Guerra de las Comunidades de Castilla

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Guerra de las Comunidades de Castilla
Comuneros.jpg

Ejecución de los comuneros de Castilla en Villalar el 24 de abril de 1521, visto por Antonio Gisbert, año 1860.

Fecha 1520-1522
Lugar Banner of arms crown of Castille Habsbourg style.svg Corona de Castilla
Resultado Victoria de los partidarios de Carlos I.
Beligerantes

Comuneros Realistas
Comandantes

Juan de Padilla  Ejecutado

Juan Bravo  Ejecutado

Francisco Maldonado  Ejecutado

Antonio de Acuña

María Pacheco

Juan de Zapata

Pedro Girón[1]
Adriano de Utrecht

Íñigo Fernández de Velasco, Condestable de Castilla

Fadrique Enríquez,[2] Almirante de Castilla
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La Guerra de las Comunidades de Castilla fue el levantamiento armado de los denominados comuneros, acaecido en la Corona de Castilla desde el año 1520 hasta 1522, es decir, a comienzos del reinado de Carlos I. Las ciudades protagonistas fueron las del interior castellano, situándose a la cabeza del alzamiento las de Toledo y Valladolid.
Su carácter ha sido objeto de agitado debate historiográfico, con
posturas y enfoques contradictorios. Así, algunos estudiosos califican
la Guerra de las Comunidades como una revuelta antiseñorial; otros, como
una de las primeras revoluciones burguesas de la Era Moderna, y otra postura defiende que se trató más bien de un movimiento antifiscal y particularista, de índole medievalizante.


El levantamiento se produjo en un momento de inestabilidad política
de la Corona de Castilla, que se arrastraba desde la muerte de Isabel la Católica en 1504. En octubre de 1517, el rey Carlos I llegó a Asturias proveniente de Flandes, donde se había autoproclamado rey de sus posesiones hispánicas en 1516. A las Cortes de Valladolid de 1518 llegó sin saber hablar apenas castellano
y trayendo consigo un gran número de nobles y clérigos flamencos como
Corte, lo que produjo recelos entre las élites sociales castellanas, que
sintieron que su advenimiento les acarrearía una pérdida de poder y
estatus social (la situación era inédita históricamente). Este
descontento fue transmitiéndose a las capas populares y, como primera
protesta pública, aparecieron pasquines en las iglesias donde podía
leerse:


Tú, tierra de Castilla, muy desgraciada y maldita eres al sufrir que
un tan noble reino como eres, sea gobernado por quienes no te tienen
amor.[3]


Las demandas fiscales, coincidentes con la salida del rey para la elección imperial
en Alemania (Cortes de Santiago y La Coruña de 1520), produjeron una
serie de revueltas urbanas que se coordinaron e institucionalizaron,
encontrando un candidato alternativo a la corona en la «reina
propietaria de Castilla», la madre de Carlos, Juana,
cuya incapacidad o locura podía ser objeto de revisión, aunque la
propia Juana, de hecho, no colaborara. Tras prácticamente un año de
rebelión, se habían reorganizado los partidarios del emperador
(particularmente la alta nobleza y los territorios periféricos
castellanos, como Andalucía) y las tropas imperiales asestaron un golpe
casi definitivo a las comuneras en la batalla de Villalar el 23 de abril de 1521. Allí mismo, al día siguiente, se decapitó a los líderes comuneros: Padilla, Bravo y Maldonado.
El Ejército comunero quedaba descompuesto. Solamente Toledo mantuvo
viva su rebeldía, hasta su rendición definitiva en febrero de 1522.


Las Comunidades han sido siempre motivo de atento estudio histórico, y
su significado a veces ha sido mitificado y utilizado políticamente, en
particular a partir de la visita de el Empecinado a Villalar el 23 de abril de 1821, con motivo del tercer centenario de la derrota, tal como era sentida por los liberales. Pintores como Antonio Gisbert retrataron a los comuneros en algunas de sus obras, y se firmaron documentos como el Pacto Federal Castellano,
con claras referencias a las Comunidades. Los intelectuales
conservadores o reaccionarios adoptaron interpretaciones mucho más
favorables a la postura imperial y críticas hacia los comuneros. A
partir de la segunda mitad del siglo xx se revitalizaron los estudios históricos haciendo uso de una metodología renovada.


Más recientemente, en el plano político, desde principios de la Transición,
se comenzó a conmemorar la derrota cada 23 de abril, alcanzando
finalmente, con la conformación de Castilla y León como autonomía, el
estatus de día de la comunidad. Asimismo, su utilización como elemento simbólico está muy presente en los movimientos castellanistas y regionalistas castellanoleoneses. Ha tenido una notable difusión popular mediante el poema épico Los Comuneros, de Luis López Álvarez, musicalizado por el Nuevo Mester de Juglaría.[4]



Situación previa[editar]



Iglesia conventual de San Pablo, en Valladolid, sede de las Cortes de 1518.


Carlos I en 1516, retratado por Bernard van Orley.
La situación que llevó en 1520 a la Guerra de las Comunidades, se había ido gestando en los años previos a su estallido. El siglo XV,
en su segunda mitad, había supuesto una etapa de profundos cambios
políticos, sociales y económicos. El equilibrio alcanzado con el reinado
de los Reyes Católicos se rompe al llegar el siglo XVI.[5]
Éste comenzó con una serie de malas cosechas y epidemias, que junto a
la presión tributaria y fiscal provocó el descontento entre la
población, colocándose la situación al borde de la revuelta. La zona que
más sufre en este contexto es la zona central, en contrapeso con la
periférica, que apaciguaba sus males con los beneficios del comercio. Burgos y Andalucía representaban esa zona periférica y comercial respecto a la Meseta Central, con Valladolid y Toledo a la cabeza.[5]


No solo las malas cosechas provocaron el descontento, sino que a éste
se unieron las protestas de los comerciantes del interior ante el monopolio ejercido por los mercaderes burgaleses en el comercio de la lana. Esta situación caldeó el ambiente en los núcleos gremiales de ciudades como Segovia y Cuenca.[5]
Ante esta situación, todas las partes implicadas se volvieron hacia el
Estado para que ejerciera el papel de árbitro, pero también éste se
encontraba sumido en una grave crisis, que se hizo cada vez más grande
con los sucesivos gobiernos de Felipe el Hermoso, Cisneros y Fernando el Católico. La teórica heredera, Juana la Loca
se encontraba en estado de incapacidad, por lo que la línea dinástica
llevó hasta Carlos de Habsburgo, hijo de Juana, y que nunca antes había
pisado Castilla. Educado en Flandes,
no conocía el castellano e ignoraba la situación de sus posesiones
hispanas, por lo que la población acogió con escepticismo la llegada del
nuevo rey, pero a la vez con ansia de estabilidad y continuidad, cosa
de la que Castilla no disfrutaba desde la muerte de Isabel la Católica en 1504.
Tras la llegada del nuevo rey a finales de 1517, su corte flamenca
comenzó a ocupar los puestos de poder castellanos, siendo el
nombramiento más escandaloso el de Guillermo de Croy, un joven de tan solo 20 años, como Arzobispo de Toledo sucediendo al Cardenal Cisneros.[5]
Seis meses más tarde, en las Cortes de Valladolid, el descontento ya
estaba presente en todos los sectores, llegando incluso algunos frailes a
predicar denunciando abiertamente a la Corte, a los flamencos y la
pasividad de la nobleza. En estas circunstancias, se abrió el proceso de
elección para el puesto de Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, pronunciándose la mayoría de los electores a favor de Carlos I para suceder a su abuelo Maximiliano.
Este nombramiento fue aceptado por Don Carlos, que decidió partir rumbo
a Alemania para tomar posesión como emperador. El concejo de Toledo se
situó al frente de las ciudades que protestaban contra la elección
imperial, afirmando que acarrearían gastos a corto plazo que deberían
ser asumidos por la Corona de Castilla y cuestionando el papel de
Castilla en este nuevo marco político, dada la posibilidad de que la
Corona se convirtiera en una mera dependencia imperial.[5]


Ante esta situación, Toledo exigía una convocatoria urgente de Cortes
para que el rey diera explicaciones. Así pues, a finales de marzo de 1520, Carlos I convocó las Cortes en Santiago de Compostela con el objetivo de terminar con la oposición y obtener un nuevo servicio para sufragar gastos en su viaje a Alemania.[5] La Corte, además, encargó a los corregidores
que escogieran procuradores afines al rey y que se les otorgara un
poder muy limitado. Las Cortes no hacían más que incrementar el apoyo a
la oposición, y por primera vez, esta oposición contaba con una
declaración redactada por unos frailes franciscanos, agustinos y dominicos de Salamanca, que contaba con tres principios fundamentales: Se debía rechazar cualquier nuevo servicio, convenía el rechazo al Imperio en favor de Castilla y en el caso de que el rey no tuviera en cuenta a sus súbditos, las Comunidades deberían defender los intereses del reino. Fue la primera ocasión en la que apareció la palabra Comunidades.
Llegados a este punto, la mayoría de los procuradores se presentaron en
Santiago con la intención de no votar el servicio. El rey decidió
suspender las Cortes el 4 de abril y convocarlas de nuevo en La Coruña el 22 de abril, obteniendo esta vez el servicio y embarcándose el 20 de mayo con rumbo a Alemania, dejando como regente de la posesiones hispánicas a Adriano de Utrecht.[5]


Estallido de la revuelta[editar]

Rebeldía de Toledo[editar]



Toledo, cuna de la primera Comunidad.


Juan de Padilla, líder de la Comunidad elegida por Toledo.
Ya desde el mes de abril de 1520, Toledo se negaba a acatar el poder
real, estallando la situación de forma definitiva cuando el rey convocó a
los regidores de la ciudad para que se presentaran en Santiago de Compostela. La orden llegó a Toledo el 15 de abril, y un día después, cuando los regidores con Juan de Padilla
a la cabeza se disponían a partir, una gran multitud se opuso a su
partida y se apoderó del gobierno local. Comenzó entonces a denominarse a
la insurrección como Comunidad y los predicadores arengaban a
los toledanos a unirse contra el poder flamenco. De esta forma, los
toledanos comenzaron a ocupar todos los poderes locales, expulsando al
corregidor del Alcázar el 31 de mayo.
Tras la marcha del Monarca hacia Alemania, los disturbios se
multiplicaron por las ciudades de la Meseta, especialmente tras la
llegada de los procuradores que votaron afirmativamente al servicio que
reclamaba el rey, siendo Segovia el lugar donde se produjeron los primeros incidentes y los más violentos, donde el 29 y el 30 de mayo
los segovianos ajusticiaron a dos funcionarios y al procurador que
concedió el servicio en nombre de la ciudad. Destacaron también por
incidentes de similar magnitud ciudades como Burgos y Guadalajara, mientras que otras como León, Zamora y Ávila
sufrieron altercados menores. Por el contrario, no se registraron
incidentes en Valladolid, principalmente por la presencia en la ciudad
del cardenal Adriano y del Consejo Real.


Propuestas al resto de ciudades[editar]

Ante el descontento generalizado, el 8 de junio, Toledo propuso a las ciudades con voz y voto en Cortes la celebración de una reunión urgente con cinco objetivos:[5]

1. Anular el servicio votado en La Coruña.
2. Volver al sistema de los encabezamientos para cobrar los impuestos.
3. Reservar los cargos públicos y los beneficios eclesiásticos a los castellanos.
4. Prohibir la salida de dinero del reino.
5. Designar a un castellano para dirigir el reino en ausencia del rey.

Reacciones a las propuestas[editar]



Localización del movimiento comunero sobre el territorio de la Corona de
Castilla. En morado, las ciudades pertenecientes al bando comunero; en
verde, aparecen las que se mantuvieron leales al rey. Las ciudades que
estuvieron presentes en ambos bandos aparecen en ambos colores.[6]
Estas reivindicaciones calaron en la sociedad castellana,
especialmente las dos primeras, que se unían a las denuncias por la
manera en que el rey había obtenido el trono del Imperio, mediante
sobornos a los príncipes electores.[5]
Ante esta situación, el reino comenzó a alimentar la idea de sustituir
la figura del rey, tomando la iniciativa Toledo, que defendía metas
mayores, como convertir a las ciudades castellanas en ciudades libres, similar a lo que ya ocurría con Génova y otros territorios italianos.[5] Por el reino ya circulaba la idea de destronar a Carlos I y el acudir a Tordesillas para devolver a la reina Juana la Loca
todos sus privilegios e importancia. Con estas ideas, la situación
pasaba de ser una protesta contra la presión fiscal a tomar el perfil de
una auténtica revolución, teniendo Castilla perfecto conocimiento de la situación y acogiendo con bastantes reservas las propuestas que realizó Toledo.[5]


Así pues, los comuneros se hicieron fuertes en el centro de la Meseta, y en otros núcleos, como Murcia, más alejada de la Meseta. Sin embargo, no hubo intentos de rebelión en otros lugares, como Galicia o el País Vasco.
Los rebeldes buscaron expandir las ideas revolucionarias al resto del
reino, pero su radio de acción se debilitaba a medida que se alejaba de
las dos Castillas. Así, hubo intentos de llevar la revuelta a Andalucía y el País Vasco, pero no fructificaron. Los máximos logros conseguidos por los rebeldes fueron la instauración de una Comunidad en Plasencia, pero ésta se veía mermada por la cercanía de núcleos realistas cercanos, como Ciudad Rodrigo o Cáceres; en Jaén, Úbeda y Baeza,
únicas presentes en Andalucía, pero que con el tiempo pasaron al bando
realista; y Murcia, que se encontraba bajo constante amenaza por parte
de las ciudades realistas e influida por las Germanías presentes en el vecino Reino de Valencia.[5]


Expansión de la rebelión[editar]

La Junta de Ávila[editar]

La Junta que reclamaba Toledo con las ciudades con derecho a voto terminó reuniéndose en el mes de agosto, en Ávila, pero solamente con cuatro ciudades presentes: Toledo, Segovia, Salamanca y Toro.
Fue redactada la conocida como "Ley Perpetua del Reino de Castilla ó
Constitución de Avila"; Primer proyecto, en España, de constitución
política que nunca llegaría a ser firmada por la Reina Juana.


Asedio de Segovia[editar]



Segovia, ciudad donde se libró el primer gran enfrentamiento entre Comuneros y Realistas.
Tras este decepcionante resultado, la situación dio un vuelco cuando el 10 de junio, el alcalde Rodrigo Ronquillo
recibió la orden de investigar el reciente asesinato del procurador
segoviano, pero en vez de eso, se dedicó a amenazar a los segovianos y a
tratar de aislar a la ciudad impidiendo su aprovisionamiento. Ante esta
situación, la población cerró filas en torno a la Comunidad y a su
líder, Juan Bravo.
La resistencia segoviana provocó que Ronquillo decidiera enviar al
mayor número posible de soldados a pie y a caballo. Segovia entonces se
echó en brazos de las ciudades castellanas, reclamando que acudieran en
su auxilio y atendiendo su petición las ciudades de Toledo y Madrid, con el envío de milicias capitaneadas por Juan de Padilla y Juan de Zapata, sellándose la primera gran confrontación entre las fuerzas partidarias del rey y las rebeldes.


Incendio de Medina del Campo[editar]

Ante esta situación, Adriano de Utrecht se planteó la posibilidad de utilizar la artillería real localizada en Medina del Campo,
haciéndola definitiva al recibir la información de la aproximación de
la milicia de Padilla a Segovia. Adriano ordenó entonces a Antonio de Fonseca apoderarse de la artillería, presentándose éste el 21 de agosto
en Medina para acometer lo ordenado, pero al tratar de realizarlo, se
encontró con una fuerte resistencia de la población, que interpretaba
que la artillería iba a utilizarse contra Segovia. Como medida de
distracción, Antonio de Fonseca ordenó provocar un pequeño incendio para
intentar dispersar a los medinenses, pero no surtió efecto y finalmente
hubo de retirarse junto a sus tropas. El incendio de Medina del Campo
provocó la destrucción de una parte importante de la villa y el
levantamiento de toda Castilla, especialmente de ciudades que hasta
ahora se habían mantenido al margen, como Valladolid. El establecimiento
de la Comunidad en Valladolid provocó que el núcleo más importante de
la meseta se declarara en rebeldía, trastocando la situación y
provocando que el Cardenal Adriano tratara de tomar el control de la
situación por todos los medios. El nuevo panorama produjo nuevas
adhesiones a la Junta de Ávila, en medio de una situación de indignación
y descrédito hacia el Consejo Real.


La Junta de Tordesillas[editar]



Juana I de Castilla, teórica reina de Castilla, pero desplazada por su hijo Carlos.
Así pues, el ejército comunero integrado por las milicias de Toledo, Madrid y Segovia, en su ruta hacia Tordesillas, se encontraba en los alrededores de Martín Muñoz de las Posadas el día en que Fonseca incendiaba Medina, llegando a la villa de las ferias el 24 de agosto, para tomar posesión de la artillería que días atrás había sido negada a las tropas de Fonseca. El 29 de agosto
el ejército arribó finalmente a Tordesillas, entrevistándose con la
reina Juana e informándola de la situación del reino junto a los
propósitos de la Junta de Ávila, y declarando la reina que la Junta se
situara a su servicio. De esta forma, la Junta se trasladó de Ávila a
Tordesillas y se invitó a las ciudades que todavía no habían enviado a
sus procuradores a hacerlo, estando a finales de septiembre un total de
catorce ciudades representadas en la Junta de Tordesillas: Burgos, Soria, Segovia, Ávila, Valladolid, León, Salamanca, Zamora, Toro, Toledo, Cuenca, Guadalajara, Murcia y Madrid. Solamente no acudieron las cuatro ciudades andaluzas: Sevilla, Granada, Córdoba y Jaén.
Se delimitó entonces el área del movimiento comunero, en torno a la
Meseta Central, y ya que la mayor parte del reino estaba representado en
Tordesillas, la Junta pasó a denominarse como Cortes y Junta general del reino.


Entrevista con la reina Juana[editar]

A fecha de 24 de septiembre,
los procuradores se entrevistaron con la reina y expusieron los fines
de la Junta: proclamar la soberanía de la reina Juana y devolver la
estabilidad perdida al reino. El día siguiente, 25 de septiembre,
la Junta realizó una declaración comprometiéndose a utilizar las armas
si esto fuera necesario y a auxiliar a cualquier ciudad que estuviera
amenazada, siendo comunicado este juramento en los días sucesivos en las
ciudades representadas. El 26 de septiembre la Junta de Tordesillas decidió asumir ella misma la tarea de gobierno, desacreditando al Consejo Real y prendiendo, el 30 de septiembre, a sus últimos miembros que quedaban en Valladolid, dirigidos por Pedro Girón.
En ese momento culminó el proceso y se instauró el gobierno
revolucionario, ya que la Junta tenía vía libre por la inoperancia del
Consejo Real.


Reacciones populares y gubernamentales[editar]

Revueltas en señoríos[editar]

La expansión de la rebelión comunera provocó la acusación de
complicidad con los abusos reales extendida a todo el funcionariado
castellano. La protesta comunera había nacido como queja ante excesos
cometidos por la alta administración, pero pronto surgieron nuevas
reivindicaciones ante otro tipo de perjuicios. Así ocurrió en Dueñas, cuando el 1 de septiembre de 1520 se sublevaron contra su señor los vasallos del Conde de Buendía.
A este levantamiento le siguieron otros de similar carácter
antiseñorial. Los comuneros se vieron entonces obligados a tomar una
posición, defendiendo a los sublevados o a sus señores. En vista de que
muchos de éstos reclutaban hombres por su cuenta para garantizarse su
seguridad y tomar la justicia por su mano, la Junta decide apoyar dichas
revueltas. La dinámica del levantamiento entró entonces en una nueva
dimensión que podría comprometer la situación del régimen señorial en su conjunto, lo que provocó el alejamiento de la causa comunera de aristócratas y señores.


Respuesta de Carlos I[editar]



Adriano de Utrecht, futuro Adriano VI, regente en ausencia del rey y emprendedor de la política de acercamiento hacia la nobleza.
Ante la nueva situación, Carlos I, mediante el Cardenal Adriano,
decidió emprender nuevas iniciativas políticas, como la de anular el
servicio concedido en las Cortes de La Coruña-Santiago y nombrar dos
nuevos gobernadores: el Condestable de Castilla, Íñigo de Velasco, y el Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez.[7]
Además, Adriano consiguió acercar posturas con los nobles, a fin de
convencerlos de que sus intereses y los del rey eran los mismos. Así
pues, el Consejo Real se estableció en el feudo del Almirante, Medina de Rioseco,
lo que permitió al consejo acercarse hacia las ciudades escépticas para
tratar de acercarlas al bando realista, además de representar una
amenaza hacia las ciudades sublevadas, ya que el ejército del Consejo
Real estaba en formación.


Crisis en ambos bandos[editar]

Las primeras derrotas políticas de los comuneros llegaron en octubre
de 1520, al conseguir instalarse los miembros del Consejo Real con total
facilidad en Medina de Rioseco, con la capacidad de actuación bajo la
protección del Almirante de Castilla, Fadrique Enríquez de Velasco,
Señor de la Villa. De igual manera, las esperanzas que se habían
depositado sobre la reina Juana no fructificaron, ya que ésta se negaba a
sellar algún compromiso o a plasmar su firma a modo de regente.


A su vez, comenzaban a oírse voces discordantes dentro del propio
bando, especialmente la de Burgos, que insistía en dar marcha atrás. La
postura de Burgos pronto llegó a oídos del Condestable de Castilla, que
bajo órdenes del rey procedió a entrar en la ciudad el 1 de noviembre, concediendo todo lo que se le reclamaba para desligar a Burgos de la Junta.


Tras este suceso, el Consejo Real esperaba que otras ciudades
imitaran a Burgos y abandonaran el bando comunero. El esperado cambio de
bando estuvo a punto de producirse en Valladolid, pero los partidarios
del rey fueron finalmente apartados de la vida política de la ciudad y
ésta se mantuvo en rebeldía.


En noviembre de 1520, el Almirante de Castilla comenzó una campaña
para intentar convencer a los comuneros de su derrota y que no había más
remedio que entregar las armas y evitar una represión armada. Bajo esta
actitud, se escondía una gran carencia de fondos en el bando real, que
terminó subsanándose con la ayuda financiera venida desde Portugal
y el retorno de la confianza perdida por parte de los banqueros
castellanos, que vieron buenos indicios en el cambio de bando de Burgos.


Soluciones a la crisis[editar]

Durante octubre y noviembre de 1520, ambos bandos se dedicaron
activamente a recaudar fondos, reclutar soldados y organizar a sus
tropas. El poder real superó la rebelión gracias al apoyo de la nobleza y
de los grandes comerciantes castellanos, en un plano en el que la
situación comenzaba a adquirir tintes militares. Los comuneros
organizaban sus milicias en las principales urbes con el objetivo de
asegurar el éxito de la rebelión en la ciudad y sus alrededores,
sufragando los gastos con el dinero recaudado en impuestos y en
imposiciones.


La batalla de Tordesillas[editar]

Preludio[editar]



Vista de Tordesillas, villa en disputa entre comuneros y realistas por el control de la Reina.
Poco a poco, Toledo fue perdiendo influencia dentro de la Junta, y
con la ciudad, también perdía influencia su líder, Juan de Padilla,
aunque no así popularidad y prestigio entre los comuneros.[5] Con la pérdida de influencia de Toledo y de sus líderes, surgieron dos nuevas figuras dentro de la Comunidad, Pedro Girón y Antonio de Acuña,
que aspiraban a pasar al primer plano. El primero, era uno de los pocos
nobles comuneros, al parecer porque el rey se negó a entregarle el Ducado de Medina-Sidonia. El segundo, era obispo de Zamora, jefe de la Comunidad zamorana y cabecilla de una milicia formada enteramente por sacerdotes.[5] [8]


Mientras tanto, en el bando realista, los señores no sabían que
táctica seguir, si luchar directamente, como defendía el Condestable de
Castilla o agotar las vías de negociación, como proponía el Almirante de
Castilla. Todo intento de negociación entre los comuneros y los
virreyes fracasó, debido a que ambos bandos contaban ya con un ejército y
ansiaban vencer al enemigo.


Así pues, a finales de noviembre de 1520, ambos ejércitos tomaban
posiciones entre Medina de Rioseco y Tordesillas, haciendo inevitable el
enfrentamiento.


Desarrollo[editar]

Con Pedro Girón a la cabeza, las tropas comuneras, siguiendo órdenes
de la Junta, habían avanzado hacia Medina de Rioseco, estableciendo su
cuartel general en la localidad de Villabrágima, a tan solo una legua
del ejército real. Éstos, mientras tanto, se limitaron a ocupar pueblos
para evitar el avance y cortar las líneas de comunicación.


La situación se mantuvo hasta el 2 de diciembre, cuando el ejército rebelde comenzó a abandonar sus posiciones en Villabrágima, tomando dirección hacia Villalpando, localidad del Condestable que se rindió al día siguiente
sin oponer resistencia. Con este movimiento, la ruta hacia Tordesillas
quedaba desprotegida. El ejército real lo aprovechó, poniéndose en
marcha el 4 de diciembre
y ocupando la villa tordesillana al día siguiente, tras haber derrotado
a la guarnición defensiva comunera, que se vio desbordada.


Consecuencias[editar]

La toma de Tordesillas supuso una seria derrota para los comuneros,
que perdían a la reina Juana, y con ella, sus esperanzas de que ésta
atendiera sus pretensiones. Además, muchos de los procuradores habían
sido apresados, y los que no, habían huido.


Por todo esto, los ánimos entre los rebeldes se vieron muy afectados,
además de producirse airadas críticas hacia Pedro Girón por el
movimiento de las tropas, lo que le obligó a dimitir de su puesto y
apartarse del conflicto.


Reorganización comunera[editar]

Tras la derrota de Tordesillas, los comuneros comenzaron a
reagruparse en Valladolid, donde se estableció la Junta, pasando la
ciudad del Pisuerga a ser la tercera capital del movimiento, tras Ávila y
Tordesillas.


Así pues, el 15 de diciembre,
la Junta ya se encontraba de nuevo activa en Valladolid, con doce de
los catorce procuradores originales. Solamente faltaron los de Soria y
Guadalajara. La situación del ejército era similar, con un gran número
de deserciones en las tropas emplazadas en Valladolid y Villalpando, lo
que obligó a intensificar el reclutamiento en las ciudades rebeldes,
especialmente en Toledo, Salamanca y la propia Valladolid. Con estos
nuevos reclutamientos, el aparato militar rebelde estaba reconstruido, y
la moral reforzada, gracias a la presencia de Padilla en Valladolid.
Con la llegada de 1521,
los comuneros parecían ya dispuestos a una guerra total, pese a las
voces discordantes dentro del propio movimiento. Por un lado había
quienes proponían buscar una solución pacífica, y por otro quienes eran
partidarios de continuar la lucha armada; a su vez divididos entre
seguir dos tácticas: ocupar Simancas y Torrelobatón (propuesta menos ambiciosa y defendida por Pedro Laso de la Vega);
o poner cerco a Burgos (grupo encabezado por Padilla). La Junta decidió
seguir ambas iniciativas, tanto la pacifista como la belicista, y
terminó fracasando en ambas.


Iniciativas militares[editar]

Hostigamiento a Tierra de Campos[editar]

En el plano bélico, el ejército rebelde comenzó a desarrollar una serie de operaciones dirigidas por Antonio de Acuña, obispo de Zamora. Este había recibido órdenes de la Junta el día 23 de diciembre de intentar despertar la rebelión en la zona de Palencia.
Su tarea consistía básicamente en expulsar a los realistas, recaudar
impuestos en nombre de la Junta y nombrar una administración afín a la
causa comunera. Realizó una serie de incursiones en la zona de Dueñas,
recaudando más de 4.000 ducados y exaltando a la población. Retornó a
Valladolid a comienzos de 1521 para regresar a Dueñas el 10 de enero, dando comienzo a una gran ofensiva contra los señoríos de Tierra de Campos, dejando las posesiones de los señores totalmente devastadas.[5] [8]




Arco de Santa María, en Burgos, ciudad fiel al rey en Castilla.

Hostigamiento a Burgos[editar]

A mediados de enero, Pedro de Ayala, conde de Salvatierra, adherido al movimiento comunero, había organizado un ejército de unos dos mil hombres y se dirigía hacia Medina de Pomar y Frías, buscando el levantamiento de las Merindades, tierra del Condestable de Castilla.


Mientras tanto, Burgos, que llevaba ya dos meses fiel al bando real,
aguardaba el cumplimiento de las promesas realizadas por el cardenal
Adriano, lo que había provocado el descontento y la incertidumbre en la
ciudad. Ayala y Acuña, conscientes de esta situación, decidieron cercar
Burgos, el primero por el norte y el segundo por el sur, buscando el
levantamiento de los comuneros burgaleses.


Reacción realista[editar]

Por parte del rey, Carlos I firmó el 17 de diciembre de 1520 el Edicto de Worms (no se confunda con el Edicto de Worms
de 25 de mayo de 1521, contra Lutero), donde condenaba a 249 comuneros
destacados: a muerte, si eran seglares; y a otras penas, si eran
clérigos. De igual modo, declaraba también traidores, desleales,
rebeldes e infieles a cuantos apoyaran a las Comunidades.[9] Dicho Edicto, fue leído públicamente en Burgos el 16 de febrero de 1521.[10]


Desde el Consejo Real, se ordenó la ocupación del castillo de Ampudia,
lo que provocó un gran desorden en el dispositivo organizado por los
rebeldes. Ante dicha ocupación, la Junta envió a Padilla al encuentro de
Acuña, uniéndose ambos en Trigueros del Valle y formando un ejército de aproximadamente 4.000 hombres. Las tropas comuneras ocuparon Torremormojón, desplazando a los realistas, para centrarse en Ampudia, la cual se rindió el 16 de enero previo pago de tributo.


Mientras tanto, la rebelión comunera prevista en Burgos para el 23 de enero
fue todo un fracaso, debido a que se adelantó dos días. Los comuneros
burgaleses hubieron de rendirse, siendo el último intento de rebelión
acontecido en la cabeza de Castilla.


La batalla de Torrelobatón[editar]

Preludio[editar]



Torre del homenaje del castillo de Torrelobatón, última plaza de la localidad en rendirse a los comuneros.
Tras el fracaso acontecido en Burgos, Padilla decidió regresar a
Valladolid, mientras que Acuña optó por reemprender su hostigamiento a
las propiedades de los señores en Tierra de Campos. Con esta serie de
acciones, Acuña pretendía destruir u ocupar las plazas imperantes de los
señores, otorgando a la revuelta comunera uno de sus rasgos más
característicos de su segunda etapa: su rechazo al orden social basado
en el régimen señorial.


Así pues, después de los últimos fracasos sufridos por los comuneros,
Padilla deseaba obtener un triunfo para elevar la moral de la tropa y
de todo el movimiento. Fue entonces cuando se decidió a tomar Torrelobatón y su castillo.
Era una plaza fuerte a medio camino entre Tordesillas y Medina de
Rioseco, y muy cercana a Valladolid, por lo que podía ser una excelente
base para emprender acciones militares.


Desarrollo[editar]

El 21 de febrero de 1521 comenzó el asedio de la villa, que resistió durante cuatro días, gracias a sus murallas. El 25 de febrero
los comuneros conseguían entrar en la localidad. Esta fue sometida a un
enorme saqueo como premio a las tropas, del que solamente se salvaron
las iglesias. El castillo continuó resistiendo, pero terminó rindiéndose
ante la amenaza de ahorcar a todos las habitantes si no claudicaba, no
antes de acordarse la conservación de la mitad de los bienes que se
encontraran en el castillo, evitando así su saqueo.[5]


Consecuencias[editar]

La victoria en Torrelobatón levantó los ánimos en el bando comunero,
hasta el punto de sembrar el entusiasmo, mientras que en el bando
realista, provocó la inquietud ante el avance rebelde. Esta inquietud
alteró a los nobles fieles al cardenal Adriano, que se acusaban
mutuamente de no haber hecho nada para evitar la pérdida de
Torrelobatón. Asimismo, el Condestable comenzó a enviar tropas a la zona
de Tordesillas, a modo de refuerzos y como guarnición ante los
comuneros.[5]


Pero pese al entusiasmo presente entre los rebeldes, estos decidieron mantenerse en sus posiciones de los Montes Torozos,
sin lanzar ningún ataque, lo que provocó que muchos de los soldados
comuneros volvieran a sus casas, cansados de esperar los sueldos y
nuevas órdenes.[5]


Acuña en el sur[editar]



Iglesia de la Virgen de Altagracia, en Mora, totalmente reconstruida tras su incendio por las tropas realistas.
Tras la muerte de Guillermo de Croy, arzobispo de Toledo, en enero de 1521,
desde la Junta, presente en Valladolid, se propuso a Antonio de Acuña
como aspirante a la sede y se le encomendó la misión de tomar posesión
del arzobispado.[5] [8]


Acuña partió en febrero rumbo hacia Toledo, con una pequeña tropa bajo su mando. Recorrió localidades como Buitrago del Lozoya y Torrelaguna,
donde anunció que iba a tomar posesión del arzobispado de Toledo. Esto
levantó el entusiasmo entre los partidarios comuneros de Alcalá de Henares, que lo recibieron con vítores el 7 de marzo
en dicha ciudad, y despertó el recelo en la aristocracia presente en la
zona de Toledo, que temía que Acuña pudiera actuar en sus tierras como
ya hizo en Tierra de Campos.[5] Entre los aristócratas más importantes presentes en la zona se encontraban el marqués de Villena y el duque del Infantado, que enseguida trataron de ponerse en contacto con Acuña, firmando un pacto mutuo de neutralidad.[5]


Sin embargo, sí hubo de enfrentarse con el prior de la Orden de San Juan, Antonio de Zúñiga,[11] presente en Consuegra y nombrado por los regentes jefe de las fuerzas realistas presentes en la zona de Toledo.[5] Acuña recibió informaciones sobre la presencia del prior cerca de Corral de Almaguer a mediados de marzo, por lo que salió tras él, buscando batalla cerca de Tembleque.[5] El prior consiguió repeler el ataque, para lanzar uno improvisado entre Lillo y El Romeral,
infligiendo una contundente derrota a Acuña, el cual trató de
minimizarla, llegando incluso a afirmar que había salido victorioso del
enfrentamiento.[5] [8]


Tras la victoria del prior de la Orden de San Juan, Acuña se encaminó hacia Toledo, presentándose en la Plaza de Zocodover el 29 de marzo, Viernes Santo. La multitud lo rodeó y lo llevó directamente a la catedral, reclamando la silla del arzobispo para él.[8] Al día siguiente, 30 de marzo, se entrevistó con María Pacheco,
mujer de Padilla y que dirigía la comunidad toledana en ausencia de su
marido. Surgió entre ambos una rivalidad por el control, que se resolvió
con intentos mutuos de reconciliación.[5]


Una vez asentado en el arzobispado toledano, Acuña comenzó a reclutar
a hombres de 15 a 60 años para volver a combatir a las tropas del prior
de San Juan.[5] Tras la quema de Mora el 12 de abril[11] [12] por las tropas realistas, parte de Toledo con 1.500 hombres a sus órdenes, instalándose primeramente en Yepes. Desde allí dirigió operaciones contra las zonas rurales, destruyendo primero Villaseca de la Sagra y prestando batalla contra las tropas del prior en la zona cercana al Tajo, en Illescas.[5]


La batalla de Villalar[editar]

Preludio[editar]

Ya desde principios de abril de 1521, el bando realista estaba
desplegando un enorme ejército en los alrededores de Tordesillas, con
3.000 infantes, 600 lanzas, 2 cañones, 2 culebrinas y 5 piezas ligeras
de artillería.[5] Dicho ejército se dedicó a ocupar posiciones en localidades como Becerril de Campos, cercana a Palencia, y Peñaflor de Hornija, uniéndose a tropas del Almirante y de los señores de Tordesillas.[5]


Mientras tanto, los comuneros, reforzaron sus efectivos de
Torrelobatón, pero su ejército no se encontraba del todo cohesionado,
por lo que Padilla manejaba la posibilidad de desplazarse hasta Toro en busca de refuerzos.


Desarrollo[editar]



Pintura del siglo XIX de Manuel Picolo López, donde refleja el desarrollo de la batalla de Villalar.
Padilla decidió finalmente partir hacia Toro en la madrugada del 22 al 23 de abril, tras haber perdido bastante tiempo, lo que permitió a los realistas aglutinar a todas sus tropas.[5]


Nada más partir hacia Toro, las tropas realistas del Almirante y el
Condestable presentes en Peñaflor salieron tras la pista de Padilla,
alcanzándolo finalmente en la localidad de Villalar.[5]


En medio de una intensa lluvia, Padilla intentó primero atrincherar a sus prácticamente 6.000 hombres en Vega de Valdetronco,
pero no consiguió desplegar a sus tropas y se vio obligado a prestar
batalla en Villalar, donde la caballería realista, compuesta por unas
500 o 600 lanzas, aplastó al ejército rebelde, que no tuvo tiempo de
desplegarse.[5]


Consecuencias[editar]

La batalla se saldó con prácticamente mil bajas por parte de los comuneros y el apresamiento de sus líderes principales: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado.[5] Estos fueron decapitados en la mañana del 24 de abril
en un cadalso situado en la Plaza Mayor de Villalar, estando presente
la mayor parte de la nobleza afín al rey, que asestaba así un golpe
prácticamente definitivo a la rebelión.[5]


Mientras tanto, el resto del ejército comunero que consiguió escapar,
trató de continuar hasta Toro, pero terminó por fragmentarse, fruto de
la persecución que estaba ejerciendo el Condestable de Castilla sobre él.[5]


El fin de la guerra[editar]

Tras la batalla de Villalar, las ciudades de Castilla la Vieja
no tardaron en sucumbir al potencial de las tropas del rey, volviendo
todas las ciudades del norte a prestar lealtad al rey a primeros de
mayo. Únicamente Madrid y Toledo, especialmente esta última, mantuvieron
vivas sus comunidades durante un tiempo mayor.


La resistencia de Toledo[editar]



María Pacheco recibiendo la noticia de la muerte de su marido en Villalar; óleo del siglo XIX de Vicente Borrás.
Las primeras noticias de Villalar llegaron a Toledo el 26 de abril, siendo ignoradas por parte de la Comunidad local.[5]
La certeza de la derrota se hizo evidente a los pocos días, cuando
comenzaron a llegar los primeros supervivientes a la ciudad, que
confirmaron el hecho y dieron testimonio del ajusticiamiento de los tres
líderes rebeldes. Fue entonces cuando Toledo se declaró en duelo por la
muerte de Juan de Padilla.[5]


Tras la muerte de Padilla, Acuña perdió popularidad entre los toledanos, en favor de María Pacheco,
viuda de Padilla. Comenzaban a surgir voces que solicitaban la
negociación con los realistas, buscando el evitar el sufrimiento de la
ciudad, más aún tras la rendición de Madrid el 7 de mayo. Todo parecía indicar que la caída de Toledo era cuestión de tiempo.


En este contexto, Acuña abandonó la ciudad, intentando huir al extranjero por la frontera del Reino de Navarra. En ese momento, se produjo la invasión francesa de Navarra, siendo Acuña reconocido y detenido en la frontera.[5]


La invasión francesa provocó que el ejército realista hubiera de
concentrarse en expulsar a los franceses de Navarra, postergando
momentáneamente el restituir la autoridad del rey en Toledo.[5] A partir de ese momento, María Pacheco asumió el control de la ciudad, instalándose en el Alcázar, recabando impuestos y fortaleciendo las defensas.[5]
Solicitó la intervención del Marqués de Villena para negociar con el
Consejo Real, con el objetivo de obtener unas mejores condiciones que
negociando directamente.


La rendición de Toledo[editar]

El marqués de Villena terminó abandonando las negociaciones entre
ambos bandos, por lo que María Pacheco asumió de manera personal las
negociaciones con el prior de la Orden de San Juan. El pacto de rendición de Toledo fue acordado el 25 de octubre de 1521 gracias a la intervención de Esteban Gabriel Merino, arzobispo de Bari y enviado del prior de San Juan.[5]


Así pues, el 31 de octubre los comuneros abandonaron el Alcázar toledano y el arzobispo de Bari nombró a los nuevos funcionarios.


La revuelta de febrero de 1522[editar]

Tras la vuelta al orden de Toledo, el nuevo corregidor de la ciudad
acató las órdenes recibidas de restablecer al completo la autoridad del
rey en la ciudad, dedicándose a provocar a los antiguos comuneros.[5]
María Pacheco continuaba presente en la ciudad, y se negaba a entregar
las armas hasta que el rey firmara de forma personal los acuerdos
alcanzados con el prior de San Juan. Por ello, el corregidor toledano
exigía la cabeza de María Pacheco.[5]


La situación llegó a un extremo cuando el 3 de febrero de 1522
se ordenó apresar a un agitador, a lo que los comuneros se opusieron.
Se inició entonces un enfrentamiento, subsanado gracias a la
intervención de María de Mendoza, hermana de María Pacheco.[5] Se concedió una tregua, que supuso la derrota de los comuneros, pero que fue aprovechada por María Pacheco para escapar a Portugal, donde se exilió hasta su muerte, en 1531.[5]


El Perdón General de 1522[editar]

Carlos I regresó a España el 16 de julio de 1522, instalando la corte en Palencia.
A partir de la llegada del rey, la represión contra los excomuneros
avanzaría a un ritmo mayor. Así lo demuestra la ejecución de Pedro Maldonado, líder salmantino y hermano de Francisco Maldonado, ejecutado en Villalar.[5]


Carlos I permaneció en Palencia hasta finales del mes de octubre, trasladándose a Valladolid, donde el 1 de noviembre
se promulgó el Perdón General, que daba la amnistía a quienes habían
participado del movimiento comunero. Sin embargo, un total de 293
personas -pertenecientes a todas las clases sociales y entre las que se
incluían María Pacheco y el Obispo Acuña- fueron excluidas del Perdón
General.[13]


Se estima que fueron un total de cien los comuneros ejecutados desde
la llegada del rey, siendo los más relevantes Pedro Maldonado y el
Obispo Acuña, siendo este último ajusticiado en el castillo de Simancas el 24 de marzo de 1526,
tras un intento frustrado de fuga. A raíz de esta ejecución, Carlos I
fue excomulgado por ordenar el ajusticiamiento de un prelado de la
iglesia.[5] [8] Las relaciones entre los dos poderes universales sufrieron grandes altibajos tras la elección de un papa tan favorable como fue el mismísimo Adriano de Utrecht (1522-1523), y pasaban por un momento muy negativo con el profrancés Clemente VII (1523-1534), que acabó sufriendo el saco de Roma (1527), tras lo que se vio obligado a reconciliarse con Carlos y coronarle emperador en Bolonia (1530).


Consecuencias de la guerra[editar]

Las consecuencias fundamentales de la Guerra de las Comunidades
fueron la pérdida de la élite política de las ciudades castellanas,[5]
en el plano de la represión real; y en las rentas del Estado. El poder
real se veía obligado a indemnizar a aquellos que perdieron bienes o
sufrieron daños en sus posesiones durante la revuelta. Las mayores
indemnizaciones correspondían al Almirante de Castilla, por los daños
sufridos en Torrelobatón y los gastos ocasionados en la defensa de
Medina de Rioseco. Le seguían el Condestable y el obispo de Segovia.


La forma de pago de estas indemnizaciones se solucionó mediante un
impuesto especial para toda la población de cada una de las ciudades
comuneras. Estos impuestos mermaron las economías locales de las
ciudades durante un periodo aproximado de veinte años, debido a la
subida de precios.[5]
De igual modo, la industria textil del centro de Castilla perdió todas
sus oportunidades de convertirse en una industria dinámica.[5]


La nobleza queda definitivamente neutralizada frente a la triunfante
monarquía autoritaria; su segmento alto o aristocracia, se vio
compensada por su apoyo al emperador, con cuyos intereses quedaba
identificada estrechamente, pero quedando clara la subordinación de
súbditos a monarca. Las Cortes de Toledo de 1538, últimas a las que se
convocó a la nobleza como brazo o estamento, sancionaron esa nueva forma de gobernar la Corona de Castilla,[14] pieza central de lo que ya puede llamarse la Monarquía Católica o Monarquía Hispánica de los Habsburgo. A esas alturas, los sueños de la Idea imperial de Carlos V habían quedado en gran parte diluidos, lo que quedó confirmado en el reinado de su hijo Felipe II.


Influencia en épocas posteriores[editar]

En el siglo XVII[editar]

Ya en el Siglo de Oro se comenzó a hacer alusiones a las Comunidades en las obras literarias, destacando la alusión realizada en El Quijote.[15] Igualmente, aparece citada la palabra comunero por Francisco de Quevedo como sinónimo de rebelde.[5]




El Empecinado, líder de la expedición que acudió a Villalar el 23 de abril de 1821.

En el siglo XIX[editar]

A partir del siglo XIX,
comenzó a rehabilitarse la figura de los Comuneros, restituyéndoles
como precursores de la libertad y mártires del absolutismo.[5]


El primer gran acto conmemorativo llegó en 1821, con motivo del III Centenario de la batalla de Villalar. A dicha localidad de Villalar acudió Juan Martín Díez, El Empecinado,
con una expedición para exhumar los restos de los capitanes
ajusticiados en 1521. Se iniciaron entonces los homenajes a los
comuneros por parte del gobierno liberal en el poder.


A partir de ese momento comenzó a ensalzarse la figura antidéspota,
nacionalista y liberal de los comuneros, como defensores de las
libertades frente al absolutismo y de la identidad nacional frente a la
extranjera, representada por los flamencos.


En 1869, en Valladolid, a fecha del 15 de junio, se firmó el Pacto Federal Castellano entre las diecisiete provincias castellanas, que termina con la siguiente alusión a las Comunidades:


La sangre de los Padilla, Bravo y Maldonado que corren por vuestras
venas y el ardimiento de que guardan memoria estos pueblos de las
comunidades, garantizan el éxito de nuestras aspiraciones y deseos.


Pacto Federal Castellano[16]

En el siglo XX[editar]



Ofrenda floral al monolito de Villalar, en el 23 de abril de 2006.


Escultura en bronce de Juan de Padilla, obra del escultor toledano Julio Martín de Vidales
Los primeros estudios sobre la figura de los comuneros y de las Comunidades fueron realizados por Ángel Ganivet, precursor de la generación del 98. Tras él, vendrían otros autores como Manuel Azaña, presidente de la Segunda República Española o Gregorio Marañón.


Como reacción a la interpretación "romántica-liberal" dominante
durante el siglo XIX, se fue formulando una interpretación alternativa
de carácter "tradicionalista-reaccionario" o "conservador" (originada en
la interpretación histórica general de Marcelino Menéndez y Pelayo y explicitada por Ramón Menéndez Pidal o José María Pemán), que se hará oficial durante el franquismo a través de su visión del nacionalismo español e impuesta a través de la escuela nacionalcatólica (la que se refleja en El florido pensil). Según esta visión, los comuneros eran politicastros comparados explícitamente con los nacionalistas periféricos, motivados por razones espurias o bienintencionados que no llegaban a entender lo sublime del destino imperial por no alcanzar a ver más allá del campanario de su aldea.[17]


Desde mediados del siglo XX, la renovación de la historiografía
introdujo cambios metodológicos, principalmente provenientes de Francia (Escuela de los Annales), que fueron introducidos tanto por los historiadores hispanistas como por los autóctonos, por ejemplo el español José Antonio Maravall o el francés Joseph Pérez.[5] En algunos casos se intentaron explicaciones de carácter materialista, que buscaban los motivos de los alineamientos políticos en distintas coaliciones sociales en torno a intereses económicos.[18]


El gran impulso a la revitalización simbólica de las Comunidades con motivos reivindicativos llegó a partir del año 1976, en plena Transición española convocado por el Instituto Regional Castellano-Leonés. A partir de ese año, comienzan a celebrarse concentraciones en Villalar cada 23 de abril. Ese mismo año, el grupo segoviano Nuevo Mester de Juglaría musicalizó el romance de Los Comuneros,[19] compuesto en 1972 por el poeta leonés Luis López Álvarez.[10]


Tras varios años de concentraciones no autorizadas en Villalar cada
23 de abril para conmemorar la derrota comunera, la fiesta adquirió el
carácter de oficial en el año 1983, tras la conformación de la comunidad autónoma de Castilla y León.[20]


De igual modo, cada 3 de febrero desde el año 1988,
en recuerdo de la rebelión de 1522, último acontecimiento militar de la
Guerra, se celebra el homenaje a los Comuneros en Toledo, resaltando la
figura de Juan de Padilla y de María Pacheco.[21]


Desde el año 2007,
el castillo de Torrelobatón alberga el centro de interpretación de la
Guerra de las Comunidades de Castilla, por lo que el castillo se conoce
como el Castillo de los Comuneros de Torrelobatón.[22]


El 15 de marzo de 2015 fue inaugurado en Toledo[23]
el monumento a Juan de Padilla en la plaza que ocupa el solar en que se
levantaban sus casas. De este modo se ponía fin a un anhelo histórico
de la ciudad castellana, que había visto cómo hasta en siete ocasiones
el intento por erigir este homenaje había fracasado.[24]
El notable monumento, obra de Julio Martín de Vidales y sufragado por
la Fundación Soliss, está realizado en bronce con un pedestal de piedra
de los Montes de Toledo y alcanza una altura total de 4,72 metros y pesa
32 toneladas.


En la política[editar]



Concentración castellanista en el monolito de Villalar, el 23 de abril de 2007.
Después de la Transición, han sido bastantes los partidos de índole castellanista y regionalista
que han utilizado la figura de los comuneros, bien en sus campañas,
como parte del nombre del partido o como seña de identidad simbólica
para Castilla y León o para un contexto territorial más amplio (las antiguas Dos Castillas: Castilla la Nueva y Castilla la Vieja) que incluiría a Cantabria, La Rioja, Comunidad de Madrid y Castilla-La Mancha.[25] Al mismo tiempo, nacieron los denominados Concejos Comuneros, formados por emigrantes castellanos en otras ciudades, siendo los más destacados los de ciudades como Barcelona.[26]


Así, entre los primeros partidos de las tendencias ya mencionadas, se encuentra la Unidad Comunera Castellana, ya desaparecida, o Tierra Comunera, uno de los de mayor importancia electoral y desaparecido en 2009.


Véase también[editar]

Referencias[editar]

  1. Volver arriba Dejó de participar en el movimiento tras su fracaso como dirigente en la batalla de Tordesillas.
  2. Volver arriba Lista completa de Almirantes de Castilla,
    con breve biografía de cada uno. Se puede comprobar que hubo dos
    Fadrique Enríquez, siendo el que participó en la Guerra de las
    Comunidades el hijo.
  3. Volver arriba Citado en Los Comuneros de Castilla de J. L. Díez, pág. 7.
  4. Volver arriba La grabación es de finales de 1976, y se ha hecho una reedición en 2001, con motivo de su XXV aniversario. Página sobre Los Comuneros. Discografía del grupo. Video ilustrado con imágenes históricas y de reivindicación política.
  5. Saltar a: a b c d e f g h i j k l m n ñ o p q r s t u v w x y z aa ab ac ad ae af ag ah ai aj ak al am an ao ap aq ar as at au av aw ax ay Joseph Pérez, Los Comuneros
  6. Volver arriba Héroes de Castilla: Los Comuneros.
  7. Volver arriba www.fuenterebollo.com. «Comuneros de Castilla». Consultado el 18 de marzo de 2008. 
  8. Saltar a: a b c d e f Alfonso María Guilarte, El obispo Acuña. Historia de un comunero
  9. Volver arriba www.cervantesvirtual.com. «Texto íntegro del Edicto de Worms». Consultado el 25 de marzo de 2008. 
  10. Saltar a: a b Luis López Álvarez, Los Comuneros
  11. Saltar a: a b www.mora.es. «Ayuntamiento de Mora, sección Historia». Archivado desde el original el 28 de noviembre de 2015. Consultado el 20 de marzo de 2008. 
  12. Volver arriba galeon.com/medieval8/. «Cronología completa de las Comunidades». Consultado el 20 de marzo de 2008. 
  13. Volver arriba www.cervantesvirtual.com. «Lista completa de exceptuados en el Perdón General». Consultado el 25 de marzo de 2008. 
  14. Volver arriba * ARTOLA GALLEGO, Miguel, dir. (1991). Enciclopedia de Historia de España. Tomo V: Diccionario Temático. Madrid: Alianza Editorial. ISBN 84-206-5294-6. 
  15. Volver arriba
    "Te han de quitar el gobierno tus vasallos o ha de haber entre ellos Comunidades"





    El Quijote a Sancho, tras proclamarse este último gobernador de la isla de Barataria:
  16. Volver arriba www.conecta2.org/pucela_bbs/. «Texto del Pacto Federal Castellano». Consultado el 25 de marzo de 2008. 
  17. Volver arriba José María Pemán (1939) La historia de España contada con sencillez, Cádiz: Escelicer. Carlos V y la lengua española por Manuel Alvar extraído de: Nebrija y estudios sobre la Edad de Oro. Madrid: C.S.I.C., 1997, pp. 169-188; que recoge y comenta brevemente la bibliografía del debate sobre la idea imperial de Carlos V en el que participa Menéndez Pidal. Edición online de la Historia de los heterodoxos españoles, de Marcelino Menéndez Pelayo.
  18. Volver arriba Gutiérrez
    Nieto, Juan Ignacio (1973) Las comunidades como movimiento
    antiseñorial: la formación del bando realista en la Guerra Civil
    Castellana de 1520-1521 Barcelona, Planeta; Santos Madrazo Madrazo
    (1969) Las dos Españas. Burguesía y nobleza. Los orígenes del precapitalismo español Editorial Z Y X.
  19. Volver arriba www.nuevomesterdejuglaria.com. «Discografía del Nuevo Mester de Juglaría». Consultado el 25 de marzo de 2008. 
  20. Volver arriba En Wikisource se encuentra una copia del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Autónoma de Castilla y León
  21. Volver arriba www.tierracomunera.org. «Toledo celebra el XX Homenaje a los Comuneros». Consultado el 29 de marzo de 2008. 
  22. Volver arriba www.fundacionvillalar.es. «Adaptación del Castillo de Torrelobatón para Centro de Interpretación de la Guerra de las Comunidades». Archivado desde el original el 28 de noviembre de 2015. Consultado el 29 de marzo de 2008. 
  23. Volver arriba Noticia de la inauguración del monumento a Juan de Padilla (ABC, 16 de marzo de 2015)
  24. Volver arriba Cronología de los intentos para erigir un monumento a Juan de Padilla en Toledo (Artículo de Eduardo Sánchez Butragueño).
  25. Volver arriba www.fundacionvillalar.es. «Fundación Villalar - Junta de Castilla y León». Archivado desde el original el 28 de noviembre de 2015. Consultado el 25 de marzo de 2008. 
  26. Volver arriba www.redimircastilla.be. «Redimir Castilla - Castilla Moderna». Archivado desde el original el 28 de noviembre de 2015. Consultado el 25 de marzo de 2008. 

Bibliografía[editar]

Enlaces externos[editar]