaron la idea de hacerlo. Fue con el propósito expreso de ofrecer sacrificios por lo que Moisés pidió permiso a Faraón para ir al desierto (caps. 8: 25-27; 10: 24, 25). El holocausto simbolizaba consagración personal y entrega del yo (Ley. 6: 8-13; Sal. 51: 16- 19), y el sacrificio de paz renovaba la comunión con Dios y expresaba gratitud (Ley. 7: 11-34). Aunque hemos pasado la época de ofrendas materiales tales como las mencionadas, todavía Dios nos invita a rendirle "sacrificios espirituales" (1 Ped. 2: 5) de entrega del yo (Rom. 12: 1), de "espíritu quebrantado" (Sal. 51: 17) y de gozo y agradecimiento (Sal. 27: 6; 107: 22).
Vendré a ti.
Esta es una promesa condicional que debía cumplirse si el pueblo construía altares adecuados y ofrecía sacrificios adecuados en "todo lugar" donde Dios quisiera registrar su nombre.
25.
Altar de piedra.
En los casos cuando, a pesar de la preferencia divina del versículo anterior, el pueblo erigiera un altar de piedra más permanente y honorable, Dios requería que las piedras fueran dejadas en su estado rústico y natural.
Alzares herramienta.
Movido por el amor y en su ardiente deseo de que su pueblo no se corrompiera por la idolatría, otra vez Dios prohibe la talla de altares adornados con objetos que los indujeran a la idolatría. Esto sugiere el pensamiento adicional de que, si intentamos poner algo nuestro en el sacrificio como un motivo para su aceptación, lo ofrendamos en vano. La intromisión del yo, por bien intencionada que sea, es contaminación. El altar es una expresión de la voluntad de Dios. Trátese de mejorarlo, y se convertirá en una expresión de la voluntad del que intenta mejorarlo. El altar del yo no es el altar de Dios. Los sacrificios ofrecidos en él pueden satisfacer al adorador, pero no pueden ser agradables a Dios. No perdamos la lección de la experiencia de Caín (Gén. 4: 3, 4). La columna de Simeón Estilita no elevó el valor de sus oraciones. Nuestras plegarias tendrían una mejor posibilidad de llegar al cielo si provinieran de un corazón contrito al pie de la columna (ver Isa. 66: 1, 2).
26.
Por gradas.
No es suficiente que la ofrenda sea hecha con un motivo puro; debe ser ofrecida de una manera pura y reverente. Aunque esta orden fue dirigida especialmente contra las indecencias carnales relacionadas 621 con la idolatría, ilustra una verdad eterna. Dios requiere decencia y orden en su culto (1 Cor. 14: 40). Dios mira el carácter, pero también demanda que el carácter corresponda con la conducta. Se demandan decoro adecuado, vestimenta apropiada y la debida actitud en el culto de Dios (Ecl. 5: 1, 2).
Las instrucciones detalladas que Dios dio a Israel acerca de la forma de rendirle culto hacen resaltar el hecho importante de que nada es baladí a la vista divina. Con frecuencia la fidelidad en lo que parece "muy poco" determina si "lo más" nos puede ser confiado (Luc. 16: 10).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-26 Ev 173; PP 312-318; SR 140-142; 9T 211
1 DMJ 45
1-6 3T 296
1-17 CS 8; 2JT 145; MeM 168
1-19 FE 237, 287, 506; PP 348, 382
2 PP 312; SR 140
3 CM 189; CMC 129, 151; FE 312; HAp 122; 1JT 428; 2JT 365; MJ 293, 314; PP 313, 328; PR 132, 135, 156, 460; SR 140, 299; 1T 484, 486; 2T 45; 3T 340; 4T 632; 5T 173, 250; Te 34
4 PP 313, 348; PR 74; SR 140
4-6 PE 211
5 1JT 499; PP 313; PR 74; SR 140; 5T 300
6 1JT 499; PP 314; SR 140
7 DMJ 58; MeM 291; PE 70; PP 314; SR 140
8 CS 663; DTG 250; ECFP 97; 1JT 287,498; 3JT 20,25; LS 95, 101; MeM 296; MM 49, 50; PE 34, 65, 85; PP 349; 9T 212
8-10 MeM 238
8-11 CS 487; 1JT 174, 276, 496; PE 217; PP 102,314,348; SR 140,380; IT 76; 6T 38; 8T 197; TM 132
9 1JT 498; MM 50
9, 10 1JT 501; PE 255
10 CMC 70; CS 500, 632; LS 101; MM 215; PE 33, 68; PP 565; 4T 114
10, 11 CS 490
11 Ed 244; MeM 144
12 DTG 120; EC 29; FE 101, 104, 403; HAd 64, 256, 264-266, 270, 273, 328; 1JT 77, 151; MeM 287; MJ 329, 442, PP 316, 349; SR 141; 3T 294; 5T 125
13 DMJ 53; PP 145, 316; SR 141
14 DMJ 54, 57; HAd 46, 296, 305, 314; PP 317; SR 141; 4T 138, 141, 215
15 CH 283; FE 102; HAd 49, 357; MJ 443; PP 317; SR 141
16 CH 284; DMJ 60; HAd 225; 1JT 512; MC 145; PP 317; SR 141; 4T 331
17 CMC 151; PP 318, 381; SR 141
18-23 SR 142
19 FE 506; TM 96; 4T 514
19-21 PP 318


CAPÍTULO 21
1 Leyes para los siervos. 5 El siervo con la oreja horadada. 7 Las siervas. 12 El homicidio. 16 Tratantes de esclavos. 17 Los que maldicen a sus padres. 18 Los que hieren a su prójimo. 22 Cuando se causa daño corporal por accidente. 28 El buey que cornea a una persona. 33 El que causa un perjuicio involuntariamente.
1 ESTAS son las leyes que les propondrás.
2 Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo saldrá libre, de balde.
3 Si entró solo, solo saldrá; si tenía mujer, saldrá él y su mujer con él.
4 Si su amo le hubiere dado mujer, y ella le diere hijos o hijas, la mujer y sus hijos serán de su amo, y él saldrá solo.
5 Y si el siervo dijere: Yo amo a mi señor, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre;
6 entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará la oreja con lesna, y será su siervo para siempre.
7 Y cuando alguno vendiere su hija por sierva, no saldrá ella como suelen salir los siervos.
8 Si no agradare a su señor, por lo cual no la tomó por esposa, se le permitirá que se 622 rescate, y no la podrá vender a pueblo extraño cuando la desechare.
9 Mas si la hubiere desposado con su hijo, hará con ella según la costumbre de las hijas.
10 Si tomare para él otra mujer, no disminuirá su alimento, ni su vestido, ni el deber conyugal.
11 Y si ninguna de estas tres cosas hiciera, ella saldrá de gracia, sin dinero.
12 El que hiriere a alguno, haciéndole así morir, él morirá.
13 Mas el que no pretendía herirlo, sino que Dios lo puso en sus manos, entonces yo te señalaré lugar al cual ha de huir.
14 Pero si alguno se ensoberbeciere contra su prójimo y lo matare con alevosía, de mi altar lo quitarás para que muera.
15 El que hiriere a su padre o a su madre, morirá.
16 Asimismo el que robare una persona y la vendiere, o si fuere hallada en sus manos, morirá.
17 Igualmente el que maldijera a su padre o a su madre, morirá.
18 Además, si algunos riñeren, y uno hiriere a su prójimo con piedra o con el puño, y éste no muriere, pero cayere en cama;
19 si se levantara y anduviera fuera sobre su báculo, entonces será absuelto el que lo hirió; solamente le satisfará por lo que estuvo sin trabajar, y hará que le curen.
20 Y si alguno hiriere a su siervo o a su sierva con palo, y muriere bajo su mano, será castigado;
21 mas si sobreviviera por un día o dos, no será castigado, porque es de su propiedad.
22 Si algunos riñeren, e hirieren a mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces.
23 Mas si hubiere muerte, entonces pagarás vida por vida,
24 ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie,
25 quemadura por quemadura, herida por herida, golpe por golpe.
26 Si alguno hiriere el ojo de su siervo, o el ojo de su sierva, y lo dañare, le dará libertad por razón de su ojo.
27 Y si hiciere saltar un diente de su siervo, o un diente de su sierva, por su diente le dejará ir libre.
28 Si un buey acorneare a hombre o a mujer, y a causa de ello muriere, el buey será apedreado, y no será comida su carne; mas el dueño del buey será absuelto.
29 Pero si el buey fuere acorneador desde tiempo atrás, y a su dueño se le hubiera notificado, y no lo hubiera guardado, y matare a hombre o mujer, el buey será apedreado, y también morirá su dueño.
30 Si le fuere impuesto precio de rescate, entonces dará por el rescate de su persona cuanto le fuere impuesto.
31 Haya acorneado a hijo, o haya acorneado a hija, conforme a este juicio se hará con él.
32 Si el buey acorneare a un siervo o a una sierva, pagará su dueño treinta siclos de plata, y el buey será apedreado.
33 Y si alguno abriere un pozo, o cavare cisterna, y no la cubriere, y cayere allí buey o asno,
34 el dueño de la cisterna pagará el daño, resarciendo a su dueño, y lo que fue muerto será suyo.
35 Y si el buey de alguno hiriere al buey de su prójimo de modo que muriere, entonces venderán el buey vivo y partirán el dinero de él, y también partirán el buey muerto.
36 Mas si era notorio que el buey era acorneador desde tiempo atrás, y su dueño no lo hubiere guardado, pagará buey por buey, y el buey muerto será suyo.


1.
Leyes.
Es decir, los reglamentos por los cuales se había de administrar justicia. Aunque muchas de estas leyes mosaicas eran indudablemente leyes antiguas que habían estado en vigencia durante algún tiempo, ahora fueron puestas todas en práctica con la aprobación divina. Algunas disposiciones pueden haber provenido de decisiones judiciales dadas por Moisés en el desierto (cap. 18: 16). Todas estas leyes civiles trasuntaban el espíritu de la ley moral; reflejaban y aplicaban los principios de los Diez Mandamientos.
Estas reglamentaciones civiles estaban basadas en las costumbres sociales de la época y trataban de ellas. En algunos puntos los reglamentos sencillamente reafirmaban prácticas legales ya existentes. Algunos de ellos son similares a las leyes del Código de Hammurabi 623 (véase la nota adicional al fin del capítulo).Quizá disuene con nuestro concepto del carácter de Dios que él, a lo menos tácitamente, aprobara tales cosas como la esclavitud, el concubinato y formas aparentemente duras de castigo. Sin embargo, debiera recordarse que al sacar al pueblo hebreo de la tierra de Egipto, Dios lo sacó tal como era, con el propósito de transformarlo gradualmente en lo que quería que fuera: una representación adecuada del cielo.
Aunque el nuevo nacimiento imparte a un hombre nuevos ideales y el poder divino para alcanzarlos, no provoca una comprensión instantánea de la plenitud del ideal de Dios para el hombre. La comprensión de ese ideal y el alcanzarlo son la obra de toda una vida ver Juan 1: 12; Gál. 3: 13, 14; 2 Ped. 3: 18). Dios no realiza un milagro para producir esto en un instante, especialmente cuando esos hábitos corresponden con costumbres y prácticas generales. Si lo hiciera así, no podría haber desarrollo del carácter. Por esta razón Dios toma a los suyos tal como los encuentra y mediante la revelación progresivamente más clara de su voluntad los conduce siempre hacia arriba, a ideales más elevados. Así sucedió en el caso de algunas de las leyes civiles dadas en el Sinaí; por un tiempo Dios permitió que continuaran ciertas costumbres, pero erigió una salvaguardia contra su abuso. El abandono final de esas costumbres se produjo después. Este principio de una revelación cada vez más clara y completa de la voluntad de Dios fue enunciado por Cristo (Mat. 19: 7- 9; Juan 15: 22; 16: 13; Hech. 17: 30; 1 Tim 1: 13).
2.
Siervo hebreo.
No debía haber una cosa tal como una servidumbre permanente e involuntaria de un esclavo hebreo sometido a un amo hebreo (Lev. 25: 25- 55). Sin embargo, debido a que la esclavitud era una institución establecida y general, Dios permitió su práctica. Con todo, al mismo tiempo procuró mitigar los males que la acompañaban. En los países paganos los esclavos eran comúnmente considerados más como enseres que como hombres. Esto era tanto más reprensible puesto que la esclavitud no implicaba necesariamente ninguna deficiencia mental o moral en el esclavo. Los esclavos, con frecuencia, resultaron más inteligentes y capaces que sus amos. La gran mayoría de los sometidos a una esclavitud involuntario nacieron en ella o fueron sometidos por los azares de la guerra. De manera que la esclavitud no era por lo general un castigo merecido, sino con más frecuencia, una desgracia inmerecida. Esos infortunados no tenían derechos políticos y tan sólo unos pocos privilegios sociales. No obstante, con frecuencia estaban sometidos a un amo que en todo sentido era inferior a ellos. Sus familias podían ser deshechas en cualquier momento y divididas entre otros propietarios. Estaban sometidos a crueles palizas sin ninguna compensación, excepto en los casos de lesión grave. Se podía exigirles los trabajos más duros, en talleres apenas poco mejores que prisiones, en minas insalubres, o encadenados a los remos de las galeras para una tarea agobiante durante años interminables.
Por contraste, el Señor protegió cuidadosamente los derechos de los esclavos hebreos, y aun hizo que la suerte de los esclavos extranjeros fuera mucho más agradable que en cualquier otra nación. El trato duro estaba expresamente prohibido (Lev. 25: 43). Para el amo, todavía el esclavo era su "hermano" (Deut. 15; 12; File. 16). Además, al pagar el precio del rescate de un esclavo, debía computársele el tiempo que había servido a su amo "valorando sus días de trabajo como los de un jornalero" (Lev. 25: 50, BJ). El cálculo del precio del rescate incluía el tiempo que faltaba hasta el año del jubileo (Lev. 25: 48- 52). El espíritu de estas leyes acerca de los esclavos es el mismo que expresa Pablo en Col. 4: 1 y el que enunció al enviar al esclavo cristiano Onésimo de vuelta a su amo cristiano Filemón (File. 8- 16). En espíritu, la ley de Moisés se opone a la esclavitud. Su énfasis en la dignidad del hombre como hecho a la imagen de Dios, su reconocimiento de que toda la humanidad se originó en una pareja, contenía en principio la afirmación de todo derecho humano (ver Lev. 25: 39- 42; 26: 11- 13). Generalmente los israelitas llegaban a ser "esclavos" de los de su propia raza debido a la pobreza (Lev. 25: 35, 39) y a veces por un crimen (Exo. 22: 3). Los hijos a veces eran vendidos para cancelar una deuda (2 Rey. 4: 1-7). En épocas posteriores, debido a los azares de la guerra, fueron llevados como esclavos a países extranjeros (2 Rey. 5: 2, 3).
Al séptimo.
Esto no se refiere al año sabático (Exo. 23: 11; Lev. 25: 4), sino al comienzo 624 del séptimo año después de que el hombre se convertía en esclavo (Deut. 15: 12). Cuando llegaba el año del jubileo, el esclavo hebreo debía ser liberado, sin tomar en cuenta cuántos años había servido (Lev. 25: 40). De lo contrario, su servidumbre terminaba a la finalización del sexto año. No sólo su amo debía concederle la libertad sino que estaba obligado a proporcionarle provisiones provenientes del ganado, de la era y del lagar (Deut. 15: 12-15) a fin de que pudiera comenzar de nuevo su vida. De esta manera, en la primera de las leyes civiles encontramos benévolas disposiciones cuyo espíritu humanitario caracteriza toda la legislación mosaica. Ninguna otra nación de la antigüedad trató a sus esclavos en esta forma bondadosa.
3.
Solo.
Es decir soltero, sin estar casado.
4.
Le hubiere dado mujer.
Si al convertirse en esclavo el hombre era soltero o viudo, y si su amo le daba una esclava como esposa, por hacer esto el amo no perdía a la esclava que era su propiedad. En este caso, el esclavo sería dejado en libertad solo. Los hijos nacidos a un esclavo casado debían ser propiedad del amo, y debían permanecer como miembros de su casa.
5.
Yo amo a mi señor.
Puesto que la esclavitud hebrea era suave y benévola en su naturaleza (Lev. 25: 39, 40, 43), no era extraño que llegara a existir afecto entre el propietario y el esclavo. Aun entre los paganos habla tales ejemplos. El amor aun podría hacer que las condiciones de la servidumbre parecieran preferibles a la libertad. Los vínculos del afecto atan más estrechamente que cualesquiera otros vínculos, pero no aprisionan ni encadenan.
6.
Le hará estar junto a la puerta.
Ante la decisión del esclavo de no ser liberado, el amo había de llevarlo ante "los jueces" (literalmente, "ante Dios"), quienes, como representantes de Dios, administraban justicia y servían como testigos en las transacciones legales como en este caso. Horadar la oreja junto al poste, uniéndolo así físicamente a la casa, por así decirlo, lo convertía en un residente estable del hogar, marcándolo como tal mientras viviera. La oreja perforada testificaba de un corazón perforado. El signo de la esclavitud se convertía en la insignia del amor. Tal fue el caso de nuestro Señor como el "siervo" sufriente (Isa. 42: 1; 53: 10, 11), quien por el amor que tuvo por sus hijos e hijas nacidos en la tierra (Heb. 12: 2, 3) fue grandemente exaltado (Fil. 2: 7-9; Heb. 5: 8, 9).
Para siempre.
De 'olám, literalmente "tiempo oculto", es decir un tiempo de duración indefinida. Sus límites o bien son desconocidos o no se especifican, y deben ser determinados por la naturaleza de la persona, cosa o circunstancia a que se aplican. En un sentido absoluto, al aplicarse a Dios, 'olám, "eterno" (Gén. 21: 33), significa "perpetuo" pues Dios es eterno; sin principio ni fin. En un sentido más restringido, los santos resucitados entran en una "vida eterna" -'olám- (Dan. 12: 2), que aunque tiene comienzo, es sin fin debido a la dádiva de la inmortalidad. En un sentido aún más limitado, 'olám puede tener tanto un comienzo definido como un fin definido, cualquiera de los cuales puede ser incierto en el momento de hablar. Por ejemplo, Jonás estuvo en el vientre del pez "para siempre" (Jon. 2: 6) debido a que en ese momento no sabía cuándo saldría, si es que salía. En este caso, "para siempre" se convirtió en sólo "tres días y tres noches" (Jon. 1: 17).
Nuestras palabras siempre y para siempre por sí mismas no implican un tiempo sin comienzo o sin fin. Por ejemplo, podría decirse de un hombre que siempre vivió en el lugar de su nacimiento. El hecho de que finalmente muriera allí, de ninguna manera invalida la declaración de que siempre vivió allí. Así también, al casarse el esposo y la esposa se prometen fidelidad para siempre, es decir mientras ambos vivan. Si a la muerte de uno el otro se volviera a casar, nadie lo acusaría de quebrantar el voto que hizo cuando se casó por primera vez. No se justifica leer en la palabra hebrea 'olám más de lo que implica el contexto.
En cuanto al esclavo, ya había servido a su amo por un período definido y limitado de seis años. Ahora, por su propia elección, iba a comenzar un término de servicio de duración indefinida. Es obvio que el convenio terminaría a más tardar con la muerte del esclavo, suceso que por supuesto no podía ser predicho. Este período indefinido de servicio por lo tanto se describe adecuadamente como 'olám, que aquí se traduciría más exactamente como "a perpetuidad".
Los traductores de la LXX vertieron la palabra hebrea 'olám como aiÇn, su equivalente griego. Lo que se ha dicho de 'olám es igualmente cierto de aión. No se justifica en absoluto 625 el tratar de determinar la longitud de tiempo implicada, o de asignar a la persona o cosa descrita la propiedad de continuar interminablemente, teniendo como base 'olám o aiÇn. En cada caso, la duración de 'olám o aiÇn depende exclusivamente del contexto en que se usen, y de un modo especial debe considerarse la naturaleza de la persona o cosa a que se aplique la palabra.
7.
Vendiere su hija.
Entre las naciones antiguas, la autoridad de un padre era generalmente tan absoluta que podía vender a sus propios hijos como esclavos. Herodoto nos cuenta que los tracios tenían la costumbre de vender a sus hijas, Según Plutarco, hubo un tiempo cuando la venta de los hijos era común en Atenas. Las esclavas por lo general eran compradas para servir como concubinas o esposas secundarias de sus amos.
8.
Si no agradare.
Si el que compraba a la esclava rehusaba hacerla su concubina o esposa secundaria, entonces estaba obligado literalmente a permitirle "su redención". Debía buscar a alguien que se la comprara, desligándose así de la obligación del casamiento (vers. 11; cf. Lev. 25: 48).
No la podrá vender.
Tanto el primer comprador como el que la "redimió" debían ser hebreos y no extranjeros. Jamás ningún hebreo debía casarse con una extranjera, o viceversa (Deut. 7: 1-3). Al prometer a la muchacha que la convertiría en su esposa secundaria y al no cumplir la promesa, su primer comprador la trató "con engaño" (BJ), es decir violó su promesa.
9.
Con su hijo.
Originalmente el amo podría haber conseguido a la esclava con ese propósito, o no agradándole para sí mismo (ver vers. 8), podría haberla dado a su hijo. En cualquiera de estos casos, había de ser tratada como una hija de la familia.
10.
Otra mujer.
Si además de tomar a esa esclava como esposa secundaria para sí mismo, el amo después tomaba a otra esposa legítima, a la primera no le debían ser negados el sostén de esposa secundaria y el derecho conyugal.
11.
Saldrá de gracia.
La esclava no había de ser tratada como una mera sierva del hogar, sino que inmediatamente debía permitírsela volver a su padre -como mujer libre- con el derecho de volverse a casar. No se había de requerir que su padre devolviera ninguna parte del precio pagado por ella.
12.
Hiriere a alguno.
El homicidio se trata en los vers. 12-14. La ley es similar a la dada a Noé (Gén. 9: 6). El asesinato intencional no era perdonado en ningún caso.
13.
Dios lo puso en sus manos.
Literalmente, "si Dios le permite caer". Esto sólo indica que Dios había permitido que el muerto cayera de improviso en las manos del que lo mató, sin que el homicida deliberadamente hubiera estado "en acecho" para matar.
Te señalaré lugar.
No era considerado como asesinato el que un hombre, involuntariamente, hiriera a su enemigo y lo matara, sino homicidio sin premeditación o justificable. Para esto no había nigún castigo legal específico. El homicida era entregado a la ruda justicia de la costumbre establecida: la retribución del "vengador de la sangre" (Núm. 35: 12; Deut. 19: 6, 12). Esta ley no alteraba la práctica general del Oriente de quitar vida por vida o dar una compensación financiera. La ley de Moisés colocaba entre el "vengador de la sangre", o pariente más próximo, y su víctima la oportunidad para que este último llegara a un lugar de asilo. Esto había de realizarse en una de las seis "ciudades de refugio", donde podía estar a salvo hasta que su caso fuera tratado delante de los hombres de su propia ciudad (véanse los siguientes pasajes: Núm. 35: 9-28; Deut. 19: 1-13; Jos. 20).
Las leyes siempre debieran combinar la misericordia con la justicia. Si son demasiado severas, van en contra de su propio propósito, puesto que su misma severidad hace improbable que sean cumplidas. La conciencia moral del pueblo se rebela contra ellas. Por ejemplo, cuando la falsificación era en Inglaterra un delito punible con la muerte, no se podía conseguir jurados para que condenaran a alguien por ese crimen. Las disposiciones legales deben estar de acuerdo con la conciencia de la comunidad, o cesarán de merecer respeto. Gente honrada las quebrantará, los tribunales vacilarán en exigir obediencia a ellas, y los legisladores sabios siempre procurarán cambiarlas para que armonicen con el mejor concepto moral de la comunidad.
14.
Lo matare con alevosía.
El que deliberada e intencionalmente quitaba la vida humana había de ser tomado aun en el altar (que de lo contrario era un lugar de seguridad) si 626 se refugiaba allí, y debía ser castigado irremediablemente (1 Rey. 2: 28-34).
15.
Hiriere a su padre.
Es decir, lo golpeare. Esto implica una deliberada y persistente oposición a la autoridad paternal. En éste y en los dos versículos siguientes se trata de otros delitos capitales. Herir no significa matar, crimen del que se trata en el vers. 12. Sin embargo, el severo castigo por golpear hace resaltar con nitidez la dignidad y autoridad de los padres. Este castigo no parece extraño ni excesivo cuando reflexionamos que los padres están en el lugar de Dios, para sus hijos, hasta que llegan a la edad de responsabilidad moral (PP 316); que los padres los cuidan y los protegen en sus años cuando son desvalidos, y que aun la naturaleza coloca dentro de la mente de los hijos una reverencia instintiva hacia sus padres. La sociedad nunca está segura y no puede existir mucho tiempo si es menospreciada la autoridad paternal. Mucho más está implicado aquí que un mero acto de falta de respeto.
16.
Robare una persona.
Robar o secuestrar hombres para convertirlos en esclavos era un crimen antiguo y difundido (Gén. 37: 25-28). Los robados generalmente eran extranjeros. Secuestrarlos no se consideraba un delito legal. Sin embargo, si la persona secuestrada era un compatriota, el castigo era severo (Deut. 24: 7).
17.
Maldijere a su padre.
Puesto que los padres están en el lugar de Dios para sus hijos, durante sus primeros años (ver com. vers. 15), el castigo por maldecirlos es equivalente al castigo por blasfemar el nombre de Dios (Lev. 24: 16).
18.
Con piedra.
El uso de una piedra o del puño indica la ausencia de un designio premeditado de matar, como hubiera sido si el arma hubiese sido preparada para eso.
19.
Si se levantara.
Los comentadores rabínicos afirman que el culpable era puesto en prisión hasta que se supiera si moría el herido. Si moría, el agresor era juzgado por asesinato, pero si se reponía, se le imponía una multa para compensar el tiempo perdido por el herido.
20.
Hiriere a su siervo.
En la antigüedad, un esclavo era considerado como de propiedad exclusiva de su amo y podía ser maltratado, ultrajado o aun muerto, sin la intervención de ninguna entidad legal. En Roma, un amo podía tratar a su siervo a su antojo: venderlo, castigarlo o matarlo. Sin embargo, las leyes de Moisés mejoraron mucho la condición de los que nacían como esclavos y les concedieron ciertos derechos legales. Aunque la disciplina de los esclavos, a veces exigía que se los golpeara, Dios requería que el castigo se infligiera dentro de lo razonable. Por lo común, una "sierva" era castigada por su ama o por una sierva de categoría superior bajo la autoridad del ama. En el Oriente, con frecuencia los criminales eran muertos a palos. El castigo administrado con varas podía resultar fatal para algunos, debido a un sistema nervioso particularmente débil. Puesto que el amo había pagado una suma de dinero por el esclavo, si el esclavo vivía un día o dos después del castigo, el dueño no quedaba sujeto a castigo.
22.
Hirieren a mujer.
Un daño hecho sin intención, quizá debido a que la mujer se metió en una pelea entre hombres.
Sin haber muerte.
Los "jueces" debían imponer una multa para proteger al agraviador de cualquier suma excesiva que pudiera exigir el esposo de la mujer.
23.
Vida por vida.
Este castigo, en apariencia excesivo, por un perjuicio en gran medida accidental y sin la intención de quitar la vida, probablemente era el reflejo de una ley antigua semejante a la del "vengador de la sangre" (ver com. vers. 13). Debe recordarse que había ciertas disposiciones en esas leyes que toleró Moisés, tales como la "carta de divorcio" debida a la "dureza" del "corazón" de ellos (Deut. 24: 1-4; Mat. 19: 3-8). También debe tenerse en cuenta que algunos de estos estatutos mosaicos no eran absolutamente lo mejor desde el punto de vista divino, sino que eran imperfectos (Exo. 20: 25; Sal. 81: 12). Eran relativamente lo mejor que el pueblo de Dios podía recibir y obedecer en ese tiempo y en su estado de desarrollo moral y espiritual (ver com. vers. 1).
24.
Ojo por ojo.
Esta ley también estaba muy generalizada entre las naciones antiguas. Solón introdujo parcialmente esta ley en el código de Atenas, y en Roma fue incluida en las Doce Tablas. Numerosas leyes de una naturaleza similar fueron incluidas en el antiguo Código de Hammurabi, rey de Babilonia que vivió por el tiempo de Abrahán (ver nota adicional al final del capítulo).
Si se insistía en la interpretación literal de esta ley en los días de nuestro Señor (ver Mat. 5: 38-42), 627 debe haber sido por los saduceos, pues ellos rehusaban ver en la ley una interpretación espiritual. No se hubiera logrado ningún bien requiriendo literalmente "ojo por ojo". Habría significado gran pérdida para quien hiciera el daño sin proporcionar la menor ganancia al perjudicado. El requerir con persistencia una compensación es muy diferente de un apasionado deseo de venganza.
26.
Hiriere el ojo.
Este versículo y el siguiente presentan la ley relativa a las agresiones contra los esclavos. El "ojo" y "diente" se mencionan específicamente porque el primero se considera como nuestro órgano físico más precioso y la pérdida del segundo como aquello que es de menor consecuencia. La ley general de las represalias no abarcaba a los esclavos. Los golpes comunes dados a un esclavo no implicaban ninguna idea de compensación mayor que la de los dados a un hijo. Sin embargo, un daño permanente infligido a un órgano o la pérdida de un miembro daban al esclavo el derecho de quejarse y de recibir una compensación. El desquite equivalente era imposible pues hubiera puesto al esclavo en la posición de tomar represalias contra su amo; de ahí que se dispusiera una compensación obligatoria. Se hacía resaltar el principio de que cualquier pérdida física permanente daba al esclavo el derecho de libertad, privilegio que debe haber sido un factor efectivo para impedir la brutalidad de parte de los amos.
28.
Si un buey acorneare.
Para establecer con toda la firmeza posible el principio' del carácter sagrado de la vida humana, Moisés considera en los vers. 28-32 los daños causados por los animales domésticos. Haciéndose eco de la declaración ya hecha a Noé (Gén. 9: 5), el buey debía ser muerto, pero el dueño quedaba "absuelto", Como no se lo mataba en la forma acostumbrada [con derramamiento de sangre], el animal no podía ser comido. Además, el animal estaba bajo maldición. De acuerdo con los expositores rabínicos, ni siquiera era lícito vender el cadáver a los gentiles. Al ser "apedreado" hasta morir, el buey sufría el mismo castigo que merecía un asesino humano.
29.
Si el buey fuere acorneador.
Si el propietario sabía que el animal era peligroso y requería vigilancia, y sin embargo por negligencia descuidó vigilarlo de la debida manera, era considerado culpable como si hubiera contribuido al homicidio y, por lo tanto, merecía la muerte. Aquí se establece el sólido principio de que un hombre es responsable de los resultados previsibles de sus acciones.
30.
El rescate de su persona.
Puesto que era improbable que se castigara a un hombre dándole muerte por la falta cometida por un animal, sin importar cómo hubiera sido el descuido de su dueño, se hacía una provisión para el pago de un "precio" como una multa, cuyo monto estaba de acuerdo con el valor de la vida quitada.
32.
Acorneare a un siervo.
Aun en este caso el buey debía ser muerto para fortalecer más el concepto de la santidad de la vida humana. En vez de un "rescate" variable, o multa, en todos los casos y en compensación por su pérdida, había de pagarse al amo del esclavo 30 siclos de plata que era el precio término medio de un esclavo.
33.
Abriere un pozo.
Literalmente, "deja abierto un pozo" (BJ). El resto del capítulo trata de los daños a la propiedad, que entre los hebreos consistía principalmente en rebaños y manadas. En Palestina eran necesarios pozos o cisternas para depósitos de agua. Generalmente estaban cubiertos con una piedra plana. Era el deber del que sacaba agua volver a cubrir la cisterna después de haber sacado el agua.
Cavare cisterna.
En los campos desprovistos de cercos de Palestina, siempre era posible que se extraviara el animal de un vecino y se dañara debido a la negligencia ajena. Incapaz de salir por sí mismo, podía ahogarse un animal que caía en una cisterna. El dueño de la cisterna debía indemnizar por la pérdida del animal, y recibía el cadáver.
35.
Venderán el buey vivo.
Los dos propietarios en cuestión debían dividir entre ellos el valor tanto del buey vivo como del muerto, y compartir la pérdida por partes iguales. Sin embargo, si se sabía que uno de los animales era acorneador, el dueño que sufría la pérdida había de recibir compensación plena, pero perdía su parte en el cuerpo muerto. Dios condena estrictamente el descuido y la desidia. Cualquier cosa que hacemos, debemos hacerla bien (Ecl. 9: 10; Jer. 48: 10). 628

NOTA ADICIONAL AL CAPÍTULO 21
Mientras excavaba la acrópolis de Susa, en diciembre de 1901 y enero de 1902, J. de Morgan encontró tres grandes fragmentos de una piedra de diorita negra. Encajaban perfectamente, y cuando se los unió formaron una estela, o columna vertical, de 2, 21 m de altura y cuya base tenía un diámetro de unos 60 cm. En su parte superior, la estela contenía un relieve que representaba a Hammurabi, el sexto rey de la primera dinastía de Babilonia (1728-1686 AC), de pie delante del dios-sol Shamash que estaba sentado. Por lo demás, toda la superficie estaba cubierta con una extensa inscripción escrita en caracteres babilonios cuneiformes. Contiene cerca de 300 leyes. Resultó ser el famoso Código de Hammurabi, que ahora está en el Museo del Louvre, en París. Un facsímil se puede ver en el Instituto Oriental de Chicago.
La publicación de este código, en el año de su descubrimiento, hecha por V. Scheil -perito en escritura cuneiforme de la expedición- produjo una formidable sensación en el mundo de los eruditos bíblicos. Eso se debió a que demostró la falacia de las afirmaciones de muchos eruditos de las escuelas de la alta crítica, que habían negado la posibilidad de que existieran códigos tales como el de Moisés antes del primer milenio AC. La opinión del mundo erudito respecto a la ley de Moisés, en el tiempo del descubrimiento del Código de Hammurabi, está bien reflejada por Johannes Jeremias en su libro Moses und Hammurabi (Moisés y Hammurabi) (2a ed., Leipzig, 1903):
"Si hace dieciocho meses un teólogo científicamente educado hubiera levantado la pregunta: ¿Existe un Código de Moisés?, uno lo habría dejado plantado, en una situación lastimosa parecida a la del agricultor irresponsable del C[ódigo de] H[ammurabi] (256). Todavía se mantiene el pronunciamiento literario crítico de la escuela de Kuenen-Wellhausen: Una codificación anterior al siglo noveno [AC] es imposible" (págs. 60,61).
Haciéndoles recordar a sus lectores una afirmación hecha por Wellhausen de que, "en realidad, es tan imposible que Moisés sea el originador de la Ley como que el Señor Jesús sea el fundador de la disciplina eclesiástica de la Hessia meridional",* Jeremías levantaba la pregunta "¿Cómo juzgaría hoy?" (pág. 60). Los críticos habían negado enfáticamente que Moisés fuera el autor de las leyes contenidas en el Pentateuco, puesto que estaban convencidos de que la existencia de tales leyes era históricamente imposible durante el segundo milenio AC. De pronto se descubrió una colección de leyes que nadie podía negar que nos habían sido redactadas en la primera mitad del segundo milenio, aun antes del tiempo de Moisés. Para gran sorpresa de los eruditos críticos, este Código de Hammurabi reveló que las extrañas costumbres de la era patriarcal, como se describen en el Génesis, habían existido realmente y también reveló que las leyes civiles del antiguo Israel mostraban gran parecido con las de la antigua Babilonia.
Debido a la gran importancia de este código, presentamos una descripción de la historia de la estela donde se encuentra y de los contenidos de sus leyes. Originalmente en la estela había 3.624 líneas, divididas en 39 columnas de escritura. Fue erigida por Hammurabi en Babilonia, capital de su reino. Cuando esa ciudad fue conquistada por un rey elamita, la columna fue trasladada a Susa como trofeo de guerra y ubicada en el palacio real. Los elamitas borraron cinco columnas de la inscripción pero, por alguna razón desconocida, no las reemplazaron con ninguna inscripción propia. Finalmente la columna fue rota en pedazos en una de las destrucciones de Susa, y ya estaba sepultada en el tiempo de los reyes persas, cuando vivieron Ester y Mardoqueo.
El código contiene un prefacio, o prólogo, en el cual el rey pretende haber sido comisionado por los dioses para actuar como un gobernante sabio y justo y para juzgar a su reino. En el epílogo, u observaciones finales, el rey reafirma su intención de ir en ayuda de los oprimidos y perjudicados, e invita a cada uno implicado en un caso judicial para que vaya y lea en la columna cómo está su caso de acuerdo con la ley del rey. Entre el prólogo y el epílogo se encuentran las 282 secciones de la ley, todas de una naturaleza puramente civil. Tratan de la esclavitud y los delitos criminales, regulan alquileres, salarios y deudas, y zanjan las cuestiones relativas a la propiedad, el matrimonio, los derechos de embarque y los deberes de los médicos y otros. 629
En varios pasajes del Génesis (ver com. de Gén. 16: 2, 6; 31: 32, 39) se ha explicado que el Código de Hammurabi ilustra y aclara algunas costumbres aparentemente extrañas de la era patriarcal. Un estudio cuidadoso de las disposiciones del Código de Hammurabi da como resultado un cuadro interesantísimo de la vida social y de las costumbres en los días de Abrahán y en todo el período patriarcal.
De interés especial para el estudiante de la Biblia son aquellas leyes que muestran semejanzas con la ley de Moisés. He aquí una comparación de algunas de las leyes de Hammurabi, bajo la abreviatura CH, con las disposiciones correspondientes en la ley de Moisés.
CH 8. "Si un ciudadano robare un buey, una oveja, un asno, un cerdo o una cabra pertenecientes al dios (o) pertenecientes al palacio, pagará treinta veces su valor; si pertenece a un ciudadano, pagará diez veces su valor; si el ladrón no tuviere suficiente para hacer la restitución, será muerto".
Exo. 22: 1-4. "Cuando alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare ó vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas... Hará completa restitución; si no tuviere con qué, será vendido por su hurto. Si fuere hallado con el hurto en la mano, vivo, sea buey o asno u oveja, pagará el doble".
Se notará que la ley bíblica acerca del robo es más humana que la babilonia; la última hasta castiga con la pena capital en ciertos casos. Sin embargo, el principio de que un ladrón debe hacer restitución por su crimen es el mismo en ambas leyes.
El tráfico de esclavos era considerado como un grave delito contra la sociedad tanto por Hammurabi como por Moisés:
CH 14. "Si un ciudadano ha robado el hijo de un ciudadano, será muerto".
Exo. 21: 16. "Así mismo el que robare una persona y la vendiere, o si fuere hallada en sus manos morirá".
Las leyes que tratan de la esclavitud voluntaria son similares en principio:
CH 117. "Si un ciudadano tiene una obligación y (por lo tanto) a vendido su esposa, su hijo, o su hija, o los ha dado como garantía, trabajarán en la casa de su comprador, o del que tiene la garantía, durante tres años; en el cuarto año se sancionará su liberación".
Deut. 15: 12-14. "Si se vendiere a ti tu hermano hebreo o hebrea, y te hubiera servido seis años, al séptimo le despedirás libre. Y cuando le despidieres libre, no le enviarás con las manos vacías. Le abastecerás liberalmente de tus ovejas".
Cuando un babilonio caía en esclavitud por deudas, tenía que servir tres años sin ninguna compensación, al paso que el esclavo hebreo servía durante un período más largo pero recibía una recompensa al fin de su término de servicio.
CH 138. "Si un ciudadano quiere divorciarse de su esposa que es estéril , le dará a ella dinero por la cantidad del precio de su matrimonio, y la compensará por su dote que ella trajo de la casa de su padre; entonces podrá divorciarse de ella".
Deut. 24: 1. "Cuando alguno tomare mujer y se casare con ella, si no le agradare por haber hallado en ella alguna cosa indecente, le escribirá carta de divorcio, y se la entregara en su mano, y la despedirá de su casa.
La ley babilonia permitía el divorcio en el caso de esterilidad femenina si se hacía compensación, al paso que la ley hebrea sólo permitía el divorcio si el esposo encontraba que había sido engañado y que su esposa no era la mujer pura o sana que había pretendido ser.
CH 195. "Si un hijo golpeare a su padre, su mano sea cercenada"
Exo. 21: 15. "El que hiriere a su padre o a su madre, morirá".
La severidad de la ley mosaica se debe a que, de acuerdo con la disposición divina, la paternidad era más sagrada para los hebreos que para los babilonios.
CH 196. "Si un ciudadano destruye el ojo del hijo de un ciudadano. Su ojo será destruido".
CH 197. "Si él rompe el hueso de un ciudadano, su hueso será roto".
CH 198. "Si él destruye el ojo de un subordinado; o rompe el hueso de un subordinado, pagará una mina de plata".
CH 200. "Si un ciudadano de un golpe le saca un diente a un ciudadano, su diente le será sacado de un golpe".
Lev. 24: 19, 20. "El que causare lesión en su prójimo según hizo, así le sea hecho: rotura por rotura, ojo por ojo, diente por diente; según la lesión que haya hecho a otro, tal se hará a él".
Deut, 19: 21. "Y no le compadecerás; vida por vida, ojo por ojo, diente por diente, mano por mano, pie por pie".
Ambas leyes garantizan a cada hombre vida, salud y bienestar. Se encuentra una marcada diferencia en el hecho de que había dos clases de ciudadanos en Babilonia, los que eran plenamente libres (ciudadanos), y otra clase de los que podrían ser llamados siervos (palabra traducida aquí como "subordinados"), al paso que los hebreos no hacían tales 630 distinciones. El concepto de que todos los hombres eran iguales parece haberse originado con el pueblo de Dios. La dignidad del hombre no puede ser plenamente comprendida a menos que haya un reconocimiento del Dios verdadero y de los principios impartidos a Israel.
CH 199. "Si Jl destruye el ojo del esclavo de un ciudadano, o rompe el hueso del esclavo de un ciudadano, pagará la mitad del precio que compra".
Exo. 21: 26. "Si alguno hiriere el ojo de su siervo, o el ojo de su sierva, y lo dañare, le dará libertad por razón de su ojo".
Es manifiesta la diferencia en estas leyes. La ley babilonia tan sólo habla de daños ocasionados al siervo de otro hombre, y los trata como si hubieran sido infligidos contra el amo del siervo, pero la ley bíblica reconoce el derecho humano de un esclavo, quien había de quedar libre si por alguna razón lo lesionaba su amo. Esto muestra claramente que la ley hebrea no consideraba a un esclavo como la propiedad incondicional de su amo, principio que no es reconocido en ninguna otra parte del antiguo Cercano Oriente.
CH 206. "Si un ciudadano ha golpeado a un ciudadano en una disputa y le ha ocasiona o una lesión, este ciudadano jurará: 'No lo golpeé deliberadamente', sin embargo pagará la factura del médico".
Exo. 21: 18, 19. "Si algunos riñeren, y uno hiriere a su prójimo con piedra o con el puño, y éste no muriere pero cayere en cama; si se levantare y anduviere fuera sobre su báculo entonces será absuelto el que lo hirió; solamente le satisfará por lo que estuvo sin trabajar, y hará que le curen".
Estas dos leyes son casi idénticas.
CH 209. "Si un ciudadano ha golpeado a la hija de un ciudadano, y le ocasiona (así) un aborto, pagará diez ciclos de plata por el feto de ella".
Exo. 21: 22. "Si algunos riñeren, e hirieren a una mujer embarazada, y ésta abortare, pero sin haber muerte, serán penados conforme a lo que les impusiere el marido de la mujer y juzgaren los jueces".
El castigo de este crimen era más severo entre los hebreos que entre los babilonios debido al concepto que tenían los hebreos de la santidad de la vida. Sin embargo, debe notarse que el hebreo autor del crimen no quedaba enteramente librado al arbitrio del esposo, ya que cualquier demanda del esposo tenía que ser confirmada por los jueces.
CH 210. "Si esa mujer ha muerto, la hija de él será muerta".
Exo. 21: 23. "Mas si hubiere muerte, entonces, pagarás vida por vida".
En este caso las disposiciones son más iguales puesto que ha habido una pérdida de vida humana. Sin embargo, la ley babilonia permitía que un hombre pagara por su homicidio con la vida de su hija en vez de pagarlo con la suya propia, una injusticia para la hija que no permitía la ley de Moisés (ver Eze. 18: 20).
CH 249. "Si un ciudadano alquiló un buey, y Dios lo hirió y ha muerto, el ciudadano que alquiló el buey, jurará por Dios (ser inocente), y entonces quedará libre".
CH 250. "Si un buey, cuando estaba yendo por la calle, corneó un ciudadano y lo mató, este caso no está sujeto a reclamo".
CH 251. "Si el buey de un ciudadano es acorneador y el ayuntamiento de la ciudad del ciudadano le hizo saber que era acorneador, pero él no le cortó los cuernos (o) no ató a su buey, y el buey ha acorneado a muerte al hijo de un ciudadano, él dará media mina de plata".
Exo. 22: 10, 11. "Si alguno, hubiere dado a su prójimo asno, o buey, u oveja, o cualquier otro animal a guardar, y éste muriere o fuere estropeado, o fuere llevado sin verlo nadie; juramento de Jehová habrá entre ambos , de que no metió su mano a los bienes de su prójimo; y su dueño lo aceptará, y el otro no pagará".
Exo. 21: 28. "Si un buey acorneare a hombre o a mujer, y a causa de ello muriere, el buey será apedreado, y no será comida su carne; mas el dueño del buey será absuelto".
Exo. 21: 29. "Pero si el buey fuere acorneador desde tiempo atrás, y a su dueño se le hubiere notificado, y no lo hubiere guardado, y matare a hombre o mujer, el buey será apedreado, y también morirá su dueño".
Estos son algunos ejemplos en los cuales las leyes de Hammurabi muestran gran semejanza con las leyes mosaicas. Hay ciertas diferencias fundamentales, debidas principalmente a diferentes conceptos en cuanto a los derechos de los seres humanos y a la santidad de la vida. Sin embargo, también debiera recordarse que muchas de las leyes de Hammurabi no muestran en absoluto ninguna semejanza con las leyes bíblicas. Con todo, es obvio para cualquiera que haya estudiado estas leyes que hay alguna relación entre los códigos bíblico y babilónico. Este hecho se puede explicar de tres maneras: (1) Las leyes mosaicas son la base del Código de Hammurabi. (2) Moisés se valió de las leyes de Hammurabi. (3) 631 Ambas colecciones se remontan al mismo origen.
La primera de estas tres teorías no puede ser verdadera, puesto que el Código de Hammurabi fue escrito mucho antes del tiempo de Moisés. Que las leyes bíblicas fueron tomadas de las babilonias ha sido sostenido por los críticos que creen que el Pentateuco comenzó a existir tan sólo después de que los judíos se relacionaron con los babilonios durante el primer milenio AC. Esta teoría no es aceptable para los que creen que Moisés recibió sus leyes de Dios en el monte Sinaí, a mediados del segundo milenio AC. Por lo tanto, la mejor explicación es concluir que ambas leyes se remontan a un origen común.
Puesto que está confirmado que Abrahán ya estaba familiarizado con las leyes y mandamientos de Dios cuatro siglos antes del éxodo (Gén. 26: 5), las leyes dadas en el monte Sinaí sólo pueden haber sido una repetición de los preceptos divinos que habían sido comunicados a la humanidad mucho antes de ese tiempo. Al igual que Abrahán, los pueblos de Mesopotamia conocían esas leyes y las transmitieron de generación a generación, primero oralmente y después por escrito. Pero los conceptos idolátricos y de politeísmo gradualmente corrompieron, no sólo las prácticas religiosas y morales, sino también los principios legales. Por eso las leyes de Hammurabi difieren de su equivalente bíblico y son menos humanas.
Durante unos 45 años se pensó que el Código de Hammurabi era la más antigua colección de leyes. Sin embargo, se han encontrado varias colecciones de leyes mucho más antiguas. De Nippur procede el Código de Lipitishtar, publicado en 1948. Fue escrito en sumerio, uno o dos siglos antes del Código de Hammurabi, pero es muy similar a él y aun contiene varias leyes idénticas a las de este último. En el mismo año, 1948, fue publicado otro código que había sido descubierto en Harmal, cerca de Bagdad, el Código del rey Bilalama de Eshnunna, que gobernó unos 300 años antes de Hammurabi. Evidentemente, este código es precursor de las leyes de Lipitishtar y Hammurabi. En 1954 se publicó un código legislativo más antiguo que cualquiera de los tres mencionados, conocido como el Código de Urnammu. Contiene leyes mucho más humanas que cualesquiera de las otras conocidas hasta entonces. Esto muestra que un código de esta naturaleza mientras más de cerca se relaciona con la fuente original, que fue divina, mejor revela el carácter del verdadero dador de la ley: Dios. En cualquier código de leyes del que formen parte, todos los principios correctos reflejan la justicia y la misericordia del Autor de la rectitud y de la verdad.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-27 PP 319
1 FE 506; SR 148
1, 2, 12 PP 319
14 PP 553
15, 16 PP 319
17 PP 432
20, 26, 27 PP 319
28, 29 Te 255


CAPÍTULO 22
1 Robo. 5 Perjuicio. 7 Violación de la propiedad privada. 14 Préstamos. 16 Fornicación. 18 Hechicería. 19 Bestialidad. 20 Idolatría. 21 Extranjeros, viudas Y huérfanos. 25 Usura. 26 Prendas. 28 Respeto Por los magistrados. 29 Los primogénitos.


1 CUANDO alguno hurtare buey u oveja, y lo degollare o vendiere, por aquel buey pagará cinco bueyes, y por aquella oveja cuatro ovejas.
2 Si el ladrón fuere hallado forzando una casa, y fuere herido y muriere, el que lo hirió no será culpado de su muerte.
3 Pero si fuere de día, el autor de la muerte será reo de homicidio. El ladrón hará completa 632 restitución; si no tuviere con qué, será vendido por su hurto.
4 Si fuere hallado con el hurto en la mano, vivo, sea buey o asno u oveja, pagará el doble.
5 Si alguno hiciere pastar en campo o viña, y metiere su bestia en campo de otro, de lo mejor de su campo y de lo mejor de su viña pagará.
6 Cuando se prendiera fuego, y al quemar espinos quemare mieses amontonadas o en pie, o campo, el que encendió el fuego pagará lo quemado.
7 Cuando alguno diera a su prójimo plata o alhajas a guardar, y fuere hurtado de la casa de aquel hombre, si el ladrón fuere hallado, pagará el doble.
8 Si el ladrón no fuere hallado, entonces el dueño de la casa será presentado a los jueces, para que se vea si ha metido su mano en los bienes de su prójimo.
9 En toda clase de fraude, sobre buey, sobre asno, sobre oveja, sobre vestido, sobre toda cosa perdida, cuando alguno dijere: Esto es mío, la causa de ambos vendrá delante de los jueces; y el que los jueces condenaren, pagará el doble a su prójimo.
10 Si alguno hubiera dado a su prójimo asno, o buey, u oveja, o cualquier otro animal a guardar, y éste muriere o fuere estropeado, o fuera llevado sin verlo nadie;
11 juramento de Jehová habrá entre ambos, de que no metió su mano a los bienes de su prójimo; y su dueño lo aceptará, y el otro no pagará.
12 Mas si le hubiere sido hurtado, resarcirá a su dueño.
13 Y si le hubiere sido arrebatado por fiera, le traerá testimonio, y no pagará lo arrebatado.
14 Pero si alguno hubiere tomado prestada bestia de su prójimo, y fuere estropeada o muerta, estando ausente su dueño, deberá pagarla.
15 Si el dueño estaba presente, no la pagará. Si era alquilada, reciba el dueño el alquiler.
16 Si alguno engañare a una doncella que no fuere desposada, y durmiere con ella, deberá dotarla y tomarla por mujer.
17 Si su padre no quisiere dársela, él le pesará plata conforme a la dote de las vírgenes.
18 A la hechicera no dejarás que viva.
19 Cualquiera que cohabitara con bestia, morirá.
20 El que ofreciera sacrificio a dioses excepto solamente a Jehová, será muerto.
21 Y al extranjero no engañarás ni angustiarás, porque extranjeros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto.
22 A ninguna viuda ni huérfano afligiréis.
23 Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mi, ciertamente oiré yo su clamor;
24 y mi furor se encenderá, y os mataré a espada, y vuestras mujeres serán viudas, y huérfanos vuestros hijos.
25 Cuando prestares dinero a uno de mi pueblo, al pobre que está contigo, no te portarás con él como logrero, ni le impondrás usura.
26 Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo, a la puesta del sol se lo devolverás.
27 Porque sólo eso es su cubierta, es su vestido para cubrir su cuerpo. ¿En qué dormirá? Y cuando él clamare a mí, yo le oiré, porque soy misericordioso.
28 No injuriarás a los jueces, ni maldecirás al príncipe de tu pueblo.
29 No demorarás la primicia de tu cosecha ni de tu lagar. Me darás el primogénito de tus hijos.
30 Lo mismo harás con el de tu buey y de tu oveja; siete días estará con su madre, y al octavo día me lo darás.
31 Y me seréis varones santos. No comeréis carne destrozada por las fieras en el campo; a los perros la echaréis.


1.
Hurtare buey.
Los vers. 1-15 continúan las leyes referentes a los derechos de propiedad. La primera sección, de los vers. 1 al 5, trata del robo. Se presenta el principio general de que el robo debe ser castigado, de ser posible, con una multa. En el desierto, la principal propiedad de los israelitas era el ganado. Puesto que se necesitaba más osadía para que un ladrón se llevara un buey que para robar una oveja, el crimen acarreaba un castigo mayor.
Lo degollare.
Esto se consideraba peor que un robo común, que acarreaba el castigo de una doble restitución (vers. 4), pues indicaba persistencia en la maldad. Por lo tanto, el 633 culpable debía pagar más, como se muestra aquí.
2.
Forzando.
Puesto que la forma común de "forzar" una casa parece haber sido mediante una brecha en el muro, el significado literal del verbo es "entrar cavando".
No será culpado.
No se permitía que el vengador de la sangre persiguiera al homicida (Núm. 35: 27). Este principio, que más tarde tuvo la sanción de Solón, el legislador de Atenas, de la ley romana y la ley de Inglaterra, descansa sobre la suposición de que cualquiera que fuerza la entrada en una casa por la noche, tiene una intención homicida, o a lo menos el propósito de cometer un asesinato si lo requiere la ocasión.
3.
Si fuere de día.
Si esta irrupción era intentada después del alba, se suponía caritativamente que el ladrón no tenía el intento de matar. Por lo tanto, el que mataba al ladrón era considerado "reo de homicidio", y podía ser muerto por el pariente más cercano. Se suponía que todas las exigencias de Injusticia quedaban satisfechas si el ladrón se veía obligado a hacer restitución. No se debía derramar sangre innecesariamente. De modo que la ley castigaba el robo pero protegía la vida del ladrón.
Completa restitución.
El ladrón que entraba en una casa de día era castigado como los otros ladrones, obligándolo a pagar "el doble". Si no tenía "con qué", o más bien "no lo suficiente" para hacer la restitución exigida, había de ser "vendido" por su robo. Es decir, debía pagar con su trabajo. Esta doble restitución servía a manera de represalia, pues hacía que el ladrón perdiera la misma cantidad que había esperado ganar.
5.
Si alguno hiciere pastar.
El dañar malamente lo que pertenece a otro es casi tan malo como robar. Por lo tanto, si un hombre hacía que un campo fuera "pastado" o ramoneado, había de pagar al perjudicado una suma igual de lo mejor de su viña.
6.
Cuando se prendiera fuego.
En el Oriente, así como en otras partes, se acostumbraba quemar el pasto o malezas de una granja en ciertas épocas del año. Por descuido podía propasarse el fuego y dañar o destruir una cosecha del vecino. Por supuesto, debía hacerse restitución, pero no el doble, pues el daño no se debía a un acto deliberado, tal como permitir que el ganado de uno pastara en un campo ajeno.
7.
Alhajas.
Es decir, "mercancías" o cualquier otra clase de efectos. Los vers. 7-13 registran la ley acerca de los depósitos. Dejar propiedad al cuidado de otro no era algo desacostumbrado en la antigüedad, cuando las inversiones eran difíciles y los banqueros escasos. Así lo hacían los que estaban por viajar, especialmente los comerciantes. Esto significaba guardar las mercaderías durante el período de la ausencia.
8.
A los jueces.
Literalmente "a Dios". La traducción de la LXX aclara el significado de la siguiente manera: "Pero si no es encontrado el ladrón, el dueño de la casa vendrá delante de Dios, y jurará que ciertamente no ha procedido impíamente en cuanto a parte alguna del depósito de su prójimo".
9.
En toda clase de fraude.
Más exactamente, "en todo caso delictivo" (BJ). Por cualquier objeto de que el cuidador no pudiera responder, había de presentarse, literalmente, "delante de Dios" (ver com. cap. 21: 6), junto con su acusador, para justificarse si podía (cap. 18: 21, 22).
Esto es mío.
Lo que significa "aquello que el depositante declara que es suyo".
10.
Sin verlo nadie.
El animal en custodia podía "morir" naturalmente, ser lesionado por una fiera o en una caída, o podía ser "llevado" por ladrones sin que nadie lo supiera entonces. Si el guardián declaraba bajo juramento su ignorancia por la pérdida, no correspondía ninguna compensación al dueño.
12.
Si le hubiere sido hurtado.
En este caso correspondía hacer restitución pues se suponía que, con el debido cuidado, podía haberse evitado el robo.
13.
Arrebatado por fiera.
Se requería que el que recibió el depósito presentara la prueba de que realmente fue así para que quedara libre de culpa.
14.
Si alguno hubiere tomado prestada.
Tomar prestado se equipara correctamente con depositar, pues en ambos casos la propiedad de uno es entregada en las manos de otro. Pero debido a que en el primer caso el que toma prestado se beneficia, al paso que en el segundo caso el que deposita recibe el beneficio, la obligación es diferente. El que tomaba prestado había de responder por todos los riesgos, a menos que el dueño de la propiedad prestada estuviera con el objeto prestado. 634 Esto debe haber sido un poderoso freno para pedir prestado.
15.
Estaba presente.
Esto implica que el dueño no sólo estaba presente sino a cargo del animal, o tan cerca que pudo haber evitado el daño. Los que toman algo prestado debieran recordar que si no devuelven lo que han pedido en préstamo: (1) Se perjudican a sí mismos, pues sufren tanto su reputación como su respeto propio. (2) No cumplen su obligación con el que presta, puesto que están bajo una obligación especial para con él. (3) Perjudican a la humanidad en general, puesto que su descuido refrena a otros de prestar lo que puede ser necesitado con urgencia. (4) Fracasan en su deber para con Dios, quien considera como "impío" al que toma prestado y no devuelve (Sal. 37: 21).
Si era alquilada. Cuando se pagaba una cantidad por el uso de un animal o artículo, éste era alquilado más bien que prestado. En ese caso se consideraba que el dueño había tenido en, cuenta el riesgo de pérdida o daño al fijar el monto del alquiler, por lo que no tenía derecho a ninguna compensación.
16.
Si alguno engañare.
El resto del "libro del pacto" está compuesto de leyes misceláneas. Se advertirá que algunas son severas y otras leves, lo que nuevamente ilustra la justicia y la misericordia de Dios (Sal. 85: 10; 89: 14). Dios es tan misericordioso con el santo débil y desvalido como es severo con el pecador osado y testarudo. Los vers. 16 y 17 se ocupan de la seducción. En el Oriente, lo común es que un hombre pague dinero, una dote, a los padres de la doncella con quien intenta casarse. Se requería que un seductor cumpliera con esta costumbre. El precio de la dote era de 50 siclos de plata (Deut. 22: 29).
18.
Hechicera.
Más exactamente, "bruja". Hechicero era alguien que pretendía tener conocimiento o poder sobrenaturales que usaba para influir en los dioses o para emitir efluvios mágicos. El hecho de que se designe a mujeres antes que a hombres, sugiere que el sexo femenino era más propenso a este delito.
20.
El que ofreciera sacrificio.
Puesto que el ofrecimiento de sacrificio era entonces el principal acto de culto, ofrecerlos a un dios falso era un acto por el que se rechazaba a Dios. En la teocracia de Israel era traición y, por lo tanto, se castigaba con la muerte.
21.
Al extranjero no ... angustiarás.
Es muy significativo este precepto que prohíbe la opresión de los extranjeros, pues es improbable que tal disposición nunca haya existido en las leyes de otros países antiguos. Al paso que en otros lugares podían ser vejados los extranjeros, la ley mosaica prohibía a los hebreos maltratarlos (Exo. 23: 9; Lev. 19: 33). Por el contrario, debían amarlos (Lev, 19: 34). Su propia experiencia como "extranjeros ... en la tierra de Egipto" debía ser un recordativo constante de que debían tratarlos bondadosamente (Deut. 10: 19). Esa bondad con los extranjeros también debía ser prodigada con la esperanza de convertirlos en prosélitos (Hech. 13: 43). Aunque los hebreos debían permanecer separados de las otras naciones en asuntos de religión, no debían aislarse hasta el extremo de no mostrar bondad con un extraño.
22.
A ninguna viuda ni huérfano afligiréis.
Como en el caso del extranjero, es natural proteger a la viuda y al huérfano. A semejanza de él, son débiles e indefensos y, por lo tanto, son objeto especial del cuidado divino. La palabra "afligir" incluye todas las formas de maltrato. Disposiciones posteriores hicieron mucho para mejorar la triste suerte de las viudas (Exo. 23: 11; Lev. 19: 9, 10; Deut. 14: 29; 16: 11, 14; 24: 19-21; 26: 12, 13). Aunque en general los israelitas obedecieron estas órdenes, hubo ocasiones cuando las viudas y los huérfanos sufrieron una gran opresión (Sal. 94:6; Isa. 1: 23; 10: 2; Jer. 7: 5-7; 22: 3; Zac. 7:10; Mal. 3: 5; Mat. 23: 14). Se nos hace recordar la solicitud de Jesús por su madre viuda (Juan 19: 26, 27), el cuidado que recibían las viudas en la iglesia primitiva (Hech. 6: 1; 1 Tim. 5: 3-9, 16), y que Santiago incluyó el interés en las viudas y los huérfanos y el cuidado de ellos en la "religión pura" (Sant. 1: 27). El primer principio de la ética cristiana es que, descuidar de hacer el bien, es hacer el mal.
24.
Os mataré.
El descuido de los pobres Y de las viudas contribuyó a la captura de Jerusalén por Nabucodonosor y al aniquilamiento de sus habitantes (Jer. 22: 3-5).
25.
Usura.
Hoy en día generalmente esta palabra implica un tipo de interés exorbitante. En los días de Moisés, la palabra así traducida significaba cualquier cantidad de interés, grande o pequeño. El tipo de interés que un acreedor podía cobrar no estaba entonces regulado por la ley, y por lo tanto podía esperarse que los acreedores sin conciencia 635 trataran implacablemente a quienes se hallaran en circunstancias difíciles. La ley mosaica, al prohibir la usura, se ocupaba exclusivamente de los casos cuando se aprovechaba de un hermano que se había "empobrecido", es decir, que se hallaba en apuros económicos (ver Lev. 25: 25, 35, 39, 47; PP 573). En tales circunstancias, un "pobre" podía empeñar su propiedad (Lev. 25: 35-38), conseguir un préstamo si le era posible (Lev. 25: 35-37) o venderse a su acreedor por un período limitado de tiempo (Lev. 25: 39-41). Además, si podía hacerlo, se requería que el "hermano" del pobre le concediera el préstamo necesario sin interés (Deut. 15: 7-11). En ninguna circunstancia debía aprovecharse de su "hermano" pobre cobrándole cantidad alguna de interés. La ley mosaica minuciosamente protegía los derechos del pobre y tenía en cuenta su bienestar.
En el tiempo de Moisés, las transacciones comerciales no eran como las actuales. En términos generales, un hombre dependía de sus propios recursos para sus operaciones comerciales y se pedía y se daba poco dinero prestado en comparación con lo que se hace hoy. En la práctica, sólo un "hermano" que había "empobrecido" pedía dinero en préstamo. Por lo tanto, parecería que lejos de condenar las transacciones comerciales comunes, que implican prestar dinero o tomarlo prestado, las leyes de Moisés ni siquiera se ocupan de ellas. Parece que Cristo aprobó el principio de obtener ganancias, lo que incluye intereses sobre préstamos, en las transacciones comerciales regulares (Mat. 25: 27; Luc. 19: 23).
Tiene validez en nuestros días el principio inherente en la ley de Moisés en cuanto a la "usura", de no aprovecharse de alguien que esté acosado por circunstancias adversas. Uno nunca debiera exigir de otro más que lo que es justo, ya sea "pobre" o rico. Es el espíritu de avaricia, de extorsión, de un proceder rígido y la pasión por las ganancias, aun con perjuicio para otros, lo que es condenado (ver PR 478-482). Debemos compadecernos de las necesidades de otros, y nunca prestar oídos sordos a su clamor ni aprovecharnos de ellos cuando hacen frente a dificultades.
26.
Si tomares en prenda el vestido de tu prójimo.
Dar préstamos sobre prendas, como hacen los prenderos modernos, no estaba prohibido por la ley hebrea. Sin embargo, había ciertos artículos de primera necesidad que no podían ser prendados, tales como un molinillo para hacer harina, ni ninguna de sus piedras de moler (Deut. 24: 6). En los días de Nehemías, leemos de préstamos sobre prendas, que se practicaron con malos resultados (ver Neh. 5).
A la puesta del sol.
Es decir, antes de que se ponga el sol. La razón se da en el versículo siguiente. Si el vestido debía ser devuelto inmediata y permanentemente, no hubiera sido conveniente tomarlo en prenda de manera alguna. Quizá la ropa era depositada durante el día y devuelta por la noche al dueño.
28.
Los jueces.
La palabra 'elohim a veces es traducida "jueces" (caps. 21: 6; 22: 8, 9), con frecuencia se traduce como "dioses" (cap. 20: 3, 23; etc.), pero más comúnmente como "Dios" (cap. 20: 1, 2, 5, 7; etc.). No es seguro si 'elohim debiera traducirse "jueces" -representantes de Dios para administrar justicia- o como "Dios". El hecho de que los judíos menospreciaban a los dioses paganos,'elohim, parecería excluir la posibilidad de que se quiso decir aquí "dioses". Por lo tanto, la traducción "no blasfemarás contra Dios" (BJ) es preferible (ver Lev. 24: 15, 16).
Ni maldecirás al príncipe.
Más exactamente, "ni maldecirás a un príncipe entre tu pueblo". Los "príncipes" generalmente eran cabezas de familias (Núm. 3: 24, 30, 35) y tribus (Núm. 7: 10, 18, 24). Más tarde la palabra se usó para reyes (1 Rey. 11: 34; Eze. 12: 10; 45: 7). Concuerda con el decreto divino de que respetemos la autoridad de los que están puestos sobre nosotros, tanto en la iglesia como en el gobierno civil (Rom. 13: 1-7; Heb. 13: 17; 1 Ped. 2: 13-18).
29.
La primicia.
Literalmente, "la plenitud". El primogénito de hombres y bestias, y lo primero de todos los productos de la tierra, ya fuera vino, aceite, cereales o frutas, era requerido del pueblo. El hijo primogénito había de ser redimido mediante el pago de dinero (Exo. 13: 13; Núm. 3: 46-48), pero el resto debía ser ofrecido en sacrificio. Que podía haber desgano en obedecer esta ley aplazando la entrega de la ofrenda, se indica con la orden: "No demorarás".
30.
Siete días.
Este lapso daba a la madre el alivio natural que proviene de amamantar a sus hijos. Hay alguna analogía entre esta disposición y la ley de la circuncisión (Gén, 17: 9-12). Se consideraba que el parto provocaba 636 un estado de inmundicia ceremonial y, por lo tanto, sólo después de los días especificados podía ser aceptable a Dios la ofrenda.
31.
Varones santos.
A fin de conseguir esta consagración (Exo. 19: 6; Lev. 11: 44, 45) había varias leyes designadas para preservar a los israelitas como un pueblo espiritual. No debían comer la carne de un animal "destrozado" debido a que la sangre, la cual es la "vida" (Lev. 17: 14), no podía ser eliminada debidamente del animal, el que por lo tanto quedaba inmundo. Además las fieras carnívoras que destrozan también eran inmundas, y por contacto pasaban su inmundicia al otro animal.
perros.
Es probable que esta disposición no rigiera para vender o dar el animal rechazado a un extranjero (Deut. 14: 21), sino que indicaba otro medio por el cual podía terminarse con la carne. Los perros eran inmundos y, por lo tanto, podían comer cualquier cosa. En realidad, eran animales que se alimentaban de carroña (2 Rey. 9: 35, 36).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
4 PP 320
1 0, 11 1JT 74
12 3T 549
21-24 MB 227
22 PP 319
22-24 Te 28, 30, 37, 48
23, 24 PP 320
25 PR 478
25-28 PP 320
26, 27 MC 141
29 CMC 77; PP 565
31 DMJ 45; DTG 250; PP 320


CAPÍTULO 23
1 Rumores y falsos testimonios. 3, 6 Justicia. 4 Caridad. 10 Año sabático. 12 El sábado. 13 Idolatría. 14 Las tres fiestas. 18 La sangre y la grasa del sacrificio, 20 Promesa de un ángel y bendiciones si el pueblo obedece.
1 NO ADMITIRÁS falso rumor. No te concertarás con el impío para ser testigo falso.
2 No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravios;
3 ni al pobre distinguirás en su causa.
4 Si encontrares el buey de tu enemigo o su asno extraviado, vuelve a llevárselo.
5 Si vieres el asno del que te aborrece caído debajo de su carga, ¿le dejarás sin ayuda? Antes bien le ayudarás a levantarlo.
6 No pervertirás el derecho de tu mendigo en su pleito.
7 De palabra de mentira te alejarás, y no matarás al inocente y justo; porque yo no justificaré al impío.
8 No recibirás presente; porque el presente ciega a los que ven, y pervierte las palabras de los justos.
9 Y no angustiarás al extranjero; porque vosotros sabéis cómo es el alma del extranjero, ya que extranjeros fuisteis en la tierra de Egipto.
10 Seis años sembrarás tu tierra, y recogerás su cosecha;
11 mas el séptimo año la dejarás libre, para que coman los pobres de tu pueblo; y de lo que quedare comerán las bestias del campo; así harás con tu viña y con tu olivar.
12 Seis días trabajarás, y al séptimo día reposarás, para que descanse tu buey y tu asno, y tome refrigerio el hijo de tu sierva, y el extranjero.
13 Y todo lo que os he dicho, guardadlo. Y nombre de otros dioses no mentaréis, ni se oirá de vuestra boca.
14 Tres veces en el año me celebraréis fiesta.
15 La fiesta de los panes sin levadura guardarás. Siete días comerás los panes sin levadura, como yo te mandé, en el tiempo del mes de Abib, porque en él saliste de Egipto; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías.
16 También la fiesta de la siega, los primeros 637 frutos de tus labores, que hubieres sembrado en el campo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año, cuando hayas recogido los frutos de tus labores del campo.
17 Tres veces en el año se presentará todo varón delante de Jehová el Señor.
18 No ofrecerás con pan leudo la sangre de mi sacrificio, ni la grosura de mi víctima quedará de la noche hasta la mañana.
19 Las primicias de los primeros frutos de tu tierra traerás a la casa de Jehová tu Dios. No guisarás el cabrito en la leche de su madre.
20 He aquí yo envío mi Ángel delante de ti para que te guarde en el camino, y te introduzca en el lugar que yo he preparado.
21 Guárdate delante de él, y oye su voz; no le seas rebelde; porque él no perdonará vuestra rebelión, porque mi nombre está en él.
22 Pero si en verdad oyeres su voz e hicieres todo lo que yo te dijere, seré enemigo de tus enemigos, y afligiré a los que te afligieren.
23 Porque mi Ángel irá delante de ti, y te llevará a la tierra del amorreo, del heteo, del ferezeo, del cananeo, del heveo y del jebuseo, a los cuales yo haré destruir.
24 No te inclinarás a sus dioses, ni los servirás, ni harás como ellos hacen; antes los destruirás del todo, y quebrarás totalmente sus estatuas.
25 Mas a Jehová vuestro Dios serviréis, y él bendecirá tu pan y tus aguas; y yo quitaré toda enfermedad de en medio de ti.
26 No habrá mujer que aborte, ni estéril en tu tierra; y yo completaré el número de tus días.
27 Yo enviaré mi terror delante de ti, y consternaré a todo pueblo donde entres, y te daré la cerviz de todos tus enemigos.
28 Enviaré delante de ti la avispa, que eche fuera al heveo, al cananeo y al heteo, de delante de ti.
29 No los echaré de delante de ti en un año, para que no quede la tierra desierta, y se aumenten contra ti las fieras del campo.
30 Poco a poco los echaré de delante de ti, hasta que te multipliques y tomes posesión de la tierra.
31 Y fijaré tus límites desde el Mar Rojo hasta el mar de los filisteos, y desde el desierto hasta el Eufrates; porque pondré en tus manos a los moradores de la tierra, y tú los echarás de delante de ti.
32 No harás alianza con ellos, ni con sus dioses.
33 En tu tierra no habitarán, no sea que te hagan pecar contra mí sirviendo a sus dioses, porque te será tropiezo.
1.
Falso rumor.
Esta es una ampliación del noveno mandamiento que prohibe la calumnia y la difamación. La última mitad de este versículo prohibe unirse con otros para propagar este agravio. Aunque la palabra "testigo" implica que la ley se refiere principalmente a la forma de proceder ante un tribunal, no se limita a eso.
2.
No seguirás a los muchos.
Omitiendo en esta primera cláusula la palabra "hacer", que no está en el original hebreo, esta prohibición abarca el mal tanto en hecho como en palabra y pensamiento. Recordando las palabras de Jesús, no hemos de tomar la forma de vida de los muchos como nuestro ejemplo (Mat. 7: 13, 14). Uno de los principales peligros que arrostran los profesos cristianos es la complacencia para amoldarse y seguir a la multitud, a pesar de la admonición bíblica contra una tendencia tal.
Inclinándote.
Es decir, desviándote. Una traducción mejor de la última parte de este versículo sería: "Ni darás testimonio en un pleito ladeándote tras la multitud para pervertir Injusticia". En relación con el versículo siguiente, esto puede tomarse como una referencia a uno de los jueces que no debe seguir a los otros jueces para decidir un caso sino que debe tener su propia opinión y debe mantenerla.
3.
Ni al pobre distinguirás.
Es decir, no serás parcial a su favor. Esto parece sorprendente considerando los muchos preceptos que favorecen al pobre. Sin embargo, simplemente sostiene una justicia imparcial que no debe favorecer ni al pobre ni al rico. Inclinarse hacia cualquier lado sería una perversión de la justicia (Lev. 19: 15).
4.
El buey de tu enemigo.
Esto se refiere a un enemigo personal, no a un enemigo público como en Deut. 23: 3-6. Anticipa el verdadero espíritu del cristianismo como fue presentado por Cristo en su reproche de las distorsiones rabínicas de la ley mosaica (Mat. 23: 4). 638
5.
¿Le dejarás sin ayuda?
El asno sobrecargado y caído de un enemigo no debía ser dejado, sin que se le ofreciera ayuda a éste para ponerlo de pie, a fin de que pudiera continuar su camino. Esta cooperación misericordiosa colocaría a los dos hombres en una relación amistosa, facilitando así una posible reconciliación.
6.
No pervertirás el derecho.
Mientras que el vers. 3 amonesta contra favorecer a los pobres por compasión a ellos, el vers. 6 prohibe hacer discriminación contra el pobre debido a su pobreza, un error mucho más común. Debe evitarse el prejuicio para que se pueda hacer estricta justicia. Un tribunal no es un lugar para sentimentalismos.
7.
No matarás.
Apoyar una acusación falsa contra un "inocente y justo", podría causar su muerte, atrayendo así la venganza de Aquel que no justifica "al impío".
8.
No recibirás presente.
La aceptación de un soborno de una de las partes en un juicio adaptando de ese modo la injusticia, siempre ha sido uno de los pecados más comunes y reprensibles de los jueces del Oriente. El soborno desvirtúa todo el propósito por el cual existe la administración de justicia pues su peso en las balanzas de la justicia las inclina en el sentido equivocado. Por esta razón, ha merecido generalmente la pena de muerte. Aunque la ley mosaica no fija un castigo para este mal (Deut. 16: 18-20), Josefo afirma que los judíos ajusticiaban al culpable (Contra Apión ii. 28). Con todo, cualquiera que hubiera sido el castigo, este precepto debe haber sido despreciado (1 Sam. 8: 3; Sal. 26: 10; Prov. 17: 23; Isa. 1: 23; Miq. 3: 9-11).
9.
No angustiarás al extranjero.
Esto repite la orden del cap. 22: 21 y probablemente se aplica a los tribunales de justicia. La palabra "alma" denota la mente, los sentimientos. En otras palabras, debiera extenderse simpatía por el "extranjero".
11.
El séptimo año.
Aunque otras naciones tenían sus días de descanso a intervalos regulares o irregulares, los israelitas observaron años enteros de descanso. Esto quizá los haya expuesto al reproche de ociosidad de parte de otras naciones. Como la agricultura era primitiva, se desconocía la rotación de cultivos y no se usaban fertilizantes artificiales, es probable que no hubiera pérdidas financieras por seguir este programa. Sin embargo, el deseo de ganancia hizo difícil la observancia forzosa de esta disposición. El cautiverio de los "setenta años" tuvo el propósito de compensar por la omisión en observar los años sabáticos (2 Crón. 36: 17-21).
El principal propósito de la ley que aquí se presenta era proporcionar alimento a los pobres (ver Lev. 25: 1-7). Lo que la tierra producía por sí misma sin cultivarla pertenecía a todos como una posesión común, aun a las "bestias del campo". Sin duda también existía el propósito de que este año sabático fuera de una observancia religiosa mayor: en él se realizaba la lectura solemne de la ley en la fiesta de los tabernáculos en "el año de la remisión" (Deut. 31: 10, 11). Esta lectura era precedida por un período de preparación religiosa (Neh. 8). Este año sabático debe haber sido un período solemne, que conducía al autoexamen, a la formación de hábitos santos, y provocaba una elevación espiritual en el pueblo. Puesto que los cereales, el vino y el aceite eran los productos importantes de Palestina, es indudable que debía descansar toda la tierra.
12.
Al séptimo día.
Para hacer resaltar más su carácter misericordioso, aquí se repite el cuarto mandamiento. La mayoría de la población extranjera de la Tierra Santa se ocupaba en duros trabajos (ver 2 Crón. 2: 17, 18), un hecho que explica por qué se menciona particularmente aquí al "extranjero".
13.
Nombre de otros dioses.
Como una protección contra la idolatría, el pueblo de Dios no debía ni aun mencionar los nombres de las deidades paganas. Esta prohibición estaba basada en el principio de que el familiarizarse con el mal con frecuencia lleva a participar de él. Si se hubiera cumplido esta orden el peligro de idolatría habría sido completamente eliminado. Llama la atención que Moisés mismo rara vez pronunciara los nombres de dioses paganos. Los escritores bíblicos posteriores y los profetas estuvieron obligados a hacerlo, tanto para registrar la verdadera historia de Israel como para censurar la idolatría. Los propagandistas modernos conocen bien el valor de la repetición de los nombres comerciales, y deliberadamente planifican para mantener el nombre de su producto delante del público de una manera u otra. Sería bueno que todo el que desee mantenerse puro y santo recordara que las expresiones dependen de las impresiones.
14.
Tres veces.
Los versículos 14-17 registran la ley de las festividades sagradas. Todas 639 las antiguas religiones paganas tenían períodos de fiesta anuales que conmemoraban la supuesta benevolencia de sus dioses. Reuniéndose en grandes asambleas, la gente se inspiraba y animaba mutuamente a una consagración mayor y a un agradecimiento más cordial que en otras oportunidades. Tales festividades eran frecuentes en Egipto y ocupaban un lugar importante en la vida religiosa.
Probablemente la familia de Abrahán celebraba acontecimientos de esta naturaleza en Mesopotamia, y el Señor ahora sancionó estas tres fiestas como un estímulo de la piedad. Estas fiestas debían (1) referirse al mismo tiempo tanto a la agricultura como a la historia al relacionarse con el transcurso de las estaciones y también con grandes sucesos de la vida de la nación; (2) debían observarse tan sólo en un lugar; donde estaba situado el tabernáculo; (3) toda la población masculina debía asistir a ellas (vers. 17; ver com. Lev. 23: 2).
15.
La fiesta de los panes sin levadura.
Esta fiesta de principios de la primavera venía al comienzo de la cosecha de la cebada, en el mes de Abib (Nisán); comenzaba con la pascua y una santa convocación, duraba siete días y terminaba con otra santa convocación (Lev. 23: 5-8). Se comía pan sin levadura durante esos siete días en conmemoración del éxodo apresurado de Egipto (Exo. 12: 33, 34, 39). La levadura era un símbolo del pecado y del error (Mat. 16: 6, 11,12; 1 Cor. 5: 6-8). El pan sin levadura representaba la liberación del pecado de Aquel que es el pan de vida (Juan 6: 35, 48, 51). Una gavilla de cebada nueva, los primeros frutos de la cosecha, era ofrecida como una ofrenda mecida delante del Señor (Lev. 23: 9-14). El tiempo señalado era el 15º día del primer mes, Nisán (Lev. 23: 6). Esta fiesta, que comenzaba con la pascua, era un símbolo de la liberación de los pecadores del poder del pecado mediante la muerte de Cristo. Cuando el Salvador se ofreció a sí mismo en el Calvario, cesó el significado de la pascua porque ella lo anticipaba (1 Cor. 5: 7). El rito de la Cena del Señor fue instituido como un recordativo del mismo acontecimiento (Luc. 22: 14-20).
Ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías.
Los que asistían a la fiesta debían presentar una ofrenda voluntaria al Señor. Un oriental nunca va ante su superior sin un regalo. No menos se esperaba de un israelita cuando se aproximaba a Jehová, el Rey de la teocracia.
16.
La fiesta de la siega.
Debían contarse cincuenta días desde el día cuando se ofrecía la gavilla de cebada (Lev. 23: 15-21). El 50º día era llamado "la fiesta de las semanas" porque siete semanas completas lo separaban de la pascua. En los tiempos del NT fue llamado Pentecostés, de una palabra griega que significa "quincuagésimo". Esta fiesta se celebraba en la última parte de nuestro mes de mayo o a principios de junio, el tiempo de la cosecha de primavera. Para expresar gratitud por los cereales, dos hogazas cocinadas con levadura eran presentadas delante de Dios (Lev. 23: 17). Era una ocasión de gozo (Deut. 16: 9-11). La tradición judía relacionaba la fiesta con la promulgación de la ley que ocurrió unos 50 días después de la salida de Egipto (ver Exo. 19: 1- 16), y por lo tanto uno de los propósitos del Pentecostés era conmemorar la promulgación de la ley. Para los cristianos de los tiempos apostólicos también conmemoraba la dádiva del Espíritu Santo en el día de Pentecostés, cuando la iglesia naciente cosechó los primeros frutos del Evangelio (Hech. 2: 1- 12, 41).
Los primeros frutos de tus labores.
Literalmente, "de las primicias de tus trabajos" (BJ). La expresión está relacionada con "cosecha", no con "fiesta".
La fiesta de la cosecha.
En otros pasajes, es comúnmente llamada "la fiesta de los tabernáculos" porque la gente debía hacerse cabañas para morar en ellas durante la fiesta (Lev. 23: 33-36; Deut. 16: 13-15; 31: 10; Juan 7: 2). Esta festividad de ocho días comenzaba en el 15º día de Tishri, que caía en la parte final de octubre o a principios de noviembre. Las aceitunas habían sido cosechadas y se había completado la vendimia. Una santa convocación señalaba su comienzo y su fin. Era un período de alegría y agradecimiento por la recolección final de la cosecha otoñal y conmemoraba el feliz viaje de los israelitas de Egipto a Palestina. Además habían observado el gran día de la expiación tan sólo unos pocos días antes y habían recibido la seguridad de que sus pecados no serían más recordados. Estaban en paz con Dios. Bien podían reconocer la bondad del Eterno y alabarlo por su misericordia. La fiesta de los tabernáculos no sólo conmemoraba la permanencia en el desierto sino que -como la fiesta de la cosecha 640 anticipaba la recolección de la cosecha de la tierra (PP 581-583). Indudablemente durante el cautiverio esta fiesta fue descuidada, pero en el tiempo de Nehemías otra vez fue observada con mucho gozo (Neh. 8: 13-18).
A la salida del año.
Es decir al fin del año agrícola y civil, después de que se habla recogido la cosecha.
17.
Tres veces en el año.
Considerando que Palestina es un país pequeño, de menos de 232 km. de largo por 120 km. de ancho, no era onerosa la asistencia a esas fiestas. Además tales fiestas agradaban a la gente, pues eran un medio importante para divulgar informaciones y ofrecían casi la única oportunidad para que se vieran los parientes y amigos. Los israelitas pensaban de antemano en esas ocasiones con gozosa anticipación. Ellas ejercían una importante influencia unificadora y eran así una parte vitalmente importante de la vida nacional, pues tendían a unir al pueblo en el conocimiento y servicio de Dios. Al paso que se requería que asistiera "todo varón", otros miembros de la familia quedaban en libertad de hacerlo si así lo deseaban (1 Sam. 1: 1-23; Luc. 2: 41-45).
18.
La sangre de mi sacrificio.
Se trataba del cordero pascual, puesto que la prohibición de usar "pan leudo" y de que cualquier parte del cordero quedara "hasta la mañana" se refieren únicamente a esta ofrenda (Exo. 12: 1-11; Deut. 16: 1-5). El cordero de la pascua era la más importante de todas las ofrendas puesto que simbolizaba el sacrificio de Cristo, el verdadero Cordero pascual (1 Cor. 5: 7). Con toda justicia, Dios podía llamarlo "mi sacrificio".
19.
Las primicias de los primeros frutos.
Esto significa o bien "lo más escogido" de los primeros frutos (Núm. 18: 12) o "las primicias de todas las cosas" (Núm. 18: 13). Así como esos primeros frutos de la cosecha de la "tierra" eran llevados ante Dios, así también Cristo se presentó a sí mismo ante el Padre como los primeros frutos de la cosecha de la resurrección (Juan 20: 17; 1 Cor. 15: 20-23).
La casa de Jehová.
Esta frase es sinónimo de la expresión el "lugar que Jehová tu Dios escogiera para hacer habitar allí su nombre" (Deut. 26: 2; 12: 5, 11, 14; 16: 16), y se refiere al santuario y posteriormente al templo.
No guisarás el cabrito.
Excavaciones realizadas en Ras Shamra, la antigua Ugarit -una ciudad costera siria frente a la isla de Chipre- revelan que los cabritos de los sacrificios, hervidos en la leche de su madre, eran un rito practicado por los cananeos. Probablemente para evitar este rito pagano Dios prohibió que su pueblo procediera así.
20.
Envío mi Ángel.
En estos versículos finales del "libro del pacto" (vers. 10-31) encontramos las promesas que Dios cumpliría si su pueblo observaba sus requerimientos. Dios siempre nos anima con "el galardón" (Heb. 11: 26). Estas promesas eran condicionales, pues Dios puede bendecir a su pueblo únicamente si le obedece. El "Ángel" claramente se refiere al "ángel del pacto" (Mal. 3: 1), es decir a Cristo (PP 256, 320). La palabra mal'ák, "ángel", significa "mensajero", y con frecuencia se traduce indistintamente. Cristo fue siempre el Mensajero de Dios para Israel (PP 381) y como tal dio a su pueblo un conocimiento del carácter, la voluntad y la misericordia de Dios (Gén. 22: 1, 10-12; Exo. 32: 34; Isa. 63: 7-9; Mal. 3: 1; Juan 8: 56-58; 1 Tim. 2: 5).
En el camino.
No sólo para guiarlos geográficamente (Exo. 23: 23; 32: 34) sino también espiritualmente en las sendas de justicia (Exo. 33: 9; Deut, 31: 15).
En el lugar.
Una alusión a Palestina, e indirectamente al hogar de los salvados, del cual ella era un símbolo (Juan 14: 1-3).
21.
El no perdonará.
Esto no significa que Dios realmente no perdonará, pues el amor de Dios asegura que lo hará (Sal. 32: 5; 103: 10-12; Isa. 63: 7-9; 1 Juan 1: 9), sino que expresa vigorosamente, con típico énfasis oriental, la justicia soberana y santidad de Dios (ver Exo. 34: 7).
Mi nombre está en él.
Aquí la primera persona de la Deidad, el Padre, habla de la segunda persona de la Deidad, su Hijo. La afirmación implica que el "Ángel" que lleva el nombre de Dios es mutuamente igual con Dios mismo (ver Juan 1: 1-3, 14; Col. 1: 13-19; Heb. 1: 8).
23.
Amorreo.
Se menciona a las "siete naciones" de la Canaán propiamente dicha, con la excepción de una de ellas, los gergeseos (Deut. 7: 1; Jos. 3: 10; 24: 11). Las haría destruir como naciones, no como a individuos, pues los tales todavía podrían ser ganados como prosélitos para la fe de Israel (2 Sam. 23: 39; 24: 18-25; 2 Crón. 8: 7-9).
24.
No te inclinarás.
Debe recordarse que el culto idolátrico de estos pueblos paganos era licencioso y envilecedor en extremo. Las 641 ceremonias de algunos dioses paganos y otras deidades estaban contaminadas con sacrificios humanos y corrompidas por la prostitución. La iniquidad de esas naciones había llegado al colmo (ver Gén. 15: 16). No es de admirarse que cayera sobre ellas una medida plena de la ira divina (ver com. Gén. 15: 16).
Sus estatuas.
Literalmente, "sus columnas" (ver com. Gén. 28: 18).
25.
Quitaré toda enfermedad.
Vivir con salud significa mucho para protegernos de enfermedades de la mente y del espíritu, tanto como del cuerpo. De la misma manera, la piedad promueve el bienestar físico (ver DTG 767).
26.
No habrá mujer que aborte.
Esto podría ser el resultado de una intervención especial del favor divino y de un cuidado providencial, tanto como de vivir saludablemente. No sólo no habría nacimientos prematuros sino que, como lo implica la última cláusula, también serían desconocidas las muertes prematuras.
27.
Enviaré mi terror.
Para el cumplimiento de esta promesa, ver Núm. 22: 3; Jos. 2: 9, 11; 9: 24. Realmente los enemigos de los israelitas huyeron ante ellos (Núm. 21: 3, 24, 35; Jos. 8: 20-24; 10: 10, 11). Si Israel hubiera proseguido en una obediencia plena, Dios habría quebrantado del todo el poder de las naciones cananeas.
28.
La avispa.
Algunos han tomado esto como una referencia a avispas literales, otros como una referencia figurada a los egipcios, que repetidas veces invadieron a palestina durante el tiempo de Josué y de los jueces, o al temor experimentado por los cananeos (Jos. 2: 9; ver nota adicional a Jos. 6; ver com. Jos. 24: 12).
29.
En un año.
Al paso que los hombres son impacientes, Dios es magnánimo y maravillosamente tolerante (2 Ped. 3: 9). Las naciones cananeas no serían expulsadas todas inmediatamente, (1) para que la tierra no quedara desolada no habiendo suficiente gente para que la cuidara; (2) para que las fieras no se multiplicaran y llegaran a ser un peligro. Cuando Israel, el reino hebreo del norte, quedó despoblado por la emigración de las diez tribus llevadas en cautiverio, hubo un notable aumento de los leones que devoraban a los pocos que quedaron (2 Rey. 17: 24, 25). Un caso semejante ocurrido en tiempos más recientes: en muchos distritos de Francia aumentaron los lobos después de la guerra franco-prusiana. Otra razón por la cual las naciones no fueron expulsadas inmediatamente fue porque Dios deseaba "probar" a Israel para ver si le obedecería (Juec. 2: 21- 23).
31.
Fijaré tus límites.
Estos límites no fueron alcanzados hasta 400 años más tarde, bajo David y Salomón (1 Rey. 4: 21, 24; 2 Crón. 9: 26). Moisés confirma aquí la promesa de Dios a Abrahán (Gén. 15: 18). Puesto que Salomón fue un "varón de paz" (1 Crón. 22: 9), la obra de constituir el imperio debió ser cumplida por David (2 Sam. 8: 3-15; 10: 6-19; 1 Rey. 5: 3; 1 Crón. 22: 8).
El Eufrates.
El Eufrates era eminentemente "el gran río" de los tiempos del AT (ver Gén. 15: 18; Deut. 1: 7).
Los echarás.
Sin duda muchos de los cananeos fueron desplazados hacia el norte, y pueden haberse unido con el reino hitita, que durante muchos siglos se opuso formidablemente a los imperios egipcio y asirio.
32.
No harás alianza.
El "libro del pacto" termina como comienza, con un solemne ataque contra la idolatría (cap. 20: 23). La historia posterior de Israel muestra cuán necesaria fue esta repetida amonestación, y cuán indispensable la profunda inquietud de Dios para evitarles este error. Trágicamente, la amonestación fue en vano (2 Rey. 17: 7-18). Puesto que los tratados de paz usuales en ese tiempo contenían un reconocimiento de los dioses de cada nación, así como palabras que honraban a esos dioses, los pactos con los pueblos paganos incluían el reconocimiento de sus dioses.
33.
No habitarán.
Por supuesto, los prosélitos de la religión de Israel no estaban incluidos en esta orden, ni tampoco los paganos esclavizados (ver Jos. 9: 27).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
2 CM 170; 1JT 600; 3JT 394; TM 60
4, 5 DTG 463
6-8 Te 43
6-9 PP 320
10, 11 1JT 547; PP 571
11 FE 323 642
12 PP 320
14 2T 573
14-16 PP 578
14-17 PP 320
20 MeM 316; 3T 356
20, 21 PP 444, 445; SR 166; 3T 340
20-22 PP 320
20-23 SR 142
21 DTG 656
24 PP 386
24, 25, 27-33 PP 585; SR 143
28 PP 465


CAPÍTULO 24
1 Se llama a Moisés a la montaña. 3 El pueblo promete obediencia. 4 Moisés edifica un altar con doce columnas. 6 Asperja la sangre del pacto. 9 Manifestación de la gloria de Dios. 14 Aarón y Hur se encargan momentáneamente de dirigir al pueblo.15 Moisés sube al monte, donde permanece cuarenta días y cuarenta noches.


1 DIJO Jehová a Moisés: Sube ante Jehová, tú, y Aarón, Nadab, y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel; y os inclinaréis desde lejos.
2 Pero Moisés solo se acercará a Jehová; y ellos no se acerquen, ni suba el pueblo con él.
3 Y Moisés vino y contó al pueblo todas las palabras de Jehová, y todas las leyes; y todo el pueblo respondió a una voz, y dijo: Haremos todas las palabras que Jehová ha dicho.
4 Y Moisés escribió todas las palabras de Jehová, y levantándose de mañana edificó un altar al pie del monte, y doce columnas, según las doce tribus de Israel.
5 Y envió jóvenes de los hijos de Israel, los cuales ofrecieron holocaustos y becerros como sacrificios de paz a Jehová.
6 Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en tazones, y esparció la otra mitad de la sangre sobre el altar.
7 Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos.
8 Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas.
9 Y subieron Moisés y Aarón, Nadab y Abiú, y setenta de los ancianos de Israel;
10 y vieron al Dios de Israel; y había debajo de sus pies como un embaldosado de zafiro, semejante al cielo cuando está sereno.
11 Mas no extendió su mano sobre los príncipes de los hijos de Israel; y vieron a Dios, y comieron y bebieron.
12 Entonces Jehová dijo a Moisés: Sube a mí al monte, y espera allá, y te daré tablas de piedra, y la ley, y mandamientos que he escrito para enseñarles.
13 Y se levantó Moisés con Josué su servidor, y Moisés subió al monte de Dios.
14 Y dijo a los ancianos: Esperadnos aquí hasta que volvamos a vosotros; y he aquí Aarón y Hur están con vosotros; el que tuviere asuntos, acuda a ellos.
15 Entonces Moisés subió al monte, y una nube cubrió el monte.
16 Y la gloria de Jehová reposó sobre el monte Sinaí, y la nube lo cubrió por seis días; y al séptimo día llamó a Moisés de en medió de la nube.
17 Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel.
18 Y entró Moisés en medio de la nube, y subió al monte; y estuvo Moisés en el monte cuarenta días y cuarenta noches.

1.
Nadab y Abiú.
Siendo Nadab y Abiú los dos hijos mayores de Aarón (cap. 6: 23), eran los sucesores naturales de su padre en el sacerdocio. Sin embargo, no retuvieron ese cargo debido a su pecado cometido posteriormente, cuando ofrecieron "fuego extraño" (Lev. 10: 1, 2). 643
Setenta de los ancianos.
Estos eran por lo general, aunque no necesariamente, hombres de mayor edad, En este caso, el término designa a aquellos de cierta categoría y posición oficial entre sus hermanos, los que eran cabezas de familias (Exo. 6: 14, 25; 12: 21). Representaban al pueblo en su conjunto, al paso que Nadab y Abiú representaban al sacerdocio futuro (cap. 28: 1). Estos dirigentes también representaban a las 12 tribus de Israel. Todos debían ascender al monte hasta cierto lugar, pero sólo Moisés. había de ir hasta la cima. Así los ancianos habían de rendir culto "desde lejos".
3.
Contó al pueblo.
A su regreso al campamento, Moisés anunció la legislación registrada en los caps. 20: 22 a 23: 33. El Decálogo fue pronunciado por Dios mismo, pero las "leyes" fueron presentadas al pueblo por Moisés.
4.
Y Moisés escribió.
El Espíritu de verdad que inspiró a los profetas (Juan 14: 26; Heb. 1: 1; 2 Ped. 1: 20, 21) le hizo recordar los mandatos que Dios le había dado. Entonces Moisés erigió un altar, pues sin un sacrificio ningún pacto se tenía por obligatorio.
5.
Envió jóvenes.
Quizá como los "primogénitos" (cap. 22: 29) estos jóvenes servían como sacerdotes hasta que se instituyó el sacerdocio levítico (cap. 28: 1; PP 362). Probablemente también esos jóvenes fueron elegidos por su habilidad para manejar a los animales que se resistieran a ser sacrificados. Los "holocaustos" simbolizaban la consagración personal y la entrega del yo (Sal. 51: 16-19; ver también com. de Lev. 1: 2-4). El "sacrificio de paz" representaba una comunión renovada con Dios y agradecimiento a él (ver com. Lev. 3: 1).
6.
La mitad de la sangre.
Debido a que la sangre simbolizaba la vida de la víctima (Lev. 17: 14), era una parte esencial de cada sacrificio y su aspersión sobre el altar era un punto focal del ritual común de los sacrificios (Lev. 1: 5; 3: 8). Ahora bien, la mitad de la sangre era adjudicada al pueblo y la mitad a Dios; la sangre asperjada sobre el altar simbólicamente ligaba a Dios con los términos del pacto, y la que era asperjada sobre el pueblo lo ligaba de la misma manera (Heb. 9: 18-22; ver también com. Gén. 15: 9-13, 17).
7.
El libro del pacto.
Según la narración de las Sagradas Escrituras, éste es el primer "libro" que se escribió. El resto de la "ley" se basaba en él, y para su aclaración adicional más tarde Moisés escribió Deuteronomio. Después de leer el libro "a oídos" del pueblo, éste otra vez respondió como en el vers. 3, añadiendo significativamente las palabras "y obedeceremos". El entusiasmo del momento hizo que el pueblo, sinceramente sin duda, estuviera de acuerdo con guardar las leyes de Dios. Ciertamente su espíritu estaba dispuesto, pero su carne era débil (ver Mat. 26: 41). La realización siempre queda rezagada bien por detrás de la promesa. El pueblo evidentemente conocía poco su propio corazón; ellos no habían aprendido a desconfiar de sí mismos, También tenían una débil percepción de los requerimientos espirituales de la ley.
Debe recordarse que la ley no tenía en sí misma poder para salvar sino por el contrario sólo podía condenar. No podía ni justificar ni santificar. Convertía a todos los hombres en pecadores y los dejaba bajo condenación (Rom. 3: 9, 10). No podía reprimir la corrupción, ni interna ni externa, ni podía refrenar el pecado. Proporcionaba mandamientos escritos en piedra y "leyes" escritas en un libro, pero no tenía poder para escribirlos en las tablas de carne del corazón (Rom. 8: 1-4; 2 Cor. 3). El nuevo pacto tiene éxito porque se cumple, no con nuestra propia pobre fortaleza humana, sino con el poder de la fe en el Cristo que mora en nosotros (Jer. 31: 31-34; Heb. 8: 6- 12; 10: 14-16).
8.
Moisés tomó la sangre.
No es probable que Moisés asperjara la sangre sobre cada individuo de esa vasta multitud; debe haberla asperjado sobre los dirigentes como sus representantes. Los "ancianos" y otros hombres principales de cada tribu y familia quizá estuvieron incluidos en esta parte de la ceremonia.
He aquí la sangre.
Entre las naciones de la antigüedad era una costumbre común sellar un pacto con sangre (ver com. Gén. 15: 9-13, 17). A veces la sangre era la de una víctima; las dos partes solemnemente afirmaban que si violaban el pacto, correrían la suerte de la víctima. Entre los paganos, a veces era la sangre de las dos partes mismas, cada una de las cuales bebía de la sangre de la otra contrayendo de esa manera un vínculo de sangre. Se suponía que así el quebrantamiento del pacto se convertía en un asunto de vida o muerte. Moisés sencillamente eligió asperjar la sangre 644 sobre el altar y sobre el pueblo (ver com. vers. 6) reuniendo así a las partes contratantes en un solemne pacto. Aplicada al pueblo, la sangre también simbolizaba limpieza del pecado y consagración al servicio divino. De allí en adelante, Dios los consideró como su propiedad especial; eran suyos (Isa. 43: 1). Liberados del pecado, nosotros también llegamos a ser siervos de Dios (Rom. 6: 22; 1 Ped. 2: 9, 10).
9.
Subieron Moisés y Aarón.
Después de la ratificación del pacto, Moisés, Aarón, sus hijos y los ancianos obedecieron la orden de Dios de "subir" (vers. 1). El grupo ascendió hasta una parte del camino, no hasta la cumbre, que sólo Moisés tuvo el privilegio de visitar (vers. 2, 12). Los otros tuvieron que rendir culto "desde lejos".
10.
Y vieron.
Aquí es claro que Dios no es una fuerza impersonal sino una persona real (ver también Exo. 33: 17-23; 34: 5-7; Núm. 12: 6-8; Isa. 6: 1-6; Eze. 1: 26-28).
Semejante al cielo.
Es decir, "claro como el cielo mismo". Podríamos pensar que este excelso honor y privilegio habría establecido a esos hombres en una perdurable fe en Dios y obediencia a él. Pero el trágico relato registra que Aarón se rindió a la impulsivo exigencia del pueblo que pedía un becerro de oro (Exo. 32: 1-6) y que Nadab y Abiú fueron muertos por ofrecer "fuego extraño" (Núm. 3: 1-4).
Una elevada experiencia religiosa de un día no es protección para el día siguiente (Mat. 14: 28-33; Luc. 13: 25-27; 1 Cor. 10: 11, 12).
11.
Sobre los príncipes.
Dios no hirió a esos hombres con muerte, pestilencia o ceguera, aunque su impiedad no les daba razón para pensar que podrían ver a Dios y vivir (Gén. 32: 30; Exo. 33: 20; Juec. 6: 22, 23; etc.). En esa ocasión vieron la gloria del Hijo de Dios, la segunda persona de la Trinidad (PP 321, 381). Una comida ceremonial generalmente seguía a una ofrenda de sacrificio, y de ésta quizá participaron los ancianos, llegando hasta tan cerca de la presencia divina como les era dado aproximarse. Después de esta experiencia, todo el grupo volvió al campamento.
12.
Sube a mí.
El resto del capítulo narra los 40 días cuando Moisés estuvo en comunión con Dios. Habiendo dado los Diez Mandamientos y las "leyes" del "libro del pacto", Dios procedió a dar instrucciones acerca de la edificación del santuario que había de ser el lugar de su morada entre los hijos de Israel (cap. 25: 8). Si el hombre es dejado a su propio arbitrio para determinar los lineamientos tangibles y materiales del culto religioso, puede errar fácilmente. Como una salvaguardia, le fue mostrado a Moisés un "dechado" de todo lo que había de constituir el culto de ellos (Exo. 25: 9; Heb. 8: 5), con la inclusión de detalles exactos en cuanto al material, al tamaño, la forma y la construcción de cada objeto. Estas instrucciones están registradas en Exo. 25 a 31. A fin de que Moisés tuviera amplio tiempo para entender y recordar las instrucciones detalladas que le iban a ser dadas, debía estar "allá", es decir en el "monte", durante 40 días.
14.
Esperadnos.
En esta ocasión, Moisés fue acompañado por Josué, quien había contribuido a la derrota de los amalecitas (cap. 17: 8-13). Sabiendo que estaría ausente durante algún tiempo, Moisés creyó que era necesario dar ciertas instrucciones a los ancianos acerca de la conducción de los asuntos administrativos durante su ausencia, Debían quedar al pie del Sinaí hasta que él volviera, y acudir en procura de consejo a Aarón y a Hur como representantes de Moisés.
15.
Moisés subió.
Habiéndose hecho los arreglos para su ausencia, Moisés ascendió con Josué a la cumbre del monte para esperar allí direcciones adicionales. La "nube" se refiere a la mencionada en el cap. 19: 16. Aunque había sido invitado por Dios, Moisés no entró en la presencia divina hasta que le fue ordenado hacerlo, seis días más tarde. Hoy día, como entonces, la preparación del corazón y la contemplación del carácter y de la voluntad de Dios deben preceder a una asociación íntima con él (cf. Hech. 1: 14; 2: 1). Sin duda Moisés y Josué pasaron ese tiempo en meditación y oración.
17.
Fuego abrasador.
Es significativo el contraste entre la nube ocultadora que cubrió a Moisés (vers. 18) en bienaventurado compañerismo y comunión con su Hacedor y el "fuego abrasador". Los que, como Moisés, caminan por los senderos de Dios tienen la certidumbre de protección y seguridad "al abrigo del Altísimo ... bajo la sombra del Omnipotente" (Sal. 91: 1, 2). Los que se apartan de las sendas de justicia no encontrarán ni consuelo ni seguridad sino justicia retributiva, pues Dios se les aparecerá a ellos como "fuego consumidor" (Heb. 12: 25, 29). 645
18.
En medio de la nube.
Dejando a Josué, Moisés entró en la nube y permaneció allí "cuarenta días y cuarenta noches" (PP 322). Durante todo ese lapso estuvo sin alimento (Deut. 9: 9; cf. 1 Rey. 19: 8; Mat. 4: 2).
Esta experiencia de Moisés fue extraordinaria. Inculca la lección de que la comunión con Dios imparte al alma su fortaleza más legítima y su más dulce refrigerio. Sin ella desmaya el espíritu (ver Luc. 18: 1), el mundo penetra furtivamente en nosotros, nuestros pensamientos y palabras se vuelven "de la tierra", terrenales (1 Cor. 15: 47), y ni tenemos vida espiritual en nosotros mismos ni podemos impartirla a otros. Se reciben los dones estando en comunión con Dios. Así fue en el caso de Moisés y así será en nuestro caso. Además el hecho de que Moisés estuvo a solas con Dios sugiere el valor de la oración secreta (Mat. 6: 6). Aun en el remolino y bullicio de una gran ciudad, la soledad con Dios y la súplica silenciosa proporcionan ayuda para hacer frente a los problemas del día.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-18 PP 321-323
1, 2 PP 322
1-3 SR 144
1-8 FE 506
3 PP 321; PR 219
4 PP 320, 321
5, 6 PP 321
7 PP 321, 388; PR 219; 3T 297
7, 8 SR 145
8 PP 321
9 PP 322; 3T 343
10 PP 322; 3T 297, 343
12 CS 8
12-18 PP 322
16 3T 296
17 PP 311, 352


CAPÍTULO 25
1 Materiales que los israelitas debían ofrecer para la construcción del tabernáculo. 10 La forma del arca. 17 El Propiciatorio con querubines. 23 La mesa y sus accesos. 31 El candelero con sus accesorios.

1 JEHOVA habló a Moisés, diciendo:
2 Dí a los hijos de Israel que tomen para mí ofrenda; de todo varón que la diere de su voluntad, de corazón, tomaréis mi ofrenda.
3 Esta es la ofrenda que tomaréis de ellos: oro, plata, cobre,
4 azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras,
5 pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia,
6 aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático,
7 piedras de ónice, y piedras de engaste para el efod y para el pectoral.
8 Y harán un santuario para mí, y habitaré en medio de ellos.
9 Conforme a todo lo que yo te muestre, el diseño del tabernáculo, y el diseño de todos sus utensilios, así lo haréis.
10 Harán también un arca de madera de acacia, cuya longitud será de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio.
11 Y la cubrirás de oro puro por dentro y por fuera, y harás sobre ella una cornisa de oro alrededor.
12 Fundirás para ella cuatro anillos de oro, que pondrás en sus cuatro esquinas; dos anillos a un lado de ella, y dos anillos al otro lado.
13 Harás unas varas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro.
14 Y meterás las varas por los anillos a los lados del arca, para llevar el arca con ellas.
15 Las varas quedarán en los anillos del arca; no se quitarán de ella.
16 Y pondrás en el arca el testimonio que yo te daré.
17 Y harás un propiciatorio de oro fino, cuya longitud será de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio.
18 Harás también dos querubines de oro; labrados a martillo los harás en los dos extremos del propiciatorio.
19 Harás, pues, un querubín en un extremo, y un querubín en el otro extremo; de una pieza con el propiciatorio harás los querubines en sus dos extremos.
20 Y los querubines extenderán por encima las alas, cubriendo con sus alas el propiciatorio; sus rostros el uno enfrente del otro, mirando al propiciatorio los rostros de los querubines.
21 Y pondrás el propiciatorio encima del arca, y en el arca pondrás el testimonio que yo te daré.
22 Y de allí me declararé a ti, y hablaré contigo de sobre el propiciatorio, de entre los dos querubines que están sobre el arca del testimonio, todo lo que yo te mandare para los hijos de Israel.
23 Harás asimismo una mesa de madera de acacia; su longitud será de dos codos, y de un codo su anchura, y su altura de codo y medio.
24 Y la cubrirás de oro puro, y le harás una cornisa de oro alrededor.
25 Le harás también una moldura alrededor, de un palmo menor de anchura, y harás a la moldura una cornisa de oro alrededor.
26 Y le harás cuatro anillos de oro, los cuales pondrás en las cuatro esquinas que corresponden a sus cuatro patas.
27 Los anillos estarán debajo de la moldura, para lugares de las varas para llevar la mesa.
28 Harás las varas de madera de acacia, las cubrirás de oro, y con ellas será llevada la mesa.
29 Harás también sus platos, sus cucharas, sus cubiertas y sus tazones, con que se libará; de oro fino los harás.
30 Y pondrás sobre la mesa el pan de la proposición delante de mí continuamente.
31 Harás además un candelero de oro puro; labrado a martillo se hará el candelero; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores, serán de lo mismo.
32 Y saldrán seis brazos de sus lados; tres brazos del candelero a un lado, y tres brazos al otro lado.
33 Tres copas en forma de flor de almendro en un brazo, una manzana y una flor; y tres copas en forma de flor de almendro en otro brazo, una manzana y una flor; y tres copas en forma de almendro en otro brazo, una manzana y una flor; así en los seis brazos que salen del candelero;
34 y en la caña central del candelero cuatro copas en forma de flor de almendro, sus manzanas y sus flores.
35 Habrá una manzana debajo de dos brazos del mismo, otra manzana debajo de otros dos brazos del mismo, y otra manzana debajo de los otros dos brazos del mismo, así para los seis brazos que salen del candelero.
36 Sus manzanas y sus brazos serán de una pieza, todo ello una pieza labrada a martillo, de oro puro.
37 Y le harás siete lamparillas, las cuales encenderás para que alumbren hacia adelante.
38 También sus despabiladeras y sus platillos, de oro puro.
39 De un talento de oro fino lo harás, con todos estos utensilios.
40 Mira y hazlos conforme al modelo que te ha sido mostrado en el monte.


2.
Que tomen para mí ofrenda.
La voluntad divina le había sido revelada a Israel en el Decálogo; Moisés había recibido las leyes y los "juicios" del "libro del pacto", y el pacto entre Dios y su pueblo había sido ratificado. Pero no se había instituido aún ninguna forma permanente de culto. Hasta ese momento, sólo se había introducido el "altar" y se habían dado ciertas directivas concernientes a él (cap. 20: 24-26), pero no se había formulado un sistema completo mediante el cual la adoración del único Dios verdadero pudiese llegar a ser un medio efectivo de acercar al pueblo a él en comunión y obediencia, y para salvaguardarlo del culto de los muchos dioses de los paganos. El pueblo debía tener el privilegio de participar en la construcción del lugar que sería la morada de Dios entre ellos.
La diere de su voluntad.
Literalmente, "cuyo corazón lo impele". Dios deseaba recibir sólo aquellas dádivas que procedieran del corazón, no meramente las que provinieran de la mano o del bolsillo. Sólo aceptaría las que fuesen dadas libre y voluntariamente (2 Cor. 9: 6, 7). Solamente aquel que da de corazón tendrá el nombre inscrito en el registro de Dios, porque es el único que da con el 647 espíritu de la iglesia de Macedonia (2 Cor. 8: 1-5). Por lo que leemos en Exo. 35:21-29 y 36: 3-7, es evidente que el pueblo respondió de esta manera. Tan generosa y abundante fue su respuesta, que "se le impidió al pueblo ofrecer más". De esta manera, se levantó el tabernáculo como resultado de las ofrendas voluntarias. Se vio un espíritu similar en tiempos de David, cuando fue construido el templo (1 Crón. 29: 1-9), y nuevamente cuando reconstruyeron el templo los exiliados que volvían del cautiverio babilónico con Zorobabel (Esd. 2: 68, 69; Hag. 1: 12-14).
3.
Oro.
En el tabernáculo y en sus muebles habían de usarse tres metales. El "cobre" era una aleación de cobre y estaño; hoy lo llamaríamos bronce. Cuando los hebreos salieron de Egipto habían "pedido" tesoros de los egipcios (ver com. caps. 3: 22; 12: 35, 36). El pueblo le dio al Señor lo mejor de lo que tenía. Dios no aceptará un sacrificio "ciego", "enfermo", o "cojo" (Mal. 1: 8). Esto no quiere decir que Dios espere que demos más allá de nuestras posibilidades sino que demos tanto como podamos (2 Cor. 8: 12)
La "blanca" de la viuda (Mar 12: 41-44) le resulta tan agradable a Dios como el "vaso de alabastro de perfume de gran precio" (Mat. 26: 6-13), o el"precio" de una propiedad depositada a los pies de los apóstoles (Hech. 5: 1, 2). El darle a Dios lo mejor que tenemos no sólo se aplica a las posesiones sino también a las capacidades, al tiempo y a las fuerzas de cada uno. Lo mejor de nuestras facultades debe pertenecerle: los afectos más tiernos, los pensamientos más profundos y las más elevadas aspiraciones. En el servicio de Cristo se necesita una diversidad de dones, y no hay nadie que sea demasiado pobre, ni demasiado falto de capacidades como para que no pueda hacer su parte. No debemos dejar de aprender la lección enseñada por el fracaso del hombre que había recibido un solo talento (Mat. 25: 14, 15, 24-30). Los israelitas se hicieron tesoros en los cielos dedicándolos a la obra y al servicio de Dios (Mat. 6: 19-21). No se dejaron engañar por el afán de ganancias mundanales, porque no se proponían ganar bienes a cambio de la vida venidera (ver Mat. 16: 25, 26).
5.
Pieles de tejones.
La palabra hebrea traducida aquí como "tejón" parece proceder de un término hebreo usado para referirse a una clase de pieles de animales que no se especifican; además, se sostiene que la misma palabra está emparentado con un término arábigo usado para referirse a la foca, en especial al dugongo o vaca marina (ver PP 358). Este animal herbívoro y acuático, que llega a tener de tres a cuatro metros de largo, tiene la cabeza redonda, amamanta a sus pequeños y tiene la cola dividida. Se lo encuentra comúnmente entre las rocas de coral del mar Rojo. Las pieles de "tejones" formaban la cubierta exterior del tabernáculo (PP 358). Por ser pieles de animales marinos, resistían mejor el clima del desierto que las pieles de animales terrestres,
Madera de acacia.
Se trata de una madera dura, de veta fina, muy durable, y por lo tanto muy adecuada para ebanistería.
8.
Y harán un santuario para mí.
Aunque los hebreos sabían, tan bien como nosotros lo sabemos, que el gran Dios no podría "habitar" en un edificio de hechura humana (1 Rey. 8: 27; 2 Crón. 2: 6; Isa. 66: 1; Jer. 23: 23, 24), no les parecía correcto que hubiese culto sin templo. Lo que es más, el santuario proporcionaba un centro visible para el culto del único Dios verdadero, y constituía, por lo tanto, un baluarte contra la adoración de los numerosos dioses de los paganos. Acercaba a Dios a su pueblo y hacía que su presencia entre ellos fuese algo real. También esto constituía una protección contra la idolatría (Exo. 29: 43, 45; Núm. 35: 34). Puesto que en ese tiempo los israelitas eran nómadas, el santuario debía poder armarse y desarmarse fácilmente para ser transportado de lugar en lugar, Es significativo el hecho de que la palabra hebrea traducida "santuario" nunca se aplica a un templo pagano.
Y habitaré.
En un sentido espiritual, Dios siempre ha buscado morar con los hombres y no puede hallar "reposo" hasta que haya obtenido esa morada (Sal. 132: 13-16), primero en el corazón de cada persona de su pueblo (1 Cor. 3: 16, 17; 6: 19) y luego en medio de cualquier grupo que se reúna para adorarle (Mat. 18: 20). El sistema cuyo centro era el tabernáculo terrenal señalaba por adelantado a Cristo, quien más tarde "habitó", o según una traducción literal, "hizo su tabernáculo", entre los hombres (Juan 1: 14).
La palabra hebrea shakan, "habitar", significa residir permanentemente en una localidad. Este vocablo está muy relacionado con la palabra Shekinah, que es el nombre aplicado a 648 la manifestación de la gloria divina asentada sobre el propiciatorio (PP 360). La Shekinah era el símbolo de la presencia divina, por medio de la cual Dios había prometido habitar "en medio de ellos" (Exo. 25: 22).
9.
Conforme a todo lo que yo te muestre.
Esto indica que aunque la artesanía era humana, el plan era divino. Dios siempre ha contado con la cooperación de instrumentos humanos para la construcción de su casa. En esta obra, cada individuo pudo tener la satisfacción de participar.
En el monte, Moisés vio "una representación en miniatura" del santuario celestial (PP 356; Hech. 7: 44; Heb. 8: 5), del "verdadero tabernáculo" (Heb. 8: 2). Se dice que el santuario terrenal era "figura" de las cosas celestiales" (Heb. 9: 23, 24), porque fue hecho "conforme al modelo" que le fue mostrado a Moisés (Heb. 8: 5). Era una "copia" del gran "original" del cielo (CS 466). En visión, Juan entró en el santuario celestial (Apoc. 15: 5), donde vio el arca (Apoc. 11: 19), el altar del incienso (Apoc. 8: 3-5), y posiblemente el candelero (Apoc. 1: 12; 11: 4). Por lo tanto, tenemos "pruebas indiscutibles de la existencia de un santuario en los cielos" donde el Rey del universo tiene su trono (CS 467) y donde Cristo ministra como nuestro gran Sumo Sacerdote (Heb. 8: 1, 2).
Sin embargo es inútil especular en cuanto a las dimensiones, la apariencia exacta o la disposición precisa del santuario celestial, porque "ningún edificio terrenal podría representar la grandeza ni la gloria de ese templo" (PP 370, 371). El hombre fue hecho "a la imagen de Dios" (Gén. 1: 27), pero sólo Cristo es "la imagen misma de su sustancia" (Heb. 1: 3). Lo finito apenas si puede asemejarse a lo infinito. A Moisés no se le mostró el santuario celestial mismo, sino una representación de él. El santuario terrenal fue trazado según el modelo celestial, puesto que constituía una vívida representación de los diversos aspectos del ministerio de Cristo en favor del hombre caído (PP 370, 371). Debiéramos centrar nuestra atención en lo que allí está haciendo por nosotros, como lo hace Pablo en Hebreos (Heb. 3: 1; 10: 12, 19-22; etc.).
Al igual que el santuario terrenal, el santuario celestial fue establecido para hacer frente al problema del pecado. Cristo comenzó su obra mediadora luego de su resurrección y antes de que ascendiera 40 días más tarde (DTG 758). Estaba preparado para asumir su ministerio sacerdotal por haber obtenido la redención para nosotros mediante su sangre (Heb. 9: 12).
Salomón sabía que aunque su templo era más grande y más hermoso que el tabernáculo del desierto, no podría contener a Dios (1 Rey, 8: 27). Y sin embargo Dios lo reconoció como su casa (Isa. 56: 7), como también lo hizo más tarde con el templo de Herodes (Mat. 21: 13). Dios, que habita "en la altura y en la santidad", también está dispuesto a morar "con el quebrantado y humilde de espíritu" (Isa. 57: 15).
10.
Un arca.
Es posible que la palabra hebrea así traducida provenga de una raíz que significa "juntar", "reunir". Si así fuera, el "arca" sería una caja o un cofre en el cual se ponían las cosas que se deseaban guardar. La palabra asiria aránu, relacionada con el vocablo hebreo en cuestión, significa "caja" y se deriva de la raíz aramu, "cubrir".
Codo.
Como los egipcios, los hebreos usaban el codo largo y el codo corto. Aunque la medida exacta del codo hebreo es asunto de conjetura, se sabe que el codo común egipcio medía 44,958 cm, y el codo real 52,324 cm. Los hebreos probablemente conocían estas dos medidas, puesto que habían edificado ciudades egipcias. Desde la época de Ezequías, los hebreos tenían un codo de unos 44,45 cm (véase la pág. 174), que es el largo aproximado del codo egipcio. Por eso se puede suponer que fue la medida usada en la construcción del tabernáculo. Según esto, el arca habría tenido 1, 11 m de largo y 0,67 m de ancho y de alto.
12.
Sus cuatro esquinas.
Literalmente, "sus cuatro patas". Los anillos no estaban en las "esquinas" superiores, sino en las cuatro "patas", o "bases" (vers. 26). Las "varas", una vez pasadas por estos anillos (vers. 13), debían descansar sobre los hombros de los hombres que llevarían el arca durante el tiempo del peregrinaje de Israel. Estas "varas" debían permanecer en su lugar (vers. 15) a fin de evitar el tener que tocar cualquier parte del arca en el momento de su traslado. Puesto que estas varas no eran parte del arca en sí, no se cometería ningún sacrilegio al tocarlas o manipularlas (2 Sam. 6: 6, 7).
16.
El testimonio.
Es decir, las dos tablas de piedra que contenían los Diez Mandamientos (caps . 30: 6; 31: 18; 32: 15, 16). La principal 649 finalidad del arca era la de servir como repositorio de la santa ley de Dios. Puesto que las tablas de piedra contenían la transcripción del carácter y de la voluntad de Dios, habiendo sido escritas por la misma mano de Dios, se las honraba como el objeto más sagrado del santuario. Por esta razón, este último era llamado el "tabernáculo del testimonio" (Exo. 38: 21; Núm. 9: 15; etc.). También se conocía la ley con el nombre de "pacto" (Deut. 4: 12, 13; 9: 9-15); de ahí que el arca fuese comúnmente llamada "arca del pacto" (Deut, 31: 26; Heb. 9: 4; etc.).
17.
Propiciatorio.
El vocablo así traducido se deriva de una raíz que significa "cubrir", es decir, "perdonar" el pecado. Representaba la misericordia divina. En forma significativa, el propiciatorio estaba hecho de oro puro, lo que implicaba que la misericordia es el más precioso de los atributos divinos. Estaba ubicado por encima de la ley, así como la misericordia sobrepuja a la injusticia (Sal. 85: 10; 89: 14). Eran necesarios tanto el arca como su justicia como el propiciatorio con su misericordia para revelar plenamente la manera como Dios procede con los hombres. La misericordia sin la justicia es sentimentalismo débil, que subvierte todo orden moral. Por otra parte, la injusticia sin la misericordia es severidad moral, impecable en la teoría, pero repugnante a Dios y a los hombres.
El arca y el propiciatorio eran el corazón mismo del santuario. Por encima del propiciatorio reposaba la Shekinah, el símbolo de la presencia divina. Las tablas de la ley dentro del arca testificaban que el reino de Dios está fundado sobre las normas inmutables de la justicia (Sal. 97: 2), la cual debe ser respetada aun por la gracia divina. La gracia no puede concederse de manera que invalide la ley (Rom. 3: 31). Cuando se perdona el pecado, deben también satisfacerse las exigencias de la ley en contra del pecador. El propósito mismo del Evangelio es conseguir para el pecador el perdón de sus pecados por la fe en un medio que no "invalida" la ley, sino que la "establece". Si bien las tablas dentro del arca testificaban en contra del pueblo, el propiciatorio mostraba un camino por el cual podían satisfacerse las exigencias de la ley y el pecador podría ser salvo de la muerte, el castigo decretado por la ley. Basándose solamente en la ley, Dios y el hombre no pueden volver a unirse, puesto que el pecado nos separa de él (Isa. 59: 1, 2). Debe intervenir el propiciatorio rociado de sangre pues sólo podemos acercarnos a Dios gracias a la mediación de Cristo en nuestro favor (Heb. 7: 25).
18.
Querubines.
No se conoce a ciencia cierta la etimología de esta palabra. Los querubines estaban unidos al propiciatorio, uno en cada extremo (ver com. Gén. 3: 24). Un ala de cada querubín estaba extendida hacia lo alto, y la otra estaba doblada sobre su cuerpo (Eze. 1: 11), en señal de reverencia y humildad. La posición de los querubines, con el rostro vuelto hacia el centro y hacia abajo, representaba la reverencia que las huestes celestiales demuestran por la ley de Dios y su interés en el plan de redención.
23.
Una mesa de madera de acacia.
Dejando el lugar santísimo, Moisés se dedica ahora a la descripción de los muebles del lugar santo. El primer mueble mencionado es la mesa del "pan de la proposición", o "pan de la Presencia" (BJ). Marcos habla de los "panes de la proposición" (Mar. 2: 26), literalmente, "el pan de la presentación", es decir, el pan presentado a Dios, Pablo usa la misma palabra griega en Heb. 9: 2. Esta mesa medía aproximadamente 0,889 m de largo por 0,445m de ancho y 0,667 de alto(ver com. Exo 25: 10). Al entrar en el tabernáculo, esta mesa estaba a la derecha, sea al o norte del lugar santo (cap. 40: 22).
24.
Una cornisa de oro alrededor.
Se trataba de un borde o moldura alrededor de la mesa para que no se cayera lo que estaba en ella. Josefo menciona que los "cuatro anillos" (vers. 26) estaban insertados en las cuatro patas de la mesa y que por ellos pasaban las "varas" para llevarla (Antigüedades iii. 6. 6).
29.
Platos.
Probablemente los platos sobre los cuales se colocaban los panes. Las "cucharas" eran las tazas o potes dentro de los cuales se quemaba el incienso, según puede verse en el bajo relieve de la mesa en el arco de Tito, erigido en Roma para conmemorar la toma de Jerusalén en el año 70 DC. Las "cubiertas", literalmente "jarras" o "jarrones", y los "tazones" se usaban para las libaciones que acompañaban a las ofrendas (Lev. 23: 13, 18, 37; etc.)
Con que se libará.
Literalmente, "verterá".
30.
Y pondrás sobre la mesa.
El "pan de la proposición", consistía en 12 panes, renovados cada sábado. Los panes que se sacaban eran considerados sagrados, y los comían los 650 sacerdotes en el "lugar santo" (Lev. 24: 5-9). Estos 12 panes constituían una perpetua ofrenda de parte de las 12 tribus, en señal de gratitud a Dios por las bendiciones recibidas diariamente de su mano. En un sentido más elevado, este pan señalaba a Cristo como pan espiritual.
31.
Un candelero.
Según la representación del candelero en el arco de Tito, y de acuerdo con lo que dice Josefo (Antigüedades iii. 6. 7), el "candelero" tenía una columna central de la cual se desprendían hacia arriba tres pares (vers. 35) de ramales que alcanzaban hasta un mismo nivel. No se dan las dimensiones del candelero, pero estaba hecho de oro macizo. Sus ramales estaban decorados con "copas" en forma de almendras (vers. 33), con "manzanas" o capiteles que, al parecer de algunos eruditos, podrían ser como granadas, y con "flores". Una por una, las lámparas del candelero eran atendidas cada noche al ponerse el sol, y nuevamente a la mañana (Exo, 27: 20, 21; 30: 7, 8; Lev. 24: 3, 4). Nunca quedaban todas apagadas a la vez (PP 359). Al entrar el sacerdote en el lugar santo, el candelero estaba a su izquierda, es decir hacia el sur (Exo. 40: 24).
38.
Sus despabiladeras.
Eran pinzas o instrumentos para despabilar o limpiar las mechas de las lámparas: Los "platillos" eran receptáculos en donde poner las partes de las mechas recortadas y sacadas por las "despabiladeras".
39.
Un talento de oro fino.
Un valor equivalente a un peso de 34,19 kg (75,38 libras). Esta cantidad de oro formarla un cubo de 12,06 cm (4 3/4 pulgadas) de lado, ó 1,754 cm3 (107 pulgadas cúbicas). En cierto sentido, el "candelero" representaba al pueblo de Dios como la luz moral y espiritual del mundo, en forma individual (Mat. 5: 14-16; Fil. 2: 15) y como iglesia (Apoc. 1: 12, 20). Representaba también el poder del Espíritu Santo para alumbrar la iglesia (Zac. 4: 2-6; Apoc. 4: 5). Sin embargo, en el más alto sentido posible, señala a nuestro Señor y Salvador Jesucristo (Juan 9: 5), quien es la luz del mundo (Juan 1: 4; 8: 12; 12: 46), e imparte al alma "toda buena dádiva y todo don perfecto" que desciende del "Padre de las luces" (Sant. 1: 17).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
2 CMC 215; 1JT 467; PP 357; PR 44
8 CS 464,465,469; DTG 15; Ed 33; 1JT 467; PP 323, 356; PR 44
9 CS 465; SR 153
10, 11 CS 464; SR 153, 183
10- 15 PP 360
16 PP 361; SR 153, 183
16-21 PP 360
17, 18, 20 SR 153
21 CS 464
22 FE 252; PP 360
23-25 PP 359
25 SR 153
30 CS 464; PP 367
31 CS 464
31-37 PP 359
37 CS 464
40 CM 49; CS 465; Ed 33, 252; HAp 451; PP 356, 370; SR 153; 5T 549


CAPÍTULO 26
1 Las diez cortinas del tabernáculo. 7 Las once cortinas de Pelo de cabra. 14 La cubierta de pieles de carneros. 15 Las tablas del tabernáculo con sus espigas y basas. 31 El velo Para el arca. 36 La cortina para la puerta.
1 HARAS el tabernáculo de diez cortinas de lino torcido, azul, púrpura y carmesí; y lo harás con querubines de obra primorosa.
2 La longitud de una cortina de veintiocho codos, y la anchura de la misma cortina de cuatro codos; todas las cortinas tendrán una misma medida.
3 Cinco cortinas estarán unidas una con la otra, y las otras cinco cortinas unidas una con la otra.
4 Y harás lazadas de azul en la orilla de la 651 última cortina de la primera unión; lo mismo harás en la orilla de la cortina de la segunda unión.
5 Cincuenta lazadas harás en la primera cortina, y cincuenta lazadas harás en la orilla de la cortina que está en la segunda unión; las lazadas estarán contra puestas la una a la otra.
6 Harás también cincuenta corchetes de oro, con los cuales enlazarás las cortinas la una con la otra, y se formará un tabernáculo.
7 Harás asimismo cortinas de pelo de cabra para una cubierta sobre el tabernáculo; once cortinas harás.
8 La longitud de cada cortina será de treinta codos, y la anchura de cada cortina de cuatro codos; una misma medida tendrán las once cortinas.
9 Y unirás cinco cortinas aparte y las otras seis cortinas aparte; y doblarás la sexta cortina en el frente del tabernáculo.
10 Y harás cincuenta lazadas en la orilla de la cortina, al borde en la unión, y cincuenta lazadas en la orilla de la cortina de la segunda unión.
11 Harás asimismo cincuenta corchetes de bronce, los cuales meterás por las lazadas; y enlazarás las uniones para que se haga una sola cubierta.
12 Y la parte que sobra en las cortinas de la tienda, la mitad de la cortina que sobra, colgará a espaldas del tabernáculo.
13 Y un codo de un lado, y otro codo del otro lado, que sobra a lo largo de las cortinas de la tienda, colgará sobre los lados del tabernáculo a un lado y al otro, para cubrirlo.
14 Harás también a la tienda una cubierta de pieles de carneros teñidas de rojo, y una cubierta de pieles de tejones encima.
15 Y harás para el tabernáculo tablas de madera de acacia, que estén derechas.
16 La longitud de cada tabla será de diez codos, y de codo y medio la anchura.
17 Dos espigas tendrá cada tabla, para unirlas una con otra; así harás todas las tablas del tabernáculo.
18 Harás, pues, las tablas del tabernáculo; veinte tablas al lado del mediodía, al sur.
19 Y harás cuarenta basas de plata debajo de las veinte tablas; dos basas debajo de una tabla para sus dos espigas, y dos basas debajo de otra tabla para sus dos espigas.
20 Y al otro lado del tabernáculo, al lado del norte, veinte tablas;
21 y sus cuarenta basas de plata; dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de otra tabla.
22 Y para el lado posterior del tabernáculo, al occidente, harás seis tablas.
23 Harás además dos tablas para las esquinas del tabernáculo en los dos ángulos posteriores;
24 las cuales se unirán desde abajo, y asimismo se juntarán por su alto con un gozne; así será con las otras dos; serán para las dos esquinas.
25 De suerte que serán ocho tablas, con sus basas de plata, dieciséis basas; dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de otra tabla.
26 Harás también cinco barras de madera de acacia para las tablas de un lado del tabernáculo,
27 y cinco barras para las tablas del otro lado del tabernáculo, y cinco barras para las tablas del lado posterior del tabernáculo, al occidente.
28 Y la barra de en medio pasará por en medio de las tablas, de un extremo al otro.
29 Y cubrirás de oro las tablas, y harás sus anillos de oro para meter por ellos las barras; también cubrirás de oro las barras.
30 Y alzarás el tabernáculo conforme al modelo que te fue mostrado en el monte.
31 También harás un velo de azul, púrpura, carmesí y lino torcido; será hecho de obra primorosa, con querubines;
32 y lo pondrás sobre cuatro columnas de madera de acacia cubiertas de oro; sus capiteles de oro, sobre basas de plata.
33 Y pondrás el velo debajo de los corchetes, y meterás allí, del velo adentro, el arca del testimonio; y aquel velo os hará separación entre el lugar santo y el santísimo.
34 Pondrás el propiciatorio sobre el arca del testimonio en el lugar santísimo.
35 Y pondrás la mesa fuera del velo, y el candelero enfrente de la mesa al lado sur del tabernáculo; y pondrás la mesa al lado del norte.
36 Harás para la puerta del tabernáculo una cortina de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, obra de recamador.
37 Y harás para la cortina cinco columnas de madera de acacia, las cuales cubrirás de oro, con sus capiteles de oro; y fundirás cinco basas de bronce para ellas. 652
1.
El tabernáculo.
De mishkan, "morada", palabra derivada de shakan, "habitación", o "morada". Este vocablo está relacionado con Shekinah, la gloriosa presencia de Dios (ver com. Exo. 25: 8 y Gén. 3: 24) en el lugar santísimo (Exo. 25: 22). Hoy se podría traducir mejor la palabra "tabernáculo" como "tienda" o "habitación".
Ya se ha descrito el sagrado mobiliario del tabernáculo, exceptuando el altar del incienso. Esta descripción aparece en el cap. 30: 1-10. El capítulo 26 se ocupa de las indicaciones para hacer el "tabernáculo" propiamente tal. Este constaba de dos partes principales.
a. Un recinto cuadrangular de 30 codos de largo por 10 codos de ancho y 10 de alto o sea 13,34 m por 4,45 m por 4,45 m (43,9 x 14,7 pies); (ver com. cap. 25: 10), abierto en un extremo. Los tres lados estaban hechos de tablas de acacia recubiertas de oro. Esto era el tabernáculo propiamente tal.
b. Una tienda de pelo de cabra, probablemente plana en su parte superior, estaba extendida sobre el tabernáculo. En lugar de la palabra "cubierta" del vers. 7, debería aparecer "tienda". Lo mismo ocurre en el vers. 11, pero en los vers. siguientes (12-14), aparece la palabra correcta: "tienda". Por encima de la tienda de pelo de cabra iban una cubierta exterior de "pieles de carnero teñidas de rojo", o sea pieles de carnero curtidas, y una cubierta de "pieles de tejones" (ver com. cap. 25: 5).
Las partes secundarias de la estructura eran:
a. Las "basas", donde se apoyaban las tablas verticales que encerraban el tabernáculo.
b. Las "barras", que se usaban para unir estas tablas.
c. El "velo" o la cortina que se extendía de un lado al otro del tabernáculo para dividirlo en dos ambientes. El primero, el "lugar santo" o "el primer tabernáculo", era dos veces más largo que el "lugar santísimo" (Exo. 26: 15-25, 33; ver 1 Rey. 6: 16-20; Heb. 9: 2-7). Medía 20 codos de largo por 10 de ancho, o sea 8,89 m x 4,46 m (29,2 x 14,7 pies). El "lugar santísimo" (Heb. 9: 3) medía 10 codos de largo por 10 de ancho, o sea 4,5 m x 4,5 m (14,7 x 14,7 pies).
d. Una "cortina" para cubrir el frente, donde el tabernáculo no tenía tablas.
Diez cortinas.
Unidas entre sí, éstas formaban la primera de las cuatro "cubiertas" (Exo. 26: 7, 14), y constituían algo así como el cielo raso de las dos habitaciones. Estas cortinas medían dos codos menos que las cortinas exteriores (vers. 7), debido a lo cual la cubierta interior era, de cada lado del tabernáculo, un codo más corta que las exteriores.
Querubines.
Puesto que los materiales usados por Aholiab en sus bordados eran los mismos que se mencionan aquí, es razonable Pensar que estos "querubines" estaban bordados en las "cortinas" (caps. 35: 35; 38: 23). Estos querubines representaban a la hueste de ángeles que sirven al Señor y cumplen sus mandatos (Sal. 103: 20,21; Heb. 1: 13,14; ver com. Gén. 3: 24).
2.
La longitud.
Cada cortina tenía unos 12,45 m de largo por 1, 78 m (40, 1 x 5,1 pies) de ancho. Desde afuera, el tabernáculo no era especialmente atrayente, pero por dentro era de una exquisita belleza, con su oro y sus "cortinas" de azul, púrpura y carmesí, y sus querubines bordados.
7.
Cortinas de pelo de cabra.
Los árabes todavía usan el pelo de cabra para tejer sus tiendas. Era el pelo de cabra el que le daba al santuario su solidez y lo protegía en tiempo de humedad o tormenta. Estas "cortinas" medían dos codos más que las cortinas interiores de lino, o sea que tenían unos 13,34 m (43,1 pies) de largo. Puestas por encima del tabernáculo, llegaban hasta las "basas" de plata a cada lado del tabernáculo (vers. 19). Proporcionaban amplia protección para la pared posterior del tabernáculo y también para la parte superior del frente.
14.
Pieles de carneros.
Esta "cubierta" del tabernáculo debía estar por encima de las "cortinas de pelo de cabra" para asegurar la máxima protección posible contra las inclemencias del tiempo. No se da el tamaño de esta cubierta, pero debe haber sido lo suficientemente grande como para cubrir las cortinas de pelo de cabra (vers. 7).
Pieles de tejones.
Estas eran pieles de foca (ver com. cap. 25: 5).
15.
Y harás tablas.
Estas eran de unos 4,45 m de largo por unos 66 cm de ancho (14,7 x 2,2 pies) (vers. 16). Se mantenían en pie haciendo calzar las dos "espigas" (vers. 17) de cada tabla en dos "basas" de plata. Las tablas estaban recubiertas de oro (vers. 29). 653
19.
Cuarenta basas.
Cada una pesaba un talento (cap. 38: 27), o sea 34,2 kg. (75 libras y 6 onzas). Cada una equivalía a un cubo de plata de 14,7 cm de lado. Las "basas" estaban puestas una al lado de la otra sobre el suelo y formaban de ese modo un fundamento ininterrumpido para las paredes de tabla. Otras cuarenta "basas" eran para el lado norte (cap. 26: 21), 16 para el lado oeste y cuatro para las columnas entre los dos compartimentos, o sea un total de cien "basas". El hecho de que el tabernáculo se levantara sobre el suelo sostenido por este fundamento de plata simbolizaría, según algunos comentadores, que la iglesia ha de mantenerse separada del mundo. Aquí no tiene un lugar permanente, sino que espera la "ciudad que tiene fundamentos, cuyo arquitecto y constructor es Dios" (Heb. 11: 10) Aquí no tenemos "ciudad permanente, sino que buscamos la por venir" (Heb.13: 14).
26.
Barras.
Para mantener las tablas en su lugar y para reforzar las paredes, debían hacerse "cinco barras" para cada lado y para el extremo occidental. Cuatro de ellas debían pasar por "anillos" asegurados a las tablas. La quinta "barra", o central, en cada pared debía pasar por el centro de las tablas (vers. 28). Es probable que las cuatro barras visibles hayan estado del lado exterior del tabernáculo.
31.
Un velo.
Este debía de ser el mismo material y de la misma artesanía que las "diez cortinas" que formaban la cubierta interior del cielo raso y de las paredes del tabernáculo (vers. 1), y también debía de tener bordadas en hilo de oro y plata las figuras de los querubines (PP 359).
32.
Cuatro columnas.
El "velo" (vers. 31) debía colgar "sobre cuatro columnas". La "cortina" para la "puerta del tabernáculo" estaba suspendida de "cinco columnas" (vers. 36, 37). El velo interior no llegaba hasta el cielo raso sino que permitía que la gloria de Dios, manifestada sobre el propiciatorio, fuese parcialmente visible desde el lugar santo (PP 366). Las cuatro columnas tenían "capiteles" de oro y descansaban sobre "basas de plata", al igual que las tablas de las paredes (vers. 15, 19).
33.
Corchetes.
Los "corchetes" eran los ganchos o las espigas que sostenían el velo. El sumo sacerdote era el único que pasaba dentro del velo que separaba al lugar santo del santísimo y no lo hacía sino una vez al año, en el día de la expiación (Lev. 16; Heb. 9: 7). Las diversas partes del servicio "diario" se realizaban delante del velo, o sea en el lugar santo.
6.
Una cortina.
Esta "cortina" cubría el extremo oriental del tabernáculo o sea la entrada. Algunos eruditos bíblicos piensan que era posible levantar o bajar esta cortina, según se deseara hacerlo.
37.
Cinco columnas.
Hay diferentes opiniones en cuanto al techo del tabernáculo. Algunos piensan que era plano, mientras otros creen que era un techo a dos aguas. Las pruebas de que se disponen favorecen la primera posición:
1. Las cortinas exteriores (vers. 8) tenían 15 cm de largo, la longitud exacta requerida para formar un techo plano y bajar cada lado, cubriendo así las paredes de tablas recubiertas de oro. Un techo a dos aguas hubiera requerido una porción mayor del cortinado para cubrir el techo y hubiera dejado una porción proporcionalmente menor para cubrir los costados. De esta manera hubiera quedado al descubierto cierta parte de las tablas recubiertas de oro. En todos los otros casos, el oro se reservaba para el interior de la estructura. El hecho de que la cortina interior tuviese dos codos menos que las tres exteriores implica que las cubiertas exteriores debían protegerla, y que probablemente alcanzaban casi hasta el suelo.
2. No se menciona una cumbrera, ni está implícito su uso. Además no hay nada que indique que las cinco "columnas" tuviesen alturas diferentes.
3. No se hace ninguna mención de la forma de cubrir, en los extremos, los triángulos formados por un techo a dos aguas. Sería poco probable que estos extremos hubieran quedado al descubierto. La cortina que separaba el lugar santo del santísimo no llegaba hasta el cielo raso (PP 366) a fin de que la luz de la Shekinah pudiese ser parcialmente visible desde el primer compartimento del santuario.
4. El tabernáculo era una estructura provisoria y portátil, destinada a ser usada durante el peregrinaje en el desierto, hasta que pudiera levantarse un edificio permanente en la tierra prometida. La insignificante cantidad 654 de lluvia en el desierto árido no hacía que el uso de un techo plano resultara inconveniente.
De esta manera, aunque no existen pruebas concluyentes de ello, es razonable pensar que el techo del tabernáculo era plano. Los dibujos del tabernáculo en los cuales se muestra un techo a dos aguas se basan solamente en una concepción del artista.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-37 PP 358-360
1 CS 464; PP 358; SR 154
7, 14 CS 464; PP 358
31, 33 PP 358; SR 154
33 CS 464 34, 35 PP 360
36 PP 359


CAPÍTULO 27
1 El altar del holocausto con sus utensilios. 9 El atrio del tabernáculo con sus cortinas y columnas. 18 Dimensiones del atrio. 20 El aceite para la lámpara.
1 HARAS también un altar de madera de acacia de cinco codos de longitud, y de cinco codos de anchura; será cuadrado el altar, y su altura de tres codos.
2 Y le harás cuernos en sus cuatro esquinas; los cuernos serán parte del mismo; y lo cubrirás de bronce.
3 Harás también sus calderos para recoger la ceniza, y sus paletas, sus tazones, sus garfios y sus braseros; harás todos sus utensilios de bronce.
4 Y le harás un enrejado de bronce de obra de rejilla, y sobre la rejilla harás cuatro anillos de bronce a sus cuatro esquinas.
5 Y la pondrás dentro del cerco del altar abajo; y llegará la rejilla hasta la mitad del altar.
6 Harás también varas para el altar, varas de madera de acacia, las cuales cubrirás de bronce.
7 Y las varas se meterán por los anillos, y estarán aquellas varas a ambos lados del altar cuando sea llevado.
8 Lo harás hueco, de tablas; de la manera que te fue mostrado en el monte, así lo harás.
9 Asimismo harás el atrio del tabernáculo. Al lado meridional, al sur, tendrá el atrio cortinas de lino torcido, de cien codos de longitud para un lado.
10 Sus veinte columnas y sus veinte basas serán de bronce; los capiteles de las columnas y sus molduras, de plata.
11 De la misma manera al lado del norte habrá a lo largo cortinas de cien codos de longitud, y sus veinte columnas con sus veinte basas de bronce; los capiteles de sus columnas y sus molduras, de plata.
12 El ancho del atrio, del lado occidental, tendrá cortinas de cincuenta codos; sus columnas diez, con sus diez basas.
13 Y en el ancho del atrio por el lado del oriente, al este, habrá cincuenta codos.
14 Las cortinas a un lado de la entrada serán de quince codos; sus columnas tres, con sus tres basas.
15 Y al otro lado, quince codos de cortinas; sus columnas tres, con sus tres basas.
16 Y para la puerta del atrio habrá una cortina de veinte codos, de azul, púrpura y carmesí, y lino torcido, de obra de recamador; sus columnas cuatro, con sus cuatro basas.
17 Todas las columnas alrededor del atrio estarán ceñidas de plata; sus capiteles de plata, y sus basas de bronce.
18 La longitud del atrio será de cien codos, y la anchura cincuenta por un lado y cincuenta por el otro, y la altura de cinco codos; sus cortinas de lino torcido, y sus basas de bronce,
19 Todos los utensilios del tabernáculo en todo su servicio, y todas sus estacas, y todas las estacas del atrio, serán de bronce.
20 Y mandarás a los hijos de Israel que te traigan aceite puro de olivas machacadas, para el alumbrado, para hacer arder continuamente las lámparas.
21 En el tabernáculo de reunión, afuera 655 del velo que está delante del testimonio, las pondrá en orden Aarón y sus hijos para que ardan delante de Jehová desde la tarde hasta la mañana, como estatuto perpetuo de los hijos de Israel por sus generaciones.
1.
Un altar.
En hebreo, "el altar". Este altar tenía unos 2, 22 m de lado por 1, 33 m de alto (7,4 x 4,5 pies). Los antiguos templos generalmente estaban rodeados de lugares descampados donde se ofrecían los sacrificios y donde el humo podía elevarse libremente. Así como al hablar del tabernáculo propiamente dicho, los muebles fueron descritos primero, también la descripción del atrio comienza por el altar. Era más una armazón de altar que un altar (vers. 8). Los antiguos altares solían ser cuadrados, como el que se describe aquí (ver 2 Crón. 4: 1), o redondos.
El altar del holocausto, con su sangre derramada, representa la gran verdad evangélica de la expiación del pecado por medio del sacrificio vicario de Cristo (Isa. 53: 4-7, 10; Hech. 20: 28; Efe, 1: 5-7; Heb. 13: 10-12; 1 Ped. 1: 18, 19; Apoc. 5: 9). La misma posición de este altar, junto a la puerta del atrio, indica que la primera necesidad del pecador es que sus pecados sean lavados por la sangre de Cristo (ver Heb. 9: 13, 14; 1 Juan 1: 7; Apoc. 7: 14), y que hasta que se haya hecho eso, no debe ni siquiera adorar a Dios, ni aun entrar en su presencia (Heb. 9: 22). El altar era testigo de la culpa del hombre y de su necesidad de expiación y reconciliación; luego le aseguraba que esto ya se había logrado (Juan 1: 29; Rom.5: 10; 2 Cor. 5: 18, 19; Col. 1: 20).
2.
Y le harás cuernos.
Estos sobresalían de las cuatro esquinas superiores del altar. Las palabras "parte del mismo" indican que los cuernos formaban parte del altar y no eran añadidos. El sacerdote debía tocar esos cuernos con el dedo ensangrentado con la sangre del sacrificio por el pecado (Exo. 29: 12; Lev. 8: 15; 9: 9; 16: 18). Algunas veces se ataban a estos cuernos los animales que iban a ser sacrificados (Sal. 118: 27). El criminal en busca de refugio podía asirse de ellos (1 Rey. 1: 50, 51; 2: 28).
La palabra qéren, "cuerno", designaba originalmente al cuerno de un animal (Deut. 33: 17). Por cuanto un animal con cuernos generalmente los usa para atacar a otros animales, los cuernos llegaron a ser símbolo de fuerza o poder (1 Sam. 2: 1, 10; Sal. 75: 10; 112: 9; etc.). Con este sentido David se refiere a Dios como "cuerno de mi salud" (2 Sam. 22: 3; Sal. 18: 2; Luc. 1: 69 Val. ant.). La palabra "cuerno" puede también simbolizar la fuerza y el poder del pueblo escogido de Dios (Sal. 148: 14; Eze. 29: 21; etc. Val. ant.). Por esto, el "cuerno" llegó a ser símbolo de poderío nacional y en este sentido es usado con frecuencia por los profetas (Jer. 48: 25 BJ; Dan. 8: 3; 7: 11; Apoc. 12: 3; etc.).
3.
Sus calderos.
Las "paletas" servían para sacar las cenizas del altar y para ponerlas en los "calderos". Los "tazones" eran vasos que recibían la sangre de los sacrificios y desde los cuales se la vertía sobre el altar. Los "garfios" eran una especie de tridente (1 Sam. 2: 13), usados para acomodar los pedazos cortados del sacrificio sobre el altar. Los "braseros" servían para sacar las brasas ardientes del altar.
Bronce.
Una aleación de cobre y estaño. No se conocía el bronce hecho de cobre y zinc.
4.
Un enrejado de bronce.
Dentro de la armazón del altar, calzaba un enrejado o parrilla de bronce, a la mitad de la altura del altar (vers. 5). En las cuatro esquinas de este enrejado de bronce había anillos, por los cuales pasaban varas recubiertas de bronce que facilitaban el transporte del altar (vers. 6, 7).
5.
Dentro del cerco.
Quizá era de un borde que rodeaba la parte superior del altar para que los sacerdotes pudiesen poner allí las ofrendas.
9.
El atrio.
El atrio debía estar cerrado por el sur y el norte con "cortinas" de lino. El atrio tenía unos 44, 45 m de largo (146 pies).
12.
Del lado occidental.
La cortina de este lado tenía unos 22, 23 m (75 pies) de largo. El atrio era de forma rectangular.
16.
La puerta del atrio.
La parte central del lado oriental del atrio, constituía la puerta del atrio. Tenía unos 8, 89 m (29, 4 pies). A cada lado de ella había 6, 65 m (21,1 pies) de cortinas. La "cortina" de la puerta estaba hecha del mismo material que el "velo" y "la puerta del tabernáculo" (cap. 26: 33, 36).
17.
Todas las columnas.
En total se usaron 60 columnas para sostener las "cortinas" que encerraban al atrio, o sea que había una columna aproximadamente cada 2, 25 m (7,4 pies). Es probable que las "columnas" fueran 656 de madera de acacia, revestidas de bronce. Estaban asentadas sobre "basas" de bronce (vers. 10). No se da el peso exacto de estas "basas", pero cada una debe de haber pesado algo menos que un talento (ver cap, 38: 29-31).
18.
La altura.
La altura de las "cortinas" que encerraban el atrio era de 5 codos, o sea de unos 2, 25 m (7, 4 pies). Esto era la mitad de la altura del tabernáculo propiamente dicho, lo que permitía que éste fuese claramente visible desde afuera del atrio (PP 358). Sólo los sacerdotes y levitas podían moverse libremente en el atrio, lo cual representaba la primera etapa en el acercamiento del hombre, desde el mundo hacia Dios. El sacrificio expiatorio sobre el altar del holocausto y el lavamiento en la fuente (Exo. 30: 18) preceden a la comunión espiritual y a la íntima relación con Dios.
19.
Los utensilios.
Deben haberse usado muchos utensilios en relación con el servicio del santuario, entre ellos la fuente (cap. 30: 18). Las "estacas" servían para mantener tirantes las cubiertas del tabernáculo Y para mantener las "columnas" en su lugar. Estos accesorios tenían una importante función en la erección del tabernáculo. Quizá no podían compararse en importancia con los muebles del tabernáculo, ni con el altar de los holocaustos. Sin embargo, la ministración de los sacerdotes no hubiese podido realizarse sin ellos. Eran como las indispensables "ayudas" que Dios ha puesto "en la iglesia" (1 Cor. 12: 28)
20.
Aceite puro de oliva.
Este aceite se preparaba con aceitunas verdes majadas en el mortero, no trituradas en el molino. Colmo resultado, era claro e incoloro y ardía con una llama viva y con poco humo.
Arder continuamente.
Las siete lámparas nunca se apagaban todas a la vez sino que continuamente debían arder día y noche (PP 359), salvo durante el traslado del tabernáculo de un lugar a otro. Las lámparas eran atendidas mañana y tarde (cap. 30: 7, 8).
21.
Tabernáculo de reunión.
Era aquí donde Dios se encontraba con Moisés (cap. 25: 22), y el pueblo se reunía para encontrarse con Dios (Exo. 29: 42, 43; Núm. 10: 3).
Delante del testimonio.
Es decir, delante del arca que contenía el "testimonio", o sea las tablas de piedra con los Diez Mandamientos escritos por el dedo de Dios (Exo. 31: 18; 32: 15, 16).
Desde la tarde hasta la mañana.
Debía tomarse especial precaución para que las paras no se apagaran en la noche. Por cuanto la expresión "como estatuto perpetuo" no aparece comúnmente en el libro del Exodo, su uso debe indicar un asunto de especial importancia. La "luz eterna" (Lev. 24: 2) era un recordatorio perpetuo de Aquel en quien "no hay ningunas tinieblas" (1 Juan 1: 5). Así debiera ser el caso de la iglesia, la cual tiene que ser siempre "la luz del mundo" (Mat. 5: 14). Su luz no debería apagarse nunca (Juan 3: 19-21). La "eterna luz" del santuario representaba la "luz verdadera", "la luz de los hombres" (Juan 1: 4-9; DTG 429). Señalaba también las Sagradas Escrituras, que son lámpara a nuestros pies (Sal. 119: 105; Isa. 40: 8). El aceite de oliva es símbolo del Espíritu Santo, fuente y medio de iluminación espiritual (Zac. 4: 2-6, Hech. 2: 1-4).
Era el propósito de Dios que Israel fuese una luz para las naciones circunvecinas (PVGM 268). La "ventaja" de los judíos estaba principalmente en que a ellos les había "sido confiada la palabra de Dios" (Rom. 3: 1, 2): la palabra profética que predecía la venida de la Palabra viviente, de la "verdadera Luz" que ilumina a todo hombre que viene al mundo (Zac. 4: 1-4; Juan 1: 9; DTG 428).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-9 PP 359
20 OE 238 657


CAPÍTULO 28
1 Aarón y sus hijos separados para el sacerdocio. 2 Las vestimentas sagradas. 6 El efod. 15 El pectoral con doce piedras preciosas. 30 El Urim y el Tumim. 31 El manto del efod con granadas y campanillas. 36 La lámina de la mitra. 39 La túnica bordada. 40 Las túnicas para los hijos de Aarón.
1 HARAS llegar delante de ti a Aarón tu hermano, y a sus hijos consigo, de entre los hijos de Israel, para que sean mis sacerdotes; a Aarón y a Nadab, Abiú, Eleazar e Itamar hijos de Aarón.
2 Y harás vestiduras sagradas a Aarón tu hermano, para honra y hermosura.
3 Y tú hablarás a todos los sabios de corazón, a quienes yo he llenado de espíritu de sabiduría, para que hagan las vestiduras de Aarón, para consagrarle para que sea mi sacerdote.
4 Las vestiduras que harán son estas: el pectoral, el efod, el manto, la túnica bordada, la mitra y el cinturón. Hagan, pues, las vestiduras sagradas para Aarón tu hermano, y para sus hijos, para que sean mis sacerdotes.
5 Tomarán oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido,
6 y harán el efod de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, de obra primorosa.
7 Tendrá dos hombreras que se junten a sus dos extremos, y así se juntará.
8 Y su cinto de obra primorosa que estará sobre él, será de la misma obra, parte del mismo; de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido.
9 Y tomarás dos piedras de ónice, y grabarás en ellas los nombres de los hijos de Israel;
10 seis de sus nombres en una piedra, y los otros seis nombres en la otra piedra, conforme al orden de nacimiento de ellos.
11 De obra de grabador en piedra, como grabaduras de sello, harás grabar las dos piedras con los nombres de los hijos de Israel; les harás alrededor engastes de oro.
12 Y pondrás las dos piedras sobre las hombreras del efod, para piedras memoriales a los hijos de Israel; y Aarón llevará los nombres de ellos delante de Jehová sobre sus dos hombros por memorial.
13 Harás, pues, los engastes de oro,
14 y dos cordones de oro fino, los cuales harás en forma de trenza; y fijarás los cordones de forma de trenza en los engastes.
15 Harás asimismo el pectoral del juicio de obra primorosa; lo harás conforme a la obra del efod, de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido.
16 Será cuadrado y doble, de un palmo de largo y un palmo de ancho,
17 y lo llenarás de pedrería en cuatro hileras de piedras; una hilera de una piedra sárdica, un topacio y un carbunclo;
18 la segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante;
19 la tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista;
20 la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe. Todas estarán montadas en engastes de oro.
21 Y las piedras serán según los nombres de los hijos de Israel, doce según sus nombres; cómo grabadoras de sello cada una con su nombre, serán según las doce tribus.
22 Harás también en el pectoral cordones de hechura de trenzas de oro fino.
23 Y harás en el pectoral dos anillos de oro, los cuales pondrás a los dos extremos del pectoral.
24 Y fijarás los dos cordones de oro en los dos anillos a los dos extremos del pectoral;
25 y pondrás los dos extremos de los dos cordones sobre los dos engastes, y los fijarás a las hombreras del efod en su parte delantera.
26 Harás también dos anillos de oro, los cuales pondrás a los dos extremos del pectoral, en su orilla que está al lado del efod hacia adentro.
27 Harás asimismo los dos anillos de oro, los cuales fijarás en la parte delantera de las dos hombreras del efod, hacia abajo, delante de su juntura sobre el cinto del efod.
28 Y juntarán el pectoral por sus anillos a los dos anillos del efod con un cordón de azul, para que esté sobre el cinto del efod, y no se separe el pectoral del efod.
29 Y llevará Aarón los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón, cuando entre en el santuario, por memorial delante de Jehová continuamente. 658
30 Y pondrás en el pectoral del juicio Urim y Tumim, para que estén sobre el corazón de Aarón cuando entre delante de Jehová; y llevará siempre Aarón el juicio de los hijos de Israel sobre su corazón delante de Jehová.
31 Harás el manto del efod todo de azul;
32 y en medio de él por arriba habrá una abertura, la cual tendrá un borde alrededor de obra tejida, como el cuello de un coselete, para que no se rompa.
33 Y en sus orlas harás granadas de azul, púrpura y carmesí alrededor, y entre ellas campanillas de oro alrededor.
34 Una campanilla de oro y una granada, otra campanilla de oro y otra granada, en toda la orla del manto alrededor.
35 Y estará sobre Aarón cuando ministre; y se oirá su sonido cuando él entre en el santuario delante de Jehová y cuando salga, para que no muera.
36 Harás además una lámina de oro fino, y grabarás en ella como grabadora de sello, SANTIDAD A JEHOVA.
37 Y la pondrás con un cordón de azul, y estará sobre la mitra; por la parte delantera de la mitra estará.
38 Y estará sobre la frente de Aarón, y llevará Aarón las faltas cometidas en todas las cosas santas, que los hijos de Israel hubieren consagrado en todas sus santas ofrendas; y sobre su frente estará continuamente, para que obtengan gracia delante de Jehová.
39 Y bordarás una túnica de lino, y harás una mitra de lino; harás también un cinto de obra de recamador.
40 Y para los hijos de Aarón harás túnicas; también les harás cintos, y les harás tiaras para honra y hermosura.
41 Y con ellos vestirás a Aarón tu hermano, y a sus hijos con él; y los ungirás, y los consagrarás y santificarás, para que sean mis sacerdotes.
42 Y les harás calzoncillos de lino para cubrir su desnudez; serán desde los lomos hasta los muslos.
43 Y estarán sobre Aarón y sobre sus hijos cuando entren en el tabernáculo de reunión, o cuando se acerquen al altar para servir en el santuario, para que no lleven pecado y mueran. Es estatuto perpetuo para él, y para su descendencia después de él.
1.
Haras llegar delante de ti.
Hasta este momento Moisés había sido el único medio de comunicación entre Dios y su pueblo. A Aarón su hermano y a los hijos de éste se le encomendaron hasta ahora ciertas tareas que habían pertenecido a Moisés. Como el más manso de todos los hombres (Núm. 12:3), Moisés demostró un carácter noble y semejante al de Dios ( Lev. 8: 1-30; cf. Juan 3:30) al depender con buena voluntad con sus prerrogativas. Se daba cuenta de que luego la proclamación de la ley se hacía necesario tener un sacerdocio separado; el establecimiento del tabernáculo lo exigía. A la proclamación oral de la ley de Dios, había seguido una conciencia del pecado más acentuado (Rom. 3: 20; 7: 9). Esto exigía que hubiera un sacerdocio para mediar entre los pecadores y el Dios santo (ver Heb 2: 17; 5: 1-3), para servir de eslabón entre lo santo y lo profano. Además el pacto había hecho de Israel "un reino de sacerdotes" (Exo. 19: 5,6), y esta vocación sacerdotal de la nación debía expresarse oficialmente mediante la casa de Aarón, como representantes del pueblo (Núm. 3:12; 8: 17,18). Dios deseaba que se construyese el santuario para que pudiese habitar "en medio " de su pueblo (Exo. 25:8), pero sólo los que hubiesen sido consagrados como sacerdotes para representar al pueblo podrían acercarse a la sagrada presencia del santuario. De este modo, cuando el sumo sacerdote intercedía ante Dios a favor del pueblo, lo hacía en nombre de ellos.
Nadab y Abiú aparecen juntos, como también Eleazar con Itamar. Esta separación de los dos pares de hermanos quizá se deba al pecado y muerte prematura de Nadab y Abiú (Lev. 10: 1, 2). No se conoce ningún detalle personal de la vida de Itamar luego de la muerte de sus hermanos mayores (Lev. 10: 6, 12). Eleazar llegó a ser sumo sacerdote (Núm. 34: 17; Jos. 14:1). La familia sacerdotal fundada por Itamar incluyó a Elí (1 Sam. 1:9; cf. 1 Rey. 2: 27 y 1Crón. 24: 3, 6), y continuó luego del cautiverio (Esd. 8: 2).
2.
Vestiduras sagradas.
Dejando de lado la descripción de los objetos inanimados del tabernáculo, se hace referencia a los hombres que habrían de oficiar en ese tabernáculo. Después de elegir a los que serían sus sacerdotes, Dios los hace vestir con vestimentas especiales que sería el signo distintivo de su investidura. 659
Para honra.
Las vestimentas serían "para honra" a fin de elevar la función sacerdotal a los ojos del pueblo, para que considerasen las ministraciones sacerdotales con mayor reverencia. Esta vestimenta sacerdotal también serviría para distinguir a los sacerdotes como clase aparte y, en cierto sentido, superior al resto de la nación. Además las vestimentas debían ser un recordativo permanente para los sacerdotes mismos de su santa posición y de las exigencias que ésta les imponía de vivir una vida consagrada. Esas vestimentas les ayudaban a recordar que ellos eran "administradores de los misterios de Dios" (1 Cor. 4: 1).
Y hermosura.
Las sagradas vestimentas eran para "hermosura", a fin de armonizar con la riqueza y el esplendor del tabernáculo en el cual debían ministrar los sacerdotes, y para destacar la "hermosura de la santidad"(1 Crón. 16: 29; Sal. 29: 2; 96: 9). Las hermosuras de la naturaleza indican que el Creador es amante de lo bello, y que le agrada la belleza en el culto que le rendimos. Las vestimentas de los sumos sacerdotes no sólo eran diferentes de las de los sacerdotes comunes, sino que también eran mucho más hermosas. Se utilizaba oro en su misma textura y piedras preciosas las hacían brillar. Todo esto tenía el fin de que fueran hermosas e impresionantes. Los sacerdotes debían llevar sus vestimentas sagradas cuando servían en el santuario, pero nunca en otras ocasiones (Exo. 35: 19; Lev. 16: 4, 23, 24; Eze. 42: 14; 44: 19). Estas vestimentas representaban el carácter de Dios, el cual debía ser reproducido en los corazones y en las vidas de su pueblo (Isa. 64: 6; 61: 10; Zac. 3: 3, 4; Mat. 22: 11; Apoc. 19: 8). El hecho de que los colores y los materiales de las vestimentas del sumo sacerdote fueran los mismos que se usaban para el velo y la cortina de la entrada del tabernáculo, sugiere la lección de que el carácter de los que rendían culto, representado por el sumo sacerdote, debía armonizar con el carácter del santuario (Mat. 5: 48; 22: 11-13; Efe. 1: 3,4; 2: 6; Col. 3: 1, 2; Sant. 1: 27; 1 Juan 2: 15-17).
3.
Los sabios de corazón.
"Artesanos hábiles" (BJ). En contraste con el sentido figurado que actualmente se da al corazón como sede de los afectos y las emociones, los judíos lo consideraban como asiento de la sabiduría (Exo. 31: 6; 35: 10, 25; Job 9: 4; Prov. 11: 29; etc.).
Para consagrarle.
Como parte de la ceremonia de consagración, Aarón debía ser investido con estas vestimentas (Exo. 29: 5-9; Lev. 8: 7-13). Las vestimentas también habrían de ser para los "hijos" de Aarón como sucesores suyos en la función de sumo sacerdote.
5.
Tomarán oro.
Con excepción del oro, éstos eran los mismos materiales que se usaban en el velo que separaba al lugar santísimo del santo (cap. 26: 31), las diez cortinas interiores (cap. 26: 1) y la "cortina" en la puerta del tabernáculo (cap. 26: 36).
6.
El efod de oro.
El efod era considerado como la parte más sagrada de las vestimentas sacerdotales, y se transformó en emblema del sacerdocio (1 Sam. 2: 18, 28; 14: 3; 22: 18). Este debía sostener al "pectoral", las dos piedras de ónice, y el Urim y el Tumim (Exo. 28: 9, 30). Era una especie de chaleco, hecho en dos partes: una que cubría la espalda, la otra el pecho. Estas partes estaban unidas en los hombros mediante "hombreras" (vers. 7) y en la cintura por una banda llamada "cinto de obra primorosa" (vers. 8), la cual, en realidad era parte integral del efod. Rodeaba al cuerpo, sosteniendo en su lugar las dos partes del efod. El "oro" era hilo finísimo, bordado sobre la tela ya confeccionada, según la costumbre egipcia (ver cap. 39: 3). La "obra primorosa" (vers. 6) se refiere a la habilidosa y artística obra de los artesanos. Quizá los israelitas llevaron consigo pequeños telares desde Egipto. Los colores azul, púrpura, carmesí; el lino fino, el oro y las gemas del efod, le daban una variedad y una hermosura que hacían de él la más gloriosa de todas las vestiduras sacerdotales. La variedad tiene un encanto en sí misma, y es una de las características de la iglesia, en la que hay "diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo" (1 Cor. 12: 4).
9.
Dos piedras de ónice.
Ha existido cierta diferencia de opinión en cuanto a la identificación de esta piedra. El problema se debe a la palabra original. La LXX traduce "esmeraldas". Josefo las llama "sardónice", la mejor variedad de ónice (Antigüedades iii. 7. 5). Es probable que hayan sido de ónice, que era una excelente piedra para grabar. En Egipto el anillo real tenía grabado el nombre de su dueño.
13.
Engastes de oro.
Es decir, engarces o montaduras de filigrana, que eran comunes 660 en los ornamentos egipcios. Tal vez éstos hayan estado cosidos al efod. Los "dos cordones" o cadenillas (vers. 14) de oro trenzado iban prendidos a los engastes. Estas piedras tenían el doble propósito de recordar al sumo sacerdote que llevaba sobre sus hombros la solemne y sagrada responsabilidad de ser el intercesor entre las 12 tribus y Dios, y de recordarle a Dios, por así decirlo, que el sumo sacerdote representaba a las tribus y oficiaba en lugar de ellas.
15.
El pectoral del juicio.
La descripción del pectoral es muy detallada, lo que indica su forma intrincada y su significado (vers. 15-30). El principal propósito del efod era sostener el pectoral, el cual se ponía por encima del efod y era su principal ornamento. La palabra que se traduce "pectoral" significa "ornamento". Esta debe haber sido la parte más brillante y llamativa de la vestimenta del sumo sacerdote. Se lo llamaba "pectoral del juicio [decisión]", principalmente porque servía para sostener "el Urim y el Tumim" (vers. 30), mediante los cuales se consultaba a Dios y por medio de los cuales él revelaba su voluntad al pueblo. El pectoral estaba hecho de los mismos materiales del efod (vers. 6)
16.
Doble.
El grosor doble le daría al pectoral la consistencia necesaria para llevar 12 pesadas gemas. Un "palmo" era aproximadamente medio codo, o sea unos 25 cm.
21.
Los nombres de los hijos de Israel.
Es decir, los nombres de las 12 tribus. En cada piedra estaba el nombre de una de las 12 tribus. Estos nombres grabados en las 12 joyas ilustran el valor de los hombres y las mujeres a la vista de nuestro Padre celestial. Dios estima a su pueblo como gemas preciosas del cofre de su amor (Mal. 3: 17). Su iglesia le es como una "novia adornada con sus joyas" (Isa. 61: 10). La iglesia es su "especial tesoro" (Exo. 19: 5).
En el Apocalipsis las "doce puertas" y los doce "cimientos" de los muros de la nueva Jerusalén son piedras preciosas, en los cuales están "los nombres" "de las doce tribus de los hijos de Israel" y los "doce nombres de los doce apóstoles del Cordero", respectivamente (Apoc. 21: 12, 14). El hecho de que cada una de las 12 tribus estuviese representada por una gema diferente de las otras, sugiere que cada cristiano tiene su propia personalidad característica, su propia belleza a la vista del cielo. Dios no espera que seamos todos iguales. Nos honra por lo que somos y por lo que podemos hacer para él. Puede haber diferencia de experiencia y de habilidades, "diversidad de dones", pero siempre se manifiesta el mismo "Espíritu" (1 Cor. 12: 4-7). El que cada nombre esté grabado en una piedra separada parece sugerir también que Dios piensa en cada persona de su pueblo como individuo y lo conoce, lo ama y lo cuida (Sal. 87: 5, 6; Isa. 57: 15; Mat. 25: 40, 45; Luc. 15: 3-10).
La atención que se dedica en este capítulo a minúsculos detalles es reconfortante para quienes puedan sentir que no están haciendo una gran obra para Dios. Si no existiese la delicada belleza del detalle, no habría un marco apropiado para las cosas más visibles, y aparentemente más importantes. Sin lo pequeño, lo grande no podría funcionar. No menospreciemos las "pequeñeces" (Zac. 4: 10), los pequeños servicios realizados con amor. Aunque no sea más que un "vaso de agua fría" dado a "uno de estos pequeñitos", de ninguna manera perderemos nuestra "recompensa" (Mat. 10: 42).
22.
Cordones.
Estos debían hacerse de la misma forma como los cordones del vers. 14, es decir, de alambre de oro entrelazado como una cuerda.
23.
Dos anillos de oro.
Estos servían para prender el pectoral al efod. Debía haber cuatro anillos, uno en cada esquina superior (vers. 23), y uno detrás de cada esquina inferior (vers. 26). Un cordón de alambre de oro retorcido pasaba por cada uno de los dos anillos superiores y estaba tomado de los "dos engastes", o engarces de filigrana, de las piedras que iban en los hombros (vers. 25; cf. vers. 11- 14). Por cada uno de los dos anillos inferiores pasaba una cinta azul, la cual iba atada a dos anillos colocados para ese propósito en el frente del efod, "sobre el cinto del efod" (vers. 26-28). Asegurado de esta manera en sus cuatro esquinas, el pectoral no se podía separar del efod (vers. 28).
29.
Sobre su corazón.
Aarón, al igual que todos los sacerdotes que le habrían de suceder, debía llevar los nombres de los hijos de Israel no sólo sobre sus hombros (vers. 12), sino también "sobre su corazón". De este modo los presentaba continuamente ante el Señor sobre sus hombros para demostrar que soportaba la solemne responsabilidad de ellos, y sobre su corazón para indicar el afecto 661 y el amor que sentía por ellos. Cuando quiera entraba al tabernáculo en representación del pueblo, su corazón se inclinaba ante el Señor por la conciencia de su pecado y de su necesidad. Cristo, nuestro Sumo Sacerdote en el santuario celestial (Heb. 3: 1; 8: 1, 2), ha aceptado la responsabilidad de nuestra salvación, porque el "principado del reino" de la gracia está "sobre su hombro" (Isa. 9: 6). También nos lleva sobre el corazón (ver Gál. 2: 20), porque en toda nuestra "angustia", "él fue angustiado", y puede "compadecerse de nuestras debilidades" (Isa. 63: 8, 9; Heb. 2: 14-18; 4: 14-16).
Por memorial.
El sumo sacerdote llevaba los nombres de Israel "continuamente", a fin de que siempre fuesen recordados ante Dios. Nunca debía olvidar su posición y su responsabilidad como representante de ellos. De la misma manera Cristo vive "siempre para interceder" por nosotros (Heb. 7: 25), teniéndonos esculpidos "en las palmas de las manos" (Isa. 49: 16).
30.
Urim y Tumim.
Estas palabras significan respectivamente "luz" y "perfección". Aunque no hace referencia específica al Urim y al Tumim por nombre, Josefo habla del "brillo" de las piedras en el pectoral del sumo sacerdote, "brillo" que había dejado de verse hacía dos siglos debido a la iniquidad prevaleciente (Antigüedades iii. 8. 9).Por medio de estas dos piedras Dios hacía conocer su voluntad. Un halo de luz en torno al Urim era señal de la aprobación divina en cuanto a los asuntos que se le presentaban, y una sombra sobre el Tumim era evidencia de su desaprobación (PP 363). Ver ejemplos de esto en 1 Sam. 23: 9-12; 28: 6; 30: 7, 8. El pectoral era en relación con las vestimentas del sumo sacerdote lo que era el propiciatorio en relación con el santuario. En los dos, Dios revelaba su gloria y hacía conocer su voluntad (cf. Exo. 25: 22; Sal. 80: 1; Isa. 37: 16).
31.
El manto.
Este debía ser llevado por el sumo sacerdote debajo del efod. Debía ser tejido sin costura (cap. 39: 22; PP 363; DTG 695). Contra el azul de este manto, los variados colores del pectoral y del efod deben haber resaltado en vivo contraste. Este manto es símbolo de la perfección de carácter, del "manto de justicia" que deben llevar los que tienen fe en Cristo (Isa. 61: 10; Zac. 3: 4). Como era "tejido" de una pieza y, por ende, inconsútil, es símbolo de la túnica "sin costura" que llevó Jesús (Juan 19: 23) y de la unidad que Dios desea que exista en su iglesia (Juan 17: 21-23; Efe. 4: 3, 5, 11-13).
32.
Por arriba habrá una abertura.
La abertura servía para que pasara la cabeza del sumo sacerdote. El "borde" en torno a esta abertura fortalecía sus orillas para que no se rompieran o desgastaran.
33.
Granadas.
Probablemente eran borlas en forma de granadas, cosidas al borde del manto.
34.
Una campanilla de oro.
Las "campanillas" eran de oro puro (cap. 39: 25), y estaban dispuestas en forma alternada con las "granadas". Podían ser oídas por el pueblo cuando el sumo sacerdote ministraba dentro del santuario (cap. 28: 35). El tintineo de las campanillas hacía que los que rendían culto supieran que él estaba oficiando en favor de ellos en la presencia de Dios, y los instaba a seguirle con sus pensamientos y sus oraciones, mientras él llevaba a cabo las diferentes partes del ritual sacerdotal. El sonido de las campanillas unía al sacerdote y a la congregación en el culto. Si el sumo sacerdote hubiese intentado realizar el servicio del santuario sin llevar el manto con sus campanillas, hubiera roto ese vínculo de comunión y el pueblo hubiera quedado separado de su intercesor. Su ministerio se hubiera convertido en un procedimiento vano, sin razón de ser. Para destacar la importancia de este eslabón entre el pueblo y su representante, el castigo del descuido era la muerte (vers. 35). Las campanillas y las granadas nos recuerdan que por fe nosotros podemos entrar confiadamente en el "Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo" para obtener el perdón de los pecados (Heb. 4: 16; 10: 19). Por fe también nosotros podremos oír el sonido desde el santuario que dirigirá nuestra mente y nuestro corazón hacia arriba al lugar donde Cristo está sentado a la diestra de Dios para hacer intercesión por nosotros (Rom. 8: 34; Col. 3: 1-3; Heb. 8: 1, 2; CS 480).
36.
Una lámina de oro.
Esta plancha de oro era lo más característico y sobresaliente de la mitra (vers. 37). Estaba colocada sobre la frente, atrayendo de esta manera la atención de todos, quizá aún más que el pectoral. Su posición hacía que fuese "el punto culminante de todo el atavío sacerdotal". Esta posición resaltaba más y tenía más significado por la inscripción que llevaba: "Santidad a 662 Jehová". Tales palabras daban al pueblo el más elevado concepto de la religión, y señalaban su objetivo supremo (Lev. 11: 44, 45; Heb. 12: 14; 1 Ped. 1: 15, 16). Eran un constante recordativo de que, sin este elemento esencial, todas las formas del culto serían para Dios como una burla (ver Isa. 1: 11-17). En cuanto al sumo sacerdote, le enseñaban que su ministerio debía carecer de todo formalismo, porque su propósito era la consagración de su propia vida y de las vidas del pueblo. Esta es una lección importantísima para los ministros de Dios hoy (Isa. 52: 11; 1 Ped. 5: 2, 3). Los ministros que no vivan teniendo en cuenta este fin, caen bajo la más severa condenación del cielo (1 Sam. 2: 12-36; 3: 11-14; 4: 11; Mal. 2: 1-9). La importancia de la inscripción de la mitra explica la razón por la cual se la menciona aun antes que la mitra misma.
37.
Con un cordón de azul.
Según el cap. 39: 31, la "lámina de oro" estaba atada a la mitra" con este "cordón de azul".
La mitra.
Al hacer la descripción de las vestimentas del sumo sacerdote, Josefo escribe: "Sobre la cabeza lleva un gorro, no de forma cónica ... y su forma es tal que pareciera ser una corona, hecha de gruesas fajas de tela, pero la textura es de tela de lino; tiene muchos dobleces, y está unida mediante costuras" (Antigüedades iii. 7. 3). Según esto, la "mitra" era un turbante blanco.
38.
Sobre la frente de Aarón.
Esta inscripción, que debía estar "siempre" sobre la frente del sumo sacerdote mientras ministraba, le recordaba su solemne responsabilidad como representante del pueblo. Como tal, estaba vestido, por así decirlo, con la "santidad" de su investidura grabada en la lámina. Era símbolo y representante de Aquel que "no conoció pecado", pero que "por nosotros" fue hecho "pecado" (2 Cor. 5: 21), y que es el único por cuyo medio puede hacerse la verdadera expiación delante del Padre.
39.
Y bordarás.
La "túnica" era una vestimenta blanca que se ponía sobre los "calzoncillos de lino" (vers. 42). Con referencia a esta túnica Josefo escribió: "Esta vestimenta llega hasta los pies y se ciñe al cuerpo; tiene mangas apretadas a los brazos" (Antigüedades iii. 7. 2).
Un cinto.
Este estaba hecho de "lino torcido" de varios colores y llevaba un bordado artístico (cap. 39: 29).
Obra de recamador.
Literalmente, "la obra de un bordador". Puesto que el cinto debía llevarse sobre la túnica y bajo el manto del efod, no se lo veía. Aunque iba oculto, era costoso y hermoso. De esta manera se enseñaba la lección de que todo lo que se consagra al servicio de Dios, sea algo visible o invisible, debe ser de lo mejor. Nuestro motivo al servir a Dios debiera ser honrar a Dios, no meramente hacer lo que será agradable a los hombres (Gál. 1: 10; 1 Tes. 2: 4). La verdadera piedad no hace distinción entre lo visible y lo invisible, entre lo oculto y lo que está a la vista de todos; más bien buscará la sinceridad, la honradez y la idoneidad en todo lo que atañe a Dios (Efe. 6: 5-7).
40.
Y para los hijos de Aarón.
En los vers. 40-43 se describe la vestimenta del sacerdote común. Los "cintos" quizá eran del mismo material y de la misma hechura que los del sumo sacerdote. Las "tiaras" eran turbantes de lino.
Para honra.
Es significativo que el sencillo atuendo del sacerdote común, una túnica de lino blanco, debía ser "para honra y para hermosura" al igual que la vestimenta del sumo sacerdote (vers. 2). El color blanco aparece en las Escrituras como símbolo de pureza (Apoc. 4: 4; 7: 9, 14; 19: 8).
42.
Calzoncillos de lino.
Debían ir desde la cintura hasta un poco más arriba de las rodillas.
43.
El tabernáculo de reunión.
Ver com. cap. 27: 21. Las vestimentas sacerdotales debían siempre estar "sobre Aarón y sobre sus hijos" cuando se ocupaban en los sagrados servicios del santuario, a fin de que no fueran culpables de profanar lo sagrado y no fueran castigados con la muerte.
Los que ejercían el sacerdocio aarónico cumplían funciones tanto de representantes como de mediadores. En especial el sumo sacerdote representaba al pueblo delante de Dios e intercedía en su favor (Zac. 3: 3-5; Heb. 2: 17; 5: 1; 8: 3). Era el eslabón vital entre un Dios santo y un pueblo impío, no santificado. En los dos aspectos el sacerdocio aarónico era un símbolo del sacerdocio de Cristo. Esto se aplica al sacerdocio mismo (Heb. 3: 1), a su santidad personal y a la santidad de la investidura (Heb. 4: 15; 7: 26), a su representación del pueblo (Heb. 6: 19, 20), a su obra de mediación e intercesión (Heb. 9: 11, 12, 24), y a su gloria celestial (Heb. 2: 9). 663
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-30 PP 362-364
1 PP 373; PR 225
2 OE 182; PP 362
6-12 PP 363
15-21 Ev 278; SR 183
15-27 PP 363
29 OE 34; PVGM 134
29-34 PP 363
30 SR 183
34 LS 116; PE 36, 55, 251
36 2JT 172; PP 364; PR 429
40-42 PP 362


CAPÍTULO 29
1 El sacrificio y las ceremonias de consagración de los sacerdotes. 38 Las ofrendas continuas. 45 Dios promete morar entre los hijos de Israel.
1 ESTO es lo que les harás para consagrarlos, para que sean mis sacerdotes: Toma un becerro de la vacada, y dos carneros sin defecto;
2 y panes sin levadura, y tortas sin levadura amasadas con aceite, y hojaldres sin levadura untadas con aceite; las harás de flor de harina de trigo.
3 Y las pondrás en un canastillo, y en el canastillo las ofrecerás, con el becerro y los dos carneros.
4 Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua.
5 Y tomarás las vestiduras, y vestirás a Aarón la túnica, el manto del efod, el efod y el pectoral, y le ceñirás con el cinto del efod;
6 y pondrás la mitra sobre su cabeza, y sobre la mitra pondrás la diadema santa.
7 Luego tomarás el aceite de la unción, y lo derramarás sobre su cabeza, y le ungirás.
8 Y harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas.
9 Les ceñirás el cinto a Aarón y a sus hijos, y les atarás las tiaras, y tendrán el sacerdocio por derecho perpetuo. Así consagrarás a Aarón y a sus hijos.
10 Después llevarás el becerro delante del tabernáculo de reunión, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del becerro.
11 Y matarás el becerro delante de Jehová, a la puerta del tabernáculo de reunión.
12 Y de la sangre del becerro tomarás y pondrás sobre los cuernos del altar con tu dedo, y derramarás toda la demás sangre al pie del altar.
13 Tomarás también toda la grosura que cubre los intestinos, la grosura de sobre el hígado, los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y lo quemarás sobre el altar.
14 Pero la carne del becerro, y su piel y su estiércol, los quemarás a fuego fuera del campamento; es ofrenda por el pecado.
15 Asimismo tomarás uno de los carneros, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero.
16 Y matarás el carnero, y con su sangre rociarás sobre el altar alrededor.
17 Cortarás el carnero en pedazos, y lavarás sus intestinos y sus piernas, y las pondrás sobre sus trozos y sobre su cabeza.
18 Y quemarás todo el carnero sobre el altar; es holocausto de olor grato para Jehová, es ofrenda quemada a Jehová.
19 Tomarás luego el otro carnero, y Aarón y sus hijos pondrán sus manos sobre la cabeza del carnero.
20 Y matarás el carnero, y tomarás de su sangre y la pondrás sobre el lóbulo de la oreja derecha de Aarón, sobre el lóbulo de la oreja de sus hijos, sobre el dedo pulgar de las manos derechas de ellos, y sobre el dedo pulgar de los pies derechos de ellos, y rociarás la sangre sobre el altar alrededor.
21 Y con la sangre que estará sobre el altar, y el aceite de la unción, rociarás sobre Aarón, sobre sus vestiduras, sobre sus hijos, y sobre las vestiduras de éstos; y él será santificado, y sus vestiduras, y sus hijos, y las vestiduras de sus hijos con él.
22 Luego tomarás del carnero la grosura, y 664 la cola, y la grosura que cubre los intestinos, y la grosura del hígado, y los dos riñones, y la grosura que está sobre ellos, y la espaldilla derecha; porque es carnero de consagración.
23 También una torta grande de pan, y una torta de pan de aceite, y una hojaldre del canastillo de los panes sin levadura presentado a Jehová,
24 y lo pondrás todo en las manos de Aarón, y en las manos de sus hijos; y lo mecerás como ofrenda mecida delante de Jehová.
25 Después lo tomarás de sus manos y lo harás arder en el altar, sobre el holocausto por olor grato delante de Jehová. Es ofrenda encendida a Jehová.
26 Y tomarás el pecho del carnero de las consagraciones, que es de Aarón, y lo mecerás por ofrenda mecida delante de Jehová; y será porción tuya.
27 Y apartarás el pecho de la ofrenda mecida, y la espaldilla de la ofrenda elevada, lo que fue mecido y lo que fue elevado del carnero de las consagraciones de Aarón y de sus hijos,
28 y será para Aarón y para sus hijos como estatuto perpetuo para los hijos de Israel, porque es ofrenda elevada; y será una ofrenda elevada de los hijos de Israel, de sus sacrificios de paz, porción de ellos elevada en ofrenda a Jehová.
29 Y las vestiduras santas, que son de Aarón, serán de sus hijos después de él, para ser ungidos en ellas, y para ser en ellas consagrados.
30 Por siete días las vestirá el que de sus hijos tome su lugar como sacerdote, cuando venga al tabernáculo de reunión para servir en el santuario.
31 Y tomarás el carnero de las consagraciones, y cocerás su carne en lugar santo.
32 Y Aarón y sus hijos comerán la carne del carnero y el pan que estará en el canastillo, a la puerta del tabernáculo de reunión.
33 Y comerán aquellas cosas con las cuales se hizo expiación, para llenar sus manos para consagrarlos; mas el extraño no las comerá, porque son santas.
34 Y si sobrare hasta la mañana algo de la carne de las consagraciones y del pan, quemarás al fuego lo que hubiere sobrado; no se comerá, porque es cosa santa.
35 Así, pues, harás a Aarón y a sus hijos, conforme a todo lo que yo te he mandado; por siete días los consagrarás.
36 Cada día ofrecerás el becerro del sacrificio por el pecado, para las expiaciones; y purificarás el altar cuando hagas expiación por él, y lo ungirás para santificarlo.
37 Por siete días harás expiación por el altar, y lo santificarás, y será un altar
santísimo: cualquiera cosa que tocare el altar, será santificada.
38 Esto es lo que ofrecerás sobre el altar: dos corderos de un año cada día, continuamente.
39 Ofrecerás uno de los corderos por la mañana, y el otro cordero ofrecerás a la caída de la tarde.
40 Además, con cada cordero una décima parte de un efa de flor de harina amasada con la cuarta parte de un hin de aceite de olivas machacadas; y para la libación, la cuarta parte de un hin de vino.
41 Y ofrecerás el otro cordero a la caída de la tarde, haciendo conforme a la ofrenda de la mañana, y conforme a su libación, en olor grato; ofrenda encendida a Jehová.
42 Esto será el holocausto continuo por vuestras generaciones, a la puerta del tabernáculo de reunión, delante de Jehová, en el cual me reuniré con vosotros, para hablaros allí.
43 Allí me reuniré con los hijos de Israel; y el lugar será santificado con mi gloria.
44 Y santificaré el tabernáculo de reunión y el altar; santificaré asimismo a Aarón y a sus hijos, para que sean mis sacerdotes.
45 Y habitaré entre los hijos de Israel, y seré su Dios.
46 Y conocerán que yo soy Jehová su Dios, que los saqué de la tierra de Egipto, para habitar en medio de ellos. Yo Jehová su Dios.


l.
Esto es lo que les harás.
Es decir, con relación a la ceremonia de consagración (cap. 28: 41). El "becerro" y los "dos carneros" tenían que estar listos para el sacrificio que debía seguir a la investidura y al ungimiento, lo que explica la razón por la cual se menciona primero esta parte de los preparativos.
Sin defecto.
Literalmente, "perfectos", puesto que de otra manera hubieran sido una ofensa para Dios (Mal.1: 6-14). Todos los detalles de la consagración hacían resaltar la necesidad de la santidad. Todo ministro del Evangelio haría bien en estudiar cuidadosamente los caps. 28 y 29 de Exodo a fin de lograr una comprensión cabal de la naturaleza y las responsabilidades de su sagrada investidura.
2.
Panes sin levadura.
Este pan era ceremonialmente más puro que el pan leudado, puesto que la fermentación es un símbolo del pecado y de la corrupción (Exo. 12: 15; Mat. 16: 6, 12; 1 Cor. 5: 6-8).
Amasadas con aceite.
Literalmente, "mezcladas con aceite". El aceite era uno de los ingredientes de las tortas, en contraste con los hojaldres que eran untados con aceite.
4.
A la puerta.
Quizá se hace referencia aquí a la "fuente de bronce" que estaba entre la entrada del tabernáculo y el altar del holocausto, y donde se realizaban las diversas abluciones exigidas por la ley ceremonial (cap. 30: 18-21).
Los lavarás.
Los lavamientos rituales eran una parte importante del ceremonial de la mayoría de las religiones antiguas. Esto era natural; la limpieza física es un símbolo adecuado de la limpieza moral y espiritual. A los sacerdotes se les exigía realizar estos lavamientos cada vez que entraban en el tabernáculo u ofrecían sacrificios en el altar de los holocaustos (cap. 30: 20), pues debían estar libres de las manchas y de la contaminación del pecado antes de ministrar en favor de otros (Sal. 51: 7; Isa. 52: 11; Juan 13: 10, 11). Además los sacerdotes debían presentar los sacrificios traídos por pecados específicos (Lev. 4: 3-12). El lavamiento tenía que ver con el pecado en un sentido más general, y tenía que ver más con la función oficial del sacerdote que con su vida privada.
5.
Tomarás las vestiduras.
Ver en Lev. 8: 7-9 la descripción más completa de la investidura de Aarón como sumo sacerdote.
6.
La diadema santa.
La lámina de oro con su cinta azul era un tipo de diadema considerada en el Oriente como emblema de realeza. Señalaba el carácter real del sumo sacerdote, quien, como símbolo de Cristo, era tanto sacerdote como rey (Lev. 8: 9; Zac. 6: 11-13; Mat. 2: 2; 27: 37).
7.
El aceite de la unción.
Sus ingredientes deben haber sido de óptima calidad (caps. 25: 6; 30: 23-25). En armonía con la ley mosaica, se usaba el aceite para iniciar a los profetas, los sacerdotes y los reyes en su ministerio. El aceite representa al Espíritu Santo y el derramamiento del Espíritu sobre los que lo han de recibir. El vocablo "Cristo" es el equivalente griego del hebreo "Mesías". Ambas palabras significan "ungido" (ver Hech. 10: 38), Por lo tanto la unción de Aarón indicaba su consagración al servicio de Dios. Del mismo modo, también debían ser ungidas todas las partes del tabernáculo (Exo. 30: 26-29).
8.
Harás que se acerquen sus hijos.
Es decir, hasta la puerta del tabernáculo (vers. 4). La investidura del sumo sacerdote constaba de nueve partes (Lev. 8: 7-9), mientras que la de los sacerdotes regulares no exigía sino tres: la colocación de la túnica de lino, del cinto, y luego de la mitra.
9.
Así consagrarás.
Literalmente, "llenarás la mano de". En los países orientales, la investidura solía hacerse poniendo en la mano del funcionario la insignia de su cargo. Aquí se usan ciertas porciones de las ofrendas para este propósito (vers. 24).
10.
Becerro.
Literalmente, "el toro" (vers. 1). Por el hecho de poner las manos sobre la cabeza del animal, Aarón y sus hijos se identificaban con él y, en forma figurada, le transferían la culpa de sus propios pecados e imperfecciones (Exo. 29: 14; Lev. 4: 1-4). No podía pasarse por alto el hecho de que la ley aceptaba como sacerdotes a hombres aquejados de enfermedades morales y espirituales (Heb. 7: 28). Siendo pecadores, Aarón y sus hijos no estaban capacitados aún para presentarse ante Dios en favor de otros. Necesitaban que se ofreciesen sacrificios en favor de ellos mismos. Eran tres los prescritos: una ofrenda por el pecado (Exo. 29: 10-15), un holocausto (vers. 15-19), y una ofrenda de paz (vers. 19: 22). Estos sacrificios, con las ceremonias que los acompañaban, debían repetirse durante siete días consecutivos (vers. 35, 36). Puesto que el altar era profanado por el pecado de los que allí oficiaban, también debía ser limpiado por la sangre de la ofrenda por el pecado (vers. 36, 37).
12.
Y de la sangre del becerro tomarás.
Dado que los cuernos del altar simbolizaban la gloria y el poder de la salvación (Sal. 18:2), la sangre del becerro, representante de la vida (Lev. 17: 14) de Aarón y de sus hijos, Y presentada en expiación por sus pecados, primero debía ser puesta en ellos. La parte que no se utilizaba debía ser vertida en la base 666 del altar. Tal era la práctica común respecto a las ofrendas por el pecado (Lev. 4: 7), siendo éste el primer ejemplo.
13.
Toda la grosura.
Generalmente se consideraba que la gordura era la parte mejor de la ofrenda y, por lo tanto, la más aceptable a Dios (ver com. Lev. 3: 3, 5). Es probable que esto se hubiera debido, al menos en parte, al hecho de que ardía con una llama viva y ayudaba a consumir el resto de la ofrenda.
La grosura de sobre el hígado.
El "sebo" (BJ). El "redaño" (Val. ant.). Se refiere al omento, o sea la membrana que cubre la parte superior del hígado y lo une al estómago. Esta membrana suele cubrirse de grasa.
14.
La carne.
Las partes del sacrificio que se mencionan aquí eran incineradas de acuerdo con la ley que se aplicaba a las ofrendas por el pecado (Lev. 4: 11, 12). La maldición del pecado que descansaba sobre ellas las hacía inaptas para ser usadas como alimento y aun indignas de ser enterradas dentro del campamento. De manera similar Cristo "padeció fuera de la puerta" (Heb. 13: 11-13).
15.
Uno de los carneros.
Traducción correcta de la frase "el un carnero" (Val. ant.). Se refiere al vers. 1. La imposición de las manos sobre el carnero indica la naturaleza vicaria del sacrificio. Como holocausto (vers. 18) el sacrificio del carnero hace resaltar la idea de sacrificio propio.
16.
Con su sangre rociarás.
Más bien, "la derramarás" (BJ), es decir de una vasija y no con la mano o con un hisopo. La tradición rabínica dice que la sangre se derramaba en dos esquinas opuestas, la del noreste y la del suroeste mojando de esta manera los cuatro lados además de ser esparcida "sobre el altar alrededor".
17.
Cortarás el carnero en pedazos.
Literalmente, "en sus pedazos", es decir descuartizar o despedazar (BJ) el animal según las divisiones naturales de su cuerpo. Por "intestinos" se entiende "entrañas". Luego de ser lavados, eran puestos con los otros "trozos".
18.
Y quemarás todo el carnero.
La ley general de los holocaustos seguía esta práctica (Lev. 1:9, 13, 17). El holocausto representaba el espíritu de sacrificio propio, entera consagración y dependencia constante de la sangre expiatoria de Cristo, que es aceptable ante Dios. En el caso de la ofrenda por el pecado, la contaminación del pecado hacía que casi todo el sacrificio fuera inaceptable (ver. 14). La frase "olor grato" expresa en el lenguaje humano de la época el pensamiento de que Dios se agradaba de la ofrenda y aceptaba a quienes la presentaban (Gén. 8: 21; Lev. 1: 9, 13, 17).
19.
El otro carnero.
Literalmente, "el segundo carnero" (vers. 1, 3, 15). Se lo llama "carnero de consagración" en el vers. 22 y es probable que hubiera sido una "ofrenda de paz" (ver Lev. 3).
20.
Tomarás de su sangre.
La aplicación de la sangre del carnero a la persona del sacerdote era especial y significativa: el acto culminante de la consagración. Esto implicaba la total dedicación de su vida y de sus aptitudes al servicio de Dios. En forma simbólica, la sangre aplicada en la "oreja derecha" santificaba ese órgano para que oyera la palabra del Señor; puesta en la "mano derecha", santificaba las manos del sacerdote para realizar su obra de mediador; puesta en el "pie derecho" santificaba su caminar por la vida como ejemplo para otros. Dicho de otra manera, la vida consagrada (la sangre) del sacrificio que el sacerdote acababa de ofrecer le era devuelta, con el propósito de que su vida pudiera estar consagrada al servicio del Señor.
21.
Y con la sangre.
Esta "sangre" y la "unción" parecen ser los únicos ritos exigidos para la consagración de los sacerdotes regulares (Lev. 8: 30). La mezcla del aceite con la sangre sugiere la necesidad de la justificación por la sangre expiatorio de Cristo (Rom. 3: 23-26) y la santificación por medio de la gracia del Espíritu Santo (Rom. 15: 16).
22.
La cola.
Literalmente, "la cola gorda", es decir, de la oveja oriental de cola amplia (ver com. Lev. 3: 9). La "grosura" sobre el hígado se refiere a la membrana mencionada en el vers. 13.
23.
Una torta de pan.
En cuanto a la "torta", el "pan de aceite", el "hojaldre" y el "canastillo", ver los vers. 2 y 3. Al poner estas ofrendas en las manos de Aarón y de sus hijos, Moisés debía tomar las manos de ellos en las suyas propias y "mecerlas" delante de Dios. Es probable que el movimiento hacia adelante indicaba que la ofrenda pertenecía a Dios y que el movimiento hacia atrás indicaba que la ofrenda había sido aceptada por Dios, y devuelta, por así decirlo, con su bendición. Este era el acto de la consagración mediante el cual se realizaba la toma de posesión del cargo. De 667 este modo Moisés transfirió a su hermano y a los hijos de su hermano las funciones sacerdotales que hasta ese entonces él había desempeñado. Al mecer físicamente sus manos, los ayudó a realizar su primer acto sacerdotal.
25.
Después lo tomarás de sus manos.
Sin embargo, Moisés debía completar el ritual sacerdotal relacionado con la ceremonia de consagración. Se quemaban porciones escogidas de la ofrenda de paz sobre el altar del holocausto (Exo. 29: 22; Lev. 3: 3-5). En este caso Moisés meció el pecho de la ofrenda mecida. Más tarde Aarón y sus descendientes deberían seguir el mismo procedimiento al presentar tales ofrendas (Lev. 7: 31-35).
27.
Y apartarás el pecho.
Los vers. 27 y 28 se aplican a todas las futuras ofrendas de consagración. Desde esa ocasión en adelante el "pecho" y la "espaldilla" debían pertenecer a los sacerdotes. La palabra hebrea traducida "espaldilla" (VVR) significa la parte superior de la pierna o el muslo ("pierna", BJ). La "espaldilla" debía elevarse hacia el cielo en un solo movimiento, y el pecho debía mecerse con movimientos horizontales (Lev. 7: 30-36; Núm. 18: 11).
29.
Y las vestiduras santas.
Los vers. 29 y 30 también se aplican a los futuros servicios de consagración. Las vestimentas preparadas para Aarón debían conservarse después de su muerte, y serían usadas en lo sucesivo para la consagración de cada sumo sacerdote, para que ellos también fuesen "ungidos en ellas" Y "en ellas consagrados". Desde el momento en que iniciaba su tarea sacerdotal, cada sumo sacerdote debía llevar estas vestimentas durante siete días (Exo. 29: 35; Núm. 20: 24-28).
31.
El carnero.
La parte del carnero que no había sido quemada (vers. 22-25) debía comerse"en lugar santo", es decir "a la puerta del tabernáculo de reunión" (Lev. 8: 31). En relación con cada ofrenda de paz, se realizaba una comida ceremonial, de la cual participaban los sacerdotes que habían presentado la ofrenda (Exo. 29: 27, 28; Lev. 7: 11-18).
32.
El pan.
Es decir, los panes, las tortas y los hojaldres que quedaban en la canastilla luego de haberse ofrecido al Señor uno de cada uno (vers. 2, 3, 23).
33.
Y comerán.
Debían comer parte de aquello que había servido para su expiación y consagración. Todo sacrificio poseía, en mayor o menor grado, cualidades expiatorias. La ofrenda por el pecado era totalmente expiatorio (Lev. 4: 2-5); el holocausto y la ofrenda de paz sólo lo eran en parte (Lev. 1: 3; 3:1).
El extraño.
No se refiere a un extranjero, sino al que no es sacerdote (cf. Exo. 12: 19; 20: 10).
35.
Siete días.
El ritual de la consagración de Aarón y de sus hijos debía realizarse diariamente durante siete días consecutivos. Esta séptuple consagración simbolizaba la perfección ideal (ver Jos. 6: 3, 4; 1 Rey. 18: 43, 44; 2 Rey. 5: 14). Puesto que los sacerdotes representan a los ministros de Dios de nuestros días, la consagración de aquéllos enseña la excelsa santidad de la función sagrada y la necesidad de preservarla separada del mundo.
36.
Purifícarás el altar.
La "ofrenda por el pecado" que se ofrecía por el altar era el mismo becerro como el que se usaba en favor de Aarón y de sus hijos (Exo. 29: 1, 10-14; Lev. 8:15). Moisés ungió el altar rociándolo siete veces con el aceite de la unción (Lev. 8:11).
37.
Siete días.
Toda la ceremonia de consagración debía repetirse siete veces, tanto para los sacerdotes como para el altar.
Santísimo.
Literalmente, "santo de santos", para indicar la gran santidad del altar (Exo. 40:10). Por lo tanto "cualquiera cosa" que lo "tocare", "será", o debía ser, "santificada".
38.
Dos corderos.
Los vers. 38-42 se refieren al sacrificio diario, que debía lógicamente seguirá la consagración del altar.
39.
A la caída de la tarde.
Literalmente, entre las dos tardes" (ver com. cap. 12: 6). Con referencia al propósito de estos sacrificios vespertinos y matutinos, ver com. Lev. 1: 3. Estos sacrificios "continuos" (cap. 29: 42) se hacían en ocasión del culto matutino y del culto vespertino en el campamento (Sal. 16: 8; 55: 17; 1 Tes. 5: 17; PP367).
40.
Una décima parte de un efa.
Es decir un omer (Exo. 16:36; Núm. 15: 4, LXX). Esto equivaldría aproximadamente a unos dos litros o sea 1,7 kg. Se usaban varios cereales para estas oblaciones (ver com. Lev. 2: 1). La "cuarta parte de un hin de aceite" corresponde a casi un litro (0,9 l).
42.
Tabernáculo de reunión.
Literalmente la "tienda de reunión" (BJ).Ver com. cap. 27:21.
43.
Allí me reuniré.
Conociendo las pruebas que afrontarían en su peregrinaje por el 668 desierto, Dios les dio la seguridad de que su presencia los acompañaría. En ocasión de su dedicación, el tabernáculo se llenó con la "gloria" de Dios (cap. 40: 34). La presencia de la Shekinah constituía la verdadera consagración del tabernáculo, porque todo lo otro no era sino símbolos y figuras (ver com. Gén. 3: 24). De esta manera Dios no sólo puso allí "su nombre" (Deut. 12: 21), sino también su presencia visible.
44.
Y santificaré.
Esto se cumplió milagrosamente cuando Aarón colocó el primer sacrificio sobre el altar de bronce (Lev. 9: 24).
45.
Y habitaré entre los hijos de Israel.
Ver com. cap. 25: 8. Esto se refiere en primer término a la Shekinah dentro del lugar santísimo, pero en un sentido más amplio respondía al cuidado divino, a la protección y a la salvación que en su misericordia Dios le ofrecía a su pueblo escogido año tras año.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-4, 35 PP 373
38-42 PP 365
43, 45 PP 324
45, 46 PR 422


CAPÍTULO 30
1 El altar del incienso. 11 El dinero del rescate. 17 La fuente de bronce. 22 El aceite de la unción. 34 La composición del perfume.
1 HARAS asimismo un altar para quemar el incienso; de madera de acacia lo harás.
2 Su longitud será de un codo, y su anchura de un codo; será cuadrado, y su altura de dos codos; y sus cuernos serán parte del mismo.
3 Y lo cubrirás de oro puro, su cubierta, sus paredes en derredor y sus cuernos; y le harás en derredor una cornisa de oro.
4 Le harás también dos anillos de oro debajo de su cornisa, a sus dos esquinas a ambos lados suyos, para meter las varas con que será llevado.
5 Harás las varas de madera de acacia, y las cubrirás de oro.
6 Y lo pondrás delante del velo que está junto al arca del testimonio, delante del propiciatorio que está sobre el testimonio, donde me encontraré contigo.
7 Y Aarón quemará incienso aromático sobre él; cada mañana cuando aliste las lámparas lo quemará.
8 Y cuando Aarón encienda las lámparas al anochecer, quemará el incienso; rito perpetuo delante de Jehová por vuestras generaciones.
9 No ofreceréis sobre él incienso extraño, ni holocausto, ni ofrenda; ni tampoco derramaréis sobre él libación.
10 Y sobre sus cuernos hará Aarón expiación una vez en el año con la sangre del sacrificio por el pecado para expiación; una vez en el año hará expiación sobre él por vuestras generaciones; será muy santo a Jehová.
11 Habló también Jehová a Moisés, diciendo:
12 Cuando tomes el número de los hijos de Israel conforme a la cuenta de ellos, cada uno dará a Jehová el rescate de su persona, cuando los cuentes, para que no haya en ellos mortandad cuando los hayas contado.
13 Esto dará todo aquel que sea contado; medio siclo, conforme al siclo del santuario. El siclo es de veinte geras. La mitad de un siclo será la ofrenda a Jehová.
14 Todo el que sea contado, de veinte años arriba, dará la ofrenda a Jehová.
15 Ni el rico aumentará, ni el pobre disminuirá del medio siclo, cuando dieren la ofrenda a Jehová para hacer expiación por vuestras personas.
16 Y tomarás de los hijos de Israel el dinero de las expiaciones, y lo darás para el servicio del tabernáculo de reunión; y será por memorial a los hijos de Israel delante de Jehová, para hacer expiación por vuestras personas.
17 Habló más Jehová a Moisés, diciendo:
18 Harás también una fuente de bronce, con su base de bronce, para lavar; y la colocarás 669 entre el tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás en ella agua.
19 Y de ella se lavarán Aarón y sus hijos las manos y los pies.
20 Cuando entren en el tabernáculo de reunión, se lavarán con agua, para que no mueran; y cuando se acerquen al altar para ministrar, para quemar la ofrenda encendida para Jehová,
21 se lavarán las manos y los pies, para que no mueran. Y lo tendrán por estatuto perpetuo él y su descendencia por sus generaciones.
22 Habló más Jehová a Moisés, diciendo:
23 Tomarás especias finas. de mirra excelente quinientos siclos, y de canela aromática la mitad, esto es, doscientos cincuenta, de cálamo aromático doscientos cincuenta,
24 de casia quinientos, según el siclo del santuario, y de aceite de olivas un hin.
25 Y harás de ello el aceite de la santa unción; superior ungüento, según el arte del perfumador, será el aceite de la unción santa.
26 Con él ungirás el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio,
27 la mesa con todos sus utensilios, el candelero con todos sus utensilios, el altar del incienso,
28 el altar del holocausto con todos sus utensilios, y la fuente y su base.
29 Así los consagrarás, y serán cosas santísimas; todo lo que tocare en ellos, será santificado.
30 Ungirás también a Aarón y a sus hijos, y los consagrarás para que sean mis sacerdotes.
31 Y hablarás a los hijos de Israel, diciendo: Este será mi aceite de la santa unción por vuestras generaciones.
32 Sobre carne de hombre no será derramado, ni haréis otro semejante, conforme a su composición; santo es, y por santo lo tendréis vosotros.
33 Cualquiera que compusiere ungüento semejante, y que pusiere de él sobre extraño, será cortado de entre su pueblo.
34 Dijo además Jehová a Moisés: Toma especias aromáticas, estacte y uña aromática y gálbano aromático e incienso puro; de todo en igual peso,
35 y harás de ellos el incienso, un perfume según el arte del perfumador, bien mezclado, puro y santo.
36 Y molerás parte de él en polvo fino, y lo pondrás delante del testimonio en el tabernáculo de reunión, donde yo me mostraré a ti. Os será cosa santísima.
37 Como este incienso que harás, no os haréis otro según su composición; te será cosa sagrada para Jehová.
38 Cualquiera que hiciera otro como este para olerlo, será cortado de entre su pueblo.


1.
Un altar para quemar el incienso.
Entre la mayor parte de los pueblos de la antigüedad se acostumbraba ofrecer incienso como parte del culto religioso. En los primeros años del cristianismo, muchos creyentes en el Evangelio fueron muertos por negarse a quemar incienso sobre el altar de los dioses. En las Escrituras, el incienso simboliza las oraciones que ascienden desde el altar del corazón hacia Dios (Sal. 141: 2; Luc. 1:10; Apoc. 5: 8; 8: 3, 4).
2.
Será cuadrado.
En varios sentidos el altar del incienso se parecía al altar de los holocaustos (Exo. 27: 1-8), aunque era de material más costoso y de menor tamaño. Tenía unos 44,45 cm (17,5 pulgadas) de lado y su alto era aproximadamente de 88,9 cm (35 pulgadas). Sobre sus "cuernos" se debía colocar la sangre de ciertas ofrendas por el pecado (Lev. 4:7, 18).
Serán parte del mismo.
Es decir, no serían añadidos a la cubierta del altar, sino que todo seria una sola pieza. Puesto que los cuernos simbolizaban poder (ver com. cap. 27: 2), en el altar del incienso representan el poder de la oración (Gén. 32: 24-30). En la parábola de la viuda y el juez injusto se hace resaltar el resultado de la oración perseverante (Luc. 18: 3-8).
3.
Una cornisa de oro.
Es decir un borde o moldura de oro (BJ), para hermosear el mueble y también para impedir que se cayera lo que se pusiese sobre el altar (cap. 25: 24).
4.
A sus dos esquinas.
Indudablemente ángulos opuestos o a "ambos lados" (BJ). Puesto que el altar era tan pequeño, no hacían falta cuatro anillos para llevarlo, como en los otros muebles, sino solamente dos. Debían estar justamente debajo de la "cornisa" o moldura.
5.
Las varas.
Es decir las varas que se usarían 670 para llevar el altar (cap. 25: 13, 28). La madera de acacia simbolizaba la fuerza, y el oro, la pureza. De este modo la oración debe brotar del altar del corazón, de un corazón leal, honrado y resuelto.
6.
Delante del velo.
El altar del incienso fue ubicado en el lugar santo, junto al "velo" que separaba ese lugar del santísimo (cap. 40: 21-27). Aunque estaba en el lugar santo, se consideraba que pertenecía al lugar santísimo (Heb. 9:3,4). Este concepto surgió del hecho de que cuando los sacerdotes en su ministerio se acercaban a la sagrada Presencia que estaba por encima del propiciatorio, llegaban hasta el altar del incienso (PP 366). Salvo en el día de la expiación, no podían acercarse más que hasta ese punto. Era éste el lugar a donde venían a encontrarse con Dios, cuya morada estaba en el lugar santísimo. El incienso que se ofrecía allí no sólo llenaba el lugar santo sino que se elevaba y pasaba por sobre el "velo" al lugar santísimo (ver com. cap. 26: 32). El hecho de que el altar estuviese "delante del propiciatorio" nos enseña que por medio de la oración podemos entrar en la presencia de Dios. Aunque el "velo" de la humanidad (1 Cor. 13: 12) impide que nuestros ojos físicos vean a Dios, la fe y la oración pueden llegar a donde el cuerpo no puede entrar.
7.
Incienso aromático.
La composición del incienso se da en los vers. 34-38. Todas las mañanas, inmediatamente después de la salida del sol, las lámparas eran alistadas y limpiadas por el sacerdote (ver com. cap. 27: 20).
8.
Rito perpetuo.
El incienso debía ofrecerse en el altar dos veces al día, en la hora de la oración matutina y de la oración vespertina. El altar del incienso representaba la intercesión continua, así como el altar del holocausto representaba la expiación continua (PP 366). Sin embargo, no existe ninguna afirmación clara sobre si se quemaba continuamente incienso sobre este altar o no, aunque hay elementos que parecieran favorecer una respuesta positiva (PP 359). El incienso quemado en forma continua nos enseña que diariamente debemos venir ante el Señor en oración (Sal. 16:8; 55: 17; 1 Tes. 5: 17, 18; pp 367). Debemos orar "sin cesar" (1 Tes. 5: 17).
9.
Incienso extraño.
Es decir, cualquier incienso que no había sido preparado según las indicaciones dadas en los vers. 34-38.
10.
Una vez en el año.
Esto se refiere al gran día de la expiación, el 10º día del 7º mes, cuando el sumo sacerdote debía tomar la sangre y ponerla sobre los cuernos del altar del incienso para limpiarlo y santificarlo (Lev. 16: 18, 19). Este acto no lo transformaba en altar de expiación. Sin embargo, tenía que ver con la expiación en el caso de que el sumo sacerdote pecara (Lev. 4: 3-12), o cuando toda la congregación cometiese algún pecado por ignorancia o "hubiese hecho algo contra alguno de los mandamientos de Jehová" (Lev. 4: 13-21). En tales ocasiones el sumo sacerdote ponía con su dedo la sangre del sacrificio en los cuernos del altar. En estos dos casos el altar del incienso ocupaba el lugar del altar del holocausto, en el cual se rociaba la sangre de las ofrendas por pecados individuales (Lev. 4; 22-35). De todos los muebles del santuario, al parecer sólo el arca con su propiciatorio era considerada como de mayor importancia y mayor santidad que el altar del incienso. Esto muestra el gran valor que Dios le asigna a la oración (ver PP 366).
12.
Cuando tomes el número.
Es decir cuando se tomara el censo (BJ). En ocasión del éxodo se había estimado la población en "como seiscientos mil hombres de a pie, sin contar los niños" (ver com. cap. 12: 37). Ahora, se debía tomar un censo más preciso.
El rescate.
Literalrnente, "una cobertura", en el mismo sentido en que un seguro "cubre" a una persona y la libera de obligaciones posteriores. Los israelitas tenían obligaciones ante Dios; podrían cumplir con esa obligación pagando el "rescate". Se consideraba que sus vidas estaban a disposición de Dios hasta que hubiesen cumplido con la obligación que Dios les imponía. Al pagar esta suma reconocían la bondad y la misericordia de Dios.
Mortandad.
O "plaga" (BJ) como castigo a causa de descuido o desobediencia.
13.
Medio siclo.
El medio siclo pesaba 5,7 g (1/5 de onza). La gera era la décima parte de un siclo.
Siclo del santuario.
Probablemente se trate aquí de un tipo usual de pesas, no de un siclo diferente.
14.
De veinte años arriba.
Se consideraba que a esta edad el joven israelita llegaba a la virilidad. Podía formar parte del ejército (2 Crón. 25: 5), y estaba listo para asumir los deberes de su ciudadanía. Los levitas comenzaban a desempeñarse en el tabernáculo a los 20 años (1 Crón. 23; 24, 27; 2 Crón. 31:17; Esd. 3: 8). 671
15.
Ni el rico aumentará.
Este era un impuesto por cabeza y recaía por igual sobre todo hombre de 20 años o más. En vista de que era una suma relativamente pequeña, no era gravosa para nadie. Era la contribución mínima para el santuario. Muchos daban bastante más. La pobreza no constituía una excusa para no dar nada. El plan era sumamente equitativo y sugiere que, a la vista de Dios, todos los hombres tienen el mismo valor (Deut. 10: 17; Hech. 10: 34; Rom. 3: 22). Todos han pecado, y a todos Dios les extiende su gracia. Nótese el significado de "todos nosotros" al comienzo de Isa. 53: 6 y de "todos nosotros" al final del mismo versículo.
16.
Y será por memorial.
Con referencia al uso del "dinero de las expiaciones" ver com. cap. 38: 25-28. Llegaba a ser parte permanente del santuario y constituía un "memorial" perpetuo para recordar al pueblo sus privilegios y sus responsabilidades espirituales.
18.
Una fuente.
Una "pila" (BJ). No se dice nada en cuanto a la forma o al tamaño. Fue heha del bronce de los espejos que las mujeres de Israel dieron como ofrenda voluntaria (cap. 38: 8). En el templo de Salomón, el "mar" y las diez "fuentes" reemplazaron a la fuente original (1 Rey. 7: 23-26, 38).La fuente estaba colocada sobre una "base de bronce" en el atrio del tabernáculo, entre la entrada del tabernáculo y el altar de los holocaustos. La fuente representa el lavamiento de nuestros pecados por la fe en la sangre derramada de Cristo (Hech. 22: 16; 1 Cor. 6: 11; Efe. 5: 26; Apoc. 7: 14).
19.
Se lavarán.
El lavamiento de las manos y de los pies simbolizaba la reforma de la vida. Las abluciones de los sacerdotes, la muerte de las víctimas de los sacrificios y el asperjar, rociar y verter la sangre en relación con diversas funciones del servicio del santuario, muestran como evidente la necesidad de agua (Exo. 29: 4, 17; Lev. 1-5).
20.
Para que no mueran.
Con estas palabras se advertía que cualquier violación de esta orden, debida al descuido o a la indiferencia, sería castigada con la mayor severidad.
23.
Especias finas.
Las especias representaban un papel importante en la vida de los pueblos de la antigüedad. Las había de diversas clases. En vez de "mirra excelente" sería mejor traducir "mirra líquida", especia muy cotizada. El "cálamo" era probablemente un junco aromático, o "caña", (BJ).
24.
Casia.
Una madera aromática. La receta indicaba 5,7 kg. (12,7 libras) tanto de mirra como de casia, y 2,9 kg. (6,4 libras) tanto de canela como de cálamo. Estas especias debían mezclarse en aproximadamente 3,67 litros de "aceite de olivas".
Un hin.
Es decir unos 3,67 litros.
25.
Ungüento.
Este ungüento aromático era un hermoso símbolo del fragante perfume de la justicia de Cristo, que debe reflejarse en nuestras vidas (Sal. 45: 6-8; Cant. 3: 6; Isa. 61: 10; 2 Cor. 2: 14-16).
26.
Ungirás el tabernáculo.
Los objetos materiales del tabernáculo debían ser ungidos primero: el tabernáculo mismo, los muebles del lugar santísimo y del lugar santo, y los muebles del atrio. Al final debían ser ungidos los sacerdotes (Lev. 8: 10-12).
30.
Ungirás también a Aarón.
Una vez que hubiese sido santificado el ambiente en el cual debían ministrar Aarón y sus hijos, los sacerdotes mismos serían consagrados para servir allí. En forma similar, Cristo ha ascendido para prepararnos "un lugar", y será nuestro ese lugar cuando él vuelva a la tierra Juan 14: 1-3),
32.
Sobre carne de hombre.
Es decir, el ungüento sagrado no debía ser usado por ninguna persona como ungüento común. Debía reservarse exclusivamente para el uso sagrado. Tampoco debía usarse la misma fórmula para ningún otro propósito, aunque evidentemente se podrían usar los mismos ingredientes por separado o en diversas combinaciones, pero nunca usando las mismas proporciones del ungüento ritual del tabernáculo.
34.
Especias aromáticas.
En los vers. 34-38 se dan las instrucciones para preparar el "incienso aromático" que debía quemarse en el altar de oro (vers. 7). Era una mezcla de cuatro especias, en proporciones iguales "Estacte", "gálbano" e "incienso puro" eran todas diferentes resinas, mientras que la "uña aromática", o "uña marina" (BJ) parece haberse obtenido del caparazón de cierto molusco.
35.
Bien mezclado.
Mejor, "sazonado con sal" (BJ). El hecho de que se traían brasas encendidas del altar del holocausto para quemar el incienso en el altar interior (Lev. 16: 12, 13) hace resaltar la verdad de que el corazón del que rinde culto debe estar reconciliado 672 con Dios antes de que Dios pueda aceptar sus oraciones y su devoción (Job 27: 8, 9; Sal. 66: 18: Prov. 15: 29; 28: 9; Isa. 1:15; Miq. 3: 4; Juan 9: 31).
36.
Y molerás parte de él.
De tanto en tanto debía molerse una parte de esta preparación según fuese necesario, y debía colocarse quizá sobre el altar de oro "delante del testimonio", es decir frente al arca, pero delante del velo interior. Esta proximidad a la presencia divina lo hacía "cosa santísima".
37.
No os haréis otro.
La prohibición y el castigo que regían para el uso del ungüento (vers. 32, 33) también se aplicaban al incienso.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 SR 154
1-10 PP 360
7, 8 MeM 224; PP 360, 365, 366; SR 154
8 PP 383
10 PP 360; SR 155
12-16 DTG 128; PP 565
17-21 2T 611
18 PP 359
19-21 CH 81
21 OE 182


CAPÍTULO 31
1 Llamamiento de Bezaleel y de Aholiab para la obra de construcción del tabernáculo. 12 Se insiste en la observancia del sábado. 18 Moisés recibe las dos tablas de piedra.
1 HABLO Jehová a Moisés, diciendo:
2 Mira, yo he llamado por nombre a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;
3 y lo he llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría y en inteligencia, en ciencia y en todo arte,
4 para inventar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce,
5 y en artificio de piedras para engastarlas, y en artificio de madera; para trabajar en toda clase de labor.
6 Y he aquí que yo he puesto con él a Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan; y he puesto sabiduría en el ánimo de todo sabio de corazón, para que hagan todo lo que te he mandado;
7 el tabernáculo de reunión, el arca del testimonio, el propiciatorio que está sobre ella, y todos los utensilios del tabernáculo,
8 la mesa y sus utensilios, el candelero limpio y todos sus utensilios, el altar del incienso,
9 el altar del holocausto y todos sus utensilios, la fuente y su base,
10 los vestidos del servicio, las vestiduras santas para Aarón el sacerdote, las vestiduras de sus hijos para que ejerzan el sacerdocio,
11 el aceite de la unción, y el incienso aromático para el santuario; harán conforme a todo lo que te he mandado.
12 Habló además Jehová a Moisés, diciendo:
13 Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo,* porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santificó.
14 Así que guardaréis el día de reposo,* porque santo es a vosotros; el que lo profanare, de cierto morirá; porque cualquiera que hiciere obra alguna en él, aquella persona será cortada de en medio de su pueblo.
15 Seis días se trabajará, mas el día séptimo es día de reposo* consagrado a Jehová; cualquiera que trabaje en el día de reposo,* ciertamente morirá.
16 Guardarán, pues, el día de reposo* los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo.
17 Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó.
18 Y dio a Moisés, cuando acabó de hablar con él en el monte de Sinaí, dos tablas del testimonio, tablas de piedra escritas con el dedo de Dios.

COMENTARIO BIBLICO ADVENTISTA
2.
Yo he llamado.
Luego de haber dado instrucciones detalladas para la construcción del tabernáculo y de sus muebles y utensilios, y para la preparación de los materiales a emplearse, Dios señaló a los que debían dirigir la obra. Bezaleel dirigiría y Aholiab sería su ayudante. Sin duda estos hombres fueron elegidos por su notable talento y por su experiencia previa. Dios prometió añadir su sabiduría especial a este conocimiento anterior. Así quedaron habilitados para su tarea, tanto en forma natural como sobrenatural (PP 215; DTG 767; Mat. 13: 12). Dios da dones de sabiduría, conocimiento y habilidad para hacer trabajos seculares así como reparte dones espirituales (1 Cor. 12: 8). La iglesia tiene tanta necesidad de hombres del tipo de Bezaleel y Aholiab, como tiene de hombres tales como Pablo e Isaías. Dios solamente llama "por nombre" a aquellos a quienes les pide algún servicio especial (Exo. 3: 4; Isa. 45: 1-4).
3.
Lo he llenado.
El Espíritu Santo le impartiría a Bezaleel "ciencia", es decir información fide digna; "inteligencia", o sea sentido común para aplicar los conocimientos; y "sabiduría", o sea discernimiento, buen juicio y discreción. Además recibiría destreza adicional en "todo arte", lo que incluía tanto pericia como don artístico en su calidad de artífice principal.
4.
Para inventar.
No sólo tendría el don de crear diseños, sino también la habilidad de llevar esos diseños a su realización. Si bien Moisés había recibido instrucciones específicas en cuanto a la construcción del santuario y de sus enseres, no se había dicho nada acerca de muchos detalles, tales como la forma de los querubines, los diseños del tejido y del bordado de los diversos materiales textiles, las formas de los vasos, los capiteles de las columnas o la fuente. Mucho iba a depender de la iniciativa, la inventiva, el gusto y la artesanía de aquellos que estuviesen al frente de la obra.
6.
Aholiab.
Se infiere por el cap, 38: 23 que Aholiab debía dirigir el diseño y la producción de los diversos materiales textiles, incluso el tejido y el bordado. Es interesante notar que Hiram, el principal artista empleado por Salomón para hacer la obra ornamental del templo, era también descendiente de Dan (2 Crón. 2: 13, 14).
Sabio de corazón.
Todo artista, ya sea poeta, pintor, escultor, músico o diseñador, debe tener dentro de sí un talento natural sin el cual nunca podrá llegar a la excelencia. Tales dones deben considerarse como un sagrado depósito recibido de Dios a fin de ser usados para su gloria y para elevar a la humanidad; no para la exaltación propia. Si no se logra esto, las grandes habilidades de una persona pueden no hacer más que contribuir a la depravación moral. El trabajo manual fue santificado por Dios para la construcción del tabernáculo. Nuestro Señor dignificó el trabajo físico pasando la mayor parte de su vida terrena en la carpintería de Nazaret (Mar. 6: 3). Pablo se ganaba la vida trabajando en la confección de tiendas (Hech. 18: 1-3).
10.
Los vestidos del servicio.
Estos "vestidos" eran las prendas exclusivas del sumo sacerdote. Incluían el manto azul, el efod, el cinto del efod y el pectoral. Las otras "vestiduras santas" que constituían el atavío del sumo sacerdote eran los calzoncillos de lino, la túnica, el cinto interior y la mitra. Las "vestiduras de sus hijos" eran los calzoncillos de lino, las túnicas, los cintos y las tiaras (cap. 28).
13.
Mis días de reposo.
"Mis sábados" (BJ). Una característica resaltante de los últimos capítulos del Exodo es la repetida admonición a observar el día sábado (caps. 16: 22-30; 20: 8-11; 23: 12; 34: 21; 35: 2,3). Esto atestigua la gran importancia del sábado, puesto que ningún otro mandamiento del Decálogo es recordado de esta forma. La referencia que aquí se hace a la observancia del sábado no es una mera repetición de advertencias similares; presenta al sábado como "señal" entre Dios y su pueblo y advierte que el castigo por violarlo es la "muerte".
Señal.
Dios ya les había dado a los israelitas la "señal" de la circuncisión como símbolo en la carne de la relación del "pacto" que había entre él y su pueblo (Gén. 17: 9-14; Hech. 7: 8). Ahora se daba el sábado como otra "señal" de esta relación entre Dios y su pueblo, no ya en la carne, sino en el corazón (Exo. 31: 12, 674 13, 16, 17; Jer. 31: 31-33; Eze. 20: 12, 20; 2 Cor. 3: 3).
14.
El que lo profanare.
El sábado es santo (Gén. 2: 1-3); por lo tanto es pecado introducir en sus horas sagradas lo que sea secular (ver com. Exo. 12: 16; 16: 23). El sábado es profanado cuando se hace en él algún trabajo innecesario. No se prohiben en ese día los actos de misericordia, los que pudieran resultar indispensables, o de observancia religiosa (Mat. 12: 1-13; Mar. 2: 23-28).
Morirá.
Esta severa pena debía recordarles constantemente que la violación del sábado quebrantaba la relación del pacto entre el Señor y el pueblo. El sábado era la señal distintiva de lealtad a Dios y, por lo tanto, su violación era una ofensa gravísima, un acto de traición al gobierno divino (Exo. 35: 2; Núm, 15: 32-36).
15.
Día de reposo.
"Descanso completo" (BJ). "Sábado de reposo" (Val. ant.). Literalmente, "descanso de reposo" (ver com. caps. 16: 23-26; 20: 10). Esta expresión implica un descanso total de todo trabajo secular (Exo. 35: 2; Lev. 23: 3; Isa. 58: 13).
17.
Y reposó.
El solo hecho de que Dios emplee aquí un lenguaje claramente adaptado a la experiencia humana, muestra cuán grande era su deseo de inculcar en su pueblo las obligaciones que tenían para con él y la necesidad de que siguieran su ejemplo. No puede haber razón más convincente para cumplir con un mandato divino que el hecho de que Dios mismo haya dado el ejemplo (Juan 13: 13-15; 1 Ped. 2: 21).
18.
Dos tablas del testimonio.
Dios le había dicho a Moisés que dentro del arca, en el lugar santísimo, debía ponerse este "testimonio" (cap. 25: 16). Puesto que ésta era la principal función del arca, y el arca era el mueble más sagrado del tabernáculo, es apropiado que esta sección que trata de la estructura del tabernáculo y de los que en él oficiaban terminara con una declaración concerniente a lo que les daba su significado al arca y al tabernáculo. En vez de dos tablas "debería leerse "las dos tablas", las que Dios ya le había prometido a Moisés (cap. 24: 12) y que llevaban una inscripción sobrenatural (cap. 32: 16). El hecho de que se hubieran escrito los Diez Mandamientos sobre piedra (Deut. 4: 13) señala su carácter inmutable y eterno (Mat. 5: 17-19). Las dos tablas dan énfasis a las obligaciones del hombre para con Dios (los primeros cuatro mandamientos), y para con sus prójimos (los últimos seis; Mat. 22: 36-40). Las dos tablas de piedra se juntaban como un libro (PE 32).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-6 CM 48; Ed 34
2, 3 CM 240
2-6 PVGM 328
3 3JT 162; MeM 113
3-5 7T 132
12, 13 3JT 232
12-16 FE 449; 9T 212
12-17 3JT 287; MM 164
12-18 Ev 173; 3JT 285
13 CW117; Ed 244; FE 5O7; 3 JT 17, 27, 393;
MM 121; 7T 109; 8T 198; TM 134
13, 14 TM 132
13, 14, 17 3JT 130; PP 323
13,17 PR 137
13-17 PR 134; 7T 105; 8T 94, 210
15-17 TM 132
16 MM 215
16, 17 3JT 16, 330; 8T 196, 198
16-18 FE 507
17 CS 490; Ev 391; OE 155; SR 141
18 CS 8; ECFP 88; 2JT 364; PR 134; SR 148, 153 675


CAPÍTULO 32
1 El Pueblo, en ausencia de Moisés, induce a Aarón a fundir un becerro de oro. 7 La ira de Dios. 11 Moisés intercede y Dios se apacigua. 15 Moisés desciende con las tablas. 19 Las rompe. 20 Destruye el becerro de oro. 22 La excusa de Aarón. 25 Moisés hace matar a los idólatras. 30 Ora por el pueblo.
1 VIENDO el pueblo que Moisés tardaba en descender del monte, se acercaron entonces a Aarón, y le dijeron: Levántate, haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
2 Y Aarón les dijo: Apartad los zarcillos de oro que están en las orejas de vuestras mujeres, de vuestros hijos y de vuestras hijas, y traédmelos.
3 Entonces todo el pueblo apartó los zarcillos de oro que tenían en sus orejas, y los trajeron a Aarón;
4 y él los tomó de las manos de ellos, y le dio forma con buril, e hizo de ello un becerro de fundición. Entonces dijeron: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.
5 Y viendo esto Aarón, edificó un altar delante del becerro; y pregonó Aarón, y dijo: Mañana será fiesta para Jehová.
6 Y al día siguiente madrugaron, y ofrecieron holocaustos, y presentaron ofrendas de paz; y se sentó el pueblo a comer y a beber, y se levantó a regocijarse.
7 Entonces Jehová dijo a Moisés: Anda, desciende, porque tu pueblo que sacaste de la tierra de Egipto se ha corrompido.
8 Pronto se han apartado del camino que yo les mandé; se han hecho un becerro de fundición, y lo han adorado, y le han ofrecido sacrificios, y han dicho: Israel, estos son tus dioses, que te sacaron de la tierra de Egipto.
9 Dijo más Jehová a Moisés: Yo he visto a este pueblo, que por cierto es pueblo de dura cerviz.
10 Ahora, pues, déjame que se encienda mi ira en ellos, y los consuma; y de ti yo haré una nación grande.
11 Entonces Moisés oró en presencia de Jehová su Dios, y dijo: Oh Jehová, ¿por qué se encenderá tu furor contra tu pueblo, que tú sacaste de la tierra de Egipto con gran poder y con mano fuerte?
12 ¿Por qué han de hablar los egipcios, diciendo: Para mal los sacó, para matarlos en los montes, y para raerlos de sobre la faz de la tierra? Vuélvete del ardor de tu ira, y arrepiéntete de este mal contra tu pueblo.
13 Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Israel tus siervos, a los cuales has jurado por ti mismo, y les has dicho: Yo multiplicaré vuestra descendencia como las estrellas del cielo; y daré a vuestra descendencia toda esta tierra de que he hablado, y la tomarán por heredad para siempre.
14 Entonces Jehová se arrepintió del mal que dijo que había de hacer a su pueblo.
15 Y volvió Moisés y descendió del monte, trayendo en su mano las dos tablas del testimonio, las tablas escritas por ambos lados; de uno y otro lado estaban escritas.
16 Y las tablas eran obra de Dios, y la escritura era escritura de Dios grabada sobre las tablas.
17 Cuando oyó Josué el clamor del pueblo que gritaba, dijo a Moisés: Alarido de pelea hay en el campamento.
18 Y él respondió: No es voz de alaridos de fuertes, ni voz de alaridos de débiles; voz de cantar oigo yo.
19 Y aconteció que cuando él llegó al campamento, y vio el becerro y las danzas, ardió la ira de Moisés, y arrojó las tablas de sus manos, y las quebró al pie del monte.
20 Y tomó el becerro que habían hecho, y lo quemó en el fuego, y lo molió hasta reducirlo a polvo, que esparció sobre las aguas, y lo dio a beber a los hijos de Israel.
21 Y dijo Moisés a Aarón: ¿Qué te ha hecho este pueblo, que has traído sobre él tan gran pecado?
22 Y respondió Aarón: No se enoje mi señor; tú conoces al pueblo, que es inclinado a mal.
23 Porque me dijeron: Haznos dioses que vayan delante de nosotros; porque a este Moisés, el varón que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos qué le haya acontecido.
24 Y yo les respondí: ¿Quién tiene oro? 676 Apartadlo. Y me lo dieron, y lo eché en el fuego, y salió este becerro.
25 Y viendo Moisés que el pueblo estaba desenfrenado, porque Aarón lo había permitido, para vergüenza entre sus enemigos,
26 se puso Moisés a la puerta del campamento, y dijo: ¿Quién está por Jehová? júntese conmigo. Y se juntaron con él todos los hijos de Leví.
27 Y él les dijo: Así ha dicho Jehová, el Dios de Israel: Poned cada uno su espada sobre su muslo; pasad y volved de puerta a puerta por el campamento, y matad cada uno a su hermano, y a su amigo, y a su pariente.
28 Y los hijos de Leví lo hicieron conforme al dicho de Moisés; y cayeron del pueblo en aquel día como tres mil hombres.
29 Entonces Moisés dijo: Hoy os habéis consagradoo a formas materiales de la deidad. Por eso les resultaba difícil confiar en un Dios invisible. Aunque la palabra hebrea traducida "dioses" es 'Elohim, o sea a Jehová, pues cada uno se ha consagrado en su hijo y en su hermano, para que él dé bendición hoy sobre vosotros.
30 Y aconteció que al día siguiente dijo Moisés al pueblo: Vosotros habéis cometido un gran pecado, pero yo subiré ahora a Jehová; quizá le aplacaré acerca de vuestro pecado.
31 Entonces volvió Moisés a Jehová, y dijo: Te ruego, pues este pueblo ha cometido un gran pecado, porque se hicieron dioses de oro,
32 que perdones ahora su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro que has escrito.
33 Y Jehová respondió a Moisés: Al que pecare contra mí, a éste raeré yo de mi libro.
34 Vé, pues, ahora, lleva a este pueblo a donde te he dicho; he aquí mi ángel irá delante de ti; pero en el día del castigo, yo castigaré en ellos su pecado.
35 Y Jehová hirió al pueblo, porque habían hecho el becerro que formó Aarón.


l.
Moisés tardaba.
Moisés ya había estado varias semanas en el monte cuando el pueblo le exigió a Aarón que le hiciera "dioses" (Deut. 9: 9-12). La larga ausencia de Moisés los había dejado inquietos e impacientes. Les faltaba la fe de Moisés y de sus padres, quienes se sostuvieron "como viendo al Invisible" (Heb. 11: 27).
Es digno de notarse que la demora de Moisés se transformó en motivo de apostasía para el pueblo de Dios (ver Eze. 12: 21-28; Hab. 2: 2-4; Mat. 25: 1-13). Del mismo modo, algunos no estarán listos para recibir al Señor cuando venga "la segunda vez" (Heb. 9: 28). En ese día muchos dirán: "Mi señor tarda en venir", y se entregarán a la maldad (Mat. 24: 45-51; Luc. 12: 37-48; 2 Ped. 3: 3-18).
Los israelitas temían que los hubiera abandonado su dirigente, del cual habían llegado a depender. Mientras tenían a Moisés con ellos, para animarlos con sus exhortaciones y apoyarlos con su ejemplo, lograban mantener una vida espiritual más elevada y andaban por fe, "no por vista" (2 Cor. 5: 7). Cuando su presencia les fue quitada, hubo una reacción, y triunfó la "carne" sobre el "espíritu". Aunque desde la llanura se podía ver claramente en la cima del monte la oscura nube en la cual había entrado Moisés cuando subió al monte con Josué, y esa nube se iluminaba de tanto en tanto con los rayos de la presencia divina, les parecía a muchos que Moisés los había abandonado o que había sido consumido por el fuego devorador. El escenario estaba preparado para una dolorosa manifestación de idolatría.
Esta experiencia presenta uno más de esos contrastes notables, tan característicos de la Biblia, como por ejemplo, el de Cristo en gloria sobre el monte de la transfiguración y sus discípulos en la llanura, disgustados y derrotados (Mat. 17: 1-18). En este pasaje, mientras Moisés estaba en el monte recibiendo las tablas de la ley y las instrucciones concernientes al verdadero culto y el excelso y sagrado oficio del sumo sacerdote, el pueblo en el llano notoriamente estaba desobedeciendo al Señor. Y, paradójicamente, fueron inducidos a la idolatría por el mismo que había sido designado para ministrar ante el Señor.
A Aarón.
Si el hermano de Moisés hubiese tenido fe y firmeza de carácter, este triste incidente de la historia de Israel podría haberse evitado. La debilidad de carácter demostrada por Aarón y su espíritu de transigencia con el pecado no sólo hicieron inefectivo su liderazgo espiritual sino que lo transformaron en un dirigente rebelde.
Haznos dioses.
Durante su permanencia en Egipto, los hebreos se habían acostumbrad que está en plural, 677 algunos eruditos bíblicos afirman que aquí y en los vers. 4, 8 y 31 debe traducirse "un dios". Lo más probable es que los israelitas pretendieron hacer una representación de 'Elohim para rendirle culto -transgrediendo el claro mandamiento del Decálogo (Exo. 20: 5). En su extravío trataron de celebrar una fiesta a Dios, visible para ellos en ese becerro.
Que vayan delante de nosotros.
Cansados de esperar tanto tiempo en el Sinaí, y deseosos de continuar su viaje a la tierra prometida, los israelitas exigieron ser encabezados por un dios visible que les inspirara confianza y valor (ver 1 Sam. 4: 3-8). Cuánto mejor hubiera sido que hubiesen usado este período de espera para meditar en la ley de Dios y hubiesen preparado así sus corazones para recibir mayores revelaciones de él. Si lo hubiesen hecho, hubieran podido resistir esta tentación. En buena medida, el espíritu de apostasía fue generado por la "multitud de todas clases de gente" que se había unido con los israelitas a fin de escapar a las plagas de Egipto. Estas personas fueron un constante estorbo y una trampa para Israel (Exo. 12: 38; Núm. 11: 4). Pueden compararse con los "ociosos" de Hech. 17: 5.
2.
Apartad.
Alarmado por la locura desenfrenada del pueblo y su actitud amenazadora, y viendo en peligro su propia seguridad, Aarón se rindió ante las demandas de la multitud en vez de defender, con toda nobleza y valor, el honor de Dios (cap. 23: 2). Con la esperanza de que se negasen a entregar sus apreciadas pertenencias, mandó que se recolectaran los "zarcillos de oro". Pero en esto se equivocó. Una vez que hubo dado el primer paso, no pudo dar marcha atrás.
4.
Estos son tus dioses.
El "becerro" les resultaba natural a los israelitas por cuanto habían sido testigos del culto al buey Apis en Egipto. Presumiblemente el becerro de oro era una representación material del verdadero Dios, no de alguna deidad pagana (ver vers. 5).
5.
Pregonó Aarón.
Sintiendo la aprobación popular, Aarón se identificó aún más con esta apostasía declarando que harían "fiesta". Esta debía ser "fiesta para Jehová". Este espíritu de transigencia, el esfuerzo por armonizar el culto del Señor con el de los ídolos, no se manifestó solamente en este caso; también habría de motivar gran parte de la idolatría que aquejaría a Israel en el futuro (1 Rey, 12: 26-33; 2 Rey. 17: 32, 33; Sof. 1: 5).
6.
Madrugaron.
Tal era el entusiasmo y el fervor del pueblo por esta nueva religión, que se levantó muy temprano a fin de comenzar su culto.
Se sentó el pueblo a comer.
Comúnmente sólo se quemaban ciertas porciones de los sacrificios y los sacrificadores comían el resto.
Se levantó a regocijarse.
Este fue un desenfreno sensual. Las fiestas religiosas paganas terminaban en las orgías más relajadas (Núm. 25: 1-9; 1 Cor. 10: 7,8). Este episodio ilustra la lucha constante que hay en la naturaleza humana entre la carne y el Espíritu (Rom. 7: 23; 8: 1-13). Desde el momento en que los israelitas salieron de Egipto, habían estado viviendo una vida espiritual, dependiendo del Dios invisible y reposando bajo su protección. Pero, a la larga, cuando no experimentaron la influencia del ejemplo y de la dirección de Moisés, prevaleció el mal. Se volvieron a la idolatría y con ella al libertinaje tan íntimamente ligado al culto pagano. El placer sensual pasaba por religión (2 Tim. 3: 4-5). Una religión tal tiene el mismo atractivo hoy para las multitudes como lo tenía en los días de Israel. Todavía existen dirigentes dóciles, que se doblegan ante los deseos de los que no están consagrados a Dios, dirigentes que llevan a sus seguidores al pecado (PP 327).
7.
Tu pueblo.
Dios había desheredado a Israel; ya no hablaba de él como de "mi pueblo" (Exo. 3: 10; etc.; cf. Mat. 21: 13; 23: 28). Había quebrantado el pacto hecho con Dios, y se había apartado de su cuidado y dirección (Isa. 59: 2). El odio al pecado es inherente al carácter divino. Dios ama al pecador, pero odia el pecado. Moisés, muy alejado del campamento, no sabía lo que estaba ocurriendo abajo.
8.
Pronto se han apartado.
Hacía tan sólo unas pocas semanas desde que el pueblo se había comprometido en un solemne pacto con Dios y le había prometido obedecerle (caps. 19: 8; 24: 3). Ahora ese pacto había sido quebrantado (PP 331). Al no tener "raíz" en sí mismos, cuando sobrevino la tentación cayeron fácilmente en el pecado (ver Mat. 13: 20, 21). Muchos de ellos, especialmente las personas que no eran israelitas, fueron vencidos por sus viejas prácticas idolátricas (ver 2 Ped. 2:22). La expresión "de dura cerviz" da la idea de caprichosa obstinación, como la de un 678 caballo que endurece el pescuezo cuando se tiran las riendas hacia la derecha o hacia la izquierda, negándose a seguir en la dirección deseada.
10.
Ahora, pues, déjame.
Dios estaba probando a Moisés y preparándolo para lo que vendría en el futuro (Gén. 18: 23-32; 32: 26-28). Esta no fue la última vez cuando pasó por tal experiencia (Núm. 16: 21,45). Moisés percibió que la propuesta de Dios no era definitiva, e intercedió por su pueblo.
De ti yo haré.
El Señor puso ante Moisés la oportunidad de escoger entre su propia gloria, y la honra de Dios y el bienestar de los que estaban bajo su cuidado (ver Mat. 4: 8-10). Noblemente estuvo a la altura de la situación y probó su leal consagración a Dios y a la tarea que se le había encomendado.
11.
Entonces Moisés oró.
Moisés replica que Israel es todavía el pueblo de Dios, y no suyo (vers. 7). Dios había hecho tanto por ellos que seguramente no los dejaría ahora, reconociendo así el fracaso de su propio plan. Moisés puso eso como primer argumento, afirmando que Dios no podía retractarse. Moisés no podía excusar el pecado de su pueblo, pero podía interceder por él para que fuese perdonado (ver Job. 42: 10; Jer. 14: 19-21; Eze. 14: 14, 20; Dan. 9: 4-11).
12.
¿Por qué han de hablar...?
Las naciones circunvecinas habían sabido de la maravillosa liberación de los hebreos de Egipto y, como resultado, temían lo que el Señor pudiese hacer en favor de Israel. Por lo tanto, si Israel era destruido, los paganos se regocijarían y Dios sería deshonrado. Las acusaciones de los egipcios resultarían verdaderas y se vería que en vez de llevar a su pueblo al desierto a sacrificar (cap. 5: 1- 3), lo había llevado allí para ser sacrificado (cap. 10: 10). El segundo ruego de Moisés fue que se evitara que los paganos se regocijaran en triunfo sobre Israel.
13.
Acuérdate de Abraham.
En tercer lugar, Moisés le recuerda a Dios sus promesas a Abrahán (Gén. 15: 5; 17: 2-8), a Isaac (Gén. 26: 4), y a Jacob (Gén. 28: 14; 35: 11). Hasta ese momento las promesas sólo habían tenido cumplimiento parcial, pero seguramente Dios no faltaría a su palabra.
14.
Jehová se arrepintió.
El Señor se conmovió por la oración ferviente y desinteresada de su fiel siervo. Dios no podía rechazar los ruegos de uno que pensaba más en su pueblo que en su propia exaltación y honor. ¡Qué tributo para el carácter de Moisés! ¡Qué revelación del amor divino! (Juan 3: 16; Fil. 2: 5-8). Las palabras "Jehová se arrepintió" son un débil intento de expresar la voluntad divina en lenguaje humano. En realidad, Dios no puede cambiar de propósito, porque conoce "lo por venir desde el principio" (1 Sam. 15: 29; Isa. 46: 9, 10; 55: 11). Sin embargo, cuando los pecadores abandonan el pecado y se vuelven a él, cuando sus hijos le suplican misericordia y perdón, entonces Dios se "arrepiente". Cambia de la ira a la misericordia, del castigo al generoso perdón (Sal. 106: 44, 45; Jer. 18: 5-10; 26: 3; Joel 2: 12-14; Jon. 3: 9, 10; 4: 2).
15.
En su mano.
Es decir, en ambas manos (Deut.9: 15).
17.
Cuando oyó Josué.
Al bajar, Moisés se encontró con Josué, quien había permanecido donde Moisés lo había dejado seis semanas antes (cap. 24: 12-18). juntos emprendieron el descenso. Como soldado, Josué pensó que el sonido proveniente del campamento era ruido de guerra, pero Moisés, prevenido por Dios de que algo andaba mal, sospechó cuál era la verdadera naturaleza del ruido. El trecho final del descenso del monte Sinaí no les permitía ver la llanura, de modo que los sonidos se oían antes de verse qué los causaba. Quizá los montículos de la base del monte escondían de la vista lo que ocurría (ver com. cap. 19: 1).
19.
Cuando él llegó.
Las ceremonias religiosas de la mayoría de las naciones de la antigüedad incluían danzas como parte del culto. Entre los hebreos, éstas eran algunas veces solemnes y dignas, como la danza de David (2 Sam. 6: 14), y otras festivas y gozosas (ver com. Exo. 15: 20). Entre los paganos, y especialmente entre las naciones orientales, tales danzas tenían un carácter relajado y lascivo. Los bailarines egipcios eran expertos del tipo más degradado, y su danza era sensual e indecente. En Siria, el Asia Menor y Babilonia, la danza constituía una orgía desenfrenada. Este era el tipo de baile al que se habían entregado los israelitas, lo que explica la tremenda ira de Moisés. Era idolatría de la peor clase. No es extraño que arrojara las tablas violentamente al suelo y las quebrara. Al hacerlo indicó que así como ellos habían quebrantado su pacto con Dios, así también Dios 679 había quebrantado su pacto con ellos (Deut. 9:17; PP 331).
20.
Tomó el becerro.
Compárese este incidente con la acción similar de Josías (2 Rey. 23: 1-27).
Esparció.
Puesto que estas "aguas" eran "el arroyo" que descendía del monte (Deut. 9: 21 ), y no había otra agua, al tomarla los israelitas se arriesgaban a tragar partículas de oro, De este modo el instrumento de su pecado se transformó en instrumento de su castigo. El pecado paga con su misma moneda (Sal. 7:15, 16; 9: 15; Prov. 1: 31, 32; 5: 22). Al destruir completamente el becerro de oro, Moisés le enseñó al pueblo la total inutilidad y vanidad de un ídolo (1 Cor. 8: 4). Si el becerro no podía salvarse a si mismo, ciertamente no podría salvar a sus adoradores (Sal. 115: 3-9; Isa. 46: 5-7).
21.
Dijo Moisés a Aarón.
Luego de haber destruido el ídolo, Moisés naturalmente se volvió al que había quedado a cargo del pueblo y que, por lo tanto, debería haber resistido y detenido esta apostasía (cap. 24: 14). Moisés no quería decir que el pueblo le hubiese hecho algo a Aarón; la pregunta fue formulada como reproche, como reprensión. Si Aarón se hubiese mantenido firme, tal vez no hubiera sucedido este incidente pecaminoso (PP 326-327).
22.
Tú conoces al pueblo.
En vez de aceptar humildemente la responsabilidad de su idolatría, Aarón se excusó culpando al pueblo. Al hacerlo, mostró ser un auténtico descendiente de Adán y Eva (Gén. 3: 12, 13). ¡Qué contraste con el espíritu de Moisés! (Ver com. Exo. 32: 10-14, 32.)
24.
Y salió este becerro.
A fin de justificar aún más su conducta, Aarón insinuó que se había realizado un milagro, que un poder sobrenatural había convertido el oro echado en el fuego en "este becerro". El poder fascinador del pecado hace que hombres que en otras circunstancias razonan cuerdamente, se dediquen a racionalizar su proceder. Aarón hubiera sido destruido por causa de su pecado, si no hubiese sido por la fervorosa intercesión de Moisés en su favor (Deut. 9: 20). A causa de ser Aarón el dirigente durante la ausencia de Moisés, su pecado era tanto más condenable. "A todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará" (Luc. 12: 48).
25.
Estaba desenfrenado.
Es decir, la gente estaba dando rienda suelta a sus pasiones desenfrenadas. Todo freno moral había sido totalmente abandonado. La gente estaba prácticamente amotinada, había llegado a un frenesí total. Se había transformado en una turba incontrolable. Aarón era responsable de la orgía porque había hecho el becerro y había proclamado la fiesta.
Para vergüenza.
Quizá algunos de los amalecitas (ver Exo. 17: 8-16) estaban aún en las cercanías contemplando este tumulto y sus indecencias licenciosas.
26.
Se puso Moisés.
No pudiendo detener este vil espectáculo, y creyendo que debía recurrirse a una acción más enérgica, Moisés se puso "a la puerta del campamento" y convocó a todos los que quisieran unirse con él para aquietar este disturbio. En la guerra entre el bien y el mal no hay neutralidad posible. O estamos del lado de Dios o del lado de Satanás. No hay terreno intermedio (Jos. 24: 14, 15; 1 Rey. 18: 21; Mat. 6: 24). La prueba final de que se está del lado del Señor está en permanecer fiel cuando los que nos rodean están apostatando. El de carácter débil se pone de parte de la multitud (Mat. 7: 13, 14). La piedad valiente se manifiesta en poder resistir la influencia de las multitudes. Demanda valor el ser singular (Dan. 3: 14-18). Solos entre sus hermanos, los "hijos de Leví" se pusieron del lado del Señor. No habían participado del culto idolátrico.
27.
Cada uno su espada.
Dondequiera que los levitas viesen a alguien que todavía persistiera en tomar parte en los ritos licenciosos, debían matarlo con la espada, sin tener en cuenta ni lazos de familia ni de amistad (Deut. 33: 8, 9; Eze. 9: 6). Era necesario recurrir a una acción resuelta para aplastar la rebelión. Jesús aclaró que ningún vinculo terrenal debe interferir con nuestro cumplimiento del deber para con él (Mat. 8: 21, 22; 10: 37). Así el lugar de fiesta se tornó en lugar de muerte. Esta ejecución sumaria de quienes habían presidido al pueblo en la idolatría era necesaria para demostrar a los pueblos circundantes el odio con que Dios consideraba el culto pagano. Y su propio pueblo debía convencerse de que Dios no toleraría tal iniquidad. Si Dios hubiese permitido que este delito pasase sin ser severamente castigado, en el futuro los judíos hubieran cedido más fácilmente ante las tentaciones de la idolatría. Como amante 680 protector de Israel, Dios quitó de entre ellos a quienes estaban decididos a seguir en su conducta rebelde, para que no llevaran a otros a la ruina. Algunas veces Dios, en su misericordia, permite que perezcan unos pocos a fin de salvar a muchos. Además, si el pecado hubiese persistido, Dios no podría haberlos protegido, y hubieran caído, indefensos, ante sus enemigos.
29.
Os habéis consagrado.
Moisés pronuncia el favor del cielo sobre los levitas, quienes de todo corazón se le habían unido para castigar a los idólatras. La palabra hebrea traducida "consagración" tiene la idea de ser ordenado para un oficio sagrado. En este caso, también implica la bendición especial que Dios tenía reservada para los levitas, el honor de ser escogidos para servir en el santuario (Núm. 3: 5-9; 18: 1-7; Deut. 10: 8).
30.
Al día siguiente.
Esto sugiere que finalmente el pueblo se había dado cuenta de su gran culpa y estaba aterrorizado pensando que todos los culpables serían muertos. El amor y la misericordia de Moisés hacia su pueblo lo llevaron a interceder nuevamente ante el Señor en su favor. Hay aquí una profunda lección que los ministros del Evangelio debieran examinar bien. Si bien es cierto que, como pastores del rebaño, debieran amar a sus miembros y atraerlos hacia Dios, también deben mostrar al pueblo sus transgresiones (Isa. 58: l). Al mismo tiempo, deben rogar fervorosamente a Dios pidiendo el perdón del pecado mediante la misericordia de Cristo.
31.
Este pueblo.
Moisés había hablado con Dios haciendo referencia a los israelitas como "tu pueblo" (vers. 1l). Aquí, pensando en la gravedad del pecado que los hacía indignos de ser llamados pueblo de Dios, se refiere a ellos como "este pueblo".
32.
Que perdones ahora su pecado.
Mejor: "Si te dignas perdonar su pecado..." (BJ). En el hebreo, se trata de una frase condicional inconclusa. Tan conmovido estaba Moisés al dirigir su ruego a Dios, que no completó la oración. Esta podría haber terminado con un "entonces estaré conforme", o "no hablaré más del asunto". Otros ejemplos de esta construcción se encuentran en Luc. 13: 9; 19: 42.
Ráeme.
Tan grande era el amor que Moisés sentía por sus hermanos descarriados, que si no podía impedir su destrucción, por lo menos no quería verla (ver Núm. 11: 15). Estaba dispuesto a no estar registrado "entre los vivientes" (ver Isa. 4: 3). Estaba dispuesto a entregar su propia vida, si eso podía servir para hacer expiación por el pecado de ellos. Estaba dispuesto a llevar su culpa, en esta vida y en la venidera, a fin de conseguir su perdón. Pablo manifestó una abnegación similar para con los judíos de sus días (Rom. 9: 1-3). Moisés realizó muchas acciones nobles, pero ésta fue la más noble de todas. No es fácil estimar la medida del amor poseído por hombres como Moisés y Pablo, pues nuestras limitadas facultades mentales no lo comprenden más de lo que un niñito puede comprender el valor de los héroes. Moisés es un símbolo del Buen Pastor, que puso su vida por sus ovejas (Juan 10: 11, 15), que fue "cortado de la tierra de los vivientes", por la rebelión de su pueblo (Isa. 53: 8; Dan. 9: 26; Juan 15: 13).
De tu libro.
Esta frase se refiere al "libro de la vida", en el cual están registrados los nombres de todos aquellos que han profesado ser hijos de Dios (Sal. 69: 28; Dan. 12: 1; Fil. 4: 3; Apoc. 3: 5; 13: 8; 17: 8; 20: 12, 15; 21: 27). Aquellos que se apartan de Dios, los que debido a su falta de disposición para abandonar el pecado, se endurecen para resistir la influencia del Espíritu Santo (Gén. 6: 3; Efe. 4: 30; Heb. 10: 29; 1 Tes. 5: 19), serán borrados del libro de la vida y serán destruidos.
33.
Al que pecare contra mí.
En general la Biblia enseña que cada uno debe llevar su propio castigo (Deut. 24: 16; 2 Rey. 14: 6; Sal. 49: 7, 8; Jer. 31: 29, 30; Eze. 18: 20). Solamente existe una expiación vicaria aceptable según la Palabra de Dios, y ésa es la expiación de Jesucristo, el cual al no tener pecado, podía ser castigado por los pecados de otros (Isa. 53: 5, 6; Juan 1: 29; 1 Cor. 15: 3; Heb. 9: 28; 1 Ped. 2: 24). En su intercesión por Israel, Moisés simbolizó la intercesión de Cristo por los pecadores. Pero no podía llevar la culpa de los transgresores como lo hizo nuestro Señor.
34.
En el día del castigo.
Se ha sugerido que esto pueda referirse a la afirmación de que ninguno de los que había salido de Egipto podría entrar en Canaán (Núm. 14: 26-35).
35.
Jehová hirió.
Luego de la matanza de los 3.000 (vers. 28) se declaró una plaga en el campamento. Aun ésta era una evidencia de la misericordia divina, para hacer resaltar el peligro de ceder al pecado. Aunque Dios estaba dispuesto a perdonar a los suyos, si ellos podían obtener demasiado fácilmente ese 681 perdón, serían más osados para cometer transgresiones otra vez. Debían estar persuadidos de los malos resultados de la iniquidad. El consuelo fue postergado a fin de que esa convicción pudiese arraigarse más profundamente.
En todo el trato de Dios con nosotros hoy, debiéramos estudiar para entender su propósito divino y aprender las lecciones que desea que aprendamos. De esta manera quiere desarrollar y fortalecer nuestro carácter.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-35 PP 325-337; 3T 296-304, 339-341; TM 97-100
1 PP 326; 3T 296, 339, 340; 4T 514
1-6 CM 268; PP 347
2 3T 296
2, 3 PP 327
3, 4 4T 514
4 PP 332; 3T 296, 300, 340; TM 97
4-6 PP 327
5 3T 340
5, 6 TM 97
6 CM 280; HAd 475; 3T 296, 340
7, 8 PP 328
9,10 3T 297
10-12 PP 329
10-14 TM 97
11 PR 12
11-14 3T 297, 340
14 PP 330; 3T 298
15 PP 330
15,16 PP 324; 3T 298
17, 18 PP 330; 3T 298
19 PE 163; 3T 298, 301, 341
19, 20 PP 331
20-23 TM 98
21-24 PP 331; 3T 298
25 TM 98
26 1JT 238; 2JT 213; 3JT 126; PR 108; 1T 337; 2T 607; 3T 272,279,518; 4T 447; 6T 465; 7T 10 26-28 PP 333; TM 99
26-29 3T 301
27, 28 PP 334
28 3T 303,342
30-34 PP 336
30-35 3T 303
31, 32 PE 163
32 DTG 391; SR 206
33 CS 537; PP 337; 3T 354


CAPÍTULO 33
1 Jehová rehusa ir con el pueblo como lo había prometido. 4 El pueblo murmura amenaza. 7 El tabernáculo es llevado fuera del campamento. 9 Jehova habla cara a cara con Moisés. 12 Moisés desea ver la gloria de Dios.
1 JEHOVA dijo a Moisés: Anda, sube de aquí, tú y el pueblo que sacaste de la tierra de Egipto, a la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob, diciendo: A tu descendencia la daré;
2 y yo enviaré delante de ti el ángel, y echaré fuera al cananeo y al amorreo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo
3 (a la tierra que fluye leche y miel); pero yo no subiré en medio de ti, porque eres pueblo de dura cerviz, no sea que te consuma en el camino.
4 Y oyendo el pueblo esta mala noticia, vistieron luto, y ninguno se puso sus atavíos.
5 Porque Jehová había dicho a Moisés: Di a los hijos de Israel: Vosotros sois pueblo de dura cerviz; en un momento subiré en medio de ti, y te consumiré. Quítate, pues, ahora tus atavíos, para que yo sepa lo que te he de hacer.
6 Entonces los hijos de Israel se despojaron de sus atavíos desde el monte Horeb.
7 Y Moisés tomó el tabernáculo, y lo levantó lejos, fuera del campamento, y lo llamó el Tabernáculo de Reunión. Y cualquiera que buscaba a Jehová, salía al tabernáculo de reunión que estaba fuera del campamento.
8 Y sucedía que cuando salía Moisés, al 682 tabernáculo, todo el pueblo se levantaba, y cada cual estaba en pie a la puerta de su tienda, y miraban en pos de Moisés, hasta que él entraba en el tabernáculo.
9 Cuando Moisés entraba en el tabernáculo, la columna de nube descendía y se ponía a la puerta del tabernáculo, y Jehová hablaba con Moisés.
10 Y viendo todo el pueblo la columna de nube que estaba a la puerta del tabernáculo, se levantaba cada uno a la puerta de su tienda y adoraba.
11 Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su compañero. Y él volvía al campamento; pero el joven Josué hijo de Nun, su servidor, nunca se apartaba de en medio del tabernáculo.
12 Y dijo Moisés a Jehová: Mira, tú me dices a mí: Saca este pueblo; y tú no me has declarado a quién enviarás conmigo. Sin embargo, tú dices: Yo te he conocido por tu nombre, y has hallado también gracia en mis ojos.
13 Ahora, pues, si he hallado gracia en tus Ojos, te ruego que me muestres ahora tu camino, para que te conozca, y halle gracia en tus ojos; y mira que esta gente es pueblo tuyo.
14 Y él dijo: Mi presencia irá contigo, y te daré descanso.
15 Y Moisés respondió: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no nos saques de aquí.
16 ¿Y en qué se conocerá aquí que he hallado gracia en tus ojos, yo y tu pueblo, sino en que tú andes con nosotros, y que yo y tu pueblo seamos apartados de todos los pueblos que están sobre la faz de la tierra?
17 Y Jehová dijo a Moisés: También haré esto que has dicho, por cuanto has hallado gracia en mis ojos, y te he conocido por tu nombre.
18 El entonces dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.
19 Y le respondió: Yo haré pasar todo mi bien delante de tu rostro, y proclamaré el nombre de Jehová delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y seré clemente para con el que seré clemente.
20 Dijo más: No podrás ver mi rostro; porque no me verá hombre, y vivirá.
21 Y dijo aún Jehová: He aquí un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña;
22 y cuando pase mi gloria, yo te pondré en una hendidura de la peña, y te cubriré con mi mano hasta que haya pasado.
23 Después apartaré mi mano, y verás mis espaldas; mas no se verá mi rostro.


l.
Anda.
Esto reafirma lo que el Señor le dijera a Moisés en el cap. 32: 34, luego de que Moisés le hubiera rogado a Dios que perdonase el pecado del pueblo cuando hizo el becerro de oro. Dios permanecería fiel a la promesa hecha a Abrahán, Isaac y Jacob (Gén. 12: 7; 26: 3; 28: 13).
3.
A la tierra.
Continúa aquí el pensamiento del vers. 1. El vers. 2 representa un paréntesis. Con amor Dios le dice a Israel que es mejor que él no los acompañe. Si nuevamente violaban su pacto, su presencia directa iba a provocar su destrucción completa. Hay veces cuando Dios en su misericordia se aparta de nosotros. Nunca nos obliga a aceptar su presencia (Mat. 13: 53-58).
4.
Vistieron luto.
Los israelitas comenzaron a darse cuenta de lo que significaría para ellos el estar separados del Señor. Un "ángel" no prometía la seguridad que Dios mismo podría darles. Había hondo pesar por la transgresión. El arrepentimiento es condición indispensable para lograr la restauración al favor divino pues no puede haber salvación sin él (Luc. 13: 8; Hech. 3: 19; Apoc. 2: 5, 16). Como señal de penitencia y humillación el pueblo se quitó sus "atavíos", o "galas" (BJ). El quitarse los adornos implica duelo y reforma (Gén. 35: 4; Eze. 26: 16). Los hombres probablemente llevaban pulseras, brazaletes y ajorcas. Estas últimas eran usadas por los egipcios.
5.
Subiré.
En respuesta al evidente arrepentimiento del pueblo de Israel, Dios le aseguró que no sería totalmente abandonado. No podía aún aceptar su cambio de corazón porque su arrepentimiento no había sido todavía lo suficientemente profundo (Ose. 6: 4; 7: 8, 14-16). Con esta demora Dios se proponía crear en sus corazones un ansia más profunda de tener comunión con él (Joel 2: 12, 13; Ose. 10: 12; DTG 170).
6.
Desde el monte Horeb.
Es decir que de ese momento en adelante, al menos por un tiempo, los israelitas dejaron de usar adornos, o "atavíos" (VVR) o "galas" (BJ), como señal 683 del sincero propósito que tenían de obedecer a Dios.
7.
Tomó el tabernáculo.
Era una tienda que se estaba usando provisoriamente hasta que se completara el más permanente "tabernáculo de reunión" (PP 337). Moisés no podía siempre ascender al monte Sinaí a fin de encontrarse con Dios, pues el campamento necesitaba de su supervisión, sobre todo en esos momentos. El hecho de que llevara la tienda lejos, "fuera del campamento", simbolizaba que la presencia de Dios se apartaba del pueblo a causa de su iniquidad.
Tabernáculo de reunión.
Mejor, "la tienda de reunión" (BJ). Hasta este lugar podrían acercarse quienes desearan volver al Señor, con verdadero arrepentimiento, confesando sus pecados y buscando la misericordia de Dios.
8.
Cuando salía Moisés.
Con temor y temblor los israelitas enfocaron su atención en la tienda de reunión para ver si Dios recibiría a su representante y les concedería una señal de haber sido restaurados a la protección divina. El mismo hecho de que el alejamiento de la presencia de Dios fuese tan sentido por el pueblo, prometía un arrepentimiento genuino.
9.
La columna de nube.
Esta señal, ya conocida por el pueblo, era evidencia de que Dios seguiría siendo su guía y protector (cap. 13: 21, 22).
12.
Mira, tú me dices a mí.
Los vers. 12 y 13 constituyen un ejemplo de la forma íntima en que hablaba Moisés con Dios (Núm. 12: 8). La amistad con Dios da a los hombres confianza para acercársele, porque la verdadera amistad echa fuera el temor (Heb. 4: 15, 16; 1 Juan 4: 18). Moisés deseaba fervientemente tener la información completa en cuanto a lo que el Señor se proponía hacer con su pueblo, y a quién designaría para dirigirlos. Moisés creyó que seguramente el Señor le revelaría esto, puesto que había "hallado gracia" ante sus ojos. Moisés le recordó a Dios que "esta gente es pueblo tuyo", implicando de esta manera que Dios tenía una responsabilidad para con ellos.
14.
Mi presencia.
El pedido de Moisés es concedido. La presencia de Dios mismo iría con ellos, y también les daría "descanso", es decir, la posesión de la tierra de Canaán (Deut. 3: 20; 12: 9, 10; 25: 19; Heb. 4: 8).
15.
Si tu presencia.
Moisés no estaba satisfecho aún. Dios había dicho literalmente: "Te daré descanso", en singular, lo que parecía restringir la bendición solamente para Moisés. Pero para Moisés esto no bastaba; la promesa debía también abarcar a "tu pueblo".
16.
Seamos apartados.
Es decir, diferentes de todas las otras naciones. La presencia de Dios estaba con ellos y ellos eran su pueblo (cap. 19: 5, 6).
17.
También haré esto.
Dios le concedió a Moisés lo que pedía. La "oración eficaz" de Moisés había logrado mucho (Sant. 5: 16). No "desmayó", y su pedido fue concedido (Luc. 18: 1). Las oraciones perseverantes, especialmente aquellas que se hacen en favor de otros, son una demostración de fe. Tales fueron las oraciones de Abrahán en favor de Sodoma (Gén. 18: 23-33), de Daniel por su pueblo (Dan. 9: 4-19), y la de Cristo por sus discípulos (Juan 17).
Te he conocido por tu nombre.
Moisés era amigo personal de Dios. En las tierras orientales, aún más que en el Occidente, la amistad personal sirve para abrir puertas que de otro modo permanecerían cerradas.
18.
Que me muestres tu gloria.
Aunque en su misericordia Dios había contestado sus oraciones en favor de Israel, Moisés anhelaba tener aún más evidencias del favor divino. En repetidas ocasiones ya había estado en la presencia misma de Dios, pero la solemne comprensión de la tarea que le tocaba le hacía sentir la necesidad de una comunión aún más íntima con Dios. Esto lo llevó a formular un pedido que hasta entonces nadie había hecho, pero que Moisés creía que lo fortalecería para la realización de la tarea que le había sido señalada. Había pedido mucho para su pueblo; no era incorrecto que ahora pidiese para sí mismo la seguridad de que en su trabajo lograría el éxito. Sabía bien que ningún poder terrenal podría ocupar el lugar de la presencia continua de Dios con él y del conocimiento logrado mediante una comunión personal con Dios (Jer. 9: 23, 24).
Muchas veces es una conciencia culpable la que nos hace rehuir la presencia del Señor de la vida. Esto ocurrió con nuestros primeros padres cuando "se escondieron" (Gén. 3: 8). Siendo que la vida de Moisés estaba en armonía con la voluntad de su Hacedor, él podía estar en la presencia del Señor sin tener temor. Cuanto más conoce un hombre a Dios, tanto más anhela conocerle. En la presencia 684 divina hay "plenitud de gozo" y delicias a su "diestra para siempre" (Sal. 16: 11).
19.
Yo haré pasar.
Lo que podría parecer presunción no lo fue en el caso de Moisés. El amor y el respeto mutuos acercaban al Creador a su criatura.
Mi bien.
Literalmente, "mi hermosura" o "mi excelencia". La LXX reza "mi gloria".
20.
No podrás ver.
Si ante la aparición de un ángel en la tumba del Cristo resucitado los soldados romanos quedaron como muertos (Mat. 28: 4), ¿qué podría esperarse cuando un hombre pecador entrase en la misma presencia de Dios? Jacob se maravilló de haber visto a Dios "cara a cara" y de haber quedado con vida (Gén. 32: 30).
21.
He aquí un lugar.
Las tradiciones referentes a la ubicación precisa de este lugar no tienen ningún valor. Esto debe haber ocurrido en la parte superior de la montaña.
22.
Te cubriré.
Las diversas precauciones aquí mencionadas tenían por objeto proteger a Moisés. El hombre nunca ha visto el rostro del Señor (Juan 1: 18; 6: 46; 1 Tim. 1: 17; 1 Juan 4: 12). No deja de haber armonía entre estos textos, que afirman que ningún hombre ha visto el rostro de Dios, y los muchos textos que nos dicen que Dios caminó entre los hombres en la persona de Jesucristo y fue visto por multitudes (1 Juan 1: 1-3; 1 Tim. 3: 16; etc.). En el primer grupo de textos, los escritores bíblicos están hablando de Dios en su gloria resplandeciente; en el segundo, de Dios "manifestado en carne", y por lo tanto con su gloria velada, El capítulo 33 comienza con el panorama del hombre que está desalentado y deprimido por causa de estar alejado de Dios, y acaba con la idea de que el hombre puede recibir seguridad y fuerza al acercarse a la presencia divina.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-23 PP 337-339
3-10 PP 337
11 CM 313; FE 343; PE 162; SR 167, 174, 206; TM 411
11, 12 PP 338
13 DTG 298; 3TS 384
14 DTG 298, 596; MeM 297; OE 431; PP 338; PR 231; 7T 221; 3TS 384
15 TM 508
15, 16 PP 338; 3TS 384
16 1T 283
17 PP 339; 3TS 384
18 2JT 269; MC 369, 406; OE 43 l; PP 339; 8T 321; TM 508; 3TS 384
18, 19 CC 8; 2JT 479; PVGM 268
19 CM 27; FE 178; 2JT 269; MC 370, 406; PP 339; 8T 322, 335; 3TS 384
20 PP 53
20-23 PP 339
21, 22 3TS 385
22 DMJ 29; HAp 292; 3JT 155; MC 406; 6T 47
22, 23 PE 162


CAPÍTULO 34
1 Las nuevas tablas de piedra. 5 Se proclama el nombre de Jehová. 8 Moisés invita a Jehová a ir en medio del pueblo. 10 Dios hace un pacto con el pueblo y lo insta a obedecer su ley. 28 Moisés desciende con las tablas después de haber pasado cuarenta días en el monte. 29 Su rostro resplandece y él lo cubre con un velo.
1 Y JEHOVA dijo a Moisés: Alísate dos tablas de piedra como las primeras, y escribiré sobre esas tablas las palabras que estaban en las tablas primeras que quebraste.
2 Prepárate, pues, para mañana, y sube de mañana al monte de Sinaí, y preséntate ante mí sobre la cumbre del monte.
3 Y no suba hombre contigo, ni parezca alguno en todo el monte; ni ovejas ni bueyes pazcan delante del monte.
4 Y Moisés alisó dos tablas de piedra como las primeras; y se levantó de mañana y subió al monte Sinaí, como le mandó Jehová, y llevó en su mano las dos tablas de piedra.
5 Y Jehová descendió en la nube, y estuvo allí con él, proclamando el nombre de Jehová.
6 Y pasando Jehová por delante de él, proclamó: ¡Jehová! ¡Jehová! fuerte, misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad;
7 que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado, y que de ningún modo tendrá por inocente al malvado; que visita la iniquidad de los padres sobre los hijos y sobre los hijos de los hijos, hasta la tercera y cuarta generación.
8 Entonces Moisés, apresurándose, bajó la cabeza hacia el suelo y adoró.
9 Y dijo: Si ahora, Señor, he hallado gracia en tus ojos, vaya ahora el Señor en medio de nosotros; porque es un pueblo de dura cerviz; y perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y tómanos por tu heredad.
10 Y él contestó: He aquí, yo hago pacto delante de todo tu pueblo; haré maravillas que no han sido hechas en toda la tierra, ni en nación alguna, y verá todo el pueblo en medio del cual estás tú, la obra de Jehová; porque será cosa tremenda la que yo haré contigo.
11 Guarda lo que yo te mando hoy; he aquí que yo echo de delante de tu presencia al amorreo, al cananeo, al heteo, al ferezeo, al heveo y al jebuseo.
12 Guárdate de hacer alianza con los moradores de la tierra donde has de entrar, para que no sean tropezadero en medio de ti.
13 Derribaréis sus altares, y quebraréis sus estatuas, y cortaréis sus imágenes de Asera.
14 Porque no te has de inclinar a ningún otro dios, pues Jehová, cuyo nombre es Celoso, Dios celoso es.
15 Por tanto, no harás alianza con los moradores de aquella tierra; porque fornicarán en pos de sus dioses, y ofrecerán sacrificios a sus dioses, y te invitarán, y comerás de sus sacrificios;
16 o tomando de sus hijas para tus hijos, y fornicando sus hijas en pos de sus dioses, harán fornicar también a tus hijos en pos de los dioses de ellas.
17 No te harás dioses de fundición.
18 La fiesta de los panes sin levadura guardarás; siete días comerás pan sin levadura, según te he mandado, en el tiempo señalado del mes de Abib; porque en el mes de Abib saliste de Egipto.
19 Todo primer nacido, mío es; y de tu ganado todo primogénito de vaca o de oveja, que sea macho.
20 Pero redimirás con cordero el primogénito del asno; y si no lo redimieres, quebrarás su cerviz. Redimirás todo primogénito de tus hijos; y ninguno se presentará delante de mí con las manos vacías.
21 Seis días trabajarás, mas en el séptimo día descansarás; aun en la arada y en la siega, descansarás.
22 También celebrarás la fiesta de las semanas, la de las primicias de la siega del trigo, y la fiesta de la cosecha a la salida del año.
23 Tres veces en el año se presentará todo varón tuyo delante de Jehová el Señor, Dios de Israel.
24 Porque yo arrojaré a las naciones de tu presencia, y ensancharé tu territorio; y ninguno codiciará tu tierra, cuando subas para presentarte delante de Jehová tu Dios tres veces en el año.
25 No ofrecerás cosa leudada junto con la sangre de mi sacrificio, ni se dejará hasta la mañana nada del sacrificio de la fiesta de la pascua.
26 Las primicias de los primeros frutos de tu tierra llevarás a la casa de Jehová tu Dios. No cocerás el cabrito en la leche de su madre.
27 Y Jehová dijo a Moisés: Escribe tú estas palabras; porque conforme a estas palabras he hecho pacto contigo y con Israel.
28 Y él estuvo allí con Jehová cuarenta días y cuarenta noches; no comió pan, ni bebió agua; y escribió en tablas las palabras del pacto, los diez mandamientos.
29 Y aconteció que descendiendo Moisés del monte Sinaí con las dos tablas del testimonio en su mano, al descender del monte, no sabía Moisés que la piel de su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios.
30 Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él.
31 Entonces Moisés los llamó; y Aarón y todos los príncipes de la congregación volvieron a él, y Moisés les habló.
32 Después se acercaron todos los hijos de 686 Israel, a los cuales mandó todo lo que Jehová le había dicho en el monte Sinaí.
33 Y cuando acabó Moisés de hablar con ellos, puso un velo sobre su rostro.
34 Cuando venía Moisés delante de Jehová para hablar con él, se quitaba el velo hasta que salía; y saliendo, decía a los hijos de Israel lo que le era mandado.
35 Y al mirar los hijos de Israel el rostro de Moisés, veían que la piel de su rostro era resplandeciente; y volvía Moisés a poner el velo sobre su rostro, hasta que entraba a hablar con Dios.


1.
Alísate dos tablas.
Es decir, "labra dos tablas" (BJ). Puesto que Moisés había quebrado las primeras tablas (cap. 32: 19), que eran "obra de Dios" (cap. 32: 16), se le manda ahora que se haga otras dos. Dios escribiría en ellas los Diez Mandamientos (Exo. 34: 28; Deut. 4: 13; 10: 4). Moisés no había pedido otro par de tablas; sencillamente había implorado el retorno al favor de Dios y la renovación del pacto. Pero Dios no podía conceder su favor sin exigir obediencia a su ley. Los dos son inseparables. Los hombres están más dispuestos a disfrutar de las recompensas de la vida correcta, que a vivir con corrección. Pero Dios insiste que sólo los obedientes pueden recibir las recompensas. No puede hacer pacto sino con los que estén dispuestos a aceptar su ley como regla de vida. Esto lo hace más por bien de ellos que por sí mismo.
El que se volviera a escribir la ley sobre tablas de piedra prueba que ésta es eterna e inalterable (Mat. 5: 17-19; Rom. 13: 8-10; Efe. 6: 2; Sant. 2: 8-12; 1 Juan 2: 3, 4; 5: 2, 3). A Moisés se le pidió que reemplazara las dos tablas de la ley, perdidas por su propia acción. Esto también nos ocurre si quebrantamos la ley de Dios; no podemos esperar volver al favor divino, a menos que nos pongamos nuevamente en la senda de la plena obediencia. El robo demanda el deber de la restitución; el insulto exige que se pida disculpa; y la calumnia que se haga una retractación de lo dicho.
2.
Para mañana.
Así Moisés tendría tiempo de preparar las nuevas tablas de piedra.
3.
No suba hombre contigo.
Ni aun Josué debía acompañar a Moisés (cf. caps. 24: 13; 32: 15-17). Las instrucciones dadas en esta oportunidad eran más estrictas que las que se habían dado anteriormente (cap. 19: 12, 13).
5.
Y Jehová descendió.
La "columna de nube" que había estado en la puerta de la tienda de la reunión (cap. 33: 10) ascendió al monte, y cuando Moisés llegó a la cima, permaneció allí con él.
6.
Y pasando Jehová.
Como había sido prometido en el cap. 33: 22, 23. El nombre del Señor representa su carácter, que según esta descripción, consta de tres cualidades fundamentales: misericordia, justicia y verdad. El primer lugar se le asigna a la misericordia puesto que la relación de Dios con nosotros se basa en ella (1 Juan 4: 7-12). Tenía especial importancia en esta ocasión cuando se había perdido el favor divino, y a no ser por su misericordia, ese favor no hubiera sido extendido de nuevo al pueblo. Hay seis diferentes formas en las cuales el Señor manifiesta su amor hacia su pueblo. Es "misericordioso y piadoso; tardo para la ira, y grande en misericordia y verdad; que guarda misericordia a millares, que perdona la iniquidad, la rebelión y el pecado". Sería difícil imaginar una declaración más completa de su estima y amor por los pecadores. Cuando el Señor se le reveló a Moisés en la zarza ardiente, declaró ser el "Yo soy", o sea "El que existe por sí mismo", lo que hace resaltar la gran diferencia existente entre él y todos los otros dioses.
En ese momento, en vista del pesar y de la humillación de Israel (Exo. 33: 4-6), hacia falta algo más para impartirles esperanza y seguridad. Por sí misma la ley no podía ser "misericordioso y piadosa". Sólo podía recalcar la rectitud, Se necesitaba una revelación suplementaria del bondadoso carácter de Dios. En la revelación que Moisés recibió del carácter de Dios, el Sinaí proclama no solamente la ley divina, sino también la gracia divina. Este hecho demuestra que no tiene fundamento la idea popular de que el Sinaí representa solamente la justicia y no la misericordia. La excelsa proclamación de la gracia, hecha en el Sinaí, de ninguna manera anulaba la ley ni desbarataba la justicia divina; más bien aclaraba la relación existente entre la gracia y la ley. En una crisis posterior, Moisés le recordó a Dios el equilibrio entre la justicia y la misericordia que había proclamado en esta ocasión (Núm. 14: 11-19).
Este mismo carácter inmutable de Dios es el que da hoy al pobre pecador desvalido la esperanza 687 de la vida eterna (Sal. 103: 8-14; 145: 8; Jer. 29: 11; 31: 3). En vista de que no se puede tener confianza en una persona que no sea verídica, Dios es totalmente digno de recibir nuestra confianza puesto que es "grande" en "verdad". La verdad está en la base misma del carácter moral; es lo opuesto de la hipocresía (Sal. 108: 4; 117: 2; Juan 14: 6; Sant. 3: 14).
7.
De ningún modo tendrá por inocente al malvado.
Dios es misericordioso para con los pecadores que se arrepienten, pero no puede debilitar su gobierno si no mantiene en alto su rectitud y justicia (Sal. 85: 10; 89: 14). La justicia de Dios es parte tan esencial de su naturaleza como su misericordia; sin ella Dios no podría ser Dios. La justicia es -como se ha demostrado- una consecuencia necesaria del verdadero amor divino, porque "un Dios todo misericordia es un Dios injusto". Sin justicia no podría haber misericordia. Aunque leemos en la Biblia que Dios se deleita en la misericordia (Miq. 7: 18), nunca leemos en las Escrituras que se deleite en hacer caer sus castigos sobre los hombres. Por el contrario, se dice que sus castigos le son "extraña obra" (Isa. 28: 21). Su amorosa bondad es abundante (Isa. 55: 7; Rom. 5: 20). Es la misericordia de Dios la que mitiga sus castigos y lo hace "longánime" (Lam. 3: 22; Rom. 2: 4).
En este pasaje queda claro que el amor divino determina la actitud de Dios hacia sus hijos por el mayor espacio que aquí se le concede en la descripción de su carácter y por el hecho de que los atributos de la misericordia preceden a los de la justicia. No es sólo Dios amante; "Dios es amor" (1 Juan 4: 16). El atributo del amor es parte real de su naturaleza esencial; sin el amor, no sería "Dios". Cuando el Señor debe castigarnos por causa de nuestros pecados, lo hace con amor, para nuestro propio bien, y no con ira. Como el cirujano, Dios podrá usar el bisturí de la tristeza para lograr la curación del alma enferma o herida por el pecado (Heb. 12: 5-11; Apoc. 3: 19).
9.
Si ahora.
Grandemente fortalecido en fe y ánimo por la proclamación del carácter divino, y confiando en la gracia de Dios, Moisés le ruega al Señor que emplee esa gracia para perdonar "nuestra iniquidad" y restaurar el pacto quebrantado. Quizá la falta de una clara visión espiritual le impidió a Moisés darse cuenta de que Dios ya había prometido todo esto el día anterior (cap. 33: 17).
10.
Yo hago pacto.
La disposición de Dios para renovar su pacto con Israel muestra dos hechos: (1) su fidelidad para con su pueblo, por causa de sus promesas a sus padres, y (2) el poder victorioso de la oración intercesora. En esta ocasión se hacen promesas adicionales no mencionadas anteriormente, tales como: la realización de milagros, el ensanchamiento del territorio y seguridad contra la invasión (vers. 24). Las bendiciones que se reciben al cooperar con Dios superan infinitamente a la comprensión humana (Efe. 3: 20).
Haré maravillas.
Estas habían de incluir el cruce del Jordán en seco (Jos. 3: 14-17), la caída de Jericó (Jos. 6: 15- 21), y la matanza de sus enemigos por el granizo (Jos. 10: 1-11).
Cosa tremenda.
"Cosas que causen temor" (BJ). No para dañar a Israel, sino a sus enemigos (Deut. 10: 21; Sal. 106: 22; 145: 6).
11.
Guarda lo que yo te mando.
Esta no es una referencia específica a los Diez Mandamientos, cuya observancia se volvía a exigir al escribirlos de nuevo en las dos nuevas tablas (vers. 28). Este mandato incluye las órdenes consignadas en los vers. 12-26. Cabe destacar que los mayores beneficios de parte de Dios se equilibran con la aceptación de parte del pueblo de mayores obligaciones. Cada victoria sobre el pecado trae consigo una visión más clara de Dios, mayores oportunidades y más responsabilidades.
13.
Derribaréis sus altares.
Esto comprende más que la orden correspondiente del "libro del pacto" (cap. 23: 24), donde sólo se mencionan las "estatuas". Con referencia a estos "altares", ver Núm. 23: 1, 29, 30; Juec. 2: 2; 1 Rey. 16: 32; 18: 26.
Sus imágenes de Asera.
"Bosques" (Val. ant.), "cipos" (BJ). Heb. 'asherim. Parecen haber sido objetos de adoración hechos de madera en forma de árboles truncados. Estas cepas de árboles, que posiblemente conservaban restos de algunas ramas, eran objetos de culto. Es probable que el bien conocido árbol sagrado de los asirios haya sido una 'asherah.
15.
No harás alianza.
Se detallan aquí en forma vívida los resultados nefastos de hacer alianzas con las naciones cananeas (vers. 12; cap. 23: 32, 33), de participar en los festejos idolátricos y de casarse con mujeres paganas (Juec. 2: 2, 11-13). Puesto que el Señor consideraba 688 a su pueblo como su esposa, la idolatría era conceptuada como adulterio Jer. 3: 1-5; Eze. 16:2; 2 Cor. 11: 2; Apoc. 19: 7-9; 21: 2). Se prohiben expresamente los "dioses de fundición" por causa del reciente pecado del becerro de oro.
21.
En la arada.
Aun en los tiempos de más trabajo, arada y siega, cuando la tentación de violar el sábado fuese mayor, debían descansar el sábado.
22.
La fiesta de las semanas.
A primera vista pareciera que aquí se ordena la observancia de tres fiestas diferentes. Sin embargo, puesto que la fiesta "de las primicias de la siega del trigo" y la "fiesta de las semanas" son una misma cosa (Lev. 23: 15-17; Núm. 28: 26), en total se trata sólo de dos fiestas. Ambas habían sido ordenadas en el "libro del pacto" (Exo. 23: 16).
23.
Todo varón.
Ver com. cap. 23: 14-17.
24.
Ensancharé tu territorio.
La primera promesa hecha a Abrahán y a su simiente de que recibiría tierras está registrada en Gén. 12: 5-7. Posteriormente, esta promesa fue ampliada hasta incluir todo el territorio entre el "río de Egipto" y el Eufrates (Gén. 15: 18; 1 Rey. 4: 21; 2 Crón. 9: 26).
Al contemplar la incomparable superioridad de Israel sobre todas las otras naciones, muchos se unirían voluntariamente con el pueblo escogido de Dios. De este modo se ensancharían los límites de Israel, hasta que finalmente "su reino abarcaría todo el mundo" (PVGM 272). Jerusalén permanecería para siempre (CS 21) y se transformaría en la metrópoli de toda la tierra (DTG 530).
26.
Las primicias de los primeros frutos.
El mejor seguro contra la idolatría lo constituiría la participación continua en el espíritu y la práctica del verdadero culto de acuerdo con lo prescrito por Dios. La fiel y debida observancia del sábado, de las grandes fiestas anuales, de las leyes de la redención, de los diversos sacrificios y de las instituciones similares, ordenadas para llevar a una consagración espiritual, los protegerían de las tentaciones y de los peligros del paganismo que encontrarían en la tierra prometida.
No cocerás.
Ver com. cap. 23: 19. La última parte de esta sección es paralela con la última porción del "libro del pacto" (cap. 23: 19).
27.
Estas palabras.
Es decir, las palabras de los vers, 10-26.
Conforme a estas palabras.
Dios cumpliría su parte del pacto siempre que el pueblo cumpliese fielmente lo que a él le tocaba.
28.
Cuarenta días.
Se repitió el mismo período de la permanencia anterior de Moisés con Dios en el monte (cap. 24: 18). Esta vez el pueblo resistió con éxito la prueba ocasionada por la ausencia de Moisés (cap. 34: 30-32).
No comió pan.
En esto también se repitió la experiencia anterior (Deut. 9: 9-12). La comunión de Moisés con el Señor le dio fuerza física, tornándose innecesarios el alimento y la bebida. Las necesidades del cuerpo no fueron sentidas porque los deseos del espíritu habían sido tan plenamente satisfechos (Sal. 16: 11). Elías (1 Rey. 19: 8) y Jesús (Mat. 4: 1, 2) son las únicas otras personas de quienes las Escrituras nos dicen que ayunaron por un período de la misma longitud. El sujeto tácito de la forma verbal "escribió" no debe ser Moisés sino "Dios" (Exo. 34:1; Deut. 10: 1-4).
29.
Después que hubo hablado con él.
Preferiblemente, "porque habló con él". El rostro radiante de Moisés no era sino un reflejo de la gloria divina (2 Cor. 3: 7). De manera similar, en ocasión de la transfiguración, la divinidad se dejó traslucir (Mat. 17: 2). En la ocasión anterior cuando Moisés había estado con Dios, no quedó en su rostro ninguna marca visible de la presencia divina (Exo. 24: 12- 18). Esta diferencia se debió, al menos en parte, al hecho de que desde su primer ascenso Moisés había pasado por una terrible prueba, y de esa amarga experiencia había salido como un mejor hombre, más puro y más apto para la íntima comunión con su Dios, y en parte a que el pueblo ahora estaba arrepentido y no era rebelde. Moisés había desplegado devoción, valor y celo al refrenar la apostasía.
Al rehusar ser el único progenitor de un pueblo a quien Dios se proponía adoptar en lugar del inicuo Israel (cap. 32: 10), y al ofrecerse a sí mismo en expiación por las transgresiones del pueblo (Exo. 32: 32; Juan 15: 13), había manifestado un espíritu de suprema abnegación. Desde esa ocasión persistió en la intercesión de todo corazón y desinteresada en favor de sus compatriotas (Exo. 33: 12-16). Teniendo en cuenta esta demostración de la más elevada devoción religiosa, reflejo del carácter de Dios mismo, era apropiado que se le permitiese el privilegio exclusivo de ver la gloria del Creador (caps. 33: 18-23; 34: 5-8). No es de maravillarse que su 689 rostro resplandeciese luego de tal experiencia. Indudablemente Pablo tuvo en cuenta a Moisés cuando escribió 2 Cor. 3: 18.
El que está lleno del Espíritu de Dios refleja el glorioso carácter del Eterno. De los que viven cerca de Dios mana una influencia que, aunque pase inadvertida para ellos como ocurrió con Moisés, tiene un marcado efecto sobre otros. Impresionamos más a los hombres, no por lo que luchamos por lograr, sino por lo que logramos inconscientemente.
30.
Tuvieron miedo.
Su mala conciencia había hecho sentir a Aarón y al pueblo que Dios aún estaba lejos de ellos, y se apartaron del radiante rostro de Moisés. Si hubiesen sido siempre obedientes a Dios, el gozo habría tomado el lugar del temor y habrían recibido con alegría la luz del cielo. Este reflejo de la gloria y de la majestad de Dios tenía el propósito de hacer ver a Israel el carácter sagrado de su ley y la gloria del Evangelio revelado por medio de Cristo. Ambos le habían sido presentados a Moisés en el monte. Esa luz divina simbolizaba la gloria de la dispensación de la cual Moisés era el mediador visible (2 Cor. 3: 7, 11, 14; PP 340).
33.
Y cuando acabó Moisés de hablar.
Mientras Moisés le contaba al pueblo "todo lo que Jehová le había dicho" (vers. 32), su rostro estaba descubierto. Luego con un velo se cubrió el rostro ante la gente. Este velo representa a Jesucristo, quien veló su divinidad con humanidad a fin de que pudiera tener comunión con nosotros (Fil. 2: 5-11; DTG 14). Si el Hijo de Dios hubiese venido con la gloria del cielo, los hombres pecadores no podrían haber soportado su presencia. Pero como Hijo del hombre, pudo asociarse libremente con los pecadores y prepararlos para ser restaurados a la presencia misma de Dios.
34.
Cuando venía Moisés.
Es decir, cuando entraba en el "tabernáculo de reunión" (cap. 33: 7-10). Cuando salía nuevamente para hablarle al pueblo las palabras de Dios, dejaba su rostro descubierto hasta haber terminado de dar el mensaje. Esa luz santa añadía autoridad divina a su mensaje y daba evidencia permanente de que les hablaba en calidad de representante de Dios. Al igual que la luna, daba testimonio del sol ausente.
35.
Al mirar los hijos de Israel.
Luego de dar cada mensaje, Moisés volvía a cubrirse el rostro hasta entrar nuevamente en el "tabernáculo de reunión". En 2 Cor. 3: 7-18 el apóstol Pablo usa este velo del rostro de Moisés para representar la gloria velada del viejo pacto en contraste con la gloria descubierta e imperecedera del nuevo pacto. La gloria de Dios puede ser discernida a través del AT, aunque a menudo está velada por las imperfecciones de los hombres por medio de los cuales Dios llevaba a cabo su plan. En este pasaje Pablo habla del "velo" que llevaban sobre el "corazón" los judíos de su tiempo, para representar así su ceguera espiritual al no reconocer a Jesús de Nazaret como el Mesías de la profecía (Mat. 15: 24; 23: 16; Juan 9: 39-41). Nuestro Señor encontró dificultad en quitar esta ceguera aun de sus propios discípulos (Luc. 24: 25).
El que Moisés se hubiera quitado el velo es también símbolo de la manera en la cual el creyente cristiano puede mirar "a cara descubierta", o sea sin velo, "la gloria del Señor" como una promesa de que él también será transformado "de gloria en gloria en la misma imagen" (2 Cor. 3: 18). "La gloria reflejada en el semblante de Moisés representa las bendiciones que, por medio de Cristo, ha de recibir el pueblo que observa los mandamientos de Dios" (PP 341).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1-35 PP 340, 341
5-7 DMJ 87
6 CS 21; DMJ 25; DTG 11, 270; Ed 19, 33, 38; FE 177; MC 370; 8T 322
6, 7 CC 8; CH 204; CS 555, 596, 685; DMJ 45; DTG 179; 2JT 479; MC 406; PP 680; PR 221, 232; PVGM 148, 268; 5T 633
6-8 CM 27; FE 178
6-10 PP 339
7 CH 19, 37, 49, 112; EC 18; DMJ 26; PP 502; Te 75
14 3T 238, 248
19, 20 HAp 271; 1JT 547
24 PP 578
28 PP 323, 340
29 LS 245; OE 150; PE 15; PP 340; 3T 354; 4T 342; 3TS 385
30 PP 340; 4T 343
30, 31 3T 354
33 PP 341; 3T 355; 4T 343


CAPÍTULO 35
1 El sábado. 4 La ofrenda para el tabernáculo. 20 El pueblo da con abundancia. 30 Bezaleel y Aholiab son llamados a la obra.
1 MOISES convocó a toda la congregación de los hijos de Israel y les dijo: Estas son las cosas que Jehová ha mandado que sean hechas:
2 Seis días se trabajará, mas el día séptimo os será santo, día de reposo* para Jehová; cualquiera que en él hiciere trabajo alguno, morirá.
3 No encenderéis fuego en ninguna de vuestras moradas en el día de reposo*.
4 Y habló Moisés a toda la congregación de los hijos de Israel, diciendo: Esto es lo que Jehová ha mandado:
5 Tomad de entre vosotros ofrenda para Jehová; todo generoso de corazón la traerá a Jehová; oro, plata, bronce,
6 azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras,
7 pieles de carneros teñidas de rojo, pieles de tejones, madera de acacia,
8 aceite para el alumbrado, especias para el aceite de la unción y para el incienso aromático,
9 y piedras de ónice y piedras de engaste para el efod y para el pectoral.
10 Todo sabio de corazón de entre vosotros vendrá y hará todas las cosas que Jehová ha mandado:
11 el tabernáculo, su tienda, su cubierta, sus corchetes, sus tablas, sus barras, sus columnas y sus basas;
12 el arca y sus varas, el propiciatorio, el velo de la tienda;
13 la mesa y sus varas, y todos sus utensilios, y el pan de la proposición;
14 el candelero del alumbrado y sus utensilios, sus lámparas; y el aceite para el alumbrado;
15 el altar del incienso y sus varas, el aceite de la unción, el incienso aromático, la cortina de la puerta para la entrada del tabernáculo;
16 el altar del holocausto, su enrejado de bronce y sus varas, y todos sus utensilios, y la fuente con su base;
17 las cortinas del atrio, sus columnas y sus basas, la cortina de la puerta del atrio;
18 las estacas del tabernáculo, y las estacas del atrio y sus cuerdas;
19 las vestiduras del servicio para ministrar en el santuario, las sagradas vestiduras de Aarón el sacerdote, y las vestiduras de sus hijos para servir en el sacerdocio.
20 Y salió toda la congregación de los hijos de Israel de delante de Moisés.
21 Y vino todo varón a quien su corazón estimuló, y todo aquel a quien su espíritu le dio voluntad, con ofrenda a Jehová para la obra del tabernáculo de reunión y para toda su obra, y para las sagradas vestiduras.
22 Vinieron así hombres como mujeres, todos los voluntarios de corazón, y trajeron cadenas y zarcillos, anillos y brazaletes y toda clase de joyas de oro; y todos presentaban ofrenda de oro a Jehová.
23 Todo hombre que tenía azul, púrpura, carmesí, lino fino, pelo de cabras, pieles de carneros teñidas de rojo, o pieles de tejones, lo traía.
24 Todo el que ofrecía ofrenda de plata o de bronce traía a Jehová la ofrenda; y todo el que tenía madera de acacia la traía para toda la obra del servicio.
25 Además todas las mujeres sabias de corazón hilaban con sus manos, y traían lo que habían hilado: azul, púrpura, carmesí o lino fino.
26 Y todas las mujeres cuyo corazón las impulsó en sabiduría hilaron pelo de cabra.
27 Los príncipes trajeron piedras de ónice, y las piedras de los engastes para el efod y el pectoral,
28 y las especias aromáticas, y el aceite para el alumbrado, y para el aceite de la unción, y para el incienso aromático.
29 De los hijos de Israel, así hombres como mujeres, todos los que tuvieron corazón voluntario para traer para toda la obra, que Jehová había mandado por medio de Moisés que hiciesen, trajeron ofrenda voluntaria a Jehová.
30 Y dijo Moisés a los hijos de Israel: 691 Mirad, Jehová ha nombrado a Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá;
31 y lo ha llenado del Espíritu de Dios, en sabiduría, en inteligencia, en ciencia y en todo arte,
32 para proyectar diseños, para trabajar en oro, en plata y en bronce,
33 y en la talla de piedras de engaste, y en obra de madera, para trabajar en toda labor ingeniosa.
34 Y ha puesto en su corazón el que pueda enseñar, así él como Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan;
35 y los ha llenado de sabiduría de corazón, para que hagan toda obra de arte y de invención, y de bordado en azul, en púrpura, en carmesí, en lino fino y en telar, para que hagan toda labor, e inventen todo diseño.


1.
Toda la congregación.
Ahora los israelitas estaban listos para comenzar a construir y levantar el tabernáculo que ya se había planeado (caps. 25-31), pero cuya ejecución se había demorado a causa de su apostasía (cap. 32; PP 356). Puesto que todos tenían un interés vital en la construcción del tabernáculo debido a su participación mediante sus ofrendas (cap. 25: 2-7) y su trabajo (caps. 28: 3; 35: 10,25; 36: 4; 39: 42), Moisés "convocó" al pueblo para darle las instrucciones preliminares.
2.
Seis días.
Los hebreos habrían de estar ocupados en una empresa sagrada y podrían llegar a pensar que ésta fuese una excusa para trabajar en sábado. Pero no debían permitir que la naturaleza sagrada de su obra los engañara llevándolos a descuidar la sagrada observancia de ese día o a pisotear las horas sagradas. En esto hay una lección para los ministros y las demás personas que hacen la obra de Dios en el día de Dios. La construcción del tabernáculo, mediante diversos expertos y con diferentes materiales, era un asunto secular, y por lo tanto no constituía una ocupación apropiada para el santo día de Dios.
3.
No encenderéis fuego.
Antaño encender un fuego exigía considerable esfuerzo. El clima relativamente cálido de la zona del Sinaí hacía innecesaria la calefacción, y el fuego sólo hubiera servido para cocinar. Puesto que no era indispensable para la salud comer alimentos calientes en tal clima, no se debía preparar comida caliente en sábado (ver com. cap. 16: 23). Este mandato es observado estrictamente todavía, aun en lugares de clima frío, por los judíos caraítas, quienes no permiten encender ni luz ni fuego en sus casas durante el día sábado. Sin embargo, muchos judíos consideran que esta orden era de carácter transitorio, y encienden luces y fuego, incluso en Israel. Pero los judíos ortodoxos estrictos no cocinan hoy ningún alimento en día sábado.
18.
Las estacas.
Se trata de estacas clavadas en el suelo para sostener las cuerdas que, a su vez, mantenían en su lugar la tienda que cubría el tabernáculo y los postes del cerco del atrio.
25.
Hilaban.
El hilado era una ocupación habitual entre las mujeres de ese tiempo, desde las más ricas hasta las más humildes. Había trabajo para todos en la construcción del tabernáculo y de sus enseres. Dios considera que toda obra realizada para él es de gran valor e importancia, ya sea la contribución de los "príncipes" que trajeron "piedras de ónice" y piedras preciosas y las costosas "especias aromáticas" (vers. 27, 28), o el trabajo de las humildes mujeres que "hilaron pelo de cabra" (vers. 26). Ver en los caps. 25 al 31 las instrucciones detalladas para la construcción del tabernáculo.
29.
Ofrenda voluntaria.
El espíritu de generosidad manifestado por el pueblo de Israel debe haber agradado a Dios, porque "Dios ama al dador alegre" (2 Cor. 9: 7). No significa tanto la cantidad que se da (Luc. 21: 3), como el espíritu con el que se lo da (vers. 4). La buena voluntad y la fidelidad son lo que hace aceptable nuestro servicio a Dios (PVGM 383), y él nos recompensa de acuerdo con la generosidad del propósito divino (PVGM 379).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
5 MB 305
20-22 SR 151
21 Ed 277; MB 306; PR 44 692
21, 22 PP 357
21-25 EC 454
22 4TS 66
23-28 PP 357
30, 31 PP 356
30-35 PR 45
CAPÍTULO 36
1 Los materiales ofrecidos son entregados a los artífices. 5 Se ordena al pueblo que deje de dar. 8 Las cortinas bordadas con querubines. 14 Las cortinas de pelo de cabra. 19 La cubierta de piel. 20 Las tablas con sus basas. 31 Las barras. 35 El velo. 37 El velo para la puerto.
1 ASÍ, pues, Bezaleel y Aholiab, y todo hombre sabio de corazón a quien Jehová dio sabiduría e inteligencia para saber hacer toda la obra del servicio del santuario, harán todas las cosas que ha mandado Jehová.
2 Y Moisés llamó a Bezaleel y a Aholiab y a todo varón sabio de corazón, en cuyo corazón había puesto Jehová sabiduría, todo hombre a quien su corazón le movió a venir a la obra para trabajar en ella.
3 Y tomaron de delante de Moisés toda la ofrenda que los hijos de Israel habían traído para la obra del servicio del santuario, a fin de hacerla. Y ellos seguían trayéndole ofrenda voluntaria cada mañana.
4 Tanto, que vinieron todos los maestros que hacían toda la obra del santuario, cada uno de la obra que hacía,
5 y hablaron a Moisés, diciendo: El pueblo trae mucho más de lo que se necesita para la obra que Jehová ha mandado que se haga.
6 Entonces Moisés mandó pregonar por el campamento, diciendo: Ningún hombre ni mujer haga más para la ofrenda del santuario. Así se le impidió al pueblo ofrecer más;
7 pues tenían material abundante para hacer toda la obra, y sobraba.
8 Todos los sabios de corazón de entre los que hacían la obra, hicieron el tabernáculo de diez cortinas de lino torcido, azul, púrpura y carmesí; las hicieron con querubines de obra primorosa.
9 La longitud de una cortina era de veintiocho codos, y la anchura de cuatro codos; todas las cortinas eran de igual medida.
10 Cinco de las cortinas las unió entre sí, y asimismo unió las otras cinco cortinas entre sí.
11 E hizo lazadas de azul en la orilla de la cortina que estaba al extremo de la primera serie; e hizo lo mismo en la orilla de la cortina final de la segunda serie.
12 Cincuenta lazadas hizo en la primera cortina, y otras cincuenta en la orilla de la cortina de la segunda serie; las lazadas de la una correspondían a las de la otra.
13 Hizo también cincuenta corchetes de oro, con los cuales enlazó las cortinas una con otra, y así quedó formado un tabernáculo.
14 Hizo asimismo cortinas de pelo de cabra para una tienda sobre el tabernáculo; once cortinas hizo.
15 La longitud de una cortina era de treinta codos, y la anchura de cuatro codos; las once cortinas tenían una misma medida.
16 Y unió cinco de las cortinas aparte, y las otras seis cortinas aparte.
17 Hizo además cincuenta lazadas en la orilla de la cortina que estaba al extremo de la primera serie, y otras cincuenta lazadas en la orilla de la cortina final de la segunda serie.
18 Hizo también cincuenta corchetes de bronce para enlazar la tienda, de modo que fuese una.
19 E hizo para la tienda una cubierta de pieles de carneros teñidas de rojo, y otra cubierta de pieles de tejones encima.
20 Además hizo para el tabernáculo las tablas de madera de acacia, derechas.
21 La longitud de cada tabla era de diez codos, y de codo y medio la anchura.
22 Cada tabla tenía dos espigas, para unirlas una con otra; así hizo todas las tablas del tabernáculo.
23 Hizo, pues, las tablas para el tabernáculo; veinte tablas al lado del sur, al mediodía. 693
24 Hizo también cuarenta basas de plata debajo de las veinte tablas: dos basas debajo de una tabla, para sus dos espigas, y dos basas debajo de otra tabla para sus dos espigas.
25 Y para el otro lado del tabernáculo, al lado norte, hizo otras veinte tablas,
26 con sus cuarenta basas de plata; dos basas debajo de una tabla, y dos basas debajo de otra tabla.
27 Y para el lado occidental del tabernáculo hizo seis tablas.
28 Para las esquinas del tabernáculo en los dos lados hizo dos tablas,
29 las cuales se unían desde abajo, y por arriba se ajustaban con un gozne; así hizo a la una y a la otra en las dos esquinas.
30 Eran, pues, ocho tablas, y sus basas de plata dieciséis; dos basas debajo de cada tabla.
31 Hizo también las barras de madera de acacia; cinco para las tablas de un lado del tabernáculo,
32 cinco barras para las tablas del otro lado del tabernáculo, y cinco barras para las tablas del lado posterior del tabernáculo hacia el occidente.
33 E hizo que la barra de en medio pasase por en medio de las tablas de un extremo al otro.
34 Y cubrió de oro las tablas, e hizo de oro los anillos de ellas, por donde pasasen las barras; cubrió también de oro las barras.
35 Hizo asimismo el velo de azul, púrpura, carmesí y lino torcido; lo hizo con querubines de obra primorosa.
36 Y para él hizo cuatro columnas de madera de acacia, y las cubrió de oro, y sus capiteles eran de oro; y fundió para ellas cuatro basas de plata.
37 Hizo también el velo para la puerta del tabernáculo, de azul, púrpura, carmesí y lino torcido, obra de recamador;
38 y sus cinco columnas con sus capiteles; y cubrió de oro los capiteles y las molduras, e hizo de bronce sus cinco basas.
3.
Toda la ofrenda.
La liberalidad del pueblo fue verdaderamente notable. Trajo tanto que el excedente de "materiales" estorbaba el progreso de la obra. Hubo una respuesta similar de parte del pueblo ante el pedido del rey Ezequías (2 Crón. 31: 4-10).
8.
Todos los sabios de corazón.
Este capítulo se asemeja mucho al cap. 26. Entre los puntos no mencionados previamente están los siguientes:
22.
Dos espigas, para unirlas una con otra.
Mejor "dos espigas paralelas" (BJ). Las espigas debían insertarse en las "basas" (cap. 26: 19).
27.
El lado occidental.
Es decir, la parte posterior.
La larga y precisa repetición de los detalles de la construcción del tabernáculo en la parte final de este libro debe haber tenido un propósito definido. Muestra la importancia del santuario y de todas sus partes en el plan divino de salvación. También hace resaltar la necesidad de obedecer en forma exacta y estricta los mandamientos divinos. Si a alguien se le hubiese podido conceder la prerrogativa de cambiar en algún detallecito las instrucciones divinas, esa persona debería haber sido Moisés; pero no se le concedió tal franquicia.
La exacta correspondencia entre detalle y detalle enseña la lección de que las órdenes de Dios deben observarse al pie de la letra. Estos cinco capítulos finales del Exodo ponen énfasis en la extrema exactitud con la cual Moisés, y los que trabajaban bajo él, llevaron a cabo todas las instrucciones dadas por Dios. Si se pedía "cincuenta corchetes" (cap. 26: 6), se hacían "cincuenta corchetes" (cap. 36: 13). Si aquí se pedía "cinco columnas" (cap. 26: 37), y allá "cuatro columnas" (cap. 26: 32), se hacían las cinco y las cuatro y se las montaba según las instrucciones (cap. 36: 36, 38). Si esta cortina debía ser hecha con el dibujo en la trama del tejido (cap. 26: 31) y aquella cortina debía ser adornada con bordados (cap. 26: 36), el bordador y el tejedor lo hacían así (cap. 36: 35, 37). No se descuidaba nada de lo ordenado. Solamente en uno o dos casos (especialmente en el cap. 36: 38) se hicieron pequeñas añadiduras, si no en las órdenes impartidas, por lo menos en aquéllas registradas. El mismo espíritu fue posteriormente reflejado por nuestro Señor en su ministerio (Juan 4: 34; 17: 4). Dios desaprueba cualquier alteración de sus mandamientos, cualquier tergiversación de ellos, cualquier cosa que se les reste o sume. No podemos mejorar el Evangelio ni la Palabra de Dios, ni hemos de intentar hacerlo (Deut. 4: 1, 2; 12: 32; Prov. 30: 5, 6). 694
La manera progresiva en que se levantó el tabernáculo, comenzando por la erección de la armazón, siguiendo por la cubierta interior, y luego las exteriores, y acabando con los detalles de tablas, barras y velos, representa la obra progresiva de la santificación en la experiencia del creyente. Luego de haber entregado por fe su corazón a Cristo su Salvador, el hombre crece en virtudes cristianas, hasta que su vida entera bien coordinada, "va creciendo para ser un templo santo en el Señor" (Efe. 2: 21, 22).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
1 PR 45
3, 5 EC 454
5 4TS 66
5-7 MB 306
6 PP 357; SR 152; 4TS 66


CAPÍTULO 37
1 El arca. 6 El propiciatorio con los querubines. 10 La mesa con sus accesorios. 17 El candelero con las lámparas e instrumentos. 25 El altar del incienso. 29 El aceite de la unción y el incienso.

1 HIZO también Bezaleel el arca de madera de acacia; su longitud era de dos codos y medio, su anchura de codo y medio, y su altura de codo y medio.
2 Y la cubrió de oro puro por dentro y por fuera, y le hizo una cornisa de oro en derredor.
3 Además fundió para ella cuatro anillos de oro a sus cuatro esquinas; en un lado dos anillos y en el otro lado dos anillos.
4 Hizo también varas de madera de acacia, y las cubrió de oro.
5 Y metió las varas por los anillos a los lados del arca, para llevar el arca.
6 Hizo asimismo el propiciatorio de oro puro; su longitud de dos codos y medio, y su anchura de codo y medio.
7 Hizo también los dos querubines de oro, labrados a martillo, en los dos extremos del propiciatorio.
8 Un querubín a un extremo, y otro querubín al otro extremo; de una pieza con el propiciatorio hizo los querubines a sus dos extremos.
9 Y los querubines extendían sus alas por encima, cubriendo con sus alas el propiciatorio; y sus rostros el uno enfrente del otro miraban hacia el propiciatorio.
10 Hizo también la mesa de madera de acacia; su longitud de dos codos, su anchura de un codo, y de codo y medio su altura;
11 y la cubrió de oro puro, y le hizo una cornisa de oro alrededor.
12 Le hizo también una moldura de un palmo menor de anchura alrededor, e hizo en derredor de la moldura una cornisa de oro.
13 Le hizo asimismo de fundición cuatro anillos de oro, y los puso a las cuatro esquinas que correspondían a las cuatro patas de ella.
14 Debajo de la moldura estaban los anillos, por los cuales se metían las varas para llevar la mesa.
15 E hizo las varas de madera de acacia para llevar la mesa, y las cubrió de oro.
16 También hizo los utensilios que habían de estar sobre la mesa, sus platos, sus cucharas, sus cubiertos y sus tazones con que se había de libar, de oro fino.
17 Hizo asimismo el candelero de oro puro, labrado a martillo; su pie, su caña, sus copas, sus manzanas y sus flores eran de lo mismo.
18 De sus lados salían seis brazos; tres brazos de un lado del candelero, y otros tres brazos del otro lado del candelero.
19 En un brazo, tres copas en forma de flor de almendro, una manzana y una flor, y en otro brazo tres copas en figura de flor de almendro, una manzana y una flor; así en los seis brazos que salían del candelero.
20 Y en la caña del candelero había cuatro copas en figura de flor de almendro, sus manzanas y sus flores, 695
21 y una manzana debajo de dos brazos del mismo, y otra manzana debajo de otros dos brazos del mismo, y otra manzana debajo de los otros dos brazos del mismo, conforme a los seis brazos que salían de él.
22 Sus manzanas y sus brazos eran de lo mismo; todo era una pieza labrada a martillo, de oro puro.
23 Hizo asimismo sus siete lamparillas, sus despabiladeras y sus platillos, de oro puro.
24 De un talento de oro puro lo hizo, con todos sus utensilios.
25 Hizo también el altar del incienso, de madera de acacia; de un codo su longitud, y de otro codo su anchura; era cuadrado, y su altura de dos codos; y sus cuernos de la misma pieza.
26 Y lo cubrió de oro puro, su cubierta y sus paredes alrededor, y sus cuernos, y le hizo una cornisa de oro alrededor.
27 Le hizo también dos anillos de oro debajo de la cornisa en las dos esquinas a los dos lados, para meter por ellos las varas con que había de ser conducido.
28 E hizo las varas de madera de acacia, y las cubrió de oro.
29 Hizo asimismo el aceite santo de la unción, y el incienso puro, aromático, según el arte del perfumador.


1.
Hizo también Bezaleel.
Este capítulo registra la ejecución de las instrucciones dadas en los caps. 25: 10-39; 30: 1-5, 23-25, 34, 35. Ver com. de esos pasajes. Bezaleel encargó a otros la mayor parte de la obra pero se reservó la construcción del arca, de los querubines y del propiciatorio. Esto se debía indudablemente a que el arca era el mueble más importante del santuario, puesto que era la morada de la Presencia sagrada. Bezaleel deseaba que fuese su obra maestra.
CAPÍTULO 38
1 El altar del holocausto. 8 La fuente de bronce. 9 El atrio. 21 Magnitud de la ofrenda del pueblo.
1 IGUALMENTE hizo de madera de acacia el altar del holocausto; su longitud de cinco codos, y su anchura de otros cinco codos, cuadrado, y de tres codos de altura.
2 E hizo sus cuernos a sus cuatro esquinas, los cuales eran de la misma pieza, y lo cubrió de bronce.
3 Hizo asimismo todos los utensilios del altar; calderos, tenazas, tazones, garfios y palas; todos sus utensilios los hizo de bronce.
4 E hizo para el altar un enrejado de bronce de obra de rejilla, que puso por debajo de su cerco hasta la mitad del altar.
5 También fundió cuatro anillos a los cuatro extremos del enrejado de bronce, para meter las varas.
6 E hizo las varas de madera de acacia, y las cubrió de bronce.
7 Y metió las varas por los anillos a los lados del altar, para llevarlo con ellas; hueco lo hizo, de tablas.
8 También hizo la fuente de bronce y su base de bronce, de los espejos de las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión.
9 Hizo asimismo el atrio; del lado sur, al mediodía, las cortinas del atrio eran de cien codos, de lino torcido.
10 Sus columnas eran veinte, con sus veinte basas de bronce; los capiteles de las columnas y sus molduras, de plata.
11 Y del lado norte cortinas de cien codos; sus columnas, veinte, con sus veinte basas de bronce; los capiteles de las columnas y sus molduras, de plata.
12 Del lado del occidente, cortinas de cincuenta codos; sus columnas diez, y sus diez basas; los capiteles de las columnas y sus molduras, de plata.
13 Del lado oriental, al este, cortinas de cincuenta codos;
14 a un lado cortinas de quince codos, sus tres columnas y sus tres basas; 696
15 al otro lado, de uno y otro lado de la puerta del atrio, cortinas de quince codos, con sus tres columnas y sus tres basas.
16 Todas las cortinas del atrio alrededor eran de lino torcido.
17 Las basas de las columnas eran de bronce; los capiteles de las columnas y sus molduras, de plata; asimismo las cubiertas de las cabezas de ellas, de plata; y todas las columnas del atrio tenían molduras de plata.
18 La cortina de la entrada del atrio era de obra de recamador, de azul, púrpura, carmesí y lino torcido; era de veinte codos de longitud, y su anchura, o sea su altura, era de cinco codos, lo mismo que las cortinas del atrio.
19 Sus columnas eran cuatro, con sus cuatro basas de bronce y sus capiteles de plata; y las cubiertas de los capiteles de ellas, y sus molduras, de plata.
20 Todas las estacas del tabernáculo y del atrio alrededor eran de bronce.
21 Estas son las cuentas del tabernáculo, del tabernáculo del testimonio, las que se hicieron por orden de Moisés por obra de los levitas bajo la dirección de Itamar hijo del sacerdote Aarón.
22 Y Bezaleel hijo de Uri, hijo de Hur, de la tribu de Judá, hizo todas las cosas que Jehová mandó a Moisés.
23 Y con él estaba Aholiab hijo de Ahisamac, de la tribu de Dan, artífice, diseñador y recamador en azul, púrpura, carmesí y lino fino.
24 Todo el oro empleado en la obra, en toda la obra del santuario, el cual fue oro de la ofrenda, fue veintinueve talentos y setecientos treinta siclos, según el siclo del santuario.
25 Y la plata de los empadronados de la congregación fue cien talentos y mil setecientos setenta y cinco siclos, según el siclo del santuario;
26 medio siclo por cabeza, según el siclo del santuario; a todos los que pasaron por el censo, de edad de veinte años arriba, que fueron seiscientos tres mil quinientos cincuenta.
27 Hubo además cien talentos de plata para fundir las basas del santuario y las basas del velo; en cien basas, cien talentos, a talento por basa.
28 Y de los mil setecientos setenta y cinco siclos hizo los capiteles de las columnas, y cubrió los capiteles de ellas, y las ciñó.
29 El bronce ofrendado fue setenta talentos y dos mil cuatrocientos siclos,
30 del cual fueron hechas las basas de la puerta del tabernáculo de reunión, y el altar de bronce y su enrejado de bronce, y todos los utensilios del altar,
31 las basas del atrio alrededor, las basas de la puerta del atrio, y todas las estacas del tabernáculo y todas las estacas del atrio alrededor.
1.
El altar del holocausto.
Los vers. 1-8 tienen que ver con los muebles del atrio (ver com. caps. 27: 1-5; 30: 18).
8.
Los espejos.
Los espejos no se mencionan antes de este versículo, pero solían hacerse de bronce prolijamente lustrado, y tenían forma redonda u ovalada. Tales espejos eran usados por las mujeres egipcias, como también por las mujeres de los otros países orientales, desde épocas muy remotas. Puesto que no se registra ninguna orden de Moisés que dispusiera que las mujeres entregaran sus espejos, ellas deben de haberlos ofrecido con un loable espíritu de consagrada abnegación. Es evidente que los espejos eran de gran valor para sus dueñas, y su dedicación a Dios fue un excelente ejemplo de consagración con sacrificio (Mat. 26: 6-13). Estas piadosas mujeres estimaban más el adorno del espíritu que el adorno de la apariencia externa (1 Ped. 3: 1-5). Su dádiva testificaba que amaban más a Dios que lo que se amaban a sí mismas.
9.
Hizo asimismo el atrio.
Con respecto a los vers. 9-20, ver com. cap. 27: 9-19.
24.
Todo el oro.
"Todo el oro" debe haber pesado 1.000 kg. (2.204 libras). Esto formaría un cubo de unos 37,25 cm (14 2/3 pulgadas) de lado. El oro era abundante en Egipto. Se lo importaba de Etiopía. También llegaba mucho oro al país de los faraones como tributo de las naciones sometidas.
25.
La plata.
El peso de la plata sería 3.440 kg. (7.582 libras). Las "cien basas" (vers. 27) concuerdan exactamente con el número total de basas consignadas en el cap. 26: 19, 21, 25, 32.
29.
El bronce.
El peso de este bronce era aproximadamente 2.421 kg. (5.337 libras). A 697 esto debe añadírsela el valor de las piedras preciosas, las especias, la madera, las telas, las diversas pieles de animales. Todo esto representa un elogio para la liberalidad del pueblo (ver Sal. 105: 37).
Cuando los hebreos salieron de Egipto, "pidieron" tesoros y objetos de valor de los egipcios (ver com. Exo. 3: 22; 12: 35, 36). Sin duda también acababan de adquirir considerables riquezas al derrotar a los amalecitas (cap. 17: 8-13).

CAPÍTULO 39
1 Los vestidos de los sacerdotes. 2 El efod. 8 El pectoral. 22 El manto del efod. 27 Las túnicas, la mitra y el cinto. 30 La lámina de la diadema santa. 32 Moisés aprueba la obra.

1 DEL azul, púrpura y carmesí hicieron las vestiduras del ministerio para ministrar en el santuario, y asimismo hicieron las vestiduras sagradas para Aarón, como Jehová lo había mandado a Moisés.
2 Hizo también el efod de oro, de azul, púrpura, carmesí y lino torcido.
3 Y batieron láminas de oro, y cortaron hilos para tejerlos entre el azul, la púrpura, el carmesí y el lino, con labor primorosa.
4 Hicieron las hombreras para que se juntasen, y se unían en sus dos extremos.
5 Y el cinto del efod que estaba sobre él era de lo mismo, de igual labor; de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido, como Jehová lo había mandado a Moisés.
6 Y labraron las piedras de ónice montadas en engastes de oro, con grabaduras de sello con los nombres de los hijos de Israel,
7 y las puso sobre las hombreras del efod, por piedras memoriales para los hijos de Israel, como Jehová lo había mandado a Moisés.
8 Hizo también el pectoral de obra primorosa como la obra del efod, de oro, azul, púrpura, carmesí y lino torcido.
9 Era cuadrado; doble hicieron el pectoral; su longitud era de un palmo, y de un palmo su anchura, cuando era doblado.
10 Y engastaron en él cuatro hileras de piedras. La primera hilera era un sardio, un topacio y un carbunclo; esta era la primera hilera.
11 La segunda hilera, una esmeralda, un zafiro y un diamante.
12 La tercera hilera, un jacinto, una ágata y una amatista.
13 Y la cuarta hilera, un berilo, un ónice y un jaspe, todas montadas y encajadas en engastes de oro.
14 Y las piedras eran conforme a los nombres de los hijos de Israel, doce según los nombres de ellos; como grabaduras de sello, cada una con su nombre, según las doce tribus.
15 Hicieron también sobre el pectoral los cordones de forma de trenza, de oro puro.
16 Hicieron asimismo dos engastes y dos anillos de oro, y pusieron dos anillos de oro en los dos extremos del pectoral,
17 y fijaron los dos cordones de oro en aquellos dos anillos a los extremos del pectoral.
18 Fijaron también los otros dos extremos de los dos cordones de oro en los dos engastes que pusieron sobre las hombreras del efod por delante.
19 E hicieron otros dos anillos de oro que pusieron en los dos extremos del pectoral, en su orilla, frente a la parte baja del efod.
20 Hicieron además dos anillos de oro que pusieron en la parte delantera de las dos hombreras del efod, hacia abajo, cerca de su juntura, sobre el cinto del efod.
21 Y ataron el pectoral por sus anillos a los anillos del efod con un cordón de azul, para que estuviese sobre el cinto del mismo efod y no se separase el pectoral del efod, como Jehová lo había mandado a Moisés.
22 Hizo también el manto del efod de obra de tejedor, todo de azul,
23 con su abertura en medio de él, como el cuello de un coselete, con un borde alrededor de la abertura, para que no se rompiese.
24 E hicieron en las orillas del manto granadas 698 de azul, púrpura, carmesí y lino torcido.
25 Hicieron también campanillas de oro puro, y pusieron campanillas entre las granadas en las orillas del manto, alrededor, entre las granadas;
26 una campanilla y una granada, otra campanilla y otra granada alrededor, en las orillas del manto, para ministrar, como Jehová lo mandó a Moisés.
27 Igualmente hicieron las túnicas de lino fino de obra de tejedor, para Aarón y para sus hijos.
28 Asimismo la mitra de lino fino, y los adornos de las tiaras de lino fino, y los calzoncillos de lino, de lino torcido.
29 También el cinto de lino torcido, de azul, púrpura y carmesí, de obra de recamador, como Jehová lo mandó a Moisés.
30 Hicieron asimismo la lámina de la diadema santa de oro puro, y escribieron en ella como grabado de sello: SANTIDAD A JEHOVA.
31 Y pusieron en ella un cordón de azul para colocarla sobre la mitra por arriba, como Jehová lo había mandado a Moisés.
32 Así fue acabada toda la obra del tabernáculo, del tabernáculo de reunión; e hicieron los hijos de Israel como Jehová lo había mandado a Moisés; así lo hicieron.
33 Y trajeron el tabernáculo a Moisés, el tabernáculo y todos sus utensilios; sus corchetes, sus tablas, sus barras, sus columnas, sus basas;
34 la cubierta de pieles de carnero teñidas de rojo, la cubierta de pieles de tejones, el velo del frente;
35 el arca del testimonio y sus varas, el propiciatorio;
36 la mesa, todos sus vasos, el pan de la proposición;
37 el candelero puro, sus lamparillas, las lamparillas que debían mantenerse en orden, y todos sus utensilios, el aceite para el alumbrado;
38 el altar de oro, el aceite de la unción, el incienso aromático, la cortina para la entrada del tabernáculo;
39 el altar de bronce con su enrejado de bronce, sus varas y todos sus utensilios, la fuente y su base;
40 las cortinas del atrio, sus columnas y sus basas, la cortina para la entrada del atrio, sus cuerdas y sus estacas, y todos los utensilios del servicio del tabernáculo, del tabernáculo de reunión;
41 las vestiduras del servicio para ministrar en el santuario, las sagradas vestiduras para Aarón el sacerdote, y las vestiduras de sus hijos, para ministrar en el sacerdocio.
42 En conformidad a todas las cosas que Jehová había mandado a Moisés, así hicieron los hijos de Israel toda la obra.
43 Y vio Moisés toda la obra, y he aquí que la habían hecho como Jehová había mandado; y los bendijo.


1.
Del azul.
Las vestimentas sacerdotales fueron hechas de acuerdo con las instrucciones registradas en el cap. 28.
3.
Batieron láminas de oro.
Aquí aparece por primera vez la explicación del método usado para preparar los hilos de oro para el bordado.
32.
Toda la obra.
Puesto que los israelitas no llegaron al monte Sinaí hasta el tercer mes (cap. 19: 1), y Moisés pasó casi tres meses con Dios (caps. 24: 18; 34: 28), la construcción del tabernáculo comenzó aproximadamente en el sexto o séptimo mes y fue completada antes del fin del año (cap. 40: 2; PP 361). Se ocuparon, pues, unos seis meses en esta construcción. La rapidez con que se acabó esta obra indica la dedicada aplicación, la habilidosa artesanía y la cooperación fraternal de todos los que participaron en la empresa, como también la bendición divina que acompañó sus esfuerzos.
43.
Y vio Moisés.
Al final de la creación Dios contempló toda la obra de sus manos. Al hallarla buena "en gran manera", pronunció sobre la creación una bendición (Gén. 1: 22, 28,31). El hombre había completado un "santuario" donde Dios prometía morar (Exo. 25: 8). Representaba los mejores esfuerzos del hombre y se había hecho "como Jehová había mandado" (cap. 39: 43). Con razón Moisés "bendijo" al pueblo por su labor de amor y consagración.
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
43 PP 361 699


CAPÍTULO 40
1 Dios ordena la construcción del tabernáculo. 9 Instrucciones para el ungimiento del tabernáculo. 13 Aarón y sus hijos han de ser santificados.16 Moisés ejecuta todas las instrucciones. 34 Una nube cubre el tabernáculo.

1 LUEGO Jehová habló a Moisés, diciendo.
2 En el primer día del mes primero harás levantar el tabernáculo, el tabernáculo de reunión;
3 y pondrás en él el arca del testimonio, y la cubrirás con el velo.
4 Meterás la mesa y la pondrás en orden; meterás también el candelero y encenderás sus lámparas,
5 y pondrás el altar de oro para el incienso delante del arca del testimonio, y pondrás la cortina delante a la entrada del tabernáculo.
6 Después pondrás el altar del holocausto delante de la entrada del tabernáculo, del tabernáculo de reunión.
7 Luego pondrás la fuente entre el tabernáculo de reunión y el altar, y pondrás agua en ella.
8 Finalmente pondrás el atrio alrededor, y la cortina a la entrada del atrio.
9 Y tomarás el aceite de la unción y ungirás el tabernáculo, y todo lo que está en él; y lo santificarás con todos sus utensilios, y será santo.
10 Ungirás también el altar del holocausto y todos sus utensilios; y santificarás el altar, y será un altar santísimo.
11 Asimismo ungirás la fuente y su base, y la santificarás.
12 Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua.
13 Y harás vestir a Aarón las vestiduras sagradas, y lo ungirás, y lo consagrarás, para que sea mi sacerdote.
14 Después harás que se acerquen sus hijos, y les vestirás las túnicas;
15 y los ungirás, como ungiste a su padre, y serán mis sacerdotes, y su unción les servirá por sacerdocio perpetuo, por sus generaciones.
16 Y Moisés hizo conforme a todo lo que Jehová te mandó; así lo hizo.
17 Así, en el día primero del primer mes, en el segundo año, el tabernáculo fue erigido.
18 Moisés hizo levantar el tabernáculo, y asentó sus basas, y colocó sus tablas, y puso sus barras, e hizo alzar sus columnas.
19 Levantó la tienda sobre el tabernáculo, y puso la sobrecubierta encima del mismo, como Jehová había mandado a Moisés.
20 Y tomó el testimonio y lo puso dentro del arca, y colocó las varas en el arca, y encima el propiciatorio sobre el arca.
21 Luego metió el arca en el tabernáculo, y puso el velo extendido, y ocultó el arca del testimonio, como Jehová había mandado a Moisés.
22 Puso la mesa en el tabernáculo de reunión, al lado norte de la cortina, fuera del velo,
23 y sobre ella puso por orden los panes delante de Jehová, como Jehová había mandado a Moisés.
24 Puso el candelero en el tabernáculo de reunión, enfrente de la mesa, al lado sur de la cortina,
25 y encendió las lámparas delante de Jehová, como Jehová había mandado a Moisés.
26 Puso también el altar de oro en el tabernáculo de reunión, delante del velo,
27 y quemó sobre él incienso aromático, como Jehová había mandado a Moisés.
28 Puso asimismo la cortina a la entrada del tabernáculo.
29 Y colocó el altar del holocausto a la entrada del tabernáculo, del tabernáculo de reunión, y sacrificó sobre él holocausto y ofrenda, como Jehová había mandado a Moisés.
30 Y puso la fuente entre el tabernáculo de reunión y el altar, y puso en ella agua para lavar.
31 Y Moisés y Aarón y sus hijos lavaban en ella sus manos y sus pies.
32 Cuando entraban en el tabernáculo de reunión, y cuando se acercaban al altar, se lavaban, como Jehová había mandado a Moisés.
33 Finalmente erigió el atrio alrededor del tabernáculo y del altar, y puso la cortina a la entrada del atrio. Así acabó Moisés la obra. 700
34 Entonces una nube cubrió el tabernáculo de reunión, y la gloria de Jehová llenó el tabernáculo.
35 Y no podía Moisés entrar en el tabernáculo de reunión, porque la nube estaba sobre él, y la gloria de Jehová lo llenaba.
36 Y cuando la nube se alzaba del tabernáculo, los hijos de Israel se movían en todas sus jornadas;
37 pero si la nube no se alzaba, no se movían hasta el día en que ella se alzaba.
38 Porque la nube de Jehová estaba de día sobre el tabernáculo, y el fuego estaba de noche sobre él, a vista de toda la casa de Israel, en todas sus jornadas.


2.
En el primer día.
Es decir, el primer día del mes de Abib o Nisán, lo que correspondería a fines de marzo o principios de abril. ¿Qué tarea mejor podría haber emprendido el pueblo en el primer día del nuevo año que la edificación de este lugar de culto?
3.
Pondrás en él el arca.
El arca del pacto era el mueble más importante del tabernáculo, el corazón mismo del santuario, la base del pacto (Deut. 4: 12, 13), el lugar de la presencia de Dios entre su pueblo (ver Exo. 25: 8, 21, 22). Por lo tanto, el arca fue el primer mueble ubicado dentro del tabernáculo. Las dos tablas de piedra va estaban dentro de ella (vers. 20, 21).
5.
Delante del arca.
No en el lugar santísimo, sino "delante del velo", frente al arca, pero en el lugar santo (vers. 26).
La cortina.
Es decir, la cortina del frente del tabernáculo, o sea del lado oriental (cap. 26: 36, 37).
10.
Un altar santísimo.
No porque fuera más santo que los otros muebles del tabernáculo, que se designan también como santísimos (cap. 30: 29). Se lo llamó así para que los israelitas se dieran cuenta constantemente de su naturaleza sagrada, por cuanto tenían más contacto con el altar que con el santuario y sus muebles.
15.
Los ungirás.
Parecería haber una diferencia entre el ungimiento del sumo sacerdote y el ungimiento de los sacerdotes comunes. En primer lugar, se derramaba el aceite sobre la cabeza de Aarón, luego se lo esparcía sobre su persona y sus vestimentas. En el caso de los sacerdotes comunes, parece haberse asperjado el aceite sobre ellos, y no habérselo derramado en sus cabezas (Lev. 8: 12, 30; Sal. 133: 2). Por causa de este ungimiento especial, se hace referencia al sumo sacerdote como "sacerdote ungido" (Lev. 4: 5, 16; 6: 22; 16: 32).
17.
Segundo año.
El segundo, si se contaba como primero el año en que salieron de Egipto. El primer aniversario del éxodo ocurrió dos semanas más tarde, el día 15 del primer mes (ver págs. 196, 197).
En el día primero.
En los vers. 17 al 33 se registra cuándo realmente se erigió el tabernáculo. Debido a la naturaleza portátil del tabernáculo, esto podía hacerse fácilmente en un día.
18.
Sus columnas.
Las columnas sostenían el "velo" interior y también las cortinas del lado oriental, o entrada del santuario (cap. 26:31, 32, 36, 37).
19.
La tienda sobre el tabernáculo.
En este pasaje queda clara la diferencia entre la "tienda", el "tabernáculo" y la "sobrecubierta". La "tienda" era la cubierta de pelo de cabra que cubría la armazón de madera que la sostenía. Sobre ésta estaban las cubiertas de pieles de carnero y de tejones (cap. 26: 14).
25.
Encendió las lámparas.
Moisés, como símbolo del gran Sumo Sacerdote, Cristo (Heb. 4: 15; 8: 1, 2), inauguró el servicio del santuario. No sólo encendió las "lámparas" y quemó "incienso aromático", sino que también ofreció sobre el altar del holocausto el primer sacrificio vespertino, "holocausto y ofrenda" (Exo. 29: 38-41; 40: 29).
30.
Puso la fuente.
Los vers. 31 y 32 son como un paréntesis que explica el propósito de la fuente, puesto que hasta este momento no se había explicado su uso.
33.
Acabó Moisés.
La construcción del tabernáculo fue completada antes de que se lo levantara. Después de que el Evangelio haya sido predicado a todo el mundo, los "escogidos" serán juntados (Mat. 24: 14, 31). Entonces, toda "piedra viva" (1 Rey. 6: 7; 1 Ped. 2: 4, 5) que haya sido labrada Y acabada de acuerdo con el modelo divino, ocupará su lugar en el templo de Dios (Apoc. 3: 12). Estamos ahora construyendo los caracteres que un día habrán de formar parte de aquella morada eterna (Mat. 6: 19-21; 7: 24-29). Una vez que se haya completado el trabajo preparatorio, relacionado con el reino de Dios, de 701 acuerdo con el plan, no se tardará en establecer ese reino en toda su gloria. Cristo aparecerá entonces, y su pueblo aparecerá con él (Col. 3: 4).
Así como la construcción del tabernáculo lo preparó para que fuese la morada del Señor, así también la glorificación de la iglesia abrirá el camino para que el "tabernáculo de Dios" esté "con los hombres" (Apoc. 21: 3). Así como el pueblo participó con Moisés en la construcción del santuario terrenal, así también Cristo nos invita a ser colaboradores con él en la edificación de su iglesia (1 Cor. 3: 9; 2 Cor. 5: 19-21; 6: 1). Cuando el tabernáculo fue erigido, no le faltaba nada para ser perfecto. Así será cuando la iglesia finalmente sea glorificada (Efe. 5: 27).
34.
Una nube.
Literalmente, "La nube" (BJ). Esta nube había guiado a Israel desde Sucot (caps. 13: 20-22; 14: 19, 20, 24; 19: 9; 24:15-18). Por un tiempo también había acompañado a la "tienda de la reunión" (cap. 33: 7-10), pero ahora "cubrió" el tabernáculo como señal de que "la gloria de Jehová" lo llenaba.
La gloria de Jehová.
Con cuántas ansias debe haberse agolpado el pueblo para contemplar la sagrada estructura. Y mientras contemplaban con reverente satisfacción, la columna de nube flotó majestuosamente sobre el tabernáculo, descendió y lo envolvió. De esta manera Dios demostró su aprobación de todo lo que se había hecho. El Señor aceptó la casa que le había sido preparada y entró en ella. Con profunda emoción el pueblo vio la señal de que la obra de sus manos había sido aceptada (PP 361, 362). Ahora se daba cuenta de que Dios mismo habitaría entre ellos y los acompañaría en su viaje (Núm. 9: 15-23).
El libro del Exodo concluye adecuadamente con una sublime manifestación de la gloria y del poder de Dios. Termina como terminará la historia de este mundo: con el descenso de la gloria del Señor para morar entre los hombres (Apoc. 21: 3; 22: 5).
COMENTARIOS DE ELENA G. DE WHITE
12-16 PP 373
17 PP 391
20 PP 361
21CW 172
30 2T 611
34 EC 454; PP 361
34, 35 MC 344; SR 156
36, 37 PP 393
36-38 SR 156 703

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