se hizo cargo José María Macarulla, mientras preparaba su tesis doctoral, la primera
elaborada en Pamplona, —ya que las de Juan Voltas y Dolores Jurado venían orien-
tadas desde Barcelona—, que leyó en Zaragoza, en 1956.
Ya entrado el curso, en febrero de 1956, comenzó a colaborar en el Departa-
mento de Fisiología la doctora Ángela Mouriz, que orientó su investigación hacia
el campo de la Farmacología Experimental, de cuya enseñanza habría de hacerse
cargo en el curso siguiente. También entonces se incorporaron al claustro académi-
co el joven anatomo-patólogo Gonzalo Herranz y el prestigioso psiquiatra, director
del Hospital Psiquiátrico de Pamplona, Federico Soto.
Al mismo tiempo, avanzaba la elaboración de varias tesis doctorales y los
profesores presentaban interesantes resultados de su tarea experimental, lo que hizo
pensar en la conveniencia de tener una revista propia que fuera cauce natural para
las correspondientes publicaciones. Son muchas las facturas que denotan la adqui-
sición de valiosos aparatos. Fue, a la vez, notable el ahorro que supuso la confec-
ción «casera» de mecanismos realizables con un poco de ingenio y otro poco de ha-
bilidad: había que ver en el sótano de la Escuela el abigarrado taller en el que, bajo
la dirección de Juan Jiménez Vargas, trabajaba el Sr. Labarquilla que había sido
maestro armero del Ejército y, pasado a la reserva, se ocupaba entregadamente a es-
tos menesteres.
Tuvo notable proyección en la ciudad la celebración de un curso de confe-
rencias públicas que se dieron en los meses de marzo y abril de 1956, en el recién
inaugurado salón de actos del Museo de Navarra. Estuvieron a cargo de los psiquia-
tras madrileños, Vallejo Nájera, López Ibor y Poveda, y del pamplonés Soto Yarri-
tu. Por las mismas fechas, visitaron la Escuela de Medicina y dictaron conferencias
sobre temas médicos varios eminentes internistas: Enríquez de Salamanca, de Ma-
drid, Conde Andreu, de Sevilla, y Pedro Pons, de Barcelona. Aunque por aquellas
fechas no se habían iniciado aún los cursos clínicos, ya en los periódicos locales
apareció el 1 de diciembre de 1956 un anuncio de la sesión clínica que tendría lugar
al día siguiente, sábado, en el local de la Escuela de Medicina, con la intervención
de los doctores Ipiens, Jefe del Servicio de Urología del Hospital de Navarra, y
Goñi, médico con notable clientela en Pamplona, junto a los profesores de la inci-
piente Escuela, doctores Álvarez de la Vega y Macarulla. Esta sesión a la que segui-
rían otras, fue buen ejemplo de colaboración de los diversos estamentos médicos.
Los prácticos locales quedaron muy impresionados ante el valor diagnóstico de las
técnicas cromatográficas que se les mostraron.
Una cuestión pendiente era la del reconocimiento oficial de los estudios he-
chos en la Escuela de Medicina. El primero de los centros universitarios del Estu-
dio General de Navarra, la Escuela de Derecho, había obtenido fácilmente su reco-
nocimiento oficial como adscrito a la Universidad de Zaragoza, en cuyo distrito se
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