sábado, 9 de abril de 2016

Tercera Guerra Carlista - Wikipedia, la enciclopedia libre

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Tercera Guerra Carlista





La Tercera Guerra Carlista (Segunda Guerra Carlista, para algunos historiadores) se desarrolló en España entre 1872 y 1876, entre los partidarios de Carlos, duque de Madrid, pretendiente carlista con el nombre de Carlos VII, y los gobiernos de Amadeo I, de la I República y de Alfonso XII. En marzo de 1870 Ramón Cabrera
presentó la dimisión como jefe político y militar del carlismo por
creer que no se daban las "condiciones razonables de alcanzar el triunfo
por las armas" y no querer exponer a España a una nueva guerra civil.
El pretendiente, que llevaba meses preparando la insurrección desde el
exilio, estableció el 21 de abril de 1872 como la fecha para el comienzo
de la sublevación.


Esta guerra carlista se desarrolló sobre todo en las Provincias Vascongadas y Navarra. La restauración de los Fueros por el pretendiente en julio de 1872, abolidos por los decretos de Nueva Planta por Felipe V, influyó en la fuerza del levantamiento en Cataluña y en menor medida en Valencia y Aragón
y algunas partidas poco activas por Andalucía, así como el resto del
territorio peninsular, especialmente en áreas montañosas donde
practicaban el bandolerismo ante su marginalidad y escasa eficacia a la
hora de establecer un vínculo con el pueblo que facilitara su actividad
guerrillera. A pesar del aumento tanto cualitativo como cuantitativo del
ejército carlista, éstos volvieron a ver sus esfuerzos frustrados.


La guerra provocó entre 7000 y 50.000 bajas.1



Índice

Antecedentes

El último intento carlista que obtuvo relativo apoyo, la guerra de los Matiners, había finalizado en 1849.
Se vivieron entonces veinte años de relativa paz en la lucha entre
liberales y carlistas, que sólo fueron amenazados por el pronunciamiento
de Lucas Zabaleta en 1855 y el frustrado alzamiento de 1860 en San Carlos de la Rápita, en el que Carlos VI,
pretendiente carlista, que fue obligado a renunciar a sus derechos. A
pesar de ello, la renuncia nunca se hizo efectiva. Sin embargo, la
repentina muerte de Carlos en 1861
abrió un período de desconcierto entre los carlistas, ya que su
sucesor, su hermano Juan, era un liberal declarado. La que encabezó el
partido carlsta esos años fue la princesa de Beira, viuda de Carlos V,
primer pretendiente carlista. Finalmente Juan abdicó en 1868, sin haber tenido nunca el poder entre los realistas. El nuevo pretendiente, Carlos VII para los suyos, hijo de Juan y hombre fiel a las ideas tradicionalistas, vio una nueva oportunidad para el carlismo: la Revolución Gloriosa de 1868, que había obligado a Isabel II a abdicar. Se instauró entonces en España un régimen democrático liderado por el rey Amadeo de Savoya.
Muchos moderados contrarios a este gobierno, creyeron en don Carlos
como una opción al anticlericalismo incipiente, que empezaba a preocupar
a los sectores más católicos. Buena parte de estos conservadores se
pasaron al bando carlista, que se convirtió en 1871
en la tercera fuerza más votada en el parlamento. Sin embargo, la vía
democrática no era suficiente, y sólo un nuevo alzamiento haría recalar a
don Carlos en el trono.


El conflicto

1872


El pretendiente Carlos VII, en Vanity Fair, 1876.

En rojo, máxima expansión del carlismo, a finales de 1874.

Los Borbones italianos en la tercera guerra carlista: sentado, el pretendiente Carlos VII. De pie, de izquierda a derecha: el duque de Parma, el conde de Bardi y el conde de Caserta.

El combate de Mañaria, cerca de Bilbao, dibujo de Vierge, Le Monde Illustré, 14 de mayo de 1872.

Acción de Santa Bárbara

Cuartel general de Serrano en Somorrostro, dibujo de Vierge, Le Monde Illustré, 4 de abril de 1874.

Muerte de Manuel Gutiérrez de la Concha, junio de 1874, cuadro de Agrasot.

Batalla de Montejurra, febrero de 1876, en Le Monde Illustré.

Los carlistas, derrotados en Montejurra, transportan a sus heridos al hospital de Irache, dibujo de Vierge, Le Monde Illustré, 4 de marzo de 1876.

Comienzan las hostilidades

Las elecciones de abril de 1872
dieron a los carlistas una oportunidad para rebelarse. El partido de
don Carlos había perdido trece escaños en unas elecciones consideradas
fraudulentas. La indignación de los tradicionalistas fue máxima. El
golpe estaba ya preparado, primero se levantarían a favor de don Carlos
las guarniciones de ciudades catalanas y Pamplona, para después
rebelarse Bilbao; por último, una insurección general en Cataluña y
vasco-navarra daría comienzo a las operaciones mlitares. El día elegido
para comenzar el proceso fue el 21 de abril, una vez que don Carlos hubo
logrado convencer a los gobiernos europeos de la necesidad de la
guerra.


Provincias vascongadas

Se rebelaron en el norte de España numerosos grupos de jóvenes que normalmente eran comandados por veteranos de la primera guerra. Todo fue según lo previsto, el pretendiente cruzó la frontera francesa en Navarra el 2 de mayo de 1872 y se puso al frente del alzamiento, pero el 4 de mayo el general gubernamental Domingo Moriones
entró por sorpresa en el campamento carlista de Oroquieta, atacando a
los insurrectos. La victoria fue aplastante y el pretendiente tuvo que
cruzar precipitadamente la frontera francesa, poniendo fin,
momentáneamente, a la insurrección en las Provincias Vascongadas y
Navarra tras la firma del Convenio de Amorebieta el 24 de mayo entre el presidente del gobierno de Amadeo I, Francisco Serrano, y los líderes carlistas de Vizcaya.
Sin embargo, el convenio fue mal recibido por las Cortes, y Serrano
tuvo que dimitir. Tampoco se aceptó el convenio desde el bando carlista,
y el pretendiente consideró a los firmantes como traidores.


Tras el fracaso del primer levantamiento en las Provincias
Vascongadas y Navarra, el pretendiente destituyó a la mayoría de los
jefes militares y estableció el 18 de diciembre como fecha para la nueva
sublevación. Ésta no logró un mayor apoyo entre la población, pero fue
más sólida. Pronto se armaron nuevas partidas, entre las que destacó la
del Cura Santa Cruz.


Cataluña y el levante

En Cataluña, el levantamiento se realizó incluso antes de la fecha que había designado el pretendiente. Joan Castell, al frente de 70 hombres, se sublevó unos días antes. El pretendiente nombró a su hermano Alfonso Carlos como capitán general de Cataluña, aunque hasta fin de año no cruzó la frontera y fue Rafael Tristany quien asumió transitoriamente el puesto. En esta zona la insurrección no se apagó tras la derrota en Oroquieta.
Aunque se formaron partidas guerrilleras en casi todas las comarcas
catalanas, no se llegó a organizar una estructura militar común. La
revitalización de la insurrección en el frente norte y la llegada de
Alfonso Carlos en diciembre de 1872 reactivaron las partidas carlistas
en Cataluña, al tiempo que la partida de Pascual Cucala conseguía el apoyo popular en el Maestrazgo
y se formaban otras hasta totalizar unos 3000 hombres. En la provincia
de Valencia, los carlistas mantenían 2000 hombres armados en diversas
partidas y en la provincia de Alicante unos 850.


1873

Provincias vascongadas

El año comenzó de forma favorable para los carlistas. Las
distensiones en el gobierno permitieron que el carlismo pudiese afianzar
su posición. La proclamación de la república en febrero de 1873, unido a
la guerra en Cuba, y la insurrección cantonalista, dejaron al nuevo gobierno republicano imposibilitado.


Los carlistas realizaron una leva de hombres de entre 20 y 30 años. Además los generales Dorregaray y Elío reclutaron multitud de soldados en su marcha por Navarra. El nuevo general republicano, Manuel Pavía, ofrece la paz y el mantenimiento de los fueros, pero el clero alentó a los carlistas, que lograron vencer en Eraul a Pavía. Esta victoria junto a otras como la de Belabieta o Mañeru
dieron alas al carlismo en las Provincias Vascongadas. La república
ordenó entonces la evacuación de multitud de localidades vascas y
navarras, quedando este territorio, como en 1835, todo bajo poder carlista salvo las capitales. Carlos VII atravesó de nuevo la frontera el 16 de julio, fijando la capital del "estado carlista" en Estella.
Se estableció un gobierno estable en esa ciudad, con carteras
ministeriales: gobierno, justicia, educación, diputaciones y juntas
generales, prensa y guerra. Existía también un Código Penal, Tribunal
Supremo de Justicia, Aduanas, servicio de correos, y en 1874 se
estableció una universidad en Oñate.


La segunda mitad del año sería para los tradicionalistas tan
provechosa como la primera. Don Carlos realizó una gira en sus
territorios, logrando el favor de sus "súbditos". La toma de Eibar
y su arsenal por los facciosos supuso un nuevo golpe para el gobierno,
que a finales de verano de ese año llevó a cabo una serie de ofensivas a
fin de recuperar algunos puntos clave. Esta campaña finalizó con la batalla de Montejurra, en la que los carlistas volvieron a vencer al ejército gubernamental.


Cataluña y el levante

El general Marco de Bello
había organizado la división aragonesa y la administración civil y
militar de la región. Pese a esta organización tenían serios problemas
para pagar a los soldados y armarlos ya que se pertrechaban con lo
quitado al enemigo o compradas en el extranjero. Organizó varios
batallones carlistas y las compañías del Pilar que eran soldados de
preferencia dentro del ejército carlista del Centro. Perdió algunos
combates como en Caspe pero pudo rechazar un ataque de los republicanos a Cantavieja.
Las partidas en el Maestrazgo fueron aumentando y mezclándose con las
de Aragón, Cataluña, Cuenca y Albacete. Así por ejemplo la partida de Cucala entraba y salía de Cataluña continuamente.


1874

Provincias vascongadas

El año de 1874 fue el que decidió el curso de la guerra. El gobierno
republicano estaba sumido en el caos, pero un golpe de estado del
general Pavía permitió a Serrano
asumir de forma dictatorial el mando de la república. Esto hizo que los
gubernamentales organizaran el ejército, pudiendo apaciguar a los
cantonalistas insurrectos, hecho que permitió centrar sus tropas en la
lucha contra los carlistas. A pesar de ello, don Carlos se creía
superior, por lo que ordenó en febrero tomar Bilbao. El sitio de Bilbao, último que sufriría la ciudad de manos carlistas, se saldó con una importante victoria republicana.


El gobierno trató de acabar entonces con la guerra conquistando Estella, pero fue incapaz, siendo derrotado en Abárzuza.
Esta derrota supuso un duro golpe para los republicanos, además de una
nueva oportunidad para don Carlos, que trató de tomar una gran plaza de
nuevo. Sitiaron los carlistas Vitoria, Irún, San Sebastián y Pamplona. Sin embargo, ninguna de estas ciudades cayó, pero no fue este el verdadero problema carlista a finales del año. Arsenio Martínez-Campos había proclamado a Alfonso XII, hijo de Isabel II
como rey de España. Esto hizo que muchos carlistas moderados se pasasen
al bando alfonsino, debilitando enormemente a los facciosos.


Cataluña y el levante

En el 1874 el infante Alfonso
envió los hombres de Vallés (carlistas de Tarragona) a reforzar los
hombres del Maestrazgo. Los carlistas pudieron llegar a crear un
miniestado con centro en Cantavieja
que, después de ser asediada, tuvo que capitular. La movilización
carlista se redujo en otras zonas a pequeñas partidas aisladas;
destacaban unos 400 hombres en Extremadura y las partidas de Castilla la Nueva, sobre todo en la provincia de Ciudad Real, donde al menos diez partidas, más o menos controladas por el general Regino Mergeliza y Vera2 tuvieron en jaque a las tropas oficialistas, destacando especialmente las de Crisanto Gómez, Antonio Merendón Mondéjar y Amador Villar.3


También cabe destacar la conquista de la ciudad de Cuenca en el año 1874 por tropas carlistas al mando de Alfonso Carlos y su esposa María de las Nieves de Braganza. En marzo de ese año, las fuerzas carlistas, dirigidas por Francesc Savalls, pusieron sitio a Olot y, tras conquistarla, la convirtieron en su capital. En julio se establece en San Juan de las Abadesas la Diputación de Cataluña,
que presidía Tristany, y que intentaba dotar de una organización
político-administrativa a los territorios controlados por los carlistas
catalanes.


1875

Provinvias vascongadas

Cánovas del Castillo, cerebro de la Restauración,
intentó llegar a un acuerdo con don Carlos a principios de año. Le
propuso el casamiento del rey Alfonso con su hija Elvira, además de
permitir el mantenimiento de los fueros. Pero Carlos VII se negó a hacer
negociaciones.


Ante la imposibilidad de alcanzar la paz por la diplomacia, el
ejército alfonsino, que sumaba ya más de 70.000 combatientes, lanzó una
brutal ofensiva sobre Álava. Los carlistas, que apenas disponían de
33.000 soldados, no tenían nada que hacer. Las acciones de ésta campaña
se limitaron a los bombardeos de algunas plazas en poder carlista, para
después romper el cerco de Vitoria. Los facciosos se replegaron entonces
a Arlabán, habiendo perdido casi toda la provincia.


En Navarra, la situación no era mejor. En noviembre los carlistas ya
habían perdido la mitad del territorio de dicha provincia, viendo además
amenazada Estella, núcleo del carlismo.


Cataluña y el levante

Este sería en Cataluña el último año de lucha, ya que en noviembre de
1875 ninguna plaza en el este permanecerá fiel al movimiento carlista.
En marzo de 1875, Martínez-Campos ocupó Olot y sometió a sitio Seo de Urgel. Su conquista por las tropas gubernamentales en agosto hizo que el 19 de noviembre finalizara la lucha en Cataluña.


1876

La lucha final

Tras el fin de la lucha en Cataluña, más de 120.000 soldados se
prepararon para finalizar la guerra en el norte. Los carlistas que no
habían rendido las armas sumaban una cifra cuatro veces inferior en
número. Los alfonsinos prepararon dos ejércitos, uno en el este,
dirigido por Martínez-Campos, y otro en el oeste comandado por Quesada.
Sólo era cuestión de tiempo, el 5 de febrero de 1876 se enfrentaron carlistas y liberales en la acción de Abadiano. Es la última acción de importancia registrada en Vizcaya cuando ya guerra tocaba a su fin. Fueron derrotados los batallones carlistas de Carasa, Cavero y Ugarte por las divisiones liberales mandadas por Loma, Goyeneche, Álvarez Maldonado y Villegas. La retirada se efectuó por el alto de Elgueta con dirección a Zumárraga.4
Los facciosos fueron empujados hacia los Pirineos. A finales de
febrero, Estella cayó y don Carlos huyó hacia Francia, al grito de
"volveré", que no cumplió. El último reducto fiel al carlismo, el
castillo de Lapoblación, sucumbió el 2 de marzo. La guerra había
terminado.


Consecuencias

Los soldados carlistas que depusieron las armas pudieron incorporarse
al ejército gubernamental con el mantenimiento de todos los grados y
condecoraciones, pero pocos lo hicieron. Para las provincias vascongadas
y Navarra, el final de esta guerra supuso la definitiva desaparición de
parte de los fueros, con la ley abolitaria del 21 de Julio de 1876.
Esta decisión fue unánimemente aceptada por todas las provincias,
incluyendo las damnificadas, que no pudieron hacer nada en contra de la
decisión debido al gran contingente militar que aún restaba en su
territorio. El fin del gobierno foral en el País Vasco hizo que el
gobierno de Antonio Cánovas pactase el llamado Primer acuerdo ecónomico vasco,
en el que se seguía dando cierta libertad económica a esta región,
permitiéndo a las autoridades locales recaudar ellos mismos los
impuestos. Estos cambios políticos dieron lugar a un gran crecimiento
económico e industrial del País Vasco, que se convirtió en una de las
regiones más avanzadas e industralizadas del país. Por otra parte, la
derrota aumentó el sentimiento nacionalista vasco, dando lugar a la creación del Partido Nacionalista Vasco en 1895 por Sabino Arana,
que defendía las ideas tradicionalistas del carlismo desde un punto de
vista independiente de este movimiento y con fuerte carácter regionalista que se mantuvo pese al desaparecer los herederos del carlismo en el siglo XX.


Desde la óptica alfonsina, la victoria legitimizó aún más el gobierno de la Restauración, que se vio reforzado con la promulgación de la Constitución de 1876.
El soberano otorgó a sus tropas las medallas de la guerra civil en
operaciones y posteriormente, llegando incluso a conceder en casos muy
destacados la destacada distinción de beneméerito a la patria. Sin
embargo respetó con honores a todos los condecorados por el otro bando y
dejó establecidos como nobles del reino a todos los nobles que su rival
había ennoblecido. La tercera guerra civil del siglo XIX acabó con un
asimilamiento del bando perdedor sin hacer agravios al vencido. Nunca
volvería la causa sálica a reactivarse.


Batallas

Filmografía

Referencias


  • 26. Spain, 3rd Carlist War (1872-76)

  • Bibliografía

    • José Indalecio Caso. "La Cuestión Cabrera" Madrid. 1875
    • Francisco Hernando. "La Campaña Carlista (1872 a 1876)" París. 1877
    • Bruno Ramos Martínez: Memorias y Diario de Carlos VII, Madrid 1957
    • Román Oyarzun Oyarzun. "Vida de Ramón Cabrera y las guerras carlistas", Barcelona 1961
    • José Extramiana: Historia de las guerras carlistas, San Sebastián 1978-1979
    • Melchor Ferrer: Historia del tradicionalismo español, Sevilla, 30 vol. 1941-1979
    • José María Jover(dir):Historia de España XXXIV. La era isabelina y el Sexenio Democrático (1834-1874), Madrid 1988
    • Joan Garrabou. "Gent Nostra. Cabrera", Barcelona 1989
    • Conxa Rodríguez Vives. "Ramón Cabrera a l'exili". Abadía de Montserrat 1989
    • Julio Montero: El Estado Carlista. Principios teóricos y práctica política (1872-1876), Madrid 1992
    • Robert Vallverdú: El tercer carlisme a les comarques meridionals de Catalunya (1872-1876), Barcelona 1997
    • Jordi Canal: El Carlismo, Madrid 2000
    • Urcelay Alonso, Javier. "Cabrera. El Tigre del Maestrazgo". Barcelona, Ariel, 2006. ISBN 84-344-5205-7

    Enlaces externos


  • Rafael Villena Espinosa, El sexenio democrático en la provincia de Ciudad Real. Economía, política y sociedad (1868-1874) Univ de Castilla La Mancha, 1997, p. y ss


  • Manuel Asensio, El carlismo en Castilla-la Mancha (1833-1875), 2011.https://books.google.es/books?id=T2q-SV8arS0C&dq=%22Feo+de+Cari%C3%B1o%22&hl=es&source=gbs_navlinks_s


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